sábado, 27 de octubre de 2012

LA ENFERMERA RURAL: CAPITULO 15


Queridos blogueros/as: Lo siento pero volvemos otra vez con la enfermera al pueblo. Ya decía el otro día que era una novela de un pasito "pa alante" y otro "pa atrás" y ahora toca el primero. 
Yo no se vosotros, pero yo ya tengo ganas que se mate con el Médico para entrar en temas interesantes, pero lo escrito, escrito está y no seré yo el que lo cambie, que ya lo hice el otro día y llevo una semana dedicado a darle vueltas a los últimos capítulos porque, de lo contrario, la historia no pega ni con cola.
Tengo que inventar algún premio para vosotros por ser blogueros/as con una fidelidad pasmosa, eso si, no el número no aumenta de ninguna manera, pero vosotros seguís erre que erre todas las semanas y eso tiene que tener algún reconocimiento por mi parte. Ahora no se me ocurre el que, pero todo se andará
Un abrazo
Tino Belas




CAPITULO 15


Sofía estaba impaciente. El cuarto de estar se le hacía pequeño, hasta el cuadro del salón que semejaba un mar con la línea del horizonte parecía haberse acercado más y se percibía como el rumor de las olas. Sofía permanecía sentada unos segundos y a continuación se levantaba y recorría el salón dando pasos y más pasos. Comprobó que el timbre funcionaba, bajó hasta la consulta para ver el ordenador. Volvió a subir, se preparó un café y se acercó hasta la habitación de su hijo que dormía placidamente.  Se quedó mirándole, como hacía muchas noches, y pensó en el futuro. ¿Cómo sería? Para ella bueno, casi con seguridad, pero para el niño, sin padre, en un pueblo perdido, sin conocer a casi nadie, ¿Se abría equivocado saliendo de Madrid?  En una capital todo es mas probable, los peligros por supuesto y las oportunidades mas. ¡Que mayor está! Parece mentira, claro que ya tiene casi trece años ¡trece años que murió David!  Y desde entonces ni un solo día había dejado de recordarle. Habían sido unos años maravillosos, primero en Honduras y luego en Mali hasta el día que lo secuestraron sin motivo ni razón, pero las guerras son las guerras y muchas veces pagan justos por pecadores. David, su marido, no había ayudado a ningún jefe de ninguna tribu y mucho menos de alguna banda rival y aunque se empeñasen, él no era culpable de nada. Atendía a todo aquel que llegase herido a la Misión y nunca preguntaba por las afinidades políticas de cada uno. El era Médico, atendía enfermos y ni su pasado, por supuesto su presente y mucho menos su futuro, le interesaba lo mas mínimo.

Lo que empezó siendo una simple discusión entre bandas rivales, acabó como el rosario de la aurora y el país se enzarzó en una guerra civil que acabó entre otros con su marido que nada tenía que ver. El destino, en el que tanto creía Sofía, había sido protagonista nefasto en aquella ocasión.

Estaba tan obsesionada en sus pensamientos que no advirtió como David, su hijo, abría los ojos y la miraba fijamente

-  Mamá, mamá eh, eh  despierta – David movía los brazos tratando de llamar la atención - ¿en que estabas pensando?
-  Perdona David – Sofía se echó para atrás unos mechones de pelo que le impedían una buena visibilidad de su hijo – pensaba en tu padre.
-  Pues espabila porque te está llamando Charo ¿no la oyes?
-  Si ahora si - contestó Sofía mientras bajaba las escaleras de dos en dos – voy, voy
-  Venga, Sofía que ya tenemos a la primera paciente – la auxiliar que le había proporcionado el ayuntamiento la llamaba ilusionada – cuando quieras la paso porque la he dejado en la sala de espera.

Sofía se sentó delante de la mesa de su despacho. El tablero de caoba precioso, solamente estaba cubierto por una carpeta de cuero que hacía las veces de cajonera y una especie de cubilete donde se apilaban distintos  bolígrafos de varios colores. Sofía se santiguó como hacía siempre que comenzaba algún trabajo interesante, se ajustó la bata blanca y se sentó con la mayor de sus sonrisas.

-  Charo: Dile que pase.

La puerta se abrió y lentamente apareció una señora mayor aunque no sabría decir cuanto, enormes ojeras que la hacían parecer todavía mas mayor, el pelo bien cuidado, las mejillas con un discreto toque de colorete al igual que los labios. Un sobre de grandes dimensiones en su mano derecha y el bolso en la otra eran los complementos a un vestido rigurosamente negro reflejo de su pasada viudedad.

Sofía se levantó de la silla, rodeó la mesa y dio la mano a su primera paciente con gesto algo más que sonriente. A continuación la invitó a sentarse y ella hizo lo propio.

-  Si le parece empezamos por la parte burocrática y luego me cuenta ¿le parece?
-  Lo que usted diga Señorita.
-  Bien - Sofía se ajustó el ordenador e iba anotando las respuestas de su primera paciente - me dice su nombre, por favor.
-  Si señorita, mi nombre es Eunomia.
-  ¿Apellidos?
-  Lopez Salgado
-  ¿Fecha de nacimiento?
-  Espere un momento que me acuerdo porque fue hace muchos años, el 12 de Enero de hace ochenta  y un años.
-  Pues está usted muy bien para esos años ¿nunca se lo han dicho?
-  Si, pero no se fíe - la señora se secó una lágrima con un pañuelo que sacó del bolso -  porque desde que se murió mi pobre Evaristo no levanto cabeza.
-  ¿De que se murió?
-  De siempre tenía asma y se debió de romper algo en el pulmón porque se murió casi de repente. Una tarde en el Hospital y a última hora nos avisaron que estaba muy mal y cuando llegamos había fallecido
-  Lo siento.
-  Gracias, hija
-  ¿Hace cuanto tiempo que se murió?
-  El día de San Teodoro, el veinte de Abril de hace casi un año
-  ¿Usted vive sola?
-  Si señorita, si. Ahora si
-  ¿No tiene hijos?
-  Tuvimos dos, pero se nos murieron. Uno, nada mas nacer, en plena guerra y otro cuando tenía cinco años. Ya sabe usted. Tuberculosis. No había nada que hacer
-  Menuda faena - Sofía pensaba en ese momento en David,  su hijo. Si le pasara algo no sabía si podría superarlo.
-  Si, pero hija mía, ¡ya sabes! es ley de vida. Dios te los da y Dios te los quita.
-  ¿Es usted creyente?
-  Si, mucho. Mi Evaristo y yo éramos como los encargados de mantener la Iglesia en condiciones y claro teníamos mucha relación con D. Hermógenes, el Cura.
-  O sea, que si no le he entendido mal era usted la sacristana.
-  Bueno, el sacristán era mi Evaristo y yo ayudaba en todo lo que podía.
-  Muy bien, Doña Eunomia y ¿que le trae por aquí?
-  Me gustaría que me diera algo para mejorar porque estoy como sin fuerza ¿me comprende?
-  Claro que la comprendo ¡como no! Doña Eunomia. Se ha quedado viuda y sola en la vida y quiere encontrarse mejor ¿no eso?
-  Si, hija si. El problema es que llevo mucho tiempo intentándolo y yo sola no soy capaz.
-  ¿La ha visto Don Antonio María?
-  ¿El  Médico? Si, muchas veces
-  ¿Y que le ha dicho?
-  Que estoy depresiva y  que con el tiempo se me irá pasando
-  ¿Le ha recetado algo?
-  Si, unas “cláusulas” rojas y blancas
-  Se podrían llamara Lexatin o algo así
-  Si me suenan
-  Eso está muy bien
-  Si, pero yo no me encuentro mejor.
-  ¿Y hace mucho tiempo que las toma?
-  Tres o cuatro meses.
-  Ya - Sofía creía que podría ayudarla con algún producto de herbolario, pero cualquiera le cambiaba el tratamiento - yo creo que Don Antonio María tiene razón y con esas pastillas y dejando pasar un poco mas de tiempo seguro que mejorará.
-  No se yo - Doña Eunomia había depositado toda su confianza en aquella chica, pero tenía la impresión que no se interesaba mucho por su caso - es normal - pensó casi en voz alta - una vieja pesada ¡que tome unas pastillas y que vuelva en tres meses! son todos iguales.
-  Si me permite un consejo
-  Dime hija, dime
-  Salga de su casa. No se quede mucho tiempo allí sin hacer nada porque no tendrá nada más que recuerdos y eso no le vendrá bien para su recuperación. ¿Sigue yendo a la Iglesia?
-  No. Bueno si, pero no como antes. Ahora solo voy a Misa los días de precepto y nada más.
-  ¿Y eso porqué?
-  Pues porque en la Iglesia, en cada jarrón del altar, en cada rincón, en cada altar, en la sacristía, en el banco en que me siento, en cualquier lugar de la Iglesia allí  está mi Evaristo y no puedo, es superior a mis fuerzas
-  Pues no se - Sofía trataba de buscar otras alternativas - vaya a casa de una vecina a tomar un café, a charlar un rato. En fin, que se tiene que buscar algo que hacer Doña Eunomia y ya verá como si lo busca lo encuentra.
-  Muchas gracias, Señorita, ha sido usted muy amable y me ha dedicado bastante mas tiempo que D. Antonio María -  Doña Eunomia se levantó de la silla y salió de la consulta caminando lentamente apoyada en su bastón. Casi en la puerta se dio la vuelta
-  Señorita ¿le debo algo?
-  No se preocupe, Doña Eunomia, que esta vez por ser la primera paciente que me visita en el pueblo, no le cobro nada.
-  Muchas gracias
-  Adiós y que supere esa situación poco a poco.
-  Adiós.

Sofía vio como se cerraba la puerta y pensó lo difícil que era tratar este  tipo de pacientes porque no necesitaban medicinas, ni actuaciones muy complicadas, ni siquiera la visita a un Médico o como en su caso acudir a una consulta de enfermería, no, lo que necesitaban era pura y simplemente, compañía, algo que parece tan fácil y que habitualmente resulta tan difícil. Una sonrisa, una palmada en la espalda y comprensión hacia su problema. Sofía no era psicóloga pero no era necesario ser muy lista para darse cuenta que después de convivir con una persona cincuenta o sesenta años, si de pronto fallece, naturalmente que te tiene que quedar un vacío muy importante. ¡Como no! y llenarlo es muy complicado. Encima estas cosas te pasan cuando tienes muchos años y pocas ganas de pelea.

