viernes, 4 de junio de 2021

REQUIEM POR UNAS IDEAS.- CAPITULOS 18, 19, 20, 21 Y 22

 

 

 

 

 

 

 

CAPITULO 18

 

Carlos y Ana se encontraban sentados en la terraza del apartamento del Puerto de Barcelona. Se habían acostado tarde, Pere, el dueño del Foque con su personalidad deslumbrante, viajante empedernido y conversador francamente bueno, había llenado el tiempo que estuvieron en su pub, discoteca o lo que fuera, hasta altas horas de la madrugada menos mal que ninguno de los dos bebían absolutamente nada, conscientes como eran que estaban en una misión muy importante no podían perderse ni una coma de las conversaciones que hubiera entre ellos y los posibles interlocutores. La invitación de Albert para una barbacoa en su casa donde, a buen seguro, estaría lo más selecto de la sociedad catalana, era un momento muy bueno para conocer de primera mano su manera de pensar y debían acudir bien despiertos.

Los dos estaban tomando un café, cuando una llamada al móvil de Carlos les hizo sorprenderse. La cara de Carlos demostraba la importancia de lo que le estaban comentando hasta tal punto que Ana, desde el otro lado de la mesa, le preguntaba por señas quien era. Carlos separó el móvil de su boca y

-       Es Arturo y dice que dejemos todo lo que estemos haciendo, sea lo que sea y nos presentemos urgentemente en su despacho

-      Pero ¿nos tenemos que ir ya? – preguntó Ana

-      Muy bien, pasado mañana a las ocho en punto estaremos en tu despacho.

-      Hasta el próximo día.

 

Carlos colgó el teléfono móvil, se quedó mirando a Ana, luego con un gesto de tristeza paseó la vista por todo el puerto, se terminó el café, se limpió los labios con una pequeña servilleta y comentó

-       Está claro que en esta vida que hemos escogido, lo bueno dura muy poco

-      ¿Nos tenemos que volver a Madrid?

-      Pasado mañana a las ocho de la mañana tenemos una reunión urgente y sin ninguna excusa con Arturo en su despacho. Me ha comentado que dejemos todo y sin despedirnos de nadie nos volvamos que ya se encarga él de avisar a todo el mundo que nos ha ayudado aquí, o sea que, si te parece hacemos las maletas y nos volvemos en tu coche

-      ¿Qué habrá pasado? – Ana estaba tan sorprendida como su compañero de misión

-      Sabe Dios, pero debe de ser muy importante como para que dejemos todo y nos volvamos.

-      En fin – Ana se levantó – el que manda, manda y nosotros a obedecer que para eso somos oficiales al servicio de nuestros superiores.

-      Venga – Carlos también estaba preparado – cuanto antes salgamos, antes llegamos y tenemos seis o siete horas para ir charlando en el coche e incluso podemos comer en un pequeño restaurante de Calatayud que merece la pena.

-      Muy bien, vamos

 

A los dos días, a las ocho de la mañana, estaban Carlos y Ana en el despacho de Arturo Ventura, el responsable de la misión en Barcelona, mirándose con expresión de no entender absolutamente nada de lo que estaba pasando. Como en la primera vez en que se presentaron los dos iban con sus respectivos uniformes reglamentarios de Marina y del Ejército del Aire y permanecían sentados en espera que apareciera su jefe.

A los pocos minutos apareció Arturo Ventura que, como siempre, vestía de civil con un traje perfectamente planchado y un rostro serio que denotaba su preocupación. Les saludó estrechándoles la mano, tomó un pequeño sorbo de agua, les invitó a sentarse y comenzó su discurso.

-      Carlos y Ana – les miró fijamente como queriendo expresar con sus ojos azules su pesar por tener que comunicarles una mala noticia – lo primero es pedirles perdón por convocar esta reunión casi sin tiempo para celebrarla pero un asunto tan importante que hace que todos nuestros planes tengan que dejarse de lado. Ya les digo que es un asunto que va lógicamente a cambiar nuestras vidas. No hace falta que les recuerde que toda la información que les voy a proporcionar es confidencial y no debe ser comentada con nadie.

Carlos y Ana se miraron sorprendidos ante lo que parecía una noticia de una extrema gravedad

-      Tenemos información - continuó Arturo Ventura - de fuentes absolutamente fiables que está a punto de llegar a nuestro país un virus terrible que puede acabar con la vida de miles o millones  de compatriotas. Para su información les diré que en Italia ya ha provocado cerca de diez mil víctimas. Y por lo tanto se suspenden todas las actividades de todos los comandos distribuidos por el mundo y todos sus componentes deberán reintegrarse a la mayor brevedad posible a sus unidades respectivas. El Ejército va a ser fundamental para el control de esa epidemia y todos los efectivos serán pocos para esa misión.

No hace falta decirles que el Ejecutivo da por finalizadas las conversaciones con Cataluña para la negociación sobre una posible independencia y por lo tanto su misión allí, se puede considerar como terminada hasta nueva orden.

Si me lo permiten, les voy a explicar lo que se sobre la citada epidemia que seguro nos va a afectar de lleno a todos y les repito que es un secreto de estado y no creo que lo conozcan ahora mismo en España más de cincuenta o sesenta personas.

Se trata de un virus que está provocado miles de muertos en China, que ya ha contaminado a varios miles de ciudadanos de los países vecinos y también ha empezado a provocar muertes en países europeos aunque hasta ahora con muy poca repercusión si lo comparamos con lo ocurrido en China. No se sabe absolutamente nada del llamado Covid 19, como es lógico todavía no hay ningún tratamiento efectivo y lo único es que afecta sobre todo a los mayores de setenta años provocando su fallecimiento, que contagia a todas las personas de cualquier edad, incluso recién nacidos, que  provoca una neumonía sorprendente y tan rápida que a los pacientes los lleva a la muerte en pocas horas.  

Como ocurre con todas las epidemias se transmite por el aire, a través de las gotas de saliva que se desprenden al hablar, se queda en todos los objetos próximos y cuando alguien los toca, se infecta inmediatamente. Se calcula que una persona puede contagiar a cien más y así las posibilidades de contagio son infinitas.

Ante este acontecimiento, la Organización Mundial de la Salud, la OMS, de la que seguro habréis oído hablar en muchas ocasiones, recomienda el confinamiento de todos en nuestras casas, con salidas muy estrictas a comprar y poco más, evitar las aglomeraciones de gente, el uso de mascarillas y sobre realizar tests a la mayor parte posible de ciudadanos para saber cuantos han sido contagiados por el virus, cuantos están contagiados y sobre todo cuantos tienen anticuerpos para combatir esta terrible enfermedad.

Para que se hagan una idea, con estas medidas se calcula que podríamos tener unas doscientas mil víctimas y de no hacer las cosas bien, el número se iría más allá del medio millón de víctimas.

Como es natural, el Gobierno está muy preocupado, estudiando la mejor distribución de las camas de UCI, una mejora de los recursos sanitarios y la adquisición de mascarillas y trajes de protección para los sanitarios y posteriormente para todos los ciudadanos y para ello va a necesitar la ayuda de todos. En principio y para evitar el caos económico, este Gobierno va a confinar solo a los ciudadanos en sus domicilios, excepto a los que tengan negocios que se puedan considerar como imprescindibles lo que implicaría el cierre del noventa y tantos por cien de los negocios.

El Gobierno ha creado una comisión de expertos y de momento, en contra de la opinión de muchos de nosotros, no va a hacer nada, permitirá las manifestaciones feministas del ocho de Mayo, la reunión de Abascal con su seguidores de Vox en una plaza de toros y hasta algún partido de futbol donde las posibilidades de contagio son máximas, pero el Gobierno por razones políticas no quiere suspender ninguno de esos actos y para la semana siguiente, si comienzan a ser un número alarmante los contagios, entonces si instaurará medidas, como cerrar los colegios, fábricas, pequeñas tiendas y solo permitirá la apertura de locales de primera necesidad como los supermercados o las farmacias.

Hemos sido varios los que hemos aconsejado al Presidente del Gobierno Sr. Sanchez que cree un Gabinete de crisis para afrontar la que se nos avecina, pero no está por la labor, está seguro que con la ayuda de sus socios de legislatura el partido de podemos, que es conocido por sus ideas comunistas y algunos separatistas, conseguirá frenar la epidemia y se cierra en banda para tomar ya medidas que se saben imprescindibles, pero no hay manera de convencerle.

En fin, que esta es la situación como pueden comprender, el tema de la Independencia de Cataluña, no es el momento de tratarlo por lo que se suspenden todas las conversaciones y por lo tanto su labor allí, ahora mismo, no se considera necesaria. Hablando con el Sr. Suarez, Jefe de la Delegación Española en Bruselas me ha comentado que necesitaría alguien que fuera a las distintas comisiones creadas para conseguir que las medidas contra el Covid  se hagan de manera conjunta y que a buen seguro se repetirán casi todos los días. Sinceramente me parece que para ese destino usted está perfectamente capacitado y por otra parte yo personalmente he pensado que sería muy interesante disponer de un avión del Ejército del Aire que nos serviría para trasladar material desde la base de la OTAN en Bruselas hasta las diferentes provincias españolas y sobre todo en el momento que aparezca una vacuna estar en disposición de, casi el mismo día, traernos unos miles de dosis para comenzar cuanto antes.

Les he propuesto a ustedes dos para ocupar esos destinos y no hace falta que me den la respuesta inmediatamente pero si en pocos días porque son destinos muy queridos por mucha gente y ya les digo que me gustaría que fueran ustedes dos los elegidos.

-      Nosotros estamos dispuestos desde ahora mismo – Ana cruzó su dedos sobre los de Carlos – por nosotros no es necesario que espera ni un minuto. Si quiere nos vamos esta misma tarde

-      ¿Usted también está de acuerdo? – Arturo miró fijamente a Carlos y pudo apreciar que había algo más que compañerismo entre aquella pareja

-      Así a bote pronto es un destino sorprendente, pero si a Ana le parece bien, está claro que es una oportunidad que en ningún caso puedo rechazar.

-      Bien, mañana mismo haré un escrito a la Dirección y si lo aprueban en un mes o mes y medio deben de estar en Bruselas. Solo tienen que esperar mis noticias. Bueno, pues eso es todo – Arturo les estrechó las manos - Muchas gracias y ya les avisaré. Otra vez, muchas gracias

Arturo Ventura, sin atender a ningún tipo de preguntas, se dio la vuelta y se retiró.

Carlos y Ana se volvieron a mirar sorprendidos sin todavía ser conscientes de las repercusiones que todo lo que habían oído iba a repercutir en el devenir de España. Por sus manos entrelazadas pasaba el amor como un tren de mercancías y aquella era una oportunidad para sus carreras que no podía ser mejor. Lo más importante era que cuando consideraban que sus vidas seguirían distintos caminos, Arturo Ventura les había dado una oportunidad maravillosa con unos alicientes para ambos, que todavía no eran capaces de valorar en su conjunto.

Carlos se acercó a Ana y le comentó

-      ¿Cenamos juntos para celebrarlo?

-      Bueno – contestó Ana mientras se ajustaba la gorra de oficial del Ejército del Aire

-      ¿En el hotel?

-      Me parece bien

-      Pero ahora me toca a mí poner una condición – Carlos la miraba cada vez con mayor admiración – la primera vez que cenamos juntos me dijiste que no hablaríamos nada más que de temas de trabajo ¿te acuerdas?

