sábado, 29 de noviembre de 2014

ELTRIO DE DOS: CAPITULO 51

 Queridos blogueros/as: El capítulo de hoy como ya va siendo lo habitual, tiene dos partes: la primera recordando "el cachondeíto" propio de Santiago con algunas señoras conocidas en los ambientes de la sociedad, no por mí, eso se da por supuesto, pero si por mucha gente.
La segunda parte para los que hemos hecho el camino de Santiago nos traerá abundantes recuerdos, a mi por lo menos me los trae y así fue y así pasó que por cierto es el nombre de mi nueva novelas que también aparecerá por el escenario bloguero cuando llegue su momento.
Como notición de la semana es que ayer me dijo Almudena, la nuera de mi hermana Conchita, que había leído la novela de "En lo mejor de lo peor", o sea que con un poco de suerte en vez del trio de dos podemos ser el cuarteto de tres si es que se decide a leer todos los días. Se verá
Ser felices como siempre y hasta la próxima
Un abrazo
Tino Belascoaín


CAPITULO 51.-

 El 25 de Julio amaneció impresionante, como casi siempre, según decían los habitantes de Santiago de Compostela. El sol encendió rúas, plazas y avenidas sin distinción de antigüedad. Posiblemente las rúas, tanto la del Villar como la rúa Nueva, percibieron antes la benignidad de los rayos del astro rey debido que por las noches también es más intensa la oscuridad y los contrastes se perciben con adelanto. Una brigada bastante numerosa de operarios del Ayuntamiento compostelano se afanaban en mantener la limpieza al precio que fuera y así unos potentes chorros de agua a presión trataban de sustituir la habitual lluvia por unos charcos de envergadura en el centro de las milenarias piedras. Estas reaccionaron con prontitud ante tal despropósito y las juntas se ensancharon y el agua pasaba por ellas dejando un rastro de humedad de tan solo unos minutos. Algunos ciudadanos, con indumentaria veraniega, avanzaban a paso ligero y se perdían por las pequeñas calles que desembocaban en otras mas grandes y así sucesivamente hasta terminar en la llamada Plaza Roja, reducto estudiantil en el pasado y actual lugar de encuentro de la movida santiaguesa y en donde se alineaban las mas importantes sucursales bancarias y los mejores comercios de la ciudad. Como contraste, un palco de música de primeros de siglo, ocupaba uno de los laterales y ya sea por el calor o por la llegada masiva de peregrinos, el caso es que estaba a reventar. Los jóvenes habían distribuido sus colchonetas por todo su perímetro, las mochilas reclamaban un lugar en la plaza y las botas se movían nerviosas ante la llegada a su lugar de destino y ante las mas que posibles vacaciones que se les avecinaban, mientras que sus propietarios dormían a pierna suelta. Como la noche había sido larga, el macroconcierto con todas las figuras de la música del momento había terminado tardísimo con un público entregado que llenaba la Plaza de la Quintana, y las fuerzas comenzaban a flaquear, muchos optaron por retirarse al correspondiente camping situado en las afueras y la mayoría no llegaron y se quedaron en los diferentes parque y jardines de la ciudad. Era tal la acumulación de gentes que otros muchos, la mayoría, paseaban tranquilamente por las estrechas calles provocando auténticos embotellamientos urbanos. La tradición invitaba a chocolate con churros, darse una ducha rápida, entrar a la Catedral por la Puerta Santa, confesarse, dar el abrazo a nuestro ya hermano Santiago y oir la Misa del Peregrino con el espectacular baile del “botafumeiro” que, con su vuelo por el interior de la Catedral llenaba de incienso los corazones de los caminantes. Este era el jubileo oficial, sin embargo los estudiantes habían ideado uno diferente que consistía en un recorrido por la ciudad haciendo bien una serie de pruebas que iban aumentado su dificultad.
La primera y con diferencia la más sencilla, era apagar el pitillo en el culo de un angelito tallado en la piedra en uno de los soportales de la Rúa del Villar, justo enfrente de una tienda de juguetes de la que era propietaria una de las mujeres mas atractivas de Santiago, conocida vulgarmente por Rosiña la de Clemente que se prodigaba poco por las calles de Santiago porque su marido Clemente Castiñeiriño la tenía recluida en hogar, casi al lado de la tienda, consciente del peligro que corría si la dejaba a su libre albedrío. Rosiña que presumía de belleza y no tanto de fidelidad a su ilustre marido, era conocida en el mundo de la Judicatura porque había pasado por los brazos de todos los Señores Notarios de la ciudad. Ahora ya estaba ajada por el paso de los años, aunque todavía permanecían en ella los estigmas de una belleza impresionante, pero en sus tiempos, allá por aquellos años en que eran cinco los Notarios, se sucedían las escenas de riesgo y de la alcoba de uno pasaba a la del siguiente casi sin darse tiempo ni para recomponer el peinado. Tenía por aquel entonces a su servicio a una tal Susi, mas conocida todavía que su dueña y que tampoco estaba mal. Físicamente no era especialmente atractiva, pero según todos los mentideros de la ciudad tenía “un muy buen joder” fruto de su amplia experiencia con los hijos de los Notarios que eran muchos y de muy variadas especies porque, claro que eran otros tiempos, pero estos profesionales estaban tan obsesionados con sus legajos, escrituras etc.. etc… y siempre acompañados por aquellos horribles Oficiales de Primera que al llegar a sus casas, descargaban todos sus instintos sexuales un día si y otro también, con lo que las familias estaban constituidas por incontables miembros que eran los destinatarios, sin remedio, de la tal Susi que los iniciaba en todos los secretos del amor.
Se decía, y posiblemente con razón, que fueron muchos los que acudieron a sus lecciones, siempre enviados por sus progenitores y se cuenta que algunos de estos también tuvieron oportunidad de experimentar las excelentes clases magistrales de la Susi impartidas en el aula magna de cualquier callejón de los muchos que por las noches son prácticamente intransitables en Santiago. Eran lecciones prácticas, con nada de teoría y se iba derecho al grano, porque en expresión de tan ilustre profesora “sois muchos y una no tiene el coño para ruidos”
Desde la ventana de la casa de Don Clemente Castiñeiriño se observaba el incesante paso de los peregrinos, despreciando, por ignorancia, la primera prueba del Jubileo Pagano, que naturalmente no era subsidiario de indulgencias plenarias ni nada por el estilo, pero si de comenzar a conocer gente de la ciudad, porque a escasos metros del negro culo del angelito sometido durante siglos a miles y miles de quemaduras de pitillos, estaba nada mas y nada menos que el bar de Pepe Limodre, uno de los barman mas elegantes y con mayor poder de seducción de toda Galicia. Era un hombre realmente muy guapo, de modales refinados que nunca resultaban cursis, con trajes de lino perfectamente planchados y el pelo engominado a lo Rodolfo Valentino. Había sido, estudiante aunque no sabía de qué, defensa derecho del Compostela cuando el equipo estaba en segunda regional, tuno aficionado y profesional y con ese traje que colgaba en la puerta del armario de su dormitorio, había recorrido el mundo, en un seiscientos y acompañado de sus íntimos Fede y Santi habían sembrado el terror entre las exuberantes rubias del norte de Europa. Sus clavelitos y demás pasacalles se hicieron famosos en lugares tan distantes como Moscú y Oslo. Todavía ahora y para recordar tiempos pasados, una vez al año, se enfundaban sus trajes y el día dieciséis de Junio a las nueve de la noche dedicaban una serenata a la simpar Rosiña, con la que había intentado establecer algún tipo de relación nuestro amigo Pepe Limodre en múltiples ocasiones y nunca lo había conseguido por no disponer del imprescindible titulo de Notario.
 Solo una vez y fue un dieciséis de Junio de hacía casi veinticinco años, Pepe consiguió subir a casa de Rosiña, pero cuando pensaba que, por fin, la tan deseada se le ofrecía en cuerpo y alma, se encontró con Don Ismael Polanceiro, naturalmente Notario recién inscrito en el Colegio correspondiente, borracho como una cuba, cantando boleros de una manera tan desastrosa que hacía imposible entablar cualquier tipo de conversación. Rosiña intentaba llevarlo por los caminos habituales hacia la alcoba y él se resistía escudado en las notas del reloj no marques las horas, un viejo amor e incluso banderita tú eres grande y ante la imposibilidad de concluir su tarea, decidió que por lo menos hiciera un dúo con Pepe Limodre, al que no conocía personalmente, pero al que oía con frecuencia desde su dormitorio cuando éste se ligaba alguna turista y la llevaba al fondo del bar y la ponía a tono con esas canciones cantadas al olor de un buen vaso de vino, acompañados por unas tapas de pulpo y aliñadas con las groserías de Santi y Fede, dos golfos de reconocido prestigio, a las que las turistas respondían con miradas y guiños que incitaban a lo que incitaban y los tres, naturalmente aprovechaban la oportunidad. En el caso de Santi y Fede porque, según su teoría, un español está para eso y las turistas vienen a eso y Pepe porque un caballero español, gallego para mas señas y encima de Limodre, tiene la obligación espiritual de abrirse ante las nuevas culturas y demostrar que desde casi el “Finis Terrae” la educación es un principio básico de las relaciones entre los pueblos y así entre recuerdos de Cervantes, citas de Góngora, alguna frase de Shakespeare y canciones de Los Panchos, todos los días y más si era Año Santo, disponía de temas para desarrollar en la amplia cama de su bien ganada Cátedra del Folleteo de la Facultad de Artes y Otro Oficios de la Capital Espiritual de Occidente de la que, con los votos de Fede y Santi, se había nombrado Ilustrísimo Señor Rector. La entrega de los Diplomas, siempre y cuando las turistas se hubieran hecho acreedoras a ellos, se realizaba la noche siguiente en el mismo salón de actos con repetición de todo lo acontecido la noche anterior,  a no ser que hubiera o hubiese otras alumnas interesadas en cuyo caso se suspendía la ceremonia y se iniciaban nuevos rituales para ellas , porque para Pepe la cantinela de Góngora, Quevedo, Cervantes y demás escritores, era harto conocida. 
Ana no perdía de vista a Ignacio y aunque algunas de las historias eran bastante subidas de tono no podía disimular lo divertido de las mismas e incluso le animaba a contar muchas más
-  Lo que yo no entiendo – Ana se inclinó hacia delante en el sillón que estaba sentada en el Hall del Hostal de los Reyes Católicos - es de donde sacas tantas historias ¿te las inventas?
-  Pero ¿cómo me las voy a inventar? Son historias reales de las que ocurren todos los días – Ignacio miró a los cinco atentos contertulios con los que había compartido nada menos que casi cuarenta días de Camino de Santiago – o tú que te crees ¿qué en Santiago todo el mundo se pasa el día rezando?
