Queridos blogueros/as: Hace como dos horas escribí algo parecido a esto pero no lo he debido de hacer bien porque no sale por ninguna parte, o sea que si os encontráis el capitulo 24 por ahí, es que lo he enviado dos veces y pido perdón por ello.
Entonces escribía y me ratifico en lo dicho que, a pesar de los miles de correos electrónicos que recibo diariamente de mis múltiples lectores, no puedo cambiar el final de esta novela. El final es el que es y ahora no me voy a poner a cambiar todo. David tiene su destino que creo que se clarea en el próximo capítulo (quedan dos para que se acabe esta novela) y justo ahora mismo en el ordenata sale una linea que pone que se ha producido un error al guardar o publicar tu entrada. Vuelve a intentarlo. En fin, uno que es medio pariente del Santo Job, prefiero no escribir mas, no vaya a ser que salgan el mismo capítulo dos veces y entonces haría lo que vulgarmente se llama el gili y lo que sigue
Que el año 2013 sea bueno en la salud, que es lo único importante y un abrazo muy fuerte para todos
Tino Belas
CAPITULO 24.-
El
consultorio provisional seguía siendo un hormiguero de gentes que iban y
venían, las madres con los niños a la espalda y los padres, los que tenían la
suerte de poderlas acompañar, con todas sus pertenencias sobre sus cabezas. En
la proximidades muchas familias se habían instalado con sus pequeñas tiendas de
campaña hechas con restos de sábanas, mantas y planchas de madera, en la
seguridad que, con el tiempo, una vez que estuviera construido el nuevo
hospital habría alguna posibilidad de encontrar trabajo y cobrar algo de dinero
con el que alimentar a tanto niño como correteaban por los alrededores.
La
construcción del nuevo edificio se iba desarrollando según los planes previstos
pero a velocidad africana. Los numerosos empleados se pasaban el día de aquí
para allí, transportando maderas, palos, cemento y apilándolos cerca de la
estructura principal para, cuando llegara el momento, comenzar de verdad con la
obra. Para David esa forma de trabajar era una pérdida de tiempo como otra
cualquiera, pero no era capaz de convencer a ninguno de los encargados. Estos
continuaban a su ritmo y aunque la obra se retrasaba, de eso no tenía ninguna
duda, pero mas o menos iba avanzando.
Todo
cambió el día que el Gobernador de la provincia anunció su visita para dentro
de un mes. Fue recibir la comunicación y como si una corriente eléctrica
hubiera atravesado sus cuerpos, todos, absolutamente todos los trabajadores
aumentaron su ritmo a una velocidad vertiginosa. Entonces ya no hacía calor, ni
paraban después de una frugal colación, ni, por supuesto, dejaban sus tareas para
rezar. Todo eso se acabó y hasta las noches se hicieron mas cortas.
Las
columnas donde se asentaría el techo del futuro hospital las hicieron casi en
un abrir y cerrar de ojos y ahora era David el que estaba agobiado porque cada
medio minuto se le acercaba alguien para preguntarle si ponía mas de un cubo de
cemento, si entremezclaban algún material metálico, si dejaban una zona sin
poner ladrillos de adobe etc…etc..etc.
-
Y
yo me pregunto – mientras atendía a un individuo de mirada huidiza - ¿para que
coño están los encargados? Eso que te lo diga Luba que es el que lo sabe. Pero
vamos a ver ¿esta gente no se da cuenta que estoy pasando consulta?
-
Tranquilo
David – Sofía desde la mesa de enfrente le hacía señas para que se lo tomara
con calma
-
Ya,
ya – David le devolvía la mirada – si ya lo se que son como son y no tiene
arreglo, pero yo no puedo hacer siete cosas a la vez, si paso consulta, paso
consulta y si me dedico a constructor, entonces dejo la medicina y muy bien,
pero las dos cosas es imposible.
Todas
las noches, cuando teóricamente se terminaba la jornada laboral se reunían
todos los responsables y discutían hasta altas horas de la madrugada los
siguientes pasos a seguir, pero daba lo mismo porque al día siguiente los
mismos iban a hacerle las mismas preguntas. A pesar de los malos humores de
David, las noches sin dormir, algún que otro accidente que le costó mas de un
dedo a alguno, la paciencia de Sofía que era la única capaz de calmarle, las
formas de algunos de los encargados y mil cosas mas, el nuevo hospital se iba
haciendo y por fin llegó el día de la inauguración.