Lo que puedo hacer como Doña Eunomia vive aquí al lado, mañana me paso un segundo por su casa y le hago un rato de compañía y seguro que eso le viene mejor que todas las pastillas que le ha mandado D. Antonio María, pero, de todas las maneras y para no meterme en líos, no seré yo la que le diga que esas pastillas no le valen para nada, pero no le valen.

La enfermera comprobó que no había nadie más en la sala de espera y subió a su casa. Charo, la chica que había contratado para la consulta  y para ayudarla en las labores del hogar, se esmeraba entre las cazuelas para dejar la cocina como “los chorros del oro”. Con una fregona pasaba un suelo agradecido que al menor contacto con el agua, brillaba casi con luz propia. Los armarios estaban  cerrados aunque a través de una especie de rejilla de alambre se adivinaba con claridad todo su interior. Los platos estaban apilados con un orden riguroso, los platos hondos a un lado, los llanos a otro  y en medios los de postres. Todos eran de color amarillo con un ribete en azul marino.  Los cubiertos, cada uno en su espacio correspondiente, contribuían a mantener el orden y todo el interior de los amplios armarios reflejaban el carácter ordenado de su dueña.

Sofía pasó revista a los dormitorios. El de su hijo estaba hecho un desastre como  siempre. Por supuesto la cama sin hacer, lo ropa toda tirada por el suelo, el armario medio abierto con algún jersey haciendo esfuerzos para no caerse, los libros mezclados con los apuntes, un plumier con todos los lápices a medio salir, en fin la habitación de un crío desordenado.

-  Esta noche en cuanto venga a casa le cantaré las cuarenta porque esto no puede ser. Este niño necesita un poco de disciplina y hasta ahora yo no he sido capaz de dársela, entre otras cosas, porque es un amor, da pena hasta regañarle. ¡Es tan bueno! Si viviera su padre otro gallo nos cantaría, pero la vida es así y esta es la que me ha tocado a mi.

Casi sin darse cuenta y con un movimiento que ya formaba parte de ella, cogió un marco donde aparecía David, su marido, rodeado de niños en la misión hondureña. Tenía los dos brazos estirados y en cada uno de ellos, varios niños se apoyaban como si buscaran su amparo. David sonreía con esa alegría que solo aparece cuando por todos los poros del cuerpo aparece la felicidad y la sensación de estar haciendo algo que merece la pena.  Vestía una camisa blanca, unos vaqueros que llegaban hasta las viejas botas de las que no se deshacía nada más que para dormir y un sombrero de paja de ala ancha le hacía parecer todavía más alto.

Sofía casi ni se acordaba de aquel fatídico día en que le habían comunicado el  secuestro y posterior asesinato de David por falta de colaboración del gobierno español, según comunicaba el panfleto que habían hecho repartir las fuerzas revolucionarias de aquel país. ¡Que pena que todo acabara así de mal! Que pena y que injusto. Si injusto, aunque el Padre García Molins, el Jesuita que la atendió en aquellos momentos, se empeñara en que la voluntad de Dios era lo mejor para todos. Se quedaba sola, bueno sola y una nueva criatura a punto de nacer de sus entrañas y encima tenía que dar gracias a Dios. Su educación le indicaba que ese era el camino, pero su interior no lo admitía. Como es posible que ese Dios tan bueno que le decían las monjas de su colegio de Soria, fuera capaz de hacerle semejante faena.

El tiempo iba haciendo que todas las situaciones se fueran sedimentando. No era una mujer feliz, en muchas ocasiones se encontraba muy sola, pero tenía que reconocer que cada día estaba mejor. A ello contribuía y mucho, su hijo David, el hecho que  fuera haciéndose mayor también le ayudaba. Era lo que los psicólogos llaman un niño maduro ¡que remedio! y la verdad es que con su manera de ser le servía como un bastón en el que apoyarse en los malos momentos que cada vez iban siendo menos. Intentaba, en la medida de lo posible, consultar todas las cosas con su hijo, sabiendo naturalmente que estaba en plena adolescencia e incluso para desplazarse al pueblo había recabado su opinión y el si tan rotundo que salió de su boca, la animó a continuar hacia delante.

La campana de la puerta de la  consulta la hizo volver a la realidad de la vida cotidiana. Bajó la escalera rápidamente y allí en la sala de espera, de pié,  vestida de negro como lo hacía permanentemente, allí estaba Doña Eulalia.

-  Pase, por aquí, por favor

La enfermera y la paciente penetraron en la consulta tomando asiento cada una en su lugar. Sofía como hacía con todos los pacientes, se colocó un paquete de folios encima de la mesa dispuesta a realizar una pequeña historia clínica

-  Dígame, Doña Eulalia ¿en que puedo ayudarla?
-  Perdone, Doña Sofía, pero yo no vengo a que me trate porque eso ya lo hace D. Antonio María, vengo a que me recete unas pastillas que se me han acabado.
-  Lo siento, pero como sabe, esto es una consulta de enfermería y no se receta porque eso es misión de D. Antonio María.
-  Ya – Doña Eulalia no tenía nada claro por donde empezar – es un tema un poco delicado.
-  Cuénteme sin miedo que yo en esta consulta soy como un Sacerdote en un confesionario.
-  Mire -  Doña Eulalia quería contar todo – como sabe las cosas van muy mal en el campo y mi Antonio dice que no podemos seguir manteniendo la iguala que tenemos con D. Antonio María y por eso  me he atrevido a venir a hablar con Usted ¿me entiende?
-  Pues la verdad es que no.
-  Mire, Señorita, a mi el tratamiento de D. Antonio María me va muy bien  y llevo con él mas de treinta años, pero como no le puedo pagar, seguro que no me recibe.
-  ¿Y eso no se lo puede explicar a él? Seguro que le da algunas solución
-  ¡Que se lo cree Usted! Ya se lo he dicho y su contestación ha sido absolutamente clara.  Me contestó : He llegado a una edad que solo me importa rentabilizar todo las horas que le he dedicado en mi vida a  la Medicina y ahora y solo trabajo para ganar mas. Si le gusta bien y si no, ahí tiene el Hospital. Usted puede ir siempre que quiera y le atenderán como se merece.
-  Ya, le contesté pero el problema es que el Hospital está a casi cincuenta kilómetros de aquí y claro ir solo para pedir recetas me sale muy caro
-  Ese es su problema. Yo si no tiene iguala la atiendo, faltaría más, pero la tengo que apuntar a turno de espera y le tocará cuando le toque.
- Pero si yo solo vengo a por recetas.
-  No, no, usted viene a consulta y si yo lo considero oportuno le recetaré lo que creo que la curará cuanto antes
-  ¡Pero si llevo casi treinta años con estas pastillas!
-  No importa, Doña Eulalia, ahora han salido pastillas nuevas que le vendría muy bien para lo suyo
-  Pero Doctor ¿yo que tengo? Y ¿sabe lo que me contestó? que eso era secreto profesional y no me lo podía decir y que en todo caso como ya sabía que vendría a esta consulta que me diagnosticara usted
-  ¿Así se lo dijo?
-  Si no es verdad,  que me muera ahora mismo
-  No lo haga Doña Eulalia que entonces si que tendría que llamar a Don Antonio María para que le hiciera el Certificado de Defunción
-  Pues usted me dirá que hago
-  Lo tiene muy fácil. Lo primero es que no vuelva a tomar esas pastillas porque son para la tensión y usted ahora mismo  la tiene perfecta.
-  ¿Pero algo tendré que tomar?
-  Tome una tila que venden en la farmacia, muy suave, que le ayudará a estar menos alterada y ya verá como con eso será suficiente
-  ¿Tengo que volver?
-  Debería de revisarse en una semana para saber si le ha ido bien o no
-  ¿Y cuanto cuesta la consulta?
-  La primera diez euros y la sucesivas tres, excepto si son consultas solo para recetas en cuyo caso no parece lógico que le cobre nada.
-  Fíjese la diferencia -  Doña Eulalia hacía cuentas mentalmente – Don Antonio María cobra veinticinco euros por la primera y quince por las sucesivas.
-  Si, pero piense que el es el Médico y yo solo soy Enfermera.
-  Ya, pero me ha dicho la Clotilde que la está usted tratando de la reuma y está muchísimo mejor y encima con productos mucho mas baratos que los que venden en las Farmacias.
Yo es que no puedo recetar aunque quisiera porque no soy Médico.
-  Bueno, por la razón que sea, pero el caso es que está mucho mejor y encima se enfada D. Antonio María, señal que lo hace usted bien porque con la otras enfermeras no decía nada, pero con usted es que no para
-  No se porqué será, porque lo mismo que lo he hecho con usted, lo hago  con todo el mundo, o sea que le podrá molestar, pero no tiene ninguna razón. De todas formas tendría que hablar con él, pero nunca veo el momento.
-  Estoy de acuerdo porque ya sabe usted que hablando se entiende la gente.
-  Bueno, no se preocupe que la mantendré informada.
-  Hasta otro día
-  Adiós.

viernes, 19 de octubre de 2012

LA ENFERMERA RURAL : CAPITULO 14


 Queridos blogueros/as: En su momento, la verdad es que no me acuerdo, la llegada de nuestra pareja a Honduras me debió de trastornar un poco porque este capítulo es mucho mas largo que todos los anteriores ¿No decíais que eran un poco cortos? pues ahí os va éste en el que la historia yo creo que se va volviendo mas interesante.
También quiero comentaros, para eso sois mis únicos lectores, que hace unos días se me ocurrió leer los últimos capítulos y ojalá no lo hubiera hecho porque tengo un lío que no soy capaz de aclararme. Ya no se si Sofía le había dicho a su novio que estaba embarazada, tampoco estoy seguro si era novio o ya  se habían casado, hasta no se si habían salido de Honduras y ya estaban en Africa. En fin un jaleo, pero bueno tampoco es para tanto porque me sirve para volver a escribir el final y lo único que puede pasar es que algún momento tenga algún gazapo, como aquel del reloj, pero espero que sepáis perdonarme que para eso escribo como escribo. 
Hala, a leer que hoy si que tenéis tarea y muchas felicidades para Javier Belascoaín, mi hermano mayor, que ha superado el 69 ¡que suerte! y ya va por los 70. Felicidades.
Un abrazo
Tino Belas