-      Si – Ana se ruborizó tanto que hasta ella misma se dio cuenta que un color le iba y otro le venía

-      Pues esta vez la condición es que no hablaremos para nada de temas de trabajo ¿de acuerdo?

-      De acuerdo – respondió ella apretándole la mano derecha.

-      ¿Vamos?

-      Vamos.

El restaurante del hotel era pequeño y acogedor, una música suave muy relajante llenaba todos los rincones mientras los camareros se acercaban a las diferentes mesas llevando los correspondientes pedidos.

-       Con su permiso Señorita – un camarero de media edad depositó en la mesa un plato, no muy grande, en el que predominaba el color azul, parecía como si el cocinero supiera que su plato iba a ser degustado por una capitán del Ejército del Aire. Estaba compuesto fundamentalmente por unos pequeños filetes de faisán envueltos en un puré de violetas, aromatizado por unas pequeñas ramitas de romero.

-      No se si estará bueno, pero pinta si que tiene – sonrió Carlos mientras observaba como Ana disimulaba detrás de una copa de buen vino de Rioja, mirándole detenidamente

-      ¿Te acuerdas cuando te comenté que me parecía que íbamos muy deprisa?

-      Como no – Carlos recordaba aquella noche en la que solo hablaron de cual iba a ser su misión en Barcelona – me quedé con unas ganas enormes de acostarme contigo, pero no hubo manera.

-      Curiosamente ahora, después de aquellos días en el apartamento de Barcelona, en el que nos conocimos un poco, ahora creo que vamos muy despacio.

-      Entonces te dije si querías casarte conmigo y me dijiste que si, lo recuerdo muy bien – Carlos se separó un poco para que el camarero depositara con sumo cuidado en su lado un plato que lo trataba como si fuera un tesoro, venía cubierto con una tapa de plata y lentamente la levantó y apareció una lubina no muy grande con una cama de puré de patata y una pequeña rosa en su boca. Carlos se la ofreció a Ana quien la tomó entre sus dedos y se la acercó a sus labios levemente retocados con un lápiz de labios de un rojo intenso mientras sus ojos no dejaban de mirar a su acompañante – nos la prometíamos muy felices y como si alguien quisiera separarnos, llegó la comunicación de Arturo que nos volviéramos a Madrid y aquí estamos.

-      Pero tenemos que reconocer que nos ha venido fenomenal – contestó Ana soltando la mano de Carlos y saboreando un pequeño bocado de su delicioso plato previo brindar con su novio – nos vamos juntos a Bruselas, estamos los dos en la base, nos dan alojamiento, cobramos entre sueldos y comisiones cerca del doble que aquí, ¿qué más se puede pedir?

-      Tienes toda la razón – Carlos bebió lentamente su Rioja - nos van a poner en bandeja nuestro futuro y a mi personalmente me apetece mucho más que andar por ahí espiando

-      ¿Tú crees que no vas a seguir haciendo lo mismo? Venga Carlos, piensa un poco – Ana le volvió a tomar la mano por encima del mantel – no seas ingenuo, por favor. Tu sabes inglés, eres un tío interesante, simpático, con buena pinta y por lo tanto das el perfil  perfecto para esa misión y enterarte de todo lo que ocurra en Bruselas con respecto al  Covid ese o como se llame y sobre todo dar explicaciones solo a Arturo saltándote los trámites oficiales ¿se puede pedir más

-      Tiene gracia – Carlos continuaba con su Rioja - ahora va a resultar que la culpa de mi destino la va a tener Pablo Iglesias

-      Piensa lo que quieras, pero yo creo que los tiros van por ahí

-      ¿Tu crees?

-      Ya sabes que las mujeres tenemos un sexto sentido para ponernos en distintas situaciones

-      ¿Y los hombres no?

-      Seguro que no.

-      Total que mi destino, nunca mejor dicho, va a ser continuar siendo un informador para Arturo.

-      Si, hombre si, no pasa nada, yo lo soy desde que era Teniente en San Javier

-      Y yo que pensaba que iba a ser el creador y fundador de un sindicato de Marinos de Guerra. Al final acabo siendo………

-       Un espía, si Carlos si, como cualquier otro cargo

-      Eso serás tú – Carlos se rió abiertamente dejando ver una dentadura perfecta – que yo soy Capitán de Marina y de espía no tengo absolutamente nada

-      Ya – Ana continuaba degustando su plato – eso es lo que tú te crees. ¿para que crees que te había mandado Arturo a Barcelona? Lo primero que debes de saber, aunque supongo que no es ninguna novedad para ti, es que Arturo Ventura fue Director del Cesid y con la llegada de los de Podemos al Gobierno, Sanchez decidió sustituirlo y colocarlo en lo mismo pero con otro nombre. Cosas de los políticos y ahora algunas, como yo, nos encontramos en que somos del Cesid, tenemos un Jefe al que nos dicen que no le demos ninguna información y otro, que ya no es del Cesid que es al que tenemos que darle casi a diario todo lo que vayamos descubriendo por ahí.

-      Entonces yo ¿qué pinto en todo esto? – Carlos bebió un poco de su copa de Rioja

-      ¡Como que que pintas! – Ana lo miraba como sorprendida – tú eres un informador igual que yo, no tendrás el título de profesional del Cesid, pero al final eres lo mismo. Aunque no te lo creas así empezamos todos y poco a poco te van introduciendo en el sistema y cuando te quieres salir, si es que alguna vez quieres, ya no puedes. En el fondo es como una tela de araña que te engancha y no hay manera de soltarte.

-      Ya me imaginaba yo que la cosa iba por ahí.

-      Perdona que te lo diga a la cara pero de verdad que pareces tonto -Ana soltó una sonora carcajada

-      Me parece bien, si somos los dos lo mismo porqué no lo celebramos con un gin tonic y luego subimos a la habitación.

-      Yo casi prefiero no tomar ninguna copa

-      Entonces ¿pido la cuenta  y subimos?

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPITULO 19.-

 Belén llegó de la Facultad, se encerró en su cuarto y marcó en el móvil el teléfono de Pablo, su novio desde que se conocieron en la facultad de Farmacia, hacía ya casi cuatro años. El estudiaba para ser ingeniero agrónomo, era un año mayor que Belén y tenía previsto irse de Erasmus a Londres en cuanto finalizara el curso y haría allí el proyecto fin de carrera. En múltiples ocasiones había tratado de convencer a Belén para que le acompañara en aquella aventura, pero ella se negaba siempre con un planteamiento que no había variado desde el primer día: quería terminar la carrera de Farmacia para luego intentar obtener una plaza en los Laboratorios Admirall donde ese año había hecho las prácticas y le había parecido un trabajo muy interesante.

La jefa de la línea de investigación del laboratorio la había tratado muy bien y casi le había asegurado que en cuanto terminara la contrataba, primero seis meses y después de manera definitiva, aunque siempre dejaba un casi por aquello de como están los trabajos, ya sabes hoy estoy aquí y mañana allí, pero en todo caso me buscas porque seguro que te encuentro algo, no te olvides.

Como para olvidar estaba yo, tenía a todos mis compañeros brujuleando por ahí buscando colocaciones como locos y yo tenía aquella oportunidad que no pensaba desaprovechar. Por eso siempre le decía a Pablo que no se podía ir con él. Le daba pena, para que negarlo, pero en la vida de vez en cuando hay que aprender a decir que no y ella no quería, de ninguna manera, continuar siendo una carga para su familia. Tenía que buscarse la vida cuanto antes y si a Pablo le parecía bien podrían irse a vivir juntos, aunque ya sabía conociendo a su padre que iba a ser una negociación bastante complicada, pero tenía que entender que ya tenía casi veinticuatro años y tenía derecho de escoger su camino. Claro que seguiría llevándose bien con sus padres como hasta ahora, pero tenía necesidad de vivir su vida, no la de su familia y el proyecto de vivir con Pablo le parecía francamente bueno. Alquilarían algún pequeño apartamento y aportarían los dos sus sueldos para el mantenimiento de la pareja. Su novio estaba de acuerdo y también a tener hijos cuando llegara el momento, aunque para eso sería necesario que la relación fuera totalmente estable y lo primero era vivir juntos y no como hasta ahora que tenían que inventarse mil y una historias para pasar un fin de semana solos disfrutando de su amor. Un fin de semana que si se iba con unas amigas a Sierra Nevada, otro que si la había invitado su amiga Ana a su casa de Segovia y así todos los fines de semana. Belén y Pablo le alquilaban un apartamento en Villalba a un amigo de él, que se lo dejaba por poco dinero y solo pagaban cuando lo utilizaban de tal manera que si en un par de semanas no podían buscarse ninguna excusa, no pagaban ni un euro. Allí disfrutaban de un amor de juventud tan ardiente que casi les impedía levantarse de la cama en todo el tiempo que lo ocupaban. Prácticamente no salían a la calle y la única relación era con el repartidor de pizzas que les suministraba el alimento necesario. En aquel pequeño apartamento los planes de futuro llenaban hasta los últimos rincones. Se veían haciendo listas de bodas, yo prefiero muy poca gente, yo también pero a algunos amigos tendremos que invitar, eso si, pero a mí no me gustaría nada una de esas bodas como de diseño en un sitio únicamente dedicado a eso con la mesa mirando al todos los invitados partir una tarta vivan los novios y todo ese rollo, no te preocupes porque no lo vamos a hacer así, a ninguno de los dos nos gusta, o sea que no, viviremos en Madrid y los fines de semana haremos excursiones, podemos ir a la sierra en tren, buena idea o buscar una casa rural barata en algún sitio bonito, tendremos un coche no muy grande, ¿no te gustaría una autocaravana, a mí me encantaría pero sobre todo al principio no vamos a tener dinero para comprarla, siempre podemos alquilarla, eso si, pero no se si me da un poco de asco, bueno ya se verá y luego cuando nosotros seamos un matrimonio estable tendremos hijos ¿cuántos te gustaría tener? A mí por lo menos tres, que exagerada, ¿no sería suficiente  la parejita? si, tampoco está mal, lo malo es como vengan dos niños seguidos, entonces habría que ir a por la niña y ya son tres que es lo que yo digo, ¿tú sabes lo difícil que debe ser educar a un hijo en los tiempos que corren? Eso dicen siempre mis padres pero no creo que sea para tanto. Eso me parece a mí, pero que si las drogas, que si el tema sexual, que si tal y que si cual, a lo mejor hasta tienen razón pero tus padres no son muy valorables porque no admiten nada ni a nadie que no piense como ellos, oye tampoco es plan que te metas con mis padres, no si yo solo digo lo que tú me cuentas, tendrías que conocerlos ya verás como no son tan fieros como piensas, yo voy cuando tú quieras pero no parecen especialmente interesados , yo creo que mi madre si, mi padre posiblemente menos porque ya te he dicho que soy su ojito derecho y seguro que piensa que pierde una hija, tampoco es para tanto ¿no?, pues eso digo yo pero no te creas que es fácil de convencer, si quieres yo un día le conozco e intento convencerle, como quieras,  

 

Belén se tumbó en la cama, la voz de Pablo se adivinaba feliz al hablar con su novia

-      Hola mi amor ¿cómo estás?

Un silencio espeso se interpuso entre ambos teléfonos. Belén comenzó a llorar sin poderlo resistir aunque había decidido que no sería así.

-       ¿Que te pasa Belén, por favor?

