CAPITULO
35.-
Llevábamos
mas de dos horas en el restaurante, el cocinero, amigo de Jane desde el colegio
se había tomado un café y una copa con nosotros recordando aquellos años de
juventud cuando iban a su casa a jugar y se perdían por el campo montando en
sendos caballos a pesar de su madre, que se negaba en redondo a que cabalgaran
juntos y de su padre que quería para su hija alguien que intentara ser una
autoridad en la nación y no aquel chico, eso si de muy buena familia, pero que
toda su ilusión era ser cocinero. Tanto Jane como Charly disfrutaban y me daba
la impresión que entre ellos había habido algo más que una amistad, ¿por qué no
el primer amor que se recuerda para siempre? Total que habían pasado media
tarde y casi ni se acordaban del motivo de aquella comida.
Charly
se despidió recordándonos que a las cuatro y media no tenía mas remedio que
cerrar porque a las seis y media los camareros tenían que volver para ir
preparando las cenas. El tenía que recoger a una de sus hijas, dejarla en clase
de ballet y volver a recoger a su segundo hijo que hoy tenía clase de judo y a
las seis y media tenía que estar de vuelta, o sea que – quedaros aquí hasta esa
hora, tomaros una copa si queréis pero si que os pido que a las cuatro y media
os vayáis. ¿de acuerdo?
No
te preocupes que nos vamos enseguida. – Jane se despidió de su amigo con un
beso mientras yo le estrechaba la mano. Me había caído bien el tal Charly, se
notaba que tenía una educación a prueba de bombas y que tenía experiencia en el
trato con la gente. Era un tipo simpático, son había dado de comer muy bien y
encima nos había convidado a una copa ¿Qué
mas se puede pedir?
-
¿Tienes que trabajar esta tarde?
-
No, ayer hablé
con el Dr. Taylor y ya quedamos que hoy no iba a la consulta.
-
Mejor, porque
tenemos mucho que hablar – Jane em miró muy seria – estaba pensando que podíamos ir a mi casa
-
No tienes que ir
a recoger a Sinoa al colegio
-
No, hoy estaba
con un poco de catarro y se ha quedado con mis padres.
-
Pues venga,
vámonos que estos señores tendrán que
cerrar ¿Qué le debemos? – pregunté al camarero que estaba en la barra secando
algunas copas
-
Te recuerdo que
quedamos en que hoy pagaba yo, o sea que no pidas la cuenta que Charly ya sabe
que mañana paso y en un segundo le pago. Hasta mañana John
-
Hasta mañana, señorita
Chesterplace.
-
Adiós – me
despedí mientras ayudaba a Jane a ponerse su abrigo y yo hacía lo mismo.
Fuimos
andando hasta su casa, atravesamos medio Londres y al final llegamos con un
poco de frío. El sol había decidido irse a dormir un poco antes de lo habitual,
la niebla había llegado con prisa y lo que había amenizado como un día de
verano se había convertido en un día mas de los muchos que llenaban las
primaveras londinenses.
Era
una casa pequeña – para que quiero más si nunca estoy aquí me comentó mientras
se quitaba el abrigo y me ofrecía un whisky – siéntate donde quieras que voy a
poner la chimenea. Con lentitud puso algunos troncos pequeños que tenía al
lado, introdujo unos trozos de resina entre ellos, encendió una cerilla y se
quedó unos segundos mirando como el pequeño fuego se iba haciendo cada vez un
poco mas intenso. Se sirvió otro whisky para ella, se sentó a mi lado, apoyó su
cabeza en mi hombro y preguntó
-
Así estamos mucho mejor ¿verdad?
-
Tú sabes que si,
no hace falta que te lo diga
-
Venga Andrés,
como dirían en el casino “hagan juego señores” y no perdamos más tiempo.
-
¿Por donde
quieres que empiece?
-
Me da lo mismo –
Jane se acurrucó un poco más – lo importante es que me digas si has tomado
alguna decisión o todavía no.
