CAPITULO
34.-
Casi
todos los días estaba unas horas en quirófano y el resto del tiempo lo pasaba
resolviendo pequeños problemas de la Clínica. Comía en la cafetería y cerraba
los ojos un rato, no mas de diez minutos, en mi amplio despacho. Daba orden a
mi secretaria que no me pasaran ninguna llamada y en cuanto descansaba esos
minutos retomaba la actividad diaria. Sin embargo ese día fue completamente
distinto a los demás. Sobre la una de la tarde me llamó Jane, como habíamos
quedado y me invitó a comer. Me quedaba una hora, mas o menos de cirugía, o sea
que nos veríamos en el “My flower” a partir de las dos y media.
Le
comenté al Dr. Taylor que posiblemente esa tarde no llegaría a la hora habitual
a la consulta porque había quedado con
una amiga. No le dije que era Jane Chesterplace a la que él conocía de sobra,
tampoco me pareció el momento, ya habría tiempo mas adelante y me contestó que
no había problema porque sabía que no tenía muchos pacientes citados y lo
resolvería él solo y que me lo pasara lo mejor posible. A través de la
mascarilla me pareció que sonreía con picardía.
-
Como sois los españoles, luego os quejáis
porque decimos que en cada uno de vosotros hay un don Juan. Acabas de dejar una
novia y ya te estás buscando otra
-
¡Que va! – en que
estaría pensando mi jefe y amigo – si es una chiquilla que conozco hace
bastante tiempo y puedo ser su padre
-
Ya, ya, pero te
veo demasiado ilusionado
-
Es verdad –
contesté mientras terminaba una sutura continua para cerrar una mama recién
reconstruida – me la encontré ayer por casualidad y si que es verdad que me
apetece charlar con ella
-
Anda, anda – el
Dr. Taylor se quitó los guantes – vamos a vendar y te vas.
-
Muy bien, así me
da tiempo a irme a mi casa un segundo y darme una ducha
-
Si, tú vete bien
perfumado que nunca se sabe lo que puede pasar – me dijo mientras que me
guiñaba un ojo con cierta complicidad
Llegué
con cinco minutos de adelanto a mi cita. El My flower era un restaurante de lo
mejorcito que había en Londres. Llevaba años abierto pero se mantenía como el
primer día. Disponía de cuatro salones pequeños en los que se distribuían tres
o cuatro mesas, no más. La decoración era la del típico palacete inglés con las
paredes enteladas en un color crema que le daba a los salones un aire de
calidez que pocas veces se encontraba, sobre todo en los restaurantes modernos,
las sillas estaban tapizadas con una tela con dibujos de animales, el mantel
era de un blanco inmaculado, un pequeño centro de mesa con flores del día, la
vajilla azul con ribetes dorados y los cubiertos dispuestos a cada lado eran de
plata al igual que los pequeños platos del pan y los bajo platos. Dos copas
azules, una para agua y otras dos para vino blanco y tinto junto con una copa de champán completaban la
decoración de la mesa que invitaba a una buena comida. En las paredes, algunos
aparadores con candelabros de plata y cuadros de muy diversos autores y
diferentes colores al igual que los motivos, la mayoría de caza con los jinetes
con sus chaquetas rojas y sus pantalones blancos casi tapados por sus botas
negras y todos rodeados por perros que parecía dar mas realidad a lo que
parecía que era el principio de una cacería, aunque había otros con motivos
navales, sobre todo de antiguos galeones ingleses, y los menos de golf con los
jugadores con sus pantalones bombachos, sus carritos con dos ruedas y las
gorras típicas. Todo el conjunto estaba iluminado por diferentes lámparas que
dotaban al salón de un ambiente de lo mas selecto.
