martes, 23 de octubre de 2018

CAPITULO 32 Y ULTIMO : ASI FUER Y ASI PA 

CAPITULO 32.-

Poco a poco y casi sin darnos cuenta los que habéis leído todos los capítulos llegamos al final de esta novela y tenemos como una encrucijada de caminos y podemos ir por cualquiera de ellos. Yo me he decidido por uno y como soy el que escribe vamos a ir por ese y si queréis que siga por otro se puede intentar, pero casi es mejor acabar con éste tema y ya veremos por donde continuamos. Seguimos:

El  Dr. Andrés Cubiles se levantó con la decisión de no pasar ni un segundo más sin hablar con Carmen y como lo había intentado en varias ocasiones y nunca lo había conseguido, ésta vez lo intentó por el camino que parecía más simple que no era otro que el propio teléfono. Marcó el número que le había dado su hija la pequeña y a los pocos tonos oyó la voz de Carmen. Con solo un simple ¿dígame? Andrés se pudo percatar que estaba hablando con una mujer decidida que había pasado momentos muy malos en su vida y no estaba dispuesta a repetirlos. Había respondido a su llamada con una voz firme y potente

-          ¿Dígame?
-         Hola – hablé con la intención de continuar – soy Andrés. Espero que no me cuelgues
-         Ya me dijo Patricia que estabas en Madrid, pero eso fue hace por lo menos tres meses.
-         Si – Andrés era consciente que su voz no estaba siendo todo lo firme que debería – bueno, he intentado verte en varias ocasiones, pero no lo he conseguido
-         Antes de seguir quiero decirte una cosa – Carmen tomó aire – no se porqué me llamas ni lo que quieres, pero mi vida ha cambiado y ya no te necesito. Hablaré contigo por  respeto a las hijas que tuvimos en común, pero no te mereces nada más.
-         Si quieres que te diga la verdad, todavía no se muy bien porque lo he hecho – un silencio se interpuso en la conversación – me apetecía hablar contigo
-         ¿Después de diez años?
-         Si, es raro pero me gustaría que me escucharas.
-         Andrés, por favor, cuelga ya porque de lo contrario te colgaré yo y si sigues acosándome te aviso que llamaré a la Policía. Te lo puedes creer o no, pero es lo que voy a hacer.
-         Está bien, cuelgo pero quiero que sepas …………..

Un click cortó la comunicación y dejó a Andrés con el auricular del teléfono en la mano y con la satisfacción de haber intentado hablar con su ex, si es que se podía decir así.

Se vistió con una camiseta de alguna maratón en la que había participado, un pantalón corto, sus inseparables zapatillas y esa mañana corrió por el centro de Madrid con más fuerza que otras veces. Tenía la intención de cansarse más de lo normal para que, por lo menos, durante esa hora y pico que permaneció corriendo no pensar en otra cosa. La ducha habitual le hizo reintegrarse a la vida normal y se fue a comer con sus hijas.

Fue una comida como muchas de las que había tenido con Carmen y con Patricia y lo único que no consiguió fue explicarles que había hablado con su madre porque se negaban en redondo a tocar ese tema con el argumento que ya lo habían hablado mil veces y que conocían de sobra cual era su opinión, sin embargo se mostraron bastante interesadas cuando Andrés les explicó que había conocido a una Médico de La Coruña y que le había parecido una compañía sensacional.

-          ¿No me digas que te vas a vivir a Galicia? – preguntó Patricia
-         No, no, hemos estado juntos algunos fines de semana pero no tanto como para irme a vivir allí.
-         Ten cuidado que dicen que las gallegas tienen algo que engancha
-         No lo sé – Andrés bebió un pequeño sorbo de un buen Rioja que había pedido para acompañar a la carne que pensaba tomar – pero lo de lo de esta chica es un poco distinta porque es rusa, criada en Cataluña y residente en Galicia desde hace bastantes años
-         ¡Joder! – Patricia no pudo reprimir esa expresión y mirando a su hermana comentó – solo nos faltaba que se liara con una rusa
-         ¿Y a ti que más te da?
-         En el fondo tienes razón, pero es curioso ¿no crees?
-         Lo mejor es que es super aficionada a las motos, tiene una Harley como la mía y cuando voy a verla hacemos excursiones maravillosas.

El tiempo pasaba a velocidad de vértigo, Andrés seguía visitando a su novia casi todas las semanas y siempre viajando en su Harley. Solo en uno de los viajes había tenido problemas con la lluvia y el resto habían transcurrido con normalidad. Había conocido a los padres de su novia que le parecieron dos personas muy entrañables y desde entonces casi le habían convertido en uno más de la familia. Sus hijas seguían cenando con él un día a la semana, concretamente los miércoles y luego solían tomar una copa en la cafetería de su apartamento. Andrés continuaba con su “footing” y se mantenía bastante en forma. Los viajes a La Coruña le resultaban muy entretenidos y tenía que reconocer que la vida le sonreía.

