sábado, 29 de diciembre de 2012

LA ENFERMERA RURAL : CAPITULO 24





 Queridos blogueros/as: Hace como dos horas escribí algo parecido a esto pero no lo he debido de hacer bien porque no sale por ninguna parte, o sea que si os encontráis el capitulo 24 por ahí, es que lo he enviado dos veces y pido perdón por ello.
Entonces escribía y me ratifico en lo dicho que, a pesar de los miles de correos electrónicos que recibo diariamente de mis múltiples lectores, no puedo cambiar el final de esta novela. El final es el que es y ahora no me voy a poner a cambiar todo. David tiene su destino que creo que se clarea en el próximo capítulo (quedan dos para que se acabe esta novela) y justo ahora mismo en el ordenata sale una linea que pone que se ha producido un error al guardar o publicar tu entrada. Vuelve a intentarlo. En fin, uno que es medio pariente del Santo Job, prefiero no escribir mas, no vaya a ser que salgan el mismo capítulo dos veces y entonces haría lo que vulgarmente se llama el gili y lo que sigue
Que el año 2013 sea bueno en la salud, que es lo único importante y un abrazo muy fuerte para todos
Tino Belas





 CAPITULO 24.-

El consultorio provisional seguía siendo un hormiguero de gentes que iban y venían, las madres con los niños a la espalda y los padres, los que tenían la suerte de poderlas acompañar, con todas sus pertenencias sobre sus cabezas. En la proximidades muchas familias se habían instalado con sus pequeñas tiendas de campaña hechas con restos de sábanas, mantas y planchas de madera, en la seguridad que, con el tiempo, una vez que estuviera construido el nuevo hospital habría alguna posibilidad de encontrar trabajo y cobrar algo de dinero con el que alimentar a tanto niño como correteaban por los alrededores.

La construcción del nuevo edificio se iba desarrollando según los planes previstos pero a velocidad africana. Los numerosos empleados se pasaban el día de aquí para allí, transportando maderas, palos, cemento y apilándolos cerca de la estructura principal para, cuando llegara el momento, comenzar de verdad con la obra. Para David esa forma de trabajar era una pérdida de tiempo como otra cualquiera, pero no era capaz de convencer a ninguno de los encargados. Estos continuaban a su ritmo y aunque la obra se retrasaba, de eso no tenía ninguna duda, pero mas o menos iba avanzando.

Todo cambió el día que el Gobernador de la provincia anunció su visita para dentro de un mes. Fue recibir la comunicación y como si una corriente eléctrica hubiera atravesado sus cuerpos, todos, absolutamente todos los trabajadores aumentaron su ritmo a una velocidad vertiginosa. Entonces ya no hacía calor, ni paraban después de una frugal colación, ni, por supuesto, dejaban sus tareas para rezar. Todo eso se acabó y hasta las noches se hicieron mas cortas.

Las columnas donde se asentaría el techo del futuro hospital las hicieron casi en un abrir y cerrar de ojos y ahora era David el que estaba agobiado porque cada medio minuto se le acercaba alguien para preguntarle si ponía mas de un cubo de cemento, si entremezclaban algún material metálico, si dejaban una zona sin poner ladrillos de adobe etc…etc..etc.

-        Y yo me pregunto – mientras atendía a un individuo de mirada huidiza - ¿para que coño están los encargados? Eso que te lo diga Luba que es el que lo sabe. Pero vamos a ver ¿esta gente no se da cuenta que estoy pasando consulta?
-        Tranquilo David – Sofía desde la mesa de enfrente le hacía señas para que se lo tomara con calma
-        Ya, ya – David le devolvía la mirada – si ya lo se que son como son y no tiene arreglo, pero yo no puedo hacer siete cosas a la vez, si paso consulta, paso consulta y si me dedico a constructor, entonces dejo la medicina y muy bien, pero las dos cosas es imposible.

Todas las noches, cuando teóricamente se terminaba la jornada laboral se reunían todos los responsables y discutían hasta altas horas de la madrugada los siguientes pasos a seguir, pero daba lo mismo porque al día siguiente los mismos iban a hacerle las mismas preguntas. A pesar de los malos humores de David, las noches sin dormir, algún que otro accidente que le costó mas de un dedo a alguno, la paciencia de Sofía que era la única capaz de calmarle, las formas de algunos de los encargados y mil cosas mas, el nuevo hospital se iba haciendo y por fin llegó el día de la inauguración.

Ese día si que fue maravilloso, todo el mundo estaba de buen humor, el sol no quiso perderse tan magno acontecimiento y brillaba con mas fuerza que la mayoría de los días. Los cientos y cientos de personas que se acumulaban por los alrededores se habían puesto sus mejores galas. Las mujeres lucían unas túnicas de vistosos colores que se completaban con unos pañuelos que adornaban sus cabezas. Multitud de tintes habían salido de los desvencijados baúles y se acumulaban en sus brazos y piernas a modo de tatuajes con innumerables propuestas hacia sus parejas, mientras los ojos demostraban la belleza interior que guardaban para la intimidad. Nunca se quitaban el velo que cubría su cara y aunque la ocasión lo hubiera merecido, ésta vez tampoco.

  Los hombres con sus chilabas blancas, sus barbas bien recortadas y sus babuchas con la puntera dorada formaban grupos compactos para presenciar el espectáculo que se avecinaba. La llegada de la máxima autoridad de la provincia siempre era un acto solemne y no tenían intención de perdérselo por nada del mundo.

La gente se desperdigaba por la explanada, a pesar de ser las primeras horas de la mañana y la llegada de la autoridad se estimaba que sería a la caída de la tarde, haciendo tiempo y tratando de buscar el mejor lugar para, pasadas unas horas, ocuparlo. El mercadillo estaba instalado desde el día anterior y todos los puestos se distribuían de manera uniforme y entre ellos como si se tratara de insectos avanzando por la arena se instalaban innumerables vendedores con toda clase de objetos que colocaban en el suelo, encima de unas sábanas blancas. Algunos, como queriendo imitar a los puestos oficiales, clavaban en el suelo unas estacas de madera que sujetaban otra sábana a modo de toldo para tratar de paliar, en lo posible, el intenso calor que a buen seguro iba a hacer durante todo el día. Tanto los puestos como los vendedores ocasionales seguían un orden riguroso de colocación y así, en el primer pasillo, todo era de alimentación y se mezclaban puestos de frutas con otros, por ejemplo, con pan recién salido de hornos o con diferentes puestos de especies con grandes sacos llenos de semillas de muy distintos sabores y olores, también había varios de pasteles típicos, una especie de buñuelos bañados en azúcar. Un poco mas allá y ya en un segundo pasillo, la ropa era la protagonista y miles de prendas de todo tipo se entremezclaban ofreciéndose a los posibles compradores. Una tercera zona estaba dedicada a los utensilios para la casa y allí se acumulaban desde platos, tazas, cucharas de todos los tamaños, juego de te con dibujos grabados en oro hasta grandes ollas para preparar las comidas típicas y por último haciendo un círculo para trata de cerrar el mercadillo, se encontraban los animales domésticos y en ese lugar se podía comprar desde un camello lustroso hasta una iguana, pasando por ovejas, cabras, conejos y otros muchos. Las transacciones eran casi siempre trueques, yo te doy tres ovejas y tu me das una tetera con sus correspondientes vasos  una alfombra y tres chilabas. Si se llegaba a ese acuerdo, ambos, vendedor y comprador abandonaban su puesto, compraban lo estipulado donde fuera y se volvían a sus lugares primitivos.

Alrededor de la zona puramente de mercadillo, había como un circo gigante donde las actuaciones se multiplicaban por doquier. Magos con sus varitas haciendo desaparecer cartas de una baraja, cabras que trepaban por unas sillas al son de la trompeta de sus dueños, contorsionistas de torso desnudo que realizaban impresionantes ejercicios de acrobacia, unas señoras sentadas en pequeñas banquetas que te invitaban a acercarte para tratar de adivinar como iba a ser tu futuro, unos monos que hacían las delicias del círculo de espectadores haciendo monerías, unas odaliscas bailando la danza del vientre al son de un estridente sonido emitido por su amo y señor que entre actuación y actuación, las ofrecía en venta como si fueran animales y eso si, si querían conocer su calidad solo tenías que pasar detrás de una amplia cortina para que exhibieran privadamente sus encantos.  Llamaban poderosamente la atención una especie de charlatanes que vendían objetos cortantes como navajas, cuchillas de afeitar etc que para convencer a los posibles compradores cortaban distintas frutas lanzándolas al aire y atravesándolas con esos objetos haciendo gala de una habilidad increíble. El número final era un camello con cuatro jorobas al que los niños se subían por un módico precio disfrutando de tan extraño ejemplar.

David y Sofía también hacían uso de sus mejores galas para recibir al Sr. Gobernador y después de recorrer todas las instalaciones del nuevo Hospital con detenimiento para comprobar que todo estaba en orden, se paseaban por el mercadillo como dos extranjeros mas. David con impecables pantalones blancos y una camisa azul marino y Sofía con una blusa ancha que le llegaba casi hasta las rodillas haciendo evidente el estado de buena esperanza del que ya llevaba casi seis meses y el conjunto finalizaba  con  unos pantalones vaqueros y un pañuelo anudado en la nuca.  A cada paso eran saludados por algunos que habían sido sus pacientes que les ofrecían diferentes productos para comprar a lo que ellos se negaban con una sonrisa.

