También se me ha ocurrido publicar un día todos estos comentarios juntos y el título podría ser "Alegrías y sinsabores de un aficionado a escribir" Total que como veis hoy ha sido un día de ocurrencias y por eso termino con una que no es de hoy y es aquello de ser lo mas felices posible porque esto va que parece que los días pasan a la velocidad del sonido.
Un abrazo para todos
Tino Belas
P.D.- No se si habrá algún cardiólogo que se llama Garcia de Tribes pero estaréis de acuerdo conmigo en que es un nombre bonito ¡a que si! y al que no lo guste que le ponga otro y tan amigos. Adiós y hasta el próximo capítulo que no se cuando será.
Fernando permanecía
sentado en la sala de espera del lujoso edificio de consulta que para tal fin
disponía el Colegio de Abogados muy cerca de su casa, tan solo a unos cientos
de metros hacia abajo por la calle de Serrano. Había subido despacio pero a
propósito, los escalones que unían la entrada con la primera planta, en una
especie de prueba de esfuerzo voluntaria y se había acomodado en una de las
esquinas de la amplia sala. Desde allí, dominaba la escalera y el pequeño mostrador
donde una recepcionista joven distribuía, informaba a los recién llegados con
una sonrisa, citaba a través de un teléfono situado a su izquierda e introducía a los enfermos y acompañantes a la
consulta del Dr. Garcia de Tribes. Desde su improvisado puesto de mando,
Fernando Altozano admiraba la eficacia de la Señorita Cristina
Vazquez, así constaba en una chapita que se mantenía en la solapa de su
uniforme azul, y la facilidad de movimientos para estar al teléfono y entrar y
salir de la consulta con una rapidez inusitada, pero sin dar sensación de hacer
las cosas con prisas. Parecía como si cada persona que solicitase información
en el mostrador, cada una, fuera el único caso en el mundo; su atención era tal
que algunos se quedaban sorprendidos de tanta eficacia. Fernando permanecía
sentado con cara de distraído esperando las frecuentes salidas y entonces
observaba sus hermosas piernas que comenzaban en una zona realzada por una falda ajustada. Sus caderas
se movían rítmicamente, aunque la chaqueta le cubría lo necesario para poder
dar rienda suelta a la imaginación de cada uno, lo que venía muy bien a los que
esperaban. Algunos parecían más atentos, mientras que otros permanecían
atrapados por las revistas que sujetas a unos cartones se distribuían en las
diferentes mesas colocadas a lo largo y ancho de la sala de espera. Fernando y
Mamen esperaban pacientemente y comentaban que era la primera vez que asistían
a la consulta del Cardiólogo. El movimiento era espectacular y la gente entraba
y salía como si de una estación del Metro se tratara e incluso, por dentro,
debía haber una especie de recorrido porque algunos entraban por una puerta y
salían por otra situada unos metros mas allá.
- Eso se llama organización – Mamen permanecía
extasiada ante tanto movimiento.
- Claro, es natural –
Fernando se ajustó el cuello de la camisa que le quedaba especialmente ancho –
si no, sería imposible.
La secretaria hizo tres o
cuatro llamadas antes de anunciar
- ¿Don Fernando Altozano, por favor?
Fernando y Mamen se levantaron,
dejaron alguna revista encima de la mesa y se aproximaron al mostrador.
- ¿ Me deja su tarjeta del Colegio de Abogados,
por favor?
- Faltaría más, señorita – Fernando sacó su
cartera del bolsillo interior izquierdo de su chaqueta y se la entregó.
- Muchas gracias – La recepcionista introdujo
la tarjeta por un aparato conectado al teléfono para así quedar registrado y
con un leve movimiento de su cabeza les indicó que la acompañaran. Abrió la
puerta del despacho y les introdujo en el despacho del cardiólogo.
- Doctor, D. Fernando Altozano, del Colegio de
Abogados.
- Gracias, Cris – El Dr. García de Tribes se
levantó y se acercó con la mano derecha tendida hacia Mamen
- Señora, es un placer. Don Fernando,
encantado. Siéntense por favor.
El despacho era funcional.
No muy grande, pero con algo que lo hacía
acogedor. La mesa, grande y de caoba, establecía una distancia entre
paciente y Médico que la salvaba el cardiólogo con una sonrisa con la que
intentaba establecer un primer contacto que diera algo de confianza.
