CAPITULO
32.-
Poco
a poco y casi sin darnos cuenta los que habéis leído todos los capítulos
llegamos al final de esta novela y tenemos como una encrucijada de caminos y
podemos ir por cualquiera de ellos. Yo me he decidido por uno y como soy el que
escribe vamos a ir por ese y si queréis que siga por otro se puede intentar,
pero casi es mejor acabar con éste tema y ya veremos por donde continuamos.
Seguimos:
El
Dr. Andrés Cubiles se levantó con la
decisión de no pasar ni un segundo más sin hablar con Carmen y como lo había
intentado en varias ocasiones y nunca lo había conseguido, ésta vez lo intentó
por el camino que parecía más simple que no era otro que el propio teléfono.
Marcó el número que le había dado su hija la pequeña y a los pocos tonos oyó la
voz de Carmen. Con solo un simple ¿dígame? Andrés se pudo percatar que estaba
hablando con una mujer decidida que había pasado momentos muy malos en su vida
y no estaba dispuesta a repetirlos. Había respondido a su llamada con una voz
firme y potente
-
¿Dígame?
-
Hola – hablé con
la intención de continuar – soy Andrés. Espero que no me cuelgues
-
Ya me dijo
Patricia que estabas en Madrid, pero eso fue hace por lo menos tres meses.
-
Si – Andrés era
consciente que su voz no estaba siendo todo lo firme que debería – bueno, he
intentado verte en varias ocasiones, pero no lo he conseguido
-
Antes de seguir
quiero decirte una cosa – Carmen tomó aire – no se porqué me llamas ni lo que
quieres, pero mi vida ha cambiado y ya no te necesito. Hablaré contigo por respeto a las hijas que tuvimos en común,
pero no te mereces nada más.
-
Si quieres que te
diga la verdad, todavía no se muy bien porque lo he hecho – un silencio se
interpuso en la conversación – me apetecía hablar contigo
-
¿Después de diez
años?
-
Si, es raro pero
me gustaría que me escucharas.
-
Andrés, por
favor, cuelga ya porque de lo contrario te colgaré yo y si sigues acosándome te
aviso que llamaré a la Policía. Te lo puedes creer o no, pero es lo que voy a
hacer.
-
Está bien, cuelgo
pero quiero que sepas …………..
Un click cortó la comunicación y dejó a Andrés con el
auricular del teléfono en la mano y con la satisfacción de haber intentado
hablar con su ex, si es que se podía decir así.
Se
vistió con una camiseta de alguna maratón en la que había participado, un
pantalón corto, sus inseparables zapatillas y esa mañana corrió por el centro
de Madrid con más fuerza que otras veces. Tenía la intención de cansarse más de
lo normal para que, por lo menos, durante esa hora y pico que permaneció
corriendo no pensar en otra cosa. La ducha habitual le hizo reintegrarse a la
vida normal y se fue a comer con sus hijas.
Fue
una comida como muchas de las que había tenido con Carmen y con Patricia y lo
único que no consiguió fue explicarles que había hablado con su madre porque se
negaban en redondo a tocar ese tema con el argumento que ya lo habían hablado
mil veces y que conocían de sobra cual era su opinión, sin embargo se mostraron
bastante interesadas cuando Andrés les explicó que había conocido a una Médico
de La Coruña y que le había parecido una compañía sensacional.
-
¿No me digas que te vas a vivir a Galicia? –
preguntó Patricia
-
No, no, hemos
estado juntos algunos fines de semana pero no tanto como para irme a vivir
allí.
-
Ten cuidado que
dicen que las gallegas tienen algo que engancha
-
No lo sé – Andrés
bebió un pequeño sorbo de un buen Rioja que había pedido para acompañar a la
carne que pensaba tomar – pero lo de lo de esta chica es un poco distinta
porque es rusa, criada en Cataluña y residente en Galicia desde hace bastantes
años
-
¡Joder! –
Patricia no pudo reprimir esa expresión y mirando a su hermana comentó – solo
nos faltaba que se liara con una rusa
-
¿Y a ti que más
te da?
-
En el fondo
tienes razón, pero es curioso ¿no crees?
-
Lo mejor es que
es super aficionada a las motos, tiene una Harley como la mía y cuando voy a
verla hacemos excursiones maravillosas.
El
tiempo pasaba a velocidad de vértigo, Andrés seguía visitando a su novia casi
todas las semanas y siempre viajando en su Harley. Solo en uno de los viajes
había tenido problemas con la lluvia y el resto habían transcurrido con normalidad.
Había conocido a los padres de su novia que le parecieron dos personas muy
entrañables y desde entonces casi le habían convertido en uno más de la
familia. Sus hijas seguían cenando con él un día a la semana, concretamente los
miércoles y luego solían tomar una copa en la cafetería de su apartamento.
Andrés continuaba con su “footing” y se mantenía bastante en forma. Los viajes
a La Coruña le resultaban muy entretenidos y tenía que reconocer que la vida le
sonreía.