-  No, pero me parece una exageración.
-  ¿El qué?
-  Pues eso, que el Pepe ese o como se llame, se pase el día acostándose con turistas que han hecho, como nosotros el Camino
-  ¿Pero tú que te crees que las turistas viene a chuparse el dedo o qué?
-  No – Ana miró al resto del grupo – yo no se a lo que vienen, pero después de tantas caminatas y de tanto pensar en ti mismo, no parece que sea el mejor momento para una juerga ¿no?
-  Bueno – intervino Pacho – eso es lo que tú piensas, pero hay gente, seguro que la hay, que piensa de manera diferente y lo que para ti ha sido como un experiencia maravillosa para tu mundo  interior, pues a otros es posible que no les importe y hacen el camino por ver el paisaje, conocer otras gentes ¡yo que sé!
-  Hombre, con eso yo también estoy de acuerdo, pero en mi caso eso sería imposible porque vengo como nueva y aunque suene a cursi, estoy dispuesta a que mi vida cambie de manera radical
-  ¿Tanto te ha marcado el Camino?
-  Pues la verdad es que si. Siempre pensé que eso le pasa a otros, pero esta vez me ha tocado a mi y me extraña porque yo no soy de las que creo mucho en estas cosas, pero la realidad es que después de tantos y tantos días de caminar y caminar terminas por pensar en todo lo que has hecho en la vida y te replanteas muchas cosas.
-  ¿Y qué tal? ¿cómo te has encontrado?
-  Fatal, para qué te voy a engañar – Ana bebió lentamente una tónica que tenía delante – ha sido una vida vacía, sin ilusión, sin pensar en los demás, sin intentar hacer las cosas bien, solo pensando en mí.
-  Me parece que exageras, Ana. En este mundo a cada uno le toca vivir de una determinada manera y a ti te ha tocado esta, lo que no quiere decir que tu vida sea una porquería, Yo creo que eso no es así - Juan Olmedo hacía gala de su experiencia -  A todos nos ha pasado en algún momento algo parecido, pero tampoco hay que exagerar.
-  Bueno – Ana intentaba demostrar que su teoría  era la verdadera – posiblemente sea algo exagerada, no lo niego, pero lo que está claro es que el Camino te hace pensar ¿ o no?
Los cuatro compañeros asintieron con la cabeza y hasta Rualito, un perro que se encontraron por el camino, movió la cola con un gesto afirmativo. Naturalmente que el Camino hace pensar ¿cómo podría ser de otra manera? Son muchas horas al día para pensar en uno mismo, charlar con los compañeros de fatiga, volver a pensar en uno mismo, mirar el paisaje, darse cuenta de que nada somos comparados con la naturaleza, pensar en uno mismo, hacer pis u otras cosas en cualquier campo, volver a pensar en uno mismo, mil cosas y siempre volver a pensar en uno mismo.
-  ¿Te acuerdas de tus cambios de ánimo por tierras de Castilla? – Ana trataba de introducir en la conversación a Ignacio que parecía como muy pensativo desde su llegada a Santiago. Este no parecía interesado en mostrarse especialmente simpático, pero contestaba a las preguntas con su exquisita educación.
-  Si – Ignacio sonrió con nostalgia – uno está acostumbrado a patear media España, pero siempre por las montañas y muy pocas veces por lo llano y eso de ver rectas de un montón de kilómetros es verdad que me deprime. ¡ Que le voy a hacer!
-  A mí, sin embargo, lo que me mataba eran las cuestas ¿os acordáis de la subida a Piedrafita del Cebreiro? – Pacho hizo un gesto como si se quitase el sudor de la frente.
-  Como no nos vamos a acordar si casi  tenemos que llamar al 061.
-  Joder, todavía me acuerdo que no podía ni con las botas. Intentaba seguir y seguir pero me faltaban las fuerzas. Miraba al final del puerto y el monte lo veía en el quinto infierno. Si no fuera por Ana, no llego ni en un mes y seguro que si voy solo, me vuelvo a casa tan ricamente.
-  Hombre, hubiera sido una pena porque habías hecho lo mas difícil y cuando ya casi se veían las torres de la Catedral de Santiago no podías abandonar
-  Si, si, la Catedral. Me engañaste como un chino, porque solo quedaban doscientos kilómetros, me decías con cara seria y eso estaba chupado ¿te acuerdas?
-  Claro, y no me digas que te engañé.
-  No, eso si que es verdad, lo que pasa es que lo que no me dijiste es que esos doscientos kilómetros eran los peores.
-  ¿Y yo que sabía?
-  Tú a lo mejor no, pero Ignacio seguro que sí.
Ignacio se rió abiertamente
-  ¡A ti te lo iba a decir! Ibas tan mal que si te llego a decir que había varios puertos, seguro que te vas a casa ¿ o no?
-  Si, eso si que es verdad, porque aquel día en ¿era en Villafranca del Bierzo?
-  Si, era en Villafranca, justo antes de iniciar la subida a Piedrafita.
-  Bueno, pues ese día, efectivamente, estuve a punto de dimitir porque tenía un dedo de un pié como una bota y por mas que me lo vendaba, el dolor iba siendo cada vez mayor y al final casi ni podía andar, menos mal que en Ambasmestas, a muy pocos kilómetros, conocimos a aquel búlgaro que decía que era casi Médico ¿te acuerdas?
-  A mi me pareció que era un jeta de mucho cuidado, pero lo cierto es que gracias a aquella porquería que sacó del bolsillo de la mochila y por la que te pidió cinco mil pesetas, pudiste llegar a Santiago.
-  ¿Qué sería lo que me dio?
-  Ni idea, se podía parecer a cualquier crema de las que hay en las farmacias, pero no lo puedo asegurar.
-  Casi no me acordaba, pero si que es verdad que el tío empezó como si fuera un peregrino más que te echaba una mano y, al final lo que quería eran pelas.
-  Claro, si vivía allí, de algo tendría que subsistir.
-  Si, pero el tío apareció como si viniera detrás nuestra.
-  Si, si y al principio solo hablaba del Camino y de lo duras que eran las dos etapas previas, pero poco a poco nos fue llevando su terreno y acabamos hablando de las ampollas y de lo fácil que era que aparecieran y si que parecía Médico o por lo menos un profesional de la Salud porque hablaba como con mucha propiedad.
-  Naturalmente si nó, ¿cómo te iba a trincar el dinero?
-  Hay que ver lo que inventa el hombre blanco para no trabajar
-  ¿Y os acordáis de las dos monjitas? Esas si que nos la dieron con queso. ¿Te acuerdas, Pacho? 
-  Este a lo mejor no se acuerda, pero yo si, que es a la que tocaban el culo y todo lo que hacían era tantearte para ver donde llevabas la cartera, menos mal que aquel día pensé que lo mejor era llevarla en el calcetín que si no, me veo en la Policia denunciado el robo. ¡Menudas elementas! Y eso que tenían una cara de buenacitas que daban el pego.
-  Si, es verdad que en eso todos estábamos de acuerdo, pero todavía no soy capaz de entender como las pillamos, porque ahora todos nos ponemos muy gallitos, pero entonces, ninguno pensábamos que pudieran ser ellas las autoras de los robos.
-  Hombre, es natural, dos monjitas llenas de caridad que recorren el Camino ayudando a los Peregrinos, que comen de la caridad, que casi no sueltan el rosario ni para dormir y encima se dedican a sermonearnos ¿cómo vas a pensar que son unas chorizas?
-  A mi, lo que pasa es que esas cosas me deprimen. Parece mentira que no puedas ni hacer el Camino de Santiago sin que alguien venga a timarte. No se respeta nada y eso que no íbamos a los albergues que ahí si que debe ser la pera.
-  Acuérdate de lo que nos contó aquel suizo ¿te acuerdas? En diez minutos le habían mangado todo y lo único que le dejaron fué la mochila y eso que el albergue estaba en un pueblito de nada que si llega a ser en Madrid, lo dejan en bolas.
-  ¿Te acuerdas el cabreo que tenía? Si en ese momento llega a coger al ladrón, yo creo que le pega dos tiros y bien que lo buscó por todo el pueblo, pero, claro, el que fuera ya se había largado.
-  Hombre, allí se iba a quedar, son ladrones, pero no tontos.
-  A mí no me extraña nada que se pusiera como una fiera porque debe molestar bastante que llegues a un Albergue después de una caminata, encuentres una litera y mientras que estás en el cuarto de baño, te birlen todo, ¿tú no te pondrías igual? Yo desde luego, si.
-  Ahora, lo que es curioso es la cantidad de gente rara que hay por el mundo ¿no os parece? Cuidado que hemos encontrado gente extraña ¿verdad?
-  Si, si, es verdad, pero es que hace el Camino tanta gente que tiene que haber de todo.
-  El mejor de todos para mí es aquel que iba vestido como de Don Quijote con unos jubones muy cortos y unas piernas muy largas. Iba en bici ¿os acordáis? Y todo el equipaje lo llevaba en una especie de baúl con dos ruedines y el tío venía nada menos que desde Holanda ¡ total nada !
-  Para mí, el mejor fué el de la gorra con todas las banderas de los sitios por los que había pasado, parecía un palillero con no se cuantas banderas clavadas.
-  ¡Que va! El mejor con diferencia era aquel que nos recibió cerca de Burgos con una especie de pañal todo arrugado que chillaba desde un alto que para hacer el Camino hay que pasar frío y que nosotros no éramos ni creyentes ni nada por el estilo. El sí que lo era, llevaba casi trescientos kilómetros y no sabía si continuar porque él lo único que quería era que el Madrid perdiera la liga y ya la había perdido, o sea, que para qué continuar hasta Santiago.
-  Si que es cierto que el  mundo está lleno de locos, pero por lo menos no molestan
-  Según, no molestan algunos, porque el que se nos pegó en la zona de Leon, ese sí que era incómodo. ¡ Que tío mas pesado ¡ y la cantidad de blasfemias que soltaba por aquella boquita
-  Juraba como nadie pero si era verdad la historia que  nos contó, no me extraña que jurase  porque perder a toda la familia en un accidente, eso debe ser fuertísimo y encima viendo el incendio desde la calle y sin poder hacer nada.
-  Bueno, y está bien de hablar de todas las miserias que hemos pasado y si os parece podíamos finalizar con lo que piensa cada uno del Camino y de los días que hemos pasado juntos, ¿quieres empezar tú, Ignacio?
-  Bueno, ya sabéis que para andar no tengo ningún miedo, pero hablar eso se me da bastante peor, pero si queréis que os diga la verdad pensé que iba a ser mucho peor. Los primeros días estuve a punto de irme a mi casa, sobre todo en la etapa de Pamplona y ahora me alegro de haber continuado porque ha sido, y todos sabéis que he andado con mucha gente por el mundo adelante, la mejor caminata de mi vida. Estas dos – miró a Ana y Olga con gesto de complicidad – se pusieron las pilas y dejaron de dar el coñazo con aquello de que nosotras mañana nos vamos a casa porque no podemos más y caminaron hasta aquí como dos auténticas “machotas”. También Pacho dejó de hacer tonterías y se dedicó a lo que habíamos venido que era a hacer el Camino de Santiago y no a echarse una novia y eso que se puso pesado el tío, pero ni con esas consiguió que Ana le hiciese algo de caso. En cuanto a Manuel para mí fue una sorpresa no solo por lo que anda, sino sobre todo por lo que habla. No ha parado en todo el mes de rajar, pero con muy buenas maneras y tratando de entretenernos a todos, aunque a veces se pasaba un poco, sobre todo con aquello de nunca mais. Olga y Ana, que han sido como mis hijas y me han alegrado el camino. He tenido que esperar por ellas en casi todos los mojones, pero ha merecido la pena porque la ilusión que desgraciadamente se va perdiendo con la edad, en ellas es algo que lo llevan a flor de piel y se contagia de una manera maravillosa, gracias a ellas, ahora veo el mundo de diferente manera y de verdad que quiero daros las gracias porque habéis sido maravillosas y vuestra alegría, para mí y aunque os parezca una exageración, ha supuesto una sensación que nunca antes la había sentido. Me habéis hecho sentirme joven y eso no tiene precio.