-      Estoy embarazada – y lloró todavía con más fuerza sobre el teléfono móvil. Parecía como si un océano se hubiera intercalado en la conversación, una tormenta de olas enormes se deslizaba entre ellos. Carlos que estaba sentado en su mesa tratando de diseñar los planos de una granja de ocas criadas en semilibertad, se puso de pie, se pasó la mano repetidas veces por la cabeza, se ajustó las gafas, tragó saliva, la comida que había tomado apenas una hora antes se le vino a la boca, quería vomitar, pero no tenía posibilidad de hacerlo porque el cuarto de baño estaba bastante alejado de su cuarto y además tenía que pasar por el cuarto de estar donde a buen seguro su padre estaría medio dormido en el sillón  con el ABC encima de las faldas de la mesa camilla que tenía dando calor a sus piernas mientras su madre estaría ante la televisión viendo algún programa de esos del corazón y Carlos no tenía mayor interés que su madre, que de siempre había sido como muy “preocupona” se diera cuenta que estaba pasando por un momento difícil en su vida. Tragó saliva y logró articular solamente una palabra que resonó por todas las ondas de movistar como la explosión de la bomba atómica

-       ¿Seguro?

Belén tardó unos segundo en contestar, por su cabeza desfilaban como en una parada militar montones de situaciones que tendría que pasar. Ya se lo había dicho a Carlos, era un primer paso y bien difícil que le resultó, pero ya se lo había dicho, la segunda parte era como y cuando se lo decía a sus padres, ese si que era un problema de muy difícil solución, esperaba, no sabía muy bien porqué pero lo esperaba, que su madre lo entendiera, era mujer y se podría poner en su situación pero su padre ¿qué le diría y como se lo diría? Prefería no pensarlo, ya vería cuando sería el mejor momento para plantearlo.

Mientras tanto Carlos seguía al otro lado del teléfono esperando una contestación

-       Belén, dime que no es verdad – otra pausa permaneció suspendida entre ambos - ¿no me estarás tomando el pelo?

-      Sabes que no – otra vez el silencio entre los dos, era como si estuvieran a miles de kilómetros de distancia – me he comprado una prueba de embarazo porque hacía dos meses y pico que no me venía la regla, me la acabo de hacer y da positiva.

-      ¿Has mirado la fecha de caducidad?

-      Mi amor, no es ahora cuando hay que decir tonterías – las lágrimas volvieron a aflorar en los ojos de Belén – lo que hay que decidir es que hacemos

-      ¿Cómo que qué hacemos? – Carlos parecía indignado – será que haces tú, porque eres la que vas a tener el niño

-      Y tú eres el padre Carlos, es un problema de los dos – Belén parecía temerse lo peor.

-      Vaya lío – el novio no hacía más que mesarse los cabellos y dar pasos por su habitación como un león enjaulado – y tiene que ser ahora, justo ahora ¿te das cuenta que dentro de un mes me voy a Londres de Erasmus

-      Ya lo se, pero ¡que quieres que haga! – otra vez los lamentos a través del móvil – fue una decisión de los dos en aquella casa rural de la provincia de Soria hace dos meses y pico ¿te acuerdas?

-      Si, claro que si, estábamos los dos encendidos como dos antorchas, había caído una nevada que nos tenía enclaustrados en aquella habitación y era imposible ir hasta la farmacia más cercana a comprar preservativos y lo hicimos sin ninguna protección ¡como no me voy a acordar!  

-      Yo le he estado dando vueltas y tiene que ser de ese día

 Carlos seguía dando vueltas por la habitación

-       ¿Y que vamos a hacer?

-      ¡Como que que vamos a hacer! pues tener el niño y apechugar con las consecuencias de un acto que no debimos haber realizado. Eso es lo que tenemos que hacer

-      ¿Te parece que quedemos en el bar de Manolo y damos una vuelta por el parque del oeste

-      ¿A que hora?

-      Yo en media hora estoy allí.

-       Hasta luego. Adiós.

 

Belén abrió la puerta de su dormitorio, miró a través del pasillo, no había nadie por allí y silenciosamente abrió la puerta de la calle y cuidadosamente la cerró por fuera.

El bar de Manolo al que acudían con cierta frecuencia, estaba en una de las calles perpendiculares al Paseo de Rosales, una tasca de las de toda la vida en Madrid, una barra de mármol blanco donde con un lápiz se apuntaban los pedidos de los clientes, unos grifos que distribuían cerveza con y sin alcohol, agua y vermouth. En las paredes fotos del equipo del futbol del barrio con un banderín regalado por el Atlético de Madrid hacía muchos años, un mantón de manila muy bien enmarcado, unas fotos del primer hombre que abrió el bar allá por 1928 según rezaba otro cartel y que casualmente era el Abuelo de Manolo. Diferentes paisajes de un pueblo que no tendría más de cincuenta habitantes a tenor del número de casas, que era el pueblo de su Abuelo. Un buen día el primer Manolo de aquella saga se le ocurrió venirse para Madrid y con los pocos ahorros que había conseguido arando las tierras que le dejaba cultivar un señor de Madrid, se vino a la capital y encontró ese pequeño local que le gustó desde la primera vez que puso sus pies en él. Durante unos años vivió alquilado en el sótano, lo que debería ser la bodega y cuando consiguió algo más de dinero compró el local, adecentó el sótano para instalar unas mesas y ya vino la familia del pueblo a un pisito en la calle de Lavapiés. Manolo, el Abuelo, tuvo la suerte que en plena guerra civil, cuando casi todos los locales estaban cerrados, él permanecía abierto y una bomba golpeó la pared de la casa de enfrente y en lugar de explotar como hubiera sido lo normal destruyendo una parte importante del edificio, la bomba, no se sabe porqué no explotó y allí se quedó para ser observada por muchos madrileños que se acercaban hasta el lugar para ver, con sus propios ojos, lo que parecía un auténtico milagro y Manolo, el Abuelo, les contaba la historia y les invitaba a entrar en su bar a tomarse unas cañitas. De esta manera, el bar de Manolo se hizo famoso y hasta hoy.

Belén se sentó en una mesa con la encimera de mármol y las patas de una antigua máquina de coser y pidió un café. Miraba un periódico, pero no para enterarse de las noticias del día, sino para esconder su abrumado rostro. No lloraba porque no le quedaban lágrimas, pero su mente deambulaba como un fantasma, sin saber que iba a pasar en los próximos minutos ni como se lo habría tomado Carlos, aunque le pareció, por el tono de su voz a través del móvil, que no especialmente bien. Una duda revoloteaba por su cabeza sin definirse con claridad y era si había hecho bien aquel día, hace un par de meses, y ahora venían las consecuencias. Si era sincera consigo misma tenía que reconocer que entonces no lo había pensado, ni siquiera imaginado, fue un acto de amor y así lo había entendido hasta que no le vino la primera regla. En esas estaba cuando notó un brazo que le rodeaba el cuello, que le levantaba la cabeza del periódico y la besaba con mucho cariño

-       Carlos – ella todavía no sabía muy bien donde estaba – menudo susto

-      Es la primera vez en mi vida que te veo concentrada en un periódico

-      El caso es que no he leído ni un solo titular

-      Pues no lo parecía

-      ¡Que más da! – Belén cerró el periódico y lo dejó encima de la mesa a la vez que el camarero le trajo el café

-      ¿Quieres tomar algo? – le preguntó a Carlos

-      ¿Nos vamos a quedar un rato o nos vamos? – preguntó a su novia

-      Yo prefiero dar una vuelta por el Parque del Oeste.

-      Entonces no quiero nada, gracias. La jefa manda – le contestó al camarero mientras se alejaba comentando que como en todas las casas, la jefa manda.

Encontraron un banco de madera en uno de los paseos del parque un poco alejado de la gente, juntaron sus manos como hacían siempre, entrelazando los dedos y se quedaron los dos mirando el suelo. Parecía como si ninguno de los dos quisiera dar el primer paso, los dos pensaban en lo mismo, pero no tenían la palabra adecuada para iniciar una conversación decisiva para su futuro. Belén pensaba ¿tanto puede cambiarte la vida una situación como la que estaba pasando? mientras Carlos daba vueltas y vueltas a como resolverla, él lo tenía claro, pero ¿cómo se lo decía? eran varios años de íntima relación y sabía como pensaba su novia y no creía que aceptara su propuesta.

Al cabo de unos minutos fue Belén la que inició quizá pensando en alto aquel momento tan difícil para ambos.

-       Bueno ¿qué? ¿no tienes nada que decir?

-      Que quieres que te diga – Carlos hundió la cabeza entre sus manos – que nos hemos metido en un follón de mucho cuidado

-      ¿Tú me quieres? – Belén trataba de mirarle a los ojos

-      A que viene eso ahora – Carlos levantó la cabeza y unas lágrimas salieron como si un río se hubiera desbordado – claro que te quiero, que cosas tienes

-       Si es así – Belén le puso sus dos manos en las mejillas y lo acercó juntando sus caras – no hay problema, nos casamos y nos vamos a vivir juntos con un bebé con el que no contábamos, pero hay muchas parejas como nosotros y seríamos una más.

-      Ya, pero - Carlos cambió el sentido de la charla como una curva al final de una recta – yo no me veo preparado para ser padre, es una responsabilidad tan grande que me da vértigo.

-      ¿Y entonces que propones? – Belén no perdía ni un solo detalle de los gestos de su novio y al ver que no contestaba, añadió - ¿no me digas que estás pensando en que no tenga ese bebé?

-      No me lo hagas decir, pero podría ser una solución

Belén se levantó, se alisó la falda, se limpió las lágrimas con un pañuelo recogió el bolso mientras Carlos volvía taparse la cabeza con sus dos manos. Desde la distancia que los separaba Belén le dijo con una enorme tristeza reflejada en su cara  

-      Si alguna vez quieres hacerte cargo de tu hijo, ya sabes donde estoy, pero este hijo es mío y lo voy a tener pese a quien pese. Lo siento Carlos, te quiero más de lo que te puedas imaginar, pero primero es mi hijo y si por él lo tenemos que dejar, no te preocupes que nunca te lo voy a echar en cara, tú sigue tu camino que yo me iré por otro.

 

Belén abrió la puerta de su casa y enseguida, como siempre, su madre la llamó desde el cuarto de estar donde estaba sentada cosiendo el bajo de unos pantalones. Belén avanzó por el pasillo y casi sin tiempo para que su madre dejara la aguja, la abrazó como hacía muchos años mientras lloraba amargamente. Guadalupe, como buena mujer y madre, comprendió que algo grave le había pasado a su hija, trató de calmarla separándole el pelo de la cara

-       No llores mi amor, no llores por lo que más quieras – con el calor que solo saben dar las madres le secó las lágrimas y la abrazó animándola para que le contara - ¿qué ha pasado?

-      ¿No está papá?

-      No, ha ido a la tertulia esa que va los jueves y no vendrá hasta la hora de cenar.

-      Menos mal – Belén parecía irse tranquilizando

-      ¿Es tan grave que no lo puede oír?

-      Mamá, estoy embarazada

 

Guadalupe, mujer de Antonio Cruz, había sufrido muchos contratiempos en su vida, las noticias terribles le llegaban cada dos por tres en forma de cárcel para su marido, unas veces por un año, otras por tres o cuatro años más por reincidente y todas las había asumido con la resignación propia de quien es consciente que su  marido estaba metido en política y en ese terreno los golpes bajos, los navajazos, las males artes eran moneda corriente, pero nunca en su vida pensó que una situación como la que le estaba planteando su hija podría formar parte de su amplia maleta de malas noticias. Mientras la abrazaba pensaba como haría. Estaba claro que ella solicitaba su ayuda y ella se la tenía que dar. ¿cómo? eso era lo malo. Así de pronto, la sorpresa había sido de tal calibre que no era capaz de razonar.

