Queridos blogueros/as: El capítulo de hoy como ya va siendo lo habitual, tiene dos partes: la primera recordando "el cachondeíto" propio de Santiago con algunas señoras conocidas en los ambientes de la sociedad, no por mí, eso se da por supuesto, pero si por mucha gente.
La segunda parte para los que hemos hecho el camino de Santiago nos traerá abundantes recuerdos, a mi por lo menos me los trae y así fue y así pasó que por cierto es el nombre de mi nueva novelas que también aparecerá por el escenario bloguero cuando llegue su momento.
Como notición de la semana es que ayer me dijo Almudena, la nuera de mi hermana Conchita, que había leído la novela de "En lo mejor de lo peor", o sea que con un poco de suerte en vez del trio de dos podemos ser el cuarteto de tres si es que se decide a leer todos los días. Se verá
Ser felices como siempre y hasta la próxima
Un abrazo
Tino Belascoaín
CAPITULO 51.-
El 25 de Julio amaneció impresionante, como
casi siempre, según decían los habitantes de Santiago de Compostela. El sol
encendió rúas, plazas y avenidas sin distinción de antigüedad. Posiblemente las
rúas, tanto la del Villar como la rúa Nueva, percibieron antes la benignidad de
los rayos del astro rey debido que por las noches también es más intensa la
oscuridad y los contrastes se perciben con adelanto. Una brigada bastante numerosa
de operarios del Ayuntamiento compostelano se afanaban en mantener la limpieza
al precio que fuera y así unos potentes chorros de agua a presión trataban de
sustituir la habitual lluvia por unos charcos de envergadura en el centro de
las milenarias piedras. Estas reaccionaron con prontitud ante tal despropósito
y las juntas se ensancharon y el agua pasaba por ellas dejando un rastro de
humedad de tan solo unos minutos. Algunos ciudadanos, con indumentaria
veraniega, avanzaban a paso ligero y se perdían por las pequeñas calles que
desembocaban en otras mas grandes y así sucesivamente hasta terminar en la
llamada Plaza Roja, reducto estudiantil en el pasado y actual lugar de
encuentro de la movida santiaguesa y en donde se alineaban las mas importantes sucursales
bancarias y los mejores comercios de la ciudad. Como contraste, un palco de
música de primeros de siglo, ocupaba uno de los laterales y ya sea por el calor
o por la llegada masiva de peregrinos, el caso es que estaba a reventar. Los
jóvenes habían distribuido sus colchonetas por todo su perímetro, las mochilas
reclamaban un lugar en la plaza y las botas se movían nerviosas ante la llegada
a su lugar de destino y ante las mas que posibles vacaciones que se les
avecinaban, mientras que sus propietarios dormían a pierna suelta. Como la
noche había sido larga, el macroconcierto con todas las figuras de la música
del momento había terminado tardísimo con un público entregado que llenaba la Plaza de la Quintana, y las fuerzas
comenzaban a flaquear, muchos optaron por retirarse al correspondiente camping
situado en las afueras y la mayoría no llegaron y se quedaron en los diferentes
parque y jardines de la ciudad. Era tal la acumulación de gentes que otros
muchos, la mayoría, paseaban tranquilamente por las estrechas calles provocando
auténticos embotellamientos urbanos. La tradición invitaba a chocolate con
churros, darse una ducha rápida, entrar a la Catedral por la Puerta Santa,
confesarse, dar el abrazo a nuestro ya hermano Santiago y oir la Misa del Peregrino con el
espectacular baile del “botafumeiro” que, con su vuelo por el interior de la Catedral llenaba de
incienso los corazones de los caminantes. Este era el jubileo oficial, sin
embargo los estudiantes habían ideado uno diferente que consistía en un
recorrido por la ciudad haciendo bien una serie de pruebas que iban aumentado
su dificultad.
La primera y con
diferencia la más sencilla, era apagar el pitillo en el culo de un angelito
tallado en la piedra en uno de los soportales de la Rúa del Villar, justo enfrente
de una tienda de juguetes de la que era propietaria una de las mujeres mas
atractivas de Santiago, conocida vulgarmente por Rosiña la de Clemente que se
prodigaba poco por las calles de Santiago porque su marido Clemente
Castiñeiriño la tenía recluida en hogar, casi al lado de la tienda, consciente
del peligro que corría si la dejaba a su libre albedrío. Rosiña que presumía de
belleza y no tanto de fidelidad a su ilustre marido, era conocida en el mundo
de la Judicatura
porque había pasado por los brazos de todos los Señores Notarios de la ciudad.
