CAPITULO
8.-
Desde
la entrevista en la sede de mi seguro de responsabilidad civil con los Abogados
que se hicieron cargo de mi defensa hasta que me volvieron a avisar no pasaron
un mes, si no casi dos meses y medio. En este tiempo, vi un paciente en la
consulta al que rechacé nada más entrar porque me confesó que se quería operar
de la nariz porque todo el mundo le miraba por la calle, la novia le había
dejado y no encontraba trabajo. Es más, desde niño todo el pueblo le llamaba
“el narizotas”, ahora ya tenía casi cuarenta años y ya estaba bien. Se había
decidido por la cirugía y ya era el cuarto cirujano plástico al que visitaba
por que los tres anteriores lo habían mandado previamente al psiquiatra, ¡lo
que me faltaba, como si yo estuviera loco! y esperaba que yo no hiciera lo
mismo. Traté de explicarle las razones por las cuales yo entendía que no se
debía operar, pero no las entendió y salió de la consulta dando un sonoro
portazo.
La
segunda paciente venía porque quería hacerse una liposucción de tobillos porque
se miraba al espejo y se notaba que su problema fundamental era esa deformidad
que le producía un importante complejo. La paciente pesaba cerca de cien Kilos
y no perdí el tiempo en explicarle casi nada, la mandé directamente a un
Endocrinólogo y le dije que cuando pesara sesenta Kilos, que por su edad eran
los que le correspondían, que volviera y valoraríamos la posibilidad de hacer
algo, pero que en ese momento no estaba indicada ningún tipo de actuación
quirúrgica y mucho menos sobre los tobillos y la última paciente tenía una
gigantomastia, unas mamas enormes que le llegaban hasta la cintura y que estaba
dispuesta a operarse con la condición que le garantizase que las cicatrices no
se iban a notar y no solo eso si no que se lo diera por escrito porque si no se
cumplía ya me avisaba que iría a los Tribunales. Estaría en la consulta tres
minutos exagerando y así habían pasado profesionalmente los dos meses y medio.
Todos
los días, al comenzar la mañana, pensaba en cuando recibiría la carta para
saber que pasaba con la demanda de la señora de las mamas. El trayecto entre mi
casa y la consulta lo hacía sistemáticamente andando, para que gastar en
transporte público si tenía tiempo de sobra porque un día y otro la hoja de
citaciones estaba vacía, y tenía minutos y minutos para ponerme en disposición
de recibir la noticia, pero ese día llegó, me anunciaban que el Juez, con el
ánimo de saber si tenía que continuar con la querella o archivarla, quería
tener una conversación conmigo acompañado de un Letrado de mi confianza y en
presencia de los Abogados de la parte contraria. No decía en ningún sitio si
también estaría la demandante por lo que supuse que no. Hablé por teléfono con
Eduardo, mi Abogado y me comentó que no era necesario que nos viéramos antes
porque conocía perfectamente el caso y lo único, si me apetecía, era quedar en
una cafetería enfrente del Juzgado el día de la cita, faltaban mas o menos diez
días, y charlar un rato y por supuesto acompañarme al despacho de su Señoría
para comparecer como posible imputado. Así quedamos y debo reconocer que fueron
los peores diez días de mi vida. Si, ya se que soy un exagerado, que me
adelanto a los acontecimientos, que me organizo mis propias batallas, ya lo se
y si no lo supiera Carmen se encargaba de recordármelo. Todo lo que se quiera
decir en mi contra lo puedo aceptar, incluso que soy un gilipollas por pagar la
segunda cirugía, ya lo se, pero uno es así y ya no voy a cambiar. En cualquier
caso, ya me veía en la cárcel de Alcalá Meco condenado a unos cuantos años
privado de libertad por haber sido tan negligente que, eso si de manera
involuntaria, casi acabo con la vida de Doña María José Dominguez. Otros días,
según hubiera dormido mas o menos siempre el sueño basado en la cantidad de
Lexatines que había consumido previamente, veía la situación como mas
optimista, el Juez era absolutamente comprensivo con mi manera de reaccionar,
me declaraba por supuesto inocente y no solo me concedía la libertad, faltaría
mas, sino que encima me felicitaba por la excelente actuación profesional y
algún día el principio de la conversación con su señoría era tal y como me lo
había imaginado, pero la coletilla final era que, no había ninguna intención
por mi parte de hacer daño a la paciente, pero la realidad es que se lo había
hecho, efectivamente una complicación no muy frecuente, pero había ocurrido y
aunque los 600.000 € de indemnización le parecían una exageración, si que me
condenaba a indemnizar a la paciente con 60.000 €, lo cual todavía me encendía
mas porque si su Señoría estaba de acuerdo con toda mi argumentación ¿porqué
tenía que abonar nada? Y lo que es peor, como mis Abogados no estaban
dispuestos a abonar cantidad alguna, proponían la celebración de juicio por lo
penal y que los peritos dieran su opinión sobre el caso y en base a ello dictar
una sentencia en la seguridad que ganaríamos nosotros, yo saldría absuelto y
ellos no pagaban los 60.000 €.
Estas
y mil situaciones mas pasaban por mi cabeza llenando todos los minutos del día
y muchas noches y así, iba a decir que sin darme cuenta, pero no es verdad,
dándome perfecta cuenta llegó el día en que tenía que comparecer ante el Señor
Juez.
Eran
las ocho y media de la mañana, la cafetería enfrente de los Juzgados de la
Plaza de Castilla estaba llena hasta la bandera. La barra era un desfile
continuo de cafés con leche acompañados de la correspondiente bollería y en
ocasiones grupos de churros o porras se acumulaban en los platos. Las mesas del
fondo estaban ocupadas por gente igual que yo, una parte con caras de auténtico
terror y los Abogados con carteras atiborradas de papeles por todas partes se
sentaban enfrente y trataban de rebajar la tensión contando historias de
juicios anteriores en los que todo había salido a pedir de boca. Carmen y yo
entramos y enseguida advertimos la presencia de Eduardo y su inseparable Sonia
que parecían repasar la defensa que pretendían hacer. Dejaron a un lado los
papeles y nos tomamos un café con parsimonia porque según Eduardo que venía de
allí, el Señor Juez se retrasaría mas o menos una hora porque tenía que asistir
previamente a otro juicio. Hablamos de todo un poco, nos reímos con algunos
chistes de Abogados que contaba con cierta gracia Sonia y por fin llegó el
momento.
Tuve
que pasar dos veces por el aro de seguridad que había en la puerta de los
Juzgados porque no me di cuenta que me había puesto un pasador de corbata, la
verdad es que no me lo ponía nunca, y se encendía una lucecita verde con lo que
el Guardia Civil que controlaba me hacía volver a pasar por el Scanner hasta
que comprobó que el pitido era por el pasador. Me hizo ponerlo en la bandeja
con el resto de mis cosas, pasé el control sin problemas y a continuación
subimos a la cuarta planta.