Ana y Sonia se levantaron y dieron un beso en la frente a Ignacio quien las abrazó emocionado.
-  ¿A quien le toca ahora?
-  Venga que hable Manuel que si nó hoy no comemos.
-  Después de lo que ha dicho Ignacio intentaré ser breve, pero ya os aviso que lo dudo. Lo primero es deciros que estoy hecho una mierda. De verdad que nunca pensé que esto era tan duro. Desde luego, si lo llego a saber conmigo no contáis. Los primeros días todavía se lleva mas o menos mal, pero a partir del diez o el doce con toda la llanura castellana por delante, aquello se hace interminable. Menos mal que entre Ignacio, Pacho y Juan me empujaban a seguir, porque si hubiera sido por estas dos, estaría en casita viendo la tele. Desde que llegamos no paro de pensar en las sensaciones que todos contáis y yo debo ser un bicho raro porque no siento nada. Empiezas con muchísima ilusión, al cabo de unos días te empiezan a fallar las fuerzas y piensas que que haces por el medio del campo como un gilipollas, con los pies como botas y unas agujetas que te machacan por todas partes. Después llegan las montañas y otra vez te vuelves a ilusionar y te vuelves a cagar de cansancio y por último llegas a Santiago y entonces si que se desbordan todas las emociones, pero por unas cuantas horas porque a mí ya se me ha pasado y si, he hecho el Camino, pero nada más. Es verdad que me ha servido para conocer a mucha gente, he intimado todavía mas con Olga, en fin, que no ha estado mal, pero sin exagerar. Ya está hecho y ya está . No creo que mi vida cambie en nada y dentro de tres meses ni me acuerdo de los sitios por los que hemos paseado juntos. Lo siento, porque sé que no es la opinión de ninguno de vosotros, pero todas esas historias de santificar el cuerpo y el alma y cosas por el estilo, conmigo no van y bien que lo siento porque me encantaría que no fuera así, pero cada uno es como es.
-  Ahora me toca a mi – Olga se puso en pié dejando al descubierto un cuerpo perfecto, sin una sola gota de grasa. La camiseta blanca le realzaba un pecho bien contorneado y todo su aspecto invitaba a vivir -  y siento que le voy a llevar al contraria en todo a Manuel y eso que todavía no nos hemos casado. Yo si que tengo que decir que después del Camino he cambiado. Si, he cambiado y he cambiado mucho y a lo mejor, todavía tengo que cambiar más, no lo sé, se verá, pero ahora mismo y me parece que igual que Ana, es lo mejor que he hecho hasta ahora en toda mi vida. No sé si será el inicio de mas o todo se quede mas o menos igual , no lo sé, pero lo que si que sé es que ahora mismo estoy como en una nube, como flotando, me parece increíble que con mi manera de ser y solo con mis piernas esté un mes entero andando y quejándome bastante menos de lo que me pedía el cuerpo. Si es verdad, y no se puede discutir que, al principio, estuve bastante tonta, hasta el día aquel, ¿te acuerdas? en que me cogió por banda Ignacio y me puso las peras al cuarto. Me sentó muy mal, pero esa noche en el Hostal de Pamplona me dí cuenta que tenía toda la razón y que o cambiaba o me iba a casa. Hasta entonces, lo reconozco iba de pija por la vida, nunca me lo había planteado pero Ignacio tenía razón, el pijerío había que dejarlo en Madrid y aquí lo que había que hacer era andar y con esfuerzo lo hemos conseguido. Yo sé, porque me lo habéis contado después de tantas horas de caminar juntos, que todos os habéis esforzado en vuestras vidas y las habéis pasado canutas de vez en cuando y sin embargo yo, en mis veintiséis años, yo creo que nunca he tenido un problema grave y los pocos que recuerdo los he resuelto, o mejor dicho los ha resuelto con dinero mi padre, si, ya sé que esto suena muy mal, pero es la verdad. Sin embargo, en estos días, el esfuerzo lo haces tú, te puedes apoyar en tus amigos, en vosotros, pero la cuesta la subes tú sola, las ampollas las padeces tú, los calores y los fríos son cosa tuya y hasta los botones te los tienes que coser tú. Y eso en mi caso es muy duro. He intentado apoyarme en todos y quiero daros las gracias porque en ningún momento me habéis fallado y de paso pediros perdón por la lata que nos he dado, pero de verdad que ha sido una experiencia maravillosa y si tuviera que ponerle un pero a algo o a alguien sería a Manuel, porque conviviendo tan cerca y durante tantas horas me he dado cuenta que tengo muchas cosas que cambiarle, cosas que no me gustan y que si queremos continuar juntos, tienes que cambiar y la primera y mas importante es aprender a escuchar. Tú, no sabes escuchar, hablas y hablas sin parar, pero escuchas muy poco y eso es un defecto. Pero, bueno, ahora no es el momento de tirarnos los trastos a la cabeza, tiempo habrá y si que es de daros las gracias por haberme dado la oportunidad de disfrutar del mes mejor de mi vida y de haberos conocido. Gracias  a todos.
Juan Olmedo se volvió a levantar y paseó la vista por los comensales. Todos recién duchados con las camisas limpias como los chorros del oro, pintadas ellas y repeinados ellos, parecían otros y no aquellos con lo que había tenido la suerte de andar y andar casi setecientos kilómetros    
-  ¿Quién falta? Venga Pacho te toca, después Ana y yo el último que para eso he sido el organizador.
-  ¿Y que digo si ya lo habéis dicho todo vosotros? Muchos habíais pensado antes en esto y hasta algunos os habíais comprado libros de rutas. Yo no me lo había planteado nunca y le debo a Ana que me contagió su ilusión para hacer semejante machada, porque para vosotros y sobre todo para Ignacio esto es un esfuerzo pero nada más, pero para otros y sobre todo  para mí esto ha sido un milagro y así lo quiero decir.  Lo mas que he andado en mi vida fue hace un montón de años de Alpedrete a Guadarrama y estuve después una semana en la cama y sin embargo ahora, casi sin comerlo ni beberlo, me calzáis setecientos kilómetros entre pecho y espalda,, no consigo que ésta me mire ni una sola vez a la cara y encima agradecido. ¡Esto no hay manera de entenderlo! Lo que empezó como un juego, se ha convertido en realidad y la verdad es que me alegro un montón de haberlo hecho. La experiencia ha sido maravillosa, de vosotros no se puede decir nada malo y creo que ha sido un mes que ha merecido la pena, aunque en mi caso no se ha cumplido el objetivo que era ligar a Ana, pero habréis visto que otras han caído en la trampa y sinó preguntarle a la del bar de Portomarin. Si le insisto un poco, solo un poco, la tendríamos ahora aquí sentada. Pero, en fín, la vida tiene que seguir y esperemos que dentro de unos años nos veamos y recordemos estos días con igual cariño que ahora porque han merecido la pena. Gracias a todos. 
-  Ana, tu turno.
-  ¡ Puf!j, es primera vez en mi vida que hablo en público y estoy de los nervios – Ana se puso en pié, se alisó el pelo empujándole con las dos manos hacia atrás y paseó lentamente su mirada por todos y cada uno de sus compañeros de viaje. Pensaba en decir algo de cada uno, pero eso ya lo habían dicho todos los que habían hablado antes y sería repetirse. Hacer alusión a lo bonito del  paisaje, estaría muy bien, pero todos lo habían hecho y lo habían disfrutado. En fin, ¡que sea lo que Dios quiera!.  Respiró hondo y con voz firme y decidida inició su resumen particular del Camino -  No se, bueno, no tengo ni idea que deciros porque después de todos ya habéis dicho lo que yo pensaba, pero, bueno, algo saldrá y lo primero que quiero es daros las gracias a todos porque con vosotros y por vosotros he conseguido un sueño. Nada mas y nada menos que hacer el Camino de Santiago y de los primeros que quiero acordarme es de mi madre que como sabéis vive en Medina del Campo y está muy preocupada conmigo porque me fui de casa en contra de su voluntad y parece como si me hubiera vuelto una oveja descarriada en Madrid. Ella, en el fondo, sabe que no es así, pero con su mentalidad está muy preocupado. EL hecho de terminar el Camino me servirá para demostrarle que tengo la suficiente fuerza de voluntad como para poder andar por el mundo sin miedos y sin que me pase nada. En segundo lugar, quiero, de verdad, daros las gracias a vosotros porque habéis conseguido que durante tantos días me olvidara de todo y solamente disfrutar del Camino y de vosotros. Como todos, supongo, al principio tenía mis dudas, pero el paso de los días me ha ido demostrando que sois una gente genial y eso que en la tercera etapa casi me voy a casa porque tenía los piés como botijos, pero con vuestra  ayuda conseguí no dejarlo y hacer la etapa del Bierzo, la de Molina Seca, que fue con diferencia la mejor y ya desde allí a Santiago todo fue coser y cantar. Ha habido miles de momentos maravillosos y que pena que todo esto no lo sepa exponer para todo el  mundo, porque todos deberíamos de hacerlo. Es como una transformación increíble. Yo no era especialmente campestre y sin embargo ahora me fijo en las flores, los árboles, los pájaros y montones de detalles que antes no existían. ¿Os habéis parado a pensar la cantidad de horas que hemos andado? Y luego cuando ya has terminado no parece tanto ¿verdad? No se si os lo vais a creer o suena a chulería, pero desde que llegamos a la Plaza del Obradoiro, me siento como si fuera otra, parece como si mi cuerpo fuera por un sitio y mi cabeza por otro. Es una sensación como muy rara y te entran como unas ganas de vivir que casi no puedes dominar. Te apetece hacer todo a la vez, ayudar a la gente, pararte a hablar con todo el  mundo, yo que sé, es un cambio tan grande que, de verdad,  me parece que soy otra.
En fin, no quiero ponerme pesada pero ya sabeis como soy y donde estoy. Espero que nos sigamos viendo y que esa amistad sea para toda la vida porque la ocasión lo ha merecido. Muchisimas gracias a todos y os quiero.
Una salva de aplausos llenó el pequeño salón en el que estaban reunidos los peregrinos y en todas sus caras se reflejaba una intensa emoción por aquello que tocaba a su  fín e incluso algunas lágrimas quisieron sumarse a la intimidad de la despedida haciendo acto de presencia en los ojos de la mayoría de los presentes.
Juan Olmedo se levantó y con una breves palabras agradeció a todos su colaboración y esperaba que aquella solidaridad se viera reflejada en el trabajo diario una vez de vuelta en el estudio y dió por finalizado el acto. 