Ahora ya estaba ajada por el paso de los años, aunque todavía permanecían en
ella los estigmas de una belleza impresionante, pero en sus tiempos, allá por
aquellos años en que eran cinco los Notarios, se sucedían las escenas de riesgo
y de la alcoba de uno pasaba a la del siguiente casi sin darse tiempo ni para
recomponer el peinado. Tenía por aquel entonces a su servicio a una tal Susi,
mas conocida todavía que su dueña y que tampoco estaba mal. Físicamente no era
especialmente atractiva, pero según todos los mentideros de la ciudad tenía “un
muy buen joder” fruto de su amplia experiencia con los hijos de los Notarios
que eran muchos y de muy variadas especies porque, claro que eran otros
tiempos, pero estos profesionales estaban tan obsesionados con sus legajos,
escrituras etc.. etc… y siempre acompañados por aquellos horribles Oficiales de
Primera que al llegar a sus casas, descargaban todos sus instintos sexuales un
día si y otro también, con lo que las familias estaban constituidas por
incontables miembros que eran los destinatarios, sin remedio, de la tal Susi
que los iniciaba en todos los secretos del amor.
Se decía, y posiblemente
con razón, que fueron muchos los que acudieron a sus lecciones, siempre
enviados por sus progenitores y se cuenta que algunos de estos también tuvieron
oportunidad de experimentar las excelentes clases magistrales de la Susi impartidas en el aula
magna de cualquier callejón de los muchos que por las noches son prácticamente
intransitables en Santiago. Eran lecciones prácticas, con nada de teoría y se
iba derecho al grano, porque en expresión de tan ilustre profesora “sois muchos
y una no tiene el coño para ruidos”
Desde la ventana de la
casa de Don Clemente Castiñeiriño se observaba el incesante paso de los
peregrinos, despreciando, por ignorancia, la primera prueba del Jubileo Pagano,
que naturalmente no era subsidiario de indulgencias plenarias ni nada por el
estilo, pero si de comenzar a conocer gente de la ciudad, porque a escasos
metros del negro culo del angelito sometido durante siglos a miles y miles de
quemaduras de pitillos, estaba nada mas y nada menos que el bar de Pepe
Limodre, uno de los barman mas elegantes y con mayor poder de seducción de toda
Galicia. Era un hombre realmente muy guapo, de modales refinados que nunca
resultaban cursis, con trajes de lino perfectamente planchados y el pelo
engominado a lo Rodolfo Valentino. Había sido, estudiante aunque no sabía de
qué, defensa derecho del Compostela cuando el equipo estaba en segunda
regional, tuno aficionado y profesional y con ese traje que colgaba en la
puerta del armario de su dormitorio, había recorrido el mundo, en un
seiscientos y acompañado de sus íntimos Fede y Santi habían sembrado el terror
entre las exuberantes rubias del norte de Europa. Sus clavelitos y demás
pasacalles se hicieron famosos en lugares tan distantes como Moscú y Oslo.
Todavía ahora y para recordar tiempos pasados, una vez al año, se enfundaban
sus trajes y el día dieciséis de Junio a las nueve de la noche dedicaban una
serenata a la simpar Rosiña, con la que había intentado establecer algún tipo
de relación nuestro amigo Pepe Limodre en múltiples ocasiones y nunca lo había
conseguido por no disponer del imprescindible titulo de Notario.
Solo una vez y fue un dieciséis de Junio de
hacía casi veinticinco años, Pepe consiguió subir a casa de Rosiña, pero cuando
pensaba que, por fin, la tan deseada se le ofrecía en cuerpo y alma, se
encontró con Don Ismael Polanceiro, naturalmente Notario recién inscrito en el
Colegio correspondiente, borracho como una cuba, cantando boleros de una manera
tan desastrosa que hacía imposible entablar cualquier tipo de conversación.