En
una sala bastante amplia nos distribuíamos varios grupos y Eduardo me señaló a
un par de señores que, según me comentó, tenía pinta de ser los Abogados de la
parte contraria. No se si serían Abuelo y nieto pero lo parecían, el de mas
edad, vestía un traje azul oscuro que le quedaba un poco grande, un pelo blanco
tirando a largo con una calva en el centro que le hacía parecer mas un fraile
que otra cosa, camisa blanca con corbata negra, zapatos negros de cordones, la
inseparable cartera de la mayoría de los
Abogados con pinta de haber estado presente en cientos de juicios con una clara
pérdida de brillo en la zona próxima al asa y un aspecto que, en principio,
inspiraba confianza.
El
contrapunto lo constituía el que parecía su nieto, no mas de veinticinco años,
chaqueta gris, camisa con una especie de puntos de distintos colores que hacían
como pequeños rombos, corbata de un color como blanco matado con el nudo a
medio hacer, pantalones beis que desentonaban claramente como si al levantarse
hubiese echado mano a lo primero que se encontró en el armario, zapatos
marrones como puntiagudos y para completar tan desagradable panorama unos
calcetines blancos. Su cara podía ser la de cualquier componente de “los
Beatles” con una media sonrisa que no invitaba a nada bueno y una melena que le
caía sobre los hombros. Los que en teoría podían ser los Abogados defensores
debieron de ver algo realmente gracioso en un periódico que tenían en la mano
porque una gran sonrisa se perfiló en la cara del mayor, mientras que el joven
se secaba los ojos rebosantes de lágrimas con un pañuelo de dudoso color
blanco.
Aproximadamente
a los veinte minutos o media hora, una señorita de agradable presencia nos
indicó que pasáramos que el Juez estaba a punto de llegar. Carmen permaneció en
la sala de espera, dándome un beso en la mejilla y deseándome suerte.
Efectivamente
los que habíamos visto antes eran los Abogados de García Corominas, así se
presentaron y cuando entre ellos comenzaban una charla informal, apareció Su
Señoría elegantemente vestido y con una toga que imponía bastante, mas o menos
como las batas blancas o los pijamas verdes de los cirujanos en el
antequirófano. Nos pusimos de pié.
-
Buenos días – el Juez paseó su mirada por las
cinco personas que estábamos ante él – Ustedes supongo que son D. Eduardo
García y Doña Sonia Gallego Abogados ¿es así? – preguntó fijando por un segundo
su mirada en Sonia que iba elegantemente vestida
-
Si Señoría –
contestaron los dos a la vez
-
Y ustedes son D.
Carlos Gomez y D. Gervasio Diaz Abogados de la acusación particular ¿estoy en
lo cierto?
-
Si, Señoría.
-
Bien – el Juez me miró con cara que yo entendí
como tranquilizadora – entonces usted es el Doctor D. Andrés Cubiles Sanchez,
Cirujano Plástico ¿verdad?
-
Si – contesté después de tragar saliva –
Señoría.
-
Bien – el Juez se
colocó lentamente unas gafas de concha que le colgaban de una cadena, se tomó
un par de minutos leyendo no mas de tres folios que tenía sobre la mesa, a
continuación se volvió a retirar las gafas y mirando directamente a los ojos a
los demandantes comentó – Naturalmente ustedes se ratifican en su demanda ¿no
es así?
-
Por supuesto
Señoría – contestó el Abogado de mas edad.
-
Y ustedes
lógicamente mantienen sus alegatos encaminados a la defensa del Doctor ¿no?
-
Si Señoría –
contestó mi Abogado.
-
De acuerdo – el
Juez D. Iñigo Carrión Durán volvió a revisar los papeles dándome la oportunidad
de mirarle detenidamente. Era un hombre joven, alto, rubio, bien peinado, con
unas gafas de concha de color azul que se anclaban en su pecho a través de un
delgado cordón de color amarillo. La toga se notaba que no era de esas que se
acumulan en un cuarto sino que era personal y completamente nueva, mediana
estatura y con pinta de haber sido un estudiante constante hasta conseguir
llegar a su verdadera vocación que no era otra que la de Juez. Las manos con
las que sujetaba los tres o cuatro folios que eran el objeto de la demanda
estaban bien cuidadas con las uñas impecablemente tratadas y el conjunto no
imponía tanto como yo creía. Posiblemente también influía el que la noche
anterior y en la tranquilidad del dormitorio me había hecho mi propia
composición de lugar. El despacho era completamente diferente a como me lo
había imaginado, no había cientos de papeles por el medio ni las sillas eran
tan de colegio como las tenía grabadas en mi mente, al revés, era un despacho
como muy moderno, muebles claros con la bandera de España presidiendo toda la
estancia acompañada de la bandera de la Comunidad de Madrid y en la mesa
solamente una carpeta y un marco con una foto del Rey entregando al Señor Juez
lo que sería supongo que su diploma el día que consiguió el cargo que
actualmente ocupa. Era un despacho que sorprendía por la enorme cantidad de luz
que entraba por unos amplios ventanales. No se porqué, pero al Juez me lo había
imaginado como mucho mas viejo, con la toga vieja y llena de brillos secuelas
de los muchos años en activo y sin embargo era un hombre joven con el que te
podrías encontrar cenando en cualquier restaurante de moda o jugando al paddel
con un grupo de amigos. - He leído la demanda con detenimiento y hay dos
preguntas que quiero hacerle. Es mi obligación recordarle que de acuerdo con
nuestro Código Penal Usted puede negarse a contestar porque está en su perfecto
derecho. A continuación le harán las preguntas que estimen oportunas tanto los
Abogados de la parte denunciante como sus propios Abogados y el caso quedará
visto para pasara a juicio oral o dictaré la sentencia que considere oportuna
¿de acuerdo?. Pueden sentarse.
Los seis
presentes ante el Juez tomamos asiento frente al Señor Juez que lo hizo
igualmente al otro lado de la mesa
-
Según todos los
escritos Usted operó en la fecha que se indica a la denunciante poniéndole unas
prótesis de mama que, en principio fueron bien y que al cabo de unos diez, doce
días se produjo una infección en una de las mamas intervenidas y hubo necesidad
de operarla una segunda vez para retirar la prótesis de la mama infectada
sustituyéndola por otra. Mi primera pregunta es la siguiente: ¿son frecuentes
este tipo de complicaciones en éstas cirugías?
-
A mi nunca me
había pasado pero según las diferentes estadísticas que he consultado y
dependiendo del tipo de prótesis, del lugar de su implantación y algunas causas
mas, las infecciones de mayor o menor importancia se producen entre un dos y un
tres por cien de los casos, aunque no todas esas infecciones suponen la
necesidad de una segunda intervención quirúrgica – contesté bastante nervioso.
-
Por lo que me
dice, parece que no es una complicación frecuente.
-
Ya le digo que a
mi nunca me había ocurrido.
-
Bien – el Juez
escribió durante un minuto en su ordenador y a continuación levantando la vista
por encima de la pantalla, ajustándose previamente unas pequeñas gafas de concha, preguntó:
-
¿Es cierto, como dice la parte denunciante que
Usted corrió con todos los gastos de la segunda cirugía y si es así me podría
decir los motivos por lo que lo hizo?
