martes, 23 de octubre de 2018

CAPITULO 32 Y ULTIMO : ASI FUER Y ASI PA 

CAPITULO 32.-

Poco a poco y casi sin darnos cuenta los que habéis leído todos los capítulos llegamos al final de esta novela y tenemos como una encrucijada de caminos y podemos ir por cualquiera de ellos. Yo me he decidido por uno y como soy el que escribe vamos a ir por ese y si queréis que siga por otro se puede intentar, pero casi es mejor acabar con éste tema y ya veremos por donde continuamos. Seguimos:

El  Dr. Andrés Cubiles se levantó con la decisión de no pasar ni un segundo más sin hablar con Carmen y como lo había intentado en varias ocasiones y nunca lo había conseguido, ésta vez lo intentó por el camino que parecía más simple que no era otro que el propio teléfono. Marcó el número que le había dado su hija la pequeña y a los pocos tonos oyó la voz de Carmen. Con solo un simple ¿dígame? Andrés se pudo percatar que estaba hablando con una mujer decidida que había pasado momentos muy malos en su vida y no estaba dispuesta a repetirlos. Había respondido a su llamada con una voz firme y potente

-          ¿Dígame?
-         Hola – hablé con la intención de continuar – soy Andrés. Espero que no me cuelgues
-         Ya me dijo Patricia que estabas en Madrid, pero eso fue hace por lo menos tres meses.
-         Si – Andrés era consciente que su voz no estaba siendo todo lo firme que debería – bueno, he intentado verte en varias ocasiones, pero no lo he conseguido
-         Antes de seguir quiero decirte una cosa – Carmen tomó aire – no se porqué me llamas ni lo que quieres, pero mi vida ha cambiado y ya no te necesito. Hablaré contigo por  respeto a las hijas que tuvimos en común, pero no te mereces nada más.
-         Si quieres que te diga la verdad, todavía no se muy bien porque lo he hecho – un silencio se interpuso en la conversación – me apetecía hablar contigo
-         ¿Después de diez años?
-         Si, es raro pero me gustaría que me escucharas.
-         Andrés, por favor, cuelga ya porque de lo contrario te colgaré yo y si sigues acosándome te aviso que llamaré a la Policía. Te lo puedes creer o no, pero es lo que voy a hacer.
-         Está bien, cuelgo pero quiero que sepas …………..

Un click cortó la comunicación y dejó a Andrés con el auricular del teléfono en la mano y con la satisfacción de haber intentado hablar con su ex, si es que se podía decir así.

Se vistió con una camiseta de alguna maratón en la que había participado, un pantalón corto, sus inseparables zapatillas y esa mañana corrió por el centro de Madrid con más fuerza que otras veces. Tenía la intención de cansarse más de lo normal para que, por lo menos, durante esa hora y pico que permaneció corriendo no pensar en otra cosa. La ducha habitual le hizo reintegrarse a la vida normal y se fue a comer con sus hijas.

Fue una comida como muchas de las que había tenido con Carmen y con Patricia y lo único que no consiguió fue explicarles que había hablado con su madre porque se negaban en redondo a tocar ese tema con el argumento que ya lo habían hablado mil veces y que conocían de sobra cual era su opinión, sin embargo se mostraron bastante interesadas cuando Andrés les explicó que había conocido a una Médico de La Coruña y que le había parecido una compañía sensacional.

-          ¿No me digas que te vas a vivir a Galicia? – preguntó Patricia
-         No, no, hemos estado juntos algunos fines de semana pero no tanto como para irme a vivir allí.
-         Ten cuidado que dicen que las gallegas tienen algo que engancha
-         No lo sé – Andrés bebió un pequeño sorbo de un buen Rioja que había pedido para acompañar a la carne que pensaba tomar – pero lo de lo de esta chica es un poco distinta porque es rusa, criada en Cataluña y residente en Galicia desde hace bastantes años
-         ¡Joder! – Patricia no pudo reprimir esa expresión y mirando a su hermana comentó – solo nos faltaba que se liara con una rusa
-         ¿Y a ti que más te da?
-         En el fondo tienes razón, pero es curioso ¿no crees?
-         Lo mejor es que es super aficionada a las motos, tiene una Harley como la mía y cuando voy a verla hacemos excursiones maravillosas.

El tiempo pasaba a velocidad de vértigo, Andrés seguía visitando a su novia casi todas las semanas y siempre viajando en su Harley. Solo en uno de los viajes había tenido problemas con la lluvia y el resto habían transcurrido con normalidad. Había conocido a los padres de su novia que le parecieron dos personas muy entrañables y desde entonces casi le habían convertido en uno más de la familia. Sus hijas seguían cenando con él un día a la semana, concretamente los miércoles y luego solían tomar una copa en la cafetería de su apartamento. Andrés continuaba con su “footing” y se mantenía bastante en forma. Los viajes a La Coruña le resultaban muy entretenidos y tenía que reconocer que la vida le sonreía.

El Dr. Cubiles llevaba casi ocho meses en España cuando recibió una llamada urgente de la Clínica donde trabajaba en Londres y en ese tiempo había conocido mucho mejor a sus dos hijas, a la ciudad de Madrid que le pareció que estaba mejor que nunca y había tenido la oportunidad de entablar relaciones más que serias con su nuevo amor, Cristina la Médico de La Coruña. Había pasado momentos inolvidables como aquellos fines de semana en que iban los dos en sus motos respectivas a conocer las rías gallegas.
En una de ellas, la Ría de Ferrol, disfrutaron de increíbles paisajes, comieron como pocas veces en su vida en una tasca situada en la mitad de la entrada de la ría, un poco más allá de la zona conocida entre Castillos por estar entre los famosos castillos de San Felipe y San Antón. Una tasca pequeña, poco iluminada, con mesas de madera en las que se apreciaban que habían sido testigos de muchas historias que allí se contarían año tras año, un salvavidas antiguo en una pared también de madera con un cuadro de nudos marineros y en la de enfrente dos remos en cruz completaban la escasa pero curiosa decoración y por si todo ello fuera poco la dueña, una señora mayor que salía de la cocina con una pañoleta en la cabeza atada en la nuca y su inseparable mandilón de rayas en la que predominaba el negro comprado en algún mercadillo en alguna feria de las proximidades. Las mesas cubiertas con sus manteles de plásticos azules y blancos muy fáciles de limpiar pasando simplemente un trapo mojado, los vasos, al igual que los platos, eran de auténtico “Duralex”  haciendo que todo pareciera como un capítulo más de “Cuéntame”

La tasca en cuestión por no tener no tenía ni carta porque según explicaba la dueña que era a la vez jefa de cocina, jefa de comedor y camarera, aquí solo se come lo que hay en la huerta de primero y de segundo lo que trae mi marido y mis hijos de la mar a la que van todos los días

-         Y si un día no pueden ir ¿qué hay de menú? – preguntó Cristina inocentemente
-         Hay neniña – contestó la Abuela mientras se secaba las manos con el mandilón – ese día cerramos y aquí no come nadie porque ¿sabe lo que le digo? Esta tasca es conocida desde hace muchos años por sus pescados y mariscos y la gente piensa que soy yo que lo hago muy bien, pero están equivocados, lo bueno es el pescado que siempre, siempre es del día.
-         Por eso está tan bueno – afirmó Andrés – y hablando de todo un poco ¿qué comemos?
-         Yo les aconsejo y creo que no me equivocaré porque ustedes son jóvenes y están enamorados – la Abuela guiñó un ojo - ¿verdad? Bueno, no digan nada pero se nota, en fin a lo que íbamos, lo mejor es primero un poco de marisco, percebes de Cedeira que ya saben que te son los mejores del mundo, alguna zamburiña de la zona y hoy tengo unas nécoras que tienen pinta de estar llenas y luego pueden tomar una merluza a la gallega ¿les parece?
-         Muy bien y para hacer tiempo nos trae un par de cervezas bien frías y unas patatas o algo para picar.
-         Espero que les guste nuestra comida. Enseguida estoy con ustedes.
-         Seguro que si.

Comieron muy bien, tomaron café mientras veían pasar los barcos por el estrecho canal de entrada a Ferrol, tomaron unos gin tonics muy poco cargados por aquello de conducir en un bar situado en la playa de Doniños, saltaron las inmensas olas de la playa de Pantín y terminaron el día con una maravillosa puesta de sol desde un hotel, el Herbeira, situado sobre la ría de Cedeira. La noche era impresionante, el cielo como consecuencia de la luna llena estaba claro y su reflejo contribuía a iluminar el mar que se encontraba en calma como queriendo contribuir para que todo resultara relajante. Enfrente el monte de Pantín con una luz roja posiblemente anunciando alguna torre de telecomunicación, más abajo a la izquierda un faro que indicaba el final de la ría mediante una potente luz blanca intermitente que se emitía cada pocos segundos. A la derecha el muelle con su ajetreo de limpieza y carga de comidas para pasar varios días faenando y hasta llegar al pueblo la carretera del muelle con sus farolas de luz mortecina y como final “el casco vello” del pueblo con sus casas muy unidas como haciendo una barrera para protegerse de las lluvias frecuentes y coronándolo la torre de la Iglesia donde se resguardaba vigilante la Virgen del Mar imagen que tuvimos ocasión de verla al día siguiente, es una Virgen peculiar que refleja el sentir de un pueblo que se ha dedicado desde siempre casi en exclusiva a la mar. Se trata de una Virgen joven, guapa, tranquila que con el niño Jesús en brazos está de pie sobre un mar azul y extiende su brazo izquierdo hacia tres marineros que solicitan su ayuda desde un mar encrespado. Resulta una Virgen como familiar, no como una imagen de una Virgen distante, sino como si cualquier mujer de nuestras familias estuviera paseando por el mar bravío siempre dispuesta a ayudar a todos los marineros que la reclamasen con un gesto de absoluta calma.