CAPITULO 14.-


Cuando salieron  del avión en Honduras y mientras esperaban al coche de Médicos sin Fronteras que había anunciado que llegaría con retraso, Sofía pensó que se habían equivocado de puerta y habían salido por la de la sauna. ¡Que calor! en su vida había sentido una sensación semejante. Había pasado de su Soria natal con una temperatura entre diez y doce grados y allí estarían a treinta y tantos y encima un calor húmedo. La camisa de manga corta de David parecía recién salida de la lavadora y ella con su camiseta de tirantes y sus vaqueros cortos emanaba calor por todos los poros de su piel. Estaba deseando llegar al hotel para darse una ducha de agua helada, aunque por la pinta parecía que aquello iba para largo. Ya había comenzado a sentir algo de agobio mientras esperaban haciendo una larga cola en el control de pasaportes y su salvación fue Humberto que haciendo uso de de su condición de “cooperante conocido” les pasó a lo que allí denominaban Sala de Autoridades donde, aparte de unos cómodos sillones, había un enorme ventilador que hacía las veces de aire acondicionado. Eso si, no hacía una temperatura similar a cualquier aeropuerto comercial europeo, pero algo es algo. Sin embargo, lo que les llamó poderosamente la atención era la extraordinaria atención de todos los empleados. Se desvivían porque estuvieras confortable, al enterarse que nuestro transporte tardaría todavía algunas horas en llegar, nos ofrecieron unas maravillosas bandejas de frutas de todo tipo, bebidas frías y hasta un sombrero por si nos apetecía dar una vuelta por los alrededores de las instalaciones. Cada dos por tres nos informaban de la tardanza y en cuanto llegó el jeep nos ayudaron a colocar todas nuestras pertenencias en la maletera y la baca que para tal fin tenía en el techo, donde además de espacio para colocar nuestros bultos, habían  depositado tres bidones que desprendían un intenso olor a gasolina.

Gustavo Manuel se presentó como nuestro chofer para todo el tiempo que estuviéramos destinados en Honduras y se ofreció para orientarnos en todo lo que necesitáramos hasta estar completamente instalados en el país caribeño. Humberto se despidió con un beso a cada uno asegurándonos que en menos de un mes nos haría una visita.

-  Lo primero será llevarlos a la Misión  y tiempo habrá para conocer los alrededores- dicho lo cual Gustavo Manuel se bajó las gafas de sol que hasta entonces las tenía en la frente, cerró las ventanillas, puso el aire acondicionado a toda potencia y comenzamos lentamente nuestro caminar hacia la ciudad de Tapachuey. Julio se instaló en el asiento delantero y David y Sofía en los asientos de atrás.

El chofer les advirtió que se pusieran los cinturones de seguridad porque el asfalto no era especialmente bueno y así fue. Conducía despacio, muy despacio, pero a pesar de todo, el traqueteo del jeep era infernal. La carretera principal era un mal camino rural español, los coches con los que se cruzaban  eran viejos y la carrocería se notaba que había sido pintada y repintada varias veces. Todos iban como muy cargados, unas veces de bultos y maletas y otras de varios pasajeros que se apretujaban como podían. Se cruzaron con muchas motos, scooter de esas que en Madrid estaban comenzando a hacer su aparición por todas partes, pero en este caso cargadas hasta los topes, incluso algunas llevaban hasta cuatro y cinco pasajeros.

La carretera era como la continuación de un pueblo. Filas y filas de casas de planta baja se alineaban a ambos lados, casi al borde del camino, sin aceras por supuesto y todas pintadas con los más diversos colores. En una esquina un negro muy musculado se duchaba metido en una especie de tinaja tapando con una gasa sus partes nobles. Estaba completamente enjabonado y una mujer con una regadera en la mano y subida en una especie de banquillo, esperaba órdenes para derramarle el  agua por todo su cuerpo, mientras varios niños chapoteaban en el agua que se desbordaba de la tinaja. Sofía le señaló con un dedo para que David fijara su atención y ambos sonrieron ante semejante espectáculo.

En las puertas de lo que parecían bares o almacenes, se acumulaban las personas que se movían al ritmo de viejos radiocasetes que algunos portaban en su hombro. En sus caras se reflejaba la preocupación de un pueblo azotado por el hambre, pero también una manera de sobrellevarla que les hacía parecer orgullosos. Muchas mujeres paseaban con los niños colgados de sus espaldas y aunque vestidas con prendas baratas, tanto colorido las hacía sumamente atractivas.

Cada dos por tres el jeep tenía la obligación de detenerse ante el paso de personas o animales de todo tipo que cruzaban la carretera sin mirar como si siempre y en cualquier tramo tuvieran ellos preferencia. No había ni un solo semáforo y naturalmente ningún guardia que intentara poner un poco de orden. Aquello parecía un “caos organizado”

Los niños, que estaban por todas partes, golpeaban con los nudillos las ventanillas del jeep en busca de algún dólar o por lo menos un caramelo que les endulzase una vida que consistía en deambular por la calle sin rumbo esperando la llegada de alguno de los múltiples turistas que pasaban con destino a la zona de los lagos y que realizaban paradas para comprar productos típicos como frutas tropicales, collares y adornos hechos a mano. La parada de un autobús de turistas era motivo para que, en cualquiera de las pocas estaciones de servicio que se encontraban, se organizase un auténtico tumulto en el que se mezclaban vendedores de todo tipo, niños pidiendo una ayuda, mujeres jóvenes que ofrecían sus cuerpo en un apartado del área de servicio donde en pequeñas chozas hacían uso del sexo por muy poco dinero y siempre limitado en el tiempo que los conductores dedicaban a tomarse un refresco y llenar los tanques de gasolina, grupos musicales que invitaban con sus canciones a bailar a ritmos caribeños, chulos, pequeños descuideros que a la menor abrían los bolsos de las turistas mas incautas y policías que tenían orden de sus superiores de vigilar para que todo estuviera tranquilo e indicaciones de sus familiares para no ser excesivamente celosos en el cumplimiento de su deber.

En la fachada principal de una de las Iglesias del camino, el jeep hizo una parada obligada para asistir a la ceremonia de presentación de los nuevos cooperantes al Alcalde de la pequeña localidad de San Salvador de Guchuega que constituía la antesala de la región de Hemanan en donde se ubicaba la misión en donde iban a desarrollar su labor.

Nada mas bajar del jeep, dos hermosas jovencitas les colocaron unos collares de flores y a través de un pasillo formado por otro grupo que portaban unos aros, llegaron hasta unos metros de la puerta principal, donde un Sacerdote - Soy el Padre Jesús, Jesuita Misionero encargado de esta parroquia - les dio la bienvenida con dos sonoros besos a Sofía y sendos abrazos a Julio y a David - y espero que la estancia entre nosotros sea de vuestro agrado y os invito a entrar en el Templo de Dios para pedirle a Nuestro Señor Jesucristo que os ayude en la misión que os han encomendado.

El templo estaba completamente adornado con infinidad de flores, lleno hasta la bandera y nuestros cooperantes pasaron por el medio de dos filas de personas que los miraban con curiosidad. El Sacerdote los sentó a un lado del altar y ofició una Santa Misa entrañable. El Padre Jesús disfrutaba de un tono de voz absolutamente convincente Se dirigía a los asistentes como si fueran hijos suyos y en un lenguaje perfectamente comprensible para todos. Fue una Misa entretenida, con cánticos como muy locales, la entrega de ofrendas se hacía con grandes bandejas de frutas y el pan que luego iba a ser consagrado se entregaba en bandeja de plata. El sacerdote disponía de siete ayudantes, vestidos de sotana roja y el que hacía de jefe, llevaba túnica blanca y una especie de pinza con la que, con un sonido típico, hacía que se levantasen y se arrodillasen al ritmo adecuado. El coro, compuesto por ocho o diez personas era como muy animado, cada uno tocaba un instrumento musical y hasta el Director tocaba el saxofón bastante bien. El acto finalizó con la interpretación del himno Nacional Hondureño con todos los asistentes puestos en pié en posición de firmes.

Ya en la explanada principal, asistieron a la interpretación de diversas muestras del folclore de la región y después de degustar algunos productos de la tierra, se introdujeron en el jeep y continuaron su camino.

Sofía se enganchó al brazo izquierdo de David en el asiento trasero del jeep de Médicos sin Fronteras, apoyó la cabeza en su hombro y a pesar de los múltiples baches de la supuesta carretera, se quedó profundamente dormida. Mientras tanto, David miraba por la ventanilla y se daba cuenta que aquel paisaje que, hasta entonces, era una llanura se iba endureciendo, la carretera se convertía en un camino serpenteante que ascendía a través de unas montañas interminables y la vegetación se hacía frondosa. .Los árboles cubrían casi el camino como queriendo protegerles de una fina lluvia que empezaba a caer. Se cruzaban con muy pocos vehículos, algunas bicicletas con sus ocupantes subiendo andando tranquilamente la cuesta en espera de la ansiada bajada para montarse en ellas y de pascuas a ramos algún camión del ejército, cargado de material que más parecía para chatarra que para otra cosa.

Nada mas salir de una curva pronunciada, el conductor del jeep tuvo que dar un frenazo ante la presencia de un control policial. Varios soldados cerraban con sus fusiles el paso a cualquier persona, mientras otros se encontraban encaramados a los árboles que flanqueaban el camino. Un soldado con rostro cansado, pitillo en ristre, pañuelo rojo en el cuello y uniforme militar, se acercó y a través de la ventanilla delantera solicitó los visados a los cuatro cooperantes. El chofer se encargó de departir amigablemente con el jovencísimo militar que dio la casualidad que era de un pueblo al lado del suyo y después de revisar los pasaportes y de realizar un saludo militar algo desmadejado, ordenó a sus colegas que abrieran paso y el jeep continuó lentamente su ascensión.