Ese día
si que fue maravilloso, todo el mundo estaba de buen humor, el sol no quiso
perderse tan magno acontecimiento y brillaba con mas fuerza que la mayoría de
los días. Los cientos y cientos de personas que se acumulaban por los
alrededores se habían puesto sus mejores galas. Las mujeres lucían unas túnicas
de vistosos colores que se completaban con unos pañuelos que adornaban sus
cabezas. Multitud de tintes habían salido de los desvencijados baúles y se
acumulaban en sus brazos y piernas a modo de tatuajes con innumerables
propuestas hacia sus parejas, mientras los ojos demostraban la belleza interior
que guardaban para la intimidad. Nunca se quitaban el velo que cubría su cara y
aunque la ocasión lo hubiera merecido, ésta vez tampoco.
Los hombres con sus chilabas blancas, sus
barbas bien recortadas y sus babuchas con la puntera dorada formaban grupos
compactos para presenciar el espectáculo que se avecinaba. La llegada de la
máxima autoridad de la provincia siempre era un acto solemne y no tenían
intención de perdérselo por nada del mundo.
La
gente se desperdigaba por la explanada, a pesar de ser las primeras horas de la
mañana y la llegada de la autoridad se estimaba que sería a la caída de la
tarde, haciendo tiempo y tratando de buscar el mejor lugar para, pasadas unas
horas, ocuparlo. El mercadillo estaba instalado desde el día anterior y todos
los puestos se distribuían de manera uniforme y entre ellos como si se tratara
de insectos avanzando por la arena se instalaban innumerables vendedores con
toda clase de objetos que colocaban en el suelo, encima de unas sábanas
blancas. Algunos, como queriendo imitar a los puestos oficiales, clavaban en el
suelo unas estacas de madera que sujetaban otra sábana a modo de toldo para
tratar de paliar, en lo posible, el intenso calor que a buen seguro iba a hacer
durante todo el día. Tanto los puestos como los vendedores ocasionales seguían
un orden riguroso de colocación y así, en el primer pasillo, todo era de
alimentación y se mezclaban puestos de frutas con otros, por ejemplo, con pan
recién salido de hornos o con diferentes puestos de especies con grandes sacos
llenos de semillas de muy distintos sabores y olores, también había varios de
pasteles típicos, una especie de buñuelos bañados en azúcar. Un poco mas allá y
ya en un segundo pasillo, la ropa era la protagonista y miles de prendas de
todo tipo se entremezclaban ofreciéndose a los posibles compradores. Una
tercera zona estaba dedicada a los utensilios para la casa y allí se acumulaban
desde platos, tazas, cucharas de todos los tamaños, juego de te con dibujos
grabados en oro hasta grandes ollas para preparar las comidas típicas y por
último haciendo un círculo para trata de cerrar el mercadillo, se encontraban
los animales domésticos y en ese lugar se podía comprar desde un camello
lustroso hasta una iguana, pasando por ovejas, cabras, conejos y otros muchos.
Las transacciones eran casi siempre trueques, yo te doy tres ovejas y tu me das
una tetera con sus correspondientes vasos
una alfombra y tres chilabas. Si se llegaba a ese acuerdo, ambos,
vendedor y comprador abandonaban su puesto, compraban lo estipulado donde fuera
y se volvían a sus lugares primitivos.
Alrededor
de la zona puramente de mercadillo, había como un circo gigante donde las
actuaciones se multiplicaban por doquier. Magos con sus varitas haciendo
desaparecer cartas de una baraja, cabras que trepaban por unas sillas al son de
la trompeta de sus dueños, contorsionistas de torso desnudo que realizaban
impresionantes ejercicios de acrobacia, unas señoras sentadas en pequeñas
banquetas que te invitaban a acercarte para tratar de adivinar como iba a ser
tu futuro, unos monos que hacían las delicias del círculo de espectadores
haciendo monerías, unas odaliscas bailando la danza del vientre al son de un
estridente sonido emitido por su amo y señor que entre actuación y actuación,
las ofrecía en venta como si fueran animales y eso si, si querían conocer su
calidad solo tenías que pasar detrás de una amplia cortina para que exhibieran
privadamente sus encantos. Llamaban
poderosamente la atención una especie de charlatanes que vendían objetos
cortantes como navajas, cuchillas de afeitar etc que para convencer a los
posibles compradores cortaban distintas frutas lanzándolas al aire y
atravesándolas con esos objetos haciendo gala de una habilidad increíble. El
número final era un camello con cuatro jorobas al que los niños se subían por
un módico precio disfrutando de tan extraño ejemplar.