Desde la terraza del hotel y en el centro de la ría, diez o doce yates de recreo se mezclaban con los barcos de pesca fondeados dando a todo el conjunto una sensación de paz que posiblemente sin darnos cuenta llenaba nuestros corazones y nos invitaba a sentir nuestra felicidad como pocas veces hasta entonces.

Al día siguiente alquilaron una canoa para dos y se dieron un paseo entrando por un río en el lado izquierdo de la playa de Villarrube.  El Dr. Cubiles no se había montado en mi vida en algo similar, pero el día era tan maravilloso con un cielo azul mejor que en verano y sin gota de viento que todo invitaba a disfrutar. Al principio tuvieron que acompasar las remadas, pero enseguida acertaron con el ritmo adecuado porque Cristina tenía algo más de experiencia en el manejo de ese tipo de embarcaciones de recreo y bordeando el faro entraron en la desembocadura de un río y a través de una especie de lago y con ayuda de la marea que casualmente estaba subiendo no les costó demasiado remontar y poco a poco, nada más pasar el puente del puntal, el río se iba estrechando hasta llegar a un punto que, como decía Cristina, parecía como si estuvieran en la selva amazónica en algún afluente pequeño con las copas de los árboles inclinadas hacia el agua como queriendo saludarles  y un silencio en el que solo se oía el rumor del agua, el trino de algún pájaro que también quería disfrutar del entorno y el chof chof de las palas del kayac. Estuvieron tumbados en una playa de arena completamente blanca que no tendría más de tres o cuatro metros, se besaron con pasión, se bañaron  en un agua helada y volvieron a la playa de Cedeira ayudados por la corriente por lo que casi no tuvieron ni que remar. La excursión no pudo resultar mejor y lo que les faltaba era ir un poco más juntos porque el único contacto con Cristina era a través de sus rodillas que chocaban de vez en cuando con la espalda de Andrés.

En la Taberna de la Plaza del Peixe tomamos unos percebes y un rape con guisantes deliciosos, tomamos café y un chupito de whisky con los dueños Santy y Lola quienes me hablaron de un tal Dr. Belascoaín Cirujano Plástico y  que también veraneaba en Cedeira de toda la vida y por los datos que me dieron era fácil que no lo conociera porque era bastante más viejo que yo y el había hecho la especialidad en La Paz y era lógico que no hubieran coincidido. Total que después de una sobremesa de lo más agradable se volvieron a La Coruña en sus respectivas motos disfrutando de la sensación de libertad que te proporciona el aire dando en el cristal del casco después de conocer playas desiertas y degustar los magníficos productos tanto del mar como de la tierra gallegas.

No todo en la vida tiene que ser maravilloso y nada más llegar a Madrid,  Andrés llamó a Cristina para decirla que me volvía a Londres porque le reclamaban urgentemente y que en cuanto solucionara algunos problemas volvería a estar juntos otra vez. Ella se enfadó mucho por entender que Andrés lo sabía desde antes y no le había dicho nada pero Andrés le repitió varias veces que lo habían pasado tan bien que nada ni nadie debería romper ese fin de semana como así fué. Alos pocos minutos esl Dr. Cubiles tuvo oportunidad de hablar con la Clínica donde le dijeron que el Dr. Starker el Director, había sufrido una hemorragia cerebral, estaba muy grave en la UVI y que el Sr. Chesterplace y algunos de sus consejeros necesitaban hablar con él. Al parecer llevaban dos días intentándolo y hasta que se puso en contacto con ellos, no lo habían conseguido. Andrés se volvio a Londres en el primer avión que salía justo al día siguiente a las seis de la mañana y a las nueve y media entraba por la puerta de la Clínica.

-          Buenos días ¿cómo está el Dr. Starker? – preguntó em Recepción.
-         Parece que estable dentro de la gravedad – le contestó la telefonista con amabilidad – pero espere un segundo que aviso al Dr. Whatake que está de guardia, un momento, por favor.

El Médico de Guardia de la UVI  era un joven inglés al que había tenido oportunidad de contratar y conocer antes de que el Dr. Cubiles se tomara su año sabático y que apareció inmediatamente con su mano tendida

-          ¿Qué tal Dr. Cubiles?
-         Bueno, no es una bonita manera de terminar mis largas vacaciones pero la vida es así y así hay que tomarla. ¿Cómo está nuestro Director?
-         De momento vivo que ya es bastante.
-         ¿Le han operado?
-         Si, ayer por la tarde le abrieron los neurocirujanos y según ellos todo ha ido muy bien.
-         ¿Y tú que piensas?
-         Es un poco pronto para decir nada y mucho menos para saber como va a evolucionar – el Dr. Whatake se pasó la mano derecha por su importante mata de pelo en una cabeza bien peinada -  pero para mí que de ésta no sale
-         ¿Lo sabe la familia?
-         Por supuesto e incluso alguno de sus hijos creo que anda por ahí.
-         Si es tan amable encárguese de recordar en Recepción que aunque el Dr. Starker esté en la UVI que le dejen una habitación a los familiares.
-         No se preocupe que yo se lo digo, pero por el movimiento de amigos y familiares me da la impresión que ya se la han dispuesto.
-         En cualquier caso, asegúrese que ha sido así. Muchas gracias.


      Andrés entró en la cafetería de la Clínica con la idea de tomar algo antes de reunirse con el Sr. Chesterplace pero no tuvo casi ni tiempo porque justo en el lado izquierdo       del amplio salón estaban sentados con varios cafés y un surtido variado de bollería el Consejero Delegado, su hija Jane y el Dr. Stanford conocido neurocirujano con muchas horas pasadas en la Clínica. Se saludaron cordialmente e inmediatamente el Sr. Chesterplace con su habitual educación le pidió escusas por haberle hecho volver de Madrid de una forma tan rápida, pero le parecía un acontecimiento lo suficientemente importante como para solicitar su presencia.

-          Por cierto ¿qué tal el viaje?
-         Muy bien – contestó el Andrés mientras degustaba un bollo con mermelada – tuve la suerte de encontrar un billete en el primer avión que salía hoy y aquí estoy.
-         Como puede suponer el motivo de mi llamada no es otro que comunicarle la gravísima situación del Dr. Starker y el deseo que viniera cuanto antes para pedirle su ayuda y consejo para la decisión que inevitablemente tenemos que tomar. Está claro que aunque el Dr. Starker supere esta situación, cosa que no parece que esté muy clara ni mucho menos, es evidente que no va a poder seguir gestionando esta Institución, sobre todo si tenemos en cuenta que su principal misión podríamos decir que es la de relaciones públicas.
-         Totalmente de acuerdo – afirmó el Dr. Stanford a la vez que Andrés Cubiles asentía con un leve movimiento de cabeza – desgraciadamente si vive secuelas en cuanto a movilidad va a tener muchas y muy graves.
-         Desde que ocurrió el fatal incidente – el Sr. Chesterplace volvió a hacerse con las riendas de la conversación como había hecho en infinidad de ocasiones en su dilatada vida política y profesional – he tenido varias reuniones con varios Doctores de la Clínica y esta tarde y mañana por la mañana tengo previstas varias más y todos, hasta ahora, han respondido afirmativamente a mi propuesta de nombrarle Director. Usted sabe la amistad y profunda admiración que le profeso y me gustaría saber si Usted estaría dispuesto a aceptar esa responsabilidad porque creo y Usted lo sabe que podría ser un candidato perfecto, perdone que le haga esta pregunta directamente ¿estaría dispuesto a aceptar?
El Dr. Cubiles bebió un poco de café, se limpió la boca con una servilleta y respondió
-         En primer lugar quiero expresarle mi agradecimiento por su confianza y mi profundo respeto hacia su persona, pero si quiere que le sea absolutamente sincero nunca pensé que yo podría ser un firme candidato y por lo tanto nunca me lo había planteado – El Dr. Cubiles esbozó una pequeña sonrisa mientras dedicaba su mirada hacia Jane Chesterplace que a su vez tenía fija la suya en un pequeño tenedor que sostenía en su mano derecha – Creía, aunque ya veo que estaba equivocado, que habían solicitado mi presencia para darle unos cuantos nombres que, en mi humilde opinión, serían aptos para ese puesto pero ¿yo al frente de una Clínica de esta categoría en Londres? – Andrés volvió a mirar a los ojos de todos y cada uno de los presentes y les planteó una serie de preguntas - ¿Ustedes creen que yo podría desempeñar ese cargo sin ni siquiera ser inglés? Tengan en cuenta y Ustedes lo saben mejor que yo que por aquí pasa lo más selecto de la alta sociedad y en ningún caso me gustaría que por mi culpa, un Cirujano Plástico español que encima vino de Médico de Guardia hace muy pocos años, la Clínica perdiera clientela lo que supondría una disminución de su categoría en la medicina privada de esta capital. - El Dr. Cubiles hizo una pequeña pausa en su breve discurso lo que aprovechó para servirse un poco de zumo de naranja – En segundo lugar tendría que saber las condiciones de trabajo y el horario porque, como Ustedes saben llevo muchos años trabajando con el Dr. Taylor y no me gustaría tener que dejarle de un día para otro y por último también me gustaría saber mis honorarios para poder responderle con absoluta sinceridad a su proposición.