Llegué
a a la mesa que había reservado previamente acompañado por el dueño del
restaurante, un antiguo militar que conservaba las maneras del imperio al que
había conocido en la Clínica hacía ya algunos años y después de sentarme me
ofreció un jerez que acepté mientras hacía tiempo a que llegara mi acompañante
-
Espero que disfrute
de una buena comida mi querido Doctor y si me permite un consejo yo tomaría una
perdiz con langosta que está deliciosa.
-
Muchas gracias
por sus sugerencias, señor Burton.
-
Enseguida le
traen su bebida y muy agradecido por su presencia en esta casa donde ya sabe
que siempre es usted bienvenido.
-
Gracias.
Los
diez minutos que pasaron hasta que llegó Jane me sirvieron para recordar muchos
momentos que habíamos pasados juntos, a pesar que el final no fue lo mejor y no
sabía muy bien porqué. Si que es cierto que, posiblemente yo fui un poco brusco,
la verdad es que no me acuerdo, pero lo que si se seguro es que en aquellos
momentos no quise tomar ninguna decisión que me pudiera perjudicar. Poco a
poco, sin darme cuenta, me había vuelto una persona calculadora, posiblemente
los años son los que te hacen volverte así y evitas las decisiones rápidas que
te provocan los pocos años y ahora mismo tenía muchas cosas que valorar y la
aparición de Jane venía a alterar de una manera muy clara todos mis posibles
planes. Por otra parte, no había tenido oportunidad de valorar con nadie los
diferentes caminos a los que podía optar y la presencia de Jane podía ser la
oportunidad de abrirle a alguien mi corazón y hablarle con franqueza. Sabia, o
por lo menos lo suponía, que ella me podría entender y era posible que hasta me
diera, no digo que la solución, pero si alguna buena razón para decidirme.
Mis
pensamientos iban y venían de un lugar a otro como si fueran olas rompiendo en
alguna playa desierta cuando apareció Jane. Me levanté y nos dimos dos besos en
la mejilla. Me pareció mucho mas atractiva que el día anterior, su sonrisa era
una auténtica maravilla, los ojos se brillaban como si fueran dos faros,
mientras que un pequeño mechón de pelo le caía sobre uno de ellos. Se lo apartó
con un movimiento rápido, se sentó y enseguida preguntó de una manera como muy
espontánea
-
¿Qué tal, Andrés? – Me preguntó mientras
partía un trozo de pan y se lo introducía en la boca - ¿sabes que tengo un
hambre que me muero?
-
¿Conocías este sitio?
-
No
-
¿Nunca te ha
traído tu padre?
-
Yo creo que no o
por lo menos no me acuerdo
-
Te lo pregunto
porque yo se que viene de vez en cuando aunque yo nunca le vi aquí
-
Entonces ¿por qué
sabes que viene?
-
Me lo contó el
dueño que lo conozco desde una vez que lo traté de urgencia en la Clínica
-
¿Y tu has venido
muchas veces?
-
¿Yo? – llamé al
camarero para pedir algo de beber para mi acompañante – si que he venido varias
veces y se come de miedo
-
¿Venías con tu
novia?
-
Una vez vine con
ella si
El
camarero depositó en la mesa una pequeña copa y le sirvió una copa de vino
blanco dejando la carta sobre la mesa
-
Si me permiten –
dejó la carta sobre la mesa – ahora vendrá el Sr. Burton y le indica las
sugerencias para hoy
-
Muchas gracias
-
O sea que este
sitio te trae muchos recuerdos – me preguntó mientras se acercaba la copa a sus
labios
-
Algunos si –
contesté – pero casi me gustaría hablar de otras cosas. Aquello pasó y ya está.
-
¿No te apetece
hablar de ella?
-
Sinceramente no
-
Bueno – acercó su
copa para brindar – pues hablemos de otra cosa
El
Señor Burton apareció con sus modales refinados, nos sirvió un poco más de vino
en nuestras copas y
-
Perdone Doctor y ¿señorita?
