miércoles, 29 de julio de 2020

Así fue y así paso Capítulo37


CAPITULO 37.-

Un rayo de sol penetraba entre los hilos de una cortina de grueso trazo. Mi cuarto era grande, la cama muy cómoda y sin embargo un solo rayo, uno solo, me daba en la cara. Me separé un poco e intenté seguir durmiendo pero ya el sol se había hecho amo y señor de todo lo que me rodeaba y así era imposible seguir durmiendo. Me levanté, miré el reloj y para mi desgracia eran las cinco y diez de la mañana, me lavé las manos, me afeité y pude ver el resultado gracias a un pequeño espejo que, por casualidad llevaba en la maleta y con cuidado atravesé el pasillo procurando no hacer ningún ruido para no despertar a Jane y a Sinoa y al llegar al cuarto de estar me dí cuenta que las dos estaban desayunando y me saludaban con efusión. Sinoa se levantó y vino a mis brazos, me dio un beso y ya empezó con sus peticiones

-         Tío Andrés ¿quieres ver ahora a Negrita?
-         ¡Que remedio! – me agarró de la mano y me llevó a la parte de atrás de la cabaña y allí en una cesta estaba negrita. Era una oveja que no tendría mas de una semana, medía poco mas de una cuarta y se movía incómoda en aquel recinto que le resultaba muy pequeño. Sinoa la cogió como si fuera una muñeca y la depositó en el suelo animándola a dar unos pasos. La oveja recién nacida intentó dar unos pasos pero le fallaron las patas y tuvo necesidad de apoyarse en el suelo, intentando en vano volver a caminar sin conseguirlo. La niña la volvió a coger entre sus brazos – Lo que le pasa es que es muy pequeña.
-         Yo de ti la volvería a meter en su cuna y ella sola se saldrá cuando se encuentre con fuerza.
-         Voy a darle un poco de leche ¿me la aguantas? – y sin mediar más palabras me encontré con una oveja recién nacida en mis brazos como si fuera un bebé. La observé como si fuera algo nunca visto y debo de reconocer que para mí lo era. Nunca en mi vida me había gustado el campo y mucho menos los animales, pero no tenía más remedio que permanecer en esa posición hasta que Sinoa volviera con su biberón

Por una de las puertas apareció Jane sorprendiéndose al encontrarme con oveja. Iba perfectamente vestida como para pasar revista en una hipotética formación militar a la hora de izar la bandera. Camisa blanca con dos grandes bolsillos a los lados, un pañuelo de vistosos colores que rodeaba su cuello y descendía casi hasta la cintura, pantalones cortos y calcetines largos que parecían prolongar unas botas camperas algo gastadas por el uso. Su cara no demostraba en absoluto que eran las cinco de la madrugada, al revés, parecía lozana como si la noche no hubiera pasado por ella. Una enorme sonrisa estaba permanentemente anclada en sus labios reflejando su inmensa alegría por mi presencia

-         No me digas que no te avisé – acarició con cariño el hocico del animal -  como a Sinoa le digas a todo que si te va a volver loco.
-         No pasa nada – yo parecía un padre primerizo sujetando a la oveja – es como un hijo para ella y eso es muy bueno. El amor a los animales demuestra que tiene sensibilidad.
-         En esta zona tienes que ser así porque estás rodeada de animales y a mí me gusta que se adapte a esto y además en clase le enseñan que son sus verdaderos amigos y los que cuando crezcan les harán tener una vida mejor.
-         ¿Sabes que hora es?
-         Serán las cinco o por ahí ¿no? pero si me admites un consejo deja el reloj en la maleta porque aquí vivimos con el sol, nos levantamos cuando sale y nos vamos a dormir cuando anochece. Es muy raro que a partir de las ocho de la tarde no estemos todos ya en la cama
-         Eso será cuando yo no estoy porque ayer nos dieron por lo menos las doce charlando
-         Ya – Jane se echó el pelo hacia atrás en un movimiento involuntario que hacía con mucha frecuencia – pero ayer era un día muy especial y estaba ansiosa de noticias – tomó la oveja en sus brazos y con mimo la puso en su cuna hecha con ramas entrelazadas - ¿quieres desayunar?
-         Tengo un hambre que me muero
-         Venga siéntate y le digo a Eloise que te traiga café ¿lo quieres con leche?
-         Si, por favor

