CAPITULO
38.-
Desde
mi cama veía perfectamente como el sol jugaba al escondite conmigo, primero
escondiéndose una pequeña parte y poco a poco desapareciendo detrás de las
montañas. Las sombras comenzaban a pasear por mi cabeza, tenía ganas de dormir,
pero los ojos respondían a otros impulsos y no había manera de cerrarlos. Mi
cerebro me indicaba que el nivel de cansancio estaba en la reserva y tenía
necesidad de repostar con unas horas de relax total, pero el motor de mi
corazón seguía funcionando como si tal cosa y me ví recorriendo la tarde como
si la estuviese viviendo en ese momento.
La
consulta era una mesa y tres sillas, una enfrente y las otras dos dando la
espalda a una amplia explanada donde los pacientes y sus familiares permanecían
sentados en espera que les llegase su turno. Formaban pequeños círculos y
prácticamente no hablaban, solo estaban pendientes que les tocara el momento de
entrar en la consulta. No tengo ni idea como se organizaban pero todos sabían
perfectamente el orden y lo respetaban escrupulosamente. Tenían una especie de
sexto sentido para saber cuando estaba terminando la consulta anterior porque
no dejaban ni medio minuto de reposo entre un paciente y otro. Jane y yo nos
mirábamos casi un segundo, entre consulta y consulta, sobre todo ella como
queriendo saber mi opinión de como lo estaba haciendo y la verdad es que me
sorprendió porque, aunque no lo era, parecía una auténtica licenciada en
Medicina. Repartía las medicinas que teníamos a mano explicando como tenía que
tomárselas y no perdía el tiempo en extender algún tipo de receta porque
ninguno de los presentes sabía ni leer ni por supuesto escribir.
A
varios de los pacientes los mandó volver al día siguiente para ser explorados
por mí y plantear algún tipo de cirugía. Les explicaba que yo los podía operar,
para eso yo le hacía una pequeña señal con la cabeza, pero tenían que esperar
unos días hasta que estuviera terminado el hospital y todos parecía entenderlo
porque ni una queja, ni un mal gesto y se volvían al lugar donde habían
permanecido esperando. La mayoría, según me explicó Jane, encenderían una
hoguera y se disponían a pasar la noche porque sus aldeas estaban muy alejadas
y no les merecía la pena irse para volver al cabo de unos días. Algunos pedían
volver después de unos meses y esos si recogían todos sus enseres y se volvían
a sus respectivas aldeas. Esa tarde vi, por lo menos, a unos siete u ocho que
eran susceptibles de mejoría mediante la cirugía y los fuimos citando para poco
a poco ir haciendo una lista de espera que era acogida con suma satisfacción
porque llevaban años con sus patologías y les daba igual esperar el tiempo que
fuese con la condición de mejorar.
El
encargado de valorar cuando se podría realizar la intervención era yo y Jane
solo se limitaba, en esos casos, a escribir sus nombres y las cirugías a las
que iban a ser sometidos. Por la noche establecimos un orden y así comenzó mi
actividad.
El
hospital iba viento en popa a toda vela, los encargados trabajaban como fieras
sin saber nada de horarios ni cosas por el estilo. En una semana tenían
terminado lo que se podría definir como el edificio y todavía estaban con la
distribución interior pero ya sabíamos que en un par de semanas podríamos estar
operando. Habría que determinar un día para su inauguración y avisar al Padre
Javier para que procediera a su bendición y así, de paso, tendría oportunidad
de conocerle.
Tumbado
en la cama intentaba dormir, pero enseguida me di cuenta que iba a ser una
labor de todo punto imposible, por lo que decidí sentarme en el porche y
esperar un rato para volver a la posición horizontal. Como siempre que uno
pretende hacer tiempo hasta que le venza el sueño, la noche era impresionante,
se había hecho la dueña de todo y había dejado, como una bombilla para iluminar
el camino, a una luna llena mas bonita que nunca rodeada de miles de estrellas
que sabiendo su papel secundario en el firmamento contribuían, cada una a su
nivel, a aportar un poco más de luz.