-
Es posible que no
te lo creas pero tengo un lío en la cabeza que ni yo mismo lo entiendo – bebí
un poco de whisky – al principio estaba casi convencido que lo mejor era dejar
al Dr. Taylor y dedicarme solo a la Clínica. Esa es la opción que hasta ayer me
pareció que era la mejor, pero después de hablar contigo ya no estoy tan seguro
-
¿Eso quiere decir
que tengo alguna posibilidad?
-
Son cosas muy
difíciles de explicar - la abracé atrayéndola un poco más hacia mí – ten en
cuenta que yo estoy, si se puede decir así, al final de mi carrera y por eso
casi de entrada descarté lo de seguir con la cirugía. Posiblemente, no se lo
que pensarás tú, pero he estado todos estos años siendo ayudante del mejor
Cirujano Plástico del Reino Unido y me ha valido para ganar un montón de dinero
sin ninguna responsabilidad y me he acostumbrado, si – bebí un poco mas de
aquel magnífico whisky que me había puesto Jane – me he acostumbrado y aunque
estoy casi seguro que podría operar tan bien como mi Jefe, no me veo asumiendo
la responsabilidad de una cirugía que lo que cuentan son los resultados y no
como la hayas hecho tú. No se, no me veo en esa situación y ahora que tengo la
posibilidad de no asumirla me parece que sería absurdo volver a aquello que
hizo, entre otras muchas razones, que me viniera a trabajar aquí hace muchos
años
-
¿Me estás
hablando de una reclamación que te hizo una paciente que operaste de mamas en
Madrid?
-
Si, todavía
pienso en eso
-
Pero han pasado
mil años de aquello ¿no?
-
Oye, eh, pero
esto que es ¿me estás llamando viejo?
-
¿Tú que crees?
-
Yo creo que si
-
Pus yo también –
se rió mientras se acercaba el vaso de whisky a los labios – o acaso ¿no me
llevas un montón de años?
-
Si, eso es
verdad, pero en fin, sigamos – esta vez fui yo el que se levantó y serví un
poco más de whisky en los vasos – te puede parecer mentira pero es verdad, esa
responsabilidad todavía la tengo encima como una losa y no me gustaría repetir
esa experiencia
-
Bien – Jane
contaba con los dedos y retiraba uno – esa posibilidad descartada, ¿Cuál era la
segunda?
-
Dejar todo y
dedicarme solo a la dirección de la Clínica.
-
Esa es la que te
parece mejor.
-
No, yo no he
dicho eso – respiré para continuar con tranquilidad con mis argumentos – yo he
dicho que hasta ayer era la que me parecía la mejor y aun tengo mis dudas por varias
cosas. La primera es que estoy muy bien considerado y el trabajo para mí no es
nada estresante, estoy apoyado por la Dirección, fundamentalmente por tu padre,
y eso me supone mucha tranquilidad y las quejas casi nunca son hacia la Clínica
sino que en general son mas bien hacia el trato recibido por parte de alguna
Enfermera o de algún Médico como la reclamación que te contaba antes, pero no
demasiado importantes, seguiría viendo a mis hijas aunque fuera de vez en
cuando y también es muy importante considerar que seguiría con un mas que buen
sueldo.
-
¿Inconvenientes?
– preguntó Jane con una sonrisa expectante
-
Pues si quieres
que te sea sincero no le veo ninguno – Apoyé los codos sobre mis rodillas y los
puños en mi cara y así me quedé un rato pensativo. Sabía que Jane me miraba con
curiosidad como sabiendo que todavía quedaba algo en la recámara de mi cerebro
– y te digo que hasta ayer eso es lo que creía.
-
¿Y ahora?
-
No se – me pasé
la mano por mi pelo – me encantaría ser útil pero no estoy seguro. Irme a
Etiopia, así como así, me parece una auténtica barbaridad, no tengo ni idea si
lo aguantaría y eso si que me parece romper con todo, porque eso de irse tan
lejos es una decisión para siempre y si no que te lo pregunten a ti.
-
Yo de momento
estoy allí y si es verdad que me parece difícil que me vuelva pero nunca se
sabe
-
Eso lo dices para
animarme pero tu sabes de sobra que nunca vas a volver. Se sincera
-
Aunque no te lo
creas es lo que siento. Por supuesto que ahora mismo estoy casi segura que no
volveré, pero quien sabe lo que nos va a deparar el futuro.