sábado, 22 de noviembre de 2014

EL TRIO DE DOS: CAPITULO 50



 Queridos blogueros/as: Como algunas semanas no me acuerdo o estoy haciendo algo y no tengo tiempo acabo de decidir que, a partir de ahora, el capítulo correspondiente lo mandaré en el transcurso del fin de semana y así seguro que quedo siempre bien. 
Os diré que después de releer lo del pub "La miñoca" y las reflexiones del capítulo de hoy, me parece que me voy a ir a vivir a La Coruña porque allí "te hay de todo"
Esta novela es un lío que ni yo mismo me aclaro porque lo mismo estamos contando "verdulerías" que la cosa se pone de un serio que hasta hace pensar, cosa que no viene mal de vez en cuando y ésta vez parece que toca esto último.
Como os he contado alguna vez, prefiero no seguir leyendo los capítulos que siguen porque no me acuerdo de nada y así cada fin de semana es como una novela nueva y por eso no me atrevo a decir como serán los siguientes aunque por la pinta parece que la cosa se va poniendo seria, pero ya se verá.
Hasta la próxima y seguir intentando ser felices aunque no se si podemos (¿se nota el doble sentido?)
Un abrazo
Tino Belascoain



CAPITULO 50.-

 Salieron del pub despacio, como si quisieran que la vida siguiera siendo como la de aquella noche y en un silencio que llenaba todo, pasearon por las estrechas calles agarrados de la mano y sin decirse ni una sola palabra. En la playa de Riazor, cuando la luna parecía que quería ser una mas en aquel discurrir de parejas hacia las zonas mas íntimas y oscuras, se fundieron en un beso como nunca lo habían hecho. A continuación se miraron a los ojos y sin querer las lágrimas asomaron por las mejillas de ambos. Los dos sabían porqué y sin embargo continuaron con sus silencios en espera de una mejor situación. Ya en el hotel se fundieron como dos enamorados y aquella noche fue de las que ambos recordarían durante muchos años. No estaban seguros si aquello sería el inicio de una nueva vida, pero, al menos, había una mínima llama que los mantenía encendidos. No era el fuego de los primeros años, ni tampoco el que se produjo después del nacimiento de cada niño que era como una especie de renovación de su compromiso matrimonial, pero tampoco eran aquellas noches frías en que la cama parecía un iglú y los sentimientos parecían haberse perdido en aquella inmensa pista de hielo en que se habían convertido sus almas después de la muerte de su hijo o al poco del infarto de Fernando.  En cualquiera de las situaciones el silencio era la moneda común en sus relaciones de pareja. Hablaban mucho, pero de nada, permanecían muchas horas uno al lado del otro, pero en compañía, no unidos, salían y entraban continuamente pero como pareja no como matrimonio y al final vivían juntos, pero separados.
Todas aquellas sensaciones y muchas más recorrieron las mentes de Fernando y Mamen mientras el amanecer despertaba y la ciudad se iba desperezando a ritmo muy lento pero inexorable, como ocurría todas las mañanas, con mayor o menor brillo, pero el ciclo de vida no se detenía a pesar de que algunos lo intentasen con sus hábitos.
Después de aquella noche y con ánimos renovados, Fernando se levantó y desde la ventana del hotel situado en un enclave maravilloso, disfrutó a las seis y media de la mañana de uno de los amaneceres mas impresionantes de toda su vida. Desde la habitación 604 situada en la planta sexta, la bahía del Orzán se fue iluminando como por encanto. Los pescadores lanzaban sus cañas encaramados en los rocas como si fueran lapas mientras las bocanadas de humo procedentes de sus cigarrillos parecían pequeñas chimeneas que colocaban a cada uno en su lugar. El mar iba cambiando de color y de las primeras olas oscuras se iban transformando en aguas radiantes, con espuma blanca que bañaba la arena impoluta de toda la noche sin pisar. A lo lejos, los barcos de bajura parecían mas pequeños todavía y serían como moscas encaramadas en lo mas alto de las olas. Un señor de pelo blanco, zapatillas amarradas entre si y colgadas de los hombros, con un jersey azul, pantalones de pana remangados hasta media pierna, paseaba su soledad por la orilla, dejándose piropear por un perro tan viejo como él que al menos le provocaba compañía. De vez en cuando se detenía y miraba al horizonte, se ponía las manos en jarras y parecía como amenazando a la mar, aquella que había sido su compañera del alma durante tantos y tantos años y que le había provocado tantos disgustos y sinsabores como alegrías y momentos de calma y felicidad. Su frente arrugada, su eterna pipa apagada como una prolongación de unos dientes amarillos y dejados de la mano de Dios, como toda su figura que desprendía un aire de melancolía y tristeza, seguro que, aquí Fernando dejó volar su imaginación la  mujer con la que había vivido muchos años, decidió dejarse atrapar por el mar tirándose desde un acantilado próximo dejando al señor en la sola compañía de su perro que aunque daba vueltas y  mas vueltas alrededor de su amo no conseguía animarlo. Aquello era como un simulacro de una vida que nunca iba a ser igual y que volvía a la monotonía en cuanto el viejo cruzaba el amplio paseo marítimo y se entremezclaba con las luces y las sombras de unas farolas envejecidas por el paso de  los meses y de los años.
Fernando recordaba aunque hacía años las noches que estuvo alojado en este hotel y la posibilidad que hubiera tenido de disfrutar de tanta belleza, pero su cabeza estaba en otro sitio y los asuntos del despacho no le dejaban tiempo para mirar mas allá de la pantalla del ordenador. Dinero, dinero y dinero ¡que tonto había sido! Su vida limitada al dinero y ahora se daba cuenta que una puesta de sol en compañía de Mamen hubiera sido mas rentable que aquel juicio que ganó y que le reportó unos, lo que para él eran, buenísimos millones de pesetas y que sin embargo, al llegar a su casa no le sirvieron para nada porque Mamen había tenido que salir corriendo con su tercer hijo, porque tenía fiebre de casi cuarenta y uno y había  empezado a convulsionar y todavía recordaba la cara de su mujer cuando se la encontró sola en la sala de urgencias del Infantil de La Paz. Su gesto era de fracaso, de soledad, de buscar algo y no encontrarlo, parecía una viuda desconsolada, sin nadie en quien apoyarse y el dinero haciendo que su marido estuviera en paradero desconocido. Ahora se daba cuenta, pero ahora no hace diez años, que el dinero, en su caso, no le había proporcionado la felicidad que a todo el mundo le provocaba. Si que llevaba una vida fácil, pero vacía, había disfrutado muy poco de sus hijos y nada prácticamente de su mujer y encima su vida religiosa había terminado en un profundo fracaso. Total, que en un balance provisional, el final no era como el de los cuentos, final feliz, si no mas bien, todo lo contrario.
Desde la cama y hundida en la almohada Mamen contemplaba las anchas espaldas de su marido. ¿cuánto tiempo hacía que no le miraba? Estaban juntos a menudo, pero casi ni se miraban. Al principio, si, pero el tiempo fue pasando y lo mismo que los años, las ilusiones se fueron desvaneciendo. ¿Quién fue el culpable? ¡ qué mas da! No es un problema de culpabilidad, es así y no hay que darle mas vueltas. Todo fue maravilloso, la relación era fantástica, pero se acabó. La muerte del niño en lugar de un motivo de reencuentro fue todo lo contrario. Fernando abandonó los principios que parecían imprescindibles en su vida y aquello fue de mal en peor y ahora ¿qué queda después de tantos años? Hasta ayer parecía que nada y sin embargo ¿quedaría algo y ahora aquellos rescoldos comenzarían a arder otra vez? Mamen estaba deseando que fuera así, pero en su fuero interno estaba segura que nada sería como antes. Fernando había cambiado y mucho, pero ella tampoco le iba a la zaga. De aquella casi niña que solo hacía que parir y esperar a su marido en casa, había pasado a ser una mujer que analizaba las diferentes situaciones y valoraba en su justa medida las ansias de su marido. Era consciente que gracias a él, disfrutaba de una buena posición en la escala social que le había correspondido, su vida era cómoda, se compraba mas o menos todo lo que le apetecía, tenía dos chicas sudamericanas en casa que le hacían todas las tareas del hogar y hasta lo del niño su vida había sido de las que provocan envidia. Incluso, ambos coincidían en un tema tan importante como el religioso, acudían a reuniones juntos y de vez en cuando hasta a retiros de cuatro y cinco días que les ayudaban a seguir. Sin embargo, la mala suerte de la muerte de su hijo, encima en accidente que todavía es mas traumática, les había cambiado la vida. Se desmoronaron como un castillo de naipes todas sus creencias religiosas y nada ni nadie fue capaz de darles una explicación. Aquello que los designios de Dios son incomprensibles estaba muy bien, pero les valía de poco. Fernando se negó a admitir desde el primer día que la vida está en manos del Sumo Creador, como nos repetía constantemente el Padre Huidobro, y que, por lo tanto, la daba y la quitaba cuando le daba la gana y aunque ella trataba de mantenerse un poco la margen, en el fondo pensaba lo mismo que su marido, con un pequeño matiz que lo hacía diferente. No estaba de acuerdo, no entendía absolutamente nada, pero rezaba y rezaba para que su Dios la ayudara a superar aquel mazazo, pero la paciencia también tiene un límite y aunque sin decirlo, su fé comenzó a resquebrajarse y el árbol de sus creencias se vió involucrado en un otoño no deseado que lo dejó sin una sola hoja. Todavía estaba en aquella fase de replantearse su vida sin definir el camino a seguir cuando se encontraba en alguna encrucijada de decisiones y llega el infarto. ¿Estaba segura de poder superar tantas pruebas? El Dios que siempre le habían dicho que era bueno, misericordioso y no se cuantas cosas más, se había encelado con su vida y no hacía nada mas que someterla a una serie de pruebas que iban aumentando en dificultad. La etapa del hospital fue espantosa, con una soledad siempre mayor de la que se quiere, mucha gente pasaba pero muy pocos hacían compañía y los únicos momentos buenos eran los que pasaba con el Dr. Cuesta al que preguntaba y preguntaba para que le contestara lo que ella quería oir. Sin embargo el galeno  no se lo ponía nada fácil y muchos de las repuestas eran evasivas y poco comprometedoras, como aquel ya veremos, porque en Medicina jugar a adivinos es perder el tiempo y otras muy parecidas.
La vuelta a casa también fue muy dura. Ella no quería plantear la situación abiertamente, pero estaba claro que las relaciones entre la pareja se iban deteriorando de una manera alarmante. Parecía como si los dos estuvieran a punto de estallar, pero en el último momento, casi sin pretenderlo, la pólvora se mojaba y no se producía la explosión. Los últimos meses habían sido ya de horror y aquel viaje los dos sabían que era propicio para aclarar muchas cosas que habían sucedido. No tenía ni idea cuando iba a ocurrir, pero estaba segura, completamente segura, que antes o después se tendría que plantear con el ánimo de buscar soluciones o de romper el matrimonio de manera definitiva.  