-
Es verdad –
contesté mirando al suelo tratando de contener mi cólera – ya se que me
equivoqué y seguro que si me volviera a ocurrir no lo volvería a hacer pero me
pareció, mejor dicho la enferma me lo dijo, que estaba pasando por una
situación personal y económica delicada y por eso lo hice.
-
Bien – el Señor
Juez volvió a hacer algunas anotaciones en su ordenador y consultando un folio
que estaba a su derecha invitó a los Abogados D. Carlos Gomez y D. Gervasio
Diaz a iniciar su interrogatorio. Lentamente se puso de pié el de mas edad, D.
Carlos Gomez y preguntó
-
Buenos días: Se supone
que Usted es miembro de la Sociedad Española de Cirugía Plástica ¿no?
-
Si señor - le
contesté
-
Entonces sabrá o
debería de saber que la Cirugía Estética es considerada como una cirugía de
resultados
-
Si, pero no
exenta de complicaciones.
-
No me interrumpa
por favor – el Abogado sacó una hoja del bolsillo derecho de su chaqueta y la
consultó con parsimonia – como le decía, se considera una cirugía de resultados
por lo tanto si no se consiguen esos resultados estará conmigo en que los
pacientes deben ser indemnizados
-
Y usted estará de
acuerdo conmigo en que en el caso de la paciente que nos ocupa el resultado, al
final ha sido bueno – contesté alzando un poco la voz
Por
primera vez intervino el otro Abogado continuando con los mismos argumentos de
su colega
-
Aun suponiendo que tuviera razón que no es el
caso, de todas las maneras no parece lógico que una operación de aplicación de
una prótesis de silicona en ambas mamas, al fin y al cabo una cirugía menor,
tenga casi seis meses de tiempo de recuperación y deje a la paciente con unas
secuelas que le impiden hacer una vida normal.
-
En primer lugar
si Usted considera la cirugía de reconstrucción mamaria como una cirugía menor
es que no tiene ni idea, cosa que por otra parte es normal porque Usted es
Abogado y no Cirujano, pero no creo que ningún Cirujano Plástico competente le
pueda decir a Usted – en mi cara se empezaba a notar mi tremendo malestar por
sus palabras – que es una cirugía menor y en segundo lugar yo he tenido
oportunidad de revisar a la paciente cuando fue dada de alta y estaba
perfectamente bien, naturalmente con sus cicatrices de las que por cierto fue
avisada y lo firmó que mejorarían con el tiempo, pero que, en cualquier caso,
siempre las tendría.
-
¿Seguro que Usted
avisó a nuestra clienta que después de operada no iba a poder hacer vida
normal? – me preguntó el Abogado joven con una prepotencia insultante tanto por
la chulería en la forma como en el fondo
-
Es imposible que
avise a su clienta, para mi una paciente – esto último lo dije recalcando mis
palabras – de una cosa que prácticamente nunca ocurre y que en el caso que nos
ocupa es absolutamente falso.
-
Entonces Usted no
admite el informe del Médico Forense que obra en nuestro poder que refiere que
la paciente, además de unas importantes cicatrices que alteran su imagen
corporal, no puede hacer las labores
normales de cualquier ama de casa ¿no es
cierto Señor Doctor? – él insistía en su manera chulesca de hacer las preguntas
-
Si el informe
dice eso, cosa que dudo, naturalmente que no.
-
Es un informe
dictado por un Perito – contestó sibilinamente
-
Que seguro que no
es Cirujano Plástico
-
Con permiso de su Señoría – viendo el camino
por el que discurría el interrogatorio y suponiendo que las preguntas que
vendrían mas adelante seguro que iban a ser todavía mas agresivas, tomó la
palabra mi Abogado Defensor tratando de mantener la calma y controlar la
situación – lo que nuestro cliente quiere decir es que efectivamente pueden
surgir complicaciones, como en cualquier cirugía pero si se solucionan con los
medios adecuados las secuelas son mas o menos las mismas que si no hubieran
surgido ¿no es así Doctor?
-
Si, es así –
contesté algo mas tranquilo, aunque sabía que todavía no habíamos llegado al
centro del problema y como si de un descenso de un río se tratase era
consciente que estábamos en las primeras estribaciones y que el ritmo de la
corriente y el caudal iría aumentando.
-
Como puede
comprobar Señoría – el Abogado joven insistía en sus malas formas – los
Cirujanos no son conscientes de los daños que provocan en los pacientes y como
bien ha dicho el Doctor Cubiles es lo mismo que una cirugía se resuelva en una
semana que en seis meses
-
Yo no he dicho
eso – contesté esta vez si que alzando la voz.
El
Juez interrumpió nuestro juego de preguntas y respuestas tratando de controlar
la situación
-
Dr. Cubiles, le ruego por favor que contesté
únicamente a las preguntas que se le formulen y en cuanto a Usted Abogado –
consultó el folio próximo al ordenador – D. Gervasio Diaz procure no
extralimitarse en su agresividad, de lo contrario me verá obligado a llamarle
al orden. Continúe con sus preguntas por favor.
Para
evitar males mayores y a mi me pareció que consciente de la forma bastante
incómoda de preguntar, el Abogado D. Carlos Gomez tomó de nuevo la palabra y
comenzó disculpando a su colega
-
Perdone Doctor si las preguntas le pueden
resultar incómodas en cuyo caso le reitero nuestras disculpas, pero también
tiene que entender que nosotros somos Abogados de una paciente que Usted ha
operado y que nos transmite que no está conforme con el resultado y nuestra
obligación es preguntarle porqué la operación no salió bien, simplemente esa es
la pregunta
-
La Medicina y la
Cirugía no son ciencias exactas y las infecciones se pueden producir por
múltiples factores. Muchos de ellos previsibles y otros no. En este caso se
produjo una infección que posiblemente comenzó en la piel y posteriormente se
profundizó y ante la imposibilidad de detenerla con tratamiento antibiótico,
hubo necesidad de retirar la prótesis derecha sin la seguridad de ser esa la
causa de la permanencia de la infección pero si para evitar mayores factores de
riesgo.
-
Le felicito por
su explicación Doctor – el Abogado de mayor edad de todos los presentes parecía
dominar la situación – pero si eso es así y yo no tengo porqué dudarlo lo que
no entiendo es porqué corrió Usted con todos los gastos. No lo entiendo – la
expresión de su cara iba tornándose mas dura – y la única explicación que a
cualquier persona normal se le ocurre es que Usted se consideraba culpable por
alguna razón que desconocemos y pagando todo trataba de evitar la denuncia ¿No
le parece una manera de pensar razonable?