Cuando el sol estaba dando sus últimos rayos apareció la caravana del Sr. Gobernador compuesta por ocho o diez jeeps a cual mas grande, dos camiones repletos de soldados con las armas dispuestas para defender a su Jefe y otros seis camiones con comida para distribuir entre todos los presentes. La gente se arremolinaba su alrededor y tardaron varios minutos en llegar a la entrada del nuevo Hospital donde le esperaban, constituyendo una larga fila, el alcalde del pueblo, varios de sus ediles, David y Sofía y media docena de futuros empleados del hospital. El Sr. Gobernador pasó revista a los presentes y se detuvo especialmente con Sofía a la que preguntó por su embarazo y esperaba que la estancia en su país fuera agradable para ella y beneficiosa para todos sus pacientes. A continuación giró una breve visita por algunas de las instalaciones y en menos de una hora estaba sentado en su jeep dando órdenes para volver a la capital.





Cuando David y Sofía volvían a su casa, con la inmensa negrura del desierto haciéndoles compañía y mientras que los animales nocturnos  se disponían a dar su paseo diario, Sofía notó un extraño movimiento en su barriga. No dijo nada hasta llegar a su tienda, pero nada mas entrar fue lo primero que le comentó a su marido. En cuanto ella le contó sus extrañas sensaciones un David emocionado la ayudó a tumbarse en la cama y le faltó tiempo para tumbarse al lado de ella mientras hacían planes para el futuro

-  Si ya empiezas con molestias, el niño tiene que nacer aquí
-  Me da un poco de miedo
-  ¿Por qué?
-  Hombre porque esto está como está y no se si reunirá las condiciones para que nazca nuestro hijo
-  Yo estoy seguro que si, ten en cuenta que te quedan por lo menos cuatro o cinco meses y en ese tiempo el Hospital  tiene que esta funcionando a pleno rendimiento.
-  ¿Te has parado a pensar quien va a ser mi matrona?
-  Yo no, pero vete pensándolo tu y empieza a enseñar a una. De todas las maneras y tú lo sabes porque has venido conmigo, hay muchas veces que no hace ninguna falta que esté ninguna comadrona. Lo malo es cuando el parto se complica, entonces no hace falta una, sino tres o cuatro
-  Esperemos que no sea necesario. Mira – Sofía notaba en ese momento el movimiento del niño – pon una mano aquí.

David la puso encima de Sofía y notó como si el niño quisiera agarrarle la mano

- ¡Que bien se nota como se mueve!. Creo que tiene un buen pepino
-  Será que sale a su padre – rió Sofía
-  Mejor para él y ¿sabes lo que te digo?
-  Dime
-  Que estoy deseando que el niño salga de una vez para que se junte conmigo y sacarlo a dar un paseo.
-  Todo se andará. Vamos a dormir que mañana nos toca trabajar de lo lindo.

Abrazados y pensando en el niño que nacería en cuatro o cinco meses se quedaron completamente dormidos. A la mañana siguiente y casi cuando ni siquiera habían abierto los ojos, un extraño personaje llamó su atención. Era un negro, alto como una palmera, enjuto, con ojos de lince, labios como infiltrados con silicona, manos demasiado ágiles para tratarse de un nómada, vestido con una chilaba blanca como las nubes que se divisaban a lo lejos. Al verlos como se movían se inclinó ceremoniosamente y juntando ambas manos se ofreció como su criado y para todo lo que quisieran.

-  ¿Cómo te llamas? – le preguntó David
-  Me llamo Julem, Señor, pero mis amigos me llaman Jul
-  ¿Quién te ha mandado aquí?
-  El Jefe, señor. Dice que los extranjeros deben ser  los mejor atendidos de  toda la aldea.
-  ¿Has preparado tu todo esto?
-  Si, mi Señor y si quieres puedo preparar mas cosas.
-  No, si esto ya es una barbaridad.
-  Para soportar el día hay que comer y después trabajar. Si no comer, tú no poder trabajar.
-  Bien, luego hablamos.

Jul o como se llamase aquel individuo se retiró después de pasear su mirada por toda la tienda. Sofía captó aquello y sin saber porque y sin tener ninguna razón, aquel hombre no le gustó. Mientras daba vueltas a su cabeza que había hecho aquel negro de buena  presencia para merecer su desconfianza, Sofía intentó levantarse y se dio cuenta del terrible dolor de cabeza que padecía. Todo le daba vueltas y se sentía incapaz de levantarse

David terminó su aseo personal y cuando se estaba vistiendo le  preguntó si se iba a levantar

-  Te lo juro David que aunque quisiera levantarme me resulta imposible.
-  No te preocupes, quédate en la cama que Jul cuidará de ti.
-  ¿De veras puedo quedarme?
-  ¡Como no! Ho y es jueves y tocan vacunaciones que las puedo hacer yo solo perfectamente, o sea que no te preocupes de nada. Duérmete y descansa que te vendrá muy bien. De todas maneras yo volveré pronto.

La tapó con la sabana, le puso la mano en la frente para valorar si tuviera algo de fiebre, le dio un beso y se marchó tranquilamente. El ruido del motor al arrancar el jeep y el paso de las ruedas por delante de la cabaña le indicaban que David ya iba camino del Dispensario.

Sofía se quedó profundamente dormida y al cabo de tres horas, estiró un brazo y al hacerlo se dio cuenta que alguien le tomaba la mano. Se despertó sobresaltada y allí estaba Jul tratando de tranquilizarla, Lo ofreció un te moruno que ella bebió con auténticas ganas y al poco notó como Jul se sentaba al pie de la cama. Sofía no sabía como interpretar aquel gesto, si como una prueba de confianza hacia su persona o una intromisión en su vida privada. ¿Que buscaba? Desde el fondo de la cama y sin hacer ni un solo movimiento la miraba con una mirada en la que se confundía el servilismo con el odio. Estuvieron mirándose más de un minuto y al final fue Jul el que rompió el silencio

-  Pareces una mujer muy valiente.

Sofía seguía mirándole atentamente sin retirar su mirada tratando de entrar en su personalidad. Tengo que parece dura y que no se de cuenta que estoy muerta de miedo porque si no, estoy perdida.

-  En Mali las mujeres ni pueden ni deben  mantener fija la mirada en un hombre.
-  ¿Por qué?
-  Por que aquí eso se interpreta como un deseo sexual de la mujer
-  Dos cosas – Sofía se levantó y se colocó una bata las de quirófano pero puesta al revés – Primero, yo no soy malí o sea que nadie interprete mal mis palabras o mis gestos. Segundo estoy embarazada de casi cinco meses y no tengo especialmente ganas de nada relacionado con el sexo, o sea que en mi caso te has confundido.
-  Muy bien, Señora. Yo estoy aquí para servirla en todo lo que necesite y nada más.
-  Si, pero me molesta tener a alguien todo el día mirándome como si fuera un bicho raro. Soy una persona normal y necesito mi espacio para desarrollar mi libertad y contigo a un metro de mi, eso es imposible, o sea, que retírate y cuando necesite algo ya te llamo.
-  Sus palabras son órdenes para mi – Jul se levantó, recogió el te y salió lentamente de la tienda no sin antes dirigirle una mirada a Sofía que en ese momento se agachaba para recoger una prenda de vestir. A continuación, estiró un poco la colcha y se sentó a leer. Era una memoria basada en las vidas de las mujeres que le habían precedido en Mali y por lo que sacaba en conclusión, ninguna había estado por aquella zona por considerarla peligrosa. El valor de la vida en aquella región abandonada, a cientos de kilómetros de la capital era nulo y el de la mujer no era ni nulo, no era absolutamente nada. Debería cuidar de un marido impuesto por la familia, darle de comer y satisfacer todos sus apetitos fuera lo que fuera. Solían ser mujeres muy jóvenes, algunas veces niñas a quien el padre las vendía por un par de ovejas y quienes tenían todos los hijos que su marido quisiera. Mujeres que a pesar de todo, destilaban alegría por todos los poros de su cuerpo, sabían que si llegaba el marido y deseaba acostarse con ellas, no tenían más remedio que aceptar y lo llevaban lo mejor posible. Entre otras cosas, era la educación que habían recibido.

David volvió pronto, bastante antes de lo que pensaba. Comieron juntos y después se sentaron en el suelo de una duna cercana al poblado, pero suficientemente apartada como para que nadir pudiera oírlos.

Sofía apoyó la cabeza en el hombro de su marido como hacía siempre que se encontraba nerviosa

-  ¿Qué te pasa, Sofía?
-  Estoy preocupada, nunca me había pasado hasta ahora, pero desde que estoy aquí y cada vez que te vas, tengo miedo
-  Pero ¿Por qué? ¿Has notado algo raro?
-  No te puedo decir el que, pero no me gusta. El ambiente está como enrarecido. La gente es muy amable, sobre todo, las mujeres, pero hay algo que no termina de convencerme
-  No lo se – David no tenía esa sensación – es posible que tenga que pasar un tiempo para que te acostumbres y te vayas haciendo a todo esto.
-  ¿A ti no te da miedo el desierto?
-  No especialmente.
-  Pues a mi si, no me gusta ver un paisaje cambiante, infinito, siempre igual y siempre tan distinto. Todo es raro, un calor terrible mientras que el sol está en lo alto del cielo y un frío tremendo en cuanto sale la luna.
-  En eso tienes razón, pero también en Galicia llueve y no por eso la gente se deprime.
-  Si, pero yo aquí estoy deseando que se termine el Dispensario para tener algo que hacer. Por lo menos, mientras que ves a algún paciente, pones alguna inyección u organizas algo, se te va pasando el tiempo, pero estar mano sobre mano es una cosa que me come los demonios.
-  En eso tienes razón y espero que en unas pocas semanas ya tengamos sitio y puedas empezar a hacer cosas.
-  Ojala.
-  Venga, vamos a hablar de cosas serias – David le puso la mano en el regazo de Sofía - ¿Cómo va el niño?
-  Como siempre, yo creo que este niño va a salir futbolista porque da unas patadas de miedo.
-  ¿Te duele algo?
-  No, la verdad es que no, quizás una pequeña molestia pero muy soportable.
-  Jul ¿Te trata bien?
-  Si, pero me parece un tío extraño. Me parece que no es de fiar
-  ¿Quieres que le diga algo al Jefe?
-  No, hombre, tampoco es para tanto.
-  Como quieras. – David la acercó hacia si y la besó en los labios – vamos a la tienda que parece que empieza a hacer un poco de frío, ¿vamos?