-       Tranquilízate Belén, por Dios, tenemos toda la tarde para que me lo cuentes todo y ya veremos que hacemos. Ahora cuéntame

-      ¿Qué quieres que te cuente? - Belén se retorcía los dedos de sus manos – una noche Carlos y yo hicimos lo que hicimos sin preservativo y me he quedado embarazada. No hay más.

-      ¿De cuanto tiempo estás?

-      De diez semanas

-      ¿Estás segura?

-      Mamá, por favor, si no lo supiera seguro no te diría nada.

-      Y Carlos ¿Qué ha dicho?

-      No ha dicho nada y lo ha dicho todo – Belén miraba a su madre – él quiere que aborte

-      ¿ Y tú?

-      Mamá ¿tu que crees? le he dicho que lo primero es mi hijo, que lo voy a tener y que lo nuestro se había acabado

-      Pero por lo menos reconocerá al niño ¿no?

-      No lo se – Belén se volvió a abrazar a su madre – no lo se

-      Bueno, bueno, vamos a pensar con calma, porque los nervios en estos momentos no es lo mejor. Lo primero es visitar a tu ginecólogo para que lo confirme y después ya veremos

-      Mamá ¿como se lo voy a decir a papá? Seguro que se pone como una fiera. Casi prefiero irme de casa

-      No digas tonterías. Las cosas vienen como vienen y ahora lo más importante es asegurarte que estás embarazada y después ya pensaremos en lo demás, pero eso de irte de casa ni hablar. Ahora es cuando necesitas ayuda y los padres tenemos que estar a las duras y a las maduras – certificó la madre mientras buscaba el número del ginecólogo para pedir cita

 

Pasó una semana hasta que la recibió el ginecólogo quien después de una pequeña exploración y una ecografía ratificó lo que el predictor había asegurado hacía unos días

-      Si, Belén – el ginecólogo la miraba a través de unas gafas que habían sido testigo de infinidad de situaciones como esa – estás embarazada, más o menos de ocho o diez semanas y tengo que hacerte una pregunta obligada – volvió a mirarla con el ánimo de conseguir su confianza para que le dijera su decisión - ¿quieres continuar con el embarazo?

-      Si – contestó Belén Cruz con determinación.

-      Está bien – El Dr. Almagro anotó algo en el ordenador y la citó para dos meses después para continuar con el seguimiento

-      Solamente quiero decirte, porque es mi obligación, que todavía estás en tiempo y hora para poder abortar. Ya se, por como lo has dicho, que no piensas en eso, pero te lo tengo que decir y si quieres que te sea sincero te felicito por ser tan valiente, porque en los tiempos que corren lo más fácil es interrumpir el embarazo y a vivir que son dos días.

-      No, ya se lo he dicho, ese niño es mío y quiero tenerlo

-      De nuevo te felicito y ánimo que ya verás como todo va bien

-      Gracias.

-      Se lo agradecemos de corazón – intervino Guadalupe – porque estoy segura que muchos de sus colegas le aconsejarían lo contrario.

-      Bueno, ya sabe usted que en colectivos tan grandes como el de los Médicos cada uno tiene su opinión y hay que respetarla pero yo creo que un aborto es una forma de matar a un ser vivo, eso si, un ser vivo muy pequeño, casi como un garbanzo, pero que a los nueve meses, si todo va bien, será un personaje que seguro que a su hija le hará muy feliz.

-      Estamos de acuerdo

 

 

El día se presentaba luminoso, los rayos del sol penetraban por el amplio ventanal haciendo que el salón luciera todavía más bonito de lo habitual. Habían terminado de comer y mientras Guadalupe y Belén recogían la mesa, Antonio se sentó en su sillón, apoyó la cabeza y cerró los ojos.

Pensaba en como había reaccionado cuando Belén, su ojito derecho, le había comentado que estaba embarazada. Se lo dijo así por las buenas, mientras Guadalupe le observaba atentamente. Se notaba claramente que entre ellas ya lo habían hablado y le parecía natural porque entre mujeres esas cosas se entienden mejor. Al principio, le pareció que estaba soñando, no podía ser que su hija, precisamente su hija, fuera a tener un hijo y cuando dejó la servilleta sobre la mesa tuvo la intención de montar en cólera, pero viendo los ojos suplicantes de su hija no pudo hacerlo. Le daba muchísima pena, muchísima rabia y mil sentimientos más, pero afortunadamente el amor hacia su hija imperó sobre todos los demás y no reaccionó de manera violenta. No podía entender como lo había conseguido, pero la realidad es que no gritó, no se levantó hecho un basilisco ni nada por el estilo. Únicamente abrazó a Belén y dejó que ella llorara sobre su hombro. Esos minutos fueron fundamentales, Guadalupe también se levantó y les abrazó a los dos, para pensar que tan poco era un crimen un embarazo, cosas peores había por el mundo y no sabía por qué pero por su cabeza pasó, como si fuera una iluminación del Dios en el que creía firmemente, la valentía de su hija para tomar la determinación de tener un hijo, a pesar que el padre no tenía la menor intención de reconocerlo aceptando lo que había pasado.

-       No te preocupes, hija, nosotros te vamos a ayudar todo lo que podamos y así tendremos un nuevo Antonio Cruz en la familia porque me imagino que le llamarás como su Abuelo ¿no?

 

El tiempo pasó, Belén tuvo su hijo, se enamoró de un hombre también farmacéutico que adoptó al niño con casi tres años como si fuera suyo, se casaron y montaron una Farmacia en Ciudad Real, de donde era natural su marido y fueron muy felices.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  

 

 

 

 

 

 

CAPITULO 20.-

 

Las cosas en casa de Carlos Gonzalez Alía discurrían sin mayores problemas. Los hijos iban abandonando el hogar familiar, como era natural, el primero fue Carlos que llevaba años primero viviendo en Ferrol y últimamente en Bruselas con una Capitán del Ejército del aire de la que estaba profundamente enamorado y ya anunciaban que se casarían, no sabían cuando pero se casaría para tranquilidad de sus padres y porque ya tenían ganas de tener hijos. La segunda ya tenía dos hijos que eran la alegría en el hogar de Carlos y Cristina. Las dos hermanas que les seguían se llevaban mucho mejor, se conoce que los años dan mayor serenidad, Cristina se había independizado, vivía sola en un estudio en Murcia, trabajaba como enfermera de UVI en la Arraixaca en Murcia y una vez al mes, más o menos dependiendo de las guardias aparecía para ver a sus padres y pasar un fin de semana con ellos. Mamen la cuarta, vivía en Cartagena con un hijo de un compañero de Carlos, de momento el tema del casorio parecía que ni siquiera se lo habían planteado. Al principio Carlos no estaba de acuerdo en que se fueran a vivir juntos pero entre su mujer y el resto de sus hijos le convencieron que tenía dos posibilidades o disimular su enfado con lo cual ganaba una hija o ponerse como un loco, con lo cual lo único que conseguiría es que se fueran a vivir juntos de todas las maneras y encima no aparecer por Tentegorra con lo que perdía una hija que posiblemente era la que tenía la cabeza mejor amueblada de todas. Trabajaba como funcionaria del Ayuntamiento y su pareja era fisioterapeuta con lo que disponían de la suficiente cantidad de dinero como para vivir muy bien. En fín que las aguas discurrían tranquilamente por las aguas de la familia hasta que a Cristina madre, en una exploración rutinaria ginecológica, le diagnosticaron un cáncer de mama.

La vida les cambió completamente, tuvieron que explicárselo a sus hijos dando por hecho que le extirpaban un pecho y se acabó el problema y para todos fue una explicación convincente menos para Cris, la enfermera, quien después de la sorpresa inicial se ofreció para una segunda consulta en Murcia. Era muy amiga de una oncóloga y para la cirugía conocía bastante al que hacía ese tipo de cirugías y al cirujano plástico que luego haría la reconstrucción después de un período de quimioterapia y cuando estuviera resuelto y solamente faltara el problema estético a lo que Cristina madre y Carlos su marido se negaban en redondo porque era correr un riesgo más y Cristina había cumplido con creces su labor de aportar hijos al matrimonio, Carlos estaba de acuerdo porque tenía sesenta y pico de años y el amor entre ellos iba a seguir siendo el mismo.

La cirugía al final se la hicieron en la Arraixaca, Cris les consiguió una habitación individual, la primera noche la pasó en la UVI y todo evolucionó favorablemente. A los dos meses comenzó con la quimio que fue un poco más dura de lo que le habían explicado, pero a base de muchas náuseas lo había superado poco a poco. Las cicatrices se iban ablandando y   gracias a la actuación del cirujano plástico, amigo de Cris, que colaboró en la primera intervención le había quedado un resto de mama, que no era igual que la otra pero suficiente.

Habían, por fin, superado, el cáncer de mama después de un par de años de inquietudes, muchas lágrimas y noches de insomnio, la ayuda inestimable de Carlos y la de todos sus hijos y por fin una mañana de un mes de Mayo que no se le olvidaría en la vida, la oncólogo le anunció que tenía que esperarse veinte minutos en la sala de espera porque tenía que darle el informe de alta por curación. Aquellas palabras fueron un momento muy emocionante para la pareja que lo celebraron con su hija Cris en un conocido restaurante de la capital.

Tomando café Cris les comunicó una noticia que llevaba meses deseando anunciarles pero que con tanta revisión nunca veía el momento de darla. Se iba a trabajar con la monjas de la Comunidad de la Madre Teresa de Calcuta a la India.

-       Hija mía – Cristina madre la miraba con los ojos inundados de lagrimas – vaya un día para comunicarnos que te vas. ¿No podías haber esperado un poco?

-      Al revés – Cris también lloraba – hace tiempo que ya lo tenía más que pensado, pero con motivo de tu problema parecía lógico que me esperase un poco, pero ahora es cuando me puedo ir tranquilamente.

 

Carlos no dejaba de mirar a su hija, con una mezcla entre admiración y miedo. Sabía que últimamente estaba muy cambiada, estaba seguro que era una decisión muy meditada y en el fondo estaba contento. Desde pequeñas había intentado inculcar en sus hijos la Religión Católica y ella la había llevado al extremo de irse al lugar posiblemente más pobre del planeta para ejercer su labor. Le parecía una decisión muy importante para una chica soltera de veinticuatro años, pero era su vocación y había que respetarla pero

-       Hija ¿no te podías haber buscado un sitio un poco más cerca?

-      No, pero no os preocupéis que en mi contrato tiene que figurar que tengo derecho a tres viajes al año a España porque si no, no lo firmo y no voy.

-      Espero que estés para la boda de tu hermano Carlos

-      ¿Cuándo han decidido casarse?

-      El otro día nos lo dijeron y nos quedamos de piedra – Cristina y Carlos se miraron con una sonrisa cómplice – como los dos son mayorcitos y tienen un buen sueldo, nos dijeron que se casaban en la base de Matacán en Salamanca el día 1 de Junio y que no teníamos que preocuparnos de nada porque sería una boda íntima, con muy pocos invitados y que ellos corrían con todos los gastos

-      ¡Pero si eso es dentro de veinte días!

