miércoles, 29 de julio de 2020

Así fue y así paso Capítulo 35


CAPITULO 35.-

Llevábamos mas de dos horas en el restaurante, el cocinero, amigo de Jane desde el colegio se había tomado un café y una copa con nosotros recordando aquellos años de juventud cuando iban a su casa a jugar y se perdían por el campo montando en sendos caballos a pesar de su madre, que se negaba en redondo a que cabalgaran juntos y de su padre que quería para su hija alguien que intentara ser una autoridad en la nación y no aquel chico, eso si de muy buena familia, pero que toda su ilusión era ser cocinero. Tanto Jane como Charly disfrutaban y me daba la impresión que entre ellos había habido algo más que una amistad, ¿por qué no el primer amor que se recuerda para siempre? Total que habían pasado media tarde y casi ni se acordaban del motivo de aquella comida.
Charly se despidió recordándonos que a las cuatro y media no tenía mas remedio que cerrar porque a las seis y media los camareros tenían que volver para ir preparando las cenas. El tenía que recoger a una de sus hijas, dejarla en clase de ballet y volver a recoger a su segundo hijo que hoy tenía clase de judo y a las seis y media tenía que estar de vuelta, o sea que – quedaros aquí hasta esa hora, tomaros una copa si queréis pero si que os pido que a las cuatro y media os vayáis. ¿de acuerdo?
No te preocupes que nos vamos enseguida. – Jane se despidió de su amigo con un beso mientras yo le estrechaba la mano. Me había caído bien el tal Charly, se notaba que tenía una educación a prueba de bombas y que tenía experiencia en el trato con la gente. Era un tipo simpático, son había dado de comer muy bien y encima nos había convidado a una copa ¿Qué  mas se puede pedir?

-          ¿Tienes que trabajar esta tarde?
-         No, ayer hablé con el Dr. Taylor y ya quedamos que hoy no iba a la consulta.
-         Mejor, porque tenemos mucho que hablar – Jane em miró muy seria –  estaba pensando que podíamos ir a mi casa
-         No tienes que ir a recoger a Sinoa al colegio
-         No, hoy estaba con un poco de catarro y se ha quedado con mis padres.
-         Pues venga, vámonos que estos señores tendrán  que cerrar ¿Qué le debemos? – pregunté al camarero que estaba en la barra secando algunas copas
-         Te recuerdo que quedamos en que hoy pagaba yo, o sea que no pidas la cuenta que Charly ya sabe que mañana paso y en un segundo le pago. Hasta mañana John
-         Hasta mañana, señorita Chesterplace.
-         Adiós – me despedí mientras ayudaba a Jane a ponerse su abrigo y yo hacía lo mismo.

Fuimos andando hasta su casa, atravesamos medio Londres y al final llegamos con un poco de frío. El sol había decidido irse a dormir un poco antes de lo habitual, la niebla había llegado con prisa y lo que había amenizado como un día de verano se había convertido en un día mas de los muchos que llenaban las primaveras londinenses.

Era una casa pequeña – para que quiero más si nunca estoy aquí me comentó mientras se quitaba el abrigo y me ofrecía un whisky – siéntate donde quieras que voy a poner la chimenea. Con lentitud puso algunos troncos pequeños que tenía al lado, introdujo unos trozos de resina entre ellos, encendió una cerilla y se quedó unos segundos mirando como el pequeño fuego se iba haciendo cada vez un poco mas intenso. Se sirvió otro whisky para ella, se sentó a mi lado, apoyó su cabeza en mi hombro y preguntó