Sofía abrió los ojos

-  ¿Donde estamos?
-  Debemos estar llegando - contestó David - apretándola con el brazo - Menuda dormida te has pegado
-  ¿Yo? - Sofía abrió los ojos como platos - ¿pero tú  crees que hay alguien capaz de dormir con estos baches?
-  ¡Que cara tienes! - David se rió abiertamente - ¿Te has enterado que hemos pasado un control?
-  ¡Un control! no, la verdad es que no
-  Bueno, pues lo hemos pasado
-  Entonces si que me he dormido.
-  Pues claro que te has quedado frita y por cierto que tenías una cara de tranquilidad que dabas envidia.
-  ¿Y que cara quieres que ponga?
-  No se, pero se te veía totalmente relajada
-  Será que estoy feliz
-  Pues será eso
-  Seguro porque, por fin, voy a ver cumplido uno de mis sueños.

El jeep aminoró su velocidad y finalmente se paró en una pequeña zona plana a un lado de la carretera. El chofer se bajó, encendió un pitillo y les invitó a acompañarle.

-  ¿Tenemos que llevar todo? - preguntó David
-  No, no - el chofer comenzó a caminar por una senda que ascendía moderadamente - solo quiero que vean desde aquí el pueblo al que vamos.

Caminaron unos doscientos metros y enseguida llegaron a una pequeña loma desde la que el bosque parecía como querer abrirse como si de un objetivo fotográfico se tratase.

-  ¿Es aquel de allí? - preguntó Sofía señalando con el dedo hacia su izquierda
-  Si, eso es y aquel techo un poco mas a la izquierda -  Gustavo Manuel les indicaba con la cabeza una especie de placa grande de uralita - ¿lo ven? aquel es el Hospital.
-  No parece muy grande
-  Bueno, no está mal. Eso es, como les diría, como la parte mas importante, donde están las instalaciones y luego, pero eso ya no se ve desde aquí, hay otros barracones mas pequeños para viviendas del personal, familiares de pacientes que viven lejos y se quedan alojados allí e incluso  las consultas, pero todo en un radio de no mas de doscientos metros.
-  Hay que reconocer que el paisaje es una preciosidad - sentenció Sofía mientras hacía algunas fotos -y menos mal que hay árboles por todas partes que si no, con este sol no podríamos ni respirar.
-  Por eso no se preocupen - intervino el chofer- lo bueno de esta zona de Honduras es que se aclimatan enseguida porque al ser un calor húmedo se puede parecer mas al de su tierra.
¿Conoces España?
-   Yo no, pero varios de mi familia están allí
-  ¿En Madrid?
-  Uno si, el resto de la familia viven cerca de Badajoz, en un pueblo que se llama Villarta ¿lo conocen?
-  Yo no - contestó Sofía
-  ¿y usted?
-  Yo tampoco - contestó David mientras bebía agua y la dejaba resbalar por su barbilla hasta empapar la camisa -Dicen que es un sitio muy bonito, pero casi no tienen árboles.
-  ¿Viven bien?
-  Yo creo que los del pueblo si, sin embargo el que vive en Madrid, está un poco desesperado
-  ¿Tiene trabajo?
-  Si, pero en plan como eventual. Hoy está en un sitio mañana en otro y siempre sin ningún tipo de contrato de trabajo y eso es muy perjudicial para él porque no tiene derecho ni a paro ni a nada.
-  ¿Vive solo?
-  Por lo menos de aquí salió solo - se rió Gustavo Manuel.
-  ¡Que mal pensado eres! yo te preguntaba si vive solo o está en un piso con varios amigos y así paga menos
-  No lo se, no le puedo contestar, pero lo que si que se es que todos los que trabajan en la construcción de la autovía a Guadalajara son de por aquí. Primero fue uno y luego se fueron yendo el resto.
-  Claro - Sofía seguía entusiasmada con el paisaje - eso les pasaba a los españoles cuando se iban a Alemania allá por lo años cincuenta y tantos. Iba primero uno y luego el resto del pueblo.
-  ¿Les parece que sigamos? Tengo miedo que se nos haga de noche.
-  Nosotros hacemos lo que nos digas que tú eres el que conoces el terreno, ¿vamos?
-  Vamos.

Volvieron a acomodarse en el jeep y otra vez a vadear ríos, esquivar baches casi tan altos como el coche y todo ello en el marco de un profundo silencio. ¿Aquello era selva? posiblemente para un nativo no, pero para ellos que era la primera vez que pisaban tierras de Honduras, era una selva como una catedral. Al final de una de las pocas rectas del camino, uno niños habían construido con ramas de árboles, una especie de arco de bienvenida que obligaba al jeep a pasar por debajo y a disminuir la velocidad con lo que los jóvenes podían ver la cara de los que, a partir de ese momento, iban a ser los que se cuidaran de su salud. Sofía se quedó prendada de la belleza de aquellos rostros ilusionados con su llegada. Eran morenos, casi mestizos, todos con una dentadura perfecta, desnudos de medio cuerpo para arriba y con unos pantalones que el día de la inauguración debió de ser blancos pero que el paso de los días los había hecho oscurecerse hasta casi parecer marrones. Alargaban sus manos hacía el jeep y luego lo siguieron corriendo a la par hasta una explanada donde paró. Gustavo les dio unos caramelos para repartir a Sofía y David y se ausentaron de sus manos como por arte de magia.

Un negro de unos cuarenta años, con un cuerpo escultural, uno noventa de estatura y una sonrisa en los labios se acercó a los nuevos inquilinos.  Dió la mano a los recién llegados y les indicó que le siguieran. Les abrió paso hasta un pequeño barracón de cinco por cinco metros en cuyo interior se hacinaban seis personas que compartían dos lechos construidos sobre el suelo con unas hojas grandes como de parra.

-  Perdonen que los traiga aquí primero. Yo soy Ronaldo, el encargado.
-  Encantado - David le tendió una mano franca - Yo soy David Vázquez, El Dr. Vázquez y ella es mi novia y la enfermera a la vez, se llama Lucía y  Julio es otro colaborador que viene para las labores de Medicina Preventiva
-  Espero que su estancia entre nosotros sea de su agrado. El Dr. Garay que les precedió fue un ejemplo de  abnegación y capacidad de trabajo y creo que les ha dejado bastante bien el camino, pero ya les aviso que este pueblo es un poco especial
-  ¿En que sentido? – preguntó David mientras se bebía un líquido que podía ser zumo de pomelo
-  Bueno, no se como explicarles. El Dr. Garay decía que tenían una mezcla de gallegos, vascos y castellanos y posiblemente no fuera muy descaminado
-  Son desconfiados y duros de mollera ¿no es eso? – Sofía intervino en la conversación
-  Si, eso seguro – Ronaldo exhibió la mejor de sus sonrisas tratando de ganarse la confianza de los recién llegados – pero si llegan a intimidar con ellos, les puedo asegurar que son fieles como nadie y son capaces de dar la vida si hiciera falta por un amigo.
-  ¿Son religiosos? – Sofía trataba de sacar toda la información posible
-  Se podría decir que si, pero a su manera. Aquí cerca hay una misión de la que está al cargo un jesuita que los va tratando de enderezar, pero no es fácil porque no quieren deshacerse de sus costumbres ancestrales y por ahí surge un conflicto de competencias de difícil solución, aunque el cura yo creo que lo está haciendo muy bien.
-  ¿Lleva mucho tiempo ese cura en la misión?
-  Sabe Dios - contestó Ronaldo - yo creo que toda la vida. -  Desde luego cuando yo nací estaba porque fue el que me bautizó.
-  O sea que os conoce a todos
-  Si, si, claro que si. Nos conoce y también se mete con nosotros porque es un cura muy simpático. A mi siempre me dice que me tengo que casar y legalizar mi situación, pero lo que no sabe es que tengo tres mujeres y no sabría con cual debería de casarme
-  ¡Tienes tres mujeres!
-  Si - Ronaldo ya sabía que esa situación les resultaría sorprendente- eso aquí es lo más frecuente. Tus padres te buscan una y se ponen de acuerdo entre ellos para la dote y cosas por el estilo, otra te la buscas tú y una tercera aparece cuando aparece. ¡Cosas de la vida!

Sofía contemplaba la escena con cara de pocos amigos mientras pensaba que el tal Ronaldo no le caía muy bien. Era el típico chulo de los que en Soria le llamarían chulo de discoteca, simpático, bravucón, con un buen cuerpo pero se creía Robert Redford y tampoco era para tanto. Tendría que mantenerlo a raya no fuera a pensar que ella era como todas las de la aldea. Por suerte venía ya emparejada y las posibilidades de acoso serían menores.

Estaban en un rincón de la choza que hacía las veces de Sala de Hospitalización y desde el fondo una voz les llamaba:

-         Por favor, por favor, ayúdenme por lo que mas quieran -  Se acercaron hasta lo que se podría definir como un fragmento de piel con cara humana que llamaba a alguien con una voz que parecía viniera de ultratumba. No tenía dientes, muy poco pelo y menos grasa. Las mejillas eran un tratado de Anatomía de los huesos que las soportan. Labios destrozados por enormes úlceras y una especie de tiradores formados por los tendones del cuello,  mantenían la unión entre la cabeza y el resto del cuerpo. Estaba desnudo encima de una especie de estera de paja, ulcerado por todas partes y los pies colgando por un lateral. En fin, el típico cadáver del que salía un hilo de voz. Mientras Sofía le incorporaba un poco, David le acercó a los labios una especie de tetera que contenía un líquido de color indefinido.