El Dr. Cubiles llevaba casi ocho meses en España cuando recibió una llamada urgente de la Clínica donde trabajaba en Londres y en ese tiempo había conocido mucho mejor a sus dos hijas, a la ciudad de Madrid que le pareció que estaba mejor que nunca y había tenido la oportunidad de entablar relaciones más que serias con su nuevo amor, Cristina la Médico de La Coruña. Había pasado momentos inolvidables como aquellos fines de semana en que iban los dos en sus motos respectivas a conocer las rías gallegas.
En una de ellas, la Ría de Ferrol, disfrutaron de increíbles paisajes, comieron como pocas veces en su vida en una tasca situada en la mitad de la entrada de la ría, un poco más allá de la zona conocida entre Castillos por estar entre los famosos castillos de San Felipe y San Antón. Una tasca pequeña, poco iluminada, con mesas de madera en las que se apreciaban que habían sido testigos de muchas historias que allí se contarían año tras año, un salvavidas antiguo en una pared también de madera con un cuadro de nudos marineros y en la de enfrente dos remos en cruz completaban la escasa pero curiosa decoración y por si todo ello fuera poco la dueña, una señora mayor que salía de la cocina con una pañoleta en la cabeza atada en la nuca y su inseparable mandilón de rayas en la que predominaba el negro comprado en algún mercadillo en alguna feria de las proximidades. Las mesas cubiertas con sus manteles de plásticos azules y blancos muy fáciles de limpiar pasando simplemente un trapo mojado, los vasos, al igual que los platos, eran de auténtico “Duralex”  haciendo que todo pareciera como un capítulo más de “Cuéntame”

La tasca en cuestión por no tener no tenía ni carta porque según explicaba la dueña que era a la vez jefa de cocina, jefa de comedor y camarera, aquí solo se come lo que hay en la huerta de primero y de segundo lo que trae mi marido y mis hijos de la mar a la que van todos los días

-         Y si un día no pueden ir ¿qué hay de menú? – preguntó Cristina inocentemente
-         Hay neniña – contestó la Abuela mientras se secaba las manos con el mandilón – ese día cerramos y aquí no come nadie porque ¿sabe lo que le digo? Esta tasca es conocida desde hace muchos años por sus pescados y mariscos y la gente piensa que soy yo que lo hago muy bien, pero están equivocados, lo bueno es el pescado que siempre, siempre es del día.
-         Por eso está tan bueno – afirmó Andrés – y hablando de todo un poco ¿qué comemos?
-         Yo les aconsejo y creo que no me equivocaré porque ustedes son jóvenes y están enamorados – la Abuela guiñó un ojo - ¿verdad? Bueno, no digan nada pero se nota, en fin a lo que íbamos, lo mejor es primero un poco de marisco, percebes de Cedeira que ya saben que te son los mejores del mundo, alguna zamburiña de la zona y hoy tengo unas nécoras que tienen pinta de estar llenas y luego pueden tomar una merluza a la gallega ¿les parece?
-         Muy bien y para hacer tiempo nos trae un par de cervezas bien frías y unas patatas o algo para picar.
-         Espero que les guste nuestra comida. Enseguida estoy con ustedes.
-         Seguro que si.

Comieron muy bien, tomaron café mientras veían pasar los barcos por el estrecho canal de entrada a Ferrol, tomaron unos gin tonics muy poco cargados por aquello de conducir en un bar situado en la playa de Doniños, saltaron las inmensas olas de la playa de Pantín y terminaron el día con una maravillosa puesta de sol desde un hotel, el Herbeira, situado sobre la ría de Cedeira. La noche era impresionante, el cielo como consecuencia de la luna llena estaba claro y su reflejo contribuía a iluminar el mar que se encontraba en calma como queriendo contribuir para que todo resultara relajante. Enfrente el monte de Pantín con una luz roja posiblemente anunciando alguna torre de telecomunicación, más abajo a la izquierda un faro que indicaba el final de la ría mediante una potente luz blanca intermitente que se emitía cada pocos segundos. A la derecha el muelle con su ajetreo de limpieza y carga de comidas para pasar varios días faenando y hasta llegar al pueblo la carretera del muelle con sus farolas de luz mortecina y como final “el casco vello” del pueblo con sus casas muy unidas como haciendo una barrera para protegerse de las lluvias frecuentes y coronándolo la torre de la Iglesia donde se resguardaba vigilante la Virgen del Mar imagen que tuvimos ocasión de verla al día siguiente, es una Virgen peculiar que refleja el sentir de un pueblo que se ha dedicado desde siempre casi en exclusiva a la mar. Se trata de una Virgen joven, guapa, tranquila que con el niño Jesús en brazos está de pie sobre un mar azul y extiende su brazo izquierdo hacia tres marineros que solicitan su ayuda desde un mar encrespado. Resulta una Virgen como familiar, no como una imagen de una Virgen distante, sino como si cualquier mujer de nuestras familias estuviera paseando por el mar bravío siempre dispuesta a ayudar a todos los marineros que la reclamasen con un gesto de absoluta calma.