En
ese momento, bueno posiblemente no solamente en ese momento, me di cuenta de
los difícil que es dedicarse a este tipo de cirugía porque ser buena persona no
es políticamente correcto. No se puede ser buena gente porque el resto lo
entiende de una forma que es completamente distinta a como lo entendí yo. Vi a
Pepa muy agobiada, por lo que me dijo que no tenía dinero, se acababa de
separar del marido y encima aparecía una infección en una mama. Por supuesto
que sabía que yo no tenía nada que ver, bueno tenía que ver porque la había
operado yo, pero nada mas. Las cosas se habían hecho de una manera reglada, sin
cometer ni un solo error y fue de esos días en que uno sale de quirófano
satisfecho porque aunque la gente no lo sepa o si lo sabe no lo quiere
reconocer, los Cirujanos también hacemos las cosas mal, claro que si, si no
seríamos dioses y de esos por la calle circulan pocos y ya no digo que hagamos
las cosas mal conscientemente, no, eso no, pero hay días que las cirugías se
dan peor y eso es así. Ya se que muchos Cirujanos no pensaran igual que yo y
doy por hecho que ningún Juez estará de acuerdo con lo que afirmo, pero es así.
No se si los problemas de la calle son la causa, si es que ese día te levantas
con el pié izquierdo, si es que el estado de ánimo influye, no lo se, pero lo
que nadie me puede discutir es que unos días las cirugías van mejor que otros y
eso que el Cirujano es el mismo, los ayudantes igual, la instrumentista no ha
cambiado ni de peinado, el anestesista es el de todos los días, la clínica está
en la misma calle y hasta el quirófano está en la misma planta, pero las cosas
salen diferente ¿por qué? yo no lo se, pero en mi opinión es así.
En
el caso de Pepa yo entendía, ya se que no debería de entenderlo así, pero uno
es como es, entendía que efectivamente por mi culpa tenía que sufrir una
segunda intervención, perdón, por mi culpa no porque yo lo había tratado de
hacer lo mejor posible, pero por mi actuación, por la cirugía, porque ese día
había tocado infección o por lo que fuera el caso es que tenerse que operar una
segunda vez era una auténtica faena y como yo no podía minimizar su
sufrimiento, no podía evitar las noches que a buen seguro pasaría sin dormir
pensando en tener que volver a un quirófano, como tampoco podía asegurarla que
quitándole la prótesis se acababan los problemas, yo estaba seguro que si, pero
¿se lo podía asegurar? lo normal era que si, pero ¿y si se volvía a infectar? En
fin, que pensando en todas esas cosas
fue por lo que le dije que corría con todos los gastos. En aquella época yo
tenía dinero, si fuera ahora aunque quisiera no se lo podría pagar, sabía que
para ella era un tremendo sacrificio y a mi la verdad es que no me costaba
prácticamente nada entre las rebajas de unos y otros y lo hice. No tengo
ninguna otra explicación y si el Señor Juez cree oportuno que eso es un delito
lo pagaré y ya está, pero vuelvo a repetir que uno es como es y aunque parezca
mentira ojalá no cambie, aunque pensándolo fríamente tendré que cambiar. No me
gustará ser de otra manera, pero inevitablemente tengo que cambiar porque esta
manera de andar por el campo de la cirugía no lo entiende nadie, pero que le
vamos a hacer. Lo peor es que así me ha ido. Tampoco creo que tenga que
exagerar, porque por pagar una recambio de prótesis no estoy en la situación en
la que me encuentro, pero lo que es indiscutible es que desde entonces no
levanto cabeza y me voy, si, me tengo que ir de este país. No tengo mayor
interés, pero no me queda mas remedio.
No
tengo ni idea si todo esto lo dije en voz alta o fueron pensamientos íntimos,
no me acuerdo, ni de las caras de todos los presentes en el despacho del Señor
Juez, tampoco se si éstos argumentos les convencieron o no, no lo se, de verdad
que no me acuerdo, pero de lo que si me acuerdo como si estuviera ocurriendo en
este mismo momento es la voz, yo creo que emocionada, pero tampoco estoy
seguro, que decía:
-
Se levanta la sesión. Listo para sentencia.
CAPITULO
9.-
La
consulta va de mal en peor y no tengo mas remedio que buscar fuera de Madrid
porque aquí me da la impresión que ya he agotado todas las vías para encontrar
un trabajo como ayudante de algún cirujano. ¿Mi matrimonio va bien? Si, mas o
menos, desde luego mucho peor que hace un año, bueno pero eso es normal porque
tengo que reconocer que no hay quien me aguante, menos mal que Carmen es una
santa porque si no ya me habría separado y lo peor es que soy absolutamente
consciente que el único culpable soy yo, bueno yo y lo mal que me van las
cosas, pero yo. Si porque últimamente ando por la vida como si estuviera mal
con el mundo, todo me parece mal y he llegado a un punto en que cuando vuelvo a
casa cada noche nadie se atreve a preguntarme que tal me ha ido porque la
contestación suele ser absolutamente incorrecta por mi parte, pero es que no hay derecho lo que
me está pasando, no hay derecho porque lo mas gracioso es que sigo siendo el
mismo con muchísimo peor humor, por supuesto, pero sigo siendo yo, supongo que
operaré igual que hace un año, no creo que eso se olvide así como así y sin
embargo no veo un puñetero paciente. Es cierto que la campaña que emprendió en
su día la famosa paciente de las mamas, la tal Pepi tuvo mucho que ver. Encima
de indemnizarla con 18.000 € por decisión judicial aunque no hubo juicio
después de la entrevista con el Juez, pero los Abogados debieron de llegar a un
acuerdo y los que me defendían me convencieron que era la mejor solución para
mi aunque me pareciera y me seguía pareciendo la mayor injusticia del mundo.
Encima que está fenomenal, que no pagó nada, en mala hora se me ocurrió pero es
la verdad, encima de todo eso le tuve que dar una indemnización y por si fuera
poco la paciente, por no llamarla de otra manera, se fue por media España de
plató en plató de televisión diciendo que le había hundido la vida, que la
cirugía había sido un desastre y de ahí el resultado, que si no le había hecho
ni puñetero caso, etc…etc y yo viéndola sabiendo que el resultado era
francamente bueno y la muy ……, mejor no digo lo que pienso, no enseñando ni una
sola de las cicatrices residuales porque estaban fenomenal, pero eso si, no
entendía como después de lo sucedido con ella como era posible que yo siguiera
operando, desgraciando la vida a otras que como ella habían confiado en mí y no
se cuantas barbaridades mas y encima, según mis Abogados, era mejor dejar que
la situación se tranquilizara y dejara pasar el tiempo porque si la denunciaba
podía ocurrir que el Juez de turno le volviera a dar la razón. Además, la
paciente no se cortaba un pelo y decía con nombre y apellidos el Cirujano que
la había operado, que era yo naturalmente y con tanta entrevista tanto ella
como yo fuimos super conocidos en todo el país y mucho mas en la zona de Madrid
donde tenía mi consulta y la conclusión final es que en la consulta no entraba
absolutamente nadie. En fin, prefiero dejar ese tema porque, como siga dándole
vueltas y vueltas lo único que voy a conseguir es que me de un infarto
cualquier día y ya era lo que me faltaba.