El
Dr. Cubiles llevaba casi ocho meses en España cuando recibió una llamada
urgente de la Clínica donde trabajaba en Londres y en ese tiempo había conocido
mucho mejor a sus dos hijas, a la ciudad de Madrid que le pareció que estaba
mejor que nunca y había tenido la oportunidad de entablar relaciones más que
serias con su nuevo amor, Cristina la Médico de La Coruña. Había pasado
momentos inolvidables como aquellos fines de semana en que iban los dos en sus
motos respectivas a conocer las rías gallegas.
En
una de ellas, la Ría de Ferrol, disfrutaron de increíbles paisajes, comieron
como pocas veces en su vida en una tasca situada en la mitad de la entrada de
la ría, un poco más allá de la zona conocida entre Castillos por estar entre
los famosos castillos de San Felipe y San Antón. Una tasca pequeña, poco
iluminada, con mesas de madera en las que se apreciaban que habían sido
testigos de muchas historias que allí se contarían año tras año, un salvavidas
antiguo en una pared también de madera con un cuadro de nudos marineros y en la
de enfrente dos remos en cruz completaban la escasa pero curiosa decoración y
por si todo ello fuera poco la dueña, una señora mayor que salía de la cocina
con una pañoleta en la cabeza atada en la nuca y su inseparable mandilón de
rayas en la que predominaba el negro comprado en algún mercadillo en alguna
feria de las proximidades. Las mesas cubiertas con sus manteles de plásticos
azules y blancos muy fáciles de limpiar pasando simplemente un trapo mojado,
los vasos, al igual que los platos, eran de auténtico “Duralex” haciendo que todo pareciera como un capítulo
más de “Cuéntame”
La
tasca en cuestión por no tener no tenía ni carta porque según explicaba la
dueña que era a la vez jefa de cocina, jefa de comedor y camarera, aquí solo se
come lo que hay en la huerta de primero y de segundo lo que trae mi marido y
mis hijos de la mar a la que van todos los días
-
Y si un día no
pueden ir ¿qué hay de menú? – preguntó Cristina inocentemente
-
Hay neniña –
contestó la Abuela mientras se secaba las manos con el mandilón – ese día
cerramos y aquí no come nadie porque ¿sabe lo que le digo? Esta tasca es
conocida desde hace muchos años por sus pescados y mariscos y la gente piensa
que soy yo que lo hago muy bien, pero están equivocados, lo bueno es el pescado
que siempre, siempre es del día.
-
Por eso está tan
bueno – afirmó Andrés – y hablando de todo un poco ¿qué comemos?
-
Yo les aconsejo y
creo que no me equivocaré porque ustedes son jóvenes y están enamorados – la
Abuela guiñó un ojo - ¿verdad? Bueno, no digan nada pero se nota, en fin a lo
que íbamos, lo mejor es primero un poco de marisco, percebes de Cedeira que ya
saben que te son los mejores del mundo, alguna zamburiña de la zona y hoy tengo
unas nécoras que tienen pinta de estar llenas y luego pueden tomar una merluza
a la gallega ¿les parece?
-
Muy bien y para
hacer tiempo nos trae un par de cervezas bien frías y unas patatas o algo para
picar.
-
Espero que les
guste nuestra comida. Enseguida estoy con ustedes.
-
Seguro que si.
Comieron muy bien, tomaron café mientras veían pasar los
barcos por el estrecho canal de entrada a Ferrol, tomaron unos gin tonics muy
poco cargados por aquello de conducir en un bar situado en la playa de Doniños,
saltaron las inmensas olas de la playa de Pantín y terminaron el día con una
maravillosa puesta de sol desde un hotel, el Herbeira, situado sobre la ría de
Cedeira. La noche era impresionante, el cielo como consecuencia de la luna
llena estaba claro y su reflejo contribuía a iluminar el mar que se encontraba
en calma como queriendo contribuir para que todo resultara relajante. Enfrente
el monte de Pantín con una luz roja posiblemente anunciando alguna torre de
telecomunicación, más abajo a la izquierda un faro que indicaba el final de la
ría mediante una potente luz blanca intermitente que se emitía cada pocos
segundos. A la derecha el muelle con su ajetreo de limpieza y carga de comidas
para pasar varios días faenando y hasta llegar al pueblo la carretera del
muelle con sus farolas de luz mortecina y como final “el casco vello” del
pueblo con sus casas muy unidas como haciendo una barrera para protegerse de
las lluvias frecuentes y coronándolo la torre de la Iglesia donde se
resguardaba vigilante la Virgen del Mar imagen que tuvimos ocasión de verla al
día siguiente, es una Virgen peculiar que refleja el sentir de un pueblo que se
ha dedicado desde siempre casi en exclusiva a la mar. Se trata de una Virgen
joven, guapa, tranquila que con el niño Jesús en brazos está de pie sobre un
mar azul y extiende su brazo izquierdo hacia tres marineros que solicitan su
ayuda desde un mar encrespado. Resulta una Virgen como familiar, no como una
imagen de una Virgen distante, sino como si cualquier mujer de nuestras
familias estuviera paseando por el mar bravío siempre dispuesta a ayudar a
todos los marineros que la reclamasen con un gesto de absoluta calma.