Desde la terraza del hotel y en el centro de la ría, diez o doce yates de recreo se mezclaban con los barcos de pesca fondeados dando a todo el conjunto una sensación de paz que posiblemente sin darnos cuenta llenaba nuestros corazones y nos invitaba a sentir nuestra felicidad como pocas veces hasta entonces.

Al día siguiente alquilaron una canoa para dos y se dieron un paseo entrando por un río en el lado izquierdo de la playa de Villarrube.  El Dr. Cubiles no se había montado en mi vida en algo similar, pero el día era tan maravilloso con un cielo azul mejor que en verano y sin gota de viento que todo invitaba a disfrutar. Al principio tuvieron que acompasar las remadas, pero enseguida acertaron con el ritmo adecuado porque Cristina tenía algo más de experiencia en el manejo de ese tipo de embarcaciones de recreo y bordeando el faro entraron en la desembocadura de un río y a través de una especie de lago y con ayuda de la marea que casualmente estaba subiendo no les costó demasiado remontar y poco a poco, nada más pasar el puente del puntal, el río se iba estrechando hasta llegar a un punto que, como decía Cristina, parecía como si estuvieran en la selva amazónica en algún afluente pequeño con las copas de los árboles inclinadas hacia el agua como queriendo saludarles  y un silencio en el que solo se oía el rumor del agua, el trino de algún pájaro que también quería disfrutar del entorno y el chof chof de las palas del kayac. Estuvieron tumbados en una playa de arena completamente blanca que no tendría más de tres o cuatro metros, se besaron con pasión, se bañaron  en un agua helada y volvieron a la playa de Cedeira ayudados por la corriente por lo que casi no tuvieron ni que remar. La excursión no pudo resultar mejor y lo que les faltaba era ir un poco más juntos porque el único contacto con Cristina era a través de sus rodillas que chocaban de vez en cuando con la espalda de Andrés.

En la Taberna de la Plaza del Peixe tomamos unos percebes y un rape con guisantes deliciosos, tomamos café y un chupito de whisky con los dueños Santy y Lola quienes me hablaron de un tal Dr. Belascoaín Cirujano Plástico y  que también veraneaba en Cedeira de toda la vida y por los datos que me dieron era fácil que no lo conociera porque era bastante más viejo que yo y el había hecho la especialidad en La Paz y era lógico que no hubieran coincidido. Total que después de una sobremesa de lo más agradable se volvieron a La Coruña en sus respectivas motos disfrutando de la sensación de libertad que te proporciona el aire dando en el cristal del casco después de conocer playas desiertas y degustar los magníficos productos tanto del mar como de la tierra gallegas.

No todo en la vida tiene que ser maravilloso y nada más llegar a Madrid,  Andrés llamó a Cristina para decirla que me volvía a Londres porque le reclamaban urgentemente y que en cuanto solucionara algunos problemas volvería a estar juntos otra vez. Ella se enfadó mucho por entender que Andrés lo sabía desde antes y no le había dicho nada pero Andrés le repitió varias veces que lo habían pasado tan bien que nada ni nadie debería romper ese fin de semana como así fué. Alos pocos minutos esl Dr. Cubiles tuvo oportunidad de hablar con la Clínica donde le dijeron que el Dr. Starker el Director, había sufrido una hemorragia cerebral, estaba muy grave en la UVI y que el Sr. Chesterplace y algunos de sus consejeros necesitaban hablar con él. Al parecer llevaban dos días intentándolo y hasta que se puso en contacto con ellos, no lo habían conseguido. Andrés se volvio a Londres en el primer avión que salía justo al día siguiente a las seis de la mañana y a las nueve y media entraba por la puerta de la Clínica.

-          Buenos días ¿cómo está el Dr. Starker? – preguntó em Recepción.
-         Parece que estable dentro de la gravedad – le contestó la telefonista con amabilidad – pero espere un segundo que aviso al Dr. Whatake que está de guardia, un momento, por favor.

El Médico de Guardia de la UVI  era un joven inglés al que había tenido oportunidad de contratar y conocer antes de que el Dr. Cubiles se tomara su año sabático y que apareció inmediatamente con su mano tendida

-          ¿Qué tal Dr. Cubiles?
-         Bueno, no es una bonita manera de terminar mis largas vacaciones pero la vida es así y así hay que tomarla. ¿Cómo está nuestro Director?
-         De momento vivo que ya es bastante.
-         ¿Le han operado?
-         Si, ayer por la tarde le abrieron los neurocirujanos y según ellos todo ha ido muy bien.
-         ¿Y tú que piensas?
-         Es un poco pronto para decir nada y mucho menos para saber como va a evolucionar – el Dr. Whatake se pasó la mano derecha por su importante mata de pelo en una cabeza bien peinada -  pero para mí que de ésta no sale
-         ¿Lo sabe la familia?
-         Por supuesto e incluso alguno de sus hijos creo que anda por ahí.
-         Si es tan amable encárguese de recordar en Recepción que aunque el Dr. Starker esté en la UVI que le dejen una habitación a los familiares.
-         No se preocupe que yo se lo digo, pero por el movimiento de amigos y familiares me da la impresión que ya se la han dispuesto.
-         En cualquier caso, asegúrese que ha sido así. Muchas gracias.