-
Eso es lo malo –
me moví inquieto en el sofá - que no se
sabe.
-
Pero lo que si
que puedes hacer es probar unos meses y si no te haces a esa vida te vuelves y
ya me encargaré yo que mi padre te vuelva a colocar.
-
Pero ¿tú crees de
verdad que yo valgo para eso que me propones? – pregunté con verdadera angustia
reflejada en mi rostro – eso es lo que me da miedo.
-
Mira, Andrés, no
te conozco demasiado, pero estoy absolutamente segura que si haces la prueba te
quedas porque el agradecimiento de la gente es tan grande que te va a llenar
todas las dudas que puedas tener ahora.
-
¿Tengo tiempo
para seguir pensándolo?
-
Por supuesto –
Jane se abrazó a mi – pero también me tienes que dar tiempo para que hable con
mi padre y te recuerdo que me voy en cinco días
De
pronto me di cuenta que estaba como flotando, ni siquiera sabía muy bien donde
estaba, solo se que venía Jane hacia mi corriendo y abrazándose con una fuerza
increíble me repetía una y mil veces que lo sabía, que sabía que iría y de
hecho ya había avisado a mas de un paciente que en poco tiempo aparecería por
allí un Cirujano que les iba a resolver muchos de sus problemas y así había sido.
Antes
de ese momento había hablado con el Sr. Chesterplace a quien, visiblemente
emocionado, le pareció muy buena idea porque sabía que su hija iba a estar
mucho mejor. Me miraba con una expresión como valorando muy bien lo que iba a
decirme
-
Todavía me sigue pareciendo un milagro que
siga habiendo gente como usted que se sacrifica por los demás dejando todo lo
anterior. De verdad que me parece un milagro y sobre todo me parece muy bien
pero solo me queda una pregunta ¿lo ha pensado usted bien?
-
Sinceramente creo
que no – le sorprendí secándose una lágrima que parecía querer unirse a aquella
declaración de intenciones – pero bueno he pensado que era lo mejor para este
momento de mi vida y me alegra que usted, que tanto me ha ayudado, lo entienda.
De corazón le digo que muchísimas gracias
-
Solamente me
queda una última pregunta si me lo permite
-
Por supuesto
-
¿En que medida a
influido mi hija Jane en su decisión?
Tardé
unos segundos en contestarle aunque era consciente que él sabía lo que le iba a
contestar pero prefería oírlo de mis labios
-
Su influencia ha
sido decisiva, si no fuera por ella, seguro que le estaría pidiendo que me
ampliara el contrato como director de la Clínica por lo menos cinco años más.
-
Gracias, Dr.
Cubiles – y nos fundimos en un abrazo sincero y eterno.
Esa
noche me volvía a mi casa con la impresión que el Sr. Chesterplace se había
dejado muchas preguntas en el tintero y que posiblemente no se había atrevido a
hacerlas porque tenía miedo a mis respuestas. Seguro que había preferido no
preguntar nada y esperar acontecimientos, al fin y al cabo era un político y
sabe muy bien que, en muchas ocasiones, es el tiempo el que da y quita razones.
¿Estaba
enamorado de su hija? Posiblemente lo podría estar, pensaba mientras volvía
lentamente pisando las hojas de un jardín próximo. Desde luego lo que no podía
evitar era ser consciente que me había llevado una buena alegría cuando la vi
en Picadilly Circus. Reconozco que es una chica muy atractiva, de eso no tengo
ninguna duda, pero de ahí a estar enamorado hay un trecho bastante largo que
tendríamos que recorrer juntos, aunque era evidente que la proximidad física
era un factor a tener en cuenta y si me iba a Etiopía otra cosa no pasaría pero
estar juntos eso si que era seguro, al fin y al cabo, como me había recordado
Jane, no tendría muchas mas cosas que hacer porque en medio de la selva no hay
nada de nada y es posible que todavía sea menos que nada, pero mi decisión
estaba tomada y no había vuelta atrás. Por una vez en mi vida, tenía claro lo
que quería y estaba dispuesto a llevar ese proyecto adelante, es mas, también
había decidido que en muy poco tiempo vendería todo lo que tenía, les daría una
cantidad a mis hijas y el resto que era bastante lo destinaría a mejorar las
instalaciones de la ONG pero eso será para mas adelante. De momento lo único
que sabía Jane es que iría una temporada a probar si era capaz de soportar
aquella vida tan diferente a la que había vivido hasta ahora
Llegué
a casa, me senté en un sillón, me serví un whisky bien cargado y dejé volar mi
imaginación.