Esta
vez mientras recordaba mi casa de la playa en Inglaterra percibí a través de
toda mi piel como las noches eran absolutamente diferentes, aquellas eran
pensando más en mi actividad diaria, mientras que éstas se habían convertido en
horas para mirar para atrás y valorar si merecía la pena lo que había hecho en
mi vida hasta entonces y también eran minutos para, como si fuera un profesor
de colegio, darme una nota de excelente, bien, progresa adecuadamente o
suspendido y esta noche no iba a ser menos.
Personalmente
pienso que hasta este día en que estoy escribiendo sobre mi pasado, sería muy
duro corrigiendo si me pusiera un suspenso y también sería excesivamente
benévolo si me diera un excelente. Ni tanto ni tan calvo. Había hecho cosas
buenas, es verdad, el propio sacrificio de ir a un hospital de beneficencia
estaba muy bien y muy poca gente lo hacía, pero también es justo reconocer que
era una especie de obligación porque iba a ayudar a mi Jefe que luego me pagaba
muy bien y no pensaba en nada más, iba porque iba y ya está. Eso si se podría
valorar como un mérito para obtener mejor puntuación en la hipotética
valoración escolar, pero, por ejemplo, como Director de la Clínica se podría valorar
de muchas maneras pero, en el fondo, sinceramente era una especie de dique de
contención para que las quejas, que tampoco eran muchas, hasta el propio
Presidente que, curiosamente era el padre de Jane. Ahí si que no hacía ninguna
labor social, un punto negativo para mis notas y la tercera de mis actividades
que era ayudar al Dr. Taylor en su consulta privada no era ni bueno ni malo,
era un simple ayudante, presumiendo podría decir que era un magnífico ayudante pero
nada más. Eso si, si algún paciente hablaba conmigo trataba de ser lo más
amable posible pero eso no tiene ningún mérito a valorar porque intentaba,
posiblemente de manera egoísta, a que mi Jefe fuera el mejor y si él crecía
también crecía yo, o sea que lo comido por lo servido que dice el refrán
popular español. En fin, que valorando unas cosas y otras la nota más acorde,
en mi modesta opinión, debería ser un “progresa adecuadamente” o un “bien”
dejando siempre de lado mi relación con mi ex y con mis hijas que ahí se que yo
mismo me daría un suspenso como una casa, pero eso fue hace mucho tiempo y
mejor no darle más vueltas.
Y
ahora estoy aquí, en una aldea perdida de Etiopía, donde había llegado hacía
muy poco y por mi cabeza pasaban siempre las mismas preguntas ¿que pinto yo
aquí? ¿por qué me he venido? ¿mi vida cambiará tanto? ¿lo aguantaré? ¿sabré
estar a la altura y resolveré con eficacia las patologías que se avecinan?. Yo estoy ilusionado, decir lo contrario sería
mentir, también es cierto que la presencia de Jane influía bastante, para que
negarlo y era consciente que mi manera de pensar sobre mi labor iba cambiando
según pasaban los minutos, al fin y al cabo el encargado de organizar el
hospital sería yo solo y si salía bien el responsable único sería yo y eso me
llenaba de orgullo y si salía mal, por supuesto que también sería yo pero de
manera diferente porque toda la gente que había tenido oportunidad de conocer
no tenían ningún futuro y si yo era capaz de aportarles algo de esperanza,
seguro que estaría feliz, por lo tanto, analizándolo fríamente tenía mucho que
ganar y nada que perder, bueno, si que perdía dinero, eso sin ninguna duda pero
que vale más ¿llevar un poco de alegría y esperanza a toda esta gente que era
lo único que podía aportarles o tener yo el dinero en el Banco?