La mesa del desayuno era un auténtico espectáculo, no se si sería así todos los días pero desde luego hoy era un lujo. La mesa era amplia y en diferentes hojas de gran tamaño a modo de bandejas se mostraban frutas de todas las clases, algunas conocidas como manzanas, peras, uvas, algo parecido a mandarinas y muchas absolutamente desconocidas para mí que con el tiempo iría conociendo. La tazas y los platos formaban parte de una vajilla auténticamente inglesa, las cucharillas, los tenedores y los cuchillos eran de plata y las jarras de zumos eran de cristal con el cabezal también de plata. A un lado alineados estaban los productos europeos como jamón de York, salami, salchichón, chorizo y algo de mortadela minuciosamente cortados en lonchas. A continuación, panes de distintas condición acompañados de mermeladas variadas, mantequilla y hasta un bote de Cola Cao. Al otro lado, unos huevos duros esperaban ser deglutidos al igual que una bandeja de salchichas separadas entre si por lo que parecían unos espárragos verdes.

Eloise apareció con una túnica de un color amarillo que animaba al optimismo al igual que su gracejo al hablar un español peculiar que se entendía con alguna dificultad. Era una chica de unos veinticinco años, con el pelo recogido en un pañuelo del mismo color de su túnica, ojos negros que miraban con curiosidad al nuevo inquilino de la misión, labios carnosos, manos finas y delicadas como si nunca se hubiera dedicado a las tareas del campo y en conjunto una figura que decía algo. Su andar era lento y se acercó ofreciéndome café y leche

-          Bienvenido a Etiopía Señor Doctor – me saludó respetuosamente
-         Muchas gracias – le contesté – seguro que si todo el mundo es como tú estaré encantado de haber venido

A pesar de su color negro me pareció que se puso colorada como un tomate. Me obsequió con una sonrisa y se retiró. Jane sentada a mi lado no pudo disimular que le había hecho mucha gracia que a esas horas de la mañana me mostrara tan agradable con una mujer a su servicio. Le hacía recordar sus años en el Reino Unido donde esas cosas estaban absolutamente prohibidas. Su padre trataba muy bien a todo el personal que trabajaba con él, pero siempre manteniendo una distancia y sin embargo yo en un segundo me había ganado a Eloise que se había retirado encantada de la vida.

-         ¿Qué tal? ¿qué te parece el desayuno?
-         La verdad es que estoy asombrado – volví a mirar todo lo que se me ofrecía – me parece que estoy en el salón del Casino de Londres.
-         ¡Que exagerado! – Jane estaba deshuesando una fruta desconocida para mí – todo esta vajilla me la mandó mi padre desde Londres y sacarla de casa me parecería un abuso, por eso solo la uso en la intimidad del hogar y para momentos importantes
-         ¿Y este es uno de ellos?
-         Naturalmente, no todos los días se recibe a todo un Doctor en esta misión – Se quedó mirándome como había hecho en múltiples ocasiones - ¿estás contento de haber venido?
-         La verdad es que todavía no se muy bien ni donde estoy, pero me imagino que será cuestión de tiempo el acostumbrarme.
-         Seguro que si – Jane se levantó y me invitó a acompañarla para presentarme a los que
iban a ser mis ayudantes en los diversos temas que tenía pendientes, el quirófano, el hospital, mi nuevo alojamiento y algunas ideas más que habría que desarrollar entre todos.

