sábado, 12 de julio de 2014

EL TRIO DE DOS: CAPITULO 44


 Queridos blogueros/as: Esto de copiar a este bloc una novela escrita en parte hace años, tiene una cosa divertida y es que cada día te encuentras con una sorpresa. Posiblemente sea una cuestión premeditada, tengo que reconocer como siempre, que no me acuerdo pero no tengo ni idea que pinta este capítulo aquí, pero bueno  escribir algo sobre una consulta de cardiología tampoco está mal y siempre se aprende.
Como dijo Merce una vez, esta novela parece un ir y venir de aquí para allá, todo unido, como si fuera un hilo conductor sin haber sido desmajado,  por la pareja de Fernando Altozano y Mamen y en ese sentido se puede entender este capítulo. Le acaba de "arrear" el infarto y allí que está el Abogado Altozano y ya está. Eso para vosotros muy bien, pero para mi que ahora ando por el capítulo 68 es un follón, claro que como estoy acabando me da un poco igual o mas exactamente me importa un pito porque el final discurre por otros derroteros eso si, siempre unido por esa madeja del hilo conductor sin desmadejar. 
Es una pena no haber nacido poeta porque desde hace meses y viendo a la velocidad que pasan las semanas se me había ocurrido escribir una poesía que se tendría que titular "Joder, como pasa el tiempo" porque ¿os habéis dado cuenta que ya estamos en verano otra vez? y ahora si que es verdad aquello que parece que fue ayer, pero hace un año. Lo siento tener que repetirme, pero joder como pasa el tiempo. Tan deprisa que para los que no lo sepáis ya no tengo consulta, o sea que ahora si que soy un Cirujano de Mano Jubilado y no digo Médico Jubilado porque suena demasiado rimbombante porque con el paso de los años puedo decir, eso es una de las ventajas de jubilarse, que yo del codo para abajo sabía bastante, por no decir que mucho, pero de ahí para arriba sabía bastante menos. En fin, lo que os decía, joder como pasa el tiempo, jubilado y yo con estos pelos y casi sin esos pelos
También se me ha ocurrido publicar un día  todos estos comentarios juntos y el título podría ser "Alegrías y sinsabores de un aficionado a escribir" Total que como veis hoy ha sido un día de ocurrencias y por eso termino con una que no es de hoy y es aquello de ser lo mas felices posible porque esto va que parece que los días pasan a la velocidad del sonido.
Un abrazo para todos
Tino  Belas
P.D.- No se si habrá algún cardiólogo que se llama Garcia de Tribes pero estaréis de acuerdo conmigo en que es un nombre bonito ¡a que si! y al que no lo guste que le ponga otro y tan amigos. Adiós y hasta el próximo capítulo que no se cuando será.



 CAPITULO 44.-

Fernando permanecía sentado en la sala de espera del lujoso edificio de consulta que para tal fin disponía el Colegio de Abogados muy cerca de su casa, tan solo a unos cientos de metros hacia abajo por la calle de Serrano. Había subido despacio pero a propósito, los escalones que unían la entrada con la primera planta, en una especie de prueba de esfuerzo voluntaria y se había acomodado en una de las esquinas de la amplia sala. Desde allí, dominaba la escalera y el pequeño mostrador donde una recepcionista joven distribuía, informaba a los recién llegados con una sonrisa, citaba a través de un teléfono situado a su izquierda e  introducía a los enfermos y acompañantes a la consulta del Dr. Garcia de Tribes. Desde su improvisado puesto de mando, Fernando Altozano admiraba la eficacia de la Señorita Cristina Vazquez, así constaba en una chapita que se mantenía en la solapa de su uniforme azul, y la facilidad de movimientos para estar al teléfono y entrar y salir de la consulta con una rapidez inusitada, pero sin dar sensación de hacer las cosas con prisas. Parecía como si cada persona que solicitase información en el mostrador, cada una, fuera el único caso en el mundo; su atención era tal que algunos se quedaban sorprendidos de tanta eficacia. Fernando permanecía sentado con cara de distraído esperando las frecuentes salidas y entonces observaba sus hermosas piernas que comenzaban en una zona   realzada por una falda ajustada. Sus caderas se movían rítmicamente, aunque la chaqueta le cubría lo necesario para poder dar rienda suelta a la imaginación de cada uno, lo que venía muy bien a los que esperaban. Algunos parecían más atentos, mientras que otros permanecían atrapados por las revistas que sujetas a unos cartones se distribuían en las diferentes mesas colocadas a lo largo y ancho de la sala de espera. Fernando y Mamen esperaban pacientemente y comentaban que era la primera vez que asistían a la consulta del Cardiólogo. El movimiento era espectacular y la gente entraba y salía como si de una estación del Metro se tratara e incluso, por dentro, debía haber una especie de recorrido porque algunos entraban por una puerta y salían por otra situada unos metros mas allá.