Yo
tampoco era no soy tan tonto como para pensar que con mi presencia voy a
arreglar todos los problemas de Africa, ni siquiera los propios de esta aldea
que por no tener no tiene ni nombre y si lo tiene yo lo desconozco, eso seguro
que no, pero si, por ejemplo, a un niño que he visto esta mañana con un labio
leporino y que según la madre desde su nacimiento solo tomaba líquidos,
conseguía con mi cirugía que pudiera comer normal y relacionarse con los demás
niños me daría por muy satisfecho.
Es
cierto que llevaba muy poco tiempo para valorar nada pero siempre pensé, sin
ninguna razón, que tenían todavía menos de lo que tienen y eso que no tienen
prácticamente nada. La Cruz Roja aporta bastante a la misión, sobre todo,
material tanto escolar como medicinas e instrumental y los que venimos de fuera
e incluso los que trabajan en este lugar apartado del mundanal ruido lo estamos
por ayudar y con tener para comer y un techo para dormir nos damos por bien
pagados.
También
tengo que valorar para mi futura nota el hecho que yo he decidido venirme al
final de mi vida laboral. Por supuesto que podría haber continuado unos años
más ejerciendo unos años como Director de la Clínica en Londres, pero pienso
que ya había estado suficiente tiempo. Tengo cincuenta y ocho años, estoy bien
físicamente y aunque intente negar lo evidente, noto un poco de cansancio que
hace poco tiempo era inimaginable, pero es ley de vida. No es lo mismo venir a
mi edad que a la de Jane, ella si que tiene mérito y su nota si que sería de
matrícula de honor porque teniéndolo todo en Londres se encierra en esta aldea
y sacrifica toda su vida por estas personas y digo bien toda su vida porque,
aunque está por ver, con la ilusión que trabaja y el interés que pone para
organizar todo me parece difícil, por no decir que imposible, que ahora se
adaptase a la vida de lujo que a buen seguro llevaría con su padre en Londres.
En
un segundo, no creo que tenga nada que ver con una estrella fugaz que acaba de
atravesar el firmamento como si de un fugado de justicia se tratase, en un
segundo decía, cambian mis pensamientos y otra vez viene a mi cabeza, como si
fuese un video de recuerdos, que he hecho o a para que ha valido mi paso por la
vida. Últimamente esta pregunta se me repite una y otra vez, como una mala digestión
después de una opípara cena, y me vuelvo a preguntar después de casi toda una
vida ¿qué huella voy a dejar? y lo que es peor ¿dejaré alguna? Y
definitivamente creo que esa es la consecuencia por la que estoy aquí. Ahora
mismo pienso que si, sinó no estaría pero ¿me habré equivocado? ¿no podría
mejorar mi “curriculum vitae” sin dejar tantas cosas atrás? Y realmente, con la
mano en el corazón ¿dejo tantas cosas atrás?. La familia la desorganicé hace
mucho tiempo, casi ni me acuerdo, afortunadamente mi ex y mis hijas han rehecho
su vidas, he dejado el trabajo, de eso no hay duda, pero si fuera por trabajar
menos ¿eso será así en esta misión?
¿he
perdido comodidades? Es cierto que en mi casa de la playa he tenido oportunidad
de disfrutar de muchas noches como ésta pero ¿estaba tan feliz e ilusionado
como ahora mismo?
También
se me pasa por la imaginación, para que negarlo, que voy haciéndome más viejo y
aunque nunca he sido un creyente de esos de competición, si que creo en el más
allá posiblemente por mi educación en un colegio de curas y por mi propia
familia y a lo mejor es otra de las razones por lo que estoy aquí, una manera
como otra cualquiera de hacer méritos por si acaso mi cuaderno escolar en el
que he pensado y repensado muchísimas horas cae en manos de Dios y esto me
sirva como un visado para entrar en el Reino de los Cielos y encima para toda
la eternidad ¿se puede pedir más? Intimamente pienso que no y casi seguro que
la razón no sea ninguna de las expuestas hasta ahora, no lo se y pensándolo
fríamente ¡que más da! Estoy aquí y ya está y lo mejor es que me vaya a dormir
que mañana, como dice un amigo mío, será otro día y tengo bastantes cosas que
hacer.