-      Ya, pero supongo que estarían esperando a que me dieran el alta

-      Si, ya me lo preguntaron hace tiempo a mí, pero hasta hoy no lo hemos sabido – Cris le dio un golpecito en la mano a su madre

-      ¿Desde cuando lo sabías? – preguntó la madre

-      Me lo dijo Marisa, la oncóloga, hace un par de meses, pero siempre que no hubiera ninguna complicación. Yo se lo conté a Carlos y el tío ha corrido para casarse ya.

-      Casi mejor. Cuanto antes pasen todos los acontecimientos mejor.

 

Efectivamente la boda de Carlos y Ana se celebró en la base aérea de Matacán en Salamanca. Fue una ceremonia muy sencilla, aproximadamente veinticinco invitados y con una Misa y un banquete en un restaurante el matrimonio quedó definitivamente sellado, aunque Carlos, entre bromas comentó en la comida que no sabía si todo aquello sería válido porque la homilía había sido un auténtico monólogo de un cura joven perteneciente a la base y que era muy amigo de los contrayentes. El sacerdote que estaba presente en el banquete se mostró sorprendido por esas palabras y Carlos tuvo necesidad de comentar que lo decía absolutamente en plan irónico porque había resultado una boda posiblemente la más divertida a la que había asistido en su vida. Se notaba que entre los novios y el cura existía una auténtica amistad

-       Pero como no la va a haber si los cursillos prematrimoniales los hicimos en su casa de Bruselas.

-      Eso si que es tener el cura en casa – afirmó uno de los amigos de Carlos.

-      Bueno, para que tus padres se queden tranquilos debo decirles que yo soy primo hermano de Ana, o sea que la conozco desde que nació y eso es verdad porque yo tenía ocho años cuando ocurrió el feliz acontecimiento que se decía entonces y por eso he podido contar montones de anécdotas de la novia, desde aquella muñeca que le pintó la cara de rojo por haberse portado mal en las clases que ella les daba a unas cuantas que las ponía en fila en el suelo y les contaba un cuento cuando tenía cuatro o cinco años o su primera bicicleta con la que se pegó una, iba a decir una barbaridad que Dios me perdone, se chocó contra un árbol y no se quedó en el sitio porque no le había llegado su hora o las excursiones que hacíamos a la sierra o aquella vez en que se perdió en un campamento de verano y las encontraron los monitores sentada en el suelo comiendo pipas y tan tranquila porque sabía que con los drones que tenía la Guardia Civil, la encontrarían antes o después, la niña con trece años ya apuntaba maneras de valiente y luego cuando ingresó en la Academia, que dio la casualidad que yo estaba de cura allí, con lo cual se puede decir que llevamos toda la vida juntos.

-      -  Ahora lo entiendo todo – Carlos padre levantó su copa y brindo por los novios – estos hermanamientos entre el Ejército del Aire y la Marina vienen muy bien para que veáis que los Marinos no estamos siempre encerrados en nuestras bases con nuestros clubs navales  sin hablar con nadie que no sea hijo o pariente de algún conocido  y siendo como los gitanos que se casan entre ellos, los Marinos, sobre todo aquellos como mi hijo Carlos que andan por el mundo dando vueltas  también sabemos juntarnos con chicas guapas aunque sean del Ejército del Aire – Carlos volvió a exhibir la mejor de sus sonrisas, le dio un beso a la novia, otro a su hijo y el último a Cristina de la que dijo que gracias a ella su vida había sido tan feliz como  la de ellos cuando atravesaban la velocidad del sonido y con un Viva el Ejército del Aire y Viva la Marina terminó la celebración con una añadido final de uno de los presentes de Viva el Rey y Viva España a lo que todos contestaron con emoción.

Carlos y Ana iniciaron su viaje de novios en un flamante Citroen con la idea de llegar a Bruselas en quince días que era el tiempo que disponían de permiso. No tenían reservado ningún hotel, no tenían ni idea donde iban a comer cada día, no tenían nada pensado y su única ilusión era atravesar Francia sin prisas y parando donde les apeteciera.

A los cinco años de la boda ya tenía dos niñas preciosas que venían a visitar a sus Abuelos en Navidades, Semana Santa ¡como se iban a perder los desfiles profesionales! y en verano que alquilaban una casa en la Manga del Mar Menor donde disfrutaban de sus Abuelos, unos en Tentegorra y otros en San Javier, más cerca imposible.

Con el tiempo Carlos había sido contratado por la OMS dados sus conocimientos en el tema de las vacunas, con mejor horario, muchas menos reuniones en diferentes partes del mundo y un mejor sueldo, mientras que Ana su mujer, había dejado de volar y colaboraba con la OTAN pero solo como asesora con lo que no tenía que viajar y su vida se volvió bastante más confortable. Se aficionó al vuelo sin motor y casi todos los fines de semana volaba unas cuantas horas para recordar sus años como piloto de las fuerzas aéreas españolas. La soledad surcando los cielos de Bélgica era su compañera y disfrutaba como nadie de aquellos paseos por el aire. Solamente una vez tuvo un pequeño percance sin mayor importancia, pero que le supuso un susto considerable y es cuando un pájaro de considerables dimensiones se golpeó con el morro del pequeño avión lo que provocó una pérdida de altura en unos pocos segundos, pero que gracias a la habilidad de Ana y a su experiencia de sus muchas horas de vuelos consiguió enderezar el avión y aterrizar sin mayor problema. Los mecánicos del pequeño aeropuerto donde aterrizaban la felicitaron por su pericia y desde entonces se convirtió en una heroína para todos ellos y Ana volvió a su casa como si nada hubiera sucedido y le dio tan poca importancia que ni siquiera se lo contó a Carlos, que se enteró al cabo de algunos años  y le preguntó

-       ¿Es verdad que hace unos años casi te matas en uno de esos avioncillos?

-      ¡Que va! -  Ana soltó una carcajada mientras preparaba dos gin tonics en la terraza de su casa – es verdad que un pájaro se estrelló contra el morro del avión, pero no pasó absolutamente nada

-      Alguien me ha contado que bajaste con el morro del avión destrozado y que si no llega a ser por tu habilidad te hubieras matado

-      No, hombre no, tampoco fue para tanto, un pequeño susto y nada más – Ana le ofreció la bebida – es como si tú te encuentras con una tormenta de las buenas, llegas a puerto y todo el mundo dices que eres un héroe. La gente exagera, pero afortunadamente no pasó nada.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPITULO 21.-

 

Julián Cruz era para aquella reunión como el enlace entre Europa y Cataluña para intentar resolver los problemas que estaban apareciendo. Venía de Moscú donde desempeñaba el cargo de Jefe de la Delegación Comercial española desde hacía dos años con unos excelentes resultados según el gobierno español presidido por el Sr. Sanchez. Su curriculum que había sido distribuido a todos los presentes era impecable. Desde que terminó la carrera de Económicas en la Facultad de Madrid, hasta el momento de su presentación en Barcelona había sido consultor para Asuntos Armamentísticos de Venezuela, Senador por designación directa de la entonces oposición en España, Jefe de la Asociación para el Desarrollo Naval de Colombia, Jefe del Gabinete Asesor para Asuntos Extranjeros del Presidente Sanchez ubicado en París y Jefe de la Delegación Comercial Española en Rusia durante sus dos últimos años. Un curriculum perfecto revisado por la Generalitat de Cataluña y que había sido del agrado de los encargados de negociar con él. Era un tema delicado, la venta de armas nunca había sido un negocio claro, ni mucho menos y al nivel de millones de Euros que se manejaban eran muchos los que se acercaban a aquel mundo desconocido y lógicamente los compradores tenían que asegurarse con quien negociaban. La persona de Julián Cruz les había parecido la mejor y con las mejores referencias. La comisión encargada de la compra de armas por parte de la Generalitat de Cataluña se encontraba reunida en unos de los salones de Palacio de la Santa Creu y casi sin tiempo para sentarse recibieron una atenta carta, que fue leída por el secretario, perteneciente a la Cup, Jordi Junqueras, en la que Julián Cruz se disculpaba por su ausencia al haber recibido una notificación de su oficina en Madrid en la que le instaban a presentarse urgentemente para un asunto de vital importancia. Estoy seguro, les notificaba Julián, que en un futuro que espero sea lo más cercano posible podamos organizar una nueva reunión y entrar en detalles sobre sus necesidades de material y las posibilidades que mi empresa les puede ofrecer y llegaremos a un acuerdo satisfactorio para ambos. Con un atentamente Julián se despedía de los que parecía que iban a ser unos muy buenos compradores.

Julián había sido nombrado para esa misión por la que había sido una destacada posición en el partido de Podemos, partido curiosamente al que él no pertenecía por su declarada posición contra su presidente el Señor Pablo Iglesias, pero por un acuerdo tácito entre el partido socialista y podemos habían llegado a la conclusión que podría ser un interlocutor válido para la venta de armas que solicitaba Cataluña para sus Mossos de Escuadra.

Pedro Sanchez era conocedor de las dotes de persuasión de Julián Cruz, lo había demostrado en múltiples ocasiones, le conocía personalmente desde sus tiempos de la Universidad y le parecía una persona de fiar, pero no podía olvidar que era hijo de un conocido golpista y aunque se pretendía mantener en secreto esa faceta de su vida, era consciente que en cualquier momento podría aparecer en las redes sociales. Esa era y no otra la razón por la que el Gobierno había decidido enviarlo una larga temporada a Moscú y allí conoció algo del negocio de la venta de armas que era una parte de su trabajo habitual.

En alguna ocasión, el CESID intentó entablar algún tipo de acercamiento hacia la persona de Julián Cruz, pero siempre se encontró con una persona que no tenía ninguna intención de abdicar de su pasado comunista y por supuesto sin mayor interés en contribuir en mejorar la información de España en el extranjero. Todo el mundo sabía que nuestro país negociaba con material bélico con muchos países tanto europeos como, sobre todo sudamericanos, pero nadie asumía el papel de negociador hasta que llegó Julián Cruz que no solo lo asumió si no que lo incluyó en su curriculum como un mérito en su carrera política.

Por las razones anteriormente expuestas, Julián Cruz era estrechamente vigilado por diferentes organizaciones de información de todos los países, sobre todo europeos, pero su facilidad para desmarcarse era impropia de un hombre tan joven y eran muchos los días en que desaparecía, casi como si fuera un truco de magia, apareciendo a los pocos días sin explicar donde ni con quien había estado.

Hacía años que se había despedido de su novia Dori con la que había convivido como okupa mientras estudiaba la carrera en Madrid y desde entonces habían sido varias las mujeres con las que había compartido su vida, pero siempre con la duda si serían sus parejas por amor o por otros motivos que podrían hacer fracasar su carrera política. Se había vuelto un hombre tremendamente desconfiado, ocultaba su identidad hasta que no tenía más remedio y últimamente se comentaba en los mentideros políticos que era uno de los más codiciados.

Desde su estancia en Moscú había cambiado no solo su indumentaria, ya no usaba vaqueros, sino también su aspecto físico en general, se había cortado el pelo, seguía con su costumbre de no llevar corbata, decía que le parecía como una soga en el cuello de un ahogado, pero la suplía con diferentes pañuelos y todo su personalidad se había transformado hacia un político como más perteneciente a cualquier partido liberal que a un partido de los trabajadores, más o menos disimulado.