Desde
la terraza del hotel y en el centro de la ría, diez o doce yates de recreo se
mezclaban con los barcos de pesca fondeados dando a todo el conjunto una
sensación de paz que posiblemente sin darnos cuenta llenaba nuestros corazones
y nos invitaba a sentir nuestra felicidad como pocas veces hasta entonces.
Al día siguiente alquilaron una canoa para dos y se
dieron un paseo entrando por un río en el lado izquierdo de la playa de
Villarrube. El Dr. Cubiles no se había
montado en mi vida en algo similar, pero el día era tan maravilloso con un
cielo azul mejor que en verano y sin gota de viento que todo invitaba a
disfrutar. Al principio tuvieron que acompasar las remadas, pero enseguida
acertaron con el ritmo adecuado porque Cristina tenía algo más de experiencia
en el manejo de ese tipo de embarcaciones de recreo y bordeando el faro entraron
en la desembocadura de un río y a través de una especie de lago y con ayuda de
la marea que casualmente estaba subiendo no les costó demasiado remontar y poco
a poco, nada más pasar el puente del puntal, el río se iba estrechando hasta
llegar a un punto que, como decía Cristina, parecía como si estuvieran en la
selva amazónica en algún afluente pequeño con las copas de los árboles
inclinadas hacia el agua como queriendo saludarles y un silencio en el que solo se oía el rumor
del agua, el trino de algún pájaro que también quería disfrutar del entorno y
el chof chof de las palas del kayac. Estuvieron tumbados en una playa de arena
completamente blanca que no tendría más de tres o cuatro metros, se besaron con
pasión, se bañaron en un agua helada y
volvieron a la playa de Cedeira ayudados por la corriente por lo que casi no
tuvieron ni que remar. La excursión no pudo resultar mejor y lo que les faltaba
era ir un poco más juntos porque el único contacto con Cristina era a través de
sus rodillas que chocaban de vez en cuando con la espalda de Andrés.
En la Taberna de la Plaza del Peixe tomamos unos
percebes y un rape con guisantes deliciosos, tomamos café y un chupito de
whisky con los dueños Santy y Lola quienes me hablaron de un tal Dr. Belascoaín
Cirujano Plástico y que también
veraneaba en Cedeira de toda la vida y por los datos que me dieron era fácil
que no lo conociera porque era bastante más viejo que yo y el había hecho la
especialidad en La Paz y era lógico que no hubieran coincidido. Total que
después de una sobremesa de lo más agradable se volvieron a La Coruña en sus
respectivas motos disfrutando de la sensación de libertad que te proporciona el
aire dando en el cristal del casco después de conocer playas desiertas y
degustar los magníficos productos tanto del mar como de la tierra gallegas.
No todo en la vida tiene que ser maravilloso y nada
más llegar a Madrid, Andrés llamó a
Cristina para decirla que me volvía a Londres porque le reclamaban urgentemente
y que en cuanto solucionara algunos problemas volvería a estar juntos otra vez.
Ella se enfadó mucho por entender que Andrés lo sabía desde antes y no le había
dicho nada pero Andrés le repitió varias veces que lo habían pasado tan bien
que nada ni nadie debería romper ese fin de semana como así fué. Alos pocos
minutos esl Dr. Cubiles tuvo oportunidad de hablar con la Clínica donde le dijeron
que el Dr. Starker el Director, había sufrido una hemorragia cerebral, estaba
muy grave en la UVI y que el Sr. Chesterplace y algunos de sus consejeros
necesitaban hablar con él. Al parecer llevaban dos días intentándolo y hasta
que se puso en contacto con ellos, no lo habían conseguido. Andrés se volvio a
Londres en el primer avión que salía justo al día siguiente a las seis de la
mañana y a las nueve y media entraba por la puerta de la Clínica.
-
Buenos días ¿cómo está el Dr. Starker? –
preguntó em Recepción.
-
Parece que
estable dentro de la gravedad – le contestó la telefonista con amabilidad –
pero espere un segundo que aviso al Dr. Whatake que está de guardia, un
momento, por favor.
El
Médico de Guardia de la UVI era un joven
inglés al que había tenido oportunidad de contratar y conocer antes de que el
Dr. Cubiles se tomara su año sabático y que apareció inmediatamente con su mano
tendida
-
¿Qué tal Dr. Cubiles?
-
Bueno, no es una
bonita manera de terminar mis largas vacaciones pero la vida es así y así hay
que tomarla. ¿Cómo está nuestro Director?
-
De momento vivo
que ya es bastante.
-
¿Le han operado?
-
Si, ayer por la
tarde le abrieron los neurocirujanos y según ellos todo ha ido muy bien.
-
¿Y tú que
piensas?
-
Es un poco pronto
para decir nada y mucho menos para saber como va a evolucionar – el Dr. Whatake
se pasó la mano derecha por su importante mata de pelo en una cabeza bien
peinada - pero para mí que de ésta no
sale
-
¿Lo sabe la
familia?