-  Eso se llama organización – Mamen permanecía extasiada ante tanto movimiento.
- Claro, es natural – Fernando se ajustó el cuello de la camisa que le quedaba especialmente ancho – si no, sería imposible.
La secretaria hizo tres o cuatro llamadas antes de anunciar
-  ¿Don Fernando Altozano, por favor?
Fernando y Mamen se levantaron, dejaron alguna revista encima de la mesa y se aproximaron al mostrador.
-  ¿ Me deja su tarjeta del Colegio de Abogados, por favor?
-  Faltaría más, señorita – Fernando sacó su cartera del bolsillo interior izquierdo de su chaqueta y se la entregó.
-  Muchas gracias – La recepcionista introdujo la tarjeta por un aparato conectado al teléfono para así quedar registrado y con un leve movimiento de su cabeza les indicó que la acompañaran. Abrió la puerta del despacho y les introdujo en el despacho del cardiólogo.
-  Doctor, D. Fernando Altozano, del Colegio de Abogados.
-  Gracias, Cris – El Dr. García de Tribes se levantó y se acercó con la mano derecha tendida hacia Mamen
-  Señora, es un placer. Don Fernando, encantado. Siéntense por favor.
El despacho era funcional. No muy grande, pero con algo que lo hacía  acogedor. La mesa, grande y de caoba, establecía una distancia entre paciente y Médico que la salvaba el cardiólogo con una sonrisa con la que intentaba establecer un primer contacto que diera algo de confianza.
Era un hombre de unos cincuenta y tantos años, pelo blanco engominado, facciones agradables, anillo de casado en uno de los dedos de su mano izquierda, bata blanca inmaculada, tres bolígrafos y un lapicero iguales en el bolsillo superior y camisa azul con múltiples rayas blancas, todo ello haciendo juego con una corbata de estribos también con tonos azules. La imagen del especialista, detrás de la mesa se veía  complementada con un cuadro en la pared de bonito marco y típico dibujo de cacería inglesa. Sobre la mesa una carpeta de cuero negro en la que se instalaban unas cuantas cuartillas y en el centro el teclado de un ordenador. A un lado, una especie de bote pequeño con varios lápices y bolígrafos y a la derecha un cuadro de la que se suponía que era su mujer y un montón de gente que los rodeaba, se suponía que serían hijos y algunos nietos.
A su derecha una pequeña mesa auxiliar en la que se instalaba una enfermera que con su bata blanca era la encargada de suministrar los volantes necesarios de las distintas Sociedades Médicas.
A la izquierda un biombo como de moqueta en tonos cremas, separaba la zona de consulta de otra en al que se veía una parte de una camilla de reconocimiento y una mesa en la que estaba instalado un aparato para hacer electrocardiogramas.
-  Buenos días, Don Fernando, ¿cómo está usted? – La voz del Dr. García de Tribes era suave, agradable y con un acento como andaluz.
-  Muy bien – Contestó Fernando
-  ¿ Y usted? – El Doctor miró directamente a los ojos de Mamen, quien se mostró totalmente sorprendida.
-  Perdone, pero el paciente es él- contestó de una forma casi instantánea.
-  Ya, ya, ya lo sé – El galeno esbozó una sonrisa dejando entrever una dentadura bien cuidada – pero usted seguro que tiene mucho que ver.
-  ¿Yo? ¡ que va! – Mamen seguía con una cara completamente aturdida mientras miraba indistintamente al Médico y a su marido.
-  Por favor, no me entienda mal- El cardiólogo trataba de establecer un clima de diálogo con sentido del humor – no he querido decir, de ninguna manera, que usted sea la causante de sus males, por favor, no – el doctor se rió abiertamente – quería decirle que los Médicos tratamos las enfermedades, pero los familiares directos son los que las sufren. Eso es lo que quería decir, perdone si me he expresado mal.
Mamen también se rió, mientras Fernando les miraba con expresión algo preocupada. Pensaba que aquel cardiólogo era un gracioso y no estaba la situación como para tomársela a broma, un infarto era un infarto y él un enfermo que merecía ser objeto de todas las atenciones, pero, en fín, cada uno plantea la consulta como quiera y de este Médico le habían hablado maravillas en su Sociedad y tampoco estaba él para armar muchos líos, o sea que lo mejor era callarse y esperar acontecimientos.
-  Bueno, bueno, Don Fernando, o sea, que ha tenido un buen susto ¿verdad? - Esta vez parecía que, por fín, la consulta era para él.
-  Si, hace hoy sesenta y siete días y nueve horas – contestó Fernando que tenía la mala costumbre de acordarse de absolutamente todas la fechas.