Rosiña intentaba llevarlo por los caminos habituales hacia la alcoba y él se
resistía escudado en las notas del reloj no marques las horas, un viejo amor e
incluso banderita tú eres grande y ante la imposibilidad de concluir su tarea,
decidió que por lo menos hiciera un dúo con Pepe Limodre, al que no conocía
personalmente, pero al que oía con frecuencia desde su dormitorio cuando éste
se ligaba alguna turista y la llevaba al fondo del bar y la ponía a tono con
esas canciones cantadas al olor de un buen vaso de vino, acompañados por unas
tapas de pulpo y aliñadas con las groserías de Santi y Fede, dos golfos de
reconocido prestigio, a las que las turistas respondían con miradas y guiños
que incitaban a lo que incitaban y los tres, naturalmente aprovechaban la
oportunidad. En el caso de Santi y Fede porque, según su teoría, un español
está para eso y las turistas vienen a eso y Pepe porque un caballero español,
gallego para mas señas y encima de Limodre, tiene la obligación espiritual de
abrirse ante las nuevas culturas y demostrar que desde casi el “Finis Terrae”
la educación es un principio básico de las relaciones entre los pueblos y así
entre recuerdos de Cervantes, citas de Góngora, alguna frase de Shakespeare y
canciones de Los Panchos, todos los días y más si era Año Santo, disponía de
temas para desarrollar en la amplia cama de su bien ganada Cátedra del Folleteo
de la Facultad
de Artes y Otro Oficios de la Capital Espiritual de Occidente de la que, con
los votos de Fede y Santi, se había nombrado Ilustrísimo Señor Rector. La
entrega de los Diplomas, siempre y cuando las turistas se hubieran hecho
acreedoras a ellos, se realizaba la noche siguiente en el mismo salón de actos
con repetición de todo lo acontecido la noche anterior, a no ser que hubiera o hubiese otras alumnas
interesadas en cuyo caso se suspendía la ceremonia y se iniciaban nuevos
rituales para ellas , porque para Pepe la cantinela de Góngora, Quevedo,
Cervantes y demás escritores, era harto conocida.
Ana no perdía de vista a
Ignacio y aunque algunas de las historias eran bastante subidas de tono no
podía disimular lo divertido de las mismas e incluso le animaba a contar muchas
más
- Lo que yo no entiendo – Ana se inclinó hacia
delante en el sillón que estaba sentada en el Hall del Hostal de los Reyes
Católicos - es de donde sacas tantas historias ¿te las inventas?
- Pero ¿cómo me las voy a inventar? Son
historias reales de las que ocurren todos los días – Ignacio miró a los cinco
atentos contertulios con los que había compartido nada menos que casi cuarenta
días de Camino de Santiago – o tú que te crees ¿qué en Santiago todo el mundo
se pasa el día rezando?
- No, pero me parece una exageración.
- ¿El qué?
- Pues eso, que el Pepe ese o como se llame, se
pase el día acostándose con turistas que han hecho, como nosotros el Camino
- ¿Pero tú que te crees que las turistas viene
a chuparse el dedo o qué?
- No – Ana miró al resto del grupo – yo no se a
lo que vienen, pero después de tantas caminatas y de tanto pensar en ti mismo,
no parece que sea el mejor momento para una juerga ¿no?
- Bueno – intervino Pacho – eso es lo que tú
piensas, pero hay gente, seguro que la hay, que piensa de manera diferente y lo
que para ti ha sido como un experiencia maravillosa para tu mundo interior, pues a otros es posible que no les
importe y hacen el camino por ver el paisaje, conocer otras gentes ¡yo que sé!
- Hombre, con eso yo también estoy de acuerdo,
pero en mi caso eso sería imposible porque vengo como nueva y aunque suene a
cursi, estoy dispuesta a que mi vida cambie de manera radical
- ¿Tanto te ha marcado el Camino?
- Pues la verdad es que si. Siempre pensé que
eso le pasa a otros, pero esta vez me ha tocado a mi y me extraña porque yo no
soy de las que creo mucho en estas cosas, pero la realidad es que después de
tantos y tantos días de caminar y caminar terminas por pensar en todo lo que
has hecho en la vida y te replanteas muchas cosas.
- ¿Y qué tal? ¿cómo te has encontrado?
- Fatal, para qué te voy a engañar – Ana bebió
lentamente una tónica que tenía delante – ha sido una vida vacía, sin ilusión,
sin pensar en los demás, sin intentar hacer las cosas bien, solo pensando en
mí.
