sábado, 22 de junio de 2013

EN LO MEJOR DE LO PEOR: CAPITULO 22

 Queridos blogueros/as: Quedan dos capítulos para el final y la cosa parece que se va animando. Empiezan a decirse sus verdades y me da la impresión que todavía no se vislumbra el final, pero os aviso que ha quedado bastante sorprendente, por lo menos para mi.
Bueno, esta vez escribo poco en la presentación del capítulo, pero entre vinos y vinos se me ha hecho tardísimo, o sea que hasta la próxima
Un abrazo
Tino Belas


CAPITULO 22.-

Entré en casa y traté de no asustar a Ana con el consabido “ya estoy en aquí” obteniendo la callada por respuesta. En un principio me pareció extraño porque nunca llegaba tan tarde a casa, pero pensé que estaría en casa de cualquier amiga por lo que saqué una cerveza de la nevera y me senté en el porche a esperarla. No se el tiempo que pasaría, posiblemente me quedé dormido, pero me despertaron sus gritos desde la puerta, como si quisiera ahuyentar a los malos espíritus

-        ¿Por qué chillas tanto? – pregunté al despertarme bruscamente
-        No sabía que estabas en casa
-        Entonces un motivo mas para no chillar
-        ¡Que pasa! ¿vienes de malhumor?
-        No, lo que ocurre es que estaba profundamente dormido.
-        ¿Habéis andado mucho?
-     No ha estado mal. En total, veintidós kilómetros
-        Eso es muchísimo ¿no?
-        Bueno, según –  no llevaba casi nada de senderista y ya hablaba como un experto – ten en cuenta que el camino era todo llano y menos mal porque si algún día hago veintitantos kilómetros con cuestas seguro que me tiene que ir a buscar una ambulancia
-        Me imagino que todo eso será progresivo
-        Naturalmente, si no, menudo negocio
-        Pero tu no deberías tener problemas porque andas mucho
-        Eso es lo que tú te crees, que me miras con buenos ojos, pero aparte de ser el mas viejo del grupo posiblemente sea el que está menos en forma
-        ¿De verdad?
-        Pues claro, piensa que son gente que llevan años haciendo senderismo y tiene mucha práctica.
-        No pasa nada porque afortunadamente ahora tienes mucho tiempo y puedes caminar todos los días si te apetece
-        Eso será lo que tendré que hacer aunque no se si me apetece tanto como dices porque también me gustaría estar contigo
-        Por mi no te preocupes.
-        ¡Como no me voy a preocupar! Está claro que a mi me gusta caminar, de eso no hay duda, pero también hay otras cosas que me gustan y tengo que buscar la fórmula de compaginarlas, me parece difícil, pero lo tenemos que intentar.
-        Yo no lo veo tan complicado, tú andas unas horas y después tenemos todo el día para estar juntos
-        Si, pero tu te quieres apuntar a clase de Informática
-        ¡Y que más da! Si tu andas por la mañana yo me apunto por la mañana y así los dos estamos ocupados en algo
-        Esa me parece muy buena idea

Pero como pasa casi siempre el hombre propone y Dios dispone. Naturalmente la clase de informática era por la tarde y así poco a poco y casi sin darnos cuenta nos fuimos distanciando uno del otro. Lo llevábamos bien, eso si, pero la relación de pareja se iba deteriorando. Fue una cosa extraña porque se fue produciendo casi sin darnos cuenta y eso que estábamos pendientes porque los dos éramos conscientes que con mi senderismo por las mañanas y su informática por las tardes algo de nuestras habituales costumbres tenía que cambiar, pero fue una evolución como muy lenta. Ana empezó con el ordenador y no se si serían sus novelas o lo que fuera, el caso es que nunca tenía tiempo para charlar. También es verdad que yo llegaba todos los días bastante tarde, primero el dominó y luego una vuelta larga por los alrededores del pueblo con lo que la mayoría de los días me daban las ocho o las ocho y media cuando entraba por la puerta, pero también es verdad que mas de un día tuve la sensación de estorbar, que ya es el colmo que eso te pase en tu casa, pero era así. Ana me daba las buenas tardes con desgana y siempre me daba la impresión que estaba en lo mejor de cada novela como para que no pudiera hacerme caso. Eso si, si le decía que tenía interés en conocer lo que había escrito, entonces cambiaba como si hubiera ocurrido algo extraordinario y se mostraba la mar de interesada, pero la mayoría de los días se podía decir que no levantaba la vista del dichoso ordenador. Me parecía mentira que un cacharro de evidente utilidad me resultara tan incómodo. Se había vuelto mi rival, tenía la impresión como si me pusiera los cuernos, eso si, con una máquina, pero la misma sensación. Todo lo que habíamos luchado para estar tranquilos, sin el bullicio de la ciudad, con todo el día por delante para charlar y charlar, sin otra cosa que hacer, se había esfumado con cuatro clases y unos mínimos conocimientos de informática. Naturalmente, como siempre, la culpable era ella o por lo menos la manía esa de escribir y escribir a todas horas y nunca se me pasó por la cabeza que mis ausencias por culpa del entrenamiento para estar en forma los fines de semana fueran también una parte de los males que me aquejaban, pero eso no era ninguna novedad porque en toda mi vida de casado nunca había sido yo el causante de nada, bastante tenía con trabajar de sol a sol, pero ahora la situación había cambiado notablemente y yo no era consciente hasta el día en que Ana se sublevó, cosa que no había hecho hasta entonces y me cantó las cuarenta. No me acuerdo pero llevaría un par de años con el senderismo, ya era un experto andarín, tenía los músculos muy bien preparados para mi edad, tendría casi setenta años y al llegar Ana estaba, como casi siempre, sentada en la mesa del ordenador y el lío fue mas o menos como sigue