-  Según he leído en el informe del Hospital, tuvo un infarto de pared postero lateral ¿es cierto?
-  Si, ¿quiere ver las pruebas que me hicieron? – Fernando abrió un sobre en el que había clasificado todas las pruebas que le habían hecho en el Hospital.
-  No, déjelo – el doctor hizo un gesto como de que no le hacían falta para nada – luego me las deja y las miro tranquilamente. Ahora me interesa más hacerle una historia clínica completa, ¿de acuerdo?
-  Muy bien, usted manda – Fernando se dispuso a contestar a todas las preguntas como si de un examen se tratara – estoy a su disposición.
La enfermera que permanecía sentada a la derecha del Doctor Garcia de Tribes se levantó y de un pequeño archivador extrajo unos papeles que le entregó al Médico. Este los depositó cuidadosamente sobre la carpeta de piel y después de abrir una pluma estilográfica con el capuchón dorado se dispuso a transcribir al conversación
-  ¿Nombre?
-  Fernando Altozano Ortiz de Mendivil
-  Supongo que es usted Abogado ¿no?
-  Si.
-  ¿Fecha de nacimiento, por favor?
-  Cinco de Mayo de 1945
-  O sea que anda rondando los cincuenta ¿no?
-  Si, cuarenta y nueve para ser exactos.
-  Supongo que casado
-  Si
-  ¿Hijos?
-  Tres vivos, aunque teníamos cuatro.
-  ¿De qué murió?
-  De un accidente en la guardería
-  ¿Con cuantos años?
-  Tenía tres años.
El Dr. Garcia de Tribes apreció como las lágrimas trataban de abrirse camino en los ojos de Fernando y continuó con la realización de la historia clínica
-  Perdone, pero no tengo mas remedio que hacer este tipo de preguntas.
-  No se preocupe – Fernando se  repuso rápidamente
-  ¿Dónde vive?
-  En la calle de Ayala, número diecinueve
-  Vive aquí al lado, ¡que suerte!
-  Si, en poco mas de cinco minutos andando estamos en la consulta.
-  ¿Fuma?
-  Fumaba
-  ¿Mucho?
-  Muchísimo
-  ¿Cigarrillos?
-  Si, sobre todo, Ducados y algún puro que otro.
-  ¿Un paquete al día?
-  Yo diría que dos y a veces tres.
-  Ya
-  ¿Bebe?
-  Últimamente más, pero no excesivamente.
-  ¿Vino y copas o vino solo?
-   Vino en las comidas y copas.
-  ¿Todos los días?
-  Últimamente, si.
-  ¿Hace algún deporte con regularidad?
-  Últimamente no, pero hasta hace unos meses iba a un gimnasio tres veces por semana
-¿Tiene mucho trabajo?
-  Mucho mas del que yo quisiera
-  Ya, perdóneme un inciso – El Dr. García de Tribes se echó hacia atrás en el sillon, se retiró las gafas y se pasó un pañuelo por el ojo izquierdo, colocándose nuevamente las gafas en su posición, después limpiarlas cuidadosamente con una gamuza de paño que sacó del cajón central de la mesa – usted era un candidato al infarto porque cumplía todos los requisitos y encima seguro que estaba gordo ¿verdad?
-  Si, en este tiempo he adelgazado casi quince kilos, o sea que si, la verdad es que estaba mas gordo que nunca.
-  Todo lo que me cuenta se fue produciendo de una manera progresiva o fue un cambio rápido.
-  No, no fue de un día para otro, pero casi. Yo diría que en el último año fue cuando se acumuló todo – Fernando miró a Mamen - ¿tú que crees?
-  Hombre – Mamen trataba de mantener una posición neutral, aunque sabía que su opinión necesariamente tenía que ser subjetiva – está claro que últimamente estabas mucho mas agobiado, pero yo creo que desde la ampliación del despacho empezaste a tener muchísimo trabajo y venías menos a casa.
-  ¿Ponemos que dos años?
-  Si, por lo menos.
-  ¿Problemas en el trabajo?
-  Hombre, problemas así como muy gordos no, pero ya se sabe que cuando se llevan muchos asuntos, pues siempre hay líos, pero afortunadamente no me puedo quejar.
-  ¿Tiene mucha gente a su cargo?
-  Actualmente doce personas
-  ¿Problemas familiares?                                                                              
-  No, ninguno.
Fernando volvió a mirar a su esposa que, como en toda la entrevista, trataba de mantenerse al margen
-  Últimamente si, quizás por el exceso de trabajo o por lo que fuera, el caso es que nos pasábamos el día discutiendo
-  Cuando discutian era ¿en un bar o en su domicilio?
Casi a la vez, los dos negaron con la cabeza
-  ¿En casa?
-  Si
-  ¿Estaban sus hijos delante cuando discutían.?
-  No
-  ¿Nunca?
