sábado, 27 de diciembre de 2014

EL TRIO DE DOS: CAPITULO 54


 Queridos blogueros/as: Si os creíais que Fernando le iba a contar a su santa sus devaneos por ahí en este capítulo os diré que os habéis equivocado de medio a medio y que conste que yo también porque lo lógico es que siguiera el final del capítulo anterior, pero no y bien que lo siento porque ahora le toca el turno a Mamen y eso que parecía una mosquita muerta. Ya , si es lo que yo digo, si pagas con una moneda lo normal es que el cambio te lo den en la misma moneda y esto es lo que parece que va a pasar. Los Médicos somos así ¡que le vamos a hacer! bueno, por supuesto algunos Médicos porque incluir a todos en el mismo saco no sería justo. Entre ellos a mi, no si por en nada pero lo digo por si acaso alguien puede pensar que son vivencias de uno mismo pero no, ese tal Alvaro Cuesta no soy yo ni de lejos.
¿Le contará Fernando su aventura? y Mamen ¿le contará la suya? Supongo que los próximos capítulos que ya serán en el 2015 saldremos de dudas porque ahora me voy a Cedeira a pasar el Fin de Año o sea que lo paséis lo mejor posible, comer por lo menos doce uvas que con esto de la crisis lo mismo tocamos a seis y que seáis felices o por lo menos intentarlo.
¡Ah se me olvidaba! ¿os acordáis que hace poco os conté algo de una nueva novela que empecé hace poco de un Cirujano Plástico que tenía que emigrar y no se que? bueno pues me parece un rollo y he decidido que voy a escribir otra cosa, pero que conste y ya os lo enseñaré que el principio queda como muy bien, pero se acabó. Parezco el tal Fernando. En fin, continuaremos el año que viene 
FELIZ 2015
Un abrazo
Tino Belascoain

CAPITULO 54.-

Mamen recordaba sus primeras entrevistas con Alvaro Cuesta, el Médico de la UVI. Desde el primer momento, le pareció un hombre interesante y sobre todo muy buena persona, parecía como que era capaz de ponerse en el lado de la familia del paciente, lo que no hacía casi ningún Médico, entendía que fueras pesada y que todos los días preguntases lo mismo y siempre tenía una sonrisa a flor de piel como una brisa de aire fresco en un lugar donde las alegrías se contaban con los dedos de una mano. Son de esas situaciones que se notan en la que se establece una especie de relación desde el primer minuto. Una atracción mutua que no se expresa con palabras, pero que se adivina en los gestos y en la manera de explicar la situación del paciente. En ningún caso existe interés personal, pero si una persona te cae bien, el trato es diferente, no es que sea mejor, pero es diferente, como con mas interés, dedicándole algún minuto mas, pequeños detalles que hacen que la estancia en la UVI se haga mas llevadera. Con la intuición femenina habitual, Mamen se dio perfecta cuenta que la miraba con curiosidad y que su entrada en el pequeño despacho le había producido una impresión favorable, claro que ella lo entendía viendo lo que había en el pasillo, gente con mala pinta, algunos gitanos que alteraban la tranquilidad del lugar con sus gritos y lamentos, personas de la España real, trabajadores normales y corrientes que veían alteradas sus vidas por una enfermedad que los mantenía ingresados en un Hospital de la Seguridad Social. Sus problemas serían los que fueren, pero en nada parecidos a los de Mamen o a los del Dr, Cuesta. Estos se movían en una escala social diferente y enseguida fueron conscientes de ello. Egoistamente a Mamen le venía muy bien, porque la información era privilegiada y cuando era mas consciente de todo aquello es cuando no estaba de guardia. Las tardes se hacían interminables y solo a última hora y ya con el cambio de turno, alguna enfermera le explicaba que Fernando estaba razonablemente  bien, pero no era igual. Aquellos cafés en el despacho del Cardiólogo de Guardia, las charlas sobre cientos de temas, los ratos agradables interrumpidos por alguna llamada desde la Urgencia, se iban haciendo norma y hasta algún Domingo el Dr Alvaro Cuesta se acercaba hasta el Hospital con la excusa de hacer algún trabajo o de revisar alguna historia clínica y departía con ella amigablemente. La verdad es que Mamen se encontraba a gusto en su compañía y aun después de abandonar el Hospital, se veían con alguna frecuencia. Nunca quedaban, pero ambos sabían que, por lo menos un par de días a la semana, a la hora del café, coincidían en Goya 43, una conocida cafetería situada en el centro de  Madrid. Ella salía de compras y él se hacía el encontradizo como si no supieran ninguno de los dos que los jueves a las siete y media estaban en la cafeteria. Al principio, las conversaciones siempre giraban alrededor de Fernando y de su infarto, pero con el paso de las semanas, los temas personales se iban abriendo camino y los problemas afloraban a la superficie como si de una consulta de un psicólogo se tratase, aunque con intercambio de especialistas, uno días era él el psicólogo, la mayoría, y  otros ella. Ambos con bastante sentido común trataban de ayudarse mutuamente. La relación se iba haciendo cada vez mas estrecha y en ocasiones las visitas se veían complementadas con interminables llamadas telefónicas que el D. Cuevas le hacía desde el Hospital y siempre en horario de trabajo en el que habitualmente Fernando estaba fuera de casa. En ningún caso pensaron que aquello terminaría en algo concreto. Estaban a gusto y era suficiente, pero curiosamente ninguno de los dos contaba a sus respectivas parejas aquellos encuentros y sin darle mayor importancia, no se lo contaban porque no, pero tampoco tenían ningún sentimiento de culpabilidad.  Para Alvaro, Mamen era una madre de familia, con dinero, con un fondo de profundo respeto a su marido, pero aburrida de la vida que llevaba. Todos los días lo mismo, repetía con frecuencia, mientras él insistía en que la convivencia tenía que ser difícil, sobre todo con alguien a quien ves muy pocas horas al día.
-  ¿Pocas horas al día? – Mamen se reía, aunque maldita la gracia que tenía aquella situación – hay días que llega cuando estoy durmiendo y casi no nos damos ni las buenas noches.
-  ¿Y tú porqué se lo consientes?
-  ¿ Y que quieres que haga?
-  Yo que sé – Alvaro en esos casos se mostraba bastante crítico y no dejaba mucho margen para la discusión – Bueno, si que lo sé, mandándolo a freir puñetas y buscándote la vida de otra manera. Piensa que todo esto pasa muy deprisa y que en cuanto te quieras dar cuenta estás en el hoyo.
-  Alvaro no seas pesado – Mamen bebió un poco de té – siempre que sale este tema me cuentas la misma historia y ya te lo he dicho muchas veces, no estoy de acuerdo con la vida que llevo, no me gusta, me aburro, me parece que soy un cero a la izquierda para Fernando, pero las cosas no son así, tengo unos hijos a los que quiero con locura e incluso a Fernando, a pesar de todo, también le quiero, aunque no se si se lo merece, pero no se puede coger la puerta así como así y ahí te quedas y encima, tú no cuentas que yo no tengo ninguna carrera y de algo tendría que vivir.
-  No se, a lo mejor lo que digo es una barbaridad, pero una mujer como tú no se merece no ser feliz y creo que tienes derecho a planteárselo y entre los dos buscar la solución.
-  Pero, si no hay manera de estar juntos mas de cinco minutos. Siempre está ocupado y en cuanto pretendes hablar o está muy cansado o mañana nos vemos o te cuenta cualquier historia, pero se escabulle como gato panza arriba
-  ¿ Y seguro que no tiene por ahí otra?
-  ¡Que va! ¿a que hora? Hubo una temporada que lo pensé, pero analizando sus agendas era imposible. No, él está a gusto así. Está educado para trabajar y lo demás es complementario en su vida. Es triste pero hasta yo soy un objeto en relación con su trabajo. Tiene las camisas limpias, los trajes planchados, los zapatos limpios ¿qué mas puede pedir?
-  Bueno, pero eso no es así porque eso mismo lo haría una asistenta por horas
-  Hombre, Alvaro, no me valores tan poco – Mamen se alisó el pelo con su mano derecha – al fin y la cabo soy la madre de sus hijos.
-  Si, pero por lo que me cuentas, efectivamente le has llenado, o mejor dicho, te has llenado de hijos, pero tampoco les hace mucho caso
-  Si, si que les hace, lo que pasa es que no los ve y así es difícil disfrutar de los niños y además ahí si que no se le puede poner ni un pero, les compra todo lo que piden y soy yo la que tiene que cortar, porque si por él fuera no les dejaba de conceder ni un solo capricho.
-  Bueno, yo, afortunadamente para mí, no tengo hijos, pero lo bonito es jugar con ellos, verlos crecer, enseñarles a montar en bicicleta y esas cosas ¿no? 
-  Al fin y al cabo eso es de lo que estamos hablando, lo de menos es tenerlos, sino educarlos y eso es cosa de dos y en mi caso es solo de una que soy yo
-  Ya – Alvaro llamó al camarero - ¿quieres tomar algo más?
-  No, hoy tengo un poco de prisa
-  Bien, nos trae la cuenta.
Alvaro y Mamen se levantaron y se despidieron hasta otro día con un beso en la mejilla,  pero los dos sabían que ese día sería el viernes a las seis y media y hoy estaban a martes.




sábado, 20 de diciembre de 2014

EL TRIO DE DOS: CAPITULO 53

ieAunque sea presumir, os diré que me ha encantado la descripción de la tienda de Lamelas y a pesar de todo creo que todavía faltan muchas cosas pero ha quedado bien, a mi por lo menos me lo parece.
En fin, que parece que esto se va clareando aunque por los capitulos que faltan, algo mas tendrá que pasar, aunque no me acuerdo.
Ser felices, reconocer que en estas fechas es mas fácil porque todo el mundo está como mas amable y hasta el vecino ese que no te saluda nunca ahora dice Felices Fiestas o te pregunta cuantos váis a cenar el día de Nochebuena ¡Como si le importara algo! pero bueno uno que es de buena familia, aunque de vez en cuando no lo parezca, le contesto correctamente para que no digan.
Pues eso, FELICES PASCUAS
Un abrazo
Tino Belascoaín