-
Por supuesto e
incluso alguno de sus hijos creo que anda por ahí.
-
Si es tan amable
encárguese de recordar en Recepción que aunque el Dr. Starker esté en la UVI
que le dejen una habitación a los familiares.
-
No se preocupe
que yo se lo digo, pero por el movimiento de amigos y familiares me da la
impresión que ya se la han dispuesto.
-
En cualquier caso,
asegúrese que ha sido así. Muchas gracias.
Andrés entró en la cafetería de la
Clínica con la idea de tomar algo antes de reunirse con el Sr. Chesterplace pero
no tuvo casi ni tiempo porque justo en el lado izquierdo del amplio salón estaban sentados con
varios cafés y un surtido variado de bollería el Consejero Delegado, su hija
Jane y el Dr. Stanford conocido neurocirujano con muchas horas pasadas en la
Clínica. Se saludaron cordialmente e inmediatamente el Sr. Chesterplace con su
habitual educación le pidió escusas por haberle hecho volver de Madrid de una
forma tan rápida, pero le parecía un acontecimiento lo suficientemente
importante como para solicitar su presencia.
-
Por cierto ¿qué tal el viaje?
-
Muy bien –
contestó el Andrés mientras degustaba un bollo con mermelada – tuve la suerte
de encontrar un billete en el primer avión que salía hoy y aquí estoy.
-
Como puede
suponer el motivo de mi llamada no es otro que comunicarle la gravísima
situación del Dr. Starker y el deseo que viniera cuanto antes para pedirle su
ayuda y consejo para la decisión que inevitablemente tenemos que tomar. Está
claro que aunque el Dr. Starker supere esta situación, cosa que no parece que
esté muy clara ni mucho menos, es evidente que no va a poder seguir gestionando
esta Institución, sobre todo si tenemos en cuenta que su principal misión podríamos
decir que es la de relaciones públicas.
-
Totalmente de
acuerdo – afirmó el Dr. Stanford a la vez que Andrés Cubiles asentía con un
leve movimiento de cabeza – desgraciadamente si vive secuelas en cuanto a
movilidad va a tener muchas y muy graves.
-
Desde que ocurrió
el fatal incidente – el Sr. Chesterplace volvió a hacerse con las riendas de la
conversación como había hecho en infinidad de ocasiones en su dilatada vida
política y profesional – he tenido varias reuniones con varios Doctores de la
Clínica y esta tarde y mañana por la mañana tengo previstas varias más y todos,
hasta ahora, han respondido afirmativamente a mi propuesta de nombrarle
Director. Usted sabe la amistad y profunda admiración que le profeso y me
gustaría saber si Usted estaría dispuesto a aceptar esa responsabilidad porque
creo y Usted lo sabe que podría ser un candidato perfecto, perdone que le haga
esta pregunta directamente ¿estaría dispuesto a aceptar?
El
Dr. Cubiles bebió un poco de café, se limpió la boca con una servilleta y
respondió
-
En primer lugar
quiero expresarle mi agradecimiento por su confianza y mi profundo respeto
hacia su persona, pero si quiere que le sea absolutamente sincero nunca pensé
que yo podría ser un firme candidato y por lo tanto nunca me lo había planteado
– El Dr. Cubiles esbozó una pequeña sonrisa mientras dedicaba su mirada hacia
Jane Chesterplace que a su vez tenía fija la suya en un pequeño tenedor que
sostenía en su mano derecha – Creía, aunque ya veo que estaba equivocado, que
habían solicitado mi presencia para darle unos cuantos nombres que, en mi
humilde opinión, serían aptos para ese puesto pero ¿yo al frente de una Clínica
de esta categoría en Londres? – Andrés volvió a mirar a los ojos de todos y
cada uno de los presentes y les planteó una serie de preguntas - ¿Ustedes creen
que yo podría desempeñar ese cargo sin ni siquiera ser inglés? Tengan en cuenta
y Ustedes lo saben mejor que yo que por aquí pasa lo más selecto de la alta
sociedad y en ningún caso me gustaría que por mi culpa, un Cirujano Plástico
español que encima vino de Médico de Guardia hace muy pocos años, la Clínica
perdiera clientela lo que supondría una disminución de su categoría en la
medicina privada de esta capital. - El Dr. Cubiles hizo una pequeña pausa en su
breve discurso lo que aprovechó para servirse un poco de zumo de naranja – En
segundo lugar tendría que saber las condiciones de trabajo y el horario porque,
como Ustedes saben llevo muchos años trabajando con el Dr. Taylor y no me
gustaría tener que dejarle de un día para otro y por último también me gustaría
saber mis honorarios para poder responderle con absoluta sinceridad a su
proposición.
El
Sr. Chesterplace iba a responderle cuando el Dr. Cubiles le interrumpió
-
Permítame una última consideración – Andrés
miró a Jane Chesterplace y la encontró más madura que la última vez que tuvo
oportunidad de hablar con ella, con un aspecto magnífico que podría responder
perfectamente ¿porqué no? a lo que su padre andaba buscando - ¿Ha pensado
Usted, perdone mi atrevimiento, en que su hija Jane podría ser una candidata
perfecta para el puesto que me propone a mí? Su hija es simpática, tiene don de
gentes, es joven, es emprendedora, sabe Medicina ¿qué más se puede pedir?