      Andrés entró en la cafetería de la Clínica con la idea de tomar algo antes de reunirse con el Sr. Chesterplace pero no tuvo casi ni tiempo porque justo en el lado izquierdo       del amplio salón estaban sentados con varios cafés y un surtido variado de bollería el Consejero Delegado, su hija Jane y el Dr. Stanford conocido neurocirujano con muchas horas pasadas en la Clínica. Se saludaron cordialmente e inmediatamente el Sr. Chesterplace con su habitual educación le pidió escusas por haberle hecho volver de Madrid de una forma tan rápida, pero le parecía un acontecimiento lo suficientemente importante como para solicitar su presencia.

-          Por cierto ¿qué tal el viaje?
-         Muy bien – contestó el Andrés mientras degustaba un bollo con mermelada – tuve la suerte de encontrar un billete en el primer avión que salía hoy y aquí estoy.
-         Como puede suponer el motivo de mi llamada no es otro que comunicarle la gravísima situación del Dr. Starker y el deseo que viniera cuanto antes para pedirle su ayuda y consejo para la decisión que inevitablemente tenemos que tomar. Está claro que aunque el Dr. Starker supere esta situación, cosa que no parece que esté muy clara ni mucho menos, es evidente que no va a poder seguir gestionando esta Institución, sobre todo si tenemos en cuenta que su principal misión podríamos decir que es la de relaciones públicas.
-         Totalmente de acuerdo – afirmó el Dr. Stanford a la vez que Andrés Cubiles asentía con un leve movimiento de cabeza – desgraciadamente si vive secuelas en cuanto a movilidad va a tener muchas y muy graves.
-         Desde que ocurrió el fatal incidente – el Sr. Chesterplace volvió a hacerse con las riendas de la conversación como había hecho en infinidad de ocasiones en su dilatada vida política y profesional – he tenido varias reuniones con varios Doctores de la Clínica y esta tarde y mañana por la mañana tengo previstas varias más y todos, hasta ahora, han respondido afirmativamente a mi propuesta de nombrarle Director. Usted sabe la amistad y profunda admiración que le profeso y me gustaría saber si Usted estaría dispuesto a aceptar esa responsabilidad porque creo y Usted lo sabe que podría ser un candidato perfecto, perdone que le haga esta pregunta directamente ¿estaría dispuesto a aceptar?
El Dr. Cubiles bebió un poco de café, se limpió la boca con una servilleta y respondió
-         En primer lugar quiero expresarle mi agradecimiento por su confianza y mi profundo respeto hacia su persona, pero si quiere que le sea absolutamente sincero nunca pensé que yo podría ser un firme candidato y por lo tanto nunca me lo había planteado – El Dr. Cubiles esbozó una pequeña sonrisa mientras dedicaba su mirada hacia Jane Chesterplace que a su vez tenía fija la suya en un pequeño tenedor que sostenía en su mano derecha – Creía, aunque ya veo que estaba equivocado, que habían solicitado mi presencia para darle unos cuantos nombres que, en mi humilde opinión, serían aptos para ese puesto pero ¿yo al frente de una Clínica de esta categoría en Londres? – Andrés volvió a mirar a los ojos de todos y cada uno de los presentes y les planteó una serie de preguntas - ¿Ustedes creen que yo podría desempeñar ese cargo sin ni siquiera ser inglés? Tengan en cuenta y Ustedes lo saben mejor que yo que por aquí pasa lo más selecto de la alta sociedad y en ningún caso me gustaría que por mi culpa, un Cirujano Plástico español que encima vino de Médico de Guardia hace muy pocos años, la Clínica perdiera clientela lo que supondría una disminución de su categoría en la medicina privada de esta capital. - El Dr. Cubiles hizo una pequeña pausa en su breve discurso lo que aprovechó para servirse un poco de zumo de naranja – En segundo lugar tendría que saber las condiciones de trabajo y el horario porque, como Ustedes saben llevo muchos años trabajando con el Dr. Taylor y no me gustaría tener que dejarle de un día para otro y por último también me gustaría saber mis honorarios para poder responderle con absoluta sinceridad a su proposición.