El Sr. Chesterplace iba a responderle cuando el Dr. Cubiles le interrumpió

-          Permítame una última consideración – Andrés miró a Jane Chesterplace y la encontró más madura que la última vez que tuvo oportunidad de hablar con ella, con un aspecto magnífico que podría responder perfectamente ¿porqué no? a lo que su padre andaba buscando - ¿Ha pensado Usted, perdone mi atrevimiento, en que su hija Jane podría ser una candidata perfecta para el puesto que me propone a mí? Su hija es simpática, tiene don de gentes, es joven, es emprendedora, sabe Medicina ¿qué más se puede pedir?       
-         Le agradezco que tenga tan buen concepto de mi hija – El Sr. Chesterplane se ajustó el nudo de la corbata y se estiró cuidadosamente los puños de la camisa apareciendo unos gemelos de oro con el escudo de la familia real inglesa – y debo confesarle que yo también había pensado en esa posibilidad pero Jane - el padre miró cariñosamente a su hija en incluso le dio unos pequeños golpecitos en la mano que tenía apoyada sobre el blanco mantel – ha decidido volverse a Etiopía para continuar con su labor humanitaria que empezó hace bastantes años y por lo tanto es una opción que necesariamente tenemos que descartar.
-         Hace mucho tiempo – Jane tomó la palabra con decisión – opté por irme a los países donde entendía que mi labor sería necesaria y efectivamente lo fue. Después, como todos saben, tuve una hija y ahora que ya ha crecido un poco ha llegado el momento de volver a Etiopía para continuar con mi labor. En este tiempo se ha construido un nuevo dispensario que atiende a cerca de veinticinco mil personas y tengo la íntima necesidad de volver. Se que pierdo una gran oportunidad en mi vida para ganar en prestigio, seguro que en dinero y en aceptación social, pero mi conciencia me lo impide y por eso y por supuesto agradecida me vuelvo con la que ahora es la gente que me necesita. Espero no equivocarme
-         Seguro que lo harás muy bien y tú explicación debe llenar de orgullo primero a tu padre y después a todos nosotros que te hemos visto crecer junto a tu hija durante tantos años, Enhorabuena – apuntó el Dr. Cubiles.
-         ¿El Dr. Taylor no podría ser un buen gerente en caso que no le interese a nuestro amigo y compañero Andrés Cubiles? – preguntó el neurocirujano

El Sr. Chesterplace volvió a tomar la palabra
-         En la reunión de ayer por la tarde con los miembros del Consejo de Administración hemos barajado tres posibles sustitutos del Dr. Starker y eran el actual Administrador Mr. Klein, el Jefe de Radiología Dr. Connaly y el Dr. Cubiles, sin decidirnos por ninguno de los tres hasta no oír sus razonamientos y en ese punto estamos.
-         ¿Podría ser una solución – pregunta el Dr. Cubiles – que Mr. Klein se hiciera cargo de la Dirección por un período de cinco o seis meses, valorarlo posteriormente y siempre estaríamos en la recámara el Dr. Connaly o yo mismo?
-         Esa posibilidad también la contemplamos pero para la mayoría de los Consejeros sería deseable que el Director fuera Médico. Tengan en cuenta que estamos hablando de la dirección de un hospital.
-         Posiblemente tienen razón – el Dr, Cubiles se sirvió más café – pero la solución que yo planteo es temporal y durante ese período intermedio el Dr. Connaly y yo podíamos ayudar. Por otra parte, ustedes tienen que entender que, al menos en mi caso, llevo no se cuantos años ayudando al Dr. Taylor y en conciencia no podría decirle que a partir de la semana que se busque un ayudante, por eso es por lo que digo que cinco o seis meses me parece un tiempo razonable.
-         Si les parece bien – el Sr. Chesterplace se levantó con la intención de dar fin a la reunión – hablaré con los miembros del Consejo a los que antes me refería y ya les anticipo que a mí me parece que es una solución razonable y satisfactoria para todos y lo mejor es que nos reunamos en tres meses y volvemos a valorar ¿de acuerdo?
-         Muy bien – los reunidos se levantaron y el Dr. Cubiles antes de despedirse solicitó permiso para volver a Madrid a recoger sus efectos personales y despedirse de los suyos.

         


  Un jueves por la mañana el Dr. Cubiles salió hacia La Coruña saliendo relativamente pronto con la idea de llegar a la capital gallega, más o menos, para cuando Cristina saliera de la Residencia. En las maletas de la moto introdujo lo necesario para pasar un fin de semana largo y como había hecho en múltiples ocasiones enfiló la carretera de La Coruña acompañado de bastantes coches que salían de la capital para ir a sus trabajos. Mantenía una velocidad constante y en cinco horas y media estaba en las inmediaciones de su punto de destino después de  tres paradas para repostar y estirar las piernas. También aprovechó para tomar algo y en pocos minutos continuaba su camino con la ilusión de llegar cuanto antes.

A las tres y diez de la tarde estaba en el hall de la Residencia Juan Canalejo y a los pocos minutos con una sonrisa que le iluminaba toda la cara apareció Cristina con el casco en la mano y dispuesta a pasar un fín de semana que había planificado cuidadosamente durante varios días y pretendía continuar con el secreto hasta el final. Se saludaron con un beso moderado y en sus respectivas motos se acercaron hasta un parking en la Plaza de Pontevedra, en el centro de la ciudad y dando un  paseo, esta vez andando, llegaron hasta un pequeño restaurante próximo donde les salió a recibir el chef que era conocido de ambos. Se sentaron en una mesa discreta y esperaron a que su amigo les sorprendiera con un menú degustación.

-          Bueno Cristina ya estoy aquí como te había prometido ¿me vas a explicar ya donde vamos a ir?
-         No pienso – contestó la Médico con una sonrisa - lo he planificado todo y espero que te guste.
-         Pero ¿vamos muy lejos?
-         Para dos moteros como tú y yo, seguro que no.
-         O sea que no es en La Coruña
-         No – ella continuaba con una sonrisa intrigante – pero si quieres antes damos una vuelta por la ciudad para que la conozcas un poco más.
-         Como quieras – Andrés degustó un Alvariño que estaba francamente bueno.
-         El plan es el siguiente – Cristina sacó un bolígrafo de su bolso – después de comer vamos a tomar un café a la ciudad vieja, previo paseo en moto por el paseo marítimo de la ciudad y sobre las seis de la tarde vamos a Mondoñedo y allí cenaremos y luego a dormir
-         O a lo que sea – interrumpió Andrés
-         Bien, quiero decir que iremos a un buen hotel. Al día siguiente por la mañana continuaremos nuestra excursión hasta un punto que te va a impresionar y luego ya veremos, pero tenemos la ventaja que se anuncia un sol maravilloso para mañana y las temperaturas pueden llegar a alcanzar casi los treinta grados que es una auténtica barbaridad para el mes en el que estamos.

La conversación fue interrumpida por el chef

-         Hola: ¿Me dejáis escogeros el menú? – sin esperar contestación siguió hablando - vamos a empezar con unas zamburiñas al más puro estilo de la zona, sin nada de nada, del mar al plato – dicho lo cual depositó en la mesa una bandeja con doce zamburiñas que desaparecieron como por encanto en la boca de sus comensales – así me gusta, que casi no me deis tiempo a pensar - sirvió un poco más de Alvariño en ambas copas y alcanzando otra de la mesa de al lado se sirvió otra a si mismo brindó por todos los heteros, homos y demás del mundo entero  y se sentó – ahora vamos a continuar con unas ostras con una salsa de crema de langosta que espero que os gusten. ¿Cómo andáis de hambre?

Cristina contestó por los dos

-         Curry, los dos somos de muy buen diente y encima Andrés acaba de llegar de Madrid en moto o sea que imagínate.
-         ¡Que suerte Madrid! Yo estuve dos años en el Hotel Miguel Angel y aprendí un montón y luego las noches por Chueca – Curry, el cocinero mas guay de La Coruña, como se definía él a si mismo, puso los ojos en blanco – que maravilla, pero bueno volvamos a lo nuestro que si no me pongo muy melancólico – bebió Alvariño – hoy tenemos una brocheta de salmonete con ajo confitado, buñuelos de Orense todo incluido en una bolsa de pan de trigo que os aconsejo y para terminar nariz de cabra montesa del país con surtido de aromas entre los que destacan el del mar, margaritas de Sobrado de los Monjes terminando con un fuerte olor final a jazmín ¿Qué tal?
-         ¿Y de postre? – preguntó Andrés
-         De postre flan de huevo que decía mi Abuela en su casa de comidas de la calle de la Estrella,  ja,ja,ja, en eso ¿ves? hemos cambiado poco porque yo también os voy a ofrecer flan de huevo, pero en esta caso de huevo de tortuga de la islas crowy en Filipinas con un nido de helado de palmeras de Rabat que vais a flipar ¿vale?
-         Muy bien – contestaron a la vez Andrés y Cristina.