-
Jane Chesterplace
– contestó ella con una sonrisa cómplice
-
No me diga que es
usted hija del Señor Chesterplace
-
Si, soy yo
-
Por Dios ¡que
honor para esta casa disfrutar de la presencia de la hija de una de las
personas mas importantes de este país!
-
Bueno, bueno –
Jane se notaba que no estaba muy cómoda ante tanto piropo
-
Si me permiten –
El Sr. Burton tomó la carta entre sus manos como si fuera un papiro antiguo –
ya veo que tienen muy buen gusto por las bebidas que han solicitado y por eso
me gustaría recomendarles algunos platos de nuestra carta.
-
Muy bien, usted
dirá – le contesté
-
Primero les recomendaría
probar nuestro magnífico pastel de mariscos, un poco para cada uno y a
continuación nuestro plato estrella que son las perdices con langosta, hechas
con una salsa de vino de Oporto, fresas de nuestros bosques y todo aderezado
con unos pequeños trozos de langosta del mar del Norte que es una auténtica
delicia – se quedó un segundo pensando – si me permiten casi de primero les
daría unas verduras de nuestra propia huerta, hechas solamente con aceite
español y vinagre porque el pastel de marisco y la langosta va a ser todo como
un poco igual
-
Yo casi de
primero prefiero un risotto de setas y luego la perdiz- pidió Jane
-
Y yo lo que nos
ha aconsejado, unas verduritas y luego la perdiz
-
Perfecto y de
bebida si les parece les puedo ofrecer un Vega Sicilia tinto que sería perfecto
para combinar con la carne
-
¿Te parece bien?
– le pregunté a Jane
-
Bueno, yo no
entiendo mucho de vino, pero seguro que estará muy bueno
El
Sr. Burton se alejó con una sonrisa en los labios seguro de haber recomendado
lo mejor para aquella pareja y así disfrutarían de una buena comida y de una
velada agradable, sin darse cuenta que justo en ese mismo instante Jane
comentaba
-
Que tío mas cursi ¿no?
-
Déjalo que es su
papel
-
Ya - Jane soltó
una carcajada y a mi también me entró la risa aunque le indiqué con un dedo que
se riera mas bajo porque se iba a dar cuenta - ¿y este es amigo de mi padre?
-
Eso dice él
-
Bueno, si lo dice
será verdad, pero no veo yo a mi padre aguantándole ese rollo cada vez que
venga a comer
-
Déjalo y si te
parece hablamos de ti
-
¿Qué quieres
saber? – preguntó mientras bebía un poco de vino
-
¡Yo que se! Hace
tiempo que no nos veíamos y supongo que en todo ese tiempo te habrán pasado
muchas cosas. No se , te podría preguntar lo mismo que tú a mi ayer- hice una
pausa para degustar el buen vino mientras la miraba con alegría - ¿te has
casado?
-
No – una risa
espontánea brotó de su boca - ¿tu crees que no tengo cosas mejor que hacer que
casarme?
-
Yo que se, si
hace por lo menos cuatro años que no nos vemos
-
Cinco para ser
exactos – me contestó
-
¿Los llevas
contados?
-
Yo si ¿y tú?
-
La verdad es que
no, pero bueno cada uno es como es.
-
Ya, ya – volvió a
sonreir – menudo elemento estás hecho
-
¿Yo?
-
Si tú que pareces
una mosquita muerta y en cuento te dejo te vas ennoviando por todo Londres.
-
¡Pero quien te ha
contado semejantes barbaridades! – traté de ponerme serio - después de nuestra
última conversación que fue el mismo día o al día siguiente que tuviera yo
aquella movida con el Dr. Taylor me quedé mas solo que nadie, andaba
deambulando por ahí y dejé de ir a los sitios que iba contigo porque me
encontraba como fuera de lugar y me quedé en casa por lo menos seis meses. Poco
a poco empecé a salir, por supuesto ya se había arreglado el tema con el Dr.