- Me parece que exageras, Ana. En este mundo a
cada uno le toca vivir de una determinada manera y a ti te ha tocado esta, lo
que no quiere decir que tu vida sea una porquería, Yo creo que eso no es así -
Juan Olmedo hacía gala de su experiencia -
A todos nos ha pasado en algún momento algo parecido, pero tampoco hay
que exagerar.
- Bueno – Ana intentaba demostrar que su
teoría era la verdadera – posiblemente
sea algo exagerada, no lo niego, pero lo que está claro es que el Camino te
hace pensar ¿ o no?
Los cuatro compañeros
asintieron con la cabeza y hasta Rualito, un perro que se encontraron por el
camino, movió la cola con un gesto afirmativo. Naturalmente que el Camino hace
pensar ¿cómo podría ser de otra manera? Son muchas horas al día para pensar en
uno mismo, charlar con los compañeros de fatiga, volver a pensar en uno mismo,
mirar el paisaje, darse cuenta de que nada somos comparados con la naturaleza,
pensar en uno mismo, hacer pis u otras cosas en cualquier campo, volver a
pensar en uno mismo, mil cosas y siempre volver a pensar en uno mismo.
- ¿Te acuerdas de tus cambios de ánimo por
tierras de Castilla? – Ana trataba de introducir en la conversación a Ignacio
que parecía como muy pensativo desde su llegada a Santiago. Este no parecía
interesado en mostrarse especialmente simpático, pero contestaba a las
preguntas con su exquisita educación.
- Si – Ignacio sonrió con nostalgia – uno está
acostumbrado a patear media España, pero siempre por las montañas y muy pocas
veces por lo llano y eso de ver rectas de un montón de kilómetros es verdad que
me deprime. ¡ Que le voy a hacer!
- A mí, sin embargo, lo que me mataba eran las
cuestas ¿os acordáis de la subida a Piedrafita del Cebreiro? – Pacho hizo un
gesto como si se quitase el sudor de la frente.
- Como no nos vamos a acordar si casi tenemos que llamar al 061.
- Joder, todavía me acuerdo que no podía ni con
las botas. Intentaba seguir y seguir pero me faltaban las fuerzas. Miraba al
final del puerto y el monte lo veía en el quinto infierno. Si no fuera por Ana,
no llego ni en un mes y seguro que si voy solo, me vuelvo a casa tan ricamente.
- Hombre, hubiera sido una pena porque habías
hecho lo mas difícil y cuando ya casi se veían las torres de la Catedral de Santiago no
podías abandonar
- Si, si, la Catedral. Me
engañaste como un chino, porque solo quedaban doscientos kilómetros, me decías
con cara seria y eso estaba chupado ¿te acuerdas?
- Claro, y no me digas que te engañé.
- No, eso si que es verdad, lo que pasa es que
lo que no me dijiste es que esos doscientos kilómetros eran los peores.
- ¿Y yo que sabía?
- Tú a lo mejor no, pero Ignacio seguro que sí.
Ignacio se rió
abiertamente
- ¡A ti te lo iba a decir! Ibas tan mal que si
te llego a decir que había varios puertos, seguro que te vas a casa ¿ o no?
- Si, eso si que es verdad, porque aquel día en
¿era en Villafranca del Bierzo?
- Si, era en Villafranca, justo antes de
iniciar la subida a Piedrafita.
- Bueno, pues ese día, efectivamente, estuve a
punto de dimitir porque tenía un dedo de un pié como una bota y por mas que me
lo vendaba, el dolor iba siendo cada vez mayor y al final casi ni podía andar,
menos mal que en Ambasmestas, a muy pocos kilómetros, conocimos a aquel búlgaro
que decía que era casi Médico ¿te acuerdas?
- A mi me pareció que era un jeta de mucho
cuidado, pero lo cierto es que gracias a aquella porquería que sacó del
bolsillo de la mochila y por la que te pidió cinco mil pesetas, pudiste llegar
a Santiago.
- ¿Qué sería lo que me dio?
- Ni idea, se podía parecer a cualquier crema
de las que hay en las farmacias, pero no lo puedo asegurar.
- Casi no me acordaba, pero si que es verdad
que el tío empezó como si fuera un peregrino más que te echaba una mano y, al
final lo que quería eran pelas.
- Claro, si vivía allí, de algo tendría que
subsistir.
- Si, pero el tío apareció como si viniera
detrás nuestra.
