CAPITULO 18
Carlos y Ana se encontraban sentados en la terraza del
apartamento del Puerto de Barcelona. Se habían acostado tarde, Pere, el dueño
del Foque con su personalidad deslumbrante, viajante empedernido y conversador
francamente bueno, había llenado el tiempo que estuvieron en su pub, discoteca
o lo que fuera, hasta altas horas de la madrugada menos mal que ninguno de los
dos bebían absolutamente nada, conscientes como eran que estaban en una misión
muy importante no podían perderse ni una coma de las conversaciones que hubiera
entre ellos y los posibles interlocutores. La invitación de Albert para una
barbacoa en su casa donde, a buen seguro, estaría lo más selecto de la sociedad
catalana, era un momento muy bueno para conocer de primera mano su manera de
pensar y debían acudir bien despiertos.
Los dos estaban tomando un café, cuando una llamada al
móvil de Carlos les hizo sorprenderse. La cara de Carlos demostraba la
importancia de lo que le estaban comentando hasta tal punto que Ana, desde el
otro lado de la mesa, le preguntaba por señas quien era. Carlos separó el móvil
de su boca y
-
Es Arturo y dice que dejemos todo lo que estemos
haciendo, sea lo que sea y nos presentemos urgentemente en su despacho
-
Pero ¿nos tenemos
que ir ya? – preguntó Ana
-
Muy bien, pasado mañana
a las ocho en punto estaremos en tu despacho.
-
Hasta el próximo
día.
Carlos colgó el teléfono móvil, se quedó mirando a Ana,
luego con un gesto de tristeza paseó la vista por todo el puerto, se terminó el
café, se limpió los labios con una pequeña servilleta y comentó
-
Está claro que en esta vida que hemos escogido,
lo bueno dura muy poco
-
¿Nos tenemos que
volver a Madrid?
-
Pasado mañana a
las ocho de la mañana tenemos una reunión urgente y sin ninguna excusa con
Arturo en su despacho. Me ha comentado que dejemos todo y sin despedirnos de
nadie nos volvamos que ya se encarga él de avisar a todo el mundo que nos ha ayudado
aquí, o sea que, si te parece hacemos las maletas y nos volvemos en tu coche
-
¿Qué habrá pasado?
– Ana estaba tan sorprendida como su compañero de misión
-
Sabe Dios, pero
debe de ser muy importante como para que dejemos todo y nos volvamos.
-
En fin – Ana se levantó
– el que manda, manda y nosotros a obedecer que para eso somos oficiales al
servicio de nuestros superiores.
-
Venga – Carlos también
estaba preparado – cuanto antes salgamos, antes llegamos y tenemos seis o siete
horas para ir charlando en el coche e incluso podemos comer en un pequeño
restaurante de Calatayud que merece la pena.
-
Muy bien, vamos
A los dos días, a las ocho de la mañana, estaban Carlos
y Ana en el despacho de Arturo Ventura, el responsable de la misión en
Barcelona, mirándose con expresión de no entender absolutamente nada de lo que
estaba pasando. Como en la primera vez en que se presentaron los dos iban con
sus respectivos uniformes reglamentarios de Marina y del Ejército del Aire y
permanecían sentados en espera que apareciera su jefe.
A los pocos minutos apareció Arturo Ventura que, como
siempre, vestía de civil con un traje perfectamente planchado y un rostro serio
que denotaba su preocupación. Les saludó estrechándoles la mano, tomó un
pequeño sorbo de agua, les invitó a sentarse y comenzó su discurso.
-
Carlos y Ana – les
miró fijamente como queriendo expresar con sus ojos azules su pesar por tener que
comunicarles una mala noticia – lo primero es pedirles perdón por convocar esta
reunión casi sin tiempo para celebrarla pero un asunto tan importante que hace que
todos nuestros planes tengan que dejarse de lado. Ya les digo que es un asunto que
va lógicamente a cambiar nuestras vidas. No hace falta que les recuerde que toda
la información que les voy a proporcionar es confidencial y no debe ser
comentada con nadie.
Carlos y Ana se miraron sorprendidos ante lo que
parecía una noticia de una extrema gravedad
-
Tenemos
información - continuó Arturo Ventura - de fuentes absolutamente fiables que está
a punto de llegar a nuestro país un virus terrible que puede acabar con la vida
de miles o millones de compatriotas.
Para su información les diré que en Italia ya ha provocado cerca de diez mil víctimas.
Y por lo tanto se suspenden todas las actividades de todos los comandos distribuidos
por el mundo y todos sus componentes deberán reintegrarse a la mayor brevedad
posible a sus unidades respectivas. El Ejército va a ser fundamental para el
control de esa epidemia y todos los efectivos serán pocos para esa misión.
No hace
falta decirles que el Ejecutivo da por finalizadas las conversaciones con Cataluña
para la negociación sobre una posible independencia y por lo tanto su misión
allí, se puede considerar como terminada hasta nueva orden.
Si me lo
permiten, les voy a explicar lo que se sobre la citada epidemia que seguro nos
va a afectar de lleno a todos y les repito que es un secreto de estado y no creo
que lo conozcan ahora mismo en España más de cincuenta o sesenta personas.
Se trata
de un virus que está provocado miles de muertos en China, que ya ha contaminado
a varios miles de ciudadanos de los países vecinos y también ha empezado a provocar
muertes en países europeos aunque hasta ahora con muy poca repercusión si lo
comparamos con lo ocurrido en China. No se sabe absolutamente nada del llamado Covid
19, como es lógico todavía no hay ningún tratamiento efectivo y lo único es que
afecta sobre todo a los mayores de setenta años provocando su fallecimiento, que
contagia a todas las personas de cualquier edad, incluso recién nacidos, que provoca una neumonía sorprendente y tan rápida
que a los pacientes los lleva a la muerte en pocas horas.
Como ocurre
con todas las epidemias se transmite por el aire, a través de las gotas de
saliva que se desprenden al hablar, se queda en todos los objetos próximos y
cuando alguien los toca, se infecta inmediatamente. Se calcula que una persona
puede contagiar a cien más y así las posibilidades de contagio son infinitas.
Ante este
acontecimiento, la Organización Mundial de la Salud, la OMS, de la que seguro
habréis oído hablar en muchas ocasiones, recomienda el confinamiento de todos
en nuestras casas, con salidas muy estrictas a comprar y poco más, evitar las
aglomeraciones de gente, el uso de mascarillas y sobre realizar tests a la mayor
parte posible de ciudadanos para saber cuantos han sido contagiados por el virus,
cuantos están contagiados y sobre todo cuantos tienen anticuerpos para combatir
esta terrible enfermedad.
Para que
se hagan una idea, con estas medidas se calcula que podríamos tener unas doscientas
mil víctimas y de no hacer las cosas bien, el número se iría más allá del medio
millón de víctimas.
Como es
natural, el Gobierno está muy preocupado, estudiando la mejor distribución de
las camas de UCI, una mejora de los recursos sanitarios y la adquisición de mascarillas
y trajes de protección para los sanitarios y posteriormente para todos los
ciudadanos y para ello va a necesitar la ayuda de todos. En principio y para
evitar el caos económico, este Gobierno va a confinar solo a los ciudadanos en
sus domicilios, excepto a los que tengan negocios que se puedan considerar como
imprescindibles lo que implicaría el cierre del noventa y tantos por cien de los
negocios.
El
Gobierno ha creado una comisión de expertos y de momento, en contra de la opinión
de muchos de nosotros, no va a hacer nada, permitirá las manifestaciones feministas
del ocho de Mayo, la reunión de Abascal con su seguidores de Vox en una plaza
de toros y hasta algún partido de futbol donde las posibilidades de contagio
son máximas, pero el Gobierno por razones políticas no quiere suspender ninguno
de esos actos y para la semana siguiente, si comienzan a ser un número alarmante
los contagios, entonces si instaurará medidas, como cerrar los colegios, fábricas,
pequeñas tiendas y solo permitirá la apertura de locales de primera necesidad
como los supermercados o las farmacias.
Hemos sido
varios los que hemos aconsejado al Presidente del Gobierno Sr. Sanchez que cree
un Gabinete de crisis para afrontar la que se nos avecina, pero no está por la
labor, está seguro que con la ayuda de sus socios de legislatura el partido de
podemos, que es conocido por sus ideas comunistas y algunos separatistas, conseguirá
frenar la epidemia y se cierra en banda para tomar ya medidas que se saben imprescindibles,
pero no hay manera de convencerle.
En fin, que
esta es la situación como pueden comprender, el tema de la Independencia de Cataluña,
no es el momento de tratarlo por lo que se suspenden todas las conversaciones y
por lo tanto su labor allí, ahora mismo, no se considera necesaria. Hablando
con el Sr. Suarez, Jefe de la Delegación Española en Bruselas me ha comentado que
necesitaría alguien que fuera a las distintas comisiones creadas para conseguir
que las medidas contra el Covid se hagan
de manera conjunta y que a buen seguro se repetirán casi todos los días.
Sinceramente me parece que para ese destino usted está perfectamente capacitado
y por otra parte yo personalmente he pensado que sería muy interesante disponer
de un avión del Ejército del Aire que nos serviría para trasladar material
desde la base de la OTAN en Bruselas hasta las diferentes provincias españolas
y sobre todo en el momento que aparezca una vacuna estar en disposición de,
casi el mismo día, traernos unos miles de dosis para comenzar cuanto antes.
Les he
propuesto a ustedes dos para ocupar esos destinos y no hace falta que me den la
respuesta inmediatamente pero si en pocos días porque son destinos muy queridos
por mucha gente y ya les digo que me gustaría que fueran ustedes dos los
elegidos.
-
Nosotros estamos
dispuestos desde ahora mismo – Ana cruzó su dedos sobre los de Carlos – por
nosotros no es necesario que espera ni un minuto. Si quiere nos vamos esta
misma tarde
-
¿Usted también está
de acuerdo? – Arturo miró fijamente a Carlos y pudo apreciar que había algo más
que compañerismo entre aquella pareja
-
Así a bote pronto
es un destino sorprendente, pero si a Ana le parece bien, está claro que es una
oportunidad que en ningún caso puedo rechazar.
-
Bien, mañana
mismo haré un escrito a la Dirección y si lo aprueban en un mes o mes y medio
deben de estar en Bruselas. Solo tienen que esperar mis noticias. Bueno, pues
eso es todo – Arturo les estrechó las manos - Muchas gracias y ya les avisaré. Otra
vez, muchas gracias
Arturo Ventura,
sin atender a ningún tipo de preguntas, se dio la vuelta y se retiró.
Carlos y
Ana se volvieron a mirar sorprendidos sin todavía ser conscientes de las
repercusiones que todo lo que habían oído iba a repercutir en el devenir de España.
Por sus manos entrelazadas pasaba el amor como un tren de mercancías y aquella
era una oportunidad para sus carreras que no podía ser mejor. Lo más importante
era que cuando consideraban que sus vidas seguirían distintos caminos, Arturo
Ventura les había dado una oportunidad maravillosa con unos alicientes para ambos,
que todavía no eran capaces de valorar en su conjunto.
Carlos se
acercó a Ana y le comentó
-
¿Cenamos juntos
para celebrarlo?
-
Bueno – contestó Ana
mientras se ajustaba la gorra de oficial del Ejército del Aire
-
¿En el hotel?
-
Me parece bien
-
Pero ahora me toca
a mí poner una condición – Carlos la miraba cada vez con mayor admiración – la
primera vez que cenamos juntos me dijiste que no hablaríamos nada más que de
temas de trabajo ¿te acuerdas?
-
Si – Ana se ruborizó
tanto que hasta ella misma se dio cuenta que un color le iba y otro le venía
-
Pues esta vez la
condición es que no hablaremos para nada de temas de trabajo ¿de acuerdo?