A pesar de lo temprano de la hora todo el recinto me pareció que estaba lleno de gente. Niños por todas partes, algunas madres dando de mamar a sus pequeños, pocas cuidadoras y al principio no vi a ningún hombre. Sin embargo, una vez recorridas las cocinas y un par de clases en la que me presentaron como Andrés el Doctor, entramos en una de las cabañas y allí estaban reunidos varios hombres, como unos seis o siete y dos mujeres, sentados alrededor de una mesa con lo que podrían ser unos planos de la misión, hechos a mano y llenos de tachaduras y letras ininteligibles. A un lado había una pizarra llena de dibujos y una lista interminable de cosas, muebles, camas, sillas, cabeceros, mesillas de noche, lámparas de pie y de mesa, patas con ruedas para adaptar a las mesas de quirófano, toallas, sábanas blancas, pinzas, bisturís, separadores grandes y pequeños, gasas, compresas y un largo etc. La mayoría de estos enseres tenían una cruz a continuación por lo que supuse que los tendrían en algún almacén y algunos tenían dos y tres cruces.
Jane me presentó uno a uno a todos sus colaboradores, entre los que estaba Pepe muy sonriente con un plano delante de él.
En pocos segundos todos estaban en sus asientos esperando las palabras de su Jefa que no perdió ni un minuto en comenzar

       -  Supongo que no hace falta presentaros al Dr. Andrés Cubiles que viene dispuesto a colaborar con nosotros – todos me miraban con curiosidad y en sus caras se reflejaba un profundo agradecimiento – ya tendréis oportunidad de comprobarlo pero tiene una reconocida fama de buen gestor, de hecho ha estado casi quince años de Director de una de las mejores clínicas privadas de Londres y estoy segura que, gracias a él, esta misión funcionará mucho mejor que hasta ahora. Llegó ayer por la noche y como podéis comprender todavía no ha tenido tiempo de valorar lo importante que va a ser su colaboración – Jane se sentó a mi lado – es un gran cirujano y lo primero que va a necesitar será un o una buena ayudante para su labor asistencial y a mi me ha parecido que tanto Pepe, al que ya conoce del viaje como Anne pueden hacer muy bien esa labor y le facilitarán su tarea – Anne situada en una de las sillas laterales al lado derecho de la mesa se levantó e hizo una pequeña reverencia al que a partir de ese momento iba a ser su jefe – Además tenemos que empezar y sería muy importante hacerlo ahora mismo a pensar en las nuevas instalaciones que tenemos que construir y para eso yo empezaría ya ¿no os parece? – todos asintieron muy serios – hemos hablado muchas veces de este tema y creo que todos tenemos que saber, antes de hacer nada, la opinión del Doctor porque al fin y al cabo va a ser él el que lleve el peso de todo eso. Hasta ahora, vosotros lo sabéis bien, he sido yo pero el puesto me viene grande y por fin voy a poder desarrollar a tiempo completo mis otras obligaciones.

Jane se volvió a levantar y extendió sobre la mesa un plano, hecho completamente a mano y me invitó a que lo viera y diera mi opinión. Estuve un rato escuchando sus explicaciones, algunas veces interrumpidas por los presentes mientras yo permanecía en silencio

-         Tienes que valorar que casi todas las cosas que vas a necesitar las tenemos en el almacén.
-         A primera vista la parte que podríamos llamar de hospitalización me parece bien. La cabaña tiene que ser grande, en una parte estarían las camas de los mas graves o de los recién operados. En la misma cabaña pero separados por una pared estarían todos los demás enfermos que necesiten estar ingresados pero que no necesiten unos cuidados digamos que especiales. En ese reciento tiene que haber además como es lógico, unos servicios separados, un lugar para almacenar sábanas, toallas etc que también puede hacer las veces de cuarto de enfermería. Ojo porque ya pasó una vez en un nuevo hospital de Londres, las puertas tienen que ser grandes porque tienen que entrar las camas. El quirófano podría estar dentro del hospital, pero completamente separado de las camas de hospitalización y acordaros que los cirujanos nos lavamos antes y después de cada operación por lo que debe haber una pequeña zona para eso al igual que un lugar para esterilización, por cierto – miré a Jane que me observaba haciendo pequeñas anotaciones en un cuaderno - ¿hay algún esterilizador?
-         Si- contestó – uno que ya está en consultas y otro que está en su caja en el almacén
-         ¿Es grande?
-          No te puedo contestar – sonrió – la caja si parece pero el aparato no lo he visto.
-         Bueno, eso ya lo veremos más adelante – acerqué un plano hacia mi lado de la mesa y pinté lo que había explicado en una hoja grande de papel – como véis la cabaña del hospital tiene que ser muy grande y aunque todavía no he visto todo, no debe estar cerca de donde estén los niños sanos
-         Eso no hay problema – me contestó el que parecía ser el capataz de seis o siete hombres que se habían levantado de sus asientos para ver mi dibujo – las cabañas las hacemos donde tú quieras. Tenemos los palos y las hojas en el almacén y en dos o tres días estarían terminadas.
-         Excelente – afirmé con una sonrisa expresando mi sorpresa por la rapidez en hacer la obra y por la manera de contestarme parecía que estuviera absolutamente seguro que lo acabaría en el tiempo expresado – En el contenedor que he traído viene una mesa de quirófano, una lámpara y gran cantidad de instrumental al que habrá que buscarle un sitio para guardarlo y se me ocurre que podría ser en el mismo lugar que se guarden las sábanas o no, perdón, mejor estaría en donde nos lavamos los Cirujanos y pegado al esterilizador.
El equipamiento del quirófano también necesita un grupo electrógeno para poder atender a algún paciente de urgencia por la noche y eso también lo he traído yo.