El chef se levantó y dos mesas mas allá hizo la misma operación provocando las sonrisas de los dos Médicos.
-          ¿Por donde íbamos?
-         Yo me he perdido – Andrés entrechocó su copa mirando a su novia con ojos de enamorado total – no se donde íbamos pero el caso es ir contigo, lo demás me da igual.
-         Conmigo si, pero cada uno en su moto
-         Claro, claro.
-         Te lo decía porque lo mismo querías que fuera de paquete y eso me aburre como a una ostra
-         Sería una novedad  que vinieras de paquete conmigo porque llevamos cinco o seis saliendo y nunca te he propuesto tal cosa.
-         Es verdad y menos mal porque los moteros somos gente rara y lo que nos gusta es sentir el viento como choca con el casco, tumbarnos en las curvas sin tener que pensar que el o la que vaya de paquete se puede mover e irnos los dos al suelo. Por cierto ¿qué tal el viaje?
-         Mucho mejor que el de hace dos semanas.
-         Hombre solo faltaba porque entonces viniste en avión.
-         Es natural – Andrés bebió un poco más de vino – porque venir en moto desde Inglaterra es un poco locura.
-         ¿Qué tal en Londres?
-         Bien, aunque tengo que reconocer que estoy más solo que la una que diría un castizo
-         Alguna novia tendrás por ahí.
-         ¡Que va! aunque quisiera y que conste que no quiero, tengo muy poco tiempo libre.
-         ¿Tanto trabajas?
-         Bueno no me quejo, pero de eso ya hablaremos más tarde.

Terminaron de comer y sin prisas llegaron a Mondoñedo donde pasaron la noche y al día siguiente iniciaron una excursión que recordarían toda la vida al Faro de Estaca de Bares.  Llegaron a la playa del Puerto del Barquero con tiempo suficiente para darse un baño en agua helada, pero de un verde transparente que excepto por la temperatura parecía que estaban en cualquiera del Caribe. Comieron en un restaurante a muy pocos metros de la blanca arena de la playa dieron una vuelta por el Faro haciéndose múltiples fotografías y pasaron dos días increíbles en un hotel rural llamado el telégrafo o el semáforo situado todavía más arriba que el propio faro aprovechando los viejos muros de una antigua estación radio que en su día era una especie de controladora de todos los barcos que pasaban del Atlántico al Cantábrico o viceversa.
El hotel que debe tener cuatro o cinco habitaciones dispone como atractivo principal, aparte del lugar en el que está situado, de una habitación suite circular con un inmenso ventanal que en los días de temporal parecería que iba a salir volando. Mires para donde mires todo es bonito, la entrada de la ría del Barquero, las rocas que rodean el faro donde las olas dejaban su malhumor chocando con bravura y levantando una espuma que alcanzaba los tres metros de altura y llenando absolutamente todo  como si estuviéramos dentro de una gota de agua en una tormenta, la inmensidad del mar. Disfrutando de esas vistas te das cuenta que en la escala de valores de la naturaleza nosotros no somos prácticamente nada. Es un lugar para ir enamorado porque sin darte cuenta parece que aumenta el amor hacia tu pareja. Las muchas horas apreciando el silencio que, a veces, es hasta sobrecogedor, te hace pensar hacia dentro. Es como un Camino de Santiago en plan relax y sin necesidad de dar ni un solo paso y como final de fiesta de aquel espectacular fin de semana  la vuelta hasta La Coruña pasando por Cariño un pueblo marinero cerca de Ortigueira y por unas carreteras increíbles sin nada de tráfico hasta  llegar a San Andrés de Teixido, un lugar de peregrinación de muchos gallegos porque dice la leyenda que “va de muerto el que no fue de vivo” y su ánima irá en forma de algún tipo de animal de los que se arrastran por el suelo, babosa, culebra, caracol etc. La sensación según vas bajando por una pequeña cuesta desde la que ya se empieza a ver la torre de la capilla de San Andrés es que estás entrando en la Galicia profunda, en aquella de hace dos o tres siglos donde las meigas rondaban continuamente por las cercanías del cementerio y en las noches de calma, que eran las menos, si se prestaba atención se podían oír hasta los lamentos de los fallecidos que llamaban a sus familiares para que fueran a rescatarlos. Se trata de una aldea, de no más de diez o quince casas, situada en la ladera de una montaña con una Iglesia del siglo XII con un retablo precioso en el que aparecen  Jesús y sus doce apóstoles. Todo el conjunto incluida la Iglesia tiene las paredes pintadas de un color gris con ligeros toques en blanco que contribuyen a crear una imagen de un lugar mágico donde se acaba lo humano y comienza lo divino. Algunas tiendas para turistas venden todo tipo de objetos de San Andrés, desde velas, pasando por camisetas, herba de enamorar, bastones, los famosos santiños, orujos de diferentes formas con café, de hierbas, crema tostada, hasta piernas, cabezas o brazos en cera para ofrecérselos a San Andrés.
Entre las muchas historias que cuentan los lugareños hay una que llamó poderosamente la atención de Andrés y Cristina y que les contó un hombre mayor, con su boina calada hasta las cejas, una colilla en la comisura de su boca que no se la retiraba ni para hablar y una manera de contar que la historia se hacía todavía más atractiva. Cuentan que hace muchos años llegaban hasta San Andrés peregrinos de las aldeas más remotas de Galicia- Lo hacían en autobús y viajaban el familiar y el ánima del muerto con lo cual se sacaban dos billetes y naturalmente ocupaban dos asientos. En una de las múltiples paradas que los autobuses tenían que hacer por aquellas carreteras estrechas y en muchos casos muy mal asfaltadas y peor conservadas, uno de los viajeros al volver se confundió de asiento y fue a dar con sus nalgas sobre el ánima lo que originó una tremenda discusión con su familiar y  posterior pelea con el resultado de varios muertos y numerosos heridos por arma blanca.
El atrio de la Iglesia era amplio con tres escalones y según les contó su eventual informador mientras tomaban un vino de la zona, muchos peregrinos hacían ese pequeño recorrido de rodillas llevando en sus manos velas u objetos para ofrecérselos al Santo y que obrara el milagro que deseaban. Algunos incluso llevaban ataúdes que portaban en sus cabezas y que posteriormente se colgaban en el techo de la ermita.
Andrés y Cristina depositaron unas monedas en la urna de San Andrés y se sentaron en un banco de madera dando al mar, con el sol de la tarde bajando lentamente en busca de su jubilación por una noche y solo les faltaba el sonido de una gaita para disfrutar de la felicidad plena. Hablaron durante mucho tiempo ante la presencia del mar testigo de sus cuitas y teniendo como horizonte una hilera de barcos mercantes que avanzaban despacio hacia sus respectivos destinos.

-          Entonces, Andrés, si yo no he entendido mal solo tenemos tres opciones – Cristina le miraba esperando una respuesta definitiva – que tú te vengas a La Coruña, opción descartada porque tendrías que empezar de nuevo, eres muy mayor para eso y todo lo que me has contado ¿no?
-         Exactamente – respondió Andrés – esa es la peor de todas las opciones.
-         Bien, bien, entonces solo nos quedan dos – Cristina hablaba despacio para que su razonamiento no se viera alterado por nada – que tú te vengas a vivir a Madrid y yo irme para allá
-         O quedarte en La Coruña y yo irte a ver todos los fines de semana.
-         O sea que seguiríamos igual y encima para siempre.
-         Si - Andrés se quedó mirando al acantilado que estaba delante – esta tampoco me parece muy buena solución.
-         Total que la única que nos queda es que deje todo y sea yo la que me vaya a Londres,
-         Esa es la mejor
-         ¿No te parece una un poco machista?
-         En absoluto -  Andrés le pasó un brazo por encima de los hombros y atrajo a Cristina – porque creo que no es muy difícil que pueda conseguirte alguna cosa en Londres y así sería lo mejor para vivir juntos.
-         Ya – Cristina miraba a los ojos de Andrés para saber lo que estaba pensando – dejo mi trabajo con una plaza fija en la Seguridad Social, dejo a mis padres en La Coruña y me voy a la aventura.
-         Bueno, pero yo tengo casa en Londres, gano dinero y ni siquiera haría falta que trabajaras aunque entiendo que quieras seguir ejerciendo tu carrera, pero estoy seguro que en poco tiempo encontraríamos un trabajo para ti.
-          También puedo pedir una excedencia por una año y si las cosas no me van bien volverme.
-         Es otra posibilidad, por supuesto, pero estoy seguro que si vivimos juntos ninguno de los dos querremos separarnos y menos se encuentras un trabajo.
-         Eso es lo malo – confirmó Cristina
Andrés la atrajo hacia si y la besó en los labios
-         Tampoco es una decisión que tengas que tomar ahora mismo
-         Si – Cristina se levantó, se ajustó el mono de motera y dijo con decisión – tiene que ser ahora mismo y posiblemente sea una locura pero ¿sabes lo que te digo? – se abrazó con todas sus fuerzas a Andrés – que será una locura pero me voy contigo a Londres.
-         ¿Ahora?
-         Ahora mismo.