- Si, si y al principio solo hablaba del Camino
y de lo duras que eran las dos etapas previas, pero poco a poco nos fue
llevando su terreno y acabamos hablando de las ampollas y de lo fácil que era
que aparecieran y si que parecía Médico o por lo menos un profesional de la Salud porque hablaba como
con mucha propiedad.
- Naturalmente si nó, ¿cómo te iba a trincar el
dinero?
- Hay que ver lo que inventa el hombre blanco
para no trabajar
- ¿Y os acordáis de las dos monjitas? Esas si
que nos la dieron con queso. ¿Te acuerdas, Pacho?
- Este a lo mejor no se acuerda, pero yo si,
que es a la que tocaban el culo y todo lo que hacían era tantearte para ver
donde llevabas la cartera, menos mal que aquel día pensé que lo mejor era
llevarla en el calcetín que si no, me veo en la Policia denunciado el
robo. ¡Menudas elementas! Y eso que tenían una cara de buenacitas que daban el
pego.
- Si, es verdad que en eso todos estábamos de
acuerdo, pero todavía no soy capaz de entender como las pillamos, porque ahora
todos nos ponemos muy gallitos, pero entonces, ninguno pensábamos que pudieran
ser ellas las autoras de los robos.
- Hombre, es natural, dos monjitas llenas de
caridad que recorren el Camino ayudando a los Peregrinos, que comen de la
caridad, que casi no sueltan el rosario ni para dormir y encima se dedican a
sermonearnos ¿cómo vas a pensar que son unas chorizas?
- A mi, lo que pasa es que esas cosas me
deprimen. Parece mentira que no puedas ni hacer el Camino de Santiago sin que
alguien venga a timarte. No se respeta nada y eso que no íbamos a los albergues
que ahí si que debe ser la pera.
- Acuérdate de lo que nos contó aquel suizo ¿te
acuerdas? En diez minutos le habían mangado todo y lo único que le dejaron fué
la mochila y eso que el albergue estaba en un pueblito de nada que si llega a
ser en Madrid, lo dejan en bolas.
- ¿Te acuerdas el cabreo que tenía? Si en ese
momento llega a coger al ladrón, yo creo que le pega dos tiros y bien que lo
buscó por todo el pueblo, pero, claro, el que fuera ya se había largado.
- Hombre, allí se iba a quedar, son ladrones,
pero no tontos.
- A mí no me extraña nada que se pusiera como
una fiera porque debe molestar bastante que llegues a un Albergue después de
una caminata, encuentres una litera y mientras que estás en el cuarto de baño,
te birlen todo, ¿tú no te pondrías igual? Yo desde luego, si.
- Ahora, lo que es curioso es la cantidad de
gente rara que hay por el mundo ¿no os parece? Cuidado que hemos encontrado
gente extraña ¿verdad?
- Si, si, es verdad, pero es que hace el Camino
tanta gente que tiene que haber de todo.
- El mejor de todos para mí es aquel que iba
vestido como de Don Quijote con unos jubones muy cortos y unas piernas muy
largas. Iba en bici ¿os acordáis? Y todo el equipaje lo llevaba en una especie
de baúl con dos ruedines y el tío venía nada menos que desde Holanda ¡ total
nada !
- Para mí, el mejor fué el de la gorra con
todas las banderas de los sitios por los que había pasado, parecía un palillero
con no se cuantas banderas clavadas.
- ¡Que va! El mejor con diferencia era aquel
que nos recibió cerca de Burgos con una especie de pañal todo arrugado que
chillaba desde un alto que para hacer el Camino hay que pasar frío y que
nosotros no éramos ni creyentes ni nada por el estilo. El sí que lo era,
llevaba casi trescientos kilómetros y no sabía si continuar porque él lo único
que quería era que el Madrid perdiera la liga y ya la había perdido, o sea, que
para qué continuar hasta Santiago.
- Si que es cierto que el mundo está lleno de locos, pero por lo menos
no molestan
- Según, no molestan algunos, porque el que se
nos pegó en la zona de Leon, ese sí que era incómodo. ¡ Que tío mas pesado ¡ y
la cantidad de blasfemias que soltaba por aquella boquita
- Juraba como nadie pero si era verdad la
historia que nos contó, no me extraña
que jurase porque perder a toda la
familia en un accidente, eso debe ser fuertísimo y encima viendo el incendio
desde la calle y sin poder hacer nada.