-        Hola – era casi las nueve de la noche de aquel Domingo de Febrero y por culpa del frío los desayunos se prolongaban en el tiempo y no empezábamos a caminar por lo menos hasta las doce o la una y naturalmente llegábamos siempre tarde a nuestros respectivos domicilios y yo mas porque  por culpa de un par de nuevos, el autobús variaba su rumbo y me dejaban el último.
-        Hola – Ana no separó la vista del ordenador – que tarde vienes hoy ¿no?
-        Ya sabes, empezamos tarde y lógicamente también acabamos tarde
-        Ya. ¿Has cenado? - Preguntó sin levantar las manos del de teclado y la vista de la pantalla.
-        ¿Cómo voy a cenar si acabo llegar? – me molestaba que me hablara sin dignarse mirarme a la cara
-        No sé, lo mismo te habías quedado por ahí a tomar algo
-        Pues no – contesté de mala manera – vengo directamente del autobús y no se porqué pero esperaba que tuvieras algo preparado
-        No me ha dado tiempo
-        Claro todo el día sentada delante del puñetero ordenador
-        Eh, eh, que yo estoy haciendo algo útil, pero tú vienes de pasarte el día por el monte como si fueras una cabra
-        ¿A estar sentada todo el día delante de ese cacharro le llamas tú hacer algo útil? Ana, por favor, no me tomes el pelo que solo me faltaba eso para terminar el día.
-        Siéntate y ponte lo mas cómodo que puedas porque te voy a decir un par de cosas ¿te parece?
-        ¿Se puede saber que te pasa?
-        ¡Que que me pasa! – Ana apagó el ordenador, se pasó la mano derecha por el pelo y se plantó enfrente de mi reflejando en su cara lo mal que lo estaba pasando – que estoy harta Juan, harta ¿tú sabes lo que es eso? harta de que todas las mañanas, y me importa un bledo si es sábado o cualquier otro día de la semana, te levantes, desayunes y te vayas por ahí y solo apareces para comer o cenar y mientras la que se queda sola soy yo y encima si me busco una diversión, encima te parece mal ¡Es el colmo!
-        No es eso, Ana, no es eso y tú lo sabes
-        ¡Como que no es eso! entonces que es ¿me lo puedes decir?
-        Claro que te lo puedo decir y espero que lo entiendas. Una cosa es escribir algo en un ordenador y otra es pasarte el día entero dándole a las teclas y no levantas la vista ni cuando entro en casa.
-        ¡Y que quieres que haga! Que me quede todo el día sentada en la puerta de casa para que cuando venga el señor me encuentre siempre dispuesta ¿es eso lo que quieres? Pues lo siento mucho porque te vas a tener que buscar a otra porque ya lo he hecho durante toda mi vida y da la casualidad que me he cansado
-        Pues eso es lo que a mi me extraña – contesté sabiéndome dominador de la situación – todavía lo vería lógico a los pocos años de casarnos, pero después de cincuenta años ¡a que viene este numerito!
-        Pues viene porque estoy harta, si, si – Ana me miraba con una expresión que no la entendía muy bien, parecía como muy enfadada pero por otra parte también podría ser como desilusionada – harta y ahora que me relaciono con mas gente, eso si a mis setenta años, me doy cuenta que he perdido mucho tiempo y si me descuido un poco me muero y no me ha dado tiempo a decírtelo. Ahora, si no me mires con esa cara, ahora es cuando estoy conociendo a través de este chisme como sueles decir – puso la mano encima del ordenador – a unas personas de todas las edades que tienen ilusión por vivir, que piensan que la vida hay que vivirla porque cuando te quieres dar cuenta ya se ha pasado y ¡que quieres! Posiblemente es muy tarde para cambiar, pero a mi me ha pasado desde que descubrí el Internet.
-        No digas cosas raras – estaba bastante cansado y encima sin nada que cenar – parece como si toda tu vida hubiera sido una tragedia.
-        Ahora el que dice tonterías eres tu – Ana se levantó y se paseó lentamente por el cuarto de estar- por supuesto que mi vida no ha sido una tragedia y tu lo sabes, pero estarás de acuerdo conmigo en que hemos estado muy poco tiempo juntos. Llevamos cincuenta años casados y es curioso, pero ahora me doy cuenta que te conozco muy poco
-        ¿Como? – no entendía absolutamente nada 
-        Pues es así, Juan. Hemos vivido juntos, hemos tenido hijos a los que reconocerás que los he educado yo sola porque tú siempre estabas trabajando
-        Pero gracias a mi trabajo, no vivías nada mal.
-        Claro que no, solo faltaba que encima viviera mal, no es eso Juan, no es eso – Ana se frotaba las manos nerviosa – pero es ahora cuando me doy cuenta que durante todos estos años nuestra relación ha sido, como te diría yo, como muy superficial. Tu siempre llegabas tardísimo a casa y si te contaba algún problema de los niños o de lo que fuera te ponías como una fiera ¿te acuerdas?
-        La verdad es que no – lentamente me levanté y me acerqué a la ventana donde ella trataba de disimular las lágrimas que caían por sus mejillas. Le pasé un brazo por los hombros y al verla en ese estado de nervios sentí una sensación como de culpabilidad y aun reconociéndolo no estaba  dispuesto a dar mi brazo a torcer y eso que para mi esta conversación me resultaba como si ya la hubiéramos tenido hace unos años, no se porqué pero era de esos momentos que no sabía precisar, pero los había vivido previamente ¿lo habría soñado? – pero tú sabes igual que yo, porque eso si que lo hemos hablado cientos de veces, que muchas veces tengo una sensación como de haber perdido el tiempo, pero bueno, la vida fue como fue y ya está.
-        Si, pero no – Ana apoyó su cabeza sobre mi hombro – porque yo me vine a este pueblo con la idea de recuperar el tiempo perdido y tú lo sabes porque en eso habíamos quedado, pero una cosa es lo que dices y otra lo que haces. Estoy de acuerdo contigo en que empezamos bien, pero poco a poco nos hemos ido separando y ahora estamos, o por lo menos estoy yo, en una situación que me parece como si fuera un mueble mas de esta casa y si no mira, por ejemplo, como ha sido el día de hoy. Te has levantado ¿que hora sería? ¿las ocho?
-        Las ocho y cuarto – contesté
-        Las ocho y cuarto, bien. No siquiera te has dignado darme un beso
-        ¡Pero si estabas dormida como un tronco! Encima que no te quise despertar, me llevo una bronca ¡lo que me faltaba por oír!
-        El caso es que no me desperté y cuando me levanté te habías ido, serían mas o menos las nueve
-        Que conste que desayuné en casa
-        Bien, bien, pero yo cuando me levanté estaba sola, supongo que te irías a andar con esa pandilla de desocupados  y ahora que son casi las nueve de la noche entras por la puerta ¿tu te crees que eso es normal?
-        ¿No me digas que a tus años te has vuelto celosa y no confías en mí? – la pregunta la hice con el ánimo de quitar un poco de tensión
-        Solo me faltaba que te fueras con alguna – Ana me miró con los ojos llenos de lágrimas – el tema no va por ahí y tu lo sabes porque no hace tantos años, cuando nos vinimos a vivir aquí, empezamos ¿te acuerdas? empezamos muy bien, un poco como queríamos los dos, pero ahora todo es diferente y no me digas que la culpa la tengo yo porque no es verdad.




