Un abrazo
Tino Belascoaín
(con acento en la ín para disgusto de los navarros que dicen que es sin acento.)
CAPITULO 66.-
Desde el cuarto de estar
oyó como alguien abría la puerta de la calle y al segundo un hola de Fernando
que saludaba alegremente a todo el que pudiera oirle.
- ¿Hay
alguien en casa?
- Si
– contestó Mamen dejando las agujas de calcetar con las que estaba haciendo una
chaqueta a la niña de su amiga Piluca que había nacido hacía unos meses, a la
vez que se retiraba las gafas que solamente utilizaba de manera puntual - ¿Qué
tal ha ido el día?
- Bien
– Fernando le dio un beso mientras se quitaba la chaqueta y se aflojaba el nudo
de la corbata – el despacho sigue como siempre y tú ¿dónde has estado?
- Por
la mañana estuve de compras con Mari Carmen, comimos en una cafetería y luego
me fui a casa de Bárbara que hoy tocaba partida de bridge y a las siete y pico
me vine para aquí.
- ¿Tienes
algún plan para el sábado?
- En
principio no ¿por qué?
- Todavía
no lo se seguro, pero me da la impresión que nos va a invitar a comer Mariano
Improba.
- ¿El
de Burgos?
- Si
– Fernando se sirvió en una copa un cantidad escasa de whisky – tiene un
negocio a la vista y quiere que le asesore desde el punto de vista legal
- ¿Y
para eso tengo que ir yo?
- ¡Que
quieres que te diga! Para eso no, pero a mi me gustaría que me acompañaras
porque irme solo hasta Burgos no es algo que me apetezca especialmente, pero
bueno si no quieres tampoco se va a caer el mundo lo único es que entonces en
lugar de ir en coche me iría en tren.
- ¿Tu
quieres que vaya?
- Pues
claro – Fernando bebió un poco de whisky – eso me llevará un par de horas y
luego nos podemos comer un buen cordero
- ¿Solos
o con ese pesado?
- Mamen,
por favor, si no quieres ir, di que no y ya está
- Me
parece que te lo estoy diciendo bien claro
- Bueno,
venga vamos a hablar de otra cosa que no tengo ganas de ponerme de malhumor.
Mamen abrió el HOLA por
las páginas referentes a bodas de familias conocidas y se lo enseñó a su marido
-¿Has visto? Se ha casado
la hija de Julio y Maria Sanjuan
- ¿Esta es la que estaba
en Francia?
- Yo creo que si
- Es muy guapa ¿verdad?
- Tiene a quien salir
- Eso también es verdad porque la madre de
joven era una mujer bandera.
- ¿Tu saliste una temporada con ella?
- Si, pero no duró nada – Fernando la recordaba
como algo muy pasajero – se conoce que ella buscaba algo mejor.
- Ya – Mamen continuó hojeando la revista
mientras que su marido, como todas las noches se enfrascaba en el crucigrama
del ABC y ya no levantaba la vista hasta que lo terminaba. Casi sin levantar la
vista del periódico Fernando comentó:
- ¿Sabes quien me ha llamado hoy por la tarde
al despacho?
- ¿Quién?
- No se si te acordarás de él, un tal Alvaro
Cuesta
Mamen de manera casi
automática escondió su rostro detrás de la revista que estaba leyendo y
tratando de mantener la calma preguntó:
- Si,
hombre, si era uno de los Médicos de la UVI que te atendió cuando el infarto y
¿qué quería?
- Eso
me gustaría a mi saber – contestó Fernando sin quitar la vista del periódico
mientras escribía la tercera horizontal correspondiente a capital de una
provincia catalana – me ha tenido un buen rato al teléfono y al final no me he
enterado. Eso si que quiere hablar conmigo para un asunto que puede ser muy interesante, pero no me ha querido
decir qué
A Mamen un color le iba y
otro le venía haciendo que las hojas de la revista tras la que se escondía
cambiaran casi de color. Hacía muy pocos días que había hablado con él y se
temió lo peor.
- Y al final ¿en que habéis quedado?
- Que me llamaría la semana que viene y que te
diera recuerdos de su parte. El caso es
que no tengo ni idea quien es, pero él parecía acordarse muy bien.
- Yo si que se quien es – Mamen intentaba
mantener la tranquilidad – porque era el que me informaba casi todos los días
de tu evolución y le estoy muy agradecida porque gracias a él también podía
estar mas tiempo contigo en la UVI.
- Ya- Fernando seguía con el bolígrafo en la
mano dándole vueltas a la siete vertical que era algo como calofate, califote,
calafate, eso es calafate población argentina – lo curioso es que él se acuerda
perfectamente de mi y hace ya un montón de años.