-          Así estamos mucho mejor ¿verdad?
-         Tú sabes que si, no hace falta que te lo diga
-         Venga Andrés, como dirían en el casino “hagan juego señores” y no perdamos más tiempo.
-         ¿Por donde quieres que empiece?
-         Me da lo mismo – Jane se acurrucó un poco más – lo importante es que me digas si has tomado alguna decisión o todavía no.
-         Es posible que no te lo creas pero tengo un lío en la cabeza que ni yo mismo lo entiendo – bebí un poco de whisky – al principio estaba casi convencido que lo mejor era dejar al Dr. Taylor y dedicarme solo a la Clínica. Esa es la opción que hasta ayer me pareció que era la mejor, pero después de hablar contigo ya no estoy tan seguro
-         ¿Eso quiere decir que tengo alguna posibilidad?
-         Son cosas muy difíciles de explicar - la abracé atrayéndola un poco más hacia mí – ten en cuenta que yo estoy, si se puede decir así, al final de mi carrera y por eso casi de entrada descarté lo de seguir con la cirugía. Posiblemente, no se lo que pensarás tú, pero he estado todos estos años siendo ayudante del mejor Cirujano Plástico del Reino Unido y me ha valido para ganar un montón de dinero sin ninguna responsabilidad y me he acostumbrado, si – bebí un poco mas de aquel magnífico whisky que me había puesto Jane – me he acostumbrado y aunque estoy casi seguro que podría operar tan bien como mi Jefe, no me veo asumiendo la responsabilidad de una cirugía que lo que cuentan son los resultados y no como la hayas hecho tú. No se, no me veo en esa situación y ahora que tengo la posibilidad de no asumirla me parece que sería absurdo volver a aquello que hizo, entre otras muchas razones, que me viniera a trabajar aquí hace muchos años
-         ¿Me estás hablando de una reclamación que te hizo una paciente que operaste de mamas en Madrid?
-         Si, todavía pienso en eso
-         Pero han pasado mil años de aquello ¿no?
-         Oye, eh, pero esto que es ¿me estás llamando viejo?
-         ¿Tú que crees?
-         Yo creo que si
-         Pus yo también – se rió mientras se acercaba el vaso de whisky a los labios – o acaso ¿no me llevas un montón de años?
-         Si, eso es verdad, pero en fin, sigamos – esta vez fui yo el que se levantó y serví un poco más de whisky en los vasos – te puede parecer mentira pero es verdad, esa responsabilidad todavía la tengo encima como una losa y no me gustaría repetir esa experiencia
-         Bien – Jane contaba con los dedos y retiraba uno – esa posibilidad descartada, ¿Cuál era la segunda?
-         Dejar todo y dedicarme solo a la dirección de la Clínica.
-         Esa es la que te parece mejor.
-         No, yo no he dicho eso – respiré para continuar con tranquilidad con mis argumentos – yo he dicho que hasta ayer era la que me parecía la mejor y aun tengo mis dudas por varias cosas. La primera es que estoy muy bien considerado y el trabajo para mí no es nada estresante, estoy apoyado por la Dirección, fundamentalmente por tu padre, y eso me supone mucha tranquilidad y las quejas casi nunca son hacia la Clínica sino que en general son mas bien hacia el trato recibido por parte de alguna Enfermera o de algún Médico como la reclamación que te contaba antes, pero no demasiado importantes, seguiría viendo a mis hijas aunque fuera de vez en cuando y también es muy importante considerar que seguiría con un mas que buen sueldo.
-         ¿Inconvenientes? – preguntó Jane con una sonrisa expectante
-         Pues si quieres que te sea sincero no le veo ninguno – Apoyé los codos sobre mis rodillas y los puños en mi cara y así me quedé un rato pensativo. Sabía que Jane me miraba con curiosidad como sabiendo que todavía quedaba algo en la recámara de mi cerebro – y te digo que hasta ayer eso es lo que creía.
-         ¿Y ahora?
-         No se – me pasé la mano por mi pelo – me encantaría ser útil pero no estoy seguro. Irme a Etiopia, así como así, me parece una auténtica barbaridad, no tengo ni idea si lo aguantaría y eso si que me parece romper con todo, porque eso de irse tan lejos es una decisión para siempre y si no que te lo pregunten a ti.
-         Yo de momento estoy allí y si es verdad que me parece difícil que me vuelva pero nunca se sabe
-         Eso lo dices para animarme pero tu sabes de sobra que nunca vas a volver. Se sincera
-         Aunque no te lo creas es lo que siento. Por supuesto que ahora mismo estoy casi segura que no volveré, pero quien sabe lo que nos va a deparar el futuro.
-         Eso es lo malo – me moví inquieto en el sofá -  que no se sabe.
-         Pero lo que si que puedes hacer es probar unos meses y si no te haces a esa vida te vuelves y ya me encargaré yo que mi padre te vuelva a colocar.
-         Pero ¿tú crees de verdad que yo valgo para eso que me propones? – pregunté con verdadera angustia reflejada en mi rostro – eso es lo que me da miedo.
-         Mira, Andrés, no te conozco demasiado, pero estoy absolutamente segura que si haces la prueba te quedas porque el agradecimiento de la gente es tan grande que te va a llenar todas las dudas que puedas tener ahora.
-         ¿Tengo tiempo para seguir pensándolo?
-         Por supuesto – Jane se abrazó a mi – pero también me tienes que dar tiempo para que hable con mi padre y te recuerdo que me voy en cinco días