Estuvieron en la tienda cerca de una hora, salieron a dar una vuelta por los alrededores y cuando se puso el sol, David se quedó dormido, mientras Sofía trataba, a través de la tela de la tienda, saber los movimientos de Jul. Cuando el silencio se hizo el amo de la noche, se levantó y observó como su supuesto criado limpiaba un revolver que volvió a guardar entre sus ropas y envuelto en una manta y cerca del fuego se quedó dormido mirando a las estrellas. Sofía se volvió a la cama y trató de explicarle a su marido que el criado tenía un arma, pero la única respuesta que recibió fue un profundo ronquido de David que le hizo desistir de ninguna explicación.


sábado, 22 de diciembre de 2012

LA ENFERMERA RURAL: CAPITULO 23

Queridos blogueros/as: Seguimos caminando poquito a poco para llegar al final y este capitulo es una muestra de lo fácil y barato que resulta casarse. Se lo explicaré a la única hija que me queda en casa. Fíjaros si será fácil que se resume en un capítulo.
Por otra parte, este capítulo me recuerda a uno anterior, cambiado de país pero muy parecido, Espero que no sea algún copia y pega  que me equivocara en cualquier momento. Espero que no, pero todo puede pasar conocida mi rara habilidad con el ordenador y sobre todo por no llevar un orden al escribir, pero uno es así y a mis años ya no voy a cambiar.


CAPITULO 23.-

Debían de hacer las cosas bien porque el consultorio provisional se había vuelto insuficiente para atender a la gran cantidad de personas que acudían a diario para ser vistas por el Dr. Vázquez y por la Dra. Sofía como era conocida por todos los habitantes de aquel paraje tan lejano. Trabajaban mucho y tenían poco tiempo para ellos, pero el poco del que disponían lo aprovechaban como si fueran los últimos de su vida.

Un día que fueron a visitar a un paciente en un oasis  cerca de un barranco que era el antiguo cauce de un río que permanecía seco desde hacía muchos años, aprovecharon para pasar por la Misión de Don Emilio, el Misionero, un Padre Claretiano de sesenta y pico de años que llevaba cerca de cuarenta en Mali y como si tuviera el don de la premonición y supiera el hambre y la sed que tenían los dos componentes de Médicos Sin Fronteras, les tenía preparada un suculento banquete con diferentes productos de colores llamativos y sabores todavía mas exóticos.

La Misión estaba en un enclave maravilloso, el desierto parecía haberse transformado en un territorio de buena calidad para albergar una Iglesia diminuta que se continuaba sin tabique alguna con una amplia explanada en la que con palos de tamaños similares se habían instalado unas bancadas que podrían albergar a muchas personas. Al final, como si fueran barracones estaban las clases y lo que el cura llamaba pomposamente la Residencia que no era otra cosa que una zona techada con un entrelazado de ramas donde se podía tumbar todos los que quisieran y un poco mas allá la casa de Don Emilio, una cabaña de recias paredes de ramas que parecía capaz de resistir cualquiera de los tremendos monzones que asolaban con frecuencia aquella zona.

La cabaña estaba dividida en dos zonas, en una era como la parte comunitaria, con unos bancos, todos hechos con gruesos palos, y una parte digamos que privada donde Don Emilio tenía una especie de hamaca donde se supone que dormía, un rústico reclinatorio ante una imagen de un Cristo con un marco de madera y una pequeña mesa. Allí vivió aquel santo durante  cuarenta años y los que le quedasen de vida y en todo ese tiempo ni una sola vez hizo notar su malestar ni expresó la más mínima queja. Al revés, permanentemente daba gracias a su Dios por haberle permitido tener tantas cosas como tenía y sobre todo daba ejemplo de cómo debe vivir un católico convencido. Naturalmente compartía absolutamente todo lo que tenía y trabajaba como el que mas en las labores del campo para ayudar a aquellos que según el habían tenido la suerte de nacer en aquel lugar.

La llegada, hacía ya una buena temporada, de David y Sofía le había aliviado de muchas de sus ocupaciones como pseudomédico, para las que naturalmente no estaba preparado, pero hasta entonces había sido Médico, Cura, Psicólogo, labrador y hasta en alguna ocasión, enterrador cuando no había tenido mas remedio, pero no tenía ningún pudor en leer unas oraciones ante el fallecido y a continuación colaborar a cavar la fosa donde sería enterrado.

 El Padre Emilio les saludó desde la puerta de la pequeña Iglesia donde acababa de dar clases a un grupo de niños que salían como flechas hacia sus casas y se acercó rápido.  Saludó efusivamente a sus nuevos amigos y les invitó a que le acompañaran en el jeep a la casa de una anciana que era la mas vieja del lugar y se encontraba un poco delicada de salud.

Llegaron a una especie de choza a unos cuatro o cinco kilómetros, en pleno desierto y allí compartieron unos minutos con una anciana encantadora, rodeada de excrementos por todas partes, pero con una mirada que transmitía paz, auténtica paz y eso a pesar de las circunstancias. Al llegar extendió las manos hacia Don Emilio y así permanecieron unos minutos. El Misionero nos hizo una seña para que lo dejáramos solo con ella porque le acaba de decir que se encontraba muy mal y antes de morir deseaba confesarse y nada mas realizar ese acto, cerró los ojos y falleció. Entre los tres la enterramos y el Misionero le dedicó una oración en la que quedaba reflejado el enorme respeto que había sentido hacia aquella anciana que durante muchos años le había demostrado que para se feliz no se necesitan demasiadas cosas, mientras unas lágrimas circulaban por sus mejillas sin ningún rubor. Terminado el acto Don Emilio hizo una cruz con unas ramas de cañas y la clavó en lo mas alto de la sepultura

-  ¿Vamos? – el cura les animaba a continuar su camino.

Sofía estaba sorprendida de la frialdad de aquel momento, ni un familiar, ni nadie que le hiciera compañía en esos últimos instantes de su vida.

-  No te preocupes, Sofía porque hace muchos años que vivía sola y nosotros hemos tenido la suerte de poderla acompañar al final
-  ¿No tenía hijos?
-  No lo se – Don Emilio se guardó el breviario que llevaba siempre consigo – La historia de esta mujer es la típica de mala suerte. Cuando era joven se casó con el Jefe de la Tribu Makele, pero como pasados unos años no tuvo hijos, la devolvieron a su casa y allí se casó con el Jefe de otra Tribu y la misma canción y la tercera vez que la vendieron resultó que el comprador se murió a los pocos días por lo que fue rechazada y abandonada en el desierto como una apestada y así ha vivido por lo menos los últimos diez años que fue cuando yo la conocí. Con sus manos se construyó esa especie de cabaña que habéis visto y así vivió hasta hace unos minutos. En todo este tiempo no salió nunca, nadie sabe como se ha alimentado hasta ahora, pero la realidad es que acaba de fallecer, por lo tanto ha tenido que vivir hasta ahora No tenía familia o si la tenía nunca nadie vino a visitarla y con el único que hablaba era conmigo y a pesar de su estado y de cómo vivía para mi era una auténtica santa y seguro que Dios sabrá recompensarla en el cielo, porque para ella el infierno ha estado en la tierra.

Sofía lloraba como una magdalena ante la historia que le estaba contando el Padre Emilio. Este se acercó a ella y tomándola por los hombros la consolaba

-  No llores, no llores porque acabas de ver morir a una Santa. Si mi Dios ha consentido tanto sufrimiento a esta mujer será porque ahora la va a recompensar en el cielo, seguro. De lo contrario la fe no serviría para nada y te aseguro que ella tenía fe, mucha fe.
-  No hay derecho, no hay derecho – repetía Sofía mientras se alejaba muy despacio de aquel lugar que nunca olvidaría.

Llegaron a casa de Don Emilio y allí todo cambió. La alegría impregnaba cada rincón de aquella especie de cabaña. El orden era perfecto, Limpieza para dar y tomar, como decía el cura – una cosa es vivir en el desierto o casi y otra es volverse un animal salvaje – La gente de la aldea entraba y salía cada dos por tres, traían regalos para los Médicos  y hasta a algún pariente para que David, aprovechando que estaba allí, le dijera si estaba poseído por el Demonio como decía el curandero. David le exploraba y le diagnosticaba con la condición que en el plazo de una semana acudiera al Dispensario para continuar el tratamiento. Todos decían que si con la cabeza, pero todos sabían, incluido el propio David, que no irían porque no podían abandonar las faenas del campo y menos en aquella época que era cuando se recogía lo sembrado unos meses antes.

La tarde, contemplando el paisaje, con una buena compañía y un poco de fruta fue de esas en las que uno se alegra haber nacido. Don Emilio era un hombre culto, de animada conversación y conocedor de los problemas de la juventud. Te hacía pasar las horas como si estuvieras hablando con un padre, aquel padre que, en  el caso de Sofía había dejado en Soria, hacía ya mucho tiempo. Naturalmente que siempre trataba de llevarte a su terreno pero lo hacía con mucho tacto y la máxima discreción.