-
De acuerdo – respondió
ella apretándole la mano derecha.
-
¿Vamos?
-
Vamos.
El restaurante del hotel era pequeño y acogedor, una música
suave muy relajante llenaba todos los rincones mientras los camareros se acercaban
a las diferentes mesas llevando los correspondientes pedidos.
-
Con su permiso Señorita – un camarero de media
edad depositó en la mesa un plato, no muy grande, en el que predominaba el
color azul, parecía como si el cocinero supiera que su plato iba a ser
degustado por una capitán del Ejército del Aire. Estaba compuesto fundamentalmente
por unos pequeños filetes de faisán envueltos en un puré de violetas, aromatizado
por unas pequeñas ramitas de romero.
-
No se si estará
bueno, pero pinta si que tiene – sonrió Carlos mientras observaba como Ana disimulaba
detrás de una copa de buen vino de Rioja, mirándole detenidamente
-
¿Te acuerdas
cuando te comenté que me parecía que íbamos muy deprisa?
-
Como no – Carlos recordaba
aquella noche en la que solo hablaron de cual iba a ser su misión en Barcelona –
me quedé con unas ganas enormes de acostarme contigo, pero no hubo manera.
-
Curiosamente
ahora, después de aquellos días en el apartamento de Barcelona, en el que nos
conocimos un poco, ahora creo que vamos muy despacio.
-
Entonces te dije
si querías casarte conmigo y me dijiste que si, lo recuerdo muy bien – Carlos se
separó un poco para que el camarero depositara con sumo cuidado en su lado un
plato que lo trataba como si fuera un tesoro, venía cubierto con una tapa de
plata y lentamente la levantó y apareció una lubina no muy grande con una cama
de puré de patata y una pequeña rosa en su boca. Carlos se la ofreció a Ana
quien la tomó entre sus dedos y se la acercó a sus labios levemente retocados
con un lápiz de labios de un rojo intenso mientras sus ojos no dejaban de mirar
a su acompañante – nos la prometíamos muy felices y como si alguien quisiera
separarnos, llegó la comunicación de Arturo que nos volviéramos a Madrid y aquí
estamos.
-
Pero tenemos que reconocer
que nos ha venido fenomenal – contestó Ana soltando la mano de Carlos y
saboreando un pequeño bocado de su delicioso plato previo brindar con su novio –
nos vamos juntos a Bruselas, estamos los dos en la base, nos dan alojamiento,
cobramos entre sueldos y comisiones cerca del doble que aquí, ¿qué más se puede
pedir?
-
Tienes toda la
razón – Carlos bebió lentamente su Rioja - nos van a poner en bandeja nuestro futuro
y a mi personalmente me apetece mucho más que andar por ahí espiando
-
¿Tú crees que no
vas a seguir haciendo lo mismo? Venga Carlos, piensa un poco – Ana le volvió a
tomar la mano por encima del mantel – no seas ingenuo, por favor. Tu sabes inglés,
eres un tío interesante, simpático, con buena pinta y por lo tanto das el
perfil perfecto para esa misión y
enterarte de todo lo que ocurra en Bruselas con respecto al Covid ese o como se llame y sobre todo dar explicaciones
solo a Arturo saltándote los trámites oficiales ¿se puede pedir más
-
Tiene gracia –
Carlos continuaba con su Rioja - ahora va a resultar que la culpa de mi destino
la va a tener Pablo Iglesias
-
Piensa lo que
quieras, pero yo creo que los tiros van por ahí
-
¿Tu crees?
-
Ya sabes que las
mujeres tenemos un sexto sentido para ponernos en distintas situaciones
-
¿Y los hombres
no?
-
Seguro que no.
-
Total que mi
destino, nunca mejor dicho, va a ser continuar siendo un informador para Arturo.
-
Si, hombre si, no
pasa nada, yo lo soy desde que era Teniente en San Javier
-
Y yo que pensaba
que iba a ser el creador y fundador de un sindicato de Marinos de Guerra. Al
final acabo siendo………
-
Un espía, si Carlos si, como cualquier otro
cargo
-
Eso serás tú –
Carlos se rió abiertamente dejando ver una dentadura perfecta – que yo soy Capitán
de Marina y de espía no tengo absolutamente nada
-
Ya – Ana continuaba
degustando su plato – eso es lo que tú te crees. ¿para que crees que te había
mandado Arturo a Barcelona? Lo primero que debes de saber, aunque supongo que no
es ninguna novedad para ti, es que Arturo Ventura fue Director del Cesid y con
la llegada de los de Podemos al Gobierno, Sanchez decidió sustituirlo y
colocarlo en lo mismo pero con otro nombre. Cosas de los políticos y ahora algunas,
como yo, nos encontramos en que somos del Cesid, tenemos un Jefe al que nos
dicen que no le demos ninguna información y otro, que ya no es del Cesid que es
al que tenemos que darle casi a diario todo lo que vayamos descubriendo por
ahí.
-
Entonces yo ¿qué pinto
en todo esto? – Carlos bebió un poco de su copa de Rioja
-
¡Como que que
pintas! – Ana lo miraba como sorprendida – tú eres un informador igual que yo, no
tendrás el título de profesional del Cesid, pero al final eres lo mismo. Aunque
no te lo creas así empezamos todos y poco a poco te van introduciendo en el
sistema y cuando te quieres salir, si es que alguna vez quieres, ya no puedes.
En el fondo es como una tela de araña que te engancha y no hay manera de soltarte.
-
Ya me imaginaba yo
que la cosa iba por ahí.
-
Perdona que te lo
diga a la cara pero de verdad que pareces tonto -Ana soltó una sonora carcajada
-
Me parece bien,
si somos los dos lo mismo porqué no lo celebramos con un gin tonic y luego
subimos a la habitación.
-
Yo casi prefiero
no tomar ninguna copa
-
Entonces ¿pido la
cuenta y subimos?
CAPITULO 19.-
Belén llegó de
la Facultad, se encerró en su cuarto y marcó en el móvil el teléfono de Pablo,
su novio desde que se conocieron en la facultad de Farmacia, hacía ya casi
cuatro años. El estudiaba para ser ingeniero agrónomo, era un año mayor que Belén
y tenía previsto irse de Erasmus a Londres en cuanto finalizara el curso y
haría allí el proyecto fin de carrera. En múltiples ocasiones había tratado de
convencer a Belén para que le acompañara en aquella aventura, pero ella se
negaba siempre con un planteamiento que no había variado desde el primer día:
quería terminar la carrera de Farmacia para luego intentar obtener una plaza en
los Laboratorios Admirall donde ese año había hecho las prácticas y le había
parecido un trabajo muy interesante.
La jefa de la línea de investigación del laboratorio
la había tratado muy bien y casi le había asegurado que en cuanto terminara la
contrataba, primero seis meses y después de manera definitiva, aunque siempre
dejaba un casi por aquello de como están los trabajos, ya sabes hoy estoy aquí
y mañana allí, pero en todo caso me buscas porque seguro que te encuentro algo,
no te olvides.
Como para olvidar estaba yo, tenía a todos mis
compañeros brujuleando por ahí buscando colocaciones como locos y yo tenía aquella
oportunidad que no pensaba desaprovechar. Por eso siempre le decía a Pablo que no
se podía ir con él. Le daba pena, para que negarlo, pero en la vida de vez en
cuando hay que aprender a decir que no y ella no quería, de ninguna manera,
continuar siendo una carga para su familia. Tenía que buscarse la vida cuanto
antes y si a Pablo le parecía bien podrían irse a vivir juntos, aunque ya sabía
conociendo a su padre que iba a ser una negociación bastante complicada, pero
tenía que entender que ya tenía casi veinticuatro años y tenía derecho de
escoger su camino. Claro que seguiría llevándose bien con sus padres como hasta
ahora, pero tenía necesidad de vivir su vida, no la de su familia y el proyecto
de vivir con Pablo le parecía francamente bueno. Alquilarían algún pequeño
apartamento y aportarían los dos sus sueldos para el mantenimiento de la
pareja. Su novio estaba de acuerdo y también a tener hijos cuando llegara el
momento, aunque para eso sería necesario que la relación fuera totalmente
estable y lo primero era vivir juntos y no como hasta ahora que tenían que
inventarse mil y una historias para pasar un fin de semana solos disfrutando de
su amor. Un fin de semana que si se iba con unas amigas a Sierra Nevada, otro que
si la había invitado su amiga Ana a su casa de Segovia y así todos los fines de
semana. Belén y Pablo le alquilaban un apartamento en Villalba a un amigo de él,
que se lo dejaba por poco dinero y solo pagaban cuando lo utilizaban de tal manera
que si en un par de semanas no podían buscarse ninguna excusa, no pagaban ni un
euro. Allí disfrutaban de un amor de juventud tan ardiente que casi les impedía
levantarse de la cama en todo el tiempo que lo ocupaban. Prácticamente no
salían a la calle y la única relación era con el repartidor de pizzas que les
suministraba el alimento necesario. En aquel pequeño apartamento los planes de
futuro llenaban hasta los últimos rincones. Se veían haciendo listas de bodas,
yo prefiero muy poca gente, yo también pero a algunos amigos tendremos que invitar,
eso si, pero a mí no me gustaría nada una de esas bodas como de diseño en un
sitio únicamente dedicado a eso con la mesa mirando al todos los invitados partir
una tarta vivan los novios y todo ese rollo, no te preocupes porque no lo vamos
a hacer así, a ninguno de los dos nos gusta, o sea que no, viviremos en Madrid
y los fines de semana haremos excursiones, podemos ir a la sierra en tren,
buena idea o buscar una casa rural barata en algún sitio bonito, tendremos un
coche no muy grande, ¿no te gustaría una autocaravana, a mí me encantaría pero
sobre todo al principio no vamos a tener dinero para comprarla, siempre podemos
alquilarla, eso si, pero no se si me da un poco de asco, bueno ya se verá y
luego cuando nosotros seamos un matrimonio estable tendremos hijos ¿cuántos te
gustaría tener? A mí por lo menos tres, que exagerada, ¿no sería suficiente la parejita? si, tampoco está mal, lo malo es
como vengan dos niños seguidos, entonces habría que ir a por la niña y ya son
tres que es lo que yo digo, ¿tú sabes lo difícil que debe ser educar a un hijo
en los tiempos que corren? Eso dicen siempre mis padres pero no creo que sea para
tanto. Eso me parece a mí, pero que si las drogas, que si el tema sexual, que
si tal y que si cual, a lo mejor hasta tienen razón pero tus padres no son muy
valorables porque no admiten nada ni a nadie que no piense como ellos, oye
tampoco es plan que te metas con mis padres, no si yo solo digo lo que tú me
cuentas, tendrías que conocerlos ya verás como no son tan fieros como piensas,
yo voy cuando tú quieras pero no parecen especialmente interesados , yo creo que
mi madre si, mi padre posiblemente menos porque ya te he dicho que soy su ojito
derecho y seguro que piensa que pierde una hija, tampoco es para tanto ¿no?,
pues eso digo yo pero no te creas que es fácil de convencer, si quieres yo un día
le conozco e intento convencerle, como quieras,
Belén se tumbó en la cama, la voz de Pablo se adivinaba
feliz al hablar con su novia
-
Hola mi amor ¿cómo
estás?
Un silencio espeso se interpuso entre ambos teléfonos.
Belén comenzó a llorar sin poderlo resistir aunque había decidido que no sería
así.
-
¿Que te pasa Belén, por favor?