De pronto me di cuenta que estaba como flotando, ni siquiera sabía muy bien donde estaba, solo se que venía Jane hacia mi corriendo y abrazándose con una fuerza increíble me repetía una y mil veces que lo sabía, que sabía que iría y de hecho ya había avisado a mas de un paciente que en poco tiempo aparecería por allí un Cirujano que les iba a resolver muchos de sus problemas y  así había sido.

Antes de ese momento había hablado con el Sr. Chesterplace a quien, visiblemente emocionado, le pareció muy buena idea porque sabía que su hija iba a estar mucho mejor. Me miraba con una expresión como valorando muy bien lo que iba a decirme

-          Todavía me sigue pareciendo un milagro que siga habiendo gente como usted que se sacrifica por los demás dejando todo lo anterior. De verdad que me parece un milagro y sobre todo me parece muy bien pero solo me queda una pregunta ¿lo ha pensado usted bien?
-         Sinceramente creo que no – le sorprendí secándose una lágrima que parecía querer unirse a aquella declaración de intenciones – pero bueno he pensado que era lo mejor para este momento de mi vida y me alegra que usted, que tanto me ha ayudado, lo entienda. De corazón le digo que muchísimas gracias
-         Solamente me queda una última pregunta si me lo permite
-         Por supuesto
-         ¿En que medida a influido mi hija Jane en su decisión?

Tardé unos segundos en contestarle aunque era consciente que él sabía lo que le iba a contestar pero prefería oírlo de mis labios

-         Su influencia ha sido decisiva, si no fuera por ella, seguro que le estaría pidiendo que me ampliara el contrato como director de la Clínica por lo menos cinco años más.
-         Gracias, Dr. Cubiles – y nos fundimos en un abrazo sincero y eterno.