sábado, 15 de noviembre de 2014

EL TRIO DE DOS: CAPITULO 49

 Queridos blogueros/as: Otro capítulo mas y ya vamos por el 49 de esta novela que tiene el nombre perfecto porque efectivamente somos tres, uno la escribe y dos la leen, mejor imposible. Si alguna vez se apunta alguien mas será el cuarteto de tres y ya con mucho optimismo podemos llegar hasta titularla el quinteto de cuatro, pero de momento lo dejamos como está.
Esta historia es de las pocas verdaderas que hay en esta novela, con los nombres cambiados como hacen los grandes escritores pero el resto es "virídico" y el pub que estaba en la ciudad vieja de La Coruña y al que íbamos con cierta frecuencia cuando estábamos estudiando en Santiago, era bastante mas cutre de lo que aparece en la novela. El dueño, yo no se si era hijo de algún antiguo Alcalde de La Coruña, pero si no lo era lo parecía porque conocía a todo el mundo y en los ratos que estaba sobrio, yo nunca lo vi pero supongo que alguna vez lo estaría, te hablaba de unos y otros como si los conociera de toda la vida y según el tenía un pazo en Sada al que no iba porque no quería cruzarse con el antiguo Jefe del Estado porque si se lo encontraba se iban los dos por ahí y terminaban muy tarde. 
En fin, que como podéis apreciar, la novela ha dado un giro y ahora nos vamos un poco de juerga por ahí que nunca viene mal y recordamos aquellos tiempos del cuplé, porque con las bromas de esto que se refleja aquí han pasado nada mas y nada menos que cuarenta y muchos años. Total nada, pero bueno, vamos a intentar ser felices que es lo  importante
Un abrazo
Tino Belascoaín