El Sr. Chesterplace iba a responderle cuando el Dr. Cubiles le interrumpió

-          Permítame una última consideración – Andrés miró a Jane Chesterplace y la encontró más madura que la última vez que tuvo oportunidad de hablar con ella, con un aspecto magnífico que podría responder perfectamente ¿porqué no? a lo que su padre andaba buscando - ¿Ha pensado Usted, perdone mi atrevimiento, en que su hija Jane podría ser una candidata perfecta para el puesto que me propone a mí? Su hija es simpática, tiene don de gentes, es joven, es emprendedora, sabe Medicina ¿qué más se puede pedir?       
-         Le agradezco que tenga tan buen concepto de mi hija – El Sr. Chesterplane se ajustó el nudo de la corbata y se estiró cuidadosamente los puños de la camisa apareciendo unos gemelos de oro con el escudo de la familia real inglesa – y debo confesarle que yo también había pensado en esa posibilidad pero Jane - el padre miró cariñosamente a su hija en incluso le dio unos pequeños golpecitos en la mano que tenía apoyada sobre el blanco mantel – ha decidido volverse a Etiopía para continuar con su labor humanitaria que empezó hace bastantes años y por lo tanto es una opción que necesariamente tenemos que descartar.
-         Hace mucho tiempo – Jane tomó la palabra con decisión – opté por irme a los países donde entendía que mi labor sería necesaria y efectivamente lo fue. Después, como todos saben, tuve una hija y ahora que ya ha crecido un poco ha llegado el momento de volver a Etiopía para continuar con mi labor. En este tiempo se ha construido un nuevo dispensario que atiende a cerca de veinticinco mil personas y tengo la íntima necesidad de volver. Se que pierdo una gran oportunidad en mi vida para ganar en prestigio, seguro que en dinero y en aceptación social, pero mi conciencia me lo impide y por eso y por supuesto agradecida me vuelvo con la que ahora es la gente que me necesita. Espero no equivocarme
-         Seguro que lo harás muy bien y tú explicación debe llenar de orgullo primero a tu padre y después a todos nosotros que te hemos visto crecer junto a tu hija durante tantos años, Enhorabuena – apuntó el Dr. Cubiles.
-         ¿El Dr. Taylor no podría ser un buen gerente en caso que no le interese a nuestro amigo y compañero Andrés Cubiles? – preguntó el neurocirujano

El Sr. Chesterplace volvió a tomar la palabra
-         En la reunión de ayer por la tarde con los miembros del Consejo de Administración hemos barajado tres posibles sustitutos del Dr. Starker y eran el actual Administrador Mr. Klein, el Jefe de Radiología Dr. Connaly y el Dr. Cubiles, sin decidirnos por ninguno de los tres hasta no oír sus razonamientos y en ese punto estamos.
-         ¿Podría ser una solución – pregunta el Dr. Cubiles – que Mr. Klein se hiciera cargo de la Dirección por un período de cinco o seis meses, valorarlo posteriormente y siempre estaríamos en la recámara el Dr. Connaly o yo mismo?
-         Esa posibilidad también la contemplamos pero para la mayoría de los Consejeros sería deseable que el Director fuera Médico. Tengan en cuenta que estamos hablando de la dirección de un hospital.
-         Posiblemente tienen razón – el Dr, Cubiles se sirvió más café – pero la solución que yo planteo es temporal y durante ese período intermedio el Dr. Connaly y yo podíamos ayudar. Por otra parte, ustedes tienen que entender que, al menos en mi caso, llevo no se cuantos años ayudando al Dr. Taylor y en conciencia no podría decirle que a partir de la semana que se busque un ayudante, por eso es por lo que digo que cinco o seis meses me parece un tiempo razonable.
-         Si les parece bien – el Sr. Chesterplace se levantó con la intención de dar fin a la reunión – hablaré con los miembros del Consejo a los que antes me refería y ya les anticipo que a mí me parece que es una solución razonable y satisfactoria para todos y lo mejor es que nos reunamos en tres meses y volvemos a valorar ¿de acuerdo?
-         Muy bien – los reunidos se levantaron y el Dr. Cubiles antes de despedirse solicitó permiso para volver a Madrid a recoger sus efectos personales y despedirse de los suyos.

         


  Un jueves por la mañana el Dr. Cubiles salió hacia La Coruña saliendo relativamente pronto con la idea de llegar a la capital gallega, más o menos, para cuando Cristina saliera de la Residencia. En las maletas de la moto introdujo lo necesario para pasar un fin de semana largo y como había hecho en múltiples ocasiones enfiló la carretera de La Coruña acompañado de bastantes coches que salían de la capital para ir a sus trabajos. Mantenía una velocidad constante y en cinco horas y media estaba en las inmediaciones de su punto de destino después de  tres paradas para repostar y estirar las piernas. También aprovechó para tomar algo y en pocos minutos continuaba su camino con la ilusión de llegar cuanto antes.

A las tres y diez de la tarde estaba en el hall de la Residencia Juan Canalejo y a los pocos minutos con una sonrisa que le iluminaba toda la cara apareció Cristina con el casco en la mano y dispuesta a pasar un fín de semana que había planificado cuidadosamente durante varios días y pretendía continuar con el secreto hasta el final. Se saludaron con un beso moderado y en sus respectivas motos se acercaron hasta un parking en la Plaza de Pontevedra, en el centro de la ciudad y dando un  paseo, esta vez andando, llegaron hasta un pequeño restaurante próximo donde les salió a recibir el chef que era conocido de ambos. Se sentaron en una mesa discreta y esperaron a que su amigo les sorprendiera con un menú degustación.