Subieron andando hasta las motos, condujeron por diferentes carreteras secundarias y al final llegaron a la autopista del Atlántico donde un sol que comenzaba su despedida hasta el día siguiente trataba de iluminar el paisaje como queriendo hacerse partícipe de tan trascendental decisión y poco a poco las líneas de la carretera marcaban un camino que continuaba hasta un infinito que pasando por Oviedo, San Sebastián, Burdeos y  el paso de Calais los dejaría en la capital del Reino Unido. ubli





PUNTO Y FINAL.-

 A todos los que habéis tenido la santa paciencia de leer entera esta novela quiero daros las gracias, de verdad, de corazón, porque habéis conseguido que sea capaz de escribir una novela digamos que por entregas. También pediros perdón por los muchos fallos que aparecen en sus páginas, pero uno es así y tengo la mala costumbre de no releer lo que escribo, entre otras cosas porque hasta ahora escribía solo para mí y algún despistado se metía en mi página Web, pero a partir de ahora habrá que mejorar porque ya no es así.
Total que entre todos habéis sabido subir mi ego hasta límites que nunca se me habían pasado por la cabeza y por eso, otra vez y aunque sea un pesado, muchas gracias a todos.
Por último y si no es mucho pedir me gustaría que todos aquellos que habéis leído “así fue y así pasó” me mandarais un WhatsApp, un mensaje o algo para que yo pueda saber vuestra opinión sobre lo que he escrito. Olvidaros de la amistad y de cosas por el estilo y decirme sinceramente lo que pensáis. Solo os pido cinco minutos e incluso menos, pero vuestros comentarios me interesan
En el futuro se sabrá si el Dr. Cubiles tiene o no nuevos episodios. De momento, nada más. Un abrazo muy fuerte para todos   




Faustino Belascoaín Bastarreche.

viernes, 14 de septiembre de 2018

ASI FUE Y ASI PASO: CAPITULOS 30 Y 31





CAPITULO 30.-

Un correo electrónico me citaba a las nueve y media de la mañana en el parking del Carrefour en las proximidades de Alcobendas. Tenía que llevar ropa de abrigo aunque las predicciones metereológicas no indicaban la posibilidad de lluvias abundantes, el tanque de gasolina lleno porque hasta la hora de comer se pensaba hacer una etapa de doscientos kilómetros, toda la documentación de la moto en regla y sobre todo ganas de disfrutar de un fin de semana en compañía de la Harley. Podía ir solo o acompañado, pero tenía que avisarlo con cierto tiempo para reservar habitación simple o doble en el Parador de Segovia que era donde se pensaba pasar la noche del sábado al Domingo. Tenía que enviar una pequeña cantidad de dinero, una especie de adelanto para que la organización se asegurara un número mínimo de participantes, y confirmar mi presencia.

Recibí con ilusión aquel correo e hice todos los trámites para que mi participación se hiciera efectiva  y allí estaba a las nueve y cuarto de la mañana en el parking previsto. No sé  porque pensaba que seríamos cuatro moteros y no os podéis imaginar cual fue mi sorpresa cuando me encontré con cientos y cientos de Harleys de todos los tamaños, cilindradas, colores, tuneadas y de fábrica. La organización era perfecta y unos guardias de seguridad te indicaban el lugar donde debías aparcar la moto y encaminarte hacia las oficinas móviles donde diez o doce chicas comprobaban si tenías bien la documentación y te hacían entrega de una bolsa con el emblema de la fábrica americana en la que te incluían varios regalos y te invitaban a la cena que se celebraría en los salones del Parador y a un sorteo posterior para lo que tú número de inscripción era imprescindible. Entre los regalos incluidos en la bolsa había una caja con unos gemelos de plata con una moto en un lado y una rueda en el contrario, unas gafas de sol, unos calcetines negros con el anagrama de la casa, una gorra muy americana, un plano de la etapa, la reserva de habitación en Segovia, una entrada para la cena, una invitación para visitar al día siguiente el Alcazar y el Museo Diocesano en la Catedral y la carta de una conocida bodega que no solo te invitaba a visitar sus instalaciones sino que además te regalaba una caja de botellas de vino que, con mucho gusto te enviaban a tu domicilio porque eran conscientes de las limitaciones de la moto para llevar equipajes.

Yo no se cuanta gente se movía por el parking, desde luego mucha más de la que yo me imaginaba y el que más y el que menos miraba las otras motos con cierta envidia porque había muchas peores que la mía, seguro que si, pero había otras que eran impresionantes y una cualidad que se podía considerar como igual para todas era la limpieza de todos los carenados. Parecían recién salidas de la fabrica cuando todos sabíamos que algunas, aunque solo fuera por el número de matrícula, tenían bastantes años. Por unos altavoces distribuidos estratégicamente se recordaba a todos los participantes que en ningún caso se trataba de una carrera de motos. Eran unas jornadas moteras, exclusivamente de la marca Harley Davinson y consistía en un paseo por la capital y posterior cena y fiesta en Segovia con un paseo previo  por los alrededores. La Guardia Civil con seis números y sus correspondientes motos abriría y cerraría la circulación de las motos impidiendo que ninguno de los participantes circulara a más velocidad de la permitida. La concentración había conseguido un record guiness al inscribirse en una sola ciudad el mayor número de motos desde que se iniciaron ese tipo de reuniones. Es cierto que los premios eran suculentos, con uno gordo que sería el sorteo del último modelo de Harley recién aparecido en el mercado, pero también se sorteaban monos, cascos, botas y bastantes accesorios para circular que podían provocar la ilusión de los presentes. Por otra parte  el buen tiempo previsto también había contribuido a que muchos moteros de toda Europa se hubieran sumado a este evento y el espectáculo de moteros y motos estaba garantizado.

Por los altavoces entre exclamaciones de sorpresa y un aplauso general, se comunicó que el número de motos participantes había superado todas las expectativas previstas y ya se habían inscrito nada más y nada menos que doscientas doce y todavía quedaban por contabilizar algunas por lo que era más que posible que el número llegara a las doscientas cincuenta. Todos los presentes hicimos sonar nuestras bocinas y el estruendo fue de los que hacen época. Los pequeños grupos de amigos que solamente se veían en las diferentes concentraciones iban creciendo en el parking y allí solo se hablaba de motos, eran auténticos forofos y la mayoría de ellos bastante entendidos por la manera como hablaban de los reglajes efectuados, los cambios de ruedas, las faros halógenos que eran mucho más efectivos que los que venían de fábrica y cientos de temas más. Resultaba muy fácil unirse a cualquiera de ellos y enseguida, casi sin darte cuenta, pasabas a formar parte de la gran familia motera. Los más viejos del lugar, se preocupaban que nadie permaneciese solo, sabían que había gente difícil de integrarse pero tanto por sus gestos como por sus conversaciones hasta el más tímido se sentía como en casa y ya desde el principio quedaban para reservarse un sitio en la mesa de la comida o para la cena a celebrar en el Parador.  Lo que más me llamó la atención con diferencia fue la pinta de los diferentes participantes. Debo reconocer que personalmente nunca había asistido a una concentración de este tipo y por lo tanto puedo decir que todo era nuevo para mí. Curiosamente lo primero que te resultaba chocante era la enorme cantidad de moteros que iban en parejas, la mayoría con sus mujeres, novias o lo que fuese, aunque también había parejas, pocas pero había, del mismo sexo, sobre todo mujeres. Todas las parejas llevaban un mono exactamente igual y lo que las diferenciaba eran unos pañuelos anudados al cuello de diferentes colores. Además una vez en marcha también se diferenciaban por  los cascos que iban pintados o tuneados de dos en dos de manera idéntica coincidiendo muchos de ellos con las pinturas de sus motos por lo que constituían un conjunto exactamente igual.  Había moteros de todas las edades predominando los de mediana edad e incluso algunos que parecía haber salido esa misma mañana de alguna residencia de la tercera edad y curiosamente iban acompañados de la mujeres mas jóvenes e impresionantes que se veían por ahí. Para los bien pensados serían sus nietas que se había decidido a hacer un recorrido con el abuelo y para otros, entre los que me incluía, a esos moteros les costaría su buen dinero disponer de un fin de semana de tan jovial compañía, pero la realidad es que con su belleza y sus tipos esculturales contribuían a realzar todavía más la espectacular concentración.  La diferencia más  significativa era en los cascos, todos ellos integrales, eso sí, pero tuneados al antojo de cada uno, incluso había un stand que por cincuenta euros se ofrecía a hacerlo en un plazo no mayor de tres horas y hasta si lo querías te lo llevaban a casa ofreciéndote una amplia gama de figuras y colores para poder escoger el que más te gustase o fuera acorde con tu mono. Otro aspecto que llamaba la atención era el color de la piel de prácticamente todos los participantes, era un moreno producto de muchas horas de exposición al sol, posiblemente porque muchos de los presentes practicaban con asiduidad deportes en el sur de España, tanto el golf como el Windsurf que les provocaba ese envidiable color.

Una insistente llamada a través de todos los altavoces mediante el sonido de una potente sirena advertía a todos que fueran arrancando sus motos en espera que se diera la salida y como el número era tan importante se recomendaba que se guardase un cierto orden y fueran saliendo según les indicasen los miembros de Protección Civil. Poco a poco las motos comenzamos a avanzar y fuimos paseando por todo Madrid ante la visión sorprendida de cientos de miles de curiosos que nos miraban con envidia. También eran numerosos los espectadores que disparaban sus cámaras de los móviles queriendo inmortalizar el paso de tantas Harleys juntas por el centro de la capital. El aspecto del Paseo de la Castellana hasta arriba de motos resultaba muy bonito y todavía lo era más, la Plaza de Cibeles rodeada por tantísimo vehículo de dos ruedas que hacían la curva lentamente e iniciaban la subida hasta la Plaza de la Independencia y desde allí continuar por distintas calles hasta desembocar en la M-30, posteriormente en la M-40 y finalmente tomar rumbo hacia Segovia por la carretera de La Coruña.

 La subida al puerto de Navacerrada con un día soleado como fondo, fue impresionante y en el amplio parking del Puerto, donde en invierno dejaban sus coches los amantes de la nieve, hicimos nuestra primera parada y disfrutamos durante un par de horas de las magníficas vistas desde la terraza de un conocido bar de la zona y nos metimos entre pecho y espalda un maravilloso bocadillo de jamón que nos supo a gloria. La bajada lenta por la zona de las siete revueltas, nos hizo deleitarnos con la belleza de aquellos paisajes  y continuamos nuestro camino hasta la Granja de San Ildefonso donde hicimos otra parada y finalmente llegamos a Segovia donde instalamos nuestra exposición itinerante de Harleys justo debajo del Acueducto. Nos hicimos y nos hicieron cientos de fotos, comida, café, siesta y ducha en el Parador y a las seis nueva ruta, esta vez andando para conocer, con la ayuda de unos cuantos guías, las maravillas de esta ciudad castellana. Comenzaba a hacer frío cuando volvimos a nuestro lugar de residencia y allí se organizó una fiesta con cena buffet y baile hasta altas horas de la madrugada. En el sorteo me tocaron un par de guantes que parecían hechos a mi medida y que me venían muy bien porque llevaba unos de lana que parecía que abrigaban más de lo que decían y estos aparte de ser más largos iban forrados de una especie de gamuza especial que los hacía muy acogedores.