-
Estoy embarazada –
y lloró todavía con más fuerza sobre el teléfono móvil. Parecía como si un océano
se hubiera intercalado en la conversación, una tormenta de olas enormes se deslizaba
entre ellos. Carlos que estaba sentado en su mesa tratando de diseñar los planos
de una granja de ocas criadas en semilibertad, se puso de pie, se pasó la mano repetidas
veces por la cabeza, se ajustó las gafas, tragó saliva, la comida que había
tomado apenas una hora antes se le vino a la boca, quería vomitar, pero no
tenía posibilidad de hacerlo porque el cuarto de baño estaba bastante alejado
de su cuarto y además tenía que pasar por el cuarto de estar donde a buen
seguro su padre estaría medio dormido en el sillón con el ABC encima de las faldas de la mesa camilla
que tenía dando calor a sus piernas mientras su madre estaría ante la
televisión viendo algún programa de esos del corazón y Carlos no tenía mayor
interés que su madre, que de siempre había sido como muy “preocupona” se diera
cuenta que estaba pasando por un momento difícil en su vida. Tragó saliva y
logró articular solamente una palabra que resonó por todas las ondas de movistar
como la explosión de la bomba atómica
-
¿Seguro?
Belén tardó unos segundo en contestar, por su cabeza
desfilaban como en una parada militar montones de situaciones que tendría que
pasar. Ya se lo había dicho a Carlos, era un primer paso y bien difícil que le
resultó, pero ya se lo había dicho, la segunda parte era como y cuando se lo
decía a sus padres, ese si que era un problema de muy difícil solución,
esperaba, no sabía muy bien porqué pero lo esperaba, que su madre lo entendiera,
era mujer y se podría poner en su situación pero su padre ¿qué le diría y como
se lo diría? Prefería no pensarlo, ya vería cuando sería el mejor momento para
plantearlo.
Mientras tanto Carlos seguía al otro lado del teléfono
esperando una contestación
-
Belén, dime que no es verdad – otra pausa permaneció
suspendida entre ambos - ¿no me estarás tomando el pelo?
-
Sabes que no –
otra vez el silencio entre los dos, era como si estuvieran a miles de kilómetros
de distancia – me he comprado una prueba de embarazo porque hacía dos meses y
pico que no me venía la regla, me la acabo de hacer y da positiva.
-
¿Has mirado la
fecha de caducidad?
-
Mi amor, no es ahora
cuando hay que decir tonterías – las lágrimas volvieron a aflorar en los ojos
de Belén – lo que hay que decidir es que hacemos
-
¿Cómo que qué
hacemos? – Carlos parecía indignado – será que haces tú, porque eres la que vas
a tener el niño
-
Y tú eres el
padre Carlos, es un problema de los dos – Belén parecía temerse lo peor.
-
Vaya lío – el novio
no hacía más que mesarse los cabellos y dar pasos por su habitación como un
león enjaulado – y tiene que ser ahora, justo ahora ¿te das cuenta que dentro
de un mes me voy a Londres de Erasmus
-
Ya lo se, pero ¡que
quieres que haga! – otra vez los lamentos a través del móvil – fue una decisión
de los dos en aquella casa rural de la provincia de Soria hace dos meses y pico
¿te acuerdas?
-
Si, claro que si,
estábamos los dos encendidos como dos antorchas, había caído una nevada que nos
tenía enclaustrados en aquella habitación y era imposible ir hasta la farmacia
más cercana a comprar preservativos y lo hicimos sin ninguna protección ¡como
no me voy a acordar!
-
Yo le he estado
dando vueltas y tiene que ser de ese día
Carlos seguía dando vueltas por la habitación
-
¿Y que vamos a hacer?
-
¡Como que que vamos
a hacer! pues tener el niño y apechugar con las consecuencias de un acto que no
debimos haber realizado. Eso es lo que tenemos que hacer
-
¿Te parece que
quedemos en el bar de Manolo y damos una vuelta por el parque del oeste
-
¿A que hora?
-
Yo en media hora estoy
allí.
-
Hasta luego. Adiós.
Belén abrió la puerta de su dormitorio, miró a través
del pasillo, no había nadie por allí y silenciosamente abrió la puerta de la
calle y cuidadosamente la cerró por fuera.
El bar de Manolo al que acudían con cierta frecuencia,
estaba en una de las calles perpendiculares al Paseo de Rosales, una tasca de
las de toda la vida en Madrid, una barra de mármol blanco donde con un lápiz se
apuntaban los pedidos de los clientes, unos grifos que distribuían cerveza con
y sin alcohol, agua y vermouth. En las paredes fotos del equipo del futbol del
barrio con un banderín regalado por el Atlético de Madrid hacía muchos años, un
mantón de manila muy bien enmarcado, unas fotos del primer hombre que abrió el
bar allá por 1928 según rezaba otro cartel y que casualmente era el Abuelo de
Manolo. Diferentes paisajes de un pueblo que no tendría más de cincuenta
habitantes a tenor del número de casas, que era el pueblo de su Abuelo. Un buen
día el primer Manolo de aquella saga se le ocurrió venirse para Madrid y con
los pocos ahorros que había conseguido arando las tierras que le dejaba
cultivar un señor de Madrid, se vino a la capital y encontró ese pequeño local
que le gustó desde la primera vez que puso sus pies en él. Durante unos años vivió
alquilado en el sótano, lo que debería ser la bodega y cuando consiguió algo
más de dinero compró el local, adecentó el sótano para instalar unas mesas y ya
vino la familia del pueblo a un pisito en la calle de Lavapiés. Manolo, el
Abuelo, tuvo la suerte que en plena guerra civil, cuando casi todos los locales
estaban cerrados, él permanecía abierto y una bomba golpeó la pared de la casa
de enfrente y en lugar de explotar como hubiera sido lo normal destruyendo una
parte importante del edificio, la bomba, no se sabe porqué no explotó y allí se
quedó para ser observada por muchos madrileños que se acercaban hasta el lugar
para ver, con sus propios ojos, lo que parecía un auténtico milagro y Manolo,
el Abuelo, les contaba la historia y les invitaba a entrar en su bar a tomarse
unas cañitas. De esta manera, el bar de Manolo se hizo famoso y hasta hoy.
Belén se sentó en una mesa con la encimera de mármol y
las patas de una antigua máquina de coser y pidió un café. Miraba un periódico,
pero no para enterarse de las noticias del día, sino para esconder su abrumado
rostro. No lloraba porque no le quedaban lágrimas, pero su mente deambulaba
como un fantasma, sin saber que iba a pasar en los próximos minutos ni como se
lo habría tomado Carlos, aunque le pareció, por el tono de su voz a través del móvil,
que no especialmente bien. Una duda revoloteaba por su cabeza sin definirse con
claridad y era si había hecho bien aquel día, hace un par de meses, y ahora venían
las consecuencias. Si era sincera consigo misma tenía que reconocer que
entonces no lo había pensado, ni siquiera imaginado, fue un acto de amor y así
lo había entendido hasta que no le vino la primera regla. En esas estaba cuando
notó un brazo que le rodeaba el cuello, que le levantaba la cabeza del periódico
y la besaba con mucho cariño
-
Carlos – ella todavía no sabía muy bien donde estaba
– menudo susto
-
Es la primera vez
en mi vida que te veo concentrada en un periódico
-
El caso es que no
he leído ni un solo titular
-
Pues no lo
parecía
-
¡Que más da! –
Belén cerró el periódico y lo dejó encima de la mesa a la vez que el camarero
le trajo el café
-
¿Quieres tomar
algo? – le preguntó a Carlos
-
¿Nos vamos a
quedar un rato o nos vamos? – preguntó a su novia
-
Yo prefiero dar
una vuelta por el Parque del Oeste.
-
Entonces no quiero
nada, gracias. La jefa manda – le contestó al camarero mientras se alejaba
comentando que como en todas las casas, la jefa manda.
Encontraron un banco de madera en uno de los paseos
del parque un poco alejado de la gente, juntaron sus manos como hacían siempre,
entrelazando los dedos y se quedaron los dos mirando el suelo. Parecía como si
ninguno de los dos quisiera dar el primer paso, los dos pensaban en lo mismo,
pero no tenían la palabra adecuada para iniciar una conversación decisiva para
su futuro. Belén pensaba ¿tanto puede cambiarte la vida una situación como la que
estaba pasando? mientras Carlos daba vueltas y vueltas a como resolverla, él lo
tenía claro, pero ¿cómo se lo decía? eran varios años de íntima relación y
sabía como pensaba su novia y no creía que aceptara su propuesta.
Al cabo de unos minutos fue Belén la que inició quizá
pensando en alto aquel momento tan difícil para ambos.
-
Bueno ¿qué? ¿no tienes nada que decir?
-
Que quieres que te
diga – Carlos hundió la cabeza entre sus manos – que nos hemos metido en un
follón de mucho cuidado
-
¿Tú me quieres? –
Belén trataba de mirarle a los ojos
-
A que viene eso
ahora – Carlos levantó la cabeza y unas lágrimas salieron como si un río se hubiera
desbordado – claro que te quiero, que cosas tienes
-
Si es así – Belén le puso sus dos manos en las
mejillas y lo acercó juntando sus caras – no hay problema, nos casamos y nos
vamos a vivir juntos con un bebé con el que no contábamos, pero hay muchas parejas
como nosotros y seríamos una más.
-
Ya, pero - Carlos
cambió el sentido de la charla como una curva al final de una recta – yo no me
veo preparado para ser padre, es una responsabilidad tan grande que me da
vértigo.
-
¿Y entonces que propones?
– Belén no perdía ni un solo detalle de los gestos de su novio y al ver que no
contestaba, añadió - ¿no me digas que estás pensando en que no tenga ese bebé?
-
No me lo hagas
decir, pero podría ser una solución
Belén se levantó, se alisó la falda, se limpió las lágrimas
con un pañuelo recogió el bolso mientras Carlos volvía taparse la cabeza con sus
dos manos. Desde la distancia que los separaba Belén le dijo con una enorme
tristeza reflejada en su cara
-
Si alguna vez
quieres hacerte cargo de tu hijo, ya sabes donde estoy, pero este hijo es mío y
lo voy a tener pese a quien pese. Lo siento Carlos, te quiero más de lo que te
puedas imaginar, pero primero es mi hijo y si por él lo tenemos que dejar, no te
preocupes que nunca te lo voy a echar en cara, tú sigue tu camino que yo me iré
por otro.
Belén abrió la puerta de su casa y enseguida, como
siempre, su madre la llamó desde el cuarto de estar donde estaba sentada
cosiendo el bajo de unos pantalones. Belén avanzó por el pasillo y casi sin
tiempo para que su madre dejara la aguja, la abrazó como hacía muchos años mientras
lloraba amargamente. Guadalupe, como buena mujer y madre, comprendió que algo
grave le había pasado a su hija, trató de calmarla separándole el pelo de la
cara
-
No llores mi amor, no llores por lo que más
quieras – con el calor que solo saben dar las madres le secó las lágrimas y la
abrazó animándola para que le contara - ¿qué ha pasado?
-
¿No está papá?
-
No, ha ido a la
tertulia esa que va los jueves y no vendrá hasta la hora de cenar.
-
Menos mal – Belén
parecía irse tranquilizando
-
¿Es tan grave que
no lo puede oír?
-
Mamá, estoy
embarazada
Guadalupe, mujer de Antonio Cruz, había sufrido muchos
contratiempos en su vida, las noticias terribles le llegaban cada dos por tres en
forma de cárcel para su marido, unas veces por un año, otras por tres o cuatro
años más por reincidente y todas las había asumido con la resignación propia de
quien es consciente que su marido estaba
metido en política y en ese terreno los golpes bajos, los navajazos, las males
artes eran moneda corriente, pero nunca en su vida pensó que una situación como
la que le estaba planteando su hija podría formar parte de su amplia maleta de
malas noticias. Mientras la abrazaba pensaba como haría. Estaba claro que ella
solicitaba su ayuda y ella se la tenía que dar. ¿cómo? eso era lo malo. Así de pronto,
la sorpresa había sido de tal calibre que no era capaz de razonar.