¿Cómo
sería un hospital en medio de la selva? ¿Qué medios tendría? Seguro que no
muchos, pero para lo básico llevaría mi propio instrumental y tendría que
ponerme en contacto con algún anestesista que me enseñara unos mínimos
conocimientos para yo poderlos transmitir a la enfermera que tuviera mientras
realizaba alguna intervención quirúrgica. ¿Cómo sería la gente que me iba a
encontrar allí? Para Jane eran fantásticos, pero su opinión, aunque estaba
seguro que era sincera, no me valía de mucho porque era bastante fanática de su
labor y habría mas de uno y mas de dos que no estarían de acuerdo con mi
trabajo, otra cosa es que tuvieran oportunidad de decir algo porque si
subsistían a su costa estarían mejor callados. Por lo que le había entendido solo colaboraban con ella un cura que no
sabía ni de donde era y cuatro mujeres de esa aldea que hacían las veces de
enfermeras, matronas, cocineras, limpiadoras etc y entre las tres ¿llevaban
toda la misión? Mucho trabajo me parecía a mi pero eso si que lo vería sobre la
marcha.
Pensando
en todas y muchas mas preguntas que se me ocurrían en aquellos momentos de
relax, vi en la televisión imágenes horribles de un atentado precisamente en
una ciudad de Etiopía pero consultando en Internet me di cuenta que estaba en
la otra punta de la nación africana y ahí si que había lío todos los días, pero
mi zona parecía tranquila.
Mi
mente volvió a las preguntas anteriores y esta vez algo mas centradas en mi
capacidad para el ejercicio de la Medicina. Yo creo que se bastante buena, esa
es la verdad, sobre todo de Cirugía porque con el Dr. Taylor había tenido que
hacer alguna vez de Cirujano General y ya lo tenía casi olvidado pero durante
su período de residencia en Madrid también había rotado cerca de un año por diferentes
servicios quirúrgicos y por ese lado no tenía excesivos problemas y desde luego
muy pocos como Cirujano Plástico, pero lo que me preocupaba eran las posibles
enfermedades específicas de aquella zona. Como no tenía prisa decidí que
durante unos meses estaría en el Servicio de Enfermedades Tropicales que
existía en la Universidad de Londres y así iría mas preparado, pero ¿habría
medicinas para tratarlas?
Terminé
el whisky y todavía estuve un rato mirando al cielo desde mi amplia terraza
hasta que el sueño me dominaba y entonces me fui a la cama y a los pocos
minutos estaba como un tronco. Había sido un día muy intenso y todavía me
quedaba para mañana una nueva entrevista con mi Jefe, el Dr. Taylor, y tenía
que ir con las ideas bien claras y la cabeza despejada.