CAPITULO 53.-

Dorinda les dio un pequeño toque en la puerta y casi con un susurro les advirtió que ya había llegado y que si querían desayunar lo tenía preparado en el porche. Mamen se puso unos vaqueros, un polo de color blanco y unas zapatillas de deporte, se hizo una cola de caballo sujeta con una cinta de vistosos colores y enseguida se unió a Fernando que iba hecho un pincel con su pantalón corto y una camisa de Burberrys a rayas azules rojas y negras y bajaron hasta el jardín.
Sentada en una mecedora con unos cojines blancos, les esperaba con una acogedora sonrisa, Dorinda, la dueña, vestida igualmente de manera informal con unos pantalones pirata de un rojo chillón y una camiseta con la inscripción “yo me tomaría otra ¿y tú?” escrita en grandes letras blancas que destacaban sobre el rojo del fondo. Al verlos, se levantó rápidamente y se acercó hacia ellos con los brazos extendidos.
-  Buenos días ¿habéis dormido bien?
Para Fernando el tono de voz le resultaba familiar después de las diferentes conversaciones mantenidas por teléfono, no solo para reservar la habitación, si no también para planificar las distintas excursiones que iban a realizar durante el fín de semana. Se besaron en la mejilla y Fernando no dejaba de expresar su admiración por el sitio que habían escogido.
-  Supongo que tú eres Dorinda ¿no es así?
-  Si, soy Dorinda Taracido ¿soy como me imaginabas?
-  La verdad es que no. Tienes una voz todavía mas bonita al natural. Perdona, esta es Mamen, mi mujer
-  Hola – se besaron en la mejilla - ¿cómo estás?
-  Muy bien y con un hambre que me muero.
-  Eso está muy bien – Dorinda se levantó y comenzó a levantar lo que había  preparado para el desayuno – Aquí tenéis café en esta jarra y leche en la otra, tostadas de pan de maiz, aquí – levantó como un secreto un pico del paño que cubría una cesta de mimbre - ¡ah si! Aquí las famosas eses de Cedeira, son como muy dulces y sobre todo a ti – se quedó mirando a Mamen – te recomiendo que no comas muchas porque aquí dicen que son un minuto en la boca y toda la vida en las cartucheras, pero están buenísimas y por último tenéis, si os apetece, bizcocho también casero, o sea que ánimo y a comeros todo que ahora vuelvo. Tengo que ordeñar una de las vacas que no me dio tiempo antes y en un cuarto de hora estoy de vuelta.
-  ¿Tienes que ordeñar una vaca? – Mamen la miraba con una envidia que se reflejaba en sus ojos.
-  Si, esta mañana estuve en el establo temprano y ordeñé a las otras dos, pero como se empezaron a mover nerviosas me dio un poco de miedo que os despertaran y dejé una sin ordeñar.
-  ¿Puedo ir contigo? – Mamen parecía una colegiala cuando las llevaban a las granjas de excursión – ya me imagino que te parecerá mentira, pero nunca lo he visto.
-  ¿De veras? Encantada, vente y te enseño.
Las dos mujeres se levantaron y después de un ahí te quedas hasta que terminemos, se fueron pradera abajo hasta un pequeño establo, protegido por un tejado natural de troncos de eucaliptos, cubiertos por una tupida hiedra que impedía el paso de la lluvia.
Fernando las siguió con la mirada y volvió a pensar en cuando sería el mejor momento para confesarse con su mujer. Mientras que estaba en la galería viendo casi amanecer, volvieron a surgir las dudas de siempre sobre si era mejor decirle la verdad o seguir como hasta ahora, al fin y al cabo, aquello había sido hacía varios años, pero su conciencia ¿todavía tenía conciencia? le decía que si quería que su matrimonio fuera como él quería, tenía que haber una confianza absoluta y tenía que soltar el lastre de aquello cuanto antes y esta vez estaba decidido. Había pensado mientras desayunaban, pero con la dueña delante, estaba claro que no era oportuno. En fin, no había problema porque en tres días habría cientos de momentos mas oportunos. Se sirvió un café y se enfrascó en la lectura de la “Voz de Galicia” que le pareció un muy buen periódico. Tan entretenido estaba entre el periódico y el paisaje que los minutos se le pasaron como por arte de magia.
La llamada lejana de Mamen lo sacó de su ensimismamiento y después de plegar lentamente el periódico y depositarlo en una pequeña mesa auxiliar, bajó casi corriendo la pradera para encontrarse con Mamen que en ese preciso instante estaba sacando una hogaza de pan de un horno instalado al fondo del establo. El pelo se le había puesto casi blanco y el mandil de un blanco inmaculado le llegaba hasta los pies. Por si fuera poco, una botas de agua la hacían parecer una auténtica labradora, Dorinda permanecía a su lado y la empujaba hacia Fernando para que le enseñara su obra de arte
-  ¿Has visto? Lo he hecho yo ¿te gusta?
Fernando la miró desde la puerta del establo y la encontró maravillosa. Mamen era de esas personas que nunca te cansas de estar a su lado, disfrutando de todo y siempre con una sonrisa. Era increíble, tenía una fuerza interior que la hacía ver en la vida solo la parte positiva, parecía si como para ella no existieran los problemas y si los tenía, que naturalmente los tenía, los disimulaba fenomenalmente bien. Últimamente se encontraba como eufórica, era consciente que su relación con Fernando era muy buena y trataba de volver al redil del que nunca debieron salir. Solo le faltaba una reunión entre Fernando y el Padre Huidobro con el que ella continuaba su amistad, pero desde aquel desgraciado incidente la obligaba a visitarlo en el Colegio Mayor del Opus. En diferentes ocasiones y siempre utilizando artes de mujer, había conseguido acercarlo al Colegio Mayor y en solo una consiguió que hablaran, aunque Fernando se mostró a la defensiva y todavía carente de fe. Ahora parecía que los tiempos iban cambiando y posiblemente a la vuelta a Madrid lo volvería a intentar. Se había equivocado y todo era susceptible de mejorar. Dios perdona siempre, como le repetía el Padre Huidobro y todavía estaba a tiempo de rectificar. Siguiendo las indicaciones de su confesor, ella también estaba dispuesta a abrirse a su marido y como él estaba a la espera del mejor momento. Todavía no tenía claro como iba a reaccionar Fernando, pero en aras de su matrimonio, era necesario que él conociera todo lo sucedido y sería difícil de explicar , pero lo tenía que conseguir. En esas estaba, cuando la voz de su marido la sacó de sus pensamientos
-  Panadera – Fernando mostraba su mejor cara de enamorado – me puede vender una hogaza de pan.
-  El señor la desea recién sacada del horno o prefiere una menos caliente
Fernando se rió estrepitosamente
-  Pero, Mamen, ¿cómo me dices esas cosas? Yo intento una escena de lo mas teatral y tú me contestas si te deseo muy caliente.
-  Pero que dices, tonto. Me refería a la hogaza de pan.
-  Usted perdone, panadera – Fernando volvió al escenario inicial - ¿esas hogazas las hace usted?
-  Naturalmente señor – Mamen le enseñó las palmas de las manos llenas de maiz – con estas manitas.
-  ¿Y eso no lo puede hacer algún empleado?
-  No señor, porque esta hogaza está hecha con mucho amor porque sabía que iba usted a venir y ………
Dorinda sentada en un montón de hojas de eucaliptos que casi la cubrían en su totalidad, no podía parar de reir. Con un bastón de madera tallada, se acercó y poniéndoselo sobre su cabeza hizo las veces de hada madrina :
-  Príncipe, si quieres liberar a la Princesa, bésela en la frente y vayan los dos a desayunar que se les va a enfriar el café.
Fernando así lo hizo y ya liberados del embrujo del Hada Dorinda, corrieron hasta sentarse extenuados en el porche de la casa y disfrutaron de un desayuno como en los viejos tiempos, sentados y hablando, no como en Madrid que Fernando tomaba un café bebido, mientras Mamen dormía a pierna suelta.
Siguiendo un itinerario cuidadosamente elaborado por Dorinda, subieron lentamente la cuesta hacia el faro de Punta Candelaria haciendo pequeñas paradas para disfrutar del valle de Regoa. En Lamelas compraron dos gaseosas en una tienda de aldea, de esas que tienen desde zapatillas de casa hasta jamón deshuesado y envuelto al vacío, pasando por tabaco de contrabando, café natural, castañas para asar, azadas para trabajar, lanas de todos los colores, ropas de agua para “os mariñeiros”, seis calcetines blancos por el precio de dos, sartenes hechas en la Francia, cuchillas de afeitar “Palmera”, bombillas de cuarenta, quitaesmaltes procedente de la Suiza, sombreros de ala ancha y un sin fin de cosas mas que evitaban que el vecindario tuviera que bajar a Cederia en cuanto se olvidasen de alguna cosa. Continuaron su lenta ascensión hasta el cruce con Trasmonte, allí giraron a la izquierda y como a cincuenta metros volvieron a girar a la izquierda y se adentraron por una pista que terminaba en una especie de casa de piedra medio destruida con un césped alrededor que invitaba a retozar. Por un estrecho camino se adentraron a través de un bosque de pinos no muy altos, pero suficientes para impedir ver el paisaje. Al final, los pinos abandonaron la compañía de Fernando y Mamen y un amplio paisaje solo de mar se puso enfrente como si de un cuadro se tratase. Se sentaron en una roca, se cogieron de la mano y así estuvieron muchos minutos transmitiéndose su amor. Fernando estaba deseando iniciar la conversación tantos años esperada, pero esta vez, tampoco le pareció el momento mas adecuado y así perdió otra oportunidad, pero aunque no dijo nada, si se imaginó como hubiera sido esa conversación si es que se hubiera producido. La situación sería muy parecida a ésta:
-  “Mamen, quiero decirte una cosa. Una cosa muy importante para mí y me gustaría que no me interrumpieras hasta que termine ¿vale?
Ella lo miró con una expresión entre curiosa y decidida, apretó mas su mano contra la de él y apoyando la cabeza en su hombro le animó a empezar. Ella pensó por fin me va a contar lo que yo ya sé y yo ¿le cuento lo que no sabe?
-  De verdad que no se ni por donde empezar. Toda la historia comienza después del infarto, una secretaria nueva en el despacho y yo empiezo a tontear. No se ni porqué, pero empiezo. Lo primero fue tratarla de tú, cosa que no había hecho en mi vida con ninguna otra, posiblemente su juventud o sabe Dios porqué, pero aquello fue el principio
-  ¿Era una rubia de pelo largo que vino a casa algunas veces?
-  Si, pero prefiero que no me interrumpas porque ya me resulta muy difícil contártelo como para encima entrar en detalles, pero si, era aquella que vino a casa después del infarto y en la que ni me había fijado. Sin embargo en el despacho ya me pareció otra cosa y tampoco puedo decir que fuera un día determinado, sino, poco a poco.”






  Cumpliendo con el compromiso semanal, os envío el capítulo 53

jueves, 4 de diciembre de 2014

EL TRIO DE DOS: CAPITULO 52


 Queridos blogueros/as: Como estas introducciones a cada capítulo comienzan a ser casi como un diario semanal, os diré que hoy me he levantado de buen humor. Supongo que a todo el mundo le pasa igual. No tiene explicación, te levantas bien y ya está y por eso aprovecho para escribir lo antes posible y también porque es jueves y me adelanto un día al capítulo semanal y que conste que me acabo de dar cuenta que hoy es jueves, pero ya que estoy sentado delante de este chisme me como un día y vosotros, si vosotros dos que ya sabéis a quien me refiero, lo leéis cuanto os de la gana, pero yo ya he cumplido con mi obligación. Antes que se me olvide quiero deciros que la semana que viene toca "ajo y agua" porque este cura y su santa nos vamos a Belgica a ver a Marta y el diecisiete volvemos. Creo que vamos a algún pueblo alemán a los mercadillos navideños y de paso iremos a conocer Colonia ¡ya que estamos! En fin ya os contaré.

No se porqué tengo la impresión que estas historias las leen alguien mas que vosotros dos, aunque no se si porque no quieren o porque no saben, el caso es que no lo escriben en ninguna parte, pero bueno, allá ellos, ellos se lo pierden, pero si escribieran podríamos hacer una especie de tertulia sin cookies que podría resultar mas divertida, pero bueno, todo se andará.

Mientras que escribo me pongo Spotify y por primera vez en mi vida estoy tranquilamente oyendo música, eso no tiene mérito porque lo he hecho muchas veces, pero si que hoy oigo las letras y por ejemplo ahora mismo hay un fulano con una guitarra y la letra dice que "soy un completo incompleto si me giro y no te veo etc...etc ¡Que bonito! 

No se si os dicho que estoy escribiendo otra novela sobre un Cirujano Plástico que tiene que emigrar porque las cosas no le van bien y habrá que darle un toque de alegría porque está quedando mas triste que yo que se. En fin, como siempre pasa con esto de escribir, le buscamos una novia y algo haremos y con la mujer también le daremos alguna alegría que para eso la dejamos en casita, compuesta y sin marido.

Bueno que seáis felices  porque como siga así nunca llegáis a leer el capítulo y espero que después de esto, me nombren por lo menos hijo adoptivo de la Villa de Cedeira porque mas propaganda imposible y la Dorinda estaréis de acuerdo conmigo que muy bien.

Hasta la próxima.