Taylor mi actual jefe y después estuve medio
año sabático en Madrid, hasta que me llamó tu padre para que me hiciera cargo
de la dirección de la Clínica y entonces fue cuando conocí a Cristina y así
estuve unos años, pero desde entonces me he vuelto a refugiar en mi trabajo y
en mi casa hasta que la casualidad hizo que me encontrara contigo en Picadilly
que si no todo seguiría igual. Bueno igual no, porque estoy en un momento
difícil y tengo que tomar una determinación en unos meses y estoy hecho un lío
– tomé un poco de verdura y continué – pero eso lo dejamos para después ¿te
parece?
-
Por mí encantada
– Jane también comenzó con el primer plato continuando con un pequeño sorbo de
vino – Que bueno está todo ¿verdad? No me extraña que mi padre venga a comer
aquí de vez en cuando. Como te decía mi vida no ha cambiado mucho, excepto,
como es natural, el hecho de educar a Sinoa que no es nada fácil y menos en un
sitio como en el que estoy, pero lo llevo bastante bien.
-
Por lo que dices
supongo que continuas en Etiopía ¿no?
-
Si claro, de ahí
no hay quien me mueva
-
A pesar de tu
padre
-
Ya lo va llevando
mejor – se quedó seria mirando al mantel como si fuera una situación para ella
difícil de explicar – tuve que ceder un poco, él otro poco y aquí estamos
-
¿En que tuviste
que ceder?
-
Sobre todo en
prometerle que una vez al año me pasaría quince o veinte días en su casa porque
según me dijo no tenía mucho tiempo para ver crecer a su nieta preferida, te
recuerdo que solo tiene una y por eso ahora estoy aquí. Por lo demás, todo
sigue igual. La misión da cada vez mas trabajo, pero afortunadamente vamos
avanzando y ya son casi cien los niños a los que tratamos, les damos de comer,
los vestimos, los educamos mas o menos en la religión católica, gracias a la
ayuda del Padre Jesús, que es un misionero que nos mandaron hace un par de
años, y estamos a punto de finalizar un pequeño hospital para tratar a todos
aquellos que nos lo pidan
-
¿Y todo eso quien
lo paga?
-
En su día creamos
una ONG en la que está muy involucrado mi padre y ahora ya tenemos una pequeña
ayuda del gobierno de Etiopia. En fin, no es mucho, necesitaríamos mucho mas,
pero vamos resolviendo los problemas con mas o menos fortuna, pero ya sabes
aquello que para el que nada tiene, un poco es mucho y por lo menos los niños
desayunan y comen y si quieren hasta se pueden quedar a dormir y ese es nuestro
trabajo ¿qué te parece?
-
Me parece que es una maravilla que todavía
existan en el mundo personas como tú
-
No me digas eso
que me vas a poner colorada – escondió sus ojos tras el Vega Sicilia que casi
llenaba su copa – no te creas que tiene tanto mérito una vez que tienes
oportunidad de ver lo que hay por allí.
-
¿Eres feliz?
-
Es complicado
decir que si – se quedó pensativa – yo diría que si, aunque cuando estoy aquí
siento que podría vivir mucho mejor con mi padre, le haría compañía hasta que
Dios decida llevárselo que no creo que le falte mucho porque está bastante
mayor y cosas por el estilo, pero cuando llego allí me doy cuenta que hago
falta a mucha mas gente y entonces si que podría decir que soy feliz, si,
seguro que si, sobre todo porque ahora si me quedase si que me parecería una
vergüenza y después del tiempo pasado ya no podría quedarme – Jane se mantuvo
con la copa rozando sus labios – mira, te voy a poner un ejemplo – movió
lentamente la copa de vino - no tengo ni idea cuanto cuesta esta botella de
vino pero no puedo dejar de pensar que con lo que pagues, doy por lo menos
doscientas comidas a mis niños de la misión y me parece que no debería ser así,
pero no puedo quitármelo de la cabeza.