sábado, 15 de junio de 2013

EN LO MEJOR DE LO PEOR: CAPITULO 21


 Queridos blogueros/as: Este capítulo va de curas, o mejor dicho de cura porque solo es uno, pero no queda mal. En el fondo, como casi siempre, es un poco como a mi me gustaría que fueran los que se dedican a esa bendita profesión, nunca mejor dicho lo de bendita, porque de vez en cuando te encuentras a cada uno que sería mejor que se dedicaran a otra cosa, pero, en fin, tiene que haber de todo en la viña del Señor.
Como os decía el otro día, poco a poco, nos vamos acercando al final, son 24 capítulos y vamos por el 21 y ya va siendo horas que comencemos con el juego de las adivinanzas aunque reconozco que, en este caso, juego con todos los ases en mi mano, porque vosotros no, pero yo ya he leído el final y por lo tanto se como termina, pero ¿acabará nuestro Juan con alguna senderista? ¿Ana terminará con Bill Gates por aquello de la informática? y ¿no podría ser que el cura convenza a Juan para que entre en un convento? y ¿porqué no Ana a través de Internet conoce a un propio y le devuelve la jugada a Juan por aquello de la israelita cuando era joven? Bueno, pues ir pensando en otros finales porque no es ninguno de éstos.
Hasta pronto
Un abrazo
Tino Belas



CAPITULO 21.-

El cura intervino diciendo verdades como puños. En su Iglesia era un párroco muy joven, no llevaba más de un año y ya había conseguido que todos los vecinos se apuntaran a la Misa de doce. Sus homilías eran famosas porque se metía con todo el mundo y no dejaba títere con cabeza, pero eso si, siempre con mucho sentido del humor y sin desautorizar a nadie, pero, como dirían los jóvenes, se mojaba en todos los temas y a continuación razonaba

-         Eso os pasa a todos los casados en cuanto os llega la primera paga de jubilación y no se porqué será
-        Si quiere yo se lo explico –Tomás se sentó en un banco a la derecha del camino que les conducía a la pequeña Iglesia que llevaba su nombre. Parecía que estaba ahí al lado, pero llevaban mas de una hora caminando y nunca llegaban – mientras que eres joven, no paras en casa, no por nada, si no porque los trabajos están montados de aquella manera y estás todo el día de la ceca a la Meca, por lo menos eso era lo que me pasaba a mi y una vez que te jubilas tienes ganas de estar mucho mas cerca de todos tus seres queridos y parece como si quisieras recuperar el tiempo perdido ¿ese es tu caso?
-         Bueno, al principio si- no sabía muy bien lo que quería decir – pero yo ya llevo varios años en el pueblo y creo que ya pasé esa fase
-        Ya, o sea que estás en la fase en que ella se organiza por libre
-        ¡Que remedio! Si yo me voy algo tendrá que hacer
-        ¿Y eso es lo que te hace sentirte como culpable?
-        Un poco si, para que me voy a engañar
-        No te preocupes. Si fuera al revés sería diferente, pero siendo así – Javier tomó un buen trago de agua que sacó de un lateral de la mochila – no hay problemas. En dos fines de semana, ya se habrá buscado una buena partida de cartas, aprenderá algo de ordenador, dará clases de cocina y si se tercia hasta de sevillanas y en cuanto te quieras dar cuenta lo que no tiene es tiempo para dedicártelo a ti
-        Ojalá sea como lo cuentas, eso me quitaría buena parte de esa especie de remordimiento de conciencia que parece que no, pero pesa un poco
-        Bueno, bueno – el cura no dejaba pasar ni una sola oportunidad para, como él decía, hacer su trabajo – lo que tienes que hacer es tratarla bien siempre que estés con ella y con eso es suficiente
-        Eso por supuesto – contesté con mi verdad
-        Pues ya está. Eso es lo que hay que hacer y aunque te parezca una exageración, si eso lo haces a todas horas te puedes considerar un santo.
-        No diga burradas, señor cura que le va a castigar su Jefe – Contesté soltando una carcajada que retumbó por todas las montañas próximas
-        No es ninguna burrada aunque no te lo creas, mira – el cura se pasó un dedo por el alzacuellos – es cierto que hay santos que son ejemplo para todos. Eso serían, como te diría yo, como los Santos con mayúscula,  de primera división, pero luego hay el resto, que por cierto son muchos mas, que han sido y serán santos, no porque sean unos tíos extraordinarios ni porque hagan cosas que no hace nadie, no, si no porque hacen bien las cosas normales, las de todos los días y ya si quieres también se las ofrecen a Dios, pero aunque no se las ofrezcan, son gente normal como tu y como yo que andan por la calle, que hacen bien su trabajo, que ayudan en su casa a la educación de los hijos
-        Ese no es mi caso
-        ¡Como que no! – en la cara del cura se notaba que ya estaba metido en faena - ¡que te lo crees tu! tú estabas educando a tus hijos cuando te levantabas a las seis de la mañana para ir a la imprenta
-        A las siete
-        Me da igual, pues a las siete y claro que les estabas educando porque aunque tu no lo valores, les estabas demostrando que aunque seas el dueño de la empresa tienes que llegar el primero para enseñarles a los demás como hay que hacer el trabajo y a tus hijos que el que algo quiere algo le cuesta y sin querer, porque no es una cosa voluntaria, también les estabas inculcando que en la vida hay que trabajar para llevar adelante una familia y
-        Para el carro Javier – Tomás ya se sabía de memoria los razonamientos del joven cura – ahora toca hablar de la excursión de hoy porque si no, coges carrerilla y enseguida te pasas al tema de la relación con los hijos y acabamos discutiendo como siempre.
-        Ten amigos para esto ¿te das cuenta?- el cura disfrutaba de lo lindo - Yo estaba ya casi como San Pablo cuando se dedicaba a convertir a los infieles y viene éste elemento y me fastidia mi conquista.
-        Bueno pero en mi caso – prefería advertirle – lo tiene fácil porque voy a Misa los Domingos y trato, en la medida de mis posibilidades, de ser buena gente
-        Eso es lo mas importante – el cura todavía no deseaba soltar su presa – que no me oigan mis superiores, pero el ir o no ir a Misa los Domingos, eso es lo de menos, incluso hay gente a la que yo le aconsejaría que no fuera porque no les vale para nada.
-        Este cura es un peligro – le dije a Tomás
-        Nada, nada, mucho bla bla bla y luego nada. Presume de progre y luego es más clásico que un pasodoble de Manolo Escobar.
-        ¡Tu si que eres progre!