Esa noche me volvía a mi casa con la impresión que el Sr. Chesterplace se había dejado muchas preguntas en el tintero y que posiblemente no se había atrevido a hacerlas porque tenía miedo a mis respuestas. Seguro que había preferido no preguntar nada y esperar acontecimientos, al fin y al cabo era un político y sabe muy bien que, en muchas ocasiones, es el tiempo el que da y quita razones.
¿Estaba enamorado de su hija? Posiblemente lo podría estar, pensaba mientras volvía lentamente pisando las hojas de un jardín próximo. Desde luego lo que no podía evitar era ser consciente que me había llevado una buena alegría cuando la vi en Picadilly Circus. Reconozco que es una chica muy atractiva, de eso no tengo ninguna duda, pero de ahí a estar enamorado hay un trecho bastante largo que tendríamos que recorrer juntos, aunque era evidente que la proximidad física era un factor a tener en cuenta y si me iba a Etiopía otra cosa no pasaría pero estar juntos eso si que era seguro, al fin y al cabo, como me había recordado Jane, no tendría muchas mas cosas que hacer porque en medio de la selva no hay nada de nada y es posible que todavía sea menos que nada, pero mi decisión estaba tomada y no había vuelta atrás. Por una vez en mi vida, tenía claro lo que quería y estaba dispuesto a llevar ese proyecto adelante, es mas, también había decidido que en muy poco tiempo vendería todo lo que tenía, les daría una cantidad a mis hijas y el resto que era bastante lo destinaría a mejorar las instalaciones de la ONG pero eso será para mas adelante. De momento lo único que sabía Jane es que iría una temporada a probar si era capaz de soportar aquella vida tan diferente a la que había vivido hasta ahora
Llegué a casa, me senté en un sillón, me serví un whisky bien cargado y dejé volar mi imaginación.
¿Cómo sería un hospital en medio de la selva? ¿Qué medios tendría? Seguro que no muchos, pero para lo básico llevaría mi propio instrumental y tendría que ponerme en contacto con algún anestesista que me enseñara unos mínimos conocimientos para yo poderlos transmitir a la enfermera que tuviera mientras realizaba alguna intervención quirúrgica. ¿Cómo sería la gente que me iba a encontrar allí? Para Jane eran fantásticos, pero su opinión, aunque estaba seguro que era sincera, no me valía de mucho porque era bastante fanática de su labor y habría mas de uno y mas de dos que no estarían de acuerdo con mi trabajo, otra cosa es que tuvieran oportunidad de decir algo porque si subsistían a su costa estarían mejor callados. Por lo que le había entendido  solo colaboraban con ella un cura que no sabía ni de donde era y cuatro mujeres de esa aldea que hacían las veces de enfermeras, matronas, cocineras, limpiadoras etc y entre las tres ¿llevaban toda la misión? Mucho trabajo me parecía a mi pero eso si que lo vería sobre la marcha.
Pensando en todas y muchas mas preguntas que se me ocurrían en aquellos momentos de relax, vi en la televisión imágenes horribles de un atentado precisamente en una ciudad de Etiopía pero consultando en Internet me di cuenta que estaba en la otra punta de la nación africana y ahí si que había lío todos los días, pero mi zona parecía tranquila.

Mi mente volvió a las preguntas anteriores y esta vez algo mas centradas en mi capacidad para el ejercicio de la Medicina. Yo creo que se bastante buena, esa es la verdad, sobre todo de Cirugía porque con el Dr. Taylor había tenido que hacer alguna vez de Cirujano General y ya lo tenía casi olvidado pero durante su período de residencia en Madrid también había rotado cerca de un año por diferentes servicios quirúrgicos y por ese lado no tenía excesivos problemas y desde luego muy pocos como Cirujano Plástico, pero lo que me preocupaba eran las posibles enfermedades específicas de aquella zona. Como no tenía prisa decidí que durante unos meses estaría en el Servicio de Enfermedades Tropicales que existía en la Universidad de Londres y así iría mas preparado, pero ¿habría medicinas para tratarlas?
Terminé el whisky y todavía estuve un rato mirando al cielo desde mi amplia terraza hasta que el sueño me dominaba y entonces me fui a la cama y a los pocos minutos estaba como un tronco. Había sido un día muy intenso y todavía me quedaba para mañana una nueva entrevista con mi Jefe, el Dr. Taylor, y tenía que ir con las ideas bien claras y la cabeza despejada.

La entrevista con el Dr. Taylor resultó mucho mas fácil de lo que me había imaginado. Para empezar me recibió en su despacho antes de comer y casi inmediatamente al abrir la puerta ya me tranquilizó dándome la razón sobre lo que pensaba hacer. Había hablado con el Sr. Chesterplace y estaba al tanto de todo lo que estaba pensando y me felicitó por adoptar una postura tan solidaria

-         En el fondo creo que es lo que tenía que haber hecho yo – mi Jefe se quitó la bata mientras me preguntaba si quería comer con él en la cafetería de la Clínica
-         Por supuesto