A
pesar de mis buenos deseos esas preguntas y muchas más desfilaban por mi mente
como los componentes de la “Patrulla Aguila” del Ejército del Aire yendo y
viniendo casi por sorpresa o como esos cientos y cientos de estorninos que
revolotean por el cielo siguiendo todos la misma dirección y que en un momento
dado cambian de rumbo hasta que el que dirige la maniobra da por concluido el
ejercicio diario y entonces yo, por fin, cierro los ojos y me quedo
profundamente dormido.
El
sol volvió a salir, era, mal comparado, como un reloj de cuco, salía por las
mañanas por detrás de las montañas, el mismo rayo me daba en la cara a diario y
siempre, más o menos, a la misma hora, calentaba durante el día y calentaba
bastante y al caer la tarde se escondía otra vez por detrás de las montañas y
así un día y otro hasta que alguna nube se interpusiera en su camino y entonces
ese día me despertaría a la misma hora por haber adquirido el hábito de abrir
los ojos a las cinco de la madrugada.
Como
había ocurrido hasta entonces, me levanté, desayuné y estuve hasta la hora de
comer con los que construían la cabaña de futuro hospital, los que podrían
denominarse como los Arquitectos del mismo. Sacamos todos los aparatos que
había en el almacén, con satisfacción pude comprobar que había más de los que
había imaginado, les buscábamos un hueco en los planos, les asignábamos un
número y dejábamos encargado a Pepe que los dispusiera en orden para que cuando
les llegase su turno supiéramos donde estaban. No se si tanto material lo
enviaba la Cruz Roja porque si o era Jane la encargada de pedir y pedir, pero
había de casi todo para empezar a trabajar, excepto material humano, sobre
todo, enfermeras, solo había una que era Jane o sea que una de las primeras
labores con las que me tendría que enfrentar era formar a algunas voluntarias y
casi sin preguntar, la gente era superdispuesta, ya tenía cinco hombres que
podían hacer las veces de Celadores y ocho o nueve mujeres que se apuntaban
para ejercer de Enfermeras, entre otras exalumnas del colegio que sabían leer y
escribir y curiosamente para ayudar como auxiliares teníamos por lo menos
quince.
Un
problema importante supuso la colocación de un generador que estaba arrumbado
en el almacén porque, después de darle muchas vueltas, fue necesario diseñar un
nuevo cobertizo cerca del área de hospitalización y la instalarlo nos dimos
cuenta que no había sido muy buena idea porque hacia bastante ruido y seguro
que molestaría a los pacientes ingresados por lo que decidimos hacer un nuevo
cobertizo esta vez cerca del área de esterilización. Allí también molestaba
pero los ruidos los soportábamos solo los que entrábamos a quirófano y era algo
más llevadero.
Por
las tardes seguía acompañando a Jane en la consulta y poco a poco nos fuimos
repartiendo el trabajo y al final teníamos dos consultas. Los días pasaban como
ráfagas de viento, parecía que no te habías levantado cuando ya estabas otra
vez en la cama y aunque parezca mentira, Jane y yo nos veíamos más en la
consulta que en el resto de la misión
Una
vez, a pocos días de inaugurar el hospital, nos sentamos en el porche después
de algunas jornadas laborales que habían resultado extenuantes y allí pasamos
un rato muy agradable a la luz de la luna. Ese día había conseguido que Sinoa
se durmiese en su cuarto después de contarle un cuento en el que un camello iba
a visitar a su Abuelo en Londres, lo subía en su joroba, lo llevaba hasta la
misión, allí había jugado un día entero con ella y por la noche lo devolvió a
su casa señorial en las afueras de la capital inglesa.