Entre risas, charla y paseo habíamos llegado a la Iglesia de Santo Tomás y fue Nico, el guía el que se acercó hasta nosotros y le pidió a Javier que nos explicara un poco la historia de aquella capilla que constituía una especie de etapa volante en nuestro recorrido del día.

La Iglesia de Santo Tomás, según nos contó, era una ermita del siglo XII, de marcado estilo románico de la que solo quedaba lo que es la Iglesia, en sentido estricto, porque por aquella época, era lo que ahora se llamaría un complejo residencial con sus habitaciones para los monjes que vivían allí y otra parte dedicada a escuela. En su momento fue muy famosa en toda España y los alumnos procedían de todas las provincias. Allí se enseñaba Ética, Farmacia, había tenido una de las mayores colecciones de plantas medicinales de toda Europa, algo similar a lo que ahora sería una Ingeniería de Montes y Veterinaria. De ésta última se decía que tenía tanta fama que todos los Reyes y nobles de Castilla traían sus animales para ser tratados en este convento, por lo que debemos suponer que tendría unas grandes instalaciones de las que desgraciadamente, como podéis comprobar, no quedan ni los restos

-        Si os fijáis en la parte superior – Javier miró hacia el techo mientras el resto de senderistas le imitaban- se aprecian una serie de escudos y justo en el centro ¿lo veis? – el cura señalaba con el dedo – ese es el escudo de la familia Corbalián, que según estudios recientes eran los dueños, estoy hablando del siglo XII, de todas estas tierras y debían ser una familia muy piadosa porque éste escudo se repite en dieciséis Iglesias, todas de por aquí e incluso se dice que debajo de esa lápida que veis en el suelo están los restos de Don Aurelio de Corbalián y cuenta la tradición que cuando lo enterraron, la arena que recubría la caja se transformó en piedra y sin tocarla se formó, en menos de un minuto, esa placa que tenemos aquí delante
-        Menuda faena para los canteros de la época si esa forma de hacer las losas se pusiera de moda, no ganarían ni para mantener a sus familias – comentó Julián, otro de los socios fundadores del club.
-        Piensa que lo mismo fue una especie de milagro para que quedara para la posteridad que Don Aurelio de Corbalián era un Santo – matizó el cura
-        O también podría ser algún invento para que nadie profanara su tumba
-        Sabe Dios – Javier comenzó lentamente a caminar hacia la puerta – y quiero que os fijéis en esta imagen que tenemos aquí y que resulta muy curiosa. Si os fijáis – todos los excursionistas se fueron acercando – es un monje carmelita, dicen los del pueblo que se llamaba Fray Críspulo, que está predicando, eso se aprecia muy bien en la posición de su mano derecha y sin embargo y como suspendida en el aire veis una Biblia que debería estar sujeta por su mano izquierda, pero no tenía mano izquierda, la perdió en un accidente al entrar en el convento y con eso esta imagen quiere expresar que, cuando uno quiere, la Biblia se puede tener siempre presente, incluso cuando no tenemos mano para sujetarla.
-        ¡Que curioso! – Una chica joven que formaba parte del grupo comentaba – en no se que pueblo del Camino de Santiago, creo que era por la provincia de Burgos o por ahí, había una imagen parecida, pero en ese caso lo que tenía era su propia cabeza en la mano y también nos contaron que, según la tradición, a ese cura le cortaron la cabeza y a pesar de todo seguía predicando.
-        Los curas somos así – Javier se rió abiertamente dejando ver una dentadura perfecta – no nos callamos ni debajo del agua

El grupo salió de la Iglesia y ya en el atrio comentaban lo bien conservada que estaba y una señora, sentada en uno de los arcos, fue la encargada de recordarles que estaba así gracias a las aportaciones de los visitantes con lo cual, de una manera muy sibilina pero eficaz, les sacó unos cuantos euros a todos.
El que mas y el que menos, siguiendo las indicaciones de Nico, aprovechó esos minutos para reponer fuerzas sacando bocadillos, alguna lata, una ristra de chorizos que su dueño pregonó que eran de toda confianza y que fue cortando e introduciendo en un  pan recién comprado en la panadería del pueblo. Otro sacó una bota de vino y la ronda se prolongó por espacio de unos minutos. A continuación breve visita al bar del pueblo para evacuar primero y después reponer líquidos y otra vez a caminar. El vino había hecho su efecto en algunos y el que mas y el que menos, caminaba, que remedio, pero con cierta pereza, como si la llegada de la comida les hubiera supuesto perder un poco la ilusión del buen senderista  y las fuerzas, sobre todo las físicas hubieran desaparecido. Tuvo que ser nuevamente el monitor el que nos animara porque aquello parecía un funeral. Se puso delante de los que caminaban primero y nos volvió a explicar las razones por las cuales teníamos que avivar un poco el paso

-        Que conste que a mi me da lo mismo, porque yo mañana no trabajo, pero lo bueno que tiene apuntarse a un club como habéis hecho vosotros es que lo que tiene que primar sobre todas las cosas es la amistad y el buen rollo y si todo el mundo va pensando en sus problemas y en sus líos, casi nos vamos todos a nuestras respectivas casas y tan amigos

Todos los integrantes del grupo reaccionamos como si nos hubieran tocado la fibra sensible y desde aquel aviso otra vez volvieron a aparecer las bromas y las risas entre todos nosotros. Así caminamos casi dos horas mas y cuando me quise dar cuenta estaba en la puerta de mi casa con la gorra en una mano, el bastón en otra, las piernas cansadas y la cabeza como hacía mucho tiempo.



lunes, 10 de junio de 2013



 Queridos blogueros/as: Lo primero es pediros perdón por no haber mandado el capítulo correspondiente del viernes, pero uno ha estado en Cartagena y no estaba para escribir a nadie. Fuímos a la playa y poca playa. No es que hiciera frío, tampoco es eso, pero el viento no hacía nada agradable tomar el sol en plena playa y en vista de eso y en compañía de mi hermano, nos dedicamos, al "arrozico", las almendricas, las habitas tiernas y buen vino. Total, algún kilo de mas y alegría que es lo mas importante.
Tengo que volver a leer el final de esta novela porque no tengo ni idea cuantos capítulos quedan pero tengo la impresión que nos estamos acercando como motos al final porque Juan ya es senderista de verdad y Ana informática y "enllegando" a este punto creo que queda muy pero que muy poquito
En fin, hasta el viernes que viene
Un abrazo 
Tino Belas