-
Tranquilízate Belén, por Dios, tenemos toda la
tarde para que me lo cuentes todo y ya veremos que hacemos. Ahora cuéntame
-
¿Qué quieres que te
cuente? - Belén se retorcía los dedos de sus manos – una noche Carlos y yo
hicimos lo que hicimos sin preservativo y me he quedado embarazada. No hay más.
-
¿De cuanto tiempo
estás?
-
De diez semanas
-
¿Estás segura?
-
Mamá, por favor,
si no lo supiera seguro no te diría nada.
-
Y Carlos ¿Qué ha dicho?
-
No ha dicho nada
y lo ha dicho todo – Belén miraba a su madre – él quiere que aborte
-
¿ Y tú?
-
Mamá ¿tu que
crees? le he dicho que lo primero es mi hijo, que lo voy a tener y que lo
nuestro se había acabado
-
Pero por lo menos
reconocerá al niño ¿no?
-
No lo se – Belén se
volvió a abrazar a su madre – no lo se
-
Bueno, bueno, vamos
a pensar con calma, porque los nervios en estos momentos no es lo mejor. Lo
primero es visitar a tu ginecólogo para que lo confirme y después ya veremos
-
Mamá ¿como se lo
voy a decir a papá? Seguro que se pone como una fiera. Casi prefiero irme de
casa
-
No digas tonterías.
Las cosas vienen como vienen y ahora lo más importante es asegurarte que estás
embarazada y después ya pensaremos en lo demás, pero eso de irte de casa ni
hablar. Ahora es cuando necesitas ayuda y los padres tenemos que estar a las
duras y a las maduras – certificó la madre mientras buscaba el número del
ginecólogo para pedir cita
Pasó una semana hasta que la recibió el ginecólogo
quien después de una pequeña exploración y una ecografía ratificó lo que el
predictor había asegurado hacía unos días
-
Si, Belén – el ginecólogo
la miraba a través de unas gafas que habían sido testigo de infinidad de situaciones
como esa – estás embarazada, más o menos de ocho o diez semanas y tengo que
hacerte una pregunta obligada – volvió a mirarla con el ánimo de conseguir su
confianza para que le dijera su decisión - ¿quieres continuar con el embarazo?
-
Si – contestó Belén
Cruz con determinación.
-
Está bien – El Dr.
Almagro anotó algo en el ordenador y la citó para dos meses después para
continuar con el seguimiento
-
Solamente quiero
decirte, porque es mi obligación, que todavía estás en tiempo y hora para poder
abortar. Ya se, por como lo has dicho, que no piensas en eso, pero te lo tengo
que decir y si quieres que te sea sincero te felicito por ser tan valiente, porque
en los tiempos que corren lo más fácil es interrumpir el embarazo y a vivir que
son dos días.
-
No, ya se lo he
dicho, ese niño es mío y quiero tenerlo
-
De nuevo te
felicito y ánimo que ya verás como todo va bien
-
Gracias.
-
Se lo agradecemos
de corazón – intervino Guadalupe – porque estoy segura que muchos de sus
colegas le aconsejarían lo contrario.
-
Bueno, ya sabe
usted que en colectivos tan grandes como el de los Médicos cada uno tiene su
opinión y hay que respetarla pero yo creo que un aborto es una forma de matar a
un ser vivo, eso si, un ser vivo muy pequeño, casi como un garbanzo, pero que a
los nueve meses, si todo va bien, será un personaje que seguro que a su hija le
hará muy feliz.
-
Estamos de
acuerdo
El día se presentaba luminoso, los rayos del sol
penetraban por el amplio ventanal haciendo que el salón luciera todavía más
bonito de lo habitual. Habían terminado de comer y mientras Guadalupe y Belén
recogían la mesa, Antonio se sentó en su sillón, apoyó la cabeza y cerró los
ojos.
Pensaba en como había reaccionado cuando Belén, su
ojito derecho, le había comentado que estaba embarazada. Se lo dijo así por las
buenas, mientras Guadalupe le observaba atentamente. Se notaba claramente que entre
ellas ya lo habían hablado y le parecía natural porque entre mujeres esas cosas
se entienden mejor. Al principio, le pareció que estaba soñando, no podía ser que
su hija, precisamente su hija, fuera a tener un hijo y cuando dejó la servilleta
sobre la mesa tuvo la intención de montar en cólera, pero viendo los ojos
suplicantes de su hija no pudo hacerlo. Le daba muchísima pena, muchísima rabia
y mil sentimientos más, pero afortunadamente el amor hacia su hija imperó sobre
todos los demás y no reaccionó de manera violenta. No podía entender como lo
había conseguido, pero la realidad es que no gritó, no se levantó hecho un
basilisco ni nada por el estilo. Únicamente abrazó a Belén y dejó que ella
llorara sobre su hombro. Esos minutos fueron fundamentales, Guadalupe también
se levantó y les abrazó a los dos, para pensar que tan poco era un crimen un
embarazo, cosas peores había por el mundo y no sabía por qué pero por su cabeza
pasó, como si fuera una iluminación del Dios en el que creía firmemente, la
valentía de su hija para tomar la determinación de tener un hijo, a pesar que el
padre no tenía la menor intención de reconocerlo aceptando lo que había pasado.
-
No te preocupes, hija, nosotros te vamos a
ayudar todo lo que podamos y así tendremos un nuevo Antonio Cruz en la familia porque
me imagino que le llamarás como su Abuelo ¿no?
El tiempo pasó, Belén tuvo su hijo, se enamoró de un
hombre también farmacéutico que adoptó al niño con casi tres años como si fuera
suyo, se casaron y montaron una Farmacia en Ciudad Real, de donde era natural
su marido y fueron muy felices.
CAPITULO 20.-
Las cosas en casa de Carlos Gonzalez Alía discurrían
sin mayores problemas. Los hijos iban abandonando el hogar familiar, como era natural,
el primero fue Carlos que llevaba años primero viviendo en Ferrol y últimamente
en Bruselas con una Capitán del Ejército del aire de la que estaba
profundamente enamorado y ya anunciaban que se casarían, no sabían cuando pero
se casaría para tranquilidad de sus padres y porque ya tenían ganas de tener
hijos. La segunda ya tenía dos hijos que eran la alegría en el hogar de Carlos
y Cristina. Las dos hermanas que les seguían se llevaban mucho mejor, se conoce
que los años dan mayor serenidad, Cristina se había independizado, vivía sola
en un estudio en Murcia, trabajaba como enfermera de UVI en la Arraixaca en Murcia
y una vez al mes, más o menos dependiendo de las guardias aparecía para ver a
sus padres y pasar un fin de semana con ellos. Mamen la cuarta, vivía en
Cartagena con un hijo de un compañero de Carlos, de momento el tema del casorio
parecía que ni siquiera se lo habían planteado. Al principio Carlos no estaba
de acuerdo en que se fueran a vivir juntos pero entre su mujer y el resto de sus
hijos le convencieron que tenía dos posibilidades o disimular su enfado con lo
cual ganaba una hija o ponerse como un loco, con lo cual lo único que conseguiría
es que se fueran a vivir juntos de todas las maneras y encima no aparecer por
Tentegorra con lo que perdía una hija que posiblemente era la que tenía la
cabeza mejor amueblada de todas. Trabajaba como funcionaria del Ayuntamiento y
su pareja era fisioterapeuta con lo que disponían de la suficiente cantidad de
dinero como para vivir muy bien. En fín que las aguas discurrían tranquilamente
por las aguas de la familia hasta que a Cristina madre, en una exploración
rutinaria ginecológica, le diagnosticaron un cáncer de mama.
La vida les cambió completamente, tuvieron que explicárselo
a sus hijos dando por hecho que le extirpaban un pecho y se acabó el problema y
para todos fue una explicación convincente menos para Cris, la enfermera, quien
después de la sorpresa inicial se ofreció para una segunda consulta en Murcia.
Era muy amiga de una oncóloga y para la cirugía conocía bastante al que hacía
ese tipo de cirugías y al cirujano plástico que luego haría la reconstrucción
después de un período de quimioterapia y cuando estuviera resuelto y solamente
faltara el problema estético a lo que Cristina madre y Carlos su marido se negaban
en redondo porque era correr un riesgo más y Cristina había cumplido con creces
su labor de aportar hijos al matrimonio, Carlos estaba de acuerdo porque tenía
sesenta y pico de años y el amor entre ellos iba a seguir siendo el mismo.
La cirugía al final se la hicieron en la Arraixaca,
Cris les consiguió una habitación individual, la primera noche la pasó en la
UVI y todo evolucionó favorablemente. A los dos meses comenzó con la quimio que
fue un poco más dura de lo que le habían explicado, pero a base de muchas náuseas
lo había superado poco a poco. Las cicatrices se iban ablandando y gracias
a la actuación del cirujano plástico, amigo de Cris, que colaboró en la primera
intervención le había quedado un resto de mama, que no era igual que la otra
pero suficiente.
Habían, por fin, superado, el cáncer de mama después
de un par de años de inquietudes, muchas lágrimas y noches de insomnio, la
ayuda inestimable de Carlos y la de todos sus hijos y por fin una mañana de un
mes de Mayo que no se le olvidaría en la vida, la oncólogo le anunció que tenía
que esperarse veinte minutos en la sala de espera porque tenía que darle el
informe de alta por curación. Aquellas palabras fueron un momento muy
emocionante para la pareja que lo celebraron con su hija Cris en un conocido
restaurante de la capital.
Tomando café Cris les comunicó una noticia que llevaba
meses deseando anunciarles pero que con tanta revisión nunca veía el momento de
darla. Se iba a trabajar con la monjas de la Comunidad de la Madre Teresa de
Calcuta a la India.
-
Hija mía – Cristina madre la miraba con los
ojos inundados de lagrimas – vaya un día para comunicarnos que te vas. ¿No
podías haber esperado un poco?
-
Al revés – Cris también
lloraba – hace tiempo que ya lo tenía más que pensado, pero con motivo de tu
problema parecía lógico que me esperase un poco, pero ahora es cuando me puedo
ir tranquilamente.
Carlos no dejaba de mirar a su hija, con una mezcla entre
admiración y miedo. Sabía que últimamente estaba muy cambiada, estaba seguro que
era una decisión muy meditada y en el fondo estaba contento. Desde pequeñas
había intentado inculcar en sus hijos la Religión Católica y ella la había
llevado al extremo de irse al lugar posiblemente más pobre del planeta para
ejercer su labor. Le parecía una decisión muy importante para una chica soltera
de veinticuatro años, pero era su vocación y había que respetarla pero
-
Hija ¿no te podías haber buscado un sitio un
poco más cerca?
-
No, pero no os
preocupéis que en mi contrato tiene que figurar que tengo derecho a tres viajes
al año a España porque si no, no lo firmo y no voy.
-
Espero que estés
para la boda de tu hermano Carlos
-
¿Cuándo han
decidido casarse?
-
El otro día nos
lo dijeron y nos quedamos de piedra – Cristina y Carlos se miraron con una sonrisa
cómplice – como los dos son mayorcitos y tienen un buen sueldo, nos dijeron que
se casaban en la base de Matacán en Salamanca el día 1 de Junio y que no
teníamos que preocuparnos de nada porque sería una boda íntima, con muy pocos
invitados y que ellos corrían con todos los gastos
-
¡Pero si eso es
dentro de veinte días!