Como era lógico hablaron de lo divino y de lo humano y hasta recordaron la madrugada aquella, hacía ya varios meses, en la que vieron amanecer desde el monte Tuniyao y la sorpresa llegó al final cuando estaban a puntos de despedirse y David preguntó al cura si había estado alguna vez en el mismo sitio pero viendo anochecer

-  Muchas mas veces de las que piensas – El Misionero le miraba fijamente a los ojos como queriendo penetrar en su cerebro – y cada vez que me siento y veo como la luz se va perdiendo por el horizonte me doy cuenta, otra vez, que los milagros existen aunque la mayoría de la gente no tiene oportunidad de disfrutarlos.
-  ¿Sabes por que te lo pregunto?
-  Tu dirás
-  Porque Sofía y yo queremos que nos cases allí ¿podrías?
-  Yo si, pero habrá que preguntarle a la novia si ella quiere
-  ¿Quién yo? – Sofía le dio un beso a cada uno y contesto con voz fuerte y potente – claro que si.
-  Ya sabéis que para casaros no hace falta casi nada. Lo más importante es el cariño que os tengáis y que deseéis que sea para siempre.
-  Eso por supuesto
-  Pues el día que digáis os caso
-  ¿El próximo Domingo?
-  Sin problemas. A las once os espero.

La ceremonia se celebró el día señalado y asistieron en total tres persona, el cura y la pareja ¿para que querían mas gente? Fue una Misa corta, con una homilía sentida por parte del celebrante en que destacó que lo más importante de aquel acto era el amor entre la pareja y la presencia de Dios y el banquete se celebró en la sede de la Misión donde Don Emilio había preparado una comida especial como correspondía a tan importante acontecimiento. Cantaron canciones españolas, brindaron con una brebaje desconocido y hasta gritaron el correspondiente vivan los novios. Casi cuando estaban a punto de finalizar les avisaron para un parto y para allí se fueron los tres. David y Sofía realizaron su labor con la profesionalidad que les había caracterizado desde su llegada y el cura aprovechó para bautizar al nuevo bebé por aquello de que ya que estaba por allí no debería perder el tiempo.


sábado, 15 de diciembre de 2012

Queridos blogueros/as: Se me había pasado por la cabeza la idea de publicar hoy dos capítulos en lugar de uno para que cuando llegue Navidades haber terminado, pero como en ningún caso, me da tiempo, lo mejor es seguir como hasta ahora y llegar al final pasito a pasito o mejor capítulo a capítulo.
Esta vez yo creo que si ¿no os parece? si, seguro que si, tiene toda la pinta que estos dos acaban juntos, porque el niño parece que empuja lo suyo. En fin, la vida que es así, se empieza en Soria, se pasa por Madrid, luego por Honduras, un poco en Mali y se termina en este pueblo que yo ya no se ni donde está.
Como siempre, mucho ánimo que ya va quedando menos.
Un abrazo
Tino Belas









CAPITULO 22.-

Hola –  David dió un beso a su madre - ¿tú sabes como vienes?
-  Es que no ha venido Rafa y me ha tocado jugar de portero
-  ¿Y eres bueno? – preguntó Mario
-  ¡Que va! Soy malísimo, pero no había otro y me ha tocado a mí. Yo de lo que soy bueno es de delantero.

Sofía les presentó y rápidamente David, en cuanto se enteró que era veterinario y trabajaba en la Fábrica,  se apuntó para ver como se esquilan las ovejas

-  ¿Y me dejarás ordeñar una vaca? – preguntó con la ilusión reflejada en su cara
-  Eso está hecho. Me parece que hay algo así como doscientas vacas esperándote, o sea, que no parece muy difícil
-  ¿Cuándo puedo ir?
-  David por favor deja en paz  a Mario que bastante trabajo tendrá con lo suyo para encima ir contigo a ordeñar vacas
-  No te preocupes – Mario se dirigió a David - ¿Cuándo te viene bien?
-  A mi cualquier día porque hasta el jueves tenemos vacaciones
-  Que suerte ser estudiante. Yo mañana trabajo
-  Entonces ¿puedo ir mañana?
-  David, por favor, no seas pesado - Sofía abrió la puerta de su casa introduciendo la llave en la cerradura situada en la parte alta de la puerta
-  De verdad que no me importa. Mira, hacemos una cosa, mañana a las once te espero en mi oficina de la Fábrica y si no tengo mucho que hacer te acompaño y te enseño todo.
-  Mamá ¿puedo ir?
-  Claro, faltaría mas, pero con la condición que no molestes demasiado
-  Si te parece le enseño la fábrica a David y luego os invito a comer a los dos.
-  ¿Mañana?
-  Venga, Mamá, di que si
-  Es que mañana tengo consulta y me tendría que volver antes de las cuatro
-  Eso es lo de menos – Mario se mostraba encantado con el si de Sofía – yo me quedo con David y así lo tienes que ir a buscar
-  ¡Que te crees tu eso! El niño tiene dos piernas y la fábrica está ahí al lado.
-  Tu por eso no te preocupes Mamá, que en cuanto termine me vuelvo a casa – David daba todo tipo de facilidades para conseguir su objetivo sin advertir que Mario prefería comer con los dos y si pudieran pasar la tarde juntos.
-  No, ya no vale volverse atrás, tu madre ha quedado en venir a comer y cuando termine se vuelve a la consulta y nosotros seguimos conociendo toda la fábrica y enseñándote lo que hacemos.
-  Está bien, mañana vamos.
-  David a ti te espero a partir de las once y en cuanto a ti Sofía, cuando llegues hacemos unas chuletas en la parrilla que hay detrás ¿te gustan?
-  Me encantan
-  Muy bien, pues hasta mañana

Sofía acompañada por su hijo entró en su casa y al ir a cerrar la puerta vio como Mario la observaba con detenimiento si moverse del sitio

-  ¿Qué pasa? ¿no te vas?

Mario intentaba ir mas deprisa pero sabía como dice el refrán que las prisas solo son buenas para los toreros malos y casi sin decir adiós, giró en redondo y se encaminó a su casa, tan solo dos calles mas para allá. Mientras caminaba pensaba en Sofía. Era una mujer atractiva, físicamente no estaba mal, aunque había como un rictus de tristeza en su mirada que la hacía todavía mas apetecible. No sabía absolutamente nada de su vida, pero era cuestión de tiempo que descubriera la verdad.

-        Por hoy ya está bien – pensó mientras aceleraba el paso, pero tengo la impresión que esta chica tiene que ser para mi.

La noche se acostó sobre el pueblo, las calles estaban desiertas y solo el aullar de algún gato solitario parecía darle algo de vida a un pueblo fantasma a partir de las nueve de la noche. Marío tenía un viejo aparato de radio que conectaba siempre que llegaba a su casa y esta vez ni se acordó. Se sentó en su sillón preferido y en lugar de leer una novela, que era lo que hacía habitualmente, cerró los ojos y trató de valorar su relación con Sofía. Se puede decir que no la conocía de nada y sin embargo sabía como era su manera de pensar, no era un bellezón, claro que tampoco él era Robert Redford, pero no estaba mal. Era simpática, eso seguro y con una fuerte personalidad, pero le preocupaba aquellos silencios cuando intentaba sondear su pasado. Siempre intentaba cambiar de conversación y sistemáticamente algo parecido a una nube cruzaba por delante de sus ojos cuando se tocaba ese tema, lo que le hacía parecer todavía mas interesante. No debo preocuparme, es solo cuestión de tiempo – pensó – y lo mejor será no ponerme muy pesado. Ya me contará. Por fin parece que ha llegado la hora de enamorarme y el día que lo cuente en casa, mi madre se va a llevar la mayor alegría de su vida y ya no tendrá que decirme aquello de Mario, por Dios, búscate una chica que te quiera que si no ellas se quedarán para vestir santos, pero tú mas solo que nadie y el ser humano está hecho para vivir en pareja. De todas formas todavía no le diría nada, no vaya a ser que no lleguemos a nada y mas vale no hacerse ilusiones, pero me da la impresión que la cosa, por lo menos por mi parte, va muy en serio y podemos llegar a ser mucho mas que amigos

Mientras tanto, doscientos metros mas abajo, en la cama de la nueva enfermera del pueblo, los pensamientos se paseaban entre las sábanas. Sofía no podía dormir por diversos motivos, pero sobre todo, porque no sabía si lo estaba haciendo bien o no. Con Mario se encontraba a gusto, para que negarlo, pero el recuerdo de David todavía le llenaba todas las horas de cada uno de todos los días desde que le comunicaron su fallecimiento. El hecho de venirse al pueblo era con la idea de iniciar una nueva vida y que mejor que hacerlo en compañía desde el principio. Posiblemente ella no lo necesitaba tanto y si no aparecía un hombre que llenase su vida, tampoco le pasaría nada, el recuerdo de David podía llenarlo todo, pero su hijo necesitaba un padre, alguien con quien pudiera compartir su educación, que disfrutásemos juntos de verlo crecer, lo ideal es que fuera su padre, el de verdad, el que la había hecho tan feliz durante aquellos años de andar por ahí intentando ayudar a los que nada tienen, pero desgraciadamente la vida tiene que continuar y yo tengo derecho a volver a intentarlo – Sofía se movía inquieta en la cama sabiendo que muy cerca seguro que Mario también pensaba en ella. He sufrido mucho, he llorado lo que no está en los escritos y mucho mas, he tenido fe y por eso he podido superar tantos momentos de soledad, pero todo tiene un límite y estoy llegando a un punto en que necesito a alguien y ese alguien creo que lo tengo muy cerca. Lo siento David, de verdad que lo siento, pero tu recuerdo seguirá siendo el mismo, pero mi vida puede cambiar y creo que es una oportunidad que no debo dejar pasar.