-
Pero eso no puede ser, Tio Andrés – la niña me
miraba intentado saber si yo creía que era tonta
-
¿Por qué no puede
ser? – puse cara de no haber roto un plato en mi vida mientras la tapaba con
una pequeña manta
-
Pues por que los
camellos no montan en avión y si no lo dejan entrar no puede ir a ver al Abuelo
-
Ya, pero esos
camellos que tú dices son camellos normales pero éste que digo yo es un camello
mágico
-
¿Qué puede volar?
– preguntó la niña haciendo grandes esfuerzos para mantener los ojos abiertos
-
Claro, por eso es
mágico
-
No se si me lo
voy a creer, Tío Andrés
-
Bueno tú piensa
lo que quieras pero ya sabes que los cuentos son historias que pasan unas veces
de verdad y otras de mentira, por esos son cuentos.
-
Además – Sinoa se
volvió a sentar en la cama – ese cuento es una tontería porque el Abuelo nunca
ha estado aquí
-
Tú apoya la
cabeza en la almohada y piensa que si que estuvo
-
Ya, pero eso es
imposible
-
A veces los
sueños se hacen realidad – otra vez se tumbó en la cama y volví a taparla – tu
piensa que mañana o pasado vendrá a jugar contigo
-
Ojalá eso fuera
verdad porque le quiero mucho
-
Ya lo se – cerré
la ventana – y él a ti también o sea que ahora cierra bien los ojitos y piensa
en él que te estará viendo y ya verás como te duermes
-
Bueno – la niña
cerró los ojos pero antes me dijo – pero si no viene mañana o pasado es que me
has contado una mentira y mi Mamá dice que siempre hay que contar la verdad.
-
Y tiene toda la
razón – me levanté de la cama y le di un beso en la frente – venga a dormir,
hasta mañana
-
Hasta mañana Tío
Andrés.
Cerré
la cortina que hacía las veces de puerta y en el porche sentada, con los ojos
cerrados y una copa de vino tinto, estaba sentada Jane. Al oírme entrar, los
abrió y me ofreció sentarme y un vino mientras me preguntó:
-
¿Que tal? ¿has conseguido que se duerma?
-
Como no, no hay
niño en el mundo que se resista a dormirse después de soportar mis cuentos. Lo
habitual es que los deja fritos hasta mañana por la mañana
-
¿Y se los creen?
-
Seguro que no,
pero eso es lo de menos, lo importante es que se duerman – bebí un poco de ese
tinto que para estar donde estábamos no era nada malo – lo malo es que como
mañana o pasado no aparezca el Abuelo vamos a tener una tragedia
-
¿No me digas que
le has dicho que va a venir mi padre – sonrió
-
Y no solo eso, si
no que además viene en un camello mágico que vuela – yo también me reí
recordando la escena
-
¿Y que vamos a
hacer si no viene?
-
No hay problemas,
le digo que el camello se ha roto una pierna y que tardará un poco más en
llegar y ya está
-
Bueno, bueno –
Jane se apoyó en la barandilla del porche – allá tú que eres el que le cuentas
esas historias.
Yo
también me acerqué lentamente, apurando mi vino, a la barandilla donde Jane estaba apoyada
observando con mucha atención aquella noche maravillosa y la presencia muda del
silencio que hacía difícil reflejar en un lienzo la luna llena iluminando las
montañas que se apreciaban en la lejanía y que invitaba a la melancolía.
-
¿Te has dado
cuenta que llevas aquí casi dos semanas y es la primera vez que estamos en el
porche tomando un vino y charlando tranquilamente?