Uno de los hombres que atendía muy concentrado a mis explicaciones preguntó :

-          Perdone Doctor – se pasó un pañuelo por su cabeza completamente rasurada – los partos supongo que se harían en el mismo quirófano ¿no?
-         Por supuesto – le respondía afirmativamente
-         Entonces a mi se me ocurre que para los niños y sus madres podíamos hacer otra cabaña pegada a ese lado del quirófano para que al nacer no tengan que pasar por donde están los enfermos graves.
-         Muy bien pensado Omar – intervino Jane – eso sería lo ideal pero tienes que pensar que esto no es un hospital de una gran ciudad y tenemos muy poca gente para atender a los pacientes y aunque no es lo mejor, ni mucho menos, al principio tendrán que estar todos juntos.
-         No te preocupes Omar y gracias por dar tu opinión que me viene muy bien porque la verdad es que me había olvidado de los niños – me miró agradecido por haberle tenido en cuenta – mi idea es crear una especie de escuela de enfermeras donde algunas chicas que están estudiando ahora, sigan su formación para atender enfermos y entonces ya tendremos personal suficiente y ese sería el momento de hacer un hospital infantil que naturalmente tendrá que estar muy cerca del otro, pero eso si te parece, lo pensamos dentro de unos meses.
-         Usted manda Doctor
-         ¡Que va! Aquí la que manda es Jane y tiene toda la pinta de hacerlo muy bien pero sin vuestra colaboración, igual que me pasa a mí, no tendríamos nada que hacer, o sea que cada uno a su labor y todos trabajando unidos y con ilusión para ayudar a toda esta gente que nos necesita, eso es lo más importante
-         Como véis – esta vez fue Jane la que mirando a unos y a otros expresó su opinión – el Doctor Cubiles, está dispuesto a ayudarnos y en nombre de todos se lo quiero agradecer. Sabemos lo difícil que es tomar la decisión de venir hasta aquí y por eso debemos todos de darle las máximas facilidades para que pueda desarrollar su labor lo mejor posible y sobre todo, lo más importante al menos para mí, es hacerle lo mas agradable posible su estancia entre nosotros
De una manera unánime todos aplaudieron durante algunos minutos y al final, con las bromas habíamos estado más de tres horas haciendo planes, y cada uno se fue caminando a sus respectivos puestos de trabajo.

Jane y yo dimos un pequeño paseo por el resto de instalaciones, en el teórico patio que se podía alargar hasta las montañas que vigilaban desde lejos no se cuantos niños y niñas jugaban desperdigados por el campo, unos al futbol con un viejo balón con los colores del Manchester City haciendo de porterías dos árboles centenarios, otros se columpiaban en unos rústicos columpios hechos con un tronco y dos cuerdas  que colgaban de las ramas de un árbol, otros hacían caminos con las dos manos en la arena y hacían carreras de chapas con habilidad, había algunos que hasta le daban una especie de efecto a sus respectivos corredores para que dieran la curva en el momento preciso y lograban ponerse en primera posición, los más tranquilos, que curiosamente eran los menos, estaban sentados en el suelo y jugaban a un juego en el que lanzaban al aire pequeñas piedras y las recogían antes que tocaran el suelo haciendo previamente alguna pirueta como dar dos palmadas o tocarse la punta de la nariz. Algunos se subían a los árboles bajo la atenta mirada de sus cuidadores y el resto simplemente estaba en el patio.