-  No, seguro que los niños no se enteraban de nada porque siempre eran en nuestro dormitorio ¿verdad? - Fernando miró a su mujer que asentía con firmeza
-  Me dijo que tenían tres hijos me parece ¿no? . El Dr. García de Tribes removió las cuartillas que tenía ante sí- ¿cómo se llaman?
-  Iciar, Fernando y Beltrán
-  ¿De qué edades?
Mamen se adelantó a contestar:
-  De catorce la niña y los niños tienen doce y tres años.
El Doctor trató de introducir algo que disminuyera la tensión de aquella entrevista en la que se adivinaba que se estaba acercando al punto álgido por la  manera de contestar:
-  ¿Se ha dado cuenta, Don Fernando que cuando se pregunta la edad de los hijos siempre contestan las mujeres?
-  Es cierto – Fernando afirmó con la cabeza, aunque en mi caso no debería ser así porque yo tengo muy buena memoria y me acuerdo de todas.
-  ¡ Que suerte! Sin embargo yo para esas cosas soy un desastre. En fín, siento tener que hacer este tipo de preguntas, pero no tengo mas remedio. ¿Se acuerda como fué el infarto?
-  Naturalmente, fué un martes por la noche.
-  Ya, pero dígame que fue lo que sintió, ¿el dolor fue muy agudo?
-  Mas que agudo, fue como inesperado, como si se me rompieran todos los esquemas y el mundo se me viniera abajo.
-  ¿Le dio tiempo a pedir ayuda?
-  No
-  Y usted – su mirada se cruzó con la de Mamen - ¿cómo se dio cuenta?
-  Pues si quiere que le diga la verdad, lo he pensado infinidad de veces desde entonces y no se lo puedo explicar – la mujer sintió en su cabeza el mismo sonido de la noche del infarto. Era un sonido particular, como si quisiera avisarte de un peligro inminente – ¡que se yo! He padecido esa sensación multitud de veces desde aquel día de Marzo y aunque no quieras, es como si un sexto sentido te dijese que algo importante estaba ocurriendo y cuando llegas al cuarto y te encuentras a tu marido en el suelo, entonces es cuando te das cuenta que lo que parecía mentira se había convertido en realidad.
-  ¿Cómo cuanto tardaron los Servicios de Emergencia en llegar a casa? – El Dr.  García de Tribes continuaba con su interrogatorio casi policial mientras no perdía de vista a su paciente tratando de extraer hasta la última gota de información para un mejor análisis clínico del proceso.
Fernando se removió en la silla con el ánimo de opinar en aquella larga entrevista, pero no tenía respuestas
-  Para mí no mire que yo no estaba para nadie en aquellos momentos. No tengo ni idea de todo lo sucedido desde el día del infarto, hasta tres o cuatro días después, pero seguro que Mamen se acuerda ¿verdad que si?
-  Por supuesto – Mamen trató de esbozar una sonrisa – y no fue mucho, lo que ocurre es que en esos momentos cada segundo es toda una eternidad, pero no pasarían mas de diez o quince minutos.
-  ¿Sabe usted si cuando llegaron le intubaron?
-  No tengo ni idea porque no nos dejaron estar con él, pero cuando le ví en la UVI de La Paz si que estaba intubado.
-  Ya, pero eso es lógico – el cardiólogo continuaba apuntando en las cuartilla con su membrete que tenía encima de la mesa. A veces, levantaba la cabeza y se quedaba mirando fijamente a su paciente y en ocasiones parecía como dudar y se mantenía silencioso. Fue en uno de esos instantes cuando Fernando miró a su mujer e hizo un gesto como de incredulidad. Mamen lo entendió y se apresuró a preguntar
-  Doctor, perdone pero ¿tantas preguntas son porque mi marido está muy mal?
El doctor García de Tribes no pudo por menos que sonreir. Sus amigos se lo habían comentado en diferentes ocasiones y se confirmaba en este caso. Los pacientes no estaban acostumbrados a que les hicieran una historia clínica completa en la que se incluyeran todos los aspectos relacionados con su enfermedad y como le había sucedido en múltiples ocasiones, todas aquellas preguntas parecían una exageración y los pacientes entendían que cuando un Médico les dedica tanto tiempo era porque algo raro tenía que suceder.
-  No, no que va, su marido tiene muy buena pinta, aunque todavía no le he explorado, pero todas estas preguntas no son porque esté pensando en nada malo, ni mucho menos, lo que ocurre es que, por ejemplo, para saber la evolución no es igual si su marido estuvo sin oxígeno cinco minutos o media hora hasta que llegó al Hospital, o sea que no se preocupe ¿de acuerdo?