Mientras bajábamos la escalera y tomábamos asiento al fondo del comedor, me iba contando que a él siempre le hubiera apetecido colaborar con una ONG y de hecho había ido en diferentes ocasiones con un grupo de Cirujanos a algún país de Sudamérica para ayudar en algo, pero siempre había sido durante períodos cortos y a las pocas semanas volvía a su casa, con sus cosas, su familia, sus amigos y su posición social que era bastante elevada. De siempre había admirado a aquellos que se quedaban y de hecho fue con motivo de alguna de esas visitas cuando decidió operar en una clínica de unos de los barrios mas deprimidos de Londres  y a pesar que a mí me parecía que era un mérito tremendo el Dr. Taylor me confesó que era lo menos que podía hacer por los demás, pero que siempre le había parecido como una contribución bastante escasa para la cantidad de problemas que había por el mundo, sabía que aportaba su granito de arena pero lo que de verdad ayudaba era hacer lo que había decidido hacer yo. Me felicitó por ello, me dijo que naturalmente tenía todo su apoyo, me insistió en que le comunicara cuando me iba a ir para contribuir con una cantidad de dinero asegurándome que así sabía que iba a ser correctamente invertida en lo que mas necesitasen y ahí terminó la comida.

-         Por mi – me sorprendió cuando lo comentó – no hay ningún problema. El Dr. Barney se ha ofrecido a terminar con mi consulta. Me da pena que Usted se vaya pero me da tanta envidia que me dan ganas de irme con Usted
-         Pues ya sabe – sonreí con una agradecimiento infinito hacia su persona  - dentro de un mes, mas o menos, supongo que saldré para allí. Si quiere le espero
-         No quiero ni pensar lo que pasaría si llego a casa y le digo a mi mujer que me voy a Africa con una ONG. La pobre lleva meses contando los días para irse conmigo y toda su familia a Filipinas.
-         No me extraña – íbamos por un pasillo hacia la puerta de la Clínica – la entiendo perfectamente porque mi decisión está claro que no ha sido fácil, pero la suya es todavía mas difícil
-         ¡Que va! – mi Jefe de tantos años me pasó la mano por el hombro – yo me voy con todo lo que tengo, espero que sin problemas, mientras que Usted, supongo que no le supone ninguna novedad que se lo diga, se mete en un buen jaleo
-         En fin, prefiero no pensarlo porque todavía estoy a tiempo de cambiar de opinión
-         No, hombre no – me dio un abrazo – ya verá como no es para tanto.
-         Gracias por su comprensión.
-         Animo y espero que nos veamos alguna otra vez
-         Seguro que si.
-         Adiós.
-         Adiós

Mi paso por el Servicio de Enfermedades Tropicales fue fugaz pero muy intenso. Por las mañanas asistía como oyente a las clases de la Facultad de Medicina y por las tardes las dedicaba a estudiar como en mis mejores años de preparación del examen Mir para entrar en un hospital recién terminada la carrera hacía ya bastantes años ¿Cuántos? Bastantes mas de los que me hubiera gustado, pero la vida pasa y tengo los que tengo. Afortunadamente el giro que había decidido dar había sido razonablemente pronto y aunque nunca se sabe, se supone que tendría unos años para ejercer en Etiopía y colaborar con mi trabajo para mejorar la calidad de vida de aquellos que lo necesitaban.

Por mi cabeza pasaba casi un único pensamiento y no era otro que darle vueltas todo el día de la mala suerte que tienen algunas personas por haber nacido en un sitio determinado. Por culpa o gracias a eso, nacías de un color diferente a los ciudadanos europeos, tus expectativas de vida eran mucho mas cortas, no tenías o tenías muy pocas posibilidades de estudiar para salir adelante, la asistencia sanitaria era mas bien escasa, las cabañas, aunque no las había visto, me las imaginaba y todo por nacer en una nación de Africa. Es injusto que para esto y para muchas más cosas no tengan capacidad de decidir. Nacen, malviven y mueren jóvenes y eso si eres del género masculino porque si encima naces mujer, es muy posible que a los muy pocos años, cuando aquí las niñas están en el colegio jugando con las muñecas, ellas tengan un marido y varios hijos. Me parece una auténtica injusticia a pesar que, según Jane, estoy completamente equivocado y ya tendré oportunidad de observarlo en directo  porque, según ella, son mucho mas felices de lo que podría parecer a primera vista.