CAPITULO 20.-

¡Que tiempos aquellos cuando conocí a los de senderismo! Parece que fue ayer, pero efectivamente han pasado nueve años y como me cambió la vida. Al principio estaba convencido que iba a ser un pasatiempos para los fines de semana, pero poco a poco como un gusanillo que se te mete en la barriga, te va atrapando y al final se ha convertido en un vicio, casi como una adicción a las drogas, que no lo puedes dejar y eso que soy consciente que dejé sola a Ana y posiblemente cuando mas me necesitaba, pero ya digo que para mi, eso de caminar y caminar fue como una droga.

Me acuerdo que el día que los conocí en el bar y luego los vi partir desde la ventana, para mi fue como una aparición. Llevaba años soñando con hacer el Camino de Santiago, pero nunca vi la posibilidad, porque el trabajo me llenaba todas las horas del día y entonces, cuando ya vivíamos en el pueblo, no me encontraba en condiciones como para ponerme a andar yo solo, tenía enormes ganas por un lado, pero me faltaba alguien que me empujara y ese grupo fue el que lo hizo y no saben lo agradecido que les estoy. Primero, como en el colegio, se empieza en párvulos de andar y luego se van aprobando cursos hasta llegar a un nivel que te permite andar unas ocho horas diarias y parece que no, pero eso cunde muchísimo y lo bueno fue que todo comenzó como con mucha normalidad. Los busqué en Internet y enseguida los encontré. Era una especie de organización que se encargaba de buscar gente para hacer senderismo y como llevaban ya cerca de diez años con esa actividad tenía grupos de todos los colores. Los más pequeños y los viejos tenían grupo propio, pero ya en la misma página de propaganda se decía que era lo que ellos proponían, pero no era exclusiva. Si un viejo andaba más de la cuenta, se podía apuntar a otro grupo, pero siempre que ese salto, en esa especie de escalafón virtual, no supusiera ser un estorbo para el grupo que lo acogía. Estaba claro que para esa organización había dos cosas muy importantes, por un lado que cada uno estuviera en el grupo que le correspondiera, no tanto por su edad, si no por su forma física y por otro que vivieras en un lugar donde fuera fácil recogerte.

Mandé un correo diciendo los años que tenía, sesenta y cuatro entonces, y mi domicilio,  a continuación y  casi sin solución de continuidad recibí otro g-mail en el que se me pedían una serie de datos para poderme hacer socio, cuenta bancaria donde pasar los recibos mensuales y una dirección, además de la del correo electrónico, para enviarme el carnet de socio una vez satisfecha la primera cuota y a partir de ese momento todas las semanas recibiría una posible ruta de acuerdo con mis deseos y las posibilidades que el autocar pasara por mi pueblo.

Recuerdo aquella primera época y todavía me rondan por la cabeza los argumentos que utilicé para convencer a Ana que era una cosa buena para mí y quería probarlo. Al principio, ella no lo entendía y yo no lo tenía nada claro. Me parecía como una traición hacía ella que encima se estaba recuperando de la fractura de cadera y posiblemente me necesitara para obligarla a esforzarse todavía más en la rehabilitación que hacíamos todas las mañanas. Sin embargo cuando se lo planteé, yo creo que ya se lo imaginaba, no puso ni una sola pega, es mas, me animó a probar y que por ella no me preocupase que se buscaría algún entretenimiento para no estar muchos días sola. Intenté convencerla para que se apuntara ella también, pero con el buen sentido común que siempre la había caracterizado me contestó que ella no podría ni en ese momento ni transcurridos unos meses. Sabía que algo se buscaría, porque Ana será lo que sea pero lo que no es tonta, eso seguro. Algo había oído de un curso de informática para mayores que organizaba el Ayuntamiento y no se porqué tenía el presentimiento que por ahí irían los tiros. Era muy amiga de la mujer del Veterinario y ella si que llevaba mucho tiempo hablando y elogiando las ventajas de la informática, aunque no tenía ni idea de que iba, pero le parecía que podía ser interesante y si ella se apuntaba, Juan tendría mas libertad para irse toda la mañana y parte de la tarde de todos los sábados y muchos Domingos. Ese hecho constatado y las ganas que yo tenía de hacer senderismo, o mejor dicho de cambiar de vida, fueron suficientes para que me hiciera socio y al sábado siguiente comencé a caminar con ellos.

Todavía me acuerdo que la noche anterior casi no dormí pensando que sin darme cuenta me estaba metiendo en un lío de mucho cuidado. Me había comprado, siguiendo las indicaciones de los monitores, una mochila ligera, unos pantalanes largos de esos que si quieres te quitas las perneras y se quedan cortos, una gorra y una botas “quechua” que todavía no las había estrenado, pero ya sabía que eran los justo que necesitaban mis delicados pies. Aproveché para comprarme en el mercadillo, una docena de calcetines blancos con la plantilla como mas gruesa sabiendo que eran un capricho porque con dos o tres pares eran suficientes, pero estaban muy baratos y uno no puede resistirse a las ofertas interesante, a pesar que Ana, como casi siempre tenía razón y trataba de convencerme con el razonamiento que para que quería yo una docena de calcetines, pero era tanta mi ilusión que estaba convencido que incluso serían pocos para todo lo que pensaba andar. Naturalmente que también me compré un cuelgamapas y unos bastones que les llamaban telescópicos porque se podían como plegar y me cabían perfectamente en uno de los laterales de la mochila nueva y hasta una crema para el sol, porque suponía que serían varias horas las que estaríamos caminando y había que protegerse.

Estuve varias semanas organizándome, preguntando constantemente a Ana si no le importaba que me fuera todos los sábados y viendo las diferentes ofertas en Internet, hasta que un día me decidí por una, pagué la cuota extra, además de la socio y asomado a la ventana estaba un sábado de primavera esperando la llegada del autobús como un niño con zapatos nuevos. Desayuné procurando no hacer ruido, para no despertar a Ana, me afeité, me duché y al oír la llegada del autobús bajé, abrí la puerta del jardín y subí lentamente los tres escalones de autocar mas nuevo que había visto en mi vida.