La
entrevista con el Dr. Taylor resultó mucho mas fácil de lo que me había
imaginado. Para empezar me recibió en su despacho antes de comer y casi
inmediatamente al abrir la puerta ya me tranquilizó dándome la razón sobre lo
que pensaba hacer. Había hablado con el Sr. Chesterplace y estaba al tanto de
todo lo que estaba pensando y me felicitó por adoptar una postura tan solidaria
-
En el fondo creo
que es lo que tenía que haber hecho yo – mi Jefe se quitó la bata mientras me
preguntaba si quería comer con él en la cafetería de la Clínica
-
Por supuesto
Mientras
bajábamos la escalera y tomábamos asiento al fondo del comedor, me iba contando
que a él siempre le hubiera apetecido colaborar con una ONG y de hecho había
ido en diferentes ocasiones con un grupo de Cirujanos a algún país de
Sudamérica para ayudar en algo, pero siempre había sido durante períodos cortos
y a las pocas semanas volvía a su casa, con sus cosas, su familia, sus amigos y
su posición social que era bastante elevada. De siempre había admirado a
aquellos que se quedaban y de hecho fue con motivo de alguna de esas visitas
cuando decidió operar en una clínica de unos de los barrios mas deprimidos de
Londres y a pesar que a mí me parecía
que era un mérito tremendo el Dr. Taylor me confesó que era lo menos que podía
hacer por los demás, pero que siempre le había parecido como una contribución
bastante escasa para la cantidad de problemas que había por el mundo, sabía que
aportaba su granito de arena pero lo que de verdad ayudaba era hacer lo que
había decidido hacer yo. Me felicitó por ello, me dijo que naturalmente tenía
todo su apoyo, me insistió en que le comunicara cuando me iba a ir para
contribuir con una cantidad de dinero asegurándome que así sabía que iba a ser
correctamente invertida en lo que mas necesitasen y ahí terminó la comida.
-
Por mi – me
sorprendió cuando lo comentó – no hay ningún problema. El Dr. Barney se ha
ofrecido a terminar con mi consulta. Me da pena que Usted se vaya pero me da
tanta envidia que me dan ganas de irme con Usted
-
Pues ya sabe –
sonreí con una agradecimiento infinito hacia su persona - dentro de un mes, mas o menos, supongo que
saldré para allí. Si quiere le espero
-
No quiero ni
pensar lo que pasaría si llego a casa y le digo a mi mujer que me voy a Africa
con una ONG. La pobre lleva meses contando los días para irse conmigo y toda su
familia a Filipinas.
-
No me extraña –
íbamos por un pasillo hacia la puerta de la Clínica – la entiendo perfectamente
porque mi decisión está claro que no ha sido fácil, pero la suya es todavía mas
difícil
-
¡Que va! – mi
Jefe de tantos años me pasó la mano por el hombro – yo me voy con todo lo que
tengo, espero que sin problemas, mientras que Usted, supongo que no le supone
ninguna novedad que se lo diga, se mete en un buen jaleo
-
En fin, prefiero
no pensarlo porque todavía estoy a tiempo de cambiar de opinión
-
No, hombre no –
me dio un abrazo – ya verá como no es para tanto.
-
Gracias por su
comprensión.
-
Animo y espero
que nos veamos alguna otra vez
-
Seguro que si.
-
Adiós.
-
Adiós
Mi
paso por el Servicio de Enfermedades Tropicales fue fugaz pero muy intenso. Por
las mañanas asistía como oyente a las clases de la Facultad de Medicina y por
las tardes las dedicaba a estudiar como en mis mejores años de preparación del
examen Mir para entrar en un hospital recién terminada la carrera hacía ya
bastantes años ¿Cuántos? Bastantes mas de los que me hubiera gustado, pero la
vida pasa y tengo los que tengo. Afortunadamente el giro que había decidido dar
había sido razonablemente pronto y aunque nunca se sabe, se supone que tendría
unos años para ejercer en Etiopía y colaborar con mi trabajo para mejorar la
calidad de vida de aquellos que lo necesitaban.
Por
mi cabeza pasaba casi un único pensamiento y no era otro que darle vueltas todo
el día de la mala suerte que tienen algunas personas por haber nacido en un
sitio determinado. Por culpa o gracias a eso, nacías de un color diferente a
los ciudadanos europeos, tus expectativas de vida eran mucho mas cortas, no
tenías o tenías muy pocas posibilidades de estudiar para salir adelante, la
asistencia sanitaria era mas bien escasa, las cabañas, aunque no las había
visto, me las imaginaba y todo por nacer en una nación de Africa. Es injusto
que para esto y para muchas más cosas no tengan capacidad de decidir. Nacen,
malviven y mueren jóvenes y eso si eres del género masculino porque si encima
naces mujer, es muy posible que a los muy pocos años, cuando aquí las niñas
están en el colegio jugando con las muñecas, ellas tengan un marido y varios
hijos. Me parece una auténtica injusticia a pesar que, según Jane, estoy
completamente equivocado y ya tendré oportunidad de observarlo en directo porque, según ella, son mucho mas felices de
lo que podría parecer a primera vista.