Mamen dejó la revista a un
lado, se acercó por detrás a su marido que seguía enfrascado en el crucigrama,
le rodeó con los brazos y después de darle un beso en la nuca le dijo de una
manera insinuante:
- Es
lógico que se acuerde porque tú eras un enfermo muy especial
Fernando se agarró a los
brazos de su mujer y la apretó con fuerza
- ¿Cuánto
de especial?
- Todo
y tu lo sabes
- Bueno,
bueno, esto se pone interesante, pero teniendo en cuenta que llevamos treinta y
tantos años casados lo primero cenar y después ya veremos.
- ¡Que
materialista eres! Para un día que te hago proposiciones me sales con eso de
¿qué hay para cenar? Solo falta que me digas cariño y ya haces la faena
completa.
- Si
quieres que te diga la verdad, me apetece mucho mas tu proposición que el
resto, pero lo que pasa es que el hombre es un animal que necesita comer y si
no lo hace se muere
- Ya,
ya, menuda cara
Alvaro Cuesta colgó el
teléfono y se quedó un rato con la mente como en blanco. Permanecía sentado en
el sillón de su pequeño apartamento cercano al Hospital, la guardia del día
anterior había sido bastante movida y lo único que le apetecía era cerrar los
ojos y dormir, sobre todo después de haber hablado con Fernando Altozano y
dejar para la próxima semana la entrevista que había imaginado desde hacía
tantos años y que la había aparcado en un rincón de su cerebro pero que ahora
volvía a asomar después de haber hablado con Mamen aunque solo fuera por
teléfono.
- Parece
mentira como se puede querer tanto a una persona a pesar de no verla durante
años y años - pensó – pero eso es lo que me pasa a mi. No me hubiera gustado
que se hubiera convertido en una obsesión, pero así ha sido y así hay que
aceptarlo y tampoco me imaginaba que llegaría a ésta situación pero tengo que
hablar con su marido porque si le hago la vida imposible, la relación de pareja
seguro que se tiene que deteriorar y por ahí espero volver a tener alguna
oportunidad, de lo contrario no se que va a ser de mi vida ahora que, por fin,
Mamen ha aparecido.
El apartamento se fue
oscureciendo como si una nube negra lo envolviera y Alvaro se durmió profundamente.
No soñó o por lo menos si lo hizo no se acordaba y solamente se despertó cuando
el timbre del teléfono sonó insistentemente. Primero movió el brazo derecho
desplazándolo alrededor de la pequeña mesa que estaba al lado del sillón, a
continuación se estiró todo lo largo que era en el sofá donde había estado
placidamente dormido y por fin localizó el aurícular y con voz pastosa
preguntó:
- ¿Dígame?
- ¿Alvaro?
Fue oir la A de Alvaro y
ya sabía que era Mamen la que llamaba. Se despertó como si le hubieran echado
un cubo de agua fría sobre la cabeza, se sentó en el sillón y esbozó una
sonrisa:
- Parece
ser que mi estrategia ha dado resultado ¿verdad, mi amor? – contestó con una
voz suave
Mamen había llamado sin
pensar y era tal su enfado que estaba dispuesta a dejar resuelto ese asunto lo
antes posible
- Alvaro
deja en paz a mi marido o de lo contrario te voy a poner una denuncia por acoso
que acabas en la cárcel ¿te has enterado?
Que no te lo tenga que volver a repetir – dicho lo cual colgó sin dejar
ni un solo segundo que su interlocutor tuviera tiempo para responder.
El Forense Nicolás Lopez
García y el Inspector Santos Cuadros habían quedado para comer en el bar
“Carmina” situado a escaso metros de la Comisaría, lugar habitual de descanso
de los policías a la hora del almuerzo. Era un bar pequeño con una barra
imitando a latón entrando a mano derecha, donde se ubicaba la máquina de café y
cuatro grifos con cervezas de distintas graduaciones. Las copas estaban
situadas en una especie de hierro circular de color blanco por encima de las
cabezas de los clientes y presidiendo estaba Carmina, la dueña, una mujer de
mediana edad, cántabra, de manos enormes, cabello corto, morena, atractiva pero
mas por su simpatía que por sus facciones, amiga de todos los que entraban por
la puerta y solícita para atender a sus muchos clientes. A la hora de mas lío,
la ayudaban dos camareras que hacían las delicias de los comensales, la mayoría
policías fuera de servicio en esas horas del mediodía, una cubana con todos los
atributos de las mujeres del Caribe y otra ucraniana, todo lo contrario que su
compañera, cuerpo pequeño, ojos azules que te traspasaban y una manera de
hablar en la que se mezclaban palabras de su país con otras en un castellano
aprendido en muy pocos meses. Las dos sabían todo de la mayoría de los que se
sentaban a las mesas y normalmente les llamaban por sus nombres, excepto a las
que ellas consideraban como de mas edad, a los que respetuosamente trataban de
usted, aunque su actitud era igual de insinuante que para el resto de jóvenes
que llenaban el local.