-         ¿Que es esto? - Preguntó David.  Ronaldo no supo que contestarle
-  Perdone Doctor, pero en este momento no está Julia que es la que le cuida, pero supongo que será agua con Jeminona que va muy bien para las úlceras
-  Ya lo veo - El Doctor le movió los brazos y al levantarlos la paja se desplazaba con ellos -  Este señor necesita movimientos posturales cada dos horas, Sofía vete al Jeep y tráeme sulfato de plata que está en uno de los maletines y alguna venda que esto hay que taparlo, si no, no hay quien le cure.
-  ¿Merece la pena?  es un terminal de Sida
-  Ya me imagino, pero algo habrá que hacer
-  Si lo cree oportuno hágalo, pero yo me guardaría las vendas para uno que le haga mas falta.
-  Hemos traído un buen cargamento
-  Ya, pero aquí las necesidades son muchas y si no ya lo comprobará mañana en la consulta.
-  Bien. bien. tú eres el que estás aquí - David desechó la idea de las vendas - ¿Tienes alguna sábana o algo que haga las veces de venda?
-  No, eso son cosas vuestras, nosotros utilizamos las hojas de los tilos para comprimir las heridas y lianas suaves para mantenerlas en su sitio.
-  Bien, pues tenemos que lavar esas úlceras y envolver a este caballero como si fuera una croqueta. ¿vamos?
-  ¿No quieren ir primero a su alojamiento?

Sofía medió en la conversación:

-  Mejor terminamos primero y luego vamos
-  Como quieran.

Ronaldo tenía fuerza, José el paciente era peso pluma con lo que las manos del primero le dieron la vuelta casi sin esfuerzo. Sofía lavó las heridas entre arcadas y ganas de vomitar que se aguantó por aquello del orgullo profesional, pero en su corta experiencia, nunca había tenido oportunidad de ver algo parecido. La espalda la tenía completamente ulcerada desde el cuello hasta la rabadilla. Se veían perfectamente todas las vértebras y a través de jirones de tejidos muertos, salía abundante pus de olor nauseabundo. En los pies, los calcáneos desnudos eran el único punto de apoyo y no quedaban ni restos de piel. Al menor movimiento experimentaba un intenso dolor que se reflejaba en un rictus que le hacía desplazar la comisura de la boca y por uno de los lados asomaba el único diente que le quedaba en unas encías desastrosas. Tanto David como Sofía hicieron de tripas corazón, le lavaron todas las heridas y le pusieron hojas de vendaje nuevas. Ronaldo también contribuyó a cambiar la vieja estera y así José quedó limpio como una patena.

-  ¿Quieren que vayamos ahora a ver sus alojamientos?
-  Si – contestó David

Ronaldo levantó los equipajes como si fueran plumas, se los echó a la espalda y anduvo los doscientos metros que separan el primer barracón de la enfermería.

Era una casa de adobe, como la mayoría, pintada recientemente de azul añil, con las puertas y ventanas de riguroso blanco, de una sola planta, con un techo de paja que se continuaba por la terraza en la que estaba instalada una mesa blanca de formica. Tres sillas desvencijadas completaban la terraza que podía transformarse en enorme por su continuidad con la selva hondureña

-  Esta primera casa es para el Médico y aquella de allí, la que está pintada de rosa, es para el resto de la expedición, aunque en este caso creo que se va a alterar el orden de los factores ¿no es así?
-  Si, Sofía y yo compartiremos casa y la otra para Julio y para alguna acompañante que se brujulee por ahí.
-  Ya sabes que no me importaría compartir casa con vosotros, pero si no hay mas remedio que vivir solo ¡qué le vamos a hacer! No me queda más remedio que sacrificarme.
-  Paciencia hermano – David le despidió – Sofía, entra que vamos a explorar nuestro nuevo hogar.

Ronaldo abrió la puerta con una gruesa llave que, a continuación, le entregó a David y se fue con Julio hacia la otra casa. David entró, abrió las ventanas de par en par y una luz crepuscular acentuó la preciosidad del lugar. No tenían ni idea quien había sido el artífice de la decoración pero había conseguido, con cuatro tablas y unos cuantos muebles coloniales, que el salón imitase a cualquiera que se instalase en cualquier hogar europeo. Las puertas acristaladas se abrían de par en par dando paso a la terraza y ésta a su vez era como la antesala de la selva. Estaba un poco en alto y parecía como si estuviera colocada sobre las copas de los árboles. Reinaba un silencio hasta arriba de sonidos desconocidos para ambos. Las enredaderas alargaban sus brazos como queriendo abrazar a los nuevos cooperantes. La cocina no era muy grande pero tenía todo lo necesario para cocinar normal. Sofía era un desastre para los temas culinarios, pero David se había convertido en un pequeño gourmet. Le encantaba probar sus recetas y posiblemente era su crítico mas feroz, pero también disfrutaba conociendo nuevas comidas, yendo al mercado y discutiendo con los de los puestos de alimentación y sobre todo tratando de aprender los platos típicos preguntando a las viejas del lugar. Le encantaba cocinar para muchos, su especialidad era el marmitako bien aderezado con un chacolí.

Sofía comenzaba a deshacer las maletas cuando notó sobre su hombro derecho los labios de David. Con suavidad y todo el tiempo del mundo se desnudaron y sus cuerpos se fundieron por primera vez en Honduras. Aquel día fue maravilloso, con sus cuerpos fatigados ante tanto viaje, pero con ansia del uno para con el otro. Al terminar, David se quedó profundamente dormido y ni siquiera se levantó para cenar.  Sofía bebió un vaso de leche fría y se volvió a la cama. Por fin, iniciaban su misión para Médicos sin Fronteras,

Sofía se despertó temprano convencida que era un sueño lo que estaba oyendo. El silencio de la selva que, incluso había llegado a estremecerla por la noche, se había convertido en una especie de disco de música en el que se entremezclaban sonidos de todo tipo. Trinos de pájaros desconocidos se mezclaban con el viento a su paso entre los grandes árboles que se iniciaban en las proximidades de la casa, las ramas chocaban entre si provocando una auténtica guerra de sonidos. Parecía como si cientos y cientos de manos estuvieran llamando a la puerta de su vivienda. Era pronto y el sol ya inundaba toda la casa. Pequeñas ráfagas de viento movían los mosquiteros que flanqueaban todas las ventanas. David, desnudo sobre la cama, emitía leves ronquidos y auténtico calor. La noche, para ser la primera vivida en Honduras, había sido intensa. El deseo había ganado la batalla al calor y sus cuerpos se habían unido como tantas veces en España, pero con la novedad del intenso calor. Tanto que parecían flotar en un colchón de agua y menos mal que la cama era muy grande lo que les permitía dormir cada uno en un extremo sin ni siquiera tener la posibilidad de rozarse, si no era de manera voluntaria.

Sofía permaneció unos minutos en situación como si estuviera en trance, parecía paralizada ante aquel concierto que la naturaleza le dedicaba. Con un movimiento casi imperceptible tomó entre sus dedos los de su compañero y ambos permanecieron transmitiéndose su amor durante algunos minutos más. David también abrió los ojos y a los pocos segundos se levantó y desapareció por la puerta de la cocina. Al poco tiempo, apareció con una bandeja con el desayuno que parecía más una cesta de Navidad que otra cosa. Unas copas grandes contenían zumos de varios tipos, unas hojas como de coco inundaban toda la bandeja. Dos tazas hasta arriba de un café humeante parecían querer  rendir un homenaje a un surtido variado de pastelería fina. Además un par de huevos fritos para cada uno con dos salchichas cortadas de tal manera que parecían columnas de ébano.

David se sentó en la cama, depositó la bandeja en el regazo de Sofía mientras le daba un beso y le deseaba una feliz estancia en Honduras.

-  Pero ¿que es esto?
-  Su desayuno, Señora - contestó David haciéndole una profunda reverencia.
-  ¡Que maravilla! - Sofía se hizo a un lado - siéntate aquí y desayunamos juntos.

       David la obedeció y se comieron hasta el último trozo de pan con mermelada.

-  Dime la verdad - Sofía besó a David - ¿todo esto lo has preparado tu solo?
-  ¿Tú que crees? - un sonriente David se tumbaba encima de ella. El amor estaba en toda la estancia y las caras de la pareja así lo reflejaban o te has vuelto loco desde que llegamos a Honduras  o seguro que no porque lo de cocinar se te da muy bien, eso es verdad, pero decorar los platos y las bandejas eso si que no es cosa tuya.
-  ¡Parece mentira que pocas fe tienes en las cualidades artísticas de tu compañero sentimental!
-  Será porque te conozco poco
-  Entonces está claro que lo que tienes que hacer es conocerme mas - David se tapó entero con la sábana y avanzó por la amplia cama hasta encontrar nuevamente el cuerpo de su joven novia.

Pasados unos minutos se levantaron, se ducharon tranquilamente y se sentaron en la amplia balconada a esperar la llegada de Julio o de Ronaldo para comenzar su actividad que para eso se habían desplazado hasta aquel lugar tan lejano en plena jungla hondureña.





sábado, 13 de octubre de 2012

LA ENFERMERA RURAL CAPITULO 13


 Queridos blogueros/as: Este capitulo es de los de "palante" y lo que os pido, de vez en cuando hay que pedir algo como los curas, lo que os pido es que os pongáis en situación porque yo lo acabo de hacer y me ha resultado entretenido.
Imaginaros un consultorio de un pueblo e ir viendo las caras de todos los invitados ¿las véis? bien, así me gusta que sigáis mis consejos. 
Para los que no lo sepan, que sois todos, os diré que he leído un poco hacia delante y por lo menos hay veinte capítulos, o sea que todavía tenemos sábados para rato. Estoy pensando que como final es posible que publique la novela entera, en fín, se verá
Espero, como siempre, que os guste
Un abrazo
Tino Belas




CAPITULO 13


Los operarios acompañados de David que se había ofrecido a llevar una de las cajas de herramientas bajaron las escaleras y salieron a la calle por la que en un futuro sería la puerta principal.

Sofía abrió una de las maletas que le había mandado esa misma mañana por Seur y comenzó a ordenarla en uno de los armarios, después de haber limpiado las tablas con amoníaco. No tenía que esforzarse en exceso porque sobraba espacio y en pocos minutos tenía toda su ropa disponible. Lo último en hacer su aparición fue su cuaderno que ella llamaba de compañía y que no era otra cosa que una especie de diario en el que Sofía tenía la manía de anotar todo lo que iba discurriendo en su vida. Allí se entremezclaban como piezas de un puzzle imposible de recomponer, hojas escritas, facturas antiguas, minutas de restaurantes, cartas, algún billete de los países que visitó mientras que pertenecía a Médicos Sin Fronteras, anotaciones sin mucho sentido y hasta un décimo de lotería antiguo.