Debía ser de los primeros, porque en el autobús no irían más de diez personas contadas el chofer y el monitor, dije mi nombre y también mis años por indicación del monitor y me senté en uno de los comodísimos asientos. Una vez en marcha alguien me advirtió que me pusiera el cinturón, yo creía que en los autobuses no era necesario, pero estaba equivocado. Miré por la ventanilla y me pareció que Ana estaba detrás de la cortina de nuestro cuarto, despidiéndome como si no fuera a volver nunca. Apoyé la cabeza en el respaldo del asiento, lo incliné un poco, no podía estorbar a nadie porque por detrás de mí, no había nadie y me quedé profundamente dormido. Un frenazo algo brusco me hizo volver a la realidad y cuando abrí los ojos me encontré en la explanada de lo que debió ser un castillo de proporciones suficientes para defender un pequeño pueblo que se dominaba desde donde estábamos.

En el tiempo que había estado durmiendo, el autobús debió parar en varios pueblos porque ya no éramos diez los viajeros o caminantes, si no, por lo menos dieciocho o veinte y parecía mentira que hubiera sido capaz de conciliar un sueño con tanto ruido como se percibía a mi alrededor. El pasillo del reluciente autobús estaba hasta los topes de senderistas ávidos de comenzar la aventura de ese sábado. Se esforzaban por recuperar sus mochilas depositadas en unas bandejas a todo lo largo, se ayudaban unos a otros dando por hecho que entre todos existían unos profundos lazos de amistad labrada en muchos fines de semana compartiendo juntos tiempo, cansancio, sol, lluvia, bocadillos debajo de las reconfortantes higueras, caminos sin fin y muchas mas cosas mas

Un joven de no más de treinta años se acercó a Juan, lo miró y le animó a levantarse y unirse al grupo. Juan así lo hizo, se puso al hombro su pequeña y nueva mochila y con la ilusión en su mirada, bajó lentamente del autobús. El que le había animado a darse un poco de prisa debía ser el monitor porque con pequeños movimientos colocó a Juan y a otra pareja en el centro de todos los pasajeros y los presentó

-        Atenderme un momento, por favor – Nico que así se llamaba el monitor extendió un brazo solicitando la atención de los presentes – en esta ocasión tenemos tres nuevos senderistas, Juan y Jesús y Juana que son la primera vez que vienen y espero que los integréis en el grupo como en su día os integramos a todos vosotros ¿de acuerdo?
-        Si, claro, por supuesto, faltaría mas, solo faltaba, para eso estamos, naturalmente – contestaron de una manera unánime
-        Si os parece comenzamos a andar y por el camino los vamos conociendo – Nico se ajustó una gorra de visera y con paso lento se encaminó hacia una Iglesia de claro aspecto románico – como creo que todos sabéis, el recorrido de hoy es bastante fácil. Si os fijáis en la guía, veréis que en el grado de dificultad viene con una bota lo que quiere decir que es una ruta fácil y apta para todas las edades que es lo bueno. Primero haremos una visita rápida a la Iglesia de Santo Tomás, después caminaremos entre pinos durante una hora aproximadamente hasta llegar a la Laguna del Cura, allí haremos un descanso de media hora y desde allí por un sendero que seguro que os va a encantar llegaremos a la Cueva del Ángel y de allí al autobús, total tres horas de recorrido con pocas cuestas. Como es un camino bastante corto, la organización propone que a la vuelta y como pasamos por delante hagamos una visita al Convento de la Clarisas, comamos en un viejo molino restaurado y como a las seis, si no hay problemas, estaremos en casa de vuelta ¿os parece bien?

Todos los presentes que se había reunido formando un círculo alrededor de su monitor, afirmaron con sus cabezas cubiertas con unas gorras de un color rojo chillón. Eran mas hombres que mujeres, pero no muchos mas, aquí se siguen las indicaciones del gobierno en cuanto a la cuota de paridad, la mayoría estaría en un banda de edad entre los cuarenta y los cincuenta y pocos con cuatro excepciones, Juan, al que todos incluso antes de dar el primer paso ya le habían bautizado como “el abuelo”, el matrimonio de novatos que rondarían también los sesenta años y una chica joven, que podía casi ser mi nieta, pensó Juan, con un pañuelo rojo anudado al cuello, pantalones de los que antes se llamaban de media caña, bastón telescópico de animados colores y una sonrisa que le iluminaba toda la cara,

-        Ya os digo que es una ruta fácil – Nico insistía en que todos conocieran el recorrido – pero, sobre todo para los nuevos quiero recordaros que debemos ir todos juntos y que al menor síntoma de cansancio me lo hagáis saber para hacer una parada si fuera necesario. Supongo que todos lleváis agua y si no, al salir de la Iglesia de Santo Tomás, hay un bar y ahí se puede comprar agua, frutos secos y todo lo necesario para hacer la ruta mas llevadera ¿de acuerdo?
-        ¿Se puede saber donde está la cuesta con la que dice el mapa que comenzamos? - Preguntó una señora de media edad, con el pelo recogido en una cola de caballo, pantalones de chándal negro y camiseta de un amarillo intenso.
-        Justo en la parte de atrás de la Iglesia, pero ya verás como no es tanto como dice el libro de rutas
-        Ya sabes que yo no nací para escaladora
-        Blanca, no te preocupes, seguro que no es para tanto
-        Eso espero

Bastaron solamente unos pocos minutos para que todos los senderistas estuvieran en disposición de comenzar a caminar, unos pequeños ajustes en las mochilas, algunos que se ajustaban las gorras, otros repasaban los cordones de las botas, uno un poco mas allá abría un paquete de chicles y se introducía uno en la boca.  Blanca, la señora que no había nacido para la escalada, se había quitado una goma que le recogía el pelo, se había movido una melena rubia bastante larga y se había vuelto a hacer la cola ajustándose de nuevo la goma.