Era un hombre de unos
cincuenta y tantos años, pelo blanco engominado, facciones agradables, anillo
de casado en uno de los dedos de su mano izquierda, bata blanca inmaculada,
tres bolígrafos y un lapicero iguales en el bolsillo superior y camisa azul con
múltiples rayas blancas, todo ello haciendo juego con una corbata de estribos
también con tonos azules. La imagen del especialista, detrás de la mesa se
veía complementada con un cuadro en la
pared de bonito marco y típico dibujo de cacería inglesa. Sobre la mesa una
carpeta de cuero negro en la que se instalaban unas cuantas cuartillas y en el
centro el teclado de un ordenador. A un lado, una especie de bote pequeño con
varios lápices y bolígrafos y a la derecha un cuadro de la que se suponía que
era su mujer y un montón de gente que los rodeaba, se suponía que serían hijos
y algunos nietos.
A su derecha una pequeña
mesa auxiliar en la que se instalaba una enfermera que con su bata blanca era
la encargada de suministrar los volantes necesarios de las distintas Sociedades
Médicas.
A la izquierda un biombo
como de moqueta en tonos cremas, separaba la zona de consulta de otra en al que
se veía una parte de una camilla de reconocimiento y una mesa en la que estaba
instalado un aparato para hacer electrocardiogramas.
- Buenos días, Don Fernando, ¿cómo está usted?
– La voz del Dr. García de Tribes era suave, agradable y con un acento como
andaluz.
- Muy bien – Contestó Fernando
- ¿ Y usted? – El Doctor miró directamente a
los ojos de Mamen, quien se mostró totalmente sorprendida.
- Perdone, pero el paciente es él- contestó de
una forma casi instantánea.
- Ya, ya, ya lo sé – El galeno esbozó una
sonrisa dejando entrever una dentadura bien cuidada – pero usted seguro que
tiene mucho que ver.
- ¿Yo? ¡ que va! – Mamen seguía con una cara
completamente aturdida mientras miraba indistintamente al Médico y a su marido.
- Por favor, no me entienda mal- El cardiólogo
trataba de establecer un clima de diálogo con sentido del humor – no he querido
decir, de ninguna manera, que usted sea la causante de sus males, por favor, no
– el doctor se rió abiertamente – quería decirle que los Médicos tratamos las
enfermedades, pero los familiares directos son los que las sufren. Eso es lo
que quería decir, perdone si me he expresado mal.
Mamen también se rió,
mientras Fernando les miraba con expresión algo preocupada. Pensaba que aquel
cardiólogo era un gracioso y no estaba la situación como para tomársela a
broma, un infarto era un infarto y él un enfermo que merecía ser objeto de
todas las atenciones, pero, en fín, cada uno plantea la consulta como quiera y
de este Médico le habían hablado maravillas en su Sociedad y tampoco estaba él
para armar muchos líos, o sea que lo mejor era callarse y esperar acontecimientos.
- Bueno, bueno, Don Fernando, o sea, que ha
tenido un buen susto ¿verdad? - Esta vez parecía que, por fín, la consulta era
para él.
- Si, hace hoy sesenta y siete días y nueve
horas – contestó Fernando que tenía la mala costumbre de acordarse de absolutamente
todas la fechas.
- Según he leído en el informe del Hospital,
tuvo un infarto de pared postero lateral ¿es cierto?
- Si, ¿quiere ver las pruebas que me hicieron?
– Fernando abrió un sobre en el que había clasificado todas las pruebas que le habían
hecho en el Hospital.
- No, déjelo – el doctor hizo un gesto como de
que no le hacían falta para nada – luego me las deja y las miro tranquilamente.
Ahora me interesa más hacerle una historia clínica completa, ¿de acuerdo?
- Muy bien, usted manda – Fernando se dispuso a
contestar a todas las preguntas como si de un examen se tratara – estoy a su
disposición.
La enfermera que
permanecía sentada a la derecha del Doctor Garcia de Tribes se levantó y de un
pequeño archivador extrajo unos papeles que le entregó al Médico. Este los
depositó cuidadosamente sobre la carpeta de piel y después de abrir una pluma
estilográfica con el capuchón dorado se dispuso a transcribir al conversación
- ¿Nombre?
- Fernando Altozano Ortiz de Mendivil
- Supongo que es usted Abogado ¿no?
- Si.
- ¿Fecha de nacimiento, por favor?
- Cinco de Mayo de 1945
- O sea que anda rondando los cincuenta ¿no?
- Si, cuarenta y nueve para ser exactos.