También
estuve practicando la anestesia con el Dr. Rashmar, que fue uno que tuvo mi Jefe
durante bastante tiempo. Me pareció francamente fácil anestesiar a un paciente
sano, pero mi amigo Willy, el anestesista, no se cansaba de repetirme que todo
es muy fácil cuando se sabe y se practica pero que en la práctica diaria pueden
aparecer miles de complicaciones que hay que estar preparado para resolverlas y
sobre todo se necesita una medicación adecuada que él me podría proporcionar
para una temporada, pero después me las tendría que agenciar yo solo. Su manera
de ser y sus conocimientos me vinieron muy bien y estoy seguro que en un futuro
me ayudarán y mucho para resolver complicaciones.
Me
puse en contacto con la ONG para que me proporcionara billetes y una vez allí
que alguien me llevara hasta la aldea. Ya estaban avisados por Jane y en muy
pocos días me facilitaron todo lo necesario para llegar hasta allí lo antes
posible, aunque me avisaron que era muy posible que tuviera que esperar algunas
horas en el aeropuerto porque allí las comunicaciones no eran ni mucho menos
como las de aquí. También me indicaron que gracias a mi viaje tenían la
posibilidad de enviar unas cuantas cajas de víveres y de medicación que les
vendría muy bien. Por mi parte, había tenido la suerte que el Dr. Taylor me
había donado, con la condición que no se lo diga a nadie, insistió, dos maletas
con abundante instrumental quirúrgico y por su parte el Dr Rashmar,
anestesista, me había conseguido del hospital donde él ejercía su labor, un
aparato de anestesia bastante antiguo pero en buen uso y diversos tubos para
poder dormir a los pacientes. Cuando en la ONG supieron de tantas donaciones no
dudaron en poner a mi disposición un contenedor de mayor tamaño para que no
hubiera ningún problema.
Mi mayor sorpresa fue la llamada del Sr.
Chesterplace comunicándome que enviaría unas maletas con ropa, sobre todo para
su nieta y una mas que importante cantidad de dinero para contribuir a mejorar
la calidad de vida de todas las personas que era producto de la petición a
muchos de sus amigos de colaborar con esa actividad que iba a desarrollar en
aquella lejana población etíope, al igual que me enviaba una carta personal
para su hija. Se lo esconderé en el doble fondo de alguna de las maletas que le
mando, me dijo por teléfono, porque ya sabe que por ahí adelante los bancos no
funcionan, digamos que con excesiva honradez, por lo que prefiero que lo lleve
usted en mano y así me aseguro que el dinero llega a buen puerto. Se lo
agradecía emocionado y yo también metí en varias maletas absolutamente toda mi
ropa, mejor estaba allí que en cualquier armario de mi casa , pensé. Solo me
quedaban tres días para el viaje y tenía todavía que hablar con mis hijas,
aunque les había comunicado mi decisión hacía ya unas semanas.
Hablar
con Carmen era una una maravilla para mi. Tenía siempre las palabras justas y
estaba realmente emocionada con mi viaje a Etiopía aunque reconocía que, por un
lado sabía que seguro que iba a ser muy bueno para mí, pero por otro lado le
daba un poco de pena porque era consciente que las posibilidades de verse iban
a ser mucho mas complicadas y aunque yo le decía que no, sabía que tenía razón.
Diferente era con Patricia, mi segunda hija, a la que me fue bastante
complicado localizarla en Estados Unidos donde andaba por ahí sin asentarse en
ningún lugar de manera definitiva y que lo primero que se le ocurrió decirme
fue que adonde iba yo, que eso está bien para la gente joven, pero que yo ya no
era ningún chaval y encima estaba acostumbrado a vivir como un marqués en
Londres y que lo pensara bien porque en pocos meses estaría de vuelta. Parecía
adivinar el futuro como si ella supiese como se vivía en esos sitios. Es verdad
que yo tampoco lo sabía pero tenía el apoyo de Jane que para mí, estaba seguro,
iba a ser fundamental sobre todo al principio.