- Bueno, y está bien de hablar de todas las
miserias que hemos pasado y si os parece podíamos finalizar con lo que piensa
cada uno del Camino y de los días que hemos pasado juntos, ¿quieres empezar tú,
Ignacio?
- Bueno, ya sabéis que para andar no tengo
ningún miedo, pero hablar eso se me da bastante peor, pero si queréis que os
diga la verdad pensé que iba a ser mucho peor. Los primeros días estuve a punto
de irme a mi casa, sobre todo en la etapa de Pamplona y ahora me alegro de
haber continuado porque ha sido, y todos sabéis que he andado con mucha gente
por el mundo adelante, la mejor caminata de mi vida. Estas dos – miró a Ana y
Olga con gesto de complicidad – se pusieron las pilas y dejaron de dar el
coñazo con aquello de que nosotras mañana nos vamos a casa porque no podemos
más y caminaron hasta aquí como dos auténticas “machotas”. También Pacho dejó
de hacer tonterías y se dedicó a lo que habíamos venido que era a hacer el
Camino de Santiago y no a echarse una novia y eso que se puso pesado el tío,
pero ni con esas consiguió que Ana le hiciese algo de caso. En cuanto a Manuel
para mí fue una sorpresa no solo por lo que anda, sino sobre todo por lo que habla.
No ha parado en todo el mes de rajar, pero con muy buenas maneras y tratando de
entretenernos a todos, aunque a veces se pasaba un poco, sobre todo con aquello
de nunca mais. Olga y Ana, que han sido como mis hijas y me han alegrado el
camino. He tenido que esperar por ellas en casi todos los mojones, pero ha
merecido la pena porque la ilusión que desgraciadamente se va perdiendo con la
edad, en ellas es algo que lo llevan a flor de piel y se contagia de una manera
maravillosa, gracias a ellas, ahora veo el mundo de diferente manera y de
verdad que quiero daros las gracias porque habéis sido maravillosas y vuestra
alegría, para mí y aunque os parezca una exageración, ha supuesto una sensación
que nunca antes la había sentido. Me habéis hecho sentirme joven y eso no tiene
precio.
Ana y Sonia se levantaron
y dieron un beso en la frente a Ignacio quien las abrazó emocionado.
- ¿A quien le toca ahora?
- Venga que hable Manuel que si nó hoy no
comemos.
- Después de lo que ha dicho Ignacio intentaré
ser breve, pero ya os aviso que lo dudo. Lo primero es deciros que estoy hecho
una mierda. De verdad que nunca pensé que esto era tan duro. Desde luego, si lo
llego a saber conmigo no contáis. Los primeros días todavía se lleva mas o
menos mal, pero a partir del diez o el doce con toda la llanura castellana por
delante, aquello se hace interminable. Menos mal que entre Ignacio, Pacho y
Juan me empujaban a seguir, porque si hubiera sido por estas dos, estaría en
casita viendo la tele. Desde que llegamos no paro de pensar en las sensaciones
que todos contáis y yo debo ser un bicho raro porque no siento nada. Empiezas
con muchísima ilusión, al cabo de unos días te empiezan a fallar las fuerzas y
piensas que que haces por el medio del campo como un gilipollas, con los pies
como botas y unas agujetas que te machacan por todas partes. Después llegan las
montañas y otra vez te vuelves a ilusionar y te vuelves a cagar de cansancio y
por último llegas a Santiago y entonces si que se desbordan todas las
emociones, pero por unas cuantas horas porque a mí ya se me ha pasado y si, he
hecho el Camino, pero nada más. Es verdad que me ha servido para conocer a
mucha gente, he intimado todavía mas con Olga, en fin, que no ha estado mal,
pero sin exagerar. Ya está hecho y ya está . No creo que mi vida cambie en nada
y dentro de tres meses ni me acuerdo de los sitios por los que hemos paseado
juntos. Lo siento, porque sé que no es la opinión de ninguno de vosotros, pero
todas esas historias de santificar el cuerpo y el alma y cosas por el estilo,
conmigo no van y bien que lo siento porque me encantaría que no fuera así, pero
cada uno es como es.