- Supongo que casado
- Si
- ¿Hijos?
- Tres vivos, aunque teníamos cuatro.
- ¿De qué murió?
- De un accidente en la guardería
- ¿Con cuantos años?
- Tenía tres años.
El Dr. Garcia de Tribes
apreció como las lágrimas trataban de abrirse camino en los ojos de Fernando y
continuó con la realización de la historia clínica
- Perdone, pero no tengo mas remedio que hacer
este tipo de preguntas.
- No se preocupe – Fernando se repuso rápidamente
- ¿Dónde vive?
- En la calle de Ayala, número diecinueve
- Vive aquí al lado, ¡que suerte!
- Si, en poco mas de cinco minutos andando
estamos en la consulta.
- ¿Fuma?
- Fumaba
- ¿Mucho?
- Muchísimo
- ¿Cigarrillos?
- Si, sobre todo, Ducados y algún puro que
otro.
- ¿Un paquete al día?
- Yo diría que dos y a veces tres.
- Ya
- ¿Bebe?
- Últimamente más, pero no excesivamente.
- ¿Vino y copas o vino solo?
- Vino en las comidas y copas.
- ¿Todos los días?
- Últimamente, si.
- ¿Hace algún deporte con regularidad?
- Últimamente no, pero hasta hace unos meses
iba a un gimnasio tres veces por semana
-¿Tiene mucho trabajo?
- Mucho mas del que yo quisiera
- Ya, perdóneme un inciso – El Dr. García de
Tribes se echó hacia atrás en el sillon, se retiró las gafas y se pasó un
pañuelo por el ojo izquierdo, colocándose nuevamente las gafas en su posición,
después limpiarlas cuidadosamente con una gamuza de paño que sacó del cajón
central de la mesa – usted era un candidato al infarto porque cumplía todos los
requisitos y encima seguro que estaba gordo ¿verdad?
- Si, en este tiempo he adelgazado casi quince
kilos, o sea que si, la verdad es que estaba mas gordo que nunca.
- Todo lo que me cuenta se fue produciendo de
una manera progresiva o fue un cambio rápido.
- No, no fue de un día para otro, pero casi. Yo
diría que en el último año fue cuando se acumuló todo – Fernando miró a Mamen -
¿tú que crees?
- Hombre – Mamen trataba de mantener una
posición neutral, aunque sabía que su opinión necesariamente tenía que ser
subjetiva – está claro que últimamente estabas mucho mas agobiado, pero yo creo
que desde la ampliación del despacho empezaste a tener muchísimo trabajo y
venías menos a casa.
- ¿Ponemos que dos años?
- Si, por lo menos.
- ¿Problemas en el trabajo?
- Hombre, problemas así como muy gordos no,
pero ya se sabe que cuando se llevan muchos asuntos, pues siempre hay líos,
pero afortunadamente no me puedo quejar.
- ¿Tiene mucha gente a su cargo?
- Actualmente doce personas
- ¿Problemas familiares?
- No, ninguno.
Fernando volvió a mirar a
su esposa que, como en toda la entrevista, trataba de mantenerse al margen
- Últimamente si, quizás por el exceso de
trabajo o por lo que fuera, el caso es que nos pasábamos el día discutiendo
- Cuando discutian era ¿en un bar o en su
domicilio?
Casi a la vez, los dos
negaron con la cabeza
- ¿En casa?
- Si
- ¿Estaban sus hijos delante cuando discutían.?
- No
- ¿Nunca?
- No, seguro que los niños no se enteraban de
nada porque siempre eran en nuestro dormitorio ¿verdad? - Fernando miró a su
mujer que asentía con firmeza
- Me dijo que tenían tres hijos me parece ¿no?
. El Dr. García de Tribes removió las cuartillas que tenía ante sí- ¿cómo se
llaman?
- Iciar, Fernando y Beltrán
- ¿De qué edades?
Mamen se adelantó a
contestar:
- De catorce la niña y los niños tienen doce y
tres años.
El Doctor trató de
introducir algo que disminuyera la tensión de aquella entrevista en la que se
adivinaba que se estaba acercando al punto álgido por la manera de contestar:
- ¿Se ha dado cuenta, Don Fernando que cuando
se pregunta la edad de los hijos siempre contestan las mujeres?
- Es cierto – Fernando afirmó con la cabeza,
aunque en mi caso no debería ser así porque yo tengo muy buena memoria y me
acuerdo de todas.