-
Ya, pero supongo que
estarían esperando a que me dieran el alta
-
Si, ya me lo
preguntaron hace tiempo a mí, pero hasta hoy no lo hemos sabido – Cris le dio un
golpecito en la mano a su madre
-
¿Desde cuando lo
sabías? – preguntó la madre
-
Me lo dijo
Marisa, la oncóloga, hace un par de meses, pero siempre que no hubiera ninguna
complicación. Yo se lo conté a Carlos y el tío ha corrido para casarse ya.
-
Casi mejor.
Cuanto antes pasen todos los acontecimientos mejor.
Efectivamente la boda de Carlos y Ana se celebró en la
base aérea de Matacán en Salamanca. Fue una ceremonia muy sencilla,
aproximadamente veinticinco invitados y con una Misa y un banquete en un
restaurante el matrimonio quedó definitivamente sellado, aunque Carlos, entre
bromas comentó en la comida que no sabía si todo aquello sería válido porque la
homilía había sido un auténtico monólogo de un cura joven perteneciente a la
base y que era muy amigo de los contrayentes. El sacerdote que estaba presente
en el banquete se mostró sorprendido por esas palabras y Carlos tuvo necesidad
de comentar que lo decía absolutamente en plan irónico porque había resultado
una boda posiblemente la más divertida a la que había asistido en su vida. Se notaba
que entre los novios y el cura existía una auténtica amistad
-
Pero como no la va a haber si los cursillos
prematrimoniales los hicimos en su casa de Bruselas.
-
Eso si que es
tener el cura en casa – afirmó uno de los amigos de Carlos.
-
Bueno, para que tus
padres se queden tranquilos debo decirles que yo soy primo hermano de Ana, o
sea que la conozco desde que nació y eso es verdad porque yo tenía ocho años
cuando ocurrió el feliz acontecimiento que se decía entonces y por eso he
podido contar montones de anécdotas de la novia, desde aquella muñeca que le
pintó la cara de rojo por haberse portado mal en las clases que ella les daba a
unas cuantas que las ponía en fila en el suelo y les contaba un cuento cuando
tenía cuatro o cinco años o su primera bicicleta con la que se pegó una, iba a decir
una barbaridad que Dios me perdone, se chocó contra un árbol y no se quedó en
el sitio porque no le había llegado su hora o las excursiones que hacíamos a la
sierra o aquella vez en que se perdió en un campamento de verano y las
encontraron los monitores sentada en el suelo comiendo pipas y tan tranquila porque
sabía que con los drones que tenía la Guardia Civil, la encontrarían antes o
después, la niña con trece años ya apuntaba maneras de valiente y luego cuando
ingresó en la Academia, que dio la casualidad que yo estaba de cura allí, con lo
cual se puede decir que llevamos toda la vida juntos.
-
- Ahora lo entiendo todo – Carlos padre levantó
su copa y brindo por los novios – estos hermanamientos entre el Ejército del
Aire y la Marina vienen muy bien para que veáis que los Marinos no estamos siempre
encerrados en nuestras bases con nuestros clubs navales sin hablar con nadie que no sea hijo o pariente
de algún conocido y siendo como los
gitanos que se casan entre ellos, los Marinos, sobre todo aquellos como mi hijo
Carlos que andan por el mundo dando vueltas también sabemos juntarnos con chicas guapas aunque
sean del Ejército del Aire – Carlos volvió a exhibir la mejor de sus sonrisas, le
dio un beso a la novia, otro a su hijo y el último a Cristina de la que dijo
que gracias a ella su vida había sido tan feliz como la de ellos cuando atravesaban la velocidad
del sonido y con un Viva el Ejército del Aire y Viva la Marina terminó la
celebración con una añadido final de uno de los presentes de Viva el Rey y Viva
España a lo que todos contestaron con emoción.
Carlos y
Ana iniciaron su viaje de novios en un flamante Citroen con la idea de llegar a
Bruselas en quince días que era el tiempo que disponían de permiso. No tenían
reservado ningún hotel, no tenían ni idea donde iban a comer cada día, no
tenían nada pensado y su única ilusión era atravesar Francia sin prisas y parando
donde les apeteciera.
A los cinco
años de la boda ya tenía dos niñas preciosas que venían a visitar a sus Abuelos
en Navidades, Semana Santa ¡como se iban a perder los desfiles profesionales! y
en verano que alquilaban una casa en la Manga del Mar Menor donde disfrutaban
de sus Abuelos, unos en Tentegorra y otros en San Javier, más cerca imposible.
Con el
tiempo Carlos había sido contratado por la OMS dados sus conocimientos en el
tema de las vacunas, con mejor horario, muchas menos reuniones en diferentes
partes del mundo y un mejor sueldo, mientras que Ana su mujer, había dejado de
volar y colaboraba con la OTAN pero solo como asesora con lo que no tenía que
viajar y su vida se volvió bastante más confortable. Se aficionó al vuelo sin
motor y casi todos los fines de semana volaba unas cuantas horas para recordar
sus años como piloto de las fuerzas aéreas españolas. La soledad surcando los cielos
de Bélgica era su compañera y disfrutaba como nadie de aquellos paseos por el
aire. Solamente una vez tuvo un pequeño percance sin mayor importancia, pero
que le supuso un susto considerable y es cuando un pájaro de considerables
dimensiones se golpeó con el morro del pequeño avión lo que provocó una pérdida
de altura en unos pocos segundos, pero que gracias a la habilidad de Ana y a su
experiencia de sus muchas horas de vuelos consiguió enderezar el avión y aterrizar
sin mayor problema. Los mecánicos del pequeño aeropuerto donde aterrizaban la
felicitaron por su pericia y desde entonces se convirtió en una heroína para
todos ellos y Ana volvió a su casa como si nada hubiera sucedido y le dio tan
poca importancia que ni siquiera se lo contó a Carlos, que se enteró al cabo de
algunos años y le preguntó
-
¿Es verdad que hace unos años casi te matas en
uno de esos avioncillos?
-
¡Que va! - Ana soltó una carcajada mientras preparaba
dos gin tonics en la terraza de su casa – es verdad que un pájaro se estrelló
contra el morro del avión, pero no pasó absolutamente nada
-
Alguien me ha
contado que bajaste con el morro del avión destrozado y que si no llega a ser
por tu habilidad te hubieras matado
-
No, hombre no,
tampoco fue para tanto, un pequeño susto y nada más – Ana le ofreció la bebida –
es como si tú te encuentras con una tormenta de las buenas, llegas a puerto y
todo el mundo dices que eres un héroe. La gente exagera, pero afortunadamente
no pasó nada.
CAPITULO 21.-
Julián Cruz era para aquella reunión como el enlace
entre Europa y Cataluña para intentar resolver los problemas que estaban
apareciendo. Venía de Moscú donde desempeñaba el cargo de Jefe de la Delegación
Comercial española desde hacía dos años con unos excelentes resultados según el
gobierno español presidido por el Sr. Sanchez. Su curriculum que había sido
distribuido a todos los presentes era impecable. Desde que terminó la carrera de
Económicas en la Facultad de Madrid, hasta el momento de su presentación en
Barcelona había sido consultor para Asuntos Armamentísticos de Venezuela, Senador
por designación directa de la entonces oposición en España, Jefe de la
Asociación para el Desarrollo Naval de Colombia, Jefe del Gabinete Asesor para Asuntos
Extranjeros del Presidente Sanchez ubicado en París y Jefe de la Delegación
Comercial Española en Rusia durante sus dos últimos años. Un curriculum perfecto
revisado por la Generalitat de Cataluña y que había sido del agrado de los encargados
de negociar con él. Era un tema delicado, la venta de armas nunca había sido un
negocio claro, ni mucho menos y al nivel de millones de Euros que se manejaban
eran muchos los que se acercaban a aquel mundo desconocido y lógicamente los
compradores tenían que asegurarse con quien negociaban. La persona de Julián
Cruz les había parecido la mejor y con las mejores referencias. La comisión encargada
de la compra de armas por parte de la Generalitat de Cataluña se encontraba reunida
en unos de los salones de Palacio de la Santa Creu y casi sin tiempo para
sentarse recibieron una atenta carta, que fue leída por el secretario, perteneciente
a la Cup, Jordi Junqueras, en la que Julián Cruz se disculpaba por su ausencia al
haber recibido una notificación de su oficina en Madrid en la que le instaban a
presentarse urgentemente para un asunto de vital importancia. Estoy seguro, les
notificaba Julián, que en un futuro que espero sea lo más cercano posible podamos
organizar una nueva reunión y entrar en detalles sobre sus necesidades de
material y las posibilidades que mi empresa les puede ofrecer y llegaremos a un
acuerdo satisfactorio para ambos. Con un atentamente Julián se despedía de los que
parecía que iban a ser unos muy buenos compradores.
Julián había sido nombrado para esa misión por la que
había sido una destacada posición en el partido de Podemos, partido curiosamente
al que él no pertenecía por su declarada posición contra su presidente el Señor
Pablo Iglesias, pero por un acuerdo tácito entre el partido socialista y podemos
habían llegado a la conclusión que podría ser un interlocutor válido para la
venta de armas que solicitaba Cataluña para sus Mossos de Escuadra.
Pedro Sanchez era conocedor de las dotes de persuasión
de Julián Cruz, lo había demostrado en múltiples ocasiones, le conocía
personalmente desde sus tiempos de la Universidad y le parecía una persona de fiar,
pero no podía olvidar que era hijo de un conocido golpista y aunque se pretendía
mantener en secreto esa faceta de su vida, era consciente que en cualquier momento
podría aparecer en las redes sociales. Esa era y no otra la razón por la que el
Gobierno había decidido enviarlo una larga temporada a Moscú y allí conoció
algo del negocio de la venta de armas que era una parte de su trabajo habitual.
En alguna ocasión, el CESID intentó entablar algún
tipo de acercamiento hacia la persona de Julián Cruz, pero siempre se encontró
con una persona que no tenía ninguna intención de abdicar de su pasado comunista
y por supuesto sin mayor interés en contribuir en mejorar la información de
España en el extranjero. Todo el mundo sabía que nuestro país negociaba con material
bélico con muchos países tanto europeos como, sobre todo sudamericanos, pero
nadie asumía el papel de negociador hasta que llegó Julián Cruz que no solo lo asumió
si no que lo incluyó en su curriculum como un mérito en su carrera política.
Por las razones anteriormente expuestas, Julián Cruz
era estrechamente vigilado por diferentes organizaciones de información de todos
los países, sobre todo europeos, pero su facilidad para desmarcarse era
impropia de un hombre tan joven y eran muchos los días en que desaparecía, casi
como si fuera un truco de magia, apareciendo a los pocos días sin explicar
donde ni con quien había estado.
Hacía años que se había despedido de su novia Dori con
la que había convivido como okupa mientras estudiaba la carrera en Madrid y
desde entonces habían sido varias las mujeres con las que había compartido su
vida, pero siempre con la duda si serían sus parejas por amor o por otros motivos
que podrían hacer fracasar su carrera política. Se había vuelto un hombre tremendamente
desconfiado, ocultaba su identidad hasta que no tenía más remedio y últimamente
se comentaba en los mentideros políticos que era uno de los más codiciados.
Desde su estancia en Moscú había cambiado no solo su
indumentaria, ya no usaba vaqueros, sino también su aspecto físico en general,
se había cortado el pelo, seguía con su costumbre de no llevar corbata, decía que
le parecía como una soga en el cuello de un ahogado, pero la suplía con diferentes
pañuelos y todo su personalidad se había transformado hacia un político como
más perteneciente a cualquier partido liberal que a un partido de los
trabajadores, más o menos disimulado.