-          Bueno Cristina ya estoy aquí como te había prometido ¿me vas a explicar ya donde vamos a ir?
-         No pienso – contestó la Médico con una sonrisa - lo he planificado todo y espero que te guste.
-         Pero ¿vamos muy lejos?
-         Para dos moteros como tú y yo, seguro que no.
-         O sea que no es en La Coruña
-         No – ella continuaba con una sonrisa intrigante – pero si quieres antes damos una vuelta por la ciudad para que la conozcas un poco más.
-         Como quieras – Andrés degustó un Alvariño que estaba francamente bueno.
-         El plan es el siguiente – Cristina sacó un bolígrafo de su bolso – después de comer vamos a tomar un café a la ciudad vieja, previo paseo en moto por el paseo marítimo de la ciudad y sobre las seis de la tarde vamos a Mondoñedo y allí cenaremos y luego a dormir
-         O a lo que sea – interrumpió Andrés
-         Bien, quiero decir que iremos a un buen hotel. Al día siguiente por la mañana continuaremos nuestra excursión hasta un punto que te va a impresionar y luego ya veremos, pero tenemos la ventaja que se anuncia un sol maravilloso para mañana y las temperaturas pueden llegar a alcanzar casi los treinta grados que es una auténtica barbaridad para el mes en el que estamos.

La conversación fue interrumpida por el chef

-         Hola: ¿Me dejáis escogeros el menú? – sin esperar contestación siguió hablando - vamos a empezar con unas zamburiñas al más puro estilo de la zona, sin nada de nada, del mar al plato – dicho lo cual depositó en la mesa una bandeja con doce zamburiñas que desaparecieron como por encanto en la boca de sus comensales – así me gusta, que casi no me deis tiempo a pensar - sirvió un poco más de Alvariño en ambas copas y alcanzando otra de la mesa de al lado se sirvió otra a si mismo brindó por todos los heteros, homos y demás del mundo entero  y se sentó – ahora vamos a continuar con unas ostras con una salsa de crema de langosta que espero que os gusten. ¿Cómo andáis de hambre?

Cristina contestó por los dos

-         Curry, los dos somos de muy buen diente y encima Andrés acaba de llegar de Madrid en moto o sea que imagínate.
-         ¡Que suerte Madrid! Yo estuve dos años en el Hotel Miguel Angel y aprendí un montón y luego las noches por Chueca – Curry, el cocinero mas guay de La Coruña, como se definía él a si mismo, puso los ojos en blanco – que maravilla, pero bueno volvamos a lo nuestro que si no me pongo muy melancólico – bebió Alvariño – hoy tenemos una brocheta de salmonete con ajo confitado, buñuelos de Orense todo incluido en una bolsa de pan de trigo que os aconsejo y para terminar nariz de cabra montesa del país con surtido de aromas entre los que destacan el del mar, margaritas de Sobrado de los Monjes terminando con un fuerte olor final a jazmín ¿Qué tal?
-         ¿Y de postre? – preguntó Andrés
-         De postre flan de huevo que decía mi Abuela en su casa de comidas de la calle de la Estrella,  ja,ja,ja, en eso ¿ves? hemos cambiado poco porque yo también os voy a ofrecer flan de huevo, pero en esta caso de huevo de tortuga de la islas crowy en Filipinas con un nido de helado de palmeras de Rabat que vais a flipar ¿vale?
-         Muy bien – contestaron a la vez Andrés y Cristina.

El chef se levantó y dos mesas mas allá hizo la misma operación provocando las sonrisas de los dos Médicos.
-          ¿Por donde íbamos?
-         Yo me he perdido – Andrés entrechocó su copa mirando a su novia con ojos de enamorado total – no se donde íbamos pero el caso es ir contigo, lo demás me da igual.
-         Conmigo si, pero cada uno en su moto
-         Claro, claro.
-         Te lo decía porque lo mismo querías que fuera de paquete y eso me aburre como a una ostra
-         Sería una novedad  que vinieras de paquete conmigo porque llevamos cinco o seis saliendo y nunca te he propuesto tal cosa.
-         Es verdad y menos mal porque los moteros somos gente rara y lo que nos gusta es sentir el viento como choca con el casco, tumbarnos en las curvas sin tener que pensar que el o la que vaya de paquete se puede mover e irnos los dos al suelo. Por cierto ¿qué tal el viaje?
-         Mucho mejor que el de hace dos semanas.
-         Hombre solo faltaba porque entonces viniste en avión.
-         Es natural – Andrés bebió un poco más de vino – porque venir en moto desde Inglaterra es un poco locura.
-         ¿Qué tal en Londres?
-         Bien, aunque tengo que reconocer que estoy más solo que la una que diría un castizo
-         Alguna novia tendrás por ahí.
-         ¡Que va! aunque quisiera y que conste que no quiero, tengo muy poco tiempo libre.
-         ¿Tanto trabajas?
-         Bueno no me quejo, pero de eso ya hablaremos más tarde.