- ¿Se puede? – Sofía empujó el amplio portalón de madera que daba entrada a un patio donde se aparcaban los coches. El día era muy bonito, de esos días que solo se disfrutan en el campo, una ligera brisa conservaba un cielo azul alterado en ocasiones por unas nubes blancas, el olor característico de la fábrica parecía algo mas difuminado que en otras ocasiones y David salió al encuentro de su madre todavía emocionado con tantas situaciones vividas de las que no podía ni imaginar que fueran así. Asomado en una ventana, Marío contemplaba a Sofía que avanzaba con seguridad. Se había puesto muy guapa, con un vaquero ajustado que le quedaba muy bien, una camisa como de seda y un pañuelo que hacía las veces de goma del pelo y le permitía llevar una especie de cola de caballo. Unas deportivas blancas completaban su vestuario. Marío la saludó desde la ventana y bajó las escaleras de dos en dos. Cuando llegó a la altura de Sofía, ésta avanzaba de la mano  de David para ver un recinto donde estaban los establos

-        Ven, Mamá, ven ya verás – el niño tiraba de la mano de su madre con todas sus fuerzas – si nos damos prisa a lo mejor llegamos a la hora de ordeñar las vacas.
-        Tranquilo David que me vas a tirar.
-        Mira, mira allí – David señalaba con un dedo hacia el establo donde una gran cantidad de vacas parecía estar esperando que llegara su momento haciendo una cola que no se terminaba nunca – hace un rato hemos estado Mario y yo y me ha dejado ordeñar a una vaca
-        ¿Si? – Sofía se ilusionaba con solo ver a su hijo feliz - ¿y sabías como hacerlo?
-        Yo no, pero Mario y Celes me enseñaron
-        ¿Quién es Celes?
-        Es un pastor que es como el encargado de ordeñar porque Mario es el que manda, pero Celes es el que lo hace ¿lo sabías?
-        No, pero ahora que lo dices me parece que es lo lógico porque el veterinario es Mario ¿no?
-        Claro, por eso es el Jefe
-        Bueno, bueno, no exageres que parece que soy el dueño de esta industria y solo soy un empleado – Mario se acercaba hacia donde se encontraban Sofía y su hijo, con una sonrisa que demostraba su alegría al verla. Llevaba una camisa de felpa, de cuadros grandes, un pantalón de pana de un color como verde botella y unos zapatos gruesos que le hacía parecer algo mas alto.
-        Di que no Mamá, que no te engañe – David le miraba con la admiración reflejada  en su cara – él dirá lo que quiera, pero Celes me ha dicho que es el que mas manda.
-        ¿Y también te ha dicho que soy un Jefe muy duro?
-        No, eso no me lo ha dicho – contestó David con la inocencia propia de sus trece años.
-        No tienes pinta de ser un ogro – terció Sofía
Bueno, bueno, no te fíes que a veces hay por ahí lobos con piel de cordero. Espera a conocerme mas y ya verás

domingo, 9 de diciembre de 2012

LA ENFERMERA RURAL:CAPITULO 21




 Queridos blogueros/as: Lo primero es felicitar a una de las blogueras de las de verdad porque ha sido bloguera desde el primer día que no es otra que mi hermana Paloma porque ya no es soltera, como hasta ahora, si no Sra de Fontanals, o sea que enhorabuena y felicidades a ti y a Don Federico, tu señor esposo y espero que a pesar del cambio de estado civil, sigas siendo fiel como hasta ahora y dile de mi parte a tu Señorito que si, que ya lo se, que no sea tan pesado que ya se que le debo un reloj. Lo dicho, enhorabuena y a seguir con lo nuestro.
Y así como quien no quiere la cosa, David y Sofía se nos han ido a Mali, como si fueran españoles por el mundo. Eso si, mas comprometidos, pero casi igual y ya se va acercando el final, todavía quedan me parece que son cinco capítulos, pero ahora parece que empieza la movida.
Un abrazo para todos
Tino Belas



CAPITULO 21.-

La verdad es que la última semana se podría decir que había sido de infarto. Lo primero cuando David anunció a Sofía que tenía una reunión en la capital y pensaba que sería para destinarlos a otro sitio. David se levantó una mañana temprano y cuando se iba a despedir de su novia, ésta casi entre sueños, le confesó que tenía algo muy importante que decirle, pero que lo reservaba para la vuelta.
David no estuvo mas de dos horas en la capital, tiempo mas que suficiente para que los responsables de Médicos sin Fronteras para América le comunicaran que estaban encantados con su trabajo, pero que era mucho mas necesario en Mali, donde intentaban organizar algo parecido y para eso les parecía que David era la persona indicada y casi sin dejarle ni respirar le dieron dos pasajes para que en el plazo de veinte días se desplazaran, él y Sofía, al país africano y se hicieran cargo de toda la organización del nuevo dispensario.

En las casi cuatro horas de camino de vuelta, David tuvo tiempo de pensar en toda la labor desarrollada durante aquellos años y valorar, aunque fuera de manera superficial, la importancia de su trabajo en aquella región. Habían sido unos primeros meses terribles de trabajo, pero el esfuerzo había merecido la pena y ahora que parecía que todo iba sobre ruedas, lo cambiaban de país y encima se lo vendían como un premio. En fin, veremos como se lo toma Sofía, pensó mientras se bebía su tercera Coca-Cola. La carretera se iba estrechando cada kilómetro que pasaba y al terminar de subir una empinada cuesta, se encontró en el horizonte con los reflejos del tejado del dispensario. Sonrió aliviado y aceleró para llegar cuanto antes y que Sofía le confesara el secreto que le tenía reservado.

-         ¿Qué tal tu excursión a la capital? – preguntó Sofía con cara de preocupación
-         Muy bien
-         ¿A que sitio nos mandan ahora?
-         ¿Cómo lo sabes?
-         Hombre no hace falta ser muy lista para imaginárselo
-         La verdad es que yo no tenía ni idea, pero has acertado de pleno. Nos mandan a organizar otro dispensario en Africa
-         ¡Africa! – Sofía extendió los brazos y se acercó a su novio – o sea que vas a tener un hijo africano
-         ¡No me digas! ¡De verdad! ¿estás embarazada?
-         Si, ayer hice la segunda falta, o sea, querido que estoy de dos meses y como una rosa
-         En eso estamos de acuerdo, como una rosa no, como un rosal.

Mali era todo lo contrario que el país del que procedían. Hicieron el viaje en vuelo directo hasta París y desde allí, sin pisar en ningún momento suelo español, llegaron a su lugar de destino después de casi veinticuatro horas de viaje. Como en todas las ocasiones, un Delegado de Médicos sin Fronteras, les esperaba en el Aeropuerto. Portaba un banderín de la Organización por lo que le localizaron rápidamente. Con varias maletas como equipaje se desplazaron hasta Losmanan, una aldea en pleno desierto donde al parecer, de momento era solo un proyecto, se iba a instalar un Dispensario. Según opinión del Delegado, tenían el dinero, tenían los planos y solo faltaba el último trámite legal para iniciar la construcción. Ese permiso dependía del Ministro de Finanzas y ya estaba todo hablado, pelro faltaba la firma.

Desde lo alto de una duna David observaba lo que sería el emplazamiento del futuro Dispensario. A la derecha y unidos por un camino serpenteante, un pequeño oasis con varias tiendas distribuidas de tal manera que hacían la forma de una T. Entre ambas zonas habría unos trescientos metros. Según el Delegado la zona de la izquierda en la que solo había una tienda grande, sería el futuro Dispensario. Lo construirían con una especie de ladrillos de adobe, con un techo novedad en el desierto a base de tejas que había regalado una fábrica de Arévalo. Era el único material que faltaba por llegar y el resto ya se encontraba apilado un poco más allá. Los encargados de la construcción eran todos los que vivían en las tiendas de la pequeña aldea que se habían desplazado hasta allí en los últimos meses al enterarse que había la posibilidad de conseguir un empleo, aunque fuera para unos meses. Como todas las emigraciones en el desierto, se hacían con toda la familia y cargando con los pocos enseres que disponían. David y Sofía se miraron con angustia y ante la ingente labor que se les avecinaba, juntaron sus manos y con decisión se volvieron al jeep y con un “vamos allá” emprendieron el pequeño recorrido hasta la aldea.

Fueron recibidos como héroes porque todos eran conscientes que su llegada era el inicio del trabajo que llevaban meses esperando. Los hombres mostraban sus pordioseras dentaduras mientras las mujeres se habían vestido con sus mejores galas, entre las que destacaban algunas túnicas de colores muy llamativos. A los niños alguien les había suministrado banderines con los colores de España y también estaban distribuidos por el camino y acompañaban al jeep hasta que este se detuvo en lo que parecía la tienda principal. Allí les esperaba Mohamed Alhauin, un hombre de edad indefinida, ojos de un color mas negro que su piel, cara surcada por importantes arrugas y movimientos como muy señoriales. Se acercó a los componentes de Médicos sin Fronteras y después de una profunda reverencia les ofreció te como el mejor presente. Hablaba un castellano casi perfecto, para algo había sido durante quince años sargento de regulares en los tiempos que éstos patrullaban por las tierras de Ifni y aunque pertenecía a una tribu nómada conservaba modales claramente continentales. Saludó con un fuerte apretón de mano a los hombres y besó la mano de Sofía mientras la exploraba con penetrante mirada.