Su inminente llegada a Barcelona había sido muy comentada
entre los miembros de los distintos partidos independentistas catalanes,
ilusionaba su papel como intermediario entre los que ellos consideraban dos países
diferentes y su carta en el último momento había sido acogida con bastante incomodidad.
Debía ser un motivo muy importante el que le obligaba a permanecer en la capital
de España y tanto unos como otros decidieron casi de inmediato postponer esa
reunión para más adelante cuando las condiciones fueran más favorables.
Julián llevaba una semana en España, había llegado en
un avión privado desde Moscú y rápidamente se había trasladado a su lujoso
apartamento en uno de los barrios más elegantes de la capital de España,
concretamente un ático en la calle Velazquez. Desde su amplia terraza disimulada
con unos enormes maceteros que lo aislaban de eventuales vecinos, Julián Cruz
podía disfrutar de su ansiada intimidad. Venía dispuesto a reanudar sus largas
veladas con sus viejos amigos de las Juventudes libertarias y a disfrutar de un
Madrid al que había añorado como nadie después de unos cuantos años de andar por
el mundo adelante de destino en destino. Mantenía un contacto muy lejano con sus
padres, se veía muy de vez en cuando con su hermano Antonio, siempre en
Bruselas con motivo de algún viaje de trabajo, y hacía años que no veía a su
hermana Belén.
Sentado en la terraza recordaba sus años de hijo de
familia, las discusiones casi permanentes con su padre en cuanto se tocaba
algún tema relacionado con la política, las insinuaciones de su madre para que
cambiara su manera de ser, las charlas porque no se podrían llamar discusiones
con su hermano Antonio que nunca eran violentas porque cada uno respetaba su manera
de pensar aunque eran diametralmente opuestas y también recordaba su hermana
pequeña Belén que, cuando él se fue de casa estaba estudiando primero de Farmacia
y desde entonces no la había vuelto a ver ¿qué sería de su vida? ¿habría terminado
la carrera? lo mismo se había casado y hasta tendría hijos. Todos esos recuerdos
iban pasando por su cabeza y hasta dudaba si sería buen momento para recuperar el
trato con una buena parte de su familia. Con su padre imposible, si que podían
verse y tomar un vino, pero nada más porque, según le contaba su hermano
Antonio, seguía inmutable con sus ideas sobre el Gobierno siempre, para él,
dispuesto a negociar con los enemigos de la patria y de ahí no había quien lo
sacara. Si que le gustaría darle un abrazo enorme a su madre a la que consideraba
una auténtica heroína por soportar a semejante marido y sobre todo a Belén que
había sido su paño de lágrimas en multitud de ocasiones y posiblemente esta vez
si que intentaría contactar con ella.
-
D. Julián – una señora de cierta edad, con
marcados rasgos sudamericanos le interrumpió sus pensamientos – perdone que le
moleste – se alisó el pijama blanco que la acreditaba como la única miembro del
servicio de aquella casa - ¿desea que le deshaga la maleta?
-
No, gracias Luscinda,
no se preocupe, ya lo haré yo dentro de un rato.
-
¿El señor va a
salir esta noche?
-
No, estoy cansado
y me voy a acostar pronto. No se preocupe por mí, cierre la puerta y váyase a
dormir.
-
Muy bien, Señor,
hasta mañana.
-
Hasta mañana.
Por fin una mañana de sol, como solo las hay en Madrid.
El simple hecho de abrir la ventana y dejar penetrar la luz fue suficiente para
que su estado de ánimo se llenara como de optimismo. Que diferencia con
aquellos amaneceres en Moscú, aquí hasta los tejados destilaban alegría. Las
cuatro torres ubicadas al final del Paseo de la Castellana relucían como queriendo
demostrar al mundo que estaban ahí para irradiar ganas de vivir a todos los
países del mundo, las plantas de la terraza se mostraban ufanas por pertenecer
a este país y después de una breve ducha, Julián se sentó en la terraza, con un
periódico del día en la mano y enseguida apareció Luscinda con una amplia bandeja
en la que destacaba un vaso con zumo de naranja, café con leche y bollería
variada de la cercana pastelería Mallorca.
-
Buenos días, D. Julián – saludó la señora con
una amplia sonrisa – ¿ha dormido bien?
-
Muy bien –
contestó Julián mientras encendía su pequeño ordenador que le acompañaba a
todas partes – a pesar que hace más de un año que no venía por aquí, se nota
que todavía se acuerda de mis gustos
-
Faltaría más,
señor, para eso estamos.
-
Gracias Luscinda.
Aunque ya le habían
avisado de la Moncloa, sede del Gobierno del Sr. Sanchez y sabía, más o menos
el motivo de su llamada urgente a Moscú, era obligatorio posponer la posible negociación
con el Gobierno Catalán, así se lo habían comunicado y en eso pensaba mientras se
vestía parsimoniosamente para acudir a la cita con el Sr. Presidente.
Un taxi le esperaba en la puerta de su casa y en pocos
minutos estaba en el Palacio de la Moncloa esperando ser recibido por su amigo
Pedro Sanchez. El salón donde le indicaron que se sentase era grande,
funcional, con poco muebles pero muy bien distribuidos y unos cuadros de
colores difuminados hacían la estancia como muy agradable. A los pocos minutos
y por una puerta lateral apareció Pedro Sanchez, el Presidente del Gobierno quien
se fundió en un abrazo con su amigo desde los tiempos de la Facultad, Julián
Cruz. Fue un abrazo sincero, como de agradecimiento por la función realizada en
la capital rusa durante aquellos dos años lo que agradeció Julián con una sonrisa.
-
Si te parece nos
tomamos un café aquí mismo y enseguida pasamos a mi despacho
-
Lo que tú digas me parece bien, para eso eres
el Presidente del Gobierno, total nada
-
Venga déjate de
coñas Julián – se sentaron ambos en unos sillones blancos casi al lado de la
puerta de entrada del Palacio de la Moncloa – ¿Te acuerdas cuando jugábamos al
baloncesto en la Facultad?
-
Jugabas tú porque
yo era muy malo
-
Hombre, alguna
canasta encestabas, sobre todo de contraataque
-
Si, pero el que
de verdad jugaba eras tú – Julián se permitió el lujo de darle una pequeña
palmada en el muslo – y quien me lo iba a decir a mí sentado con el Presidente
del Gobierno de España que se dice pronto.
-
Mi trabajo me ha
costado – sonrió Pedro Sanchez con esa sonrisa de encantador de serpientes que
tantos votos le había proporcionado
-
Supongo que si, porque
este mundo de la política es muy complicado.
-
Fíjate como será
que hasta me quisieron echar del partido socialista
-
Pero no lo
consiguieron
-
Eso está claro y por
eso estoy aquí – El Presidente de ajustó el nudo de la corbata – y te he
llamado urgente porque quiero que me hagas un favor
-
Eso está hecho – Julián
reconoció que le estaba muy agradecido por todos los cargos que le había
proporcionado, de manera indirecta, su amigo Pedro Sanchez.
-
No se si lo sabes
pero estamos muy preocupados porque se acerca una pandemia que nos va a llevar
a la ruina si no sabemos gestionarla bien.
-
Algo oí el otro
día en Barcelona. Parece ser que es un virus que viene de China ¿me equivoco?
-
No, se nota que
estás bien informado. El caso es que esa situación nos obliga a retrasar cualquier
otra acción que pudiera emprender mi gobierno
-
Ya – Julián movió
su cabeza de un lado hacia otro – y entre ellas está el tema catalán ¿es así?
-
Es para lo que te
he llamado. Tienes que parar la negociación sobre la venta de armas a la Generalitat,
pero ya y no te preocupes que de la parte del independentismo ya me ocupo yo.
-
No hay problemas,
seguro que lo entienden
-
Y si no lo
entienden, peor para ellos porque no tenemos un duro para esas compras en el momento
actual. Lo siento si te perjudico directamente, pero tiene que ser así.
-
Hombre – Julián se
ajustó la raya del pantalón – por supuesto que me viene fatal porque era una operación
de muchos miles de millones de Euros y el tema de las comisiones ya sabes como
funciona, pero ¡que le vamos a hacer! Lo primero es lo primero.
-
Menos mal que hay
una persona que lo entiende porque llevo una temporada que todas mis decisiones
no son entendidas ni por la gente de mi propio partido.
-
Aunque yo no soy
nadie para darte consejos, te diré que en mi campo pasa lo mismo, con menos
responsabilidad por supuesto, pero está claro que no te puedes fiar de la gente.
-
El problema no es
tanto que no te puedas fiar, para mí lo peor es que yo obro en conciencia y
todos entienden que soy un mentiroso compulsivo, que no tengo palabra, que patatín
y patatán y no saben que todo, absolutamente todo lo que hago, es por el bien
de España
-
Ya, Pedro, pero si
todo el mundo conduce por la derecha y tú solo decides ir por la izquierda, no
puedes pensar ¿que el que estás equivocado eres tú?
-
No, eso no lo puedo pensar porque entonces no
sería Presidente del Gobierno. En política, como en las negociaciones tuyas en
el tema de las armas, hay que ser pillo, no mentiroso que no es lo mismo, se
trata de buscarle las vueltas a todo, siempre pensando en los votos, claro que si
y las palabras se las lleva el viento pero los cargos de responsabilidad esos
permanecen y a esos me debo, son muchos los que han confiado en mí y yo no puedo
poner sus vidas en peligro. La Administración es nuestro mejor Médico y la que nos
da seguridad para el resto de nuestra existencia. Tenemos que permanecer en el
poder cuanto más tiempo mejor y así podemos ir colocando a los nuestros en
puestos de responsabilidad.
-
Y con la pandemia
esa que dices ¿pueden perder esos puestos?
-
Haremos todo lo
posible para que no, pero para eso tenemos que tener tipos como tú trabajando en
la sombra y evitando que nos veamos envueltos en temas delicados. Para eso estáis
los negociadores, los políticos estamos para otras cosas – Pedro Sanchez se puso
de pie – Vamos a mi despacho y seguimos hablando – le dijo mientras le pasaba su
brazo derecho por encima de los hombros de Julián.
CAPITULO 22.-
Antonio Cruz padre, padecía una bronquitis crónica que,
en determinadas épocas del año, se le agudizaba de tal manera que se pasaba el
día tosiendo y poniéndose morado como si le faltara el aire. Había visitado a
varios neumólogos y todos había coincidido que era un padecimiento que sufriría
sistemáticamente todos los inviernos que le quedaran de vida. Tomaba mil y una medicinas
pero la enfermedad seguía su curso y cada año los episodios agudos se repetían
con más frecuencia. Desde hacía meses Antonio necesitaba usar permanentemente oxígeno
y aunque salía poco, si lo hacía, iba inseparablemente unido a su bombona de
oxígeno que a través de una goma que se introducía por la nariz, le permitía
deambular más o menos bien. Cada cien metros tenía que pararse porque le faltaba
el aire, tenía que andar muy despacio agarrado a su inseparable Guadalupe que
le servía de bastón y de guía en esos momentos duros. Donde mejor estaba con
diferencia era en el pueblo porque la contaminación de una gran ciudad como
Madrid le agobiaba como si no hubiera aire para todos, por eso permanecía la
mayor parte de su tiempo en el pueblo cerca de Astorga. Permanecía mucho tiempo
en la cama, se levantaba tarde, se sentaba en el patio siempre que la temperatura
exterior lo permitiera, por la tarde daba una pequeña vuelta. Recibía pocas visitas,
sus amigos le llamaban por teléfono y los hijos, sobre todo Belén, se acercaba
en cuanto llegaba algún puente porque la farmacia en Ciudad Real había que atenderla.