Durante el baile me senté en una mesa con un grupo de Médicos, concretamente cuatro con sus respectivas parejas, que venían desde La Coruña y lo pasamos francamente bien. Hablamos de la Medicina en España, ya se sabe que en cuanto se juntan dos Médicos solo se habla de Medicina, de cómo estaba la situación  y  si en Madrid parecía que estaba mal, por lo que ellos contaban era mucho peor en provincias donde las injerencias políticas era el pan nuestro de cada día. Estuvimos de cháchara más de tres horas y también en esa mesa tuve oportunidad de conocer a la Dra.Vorovian que era una Médico Adjunto de Anatomía Patológica  en la Residencia de la Seguridad Social Juan Canalejo de La Coruña y con la que muy pronto entablé una conversación fluida . La Dra. Cristina Vorobian Yulev era española, ella había nacido aquí, concretamente en Barcelona, pero sus padres eran rusos que habían tenido que salir de su nación por motivos políticos.

Cristina creció en la capital catalana y a los diez años su familia se trasladó a La Coruña, el padre era ingeniero textil y lo contrató Amancio Ortega para su fábrica en Arteixo. La fórmula para convencerle fue sencilla, aumento de categoría, aumento de sueldo y pagarle, además de un coche de los conocidos como de alta gama, el alquiler de una vivienda en la ciudad a escasos kilómetros de la fábrica del empresario textil más conocido no solo en Galicia o en España, sino en Europa y hasta en todo el mundo. Sus famosísimas tiendas Zara habían surgido como churros por todas partes y rara era la ciudad en la que no hubiera una tienda con el emblema característico de la firma gallega. El hecho de  haber crecido tan rápidamente era la razón por la que necesitaban gente experta en la fábrica  y por eso fue contratado el padre de Cristina. Ella tenía entonces diez años y muy a su pesar tuvo que dejar Barcelona y cambiarse a una capital del norte de Galicia dejando atrás a sus amigas del colegio con las que se llevaba muy bien y  según me explicó, ya digo que estuvimos casi toda la fiesta juntos, entró en La Coruña llorando y, como le ocurre a mucha gente, a los pocos meses no se acordaba prácticamente de su época anterior y no digo que saliera llorando porque todavía seguía viviendo allí.
     
Era una mujer feliz y a los dieciocho años se fue a estudiar a la Universidad de Santiago, el primer año se desplazaba todos los días en autobús, al fin y al cabo parece que está muy lejos pero tampoco es tanto, la misma distancia que desde Villalba hasta Madrid, pero después de obtener unas brillantes notas en primero de Medicina, consiguió que su padre la dejara vivir en Santiago durante todo el año, aunque los fines de semana se volvía  a su casa como cualquier otro estudiante. Siguiendo las técnicas que le habían enseñado en el colegio para estudiar asimilando correctamente los conocimientos, en Santiago obtuvo unas brillantes notas en todos los cursos de la carrera. Todo el mundo decía que Medicina era muy difícil y que había que estudiar mucho además de poseer una inteligencia por encima de lo normal, sin embargo para Cristina no lo fue tanto. Eso sí, iba a clase todos los días sin perderse ni una, tomaba los correspondientes apuntes que luego pasaba a limpio por la tarde en el piso que compartía con tres amigas y estudiaba todas las tardes hasta las siete o siete y media en que salía a tomar unos vinos en la calle del Franco y alrededores donde había tantos bares como portales y un ambiente estudiantil muy apetecible. Cenaba siempre en casa donde las cuatro amigas presumían de sus habilidades culinarias, sobre todo, Izaskun que como buena vasca era una auténtica aficionada a la cocina. No solo se encargaba de hacer unos platos primorosamente presentados si no que le encantaba ir a la compra con lo que rápidamente sus colegas de piso la nombraron administradora de todos sus gastos mensuales. Carmen y Adela, las otras dos chicas que vivían en el piso, solían volver todos los fines de semana cargadas de productos de sus respectivas huertas, una venía de una aldea en la provincia de Pontevedra y otra de un pequeño lugar de la provincia de Lugo y la que más dinero aportaba era Cristina, pero cada uno con lo suyo, se organizaban bastante bien y no había problemas importantes entre ellas. También es verdad que Carmen y Adela vivían en la misma habitación mientras que Cristina e Izaskun lo hacían en habitaciones independientes, con lo que si dejaban ropa u otros objetos sin recoger, no se mezclaban con lo de las otras. Tenían una serie de obligaciones que cumplían a rajatabla, sobre todo la limpieza de los cuartos de baño, cada día le tocaba a una y la lavadora y la plancha que les tocaba cada cuatro días. Era un poco rollo pero la otra solución era contratar a alguna persona y la economía de las estudiantes tampoco era tan boyante como para permitirse esos lujos.

Cristina completaba sus ingresos dando dos horas diarias de clase de ruso en una academia situada en el centro de Santiago con lo que perdía poco tiempo en los desplazamientos. Alguna vez había pensado renunciar a esas clases pero le suponían “un dinerito” que nunca viene mal.

Los cursos académicos iban pasando muy deprisa, las calificaciones seguían siendo más que notables y en cuarto entró como Asistente Voluntaria en el Departamento de Anatomía Patológica del Hospital Universitario de Santiago donde no cobraba pero se podría decir que se lo cobraba en especies porque su cargo, en principio dedicada a recoger muestras por los diferentes servicios, le proporcionaba múltiples amistades entre los encargados de cátedras y personal interino que siempre era una ayuda para los exámenes finales.

En todos esos años, según me contó tuvo infinidad de amigos y compañeros de facultad, pero de ahí no pasó. Alternaba en los bares y no lo pasaba nada mal. Muchos en aquella época la conocían como “la rusa” y aunque ella explicaba que era tan española como la que más, su aspecto no contribuía a hacer creíble esa versión.

-          ¿Tú tuviste muchos amores en la carrera? – me preguntó directamente.
-         Se que es difícil de creer pero no tuve ninguno porque aunque parezca mentira – me reí antes de decirle la verdad – yo creo que cuando nací ya estaba enamorado de la que durante muchos años fue mi mujer
-         ¿Y ahora ya no lo es?
-         No
-         ¿Y eso?
-         Cosas que pasan. Por una serie de razones que ahora no vienen al caso, tuve que irme a trabajar a Inglaterra y allí se enfrió todo
-         ¿Tienes hijos?
-         Dos chicas, una de veinticuatro años y otra de veintiuno ¿y tú?
-         Yo no. Cuando vivía con mi antiguo novio alguna vez lo pensamos pero me da la impresión que él ya estaba pensando en irse a Madrid y supongo que no tenía muchas ganas de arrastrar a toda una familia y no tuvimos ninguno.
-         Tus hijas ¿viven contigo?
-         No, la mayor vive con el novio y la pequeña con su madre.
-         ¿y que tal?
-         Mal, para que te voy a decir lo contrario. Me separé hace cerca de diez años y desde entonces de vez en cuando veo a mis hijas, pero mi mujer rehízo su vida, se casó con su Jefe del Gabinete de Psicología con el que ha tenido un hijo y no he vuelto a hablar con ella desde entonces
-         ¡De verdad que hace diez años que no hablas con la madre de tus hijas! No me  lo puedo creer
-         Pues es la verdad – me recosté sobre el respaldo del cómodo sillón en el que estábamos sentados – hablo una vez al mes con mis hijas a través de Skype, pasan temporadas conmigo en Londres y eso es todo.
-         Chico, todo eso es muy raro ¿no te parece? – bebió de un trago el segundo zumo de naranja y después de confesarme que no le gustaba el alcohol, continuó - ¿y no te apetece saber como está o que es de su vida, no se,  perder el contacto definitivamente parece como muy fuerte porque no te puedes olvidar que es la madre de tus hijas
-         Y mi pareja durante cerca de treinta años
-         Peor me lo pones
-         Si quieres que sea sincero contigo te diré que estoy disfrutando de un año sabático en España y he venido con la intención de hablar con ella y hacer lo que tú dices, pero según mi hija la pequeña que vive con ella, no quiere oir ni saber nada de mí. Dice que me he portado muy mal y que la deje en paz.
-         ¿Y es verdad?
-         ¡Que  se yo! – me estaba poniendo especialmente serio y sin darme cuenta le estaba contando mi vida y todo mis sentimientos a una motera que acababa de conocer en una concentración - ¿Qué te parece si bailamos?
-         No quieres hablar de esto ¿no?
-         No
-         Entonces es que en una parte muy importante, yo diría que en toda, te consideras el culpable y ahora vienes a intentar arreglarlo después de tantos años
-         Será eso – me puse en pié interrumpiendo bruscamente la conversación – mañana será otro día, ahora vamos a bailar.