En un momento dado, un pitido emitido por uno de los cuidadores sonó con fuerza y los niños se alinearon como si de una formación militar se tratase y entraron en sus respectivas aulas para continuar con las clases correspondientes.  Todavía faltaban dos horas para la comida y tenían que aprovechar el tiempo. Mientras tanto, Jane y yo fuimos a su cabaña charlando animadamente de todo lo que habíamos hecho por la mañana. Nos sentamos en el porche, hacía calor pero tampoco era un calor agobiante y enseguida la chica que trabajaba allí nos ofreció sendos vasos de agua que nos los tomamos como la mejor de las cervezas.

-         Perdona que no te ofrezca cerveza o alguna otra bebida pero se nos han acabado y hasta que venga el próximo pedido solo tenemos agua.
-         No te preocupes, ya me llegó con el desayuno – miraba al infinito intentando como siempre dejar mi mente en blanco, como queriendo dejar mas espacio para procesar tanta información que se me ofrecía de nuevo.
-         Bueno, ¿qué tal tus primeras horas con nosotros?  - Jane apoyó su mano en la mía – ya has visto lo que tenemos
-         Está todo muy bien – entrelacé sus dedos con los míos – no te lo vas a creer pero lo que me ha parecido con diferencia lo más curioso son los servicios
-         ¿Por qué?
-         No se - yo mismo me sorprendí de esa afirmación – nunca me los hubiera imaginado así
-         ¿Y como te los imaginabas?
-         No se, pero seguro que así no
-         ¿Qué te creías que todos nos íbamos al campo a hacer nuestras necesidades?
-         No se – trataba de buscar una explicación – no creo que me imaginara nada, simplemente que no lo había pensado y la solución de esa especie de trincheras que se van cerrando me ha parecido una idea fantástica.
-         Los pueblos, aunque sean pobres como éste, desarrollan un sentido común que para nosotros es increíble y son ellos los que nos dieron la idea de las zanjas, trincheras como les llamas tú. En las aldeas de por aquí, lo que hacer es un agujero grande y todos van allí hasta que se llena, una especie de pozo negro, pero esto nos pareció que era como más higiénico si se puede decir así.
-         Eso es lo más curioso y luego me ha llamado muchísimo la atención la capacidad de trabajo de toda esta gente que en dos o tres días son capaces de hacer varias cabañas
-         Ten en cuenta que son un pueblo nómada y cada dos por tres se cambian de aldea. Si creen que va a llover en otro sitio, cargan con lo que tienen y se van tan tranquilos, no les importa lo más mínimo, claro que también es verdad que como no tienen prácticamente nada, no tienen que hacer grandes mudanzas desgraciadamente para ellos.
-         Eso es verdad
-         Ahora que me doy cuenta Andrés ¿no hemos hablado de tu casa nueva?
-         Eso es lo último – me bebí de un sorbo otro vaso de agua – si no te parece mal, primero hacemos lo más urgente y más adelante planteamos otras cosas.
-         Me parece bien, ya sabes que por nosotras no hay ningún problema aunque te tendrás que acostumbrar que tu sobrina Sinoa se vaya alguna vez a tu cama
-         Ya me imagino que será así pero por mí encantado.