-        ¿Preparados? – Nico miró uno a uno a todos sus acompañantes de ese día y con un movimiento hacia delante de su mano derecha inició la excursión correspondiente, quedándose el último para controlar como iban sus pupilos. A los pocos metros se acercó a una señora, me pareció algo mayor que yo, pero eso no es muy demostrativo de nada porque todos me llamaban Abuelo, señal que sería de los mas viejos, pero para mí que había varios que me superaban en edad. El caso es que Nico se acercó a la señora que iba un poco por detrás de mí y le ajustó los tiradores de la mochila con lo que la dejó caer un poco más y todo el peso se distribuyó más hacia la cintura. También le aconsejó que anduviera mas erguida, porque “parece que tienes chepa” le indicó con una amplia sonrisa.
-        Ya sabes que puedo ser tu abuela, Nico, pero no soy tan vieja como para andar jorobada como dices
-        Por eso te lo digo y porque se que siempre haces caso de mis consejos
-        Para eso eres el monitor ¿no? – La señora que en el transcurso del día supe que se llama Concha y que era la viuda de un Magistrado del Tribunal Supremo, dio unos pasos para ponerse a mi altura y como a un compañero mas me preguntó:
-        ¿Qué tal?
-        De momento muy bien – contesté sabiendo que solo llevábamos quinientos metros y solo faltaba que ya estuviese cansado – ya veremos mas adelante
-        Hoy no debes preocuparte porque es una caminata larga, pero suave y eso se lleva bastante bien, lo malo son las cuestas

Concha, mi primera amistad en esa organización, andaba con dos bastones, de esos telescópicos, y tenía pinta de ser bastante mas dura de lo que decía. Llevaba una camiseta amarilla sin mangas, con el escudo de Coca- Cola en la espalda, pantalones piratas de esos de andar con unos refuerzos en las rodillas y unas botas en las que se notaba que habían recorrido muchos caminos sobre todo por el talón que lo tenía prácticamente desaparecido. Importantes arrugas surcaban su cara, aunque se notaba que era una mujer que cuidaba su aspecto físico. No es que fuera una mujer gruesa, pero si que estaba rellenita y curiosamente las piernas eran extremadamente finas con unos gemelos prominentes. Andaba a muy buen ritmo, bastante mas del que yo estaba acostumbrado y cada poco lo aflojaba para continuar a mi altura

-        Muy bien, Abuelo, eso es lo que tienes que hacer. Tu a tu ritmo y el que quiera que vaya a tu lado y el que quiera ir mas deprisa o mas despacio que vaya al suyo.
-        El primer día hay que tener mucho cuidado, supongo
-        Claro – Concha se ajustó una cinta que le rodeaba la cabeza – si esto de andar no tiene tanto mérito como se cree la gente – se rió mirando a Nico – es un problema de entrenamiento, como casi todo en la vida y lo que tienes que hacer, si me permites un consejo, es dosificarte tu solo y ya verás como así te va muy bien.
-        Te lo agradezco porque es la primera vez que vengo
-        Ya lo se – Concha lo miró de arriba abajo – pero no es la primera vez que haces senderismo ¿verdad?
-        Si, si – como no me deje en paz, me va  a dar el día friéndome a preguntas – he dado vueltas por los alrededores de mi casa y reconozco que me gusta andar, pero nunca he hecho una caminata con un monitor.
-        Seguro que te va a gustar porque resulta superdivertido y encima, para los que ya hemos pasado como poco la juventud, es muy sano. Que digan lo que quieran, pero para mi el ejercicio mejor y mas fisiológico es andar, sobre todo porque te permite ir a tu ritmo y encima como a este nivel las rutas no son muy difíciles, puedes ir charlando tranquilamente

El día era perfecto para iniciarse en el senderismo, el sol estaba presente pero no calentaba en exceso, no hacía calor, pero tampoco tenían necesidad de ninguna prenda de abrigo, el camino era recto y llano, de momento y no había excesivas piedras que pudieran provocarme rozaduras o las temidas ampollas que no pasa nada, pero que resultan muy molestas. Yo, por si acaso, me había comprado una caja de tiritas pero no creo que me vayan a hacer falta. Echaba de menos a Ana y me daba pena que no pudiera acompañarme. En el fondo, pero muy en el fondo, tengo que reconocer que soy un egoísta. Todo esto de apuntarme a un club de andar lo hemos hablado en infinidad de ocasiones y Ana siempre me animaba porque sabe lo que a mi me gusta y también sabe que, a una determinada edad, hay cosas que son saludables y otras que no y esta es de las que si, pero también sabe, porque de tonta no tiene un pelo, que me voy a ir todos los fines de semana y a pesar de saberlo me seguía animando. No se al final como lo llevará, pero desde luego hoy por la mañana me ha despedido como con envidia, cosa que por otra parte es natural porque estoy seguro que si pudiera me hubiera acompañado, pero eso ya se yo que es imposible, porque ha recuperado bastante después de la fractura de cadera, gracias a Dios, pero una cosa es dar una vuelta y otra muy distinta es pegarse una paliza como me parece que me la voy a pegar yo.

No tengo ni idea como será este grupo para andar, pero no tiene mala pinta. De momento cada uno vamos como un poco por libre, solo esas dos señoras que nada mas empezar a caminar se han pegado como una lapa a Nico y esta que se me ha acercado a mi, el resto vamos, mas o menos juntos, pero sin molestar que es lo bueno o por lo menos es lo que yo pensaba porque necesito andar, por supuesto y me vendrá muy bien, pero lo mejor es tener tiempo para mirarme hacia dentro, no es porque tenga muchos secretos pero en algún momento habrá que hacer una especie de retrato robot de mi vida porque trabajar tengo que reconocer que he trabajado bastante y echar horas ni te cuento, pero pensar en mi, lo que se dice pensar en mi, yo creo que no lo he hecho nunca y un rato de meditación mientras respiramos aire puro no me vendrá nada mal y siempre que intento repasar mi vida en el centro de todo siempre, siempre, siempre está Ana ¿por qué? La explicación es bien sencilla, nos conocimos muy jóvenes y enseguida nos casamos, tuvimos hijos, ella los educó lo mejor que supo y menos mal que estaba ella al pié del cañón porque si fuera por mi seguro que hubieran salido unos elementos de mucho cuidado porque, es una pena, pero la verdad, es que yo casi no los he visto crecer y cuando me di cuenta ya era tarde. Eso si, trabajé y mucho para que vivieran lo mejor posible y darles a todos una carrera, cosa que afortunadamente conseguimos, pero me perdí su infancia, su niñez y su juventud y pienso que fue una pena porque ahora cuando las cosas se ven desde una óptica diferente, lo bueno de juntarte con gente joven es que te contagian sus ganas de vivir y eso nunca está de mas.