Terminaron de comer y sin prisas llegaron a Mondoñedo donde pasaron la noche y al día siguiente iniciaron una excursión que recordarían toda la vida al Faro de Estaca de Bares.  Llegaron a la playa del Puerto del Barquero con tiempo suficiente para darse un baño en agua helada, pero de un verde transparente que excepto por la temperatura parecía que estaban en cualquiera del Caribe. Comieron en un restaurante a muy pocos metros de la blanca arena de la playa dieron una vuelta por el Faro haciéndose múltiples fotografías y pasaron dos días increíbles en un hotel rural llamado el telégrafo o el semáforo situado todavía más arriba que el propio faro aprovechando los viejos muros de una antigua estación radio que en su día era una especie de controladora de todos los barcos que pasaban del Atlántico al Cantábrico o viceversa.
El hotel que debe tener cuatro o cinco habitaciones dispone como atractivo principal, aparte del lugar en el que está situado, de una habitación suite circular con un inmenso ventanal que en los días de temporal parecería que iba a salir volando. Mires para donde mires todo es bonito, la entrada de la ría del Barquero, las rocas que rodean el faro donde las olas dejaban su malhumor chocando con bravura y levantando una espuma que alcanzaba los tres metros de altura y llenando absolutamente todo  como si estuviéramos dentro de una gota de agua en una tormenta, la inmensidad del mar. Disfrutando de esas vistas te das cuenta que en la escala de valores de la naturaleza nosotros no somos prácticamente nada. Es un lugar para ir enamorado porque sin darte cuenta parece que aumenta el amor hacia tu pareja. Las muchas horas apreciando el silencio que, a veces, es hasta sobrecogedor, te hace pensar hacia dentro. Es como un Camino de Santiago en plan relax y sin necesidad de dar ni un solo paso y como final de fiesta de aquel espectacular fin de semana  la vuelta hasta La Coruña pasando por Cariño un pueblo marinero cerca de Ortigueira y por unas carreteras increíbles sin nada de tráfico hasta  llegar a San Andrés de Teixido, un lugar de peregrinación de muchos gallegos porque dice la leyenda que “va de muerto el que no fue de vivo” y su ánima irá en forma de algún tipo de animal de los que se arrastran por el suelo, babosa, culebra, caracol etc. La sensación según vas bajando por una pequeña cuesta desde la que ya se empieza a ver la torre de la capilla de San Andrés es que estás entrando en la Galicia profunda, en aquella de hace dos o tres siglos donde las meigas rondaban continuamente por las cercanías del cementerio y en las noches de calma, que eran las menos, si se prestaba atención se podían oír hasta los lamentos de los fallecidos que llamaban a sus familiares para que fueran a rescatarlos. Se trata de una aldea, de no más de diez o quince casas, situada en la ladera de una montaña con una Iglesia del siglo XII con un retablo precioso en el que aparecen  Jesús y sus doce apóstoles. Todo el conjunto incluida la Iglesia tiene las paredes pintadas de un color gris con ligeros toques en blanco que contribuyen a crear una imagen de un lugar mágico donde se acaba lo humano y comienza lo divino. Algunas tiendas para turistas venden todo tipo de objetos de San Andrés, desde velas, pasando por camisetas, herba de enamorar, bastones, los famosos santiños, orujos de diferentes formas con café, de hierbas, crema tostada, hasta piernas, cabezas o brazos en cera para ofrecérselos a San Andrés.
Entre las muchas historias que cuentan los lugareños hay una que llamó poderosamente la atención de Andrés y Cristina y que les contó un hombre mayor, con su boina calada hasta las cejas, una colilla en la comisura de su boca que no se la retiraba ni para hablar y una manera de contar que la historia se hacía todavía más atractiva. Cuentan que hace muchos años llegaban hasta San Andrés peregrinos de las aldeas más remotas de Galicia- Lo hacían en autobús y viajaban el familiar y el ánima del muerto con lo cual se sacaban dos billetes y naturalmente ocupaban dos asientos. En una de las múltiples paradas que los autobuses tenían que hacer por aquellas carreteras estrechas y en muchos casos muy mal asfaltadas y peor conservadas, uno de los viajeros al volver se confundió de asiento y fue a dar con sus nalgas sobre el ánima lo que originó una tremenda discusión con su familiar y  posterior pelea con el resultado de varios muertos y numerosos heridos por arma blanca.
El atrio de la Iglesia era amplio con tres escalones y según les contó su eventual informador mientras tomaban un vino de la zona, muchos peregrinos hacían ese pequeño recorrido de rodillas llevando en sus manos velas u objetos para ofrecérselos al Santo y que obrara el milagro que deseaban. Algunos incluso llevaban ataúdes que portaban en sus cabezas y que posteriormente se colgaban en el techo de la ermita.
Andrés y Cristina depositaron unas monedas en la urna de San Andrés y se sentaron en un banco de madera dando al mar, con el sol de la tarde bajando lentamente en busca de su jubilación por una noche y solo les faltaba el sonido de una gaita para disfrutar de la felicidad plena. Hablaron durante mucho tiempo ante la presencia del mar testigo de sus cuitas y teniendo como horizonte una hilera de barcos mercantes que avanzaban despacio hacia sus respectivos destinos.