Los
últimos días fueron muy intensos. Las cenas de despedida, las felicitaciones
por mi valentía y no se cuantas cosas más se iban sucediendo y tenía,
afortunadamente, muy poco tiempo para pensar en el paso tan importante que iba
a dar y el cambio tan radical que iba a suponer en mi vida. Pasé algún tiempo
en el banco dejando claro que una parte de mi dinero era para mis hijas, por
supuesto y el resto se me enviara cada uno o dos meses para disponer de él y
dedicarlo a la compra de lo que fuese necesario. También dediqué parte de esas
ultimas horas para encargar a un íntimo amigo mío que se hiciese cargo de mis
propiedades inmobiliarias, tres pisos en Londres y la casa de la playa y las
vendiera al mejor precio posible y creo que fue el último que en base a nuestra
profunda amistad se permitía decirme que si lo había pensado bien y todas esas
cosas que se dicen cuando el receptor de ellas, que era yo, no dejaba el más
mínimo resquicio a la duda e incluso se hizo el mártir porque se quedaba sin su
amigo de múltiples noches de salidas en busca de compañía.
Por
fin, llegó el día 29 de Marzo de cualquier año y allí estaba yo en el
aeropuerto esperando que llamaran para embarcar a los pasajeros con destino a
Etiopía. Todos los trámites de aduanas, tarjeta de embarque y pasaporte… etc..
habían sido ya realizados y lo único que me faltaba era comprar algún libro
para soportar las veinte o más horas que tenía por delante. Me acerqué a una de
las tiendas, compré un libro sobre emigración que me pareció interesante, me
tomé un café y dejé pasar los minutos dejando volar mi imaginación y enseguida
mi cabeza se llenó de posibles situaciones que se iban a producir, seguro, en
las próximas horas o días. El día era luminoso, como si el sol quisiera hacerse
partícipe de mi ilusión, el ruido de los aviones despegando y aterrizando
llenaba todos los rincones del aeropuerto y ahí estaba yo, con mi traje
veraniego, mi sombrero, un pequeño maletín con los objetos íntimos y con la
inmensa necesidad de disfrutar de la vida, algo de lo que, como diría Julio
Iglesias, me olvidé durante demasiados años. Reconozco que iba contento, perdía
quizás reconocimiento de mucha gente, amigos de muchos años, algún amor de fin
de semana y sobre todo perdía muchísimo dinero, pero ¿para que quería ser el
mas rico del cementerio? Y sobre todo ¿para que lo quería si donde había
decidido irme no tendría donde gastarlo?
-
Pasajeros con destino
Roma Adis Abeba. Embarquen por la puerta 32. Gracias.
Me
levanté lentamente, miré hacia atrás como queriendo echar un último vistazo a
lo que había sido mi vida hasta entonces, pensé que ahora si que había llegado
el momento mas importante de toda mi ya larga existencia, suspiré profundamente
mientras alguna lágrima pasaba por mi cerebro sin llegar en ningún caso a mis
ojos, ¿volvería alguna vez a pisar aquel aeropuerto? ¿me adaptaría a lo que se
le avecinaba? ¿sabría resolver como Médico, los montones de problemas que se me
plantearían? Si todos fueran de Cirugía Plástica casi seguro que si, lo malo
eran los relacionados con otras especialidades. En toda mi práctica había
ayudado a bastantes partos e inmediatamente me vino a la cabeza el de Jane y lo
había resuelto bien ¿no? entonces ¿porqué tenía miedo? ¿Infecciones? A saber lo
que me encontraría y sobre todo ¿tendría medicamentos para tratarlas?
Todavía
me acordaba de aquella frase de Jane en alguna de sus últimas conversaciones,
aquello de que Dios aprieta pero no ahoga, es un problema de fe y yo ¿tengo
fe? Mas vale no pensarlo, mientras una
voz que no tenia ni idea de donde procedía le recomendaba que se olvidara de
todas sus dudas que iba a hacer feliz a mucha gente y eso era lo más
importante. No te preocupes que como también me recordó Jane, Dios proveerá.
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