CAPITULO 49.-

Fernando y Mamen finalizaron su lento recorrido por la ciudad vieja sentados en una especie de “pub a lo gallego” como le gustaba llamarle a su dueño, un tal Toñito de Arousa. No podían más y no encontraron sitio mejor. Sin querer, como suele ocurrir con casi todos los turistas, habían entrado en una de las tascas mas emblemáticas de La Coruña. La pinta era, cuando menos, curiosa. La barra situada a la izquierda de la entrada era larga y absolutamente repleta de productos de la huerta como los definía su dueño y en ella se alineaban desde patatas cocidas, los famosos “cachelos” que despedían un aroma que entraba hambre por todos los poros de la piel, pimientos de Padrón con un pequeño letrero en el que se avisaba, en gallego, “non te lo creas, meu rey que en Padrón xa non hay pimentos nin Cristo que lo fundó”, un cochinillo colgado del rabo con otra inscripción que rezaba: “isto me pasa por no falar galego”, un escudo del Real Madrid con la dedicatoria a Toñito el más madridista de La Coruña, al lado uno del Depor con la dedicatoria de a Toñito el más deportivista De La Coruña y un poco más allá un banderín del Arosa sen el que el propio Toñito había escrito de su puño y letra: “ el futbol me importa un huevo”. Una enorme cazuela de barro se encontraba hasta arriba de callos con garbanzos al mas puro estilo galaico y todo ella rodeada de cientos de cigalas que intentaban abrirse paso en el amplio mostrador luchando denodadamente con unos percebes como “carallos de home” en el ansia de alcanzar las enormes almejas que con su concha a medio abrir parecían querer estar pidiendo guerra a los productos huertanos.
Fernando apreció la originalidad del lugar nada mas pasar el primer escalón, pero la voz de Toñito lo atrajo desde el fondo del local donde sentado en una especie de banqueta alta contaba sus peripecias a un numeroso auditorio compuesto sobre todo por gentes de la ciudad, entre los que primaban funcionarios, ayudantes de obras públicas y algún guardia civil de paisano que había sido enviado por el Gobernador Civil para decidir si se clausuraba el local. Numerosas mujeres rodeaban a Toñito quien de Smokin riguroso, iniciaba su habitual “chou” con su primera singladura a América. Las mujeres lo miraban con admiración y algunas bajaban con disimulo sus ojos desde el smokin a la entrepierna. Toñito les advertía que al final del “chou” les haría, si se portaban bien, una demostración de su singular dotación masculina, pero antes las embelesaba con sus historias contadas en un gallego españolizado, como le gustaba decir:
-  Distinjido publico presente y ausente: Aquí me tenéis vestido de Diplomático para una ocasión tan importante como es la de presentarme a todos ustedes para que me conozcan los que no me conocen y me recuerden los que ya han venido más veces. Por favor, caballero, si usted, si, el del fondo – Toñito se levantó un poco y le indicaba a Fernando que a la derecha había sitio – usted me ten pintiña de extranxeiro de  fora ¿me equivoco?
-  No, no te equivocas, venimos de Madrid –contestó Fernando, mientras tomaba del brazo a Mamen y tomó asiento a un lado del pequeño escenario, sin darle opción a ella a protestar, aunque estaba seguro que el sitio no era de su agrado. Eran muchos años de convivencia y sabía que los chistes y los presentadores de medio pelo nunca habían sido santos de la  devoción de su mujer, sin embargo, a él cada vez le gustaban mas los sitios curiosos y desconocidos como aquel con el riesgo de equivocarse, como aquella vez en Londres que se metieron en uno de travestis pensando que la que estaba en el escenario era Rafaela Carrá y  luego resultó que se trataba de un conocido “transformista” y el local estaba hasta los topes de maricas que, en parejas, se morreaban sin ningún pudor. Aquello era demasiado y tuvieron que abandonar el local antes que los confundieran por algo de lo que no eran.
En el pub La Miñoca todos los presentes atendían las explicaciones de Toñito quien haciendo gala de un don de gentes especial, centraba su atención en los que él llamaba “meus amigos de fora de La Coruña” como Fernando y Mamen que atendían con una media sonrisa y con cara de esperar acontecimientos.
-  Xa me parecía a mi. Vosoutros nos os dais de cuenta, pero teneis una pinta de Madrid que se os nota a la legua ¿a que sí?
Todos los espectadores asintieron y unieron sus voces en un coro afirmativo.
-  Lo veis, todo el mundo se ha dado de cuenta, pero no os preocupeis, meus amijos, porque a mí me pasaba igual cuando estaba en el Urujuay y digo Urujuay con jota y digo bien, aunque a muchos les suene mal, porque ellos lo pronuncian así y yo no los voy a cambiar. Por cierto, filliños, ¿alguno conoce el Urujuay? Pues no sabeis lo que es bueno. Todo el que viaja se va a París, a Londres o a Niuyork y nadie va a Montevideu que posiblemente sea la ciudad mas bonita del mundo. Bueno, non se si la más bonita, pero seguro que es la que mas diversiones tiene. Alí, as muyeres te chaman por las calles y te levan al catre sin preguntarte ni o nombre, de verdad.
Desde el fondo de la sala, alguien dijo:
-  Hombre, Toñito, todas todas as muyeres no serán putas
-  Non - respondió o presentador de fábulas – tes razón, mi tía Carmela, a  mujer de o meu padriño, que foi a que me levou para alá, ella non, pero el resto yo me creo que si.   
-  Que exagerado eres, manda carallo – contestó la voz
-  Si, si exagerado, eso es o que te crees ti. Mira – Toñito clavó sus ojos en los de Fernando – este señor vive en Madrid ¿verdad?
-  Verdad – contestó Fernando quien trataba de adivinar por donde le caerían las preguntas.
-  ¿ Y cuantos chalets endosados habrá en Madrid?
-  Chalets ¿cómo?- preguntó Fernando.
-  Si, home, si, casas de esas que la terraza es como la de un piso, pero con un pouquiño de hierba en donde los veciños siempre hacen barbacoas y te llenan la casa de cheiro a sardiñas ¿sabes lo que te digo o todavía te lo tengo que explicar con mas detalle? Porque neno ti me tienes pinta de profesional liberal, pero o muy fácil está iso de estudiar o a ti el título te lo dieron por enchufe, porque si nó, non entendo que no conozcas los chalets.
-  No, si si que los conozco.
-  Pues entonces contéstame, carallo, que la gente me pierde el hilo ¿comprendes? Bien, entonces en Madrid que habrá ¿diez mil chalets?
-  ¡ Que va! Muchos más, hombre, por lo menos cien mil
-  ¡ Cien mil Ay mamaiña, odemo me coma. Debe facer moito tempo que non vou a la capital porque la vez que estuve, los conté y había, mais o menos, diez mil. Bueno para el caso me es ijual, si hay diez mil, en Montevideu te hay cien mil y si son cien mil, pues entonces te hay un millón, pero muchos mais y en cada uno de ellos vive una familia y en cada familia habrá por lo menos una mujer, o sea que cuenta y ya verás cuantas te salen. Pero si, tienes razón, son muy buena gente, pero pinta de pedir guerra si que tienen y allí que estaba vuestro Toñito, joven como una anguila y mas salido que un  pulpo en Semana Santa y allí empezó miña fama de mujeriego. Fijaros como sería que un día iba por la calle con dos primas mías y va un amigo y me dice:
-  ¡Que, Antoñito, ¿ hoy debutas?
Y yo le tuve que contestar:
-  No, que son mis primas, Fijate como son ¿eh? En todas partes se piensa lo mismo y en mi caso mas que era bastante golferas.
Los parroquianos del pub “la miñoca” comenzaban a saborear los chistes de Antoñito y la cosa no empezaba mal y encima se habían ahorrado el habitual inicio de su correrías por la isla de Arousa, cuando Antoñito se tiraba a la maestra y aquella le aprobaba las matemáticas por aquello de que el chaval tenía una calculadora mejor que las de cualquier otro de la clase y eso que en aquella escuela rural casi todos habían probado las tablas de multiplicar con la famosa Doña Clotilde que, según  decían las malas lenguas fué la pionera de la educación sexual en “a escola” y por esa cátedra habían pasado desde el General Mola hasta el Arzobispo Gelmirez por aquello de unir, en una misma aula, a las fuerzas vivas del Régimen que entonces eran el Ejército y la Santa Madre Iglesia.
Mientras las risas se sucedían por todo el local, Mamen miraba a todas partes en la seguridad que, antes o después, le tocaría a ella. No sabía cuando llegaría ese momento ni como iba a ser, pero estaba segura que le tocaría y lo peor es que estaba al llegar porque Antoñito había recorrido casi todas las mesas y aunque con discreción, de vez en cuando, le lanzaba una mirada en la que se adivinaba que la dejaba para el final.
Justo en la mesa de al lado de la suya, Antoñito se ensañaba con una mujer de hermosisima delantera a la que quería cambiar su mostrador por el del “pub”
-  ¡Que mas te da “mujeriña” tú me las dejas que yo te prometo que no te las toco ¿o.k.?
La mujer se reía como una loca mientras su acompañante, conocido en los ambientes taurinos como “el Niño de Riazor”, se mostraba orgulloso de ser el propietario de tan hermoso ejemplar de mujer. Aficionado desde que hizo el período de Instrucción en Cádiz, había sido el encargado de material de Curro Giraldilla, desconocido torero de la época, al que limpiaba los trajes con primor y le dejaba las manoletinas como los chorros del oro. En una ocasión había saltado al ruedo, pero ya cuando los subalternos habían separado al toro que se ensañaba con el matador y en un descuido el toro lo observó y aquella mirada asesina le bastó al bueno de Argimiro Bandeira, nuestro amigo propietario de la susodicha de tan esplendorosas tetas, que empezó a correr por el ruedo, como poseído por el diablo, hasta que alguien le avisó que el toro estaba como un marmolillo y que no hacía falta que siguiera su desenfrenada carrera. Argimiro se apoyó en el burladero, naturalmente por la parte de dentro y comentó que había corrido más que si se hubiera hecho entera la playa de Riazor y de ahí le vino el apodo y la fama en el mundo de la tauromaquia. Huelga decir que se consideraba experto en cuernos y mas desde aquella vez en que descubrió a su adorada Hermelinda, la de las tetas, haciendo lo que parecía el amor con un conocido camarero del Hotel Riazor y fue muy comentado ese hecho en los ambientes toristas de La Coruña porque Argimiro se quedó encantado con las explicaciones de su santa quien, después de encontrarla en tan peculiar postura justo detrás de la Torre de Hércules, le convenció que le estaba enseñando una cicatriz de una cesárea que le hicieron cuando tenía diecisiete años y y que el camarero del hotel, le estaba dando con un pincel, que salía como de entre las piernas, para mejorar el aspecto de tan desdichada sutura. Incluso, durante meses, Argimiro miraba la cicatriz, las veces que ella se dejaba que no era siempre, y comentaba con orgullo que gracias al pincel del del Riazor, la cicatriz se veía menos. Evidentemente, desde entonces, Hermelinda, la de las tetas, no tenía ningún reparo en hacer el amor en cualquier descampado y si aparecía su marido, el Argimiro, le explicaba que había cambiado de pincel porque necesitaba otro mas consistente y Argimiro seguía igual de tranquilo que en el pub donde su mujer era objeto de la atención de Toñito.
-  Bueno mujeriña y ¿cómo me diseches que te chamas? 
-  Herme- contestó ella ruidosamente.
-  Xa, herme – Antoñito se sentó nuevamente en el alto taburete que estaba en el centro del pequeño escenario – Bien, Herme – las notas de una guitarra que le habían acercado a nuestro protagonista trataban de crear un ambiente intimista, una luz potente se centraba en su entrepierna mientras el resto se mantenía bajo una oscuridad casi total y así Antoñito, primero de manera lenta y cadenciosa y después a voz en grito interpretó para Hermelinda la conocida canción asturiana de Herme de subir al árbol, Herme de coger la flor y dársela a mi morena que fue coreada por todos los asistentes. Finalizada su actuación, los aplausos tronaban en la sala y Toñito tuvo que saludar en varias ocasiones al “distinjido auditorio con el que tanto me complace compartir canciones de tanto éxito en el mundo mundial. Moitas gracias y hasta sempre”