-
Ya – sus
razonamientos también me hicieron que yo me pusiera serio – te entiendo, pero
ese quiere decir que cuando estás aquí no estás bien
-
No es exactamente
así lo que me pasa – dejó encima de la mesa la copa y continuó degustando con
calma la comida – reconozco que estoy hecha un lío, por un lado si, bueno no
se, me tiene un poco preocupada mi hija porque si yo estuviera segura que va a
pensar como yo entonces no tendría ningún problema, pero no se si le gustará
mas esta vida y yo no soy quien para obligarla a vivir en una misión si ella
quiere otra cosa, pero bueno, vamos a dejar este tema porque si no esta comida
va a parecer un funeral.
-
¿Cuánto tiempo
vas a estar aquí? – pregunté cambiando de tema
-
Me voy el día
veinte
-
O sea que te
quedan – me paré un momento pensando – nueve días.
-
Si, ya tengo los
billetes de vuelta para ese día.
-
Tenemos muchas
horas todavía para hablar – me quedé mirándola mientras apuraba mi segunda copa
– y necesito que me ayudes.
-
Yo estoy a tu
disposición pero te recuerdo que has sido tú el que me has pedido que te
hablara de mi primero
-
Es cierto, pero
estoy en un momento de mi vida en que todavía puedo tomar una decisión u otra y
según la que tome, mi vida cambiará absolutamente.
-
¿Tan brusco puede
ser el cambio? – me miró tratando de adivinar mis pensamientos – me parece que
estás muy acostumbrado a vivir trabajando, a ganar dinero, a ser una persona
conocida en tu profesión y ahora ¿que quieres hacer?
-
Tengo la
posibilidad de dejarlo todo y emprender una vida absolutamente diferente.
-
¿Así de fácil?
-
Para ti será
fácil, pero para mí me parece que tomar esa decisión es como subir al Himalaya.
-
Perdona Andrés –
acercó su mano a la mía – pero empieza desde el principio porque estoy
completamente perdida.
-
Es un poco largo
-
No importa, has
dicho que tenemos nueve días ¿no?
-
Si, eso he dicho
y no se si serán suficientes. Lo primero que tienes que saber y por favor no se
lo digas a nadie y mucho menos a tu padre es que el Dr. Taylor tiene pensado
dejar todo en un mes mas o menos e irse a Filipinas con su mujer
-
Me dejas de
piedra – Jane tenía la sorpresa en su cara – el Cirujano Plástico mas conocido
de Londres y posiblemente del Reino Unido, se larga y deja todo así porque si
-
Parece raro pero
es la verdad. El otro día me comentó que estaba harto, que no podía aguantar
mas esa vida y que no tenía el mayor interés en ser el mas rico del cementerio
y que se iba a ir con su mujer a un lugar donde no lo conociera nadie y
disfrutar de sus hijos y de sus nietos
-
¿Ya tiene nietos?
No me parecía que fuera tan mayor
-
No tengo ni idea
cuantos años tiene, pero si que se, porque me lo dijo el otro día, que tiene
cuatro nietos.
-
Ya – Jane no se
perdía ni un solo movimiento de mis ojos – y por eso fue por lo que me dijiste
el otro día que te podías quedar con su consulta ¿no?
-
No recuerdo
habértelo dicho, pero si, me lo ha propuesto y no se que hacer
-
Es un tema muy
complicado – me apretó con fuerza la mano – y no creo que exista nadie en el
mundo que te pueda aconsejar. Eres tú y solo tú el que tienes que decidir
porque no tienes otra posibilidad.
-
Tampoco hay que
exagerar. Puedo seguir siendo Director de la Clínica y dejar la cirugía.
-
¿Y que vas a
hacer todas las mañanas? ¿pasearte por Londres? No te veo yo así, pero nunca se
sabe, lo mismo te buscas otra novia y a disfrutar que la vida pasa muy deprisa.