Como
la situación no solo no mejoraba si no que se mantenía inalterable, un día se
me ocurrió ponerme en contacto con un prestigioso Cirujano Plástico, muy
conocido en Barcelona y lo primero que me dice es que para ejercer allí desde
que dominan la ciudad los nacionalistas de un tripartito, me tendría que
colegiar en Barcelona pagando 18.000€ a la Generalitat de los cuales el 10%
tiene que ser en negro, tengo que tener nivel 4 de catalán, tener un piso de mi
propiedad en Barcelona y después de todo eso un Comité llamado de Extranjería
valorará si reúno los requisitos para ejercer y en caso de una resolución a mi
favor, tendría que abonar el 40% de mis ingresos a un invento parecido a una
caja para los pobres catalanes, no para el resto de personas de otros puntos de
España o emigrantes de todas las procedencias, por aquello de que los ricos son
los que tienen que sostener a los mas desfavorecidos. Está claro, lo que quieren es que no vaya,
pues muy bien que les vayan dando y ojalá les den la independencia, pero de
verdad no eso de ahora de estado asociado o no se que historias y se mueran
de hambre. Ya está bien de tanto llorar.
Si no quieren ser españoles que se vayan y tan amigos porque yo no tengo ni
idea quien pierde mas o quien pierde menos pero lo que si que se es que la
mayoría de la población, naturalmente no catalanes, está, mejor dicho, estamos
hartos de tantos años de oir que el estado central les roba, que si ellos se
merecen un estatuto a su medida y mil razonamientos mas que por lo que se ve no
convencen ni a los propios catalanes porque cuando votan, nunca sale mayoría
absoluta que lógicamente sería una condición imprescindible como para darles la
independencia y se conviertan en los Paisos Cataláns y seguro que si lo
consiguieran pedirían después Albacete y hasta Ceuta y Melilla porque si se les
van haciendo concesiones ¿por qué no pedir eso e incluso parte de Marruecos y
un trozo de Francia? ¡Que mas da!. Lo mas importante para mi era, en
definitiva, que en Barcelona no encontraría ningún puesto de trabajo.
Segundo
intento, esta vez en Albacete y Murcia. Las cantidades a pagar son menos,
aproximadamente, 6000€, pero no se necesita ningún nivel de castellano, se
supone que eso lo has aprendido desde la cuna y sobre todo no tienes que pasar
por ningún comité de extranjería, pero es obligatorio tener residencia en ambos
sitios, eso si, la casa no hace falta que sea de tu propiedad, con que sea
alquilada les llega. Por supuesto colegiarme en cualquiera de las dos
provincias, alquilar una consulta y a esperar.
Tercer
y último intento en Avila donde no me exigen fianza alguna, tampoco tienes que
tener tu domicilio habitual allí, pero solamente podría realizar Cirugía
Reconstructiva, en ningún caso estética porque esa ya la hace uno que es el hijo
del Presidente de la Diputación y por lo tanto, no necesitan mas Cirujanos
Estéticos.
Así
como la experiencia de Cáritas no pudo ser mejor operando sin cobrar a
pacientes de lo más agradecido, mis visitas por provincias buscando trabajo de
lo que sabía hacer, se convirtieron en un auténtico calvario. Procuraba quedar
primero para no hacer el viaje sin más y luego no poder entrevistarme con nadie
y a pesar de todo en más de una ocasión y en más de dos, no me recibieron sin
darse cuenta que me había hecho bastante kilómetros hasta llegar a su ciudad.
Procuraba ir en el coche de Carmen, bueno en el único coche que teníamos porque
el Mercedes lo tuve que vender, en las cuestas abajo ponía punto muerto para
gastar la menor cantidad posible de gasolina, comía algún bocadillo por ahí y
si me daba tiempo volvía a dormir a casa. Fueron un par de meses que no se los
deseo ni a mi peor enemigo. Nada de trabajo, Carmen cada día más preocupada,
las niñas nerviosas y yo con una depresión de la que no sabía como salir.
Todavía
un intento desesperado mas en la Embajada de Suecia pero al explicar que no
domino el sueco, no me dejan ni sentarse y me explican que como se me ocurra ir
sin permiso de trabajo a los diez días estoy de vuelta en casita.
Al
final y como sin mayor interés me presenté en la Embajada Inglesa, de
casualidad porque iba por la calle rumiando mis penas y se me ocurrió pasar a
preguntar, total no tenía nada que perder
y curiosamente no me pusieron
muchas pegas, lo único es que su Colegio de Médicos, el inglés, una vez que
valorase mi curriculum, me autorizase a ejercer. Había hecho tantas entrevistas
que ya me daba igual. Yo creía que sabía inglés, para eso había estado en
Inglaterra en varias ocasiones, pero cuando hablé con la Jefa de Negociado me
di cuenta que tenía mucho que mejorar. Me entendía, algo es algo, pero se
partía de risa con mis expresiones. Era una chica más joven que yo, tendría
treinta años o a lo mejor alguno menos, con cara de inglesa de esas de libro
pero que resultaba atractiva. Era rubia,
delgada, con una mirada profunda de esas que gusta hablar con ella porque sabes
que va directa y no se anda con rodeos y encima muy simpática. Para lo que estaba acostumbrado fue una
charla entretenida, respetuosa y parece que después de contarle todas mis penas
me dio algunas esperanzas o por lo menos yo lo entendí así. En un español que
para mi quisiera que fuera igual mi inglés, me confesaba:
-
¿Cómo me dijiste que te llamabas?
-
Andrés, ¿y tu?
-
Belinda
-
Muy bien – me miraba a través de unos ojos claros
perfectamente perfilados con un lápiz azul – me encantaría ayudarte pero creo
que de momento no hay nada parecido a lo que tu necesitas, pero bueno ten
esperanza porque aquí recibimos cada dos por tres ofertas de trabajo y para
Médicos mas, pero si te parece me dejas tu curriculum y dentro de unos días nos
vemos y te puedo responder con algo más concreto. Ahora mismo que yo sepa no
hay nada, pero puede ocurrir que mañana aparezca alguna cosa. Es imposible
saberlo
-
No sabes cuanto
te lo agradezco porque ya no se donde recurrir.
-
No, no –hizo un
gesto con la mano – no me agradezcas nada porque posiblemente no te pueda
ofrecer nada interesante.
-
Bueno – contesté
mientras me levantaba – por lo menos me has atendido, me has escuchado y eso para para mí ya es
bastante.
-
Entonces ¿me
llamas el lunes?
-
¿A estas horas te
parece bien?
-
Perfecto. Hasta
el lunes y anímate que te veo muy deprimido
-
¿No te parece que
tengo muchas razones para estarlo?
-
Posiblemente si,
pero tienes que luchar. Como decís vosotros, metiendo la cabeza debajo del ala
no vas a resolver nada
-
Tienes razón,
pero ¿que quieres que haga?
-
No lo se, pero
por lo menos animar esa cara que parece que en vez de venir a solicitar
trabajo, parece que vienes a un funeral
-
Ya, pero es la
cara que se me ha quedado
-
Animate y llámame
el lunes. Espero que tengamos algo
-
Muchas gracias y
hasta el lunes
-
Adiós.