Aparecái sin avisar con sus tres niños que hacían las delicias del Abuelo, aunque
raro era el día en que no se acostaba un poco antes, porque los “enanos” no se
daban cuenta que el Abuelo estaba muy enfermo y tanto llevarle de aquí para
allá terminaba dejándolo agotado. Una vez cada seis meses, aparecía Antonio, el
mayo, casi siempre solo porque Ana, su mujer tenía muy pocas vacaciones y se reservaba para el verano.
La gran pena era que Julián desde hacía años ni siquiera había preguntado ni
una sola vez como estaba su padre. Antonio hijo le insistía que tenía que llamarle,
pero la respuesta siempre era la misma:
-
Para que, si lo único que sabe es echarme una
bronca, mejor que no sepa nada de mí y así está tranquilo.
-
Allá tú, le contestaba
Antonio pero tampoco creo yo que te cueste mucho trabajo coger el teléfono y
preguntarle como está
-
Cualquier día lo
hago, no te preocupes – pero ese día nunca llegaba. Incluso una vez fue a una
reunión de trabajo en León y no tuvo la valentía de acercarse. Antonio hijo se
enteró por los periódicos en Bruselas y no tardó ni medio segundo en llamar a
su hermano
-
Acabo de leer que
estuviste en una reunión en León ¿es verdad?
-
¿Y no se te ocurrió ir a ver a papá?
-
Si quieres que te
sea sincero si que se me pasó por la cabeza pero llevaba billete del AVE para
las cinco de la tarde, tuve que comer con unos de allí y se me hizo tarde.
-
Parece mentira Julián.
Estoy seguro que está deseando verte, pero los dos sois tal para cual, él no te
llama y tú tampoco das tu brazo a torcer.
-
El que dijo que no
quería verme nunca más fue él.
-
Pero Julián, por
Dios, si de eso hace por lo menos seis o siete años.
-
Ocho – contestó con
firmeza el que en ese momento era el Delgado del Gobierno en Cataluña nombrado directamente
por el Sr. Presidente de la nación, su amigo Pedro Sanchez y de quien su padre le
había echado de su casa “prefiero no verte que tener un rojo en casa que encima
desde su cargo contribuye con su postura a la desintegración de España, de esa España
por la que él había luchado y lo único que había conseguido eran detenciones,
arrestos, cárcel y no tenía porqué soportarlo en su casa” quítate de mi vista, prefiero
que no vuelvas por aquí y dando un portazo se metió en su despacho del que no
volvió a salir a pesar de los ruegos de Guadalupe que insistía en que no se pusiera
así. Antonio, el padre, insistía en sus argumentos y no salió – fue papá el que
me echó y bien que lo siento pero no pienso volver.
-
Bueno, yo no
puedo hacer más – Antonio hijo no podía hacer más – allá tú, pero me parece que
lo estás haciendo mal, pero ya eres mayorcito para saber lo que tienes que hacer,
pero – insistió – creo que te estás equivocando
-
¿Y él no?
-
Seguro que también,
pero tiene ochenta años y ahora no le vas a cambiar su manera de pensar.
-
Ni yo tampoco voy
a cambiar la mía.
-
Bueno, bueno,
allá tú
Una mañana fría de invierno con un viento que atravesaba
los campos de la maragatería intentando tumbar las ramas de los árboles, Guadalupe
estaba en la cocina preparando el desayuno cuando oyó un ruido extraño procedente
de su habitación. Subió rápidamente las escaleras y encontró a Antonio con los
ojos muy abiertos, una terrible tiritona y un color morado como si no le llegara
el aire, la boca hacia un lado mientras unas babas aparecían por la comisura
del labio. Estaba medio incorporado, como si hubiera querido levantarse, una
mano agarraba los barrotes del cabecero mientras lo otra sujetaba su garganta. Guadalupe
le dio unas palmadas en la cara, pero su marido no reaccionaba, lo tumbó en la
cama notó como su pecho subía y bajaba
como queriendo aspirar todo el oxígeno de la habitación. Guadalupe no sabía que
hacer, bajó a la cocina y preparó deprisa y corriendo una tila que intentó dársela,
pero Antonio estaba como ido. Buscó el móvil y llamó al 112 y a los pocos
minutos, que a ella le pareció una eternidad, apareció un ambulancia tocando la
sirena lo que hizo que todo el pueblo se acercara a la casa de Antonio. Los sanitarios
rápidamente le intubaron, comprobando que respiraba con dificultad, pero
respiraba y lo introdujeron en la ambulancia medicalizada e indicaron a Guadalupe
que podía ir con él hasta la Residencia de León. Casi sin tiempo ni de ponerse
un abrigo salieron a toda velocidad. Al llegar a la Residencia le indicaron que
lo llevaban directamente a la UVI y que por los protocolos de la pandemia no
podría verlo. Le aseguraron que hablarían con ella todas las mañanas, que no se
preocupara que estaría bien atendido, que su estado era muy grave, había
sufrido un ictus, pero gracias a la rapidez con que se había realizado el traslado
tenía algunas posibilidades, pocas, de superar el grave accidente cerebrovascular
que había sufrido su marido. El Doctor que le atendió en la urgencia le
permitió darle un beso de despedida y a continuación lo llevaron rápidamente para
iniciar el tratamiento.
Guadalupe se quedó sola en una sala de espera
absolutamente desierta, las lágrimas llenaban sus mejillas, estaba prácticamente
segura que su marido no saldría vivo de ese ictus y aunque intentaba rezar su
congoja no la dejaba ni pensar. A los pocos minutos sintió como una enfermera
le pasaba un brazo por encima de sus hombros. La miró como el náufrago que se
agarra a un tablón en medio del mar cuando el barco ya se había hundido
-
Por favor – Guadalupe le sujetaba una mano – que
no se muera solo, por favor, es lo único que le pido
-
No se preocupe
que estamos todos a su alrededor
-
Por favor se lo
pido
-
Señora, si quiere
le pido un taxi para que vuelva a su casa y como ya le ha dicho el Doctor si
nos deja su teléfono yo me comprometo personalmente que en cuanto veamos un poco
su evolución la llamo y le voy contando
-
Muchas gracias,
se lo agradezco mucho – contestó Guadalupe mientras apretaba aquella mano amiga
que era la única a la que podía aferrarse en aquella situación.
-
Si me permite un
consejo – la enfermera la miró con ternura – lo mejor que puede hacer es irse.
Como sabe el Hospital está lleno de pacientes con Cobi y aquí se puede
contagiar.
-
¿No me puedo
quedar? Le prometo que no molestaré nada
-
Lo siento, pero las
normas que tenemos es que no permanezca nadie en esta sala y para estar en la
calle, mejor es que se vaya a su casa y le vuelvo a repetir que yo la llamo en
cuanto sepa algo. Confíe en mí
-
Muchas gracias,
muchas gracias.
Desde su casa Guadalupe llamó por teléfono a su hija
Belén y de manera entrecortada consiguió decirle que a su padre le había dado
un ictus y que estaba muy grave en el Hospital de León. Belén trató de
tranquilizarla sin conseguirlo, le aseguró que iría en un tren hasta Madrid y
que en un AVE a León calculaba que en tres horas estaba en la Residencia.
-
Belén, ven a casa.
Yo también me voy porque no se puede estar en el Hospital por culpa de la
pandemia, pero una enfermera me ha asegurado que me llamará en cuanto sepa
algo.
-
Estate tranquila
que voy a casa. Si se me dan bien los trenes en tres o cuatro horas estoy contigo
y tranquila que ya verás como todo se arregla
La tarde transcurrió sin noticias, Belén llegó en poco
más de tres horas, el teléfono permanecía mudo excepto para hablar con Antonio
que llamó desde Bruselas y que, según los vuelos, esperaba estar con ellas al
día siguiente por la mañana. Guadalupe esperaba hablar con su hijo Julián y eso
se produjo sobre las nueve de la noche
-
¿Qué ha pasado mamá?
-
A tu padre le ha
dado un ictus y está muy grave en el Hospital.
Ambos permanecieron mudos por unos instantes que se
hicieron una eternidad. La madre esperaba oir lo que deseaba de su hijo y el
hijo no sabía lo que tenía que decir, por un lado debería de ir, como no iba a
aparecer si se estaba muriendo su padre, tenia que ir, una cosa era llevarse mal
y otra no estar con su madre que además ella si que no tenía ninguna culpa. Por
fin acertó a decir:
-
Mamá: te prometo que resuelvo unos asuntos
mañana por la mañana y al mediodía estoy allí.
-
Gracias, hijo –
la madre casi no podía hablar – te lo agradezco mucho y seguro que tu padre
también.
-
Hasta mañana.
Los vecinos como pasa en todos los pueblos se
arremolinaron alrededor de la casa de los Cruz. La mayoría aparecían lentamente
con caras tristes, las manos en los bolsillos y la pena reflejada en su rostro.
En el momento de entrar en el amplio patio apagaban las colillas aplastándolas
con un pie y se acercaban a Guadalupe y su hija que estaban sentadas agradeciendo
a todos su presencia en aquellos momentos tan difíciles.
Algunas vecinas acudían con productos de la huerta, huevos,
fruta, pimientos fritos que habían preparado para la cena y se sentaban cerca
de la familia sin decir nada. De vez en cuando alguna suspiraba y alzaba sus
ojos al cielo, otras confesaban que hacía años a su marido le había dado algo
parecido y salió a las pocas semanas con alguna secuela pero poco para que lo que
podía haber sido. Lo malo es que ahora con eso del coronavirus o como se llama
las cosas se han puesto muy feas. Eso es verdad, contestaba otra mientras
tomaba un dulce de los que iba ofreciendo Belén a los presentes, pero hay que
pensar que Antonio está muy fuerte y seguro que puede con eso y con mucho más.
Dios te oiga contestaba Guadalupe mientras algunos más alejados miraban a Belén
y pensaban que hacía tiempo que no la veían por ahí, pero que se había vuelto
toda una mujerona. Juan el cartero con su media sonrisa que para que andarse
con rodeos, estaba muy buena y ya está, pero como dices eso Juan de una señora
casada, pues lo digo porque lo digo, porque es la verdad, se ha convertido en
toda una “jaquetona” Braulio el frutero preguntaba si vendría el hijo, ese que era
más rojo que Carrillo. Tendrá que venir, que cosas dices, una cosa es ser rojo
y otra es no ver a tu padre cuando se está muriendo, no me jodas Braulio, no se
yo lo digo porque hace años cuando se hablaban no dejaban ni un minuto de
discutir. Angel, el aguacil contestó con sorna dejando aflorar una leve sonrisa
en su desdentada boca, bueno, ahora el chico tiene una ventaja y es que el pobre
Antonio no le va a poder contestar. ¿Porqué no? preguntaba Fabio, el único guardia
municipal que había sido enviado por Acisclo, el Alcalde, para que se enterara
como iba la cosa y le avisara si se moría para acudir a darle el pésame a su
viuda. Porque a Ramón, el hermano de Josechu el del molino le dio una cosa
parecida y del Hospital se fue derecho al hoyo. Que bruto eres Braulio, como se
va a ir solo, alguien lo llevaría digo yo. Si, claro, le acompañó Marcos el
enterrador mientras su mujer estaba en Madrid visitando a algún familiar y no
hubo manera de localizarla. A saber con quien estaría porque esa también era buena.
Joder, Remigio como se te ocurren esas cosas ahora mismo, ¿alguien la encontró
hasta una semana después? Es verdad o no, pues eso, yo me voy a casa de mi hermano
y me entero al minuto de todo lo que pasa en el pueblo y esa, mírala, si está
tan tranquila y no hace ni cinco meses que se le murió el Ramón y ahí la tienes.