-
Es otra
posibilidad pero me parece que ya estoy para pocos amoríos
-
¿Te ves viejo? –
me preguntó con una sonrisa burlona
-
Es posible que no
te lo creas pero si, si que me veo viejo – apuré el vino – mas que viejo, que
tampoco es para tanto, estoy cansado de llevar una vida vacía, llena de
trabajo, de cenas, de homenajes, de gente adulándote alrededor, pero al final
vuelves a casa todas las noches y me pregunto ¿ha valido la pena?
-
Hombre, Andrés,
te veo muy bajo de forma, eso no puede ser, Tú eras un tipo alegre, muy
vitalista, con ganas de comerte el mundo y ahora después de no se cuantos años
te planteas si lo que haces merece la pena, pues claro que merece la pena ¿o es
que tú crees que a un paciente que lo curas no te estará eternamente
agradecido?
-
Querida Jane, el
tema no va por ahí porque en mi caso los agradecimientos se los lleva mi Jefe.
En todo caso si que sería valorable mi labor en la Clínica y para piropos ya
tengo a tu padre que no hace nada mas que felicitarme por lo bien que lo estoy
haciendo cada vez que me ve, pero no es eso – casi sin darme cuenta unas
lágrimas humedecieron mis ojos – no es eso
Jane
me miró sorprendida, parecía como no saber que hacer ni que decir, se limitó a
apoyar sus manos en las mías y mirarme a los ojos
-
Tú lo que tienes es una depre como una montaña
de grande ¿te has planteado la posibilidad de visitar a algún psiquiatra?
-
Hasta ahora no,
pero si sigo así no me va a quedar mas remedio
-
¿Te apetece dar
un paseo?
-
Muy bien, pago y
nos vamos.
Estuvimos
paseando por las calles céntricas de Londres, ella me llevaba del brazo y solo
con ese gesto parecía como saber la fórmula para intentar ayudarme. Se puede
decir que no hablamos ni tres palabras en todo el tiempo, la fina lluvia nos
acompañaba y así llegamos a una pequeña plaza detrás del Parlamento, nos
sentamos en un banco y me quedé mirando al infinito.
-
Te diré que se me
ha olvidado decirte la tercera opción.
-
¿Cuál es? – se
apretó contra mí poniendo la cabeza en mi hombro
-
Dejar
absolutamente todo y volverme a España, buscarme una casa en algún lugar del
sur donde el sol sea lo más importante y dedicarme a leer, a escribir, a
escuchar música y poco mas.
-
No te veo yo sin
hacer nada, pero está claro que es otra opción.
-
¡Yo que se! – me
quedé como ensimismado mirando el suelo - en el fondo me parece que no se lo
que quiero
-
Eso también me
parece a mí, pero lo mismo si te lo digo te parece mal.
Estaba
anocheciendo, las farolas comenzaban a iluminarse automáticamente, las hojas de
los árboles alegres por la llegada de la primavera se mecían lentamente. El
Parlamento se iluminó como queriendo ser testigo de nuestra conversación y un barco
lleno de turistas haciendo fotos sin cesar, pasó rápido por el Támesis para
llegar pronto a su destino.
Jane
se soltó de mi brazo, se puso en pie y ejecutó unos pequeños pases de baile con
su paraguas abierto mientras yo la miraba asombrado sentado en el banco. Poco a
poco, muy lentamente, como si fuera una parte de una obra de teatro, se acercó
y poniendo su boca muy cerca de la mía y con una sonrisa que iluminaba más que
todas las farolas del universo me soltó, así como quien no quiere la cosa
-
Tienes otra
posibilidad y que yo te la propongo para que esta noche la pienses junto con tu
almohada. No quiero que me contestes ahora ni mucho menos, quiero que la
pienses, mañana me dejas que sea yo la que te convide a comer donde yo quiera y
me comunicas tú decisión ¿de acuerdo?