-
Le agradezco que
tenga tan buen concepto de mi hija – El Sr. Chesterplane se ajustó el nudo de
la corbata y se estiró cuidadosamente los puños de la camisa apareciendo unos
gemelos de oro con el escudo de la familia real inglesa – y debo confesarle que
yo también había pensado en esa posibilidad pero Jane - el padre miró
cariñosamente a su hija en incluso le dio unos pequeños golpecitos en la mano
que tenía apoyada sobre el blanco mantel – ha decidido volverse a Etiopía para
continuar con su labor humanitaria que empezó hace bastantes años y por lo
tanto es una opción que necesariamente tenemos que descartar.
-
Hace mucho tiempo
– Jane tomó la palabra con decisión – opté por irme a los países donde entendía
que mi labor sería necesaria y efectivamente lo fue. Después, como todos saben,
tuve una hija y ahora que ya ha crecido un poco ha llegado el momento de volver
a Etiopía para continuar con mi labor. En este tiempo se ha construido un nuevo
dispensario que atiende a cerca de veinticinco mil personas y tengo la íntima
necesidad de volver. Se que pierdo una gran oportunidad en mi vida para ganar
en prestigio, seguro que en dinero y en aceptación social, pero mi conciencia
me lo impide y por eso y por supuesto agradecida me vuelvo con la que ahora es
la gente que me necesita. Espero no equivocarme
-
Seguro que lo
harás muy bien y tú explicación debe llenar de orgullo primero a tu padre y
después a todos nosotros que te hemos visto crecer junto a tu hija durante
tantos años, Enhorabuena – apuntó el Dr. Cubiles.
-
¿El Dr. Taylor no
podría ser un buen gerente en caso que no le interese a nuestro amigo y
compañero Andrés Cubiles? – preguntó el neurocirujano
El Sr. Chesterplace volvió a tomar la palabra
-
En la reunión de
ayer por la tarde con los miembros del Consejo de Administración hemos barajado
tres posibles sustitutos del Dr. Starker y eran el actual Administrador Mr.
Klein, el Jefe de Radiología Dr. Connaly y el Dr. Cubiles, sin decidirnos por
ninguno de los tres hasta no oír sus razonamientos y en ese punto estamos.
-
¿Podría ser una
solución – pregunta el Dr. Cubiles – que Mr. Klein se hiciera cargo de la
Dirección por un período de cinco o seis meses, valorarlo posteriormente y
siempre estaríamos en la recámara el Dr. Connaly o yo mismo?
-
Esa posibilidad
también la contemplamos pero para la mayoría de los Consejeros sería deseable
que el Director fuera Médico. Tengan en cuenta que estamos hablando de la
dirección de un hospital.
-
Posiblemente
tienen razón – el Dr, Cubiles se sirvió más café – pero la solución que yo
planteo es temporal y durante ese período intermedio el Dr. Connaly y yo
podíamos ayudar. Por otra parte, ustedes tienen que entender que, al menos en
mi caso, llevo no se cuantos años ayudando al Dr. Taylor y en conciencia no
podría decirle que a partir de la semana que se busque un ayudante, por eso es
por lo que digo que cinco o seis meses me parece un tiempo razonable.
-
Si les parece
bien – el Sr. Chesterplace se levantó con la intención de dar fin a la reunión
– hablaré con los miembros del Consejo a los que antes me refería y ya les
anticipo que a mí me parece que es una solución razonable y satisfactoria para
todos y lo mejor es que nos reunamos en tres meses y volvemos a valorar ¿de
acuerdo?
-
Muy bien – los
reunidos se levantaron y el Dr. Cubiles antes de despedirse solicitó permiso
para volver a Madrid a recoger sus efectos personales y despedirse de los
suyos.
Un jueves por la mañana el Dr. Cubiles salió
hacia La Coruña saliendo relativamente pronto con la idea de llegar a la
capital gallega, más o menos, para cuando Cristina saliera de la Residencia. En
las maletas de la moto introdujo lo necesario para pasar un fin de semana largo
y como había hecho en múltiples ocasiones enfiló la carretera de La Coruña acompañado
de bastantes coches que salían de la capital para ir a sus trabajos. Mantenía
una velocidad constante y en cinco horas y media estaba en las inmediaciones de
su punto de destino después de tres
paradas para repostar y estirar las piernas. También aprovechó para tomar algo
y en pocos minutos continuaba su camino con la ilusión de llegar cuanto antes.
A
las tres y diez de la tarde estaba en el hall de la Residencia Juan Canalejo y
a los pocos minutos con una sonrisa que le iluminaba toda la cara apareció
Cristina con el casco en la mano y dispuesta a pasar un fín de semana que había
planificado cuidadosamente durante varios días y pretendía continuar con el
secreto hasta el final. Se saludaron con un beso moderado y en sus respectivas
motos se acercaron hasta un parking en la Plaza de Pontevedra, en el centro de
la ciudad y dando un paseo, esta vez
andando, llegaron hasta un pequeño restaurante próximo donde les salió a
recibir el chef que era conocido de ambos. Se sentaron en una mesa discreta y esperaron
a que su amigo les sorprendiera con un menú degustación.