El Inspector, como
siempre, estaba sentado dando la espalda a la pared, en un mesa para dos que le
había indicado Carmina y mirando directamente a la puerta de entrada. El
Forense sentado enfrente parecía no terminar nunca de darle explicaciones.
Habían tomado primero una sopa de fideos y ya estaba saboreando una merluza a
la gallega que en su plato de barro estaba para chuparse los dedos. La verdad
es que en Carmina se comía francamente bien y si no te salías del menú, la
cantidad a pagar era mínima
El Inspector levantó la
mano y solicitó dos cafés cortados y dos chupitos de hierbas
- Ya
te digo – el Forense se incorporó un poco hacia delante – yo me inclino porque
alguien la mató y casi inmediatamente la trasladó a la sierra y allí la tiró a
la cuneta para que pareciera un atropello, pero esa pobre chica, para mi que
fue envenenada o algo parecido
- ¿Signos
de violencia?
- Ni
el mas mínimo arañazo
- O
sea que conocía a su agresor
- Eso
lo dices tú como Policía porque yo no lo puedo afirmar.
- Hombre
– Santos le miró a los ojos - ¿tú conoces a alguien que lo vayan a matar y no
intente, por lo menos, agarrarse a su agresor?
- Eso
es lo habitual siempre y cuando estés consciente, pero si estás, mas o menos
dormido, no estás en situación de reaccionar.
- Y
¿no has visto nada en la autopsia?
- No
- Nicolás Lopez García se bebió el chupito de hierbas de un solo trago – y el
que lo hizo sabía lo que se traía entre manos porque no hay ni una sola huella
- Todo
con guantes
- Si
y como muy aséptico – El Médico Forense miró a su amigo a través del cristal
del pequeño vaso vacío – parecía como si la chica estuviera conforme con su
suerte
- ¿Y
eso?
- No
se, la expresión de su cara es de absoluta tranquilidad y eso es lo que mas me
llama la atención. Por no tener no tiene ni la mas mínima señal de sufrimiento.
- ¿Cómo
si estuviera anestesiada? – preguntó el Inspector
- Si,
pero tampoco – Nicolás Lopez García volvió a adoptar una postura como de no
saber por donde empezar - porque los
gases anestésicos dejan unas secuelas en los pulmones que se ven a simple vista
- ¿Los
has mandado a analizar?
- Si,
claro, por supuesto, pero no va a salir nada
- ¿Y
entonces?
- Pues
eso digo yo – una pausa volvió mas interesante su afirmación – este es el
típico asesinato que por nuestra parte va a ser muy difícil de aportar pruebas
- Bueno,
hombre tampoco te pongas así – el Inspector Cuadros, le apretó el antebrazo a
su amigo – en peores plazas hemos toreado y hasta ahora hemos resuelto todos
los casos
- Excepto
el del ruso ¿te acuerdas?
- Bueno,
bueno, ten paciencia porque lo mismo te doy una sorpresa un día de estos
- ¿No
me digas que después de casi tres años tienes alguna prueba?
- Es
posible – Santos Cuadros apuró lentamente su café cortado – hace unos días
detuvimos a uno buscado por la Interpol por un asunto de drogas y tiene toda la pinta que fue el que acabó
con la vida de su compatriota
- O
sea que ¿ya lo ha confesado?
- Bueno
ha empezado a contarnos cosas y todo parece indicar que vamos por el buen
camino.
- Eso
es lo que llaman por ahí la insistencia en la investigación – sonrió el Forense
- Todos
los casos están ahí hasta que se resuelven y si tienes paciencia, antes o
después se encuentra una solución.
- En
fin. Santos, lo siento no poder quedarme mas tiempo, pero tengo un montón de
informes para hacer y he quedado en el Instituto a las cuatro
- ¿Tienes
coche?
- No
- Si
quieres te llevo y seguimos charlando por el camino
- Por
mi, encantado.
- ¿Vamos?
- Pero
déjame pagar a mi
- Ni
hablar – el Inspector pidió la cuenta – te recuerdo que estás en mi territorio,
cuando estemos en el Juzgado te tocará a ti.