Mamen afirmó con la cabeza mientras la enfermera le indicaba a Fernando que se fuera descubriendo para hacerle un electrocardiograma. Siguiendo sus indicaciones, se tumbó en una camilla y se dejó aplicar los electrodos en el tórax, ambas muñecas y ambos tobillos. La enfermera permanecía atenta al aparato que dejaba resbalar una tira de papel en la que quedaba marcada la actividad de su corazón y con movimientos repetitivos anotaba algunos datos que se los iba pasando al Médico. A continuación, el Cardiólogo le hizo una auscultación cuidadosa y mientras cambiaba el fonendo de lugar iba indicando al paciente, respire, no respire, respire, no respire








sábado, 5 de julio de 2014

EL TRIO DE DOS: CAPITULO 43

 Queridos blogueros/as: Continúo fiel a la tradición de enviaros cada semana un capítulo del trio de dos y esta semana no iba a ser menos. Ahí os va y por lo que he podido leer, así como de una forma muy rápida creo que va de algo filosófico sobre el Ejército etc... etc-
Posiblemente la semana que viene sea la última antes del verano y así me dáis un respiro para poder acabar la novela este verano, porque aunque está todo mas que pensado, hay que escribirlo y yo siempre digo que me queda tiempo pero al final me temo que me va a pillar el toro. 
En cualquier caso si en Cedeira hubiera internet os seguiré mandando mas capítulos porque la verdad es que resulta muy fácil eso de copiar y pegar, pero no se si tengo de esas cosas, pero bueno lo importante es que seguimos avanzando y  con las bromas y a vamos por el capítulo 43  y Ana sigue por ahí haciendo de las suyas. 
Bueno pues lo dicho, disfrutar lo mas posible y ser felices que decirlo es muy fácil, pero hay que conseguirlo.
Un abrazo 
Tino Belas

CAPITULO 43.-

Todo su castillo de ilusiones se desmoronó ante la insistencia de Juan Ignacio que trataba de conocer lo que se encontraba en el interior del cerebro de la que era su novia desde hacía bastantes meses. cabeza. Para Ana todo giraba, como si de un tiovivo se tratase, y se mezclaban las imágenes de una boda por todo lo alto, con otras muy diferentes en que su novio con el uniforme de Marina se defendía a tiro limpio de un centenar de negros que intentaban arrasar la farmacia del Hospital en un intento desesperado de encontrar medicinas para paliar la epidemia de cólera que en ese momento asolaba el continente africano. Nuevas imágenes aparecieron en el fondo de su desconcertado cerebro y siempre relacionadas con episodios trágicos alrededor de la farmacia hospitalaria. Todo aquello le provocó un rictus de dolor que hizo que abrazara a su novio con fuerza mientras trataba de expresar , entre sollozos, sus trágicos presentimientos.
-  Juan Ignacio, por Dios, no te vayas, te lo pido por lo que mas quieras en este mundo. Estoy segura que si no me haces caso no nos volveremos a ver mas. Por lo que mas quieras, dí que no a ese destino, por favor.
-  Pero ¡que dices! ¿tú sabes lo que me estás pidiendo? – trató con un suave movimiento de soltarse de su novia que parecía no querer dejarlo salir de aquella situación - ¿cómo le puedes pedir a un Militar como yo que sacrifique su carrera por un noviazgo? Parece mentira, pero creí que después de salir juntos tanto tiempo me conocerías mejor, pero ya veo que no. Mira Ana, el ir a Guinea para mí, es una obligación y no se plantea otra cosa. Si mis mandos me lo ordenan, yo no tengo mas remedio que obedecer, me guste o no, pero es que encima en este caso, me parece que la Marina Española puede contribuir al desarrollo de ese país y yo debo aportar mi granito de arena para que así ocurra.
Ana le miró con expresión sombría tratando de hacerle comprender que ese presentimiento no era la primera vez que le había sucedido y que no era como para tomárselo a broma
-  Estoy segura que no vuelves, Juan Ignacio, segura.
Una sonora carcajada suscitó la curiosidad de algunos viandantes que en ese momento se encontraban en las proximidades de la pareja
-  ¿Qué piensas que me voy a casar con una negrita y me voy a quedar para siempre en aquel país africano? La verdad es que tienes gracia ¿tú me ves a mí con cuatro o cinco negritos hijos míos paseando por las playas de Guinea?
-  No – Ana trataba de influir negativamente en la decisión de su novio – lo que yo sé, no es que te casas con una oriunda y formas una familia, no , lo que veo en mi cabeza y te aviso que no es la primera vez que me ocurre, es que estoy convencida que morirás. No tengo muy claro como, pero seguro que morirás.
-  Venga, Ana, por favor. Solo me faltaba con que ahora empieces con tus teorías de visión de futuro. Guinea es un país de los pocos en Africa que no está en guerra y si que tienen hambre, pero no son violentos ni mucho menos.