Por fin las luces se encendieron y el local sufrió una transformación, las sonrisas de todos los presentes hacían que el ambiente fuera como mas familiar y Fernando y Mamen se disponían a abandonar el local, cuando Antoñito se acercó a su mesa y se sentó con ellos. Había cambiado el elegante Smoking por un vestuario mas acorde para tal ocasión. Camisa blanca con pequeñas rayas en rojo, pantalones grises y mocasines negros relucientes . El cambio había sido en muy pocos minutos y ahora mas parecía un chico bien de La Coruña que el presentador de un espectáculo de dudoso gusto.  Pidió un vaso de agua y con una sonrisa de oreja a oreja intentó entablar una relajada conversación con el matrimonio madrileño.
- ¿Lo habéis pasado bien? – Toñito mostraba unas maneras absolutamente diferentes – espero que por lo menos os sirva para olvidar las penas durante un rato y si lo he conseguido, pues muy bien y si nó, pues no pasa nada, la vida tiene que seguir ¿no es verdad?
Fernando y Mamen asintieron extrañados ante el detalle de Toñito de haber venido a saludarles hasta su mesa
-  Estabas convencida que me iba a meter contigo ¿ a que sí?
-  Pues si – contestó Mamen – la verdad es que si y dos o tres veces le dije a mi marido que nos fuéramos, pero no me hizo ni caso.
Fernando sonreía recordando los apretones de mano que durante toda la actuación le estuvo dando Mamen y las miradas que Toñito le dedicaba solo para ponerla nerviosa. Si por ella fuera, se hubieran salido antes de finalizar, pero cualquiera se atrevía. De esta manera, seguro que algo le diría, pero si se levantaban entonces sí que la armaban. Por eso Fernando, se estuvo haciendo el tonto y disimulando como si no se enterara de lo que quería Mamen, pero le pareció lo más oportuno y la cosa había salido bien
-  Pues aprende una cosa para siempre – Toñito se puso muy serio – los artistas que trabajamos cara al público sabemos muy bien con quien nos podemos meter y con quien no y basta echar una mirada de vez en cuando para darte cuenta que hay gente que lo pasa francamente mal si le dices algo y tu eres una de esas ¿a que sí?
-  Seguro que sí – contestó Mamen.
-  Bueno, - Toñito bebió un sorbo de agua - ¿ y que haceis aquí si se puede saber?
-  Eso me gustaría saberlo a mí –Fernando también bebió un trago de su Ron con naranja – íbamos paseando por esta zona y sin darnos cuenta entramos a echar un vistazo y ya no tuvimos oportunidad de irnos porque nos llamaste y ya no nos podíamos ir
-  Pues vaya faena que os he hecho
- Que va, creí que iba a ser mucho mas aburrido, pero yo por lo menos lo he pasado fenomenal.
-  ¿ Y tú? – Toñito miró de frente a Mamen – critica mi actuación que me interesa saber tu opinión
-  ¿De verdad quieres que te diga lo que he pensado?
-  Si, si, claro que me interesa, de lo contrario no estaría aquí sentado.
-  Bueno, a mi no me importa decírtelo – Mamen se estiró la melena con un gesto que repetía cada minuto – No está mal, tienes una voz muy bonita cuando cantas, cuentas anécdotas divertidas, pero te pasas un montón con las mujeres, sobre todo con esa tal Hermelinda y luego tampoco me gusta esa propaganda pseudoerótica que haces porque al final nada de nada.
-  ¿Eso es todo?
-  ¿Te parece poco?
-  No , no está mal, pero para mí, eso no es ninguna crítica, porque quiere decir que no has entendido absolutamente nada de mi espectáculo y eso si que me preocupa. Mira – Toñito se movió en la pequeña butaca en la que estaba sentado - ¿os molesta que fume? – Sin esperar la respuesta sacó un Ducados y lo encendió con la llama de una pequeña vela que iluminaba una mesa llena de copas con los ceniceros hasta arriba de colillas – aunque me vista de pailán gallego y cuente historias del Urujuay como repito constantemente, intento y está claro que no siempre lo consigo, criticar la sociedad en la que nos ha tocado vivir y así entre chistes y bromas os pongo a parir a la gente guapa como vosotros y realmente debe ser porque es lo que vende, porque en el fondo cuando viene gente bien por aquí a mí me gusta y me gustaría que viniera mucha más, pero ya se sabe que en una ciudad como La Coruña todo se comenta y que el hijo de un ex alcalde de la ciudad cuente chistes en un pub, eso no es tolerable
-  ¿Tu padre fue alcalde?
-  Si, hace ya bastantes años, pero toda mi familia vive aquí y aunque yo desaparecí y anduve dando tumbos por Estados Unidos y mil sitios parecidos, al final la tierra te llama y aquí estoy. Empecé tocando la guitarra y cantando música sudamericana, pero al final lo que a la gente le gusta es que cuentes chistes verdes, que digas cuantas mas barbaridades mejor y cosas por el estilo. Naturalmente que al principio venían mis amigos, pero, poco a poco, el público fue cambiando y ahora ya veis lo que hay.
-  Perdona que te interrumpa – Mamen terció con rapidez – pero no entiendo a que viene todo esto – Si lo que tratas es de justificarte, no tienes porqué hacerlo y mucho menos con nosotros que hoy estamos aquí, pero mañana no nos volvemos a ver.
-  Si, es posible que no sea el momento – Fernando volvió a beber otro pequeño sorbo de agua helada – perdonar, pero hoy para mí ha sido un día especial. Os veía a un lado del escenario y me parecía estar viendo a mi familia y eso me ha dado un poco de pena.
-  Tu familia ¿nunca viene a verte?
-  No, mi padre se murió hace quince años y mi madre es muy mayor y está claro que este no es un sitio para ella, pero alguno de mis hermanos si que podrían, pero no los veo casi nunca. Ellos no vienen aquí y yo naturalmente tampoco voy a sus casas. Por ellos a lo mejor iría, pero a mis cuñadas no las soporto
-  ¿ Y nunca te dio por estudiar?
-  No, no, ¡que va! Estuve en Santiago una temporada porque mi padre se sintió en la obligación de enviarme, pero desde el primer día ya sabía que no iba a hacer nada. Estaba deseando que me hiciera Abogado, pero a mí me gustaba la buena vida, viajar y cientos de cosas mas, todas incompatibles con estudiar y así me lució el pelo.
-  ¿Y no hubiera sido mejor que terminaras la carrera? Yo, por ejemplo, soy Abogado y me va muy bien.
-  Pues mejor para ti, pero yo no lo hice entonces y ahora no vale de nada lamentarse. Procuro nunca mirar para atrás porque creo que no merece la pena y soy de los convencidos que la vida solo se vive una vez y no se puede desaprovechar pasando la juventud en la Facultad, pero también es cierto que si estuviera completamente convencido de lo que digo no estaría aquí llorando mis penas.
-  Hombre, cada uno puede justificarse como quiera – Fernando se acordaba de sus años de estudiante y no le parecía que lo hubiese pasado especialmente mal a pesar de pasarse muchas horas delante de los libros – pero yo creo que hay tiempo para todo.
-  ¿Tu crees? Yo creo que no.
-  Si, hombre, si, como que no, seguro que tu conoces gente que en la carrera no ha pegado ni golpe y con mas o menos esfuerzo la ha terminado y están ejerciendo tan ricamente ¿o no?
-  Si, claro que si, pero siempre se me plantea la misma duda. ¿Esa gente es feliz?
Mamen, miró el reloj y exclamó:
-  Las dos y media ¡que barbaridad como pasa el tiempo! ¿no nos deberíamos de ir?
-  Espera un poco Mamen que no tenemos nada que hacer.
-  Bueno, como quieras, pero os estáis metiendo en unos temas que nos podemos estar aquí hasta mañana y no arreglaremos nada.
-  Bueno, pero nos vale para charlar que nunca viene mal.
Toñito les miraba con curiosidad y les preguntaba con indiscreción
-  Por ejemplo : vosotros supongo que sois matrimonio ¿es así?
-  Si
-  ¿Y sois mas felices porque habéis pasado por la vicaría?
-  No se si somos felices, eso lo primero – Mamen miró a Fernando en espera de continuar con su discurso y algo sorprendida porque se sinceraba, o la menos lo parecía, con un desconocido y sin embargo esos temas no se tocaban en la intimidad del hogar – porque ¿qué es ser féliz?
Fernando terció en la conversación con la única idea de ayudar a su mujer a la que cada día encontraba mas lanzada. Si le hubieran dicho hace unos años que iba a estar discutiendo con el dueño de un pub a las dos de la mañana sobre la felicidad hubiera apostado lo que fuera porque esa situación no se iba a producir nunca, pero la realidad era la que mandaba y en esas estaban:
-  La verdad es que contestar a esa pregunta es muy difícil por no decir imposible, pero yo al menos lo tengo claro. Para mí ser feliz es estar a gusto contigo mismo y con los que están a tu alrededor, tratar de hacer la vida fácil a los que trabajan contigo, poder dar un paseo, jugar algún dia a la semana al Golf, tomarte una copa con los amigos y un montón de pequeños detalles más
-  ¿Eso es ser féliz? - Toñito llamó al camarero para que le pusiera otra copa, mientras decía adiós a la Hermelinda que se empeñaba en darle dos besos. Cuando, por fín consiguió liberarse de tan recias ataduras, volvió a la conversación - ¡ Hay que ver que dura es la vida de los artistas ¡ ¿de qué estábamos hablando? Si, ya me acuerdo, o sea que con esos parámetros mucha gente sería mas o menos feliz y sin embargo por lo que se oye por ahí, casi nadie lo es, entonces ¿con qué nos quedamos? Por ejemplo, estar acompañado de una mujer atractiva, o de un hombre atractivo en el caso de una mujer, eso ¿ayuda a la felicidad?
-  Naturalmente – Fernando no dejó pasar la oportunidad – faltaría mas.
-  Ya, pero no si esa mujer es la tuya porque entonces la cosa es diferente
-  Hombre, yo entiendo que cuando haces esa pregunta no te refieres a tu mujer, claro, porque tal y como lo preguntas se nota un cierto aire lividinoso y con tu mujer esas cosas no pasan
-  Pues ahí quería llegar – Toñito de Arousa se bebió casi de un trago la copa que le habían servido – el mundo que nos ha tocado vivir es una mierda y perdón por la expresión, pero es así – Toñito miraba directamente a los atentos ojos de Mamen – resulta que yo por el sitio donde trabajo estoy rodeado de tíos que dejan a sus mujeres para venir a tomarse copas, de tías de todos los colores que se lían entre ellas y eso la sociedad lo ve con una cierta normalidad y sin embargo si la Condesa de Montealto con la que por cierto tuve el placer de compartir algunos meses de mi vida de crápula, se viene aquí a tomar una copa y se agarra una cogorza de padre y muy señor mío, eso la sociedad no lo admite y yo me pregunto ¿es que las borracheras de los ricos son distintas a las de los pobres?
-  A eso te contesto yo – Mamen intervino con determinación – no digas las borracheras de los ricos, dí las borracheras de las ricas porque la sociedad admite sin ningún problema que el marido de esa señora esté para  el arrastre y sin embargo lo de ella lo lleva fatal. En el fondo es un problema de machismo y si no contestarme los dos a una pregunta – Mamen distribuyó su mirada entre su marido y el dueño del pub- ¿porqué todo el mundo habla de las fulanas y nadie de los que se van con ellas, porque cuando una de estas de la vida se acuesta con alguien casi siempre es con un hombre y ese sin embargo si puede presumir que ha estado con una fulana.
-  Me parece muy bien – Toñito seguía despidiendo a algunos de los que habían compartido espectáculo esa noche con un gesto de su mano derecha – perdonarme pero aquella rubia es prima mía y tengo que arreglar unos asuntillos de familia. Espero veros pronto otra vez por aquí
Toñito besó la mano de Mamen con ese estilo con que solo las besan los que lo han mamado desde pequeños, hizo una especie de minicombate de boxeo con Fernando y con un gesto de picardía agarró a la rubia por la cintura y desapareció por el fondo del pub.
-  Vaya cara que tiene el gallego ¿eh?
-  Es verdad – Mamen paseó su mirada por el salón semivacío y por el que comenzaban a encenderse algunas luces – es un fresco, pero a pesar de la pinta, me parece que es bastante mas educado de lo que se lo hace y tiene las ideas bastante claras.
-  Hombre, es hijo de un ex alcalde y sobre todo en las capitales de provincias donde no es alcalde cualquiera y además parece que todo es pose y en el fondo tiene envidia de los de su condición social.
-  Seguro, pero si no quiso estudiar de algo tiene que vivir.
-  Bueno – Fernando se levantó y bebió un último trago – lo importante es que hemos pasado un rato agradable y ahora toca dormir ¿vamos?
-  Vamos.