Su inminente llegada a Barcelona había sido muy comentada entre los miembros de los distintos partidos independentistas catalanes, ilusionaba su papel como intermediario entre los que ellos consideraban dos países diferentes y su carta en el último momento había sido acogida con bastante incomodidad. Debía ser un motivo muy importante el que le obligaba a permanecer en la capital de España y tanto unos como otros decidieron casi de inmediato postponer esa reunión para más adelante cuando las condiciones fueran más favorables.   

Julián llevaba una semana en España, había llegado en un avión privado desde Moscú y rápidamente se había trasladado a su lujoso apartamento en uno de los barrios más elegantes de la capital de España, concretamente un ático en la calle Velazquez. Desde su amplia terraza disimulada con unos enormes maceteros que lo aislaban de eventuales vecinos, Julián Cruz podía disfrutar de su ansiada intimidad. Venía dispuesto a reanudar sus largas veladas con sus viejos amigos de las Juventudes libertarias y a disfrutar de un Madrid al que había añorado como nadie después de unos cuantos años de andar por el mundo adelante de destino en destino. Mantenía un contacto muy lejano con sus padres, se veía muy de vez en cuando con su hermano Antonio, siempre en Bruselas con motivo de algún viaje de trabajo, y hacía años que no veía a su hermana Belén.

Sentado en la terraza recordaba sus años de hijo de familia, las discusiones casi permanentes con su padre en cuanto se tocaba algún tema relacionado con la política, las insinuaciones de su madre para que cambiara su manera de ser, las charlas porque no se podrían llamar discusiones con su hermano Antonio que nunca eran violentas porque cada uno respetaba su manera de pensar aunque eran diametralmente opuestas y también recordaba su hermana pequeña Belén que, cuando él se fue de casa estaba estudiando primero de Farmacia y desde entonces no la había vuelto a ver ¿qué sería de su vida? ¿habría terminado la carrera? lo mismo se había casado y hasta tendría hijos. Todos esos recuerdos iban pasando por su cabeza y hasta dudaba si sería buen momento para recuperar el trato con una buena parte de su familia. Con su padre imposible, si que podían verse y tomar un vino, pero nada más porque, según le contaba su hermano Antonio, seguía inmutable con sus ideas sobre el Gobierno siempre, para él, dispuesto a negociar con los enemigos de la patria y de ahí no había quien lo sacara. Si que le gustaría darle un abrazo enorme a su madre a la que consideraba una auténtica heroína por soportar a semejante marido y sobre todo a Belén que había sido su paño de lágrimas en multitud de ocasiones y posiblemente esta vez si que intentaría contactar con ella.

-       D. Julián – una señora de cierta edad, con marcados rasgos sudamericanos le interrumpió sus pensamientos – perdone que le moleste – se alisó el pijama blanco que la acreditaba como la única miembro del servicio de aquella casa - ¿desea que le deshaga la maleta?

-      No, gracias Luscinda, no se preocupe, ya lo haré yo dentro de un rato.

-      ¿El señor va a salir esta noche?

-      No, estoy cansado y me voy a acostar pronto. No se preocupe por mí, cierre la puerta y váyase a dormir.

-      Muy bien, Señor, hasta mañana.

-      Hasta mañana.

 

Por fin una mañana de sol, como solo las hay en Madrid. El simple hecho de abrir la ventana y dejar penetrar la luz fue suficiente para que su estado de ánimo se llenara como de optimismo. Que diferencia con aquellos amaneceres en Moscú, aquí hasta los tejados destilaban alegría. Las cuatro torres ubicadas al final del Paseo de la Castellana relucían como queriendo demostrar al mundo que estaban ahí para irradiar ganas de vivir a todos los países del mundo, las plantas de la terraza se mostraban ufanas por pertenecer a este país y después de una breve ducha, Julián se sentó en la terraza, con un periódico del día en la mano y enseguida apareció Luscinda con una amplia bandeja en la que destacaba un vaso con zumo de naranja, café con leche y bollería variada de la cercana pastelería Mallorca.

-       Buenos días, D. Julián – saludó la señora con una amplia sonrisa – ¿ha dormido bien?

-      Muy bien – contestó Julián mientras encendía su pequeño ordenador que le acompañaba a todas partes – a pesar que hace más de un año que no venía por aquí, se nota que todavía se acuerda de mis gustos

-      Faltaría más, señor, para eso estamos.

-      Gracias Luscinda.

 

 Aunque ya le habían avisado de la Moncloa, sede del Gobierno del Sr. Sanchez y sabía, más o menos el motivo de su llamada urgente a Moscú, era obligatorio posponer la posible negociación con el Gobierno Catalán, así se lo habían comunicado y en eso pensaba mientras se vestía parsimoniosamente para acudir a la cita con el Sr. Presidente.

Un taxi le esperaba en la puerta de su casa y en pocos minutos estaba en el Palacio de la Moncloa esperando ser recibido por su amigo Pedro Sanchez. El salón donde le indicaron que se sentase era grande, funcional, con poco muebles pero muy bien distribuidos y unos cuadros de colores difuminados hacían la estancia como muy agradable. A los pocos minutos y por una puerta lateral apareció Pedro Sanchez, el Presidente del Gobierno quien se fundió en un abrazo con su amigo desde los tiempos de la Facultad, Julián Cruz. Fue un abrazo sincero, como de agradecimiento por la función realizada en la capital rusa durante aquellos dos años lo que agradeció Julián con una sonrisa.

-      Si te parece nos tomamos un café aquí mismo y enseguida pasamos a mi despacho

-       Lo que tú digas me parece bien, para eso eres el Presidente del Gobierno, total nada

-      Venga déjate de coñas Julián – se sentaron ambos en unos sillones blancos casi al lado de la puerta de entrada del Palacio de la Moncloa – ¿Te acuerdas cuando jugábamos al baloncesto en la Facultad?

-      Jugabas tú porque yo era muy malo

-      Hombre, alguna canasta encestabas, sobre todo de contraataque

-      Si, pero el que de verdad jugaba eras tú – Julián se permitió el lujo de darle una pequeña palmada en el muslo – y quien me lo iba a decir a mí sentado con el Presidente del Gobierno de España que se dice pronto.

-      Mi trabajo me ha costado – sonrió Pedro Sanchez con esa sonrisa de encantador de serpientes que tantos votos le había proporcionado

-      Supongo que si, porque este mundo de la política es muy complicado.

-      Fíjate como será que hasta me quisieron echar del partido socialista

-      Pero no lo consiguieron

-      Eso está claro y por eso estoy aquí – El Presidente de ajustó el nudo de la corbata – y te he llamado urgente porque quiero que me hagas un favor

-      Eso está hecho – Julián reconoció que le estaba muy agradecido por todos los cargos que le había proporcionado, de manera indirecta, su amigo Pedro Sanchez.

-      No se si lo sabes pero estamos muy preocupados porque se acerca una pandemia que nos va a llevar a la ruina si no sabemos gestionarla bien.

-      Algo oí el otro día en Barcelona. Parece ser que es un virus que viene de China ¿me equivoco?

-      No, se nota que estás bien informado. El caso es que esa situación nos obliga a retrasar cualquier otra acción que pudiera emprender mi gobierno

-      Ya – Julián movió su cabeza de un lado hacia otro – y entre ellas está el tema catalán ¿es así?

-      Es para lo que te he llamado. Tienes que parar la negociación sobre la venta de armas a la Generalitat, pero ya y no te preocupes que de la parte del independentismo ya me ocupo yo.

-      No hay problemas, seguro que lo entienden

-      Y si no lo entienden, peor para ellos porque no tenemos un duro para esas compras en el momento actual. Lo siento si te perjudico directamente, pero tiene que ser así.

-      Hombre – Julián se ajustó la raya del pantalón – por supuesto que me viene fatal porque era una operación de muchos miles de millones de Euros y el tema de las comisiones ya sabes como funciona, pero ¡que le vamos a hacer! Lo primero es lo primero.

-      Menos mal que hay una persona que lo entiende porque llevo una temporada que todas mis decisiones no son entendidas ni por la gente de mi propio partido.

-      Aunque yo no soy nadie para darte consejos, te diré que en mi campo pasa lo mismo, con menos responsabilidad por supuesto, pero está claro que no te puedes fiar de la gente.

-      El problema no es tanto que no te puedas fiar, para mí lo peor es que yo obro en conciencia y todos entienden que soy un mentiroso compulsivo, que no tengo palabra, que patatín y patatán y no saben que todo, absolutamente todo lo que hago, es por el bien de España

-      Ya, Pedro, pero si todo el mundo conduce por la derecha y tú solo decides ir por la izquierda, no puedes pensar ¿que el que estás equivocado eres tú?

-       No, eso no lo puedo pensar porque entonces no sería Presidente del Gobierno. En política, como en las negociaciones tuyas en el tema de las armas, hay que ser pillo, no mentiroso que no es lo mismo, se trata de buscarle las vueltas a todo, siempre pensando en los votos, claro que si y las palabras se las lleva el viento pero los cargos de responsabilidad esos permanecen y a esos me debo, son muchos los que han confiado en mí y yo no puedo poner sus vidas en peligro. La Administración es nuestro mejor Médico y la que nos da seguridad para el resto de nuestra existencia. Tenemos que permanecer en el poder cuanto más tiempo mejor y así podemos ir colocando a los nuestros en puestos de responsabilidad.

-      Y con la pandemia esa que dices ¿pueden perder esos puestos?

-      Haremos todo lo posible para que no, pero para eso tenemos que tener tipos como tú trabajando en la sombra y evitando que nos veamos envueltos en temas delicados. Para eso estáis los negociadores, los políticos estamos para otras cosas – Pedro Sanchez se puso de pie – Vamos a mi despacho y seguimos hablando – le dijo mientras le pasaba su brazo derecho por encima de los hombros de Julián.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPITULO 22.-

 

Antonio Cruz padre, padecía una bronquitis crónica que, en determinadas épocas del año, se le agudizaba de tal manera que se pasaba el día tosiendo y poniéndose morado como si le faltara el aire. Había visitado a varios neumólogos y todos había coincidido que era un padecimiento que sufriría sistemáticamente todos los inviernos que le quedaran de vida. Tomaba mil y una medicinas pero la enfermedad seguía su curso y cada año los episodios agudos se repetían con más frecuencia. Desde hacía meses Antonio necesitaba usar permanentemente oxígeno y aunque salía poco, si lo hacía, iba inseparablemente unido a su bombona de oxígeno que a través de una goma que se introducía por la nariz, le permitía deambular más o menos bien. Cada cien metros tenía que pararse porque le faltaba el aire, tenía que andar muy despacio agarrado a su inseparable Guadalupe que le servía de bastón y de guía en esos momentos duros. Donde mejor estaba con diferencia era en el pueblo porque la contaminación de una gran ciudad como Madrid le agobiaba como si no hubiera aire para todos, por eso permanecía la mayor parte de su tiempo en el pueblo cerca de Astorga. Permanecía mucho tiempo en la cama, se levantaba tarde, se sentaba en el patio siempre que la temperatura exterior lo permitiera, por la tarde daba una pequeña vuelta. Recibía pocas visitas, sus amigos le llamaban por teléfono y los hijos, sobre todo Belén, se acercaba en cuanto llegaba algún puente porque la farmacia en Ciudad Real había que atenderla. Aparecái sin avisar con sus tres niños que hacían las delicias del Abuelo, aunque raro era el día en que no se acostaba un poco antes, porque los “enanos” no se daban cuenta que el Abuelo estaba muy enfermo y tanto llevarle de aquí para allá terminaba dejándolo agotado. Una vez cada seis meses, aparecía Antonio, el mayo, casi siempre solo porque Ana, su mujer tenía muy  pocas vacaciones y se reservaba para el verano. La gran pena era que Julián desde hacía años ni siquiera había preguntado ni una sola vez como estaba su padre. Antonio hijo le insistía que tenía que llamarle, pero la respuesta siempre era la misma:

-       Para que, si lo único que sabe es echarme una bronca, mejor que no sepa nada de mí y así está tranquilo.