-          Entonces, Andrés, si yo no he entendido mal solo tenemos tres opciones – Cristina le miraba esperando una respuesta definitiva – que tú te vengas a La Coruña, opción descartada porque tendrías que empezar de nuevo, eres muy mayor para eso y todo lo que me has contado ¿no?
-         Exactamente – respondió Andrés – esa es la peor de todas las opciones.
-         Bien, bien, entonces solo nos quedan dos – Cristina hablaba despacio para que su razonamiento no se viera alterado por nada – que tú te vengas a vivir a Madrid y yo irme para allá
-         O quedarte en La Coruña y yo irte a ver todos los fines de semana.
-         O sea que seguiríamos igual y encima para siempre.
-         Si - Andrés se quedó mirando al acantilado que estaba delante – esta tampoco me parece muy buena solución.
-         Total que la única que nos queda es que deje todo y sea yo la que me vaya a Londres,
-         Esa es la mejor
-         ¿No te parece una un poco machista?
-         En absoluto -  Andrés le pasó un brazo por encima de los hombros y atrajo a Cristina – porque creo que no es muy difícil que pueda conseguirte alguna cosa en Londres y así sería lo mejor para vivir juntos.
-         Ya – Cristina miraba a los ojos de Andrés para saber lo que estaba pensando – dejo mi trabajo con una plaza fija en la Seguridad Social, dejo a mis padres en La Coruña y me voy a la aventura.
-         Bueno, pero yo tengo casa en Londres, gano dinero y ni siquiera haría falta que trabajaras aunque entiendo que quieras seguir ejerciendo tu carrera, pero estoy seguro que en poco tiempo encontraríamos un trabajo para ti.
-          También puedo pedir una excedencia por una año y si las cosas no me van bien volverme.
-         Es otra posibilidad, por supuesto, pero estoy seguro que si vivimos juntos ninguno de los dos querremos separarnos y menos se encuentras un trabajo.
-         Eso es lo malo – confirmó Cristina
Andrés la atrajo hacia si y la besó en los labios
-         Tampoco es una decisión que tengas que tomar ahora mismo
-         Si – Cristina se levantó, se ajustó el mono de motera y dijo con decisión – tiene que ser ahora mismo y posiblemente sea una locura pero ¿sabes lo que te digo? – se abrazó con todas sus fuerzas a Andrés – que será una locura pero me voy contigo a Londres.
-         ¿Ahora?
-         Ahora mismo.

Subieron andando hasta las motos, condujeron por diferentes carreteras secundarias y al final llegaron a la autopista del Atlántico donde un sol que comenzaba su despedida hasta el día siguiente trataba de iluminar el paisaje como queriendo hacerse partícipe de tan trascendental decisión y poco a poco las líneas de la carretera marcaban un camino que continuaba hasta un infinito que pasando por Oviedo, San Sebastián, Burdeos y  el paso de Calais los dejaría en la capital del Reino Unido. ubli





PUNTO Y FINAL.-

 A todos los que habéis tenido la santa paciencia de leer entera esta novela quiero daros las gracias, de verdad, de corazón, porque habéis conseguido que sea capaz de escribir una novela digamos que por entregas. También pediros perdón por los muchos fallos que aparecen en sus páginas, pero uno es así y tengo la mala costumbre de no releer lo que escribo, entre otras cosas porque hasta ahora escribía solo para mí y algún despistado se metía en mi página Web, pero a partir de ahora habrá que mejorar porque ya no es así.
Total que entre todos habéis sabido subir mi ego hasta límites que nunca se me habían pasado por la cabeza y por eso, otra vez y aunque sea un pesado, muchas gracias a todos.
Por último y si no es mucho pedir me gustaría que todos aquellos que habéis leído “así fue y así pasó” me mandarais un WhatsApp, un mensaje o algo para que yo pueda saber vuestra opinión sobre lo que he escrito. Olvidaros de la amistad y de cosas por el estilo y decirme sinceramente lo que pensáis. Solo os pido cinco minutos e incluso menos, pero vuestros comentarios me interesan
En el futuro se sabrá si el Dr. Cubiles tiene o no nuevos episodios. De momento, nada más. Un abrazo muy fuerte para todos   




Faustino Belascoaín Bastarreche.