También estuve practicando la anestesia con el Dr. Rashmar, que fue uno que tuvo mi Jefe durante bastante tiempo. Me pareció francamente fácil anestesiar a un paciente sano, pero mi amigo Willy, el anestesista, no se cansaba de repetirme que todo es muy fácil cuando se sabe y se practica pero que en la práctica diaria pueden aparecer miles de complicaciones que hay que estar preparado para resolverlas y sobre todo se necesita una medicación adecuada que él me podría proporcionar para una temporada, pero después me las tendría que agenciar yo solo. Su manera de ser y sus conocimientos me vinieron muy bien y estoy seguro que en un futuro me ayudarán y mucho para resolver complicaciones.   

Me puse en contacto con la ONG para que me proporcionara billetes y una vez allí que alguien me llevara hasta la aldea. Ya estaban avisados por Jane y en muy pocos días me facilitaron todo lo necesario para llegar hasta allí lo antes posible, aunque me avisaron que era muy posible que tuviera que esperar algunas horas en el aeropuerto porque allí las comunicaciones no eran ni mucho menos como las de aquí. También me indicaron que gracias a mi viaje tenían la posibilidad de enviar unas cuantas cajas de víveres y de medicación que les vendría muy bien. Por mi parte, había tenido la suerte que el Dr. Taylor me había donado, con la condición que no se lo diga a nadie, insistió, dos maletas con abundante instrumental quirúrgico y por su parte el Dr Rashmar, anestesista, me había conseguido del hospital donde él ejercía su labor, un aparato de anestesia bastante antiguo pero en buen uso y diversos tubos para poder dormir a los pacientes. Cuando en la ONG supieron de tantas donaciones no dudaron en poner a mi disposición un contenedor de mayor tamaño para que no hubiera ningún problema.

 Mi mayor sorpresa fue la llamada del Sr. Chesterplace comunicándome que enviaría unas maletas con ropa, sobre todo para su nieta y una mas que importante cantidad de dinero para contribuir a mejorar la calidad de vida de todas las personas que era producto de la petición a muchos de sus amigos de colaborar con esa actividad que iba a desarrollar en aquella lejana población etíope, al igual que me enviaba una carta personal para su hija. Se lo esconderé en el doble fondo de alguna de las maletas que le mando, me dijo por teléfono, porque ya sabe que por ahí adelante los bancos no funcionan, digamos que con excesiva honradez, por lo que prefiero que lo lleve usted en mano y así me aseguro que el dinero llega a buen puerto. Se lo agradecía emocionado y yo también metí en varias maletas absolutamente toda mi ropa, mejor estaba allí que en cualquier armario de mi casa , pensé. Solo me quedaban tres días para el viaje y tenía todavía que hablar con mis hijas, aunque les había comunicado mi decisión hacía ya unas semanas.

Hablar con Carmen era una una maravilla para mi. Tenía siempre las palabras justas y estaba realmente emocionada con mi viaje a Etiopía aunque reconocía que, por un lado sabía que seguro que iba a ser muy bueno para mí, pero por otro lado le daba un poco de pena porque era consciente que las posibilidades de verse iban a ser mucho mas complicadas y aunque yo le decía que no, sabía que tenía razón. Diferente era con Patricia, mi segunda hija, a la que me fue bastante complicado localizarla en Estados Unidos donde andaba por ahí sin asentarse en ningún lugar de manera definitiva y que lo primero que se le ocurrió decirme fue que adonde iba yo, que eso está bien para la gente joven, pero que yo ya no era ningún chaval y encima estaba acostumbrado a vivir como un marqués en Londres y que lo pensara bien porque en pocos meses estaría de vuelta. Parecía adivinar el futuro como si ella supiese como se vivía en esos sitios. Es verdad que yo tampoco lo sabía pero tenía el apoyo de Jane que para mí, estaba seguro, iba a ser fundamental sobre todo al principio.