-  Bienvenidos a su nueva casa en Mali.
-  Gracias – contestaron los recién llegados.
-  Considérense como si estuvieran en España, aunque naturalmente la tierra que nos rodea no se parece en nada.
-  Muchas gracias
-  Si lo desean, pueden pasar a mi tienda y tomamos algo sólido, que me imagino que vendrán con mucha hambre
-  La verdad es que si – contestó David adelantándose a que contestara el Delegado que por la forma en que se saludaron parecía que se conocieran de toda la vida.

Primero fueron a dejar sus cosas y descansar algo en la tienda que les había sido asignada. Cuando entraron aquello parecía un auténtico palacio de los que salen en las películas. Grandes lámparas iluminaban la tienda que se encontraba absolutamente alfombrada sin que en ningún momento pareciese que estaba instalada en el desierto. Era lo que ahora se llamaría “un loft” pero ubicado en el desierto. Como recibimiento y además de una gran mosquitera, habían depositado en el centro de la amplia cama una suculenta bandeja de frutas. A ambos lados de la cama unos hachones daban la luz suficiente como parecer que estaban en penumbra. La cama tenía una colcha totalmente bordada con unos motivos del desierto y unos cojines de múltiples colores tapaban las almohadas. Toda la tienda olía a incienso mezclado con el olor que desprendía el cordero que se asaba en un fuego cercano. Al lado de la cama depositaron los pocos enseres que había llevado y se dispusieron a pasar la noche. Casi no tuvieron ni tiempo para pensar que es lo que les había pasado. El ajetreo del viaje, el embarazo de ella y el cambio de clima, les provocó un gran cansancio y según se tumbaron en la cama se quedaron profundamente dormidos durante al menos doce horas.

El calor y el intenso sol del desierto les hizo despertarse casi a la vez, victimas de la luz que penetraba por cada centímetro de la amplia tienda.

El sonido de la gente que pasaba por los alrededores, el ruido de las caballerizas, el repique de una campana y los gritos de los vendedores ambulantes les hicieron prestar más atención y enseguida se dieron cuenta del sitio en el que se encontraban. Para levantarse y no tener que utilizar sus ropas, les habían preparado unas amplias chilabas que les quedaban como si se las hubieran hecho a medida. Unas pantuflas de color azul con ribetes dorados completaban toda su indumentaria. Así, de esta guisa asomaron la cabeza por la tienda y nada mas hacerlo, como si fuera el toque de arrebato, todo el campamento se rindió a sus pies dispuestos a hacer lo que le mandara su nuevo Director.

Rápidamente acudió un emisario del Jefe de la Tribu para decirles que les estaba esperando para comer. Fueron hasta su tienda y otra vez el cuento de las  mil y una noches. Los hombres de la tribu se habían vestido con unas chilabas de un blanco inmaculado, algunas mujeres repartían sonrisas entre los presentes, las viejas cocinando para todos, con varias ollas que suponíamos serían para que las fueran limpiando y preparando para la comida y chiquillos, muchos chiquillos que deambulaban por todas partes.

Desde el fondo de “la Jaima” el Jefe les saludaba mientras daba buena cuenta de una pata de cordero recién hecha.

-  Buenos días, mis invitados ¿Cómo están? ¿han dormido bien?
-  Mucho mejor de lo que pensábamos - contestó David con prontitud.
-  Supongo que no habrán comido y por eso les tenemos preparado de todo. Como no sabía si les gustaría lo de nuestra tierra, he dado orden que tengan también preparado algún producto europeo como éstas judias tiernas, pero espero que nuestra comida sea de su agrado
-  Seguro que si – esta vez contestó Sofía.

Comieron muy lentamente, contaron historias de los indígenas en Honduras de donde procedían y poco a poco fueron cambiando de tema hasta llegar al que les ocupaba y les preocupaba que no era otro que el del Dispensario.

Para el Jefe de la Tribu no había ningún motivo de preocupación, los materiales estaban llegando y lo único era construir cuanto antes para comenzar a atender enfermos, aunque como todavía no está todo lo necesario lo mejor - comentó el Jefe -  es que hasta entonces hagáis de Médicos en un almacén próximo.

-  Para mañana por la  tarde está prevista una reunión entre vosotros y el constructor para tratar temas de interés mutuo, sobre todo para que vosotros nos digáis, como profesionales en la materia, unos planos de acuerdo con vuestras ideas y en base a nuestro material trataremos que se puedan adaptar a lo que tenemos. Si faltara algo, habría que comprarlo y el almacén más próximo está en Onganá, a casi tres horas de coche de aquí. Pero lo importante es que estéis aquí y podamos ir iniciando nuestro proyecto.
-  ¿Cuánta gente se calcula que tendremos que atender?
-  Depende de la cantidad de curaciones que consigáis. Aquí la gente no es que no tenga confianza en los Médicos, es que no saben ni que existen, o sea que os tendréis que ganar su confianza. Seguro que los hechiceros estarán vigilantes, pero si curáis a los enfermos, no tendréis problemas.
-  Bien – David se acordaba de su misión en América – no es necesario saber el número, mejor sería que si, pero si no se puede no pasa nada. Lo primero que tenemos que pensar es donde vamos a vivir nosotros y una vez que lo sepamos, llevar allí nuestras cosas.
-  Eso está resuelto – El Jefe dirigió su mirada hacia una duna próxima donde varios hombres estaban entregados a la tarea de levantar una tienda – esa será vuestra casa mientras dure la construcción del Dispensario y lo único será saber, en su momento, si preferís vivir dentro de él o seguir en aquella otra.
Tanto David como Sofía se lo sabían de memoria: El Dispensario debe tener, como mínimo, cuatro salas de espera. A continuación dos despachos que no necesariamente tienen que ser grandes, además un quirófano que me imagino que vendrá prefabricado y dos salas de hospitalización, una de enfermos graves y otra para el resto. Dependiendo del presupuesto los niños deberían tener su hospital aparte, pero lo mas próximo posible al de los adultos. Necesitamos además, cocinas, lavandería y cuartos de aseo para evitar infecciones. En cuanto al material primero habrá que ver lo que viene y luego hacer un pequeño inventario. Si nos decidimos por vivir dentro del recinto que podríamos llamar “hospitalario” entonces tendríamos que tener, por lo menos dos viviendas mas, con entrada independiente que tendrán que ser un poco grandes para poder almacenar todo lo que nos hace falta, desde planos hasta material quirúrgico porque si se deja en el quirófano desaparece como si se lo hubiera tragado la tierra. Además para las oficinas de Médicos sin Frontera, tiene que haber a la entrada unas cabinas, diez o doce aunque no hace falta que sean muy grandes para información, campañas de vacunaciones etc…etc. Para terminar sería también interesante que dispusiéramos de algún lugar donde guardar los coches y algunos bidones de gasolina. Lógicamente tiene que estar techado y  permanentemente cerrado para evitar robos
 
-         ¿Cuánto dinero hace falta para todo eso? – preguntó el Jefe sin darle mayor importancia
-         Para eso tendría que hablar con nuestro coordinador porque de esos temas si que no tenemos ni idea
-         Bueno – El Jefe se rascó la nuca con una mano larga y huesuda – primero esperar que traigan vuestros materiales y luego valoramos lo que quede

domingo, 2 de diciembre de 2012

LA ENFERMERA RURAL CPITULO 20

Queridos blogueros/as: Ya ha pasado otra semana y continuamos con el serial de la Enfermera Rural. Esto empieza a parecerse a alguna serie televisiva con la suerte, para vosotros, que tiene final, aunque todavía faltan algunos capítulos.
Como siempre los seguiré enviando los fines de semana, unas veces los viernes por la noche, otra los sábados y algunos los Domingos, como hoy ("a sejún" que diría un gallego)
Como siempre espero que os guste y esta vez no lo comento porque todavía no lo he leído y naturalmente hace tanto tiempo que lo escribí que no tengo ni idea de que va. Se que el que tengo que copiar es el 20 y con eso voy que ardo. Ahora voy a eso de buscarlo en el pen drive, copiar, pegar etc....etc
Hasta la próxima y como hay que poner algo actual diré ¡Hala Madrid! que para eso ayer le ganó al Atletico de Madrid en el Derby regional. Estuve en el campo y papamos un frío que para que contarlo. De los políticos ni hablamos.
Un abrazo para todos y espero, como siempre, vuestros comentarios.
Un abrazo
Tino Belas  

Acabo de leer el capítulo de hoy y tengo la impresión que, como siga así, voy a escribir otra novela que se llamará el Cura Rural y a ver que pasa