Un
día antes del que habíamos quedado recibí una llamada de teléfono de la
Embajada Inglesa y Belinda, con la que hablé me comunicó que había una plaza para
un Médico formado, que supiera inglés en un hospital de Londres. No tenía mucha
más información, el sueldo era normal, por supuesto muchísimo mejor que en
España pero lo importante era tener algo y desde allí, utilizar ese hospital
como trampolín para encontrar algo mejor. Acababa de recibir el ofrecimiento
esa misma mañana y me llamaba porque si me interesaba no se lo decía a nadie
más y la plaza lógicamente era para mí. No dejé pasar ni un segundo y le
contesté que me plantaba en Londres esa misma tarde si hacía falta.
-
No, hombre no – me contestó riéndose – que
nosotros somos ingleses y hacemos las cosas bien. Te mando la solicitud por correo electrónico
y tú ya te pones en contacto con el Hospital y que te cuenten todo lo que
quieras saber y si me permites un consejo yo preguntaría por el tema del
alojamiento que posiblemente en Londres sea lo más caro, pero no te hagas
ilusiones porque cuando no lo pone en la convocatoria lo habitual es que no
ofrezcan nada de nada, pero pregúntalo por si acaso.
-
Belinda – estaba
tan emocionado que se me saltaban las lágrimas y no sabía como agradecerle lo
que estaba haciendo por mi – de verdad que te estoy superagradecido, no se si
saldrá o no pero muchísimas gracias porque te has tomado interés y eso, para
mi, es lo mas importante.
-
No exageres
Andrés – yo no la veía pero suponía que se estaba ruborizando – al fin y al
cabo yo lo único que hago es mi trabajo.
-
Bueno, bueno pero
de todas las maneras muchísimas gracias
-
Solamente una
pregunta Andrés – hubo un segundo de silencio entre ambos - ¿vas a ir solo o
con la familia?
-
De momento solo,
mas adelante ya veremos como evoluciona todo y si pudiera me gustaría que
fueran mi mujer y mis dos hijas, pero de momento iré solo
-
Muy bien – otro
segundo de intriga – eso facilita mucho las cosas
-
¿Por qué?
-
Porque es mucho
más fácil encontrar alojamiento para una sola persona que para toda una familia
y por supuesto muchísimo más barato.
-
Claro, eso es
lógico. Por cierto aprovechando que voy teniendo más confianza contigo, ¿te
puedo pedir otro favor?
-
Tu dirás
-
¿Podrías
conseguirme la dirección de alguien que tenga sitio para mi en Londres?
-
La verdad es que
ahora mismo no se de nadie, pero hay una página en Internet donde posiblemente
puedas encontrar algo. No lo se
-
Nada, nada
Belinda, no te preocupes que bastante favor me has hecho. Muchísimas gracias y
en un minuto te mando el curriculum
-
Muy bien. Espero
que el trabajo sea de tu agrado y seas feliz con tu nueva situación. Un beso
-
Muchas gracias –
En el mismo momento en que dejó de sonar el teléfono pegué tal grito que
Carmen, que estaba en la cocina vino corriendo creyendo que me había pasado
algo y le di un abrazo tan fuerte mientras le contaba toda la conversación que
un poco mas y le rompo un par de costillas.
-
Ya sabes que me
alegro muchísimo por ti, pero espera a saber la oferta no vaya a ser que no sea
lo que esperas
-
Ya verás como
ésta vez sí que es la buena.
Como era de esperar llegó el momento de emigrar. Nunca
pensé que llegaría. Tenía la esperanza, no sé porqué pero la tenía, que en el
último segundo las cosas se arreglarían, no sabía como pero en mi fuero interno
albergaba esa secreta esperanza, pero cada vez quedaban menos minutos. El clic
de la maleta al cerrarla fue semejante al que supongo que sentirán los
ingresados en el corredor de la muerte cuando les cierran por última vez la puerta de la celda. Todo cambia de una
manera absolutamente radical y hay que
afrontar esa situación nueva. Se acabó la esperanza, menos mal que las niñas
estaban en el colegio. El beso de buenas noches de hace unas horas fue para
ellas como demasiado fuerte y aunque me miraban con expresión como de no
entender lo que estaba pasando, en el fondo ahora creo que algo se temían, pero
si fue así desde luego no lo demostraron y solo me faltaba despedirme de
Carmen. Después de muchas discusiones había logrado convencerla para que no me
acompañara al Aeropuerto, nunca me han gustado las despedidas y menos ésta que me imaginaba que sería por
algunos meses. Sabía que iba a llorar, ¡que le voy a hacer! cada uno es como es
y prefería hacerlo en casa que delante de todo el mundo. Carmen trataba de
mantenerse serena, pero en sus ojos se notaba la intensidad del momento. Nos
fundimos en un abrazo y lo único que hicimos fue llorar con lágrimas de rabia,
de furia, de cabreo, de mala leche por la situación a la que nos habíamos visto
abocados, de impotencia por no haber sabido buscar una solución mejor, de
tristeza por tener que separarnos. Eran tantas las sensaciones que era difícil
definirlas con palabras. Es verdad que
ambos sabíamos que Skipe es un instrumento maravilloso para parecer que
estaríamos más cercanos, pero la distancia es la distancia y mas entre nosotros
que desde que nos habíamos casado yo creo que no iba ni a comprar a la tienda
de la esquina sin su compañía. De acuerdo que Londres está ahí al lado como me
decían todos mis amigos y familiares, pero yo sabía que aquello era un cambio
definitivo en mi vida. Si que hablaría con Carmen y con las niñas todos los
días, como no, pero no es lo mismo. Tenía mucho miedo a la soledad, al fin y al
cabo hacía muchos años que compartía mi vida con ellas y aunque la idea era
estar muy poco tiempo solo y enseguida juntarnos fuera como fuera, una cosa es
lo que se piensa y otra muy distinta es que los planes salgan como uno quiere.
Ojalá fuera así, pero al menos de momento la cosa era muy distinta. Iba de
prueba a un Hospital cerca de Londres, con un sueldo que me garantizaba vivir, por supuesto sin ningún
lujo y compartiendo piso con otra gente, pero que me permitiría poder moverme
en la capital inglesa e intentar primero hacer el trabajo para el que me habían
contratado y con el tiempo ir buscando alguna cosa mejor.
Conseguí una
habitación individual a través de Internet en un piso compartido y parecía que
mis futuros compañeros eran gente seria y más o menos de mi edad lo cual me
parecía importante.
Un
beso intenso pero fugaz y al taxi que me esperaba en la puerta desde hacía por
lo menos diez minutos. El viaje hasta el aeropuerto fue rápido y en nada estaba
paseando por las tiendas libres de impuestos una vez pasados el control de
pasaportes y de equipaje. Iba con tiempo suficiente, pero siempre que viajaba
prefería que fuera así porque eso de llegar al avión con el tiempo justo debe
ser, y digo debe ser porque a mí nunca me había ocurrido, una sensación muy
agobiante. Me gustaba llegar tranquilamente, facturar y tomarme un café sin
agobios, eso sí, siempre en compañía de Carmen y esta vez no tenía la necesidad
de pasearme por las tiendas para que me comentase lo barato que era ese
perfume, o mil cosas que según ella no las vendían en España.