Jane
me miró con los ojos entornados como si no quisiera abrirlos del todo para no
dejar de disfrutar de ese momento y apoyó su cabeza en mi hombro mientras yo
cruzaba mis dedos con los suyos. En un segundo pudo apreciar su juventud,
parecía que tuviera veinte años cuando yo sabía que andaría rondando los
treinta , y a ello contribuía su manera de vestir con una pantalones vaqueros
ajustados, zapatillas deportivas blancas, la camisa por fuera y su delgadez lo
que le proporcionaba una manera de ser muy atractiva, rubia, pelo recogido en
una coleta, ojos azules como el mar que no estaba presente en esta aldea, cejas
bien depiladas, nariz pequeña y boca de labios bien perfilados. La manos eran
delicadas con las uñas pintadas de un rosa claro que contribuía a magnificarlas.
¿Era guapa? No lo tengo claro, quizás si, pero lo que en conjunto generaba era
una marcada atracción. Personalmente siempre he pensado, ya se que muchos no
estarán de acuerdo, que la belleza va en relación con la personalidad, por
supuesto la belleza en su conjunto, tanto la exterior como la interior y en ese
sentido Jane tenía muchas papeletas para ganar un premio. Siempre estaba
contenta, sonreía permanentemente y era el fiel reflejo de la felicidad que
sentía trabajando por los demás. Irradiaba optimismo por todos los poros de su
piel y tenía la cualidad de contagiársela
a todos los que estábamos cerca.
La
misión de la Cruz Roja tendría muchos problemas, pero nunca se quejaba, por lo
menos en mi presencia. Yo se que solicitaba a la Dirección en Ginebra más y más
recursos y por la razón que fuera, supongo que su padre tendría mucho que ver,
le concedían casi todo. Ultimamente estaba muy preocupada con el tema del
hospital y aunque sabía, estaba segura, que iba a salir todo bien, hasta que no
lo viera terminado no acabaría de provocar discusiones con sus preguntas,
siempre orientadas a mejorar la calidad de la asistencia que íbamos a dar a
toda la gente de la aldea y alrededores.
-
Tenemos dos
incubadoras ¿serán suficientes? – preguntó sin tener seguridad en la respuesta
-
Como es lógico,
todo depende de los partos, pero supongo que si.
-
Partos no hay
muchos porque las mujeres prefieren parir con sus ritos, pero lo mismo cambia
el número cuando se enteren que tenemos un Médico
-
Que no sabe nada
de partos, pero eso no lo digas
-
Mi parto no lo
hiciste tan mal
-
Casualidad
-
No seas modesto
que te empiezo a conocer – Jane se apretó contra mi hombro y cambiando de tema
volvió a preguntar
-
Y de instrumental
¿Cómo andamos?
-
Lo he visto así
por encima, pero me parece que tenemos más que de sobra para lo que se puede
hacer aquí y encima yo he traído una maleta con todo lo que tenía mi Jefe
-
Tendremos que
buscar a alguien que se encargue de tenerlo ordenado y siempre limpio y
esterilizado – Jane se quedó mirando al infinito – tenemos un esterilizador que
no es muy grande pero lo más que puede pasar es que lo tenga que poner dos o
tres veces y el resto del tiempo que se dedique a lavar y planchar la ropa de
quirófano e incluso podía lavar también toda la ropa del hospital y así nos
ahorramos una porque – ahora si que me miraba directamente a los ojos - ¿Cuánta
gente nos hará falta?
-
La verdad es que
hasta ahora no lo había pensado – contesté – pero supongo que, así a bote
pronto, que se yo, por lo menos tres celadores, aunque uno ayude al quirófano,
ten en cuenta que son tres turnos
-
¿Tres turnos? –
me miró como si hubiera pasado por delante de nosotros el fantasma de la Opera
de París.
-
Claro – no
entendía muy bien su sorpresa – dos por la mañana, dos de tarde y uno de noche
-
Andrés perdona –
Jane soltó una carcajada dejando ver una dentadura perfecta – me da la
impresión que te crees que estás en la Clínica de Londres, con un celador para
todo el hospital tenemos más que de sobra. A cualquiera que le digas que coma y
viva aquí hace de celador todas las horas que le pidas y encima agradecido.