-  Bueno, pues tú dirás lo que quieras, pero lo estoy viendo como si fuera ahora  mismo. Una revuelta popular, el Hospital que se llena de heridos, gritos y carreras por todas partes, desorganización, caos y en todo ese follón, un oficial de la Marina que trata de salvaguardar los intereses de España, mientras recibe un disparo por la espalda que le hace caer fulminado al suelo y allí rodeado de algunas monjas de la Caridad que se negaron a abandonar la institución, recibe la bendición y fallece como un enemigo del pueblo guineano y ¿sabes quien es ese que lo estoy viendo como si los hechos estuvieran ocurriendo ahora mismo?
-  No me lo digas, por favor.- Juan Ignacio se dejó caer al suelo, mientras hacía que respiraba con dificultad – Ana, quiero que venga Ana, por favor. No me quiero morir sin verla, por favor, que venga Ana – Juan Ignacio se levantó del suelo – ¿no te das cuenta que es una situación ridícula?
-  Te estás riendo de mí y esto no tiene ninguna gracia
-  Y ¿qué quieres que haga? ¿ponerme a llorar? desde hace una hora llevo tratando de quitarle dramatismo a una situación desagradable para los dos y tú te dedicas a echar leña al fuego ¿no te parece que bastante tengo con que me destinen a Guinea para que encima tú me veas mas muerto que vivo?
-  Perdona que no era esa mi intención, pero es un tema delicado y del que nunca hemos hablado y estoy de acuerdo en que posiblemente no sea el momento mas oportuno pero no me puedo callar, lo siento.
-  Entonces eso que dices ¿es verdad? ¿eres como la embrujada de la tele y no me habías dicho nada?
-  No seas tonto, Juan que no tiene ninguna gracia. No es que tenga poderes sobrenaturales ni nada por el estilo, tampoco soy una bruja con gorro puntiagudo y escoba entre las piernas, no, lo que me ha pasado en varias ocasiones es que situaciones imprevisibles que se han producido yo las había visto previamente. No me digas como, pero te puedo asegurar que las había vivido como si yo estuviera en esos sitios.
Juan Ignacio abrazó a su novia con cariño, tratando de disimular la incredulidad que todo aquello le provocaba. Mientras tanto, para tratar de aliviar la tensión, extendió su mano derecha y preguntó con expresión cándida
-  Carmen la gitana, por favor, ¿podrías leerme la palma de la mano, mi arma?
-  Te vuelvo a repetir que no tiene ninguna gracia – Ana se separó un poco de las hábiles manos de Juan Ignacio – yo también me lo tomaba de broma, pero después de mi accidente doméstico ya las cosas me parecen diferentes ¿te acuerdas?
-  ¿Cuándo te cortaste el tendón cortando jamón en mi casa?
-  Si, si, exactamente, pues cuando lo estaba cortando sabía que acabaría en el Hospital para que me cosieran el tendón y hasta veía, antes de llegar naturalmente, la pinta del cirujano que me operó en La Paz y no había estado en mi vida en ese Hospital
-  ¿Y te pareció interesante?
-  ¿Quién? ¿el Médico? no, tampoco hay que exagerar. Era mayor, calvo y tirando a gordo, pero muy amable, de esos que estás deseando que te atiendan cuando llegas a un Hospital y más del tamaño de La Paz, pero no te vayas por los cerros de Ubeda, Juan Ignacio, que lo que te estoy diciendo es en serio. Fijate si será en serio que estuve visitando a un psicólogo, amigo mío, y me contó que eso era un rasgo de mi personalidad que era una pena que no se hubiera descubierto con anterioridad porque esa fuerza se podría haber derivado hacia otras parcelas de mi cerebro y se hubiera podido utilizar para desarrollar otras capacidades que me hubieran servido para mas cosas que para ésta.
-  Ya, ¿y ese individuo era amigo tuyo?
-  Si, aunque no te lo creas me ayudó mucho.
-  Te ayudó mucho ¿a qué?
-  Pues no se, al principio tenía mucho miedo. Si, será una tontería pero estaba muy preocupada y ya me veía en todas las tragedias familiares, siendo testigo presencial, pero meses antes y sin embargo, gracias a sus charlas y consejos aprendí a dominar mis sentimientos y así he visto muchas mas cosas y no se las he dicho a nadie y tan amigos, aunque a mucha gente le sorprendiera que, por ejemplo, no fuera a la excursión por el Nilo porque percibí que iba a pasar algo y fijate si pasó, total nada, una bomba en el barco y diecinueve muertos.
-  Ya, pero todas esas cosas, te diga lo que te diga tu amigo el psicólogo que, por cierto, ¿era argentino?
-  No, lo siento, te equivocas de medio a medio, porque es de Arévalo.