David y
Sofía también hacían uso de sus mejores galas para recibir al Sr. Gobernador y
después de recorrer todas las instalaciones del nuevo Hospital con detenimiento
para comprobar que todo estaba en orden, se paseaban por el mercadillo como dos
extranjeros mas. David con impecables pantalones blancos y una camisa azul
marino y Sofía con una blusa ancha que le llegaba casi hasta las rodillas
haciendo evidente el estado de buena esperanza del que ya llevaba casi seis
meses y el conjunto finalizaba con unos pantalones vaqueros y un pañuelo anudado
en la nuca. A cada paso eran saludados
por algunos que habían sido sus pacientes que les ofrecían diferentes productos
para comprar a lo que ellos se negaban con una sonrisa.
Cuando
el sol estaba dando sus últimos rayos apareció la caravana del Sr. Gobernador
compuesta por ocho o diez jeeps a cual mas grande, dos camiones repletos de
soldados con las armas dispuestas para defender a su Jefe y otros seis camiones
con comida para distribuir entre todos los presentes. La gente se arremolinaba
su alrededor y tardaron varios minutos en llegar a la entrada del nuevo
Hospital donde le esperaban, constituyendo una larga fila, el alcalde del
pueblo, varios de sus ediles, David y Sofía y media docena de futuros empleados
del hospital. El Sr. Gobernador pasó revista a los presentes y se detuvo
especialmente con Sofía a la que preguntó por su embarazo y esperaba que la
estancia en su país fuera agradable para ella y beneficiosa para todos sus
pacientes. A continuación giró una breve visita por algunas de las
instalaciones y en menos de una hora estaba sentado en su jeep dando órdenes
para volver a la capital.
Cuando
David y Sofía volvían a su casa, con la inmensa negrura del desierto
haciéndoles compañía y mientras que los animales nocturnos se disponían a dar su paseo diario, Sofía notó
un extraño movimiento en su barriga. No dijo nada hasta llegar a su tienda,
pero nada mas entrar fue lo primero que le comentó a su marido. En cuanto ella
le contó sus extrañas sensaciones un David emocionado la ayudó a tumbarse en la
cama y le faltó tiempo para tumbarse al lado de ella mientras hacían planes
para el futuro
- Si ya empiezas con molestias, el niño tiene
que nacer aquí
- Me da un poco de miedo
- ¿Por qué?
- Hombre porque esto está como está y no se si
reunirá las condiciones para que nazca nuestro hijo
- Yo estoy seguro que si, ten en cuenta que te
quedan por lo menos cuatro o cinco meses y en ese tiempo el Hospital tiene que esta funcionando a pleno rendimiento.
- ¿Te has parado a pensar quien va a ser mi
matrona?
- Yo no, pero vete pensándolo tu y empieza a
enseñar a una. De todas las maneras y tú lo sabes porque has venido conmigo,
hay muchas veces que no hace ninguna falta que esté ninguna comadrona. Lo malo
es cuando el parto se complica, entonces no hace falta una, sino tres o cuatro
- Esperemos que no sea necesario. Mira – Sofía
notaba en ese momento el movimiento del niño – pon una mano aquí.
David
la puso encima de Sofía y notó como si el niño quisiera agarrarle la mano
- ¡Que
bien se nota como se mueve!. Creo que tiene un buen pepino
- Será que sale a su padre – rió Sofía
- Mejor para él y ¿sabes lo que te digo?
- Dime
- Que estoy deseando que el niño salga de una
vez para que se junte conmigo y sacarlo a dar un paseo.
- Todo se andará. Vamos a dormir que mañana nos
toca trabajar de lo lindo.