Sofía había hecho, desde la muerte de su marido, la firme promesa de escribir todos los días alguna cosa y hasta ahora lo había cumplido, aunque, honradamente, tenía que reconocer que hacía trampas y lo mismo estabas sin escribir una semana y a continuación anotaba todo a la vez. En Madrid le había resultado difícil, pero en el pueblo y hasta ahora, lo que mas le sobraba era tiempo.

Arrastró con dificultad la maleta de su hijo hasta el cuarto que le había asignado y repitió la maniobra, camisas en una balda, calzoncillos y calcetines en otra, pantalones colgados en sus perchas respectivas y sus recuerdos encima de la mesa para que él los ordenase.

Llamaron a la puerta y al abrir se encontró con los dos operarios cargados hasta los topes con varias latas de pintura y a David con un casco que le habían prestado los operarios y las manos llenas de brochas de diferentes tamaños

-  ¿Sabes lo que me ha prometido Miguel? – fue lo primero que dijo David al ver a su madre
-  Sabe Dios lo que le has pedido tu – contestó Sofía
-  ¡Me va a dejar pintar la parte de abajo! – El niño estaba como si le hubieran traído los Reyes Magos el mejor de los regalos
-  ¿Toda? – Sofía puso cara de sorpresa
-  No, Mamá, toda no, hemos quedado que solo un paño
.  ¿Un qué?
-  Un paño, mamá, parece mentira que no entiendas como hablamos los pintores entre nosotros
-  Usted perdone, Señor pintor

Ellos pintaban y Sofía limpiaba a continuación. Desde el primer día vivía en su habitación aunque todavía no tenía cocina, ni salón y el cuarto de baño necesitaba una obra en profundidad cambiando todos los azulejos que estaban francamente mal. El Señor Alcalde aceptaba sin rechistar todas las solicitudes que le proponía Sofía y hasta añadía algunas cosas de su propia cosecha, como por ejemplo, los muebles de cocina que estaban bien, aunque se notaba el paso de los años e incluso un ordenador para la consulta para que desde el primer día todas las historias estuvieran informatizadas.

-  Señorita Sofía - le decía casi todos los días - ya que usted es nueva en el pueblo y lo que es viejo no tenemos posibilidad de renovarlo, vamos a intentar que todo lo que le rodee sea moderno y por lo menos la parte correspondiente a la salud la vamos haciendo bien, o sea, que usted pida, pida lo que quiera que lo metemos en el presupuesto del Ayuntamiento y asunto arreglado.

La obra iba tan deprisa y los operarios eran tan dispuestos que en una semana estaba todo preparado. Solo faltaba el timbre de la consulta, el cartel de ATS en la puerta y comenzar a trabajar.

El consultorio, a través del Señor Alcalde había contratado a Rosario, hija de Belicio, un amigo del Alcalde, para hacer labores de auxiliar administrativo y también la limpieza de la zona de asistencia a los pacientes. Charo, tenía conocimientos básicos de informática y entre limpieza y limpieza se hizo con una base de datos para tener una ficha de cada paciente.

Cuando, por fin, llegaron las sillas de la sala de espera  y una mesa de exploración para la consulta, Rosario instaló el ordenador en la mesa de Sofía y después de realizar diferentes simulacros con hipotéticos pacientes, se decidió que el siguiente lunes se abriría la consulta de enfermería, pero antes, el sábado, Sofía ofrecería una copa de vino español, no solo para presentar las nuevas instalaciones, sino también para presentarse ella misma, lo que causó cierto revuelo en el pueblo  porque las anteriores ATS no habían hecho ningún acto parecido.

La Ceferina que vivía dos casas mas para allá, se ofreció a colaborar en la preparación del evento y así apareció el día de la inauguración con tres tortillas de patatas recién hechas, varias bandejas de fiambres con las lonchas distribuidas con orden casi militar y Sofía también contribuyó con unos mini bocadillos de jamón.  Cuencos con aceitunas, frutos secos y toreras distribuidos estratégicamente por la sala de espera y por la consulta de Sofía, completaban el ágape. Al fondo, bebidas de todas clases, bajo el asesoramiento de Jesús, el peluquero, que, al igual que la Cefe se había ofrecido voluntario para ir a la tienda y comprar todo lo necesario para que no faltase de nada y efectivamente así fue. Todo resultó fenomenal, asistieron todas las fuerzas vivas, incluidos el cura que se puso como tal y hasta Sor Filomena, Superiora del Convento de la Clarisas  que no solo se unió el acto con su presencia si no que vino acompañada de tres magníficas fuentes de pastas que hicieron las delicias de todos los presentes. Asistieron todas las autoridades locales con el Alcalde a la cabeza , Don Indalecio el boticario con su sombrero de ala ancha que solo salía del armario en las grandes solemnidades, el sombrero, no Don Indalecio que tenía mas que probada su hombría de bien con su colección de hijos,  el Sargento de la Guardia Civil que aunque el cuartel había sido trasladado a la capital, seguía asistiendo cada vez que le llamaba Jacinto e incluso con traje de gala como el día de la Virgen, el Veterinario que aunque era nuevo trataba de involucrarse en todo lo relacionado con el pueblo y que había sido invitado por Sofía por aquello de tener una relación lejana con la Medicina,  el Cura don Dacio que era de los pocos que todavía llevaba sotana aunque por poco tiempo porque el paso del mismo la había dejado hecha un asco y  Demetrio el dueño del supermercado con su traje azul, zapatos marrones y corbata verde y el ferretero Felipe y Doña Lola, la de la mercería y como representante del sector hostelero Roberto el dueño de La Central y Jesús el peluquero por aquello de haber sido su primer conocimiento en el pueblo y estaba por allí hasta el dueño de Villa Felicidad por aquello de llevarse bien con el poder establecido. En fin, prácticamente todo el pueblo, menos D. Antonio María, el Médico que era realmente el mas interesante para Sofía y que primero dijo que si, luego que no y finalmente llamó diciendo que tenía una urgencia y que le resultaba imposible acudir.

Los presentes hicieron un espléndido uso de todas las viandas y se bebieron hasta el agua de los floreros como se dice coloquialmente y como punto final, Jacinto hizo entrega de un ramo de flores para Sofía como agradecimiento por su decisión de ejercer su actividad en el pueblo y el aplauso correspondiente lo inició David que, sentado en el descansillo de la escalera, observaba a todos desde los barrotes de hierro que sujetaban el pasamanos que le servía de tobogán cuando no lo veía nadie.

Sofía habló para todos los presentes y para algún ausente, referencia especial para D. Antonio María, agradeciendo todo lo que estaban haciendo por ella y por su hijo e hizo hincapié en la enorme ilusión con que iniciaba su trabajo y estaba segura que seguiría recibiendo el apoyo de los vecinos y así, entre todos, contribuirían a una mejor calidad de vida de todos.

Finalizado el acto, departió un rato con todos y pronto a la cama que mañana era el primer día de trabajo.


sábado, 6 de octubre de 2012

Queridos blogueros/as: Perdonar por lo que no he escrito antes. Al leerlo ahora me parece como cuando vas por la calle y no tienes mas remedio que entrar en el servicio de cualquier bar porque no aguantas mas, pero la realidad es que tenía que ir al aeropuerto a buscar a una de mis hijas y sin darme cuenta se me hizo tarde.
A mi no me parece tan rara esta novelas. Efectivamente es un poco como aquella canción de un poquito "palante" María, un pasito "pa atrás", creo que es de Riky Martin, pero es como la vida misma. Una enfermera se va a un pueblo y va recordando su pasado. Lo recuerda cuando lo recuerda y por supuesto que no se acuerda cuando habla con el Alcalde o cuando pasea, pero si se queda sola, entonces todo se le viene encima y lo va explicando, lo que ocurre es que como yo escribo cuando escribo y a lo peor entre una hoja y la siguiente pasa un mes, lo mismo está en Honduras soltera y de pronto está en Mali casada y con un niño, pero en fin, eso es lo bueno de ser un escritor malo, como es mi caso, pero voluntad si que pongo.
Lo que si que me voy dando cuenta es que debería de hacer las novelas un poco mas largas porque ahora cuando la releo, soy consciente que me dejo muchas cosas en el tintero (supongo que en el ordenador no hay de eso, pero seguro que me entendéis), pero también tengo que tener cuidado porque con esta facilidad que Dios me ha dado para contar rollos, me puedo largar una novela de quinientas páginas y entonces si que me puedo enrollar como una persiana, pero ........
Lo voy a dejar porque me he perdido y ya ni me acuerdo lo que os quería decir-
Hasta el próximo capítulo
Un abrazo
Tino Belas

viernes, 5 de octubre de 2012

Queridos blogueros: Esta vez toca el capitulo 12 y sin mas comentarios porque tengo muchísima prisa.
Un abrazo y la próxima entrega, prometo contar algo mas
Un abrazo
Tino Belas








CAPITULO 12.-


Sofía despertó de lo que para ella había sido un sueño, se asomó a la ventana de la parte delantera que daba a la calle Principal y después de mirar a un lado y a otro, comprobó que estaba en el centro del pueblo, muy cerca del Ayuntamiento y casi pared con pared con la oficina de Correos Un árbol frondoso la hacía invisible ante la mirada de los curiosos aunque la casa de enfrente parecía deshabitada. Cerró con cuidado la ventana apreciando que el pestillo no se encontraba en muy buen estado de conservación. Probó las otras dos ventanas que tampoco cerraban correctamente y se asomó a las de la parte de atrás que daba al patio.  Los inquilinos anteriores debían ser muy amigos de las plantas porque todas las ventanas estaban llenas de macetas con flores en diferentes estados de conservación. Estaban cubiertas con un plástico para evitar el frío. Bajó la escalera, cerró la puerta de la calle y se encaminó a devolverle la llave al Señor Alcalde.