-
Bueno Cristina ya estoy aquí como te había
prometido ¿me vas a explicar ya donde vamos a ir?
-
No pienso –
contestó la Médico con una sonrisa - lo he planificado todo y espero que te
guste.
-
Pero ¿vamos muy
lejos?
-
Para dos moteros
como tú y yo, seguro que no.
-
O sea que no es
en La Coruña
-
No – ella
continuaba con una sonrisa intrigante – pero si quieres antes damos una vuelta
por la ciudad para que la conozcas un poco más.
-
Como quieras –
Andrés degustó un Alvariño que estaba francamente bueno.
-
El plan es el
siguiente – Cristina sacó un bolígrafo de su bolso – después de comer vamos a
tomar un café a la ciudad vieja, previo paseo en moto por el paseo marítimo de
la ciudad y sobre las seis de la tarde vamos a Mondoñedo y allí cenaremos y
luego a dormir
-
O a lo que sea –
interrumpió Andrés
-
Bien, quiero
decir que iremos a un buen hotel. Al día siguiente por la mañana continuaremos
nuestra excursión hasta un punto que te va a impresionar y luego ya veremos,
pero tenemos la ventaja que se anuncia un sol maravilloso para mañana y las
temperaturas pueden llegar a alcanzar casi los treinta grados que es una
auténtica barbaridad para el mes en el que estamos.
La
conversación fue interrumpida por el chef
-
Hola: ¿Me dejáis escogeros
el menú? – sin esperar contestación siguió hablando - vamos a empezar con unas
zamburiñas al más puro estilo de la zona, sin nada de nada, del mar al plato –
dicho lo cual depositó en la mesa una bandeja con doce zamburiñas que desaparecieron
como por encanto en la boca de sus comensales – así me gusta, que casi no me
deis tiempo a pensar - sirvió un poco más de Alvariño en ambas copas y
alcanzando otra de la mesa de al lado se sirvió otra a si mismo brindó por
todos los heteros, homos y demás del mundo entero y se sentó – ahora vamos a continuar con unas
ostras con una salsa de crema de langosta que espero que os gusten. ¿Cómo
andáis de hambre?
Cristina
contestó por los dos
-
Curry, los dos
somos de muy buen diente y encima Andrés acaba de llegar de Madrid en moto o
sea que imagínate.
-
¡Que suerte
Madrid! Yo estuve dos años en el Hotel Miguel Angel y aprendí un montón y luego
las noches por Chueca – Curry, el cocinero mas guay de La Coruña, como se
definía él a si mismo, puso los ojos en blanco – que maravilla, pero bueno
volvamos a lo nuestro que si no me pongo muy melancólico – bebió Alvariño – hoy
tenemos una brocheta de salmonete con ajo confitado, buñuelos de Orense todo
incluido en una bolsa de pan de trigo que os aconsejo y para terminar nariz de
cabra montesa del país con surtido de aromas entre los que destacan el del mar,
margaritas de Sobrado de los Monjes terminando con un fuerte olor final a
jazmín ¿Qué tal?
-
¿Y de postre? –
preguntó Andrés
-
De postre flan de
huevo que decía mi Abuela en su casa de comidas de la calle de la Estrella, ja,ja,ja, en eso ¿ves? hemos cambiado poco
porque yo también os voy a ofrecer flan de huevo, pero en esta caso de huevo de
tortuga de la islas crowy en Filipinas con un nido de helado de palmeras de
Rabat que vais a flipar ¿vale?
-
Muy bien –
contestaron a la vez Andrés y Cristina.
El
chef se levantó y dos mesas mas allá hizo la misma operación provocando las
sonrisas de los dos Médicos.
-
¿Por donde íbamos?
-
Yo me he perdido
– Andrés entrechocó su copa mirando a su novia con ojos de enamorado total – no
se donde íbamos pero el caso es ir contigo, lo demás me da igual.
-
Conmigo si, pero
cada uno en su moto
-
Claro, claro.
-
Te lo decía
porque lo mismo querías que fuera de paquete y eso me aburre como a una ostra
-
Sería una novedad
que vinieras de paquete conmigo porque
llevamos cinco o seis saliendo y nunca te he propuesto tal cosa.
-
Es verdad y menos
mal porque los moteros somos gente rara y lo que nos gusta es sentir el viento
como choca con el casco, tumbarnos en las curvas sin tener que pensar que el o
la que vaya de paquete se puede mover e irnos los dos al suelo. Por cierto ¿qué
tal el viaje?
-
Mucho mejor que
el de hace dos semanas.
-
Hombre solo
faltaba porque entonces viniste en avión.
-
Es natural – Andrés
bebió un poco más de vino – porque venir en moto desde Inglaterra es un poco
locura.