La pista de baile estaba llena de carrozas, no estoy seguro pero creo que la pareja más joven y creo que con enorme diferencia era la formada por Cristina y por mí. La música era la adecuada para ese tipo de danzantes y así alternaban pasodobles, salsa y ritmos cubanos con Paquito el Chocolatero provocando las risas de todos los presentes. En un momento determinado cesó la música y a través de los altavoces se anunció el sorteo de la moto, que era el premio más esperado por todos y la suerte fue a parar a una pareja de moteros de Toledo que lo celebraron dando saltos de alegría y haciendo partícipes a todos los de su mesa por lo que pidieron unas botellas de champán y brindaban felices, al fin y al cabo una moto es una moto y una Harley de última generación había que reconocer que era un auténtico regalazo.

Cristina era una mujer de unos treinta y muchos, cuarenta años, rubia, con el pelo corto, ojos azules de mirada entre penetrante y despistada, un poco más baja que yo, pero tirando a alta, delgada con una cintura de las que antiguamente se decía de avispa y muy simpática. Probablemente lo más llamativo era la pinta de rusa, pero rusa, rusa, de esas de competición y una facilidad enorme para contactar con todos los que le rodeaban tanto por su simpatía como por su belleza. Tenía una dentadura blanca como pocas enmarcada en una boca de labios jugosos y una sonrisa siempre a flor de piel. Hablaba un castellano con ese deje gallego tan característico y no paraba de mover las manos como tratando de convencer todavía más a sus interlocutores.

Enseguida nos dimos cuenta, los dos, que éramos una pareja hecha a medida como si fuera un traje de sastrería, ella insistía en que no se me notaba nada que vivía en Londres mientras que yo sostenía la misma teoría en cuanto a su residencia en La Coruña, aunque es verdad, para que vamos a andarnos con tonterías, que yo tenía mucho menos acento gallego que ella inglés y del ruso ni hablamos porque, según me contó, lo hablaba correctamente porque su padre desde muy niña le obligaba a usarlo en casa como el idioma oficial de su familia, entre otras cosas porque estaba convencido, cosa que no sucedió, que antes o después, se volverían a su país de origen.

-          Era separada, bueno no se si separada porque nunca me casé oficialmente pero si que viví bastantes años con un Médico compañero desde que acabé la residencia y del que yo diría que me distancié cuando él obtuvo una plaza de Ayudante de Cátedra de Cirugía en la Facultad de Medicina de Madrid y yo me negué a acompañarle porque tanto mi vida como mi profesión estaban en La Coruña, yo por aquel entonces ya era Médico Adjunto de Anatomía Patológica  y no era cosa de perder mi trabajo así como así, o sea que él se fue y yo me volví a casa de mis padres por un tiempo y luego me emancipé como todo el mundo que tiene esa posibilidad

-          ¿Hace mucho tiempo? – pregunté para ir poco a poco sabiendo algo más de su vida
-         Siete años
-         ¿Y desde entonces no ha habido nadie que te hiciera tilín?
-         ¿Quieres que te diga la verdad?
-         Claro, para eso te lo pregunto
-         He tenido varios amigos, a lo mejor un poco más que íntimos, pero no tenía ganas de volverme a ir con nadie porque me podría ocurrir lo mismo que con mi anterior pareja y no estaba por la labor.
-         Ya – la miré mientras apuraba mi segundo gin tonic de la noche – y sigues trabajando supongo ¿no?
-         Si, si –en sus ojos se reflejaba una enorme ilusión por lo que hacía – ya se que ser microbióloga es como muy raro, pero tengo un trabajo apasionante y no creo que lo deje por nada del mundo.
-         Cuéntame una cosa – llamé al camarero y le pedía otra copa para mí y un zumo de naranja para ella – ¿se puede saber que hace una anatomopatóloga  en un hospital aparte de analizar biopsias y cosas por el estilo?
-         Andrés – Cristina se reía de una manera de lo más atractiva - pero tú no me has dicho que eres Médico ¿cómo me preguntas eso?
-         Si, soy Médico pero me hice Cirujano Plástico hace un montón de años y la poca medicina que sabía reconozco que se me ha olvidado.
-         No será para tanto – mi acompañante me miraba no teniendo la certeza de si la estaba tomando el pelo o hablaba en serio – hay cosa que no se olvidan nunca.
-         ¿Qué te parece si continuamos esta conversación en mi habitación?
-         ¿Tú crees que vamos a hablar mucho?
-         Seguro que no.














CAPITULO 31.-


La noche fue interminable e inolvidable. Los dos hacía tiempo que no tenían pareja estable y necesitaban no solo satisfacer sus apetencias sexuales, si no sentir algo más y eso había ocurrido de tal manera que no tenían mayor interés en que pasara ese momento y por todos los medios trataban de perpetuarlos, pero eran cerca de las diez de la mañana y mientras se duchaban era muy posible que el desayuno se terminase. Habían intentado que se lo subieran a la habitación pero no lo habían conseguido – lo siento Señor - le había contestado unan señorita con una voz muy agradable- pero tenemos tantos pedidos que nos es imposible atenderlos a todos con lo que tuvieron que bajar al salón donde, en el que servían los desayunos, había un buffet exclusivo para moteros en el que estaba incluido tanto dulce como salado y las diferentes bandejas llegaban llenas cada dos minutos y desaparecían como por encanto entre los comensales que con sus monos estaban dispuestos a subirse a sus motos respectivas para regresar a su lugares de origen.

Llegó el momento definitivo de la partida, aunque en la habitación ya habían tenido el primer asalto y ambos se subieron en sus respectivas motos tomando, Andrés el camino de Madrid y Cristina el de La Coruña. Sin embargo al llegar al peaje Andrés decidió que a él le daba igual llegar antes o después a a su destino y nada más llegar tomó el desvio a la capital gallega, aceleró la Harley y en lugar de a cien por hora que era la velocidad habitual se puso en ciento treinta y cerca de Benavente vió en el horizonte la silueta de Cristina por lo que poco a poco fue acercándose hasta llegar a su altura. La Doctora ruso-coruñesa había advertido la presencia de una Harley que se acercaba muy deprisa hacia donde ella estaba, pero nunca se pudo imaginar  que sería Andrés el motero que había conocido la noche anterior el que la perseguía. Aceleró un poco para valorar la velocidad media y a pesar de todo a los pocos metros las dos motos se pusieron en paralelo y fué Andrés el primero que le guiño un ojo y le hizo señas para que se parara en el primer desvío. Una vez aparcadas las motos en una pequeña área de descanso y retirados los cascos, ambos se besaron como si hiciera años que no lo hacían.

-  Andrés ¿tú estás loco? - logró preguntar Cristina en un segundo en que sus labios se separaron
-  Estoy loco, es verdad pero loco por tí y dentro de un rato me vuelvo a Madrid y perderé muy poco tiempo-

Se volvieron a besar y así permanecieron durante unos minutos tumbados en la hierba como si el tiempo se hubiera detenido o por lo menos los dos quisieran que se detuviese,  pero la vida es la vida y sobre todo ella que era la que al día siguiente tenía guardia en el Hospital, no tuvo mas remedio que despedirse, ajustarse el casco y continuar su camino.
-  Ni se te pase por al cabeza seguirme porque mañana no llego a a mi trabajo y me matan mis colegas.
-  No te preocupes que a partir de ahora te seguiré solamente por Skype – sonrió Andrés - ¿a que hora nos conectamos?
-  No lo sé, pero a partir de las ocho de la tarde de mañana  te llamo
-  Y hoy ¿no voy a saber como has llegado?
-  Tranquilo que si no es muy tarde te llamo y en caso contrario te pongo un mensaje.
-  Adiós y vete con cuidado
-  Adiós, hasta pronto.

Durante diez largos minutos Cristina  continuó su camino hacia La Coruña y sin dejar  de mirar por el espejo retrovisor por si la seguía Andrés, pero como era natural esa situación no se produjo, por lo que Cristina aceleró y en pocas horas estaba en su casa.

Andrés tardó un poco más porque notó como el embrague no funcionaba correctamente por lo que se paró en un área de servicio, llamó al servicio de atención al cliente y en pocos minutos tenía allí un mecánico quien después de revisar el recorrido convino con Andrés que tenía un pequeño fallo por lo que se lo cambió sobre la marcha y en poco más de una hora pudo reanudar su camino sin ningún problema. Cerca de las nueve de la noche llegó al parking de su casa después de evitar un impresionante tapón que acumulaba los coches en todos los carriles de la Carretera de La Coruña a su entrada en la capital de España pero dado el tamaño de la moto y la habilidad del piloto, fue adelantando coche tras coche y en poco tiempo estaba en la Plaza de España.  Subíó a su apartamento y lo primero que hizo fue conectarse a Skype para hablar con Cristina que curiosamente entraba en ese momento en su casa y casi sin dar tiempo para saludar a sus padres oyó una llamada en el ordenador y se encerró en su cuarto ante la sorpresa de los padres que dada la cara de ilusión de su hija dedujeron, sin esforzarse demasiado, que en este fin de semana había encontrado un nuevo amor. Estuvieron esperando en el cuarto de estar cerca de una hora pero como la comunicación continuaba y mañana tendría que madrugar decidieron irse a dormir y que al día siguiente ya les contaría su aventura.