- ¡ Que suerte! Sin embargo yo para esas cosas
soy un desastre. En fín, siento tener que hacer este tipo de preguntas, pero no
tengo mas remedio. ¿Se acuerda como fué el infarto?
- Naturalmente, fué un martes por la noche.
- Ya, pero dígame que fue lo que sintió, ¿el
dolor fue muy agudo?
- Mas que agudo, fue como inesperado, como si
se me rompieran todos los esquemas y el mundo se me viniera abajo.
- ¿Le dio tiempo a pedir ayuda?
- No
- Y usted – su mirada se cruzó con la de Mamen
- ¿cómo se dio cuenta?
- Pues si quiere que le diga la verdad, lo he
pensado infinidad de veces desde entonces y no se lo puedo explicar – la mujer
sintió en su cabeza el mismo sonido de la noche del infarto. Era un sonido
particular, como si quisiera avisarte de un peligro inminente – ¡que se yo! He
padecido esa sensación multitud de veces desde aquel día de Marzo y aunque no
quieras, es como si un sexto sentido te dijese que algo importante estaba
ocurriendo y cuando llegas al cuarto y te encuentras a tu marido en el suelo,
entonces es cuando te das cuenta que lo que parecía mentira se había convertido
en realidad.
- ¿Cómo cuanto tardaron los Servicios de
Emergencia en llegar a casa? – El Dr.
García de Tribes continuaba con su interrogatorio casi policial mientras
no perdía de vista a su paciente tratando de extraer hasta la última gota de
información para un mejor análisis clínico del proceso.
Fernando se removió en la
silla con el ánimo de opinar en aquella larga entrevista, pero no tenía
respuestas
- Para mí no mire que yo no estaba para nadie
en aquellos momentos. No tengo ni idea de todo lo sucedido desde el día del
infarto, hasta tres o cuatro días después, pero seguro que Mamen se acuerda
¿verdad que si?
- Por supuesto – Mamen trató de esbozar una
sonrisa – y no fue mucho, lo que ocurre es que en esos momentos cada segundo es
toda una eternidad, pero no pasarían mas de diez o quince minutos.
- ¿Sabe usted si cuando llegaron le intubaron?
- No tengo ni idea porque no nos dejaron estar
con él, pero cuando le ví en la
UVI de La Paz
si que estaba intubado.
- Ya, pero eso es lógico – el cardiólogo
continuaba apuntando en las cuartilla con su membrete que tenía encima de la
mesa. A veces, levantaba la cabeza y se quedaba mirando fijamente a su paciente
y en ocasiones parecía como dudar y se mantenía silencioso. Fue en uno de esos
instantes cuando Fernando miró a su mujer e hizo un gesto como de incredulidad.
Mamen lo entendió y se apresuró a preguntar
- Doctor, perdone pero ¿tantas preguntas son
porque mi marido está muy mal?
El doctor García de Tribes
no pudo por menos que sonreir. Sus amigos se lo habían comentado en diferentes
ocasiones y se confirmaba en este caso. Los pacientes no estaban acostumbrados
a que les hicieran una historia clínica completa en la que se incluyeran todos
los aspectos relacionados con su enfermedad y como le había sucedido en
múltiples ocasiones, todas aquellas preguntas parecían una exageración y los
pacientes entendían que cuando un Médico les dedica tanto tiempo era porque
algo raro tenía que suceder.
- No, no que va, su marido tiene muy buena pinta,
aunque todavía no le he explorado, pero todas estas preguntas no son porque
esté pensando en nada malo, ni mucho menos, lo que ocurre es que, por ejemplo,
para saber la evolución no es igual si su marido estuvo sin oxígeno cinco
minutos o media hora hasta que llegó al Hospital, o sea que no se preocupe ¿de
acuerdo?
Mamen afirmó con la cabeza
mientras la enfermera le indicaba a Fernando que se fuera descubriendo para
hacerle un electrocardiograma. Siguiendo sus indicaciones, se tumbó en una
camilla y se dejó aplicar los electrodos en el tórax, ambas muñecas y ambos
tobillos. La enfermera permanecía atenta al aparato que dejaba resbalar una
tira de papel en la que quedaba marcada la actividad de su corazón y con
movimientos repetitivos anotaba algunos datos que se los iba pasando al Médico.
A continuación, el Cardiólogo le hizo una auscultación cuidadosa y mientras
cambiaba el fonendo de lugar iba indicando al paciente, respire, no respire,
respire, no respire