-
¿Qué tal en
Londres?
-
Bien, aunque
tengo que reconocer que estoy más solo que la una que diría un castizo
-
Alguna novia
tendrás por ahí.
-
¡Que va! aunque
quisiera y que conste que no quiero, tengo muy poco tiempo libre.
-
¿Tanto trabajas?
-
Bueno no me
quejo, pero de eso ya hablaremos más tarde.
Terminaron
de comer y sin prisas llegaron a Mondoñedo donde pasaron la noche y al día
siguiente iniciaron una excursión que recordarían toda la vida al Faro de
Estaca de Bares. Llegaron a la playa del
Puerto del Barquero con tiempo suficiente para darse un baño en agua helada,
pero de un verde transparente que excepto por la temperatura parecía que
estaban en cualquiera del Caribe. Comieron en un restaurante a muy pocos metros
de la blanca arena de la playa dieron una vuelta por el Faro haciéndose
múltiples fotografías y pasaron dos días increíbles en un hotel rural llamado
el telégrafo o el semáforo situado todavía más arriba que el propio faro
aprovechando los viejos muros de una antigua estación radio que en su día era
una especie de controladora de todos los barcos que pasaban del Atlántico al
Cantábrico o viceversa.
El
hotel que debe tener cuatro o cinco habitaciones dispone como atractivo
principal, aparte del lugar en el que está situado, de una habitación suite
circular con un inmenso ventanal que en los días de temporal parecería que iba
a salir volando. Mires para donde mires todo es bonito, la entrada de la ría
del Barquero, las rocas que rodean el faro donde las olas dejaban su malhumor
chocando con bravura y levantando una espuma que alcanzaba los tres metros de
altura y llenando absolutamente todo
como si estuviéramos dentro de una gota de agua en una tormenta, la
inmensidad del mar. Disfrutando de esas vistas te das cuenta que en la escala
de valores de la naturaleza nosotros no somos prácticamente nada. Es un lugar
para ir enamorado porque sin darte cuenta parece que aumenta el amor hacia tu
pareja. Las muchas horas apreciando el silencio que, a veces, es hasta
sobrecogedor, te hace pensar hacia dentro. Es como un Camino de Santiago en
plan relax y sin necesidad de dar ni un solo paso y como final de fiesta de
aquel espectacular fin de semana la
vuelta hasta La Coruña pasando por Cariño un pueblo marinero cerca de
Ortigueira y por unas carreteras increíbles sin nada de tráfico hasta llegar a San Andrés de Teixido, un lugar de
peregrinación de muchos gallegos porque dice la leyenda que “va de muerto el
que no fue de vivo” y su ánima irá en forma de algún tipo de animal de los que
se arrastran por el suelo, babosa, culebra, caracol etc. La sensación según vas
bajando por una pequeña cuesta desde la que ya se empieza a ver la torre de la
capilla de San Andrés es que estás entrando en la Galicia profunda, en aquella
de hace dos o tres siglos donde las meigas rondaban continuamente por las
cercanías del cementerio y en las noches de calma, que eran las menos, si se
prestaba atención se podían oír hasta los lamentos de los fallecidos que
llamaban a sus familiares para que fueran a rescatarlos. Se trata de una aldea,
de no más de diez o quince casas, situada en la ladera de una montaña con una
Iglesia del siglo XII con un retablo precioso en el que aparecen Jesús y sus doce apóstoles. Todo el conjunto
incluida la Iglesia tiene las paredes pintadas de un color gris con ligeros
toques en blanco que contribuyen a crear una imagen de un lugar mágico donde se
acaba lo humano y comienza lo divino. Algunas tiendas para turistas venden todo
tipo de objetos de San Andrés, desde velas, pasando por camisetas, herba de
enamorar, bastones, los famosos santiños, orujos de diferentes formas con café,
de hierbas, crema tostada, hasta piernas, cabezas o brazos en cera para
ofrecérselos a San Andrés.
Entre
las muchas historias que cuentan los lugareños hay una que llamó poderosamente
la atención de Andrés y Cristina y que les contó un hombre mayor, con su boina
calada hasta las cejas, una colilla en la comisura de su boca que no se la
retiraba ni para hablar y una manera de contar que la historia se hacía todavía
más atractiva. Cuentan que hace muchos años llegaban hasta San Andrés
peregrinos de las aldeas más remotas de Galicia- Lo hacían en autobús y
viajaban el familiar y el ánima del muerto con lo cual se sacaban dos billetes
y naturalmente ocupaban dos asientos. En una de las múltiples paradas que los
autobuses tenían que hacer por aquellas carreteras estrechas y en muchos casos
muy mal asfaltadas y peor conservadas, uno de los viajeros al volver se
confundió de asiento y fue a dar con sus nalgas sobre el ánima lo que originó
una tremenda discusión con su familiar y
posterior pelea con el resultado de varios muertos y numerosos heridos
por arma blanca.