-  ¿No te parece que vamos muy deprisa?- preguntó Cristina después de casi media hora de conversación
-  Yo no se tú, pero yo no paso de ciento veinte.
-  No digo en la moto Andrés – no pudo evitar una carcajada – digo en nuestra relación. Nos hemos conocido anteayer por la noche y ya hablamos como si lleváramos toda la vida juntos
-  ¿Y te parece mal?
-  No, no es que me parezca mal, no – Cristina se adaptó un poco las sábanas – lo que pasa es que lo veo todo muy difícil. Ahora estás en Madrid, bueno que tampoco está ahí al lado que estás a seiscientos y pico de kilómetros, pero es que dentro de nada estarás en Londres
-  Mejor – la interrumpió Andrés – a dos horas y pico de avión.
-  Ya – Cristina mantenía un significativo silencio – pero la distancia es el olvido ¿no decía eso la canción ?
-  Si eso decía, pero nuestro caso va ser diferente, ya lo verás
-  ¿Por qué?
-  Tenemos Skype para hablar todos los días y los fines de semana voy a verte ¿que te apuestas?
-  Yo no me apuesto nada y ojalá sea como tú dices pero reconoce que es complicado – Cristina como hacía siempre analizaba en frío los acontecimientos que le iban pasando en su vida y esta vez no había tenido ni tiempo de comentarlo con sus padres que eran, para ella, como verdaderos amigos y en muchos casos confidentes de sus andanzas por el mundo, pero la llamada de Andrés parecía como hecha a propósito para evitar esa primera conversación - ¿sabes que por tu culpa no he hablado con mis padres al llegar?
-  ¡Como!  - Andrés manifestó su sorpresa con una cara que traspasó hasta los límites de la pantalla - ¿cada vez que sales por ahí se lo cuentas a tus padres? Pero ¿soy muy indiscreto si te pregunto cuantos años tienes?
-  ¿No te lo he dicho?
-  Creo que no, en todo caso si me lo has dicho no me acuerdo.
-  Pues tengo treinta y ocho ¿te parece bien?
-  Todo lo tuyo me parece bien – Andrés se acomodó en el sillón y bebió lentamente una Coca-Cola con abundante hielo – pero todo lo que conozco y por lo que veo hay muchas cosas de tu forma de ser que no las he descubierto todavía
-  Tampoco soy tan rara ¿o tú crees que si? - Cristina sonrió con aquella alegría  que había cautivado a Andrés a las primeras de cambio
-  Supongo que no, pero eso de contarle a tus padres todo lo que haces suena a raro en pleno siglo veintiuno y más en el caso de una mujer como tú que durante algunos años has sido independiente ¿no te parece?
-  Si – Cristina se puso seria – ya se que es raro, muchas amigas me lo han dicho pero yo creo que no. Posiblemente si que sea extraño que me lleve tan bien tanto con mi padre como con mi madre pero es una situación que ha sido así desde que era muy pequeña. Nosotros somos tres hermanos, Fernando e Iván que son mayores que yo y después de varios años nací yo con lo que era la mas pequeña con casi diez años de diferencia con mis hermanos y encima niña con lo que para mis padres fuí como un regalo del cielo y siempre he estado como muy protegida, pero si piensas que tenía diez años menos que mis hermanos posiblemente resulte más fácil de entender. Luego, con el paso de los años, mis hermanos se pusieron a trabajar y yo me quedé con ellos y al final me fuí con mi anterior novio, pero me dí cuenta que aquello no funcionaba y me volví a lo que para muchos sería como un fracaso y para mí era volver a mi casa.
-  Y mientras vivías con tu novio ¿también les contabas todo?
-  Naturalmente – en la pantalla del ordenador volvió a aparecer la cautivadora sonrisa – hablaba con ellos más de media hora diaria y por supuesto que les contaba todo, como no, ¿tú crees que hay alguien en el mundo que te pueda aconsejar mejor que tu padre o tu madre?
-  Dicho así no me parece ni bien ni mal, pero estarás de acuerdo conmigo en que resulta un poco raro. Por ejemplo – Andrés preguntó con la absoluta certeza de no conocer la respuesta – ¿le vas a contar lo nuestro?
-  Claro y seguro que se encontrarán tan ilusionados como yo.
-  Pero ¿les vas a contar todo, todo, todo?
-  ¿Hay algo malo que no se pueda decir?
-  No se – por la cabeza de Andrés pasaron varias imágenes de sus hijas y no se podía imaginar la situación que cualquier día llegara cualquiera de las dos y le dijera que había estado con un chico que había conocido esa misma tarde  y que se había acostado con él ¿estaba preparado para esa situación?¿tenía la suficiente confianza como para que se lo contaran? Era absurdo negar la evidencia pero una cosa era la realidad y otra cosa es que lo fueran contando por ahí. Bueno por ahí en el caso de Cristina no, porque se lo contaba a sus padres, pero en el fondo le daba envidia el grado de confianza al que había llegado. Andrés no tenía ni padre ni madre desde hacía muchos años y nunca había tenido esa oportunidad pero desde luego entre sus amigos no era una manera de actuar de las distintas familias, se contaban cosas pero se dejaban para la intimidad otras que se acumulaban en el apartado de experiencias personales y no se salían de su envoltorio por los siglos de los siglos.
-  Andrés, Andrés, ¿estás ahí?
-  Claro, lo que pasa es que me has dejado un poco preocupado lo que me has dicho de contárselo a tus padres.
-  ¡Que va! Al revés, les caerás muy bien, ya lo verás.
-  Bueno, bueno, si tú lo dices



La vuelta a Madrid coincidió con las fiestas de San Isidro y Andrés aprovechó para visitar la Plaza Mayor engalanada con motivo de su aniversario con flores y guirnaldas de diferentes colores, degustó productos típicos de esa región de España instalados en diferentes puestos, cada uno con su particular propaganda, escuchó Zarzuelas donde comprobó que los chulapos siguen como siempre bailando el chotis sin mover los pies de un
ladrillo mientras ellas daban vueltas sin parar. Había vendedores de barquillos con sus tradicionales ruletas, aguadores, la guardia de entonces y los tradicionales “ soldaos” que con osadía les decían a las chicas de servir si necesitaban un novio para el fin de semana y requiebros por el estilo que eran tomados por ellas como auténticos requiebros lo que provocaba sonrisas y miradas disimuladas. En el mercado de San Miguel, Andrés probó la auténtica sangría para turistas y con medio vaso reconocía que tenía una trompa como un Capitán General y con su gorrilla de chulapo con sus cuadros negros y blancos , creo que se llama palmusa o algo así, se acercó a un grupo de señoras mayores ataviadas con sus trajes de madrileñas y alguna que otra vestida de goyesca que disfrutaban de la fiesta y consumían abundante horchata y vino de Madrid piropeándolas como un madrileño más.
 Aprendió a bailar el chotis y finalizó con una pasodoble haciendo de pareja de una rubia, oronda, con los mofletes como si se los hubiera pintado con una gran cantidad de colorete que insistía una y otra vez en que a ella no la esperaba nadie en casa y tenía un caldo de gallina que al que lo probase se le iban a hacer las tripas agua. Andrés le agradeció el detalle pero salió de allí haciendo “fu” como los gatos. Se dio una vuelta por la Pradera de San  Isidro y tuvo oportunidad de degustar las famosas pastas, las listas y las tontas y acabó, muy avanzada la noche, tomando chocolate con churros en San Ginés en unión de los componentes de la peña “Los gatos” que se esforzaban en cantar y bailar como queriendo prolongar la noche mágica del Santo Patrón de la ciudad.

Al día siguiente que amaneció radiante como pocos, reinició sus ejercicios de “jogging” por los aledaños de la Gran Vía, el Retiro y vuelta por la calle de Goya, los Bulevares, calle de Princesa y a la ducha que había sudado más de lo habitual. Parece mentira como se puede notar tanto dejar de hacer ejercicio dos días, pero era así y poco a poco tendría que recuperar su condición física que se encontraba discretamente alterada, con tanta comida y las interminables copas que no eran lo más apropiado para un corredor de tantos años de experiencia.

Degustó una comida que le había dejado preparada su asistenta y se tumbó cuan largo en un sillón, con un café con hielo y su inseparable copa de coñac después de las comidas. Estuvo leyendo durante una hora aproximadamente un ensayo sobre la evolución del cambio climático y a continuación se fue al cine donde comprobó que las películas españolas habían mejorado espectacularmente en cuanto a medios e inversiones económicas, pero seguían conservando los argumentos de siempre con la guerra civil como telón de fondo y los episodios ocurridos durante ese desgraciado período de tiempo. Le pareció una película entretenida, con un buen final y que había conseguido su objetivo que era entretenerle durante un par de horas. No tenía ganas de copas y se volvió a su casa para conectarse con Estefanía previa preparación de un sándwich de jamón y queso y  con la que estuvo hablando cerca de una hora y después se metió en la cama y  termino de leer el ensayo que había comenzado al mediodía.

Mientras intentaba dormirse analizó los cinco meses y pico que llevaba en Madrid y llegó a la conclusión que habían sido muy productivos. Tuvo mucho tiempo para pensar en Carmen y en la ruptura definitiva de su amistad, en la nueva unión que había conseguido establecer con sus hijas, sobre todo con la mayor, por supuesto también pensó en Estefanía, su nuevo amor que podría llenar todo el tiempo que le faltaba para volver a Londres. Por un segundo y como una estrella fugaz se atravesó en sus pensamientos Jane Chesterplace y en ese momento se percató que no tenía nada claro si volvería a Londres, si volvería con ella, si seguiría como un soltero de oro, si continuaría su relación con Estefanía e incluso se replanteaba si volvería siquiera a Londres o quedarse en Madrid e intentar reanudar su vida como Cirujano Plástico, esta vez con una más que probada experiencia en operaciones de cirugía estética. Se quedó dormido como si estuviera  tumbado en el agua de un mar de dudas y todas ellas sin resolver. Tiempo tenía todavía para tratar de desenredar esa madeja y los días que iban pasando  casi sin darse cuenta serían los que determinasen finalmente su futuro.