Al pasar por una de las bocacalles se dio cuenta que estaba al lado del hostal y decidió acercarse un segundo para ver como estaba su hijo David y no tuvo necesidad de subir a la habitación porque el niño estaba manejando las manecillas de la centralita de teléfonos que estaba en la recepción. A su lado, una chica joven, no tendría mas de veinte años, le explicaba como tenía que coger el teléfono

-  Hostal García ¿Dígame? ¿en que puedo servirle? Eso es lo que tienes que contestar cuando suene la chicharra ¿vale?
Vale – David permanecía atento a las diferentes luces para contestar siguiendo las indicaciones de su joven profesora.

Sofía, desde la puerta del Hostal, lo observaba con satisfacción. No es porque fuera su hijo, pero era francamente guapo y con el pelo recién cortado más. Tenía doce años pero aparentaba alguno más. Siempre estaba con una expresión de felicidad que era la envidia de todos los que le rodeaban y era muy sociable, no se sabe si había salido a la madre o al padre pero tenía una enorme facilidad para entablar amistad con cualquiera. Era hablador y se preocupaba por los problemas de todo el mundo, en eso si había salido a sus padres. Para Sofía había sido su tabla de salvación desde la desaparición de David, su marido y el único motivo por el que, en su momento, le compensaba seguir viviendo. Ahora ya lo había superado y trataba de ser feliz, a su manera pero feliz y la presencia de su hijo le llenaba completamente su nueva vida.

Sofía era consciente que, desde que terminó la carrera, ¡que barbaridad ya habían pasado casi doce años!, todo había discurrido como muy deprisa. Al  principio había conseguido la felicidad completa y luego su vida había sido una sucesión de desgracias que fue soportando de la mejor manera posible y siempre con la presencia de su hijo David que era el que le aportaba fuerza para continuar.

-  Y si entra algún cliente por la puerta ¿no habría que darle los buenos días? – Preguntó una divertida Sofía desde la puerta del Hostal.

David y la recepcionista rubia se volvieron hacia la puerta y el niño salió corriendo hasta abrazarse a su madre

-  Mamá ¿Dónde estabas?
-  Te dije que tenía que ver al Alcalde ¿no te enteraste?
-  No
-  Pues  te lo dije y además te dije que no te movieras de la habitación
-  ¿También me dijiste eso? Pues no me enteré de nada porque me he despertado y como no estabas me vine con Gloria a ayudarla
-  ¿Y que tal? ¿se ha portado bien?
-  Muy bien – Gloria la recepcionista le tocó el pelo, despeinándole -  es un ayudante perfecto.
-  ¿Tú no sabes que no hay que molestar a la gente que está trabajando? – le recriminó la madre.

David puso la típica cara con la que es imposible regañarle

-  Yo no quería molestar, pero estaba solo y …
-  No me cuentes historias, David que ya me las se. Tienes que ser mas responsable y si te digo que no te muevas de la habitación pues no te tienes que mover
-  Perdona Mamá, pero vino la señora de la limpieza y me levanté para que no tuviera que esperar.
-  No se como te las arreglas pero siempre tienes explicaciones para todo
-  Te prometo que es la verdad
-  ¿Has desayunado?
-  Si, con Gloria en el bar del hostal
-  Muy bien - Sofía dejó el bolso en el mostrador - cuídamelo que subo un momento al cuarto de baño y luego me acompañas para que conozcas donde vamos a vivir.

Gloria, la recepcionista, intervino:

-  Entonces ¿tenemos ATS nueva en el pueblo?
-  Todavía no - contestó Sofía con una pícara sonrisa - porque, entre otras cosas, estoy pendiente que el Sr. Alcalde me diga cuanto voy a ganar, pero tengo que reconocer que la casa que me ofrece me ha parecido una maravilla
-  ¿La de la calle Nueva?
-  Si, supongo que si, está aquí al lado
-  Si, ya se cual es. tiene un patio que da a la calle de detrás
-  Si, esa es.
-  Tiene razón. Esa casa la conocí una vez que fui a que me viera la ATS anterior a usted y me pareció que no está mal.
-  Perdone, pero tengo que ir urgente al baño
-  Sube, Mamá, que yo te cuido tus cosas.
-  Enseguida bajo.

Sofía se alejó por el pasillo que comunicaba con la cafetería y, subió al primer piso y rápidamente localizó su habitación, la número dos. Introdujo  la llave y entró.

Una vez terminó en el baño, se cambió de ropa y en un momento dado se quedó plantada delante de un espejo y apreció que la expresión de su  cara había cambiado. Estaba como mas radiante, mas feliz e incluso le pareció que le habían desaparecido las habituales bolsas de debajo de los ojos con lo que el conjunto resultaba todavía mas juvenil. Esbozó una sonrisa  y analizó con tranquilidad todo lo sucedido desde que llegó al pueblo y tenía motivos para estar satisfecha. Un pueblo pequeño, bonito, una casa que con algunos retoques quedaría perfecta, un sol como había visto pocas veces en Madrid, un Alcalde que le parecía buena gente y un Médico que aunque no iba todos los días si parece que la gente no estaba especialmente descontenta con él. De todas las maneras del Medico prefería no opinar hasta que no se presentase pero por lo que contaban no creía que fuera santo de su devoción. El resto de lo ocurrido no había podido ser mejor y solo llevaba un día.

David y su madre atravesaron el pueblo  de punta a punta siendo objeto de las miradas de todos con los que se cruzaban que les daban los buenos días con una sonrisa.

  -  Igualito que en Madrid - pensó Sofía.

Las casas que se alineaban a lo largo de la llamada Calle Nueva, eran bajas, modestas, como muy cuidadas, todas con una especie de cortina de pequeñas bolas justo delante de la entrada principal. Pintadas de colores diferentes tenían en común una zona en la parte de abajo que se unía al suelo, haciendo una pequeña cuesta y no de una manera tan brusca como en las ciudades. El color marrón oscuro le daba un aire rural que no le venía nada mal y parecía querer continuarse con la tierra que se divisaba al final de la calle. Llegando al final y como queriendo se la presidenta de todos los que vivían  allí, se alzaba una torre medieval, parecía que abandonada que había sido propiedad de Doña Genoveva Aranciles, viuda que fue del conde Mayorga, allá por el siglo diecisiete y que habían ido heredando sus múltiples descendientes hasta llegar a Don Baltasar Montenegro que pensaba destinarla como estudio de arquitectura para lo que había mandado colocar unos andamios que desentonaban en el contexto global del pueblo. Todos esperaban que los retiraría pronto pero así llevaban casi cuatro años y en ese tiempo Don Baltasar había aparecido en cuatro ocasiones para supervisar las obras y eso que siempre que se ausentaba lo hacía con la solemne promesa de volver a los pocos días.

Desde la torre denominada de los Mayorga situada en el punto mas alto del pueblo y que parecía ser la portería del pueblo,  el Conde, o  el que tuviese la suerte de habitarla, disponía de una vista privilegiada de toda la comarca con el rió serpenteando el pueblo y algunos caminos que perforando los bosques próximos parecían comunicarse con el infinito. Los restos de lo que debió ser una muralla se distribuían alrededor del pueblo pasando de ser un elemento de defensa a un cúmulo de piedras cada pocos metros. Según le había comunicado el Sr. Alcalde de manera confidencial, si alguna vez el Ayuntamiento tuviese dinero, buscarían un buen restaurador y tratarían de volver al pueblo a dotarle de uno de sus bienes mas preciados históricamente, pero actualmente y  tal y como estaba la situación económica, el conseguir un pueblo amurallado era tarea que se presentaba como poco menos que imposible.

-  ¿Podré nadar en ese río? - David desde la inquietud de sus doce años, miraba para todas partes buscando sitios de diversión.
-  Poco río me parece, pero no lo sé. A lo mejor se llena y entonces si, pero ahora mismo lo tienes difícil.
-  Bueno, ponemos las piedras en el cauce, hacemos una presa y entonces ya habrá mas agua
-  Está bien, muy buena idea, pero tendrás que buscarte una cuadrilla para hacerlo.
-  Eso es muy fácil, Mamá. En cuanto vaya al colegio, me busco unos amigos y lo hacemos
-  Fenomenal -  Sofía miró hacia su derecha y allí al lado de un edificio  tirando a antiguo, había una pista polideportiva con un campo de fútbol con la hierba que sobrepasaba los tobillos  de los hipotéticos futbolistas - Eso debe ser el colegio
-  No sé, pero si que parece ¿verdad?
-  Si, pero es un poco viejo ¿no?
-  ¿Nos acercamos?
-  No, ahora no podemos porque quiero enseñarte la casa donde vamos a vivir y luego le tengo que devolver la llave al Alcalde. Venga, no perdamos mas tiempo - Sofía tomó al niño de la mano y se encaminaron lentamente a la casa.
-  ¿Es esa?
-  Si, ¿que te parece?
-  Por fuera es igual que todas las demás
-  Espera que abro y la ves por dentro - Sofía introdujo la llave y después de girarla dos veces abrió. 
-  Pasa - Sofía se puso a un lado para que entrara David. - Estamos entrando por la puerta por la que entrarán los pacientes cuando vengan a la consulta. Lo primero es abrir las ventanas -  La luz se hizo e iluminó rápidamente toda la estancia

David miraba para todas partes con los ojos como platos.

-  Menuda casaza, este cuarto solo es más grande que toda la casa de Madrid, ¿verdad?
-  Habría que medirlo, pero por ahí por ahí se andará.

El niño subió la escalera y la bajó por la barandilla

-  Yo ya tengo tobogán ¡que guay!
-  Ten cuidado porque en esta casa hace tiempo que no vive nadie y está llena de polvo - Sofía trataba de evitar que su hijo se estuviera quieto un segundo, pero entre la novedad y los doce años, era imposible
-  Mamá. Mamá, sube, corre. ¿cual va a ser mi habitación?
Sofía subió las escaleras lentamente, disfrutando en cada escalón de las ideas que se le iban ocurriendo para su nueva vivienda. Mientras tanto David había tenido tiempo más que suficiente para colarse en todas las habitaciones y hasta se había hecho su propia composición del lugar. Cuando apareció Sofía estaba en una habitación vacía, bastante grande, que también, como todas, tenía su ventana a la calle

-  Mira Mamá, esta será la habitación de invitados y así podrán venir los abuelos a vernos
-  ¡Que buena idea! Entonces tendremos que poner dos camas
-  Claro, no van a dormir los dos en una cama
-  Naturalmente entre otras cosas porque como no caben,  se estarían toda la noche empujando  
-  ¿Te imaginas que se cayeran de la cama? ¡Que divertido!
-  Si, divertido y si se rompen la cadera ¡que! quien los cuida ¿tu?
-  A mi no me importa porque así dejaría de ir al colegio.
-  Menuda cara tienes. Venga vámonos que tengo que llevar la llave al Ayuntamiento.