Abrazados
y pensando en el niño que nacería en cuatro o cinco meses se quedaron
completamente dormidos. A la mañana siguiente y casi cuando ni siquiera habían
abierto los ojos, un extraño personaje llamó su atención. Era un negro, alto
como una palmera, enjuto, con ojos de lince, labios como infiltrados con
silicona, manos demasiado ágiles para tratarse de un nómada, vestido con una
chilaba blanca como las nubes que se divisaban a lo lejos. Al verlos como se
movían se inclinó ceremoniosamente y juntando ambas manos se ofreció como su
criado y para todo lo que quisieran.
- ¿Cómo te llamas? – le preguntó David
- Me llamo Julem, Señor, pero mis amigos me
llaman Jul
- ¿Quién te ha mandado aquí?
- El Jefe, señor. Dice que los extranjeros
deben ser los mejor atendidos de toda la aldea.
- ¿Has preparado tu todo esto?
- Si, mi Señor y si quieres puedo preparar mas
cosas.
- No, si esto ya es una barbaridad.
- Para soportar el día hay que comer y después
trabajar. Si no comer, tú no poder trabajar.
- Bien, luego hablamos.
Jul o
como se llamase aquel individuo se retiró después de pasear su mirada por toda
la tienda. Sofía captó aquello y sin saber porque y sin tener ninguna razón,
aquel hombre no le gustó. Mientras daba vueltas a su cabeza que había hecho
aquel negro de buena presencia para
merecer su desconfianza, Sofía intentó levantarse y se dio cuenta del terrible
dolor de cabeza que padecía. Todo le daba vueltas y se sentía incapaz de
levantarse
David
terminó su aseo personal y cuando se estaba vistiendo le preguntó si se iba a levantar
- Te lo juro David que aunque quisiera
levantarme me resulta imposible.
- No te preocupes, quédate en la cama que Jul
cuidará de ti.
- ¿De veras puedo quedarme?
- ¡Como no! Ho y es jueves y tocan vacunaciones
que las puedo hacer yo solo perfectamente, o sea que no te preocupes de nada.
Duérmete y descansa que te vendrá muy bien. De todas maneras yo volveré pronto.
La tapó
con la sabana, le puso la mano en la frente para valorar si tuviera algo de
fiebre, le dio un beso y se marchó tranquilamente. El ruido del motor al
arrancar el jeep y el paso de las ruedas por delante de la cabaña le indicaban
que David ya iba camino del Dispensario.
Sofía
se quedó profundamente dormida y al cabo de tres horas, estiró un brazo y al
hacerlo se dio cuenta que alguien le tomaba la mano. Se despertó sobresaltada y
allí estaba Jul tratando de tranquilizarla, Lo ofreció un te moruno que ella
bebió con auténticas ganas y al poco notó como Jul se sentaba al pie de la
cama. Sofía no sabía como interpretar aquel gesto, si como una prueba de
confianza hacia su persona o una intromisión en su vida privada. ¿Que buscaba?
Desde el fondo de la cama y sin hacer ni un solo movimiento la miraba con una
mirada en la que se confundía el servilismo con el odio. Estuvieron mirándose
más de un minuto y al final fue Jul el que rompió el silencio
- Pareces una mujer muy valiente.
Sofía
seguía mirándole atentamente sin retirar su mirada tratando de entrar en su
personalidad. Tengo que parece dura y que no se de cuenta que estoy muerta de
miedo porque si no, estoy perdida.
- En Mali las mujeres ni pueden ni deben mantener fija la mirada en un hombre.
- ¿Por qué?
- Por que aquí eso se interpreta como un deseo
sexual de la mujer
- Dos cosas – Sofía se levantó y se colocó una
bata las de quirófano pero puesta al revés – Primero, yo no soy malí o sea que
nadie interprete mal mis palabras o mis gestos. Segundo estoy embarazada de
casi cinco meses y no tengo especialmente ganas de nada relacionado con el
sexo, o sea que en mi caso te has confundido.
- Muy bien, Señora. Yo estoy aquí para servirla
en todo lo que necesite y nada más.
- Si, pero me molesta tener a alguien todo el
día mirándome como si fuera un bicho raro. Soy una persona normal y necesito mi
espacio para desarrollar mi libertad y contigo a un metro de mi, eso es
imposible, o sea, que retírate y cuando necesite algo ya te llamo.