A los pocos minutos apareció la niña que venía del colegio, se abrazó a su madre y a continuación a mí con verdadero cariño

-          Tío Andrés ¿le has dado de comer a Negrita?
-         No me ha dado tiempo, tu madre y yo acabamos de llegar – contesté mientras me levantaba para acompañarla a la casita de su nueva oveja – pero vamos ahora mismo, antes que se duerma para la siesta
-         Negrita no duerme siesta – sus enormes ojos parecían no entender nada.
-         Y eso ¿por qué?
-         Porque las ovejas, aunque sean pequeñas saben que no se pueden dormir hasta que coman.
-         ¡Ah¡ no sabía que las ovejas eran tan listas
-         Mucho más de lo que tú te crees Tío Andrés y eso que esta todavía no ha estado en el campo con su madre que si no, sería todavía más lista
-         ¿Quién te ha contado todo eso?
-         Willy el pastor que es muy amigo mío
-         Claro, será viejo y por eso sabe tantas cosas
-         ¡Que va! – Sinoa me miró como si estuviera hablando con uno de otro planeta. Mira – me puso las dos manos delante de mi vista – yo tengo seis años y Willy tiene estos – añadió dos dedos más
-         ¡Tiene ocho años solo!
-         Si
-         ¿Y cuantas ovejas tiene a su cargo?
-         El otro día me contó que unas cien, aunque algunos días solo saca al campo a unas sesenta porque su hermano el mayor se lleva a las otras cuarenta por ahí
-         Tu amigo Willy es muy valiente ¿no crees?
-         Bueno – Sinoa abrazaba a su Negrita – él dice que ya es mayor.
-         ¿Y no va a la escuela?
-         No
-         ¿Por qué?
-         Que cosas tienes Tío Andrés – la niña se puso un dedo en la sien – me parece que no estás muy bien de la cabeza -  ¿cómo va a ir a la escuela si tiene que sacar las ovejas?
-         Yo que se, a lo mejor las podía sacar su padre o alguien de su familia
-         No tiene familia
-         ¿Y con quien vive?
-         Con su hermano que es más mayor que él

No me atreví a preguntarle por ese auténtico drama pero su madre se encargó de contarme la historia mientras comíamos. Al parecer habían aparecido los dos hermanos en la misión huyendo de unos guerrilleros que habían asaltado su aldea. No se les entendía muy bien, pero por sus gestos parecía como si les hubiesen obligado a disparar sobre toda su familia y luego los habían hecho formar parte de su ejército, les enseñaron a disparar, a violar a las mujeres y  sobre todo a matar. Willy y su hermano estuvieron así unos meses, siempre planificando su huida hasta que una noche se decidieron, robaron dos fusiles por si acaso eran descubiertos, se metieron algo de comida y un odre con agua y con mucho sigilo se fueron alejando del campamento hasta que al llegar el amanecer ya habían alcanzado la sierra y allí estuvieron cerca de cinco días subidos a un árbol viendo pasar por debajo a muchos de sus antiguos compañeros que no cejaban en sus labores de búsqueda, hasta que un día decidieron bajar y llegaron hasta aquí después de andar siete días. Venían exhaustos y estuvieron un día más acurrucados cerca de la misión hasta que uno de los cuidadores los descubrió y menos mal que estaban dormidos porque de lo contrario le hubieran disparado. Por lo menos una semana tardaron en darse cuenta que nosotros íbamos a ser sus amigos y desde entonces viven en la misión, pero no van a la escuela. Hemos intentado de todas las maneras convencerles para que vengan pero dicen que bastante hacemos con darles alojamiento y comida y no necesitan nada más. Personalmente hablé con ellos un día y me pareció que su objetivo final es volver a la lucha pero esta vez en el bando contrario para tratar de vengar las muertes de toda su familia y de ahí no hay quien los saque. El mayor sabe las letras y poco más, pero el pequeño no sabe ni eso, pero esperemos que algún día razonen y les podamos enseñar algo más, pero es muy difícil porque el recuerdo de la tragedia de su familia no hay manera de quitárselo de la cabeza

-          ¡Vaya historia! Se me ha puesto la piel de gallina solo de pensarlo
-         Desgraciadamente – Jane se levantó dando por finalizada la comida – de esas historias hay muchas por aquí, ya las irás conociendo pero ahora nos tocas continuar con lo nuestro
-         ¿Adonde vamos?
-         A la consulta, empezamos a la una y ya nos estarán esperando
-         Soy todo tuyo – me levanté ilusionado para saber como iba a ser mi primer día como Médico en Africa
  

 





     















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