domingo, 9 de noviembre de 2014

EL TRIO DE DOS: CAPITULO: 48

 Queridos blogueros/as: Aunque un poco tarde porque es la una de la mañana, ahí os va el siguiente capítulo y espero como siempre que os guste. La verdad es que yo, que siempre he sido un poco "portera" y amigo de los chismes, debo reconocer que hablando de los conflictos de pareja y esos rollos me encuentro en mi salsa y éste es uno de ellos y que seguirá así casi hasta el final de la primera parte, porque os recuerdo que todavía hay una segunda y una tercera, o sea que quedan muchos viernes.
Yo no se si esto lo lee alguien mas que vosotros dos, ya sabéis quienes sois, pero en el capítulo de entradas de vez en cuando salen seis o siete o sea que no tengo ni idea. En el fondo no me preocupa porque a mi me entretiene escribir y si lo paso al blog muy bien y si no tampoco importa.
Bueno que seais felices y no escribo hoy mas porque me estoy cayendo de sueño
Un abrazo
Tino Belascoain



CAPITULO 48.-

El avión despegó con normalidad desde la pista central del Aeropuerto de Madrid, Barajas. Eran las doce y diez de la mañana y la puntualidad, en esta ocasión, había sido la  nota destacada para el Boeing de la Compañía Iberia. La duración del vuelo sería, según explicaba la sobrecargo por el altavoz de a bordo, de unos setenta minutos. El tiempo en la ciudad de La Coruña era aceptable, nubes y claros y una temperatura de unos dieciocho grados.
Fernando Altozano observaba desde la ventanilla del avión el espectáculo de la maniobra de despegue. No era un viajero empedernido, pero siempre que lo  hacía, se daba cuenta de las excelencias de los aviones y seguía sin entender como era posible que un avión lleno de gente con sus maletas correspondientes, pudiera levantarse por encima de los edificios y en nada estar en las nubes y todo ello sin casi esfuerzo. La sensación era siempre igual y le parecía mentira como iban haciéndose pequeñas las casas y las carreteras se convertían en líneas que envolvían los núcleos de población. Se consideraba de los que no tenían miedo, o si lo tenía lo disimulaba bastante bien, pero, a pesar de todo, no iba del todo tranquilo y solo cuando superaba la fase de despegue y se apagaban las luces de la obligatoriedad de llevar colocados los cinturones, entonces si que se relajaba completamente y empezaba a disfrutar de aquello que los pilotos llaman la alegre sensación de volar.
En el asiento situado a la derecha, Mamen, su mujer, era un auténtico manojo de nervios. Había viajado en avión infinidad de veces y en lugar de acostumbrarse que sería lo normal, cada vez lo llevaba peor. Había intentado por todos los medios evitar el viaje, pero Fernando se había empeñado en que lo mejor era alquilar un coche en la capital gallega y hacer el viaje en avión para no perder un día; al fin y al cabo solo disponían de cuatro días y pretendían descansar lo mas posible y no se podían permitir el lujo de perder dos días en viajes. Todos sus amigos les habían hablado que la autovía era perfecta, con un trazado reciente y casi sin curvas. El paisaje, sobre todo en la zona de las montañas de León y en la zonas próximas de la provincia de Lugo, era de una belleza excepcional y más en aquella época de  primavera recién estrenada.
Sin embargo, a pesar de aquellos argumentos y de la insistencia de Mamen que no tenía mayor interés en ir por las alturas, Fernando, como casi siempre, se salió con la suya basándose sobre todo en aquello de que tenía bonos de Iberia y el viaje les salía tirado de precio y además él no tenía muchas ganas de conducir cinco o seis horas seguidas. El infarto había pasado, pero las secuelas continuaban para aquellas ocasiones en que le interesaba explotarlas. Con las bromas hacía casi tres años de aquel desgraciado incidente, pero aunque dicen que el tiempo lo borra todo, no era ese el caso de Fernando. A pesar de su vida anterior, ahora hacía caso a los Médicos y seguía con un rigor impropio de él, todas las directrices que le indicaban. Era estricto con las comidas, dormía media hora de siesta diaria, caminaba una hora,  vigilaba su peso y procuraba en lo posible distribuir su jornada laboral para tener tiempo para aquellas actividades que no le provocasen “estrés”. Incluso había conseguido lo que parecía imposible, disponer de una tarde a la semana para iniciarse en el golf.
Los últimos quince días como consecuencia de la herencia de su cliente, la familia  Jiménez Preciado, le habían vuelto a lo habitual antes del infarto y no estaba dispuesto a que aquello se repitiera, por lo que decidió desaparecer del mundanal ruido. De nuevo las jornadas de trabajo eran maratonianas, los herederos entraban y salían del despacho como Perico por su casa, se sucedían las reuniones hasta altas horas de la madrugada e incluso la cita con su secretaría habían alterado definitivamente sus horarios y no podía ser. Tenía que volver a la rutina del orden en su vida.
Aquel fín de semana lo había preparado con esmero desde casi un mes antes. En principio pensó en un balneario con golf y sesiones de masaje antiestrés, pero luego pensó que era mejor buscar un lugar alejado, a ser posible en el campo para disfrutar de largas caminatas y tiempo para leer, charlar etc…etc. Se trataba de desconectar absolutamente de todo y la única pega es que el lugar elegido era en el norte de Galicia y las posibilidades de que el tiempo acompañase eran difíciles de conocer con antelación.  Parecía que los partes meteorológicos aseguraban el inicio de un anticiclón y según su amigo Rafa si eso era así, los días serían maravillosos. -  Ya lo verás Fernando, te aseguro que con sol, el pueblo que te aconsejo es el más bonito del mundo, te va a encantar y te vuelves nuevo. Lo malo es si llegas y no para de llover, pero, en fín, Galicia es Galicia y te la juegas. –
Desde la ventanilla del avión parecía que las previsiones coincidían con la realidad y un cielo azul rodeaba el vuelo. Los pequeños núcleos de población se sucedían como por encanto y en un momento dado la costa se hizo visible. El espectáculo era increíble. Los puertos se adivinaban con sus espigones adentrándose en el mar, mientras que las casas se quedaban en la retaguardia como esperando que las noticias de naufragios les llegaran con retraso. Los bosques invadían todo y hasta el mar parecía prolongarse en la sombra de aquellos árboles. El verde del bosque luchaba con el azul del mar para ejercer su hegemonía, mientras el azul del cielo permanecía como invitado de piedra. El sol en la lejanía también quería decir algo en todo aquello y el conjunto provocaba paz en todos aquellos que tenían la oportunidad de disfrutarlo.
Fernando no despegaba la vista del paisaje y trataba de influir en Mamen e insistía en que mirase por la ventanilla.
-  Mamen, mira, no te pierdas esto.
-  Perdona, pero no puedo mirar que me mareo muchísimo
-  ¡ Que va! Es imposible, si no parece que vamos en avión. Mas bien parece que estamos en una terraza muy alta desde la que se ve todo, venga mira, ya verás que bonito
Fernando se inclinó hacia delante para dejarle sitio a su mujer. Ella hizo ademán, pero enseguida se volvió a su asiento. El vértigo era mayor que su interés e inmediatamente se volvió a sus crucigramas que le ocupaban el tiempo y sobre todo la mente. A los pocos minutos echó el asiento discretamente hacia atrás y cerró los ojos. Miró el reloj y todavía le faltaba casi un cuarto de hora, No dormía, pero se  mantenía en una situación de sueño despierta que le resultaba especialmente agradable. Los pequeños ruidos del avión la mantenían alerta y  aunque aparentaba tranquilidad y sosiego, por dentro estaba como una moto y lo peor de todo es que siempre le pasaba igual. Habitualmente pensaba en positivo, tenía alegría de vivir,  se mostraba cariñosa con su marido, habladora y era una persona extrovertida. Sin embargo, en el avión se transformaba como por arte de magia y se volvía una persona de lo mas huraña e incluso rozaba la mala educación. En fin, que los viajes aéreos para ella eran una auténtica pesadilla.
Fernando continuaba ensimismado con el paisaje y solamente pareció volver a la realidad cuando se anunció por los altavoces que en breve aterrizarían en el aeropuerto de La Coruña con día soleado y temperatura agradable. Le dió un pequeño codazo a Mamen y la animó a  irse despertando.
El aterrizaje fue perfecto y fue entonces cuando se  produjo el ansiado relajamiento. Mamen notaba dolor en los nudillos de ambas manos como consecuencia de la contractura que le provocaba la proximidad al suelo y al estar sobre seguro, movía los dedos con insistencia.
Después de unos minutos de espera en el pasillo del avión, descendieron por la escalerilla y entraron en el aeropuerto. La espera hasta la aparición de la voluminosa maleta fue de casi quince minutos y mucho mas rápido el trámite en el mostrador de Hertz donde alquilaron un Seat Toledo. Introdujeron el equipaje en el amplio maletero y conduciendo lentamente se acercaron hasta la ciudad.
Fernando había estado en varias ocasiones en La Coruña, por motivos de trabajo, pero nunca se había detenido a mirar los encantos de tan bella población marinera. Siempre era llegar, juicio, comer y volver y ahora se daba cuenta – que tonto he sido Dios mío – que el lugar merecía la pena ser recorrido con lentitud. A pesar de la hora, aparcaron en las inmediaciones de la Torre de Hércules y fueron paseando, cogidos de la mano como dos enamorados, hasta el cantón. Se tomaron una cerveza en una de las múltiples terrazas que llenaban la amplia acera y después se sentaron a comer en la Plaza de María Pita en un restaurante al que le habían llevado en varias ocasiones y en el que se comía tortilla de patata y callos con garbanzos. Desde la mesa se apreciaba la grandiosidad del Ayuntamiento de La Coruña que se alzaba en todo el frente de la plaza. Las gaviotas revoloteaban alrededor y hacían las delicias de la chiquillería que se peleaban por distribuir migas de pan por el suelo y ver como se las engullían con la misma rapidez como Fernando y Mamen degustaron las especialidades de la casa. La comida finalizó con una leche frita que  disfrutaron a medias y un café cortado para ella y descafeinado para él.
Aprovechando la bondad de la tarde, se dieron un largo paseo por la ciudad vieja. Las galerias blancas enmarcadas en las paredes de edificios ajados por el paso del tiempo, parecían contemplar con su silencio como la pareja se detenía constantemente para hacer fotos de los múltiples detalles. Un friso allá, un cartel de aquí vivió Rosalía de Castro aquí, algo mas allá una pared con hiedra que rebosaba la fachada, el portal donde un pequeño farol hacía las veces de portero y mil detalles más eran los temas que pasaban por el objetivo de la vieja Kodak de Fernando y por el que habían pasado imágenes de toda la vida. Se la habían regalado en el viaje de novios y, aunque ya había llovido desde entonces, todavía sacaba instantáneas de excelente calidad. Mamen siempre se colocaba en el centro del objetivo porque según Fernando los edificios salen en las postales, pero los recuerdos tienen que ser para siempre y menos mal que haciendo fotos era de los rápidos porque Mamen le espantaba posar, aunque después de miles de fotos ya debería estar acostumbrada. Los ojos de ambos recorrían las estrechas calles, miraban los balcones, introducían en sus retinas los enormes soportales que protegían de una lluvia que era rutinaria en la ciudad, escudriñaban cada rincón y no se perdían detalle de nada de lo que pasara por delante. Las gentes con la que se cruzaban era absolutamente diferentes y así desde una pareja besándose en una esquina, hasta el viejo aldeano con el paraguas colgado de la espalda, pasando por los típicos vendedores de “souvenirs”, un chico joven tocando una viola o incluso uno disfrazado de marinero con su traje de aguas amarillo haciendo la estatua justo delante de la Conserjeria de pesca y que solo movía la cabeza cuando pasaba un niño o alguien muy importante o simplemente le depositan una moneda en el gorro tambien amarillo que se lo ponía delante con algunas monedas para atraer la generosidad de los viandantes. En la lejanía, una gaita parecía querer un punto de “morriña” en aquel día soleado y con sus notas mostraba su desacuerdo con la ausencia de lluvia. La Coruña es una ciudad para verla y disfrutarla con el suelo mojado y el cielo nuboso soltando las lágrimas de “saudade” palabra de difícil traducción al castellano, pero que casi todo el mundo la entiende.