Los últimos días fueron muy intensos. Las cenas de despedida, las felicitaciones por mi valentía y no se cuantas cosas más se iban sucediendo y tenía, afortunadamente, muy poco tiempo para pensar en el paso tan importante que iba a dar y el cambio tan radical que iba a suponer en mi vida. Pasé algún tiempo en el banco dejando claro que una parte de mi dinero era para mis hijas, por supuesto y el resto se me enviara cada uno o dos meses para disponer de él y dedicarlo a la compra de lo que fuese necesario. También dediqué parte de esas ultimas horas para encargar a un íntimo amigo mío que se hiciese cargo de mis propiedades inmobiliarias, tres pisos en Londres y la casa de la playa y las vendiera al mejor precio posible y creo que fue el último que en base a nuestra profunda amistad se permitía decirme que si lo había pensado bien y todas esas cosas que se dicen cuando el receptor de ellas, que era yo, no dejaba el más mínimo resquicio a la duda e incluso se hizo el mártir porque se quedaba sin su amigo de múltiples noches de salidas en busca de compañía.

Por fin, llegó el día 29 de Marzo de cualquier año y allí estaba yo en el aeropuerto esperando que llamaran para embarcar a los pasajeros con destino a Etiopía. Todos los trámites de aduanas, tarjeta de embarque y pasaporte… etc.. habían sido ya realizados y lo único que me faltaba era comprar algún libro para soportar las veinte o más horas que tenía por delante. Me acerqué a una de las tiendas, compré un libro sobre emigración que me pareció interesante, me tomé un café y dejé pasar los minutos dejando volar mi imaginación y enseguida mi cabeza se llenó de posibles situaciones que se iban a producir, seguro, en las próximas horas o días. El día era luminoso, como si el sol quisiera hacerse partícipe de mi ilusión, el ruido de los aviones despegando y aterrizando llenaba todos los rincones del aeropuerto y ahí estaba yo, con mi traje veraniego, mi sombrero, un pequeño maletín con los objetos íntimos y con la inmensa necesidad de disfrutar de la vida, algo de lo que, como diría Julio Iglesias, me olvidé durante demasiados años. Reconozco que iba contento, perdía quizás reconocimiento de mucha gente, amigos de muchos años, algún amor de fin de semana y sobre todo perdía muchísimo dinero, pero ¿para que quería ser el mas rico del cementerio? Y sobre todo ¿para que lo quería si donde había decidido irme no tendría donde gastarlo?

-         Pasajeros con destino Roma Adis Abeba. Embarquen por la puerta 32. Gracias.

Me levanté lentamente, miré hacia atrás como queriendo echar un último vistazo a lo que había sido mi vida hasta entonces, pensé que ahora si que había llegado el momento mas importante de toda mi ya larga existencia, suspiré profundamente mientras alguna lágrima pasaba por mi cerebro sin llegar en ningún caso a mis ojos, ¿volvería alguna vez a pisar aquel aeropuerto? ¿me adaptaría a lo que se le avecinaba? ¿sabría resolver como Médico, los montones de problemas que se me plantearían? Si todos fueran de Cirugía Plástica casi seguro que si, lo malo eran los relacionados con otras especialidades. En toda mi práctica había ayudado a bastantes partos e inmediatamente me vino a la cabeza el de Jane y lo había resuelto bien ¿no? entonces ¿porqué tenía miedo? ¿Infecciones? A saber lo que me encontraría y sobre todo ¿tendría medicamentos para tratarlas?
Todavía me acordaba de aquella frase de Jane en alguna de sus últimas conversaciones, aquello de que Dios aprieta pero no ahoga, es un problema de fe y yo ¿tengo fe?  Mas vale no pensarlo, mientras una voz que no tenia ni idea de donde procedía le recomendaba que se olvidara de todas sus dudas que iba a hacer feliz a mucha gente y eso era lo más importante. No te preocupes que como también me recordó Jane, Dios proveerá.





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