- Ahora me toca a mi – Olga se puso en pié
dejando al descubierto un cuerpo perfecto, sin una sola gota de grasa. La
camiseta blanca le realzaba un pecho bien contorneado y todo su aspecto
invitaba a vivir - y siento que le voy a
llevar al contraria en todo a Manuel y eso que todavía no nos hemos casado. Yo
si que tengo que decir que después del Camino he cambiado. Si, he cambiado y he
cambiado mucho y a lo mejor, todavía tengo que cambiar más, no lo sé, se verá,
pero ahora mismo y me parece que igual que Ana, es lo mejor que he hecho hasta
ahora en toda mi vida. No sé si será el inicio de mas o todo se quede mas o
menos igual , no lo sé, pero lo que si que sé es que ahora mismo estoy como en
una nube, como flotando, me parece increíble que con mi manera de ser y solo
con mis piernas esté un mes entero andando y quejándome bastante menos de lo
que me pedía el cuerpo. Si es verdad, y no se puede discutir que, al principio,
estuve bastante tonta, hasta el día aquel, ¿te acuerdas? en que me cogió por
banda Ignacio y me puso las peras al cuarto. Me sentó muy mal, pero esa noche
en el Hostal de Pamplona me dí cuenta que tenía toda la razón y que o cambiaba
o me iba a casa. Hasta entonces, lo reconozco iba de pija por la vida, nunca me
lo había planteado pero Ignacio tenía razón, el pijerío había que dejarlo en
Madrid y aquí lo que había que hacer era andar y con esfuerzo lo hemos
conseguido. Yo sé, porque me lo habéis contado después de tantas horas de
caminar juntos, que todos os habéis esforzado en vuestras vidas y las habéis
pasado canutas de vez en cuando y sin embargo yo, en mis veintiséis años, yo
creo que nunca he tenido un problema grave y los pocos que recuerdo los he
resuelto, o mejor dicho los ha resuelto con dinero mi padre, si, ya sé que esto
suena muy mal, pero es la verdad. Sin embargo, en estos días, el esfuerzo lo
haces tú, te puedes apoyar en tus amigos, en vosotros, pero la cuesta la subes
tú sola, las ampollas las padeces tú, los calores y los fríos son cosa tuya y
hasta los botones te los tienes que coser tú. Y eso en mi caso es muy duro. He
intentado apoyarme en todos y quiero daros las gracias porque en ningún momento
me habéis fallado y de paso pediros perdón por la lata que nos he dado, pero de
verdad que ha sido una experiencia maravillosa y si tuviera que ponerle un pero
a algo o a alguien sería a Manuel, porque conviviendo tan cerca y durante
tantas horas me he dado cuenta que tengo muchas cosas que cambiarle, cosas que
no me gustan y que si queremos continuar juntos, tienes que cambiar y la
primera y mas importante es aprender a escuchar. Tú, no sabes escuchar, hablas
y hablas sin parar, pero escuchas muy poco y eso es un defecto. Pero, bueno,
ahora no es el momento de tirarnos los trastos a la cabeza, tiempo habrá y si
que es de daros las gracias por haberme dado la oportunidad de disfrutar del
mes mejor de mi vida y de haberos conocido. Gracias a todos.
Juan Olmedo se volvió a levantar
y paseó la vista por los comensales. Todos recién duchados con las camisas
limpias como los chorros del oro, pintadas ellas y repeinados ellos, parecían
otros y no aquellos con lo que había tenido la suerte de andar y andar casi
setecientos kilómetros
- ¿Quién falta? Venga Pacho te toca, después
Ana y yo el último que para eso he sido el organizador.
- ¿Y que digo si ya lo habéis dicho todo
vosotros? Muchos habíais pensado antes en esto y hasta algunos os habíais
comprado libros de rutas. Yo no me lo había planteado nunca y le debo a Ana que
me contagió su ilusión para hacer semejante machada, porque para vosotros y
sobre todo para Ignacio esto es un esfuerzo pero nada más, pero para otros y
sobre todo para mí esto ha sido un
milagro y así lo quiero decir. Lo mas
que he andado en mi vida fue hace un montón de años de Alpedrete a Guadarrama y
estuve después una semana en la cama y sin embargo ahora, casi sin comerlo ni
beberlo, me calzáis setecientos kilómetros entre pecho y espalda,, no consigo
que ésta me mire ni una sola vez a la cara y encima agradecido. ¡Esto no hay
manera de entenderlo! Lo que empezó como un juego, se ha convertido en realidad
y la verdad es que me alegro un montón de haberlo hecho. La experiencia ha sido
maravillosa, de vosotros no se puede decir nada malo y creo que ha sido un mes
que ha merecido la pena, aunque en mi caso no se ha cumplido el objetivo que
era ligar a Ana, pero habréis visto que otras han caído en la trampa y sinó
preguntarle a la del bar de Portomarin. Si le insisto un poco, solo un poco, la
tendríamos ahora aquí sentada. Pero, en fín, la vida tiene que seguir y
esperemos que dentro de unos años nos veamos y recordemos estos días con igual
cariño que ahora porque han merecido la pena. Gracias a todos.