Un beso
Tino Belascoain




CAPITULO 52.-

El día amaneció soleado, cosa un tanto extraña en Galicia y más en aquella época en que el otoño se empeñaba en hacer acto de presencia. La casa rural, situada en lo mas alto de una montaña desde la que se veía perfectamente toda la ría de Cedeira, pequeño pueblo marinero a unos pocos kilómetros de Ferrol, estaba en un sitio increíble. Fernando la había encontrado casi de casualidad, pero el hecho de que estuviera en un lugar alejado del mundanal ruido, con posibilidad de ver el mar y en un pueblo famoso por sus percebes, hizo que Fernando reservase la mejor habitación o por lo menos así se lo había asegurado la dueña, a la que no tenía el gusto de conocer nada mas que por teléfono, pero que tenía una voz encantadora, una de esas personas que sin conocerla, ya sabes que te va a encantar, servicial como nadie y dispuesta a que aquel fin de semana fuera el mejor de sus vidas y estaba segura que  lo conseguiría y a fé que no les había engañado. La llegada fue a altas horas de la madrugada y la oscuridad de la noche les impidió ver la magnitud del paisaje. Como habían quedado previamente, deberían dejar el coche a un lado de un pequeño aparcamiento cubierto por una parra que hacía las veces de Uralita ecológica, la llave de la habitación estaría debajo del felpudo de la entrada, era la mejor de todas y Dorinda, que así se llamaba la propietaria, les había dejado, junto con la llave, una  nota en la que les avisaba que podían hacer todo el ruido que quisieran porque de las seis habitaciones disponibles, cinco estaban libres aquel fin de semana, porque estaban todas reservadas a una familia de Lugo, pero por algún motivo no habían podido ir. La habían llamado por teléfono y le preguntaron si tenían que pagar alguna cantidad, pero les era imposible acudir ese fin de semana. Además, la nota les advertía que ella estaría por allí por la mañana y que no se preocupasen por la hora del desayuno, cuando bajaran se lo preparaba sin ningún problema.
Mamen y Fernando siguieron rigurosamente todas las instrucciones y al encender la luz de la habitación se quedaron sorprendidos del buen gusto del que hacía gala la tal Dori. Se podía definir como una “suite rural”, si es que existe ese término. Era un pequeño apartamento decorado absolutamente con artesanía gallega en el que destacaba una cama con dosel al fondo, una especie de cuarto de estar con los periódicos del día encima de una acogedora mesa camilla rodeada por dos orejeros tapizados con una pana beis y hortensias de fondo. A la derecha una amplia galeria dejaba ver las luces de la villa y varias filas de pequeñas bombillas que parecían continuar el recorrido de viejos caminos. A cada pocos metros, esa luces se arremolinaban como queriendo fundirse en un abrazo luminoso y aunque era difícil de discernir, casi seguro que formarían partes de distintos núcleos rurales. La galería era larga, muy larga y casi al final unas sillas se disponían de manera informal, apoyadas en un suelo de madera que chirriaba con los pasos de Mamen y Fernando.
A la izquierda, una pequeña balda de piedra con un jarrón que contenía unas rosas rojas recién separadas de su habitat natural, daba entrada a una mini cocina de cuyas estanterías descendían, como cascadas, ramas de hiedra que llegaban casi a un fregadero de piedra natural por el que discurría sin parar un reguero de agua que se difuminaba por una de las esquinas. Dos pequeños bancos de madera, con una mesa en el centro hacían las veces de un moderno “office”. El cuarto de baño mantenía el suelo original de muchas casas gallegas, haciendo como rombos blancos y negros y toda la pared era de piedra vista, la llamada cantería y solamente en un lateral se abría una ventana de madera con unas contraventanas también de madera.
La pareja recién llegada, acostumbrada al lujo y amplitud de las grandes cadenas hoteleras del levante español, se quedó estupefacta. Aquello parecía como de cuento, la limpieza era impresionante y solo el sonido del agua discurriendo por la cocina  les parecía como estar en otro mundo. La elección había sido excelente y seguro que sería un lugar ideal para plantear aquellos asuntos que los dos llevaban en la cabeza.
El día anterior había sido muy duro y casi sin tiempo de deshacer las maletas, se quedaron dormidos en una cama amplia y blanda, ella con un camisón blanco de puntillas  y él con un pijama de rayas muy finas rojas y blancas.
El canto de un gallo los despertó a las siete de la mañana, Fernando se levantó, abrió las cortinas que cerraban de manera casi hermética la galería central y ante la maravillosa vista no pudo por menos que despertar a su mujer que se encontraba en lo  mejor de sus sueños.
-  Mamen, Mamen – la empujó suavemente – despiértate y ven a ver la vista, no te la puedes ni imaginar.
-  ¿ Que hora es?
-  ¡Que mas da!
-  ¿Cómo que que mas da? Debe ser prontísimo ¿no?
-  Son las siete y cuarto de la  mañana, pero es igual, porque te va a encantar
-  ¿Sabes a que hora nos acostamos ayer?
-  Ni idea, supongo que tarde
-  Pues nada mas y  nada menos que a las tres y media de la madrugada, o sea, que cierra la cortina y vamos a dormir que es  muy temprano.
-  ¿Serás capaz de no venir a ver el paisaje?  
-  Fernando, no seas pesado – Mamen se dio media vuelta y se tapó con la sábana de hilo.
Fernando descorrió completamente las cortinas y una luz maravillosa iluminó toda la habitación. El sonido del agua se vió atenuado por el piar de los pájaros. El cielo estaba completamente azul y en el horizonte todavía quedaban pequeñas zonas de niebla, como queriendo recordar los días anteriores en el que el sol no había sido capaz de vencerla. Sin embargo, esta mañana era especial, quizá porque en Galicia cuando hace sol, como la española cuando besa, es que hace sol de verdad y la luz es como mucho mas luz que en el resto de España. El amplísimo ventanal era como el patio de butacas y por el escenario pasaban escenas inolvidables. El pueblo marinero de Cedeira se rendía a los piés de la vista. La zona antigua con la torre del iglesia en el centro, todavía estaba en una zona sombría y los tañidos de la campana nos recordaba la llegada de los marineros de bajura, que habían salido a la mar para recoger sus capturas allá por las cuatro de la  madrugada. Los pequeños botes se aproximaban a las piedras del puerto como buscando abrigo en un día en el que la mar era como un plato de caldo gallego. No se movía ni una hoja debido a la escasez de viento y en el faro las olas no batían, como era habitual en otoño, sino que parecían querer contribuir a mejorar la belleza del paisaje dejando una estela de agua verdosa en sus proximidades. A la derecha, un monte de tupidos eucaliptos, parecía querer envolver a la villa como si fuera para regalo. Pocos núcleos de población, los llamados lugares, se veían en la ladera de la montaña y sin embargo, multitud se casas se repartían individualmente por todas las zonas verdes como si Dios se hubiera entretenido en depositarlas allí como granos de arroz blanco. Casi al alcance de la mano, unas ovejas se movían por el jardín de la casa rural, mientras un perro, de esos perros de campo que  no tienen ni raza ni pedigrí ni nada de nada pero que tienen un señorío que les hace rodear a las ovejas como si las estuviesen cortejando, daba vueltas alrededor del rebaño para que el amo  las tuviera siempre controladas.
Ese paisaje encantador se veía alterado por el canto de un gallo como si quisiera contribuir para que el espectáculo no fuera solo de luz y de paisaje, sino tratando de introducir un elemento nuevo como el sonido, pero de una manera que no resultara violenta.
Fernando miraba y miraba aquel lugar de ensueño desde el excelente mirador constituido por la amplia galería y no era capaz de entender como Mamen no se levantaba para contemplarlo. La había llamado dos o tres veces y ella seguía disfrutando de otros paisajes motivados por el profundo sueño que la mantenía en la cama con la sábana hasta la barbilla. 
Por fin, Mamen se acercó a su marido y le dio un beso en la mejilla, después se puso detrás de el y le abrazó.
-  ¡Que bonito! ¿verdad? Parece un paisaje de cuento.
-  Y eso que tú lo ves ahora, que yo llevo desde las siete de la mañana ensimismado. Es algo increíble.

Casi sin esfuerzo por parte de los dos, se encontraron abrazados demostrándose su amor con un beso largo y prolongado. Casi como en la noche de bodas, Fernando la tomó entre sus brazos y volvieron a la cama y sus cuerpos se fundieron como si no hubieran pasado casi veinticinco años desde aquel uno de Junio en que se casaron en la Catedral de San Isidro en presencia de casi quinientos invitados. Durante todos esos años, había habido de todo, momentos buenos, momentos malos y épocas de monotonía en las que su situación continuaba como un coche automático por una autopista. Alguna aventura había venido a alterar el tranquilo viaje, como si un animal invadiera la calzada,  pero ambos habían sabido disimular y continuaron como si nada hubiera sucedido. Después del infarto de Fernando la situación se había tornado muy delicada, pero por los niños y por otras muchas circunstancias, continuaron viviendo juntos  y ahora disfrutaban de una buena época.

sábado, 29 de noviembre de 2014

ELTRIO DE DOS: CAPITULO 51

 Queridos blogueros/as: El capítulo de hoy como ya va siendo lo habitual, tiene dos partes: la primera recordando "el cachondeíto" propio de Santiago con algunas señoras conocidas en los ambientes de la sociedad, no por mí, eso se da por supuesto, pero si por mucha gente.
La segunda parte para los que hemos hecho el camino de Santiago nos traerá abundantes recuerdos, a mi por lo menos me los trae y así fue y así pasó que por cierto es el nombre de mi nueva novelas que también aparecerá por el escenario bloguero cuando llegue su momento.
Como notición de la semana es que ayer me dijo Almudena, la nuera de mi hermana Conchita, que había leído la novela de "En lo mejor de lo peor", o sea que con un poco de suerte en vez del trio de dos podemos ser el cuarteto de tres si es que se decide a leer todos los días. Se verá
Ser felices como siempre y hasta la próxima
Un abrazo
Tino Belascoaín


CAPITULO 51.-

 El 25 de Julio amaneció impresionante, como casi siempre, según decían los habitantes de Santiago de Compostela. El sol encendió rúas, plazas y avenidas sin distinción de antigüedad. Posiblemente las rúas, tanto la del Villar como la rúa Nueva, percibieron antes la benignidad de los rayos del astro rey debido que por las noches también es más intensa la oscuridad y los contrastes se perciben con adelanto. Una brigada bastante numerosa de operarios del Ayuntamiento compostelano se afanaban en mantener la limpieza al precio que fuera y así unos potentes chorros de agua a presión trataban de sustituir la habitual lluvia por unos charcos de envergadura en el centro de las milenarias piedras. Estas reaccionaron con prontitud ante tal despropósito y las juntas se ensancharon y el agua pasaba por ellas dejando un rastro de humedad de tan solo unos minutos. Algunos ciudadanos, con indumentaria veraniega, avanzaban a paso ligero y se perdían por las pequeñas calles que desembocaban en otras mas grandes y así sucesivamente hasta terminar en la llamada Plaza Roja, reducto estudiantil en el pasado y actual lugar de encuentro de la movida santiaguesa y en donde se alineaban las mas importantes sucursales bancarias y los mejores comercios de la ciudad. Como contraste, un palco de música de primeros de siglo, ocupaba uno de los laterales y ya sea por el calor o por la llegada masiva de peregrinos, el caso es que estaba a reventar. Los jóvenes habían distribuido sus colchonetas por todo su perímetro, las mochilas reclamaban un lugar en la plaza y las botas se movían nerviosas ante la llegada a su lugar de destino y ante las mas que posibles vacaciones que se les avecinaban, mientras que sus propietarios dormían a pierna suelta. Como la noche había sido larga, el macroconcierto con todas las figuras de la música del momento había terminado tardísimo con un público entregado que llenaba la Plaza de la Quintana, y las fuerzas comenzaban a flaquear, muchos optaron por retirarse al correspondiente camping situado en las afueras y la mayoría no llegaron y se quedaron en los diferentes parque y jardines de la ciudad. Era tal la acumulación de gentes que otros muchos, la mayoría, paseaban tranquilamente por las estrechas calles provocando auténticos embotellamientos urbanos. La tradición invitaba a chocolate con churros, darse una ducha rápida, entrar a la Catedral por la Puerta Santa, confesarse, dar el abrazo a nuestro ya hermano Santiago y oir la Misa del Peregrino con el espectacular baile del “botafumeiro” que, con su vuelo por el interior de la Catedral llenaba de incienso los corazones de los caminantes. Este era el jubileo oficial, sin embargo los estudiantes habían ideado uno diferente que consistía en un recorrido por la ciudad haciendo bien una serie de pruebas que iban aumentado su dificultad.
La primera y con diferencia la más sencilla, era apagar el pitillo en el culo de un angelito tallado en la piedra en uno de los soportales de la Rúa del Villar, justo enfrente de una tienda de juguetes de la que era propietaria una de las mujeres mas atractivas de Santiago, conocida vulgarmente por Rosiña la de Clemente que se prodigaba poco por las calles de Santiago porque su marido Clemente Castiñeiriño la tenía recluida en hogar, casi al lado de la tienda, consciente del peligro que corría si la dejaba a su libre albedrío. Rosiña que presumía de belleza y no tanto de fidelidad a su ilustre marido, era conocida en el mundo de la Judicatura porque había pasado por los brazos de todos los Señores Notarios de la ciudad. Ahora ya estaba ajada por el paso de los años, aunque todavía permanecían en ella los estigmas de una belleza impresionante, pero en sus tiempos, allá por aquellos años en que eran cinco los Notarios, se sucedían las escenas de riesgo y de la alcoba de uno pasaba a la del siguiente casi sin darse tiempo ni para recomponer el peinado. Tenía por aquel entonces a su servicio a una tal Susi, mas conocida todavía que su dueña y que tampoco estaba mal. Físicamente no era especialmente atractiva, pero según todos los mentideros de la ciudad tenía “un muy buen joder” fruto de su amplia experiencia con los hijos de los Notarios que eran muchos y de muy variadas especies porque, claro que eran otros tiempos, pero estos profesionales estaban tan obsesionados con sus legajos, escrituras etc.. etc… y siempre acompañados por aquellos horribles Oficiales de Primera que al llegar a sus casas, descargaban todos sus instintos sexuales un día si y otro también, con lo que las familias estaban constituidas por incontables miembros que eran los destinatarios, sin remedio, de la tal Susi que los iniciaba en todos los secretos del amor.
Se decía, y posiblemente con razón, que fueron muchos los que acudieron a sus lecciones, siempre enviados por sus progenitores y se cuenta que algunos de estos también tuvieron oportunidad de experimentar las excelentes clases magistrales de la Susi impartidas en el aula magna de cualquier callejón de los muchos que por las noches son prácticamente intransitables en Santiago. Eran lecciones prácticas, con nada de teoría y se iba derecho al grano, porque en expresión de tan ilustre profesora “sois muchos y una no tiene el coño para ruidos”
Desde la ventana de la casa de Don Clemente Castiñeiriño se observaba el incesante paso de los peregrinos, despreciando, por ignorancia, la primera prueba del Jubileo Pagano, que naturalmente no era subsidiario de indulgencias plenarias ni nada por el estilo, pero si de comenzar a conocer gente de la ciudad, porque a escasos metros del negro culo del angelito sometido durante siglos a miles y miles de quemaduras de pitillos, estaba nada mas y nada menos que el bar de Pepe Limodre, uno de los barman mas elegantes y con mayor poder de seducción de toda Galicia. Era un hombre realmente muy guapo, de modales refinados que nunca resultaban cursis, con trajes de lino perfectamente planchados y el pelo engominado a lo Rodolfo Valentino. Había sido, estudiante aunque no sabía de qué, defensa derecho del Compostela cuando el equipo estaba en segunda regional, tuno aficionado y profesional y con ese traje que colgaba en la puerta del armario de su dormitorio, había recorrido el mundo, en un seiscientos y acompañado de sus íntimos Fede y Santi habían sembrado el terror entre las exuberantes rubias del norte de Europa. Sus clavelitos y demás pasacalles se hicieron famosos en lugares tan distantes como Moscú y Oslo. Todavía ahora y para recordar tiempos pasados, una vez al año, se enfundaban sus trajes y el día dieciséis de Junio a las nueve de la noche dedicaban una serenata a la simpar Rosiña, con la que había intentado establecer algún tipo de relación nuestro amigo Pepe Limodre en múltiples ocasiones y nunca lo había conseguido por no disponer del imprescindible titulo de Notario.
 Solo una vez y fue un dieciséis de Junio de hacía casi veinticinco años, Pepe consiguió subir a casa de Rosiña, pero cuando pensaba que, por fin, la tan deseada se le ofrecía en cuerpo y alma, se encontró con Don Ismael Polanceiro, naturalmente Notario recién inscrito en el Colegio correspondiente, borracho como una cuba, cantando boleros de una manera tan desastrosa que hacía imposible entablar cualquier tipo de conversación. Rosiña intentaba llevarlo por los caminos habituales hacia la alcoba y él se resistía escudado en las notas del reloj no marques las horas, un viejo amor e incluso banderita tú eres grande y ante la imposibilidad de concluir su tarea, decidió que por lo menos hiciera un dúo con Pepe Limodre, al que no conocía personalmente, pero al que oía con frecuencia desde su dormitorio cuando éste se ligaba alguna turista y la llevaba al fondo del bar y la ponía a tono con esas canciones cantadas al olor de un buen vaso de vino, acompañados por unas tapas de pulpo y aliñadas con las groserías de Santi y Fede, dos golfos de reconocido prestigio, a las que las turistas respondían con miradas y guiños que incitaban a lo que incitaban y los tres, naturalmente aprovechaban la oportunidad. En el caso de Santi y Fede porque, según su teoría, un español está para eso y las turistas vienen a eso y Pepe porque un caballero español, gallego para mas señas y encima de Limodre, tiene la obligación espiritual de abrirse ante las nuevas culturas y demostrar que desde casi el “Finis Terrae” la educación es un principio básico de las relaciones entre los pueblos y así entre recuerdos de Cervantes, citas de Góngora, alguna frase de Shakespeare y canciones de Los Panchos, todos los días y más si era Año Santo, disponía de temas para desarrollar en la amplia cama de su bien ganada Cátedra del Folleteo de la Facultad de Artes y Otro Oficios de la Capital Espiritual de Occidente de la que, con los votos de Fede y Santi, se había nombrado Ilustrísimo Señor Rector. La entrega de los Diplomas, siempre y cuando las turistas se hubieran hecho acreedoras a ellos, se realizaba la noche siguiente en el mismo salón de actos con repetición de todo lo acontecido la noche anterior,  a no ser que hubiera o hubiese otras alumnas interesadas en cuyo caso se suspendía la ceremonia y se iniciaban nuevos rituales para ellas , porque para Pepe la cantinela de Góngora, Quevedo, Cervantes y demás escritores, era harto conocida. 
Ana no perdía de vista a Ignacio y aunque algunas de las historias eran bastante subidas de tono no podía disimular lo divertido de las mismas e incluso le animaba a contar muchas más
-  Lo que yo no entiendo – Ana se inclinó hacia delante en el sillón que estaba sentada en el Hall del Hostal de los Reyes Católicos - es de donde sacas tantas historias ¿te las inventas?
-  Pero ¿cómo me las voy a inventar? Son historias reales de las que ocurren todos los días – Ignacio miró a los cinco atentos contertulios con los que había compartido nada menos que casi cuarenta días de Camino de Santiago – o tú que te crees ¿qué en Santiago todo el mundo se pasa el día rezando?
-  No, pero me parece una exageración.
-  ¿El qué?
-  Pues eso, que el Pepe ese o como se llame, se pase el día acostándose con turistas que han hecho, como nosotros el Camino
-  ¿Pero tú que te crees que las turistas viene a chuparse el dedo o qué?
-  No – Ana miró al resto del grupo – yo no se a lo que vienen, pero después de tantas caminatas y de tanto pensar en ti mismo, no parece que sea el mejor momento para una juerga ¿no?
-  Bueno – intervino Pacho – eso es lo que tú piensas, pero hay gente, seguro que la hay, que piensa de manera diferente y lo que para ti ha sido como un experiencia maravillosa para tu mundo  interior, pues a otros es posible que no les importe y hacen el camino por ver el paisaje, conocer otras gentes ¡yo que sé!
-  Hombre, con eso yo también estoy de acuerdo, pero en mi caso eso sería imposible porque vengo como nueva y aunque suene a cursi, estoy dispuesta a que mi vida cambie de manera radical
-  ¿Tanto te ha marcado el Camino?
-  Pues la verdad es que si. Siempre pensé que eso le pasa a otros, pero esta vez me ha tocado a mi y me extraña porque yo no soy de las que creo mucho en estas cosas, pero la realidad es que después de tantos y tantos días de caminar y caminar terminas por pensar en todo lo que has hecho en la vida y te replanteas muchas cosas.
-  ¿Y qué tal? ¿cómo te has encontrado?
-  Fatal, para qué te voy a engañar – Ana bebió lentamente una tónica que tenía delante – ha sido una vida vacía, sin ilusión, sin pensar en los demás, sin intentar hacer las cosas bien, solo pensando en mí.
-  Me parece que exageras, Ana. En este mundo a cada uno le toca vivir de una determinada manera y a ti te ha tocado esta, lo que no quiere decir que tu vida sea una porquería, Yo creo que eso no es así - Juan Olmedo hacía gala de su experiencia -  A todos nos ha pasado en algún momento algo parecido, pero tampoco hay que exagerar.
-  Bueno – Ana intentaba demostrar que su teoría  era la verdadera – posiblemente sea algo exagerada, no lo niego, pero lo que está claro es que el Camino te hace pensar ¿ o no?
Los cuatro compañeros asintieron con la cabeza y hasta Rualito, un perro que se encontraron por el camino, movió la cola con un gesto afirmativo. Naturalmente que el Camino hace pensar ¿cómo podría ser de otra manera? Son muchas horas al día para pensar en uno mismo, charlar con los compañeros de fatiga, volver a pensar en uno mismo, mirar el paisaje, darse cuenta de que nada somos comparados con la naturaleza, pensar en uno mismo, hacer pis u otras cosas en cualquier campo, volver a pensar en uno mismo, mil cosas y siempre volver a pensar en uno mismo.
-  ¿Te acuerdas de tus cambios de ánimo por tierras de Castilla? – Ana trataba de introducir en la conversación a Ignacio que parecía como muy pensativo desde su llegada a Santiago. Este no parecía interesado en mostrarse especialmente simpático, pero contestaba a las preguntas con su exquisita educación.
-  Si – Ignacio sonrió con nostalgia – uno está acostumbrado a patear media España, pero siempre por las montañas y muy pocas veces por lo llano y eso de ver rectas de un montón de kilómetros es verdad que me deprime. ¡ Que le voy a hacer!
-  A mí, sin embargo, lo que me mataba eran las cuestas ¿os acordáis de la subida a Piedrafita del Cebreiro? – Pacho hizo un gesto como si se quitase el sudor de la frente.
-  Como no nos vamos a acordar si casi  tenemos que llamar al 061.
-  Joder, todavía me acuerdo que no podía ni con las botas. Intentaba seguir y seguir pero me faltaban las fuerzas. Miraba al final del puerto y el monte lo veía en el quinto infierno. Si no fuera por Ana, no llego ni en un mes y seguro que si voy solo, me vuelvo a casa tan ricamente.
-  Hombre, hubiera sido una pena porque habías hecho lo mas difícil y cuando ya casi se veían las torres de la Catedral de Santiago no podías abandonar
-  Si, si, la Catedral. Me engañaste como un chino, porque solo quedaban doscientos kilómetros, me decías con cara seria y eso estaba chupado ¿te acuerdas?
-  Claro, y no me digas que te engañé.
-  No, eso si que es verdad, lo que pasa es que lo que no me dijiste es que esos doscientos kilómetros eran los peores.
-  ¿Y yo que sabía?
-  Tú a lo mejor no, pero Ignacio seguro que sí.
Ignacio se rió abiertamente
-  ¡A ti te lo iba a decir! Ibas tan mal que si te llego a decir que había varios puertos, seguro que te vas a casa ¿ o no?
-  Si, eso si que es verdad, porque aquel día en ¿era en Villafranca del Bierzo?
-  Si, era en Villafranca, justo antes de iniciar la subida a Piedrafita.
-  Bueno, pues ese día, efectivamente, estuve a punto de dimitir porque tenía un dedo de un pié como una bota y por mas que me lo vendaba, el dolor iba siendo cada vez mayor y al final casi ni podía andar, menos mal que en Ambasmestas, a muy pocos kilómetros, conocimos a aquel búlgaro que decía que era casi Médico ¿te acuerdas?
-  A mi me pareció que era un jeta de mucho cuidado, pero lo cierto es que gracias a aquella porquería que sacó del bolsillo de la mochila y por la que te pidió cinco mil pesetas, pudiste llegar a Santiago.
-  ¿Qué sería lo que me dio?
-  Ni idea, se podía parecer a cualquier crema de las que hay en las farmacias, pero no lo puedo asegurar.
-  Casi no me acordaba, pero si que es verdad que el tío empezó como si fuera un peregrino más que te echaba una mano y, al final lo que quería eran pelas.
-  Claro, si vivía allí, de algo tendría que subsistir.
-  Si, pero el tío apareció como si viniera detrás nuestra.
-  Si, si y al principio solo hablaba del Camino y de lo duras que eran las dos etapas previas, pero poco a poco nos fue llevando su terreno y acabamos hablando de las ampollas y de lo fácil que era que aparecieran y si que parecía Médico o por lo menos un profesional de la Salud porque hablaba como con mucha propiedad.
-  Naturalmente si nó, ¿cómo te iba a trincar el dinero?
-  Hay que ver lo que inventa el hombre blanco para no trabajar
-  ¿Y os acordáis de las dos monjitas? Esas si que nos la dieron con queso. ¿Te acuerdas, Pacho? 
-  Este a lo mejor no se acuerda, pero yo si, que es a la que tocaban el culo y todo lo que hacían era tantearte para ver donde llevabas la cartera, menos mal que aquel día pensé que lo mejor era llevarla en el calcetín que si no, me veo en la Policia denunciado el robo. ¡Menudas elementas! Y eso que tenían una cara de buenacitas que daban el pego.
-  Si, es verdad que en eso todos estábamos de acuerdo, pero todavía no soy capaz de entender como las pillamos, porque ahora todos nos ponemos muy gallitos, pero entonces, ninguno pensábamos que pudieran ser ellas las autoras de los robos.
-  Hombre, es natural, dos monjitas llenas de caridad que recorren el Camino ayudando a los Peregrinos, que comen de la caridad, que casi no sueltan el rosario ni para dormir y encima se dedican a sermonearnos ¿cómo vas a pensar que son unas chorizas?
-  A mi, lo que pasa es que esas cosas me deprimen. Parece mentira que no puedas ni hacer el Camino de Santiago sin que alguien venga a timarte. No se respeta nada y eso que no íbamos a los albergues que ahí si que debe ser la pera.
-  Acuérdate de lo que nos contó aquel suizo ¿te acuerdas? En diez minutos le habían mangado todo y lo único que le dejaron fué la mochila y eso que el albergue estaba en un pueblito de nada que si llega a ser en Madrid, lo dejan en bolas.
-  ¿Te acuerdas el cabreo que tenía? Si en ese momento llega a coger al ladrón, yo creo que le pega dos tiros y bien que lo buscó por todo el pueblo, pero, claro, el que fuera ya se había largado.
-  Hombre, allí se iba a quedar, son ladrones, pero no tontos.
-  A mí no me extraña nada que se pusiera como una fiera porque debe molestar bastante que llegues a un Albergue después de una caminata, encuentres una litera y mientras que estás en el cuarto de baño, te birlen todo, ¿tú no te pondrías igual? Yo desde luego, si.
-  Ahora, lo que es curioso es la cantidad de gente rara que hay por el mundo ¿no os parece? Cuidado que hemos encontrado gente extraña ¿verdad?
-  Si, si, es verdad, pero es que hace el Camino tanta gente que tiene que haber de todo.
-  El mejor de todos para mí es aquel que iba vestido como de Don Quijote con unos jubones muy cortos y unas piernas muy largas. Iba en bici ¿os acordáis? Y todo el equipaje lo llevaba en una especie de baúl con dos ruedines y el tío venía nada menos que desde Holanda ¡ total nada !
-  Para mí, el mejor fué el de la gorra con todas las banderas de los sitios por los que había pasado, parecía un palillero con no se cuantas banderas clavadas.
-  ¡Que va! El mejor con diferencia era aquel que nos recibió cerca de Burgos con una especie de pañal todo arrugado que chillaba desde un alto que para hacer el Camino hay que pasar frío y que nosotros no éramos ni creyentes ni nada por el estilo. El sí que lo era, llevaba casi trescientos kilómetros y no sabía si continuar porque él lo único que quería era que el Madrid perdiera la liga y ya la había perdido, o sea, que para qué continuar hasta Santiago.
-  Si que es cierto que el  mundo está lleno de locos, pero por lo menos no molestan
-  Según, no molestan algunos, porque el que se nos pegó en la zona de Leon, ese sí que era incómodo. ¡ Que tío mas pesado ¡ y la cantidad de blasfemias que soltaba por aquella boquita
-  Juraba como nadie pero si era verdad la historia que  nos contó, no me extraña que jurase  porque perder a toda la familia en un accidente, eso debe ser fuertísimo y encima viendo el incendio desde la calle y sin poder hacer nada.
-  Bueno, y está bien de hablar de todas las miserias que hemos pasado y si os parece podíamos finalizar con lo que piensa cada uno del Camino y de los días que hemos pasado juntos, ¿quieres empezar tú, Ignacio?
-  Bueno, ya sabéis que para andar no tengo ningún miedo, pero hablar eso se me da bastante peor, pero si queréis que os diga la verdad pensé que iba a ser mucho peor. Los primeros días estuve a punto de irme a mi casa, sobre todo en la etapa de Pamplona y ahora me alegro de haber continuado porque ha sido, y todos sabéis que he andado con mucha gente por el mundo adelante, la mejor caminata de mi vida. Estas dos – miró a Ana y Olga con gesto de complicidad – se pusieron las pilas y dejaron de dar el coñazo con aquello de que nosotras mañana nos vamos a casa porque no podemos más y caminaron hasta aquí como dos auténticas “machotas”. También Pacho dejó de hacer tonterías y se dedicó a lo que habíamos venido que era a hacer el Camino de Santiago y no a echarse una novia y eso que se puso pesado el tío, pero ni con esas consiguió que Ana le hiciese algo de caso. En cuanto a Manuel para mí fue una sorpresa no solo por lo que anda, sino sobre todo por lo que habla. No ha parado en todo el mes de rajar, pero con muy buenas maneras y tratando de entretenernos a todos, aunque a veces se pasaba un poco, sobre todo con aquello de nunca mais. Olga y Ana, que han sido como mis hijas y me han alegrado el camino. He tenido que esperar por ellas en casi todos los mojones, pero ha merecido la pena porque la ilusión que desgraciadamente se va perdiendo con la edad, en ellas es algo que lo llevan a flor de piel y se contagia de una manera maravillosa, gracias a ellas, ahora veo el mundo de diferente manera y de verdad que quiero daros las gracias porque habéis sido maravillosas y vuestra alegría, para mí y aunque os parezca una exageración, ha supuesto una sensación que nunca antes la había sentido. Me habéis hecho sentirme joven y eso no tiene precio.
Ana y Sonia se levantaron y dieron un beso en la frente a Ignacio quien las abrazó emocionado.
-  ¿A quien le toca ahora?
-  Venga que hable Manuel que si nó hoy no comemos.
-  Después de lo que ha dicho Ignacio intentaré ser breve, pero ya os aviso que lo dudo. Lo primero es deciros que estoy hecho una mierda. De verdad que nunca pensé que esto era tan duro. Desde luego, si lo llego a saber conmigo no contáis. Los primeros días todavía se lleva mas o menos mal, pero a partir del diez o el doce con toda la llanura castellana por delante, aquello se hace interminable. Menos mal que entre Ignacio, Pacho y Juan me empujaban a seguir, porque si hubiera sido por estas dos, estaría en casita viendo la tele. Desde que llegamos no paro de pensar en las sensaciones que todos contáis y yo debo ser un bicho raro porque no siento nada. Empiezas con muchísima ilusión, al cabo de unos días te empiezan a fallar las fuerzas y piensas que que haces por el medio del campo como un gilipollas, con los pies como botas y unas agujetas que te machacan por todas partes. Después llegan las montañas y otra vez te vuelves a ilusionar y te vuelves a cagar de cansancio y por último llegas a Santiago y entonces si que se desbordan todas las emociones, pero por unas cuantas horas porque a mí ya se me ha pasado y si, he hecho el Camino, pero nada más. Es verdad que me ha servido para conocer a mucha gente, he intimado todavía mas con Olga, en fin, que no ha estado mal, pero sin exagerar. Ya está hecho y ya está . No creo que mi vida cambie en nada y dentro de tres meses ni me acuerdo de los sitios por los que hemos paseado juntos. Lo siento, porque sé que no es la opinión de ninguno de vosotros, pero todas esas historias de santificar el cuerpo y el alma y cosas por el estilo, conmigo no van y bien que lo siento porque me encantaría que no fuera así, pero cada uno es como es.
-  Ahora me toca a mi – Olga se puso en pié dejando al descubierto un cuerpo perfecto, sin una sola gota de grasa. La camiseta blanca le realzaba un pecho bien contorneado y todo su aspecto invitaba a vivir -  y siento que le voy a llevar al contraria en todo a Manuel y eso que todavía no nos hemos casado. Yo si que tengo que decir que después del Camino he cambiado. Si, he cambiado y he cambiado mucho y a lo mejor, todavía tengo que cambiar más, no lo sé, se verá, pero ahora mismo y me parece que igual que Ana, es lo mejor que he hecho hasta ahora en toda mi vida. No sé si será el inicio de mas o todo se quede mas o menos igual , no lo sé, pero lo que si que sé es que ahora mismo estoy como en una nube, como flotando, me parece increíble que con mi manera de ser y solo con mis piernas esté un mes entero andando y quejándome bastante menos de lo que me pedía el cuerpo. Si es verdad, y no se puede discutir que, al principio, estuve bastante tonta, hasta el día aquel, ¿te acuerdas? en que me cogió por banda Ignacio y me puso las peras al cuarto. Me sentó muy mal, pero esa noche en el Hostal de Pamplona me dí cuenta que tenía toda la razón y que o cambiaba o me iba a casa. Hasta entonces, lo reconozco iba de pija por la vida, nunca me lo había planteado pero Ignacio tenía razón, el pijerío había que dejarlo en Madrid y aquí lo que había que hacer era andar y con esfuerzo lo hemos conseguido. Yo sé, porque me lo habéis contado después de tantas horas de caminar juntos, que todos os habéis esforzado en vuestras vidas y las habéis pasado canutas de vez en cuando y sin embargo yo, en mis veintiséis años, yo creo que nunca he tenido un problema grave y los pocos que recuerdo los he resuelto, o mejor dicho los ha resuelto con dinero mi padre, si, ya sé que esto suena muy mal, pero es la verdad. Sin embargo, en estos días, el esfuerzo lo haces tú, te puedes apoyar en tus amigos, en vosotros, pero la cuesta la subes tú sola, las ampollas las padeces tú, los calores y los fríos son cosa tuya y hasta los botones te los tienes que coser tú. Y eso en mi caso es muy duro. He intentado apoyarme en todos y quiero daros las gracias porque en ningún momento me habéis fallado y de paso pediros perdón por la lata que nos he dado, pero de verdad que ha sido una experiencia maravillosa y si tuviera que ponerle un pero a algo o a alguien sería a Manuel, porque conviviendo tan cerca y durante tantas horas me he dado cuenta que tengo muchas cosas que cambiarle, cosas que no me gustan y que si queremos continuar juntos, tienes que cambiar y la primera y mas importante es aprender a escuchar. Tú, no sabes escuchar, hablas y hablas sin parar, pero escuchas muy poco y eso es un defecto. Pero, bueno, ahora no es el momento de tirarnos los trastos a la cabeza, tiempo habrá y si que es de daros las gracias por haberme dado la oportunidad de disfrutar del mes mejor de mi vida y de haberos conocido. Gracias  a todos.
Juan Olmedo se volvió a levantar y paseó la vista por los comensales. Todos recién duchados con las camisas limpias como los chorros del oro, pintadas ellas y repeinados ellos, parecían otros y no aquellos con lo que había tenido la suerte de andar y andar casi setecientos kilómetros    
-  ¿Quién falta? Venga Pacho te toca, después Ana y yo el último que para eso he sido el organizador.
-  ¿Y que digo si ya lo habéis dicho todo vosotros? Muchos habíais pensado antes en esto y hasta algunos os habíais comprado libros de rutas. Yo no me lo había planteado nunca y le debo a Ana que me contagió su ilusión para hacer semejante machada, porque para vosotros y sobre todo para Ignacio esto es un esfuerzo pero nada más, pero para otros y sobre todo  para mí esto ha sido un milagro y así lo quiero decir.  Lo mas que he andado en mi vida fue hace un montón de años de Alpedrete a Guadarrama y estuve después una semana en la cama y sin embargo ahora, casi sin comerlo ni beberlo, me calzáis setecientos kilómetros entre pecho y espalda,, no consigo que ésta me mire ni una sola vez a la cara y encima agradecido. ¡Esto no hay manera de entenderlo! Lo que empezó como un juego, se ha convertido en realidad y la verdad es que me alegro un montón de haberlo hecho. La experiencia ha sido maravillosa, de vosotros no se puede decir nada malo y creo que ha sido un mes que ha merecido la pena, aunque en mi caso no se ha cumplido el objetivo que era ligar a Ana, pero habréis visto que otras han caído en la trampa y sinó preguntarle a la del bar de Portomarin. Si le insisto un poco, solo un poco, la tendríamos ahora aquí sentada. Pero, en fín, la vida tiene que seguir y esperemos que dentro de unos años nos veamos y recordemos estos días con igual cariño que ahora porque han merecido la pena. Gracias a todos. 
-  Ana, tu turno.
-  ¡ Puf!j, es primera vez en mi vida que hablo en público y estoy de los nervios – Ana se puso en pié, se alisó el pelo empujándole con las dos manos hacia atrás y paseó lentamente su mirada por todos y cada uno de sus compañeros de viaje. Pensaba en decir algo de cada uno, pero eso ya lo habían dicho todos los que habían hablado antes y sería repetirse. Hacer alusión a lo bonito del  paisaje, estaría muy bien, pero todos lo habían hecho y lo habían disfrutado. En fin, ¡que sea lo que Dios quiera!.  Respiró hondo y con voz firme y decidida inició su resumen particular del Camino -  No se, bueno, no tengo ni idea que deciros porque después de todos ya habéis dicho lo que yo pensaba, pero, bueno, algo saldrá y lo primero que quiero es daros las gracias a todos porque con vosotros y por vosotros he conseguido un sueño. Nada mas y nada menos que hacer el Camino de Santiago y de los primeros que quiero acordarme es de mi madre que como sabéis vive en Medina del Campo y está muy preocupada conmigo porque me fui de casa en contra de su voluntad y parece como si me hubiera vuelto una oveja descarriada en Madrid. Ella, en el fondo, sabe que no es así, pero con su mentalidad está muy preocupado. EL hecho de terminar el Camino me servirá para demostrarle que tengo la suficiente fuerza de voluntad como para poder andar por el mundo sin miedos y sin que me pase nada. En segundo lugar, quiero, de verdad, daros las gracias a vosotros porque habéis conseguido que durante tantos días me olvidara de todo y solamente disfrutar del Camino y de vosotros. Como todos, supongo, al principio tenía mis dudas, pero el paso de los días me ha ido demostrando que sois una gente genial y eso que en la tercera etapa casi me voy a casa porque tenía los piés como botijos, pero con vuestra  ayuda conseguí no dejarlo y hacer la etapa del Bierzo, la de Molina Seca, que fue con diferencia la mejor y ya desde allí a Santiago todo fue coser y cantar. Ha habido miles de momentos maravillosos y que pena que todo esto no lo sepa exponer para todo el  mundo, porque todos deberíamos de hacerlo. Es como una transformación increíble. Yo no era especialmente campestre y sin embargo ahora me fijo en las flores, los árboles, los pájaros y montones de detalles que antes no existían. ¿Os habéis parado a pensar la cantidad de horas que hemos andado? Y luego cuando ya has terminado no parece tanto ¿verdad? No se si os lo vais a creer o suena a chulería, pero desde que llegamos a la Plaza del Obradoiro, me siento como si fuera otra, parece como si mi cuerpo fuera por un sitio y mi cabeza por otro. Es una sensación como muy rara y te entran como unas ganas de vivir que casi no puedes dominar. Te apetece hacer todo a la vez, ayudar a la gente, pararte a hablar con todo el  mundo, yo que sé, es un cambio tan grande que, de verdad,  me parece que soy otra.
En fin, no quiero ponerme pesada pero ya sabeis como soy y donde estoy. Espero que nos sigamos viendo y que esa amistad sea para toda la vida porque la ocasión lo ha merecido. Muchisimas gracias a todos y os quiero.
Una salva de aplausos llenó el pequeño salón en el que estaban reunidos los peregrinos y en todas sus caras se reflejaba una intensa emoción por aquello que tocaba a su  fín e incluso algunas lágrimas quisieron sumarse a la intimidad de la despedida haciendo acto de presencia en los ojos de la mayoría de los presentes.
Juan Olmedo se levantó y con una breves palabras agradeció a todos su colaboración y esperaba que aquella solidaridad se viera reflejada en el trabajo diario una vez de vuelta en el estudio y dió por finalizado el acto. 



sábado, 22 de noviembre de 2014

EL TRIO DE DOS: CAPITULO 50



 Queridos blogueros/as: Como algunas semanas no me acuerdo o estoy haciendo algo y no tengo tiempo acabo de decidir que, a partir de ahora, el capítulo correspondiente lo mandaré en el transcurso del fin de semana y así seguro que quedo siempre bien. 
Os diré que después de releer lo del pub "La miñoca" y las reflexiones del capítulo de hoy, me parece que me voy a ir a vivir a La Coruña porque allí "te hay de todo"
Esta novela es un lío que ni yo mismo me aclaro porque lo mismo estamos contando "verdulerías" que la cosa se pone de un serio que hasta hace pensar, cosa que no viene mal de vez en cuando y ésta vez parece que toca esto último.
Como os he contado alguna vez, prefiero no seguir leyendo los capítulos que siguen porque no me acuerdo de nada y así cada fin de semana es como una novela nueva y por eso no me atrevo a decir como serán los siguientes aunque por la pinta parece que la cosa se va poniendo seria, pero ya se verá.
Hasta la próxima y seguir intentando ser felices aunque no se si podemos (¿se nota el doble sentido?)
Un abrazo
Tino Belascoain



CAPITULO 50.-

 Salieron del pub despacio, como si quisieran que la vida siguiera siendo como la de aquella noche y en un silencio que llenaba todo, pasearon por las estrechas calles agarrados de la mano y sin decirse ni una sola palabra. En la playa de Riazor, cuando la luna parecía que quería ser una mas en aquel discurrir de parejas hacia las zonas mas íntimas y oscuras, se fundieron en un beso como nunca lo habían hecho. A continuación se miraron a los ojos y sin querer las lágrimas asomaron por las mejillas de ambos. Los dos sabían porqué y sin embargo continuaron con sus silencios en espera de una mejor situación. Ya en el hotel se fundieron como dos enamorados y aquella noche fue de las que ambos recordarían durante muchos años. No estaban seguros si aquello sería el inicio de una nueva vida, pero, al menos, había una mínima llama que los mantenía encendidos. No era el fuego de los primeros años, ni tampoco el que se produjo después del nacimiento de cada niño que era como una especie de renovación de su compromiso matrimonial, pero tampoco eran aquellas noches frías en que la cama parecía un iglú y los sentimientos parecían haberse perdido en aquella inmensa pista de hielo en que se habían convertido sus almas después de la muerte de su hijo o al poco del infarto de Fernando.  En cualquiera de las situaciones el silencio era la moneda común en sus relaciones de pareja. Hablaban mucho, pero de nada, permanecían muchas horas uno al lado del otro, pero en compañía, no unidos, salían y entraban continuamente pero como pareja no como matrimonio y al final vivían juntos, pero separados.
Todas aquellas sensaciones y muchas más recorrieron las mentes de Fernando y Mamen mientras el amanecer despertaba y la ciudad se iba desperezando a ritmo muy lento pero inexorable, como ocurría todas las mañanas, con mayor o menor brillo, pero el ciclo de vida no se detenía a pesar de que algunos lo intentasen con sus hábitos.
Después de aquella noche y con ánimos renovados, Fernando se levantó y desde la ventana del hotel situado en un enclave maravilloso, disfrutó a las seis y media de la mañana de uno de los amaneceres mas impresionantes de toda su vida. Desde la habitación 604 situada en la planta sexta, la bahía del Orzán se fue iluminando como por encanto. Los pescadores lanzaban sus cañas encaramados en los rocas como si fueran lapas mientras las bocanadas de humo procedentes de sus cigarrillos parecían pequeñas chimeneas que colocaban a cada uno en su lugar. El mar iba cambiando de color y de las primeras olas oscuras se iban transformando en aguas radiantes, con espuma blanca que bañaba la arena impoluta de toda la noche sin pisar. A lo lejos, los barcos de bajura parecían mas pequeños todavía y serían como moscas encaramadas en lo mas alto de las olas. Un señor de pelo blanco, zapatillas amarradas entre si y colgadas de los hombros, con un jersey azul, pantalones de pana remangados hasta media pierna, paseaba su soledad por la orilla, dejándose piropear por un perro tan viejo como él que al menos le provocaba compañía. De vez en cuando se detenía y miraba al horizonte, se ponía las manos en jarras y parecía como amenazando a la mar, aquella que había sido su compañera del alma durante tantos y tantos años y que le había provocado tantos disgustos y sinsabores como alegrías y momentos de calma y felicidad. Su frente arrugada, su eterna pipa apagada como una prolongación de unos dientes amarillos y dejados de la mano de Dios, como toda su figura que desprendía un aire de melancolía y tristeza, seguro que, aquí Fernando dejó volar su imaginación la  mujer con la que había vivido muchos años, decidió dejarse atrapar por el mar tirándose desde un acantilado próximo dejando al señor en la sola compañía de su perro que aunque daba vueltas y  mas vueltas alrededor de su amo no conseguía animarlo. Aquello era como un simulacro de una vida que nunca iba a ser igual y que volvía a la monotonía en cuanto el viejo cruzaba el amplio paseo marítimo y se entremezclaba con las luces y las sombras de unas farolas envejecidas por el paso de  los meses y de los años.
Fernando recordaba aunque hacía años las noches que estuvo alojado en este hotel y la posibilidad que hubiera tenido de disfrutar de tanta belleza, pero su cabeza estaba en otro sitio y los asuntos del despacho no le dejaban tiempo para mirar mas allá de la pantalla del ordenador. Dinero, dinero y dinero ¡que tonto había sido! Su vida limitada al dinero y ahora se daba cuenta que una puesta de sol en compañía de Mamen hubiera sido mas rentable que aquel juicio que ganó y que le reportó unos, lo que para él eran, buenísimos millones de pesetas y que sin embargo, al llegar a su casa no le sirvieron para nada porque Mamen había tenido que salir corriendo con su tercer hijo, porque tenía fiebre de casi cuarenta y uno y había  empezado a convulsionar y todavía recordaba la cara de su mujer cuando se la encontró sola en la sala de urgencias del Infantil de La Paz. Su gesto era de fracaso, de soledad, de buscar algo y no encontrarlo, parecía una viuda desconsolada, sin nadie en quien apoyarse y el dinero haciendo que su marido estuviera en paradero desconocido. Ahora se daba cuenta, pero ahora no hace diez años, que el dinero, en su caso, no le había proporcionado la felicidad que a todo el mundo le provocaba. Si que llevaba una vida fácil, pero vacía, había disfrutado muy poco de sus hijos y nada prácticamente de su mujer y encima su vida religiosa había terminado en un profundo fracaso. Total, que en un balance provisional, el final no era como el de los cuentos, final feliz, si no mas bien, todo lo contrario.
Desde la cama y hundida en la almohada Mamen contemplaba las anchas espaldas de su marido. ¿cuánto tiempo hacía que no le miraba? Estaban juntos a menudo, pero casi ni se miraban. Al principio, si, pero el tiempo fue pasando y lo mismo que los años, las ilusiones se fueron desvaneciendo. ¿Quién fue el culpable? ¡ qué mas da! No es un problema de culpabilidad, es así y no hay que darle mas vueltas. Todo fue maravilloso, la relación era fantástica, pero se acabó. La muerte del niño en lugar de un motivo de reencuentro fue todo lo contrario. Fernando abandonó los principios que parecían imprescindibles en su vida y aquello fue de mal en peor y ahora ¿qué queda después de tantos años? Hasta ayer parecía que nada y sin embargo ¿quedaría algo y ahora aquellos rescoldos comenzarían a arder otra vez? Mamen estaba deseando que fuera así, pero en su fuero interno estaba segura que nada sería como antes. Fernando había cambiado y mucho, pero ella tampoco le iba a la zaga. De aquella casi niña que solo hacía que parir y esperar a su marido en casa, había pasado a ser una mujer que analizaba las diferentes situaciones y valoraba en su justa medida las ansias de su marido. Era consciente que gracias a él, disfrutaba de una buena posición en la escala social que le había correspondido, su vida era cómoda, se compraba mas o menos todo lo que le apetecía, tenía dos chicas sudamericanas en casa que le hacían todas las tareas del hogar y hasta lo del niño su vida había sido de las que provocan envidia. Incluso, ambos coincidían en un tema tan importante como el religioso, acudían a reuniones juntos y de vez en cuando hasta a retiros de cuatro y cinco días que les ayudaban a seguir. Sin embargo, la mala suerte de la muerte de su hijo, encima en accidente que todavía es mas traumática, les había cambiado la vida. Se desmoronaron como un castillo de naipes todas sus creencias religiosas y nada ni nadie fue capaz de darles una explicación. Aquello que los designios de Dios son incomprensibles estaba muy bien, pero les valía de poco. Fernando se negó a admitir desde el primer día que la vida está en manos del Sumo Creador, como nos repetía constantemente el Padre Huidobro, y que, por lo tanto, la daba y la quitaba cuando le daba la gana y aunque ella trataba de mantenerse un poco la margen, en el fondo pensaba lo mismo que su marido, con un pequeño matiz que lo hacía diferente. No estaba de acuerdo, no entendía absolutamente nada, pero rezaba y rezaba para que su Dios la ayudara a superar aquel mazazo, pero la paciencia también tiene un límite y aunque sin decirlo, su fé comenzó a resquebrajarse y el árbol de sus creencias se vió involucrado en un otoño no deseado que lo dejó sin una sola hoja. Todavía estaba en aquella fase de replantearse su vida sin definir el camino a seguir cuando se encontraba en alguna encrucijada de decisiones y llega el infarto. ¿Estaba segura de poder superar tantas pruebas? El Dios que siempre le habían dicho que era bueno, misericordioso y no se cuantas cosas más, se había encelado con su vida y no hacía nada mas que someterla a una serie de pruebas que iban aumentando en dificultad. La etapa del hospital fue espantosa, con una soledad siempre mayor de la que se quiere, mucha gente pasaba pero muy pocos hacían compañía y los únicos momentos buenos eran los que pasaba con el Dr. Cuesta al que preguntaba y preguntaba para que le contestara lo que ella quería oir. Sin embargo el galeno  no se lo ponía nada fácil y muchos de las repuestas eran evasivas y poco comprometedoras, como aquel ya veremos, porque en Medicina jugar a adivinos es perder el tiempo y otras muy parecidas.
La vuelta a casa también fue muy dura. Ella no quería plantear la situación abiertamente, pero estaba claro que las relaciones entre la pareja se iban deteriorando de una manera alarmante. Parecía como si los dos estuvieran a punto de estallar, pero en el último momento, casi sin pretenderlo, la pólvora se mojaba y no se producía la explosión. Los últimos meses habían sido ya de horror y aquel viaje los dos sabían que era propicio para aclarar muchas cosas que habían sucedido. No tenía ni idea cuando iba a ocurrir, pero estaba segura, completamente segura, que antes o después se tendría que plantear con el ánimo de buscar soluciones o de romper el matrimonio de manera definitiva.  


sábado, 15 de noviembre de 2014

EL TRIO DE DOS: CAPITULO 49

 Queridos blogueros/as: Otro capítulo mas y ya vamos por el 49 de esta novela que tiene el nombre perfecto porque efectivamente somos tres, uno la escribe y dos la leen, mejor imposible. Si alguna vez se apunta alguien mas será el cuarteto de tres y ya con mucho optimismo podemos llegar hasta titularla el quinteto de cuatro, pero de momento lo dejamos como está.
Esta historia es de las pocas verdaderas que hay en esta novela, con los nombres cambiados como hacen los grandes escritores pero el resto es "virídico" y el pub que estaba en la ciudad vieja de La Coruña y al que íbamos con cierta frecuencia cuando estábamos estudiando en Santiago, era bastante mas cutre de lo que aparece en la novela. El dueño, yo no se si era hijo de algún antiguo Alcalde de La Coruña, pero si no lo era lo parecía porque conocía a todo el mundo y en los ratos que estaba sobrio, yo nunca lo vi pero supongo que alguna vez lo estaría, te hablaba de unos y otros como si los conociera de toda la vida y según el tenía un pazo en Sada al que no iba porque no quería cruzarse con el antiguo Jefe del Estado porque si se lo encontraba se iban los dos por ahí y terminaban muy tarde. 
En fin, que como podéis apreciar, la novela ha dado un giro y ahora nos vamos un poco de juerga por ahí que nunca viene mal y recordamos aquellos tiempos del cuplé, porque con las bromas de esto que se refleja aquí han pasado nada mas y nada menos que cuarenta y muchos años. Total nada, pero bueno, vamos a intentar ser felices que es lo  importante
Un abrazo
Tino Belascoaín

CAPITULO 49.-

Fernando y Mamen finalizaron su lento recorrido por la ciudad vieja sentados en una especie de “pub a lo gallego” como le gustaba llamarle a su dueño, un tal Toñito de Arousa. No podían más y no encontraron sitio mejor. Sin querer, como suele ocurrir con casi todos los turistas, habían entrado en una de las tascas mas emblemáticas de La Coruña. La pinta era, cuando menos, curiosa. La barra situada a la izquierda de la entrada era larga y absolutamente repleta de productos de la huerta como los definía su dueño y en ella se alineaban desde patatas cocidas, los famosos “cachelos” que despedían un aroma que entraba hambre por todos los poros de la piel, pimientos de Padrón con un pequeño letrero en el que se avisaba, en gallego, “non te lo creas, meu rey que en Padrón xa non hay pimentos nin Cristo que lo fundó”, un cochinillo colgado del rabo con otra inscripción que rezaba: “isto me pasa por no falar galego”, un escudo del Real Madrid con la dedicatoria a Toñito el más madridista de La Coruña, al lado uno del Depor con la dedicatoria de a Toñito el más deportivista De La Coruña y un poco más allá un banderín del Arosa sen el que el propio Toñito había escrito de su puño y letra: “ el futbol me importa un huevo”. Una enorme cazuela de barro se encontraba hasta arriba de callos con garbanzos al mas puro estilo galaico y todo ella rodeada de cientos de cigalas que intentaban abrirse paso en el amplio mostrador luchando denodadamente con unos percebes como “carallos de home” en el ansia de alcanzar las enormes almejas que con su concha a medio abrir parecían querer estar pidiendo guerra a los productos huertanos.
Fernando apreció la originalidad del lugar nada mas pasar el primer escalón, pero la voz de Toñito lo atrajo desde el fondo del local donde sentado en una especie de banqueta alta contaba sus peripecias a un numeroso auditorio compuesto sobre todo por gentes de la ciudad, entre los que primaban funcionarios, ayudantes de obras públicas y algún guardia civil de paisano que había sido enviado por el Gobernador Civil para decidir si se clausuraba el local. Numerosas mujeres rodeaban a Toñito quien de Smokin riguroso, iniciaba su habitual “chou” con su primera singladura a América. Las mujeres lo miraban con admiración y algunas bajaban con disimulo sus ojos desde el smokin a la entrepierna. Toñito les advertía que al final del “chou” les haría, si se portaban bien, una demostración de su singular dotación masculina, pero antes las embelesaba con sus historias contadas en un gallego españolizado, como le gustaba decir:
-  Distinjido publico presente y ausente: Aquí me tenéis vestido de Diplomático para una ocasión tan importante como es la de presentarme a todos ustedes para que me conozcan los que no me conocen y me recuerden los que ya han venido más veces. Por favor, caballero, si usted, si, el del fondo – Toñito se levantó un poco y le indicaba a Fernando que a la derecha había sitio – usted me ten pintiña de extranxeiro de  fora ¿me equivoco?
-  No, no te equivocas, venimos de Madrid –contestó Fernando, mientras tomaba del brazo a Mamen y tomó asiento a un lado del pequeño escenario, sin darle opción a ella a protestar, aunque estaba seguro que el sitio no era de su agrado. Eran muchos años de convivencia y sabía que los chistes y los presentadores de medio pelo nunca habían sido santos de la  devoción de su mujer, sin embargo, a él cada vez le gustaban mas los sitios curiosos y desconocidos como aquel con el riesgo de equivocarse, como aquella vez en Londres que se metieron en uno de travestis pensando que la que estaba en el escenario era Rafaela Carrá y  luego resultó que se trataba de un conocido “transformista” y el local estaba hasta los topes de maricas que, en parejas, se morreaban sin ningún pudor. Aquello era demasiado y tuvieron que abandonar el local antes que los confundieran por algo de lo que no eran.
En el pub La Miñoca todos los presentes atendían las explicaciones de Toñito quien haciendo gala de un don de gentes especial, centraba su atención en los que él llamaba “meus amigos de fora de La Coruña” como Fernando y Mamen que atendían con una media sonrisa y con cara de esperar acontecimientos.
-  Xa me parecía a mi. Vosoutros nos os dais de cuenta, pero teneis una pinta de Madrid que se os nota a la legua ¿a que sí?
Todos los espectadores asintieron y unieron sus voces en un coro afirmativo.
-  Lo veis, todo el mundo se ha dado de cuenta, pero no os preocupeis, meus amijos, porque a mí me pasaba igual cuando estaba en el Urujuay y digo Urujuay con jota y digo bien, aunque a muchos les suene mal, porque ellos lo pronuncian así y yo no los voy a cambiar. Por cierto, filliños, ¿alguno conoce el Urujuay? Pues no sabeis lo que es bueno. Todo el que viaja se va a París, a Londres o a Niuyork y nadie va a Montevideu que posiblemente sea la ciudad mas bonita del mundo. Bueno, non se si la más bonita, pero seguro que es la que mas diversiones tiene. Alí, as muyeres te chaman por las calles y te levan al catre sin preguntarte ni o nombre, de verdad.
Desde el fondo de la sala, alguien dijo:
-  Hombre, Toñito, todas todas as muyeres no serán putas
-  Non - respondió o presentador de fábulas – tes razón, mi tía Carmela, a  mujer de o meu padriño, que foi a que me levou para alá, ella non, pero el resto yo me creo que si.   
-  Que exagerado eres, manda carallo – contestó la voz
-  Si, si exagerado, eso es o que te crees ti. Mira – Toñito clavó sus ojos en los de Fernando – este señor vive en Madrid ¿verdad?
-  Verdad – contestó Fernando quien trataba de adivinar por donde le caerían las preguntas.
-  ¿ Y cuantos chalets endosados habrá en Madrid?
-  Chalets ¿cómo?- preguntó Fernando.
-  Si, home, si, casas de esas que la terraza es como la de un piso, pero con un pouquiño de hierba en donde los veciños siempre hacen barbacoas y te llenan la casa de cheiro a sardiñas ¿sabes lo que te digo o todavía te lo tengo que explicar con mas detalle? Porque neno ti me tienes pinta de profesional liberal, pero o muy fácil está iso de estudiar o a ti el título te lo dieron por enchufe, porque si nó, non entendo que no conozcas los chalets.
-  No, si si que los conozco.
-  Pues entonces contéstame, carallo, que la gente me pierde el hilo ¿comprendes? Bien, entonces en Madrid que habrá ¿diez mil chalets?
-  ¡ Que va! Muchos más, hombre, por lo menos cien mil
-  ¡ Cien mil Ay mamaiña, odemo me coma. Debe facer moito tempo que non vou a la capital porque la vez que estuve, los conté y había, mais o menos, diez mil. Bueno para el caso me es ijual, si hay diez mil, en Montevideu te hay cien mil y si son cien mil, pues entonces te hay un millón, pero muchos mais y en cada uno de ellos vive una familia y en cada familia habrá por lo menos una mujer, o sea que cuenta y ya verás cuantas te salen. Pero si, tienes razón, son muy buena gente, pero pinta de pedir guerra si que tienen y allí que estaba vuestro Toñito, joven como una anguila y mas salido que un  pulpo en Semana Santa y allí empezó miña fama de mujeriego. Fijaros como sería que un día iba por la calle con dos primas mías y va un amigo y me dice:
-  ¡Que, Antoñito, ¿ hoy debutas?
Y yo le tuve que contestar:
-  No, que son mis primas, Fijate como son ¿eh? En todas partes se piensa lo mismo y en mi caso mas que era bastante golferas.
Los parroquianos del pub “la miñoca” comenzaban a saborear los chistes de Antoñito y la cosa no empezaba mal y encima se habían ahorrado el habitual inicio de su correrías por la isla de Arousa, cuando Antoñito se tiraba a la maestra y aquella le aprobaba las matemáticas por aquello de que el chaval tenía una calculadora mejor que las de cualquier otro de la clase y eso que en aquella escuela rural casi todos habían probado las tablas de multiplicar con la famosa Doña Clotilde que, según  decían las malas lenguas fué la pionera de la educación sexual en “a escola” y por esa cátedra habían pasado desde el General Mola hasta el Arzobispo Gelmirez por aquello de unir, en una misma aula, a las fuerzas vivas del Régimen que entonces eran el Ejército y la Santa Madre Iglesia.
Mientras las risas se sucedían por todo el local, Mamen miraba a todas partes en la seguridad que, antes o después, le tocaría a ella. No sabía cuando llegaría ese momento ni como iba a ser, pero estaba segura que le tocaría y lo peor es que estaba al llegar porque Antoñito había recorrido casi todas las mesas y aunque con discreción, de vez en cuando, le lanzaba una mirada en la que se adivinaba que la dejaba para el final.
Justo en la mesa de al lado de la suya, Antoñito se ensañaba con una mujer de hermosisima delantera a la que quería cambiar su mostrador por el del “pub”
-  ¡Que mas te da “mujeriña” tú me las dejas que yo te prometo que no te las toco ¿o.k.?
La mujer se reía como una loca mientras su acompañante, conocido en los ambientes taurinos como “el Niño de Riazor”, se mostraba orgulloso de ser el propietario de tan hermoso ejemplar de mujer. Aficionado desde que hizo el período de Instrucción en Cádiz, había sido el encargado de material de Curro Giraldilla, desconocido torero de la época, al que limpiaba los trajes con primor y le dejaba las manoletinas como los chorros del oro. En una ocasión había saltado al ruedo, pero ya cuando los subalternos habían separado al toro que se ensañaba con el matador y en un descuido el toro lo observó y aquella mirada asesina le bastó al bueno de Argimiro Bandeira, nuestro amigo propietario de la susodicha de tan esplendorosas tetas, que empezó a correr por el ruedo, como poseído por el diablo, hasta que alguien le avisó que el toro estaba como un marmolillo y que no hacía falta que siguiera su desenfrenada carrera. Argimiro se apoyó en el burladero, naturalmente por la parte de dentro y comentó que había corrido más que si se hubiera hecho entera la playa de Riazor y de ahí le vino el apodo y la fama en el mundo de la tauromaquia. Huelga decir que se consideraba experto en cuernos y mas desde aquella vez en que descubrió a su adorada Hermelinda, la de las tetas, haciendo lo que parecía el amor con un conocido camarero del Hotel Riazor y fue muy comentado ese hecho en los ambientes toristas de La Coruña porque Argimiro se quedó encantado con las explicaciones de su santa quien, después de encontrarla en tan peculiar postura justo detrás de la Torre de Hércules, le convenció que le estaba enseñando una cicatriz de una cesárea que le hicieron cuando tenía diecisiete años y y que el camarero del hotel, le estaba dando con un pincel, que salía como de entre las piernas, para mejorar el aspecto de tan desdichada sutura. Incluso, durante meses, Argimiro miraba la cicatriz, las veces que ella se dejaba que no era siempre, y comentaba con orgullo que gracias al pincel del del Riazor, la cicatriz se veía menos. Evidentemente, desde entonces, Hermelinda, la de las tetas, no tenía ningún reparo en hacer el amor en cualquier descampado y si aparecía su marido, el Argimiro, le explicaba que había cambiado de pincel porque necesitaba otro mas consistente y Argimiro seguía igual de tranquilo que en el pub donde su mujer era objeto de la atención de Toñito.
-  Bueno mujeriña y ¿cómo me diseches que te chamas? 
-  Herme- contestó ella ruidosamente.
-  Xa, herme – Antoñito se sentó nuevamente en el alto taburete que estaba en el centro del pequeño escenario – Bien, Herme – las notas de una guitarra que le habían acercado a nuestro protagonista trataban de crear un ambiente intimista, una luz potente se centraba en su entrepierna mientras el resto se mantenía bajo una oscuridad casi total y así Antoñito, primero de manera lenta y cadenciosa y después a voz en grito interpretó para Hermelinda la conocida canción asturiana de Herme de subir al árbol, Herme de coger la flor y dársela a mi morena que fue coreada por todos los asistentes. Finalizada su actuación, los aplausos tronaban en la sala y Toñito tuvo que saludar en varias ocasiones al “distinjido auditorio con el que tanto me complace compartir canciones de tanto éxito en el mundo mundial. Moitas gracias y hasta sempre”