- Sus palabras son órdenes para mi – Jul se
levantó, recogió el te y salió lentamente de la tienda no sin antes dirigirle
una mirada a Sofía que en ese momento se agachaba para recoger una prenda de
vestir. A continuación, estiró un poco la colcha y se sentó a leer. Era una
memoria basada en las vidas de las mujeres que le habían precedido en Mali y
por lo que sacaba en conclusión, ninguna había estado por aquella zona por
considerarla peligrosa. El valor de la vida en aquella región abandonada, a
cientos de kilómetros de la capital era nulo y el de la mujer no era ni nulo,
no era absolutamente nada. Debería cuidar de un marido impuesto por la familia,
darle de comer y satisfacer todos sus apetitos fuera lo que fuera. Solían ser
mujeres muy jóvenes, algunas veces niñas a quien el padre las vendía por un par
de ovejas y quienes tenían todos los hijos que su marido quisiera. Mujeres que
a pesar de todo, destilaban alegría por todos los poros de su cuerpo, sabían
que si llegaba el marido y deseaba acostarse con ellas, no tenían más remedio
que aceptar y lo llevaban lo mejor posible. Entre otras cosas, era la educación
que habían recibido.
David
volvió pronto, bastante antes de lo que pensaba. Comieron juntos y después se
sentaron en el suelo de una duna cercana al poblado, pero suficientemente
apartada como para que nadir pudiera oírlos.
Sofía
apoyó la cabeza en el hombro de su marido como hacía siempre que se encontraba
nerviosa
- ¿Qué te pasa, Sofía?
- Estoy preocupada, nunca me había pasado hasta
ahora, pero desde que estoy aquí y cada vez que te vas, tengo miedo
- Pero ¿Por qué? ¿Has notado algo raro?
- No te puedo decir el que, pero no me gusta.
El ambiente está como enrarecido. La gente es muy amable, sobre todo, las
mujeres, pero hay algo que no termina de convencerme
- No lo se – David no tenía esa sensación – es
posible que tenga que pasar un tiempo para que te acostumbres y te vayas
haciendo a todo esto.
- ¿A ti no te da miedo el desierto?
- No especialmente.
- Pues a mi si, no me gusta ver un paisaje
cambiante, infinito, siempre igual y siempre tan distinto. Todo es raro, un
calor terrible mientras que el sol está en lo alto del cielo y un frío tremendo
en cuanto sale la luna.
- En eso tienes razón, pero también en Galicia
llueve y no por eso la gente se deprime.
- Si, pero yo aquí estoy deseando que se
termine el Dispensario para tener algo que hacer. Por lo menos, mientras que
ves a algún paciente, pones alguna inyección u organizas algo, se te va pasando
el tiempo, pero estar mano sobre mano es una cosa que me come los demonios.
- En eso tienes razón y espero que en unas
pocas semanas ya tengamos sitio y puedas empezar a hacer cosas.
- Ojala.
- Venga, vamos a hablar de cosas serias – David
le puso la mano en el regazo de Sofía - ¿Cómo va el niño?
- Como siempre, yo creo que este niño va a
salir futbolista porque da unas patadas de miedo.
- ¿Te duele algo?
- No, la verdad es que no, quizás una pequeña
molestia pero muy soportable.
- Jul ¿Te trata bien?
- Si, pero me parece un tío extraño. Me parece
que no es de fiar
- ¿Quieres que le diga algo al Jefe?
- No, hombre, tampoco es para tanto.
- Como quieras. – David la acercó hacia si y la
besó en los labios – vamos a la tienda que parece que empieza a hacer un poco
de frío, ¿vamos?
Estuvieron
en la tienda cerca de una hora, salieron a dar una vuelta por los alrededores y
cuando se puso el sol, David se quedó dormido, mientras Sofía trataba, a través
de la tela de la tienda, saber los movimientos de Jul. Cuando el silencio se
hizo el amo de la noche, se levantó y observó como su supuesto criado limpiaba
un revolver que volvió a guardar entre sus ropas y envuelto en una manta y
cerca del fuego se quedó dormido mirando a las estrellas. Sofía se volvió a la
cama y trató de explicarle a su marido que el criado tenía un arma, pero la
única respuesta que recibió fue un profundo ronquido de David que le hizo
desistir de ninguna explicación.