Vuelo
de Iberia con destino Londres puerta 36. Ahora si que si, ya no había
esperanzas de nada, tocaba empezar otra vida y rezar para que fuera mejor. Me
senté en mi asiento después de colocar en la bandeja de encima mi gabardina y
un maletín con cuatro cosas y cerré los ojos esperando el comienzo del vuelo y
por mi cabeza pasaron, como si fueran diapositivas, millones de imágenes de mi
vida anterior, pero de una manera desordenada, lo mismo veía a una de mis hijas
recién nacida que a Carmen recogiendo el instrumental después de una cirugía
rutinaria, el cuarto de estar de mi casa con la tele al fondo o aquel viaje con
motivo de un congreso que hicimos Carmen y yo a la República Dominicana o
recuerdos de mi época en el Hospital. Todo pasaba como muy deprisa, pero, al
final, siempre terminaba en el despacho del Juez. Era una imagen que permanecía
fija en mi cerebro como si fuera la causa de todas mis desgracias cuando yo
sabía que no era así. Si que podría ser el principio del final de esa primera
etapa de mi vida, pero en ningún caso tenía que ser perjudicial para mí.
Posiblemente sí que fuera como la traca final de una serie de problemas
ocurridos pero antes habían explotado multitud
de petardos en forma de situaciones que cada día se iban haciendo más y más
negativas. El recuerdo de la consulta completamente vacía, un día sí y otro
también, pesaba como una losa y hacía que mi frustración fuera en aumento. Eran
tantas las emociones que se agolpaban en mi cerebro y tanto el stress pasado
que me quedé completamente dormido.
Un
pequeño golpe en mi brazo izquierdo hizo que me despertara y a través de la
ventanilla puede apreciar la presencia de la ciudad de Londres. Estaba prácticamente
llegando a mi destino y mi vecino de asiento sonreía
-
Perdone que le despierte, pero le veo tan
profundamente dormido que he preferido avisarle que en cinco minutos
aterrizamos en Londres
-
Se lo agradezco,
porque efectivamente me había quedado dormido como un tronco.
En
el control de pasaportes tuve necesidad de enseñar mi contrato de trabajo lo
que provocó una sonrisa de complicidad del funcionario quien me lo devolvió
deseándome una buena estancia en Inglaterra. Ya desde el primer momento me di
cuenta que mi inglés dejaba mucho que desear pero suficiente para entender, más
o menos, lo que me decía y precisamente para perfeccionarlo y comenzar desde el
primer minuto, decidí coger el metro hasta el centro. Anduve unos pocos metros,
la lluvia era persistente pero no muy intensa pero si lo suficiente como para
darme cuenta que el tráfico en Londres era por lo menos igual, si no peor, que
el de Madrid y ya me hubiera gustado dar un paseo por el centro de la ciudad,
pero era una misión imposible y encima llevaba una maleta, el pequeño maletín y
la gabardina, solo me faltaba el paraguas.
Afortunadamente
el piso donde me alojaría estaba muy cerca de una estación de metro y en pocos
minutos estaba llamando a la puerta. El portal no estaba mal, una escalera al
fondo daba entrada a los diferentes pisos y a un amplio ascensor. El
descansillo de la escalera del cuarto piso era igualmente amplio y cuatro
puertas lo delimitaban. Yo iba a la puerta cuatro y al llamar pude darme cuenta
que alguien me estaba observando a través de una amplia mirilla de latón
dorado. Después de unos segundos, la puerta se abrió y apareció un hombre, más
o menos de mi edad, vestido con pantalones de pana, un jersey de cuello vuelto
y unos mocasines marrones quien en un correctísimo español me recibió con una
amplia sonrisa:
-
Supongo que tú eres Andrés Cubiles ¿me
equivoco?
-
No, no te
equivocas – le contesté –
-
Muy bien – me
dejó pasar ayudándome con la maleta – considérate como en tu casa. Perdona que
no me he presentado. Mi nombre es Javier Cardama y voy a ser uno de tus
compañeros de piso.
-
Encantado –
respondí mientras avanzábamos por un largo pasillo en el que se alineaban
diferentes puertas.
-
Si te parece te
enseño tu habitación, te organizas un poco la ropa y luego charlamos, aunque
las condiciones creo que ya las sabes ¿no?
-
Si – me indicó
cual era la puerta de mi cuarto – por Internet me comuniqué con Alvaro Cortés y
mas o menos me explicó todo, pero bueno, me parece bien. Me gustaría darme una
ducha, hacerme un poco a la idea que estoy aquí y después si quieres nos vamos
a tomar algo por ahí.
-
Tenemos tres
cuartos de baño y cinco dormitorios, tres individuales y dos compartidos. En
total, ahora mismo vivimos siete y tenemos una señora que viene tres días a la
semana y se encarga un poco de mantener la casa mas o menos limpia, pero bueno,
dúchate y luego hablamos ¿de acuerdo? Cuando estés preparado me llamas a
aquella puerta que es la de mi habitación y seguimos charlando.