Igual te va a pasar con las futuras enfermeras que tendrás que formar. Para
empezar, la única enfermera soy yo o sea que apúntame como ayudante de
quirófano y enfermera del hospital. Si que tendremos que buscar un par de
auxiliares que también pueden limpiar y con la cocinera que tenemos asunto
arreglado ¿cuánta gente llevamos?
-
Según tú, un
celador, a la enfermera no la cuento porque eres tú, dos auxiliares y una
cocinera, en total, tres ¿no?
-
Tampoco son
tantas – Jane se sirvió otra copa de vino – vamos a brindar porque pensaba que se iban a necesitar muchas más.
-
¿Sabes que tengo
ganas que se inaugure de una vez? – levanté mi copa y brindé con ella lo mejor
sería que buscásemos una fecha
-
Me parece que
tiene que ser así – Jane se agarró a la barandilla con las dos manos como si
fuera a hacer flexiones – hoy es lunes ¿no? si te parece hacemos la
inauguración el jueves de la semana que viene.
-
Me parece
perfecto ¿tú crees que nos dará tiempo?
-
Seguro que si, ya
lo verás. Que no se nos olvide que tenemos que tratar de localizar a Javier el
cura – Jane lo apuntó en una pequeña libreta que usaba a modo de recordatorio
aunque no la revisaba muy a menudo.
-
Me parece bien
porque así le conozco
-
Es cierto – Jane
dobló las rodillas tratando de relajarse – es verdad que hace días que no está
por aquí. De vez en cuando va por ahí, a visitar a algún enfermo de alguna
aldea lejana, pero siempre acaba volviendo al redil.
-
¿Y siempre va
andando?
-
¡Que remedio!
-
No se, pensaba
que podía tener otro medio de transporte más rápido, por ejemplo la especie de
furgoneta que me trajo a mi hasta aquí
-
Imposible – se
podría buscar cualquier otra solución pero esa no - Jane por ahí no pasaba y su cara lo reflejaba
porque enseguida se ponía muy seria para apoyar aun más su razonamiento - Pepe
es fundamental aquí, lo mismo va a buscar a un paciente urgente que a ti al
aeropuerto, o sea que Javier que siga andando que le viene muy bien para
santificarse
-
Bueno, bueno,
tampoco te pongas así – traté de quitarle hierro a mi pregunta – y el tal
Javier ¿ no protesta?
-
¡Que va! – la
Srta. Chesterplace se quedó pensando unos segundos – te va a encantar, como nos
pasa a todos. Es un misionero de los de antes, de esos que su sola presencia te
impone un poco, pero enseguida te das cuenta que es un pedazo de pan. No tiene
pinta de cura, tú lo ves por un camino y te crees que es un hippy de esos que
andan por ahí recorriendo el mundo, con el pelo largo, su barba blanca y su
mochila al hombro confunde a cualquiera. Por lo único que lo distingues es
porque siempre lleva una cruz de madera en el pecho porque hasta que no tiene
confianza nunca habla de religión, llega a una aldea, trabaja como el que más,
igual que come y bebe todo lo que le pongan delante y si tiene que decir Misa
saca un pequeño libro que lleva en la mochila a modo de Misal, de cáliz le vale
cualquier cosa hasta un cuenco de madera o lo que sea, el vino utiliza el de la
aldea y luego predica que da gusto oírle. Es un cura muy práctico, llama a las
cosas por su nombre y no se corta un pelo en decir lo que piensa
-
Debe ser un tipo
interesante por lo que me cuentas
-
Ya te digo que te
va a encantar
-
¿Y como lo vas a
avisar
-
De ninguna manera
– Jane se encogió de hombros – Si viene bendice y si no aparece lo inauguramos
tú y yo con la gente de aquí y cuando aparezca bendice las instalaciones y
asunto arreglado
-
Me parece bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario