miércoles, 29 de julio de 2020

Así fue y así paso Capítulo 34


CAPITULO 34.-

Casi todos los días estaba unas horas en quirófano y el resto del tiempo lo pasaba resolviendo pequeños problemas de la Clínica. Comía en la cafetería y cerraba los ojos un rato, no mas de diez minutos, en mi amplio despacho. Daba orden a mi secretaria que no me pasaran ninguna llamada y en cuanto descansaba esos minutos retomaba la actividad diaria. Sin embargo ese día fue completamente distinto a los demás. Sobre la una de la tarde me llamó Jane, como habíamos quedado y me invitó a comer. Me quedaba una hora, mas o menos de cirugía, o sea que nos veríamos en el “My flower” a partir de las dos y media.

Le comenté al Dr. Taylor que posiblemente esa tarde no llegaría a la hora habitual a la consulta  porque había quedado con una amiga. No le dije que era Jane Chesterplace a la que él conocía de sobra, tampoco me pareció el momento, ya habría tiempo mas adelante y me contestó que no había problema porque sabía que no tenía muchos pacientes citados y lo resolvería él solo y que me lo pasara lo mejor posible. A través de la mascarilla me pareció que sonreía con picardía.

-          Como sois los españoles, luego os quejáis porque decimos que en cada uno de vosotros hay un don Juan. Acabas de dejar una novia y ya te estás buscando otra
-         ¡Que va! – en que estaría pensando mi jefe y amigo – si es una chiquilla que conozco hace bastante tiempo y puedo ser su padre
-         Ya, ya, pero te veo demasiado ilusionado
-         Es verdad – contesté mientras terminaba una sutura continua para cerrar una mama recién reconstruida – me la encontré ayer por casualidad y si que es verdad que me apetece charlar con ella
-         Anda, anda – el Dr. Taylor se quitó los guantes – vamos a vendar y te vas.
-         Muy bien, así me da tiempo a irme a mi casa un segundo y darme una ducha
-         Si, tú vete bien perfumado que nunca se sabe lo que puede pasar – me dijo mientras que me guiñaba un ojo con cierta complicidad

Llegué con cinco minutos de adelanto a mi cita. El My flower era un restaurante de lo mejorcito que había en Londres. Llevaba años abierto pero se mantenía como el primer día. Disponía de cuatro salones pequeños en los que se distribuían tres o cuatro mesas, no más. La decoración era la del típico palacete inglés con las paredes enteladas en un color crema que le daba a los salones un aire de calidez que pocas veces se encontraba, sobre todo en los restaurantes modernos, las sillas estaban tapizadas con una tela con dibujos de animales, el mantel era de un blanco inmaculado, un pequeño centro de mesa con flores del día, la vajilla azul con ribetes dorados y los cubiertos dispuestos a cada lado eran de plata al igual que los pequeños platos del pan y los bajo platos. Dos copas azules, una para agua y otras dos para vino blanco y tinto  junto con una copa de champán completaban la decoración de la mesa que invitaba a una buena comida. En las paredes, algunos aparadores con candelabros de plata y cuadros de muy diversos autores y diferentes colores al igual que los motivos, la mayoría de caza con los jinetes con sus chaquetas rojas y sus pantalones blancos casi tapados por sus botas negras y todos rodeados por perros que parecía dar mas realidad a lo que parecía que era el principio de una cacería, aunque había otros con motivos navales, sobre todo de antiguos galeones ingleses, y los menos de golf con los jugadores con sus pantalones bombachos, sus carritos con dos ruedas y las gorras típicas. Todo el conjunto estaba iluminado por diferentes lámparas que dotaban al salón de un ambiente de lo mas selecto.

Llegué a a la mesa que había reservado previamente acompañado por el dueño del restaurante, un antiguo militar que conservaba las maneras del imperio al que había conocido en la Clínica hacía ya algunos años y después de sentarme me ofreció un jerez que acepté mientras hacía tiempo a que llegara mi acompañante

-         Espero que disfrute de una buena comida mi querido Doctor y si me permite un consejo yo tomaría una perdiz con langosta que está deliciosa.
-         Muchas gracias por sus sugerencias, señor Burton.
-         Enseguida le traen su bebida y muy agradecido por su presencia en esta casa donde ya sabe que siempre es usted bienvenido.
-         Gracias.

Los diez minutos que pasaron hasta que llegó Jane me sirvieron para recordar muchos momentos que habíamos pasados juntos, a pesar que el final no fue lo mejor y no sabía muy bien porqué. Si que es cierto que, posiblemente yo fui un poco brusco, la verdad es que no me acuerdo, pero lo que si se seguro es que en aquellos momentos no quise tomar ninguna decisión que me pudiera perjudicar. Poco a poco, sin darme cuenta, me había vuelto una persona calculadora, posiblemente los años son los que te hacen volverte así y evitas las decisiones rápidas que te provocan los pocos años y ahora mismo tenía muchas cosas que valorar y la aparición de Jane venía a alterar de una manera muy clara todos mis posibles planes. