viernes, 14 de septiembre de 2018

ASI FUE Y ASI PASO: CAPITULOS 30 Y 31





CAPITULO 30.-

Un correo electrónico me citaba a las nueve y media de la mañana en el parking del Carrefour en las proximidades de Alcobendas. Tenía que llevar ropa de abrigo aunque las predicciones metereológicas no indicaban la posibilidad de lluvias abundantes, el tanque de gasolina lleno porque hasta la hora de comer se pensaba hacer una etapa de doscientos kilómetros, toda la documentación de la moto en regla y sobre todo ganas de disfrutar de un fin de semana en compañía de la Harley. Podía ir solo o acompañado, pero tenía que avisarlo con cierto tiempo para reservar habitación simple o doble en el Parador de Segovia que era donde se pensaba pasar la noche del sábado al Domingo. Tenía que enviar una pequeña cantidad de dinero, una especie de adelanto para que la organización se asegurara un número mínimo de participantes, y confirmar mi presencia.

Recibí con ilusión aquel correo e hice todos los trámites para que mi participación se hiciera efectiva  y allí estaba a las nueve y cuarto de la mañana en el parking previsto. No sé  porque pensaba que seríamos cuatro moteros y no os podéis imaginar cual fue mi sorpresa cuando me encontré con cientos y cientos de Harleys de todos los tamaños, cilindradas, colores, tuneadas y de fábrica. La organización era perfecta y unos guardias de seguridad te indicaban el lugar donde debías aparcar la moto y encaminarte hacia las oficinas móviles donde diez o doce chicas comprobaban si tenías bien la documentación y te hacían entrega de una bolsa con el emblema de la fábrica americana en la que te incluían varios regalos y te invitaban a la cena que se celebraría en los salones del Parador y a un sorteo posterior para lo que tú número de inscripción era imprescindible. Entre los regalos incluidos en la bolsa había una caja con unos gemelos de plata con una moto en un lado y una rueda en el contrario, unas gafas de sol, unos calcetines negros con el anagrama de la casa, una gorra muy americana, un plano de la etapa, la reserva de habitación en Segovia, una entrada para la cena, una invitación para visitar al día siguiente el Alcazar y el Museo Diocesano en la Catedral y la carta de una conocida bodega que no solo te invitaba a visitar sus instalaciones sino que además te regalaba una caja de botellas de vino que, con mucho gusto te enviaban a tu domicilio porque eran conscientes de las limitaciones de la moto para llevar equipajes.

Yo no se cuanta gente se movía por el parking, desde luego mucha más de la que yo me imaginaba y el que más y el que menos miraba las otras motos con cierta envidia porque había muchas peores que la mía, seguro que si, pero había otras que eran impresionantes y una cualidad que se podía considerar como igual para todas era la limpieza de todos los carenados. Parecían recién salidas de la fabrica cuando todos sabíamos que algunas, aunque solo fuera por el número de matrícula, tenían bastantes años. Por unos altavoces distribuidos estratégicamente se recordaba a todos los participantes que en ningún caso se trataba de una carrera de motos. Eran unas jornadas moteras, exclusivamente de la marca Harley Davinson y consistía en un paseo por la capital y posterior cena y fiesta en Segovia con un paseo previo  por los alrededores. La Guardia Civil con seis números y sus correspondientes motos abriría y cerraría la circulación de las motos impidiendo que ninguno de los participantes circulara a más velocidad de la permitida. La concentración había conseguido un record guiness al inscribirse en una sola ciudad el mayor número de motos desde que se iniciaron ese tipo de reuniones. Es cierto que los premios eran suculentos, con uno gordo que sería el sorteo del último modelo de Harley recién aparecido en el mercado, pero también se sorteaban monos, cascos, botas y bastantes accesorios para circular que podían provocar la ilusión de los presentes. Por otra parte  el buen tiempo previsto también había contribuido a que muchos moteros de toda Europa se hubieran sumado a este evento y el espectáculo de moteros y motos estaba garantizado.

Por los altavoces entre exclamaciones de sorpresa y un aplauso general, se comunicó que el número de motos participantes había superado todas las expectativas previstas y ya se habían inscrito nada más y nada menos que doscientas doce y todavía quedaban por contabilizar algunas por lo que era más que posible que el número llegara a las doscientas cincuenta. Todos los presentes hicimos sonar nuestras bocinas y el estruendo fue de los que hacen época. Los pequeños grupos de amigos que solamente se veían en las diferentes concentraciones iban creciendo en el parking y allí solo se hablaba de motos, eran auténticos forofos y la mayoría de ellos bastante entendidos por la manera como hablaban de los reglajes efectuados, los cambios de ruedas, las faros halógenos que eran mucho más efectivos que los que venían de fábrica y cientos de temas más. Resultaba muy fácil unirse a cualquiera de ellos y enseguida, casi sin darte cuenta, pasabas a formar parte de la gran familia motera. Los más viejos del lugar, se preocupaban que nadie permaneciese solo, sabían que había gente difícil de integrarse pero tanto por sus gestos como por sus conversaciones hasta el más tímido se sentía como en casa y ya desde el principio quedaban para reservarse un sitio en la mesa de la comida o para la cena a celebrar en el Parador.  Lo que más me llamó la atención con diferencia fue la pinta de los diferentes participantes. Debo reconocer que personalmente nunca había asistido a una concentración de este tipo y por lo tanto puedo decir que todo era nuevo para mí. Curiosamente lo primero que te resultaba chocante era la enorme cantidad de moteros que iban en parejas, la mayoría con sus mujeres, novias o lo que fuese, aunque también había parejas, pocas pero había, del mismo sexo, sobre todo mujeres. Todas las parejas llevaban un mono exactamente igual y lo que las diferenciaba eran unos pañuelos anudados al cuello de diferentes colores. Además una vez en marcha también se diferenciaban por  los cascos que iban pintados o tuneados de dos en dos de manera idéntica coincidiendo muchos de ellos con las pinturas de sus motos por lo que constituían un conjunto exactamente igual.  Había moteros de todas las edades predominando los de mediana edad e incluso algunos que parecía haber salido esa misma mañana de alguna residencia de la tercera edad y curiosamente iban acompañados de la mujeres mas jóvenes e impresionantes que se veían por ahí. Para los bien pensados serían sus nietas que se había decidido a hacer un recorrido con el abuelo y para otros, entre los que me incluía, a esos moteros les costaría su buen dinero disponer de un fin de semana de tan jovial compañía, pero la realidad es que con su belleza y sus tipos esculturales contribuían a realzar todavía más la espectacular concentración.  La diferencia más  significativa era en los cascos, todos ellos integrales, eso sí, pero tuneados al antojo de cada uno, incluso había un stand que por cincuenta euros se ofrecía a hacerlo en un plazo no mayor de tres horas y hasta si lo querías te lo llevaban a casa ofreciéndote una amplia gama de figuras y colores para poder escoger el que más te gustase o fuera acorde con tu mono. Otro aspecto que llamaba la atención era el color de la piel de prácticamente todos los participantes, era un moreno producto de muchas horas de exposición al sol, posiblemente porque muchos de los presentes practicaban con asiduidad deportes en el sur de España, tanto el golf como el Windsurf que les provocaba ese envidiable color.

Una insistente llamada a través de todos los altavoces mediante el sonido de una potente sirena advertía a todos que fueran arrancando sus motos en espera que se diera la salida y como el número era tan importante se recomendaba que se guardase un cierto orden y fueran saliendo según les indicasen los miembros de Protección Civil. Poco a poco las motos comenzamos a avanzar y fuimos paseando por todo Madrid ante la visión sorprendida de cientos de miles de curiosos que nos miraban con envidia. También eran numerosos los espectadores que disparaban sus cámaras de los móviles queriendo inmortalizar el paso de tantas Harleys juntas por el centro de la capital. El aspecto del Paseo de la Castellana hasta arriba de motos resultaba muy bonito y todavía lo era más, la Plaza de Cibeles rodeada por tantísimo vehículo de dos ruedas que hacían la curva lentamente e iniciaban la subida hasta la Plaza de la Independencia y desde allí continuar por distintas calles hasta desembocar en la M-30, posteriormente en la M-40 y finalmente tomar rumbo hacia Segovia por la carretera de La Coruña.

 La subida al puerto de Navacerrada con un día soleado como fondo, fue impresionante y en el amplio parking del Puerto, donde en invierno dejaban sus coches los amantes de la nieve, hicimos nuestra primera parada y disfrutamos durante un par de horas de las magníficas vistas desde la terraza de un conocido bar de la zona y nos metimos entre pecho y espalda un maravilloso bocadillo de jamón que nos supo a gloria. La bajada lenta por la zona de las siete revueltas, nos hizo deleitarnos con la belleza de aquellos paisajes  y continuamos nuestro camino hasta la Granja de San Ildefonso donde hicimos otra parada y finalmente llegamos a Segovia donde instalamos nuestra exposición itinerante de Harleys justo debajo del Acueducto. Nos hicimos y nos hicieron cientos de fotos, comida, café, siesta y ducha en el Parador y a las seis nueva ruta, esta vez andando para conocer, con la ayuda de unos cuantos guías, las maravillas de esta ciudad castellana. Comenzaba a hacer frío cuando volvimos a nuestro lugar de residencia y allí se organizó una fiesta con cena buffet y baile hasta altas horas de la madrugada. En el sorteo me tocaron un par de guantes que parecían hechos a mi medida y que me venían muy bien porque llevaba unos de lana que parecía que abrigaban más de lo que decían y estos aparte de ser más largos iban forrados de una especie de gamuza especial que los hacía muy acogedores.

Durante el baile me senté en una mesa con un grupo de Médicos, concretamente cuatro con sus respectivas parejas, que venían desde La Coruña y lo pasamos francamente bien. Hablamos de la Medicina en España, ya se sabe que en cuanto se juntan dos Médicos solo se habla de Medicina, de cómo estaba la situación  y  si en Madrid parecía que estaba mal, por lo que ellos contaban era mucho peor en provincias donde las injerencias políticas era el pan nuestro de cada día. Estuvimos de cháchara más de tres horas y también en esa mesa tuve oportunidad de conocer a la Dra.Vorovian que era una Médico Adjunto de Anatomía Patológica  en la Residencia de la Seguridad Social Juan Canalejo de La Coruña y con la que muy pronto entablé una conversación fluida . La Dra. Cristina Vorobian Yulev era española, ella había nacido aquí, concretamente en Barcelona, pero sus padres eran rusos que habían tenido que salir de su nación por motivos políticos.

Cristina creció en la capital catalana y a los diez años su familia se trasladó a La Coruña, el padre era ingeniero textil y lo contrató Amancio Ortega para su fábrica en Arteixo. La fórmula para convencerle fue sencilla, aumento de categoría, aumento de sueldo y pagarle, además de un coche de los conocidos como de alta gama, el alquiler de una vivienda en la ciudad a escasos kilómetros de la fábrica del empresario textil más conocido no solo en Galicia o en España, sino en Europa y hasta en todo el mundo. Sus famosísimas tiendas Zara habían surgido como churros por todas partes y rara era la ciudad en la que no hubiera una tienda con el emblema característico de la firma gallega. El hecho de  haber crecido tan rápidamente era la razón por la que necesitaban gente experta en la fábrica  y por eso fue contratado el padre de Cristina. Ella tenía entonces diez años y muy a su pesar tuvo que dejar Barcelona y cambiarse a una capital del norte de Galicia dejando atrás a sus amigas del colegio con las que se llevaba muy bien y  según me explicó, ya digo que estuvimos casi toda la fiesta juntos, entró en La Coruña llorando y, como le ocurre a mucha gente, a los pocos meses no se acordaba prácticamente de su época anterior y no digo que saliera llorando porque todavía seguía viviendo allí.
     
Era una mujer feliz y a los dieciocho años se fue a estudiar a la Universidad de Santiago, el primer año se desplazaba todos los días en autobús, al fin y al cabo parece que está muy lejos pero tampoco es tanto, la misma distancia que desde Villalba hasta Madrid, pero después de obtener unas brillantes notas en primero de Medicina, consiguió que su padre la dejara vivir en Santiago durante todo el año, aunque los fines de semana se volvía  a su casa como cualquier otro estudiante. Siguiendo las técnicas que le habían enseñado en el colegio para estudiar asimilando correctamente los conocimientos, en Santiago obtuvo unas brillantes notas en todos los cursos de la carrera. Todo el mundo decía que Medicina era muy difícil y que había que estudiar mucho además de poseer una inteligencia por encima de lo normal, sin embargo para Cristina no lo fue tanto. Eso sí, iba a clase todos los días sin perderse ni una, tomaba los correspondientes apuntes que luego pasaba a limpio por la tarde en el piso que compartía con tres amigas y estudiaba todas las tardes hasta las siete o siete y media en que salía a tomar unos vinos en la calle del Franco y alrededores donde había tantos bares como portales y un ambiente estudiantil muy apetecible. Cenaba siempre en casa donde las cuatro amigas presumían de sus habilidades culinarias, sobre todo, Izaskun que como buena vasca era una auténtica aficionada a la cocina. No solo se encargaba de hacer unos platos primorosamente presentados si no que le encantaba ir a la compra con lo que rápidamente sus colegas de piso la nombraron administradora de todos sus gastos mensuales. Carmen y Adela, las otras dos chicas que vivían en el piso, solían volver todos los fines de semana cargadas de productos de sus respectivas huertas, una venía de una aldea en la provincia de Pontevedra y otra de un pequeño lugar de la provincia de Lugo y la que más dinero aportaba era Cristina, pero cada uno con lo suyo, se organizaban bastante bien y no había problemas importantes entre ellas. También es verdad que Carmen y Adela vivían en la misma habitación mientras que Cristina e Izaskun lo hacían en habitaciones independientes, con lo que si dejaban ropa u otros objetos sin recoger, no se mezclaban con lo de las otras. Tenían una serie de obligaciones que cumplían a rajatabla, sobre todo la limpieza de los cuartos de baño, cada día le tocaba a una y la lavadora y la plancha que les tocaba cada cuatro días. Era un poco rollo pero la otra solución era contratar a alguna persona y la economía de las estudiantes tampoco era tan boyante como para permitirse esos lujos.

Cristina completaba sus ingresos dando dos horas diarias de clase de ruso en una academia situada en el centro de Santiago con lo que perdía poco tiempo en los desplazamientos. Alguna vez había pensado renunciar a esas clases pero le suponían “un dinerito” que nunca viene mal.

Los cursos académicos iban pasando muy deprisa, las calificaciones seguían siendo más que notables y en cuarto entró como Asistente Voluntaria en el Departamento de Anatomía Patológica del Hospital Universitario de Santiago donde no cobraba pero se podría decir que se lo cobraba en especies porque su cargo, en principio dedicada a recoger muestras por los diferentes servicios, le proporcionaba múltiples amistades entre los encargados de cátedras y personal interino que siempre era una ayuda para los exámenes finales.

En todos esos años, según me contó tuvo infinidad de amigos y compañeros de facultad, pero de ahí no pasó. Alternaba en los bares y no lo pasaba nada mal. Muchos en aquella época la conocían como “la rusa” y aunque ella explicaba que era tan española como la que más, su aspecto no contribuía a hacer creíble esa versión.

-          ¿Tú tuviste muchos amores en la carrera? – me preguntó directamente.
-         Se que es difícil de creer pero no tuve ninguno porque aunque parezca mentira – me reí antes de decirle la verdad – yo creo que cuando nací ya estaba enamorado de la que durante muchos años fue mi mujer
-         ¿Y ahora ya no lo es?
-         No
-         ¿Y eso?
-         Cosas que pasan. Por una serie de razones que ahora no vienen al caso, tuve que irme a trabajar a Inglaterra y allí se enfrió todo
-         ¿Tienes hijos?
-         Dos chicas, una de veinticuatro años y otra de veintiuno ¿y tú?
-         Yo no. Cuando vivía con mi antiguo novio alguna vez lo pensamos pero me da la impresión que él ya estaba pensando en irse a Madrid y supongo que no tenía muchas ganas de arrastrar a toda una familia y no tuvimos ninguno.
-         Tus hijas ¿viven contigo?
-         No, la mayor vive con el novio y la pequeña con su madre.
-         ¿y que tal?
-         Mal, para que te voy a decir lo contrario. Me separé hace cerca de diez años y desde entonces de vez en cuando veo a mis hijas, pero mi mujer rehízo su vida, se casó con su Jefe del Gabinete de Psicología con el que ha tenido un hijo y no he vuelto a hablar con ella desde entonces
-         ¡De verdad que hace diez años que no hablas con la madre de tus hijas! No me  lo puedo creer
-         Pues es la verdad – me recosté sobre el respaldo del cómodo sillón en el que estábamos sentados – hablo una vez al mes con mis hijas a través de Skype, pasan temporadas conmigo en Londres y eso es todo.
-         Chico, todo eso es muy raro ¿no te parece? – bebió de un trago el segundo zumo de naranja y después de confesarme que no le gustaba el alcohol, continuó - ¿y no te apetece saber como está o que es de su vida, no se,  perder el contacto definitivamente parece como muy fuerte porque no te puedes olvidar que es la madre de tus hijas
-         Y mi pareja durante cerca de treinta años
-         Peor me lo pones
-         Si quieres que sea sincero contigo te diré que estoy disfrutando de un año sabático en España y he venido con la intención de hablar con ella y hacer lo que tú dices, pero según mi hija la pequeña que vive con ella, no quiere oir ni saber nada de mí. Dice que me he portado muy mal y que la deje en paz.
-         ¿Y es verdad?
-         ¡Que  se yo! – me estaba poniendo especialmente serio y sin darme cuenta le estaba contando mi vida y todo mis sentimientos a una motera que acababa de conocer en una concentración - ¿Qué te parece si bailamos?
-         No quieres hablar de esto ¿no?
-         No
-         Entonces es que en una parte muy importante, yo diría que en toda, te consideras el culpable y ahora vienes a intentar arreglarlo después de tantos años
-         Será eso – me puse en pié interrumpiendo bruscamente la conversación – mañana será otro día, ahora vamos a bailar.

La pista de baile estaba llena de carrozas, no estoy seguro pero creo que la pareja más joven y creo que con enorme diferencia era la formada por Cristina y por mí. La música era la adecuada para ese tipo de danzantes y así alternaban pasodobles, salsa y ritmos cubanos con Paquito el Chocolatero provocando las risas de todos los presentes. En un momento determinado cesó la música y a través de los altavoces se anunció el sorteo de la moto, que era el premio más esperado por todos y la suerte fue a parar a una pareja de moteros de Toledo que lo celebraron dando saltos de alegría y haciendo partícipes a todos los de su mesa por lo que pidieron unas botellas de champán y brindaban felices, al fin y al cabo una moto es una moto y una Harley de última generación había que reconocer que era un auténtico regalazo.

Cristina era una mujer de unos treinta y muchos, cuarenta años, rubia, con el pelo corto, ojos azules de mirada entre penetrante y despistada, un poco más baja que yo, pero tirando a alta, delgada con una cintura de las que antiguamente se decía de avispa y muy simpática. Probablemente lo más llamativo era la pinta de rusa, pero rusa, rusa, de esas de competición y una facilidad enorme para contactar con todos los que le rodeaban tanto por su simpatía como por su belleza. Tenía una dentadura blanca como pocas enmarcada en una boca de labios jugosos y una sonrisa siempre a flor de piel. Hablaba un castellano con ese deje gallego tan característico y no paraba de mover las manos como tratando de convencer todavía más a sus interlocutores.

Enseguida nos dimos cuenta, los dos, que éramos una pareja hecha a medida como si fuera un traje de sastrería, ella insistía en que no se me notaba nada que vivía en Londres mientras que yo sostenía la misma teoría en cuanto a su residencia en La Coruña, aunque es verdad, para que vamos a andarnos con tonterías, que yo tenía mucho menos acento gallego que ella inglés y del ruso ni hablamos porque, según me contó, lo hablaba correctamente porque su padre desde muy niña le obligaba a usarlo en casa como el idioma oficial de su familia, entre otras cosas porque estaba convencido, cosa que no sucedió, que antes o después, se volverían a su país de origen.

-          Era separada, bueno no se si separada porque nunca me casé oficialmente pero si que viví bastantes años con un Médico compañero desde que acabé la residencia y del que yo diría que me distancié cuando él obtuvo una plaza de Ayudante de Cátedra de Cirugía en la Facultad de Medicina de Madrid y yo me negué a acompañarle porque tanto mi vida como mi profesión estaban en La Coruña, yo por aquel entonces ya era Médico Adjunto de Anatomía Patológica  y no era cosa de perder mi trabajo así como así, o sea que él se fue y yo me volví a casa de mis padres por un tiempo y luego me emancipé como todo el mundo que tiene esa posibilidad

-          ¿Hace mucho tiempo? – pregunté para ir poco a poco sabiendo algo más de su vida
-         Siete años
-         ¿Y desde entonces no ha habido nadie que te hiciera tilín?
-         ¿Quieres que te diga la verdad?
-         Claro, para eso te lo pregunto
-         He tenido varios amigos, a lo mejor un poco más que íntimos, pero no tenía ganas de volverme a ir con nadie porque me podría ocurrir lo mismo que con mi anterior pareja y no estaba por la labor.
-         Ya – la miré mientras apuraba mi segundo gin tonic de la noche – y sigues trabajando supongo ¿no?
-         Si, si –en sus ojos se reflejaba una enorme ilusión por lo que hacía – ya se que ser microbióloga es como muy raro, pero tengo un trabajo apasionante y no creo que lo deje por nada del mundo.
-         Cuéntame una cosa – llamé al camarero y le pedía otra copa para mí y un zumo de naranja para ella – ¿se puede saber que hace una anatomopatóloga  en un hospital aparte de analizar biopsias y cosas por el estilo?
-         Andrés – Cristina se reía de una manera de lo más atractiva - pero tú no me has dicho que eres Médico ¿cómo me preguntas eso?
-         Si, soy Médico pero me hice Cirujano Plástico hace un montón de años y la poca medicina que sabía reconozco que se me ha olvidado.
-         No será para tanto – mi acompañante me miraba no teniendo la certeza de si la estaba tomando el pelo o hablaba en serio – hay cosa que no se olvidan nunca.
-         ¿Qué te parece si continuamos esta conversación en mi habitación?
-         ¿Tú crees que vamos a hablar mucho?
-         Seguro que no.














CAPITULO 31.-


La noche fue interminable e inolvidable. Los dos hacía tiempo que no tenían pareja estable y necesitaban no solo satisfacer sus apetencias sexuales, si no sentir algo más y eso había ocurrido de tal manera que no tenían mayor interés en que pasara ese momento y por todos los medios trataban de perpetuarlos, pero eran cerca de las diez de la mañana y mientras se duchaban era muy posible que el desayuno se terminase. Habían intentado que se lo subieran a la habitación pero no lo habían conseguido – lo siento Señor - le había contestado unan señorita con una voz muy agradable- pero tenemos tantos pedidos que nos es imposible atenderlos a todos con lo que tuvieron que bajar al salón donde, en el que servían los desayunos, había un buffet exclusivo para moteros en el que estaba incluido tanto dulce como salado y las diferentes bandejas llegaban llenas cada dos minutos y desaparecían como por encanto entre los comensales que con sus monos estaban dispuestos a subirse a sus motos respectivas para regresar a su lugares de origen.

Llegó el momento definitivo de la partida, aunque en la habitación ya habían tenido el primer asalto y ambos se subieron en sus respectivas motos tomando, Andrés el camino de Madrid y Cristina el de La Coruña. Sin embargo al llegar al peaje Andrés decidió que a él le daba igual llegar antes o después a a su destino y nada más llegar tomó el desvio a la capital gallega, aceleró la Harley y en lugar de a cien por hora que era la velocidad habitual se puso en ciento treinta y cerca de Benavente vió en el horizonte la silueta de Cristina por lo que poco a poco fue acercándose hasta llegar a su altura. La Doctora ruso-coruñesa había advertido la presencia de una Harley que se acercaba muy deprisa hacia donde ella estaba, pero nunca se pudo imaginar  que sería Andrés el motero que había conocido la noche anterior el que la perseguía. Aceleró un poco para valorar la velocidad media y a pesar de todo a los pocos metros las dos motos se pusieron en paralelo y fué Andrés el primero que le guiño un ojo y le hizo señas para que se parara en el primer desvío. Una vez aparcadas las motos en una pequeña área de descanso y retirados los cascos, ambos se besaron como si hiciera años que no lo hacían.

-  Andrés ¿tú estás loco? - logró preguntar Cristina en un segundo en que sus labios se separaron
-  Estoy loco, es verdad pero loco por tí y dentro de un rato me vuelvo a Madrid y perderé muy poco tiempo-

Se volvieron a besar y así permanecieron durante unos minutos tumbados en la hierba como si el tiempo se hubiera detenido o por lo menos los dos quisieran que se detuviese,  pero la vida es la vida y sobre todo ella que era la que al día siguiente tenía guardia en el Hospital, no tuvo mas remedio que despedirse, ajustarse el casco y continuar su camino.
-  Ni se te pase por al cabeza seguirme porque mañana no llego a a mi trabajo y me matan mis colegas.
-  No te preocupes que a partir de ahora te seguiré solamente por Skype – sonrió Andrés - ¿a que hora nos conectamos?
-  No lo sé, pero a partir de las ocho de la tarde de mañana  te llamo
-  Y hoy ¿no voy a saber como has llegado?
-  Tranquilo que si no es muy tarde te llamo y en caso contrario te pongo un mensaje.
-  Adiós y vete con cuidado
-  Adiós, hasta pronto.

Durante diez largos minutos Cristina  continuó su camino hacia La Coruña y sin dejar  de mirar por el espejo retrovisor por si la seguía Andrés, pero como era natural esa situación no se produjo, por lo que Cristina aceleró y en pocas horas estaba en su casa.

Andrés tardó un poco más porque notó como el embrague no funcionaba correctamente por lo que se paró en un área de servicio, llamó al servicio de atención al cliente y en pocos minutos tenía allí un mecánico quien después de revisar el recorrido convino con Andrés que tenía un pequeño fallo por lo que se lo cambió sobre la marcha y en poco más de una hora pudo reanudar su camino sin ningún problema. Cerca de las nueve de la noche llegó al parking de su casa después de evitar un impresionante tapón que acumulaba los coches en todos los carriles de la Carretera de La Coruña a su entrada en la capital de España pero dado el tamaño de la moto y la habilidad del piloto, fue adelantando coche tras coche y en poco tiempo estaba en la Plaza de España.  Subíó a su apartamento y lo primero que hizo fue conectarse a Skype para hablar con Cristina que curiosamente entraba en ese momento en su casa y casi sin dar tiempo para saludar a sus padres oyó una llamada en el ordenador y se encerró en su cuarto ante la sorpresa de los padres que dada la cara de ilusión de su hija dedujeron, sin esforzarse demasiado, que en este fin de semana había encontrado un nuevo amor. Estuvieron esperando en el cuarto de estar cerca de una hora pero como la comunicación continuaba y mañana tendría que madrugar decidieron irse a dormir y que al día siguiente ya les contaría su aventura.

-  ¿No te parece que vamos muy deprisa?- preguntó Cristina después de casi media hora de conversación
-  Yo no se tú, pero yo no paso de ciento veinte.
-  No digo en la moto Andrés – no pudo evitar una carcajada – digo en nuestra relación. Nos hemos conocido anteayer por la noche y ya hablamos como si lleváramos toda la vida juntos
-  ¿Y te parece mal?
-  No, no es que me parezca mal, no – Cristina se adaptó un poco las sábanas – lo que pasa es que lo veo todo muy difícil. Ahora estás en Madrid, bueno que tampoco está ahí al lado que estás a seiscientos y pico de kilómetros, pero es que dentro de nada estarás en Londres
-  Mejor – la interrumpió Andrés – a dos horas y pico de avión.
-  Ya – Cristina mantenía un significativo silencio – pero la distancia es el olvido ¿no decía eso la canción ?
-  Si eso decía, pero nuestro caso va ser diferente, ya lo verás
-  ¿Por qué?
-  Tenemos Skype para hablar todos los días y los fines de semana voy a verte ¿que te apuestas?
-  Yo no me apuesto nada y ojalá sea como tú dices pero reconoce que es complicado – Cristina como hacía siempre analizaba en frío los acontecimientos que le iban pasando en su vida y esta vez no había tenido ni tiempo de comentarlo con sus padres que eran, para ella, como verdaderos amigos y en muchos casos confidentes de sus andanzas por el mundo, pero la llamada de Andrés parecía como hecha a propósito para evitar esa primera conversación - ¿sabes que por tu culpa no he hablado con mis padres al llegar?
-  ¡Como!  - Andrés manifestó su sorpresa con una cara que traspasó hasta los límites de la pantalla - ¿cada vez que sales por ahí se lo cuentas a tus padres? Pero ¿soy muy indiscreto si te pregunto cuantos años tienes?
-  ¿No te lo he dicho?
-  Creo que no, en todo caso si me lo has dicho no me acuerdo.
-  Pues tengo treinta y ocho ¿te parece bien?
-  Todo lo tuyo me parece bien – Andrés se acomodó en el sillón y bebió lentamente una Coca-Cola con abundante hielo – pero todo lo que conozco y por lo que veo hay muchas cosas de tu forma de ser que no las he descubierto todavía
-  Tampoco soy tan rara ¿o tú crees que si? - Cristina sonrió con aquella alegría  que había cautivado a Andrés a las primeras de cambio
-  Supongo que no, pero eso de contarle a tus padres todo lo que haces suena a raro en pleno siglo veintiuno y más en el caso de una mujer como tú que durante algunos años has sido independiente ¿no te parece?
-  Si – Cristina se puso seria – ya se que es raro, muchas amigas me lo han dicho pero yo creo que no. Posiblemente si que sea extraño que me lleve tan bien tanto con mi padre como con mi madre pero es una situación que ha sido así desde que era muy pequeña. Nosotros somos tres hermanos, Fernando e Iván que son mayores que yo y después de varios años nací yo con lo que era la mas pequeña con casi diez años de diferencia con mis hermanos y encima niña con lo que para mis padres fuí como un regalo del cielo y siempre he estado como muy protegida, pero si piensas que tenía diez años menos que mis hermanos posiblemente resulte más fácil de entender. Luego, con el paso de los años, mis hermanos se pusieron a trabajar y yo me quedé con ellos y al final me fuí con mi anterior novio, pero me dí cuenta que aquello no funcionaba y me volví a lo que para muchos sería como un fracaso y para mí era volver a mi casa.
-  Y mientras vivías con tu novio ¿también les contabas todo?
-  Naturalmente – en la pantalla del ordenador volvió a aparecer la cautivadora sonrisa – hablaba con ellos más de media hora diaria y por supuesto que les contaba todo, como no, ¿tú crees que hay alguien en el mundo que te pueda aconsejar mejor que tu padre o tu madre?
-  Dicho así no me parece ni bien ni mal, pero estarás de acuerdo conmigo en que resulta un poco raro. Por ejemplo – Andrés preguntó con la absoluta certeza de no conocer la respuesta – ¿le vas a contar lo nuestro?
-  Claro y seguro que se encontrarán tan ilusionados como yo.
-  Pero ¿les vas a contar todo, todo, todo?
-  ¿Hay algo malo que no se pueda decir?
-  No se – por la cabeza de Andrés pasaron varias imágenes de sus hijas y no se podía imaginar la situación que cualquier día llegara cualquiera de las dos y le dijera que había estado con un chico que había conocido esa misma tarde  y que se había acostado con él ¿estaba preparado para esa situación?¿tenía la suficiente confianza como para que se lo contaran? Era absurdo negar la evidencia pero una cosa era la realidad y otra cosa es que lo fueran contando por ahí. Bueno por ahí en el caso de Cristina no, porque se lo contaba a sus padres, pero en el fondo le daba envidia el grado de confianza al que había llegado. Andrés no tenía ni padre ni madre desde hacía muchos años y nunca había tenido esa oportunidad pero desde luego entre sus amigos no era una manera de actuar de las distintas familias, se contaban cosas pero se dejaban para la intimidad otras que se acumulaban en el apartado de experiencias personales y no se salían de su envoltorio por los siglos de los siglos.
-  Andrés, Andrés, ¿estás ahí?
-  Claro, lo que pasa es que me has dejado un poco preocupado lo que me has dicho de contárselo a tus padres.
-  ¡Que va! Al revés, les caerás muy bien, ya lo verás.
-  Bueno, bueno, si tú lo dices



La vuelta a Madrid coincidió con las fiestas de San Isidro y Andrés aprovechó para visitar la Plaza Mayor engalanada con motivo de su aniversario con flores y guirnaldas de diferentes colores, degustó productos típicos de esa región de España instalados en diferentes puestos, cada uno con su particular propaganda, escuchó Zarzuelas donde comprobó que los chulapos siguen como siempre bailando el chotis sin mover los pies de un
ladrillo mientras ellas daban vueltas sin parar. Había vendedores de barquillos con sus tradicionales ruletas, aguadores, la guardia de entonces y los tradicionales “ soldaos” que con osadía les decían a las chicas de servir si necesitaban un novio para el fin de semana y requiebros por el estilo que eran tomados por ellas como auténticos requiebros lo que provocaba sonrisas y miradas disimuladas. En el mercado de San Miguel, Andrés probó la auténtica sangría para turistas y con medio vaso reconocía que tenía una trompa como un Capitán General y con su gorrilla de chulapo con sus cuadros negros y blancos , creo que se llama palmusa o algo así, se acercó a un grupo de señoras mayores ataviadas con sus trajes de madrileñas y alguna que otra vestida de goyesca que disfrutaban de la fiesta y consumían abundante horchata y vino de Madrid piropeándolas como un madrileño más.
 Aprendió a bailar el chotis y finalizó con una pasodoble haciendo de pareja de una rubia, oronda, con los mofletes como si se los hubiera pintado con una gran cantidad de colorete que insistía una y otra vez en que a ella no la esperaba nadie en casa y tenía un caldo de gallina que al que lo probase se le iban a hacer las tripas agua. Andrés le agradeció el detalle pero salió de allí haciendo “fu” como los gatos. Se dio una vuelta por la Pradera de San  Isidro y tuvo oportunidad de degustar las famosas pastas, las listas y las tontas y acabó, muy avanzada la noche, tomando chocolate con churros en San Ginés en unión de los componentes de la peña “Los gatos” que se esforzaban en cantar y bailar como queriendo prolongar la noche mágica del Santo Patrón de la ciudad.

Al día siguiente que amaneció radiante como pocos, reinició sus ejercicios de “jogging” por los aledaños de la Gran Vía, el Retiro y vuelta por la calle de Goya, los Bulevares, calle de Princesa y a la ducha que había sudado más de lo habitual. Parece mentira como se puede notar tanto dejar de hacer ejercicio dos días, pero era así y poco a poco tendría que recuperar su condición física que se encontraba discretamente alterada, con tanta comida y las interminables copas que no eran lo más apropiado para un corredor de tantos años de experiencia.

Degustó una comida que le había dejado preparada su asistenta y se tumbó cuan largo en un sillón, con un café con hielo y su inseparable copa de coñac después de las comidas. Estuvo leyendo durante una hora aproximadamente un ensayo sobre la evolución del cambio climático y a continuación se fue al cine donde comprobó que las películas españolas habían mejorado espectacularmente en cuanto a medios e inversiones económicas, pero seguían conservando los argumentos de siempre con la guerra civil como telón de fondo y los episodios ocurridos durante ese desgraciado período de tiempo. Le pareció una película entretenida, con un buen final y que había conseguido su objetivo que era entretenerle durante un par de horas. No tenía ganas de copas y se volvió a su casa para conectarse con Estefanía previa preparación de un sándwich de jamón y queso y  con la que estuvo hablando cerca de una hora y después se metió en la cama y  termino de leer el ensayo que había comenzado al mediodía.

Mientras intentaba dormirse analizó los cinco meses y pico que llevaba en Madrid y llegó a la conclusión que habían sido muy productivos. Tuvo mucho tiempo para pensar en Carmen y en la ruptura definitiva de su amistad, en la nueva unión que había conseguido establecer con sus hijas, sobre todo con la mayor, por supuesto también pensó en Estefanía, su nuevo amor que podría llenar todo el tiempo que le faltaba para volver a Londres. Por un segundo y como una estrella fugaz se atravesó en sus pensamientos Jane Chesterplace y en ese momento se percató que no tenía nada claro si volvería a Londres, si volvería con ella, si seguiría como un soltero de oro, si continuaría su relación con Estefanía e incluso se replanteaba si volvería siquiera a Londres o quedarse en Madrid e intentar reanudar su vida como Cirujano Plástico, esta vez con una más que probada experiencia en operaciones de cirugía estética. Se quedó dormido como si estuviera  tumbado en el agua de un mar de dudas y todas ellas sin resolver. Tiempo tenía todavía para tratar de desenredar esa madeja y los días que iban pasando  casi sin darse cuenta serían los que determinasen finalmente su futuro.


viernes, 7 de septiembre de 2018

ASI FUE Y ASI PASO : CAPITULO 28 Y 29



CAPITULO 28.-

Ya tengo la Harley, bueno a decir verdad la tengo desde hace cerca de un mes y estoy encantado. Ya no me acordaba de aquella época, cuando era joven, que tenía una vespa y de lo bien que lo pasábamos. Yo me considero un motero así como de momentos y reconozco que todavía no se muy bien porqué. En la moto, eso dicen los moteros y yo lo corroboro totalmente, la vida se ve de otra forma, no es ni mejor ni peor sino completamente diferente, será que no hay que buscar donde aparcar, que cuando te encuentras un atasco te cuelas entre los coches, que pierdes muy poco tiempo en los semáforos o no se el qué pero todo es distinto. La vida te cambia cuando vas en moto, los coches te ven como un peligro potencial y realmente lo eres porque el problema de la moto es que el parachoques eres tú y si por casualidad algún coche te roza lo más mínimo lo más seguro es que te hagas bastante daño.

Fue un miércoles por la mañana, me levanté temprano, como siempre, hice mis correspondientes dos horitas de trotecillo ligero por las calles de Madrid y a las once y media estaba casi en la puerta del taller donde debería estar mi Harley Davidson. Situado en una calle estrecha del distrito de Vallecas no debería ser un sitio fácil de llegar porque al taxista, a pesar del GPS le costó un poco llegar. En la puerta, entre la del taller y el bar adosado, estaban de pié tres hombres charlando animadamente. Iban vestidos prácticamente igual con sus chupas de cuero con el anagrama de la peña a la espalda, pantalones vaqueros muy ajustados, botas o botines de reluciente aspecto, pelo largo que sobresalía por el ala de un sombrero vaquero bastante viejo, casi tanto como los propietarios de las cabezas sobre las que se aposentaban y allí estaba mi amigo Julián con un medio pitillo ladeado en la boca limitado por unos dientes de un color indefinido, entre negros y marrones oscuros. Los tres individuos, por definirlos de alguna manera, permanecían  custodiando la puerta de un oscuro y sucio bar con un cartel en la parte superior  que ponía con gruesos trazos de un color como dorado ¨ LOS BULLS POSMOTEROS¨ y una mínima bombilla de color rojo que debería ser la encargada de iluminar aquel siniestro lugar. Julián me presentó a sus colegas, El Cosme y el Chuletilla, dos ejemplares de la misma calaña, que me saludaron por obligación y mirándome como si fuera un pijo venido del más allá. Es cierto que no iba apropiadamente vestido para la ocasión, mi pantalón de lino beis primorosamente planchado desentonaba claramente con sus vaqueros grasientos  y mis mocasines ingleses con un granate muy londinense no tenía mucho que ver con sus sucias botas camperas, si es que alguna vez fueron camperas. Por otra parte, mi cara recién afeitada y con mi colonia favorita no era un modelo para aquellos tres moteros que planificaban sus próximas salidas de fin de semana.

-          Y este va a venir con nosotros? – preguntó el chuletilla con una expresión entre divertida y fastidiada.
-         No te preocupes hombre que en cuanto tenga la moto, que supongo que es lo primero, me paso por El Rastro y me visto como vosotros para no haceros la faena – contesté con una media sonrisa tratando de ganarme su confianza.

El Chuletilla, no puedo llamarle de otra manera porque con ese nombre me lo había presentado Julián, era un ejemplar típico del Valle del KAS, como les gustaba definirse a los más chelis del barrio. Era un hombre muy delgado, alto, con los ojos como si estuvieran hundidos y ahogados en los párpados, con una nariz que llamarla aguileña era un auténtico piropo, orejas tremendamente grandes y muy salientes como queriendo adelantarse a los sonidos procedentes del exterior recubiertas con unas amplísimas patillas que se desplazaban casi hasta la boca. A mí me recordaba, no se muy bien porqué,  a aquellos reclamos de algunos bares de turistas próximos a la Plaza Mayor, que se vestían de auténticos salteadores de caminos de la zona de Despeñaperros con un trabuco entre las manos y cara de pocos amigos. La definición mas apropiada sería la de algún bandolero de la banda del Tempranillo, escindida hace mucho años y ahora localizados como desperdigados por los distintos antros de ese barrio madrileño de tanta solera. Su burra, es decir su Harley era un modelo de 1959 con alforjas y unos cuernos en el manillar que le hacía parecer todavía más campera  la tenía aparcada a unos pocos metros de donde se encontraba y de vez en cuando se acercaba hasta allí, la frotaba con un pañuelo que a continuación se anudaba al cuello y volvía a su posición original con un botellín en la mano izquierda y el pitillo apagado entre unos dedos amarillos por la nicotina. Sinceramente, para que nos vamos a engañar, tenía una pinta de guarro que no podía con ella y no parecía especialmente simpático,  habría que buscar la fórmula de ganármelo para la causa.

El otro integrante de aquellos curiosos vigilantes del bar Postmotero y que no podía saber cual era de los tres si el bueno el feo o el malo era todo lo contrario al Chuletilla. Se trataba de un tipo fofo, gordo, con la cazadora desabrochada por la que se lanzaba a tumba abierta una camiseta que se suponía que había sido blanca, con un grabado en rojo y azul  de la Estatua de la Libertad. Los vaqueros comenzaban muy por debajo del ombligo y terminaban cerca de unas botillas de piel de cocodrilo o algo parecido que le hacían ambos pies como muy pequeños, realmente lo que parecía mas que un rockero venido a más era un gnomo venido a menos. El pelo lo tenía tan sucio y ensortijado que se mezclaba con una barba de años atada con una goma azul en la parte proximal lo que hacía que le llegase mal a la barriga semi tapada por la camiseta semi blanca, hasta la sonrisa era una semi sonrisa que no se sabía si era eso, una sonrisa o una manera desagradable de recibir a un amigo de otro amigo pero, en fín, no conocía ni el ambiente motero de las Harleys ni mucho menos el de ese bar huido de lo más remoto del lejano oeste e ubicado, todavía no sabía por qué motivo, en las profundidades del barrio de Vallecas en la capital de España. Tiempo tendría para irlos conociendo y ahora lo que necesitaba era ver cuanto antes la moto que me ofrecía mi reciente amigo y propietario del taller de al lado, Julián Gomez Camatrillo para servirle a mi Harley a Dios y a Usted, su mas seguro servidor.

-          Si te parece bien –  era Julián el que llevaba la voz cantante – nos tomamos un cubata en el bar y a continuación vamos a ver a mi tercera mujer, primero mi Amparito del alma, luego mi Harley de verdad y después la que podríamos llamar mi nieta Harley porque es de mucha menor potencia que la mía primera, mas pequeña, menos trajeada y todavía sin haber sido montada por un hombre como tú porque ya sabes que las Harleys son como las mujeres de uno, todo el mundo que quiera puede mirarlas, pero para tocarlas ya está el dueño y nadie más ¿estás de acuerdo?
-         Si tú lo dices yo me lo creo faltaría más. Venga vamos a tomarnos algo.                                                                                                                                                                                                     

Los cuatro atravesamos la puerta que hasta entonces había sido celosamente guardada por el Chuletilla y el Cosme y casi como de milagro entramos en una taberna del Oeste Americano. Yo no conocía ninguna tan cutre y menos iluminada como la denominada ¨Taberna de los Postmoteros¨

-          Y uno de los que más motos ha tenido entre sus manos de toda España – afirmaba el Cosme apoyándose con el codo en la barra.

Enseguida apareció por allí una chica, entrada en años eso si, que nos atendió rápidamente

-         Pa los mendas lo de siempre y para el Inglés lo que pida, pero que sea caro que para eso es la primera vez que viene - El Juli tomaba la
iniciativa - ¿Qué va a ser?
-         Póngame un whisky con agua, por favor – le pedí mientras la miraba preso todavía de unos labios impresionantes, debió agotar todas las  existencias de Botox de la Comunidad de Madrid, que se insinuaban ante mi tardanza en pedirle alguna copa cara
-         Inglés – era el Juli el que me hablaba mientras le hacía una seña  a la rubia para que se fuera rápido a poner las copas – no la mires tanto que esta tiene dueño ¿y sabes quien es? Pues ni más ni menos que este que viste y calza, si señor,  el Julián

La rubia con un moño sujeto en la parte posterior de su cabeza, blusa roja dejando al descubierto unos hombros bien torneados por el paso de los años, se dio la vuelta con garbo sintiéndose observada y se encaminó hacia el fondo de la barra donde se encontraban las botellas colgadas boca abajo. Introdujo varios hielos en las cuatro copas y las envió deslizando por la barra con una precisión matemática hasta donde nos encontrábamos nosotros, no menos de seis metros. Hizo el mismo movimiento con las botellas y a los pocos segundos nos estaba sirviendo unos mas que generosos cubatas.

Amparito se sirvió una especie de zumo de color rosa y apoyando un codo en la barra preguntó con desparpajo

-          O sea que tú eres el Médico Inglés que viene a quedarse con la nieta del Julian ¿no, prenda?
-         No, no – contesté riendo – no me puedo quedar con su nieta sin antes probarla por lo menos una semana
-         ¡Mira el Inglés que listo! – la Amparito se volvió a refugiar detrás de la barrera que separaba el ruedo del alcohol de los entresijos de la cocina – eso será en Inglaterra pero aquí el que la prueba se la queda como si fuera la hija de un gitano  y si no atente a las consecuencias.
-         Oye Amparito tampoco te pongas así que yo no te he hecho nada.
-         Lo que pasa es que me joden los guiris ¡te enteras contreras!
-         Me parece bien – la miré directamente y pude apreciar que en  el fondo, posiblemente por influencia del marido, no tenía mayor interés en venderme la moto, pero si su marido había llegado a un acuerdo, la palabra es lo primero – lo que pasa es que yo nací en Madrid. Fíjate que aunque viva en Londres no se me nota ni el acento
-         Nasti de plasti – la rubia se bebió un lingotazo de aquella especie de brebaje de color rosa sin alterarse lo más mínimo – tu eres ¨guiri porque lo digo yo y da gracias que te deje tomar algo aquí, porque esto es un local exclusivo para los españoles de la peña los postmoteros   ¿tú eso lo entiendes o prefieres que te lo diga en inglispikinglis.
-         Amparito, mi love, -  Julián la miró de una manera que no había lugar a dudas - déjalo ya ¿no ves que me lo vas a espantar y nos quedamos sin vender la moto?
-         Por mi – la rubia se movía inquieta detrás de la barra – como si se la pica un pollo – hizo un gesto de fastidio – pero no me vuelvas a decir que le pase una gamuza a tu nieta porque se la va a pasar la  madre  que te parió ¿entendido?
-         No te preocupes Andrés que ya la irás conociendo y verás como al final hasta seréis coleguillas, parece ¨mu echá palante¨ pero es todo fachada y en el fondo es muy  buena gente.
-         Menos mal que me avisas porque menudo carácter tiene
-         ¡Qué va! – el Julián le dio un pequeño azote en el culo – venga princesa ve preparando a la niña que el caballero se va con ella.

Un intenso olor a pescado inundó toda la taberna y fué la Amparito la que dio la voz de alarma

-         Atención – la Amparito se acercó a la máquina de discos al fondo del bar e introdujo una moneda sonando a continuación la más que famosa voz de Elvis Presley interpretando uno de sus más conocidos  rock and roll – todo el mundo a sus puestos. ¡¡Presentes armas!!

Los tertulianos se pusieron firmes y utilizando sus cubatas como armas de destrucción masiva presentaron sus respetos a los dos, nuevos para mí, que entraban en la peña. Eran dos especímenes, por llamarles algo, el Salmonete y su colega de correrías, el Nécora. Venían ataviados con lo que se podría denominar como el traje típico regional de la taberna de los Postmoteros y parecían llegar mas secos que la mojama

-          Amparito, guapa, danos dos birras que venimos mas secos que la
 entrepierna de una mona – abrió fuego el Nécora mientras depositaban los sombreros en la barra   
-          Hoy me vais a pagar o tampoco
-         Parece mentira que nos digas eso tú que sabes que tienes mas rubio en el bote que en la cabeza – el Salmonete me miró de arriba abajo – estando aquí el embajador plenipotenciario de Inglaterra ¿vamos a pagar nosotros dos míseros botellines?
-         Por supuesto que estáis invitados ¡faltaría más! - contesté
-         ¿y vosotros porqué sabéis que es inglés este tan pinturero? – preguntó la rubia mientras depositaba dos botellines para los recién llegados
-         Como nos preguntes eso a nosotros que no somos del Cesid porque no nos interesa que si nó, ya estaríamos en nómina hace mucho tiempo. ¿para que te crees que tenemos ojitos en la cara además de para verte mejor, Caperucita?
-         Estabais en la puerta claro
-         Pues claro mujer de éste -  el Nécora señaló a Julián -  podíamos haber estado en cualquier otro sitio pero donde vamos a estar mejor que vigilando nuestras Harleys
-         ¿Esas dos motazas son vuestras? – pregunté con verdadera admiración al ver los dos eejmplares de Harleys aparcados en la puerta. Eran dos motos grandes, muy grandes, una totalmente blanca  y la otra de un color parecido al granate con remates en negro. Descansaban sobre sus respectivas patas de cabra adoptando una posición como de adoración hacia sus dueños
-         Si – los dos amigos se rieron de buena gana - ¿Qué pasa que no nos ves con posibles?
-         No se chicos que queréis que os diga. Son unas motos impresionantes y os han tenido que costar una pasta.
-         ¡Que va! esas cosas solo os pasan a los ricos que vais por la vida gastándoos el dinero. Nosotros las tomamos a nuestro cargo, la limpiamos, las arreglamos, las mantenemos y son para toda la vida.
-         O sea que las robáis – pregunté directamente
-         Bueno – el Nécora parecía dudar en la respuesta - no exactamente así porque no las legalizamos lo que quiere decir que cualquier día nos paran por ahí y nos las requisan.
-         ¿Hace cuanto tiempo que las tenéis?
-         La de éste la birlamos en París hace cuatro años y la mía se la compré por dos duros a un gitano de Jaen que decía que la había comprado cuando estuvo en Japón.
-         O sea que también era robada – afirmé
-         Eso lo dices tú, colega porque a mí me la vendió legal
-         ¿Seguro?
-         Oye Inglés, metete en tus asuntos y déjame en paz que parece más un madero que un amigo del Julián
-         No si a mi me da igual – y no estaba mintiendo porque realmente me daba exactamente lo mismo, pero tenía curiosidad por conocer como   la gente se busca la vida por ahí y más si, antes o después, iban a ser mis compañeros de viaje, aunque no lo tenía muy claro porque hasta ahora no había conocido a ninguno en la Peña Postmotera que mereciera la pena, pero, en fin, ahora a lo que estamos es a conseguir una Harley a buen precio y el resto ya se verá – lo que de verdad me intriga es como las cuidáis, no os separáis ni un segundo de ellas
-         Es que por aquí, colega – era el turno del Salmonete – en cuanto te descuides un segundo te la levantan y te quedas compuesto y sin novia, por eso nosotros aparcamos en la puerta y no le quitamos la vista de encima porque en este barrio hay mas chorizos por metro cuadrado que en Cantimpalo.
-         Ya -  me bebí de una tacada el whisky que me había servido la rubia, pagué las consumiciones de todos e invité al Julián a que me acompañara al taller para ver a su nieta.

Se limpió las manos con agua  jabón y apareció en la barra secándoselas con una pequeña toalla que  de fábrica seguro que era blanca pero que ahora ya estaba negra como un conguito en verano en una playa del sureste español. Incluso con aquella prenda todavía húmeda se la pasó por la cara y la tiró dentro de la barra, calculo que caería a un paso de la rubia quien la remató con una certera patada avanzando la porquería hacia el final de la barra donde se amontonaban latas vacías de cerveza, restos de comidas, servilletas usadas, algún vaso roto y hasta una gorra de la última vuelta ciclista a España. Salimos del bar y bajamos la rampa del pequeño taller. Desde la mitad de la rampa, el espectáculo era curioso, parecía mas un cementerio o un desguace de piezas que un taller de motos, sin embargo algo en el ambiente indicaba que era un desorden organizado y todo lo que tenía el bar adjunto de desastre, sucio y poco cuidado, lo tenía en sentido contrario el Taller de Harleys de mi reciente amigo Julián. Colgadas de la pared  y del techo, pero relucientes como si se fueran a colocar en una moto nueva, las diferentes piezas de las motos desguazadas se mantenían erguidas como tratándo de dejarse ver para ser utilizadas a la menor ocasión. Había piezas de todos los tamaños cuidadosamente ordenadas con un pequeño cartón a modo de ficha que indicaba no solo las características de cada pieza si  no también su procedencia y por supuesto el precio.

Avanzamos por el pasillo que dejaban entre si las piezas colgadas y aparecimos en una especie de altar con dos Harleys que parecían como suspendidas en el aire porque los cables que las sujetaban al techo eran blancos y se confundían con el blanco inmaculado de las paredes. Incluso los dos operarios que estaban trabajando también tenían unos monos de idéntico color, curiosamente uno de ello era de raza negra con lo que se resaltaba todavía más su procedencia subsahariana.

-          Aquí en Vallecas somos así – el Julián enseguida se dio cuenta que Jamir, el senegalés que estaba poniendo un tubo de escape nuevo había sido objeto de mi atención – ya se que te estarás preguntando si tiene papeles y supongo que ya habrás llegado a la conclusión de que no, pero no me quedó mas remedio que contratarlo
-         ¿Y eso? – no tenía claro hacia donde me quería llevar
-         Lo de siempre, inglés, lo de siempre - Julián le hizo unas indicaciones a su empleado para que utilizara un tipo determinado de llave mejor que la que tenía en la mano – con esa vas a hacer mucha mas fuerza  y se te cansará menos el antebrazo – luego le dio unos golpecitos en la nuca – primero te pide para comer en la puerta del bar, luego te dice si te puede ayudar con el tema de las motos, le pregunto si sabe algo de Harleys y me contesta que no tiene ni idea pero está dispuesto a aprender lo que haga falta, luego un día te dice si no te importa que se quede a dormir en el taller, eso si, sin cobrar por supuesto, en el fondo me venía bien tener a alguien y le dije que si y al  mes me preguntó si le podía pagar algo porque habían venido de Nigeria su mujer y una hija y estaban viviendo en casa de unos amigos, bueno, le ayudaba en lo que podía y al final aquí está como uno más
-         Pero ilegal – puntualicé
-         Si, claro, como todos o tú crees que voy a pagar más impuestos para que los políticos me roben todavía más. De eso nada monada y que no me hinchen las pelotas porque cierro el taller y todos estos a la calle.
-         Ya – no me parecía nada bien lo que estaba viendo – pero esta gente tienen sus derechos y …….
-         Mira Inglés, no me jodas que yo ya soy muy mayor, solo faltaba que me denuncien encima que les estoy dando de comer.
-         No, si ellos no te van a denunciar, me imagino porque el mismo día se van a la calle y si te he visto no me acuerdo, o no es así
-         Por supuesto que es así, pero aquí viven mucho mejor que en su país y ¿gracias a quien? Pues a mí, Inglés, claro que si y encima agradecidos.
-         Ya pero ……
-         Olvídate inglés, esto es lo que hay y es lo que hemos votado. Si quisiéramos que fuera de otra manera pues sería diferente.
-         Pero estos tíos tiene horario y esas cosas
-         ¡Que cosas dices inglés! Pero tú de que guindo te has caído, aquí no tiene contrato ni Dios, es un círculo vicioso, no pueden tenerlo porque son ilegales y son ilegales porque no tienen contrato ¿Quién tiene que desliar esa madeja? Los políticos ¿la deslían? No pues allá ellos que trabajen que para eso les pagamos
-         Pero eso no lo dirás tú Julián
-         No, lo dice el Obispo de Madrid Alcalá ¡no te jode el guiri!
-         Hombre tú no, porque me acabas de decir que lo tienes ilegal, por lo tanto no pagas todo lo que debes
-         Pero – Julián se iba calentando por momentos, la venta o por lo menos el préstamo de la moto se iba enfriando, a él como había avisado se le iban hinchando las pelotas, término muy  castizo, pero a mí también aunque no fuera tan castizo - ¡como quieres que pague si es imposible! ¿No te das cuenta? La mayoría de las Harleys que entran son birladas, mangadas, sustraídas, en definitiva y llamándole a las cosas por su nombre, yo se que son motos robadas pero yo no voy a ir a la poli a decírselo que lo descubran ellos que para eso están ¿lo entiendes?
-         Si – lo miré con gesto cansado – es una cadena, ellos timan, tú timas, tú timas, ellos timan y así vamos
-         Bueno, pero gracias a eso cobran un sueldo a fin de mes.
-         Eso es verdad, ves Julián. en eso te tengo que dar la razón, per en lo demás no porque el argumento ese de que robas porque todo el mundo roba no me vale, empieza por no robar tú el primero y por lo menos ya hay uno que ya  hace las cosas como Dios manda y así alguna vez este país irá hacia arriba, si no, siempre vamos a estar igual
-         Me parece bien, ves yo ahí también te doy la razón, pero que empiecen los políticos dando ejemplo que para eso están
-         ¿Y por que no empiezas tú?
-         Porque yo como dicen las bolsas del super ese de cosas de informática yo no soy tonto chaval – El Julián me pasó su brazo por encima de mi hombro y preguntó – no creo que tengamos que arreglar el país entre los dos ¿te parece que veamos la moto?

Fue una auténtica pena porque la moto era una preciosidad y cuidada como ninguna, pero no tenía papeles, bueno, si que tenía papeles, pero se los había hecho un amigo suyo antiguo Inspector de Policia jubilado, los papeles estaba bien en la Policía, pero todavía no habían pasado por la Dirección General de Tráfico y de ITV nada de nada, pero como decía el Julián, que mejor referencia que la mía, si tienes cualquier problema me la traes y lo solucionamos aquí.
-          Ya ¿y el seguro?
-         Eso es lo de menos, El Nécora es amigo de uno que estuvo con él en Alcalá Meco que ahora trabaja en una cosa de seguros y lo arregla sobre la marcha
-         Pero ¿como lo va a arreglar si no tiene papeles?
-         Para eso están los amigos, Inglés, para eso están los amigos.

Total que una mañana perdida en todo menos en mi interés en comprarme una Harley pero con papeles y acabé en la casa oficial comprándome un modelo nuevo, precioso y haciendome socio del Club de Amigos de las Harley donde tuve oportunidad de conocer a mucha gente, entre los que seguro también habría algún “chorizo”, pero otros muchos que no y con los que tuve oportunidad de recorrer en ocho meses, más de media España.  



















CAPITULO 29.-

No se si lo habré dejado dicho en algún sitio, pero si no, lo escribo ahora mismo porque es la verdad. “Circular en moto te cambia la vida” Es una sensación que ya había tenido cuando era joven y andaba por ahí con una Vespa, pero al sentirla de nuevo me produjo una agradable impresión como de ser, lo cual es imposible pero  por lo menos parecer mucho más joven y recorrer Madrid en moto es una auténtica gozada. Mucho tráfico, eso no se puede negar, pero la sensación de libertad que te produce el ir sobre dos ruedas pasando a casi todos los desesperados conductores por un lado o por otro y situarte el primero en los semáforos eso no hay dinero mejor empleado y la pena es que el casco es absolutamente imprescindible en la cabeza de cada motero que si no, la sensación sería todavía más agradable. Reconozco que busqué una situación intermedia y para ello me compré un casco no integral si uno de  esos que van abiertos por delante con un cristal que se puede subir o bajar a voluntad. No es lo ideal, pero menos da una piedra, llevas lo que es el cuero cabelludo cubierto y bien protegido, pero la cara va como si dijéramos al aire y no quiero pensar que pasaría si me estampo contra alguien ¡mala cosa! Mejor no pensarlo y disfrutar de lo que hay.

Es cierto que yo también tengo una ventaja con respecto a mucha gente y es que todas las mañanas sigo practicando mis horita y media o dos horas de corretear por ahí con mi footing y me encuentro bastante en forma. No he conseguido convencer a ninguno de mis colegas de correrías por El Retiro y alrededores para que se vengan conmigo en la moto y por supuesto no he vuelto a aparecer por el bar de los Postmoteros, aquel antro de mala muerte en el barrio de Vallecas que, por lo que me pareció entender, el único que no era robado era yo, lo que quiere decir que por la mañana seguía mas o menos haciendo lo mismo y cambiaba sustancialmente por la tarde, porque entonces si que casi todos los días me subía a mi Harley y recorría medio Madrid. Normalmente escribía un rato hasta media tarde y luego salía. Algunos días, cuando iba al cine o al teatro, buscaba un parking cerca porque después de oír a Julián, las posibilidades que me la robaran aumentaban bastante, pero otros muchos daba una vuelta por los alrededores de la capital de España y aparecía en algunos lugares absolutamente privilegiados. En muchas ocasiones tomaba algo en cualquier bar del Escorial, sobre todo en uno que se llama “el corcho”, veía el anochecer desde algún pico próximo y me volvía feliz a casa. Alguna vez fuí al Cerro de los Angeles para recordar aquella época en que nos llevaban andando desde el colegio, pero no tuve oportunidad de estar mucho tiempo porque el ambiente que había alrededor con muchas parejas en coches y andarines con mala pinta no me gustó nada y opté por volverme por donde había venido.

Aparte de aquellas noches inolvidables en El Escorial, recuerdo con especial cariño un día que fui a comer a Aranjuez y después de pasarme la tarde conociendo el Palacio y la Casita del Principe, terminé charlando de todo un poco con unos que conocí en una terraza y terminamos disfrutando de una puesta de sol maravillosa, pero no hace falta irse tan lejos, hace relativamente poco vi una puesta de sol desde el mirador que hay a un lateral de la Catedral  de la Almudena, entre la Catedral y el Palacio de Oriente que fue inolvidable, no solo por lo bonito de la vista e ir apreciando el cambio de color de los diferentes edificios sino también porque tuve la suerte de coincidir con dos Músicos callejeros y lo pongo con mayúsculas porque dos auténticos profesionales de la Orquesta Nacional de Polonia que interpretaron al violín unas piezas de música clásica que te hacían sentirte en otro lugar.

Bueno, pues todo eso que naturalmente se puede hacer en coche yo lo hice con la Harley y para la misma distancia tardaba la mitad de tiempo. Otra cosa diferente eran los fines de semana donde ya me apuntaba a excursiones con el Club Harley de dos días de duración y en la que iba todo incluido, cena normalmente con algún espectáculo de tipo local, una noche de hotel y  la comida del día siguiente. Hacíamos unos trescientos kilómetros y lo pasábamos francamente bien.

Los sábados que por la razón que fuera no había excursión en moto, tengo que reconocer que se me  hubieran hecho bastante largos si no fuera porque los utilizaba para disfrutar de mis hijas. Ellas aceptaban de buena gana comer conmigo en diferentes restaurantes buenos de la Capital de España y luego visitábamos alguna exposición o tomábamos una copa en cualquier terraza de las muchas que ocupaban las aceras de barrios como el de Las Letras o el Madrid de los Austrias y no era raro que acabáramos en algún teatro viendo algunas de las muchas obras que diariamente se ofrecían a los espectadores.

El Domingo era el día de descanso de jogging, los músculos no tenían trabajo supletorio como el que les provocaba todas las mañanas del resto de los días de la semana y lo dedicaba, sobre todo, a levantarme  tarde, desayunar tranquilamente leyendo los periódicos, escribir alguna cosa y sobre todo, me dedicaba a una cosa que no hacía habitualmente y era a no hacer nada, a dejar transcurrir el tiempo, a intentar no pensar nada, a relajarme lo más posible sin interferencias externas tipo radio o televisión, como mucho un poco de música clásica y nada más. Intentaba conseguir un estado máximo de bienestar, una buena relajación, un remanso de paz para mis neuronas que falta les hacía. En definitiva intentaba pasar un día sin pensar en nada. ¿lo conseguía? Tengo que reconocer que no. Es cierto que se daban todas las condiciones para conseguirlo hasta si me apuras yo tenía la mejor disposición, vivía en un ambiente relajado, tenía dinero y lo que parecía más importante que era tiempo libre  para disfrutarlo, gozaba de una buena salud, etc….etc. y sin embargo casi nunca lo conseguía. Empezaba muy bien, conseguía que por mi cabeza pasasen pocas ideas o ninguna, no era el momento de hacer planes de futuro y casi casi conseguía dejar la mente en blanco. Así me mantenía por espacio de una hora o poco más, pero inmediatamente las imágenes de mi vida aparecían como si fueran una sucesión de fotografías que no era capaz de retirar de mi mente. Me recordaba a una vez, hace ya muchos años, que volqué cuando iba con mi coche por la provincia  de Santander y di una vuelta de campana quedándome boca abajo en la cuneta. Fue una vuelta de campana curiosa, yo diría que fue como a cámara lenta e incluso a lo mejor no fue ni una vuelta de campana y lo que ocurrió es que como consecuencia de la fina lluvia que en ese momento caía sobre la calzada, el coche se me fue un poco hacia la derecha y metí una rueda en la cuneta y a partir de ahí me quedé boca abajo. No creo que ese evento durara más de tres o cuatro segundos y sin embargo me dio tiempo a hacer un recorrido por toda mi vida apareciendo imágenes ante mis ojos que no sabía que tenía almacenadas en algún lugar de mi cerebro. Me acuerdo como si estuviera ocurriendo ahora mismo y todavía siento el ridículo que debí de hacer cuando a alguien que estaba intentando ayudarme, le comenté que me estaba ahogando, sensación que desapareció por completo cuando me retiró el cinturón que efectivamente me mantenía suspendido en el aire tomando como punto de apoyo mi incipiente barriga, Fue quitarme el cinturón y deshacerme en agradecimientos hacia aquel que me parecía que me había salvado la vida.

Bueno, pues esa misma sensación es la que se implantaba en mi cerebro cuando intentaba dejarlo en blanco y en estas ocasiones se añadían sensaciones nuevas todas ellas relacionadas con mi marcha a Londres y mi posterior separación y ahí empezaban las disquisiciones como si de un cruce de caminos se tratase. Unos días era yo y solo yo el culpable de todo, absolutamente de todo lo que me había pasado, otros días no solo no era el culpable si no que me convertía en el principal perjudicado por una situación en la que yo no tenía absolutamente nada que ver y casi siempre me quedaba en un término medio que me parecía que era el que más se acercaba a la realidad. Esos pensamientos se presentaban a las siete en punto de la tarde de aquellos días que me quedaba en casa, normalmente los Domingos por la tarde y nunca a las seis o a las ocho, no siempre era a las siete en punto. Buscaba soluciones que naturalmente no aparecían por ninguna parte y me resultaba como suficiente para justificarme. Seguía hablando con mis hijas, pero a Carmen, mi ex, no la mencionaba ni una sola vez, es cierto que cada semana que pasaba la iba olvidando un poco más y me llegaba con hablar con mis hijas en aquellas tardes tediosas de la capital inglesa que además, cuando les preguntaba, me informaban de cómo se iban sucediendo los acontecimientos pero la verdad es que por lo que fuera llevaba casi cinco años sin hablar directamente con ella. Mis hijas venían a Londres y con eso cumplía más que se sobra con ellas y Carmen se fue diluyendo como un azucarillo en la taza de mis pensamientos.

El colmo, eso si que me sentó francamente mal, fue cuando decidió casarse con otro psicólogo que era el dueño del gabinete en el que había entrado a trabajar unos años antes. Era consciente que no tenía ningún derecho de nada, pero aunque se casara con otro y yo deseaba que fuera feliz, no se debía olvidar que seguía siendo la madre de las dos hijas que habíamos tenido durante aquellos años en que fuimos felices. Fue una época de sentimientos encontrados porque por una parte quería que fuera feliz y estaba claro que conmigo no lo iba a ser y por otra, me fastidiaba bastante que esa felicidad la encontrara con otro y no conmigo. Total que quería como dicen en Murcia “chocotajas”, chocolate y tajada lo que era imposible y menos con mi manera de relacionarme con ella que era ninguna. En este contexto me  hubiera gustado que me hubiera invitado a su boda, por supuesto que no iba a ir ¡que pintaba yo en ese evento! como me dijo una vez Patricia, pero yo entendía entonces que hubiera sido un detalle. Mas tarde me enteré que la habían celebrado en la más absoluta intimidad y prácticamente no la habían celebrado. Había sido una ceremonia civil en un pueblo de la provincia de Segovia y no eran mas de ocho incluidos los novios. Mis hijas fueron, como no podía ser menos y me mantuvieron informado en todo momento.

Alguna vez he pensado que me podía haber avisado y sobre todo podríamos haber discutido sobre el dinero que le mandaba todos los meses porque si ya tenía otra pareja no parecía lógico que yo le siguiera mandando la misma cantidad al mes. No me importaba porque tampoco era tanto, pero me parecía como que yo seguía manteniendo a Carmen, mi ex, que tenía otro marido, a Carmen mi hija la mayor que vivía con su novio y por supuesto a Patricia que seguía viviendo en la misma casa ¿eso es justo? Ya me imagino que el marido encantado, sin hacer nada le caía un sueldo todos los primeros de mes y a vivir que son dos días, pero Carmen podía decir algo, Tengo que consultarlo con mi Abogado porque lo mismo tiene una solución amistosa.

Lo único que tenía claro es que llevaba cerca de cinco años sin ver a mi ex, sabiendo de ella por mis hijas y que hasta que llegué a España, no tenía mayor interés en verla y mucho menos  hablar con ella y sin embargo desde que vine, hace ya casi cuatro meses, ¡que barbaridad como pasa el tiempo! todos los días pensaba en ella un tiempo y casi sin darme cuenta mas de un día y más de dos pasaba por delante de su casa en coche con la idea de hacerme el encontradizo y hablar con ella. No tenía ni idea como iba a reaccionar, aunque tampoco hay que ser muy listo para suponer que mal, y tampoco como estaría pasado el tiempo porque su imagen se iba difuminando en mi cabeza, ¿estaría mayor? ¿seguiría con el mismo peinado? ¿se habría llevado los muebles de nuestra antigua casa a la nueva?
¿Cómo me imaginaba al marido? Estas y muchas más preguntas se paseaban más a menudo de lo deseable por mi cerebro y con mi imaginación calenturienta cada día me proporcionaba respuestas diferentes, pero al final siempre llegaba al mismo punto, me gustaría hablar con ella, comentarle mis miedos y mis intimidades como había hecho durante tantos años, sentirla cerca ¡yo que se! Lo que tenía que tener claro es que no sabía lo que quería.

Un día de los muchos que comí con mis hijas, esta vez en mi casa, me decidí y les planteé la cuestión directamente. Todavía me acuerdo de la cara de mi hija Patricia, la pequeña que todavía vivía con ella aunque ya iba siendo hora que se independizase porque con las bromas ya tenía veintiún años. Al principio no parecía que fuera un tema que le preocupase excesivamente pero poco a poco se fue metiendo y al final acabamos como el rosario de la aurora, mientras mi otra hija parecía no entender absolutamente nada.

-          ¿Tú sabes lo que te pasa? – Patricia se decidió a coger el toro por los cuernos - ¿quieres que te lo diga?
-         Lo que me gustaría – le contesté mientras aspiraba el aroma de un coñac francés que me había servido en una gran copa de balón – es que desde vuestro punto de vista me ayudéis a tomar la mejor decisión. Eso es lo que os pido

Las dos hermanas se miraron con un gesto de complicidad, parecía como si hubieran estado esperando este momento durante muchos años y por fin se producía. A pesar de lo distintas que eran, Carmen como mucho mas mujer y con las ideas parecía que bastante más claras mientras que Patricia permanecía en las proximidades de los veinte años con una rebeldía que se manifestaba cada dos por tres. Las dos tenían sus propias ideas, pero ninguna parecía querer tomar la iniciativa porque se trataba de un asunto complicado y sobre todo sin haber intentado ninguna solución por parte de ninguno de nosotros dos. Yo sabía que las dos estaban de parte de mi ex y hasta cierto punto me parecía lógico porque habían vivido con ella muchos años mientras que yo ejercía de padre a mi manera, con largas conversaciones semanales por Skype pero era consciente que eso no era suficiente y ya habían pasado excesivos años para que ahora viniera a justificarme. Llegaba tarde y no sabía como arreglarlo

-          Papá – Carmen parecía ser la primera en hablar con claridad – lo que tú quieres es imposible y tú lo sabes o sea que no intentes hacernos cómplices de una situación que has creado tú solo. Eso es así y lo mejor es que te olvides de Mamá. Ella tiene su vida y no te olvides que por tu culpa y ahora no quieras meterte donde no te llaman porque te va a ir mal seguro y a mí no es que me importe mucho, porque creo que te lo mereces pero intentar arreglar lo que no tiene arreglo es una forma como otra cualquiera de perder el tiempo.
-         Yo también estoy convencido que no tiene arreglo, eso ya lo se, pero lo que os pido, no se si será posible es crear un ambiente entre vuestra madre y yo como más cordial, en definitiva que no me vea como a un enemigo, que podamos tener una relación de antiguo matrimonio y nada más

Patricia que permanecía sentada en el sillón con las pierna abrazadas entre sus largos brazos, se levantó como si se fuera a marchar, pensé que ahí se acababa la cháchara y sin embargo se plantó delante de mí y me lanzó una serie de preguntas que me dejaron realmente fuera de juego. Me dijo, durante cerca de diez minutos que estuvo hablando sin parar, todas aquellas cosas que yo no quería oír y que sabía que eran verdades como puños. No me dejaba ni un segundo para intentar razonar. Se notaba que llevaba muchos años con eso dentro y  era el momento adecuado para sacar todo fuera y yo no podía quejarme de nada porque era el que había provocado esa situación. Ellas, mis hijas ya sabían que cada día que pasaba tenía más ganas de hablar con su madre pero también sabían, sobre todo Patricia que vivía con ella, que mi ex no quería saber absolutamente nada de mi. Su vida era otra, yo era solo un recuerdo de una etapa en la que reconocía que había sido feliz, pero aquello pasó y no quería volver a recordarlo.

-          Además – Patricia no podía casi ni tomar un poco de aire - ¿tú te crees que puedes dejar a Mamá cuando quieras y cuando te da por ahí puedes volver?
-         Yo no pretendo volver, sino explicarle……..
-         Explicarle que ¿se puede saber que le vas a razonar? ¿le vas a decir que te fuiste y la dejaste con dos niñas pequeñas así porque si? Tú no has visto llorar a Mamá como la hemos visto nosotras y ahora serías un, bueno no digo lo que estoy pensando, pero no estaría bien que le fueras a alterar la vida
-         ¿Tú crees que lo que yo quiero ahora es fastidiarla?
-         No lo se, posiblemente no, pero si la vas a ver sabiendo que ella no quiere es posible que lo consigas
-         Papá – Carmen intervino desde el sillón situado delante del amplio ventanal – a mí me pasa como a Patricia, lo siento pero no te entiendo ¿Qué pretendes? ¿Qué vuelva contigo? Si es así, que ya te digo que no lo se, olvídate y no lo intentes porque no lo vas a conseguir y si tú intención no esa entonces todavía entiendo menos ese empeño tuyo de verla cuando llevas, no se, cuatro o cinco años sin hablarla. ¿No te das cuenta que ella se ha acostumbrado a otra vida? Tiene su marido, un hijo pequeño y a nosotras dos que aunque no nos ve mucho, sobre todo a mí, sabe que me tiene a su disposición cuando quiera porque yo ahora ya vivo por libre pero se y ojalá que a mí no me pase lo mal que estuvo aquellos años y si te empeñas en verla lo único que vas a conseguir es que te diga cosas que te van a doler mucho y tú por mucho que te empeñes no tienes ninguna posibilidad de nada porque lo hiciste muy mal y ahora, cuando han pasado tantos años, no intentes arreglarlo porque no
-         ¿Sabes lo mejor que puedes hacer? – Patricia volvía a meterse de lleno en la discusión – volverte a Londres, seguir con tu vida allí que tampoco te va tan mal y  no volverte a acordar de Mamá que tampoco te debe resultar tan difícil o por lo menos hasta ahora no lo ha sido, al fin y al cabo, como te decía Carmen, hablas con nosotras pero con ella no hablas hace por lo menos cinco años y así ya verás como todo es mucho más fácil.
-         Es una posibilidad, que conste que lo he pensado miles de veces y estando en Inglaterra se hace algo complicado, pero viviendo aquí es muchísimo mas difícil – trataba por todos los medios de buscar la complicidad de mis hijas, pero era consciente que mis razonamientos eran muy enrevesados y no terminaban de entenderlos o por lo menos era lo que me parecía
-         Pues entonces lo tienes fácil,  Papá – Patricia se volvió a sentar – nosotras vamos a seguir siendo tus hijas y cuando queramos vamos a verte y tú te vuelves a Londres y todos tan amigos
-         ¿Tú crees que es así de fácil?
-         No se si es fácil o no, pero de lo que estoy segura es que es una solución, tu no vives atormentado y dejas a Mamá tranquila, tampoco es tan complicado ¿no?
-         Patricia – Carmen no estaba totalmente de acuerdo con su hermana y yo mucho menos – ten en cuenta que han vivido veintitantos años juntos y eso no se olvida así como asi.
-         Bueno que no, en cuanto se vuelva a Inglaterra y no aparezca por aquí se acabaron los recuerdos
-         Ojalá fuera todo tan sencillo, pero está claro que puede ser una solución.
-         Lo malo es que todavía te queda medio año sabático ¿no?
-         Si, pero eso es lo de menos – me bebí de un sorbo largo y profundo los restos de coñac -  Lo que siento es que estaré menos con vosotras
-         Que va, tú nos pagas los billetes y nosotras vamos a Londres todas las semanas si hace falta. Bueno, ésta no porque tiene que dejar a su David y no creo que sea capaz de hacerlo
-         Niña, metete en tus cosas y a mí déjame en paz.
-         Bueno, bueno, aunque ya no se si tengo derecho como padre, no os peleeis
-         Si es que Carmen se cree que en el mundo solo está enamorada ella y que como su David no hay otro ¿no es verdad?
-         ¿Tú conoces otro mas guapo?
-         Venga olvídame que bastante tengo yo con mis cosas para aguantar las tuyas.