El
atrio de la Iglesia era amplio con tres escalones y según les contó su eventual
informador mientras tomaban un vino de la zona, muchos peregrinos hacían ese
pequeño recorrido de rodillas llevando en sus manos velas u objetos para
ofrecérselos al Santo y que obrara el milagro que deseaban. Algunos incluso
llevaban ataúdes que portaban en sus cabezas y que posteriormente se colgaban
en el techo de la ermita.
Andrés
y Cristina depositaron unas monedas en la urna de San Andrés y se sentaron en
un banco de madera dando al mar, con el sol de la tarde bajando lentamente en
busca de su jubilación por una noche y solo les faltaba el sonido de una gaita
para disfrutar de la felicidad plena. Hablaron durante mucho tiempo ante la
presencia del mar testigo de sus cuitas y teniendo como horizonte una hilera de
barcos mercantes que avanzaban despacio hacia sus respectivos destinos.
-
Entonces, Andrés, si yo no he entendido mal
solo tenemos tres opciones – Cristina le miraba esperando una respuesta
definitiva – que tú te vengas a La Coruña, opción descartada porque tendrías
que empezar de nuevo, eres muy mayor para eso y todo lo que me has contado ¿no?
-
Exactamente –
respondió Andrés – esa es la peor de todas las opciones.
-
Bien, bien,
entonces solo nos quedan dos – Cristina hablaba despacio para que su
razonamiento no se viera alterado por nada – que tú te vengas a vivir a Madrid
y yo irme para allá
-
O quedarte en La
Coruña y yo irte a ver todos los fines de semana.
-
O sea que
seguiríamos igual y encima para siempre.
-
Si - Andrés se
quedó mirando al acantilado que estaba delante – esta tampoco me parece muy
buena solución.
-
Total que la
única que nos queda es que deje todo y sea yo la que me vaya a Londres,
-
Esa es la mejor
-
¿No te parece una
un poco machista?
-
En absoluto
- Andrés le pasó un brazo por encima de
los hombros y atrajo a Cristina – porque creo que no es muy difícil que pueda
conseguirte alguna cosa en Londres y así sería lo mejor para vivir juntos.
-
Ya – Cristina
miraba a los ojos de Andrés para saber lo que estaba pensando – dejo mi trabajo
con una plaza fija en la Seguridad Social, dejo a mis padres en La Coruña y me
voy a la aventura.
-
Bueno, pero yo
tengo casa en Londres, gano dinero y ni siquiera haría falta que trabajaras
aunque entiendo que quieras seguir ejerciendo tu carrera, pero estoy seguro que
en poco tiempo encontraríamos un trabajo para ti.
-
También puedo pedir una excedencia por una año
y si las cosas no me van bien volverme.
-
Es otra
posibilidad, por supuesto, pero estoy seguro que si vivimos juntos ninguno de
los dos querremos separarnos y menos se encuentras un trabajo.
-
Eso es lo malo –
confirmó Cristina
Andrés la atrajo hacia si y la besó en los labios
-
Tampoco es una
decisión que tengas que tomar ahora mismo
-
Si – Cristina se
levantó, se ajustó el mono de motera y dijo con decisión – tiene que ser ahora
mismo y posiblemente sea una locura pero ¿sabes lo que te digo? – se abrazó con
todas sus fuerzas a Andrés – que será una locura pero me voy contigo a Londres.
-
¿Ahora?
-
Ahora mismo.
Subieron
andando hasta las motos, condujeron por diferentes carreteras secundarias y al
final llegaron a la autopista del Atlántico donde un sol que comenzaba su
despedida hasta el día siguiente trataba de iluminar el paisaje como queriendo
hacerse partícipe de tan trascendental decisión y poco a poco las líneas de la
carretera marcaban un camino que continuaba hasta un infinito que pasando por
Oviedo, San Sebastián, Burdeos y el paso
de Calais los dejaría en la capital del Reino Unido. ubli
PUNTO
Y FINAL.-
A todos los que habéis tenido la santa paciencia
de leer entera esta novela quiero daros las gracias, de verdad, de corazón, porque
habéis conseguido que sea capaz de escribir una novela digamos que por
entregas. También pediros perdón por los muchos fallos que aparecen en sus
páginas, pero uno es así y tengo la mala costumbre de no releer lo que escribo,
entre otras cosas porque hasta ahora escribía solo para mí y algún despistado
se metía en mi página Web, pero a partir de ahora habrá que mejorar porque ya
no es así.
Total
que entre todos habéis sabido subir mi ego hasta límites que nunca se me habían
pasado por la cabeza y por eso, otra vez y aunque sea un pesado, muchas gracias
a todos.
Por
último y si no es mucho pedir me gustaría que todos aquellos que habéis leído “así
fue y así pasó” me mandarais un WhatsApp, un mensaje o algo para que yo pueda
saber vuestra opinión sobre lo que he escrito. Olvidaros de la amistad y de cosas
por el estilo y decirme sinceramente lo que pensáis. Solo os pido cinco minutos
e incluso menos, pero vuestros comentarios me interesan
En
el futuro se sabrá si el Dr. Cubiles tiene o no nuevos episodios. De momento,
nada más. Un abrazo muy fuerte para todos