-
Dime – no tenía
ni idea por donde iba a salir y estaba realmente en ascuas – te prometo que la
pienso
-
Mi propuesta es
que te vengas conmigo a Etiopía. Eres Médico y harías una gran labor en la
misión porque allí la que mas sabe soy yo, o sea, que no tendrías mucha
competencia
Mi
cara debió de hacer una mueca de lo mas extraña porque Jane se separó y volvió
a repetir los pasos de baile, esta vez como mas despacio
-
Eso es lo último
que se me hubiera ocurrido pensar – todavía seguía con la misma cara de
incredulidad
-
Ya me he dado
cuenta – volvió muy despacio con una enorme sonrisa – pero no hago mas que
resolverte una duda ¿no decías que a lo mejor todo lo que habías hecho hasta
ahora no merecía la pena? Pues ya tienes la oportunidad de demostrarte a ti
mismo que vales para mucho mas de lo que crees. No tendrás dinero, no podrás ir
a ningún bar, no te podrás vestir bien porque harías el ridículo, no tendrás
ninguna comodidad, en fin no tendrás nada de lo que disfrutas aquí, pero si que
tendrás alegría de vivir, te darás cuenta que lo hagas te lo pagarán con una
mirada de agradecimiento, podrás ver como se puede ser feliz sin tener nada de
nada, podrás ayudarme a educar a Sinoa y lo mejor es que en ningún momento te
sentirás solo porque toda la misión estaremos siempre contigo y que conste que
somos muchos
-
De verdad que
estoy alucinando – no podía de ninguna manera disimular mi sorpresa, podría
haber pensado cualquier solución menos esa – como te he dicho lo pensaré y
mañana hablamos. Prefiero no decir nada mas.
La
noche se me hizo interminable, intenté dormir, imposible, me levanté y me tomé
un whisky doble, nada, estuve sentado mirando las estrellas en la terraza, me
volví a meter en la cama, me hice un te, nada, me tomé unas galletas, me volví
a tumbar esta vez en el sofá, me tapé con una manta y mi cabeza giraba y giraba
como si fuera una noria. Iba de un lado para otro como un barco a la deriva.
¿Era una solución irme a Etiopia y olvidarme de toda mi vida anterior? ¿no
sería mejor quedarme como Director de la Clínica aunque dejara la cirugía? ¿y
si me quedaba solo con la cirugía y dejaba de ir a la Clínica ¿qué pasaría? Por
lo menos lo que me aseguraba era tiempo
libre eso seguro, pero ¿sería la solución? Si me fuera a la costa del sol,
podría ver a mis hijas con mas frecuencia que ahora y ¿ellas querrían verme a
mi? Si me fuera a Etiopía como me
insinuaba Jane ¿no sería romper con todo demasiado bruscamente?. ¿Me estaría
enamorando de Jane? ¿pero como me voy a enamorar si casi no la conozco de nada
y encima la llevo por lo menos veinticinco años? Y encima tiene a Sinoa que me
cae muy bien pero no soy su padre ¿podría suplirle? Posiblemente si que sería
capaz de vivir con Jane, al fin y al cabo es una chica con una educación
exquisita, pero no me puedo olvidar que le llevo veintitantos años y además
¿porqué me tengo que enamorar? Puedo ser un colaborador como otro cualquiera
sin necesidad de meterme en líos, ayudarla a educar a Sinoa, si ¿por qué no?
aunque tengo la impresión que tengo una idea bastante diferente de la forma de
educar a una niña y eso puede ser motivo de discusión. En fin, voy a intentar
cerrar los ojos y espero dormir un rato y ahora que lo pienso ¿porqué creo que
Jane está enamorada de mi? Yo creo que si, pero lo mismo me quiere como Médico,
incluso como amigo, pero nada más. Tengo que dormir que si no mañana no voy a
poder razonar.