- Ana, tu turno.
- ¡ Puf!j, es primera vez en mi vida que hablo
en público y estoy de los nervios – Ana se puso en pié, se alisó el pelo
empujándole con las dos manos hacia atrás y paseó lentamente su mirada por
todos y cada uno de sus compañeros de viaje. Pensaba en decir algo de cada uno,
pero eso ya lo habían dicho todos los que habían hablado antes y sería
repetirse. Hacer alusión a lo bonito del
paisaje, estaría muy bien, pero todos lo habían hecho y lo habían disfrutado.
En fin, ¡que sea lo que Dios quiera!.
Respiró hondo y con voz firme y decidida inició su resumen particular
del Camino - No se, bueno, no tengo ni
idea que deciros porque después de todos ya habéis dicho lo que yo pensaba,
pero, bueno, algo saldrá y lo primero que quiero es daros las gracias a todos
porque con vosotros y por vosotros he conseguido un sueño. Nada mas y nada
menos que hacer el Camino de Santiago y de los primeros que quiero acordarme es
de mi madre que como sabéis vive en Medina del Campo y está muy preocupada
conmigo porque me fui de casa en contra de su voluntad y parece como si me
hubiera vuelto una oveja descarriada en Madrid. Ella, en el fondo, sabe que no
es así, pero con su mentalidad está muy preocupado. EL hecho de terminar el
Camino me servirá para demostrarle que tengo la suficiente fuerza de voluntad
como para poder andar por el mundo sin miedos y sin que me pase nada. En
segundo lugar, quiero, de verdad, daros las gracias a vosotros porque habéis
conseguido que durante tantos días me olvidara de todo y solamente disfrutar
del Camino y de vosotros. Como todos, supongo, al principio tenía mis dudas,
pero el paso de los días me ha ido demostrando que sois una gente genial y eso
que en la tercera etapa casi me voy a casa porque tenía los piés como botijos,
pero con vuestra ayuda conseguí no
dejarlo y hacer la etapa del Bierzo, la de Molina Seca, que fue con diferencia
la mejor y ya desde allí a Santiago todo fue coser y cantar. Ha habido miles de
momentos maravillosos y que pena que todo esto no lo sepa exponer para todo
el mundo, porque todos deberíamos de
hacerlo. Es como una transformación increíble. Yo no era especialmente
campestre y sin embargo ahora me fijo en las flores, los árboles, los pájaros y
montones de detalles que antes no existían. ¿Os habéis parado a pensar la
cantidad de horas que hemos andado? Y luego cuando ya has terminado no parece
tanto ¿verdad? No se si os lo vais a creer o suena a chulería, pero desde que
llegamos a la Plaza
del Obradoiro, me siento como si fuera otra, parece como si mi cuerpo fuera por
un sitio y mi cabeza por otro. Es una sensación como muy rara y te entran como
unas ganas de vivir que casi no puedes dominar. Te apetece hacer todo a la vez,
ayudar a la gente, pararte a hablar con todo el
mundo, yo que sé, es un cambio tan grande que, de verdad, me parece que soy otra.
En fin, no quiero ponerme
pesada pero ya sabeis como soy y donde estoy. Espero que nos sigamos viendo y
que esa amistad sea para toda la vida porque la ocasión lo ha merecido.
Muchisimas gracias a todos y os quiero.
Una salva de aplausos
llenó el pequeño salón en el que estaban reunidos los peregrinos y en todas sus
caras se reflejaba una intensa emoción por aquello que tocaba a su fín e incluso algunas lágrimas quisieron
sumarse a la intimidad de la despedida haciendo acto de presencia en los ojos
de la mayoría de los presentes.
Juan Olmedo se levantó y
con una breves palabras agradeció a todos su colaboración y esperaba que
aquella solidaridad se viera reflejada en el trabajo diario una vez de vuelta
en el estudio y dió por finalizado el acto.