-  Mejor para ti, pero ahora casi todos son argentinos y tienen un piquito de oro que convencen a cualquiera.
-  Pues no, este era castellano viejo, bueno no tan viejo, pero muy agradable y sabiendo muy bien que tus problemas son tuyos y no los de él. Lo mejor que hacía era escuchar y te interrumpía muy pocas veces. Eso si, no paraba de escribir en un papel y a veces daba la impresión que se quedaba dormido, pero ¡que va! Se enteraba de todo, el tío y solo muy de vez en cuando interrumpía para hacer alguna pregunta como, por ejemplo, ¿tú lo harías igual si te encontraras en la misma situación? Y cosas por el estilo.
-  No me extraña que estuviera callado como un muerto porque una tía como tú, es el chollo del siglo para cualquiera. Con todas estas cosas que estoy oyendo, seguro que tenías rollo para un montón de sesiones y tu amigo encantado de la vida – Juan  Ignacio quería zanjar esta situación para ir delimitando los terrenos por los que estaba pisando – ¡ Pero venga ya, Ana! no trates de justificar lo injustificable. Se te ha metido esa tontería en la cabeza y no hay quien te haga bajar del burro. En la vida siempre hay algunas situaciones que te parece que las has vivido, pero siempre son de ficción ¿eso no te lo dice el Psicólogo? Pues si no te lo ha dicho te lo dirá porque eso se llama algo así como adelantarse a los acontecimientos y luego si ocurren te crees la bruja mas bruja del mundo y si no se cumplen te quedas tan ancha. Comprenderás que eso es una tontería.
-  Bueno – Ana se removió inquieta – eso lo dices tú, pero no es verdad y desde luego, no debes opinar de lo que no sabes y muchas de estas cosas nunca te las he dicho porque no me parecieron oportunas, pero no son ni una, ni dos las veces que he percibido cosas raras y con eso no trato de presumir, porque yo no vivo de esto, pero la verdad es la verdad.
-  Bueno, bueno no se enfade usted, señora, que nos quedan solo dos días y no debemos perder el tiempo en disquisiciones que no nos llevan a ninguna parte.
Ana se quedó mirando fijamente a los ojos del farmacéutico. Todo aquello le parecía una fantasía. No le podía entrar en la cabeza que a alguien lo manden de la noche a la mañana, nada menos que a Guinea,  y no tenga por lo menos el derecho al pataleo : “ No me extraña que digan que los militares son unos mandados” y en el ejército parece que no se mira a las personas, son un número y se acabó y a los demás ¿qué? ¡ que nos vayan dando! ¡ que manera tan fácil de destrozar una pareja y encima Juan Ignacio pretende hacerme creer que me va a esperar y nada menos que dos años, seguro que él no aguanta ¿y yo? Parece que las mujeres tenemos mas capacidad para soportar las cosas, pero yo soy joven y tampoco me apetece pasarme un montón de meses guardando ausencias ¿será que no le quiero? Pues será, pero no me apetece nada. Por otra parte, ¿quien me asegura que después de tanto tiempo va a volver? Y si no vuelve ¿qué pasa? No se donde he leído que el tiempo pasado es tiempo perdido y en mi caso serían dos años ¡ total, nada !
Claro que por otra parte, mi visión de la jugada es bastante egoísta porque, al fín y al cabo, es su vida y yo no debería obligarle a que la cambie, porque él escogió esta profesión antes de conocerme y ¿qué derecho tengo yo a impedirle ir a una Misión que él considera como de defensa de su patria? ¿soy tan importante? ¿no será que quiero plantear una especie de competencia entre Guinea o yo y que decida?  y si decide Guinea ¿cómo me quedo yo?  Pensándolo friamente soy una egoísta. Si fuera igual de patriota que él, nunca plantearía esta disyuntiva, porque pueden ser dos cosas complementarias o por lo menos sucesivas. Puedo esperar y a la vuelta nos casamos y tan amigos, pero ¿porqué no espera la misión? Tanta patria y tanta tontería, ¡ como si no se pudiera hacer patria quedándose aquí ¡ ¿No será que me quiere poner a prueba? Pues va apañado, ¡ para pruebecitas ando yo!  y si luego es mentira lo de la misión ¿qué pasa?