-      Allá tú, le contestaba Antonio pero tampoco creo yo que te cueste mucho trabajo coger el teléfono y preguntarle como está

-      Cualquier día lo hago, no te preocupes – pero ese día nunca llegaba. Incluso una vez fue a una reunión de trabajo en León y no tuvo la valentía de acercarse. Antonio hijo se enteró por los periódicos en Bruselas y no tardó ni medio segundo en llamar a su hermano

-      Acabo de leer que estuviste en una reunión en León ¿es verdad?

-      ¿Y  no se te ocurrió ir a ver a papá?

-      Si quieres que te sea sincero si que se me pasó por la cabeza pero llevaba billete del AVE para las cinco de la tarde, tuve que comer con unos de allí y se me hizo tarde.

-      Parece mentira Julián. Estoy seguro que está deseando verte, pero los dos sois tal para cual, él no te llama y tú tampoco das tu brazo a torcer.

-      El que dijo que no quería verme nunca más fue él.

-      Pero Julián, por Dios, si de eso hace por lo menos seis o siete años.

-      Ocho – contestó con firmeza el que en ese momento era el Delgado del Gobierno en Cataluña nombrado directamente por el Sr. Presidente de la nación, su amigo Pedro Sanchez y de quien su padre le había echado de su casa “prefiero no verte que tener un rojo en casa que encima desde su cargo contribuye con su postura a la desintegración de España, de esa España por la que él había luchado y lo único que había conseguido eran detenciones, arrestos, cárcel y no tenía porqué soportarlo en su casa” quítate de mi vista, prefiero que no vuelvas por aquí y dando un portazo se metió en su despacho del que no volvió a salir a pesar de los ruegos de Guadalupe que insistía en que no se pusiera así. Antonio, el padre, insistía en sus argumentos y no salió – fue papá el que me echó y bien que lo siento pero no pienso volver.

-      Bueno, yo no puedo hacer más – Antonio hijo no podía hacer más – allá tú, pero me parece que lo estás haciendo mal, pero ya eres mayorcito para saber lo que tienes que hacer, pero – insistió – creo que te estás equivocando

-      ¿Y él no?

-      Seguro que también, pero tiene ochenta años y ahora no le vas a cambiar su manera de pensar.

-      Ni yo tampoco voy a cambiar la mía.

-      Bueno, bueno, allá tú

 

Una mañana fría de invierno con un viento que atravesaba los campos de la maragatería intentando tumbar las ramas de los árboles, Guadalupe estaba en la cocina preparando el desayuno cuando oyó un ruido extraño procedente de su habitación. Subió rápidamente las escaleras y encontró a Antonio con los ojos muy abiertos, una terrible tiritona y un color morado como si no le llegara el aire, la boca hacia un lado mientras unas babas aparecían por la comisura del labio. Estaba medio incorporado, como si hubiera querido levantarse, una mano agarraba los barrotes del cabecero mientras lo otra sujetaba su garganta. Guadalupe le dio unas palmadas en la cara, pero su marido no reaccionaba, lo tumbó en la cama  notó como su pecho subía y bajaba como queriendo aspirar todo el oxígeno de la habitación. Guadalupe no sabía que hacer, bajó a la cocina y preparó deprisa y corriendo una tila que intentó dársela, pero Antonio estaba como ido. Buscó el móvil y llamó al 112 y a los pocos minutos, que a ella le pareció una eternidad, apareció un ambulancia tocando la sirena lo que hizo que todo el pueblo se acercara a la casa de Antonio. Los sanitarios rápidamente le intubaron, comprobando que respiraba con dificultad, pero respiraba y lo introdujeron en la ambulancia medicalizada e indicaron a Guadalupe que podía ir con él hasta la Residencia de León. Casi sin tiempo ni de ponerse un abrigo salieron a toda velocidad. Al llegar a la Residencia le indicaron que lo llevaban directamente a la UVI y que por los protocolos de la pandemia no podría verlo. Le aseguraron que hablarían con ella todas las mañanas, que no se preocupara que estaría bien atendido, que su estado era muy grave, había sufrido un ictus, pero gracias a la rapidez con que se había realizado el traslado tenía algunas posibilidades, pocas, de superar el grave accidente cerebrovascular que había sufrido su marido. El Doctor que le atendió en la urgencia le permitió darle un beso de despedida y a continuación lo llevaron rápidamente para iniciar el tratamiento.

Guadalupe se quedó sola en una sala de espera absolutamente desierta, las lágrimas llenaban sus mejillas, estaba prácticamente segura que su marido no saldría vivo de ese ictus y aunque intentaba rezar su congoja no la dejaba ni pensar. A los pocos minutos sintió como una enfermera le pasaba un brazo por encima de sus hombros. La miró como el náufrago que se agarra a un tablón en medio del mar cuando el barco ya se había hundido

-       Por favor – Guadalupe le sujetaba una mano – que no se muera solo, por favor, es lo único que le pido

-      No se preocupe que estamos todos a su alrededor

-      Por favor se lo pido

-      Señora, si quiere le pido un taxi para que vuelva a su casa y como ya le ha dicho el Doctor si nos deja su teléfono yo me comprometo personalmente que en cuanto veamos un poco su evolución la llamo y le voy contando

-      Muchas gracias, se lo agradezco mucho – contestó Guadalupe mientras apretaba aquella mano amiga que era la única a la que podía aferrarse en aquella situación.

-      Si me permite un consejo – la enfermera la miró con ternura – lo mejor que puede hacer es irse. Como sabe el Hospital está lleno de pacientes con Cobi y aquí se puede contagiar.

-      ¿No me puedo quedar? Le prometo que no molestaré nada

-      Lo siento, pero las normas que tenemos es que no permanezca nadie en esta sala y para estar en la calle, mejor es que se vaya a su casa y le vuelvo a repetir que yo la llamo en cuanto sepa algo. Confíe en mí

-      Muchas gracias, muchas gracias.

 

Desde su casa Guadalupe llamó por teléfono a su hija Belén y de manera entrecortada consiguió decirle que a su padre le había dado un ictus y que estaba muy grave en el Hospital de León. Belén trató de tranquilizarla sin conseguirlo, le aseguró que iría en un tren hasta Madrid y que en un AVE a León calculaba que en tres horas estaba en la Residencia.

-      Belén, ven a casa. Yo también me voy porque no se puede estar en el Hospital por culpa de la pandemia, pero una enfermera me ha asegurado que me llamará en cuanto sepa algo.

-      Estate tranquila que voy a casa. Si se me dan bien los trenes en tres o cuatro horas estoy contigo y tranquila que ya verás como todo se arregla

 

La tarde transcurrió sin noticias, Belén llegó en poco más de tres horas, el teléfono permanecía mudo excepto para hablar con Antonio que llamó desde Bruselas y que, según los vuelos, esperaba estar con ellas al día siguiente por la mañana. Guadalupe esperaba hablar con su hijo Julián y eso se produjo sobre las nueve de la noche

-       ¿Qué ha pasado mamá?

-      A tu padre le ha dado un ictus y está muy grave en el Hospital.

Ambos permanecieron mudos por unos instantes que se hicieron una eternidad. La madre esperaba oir lo que deseaba de su hijo y el hijo no sabía lo que tenía que decir, por un lado debería de ir, como no iba a aparecer si se estaba muriendo su padre, tenia que ir, una cosa era llevarse mal y otra no estar con su madre que además ella si que no tenía ninguna culpa. Por fin acertó a decir:

-       Mamá: te prometo que resuelvo unos asuntos mañana por la mañana y al mediodía estoy allí.

-      Gracias, hijo – la madre casi no podía hablar – te lo agradezco mucho y seguro que tu padre también.

-      Hasta mañana.

 

Los vecinos como pasa en todos los pueblos se arremolinaron alrededor de la casa de los Cruz. La mayoría aparecían lentamente con caras tristes, las manos en los bolsillos y la pena reflejada en su rostro. En el momento de entrar en el amplio patio apagaban las colillas aplastándolas con un pie y se acercaban a Guadalupe y su hija que estaban sentadas agradeciendo a todos su presencia en aquellos momentos tan difíciles.

Algunas vecinas acudían con productos de la huerta, huevos, fruta, pimientos fritos que habían preparado para la cena y se sentaban cerca de la familia sin decir nada. De vez en cuando alguna suspiraba y alzaba sus ojos al cielo, otras confesaban que hacía años a su marido le había dado algo parecido y salió a las pocas semanas con alguna secuela pero poco para que lo que podía haber sido. Lo malo es que ahora con eso del coronavirus o como se llama las cosas se han puesto muy feas. Eso es verdad, contestaba otra mientras tomaba un dulce de los que iba ofreciendo Belén a los presentes, pero hay que pensar que Antonio está muy fuerte y seguro que puede con eso y con mucho más. Dios te oiga contestaba Guadalupe mientras algunos más alejados miraban a Belén y pensaban que hacía tiempo que no la veían por ahí, pero que se había vuelto toda una mujerona. Juan el cartero con su media sonrisa que para que andarse con rodeos, estaba muy buena y ya está, pero como dices eso Juan de una señora casada, pues lo digo porque lo digo, porque es la verdad, se ha convertido en toda una “jaquetona” Braulio el frutero preguntaba si vendría el hijo, ese que era más rojo que Carrillo. Tendrá que venir, que cosas dices, una cosa es ser rojo y otra es no ver a tu padre cuando se está muriendo, no me jodas Braulio, no se yo lo digo porque hace años cuando se hablaban no dejaban ni un minuto de discutir. Angel, el aguacil contestó con sorna dejando aflorar una leve sonrisa en su desdentada boca, bueno, ahora el chico tiene una ventaja y es que el pobre Antonio no le va a poder contestar. ¿Porqué no? preguntaba Fabio, el único guardia municipal que había sido enviado por Acisclo, el Alcalde, para que se enterara como iba la cosa y le avisara si se moría para acudir a darle el pésame a su viuda. Porque a Ramón, el hermano de Josechu el del molino le dio una cosa parecida y del Hospital se fue derecho al hoyo. Que bruto eres Braulio, como se va a ir solo, alguien lo llevaría digo yo. Si, claro, le acompañó Marcos el enterrador mientras su mujer estaba en Madrid visitando a algún familiar y no hubo manera de localizarla. A saber con quien estaría porque esa también era buena. Joder, Remigio como se te ocurren esas cosas ahora mismo, ¿alguien la encontró hasta una semana después? Es verdad o no, pues eso, yo me voy a casa de mi hermano y me entero al minuto de todo lo que pasa en el pueblo y esa, mírala, si está tan tranquila y no hace ni cinco meses que se le murió el Ramón y ahí la tienes.