CAPITULO 20.-

Sofía se agarró de la mano de David y ambos iniciaron una pequeña caminata acompañados por varios miembros de la tribu Iomara que les había ido a buscar al borde del camino. Desde allí y a través de un sendero que circulaba por lo más recóndito de la selva hondureña caminaban en fila india cuando el primero de la tribu que los precedía iba abriendo camino con la ayuda de un machete de grandes proporciones. Los demás iban detrás, despacio, con las camisas empapadas de sudor, con rozaduras en las piernas y unas ramas que hacían las veces de bastones. No se veía el final de tan estrecho camino, la selva parecía cada vez mas tupida y las ramas de los árboles se entrelazaban como queriendo evitar el paso de ningún blanco mientras se abrían al paso de los de la tribu. Cada pocos metros se detenían, bebían agua procedente de algunos árboles y continuaban lentamente su camino. Llegaron a una zona donde parecía que se acababa la selva, un enorme barranco les impedía seguir y allí se sentaron en espera de buscar alguna solución que llegó de la mano de dos componentes de la tribu que aparecieron con unas cuerdas que amarraron en algunos árboles y desde allí las lanzaron hacia las profundidades de aquel precipicio. Por señas indicaron a David y Sofía que comenzaran a bajar lentamente. Estos obedecieron con algo de miedo, pero a los pocos metros se abría como una amplia cueva. Penetraron y en unos metros estaban al otro lado de la montaña y desde allí a través de un suave descenso llegaron a la Tribu de los Iomara. Allí los esperaban todos los componentes de la Tribu, con su rey al frente que los recibió con un abrazo y grandes muestras de agradecimiento por haber sabido salvar la vida de su único hijo. Les cubrió con un manto de vistosos colores, un collar de flores en la cabeza y varios regalos de oro, entre ellos una especie de cáliz que haría las delicias de Jesús, el cura. Les besó en ambas mejillas y les acompañó al interior de una amplia choza en la que se distinguía una especie de despacho formado por una mesa y una sola silla. Al otro lado una hoguera mantenía el calor y un poco más allá una cama baja y en el cabecero dos cabezas de búfalo disecadas.
Les indicó que se sentaran en el suelo, atizó un poco las brasas y les invitó a probar el jugo de una especie de frutos, no muy bueno pero que se podía tragar. Era un licor llamado “el elixir del amor” y según el gran Jefe si se tomaban dos o más sorbos y luego la mujer se acostaba con el hombre que amaba, el embarazo estaba asegurado. Sofía le miraba divertida, mientras una chica morena con  los ojos como dos soles, le ofrecía la posibilidad de recibir un masaje dado con aceite de hígado de vaca. A los pocos segundos, el hechicero se acercó a ellos y les pasó un brazo por encima. Luego se separó y a los pocos metros, inició una danza que finalizaba coronado a la invitada con una corona de flores en acción de gracias por los favores recibidos.
A continuación comieron una vaca entera que se encontraba a un lado del campamento. Un ayudante del hechicero, partía con un machete los diferentes trozos de carne y los distribuía entre los asistentes. Todo el mundo, al recibir su ración, se sentaba en el suelo y comían con ansia. Eran Iomaras y se habían reunido allí para celebrar que Mulian había recobrado la salud y ya se encontraba entre ellos. Constituían un pueblo pequeño, que vivían de los productos del campo, alejados de cualquier ciudad, con una cultura propia y una forma de distribuir sus productos como muy artesanal.

Los niños aparecían por todas partes y estaba claro que eran felices. No disponían de ropa, la suciedad los embargaba, pero su sonrisa era permanente. Se acercaban con curiosidad a los dos hombres blancos y les agradecían con su sonrisa el regalo de caramelos que estos sacaban de sus bolsillos.

Las chozas se distribuían sin ningún orden, la más grande, la del Rey, estaba situada en uno de los laterales, mientras las otras se dispersaban por la amplia explanada. Eran todas prácticamente iguales y en la puerta de algunas se encontraban las viejas del campamento, indias con pinta de indias, modales de indias y vestidas de indias, sin ningún género de dudas. De vez en cuando se levantaban y con pasos lentos se acercaban a una hoguera que en el centro de la explanada calentaba una cacerola enorme  en la que se incluían arroz, trozos de carne, algo de verdura y unas cuantas ramas de un árbol selvático de conocido poder nutritivo

Poco después sentaron todos a una mesa hecha con troncos y disfrutaron de una opípara comida que terminó casi al atardecer.

A continuación las chicas más jóvenes entonaron una canción popular en agradecimiento a los Médicos blancos y un grupo folclórico bailó durante un rato mientras el alcohol se movía por todo el campo yendo de boca en boca. Cuando llegó la noche, Sofía y David se retiraron despidiéndose solamente del Rey y de pocos más, porque la mayoría llevaban horas soplando y no estaban para saludo protocolarios.

Llegaron a la misión bastante tarde, pero al encontrarse solos en la cama, se despertó la pasión y después de hacer el amor Sofía dándole un beso en la mejilla le avisó

-  Mira que si la bebida esa hace que me quede embarazada, estaría bueno
-  Déjate de tonterías y vámonos a dormir.
-  Te quiero
-  Y yo también
Se dieron la vuelta y se quedaron profundamente dormidos.

Por la mañana, se levantaron tarde, y se sentaron a tomar un café en la amplia terraza. El día anterior había sido muy duro y la cabeza se resistía. No era resaca porque tampoco era para tanto, pero si que estaba un poco incómoda. Sofía se tomó una aspirina mientras David bebía un vaso de zumo de piña. Tenían fiesta y no había prisa, aunque allí nunca había tal cosa. No tenían horario, pero estaban a disposición de cualquiera que necesitase sus servicios. Como no había consulta, no tenían necesidad de estar a una hora determinada, pero si que tenían que acercarse a ver a los pacientes, tanto a los crónicos como a los recién ingresados. Sofía y David, David y Sofía estaban sentados en la terraza con las manos entrelazadas oyendo los distintos sonidos de la selva. Muchos de los graznidos, trinos o rugidos les resultaban conocidos pero otros parecían haberse incorporado recientemente a la orquesta de sonidos. El sol comenzaba a calentar como todos los días y el calor se aproximaba.

Después de pasar visita y dar algunos consejos sobre los diferentes tratamientos, la pareja se sentó en el jeep y a continuación se despidieron  de sus empleados con una amplia sonrisa e iniciaron su excursión hasta el Lago Saulito. Allí les esperaba el Padre Jesús para ir a conocer su Misión y de paso  el lago en su vertiente norte que, por lo visto, era un lugar maravilloso.

Tardaron casi tres horas en llegar por una especie de camino que en su día estuvo asfaltado y ahora era una sucesión de baches que ocupaban toda la calzada. Se perdieron tres o cuatro veces, pero a base de preguntar llegaron a su destino.

El Padre Jesús les recibió con la mejor de sus sonrisas. Para la ocasión se había puesto una especie de camisa larga blanca, con su inseparable cruz en el pecho y unos pantalones azul marino con amplios bolsillos a los lados de las piernas. Calzaba una deportivas de color indefinido con calcetines blancos.

-  ¿Que tal la excursión hasta ahora?
-  Muy bien, contestó David – pero esto está en casa Dios.

El Padre Jesús se rió

-  Luego decís que me meto con vosotros – el Padre les dio unos besos a ambos en las mejillas – ya sabes lo que te voy a contestar ¿no?
-  ¿He dicho alguna irreverencia? – David miraba a Sofía con cara de sorpresa
-  No, pero claro que esto está en casa Dios porque Dios está presente en todos lados y este es uno de ellos.
-  Ya empezamos
-  No te preocupes que ya habrá mas en el transcurso del día ¿Queréis ver la Misión?
-  Claro, para eso hemos venido – Contestó Sofía mientras se quitaba el sombrero y las gafas de sol.
-  Venir por aquí.

El Padre Jesús se dirigió a una especie de barraca grande, con el techo hecho de una especie de entretejido de grandes hojas de color verde y uno gruesos troncos que les servían de apoyo. No había puertas, ni ventanas y todo estaba al aire libre. Don Jesús iba recorriendo las diferentes salas enseñándoselas a sus ilustres visitantes. La primera era la escuela con sus bancos de madera hechos con troncos y anclados al suelo colocados enfrente de la pizarra que hacia las veces de separador entre esta zona y la siguiente que era la Iglesia propiamente dicha. Un pequeño altar con su envoltura completamente blanca, encima una cruz de considerables dimensiones como queriendo abarcar a todos los bancos circulares que lo rodeaban. Cada tres metros, un espacio que hacía las veces de pasillo y a continuación bancos y mas bancos.

El siguiente espacio solo disponía de una especie de taburete en el centro y mucho espacio sin amueblar en los aledaños

-  Esto, aunque parezca mentira es lo que yo llamo la escuela de Padres e Hijos. Aquí nos reunimos unos días con los padres y otros con los hijos y hablamos un poco de todo. Yo empiezo con un tema determinado y luego son ellos los que lo continúan exponiendo cada uno sus preocupaciones. Ayer el tema fue sobre el matrimonio y asistieron por lo menos cien parejas de todas las edades, yo creo que ha sido el día que he tenido más concurrencia desde que llevo aquí. Yo mismo me quedé sorprendido y no os podéis imaginar como piensa la gente.
-  ¿Pero creen en el matrimonio?
-  Algunos si, los católicos creemos en el sacramento de Matrimonio, pero piensa que aquí la mayoría no son católicos y aunque no practican ninguna religión tienen mucho sentido común y lo expresan en cuanto pueden.
-  ¿Son agnósticos?
-  Yo no me atrevería a decir ni eso. Yo creo que no son nada porque nadie les ha explicado nada. Fijaros en el medio en el que viven. Bastante tienen con mantenerse vivos. Si, algunos creen en extraños dioses muy poco conocidos, pero la mayoría no tienen ningún ideal. Saben que tienen que estar aquí hasta que se mueran y lo único que hacen es sobrevivir ¡que ya es bastante! Ah y proteger a su pareja y a sus hijos si llegara el caso que se encontraran en peligro, pero a los dieciocho años si no la has encontrado, el Rey te busca una y o la nombras tu pareja o te tienes que ir del campamento hasta que encuentres otra.
-  ¿y se van muchos?
-  Que yo sepa ninguno. Todos acaban encontrando pareja y así viven juntos en el campamento.
-  Menudo lío
-  ¡Que va! Mucho mejor que en España porque aquí en el momento que se emparejan se les da todo hecho. Los hombres lo único que tienen que hacer es cazar para la Comunidad y las mujeres preocuparse de tener preparado todo para cuando vuelvan sus hombres
-  O sea igual que en España, las mujeres en casa y los hombres por ahí
-  Si, la diferencia es que aquí – el Padre Jesús se queda mirando fijamente a Sofía -  llevan fatal lo de la infidelidad y si alguien pretende conquistar a la mujer de otro puede ser llevado al Consejo y con un poco de suerte se lleva treinta o cuarenta latigazos y hasta podría ser expulsado para siempre de esta tierra.
-  Así es fácil que nadie ponga los cuernos a nadie – David no dejaba de comer.
-  Bueno y ya sabes lo que pasa, David – el cura insistía – Muchas veces los hombres no pueden resistir sus tentaciones y si encuentran alguna en las mismas circunstancias se puede producir ese encuentro, pero es difícil,