En esas momentos sonó el móvil que Guadalupe tenía
encima de la mesa, todas las voces se callaron a la vez como si un director de
orquesta hubiera dado la orden de finalizar, los hombres se calaron las gorras,
dejaron de comer y beber mientras a Guadalupe un color se le iba y otro le venía.
Después de un minuto hablando volvió a dejar el móvil en su lugar y se abrazó a
su hija llorando desconsoladamente
-
Tu padre acaba de fallecer.
El entierro se retrasó unas horas, esperando que llegaran
tanto Antonio como Julián. El cadáver por aquello de la pandemia estaba en un
polideportivo donde se acumulaban los féretros cerrados con una pegatina en la
parte superior. En el caso de Antonio Cruz el Capitán del puesto de la Guardia Civil
en Astorga había ordenado una vigilancia especial y así además del féretro
estar cubierto por la bandera nacional, dos guardias permanecían firmes a ambos
lados del cadáver.
Por la mañana del día siguiente acudieron a darle un
último adiós Guadalupe, Antonio hijo y Belén. Depositaron un ramo de flores delante
del ataúd e inmediatamente el Capitán de la Guardia Civil les invitó a salir del
improvisado tanatorio porque estaba rigurosamente prohibida la presencia de
familiares. El entierro sería a las once de la mañana del día siguiente y el
oficial les prometió que hasta ese momento estaría permanentemente custodiado por
Agentes de la Agrupación de Astorga y eso si, les avisaba que solamente podrían
acudir al entierro cuatro personas.
Por la tarde de ese mismo día apareció Julián que se
abrazó a su madre, a Antonio y a Belén y se quedó en silencio a un lado de la mesa
en la que se distribuían, sin ningún orden, infinidad de viandas que habían aportado
los vecinos.
Guadalupe permanecía sentada absolutamente vestida de
negro, pasando lentamente las cuentas de un rosario ajado por el paso de los
años, mientras su mirada estaba anclada en el infinito. Sus hijos la
aconsejaban que intentara descansar un poco porque al día siguiente sería el
entierro y tenia que ser bastante duro, pero ella se negaba en rotundo
afirmando que no estaba cansada.
El atardecer fue cayendo sobre la casa solariega aportando
un poco más de tristeza al paisaje y hasta el sol se retiró ese día un poco
antes de lo habitual, lo mismo que todos los vecinos, para ayudar al descanso de la familia de
Antonio, un hombre muy respetado en el pueblo, algunos porque estaban de acuerdo
con sus ideas y otros porque aunque comulgaban con otras totalmente diferentes,
eran conscientes que había sido un hombre fiel a su manera de pensar y había sacrificado
algunos posibles ascensos por no abdicar de sus planteamientos políticos.
Después de una pequeña cena, Guadalupe y Belén se
retiraron a sus habitaciones mientras que Antonio y Julián permanecieron hasta
cerca de las tres de la madrugada hablando de política como dos hermanos, tratando
de disuadir cada uno a su contrario con argumentos muy diferentes pero sin llegar
a una confrontación directa.
A las once de la mañana, con una puntualidad parecida
a la del Ejército, un coche fúnebre salía por la puerta del polideportivo
municipal que el féretro cubierto con una bandera de España y un tricornio,
además de algunas de las medallas fruto de tantos años de trabajo en la Guardia
Civil. En el portón trasero figuraba la esquela con una foto ampliada del cadáver
que transportaba para evitar despistes innecesarios. Antonio hijo arrancó su
coche, iba con su uniforme de Oficial del Ejército, acompañado de su hermano
Julián que para la ocasión se había puesto un traje oscuro y una camisa blanca
y en el asiento de atrás tanto su madre como Belén, su hermana, iban rezando un
rosario vestidas rigurosamente de luto. En los ojos de Guadalupe todavía quedaban
resto de la noche en vela que había pasado y eso que tratando de disimular se
había aplicado una pequeña cantidad de maquillaje, pero las ojeras eran
imposibles de ocultar.
El silencio del cementerio solamente interrumpido por
los pasos de los operarios y de la familia Cruz llenaba hasta el último rincón.
El cura les esperaba al lado de la fosa, rezó alguna oración rápida y casi sin
esperar a que las paladas de tierra cubrieran el féretro se dio media vuelta y
se fue a hacer la misma operación con el siguiente cadáver, pero antes le dio la
mano a la viuda y los hijos con un “que Dios lo tenga en su gloria”
A la salida y de manera sorprendente les estaba
esperando el General Director del Cuartel del Ejército “Santocildes” en Astorga
junto con dos de sus ayudantes quienes se habían desplazado unos kilómetros
para darle el pésame a la viuda y a los hijos de Antonio a la entrada del
cementerio, sin entrar en el mismo cumpliendo con los requisitos dados por el
Gobierno en cuanto al número de personas que podían asistir. Saludó con un emocionado
abrazo a Guadalupe y casi al oído le susurró :
-
El Ejército ha perdido a un gran militar, nosotros
hemos perdido a un amigo y España acaba de dar sepultura a un patriota.
-
Gracias por esas
palabras tan bonitas – Guadalupe volvió a llorar como una magdalena.
A continuación el General dio un beso a Belén, otro
abrazo a Julián y se cuadró ante Antonio hijo
-
Solamente deciros una cosa muy sencilla, estar
orgullosos de vuestro padre porque ha sido un orgullo para todos los militares
del Ejército Español y seguir su ejemplo de honradez y dedicación a su patria.
-
Gracias –
contestaron Belén y Antonio mientras que Julián permanecía con la mirada
perdida en un punto lejano sin atreverse a mirar directamente a los ojos del
General que también se mostraba tremendamente emocionado.
El día
siguiente amaneció con unas nubes negras que parecía que iban a dejar caer agua
como hacía mucho tiempo, el sol ni siquiera había iniciado una maniobra de distracción
para sumarse al espectáculo y parecía continuar dormido detrás de los montes
que separaban León con Galicia. Hasta los pájaros parecía que estaban de luto,
sus trinos que otras madrugadas querían despertar a los habitantes de todos
aquellos pueblos semiabandonados no se oían por ninguna parte y solo el gallo
parecía no haberse enterado de nada y a la hora habitual soltaba su kikiriki
como todas las madrugadas.
La familia entera se había levantado muy temprano,
Guadalupe preparó un buen desayuno y enseguida se despidió de sus hijos Antonio,
Julián y Belén porque tenían que llegar hasta Madrid y a continuación a sus respectivos
destinos.
Durante unos segundos que para Guadalupe fueron
eternos, la soledad se apoderó de aquel caserón que en nada se había quedado
vacío. Regó unas plantas en el patio, adecentó la cocina y cuando ya se iba a
sentar a llorar su pena en el cuarto de estar, la campana de la puerta sonó con
insistencia
El cartero le entregó una carta con el membrete de
urgente que decía lo siguiente:
Querida Guadalupe:
Soy Carlos, el Marino amigo de Antonio que vivo en
Cartagena y que estuve hace unos meses con mi mujer Cristina en vuestra casa en
Astorga con estos datos supongo que ya sabes quien soy, y te escribo estas
letras apresuradas para darte el pésame tanto a ti como a toda tu familia que
supongo que en estos momentos tan duros te habrán acompañado.
Lo primero, tanto Cristina como yo, es ponernos a tu
disposición para lo que quieras. Nos encantaría que vinieras a Cartagena, tenemos
sitio en nuestra casa de Tentegorra para que pases unos días con nosotros y disfrutar
de la playa que la tenemos muy cerca. Te lo decimos de verdad, sin ningún compromiso
por todo lo que ha sucedido, estaríamos encantados de acompañarte. Vente, de
verdad, que seguro que cambiar de aires te vendrá muy bien. Te esperamos
No quiero dejar de decirte, aunque sea a través de
esta carta ante la imposibilidad de asistir al entierro, que debes de estar
contenta porque Antonio seguro que está en el Cielo, ese Dios en el que tú y
nosotros creemos, no puede permitir que un hombre que ha vivido permaneciendo
fiel a sus ideales no puede estar en ningún otro sitio que no sea en el Cielo y
eso te tiene que animar. Antonio ha sido un patriota, un defensor de una patria
a la que muchos todavía llamamos España, si con E mayúscula y dicho con orgullo
en contra de la opinión de aquellos que quieren dividirla y ha dado la cara y
posiblemente su vida, tu lo sabes mejor que nadie, por defender sus ideas en contra
de mucha gente. Ha padecido años de cárcel ¡que te voy a contar a ti! y a los
pocos meses ya estaba defendiendo ante quien fuera la unidad de esta bendita
España.
Me acuerdo que cuando estuvimos en el castillo de
Cartagena todos los días me recordaba que solo tenía una pena y es que uno de sus
hijos, concretamente Julián, le había salido rebelde y rezaba por él para que
volviera al camino del que nunca debió de apartarse. Se que tenía la intención
de cambiar su forma de actuar para llegar a algún acuerdo lógico y no perder un
hijo a pesar de sus ideas. No se si lo habrá conseguido, no lo se, pero que sepas
que, por lo menos esa era su intención.
Como puedes suponer estamos muy tristes por su
fallecimiento porque, aun en la distancia, sentimos tan importante pérdida.
Esperemos que desde allá donde esté continúe con sus mitines y Dios le conceda
el descanso eterno.
Un abrazo muy fuerte de Cristina y mío y repito que te
esperamos.
Firmado: Carlos y Cristina.
Guadalupe se sentó en un sillón del cuarto de estar
con la carta entre sus manos, se colocó el Tricornio de su marido en su regazo
y cerró los ojos, sin saber si se iba a quedar en aquella casa, si volvería a
Madrid o sabe Dios lo que iba a ser de su vida. El tiempo será el que resuelva hacia
donde iría, al fin y al cabo, estaba sola y no dependía de nadie para tomar cualquier
decisión. Dentro de todo lo ocurrido se sentía feliz porque sus tres hijos, si
los tres incluido Julián, habían estado presentes en el entierro de su padre y
solo con eso ya estaba reconfortada y seguro que Antonio también.
Adiós Antonio, yo rezaré por ti, claro que si, pero tu
también tienes que poner algo de tu parte para que nuestra familia, la que tu y
yo creamos hace muchos años continúe unida. Ya se que es muy difícil, pero tu
muerte puede ser el primer escalón que tengamos que subir todos para iniciar
una reconciliación que todos nos merecemos.
Gracias Antonio por todo lo que me has dado, hemos tenido
nuestros momentos malos como cualquier matrimonio pero hasta hace dos días seguíamos
juntos y eso era lo importante. Ahora Dios nos ha dado este mazazo, pero como Católica
prácticamente no me queda más que acatar su voluntad y pensar que si lo ha
decidido así sus razones tendrá. Te echaré mucho de menos, has sido todo para mí
y ahora tengo que aprender a vivir sola, pero es la vida, me ha tocado a mí y
no tengo mas remedio que seguir ayudada, estoy segura por nuestros hijos. Belén
y Carlos ya me han ofrecido sus casas y al final me parece que terminaré en la
de Julián que es en la que más me necesita.
Me acordaré de ti todos los días, como no me voy a
acordar, de los paseos que nos dábamos hasta Celada, de los muchos viajes que tuvimos
oportunidad de hacer juntos, te recuerdo que una vez llegamos hasta Australia,
de las muchas noches que nos sentábamos solos en el patio y nos daban las
tantas de la madrugada hablando de todo y de nada. Gracias a Dios hicimos casi
todos los planes que habíamos pensado y ¡cómo no! también me acordaré de las
visitas que tenía que hacerte por cárceles tan distantes como las de Ferrol o
Cádiz y te recordare siempre con ese optimismo que me demostrabas aun en los
peores momentos, pero eso Antonio y desde lo más profundo de mi corazón solo quiero
decirte
GRACIAS.
Madrid, un día cualquiera de cualquier año