 

En esas momentos sonó el móvil que Guadalupe tenía encima de la mesa, todas las voces se callaron a la vez como si un director de orquesta hubiera dado la orden de finalizar, los hombres se calaron las gorras, dejaron de comer y beber mientras a Guadalupe un color se le iba y otro le venía. Después de un minuto hablando volvió a dejar el móvil en su lugar y se abrazó a su hija llorando desconsoladamente

-       Tu padre acaba de fallecer.

El entierro se retrasó unas horas, esperando que llegaran tanto Antonio como Julián. El cadáver por aquello de la pandemia estaba en un polideportivo donde se acumulaban los féretros cerrados con una pegatina en la parte superior. En el caso de Antonio Cruz el Capitán del puesto de la Guardia Civil en Astorga había ordenado una vigilancia especial y así además del féretro estar cubierto por la bandera nacional, dos guardias permanecían firmes a ambos lados del cadáver.

 

Por la mañana del día siguiente acudieron a darle un último adiós Guadalupe, Antonio hijo y Belén. Depositaron un ramo de flores delante del ataúd e inmediatamente el Capitán de la Guardia Civil les invitó a salir del improvisado tanatorio porque estaba rigurosamente prohibida la presencia de familiares. El entierro sería a las once de la mañana del día siguiente y el oficial les prometió que hasta ese momento estaría permanentemente custodiado por Agentes de la Agrupación de Astorga y eso si, les avisaba que solamente podrían acudir al entierro cuatro personas.

Por la tarde de ese mismo día apareció Julián que se abrazó a su madre, a Antonio y a Belén y se quedó en silencio a un lado de la mesa en la que se distribuían, sin ningún orden, infinidad de viandas que habían aportado los vecinos.

Guadalupe permanecía sentada absolutamente vestida de negro, pasando lentamente las cuentas de un rosario ajado por el paso de los años, mientras su mirada estaba anclada en el infinito. Sus hijos la aconsejaban que intentara descansar un poco porque al día siguiente sería el entierro y tenia que ser bastante duro, pero ella se negaba en rotundo afirmando que no estaba cansada.

El atardecer fue cayendo sobre la casa solariega aportando un poco más de tristeza al paisaje y hasta el sol se retiró ese día un poco antes de lo habitual, lo mismo que todos los vecinos,  para ayudar al descanso de la familia de Antonio, un hombre muy respetado en el pueblo, algunos porque estaban de acuerdo con sus ideas y otros porque aunque comulgaban con otras totalmente diferentes, eran conscientes que había sido un hombre fiel a su manera de pensar y había sacrificado algunos posibles ascensos por no abdicar de sus planteamientos políticos.

Después de una pequeña cena, Guadalupe y Belén se retiraron a sus habitaciones mientras que Antonio y Julián permanecieron hasta cerca de las tres de la madrugada hablando de política como dos hermanos, tratando de disuadir cada uno a su contrario con argumentos muy diferentes pero sin llegar a una confrontación directa.

A las once de la mañana, con una puntualidad parecida a la del Ejército, un coche fúnebre salía por la puerta del polideportivo municipal que el féretro cubierto con una bandera de España y un tricornio, además de algunas de las medallas fruto de tantos años de trabajo en la Guardia Civil. En el portón trasero figuraba la esquela con una foto ampliada del cadáver que transportaba para evitar despistes innecesarios. Antonio hijo arrancó su coche, iba con su uniforme de Oficial del Ejército, acompañado de su hermano Julián que para la ocasión se había puesto un traje oscuro y una camisa blanca y en el asiento de atrás tanto su madre como Belén, su hermana, iban rezando un rosario vestidas rigurosamente de luto. En los ojos de Guadalupe todavía quedaban resto de la noche en vela que había pasado y eso que tratando de disimular se había aplicado una pequeña cantidad de maquillaje, pero las ojeras eran imposibles de ocultar.

El silencio del cementerio solamente interrumpido por los pasos de los operarios y de la familia Cruz llenaba hasta el último rincón. El cura les esperaba al lado de la fosa, rezó alguna oración rápida y casi sin esperar a que las paladas de tierra cubrieran el féretro se dio media vuelta y se fue a hacer la misma operación con el siguiente cadáver, pero antes le dio la mano a la viuda y los hijos con un “que Dios lo tenga en su gloria”

A la salida y de manera sorprendente les estaba esperando el General Director del Cuartel del Ejército “Santocildes” en Astorga junto con dos de sus ayudantes quienes se habían desplazado unos kilómetros para darle el pésame a la viuda y a los hijos de Antonio a la entrada del cementerio, sin entrar en el mismo cumpliendo con los requisitos dados por el Gobierno en cuanto al número de personas que podían asistir. Saludó con un emocionado abrazo a Guadalupe y casi al oído le susurró :

-       El Ejército ha perdido a un gran militar, nosotros hemos perdido a un amigo y España acaba de dar sepultura a un patriota.

-      Gracias por esas palabras tan bonitas – Guadalupe volvió a llorar como una magdalena.

A continuación el General dio un beso a Belén, otro abrazo a Julián y se cuadró ante Antonio hijo

-       Solamente deciros una cosa muy sencilla, estar orgullosos de vuestro padre porque ha sido un orgullo para todos los militares del Ejército Español y seguir su ejemplo de honradez y dedicación a su patria.

-      Gracias – contestaron Belén y Antonio mientras que Julián permanecía con la mirada perdida en un punto lejano sin atreverse a mirar directamente a los ojos del General que también se mostraba tremendamente emocionado.           

 El día siguiente amaneció con unas nubes negras que parecía que iban a dejar caer agua como hacía mucho tiempo, el sol ni siquiera había iniciado una maniobra de distracción para sumarse al espectáculo y parecía continuar dormido detrás de los montes que separaban León con Galicia. Hasta los pájaros parecía que estaban de luto, sus trinos que otras madrugadas querían despertar a los habitantes de todos aquellos pueblos semiabandonados no se oían por ninguna parte y solo el gallo parecía no haberse enterado de nada y a la hora habitual soltaba su kikiriki como todas las madrugadas.

La familia entera se había levantado muy temprano, Guadalupe preparó un buen desayuno y enseguida se despidió de sus hijos Antonio, Julián y Belén porque tenían que llegar hasta Madrid y a continuación a sus respectivos destinos.

Durante unos segundos que para Guadalupe fueron eternos, la soledad se apoderó de aquel caserón que en nada se había quedado vacío. Regó unas plantas en el patio, adecentó la cocina y cuando ya se iba a sentar a llorar su pena en el cuarto de estar, la campana de la puerta sonó con insistencia

El cartero le entregó una carta con el membrete de urgente que decía lo siguiente:

 

Querida Guadalupe:

Soy Carlos, el Marino amigo de Antonio que vivo en Cartagena y que estuve hace unos meses con mi mujer Cristina en vuestra casa en Astorga con estos datos supongo que ya sabes quien soy, y te escribo estas letras apresuradas para darte el pésame tanto a ti como a toda tu familia que supongo que en estos momentos tan duros te habrán acompañado.

Lo primero, tanto Cristina como yo, es ponernos a tu disposición para lo que quieras. Nos encantaría que vinieras a Cartagena, tenemos sitio en nuestra casa de Tentegorra para que pases unos días con nosotros y disfrutar de la playa que la tenemos muy cerca. Te lo decimos de verdad, sin ningún compromiso por todo lo que ha sucedido, estaríamos encantados de acompañarte. Vente, de verdad, que seguro que cambiar de aires te vendrá muy bien. Te esperamos

No quiero dejar de decirte, aunque sea a través de esta carta ante la imposibilidad de asistir al entierro, que debes de estar contenta porque Antonio seguro que está en el Cielo, ese Dios en el que tú y nosotros creemos, no puede permitir que un hombre que ha vivido permaneciendo fiel a sus ideales no puede estar en ningún otro sitio que no sea en el Cielo y eso te tiene que animar. Antonio ha sido un patriota, un defensor de una patria a la que muchos todavía llamamos España, si con E mayúscula y dicho con orgullo en contra de la opinión de aquellos que quieren dividirla y ha dado la cara y posiblemente su vida, tu lo sabes mejor que nadie, por defender sus ideas en contra de mucha gente. Ha padecido años de cárcel ¡que te voy a contar a ti! y a los pocos meses ya estaba defendiendo ante quien fuera la unidad de esta bendita España.

Me acuerdo que cuando estuvimos en el castillo de Cartagena todos los días me recordaba que solo tenía una pena y es que uno de sus hijos, concretamente Julián, le había salido rebelde y rezaba por él para que volviera al camino del que nunca debió de apartarse. Se que tenía la intención de cambiar su forma de actuar para llegar a algún acuerdo lógico y no perder un hijo a pesar de sus ideas. No se si lo habrá conseguido, no lo se, pero que sepas que, por lo menos esa era su intención.

Como puedes suponer estamos muy tristes por su fallecimiento porque, aun en la distancia, sentimos tan importante pérdida. Esperemos que desde allá donde esté continúe con sus mitines y Dios le conceda el descanso eterno.

Un abrazo muy fuerte de Cristina y mío y repito que te esperamos.

Firmado: Carlos y Cristina.

 

Guadalupe se sentó en un sillón del cuarto de estar con la carta entre sus manos, se colocó el Tricornio de su marido en su regazo y cerró los ojos, sin saber si se iba a quedar en aquella casa, si volvería a Madrid o sabe Dios lo que iba a ser de su vida. El tiempo será el que resuelva hacia donde iría, al fin y al cabo, estaba sola y no dependía de nadie para tomar cualquier decisión. Dentro de todo lo ocurrido se sentía feliz porque sus tres hijos, si los tres incluido Julián, habían estado presentes en el entierro de su padre y solo con eso ya estaba reconfortada y seguro que Antonio también.

Adiós Antonio, yo rezaré por ti, claro que si, pero tu también tienes que poner algo de tu parte para que nuestra familia, la que tu y yo creamos hace muchos años continúe unida. Ya se que es muy difícil, pero tu muerte puede ser el primer escalón que tengamos que subir todos para iniciar una reconciliación que todos nos merecemos.

Gracias Antonio por todo lo que me has dado, hemos tenido nuestros momentos malos como cualquier matrimonio pero hasta hace dos días seguíamos juntos y eso era lo importante. Ahora Dios nos ha dado este mazazo, pero como Católica prácticamente no me queda más que acatar su voluntad y pensar que si lo ha decidido así sus razones tendrá. Te echaré mucho de menos, has sido todo para mí y ahora tengo que aprender a vivir sola, pero es la vida, me ha tocado a mí y no tengo mas remedio que seguir ayudada, estoy segura por nuestros hijos. Belén y Carlos ya me han ofrecido sus casas y al final me parece que terminaré en la de Julián que es en la que más me necesita.

Me acordaré de ti todos los días, como no me voy a acordar, de los paseos que nos dábamos hasta Celada, de los muchos viajes que tuvimos oportunidad de hacer juntos, te recuerdo que una vez llegamos hasta Australia, de las muchas noches que nos sentábamos solos en el patio y nos daban las tantas de la madrugada hablando de todo y de nada. Gracias a Dios hicimos casi todos los planes que habíamos pensado y ¡cómo no! también me acordaré de las visitas que tenía que hacerte por cárceles tan distantes como las de Ferrol o Cádiz y te recordare siempre con ese optimismo que me demostrabas aun en los peores momentos, pero eso Antonio y desde lo más profundo de mi corazón solo quiero decirte

GRACIAS.

 

 

 

 

 

 

Madrid, un día cualquiera de cualquier año