Volvieron a enfilar la calle y en un minuto estaban entrando en el la Casa Consistorial. David no dejaba de observar todo y al entrar en el despacho del Alcalde se quedó admirado ante tanta bandera

-  ¡Cuantas banderas tiene!

El Alcalde se levantó para saludar a Sofía, se guardó las llaves en el bolsillo y le explicó a David que eran la de en medio la bandera de España, esta otra la de la Comunidad Autónoma a la que pertenecemos y esta es la que nos regaló el pueblo francés de Duvois cuando nos hermanamos con ellos hace ya muchos años.

-  ¿Cuando que?
-  Perdona porque a veces los alcaldes hablamos y la gente no nos entiende. Hace muchos años unos cuantos vecinos de este pueblo se fueron a trabajar a Francia. Iban a recoger uvas y como volvieron mas veces hicieron muchos amigos allí y por eso un año fuimos varios del Ayuntamiento y nos regalaron esta bandera para que la tuviéramos aquí y nosotros les llevamos una placa conmemorativa con la fecha en la que fuimos y la tienen ellos en su ayuntamiento ¿lo entiendes ahora?
-  Si, si, _ David permanecía muy serio hablando con ese señor que le parecía todavía mas viejo que su abuelo - todo el que vaya a trabajar lejos tiene que llevar una bandera de su pueblo ¿es eso?
-  Bueno, si, mas o menos.

Sofía seguía la charla con suma atención de lo que parecía una perorata entre un abuelo y su nieto. Se dio perfectamente cuenta que entre ambos se había establecido una verdadera amistad. David miraba a D. Jacinto como si hubiera encontrado a su ídolo y éste a su vez encontró al nieto que tantas veces había deseado. El niño se hacía mayor para discutir con el Abuelo y éste se hacía niño para ponerse a la altura de su sorprendente compañero de fatigas. Tal era la relación que se estableció entre ambos que casi sin darse cuenta se intercambiaban las ocurrencias de uno con la experiencia del otro

-  ¿Sabes lo que te digo? que si yo fuera Alcalde como tú, no tendría Médico en el pueblo y en cambio si que tendría Enfermera porque mi madre sabe mas que cualquier Médico
-  ¿Seguro?
-  Segurísimo
-  Pero los Médicos estudian muchos años para terminar la carrera y  luego tienen otros años mas para hacer la especialidad, no se, yo creo que tienen que saber mas que una Enfermera.
-  ¿Mas que mi madre?, ¿mas que mi madre? - a David como le pasaba siempre que hablaban de su madre, le salió la vena de hijo amantísimo y no había quien le hiciera cambiar de opinión - mi madre trató en la selva a un indio que le mordió una serpiente y casi le tienen que cortar el brazo y otras vez atendió un parto en medio del desierto, o sea, que fíjate si sabe

D. Jacinto miró a Sofía que se puso colorada como un tomate.
- ¿No sabía que hubiera sido tan viajera?
-  No le haga caso que este niño inventa cada historia que mete miedo
-  Pero entonces ¿no estuvo nunca en la selva?
-  Si, eso es verdad, estuve casi dos años en Honduras cuando formaba parte de la Organización de  Médicos Sin Fronteras y luego en Mali.
-  Luego, entonces, el niño no está diciendo ninguna mentira.
-  Ya, pero ya sabe como son los niños -   Sofía lo miraba mientras David iba y venía por el amplio despacho del Señor Alcalde - les cuentas un caso que ocurrió y parece que me pasé los dos años perdida en la selva y el sitio en el que estábamos, Tapachuey era una aldea, pero vivía bastante gente y si que estábamos rodeados por la selva, pero nosotros salíamos poco del dispensario y desde luego por la selva, lo que se dice por la selva, selva, no íbamos casi nunca. Creo que en los dos años fui una vez a tratar a ese que le había atacado una serpiente y poco más. La gente se acabó acostumbrando y en lugar de ir nosotros venían ellos al dispensario.
- Seguro que hizo una gran labor
-  Bueno, por lo menos intentas ayudar a gente que no tiene absolutamente nada y es una gran ayuda, por supuesto, pero también es una experiencia enriquecedora para el que va porque te das cuenta lo poco que se necesita para vivir. La solidaridad que hay entre esa gente es algo que te llama la atención. Se reparten lo poco que tienen y se ayudan una barbaridad
-  ¿Y como se le ocurrió irse por ahí?
-  No es una cosa que te ocurra ya, no, lo habitual es que conozcas a alguien que colabora con una ONG o que trabaja con ellos, entonces te cuenta sus experiencias, al principio te parece todo maravilloso, pero luego también tienes que valorar los inconvenientes que normalmente no te los cuentan y poco a poco, casi sin darte cuenta te has metido y ya es imposible la marcha atrás.
-  Usted cuando se fue ¿era soltera?
-  Si, si, yo me fui a los dos meses de terminar la carrera. Hice un curso de esos rápidos de Medicina Tropical y para Honduras que me fui.
-  Tuvo que ser duro decírselo a sus padres
-  Si, pero peor fue decírselo a mi novio.
-  ¿Le sentó muy mal?
-  Hombre es natural que le sentara mal, yo lo comprendo, tener una novia cuatro años y cuando casi estás a punto de terminar una oposición y poderte casar, resulta que te plantea que se va un año a Honduras.  Hombre yo entiendo que no lo entendiera, pero cuando se toma una decisión hay que continuar hasta el final
-  Bueno Señorita, perdone que no pueda continuar con esta conversación tan interesante pero mañana tenemos una reunión muy importante en el Ayuntamiento y todavía me faltan algunas cosas por preparar
-  ¿No irán a hablar de mí?
-  En principio no lo tenía previsto
-  Entonces ¿de mi sueldo no sabe nada?
-  No, realmente, no, pero si me permite un consejo, usted organice la casa, déme un presupuesto aproximado, eso si que está en mi mano y considérelo aprobado y luego comience a trabajar  y ya verá como con el sueldo no va a tener problemas.
-  Entonces ¿me fío de su palabra?
-  Por Dios, señorita, naturalmente.
-  De acuerdo, entonces ¡a trabajar!
-  Me alegro mucho y espero que su estancia entre nosotros sea para usted un motivo de felicidad.

El Alcalde metió la mano en el bolsillo y entregándole las llaves comentó:
-  Aquí tiene usted las llaves de su futura casa.
-  Muchas gracias.

Se estrecharon las manos y David y su madre volvieron al hostal. Comieron algo rápido y a las cuatro en puntos estaban en la casa con papel y bolígrafo para apuntar todo lo que Sofía consideraba necesario para empezar a vivir.

Recorrió detenidamente todas las habitaciones, apuntó fallos en la pintura, puertas rozadas, puntos de luz que no funcionaban, los muebles que le parecía que faltaban, cuadros y todo lo relacionado con menaje de cocina que estaba bastante deteriorado. Incluso apuntó todo el tema de sábanas, toallas, cubertería y demás artículos que no estaban por los armarios. No estaba muy segura que se los fueran a pagar, pero contra el vicio de pedir siempre estaba la virtud de no dar. En estos pensamientos  estaba cuando sonó el timbre de la puerta y aparecieron dos operarios con monos del Ayuntamiento y una caja de herramientas cada uno.

-  Señorita Sofía: nos manda el Sr. Alcalde para ayudarla en todo lo que necesite.
-  Me parece muy bien – Sofía repasó su interminable lista – lo primero que me vendría al pelo, sería que me montaran las camas de mi cuarto y las del cuarto del fondo porque estoy viviendo en el Hotel y cuanto antes me venga para aquí, antes dejo de pagar.
-  Eso está hecho señorita. Si nos dice lo que quiere se lo montamos en un segundo.
-  Vengan conmigo – Sofía les indicó el camino – esta cama es la que tienen que montar y ver como está porque tengo la impresión que le falta un tirador de los de apoyar el colchón ¿no?
-  Perdone un momento – El Jonás que así se llamaba el que parecía el Jefe, hombre de piel curtida, ojos marrones que derramaban simpatía y ganas de agradar, levantó el jergón y comprobó minuciosamente todos los enganches, tensó con los dedos los alambres y después de dejarlo en el suelo lo pisó advirtiendo la firmeza del soporte del colchón – esto es un jergón Señorita y no eso que venden ahora.
-  ¿Ustedes también son los encargados de la pintura? – preguntó Sofía para en caso afirmativo comenzar con las correspondientes pruebas
-  Si, Señorita – contestó el otro operario que hasta entonces se había dedicado a afirmar con la cabeza todo lo que decía su Jefe – lo que ocurre es que disponemos de algunos tipos de pintura, no todos y si le valen empezamos en cuanto nos diga
-  A mi me gustaría que toda la parte de abajo, que va a ser la destinada para atender a los pacientes fuera toda de color blanco y en todo caso una moldura de madera que hiciera de tope para los muebles y luego el piso donde estamos de color hueso o un amarillo como muy difuminado ¿puede ser?
-  Lo de abajo por supuesto, eso está hecho y lo de arriba si le parece, vamos al taller, traemos los botes de pintura que tenemos  y hacemos alguna prueba ¿le parece?
-  Estupendo
-  ¿Puedo ir con ellos? – David, como siempre, estaba dispuesta a hacerse amigo de quien fuera
-  ¿Le deja?
-  Por mi, no hay inconveniente, pero espero que a ustedes no les moleste.
-  ¡Que va! Al revés, es todo un mozo y nos puede echar una mano
-  Pues vayan cuanto antes.
-  Vamos Miguel , deja aquí las herramientas y con la furgoneta estamos de vuelta en un minuto
-  Muy bien, les espero