Ana continuaba inmersa en tantas disquisiciones, mientras él se encontraba en idénticas situación. No se atrevía a confesarle la verdad y a decirle que estaba hecho un lío. Desde el mismo instante que su Comandante le comunicó la noticia, todos sus planteamientos iniciales se habían desmoronado como un simple castillo de naipes y su cabeza era un ordenador donde se apilaban cientos y cientos de situaciones diferentes, pero todas le conducían a la misma pregunta: y si dejo el Ejército ¿qué pasa? Sabía que obviamente no pasaba nada. Afortunadamente en los años que llevaba se había preocupado de adquirir una formación que pudiera ser necesaria para la vida civil, sus contactos seguían siendo tan fieles como antes de su ingreso en la Escuela Naval, para algo tendrían que valer las comidas de los miércoles y todos estaban de acuerdo en que a ellos no se lo hacían, pero ninguno era militar. Él desde pequeño había sido educado para obedecer y la mentalidad militar impregnaba todo su ser. Su padre había sido militar y su madre no lo era, pero como si lo fuese y nunca había tenido la opción de discutir alguna de las decisiones que sus padres tomaban. Se cumplían porque sí y se acabó. En el internado de Segovia, donde permaneció por espacio de nueve años, ni siquiera era porque sí, era porque era y no había más. En los Últimos años del bachillerato y como ya empezaban a tomar conciencia de la situación, se aplicaba el dicho popular que la letra con sangre entra y así se evitaban las discusiones. Su época de Facultad fue absolutamente diferente y ahí si se podían discutir las ideas, pero siempre en un marco de falta de diálogo, interrumpido en múltiples ocasiones por la aparición inesperada de las fuerzas de orden público, los famosos “grises” que a base de palos conseguían el máximo respeto a sus ideas.
Juan Ignacio no había sido de los mas de izquierdas de su Facultad, pero si había destacado, como Delegado de curso y siempre había sido considerado como un hombre dialogante y con unas ideas que se podrían considerar como afines al régimen que en esos momentos dominaba en España, por lo que era ampliamente respetado por sus compañeros e incluso por los de la famosa brigada de Investigación criminal que ocupaban cualquier foro de la Facultad.
Sin embargo, la situación que se planteaba en ese momento no era ni parecida y no había capacidad de diálogo: “O se iba a Guinea o no se iba” y no había más que negociar. Los argumentos iban y venían como si de un partido de futbol se tratara; el portero sacaba de puerta y entonces el balón botaba en el centro del campo e iba derecho hacia la portería con la intención decidida de avanzar hacia la victoria en Guinea y gracias a su esfuerzo y el de otros muchos, conseguir una nación estable, democrática, que garantizase el bienestar de los ciudadanos de aquel país. El defensa central del equipo contrario despejaba de cabeza, alejando el balón de las inmediaciones del área y por lo tanto de la zona de peligro, pensando que porqué tenía que ser él, un simple farmacéutico que lo único que hacía era tratar de distribuir las medicinas de la mejor manera posible y en todo caso opinar sobre la salubridad o no de los pozos de agua que con tanta facilidad se abrirían en aquella región africana. Todavía entendería aquella urgencia, si fuera de Infantería de Marina que se encargan de crear los primeros puestos de avanzadilla, pero él, ¿qué pintaba en todo aquello? Un nuevo rechace de la defensa volvía a llevar el balón al medio campo del equipo guineano, Ya, pero alguien tiene que ir, porque no es una guerra como tal y como no es una ocupación por la fuerza sino que se trata de ayudarlos a salir de una determinada situación, es necesario que les echemos una mano y si nó, ¿para que sirven las Fuerzas Armadas? Como bien había dicho el Comandante de su Brigada nuestra obligación es aprender a matar y nuestra misión es ayudar a vivir a los mas necesitados y en este caso los más necesitados están en Guinea. Por otra parte, si me voy a la vida civil ¿ya no me tengo que preocupar de nadie? ¿es que la solidaridad es exclusiva de las Fuerzas Armadas? Eso es una tontería, cada uno es como es y esté donde esté seguro que me preocupo por los demás. Si, pero es distinto, una cosa es dar algo de dinero o participar en Farmacéuticos sin Fronteras y otra es mi situación actual en la la que, gracias al apoyo del Gobierno a mí me toca joderme y parece que me voy a quedar sin novia porque Ana no está por la labor y hasta ya me empieza a molestar eso de porqué tengo que ir yo. Eso es una decisión mía y ni Ana ni nadie tiene que opinar. Bueno, tampoco hay que exagerar, la pobre encima que me voy no la dejo ni opinar. Hay que reconocer que esta situación es difícil de entender y si encima no eres militar, pues todavía más difícil, pero, a pesar de todo, me molesta que no lo entienda y eso que todavía no estamos casados que después será peor, aunque tendríamos niños y estaría mas acompañada, pero mejor es no tener familia todavía porque así lo decidimos entre los dos y no dependemos de nadie.
La pareja seguía fundida en un abrazo, mientras sus pensamientos discurrían por vías distintas, hasta que, en un momento determinado, como si una luz se hubiera encendido en ambas cabezas a la vez, se miraron intensamente a los ojos y sin decir palabra alguna, se dieron un beso largo y profundo y levantándose lentamente tomaron caminos diferentes, diciendo sin palabras, un adiós a una relación que duraba ya bastante tiempo.