Mientras caminaba ensimismado en mis pensamientos no advertí la presencia de Tomás a mi lado. Se había acercado despacio, como no queriendo interrumpir mi meditación. Era un hombre que parecía mas joven que yo, no mucho mas, con una sonrisa que reflejaba su estado de ánimo, camisa de cuadros, pantalones cortos con los bolsillos abultados, cámara de fotos a la altura del pecho en disposición de ser activada en cualquier momento y al menor detalle, botas chirucas relativamente nuevas y sobre todo, ganas de agradar y de disfrutar de la vida. Miraba hacia mí con discreción tratando de buscar el momento justo para iniciar una conversación pero sin interferir en mis pensamientos y casi en un susurro me preguntó:

-        ¿Qué tal? ¿Cómo te ves por dentro?

Tengo que reconocer que la pregunta me resultó un poco, por no decir muy, impertinente ¿Quién era ese señor para entrometerse en mis asuntos?, pero al mirarle y ver la expresión de su cara me dí cuenta que me había equivocado de medio a medio. No hacía falta ser psicólogo para darse cuenta que su pregunta no estaba hecha con el ánimo de molestar ni mucho menos. Simplemente era una manera de relacionarse con una persona nueva en el grupo. Mi respuesta posiblemente no fue todo lo cordial que hubiera deseado pero

-        ¿Y tu porqué sabes que voy pensando en mí?
-        Perdona si te he molestado – me dedicó la mejor de sus sonrisas – no tengo ninguna intención de hacerlo, lo que ocurre es que la gente que viene por primera vez y mas los de nuestra quinta enseguida se nos nota que tenemos necesidad de, como te diría yo, de mirar para atrás y eso es lo que me parece que ibas haciendo tu, pero si no es así, perdona.
-        Tienes razón, aunque en el fondo me fastidia un poco que se me note, pero si – apuré un poco el paso porque nos estábamos quedando algo rezagados – es verdad que sin darme cuenta iba dando un repaso a mi vida
-        ¿Y que tal? ¿te ha merecido la pena?
-        Hombre, yo creo que si, pero en cualquier caso y como dice el refrán “a lo hecho pecho”
-        Por eso hay mucha gente que no tiene ningún interés en mirar para atrás y me parece que es un error
-        Según se mire – casi ya nos habíamos puesto a la altura del resto de senderistas – pero yo estoy contigo. Es verdad que todos hemos cometido miles de errores, pero la vida es así, de lo contrario no sería una vida sino otra cosa.
-        Lo malo es no poder rectificar
-        Claro, pero para eso hay que volver a nacer y no creo que ese sea nuestro caso
-        El mío seguro que no, ni falta que me hace. Yo soy creyente, pero a mi manera y desde luego no creo absolutamente en la reencarnación. Supongo que algo tiene que haber después de la muerte, pero no te creas que lo tengo muy claro.
-        Haber tiene que haber algo, porque de lo contrario esto sería la guerra. Lo que no se es el que
-        Perdonarme que me meta donde no me llaman, pero con esas cosas que os vais contando ¿de verdad que os consideráis creyentes? – la voz que nos hablaba procedía de la garganta de un hombre, posiblemente el que tenía mejor pinta de todo el grupo, bastante mas joven que nosotros con su camisa negra con alzacuellos, pantalones cortos y botas de montaña de las de verdad, esas que nada mas verlas te das cuenta de lo lejos que puede llegar un ser humano que se lo proponga.
-        ¡Ya me parecía a mi raro que no apareciera el Señor Cura! – Tomás y el cura se fundieron en un fuerte abrazo - ¿Qué tal, Javier?
-        Muy bien, Tomás, muy bien. Hacía por lo menos tres fines de semana que no venía y reconozco que os echaba de menos
-        Y nosotros a ti también. Perdona – Tomás se refería a mi – perdona pero no se como te llamas
-        Juan
-        Pues mira Juan, te presento a Javier, un curilla bastante mejor que el resto de sus compinches y que aparte de andar por ahí diciendo Misas, es posiblemente el mas antiguo de todo el grupo

Javier me dio un apretón de manos que casi hizo que se me saltaran las lágrimas. A primera vista ya se sabía que era un tipo ideal para ese tipo de actividades, alegre, vitalista, animado, eso si con su alzacuellos para que todo el mundo se diera cuenta que era un cura. Se le conocía en cuanto se recorrieran a su lado cincuenta metros. Era un hombre, nunca mejor dicho, un cura de los pies a la cabeza, con muchísima capacidad de aguante para soportar las bromas del resto de senderistas, pero siempre en su sitio. Por lo que pude percibir estaba  presente en todos los saraos, no se perdía ni una sola palabra de las explicaciones de los guías de los diferentes lugares que íbamos visitando y mostraba interés por todo y por todos

-        Encantado de conocerte. Ya sabía que venías hoy.
-        ¿Y eso?
-        ¿Tu no sabes que los curas somos pastores de almas y encima bastante curiosos?
-        Eso dicen
-        Por eso yo estoy aquí cuidando de mi rebaño que son todos estos y en cuanto aparece una oveja nueva, rápidamente me doy cuenta de su presencia, y me presento o me presentan como ha sido contigo y a partir de ahí ya empieza mi trabajo,  pero dejemos de hablar de mi, que mi vida no tiene nada de interesante y hablemos de ti. ¿A que te dedicas?
-        Me dedicaba – le contesté elevando algo la voz – hace tiempo que me jubilé, pero cuando estaba en activo tenía una imprenta
-        ¿Y hace mucho que te viniste para el pueblo?
-        Hará dos o tres años
-        Y después de todo ese tiempo ¿ahora te da por el senderismo? – Tomás intervino queriendo saber algo mas de mi vida
-        Es una idea que rondaba por mi cabeza, pero nunca daba el primer paso y hace un tiempo os encontré en mi pueblo y después de hablar con varios de vosotros volví a mi casa en la seguridad que ésta si que era la definitiva y no me equivoqué porque estoy aquí
-        ¿Eres soltero?
-        No, no – sonreí porque entendía la sorpresa de algunos de mis colegas – estoy casado, pero mi mujer se ha roto la cadera hace relativamente poco tiempo y se ha quedado en casa
-        ¿Piensa venir cuando se ponga bien?
-        Ella dice que si, pero yo creo que no. La verdad es que no la veo  especialmente animada
-        Hombre, si está operada recientemente es lógico que no le apetezca hacer muchas cosas
-        Claro, claro – contesté -  lo que pasa es que me da un poco de pena dejarla sola tanto tiempo