Sofía intentaba hacerse una pulsera con una raíz que se había encontrado

-  Entonces los que no son católicos, ¿no se casan?
-  Claro, como se van a casar si no creen
-  No se, en España hay mucha gente que se casa por la Iglesia y no creen en nada
-  Pues muy mal, porque si no crees parece como bastante cínico
-  Ya – Sofía terminó su pulsera – pero muchas veces está la familia por en medio y no es tan fácil.
-  Bueno, vamos que vais a ver la joya de la corona, lo mejor de esta Misión. Venid conmigo

Caminaron no mas de veinte metros y se acercaron a una choza, está si cerrada a cal y canto. Penetraron y en un espacio de unos cinco o seis metros cuadrados, se encontraba a un lado el Despacho Parroquial una mesa de medio metro con un cajón, una silla y una antigua Hispano Olivetti todavía en funcionamiento y al otro el dormitorio consistente en una cama mas bien estrecha y una tabla como cabecero en la que se acumulaban varios periódicos antiguos, algún Misal de tapas roídas por el paso de los años y una fotografía del Padre Jesús con sus padres. Un pequeño crucifijo completaba la decoración. Al fondo una pequeña cocina con un barreño que hacía las veces de lavaplatos.

-  Y este es mi cuarto ¿Qué os parece?

David fue el primero en dar su opinión

-  La verdad es que me parece un poco pequeño
-  ¿De verdad? – el Padre Jesús le miraba con cara angelical – a mi me parece mas que suficiente. Aquí me he dado cuenta de la cantidad de cosas que nos sobran y sobre todo de que para ser feliz lo único que se necesita es estar a bien con Dios porque como El dijo lo demás se te dará por añadidura y es verdad. Lo mejor tiene que estar dentro de ti y a partir de ahí todo va saliendo solo.
-  Es una manera de pensar como otra cualquiera – David nunca había entendido que pintaban los Misioneros en toda esta historia -  Si entiendo que puedes hacer una labor de ayuda hacia los mas necesitados, eso por supuesto, pero de ahí a irles explicando a toda aquella gente que no tenía absolutamente nada que había un Dios por ahí que los estaba mirando y sabía de sus necesidades etc..etc, eso si que me parece muy difícil de explicar.
-  Tienes razón, David – el Padre Jesús intentaba contestar a David mientras cerraba la puerta de sus aposentos privados pasando una cuerda a través de una palanca situada por fuera de la puerta – Tu no puedes llegar aquí y hablarles de Dios el mismo día que llegas. No, tienes que ayudarles poniéndote a su altura, conociendo sus problemas, siendo uno mas y pasados unos meses cuando ya tienes confianza entonces ya puedes empezar a introducir el tema de la Religión, pero muy poco a poco. Ellos tienen que saber que la razón por la cual estás aquí es porque existe ese Dios y así van entrando por el aro.
-  ¿Cuántas personas vienen a esta Misión? – preguntó Sofía
-  Pues mira, al colegio vienen todos los días unos cuarenta y cinco niños y niñas, después hay clases de cultura general  para adultos que vendrán unos cien o ciento veinte dos días a la semana, a la Escuela de Padres vendrán unos treinta y los Domingos suelen venir unos cuatrocientos, pero en cuanto se acaba la Misa la mayoría se vuelven a sus casas porque les lleva mucho tiempo venir.
-  ¿Y todo eso para ti solo?
-  Si - el cura Jesús se rió abiertamente – para mi solo porque la misión más cercana está a casi trescientos kilómetros de aquí y sería difícil echarnos una mano mutuamente.
-  Total que aburrirte no te aburres
-  Por supuesto que no.

Jesús se puso una gabardina vieja sobre los hombros y se acomodó en la parte de atrás del Jeep de Médicos sin Fronteras.

-  Vámonos y en menos de un cuarto de hora estaremos en uno de los lugares mas maravillosos del mundo y encima no lo conoce nadie. Estoy seguro que os va a encantar.

David arrancó y por una pista bastante bien conservada avanzó en línea recta hacia una montaña, el volcán que hacía años que había perdido toda su juventud y se encontraba sin actividad. Lo rodeó por el lado derecho y al fondo el mar, un mar azul que rompía a escasos metros de la playa provocando pequeñas olas de espuma blanca que terminaban descansando en un espacio interminable de arena suave. De cuando en cuando una palmera se doblaba llegando con su copa casi a rozar el agua. El día era limpio y claro, el sol calentaba de tal manera que era necesario permanecer a la sombra y el agua se mostraba tan apetecible que era imposible resistirse a sus encantos.

Los tres se metieron en el agua y permanecieron durante más de una hora charlando sentados en el suelo. El Padre Jesús era un experto nadador y de vez en cuando desaparecía nadando a base de mover los brazos y los pies con velocidad vertiginosa y a los pocos minutos volvía para retomar la conversación

-  ¿Por donde íbamos?
-  No te hagas el despistado que lo sabes de sobra – contestaba Sofía mientras se movía mojándose todo su cuerpo
-  Bueno pues lo que os decía – Jesús mostraba una dentadura perfecta -  No es una cosa que tengáis que hacer hoy o mañana, ni mucho menos, pero creo que legalizar vuestra situación es bueno para vosotros y  por supuesto mucho mejor ante los ojos de Dios. Ahora estáis disfrutando de vuestra maravillosa juventud y os parece que nunca vais a tener un problema, pero nadie lo puede saber y vosotros tampoco. Imaginaros por un momento que cualquiera de los dos fallece
-  ¡Que bestia eres, Jesús!
-  Bestia ¿por qué? Es algo que puede suceder y vosotros como profesionales de la Medicina lo sabéis mejor que yo. Os pasa algo y tú por ejemplo no eres ni viuda. No eres nada y ahora, todavía porque no tienes nada detrás pero imaginaros que un día queréis tener familia que tampoco es tan raro, ¿Cómo quedaría ese niño? Fijaros lo que os voy a decir, ya no pensando en Dios o en cosas así, no, pensando simplemente en plan egoísta ¿no os dais cuenta que ahora mismo no sois nada? Eso es lo que quiero que penséis. Nada mas

De vuelta en el Jeep David tuvo tiempo para pensar en las palabras de su amigo, el Padre Jesús. Sofía se había quedado dormida y por el rabillo del ojo la observaba. Era guapa, delgada, con unos labios carnosos que invitaban a besarlos, el pecho hacía bulto en la camiseta que le quedaba algo ajustada y Sofía permanecía con los ojos cerrados. Estaba profundamente dormida y David la miraba con amor. La carretera no le permitía correr lo mas mínimo y sin embargo le daba pié para mirar a su compañera. Con las bromas llevaban ya unos años juntos y posiblemente tenía razón el Padre Jesús. Si que en varias ocasiones habían pensado en la posibilidad de casarse, pero siempre lo iban dejando pensando, sobre todo, en las familias. Sabían que antes o después volverían a España y entonces sería el momento de unir sus vidas de una manera oficial. Sin embargo, una boda de los dos con Jesús como oficiante y un testigo que podría ser Julio, también era una opción muy atractiva. No habría necesidad de comentárselo a nadie y boda más íntima imposible.

La verdad es que el cura tenía unos razonamientos absolutamente convincentes, lo último que pensaba era que les pasase algo, pero era evidente que les podía pasar y efectivamente Sofía no era ni viuda, ni casada ni nada y eso le preocupaba, claro que le preocupaba y en su mano estaba solucionarlo.

Casi sin darse cuenta llegaron a su casa y no tuvo más remedio que despertar a Sofía que continuaba dormida como un tronco.

-  Sofía, eh Sofía, despierta que ya hemos llegado.

Ella abrió los ojos con sorpresa al darse cuenta que estaba en la puerta de su casa

-  ¿Ya hemos llegado?
-  Si
-  Se me ha hecho cortísimo
-  Pues venga, vamos.

Bajaron del coche y se introdujeron en la casa. Casi sin solución de continuidad, se lavaron los dientes con rapidez y se metieron en la cama. David pasó su brazo derecho por debajo de la cabeza de Sofía y la atrajo hacia si

-  ¿Sabes una cosa?
-  Que
-  Que te quiero mucho
-  Y yo a ti también
-  ¿Tienes sueño?
-  Un poco  ¿y tú?
-  Yo no
-  ¿Y no estás cansado?
-  No
-  Pues deberías estarlo porque parece que la Misión está ahí al lado, pero está bastante mas lejos de lo que parece
-  Tienes razón, pero no estoy cansado- David la volvió a besar en los labios - ¿sabes que llevo todo el viaje pensando en lo que nos ha dicho Jesús?
-  Te refieres a lo de casarnos
-  Si
-  Y ¿que te parece?
-  Habría mucho que hablar pero en principio me parece que tiene bastante razón.
-  Yo creo que también.
-  Entonces ¿quieres ser mi mujer?
-  ¡Que cosas preguntas! Pareces tonto
-  ¿Quieres ser o no?
-  Claro que si, pero ahora me voy a dormir que tengo mucho sueño. Hasta mañana
-  Hasta mañana. Te quiero
-  Y yo a ti.