No
se cuantas horas dormiría, seguro que pocas y como todos los días a las ocho de
la mañana estaba entrando por la puerta de la Clínica. Mi secretaria me
esperaba con una serie de papeles para firmar, tomé un café y a las nueve menos
cuarto tuve la habitual reunión con los Médicos de Guardia. Aunque trataba de
atender a lo ocurrido la tarde y la noche anterior, reconozco que mi cabeza estaba
en otro sitio. No solo tenía que decidir lo que hacía si no que también tendría
que hablar con el Señor Chesterplace para explicarle la situación y por
supuesto con el Dr. Taylor porque me habían ayudado en los últimos años y no
quería en ningún caso quedar mal. Y tendría que darles un tiempo para que se
organizaran sin mi, pero ¿cómo iba a hablar nada si todavía no tenía claro lo
que iba a hacer?
Tuve
una larga reunión con la Jefa de Enfermeras, tenía problemas con algunos turnos
y no había mas remedio que contratar a alguien porque la gente no estaba por la
labor de doblar y era un asunto a resolver ya porque por lo menos en una semana
se quedaría con algún turno al descubierto. Desde siempre, siguiendo
indicaciones de la Dirección de la Clínica, yo era el muro de contención para
evitar la contratación de nuevo personal, pero también es justo reconocer que
cuando yo decidía que no había mas remedio, la Dirección aceptaba cualquier
solución que yo les aportaba. Firmé los papeles necesarios para que la Jefa
contratara dos nuevas enfermeras para el turno de noche. A continuación vino al
despacho la Gobernanta con las mismas pretensiones y ahí me cerré en banda
porque el cocinero podía trabajar algunas horas más y lo único proponerle una
subida del sueldo que seguro que aceptaría y tratar de buscar a alguien de
dentro de la plantilla que le ayudara sobre todo en el tema de las compras.
A
última hora de la mañana tenía que recibir a la mujer del Consejero de una
editorial muy conocida y cliente habitual de la Clínica porque según me explicó
la secretaria quería exponer sus quejas porque el Médico de Guardia no le había
querido recetar una medicación sin explorarla previamente. Estuve amable con
ella y creo que salió medio convencida que la actuación del facultativo había
sido la correcta pero que, en cualquier caso, hablaría con él para que en lo
sucesivo la tratase como ella se merecía y se fue contenta. Durante toda la
conversación, yo ponía cara de estar muy interesado en el caso pero mi
pensamiento estaba en la llamada de Jane para comer, como había quedado con
ella el día anterior y efectivamente cuando ya empezaba a perder la esperanza,
mi secretaria me pasó un papel en el que decía que me esperaban para comer en un
bar justo enfrente de la Torre de Londres. Me venía muy bien porque estaba
relativamente cerca y podía ir andando.
Tardé
una media hora, la primavera ya había llegado a la ciudad, el sol iluminaba
como pocos días al año y aunque yo avanzaba pensando en mis cosas, sabía que el
buen tiempo alegra el alma y me venía muy bien para la comida que me esperaba y
así, casi sin darme cuenta llegué a una especie de pub “el Paradise” al que no
había tenido oportunidad nunca de entrar y mi sorpresa fue mayúscula al
encontrarme en un pequeño restaurante, no tendría mas de cinco mesas,
completamente blanco, con los camareros con largos mandiles, también blancos y
las paredes decoradas con las tapas de madera de las botellas de vino. Sentada
en una de las mesas de un lateral estaba Jane con una cerveza y unas patatas
fritas. Se levantó, nos dimos un beso y nos sentamos a continuación uno
enfrente de otro.
-
¿Te gusta este sitio?
-
No está mal,
aunque un poco como desangelado
-
¡Que va! – ella
seguía con su eterna sonrisa – se come muy bien, eso si, solamente tiene dos
primeros y dos segundos pero seguro que te encanta. El cocinero es amigo mío
desde hace muchos años y siempre que vengo me trata de maravilla y encima a
precios de menú del día ¿te parece?
-
Me parece muy
bien – llamé al camarero y le pedí otra cerveza
-
Bueno ¿qué tal?
¿has dormido bien?
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