Por fin las luces se encendieron y el local sufrió una transformación, las sonrisas de todos los presentes hacían que el ambiente fuera como mas familiar y Fernando y Mamen se disponían a abandonar el local, cuando Antoñito se acercó a su mesa y se sentó con ellos. Había cambiado el elegante Smoking por un vestuario mas acorde para tal ocasión. Camisa blanca con pequeñas rayas en rojo, pantalones grises y mocasines negros relucientes . El cambio había sido en muy pocos minutos y ahora mas parecía un chico bien de La Coruña que el presentador de un espectáculo de dudoso gusto.  Pidió un vaso de agua y con una sonrisa de oreja a oreja intentó entablar una relajada conversación con el matrimonio madrileño.
- ¿Lo habéis pasado bien? – Toñito mostraba unas maneras absolutamente diferentes – espero que por lo menos os sirva para olvidar las penas durante un rato y si lo he conseguido, pues muy bien y si nó, pues no pasa nada, la vida tiene que seguir ¿no es verdad?
Fernando y Mamen asintieron extrañados ante el detalle de Toñito de haber venido a saludarles hasta su mesa
-  Estabas convencida que me iba a meter contigo ¿ a que sí?
-  Pues si – contestó Mamen – la verdad es que si y dos o tres veces le dije a mi marido que nos fuéramos, pero no me hizo ni caso.
Fernando sonreía recordando los apretones de mano que durante toda la actuación le estuvo dando Mamen y las miradas que Toñito le dedicaba solo para ponerla nerviosa. Si por ella fuera, se hubieran salido antes de finalizar, pero cualquiera se atrevía. De esta manera, seguro que algo le diría, pero si se levantaban entonces sí que la armaban. Por eso Fernando, se estuvo haciendo el tonto y disimulando como si no se enterara de lo que quería Mamen, pero le pareció lo más oportuno y la cosa había salido bien
-  Pues aprende una cosa para siempre – Toñito se puso muy serio – los artistas que trabajamos cara al público sabemos muy bien con quien nos podemos meter y con quien no y basta echar una mirada de vez en cuando para darte cuenta que hay gente que lo pasa francamente mal si le dices algo y tu eres una de esas ¿a que sí?
-  Seguro que sí – contestó Mamen.
-  Bueno, - Toñito bebió un sorbo de agua - ¿ y que haceis aquí si se puede saber?
-  Eso me gustaría saberlo a mí –Fernando también bebió un trago de su Ron con naranja – íbamos paseando por esta zona y sin darnos cuenta entramos a echar un vistazo y ya no tuvimos oportunidad de irnos porque nos llamaste y ya no nos podíamos ir
-  Pues vaya faena que os he hecho
- Que va, creí que iba a ser mucho mas aburrido, pero yo por lo menos lo he pasado fenomenal.
-  ¿ Y tú? – Toñito miró de frente a Mamen – critica mi actuación que me interesa saber tu opinión
-  ¿De verdad quieres que te diga lo que he pensado?
-  Si, si, claro que me interesa, de lo contrario no estaría aquí sentado.
-  Bueno, a mi no me importa decírtelo – Mamen se estiró la melena con un gesto que repetía cada minuto – No está mal, tienes una voz muy bonita cuando cantas, cuentas anécdotas divertidas, pero te pasas un montón con las mujeres, sobre todo con esa tal Hermelinda y luego tampoco me gusta esa propaganda pseudoerótica que haces porque al final nada de nada.
-  ¿Eso es todo?
-  ¿Te parece poco?
-  No , no está mal, pero para mí, eso no es ninguna crítica, porque quiere decir que no has entendido absolutamente nada de mi espectáculo y eso si que me preocupa. Mira – Toñito se movió en la pequeña butaca en la que estaba sentado - ¿os molesta que fume? – Sin esperar la respuesta sacó un Ducados y lo encendió con la llama de una pequeña vela que iluminaba una mesa llena de copas con los ceniceros hasta arriba de colillas – aunque me vista de pailán gallego y cuente historias del Urujuay como repito constantemente, intento y está claro que no siempre lo consigo, criticar la sociedad en la que nos ha tocado vivir y así entre chistes y bromas os pongo a parir a la gente guapa como vosotros y realmente debe ser porque es lo que vende, porque en el fondo cuando viene gente bien por aquí a mí me gusta y me gustaría que viniera mucha más, pero ya se sabe que en una ciudad como La Coruña todo se comenta y que el hijo de un ex alcalde de la ciudad cuente chistes en un pub, eso no es tolerable
-  ¿Tu padre fue alcalde?
-  Si, hace ya bastantes años, pero toda mi familia vive aquí y aunque yo desaparecí y anduve dando tumbos por Estados Unidos y mil sitios parecidos, al final la tierra te llama y aquí estoy. Empecé tocando la guitarra y cantando música sudamericana, pero al final lo que a la gente le gusta es que cuentes chistes verdes, que digas cuantas mas barbaridades mejor y cosas por el estilo. Naturalmente que al principio venían mis amigos, pero, poco a poco, el público fue cambiando y ahora ya veis lo que hay.
-  Perdona que te interrumpa – Mamen terció con rapidez – pero no entiendo a que viene todo esto – Si lo que tratas es de justificarte, no tienes porqué hacerlo y mucho menos con nosotros que hoy estamos aquí, pero mañana no nos volvemos a ver.
-  Si, es posible que no sea el momento – Fernando volvió a beber otro pequeño sorbo de agua helada – perdonar, pero hoy para mí ha sido un día especial. Os veía a un lado del escenario y me parecía estar viendo a mi familia y eso me ha dado un poco de pena.
-  Tu familia ¿nunca viene a verte?
-  No, mi padre se murió hace quince años y mi madre es muy mayor y está claro que este no es un sitio para ella, pero alguno de mis hermanos si que podrían, pero no los veo casi nunca. Ellos no vienen aquí y yo naturalmente tampoco voy a sus casas. Por ellos a lo mejor iría, pero a mis cuñadas no las soporto
-  ¿ Y nunca te dio por estudiar?
-  No, no, ¡que va! Estuve en Santiago una temporada porque mi padre se sintió en la obligación de enviarme, pero desde el primer día ya sabía que no iba a hacer nada. Estaba deseando que me hiciera Abogado, pero a mí me gustaba la buena vida, viajar y cientos de cosas mas, todas incompatibles con estudiar y así me lució el pelo.
-  ¿Y no hubiera sido mejor que terminaras la carrera? Yo, por ejemplo, soy Abogado y me va muy bien.
-  Pues mejor para ti, pero yo no lo hice entonces y ahora no vale de nada lamentarse. Procuro nunca mirar para atrás porque creo que no merece la pena y soy de los convencidos que la vida solo se vive una vez y no se puede desaprovechar pasando la juventud en la Facultad, pero también es cierto que si estuviera completamente convencido de lo que digo no estaría aquí llorando mis penas.
-  Hombre, cada uno puede justificarse como quiera – Fernando se acordaba de sus años de estudiante y no le parecía que lo hubiese pasado especialmente mal a pesar de pasarse muchas horas delante de los libros – pero yo creo que hay tiempo para todo.
-  ¿Tu crees? Yo creo que no.
-  Si, hombre, si, como que no, seguro que tu conoces gente que en la carrera no ha pegado ni golpe y con mas o menos esfuerzo la ha terminado y están ejerciendo tan ricamente ¿o no?
-  Si, claro que si, pero siempre se me plantea la misma duda. ¿Esa gente es feliz?
Mamen, miró el reloj y exclamó:
-  Las dos y media ¡que barbaridad como pasa el tiempo! ¿no nos deberíamos de ir?
-  Espera un poco Mamen que no tenemos nada que hacer.
-  Bueno, como quieras, pero os estáis metiendo en unos temas que nos podemos estar aquí hasta mañana y no arreglaremos nada.
-  Bueno, pero nos vale para charlar que nunca viene mal.
Toñito les miraba con curiosidad y les preguntaba con indiscreción
-  Por ejemplo : vosotros supongo que sois matrimonio ¿es así?
-  Si
-  ¿Y sois mas felices porque habéis pasado por la vicaría?
-  No se si somos felices, eso lo primero – Mamen miró a Fernando en espera de continuar con su discurso y algo sorprendida porque se sinceraba, o la menos lo parecía, con un desconocido y sin embargo esos temas no se tocaban en la intimidad del hogar – porque ¿qué es ser féliz?
Fernando terció en la conversación con la única idea de ayudar a su mujer a la que cada día encontraba mas lanzada. Si le hubieran dicho hace unos años que iba a estar discutiendo con el dueño de un pub a las dos de la mañana sobre la felicidad hubiera apostado lo que fuera porque esa situación no se iba a producir nunca, pero la realidad era la que mandaba y en esas estaban:
-  La verdad es que contestar a esa pregunta es muy difícil por no decir imposible, pero yo al menos lo tengo claro. Para mí ser feliz es estar a gusto contigo mismo y con los que están a tu alrededor, tratar de hacer la vida fácil a los que trabajan contigo, poder dar un paseo, jugar algún dia a la semana al Golf, tomarte una copa con los amigos y un montón de pequeños detalles más
-  ¿Eso es ser féliz? - Toñito llamó al camarero para que le pusiera otra copa, mientras decía adiós a la Hermelinda que se empeñaba en darle dos besos. Cuando, por fín consiguió liberarse de tan recias ataduras, volvió a la conversación - ¡ Hay que ver que dura es la vida de los artistas ¡ ¿de qué estábamos hablando? Si, ya me acuerdo, o sea que con esos parámetros mucha gente sería mas o menos feliz y sin embargo por lo que se oye por ahí, casi nadie lo es, entonces ¿con qué nos quedamos? Por ejemplo, estar acompañado de una mujer atractiva, o de un hombre atractivo en el caso de una mujer, eso ¿ayuda a la felicidad?
-  Naturalmente – Fernando no dejó pasar la oportunidad – faltaría mas.
-  Ya, pero no si esa mujer es la tuya porque entonces la cosa es diferente
-  Hombre, yo entiendo que cuando haces esa pregunta no te refieres a tu mujer, claro, porque tal y como lo preguntas se nota un cierto aire lividinoso y con tu mujer esas cosas no pasan
-  Pues ahí quería llegar – Toñito de Arousa se bebió casi de un trago la copa que le habían servido – el mundo que nos ha tocado vivir es una mierda y perdón por la expresión, pero es así – Toñito miraba directamente a los atentos ojos de Mamen – resulta que yo por el sitio donde trabajo estoy rodeado de tíos que dejan a sus mujeres para venir a tomarse copas, de tías de todos los colores que se lían entre ellas y eso la sociedad lo ve con una cierta normalidad y sin embargo si la Condesa de Montealto con la que por cierto tuve el placer de compartir algunos meses de mi vida de crápula, se viene aquí a tomar una copa y se agarra una cogorza de padre y muy señor mío, eso la sociedad no lo admite y yo me pregunto ¿es que las borracheras de los ricos son distintas a las de los pobres?
-  A eso te contesto yo – Mamen intervino con determinación – no digas las borracheras de los ricos, dí las borracheras de las ricas porque la sociedad admite sin ningún problema que el marido de esa señora esté para  el arrastre y sin embargo lo de ella lo lleva fatal. En el fondo es un problema de machismo y si no contestarme los dos a una pregunta – Mamen distribuyó su mirada entre su marido y el dueño del pub- ¿porqué todo el mundo habla de las fulanas y nadie de los que se van con ellas, porque cuando una de estas de la vida se acuesta con alguien casi siempre es con un hombre y ese sin embargo si puede presumir que ha estado con una fulana.
-  Me parece muy bien – Toñito seguía despidiendo a algunos de los que habían compartido espectáculo esa noche con un gesto de su mano derecha – perdonarme pero aquella rubia es prima mía y tengo que arreglar unos asuntillos de familia. Espero veros pronto otra vez por aquí
Toñito besó la mano de Mamen con ese estilo con que solo las besan los que lo han mamado desde pequeños, hizo una especie de minicombate de boxeo con Fernando y con un gesto de picardía agarró a la rubia por la cintura y desapareció por el fondo del pub.
-  Vaya cara que tiene el gallego ¿eh?
-  Es verdad – Mamen paseó su mirada por el salón semivacío y por el que comenzaban a encenderse algunas luces – es un fresco, pero a pesar de la pinta, me parece que es bastante mas educado de lo que se lo hace y tiene las ideas bastante claras.
-  Hombre, es hijo de un ex alcalde y sobre todo en las capitales de provincias donde no es alcalde cualquiera y además parece que todo es pose y en el fondo tiene envidia de los de su condición social.
-  Seguro, pero si no quiso estudiar de algo tiene que vivir.
-  Bueno – Fernando se levantó y bebió un último trago – lo importante es que hemos pasado un rato agradable y ahora toca dormir ¿vamos?
-  Vamos.