-
Empujé la puerta de mi cuarto y enseguida me di cuenta
que, casi con toda seguridad, iba a estar bien. Era una habitación normal de
tamaño, desde luego para uno estaba muy bien y
mas para mi que iba con la idea de hacer mas guardias que nadie para
traerme cuanto antes a la familia, una
cama al fondo rodeada por una amplia estantería de madera de color gris, una
mesa con un cajón central grande y tres laterales algo mas pequeños, una
ventana delimitada por una cortina blanca por la que entraba la escasa luz que
en ese momento iluminaba la capital inglesa y un armario amplio con un espejo
en la parte interior de una de las puertas, una barra para colgar a un lado y
una fila de cajones al otro con dos espacios pequeños en la parte inferior que
supuse que sería para los zapatos. En las paredes de un blanco inmaculado
solamente dos marcos con dos fotos, una con motivos de caza y otro con una
especie de galeón que surcaba un mar de intenso color azul. Una luz en el techo
cubierta con una especie de pantalla que parecía de un papel como satinado y un
flexo a la izquierda de la mesa completaban la decoración. Una puerta daba a un
cuarto de baño normal. No serían los azulejos que yo pondría en mi casa, pero
estaba limpio y bastante nuevo. Ese sería mi cuarto de baño porque en el
contrato era una de las condiciones. Dejé la maleta encima de la cama y me
senté en una de las dos sillas de las que disponía. Bueno, ya estoy aquí y
tengo que ser fuerte. Si, ya lo se, tampoco es para ponerse así. Tengo casi
cuarenta años y vengo con un contrato de trabajo ¿eso es motivo para estar
triste? Por supuesto que no pensaría cualquier persona pero en mi situación era
diferente porque desde hacía unos años iba para abajo a una velocidad de
vértigo. Hasta entonces tenía que reconocer que había tenido una vida cómoda,
con una capacidad adquisitiva bastante mejor que muchos de mi generación , pero
la vida da muchas vueltas y la realidad es que estaba en la situación que
estaba y no había mas remedio que sacar adelante a mi familia fuera como
fuera y eso lo mas importante. Unos meses y enseguida me
buscaré una casa y podrán venir Carmen y las niñas con lo cual todo será mucho
mas fácil. Hombre de momento es lógico que esté triste y para que te voy a
engañar tengo unas ganas de llorar que no se si me voy a poder aguantar, pero
es lo que hay. En fin, voy a intentar poner en orden un poco todas mis cosas y
me voy a dar una ducha fría para empezar lo mejor posible. Poco a poco fui
sacando de la maleta todo su contenido, dos chaquetas , varias camisas blancas,
dos trajes, dos pantalones vaqueros, alguna camisa de cuadros, cuatro jerseys y
varios calzoncillos al igual que seis o siete pares de calcetines. Tres pares
de zapatos y tres corbatas completaban mi ajuar para ese tiempo que presumía
corto. Una bolsa de aseo y dos toallas al igual que unas zapatillas de paño
serían mis compañeras hasta el cuarto de baño. La ducha era razonablemente
buena, el agua tremendamente fría pero me vino muy bien para aclarar mis ideas
y después de derramar algunas lágrimas, afeitarme con tranquilidad y darme una
buen loción de una crema para después del afeitado, me puse unos vaqueros con
una camisa de cuadros azules y blancos, un jersey de lana y unos zapatos para
la lluvia, llamé a la puerta que me había indicado mi ya compañero Javier Cardama que en ese momento
estaba ante su ordenador tratando de ver su correo electrónico. Al oír mi
llamada se levantó y me invitó a entrar aunque menos de un minuto porque
enseguida me acompañó a ver el resto de la casa y tengo que reconocer que me
gustó, no solo la casa si no también el único compañero de piso que hasta ese
momento conocía. Según me dijo era de Zaragoza aunque llevaba varios años
danzando por ahí, soltero desde hacía cuatro
años, aunque antes estuvo casado con una suiza que lo dejó por un griego
que conoció en el banco donde ambos trabajaban en Manchester, sin hijos,
informático de profesión aunque realmente lo que dominaba era la bolsa y por
eso tenía un buen puesto en una empresa de inversiones. Alguna vez había
pensado en irse a vivir solo, incluso en una ocasión hacía por lo menos año y
medio lo había intentado pero se volvió porque no era capaz de superar la
tensión de llegar a su apartamento y no tener con quien comentar los sucesos
del día a día y a los dos meses se volvió a este piso donde se encontraba
francamente bien y rodeado de muy buena gente. Javier era un excelente
conversador, seguro que si, pero no paraba de hablar y hablar. A mi me pareció
muy bien porque así solo me tenía que limitar a escucharle y mientras hablaba
sin parar me fue enseñando el resto de la casa. El piso estaba muy bien, los techos un poco altos pero al tratarse de
una vivienda antigua y en el centro de Londres era natural que fuera así. Además de los dormitorios, que lógicamente no
me los enseñó, el piso tenía un amplio salón comedor y una cocina no muy grande
pero con lo necesario para que si alguien quería cocinar pudiera hacerlo sin
problemas
-
No es mi caso – Javier sonreía casi
permanentemente – porque como todos los días en mi trabajo y por la noche tomo
un sándwich o salimos a tomar algo por ahí y mejor para todos porque a mi eso
de la cocina no se me da nada bien, entre otras cosas porque no me gusta y
encima en esta casa tenemos la suerte de tener como compañero, además de los
otros que ya te los iré presentado, a Ignacio Soroa que como buen vasco cocina
de miedo y casi todos los fines de semana hace unos platos exquisitos para todo
el que quiera.
-
Yo, desde luego,
no se ni freir un huevo, pero vengo dispuesto a colaborar en lo que sea aunque
me imagino que comeré y posiblemente también cene todos los días en el
Hospital.
-
Me dijiste que eras Médico ¿no?
-
Si.
-
No sabía que los
Médicos también tenías que buscaros trabajo por ahí – Javier hacía sus
razonamientos mientras se calzaba unas gruesas botas y se abrigaba con un
jersey y un plumas - ¿nos vamos? Si te parece tomamos algo en nuestro pub
habitual y seguimos hablando.
-
Por mi no hay
ningún inconveniente, aunque tengo que llamar a mi mujer para decirle que he
llegado bien.
-
Es natural, pero
te recuerdo que aquí ahora son las seis de la tarde.
-
Ya eso es otra de
las muchas cosas a las que me tendré que acostumbrar.
-
Si, pero eso no
es problema, en cuatro días ya estarás adaptado.
En
la calle hacía un frío espantoso y una lluvia fina de la que todo el mundo dice
que es la típica en Londres, no muy importante pero si lo suficiente para
llegar calado hasta el pub donde mi compañero de piso me había dicho que
tomaríamos algo.
-
Ya hemos llegado
-
Muy bien –
contesté a la vez que empujaba una puerta con unos cristales de diferentes
colores, pero lo suficientemente oscuros
como para no dejar ver el interior. Dentro hacía calor, tampoco mucho pero lo
justo para dejar los anoraks en un perchero. Paraguas no llevábamos ninguno de
los dos
-
Para que – Javier
ya estaba buscando una mesa donde tomar algo – aquí si llueve te mojas quieras
o no porque no llueve para abajo como en todas partes, no, aquí llueve como de
lado y entre eso y un poco de viento la mojadura está asegurada, pero bueno,
esto es Londres y hay que aceptarlo, otra cosa diferente si esto te pasa en
Sevilla.
-
Tienes razón.
Nos
sentamos en una mesa que nos indicó el camarero con una seña desde la barra.
Estaba situada al fondo, era para cuatro, pero para Javier no había problemas
porque enseguida aparecerían otros españoles y se completaban los comensales.
De momento estábamos los dos solos. El pub estaba como a tres manzanas de
nuestra casa, mas o menos quince, veinte minutos andando, era acogedor, muy
inglés con los típicos grifos esos de whisky, ginebra, tónica etc a un lado de
la barra, supuse que tendría que ver algo con el equipo de futbol del barrio
porque estaba lleno de fotos de diferentes jugadores, una bandera, distintas
bufandas y hasta una especie de trompeta de esas que utilizan los forofos para
animar. Tenía poca luz en conjunto, pero cada mesa tenía su propia lámpara lo
que permitía comer con la suficiente iluminación. La calle estaba desierta y a
través de la ventana se veían una hilera de casas típicas inglesas de dos
plantas con una puerta después de ascender dos o tres peldaños. La verdad es
que la zona tenía buena pinta y lo único era saber si desde allí hasta el
Hospital había una buena comunicación porque si no y por lo que había visto en
un mapa, estaba bastante lejos.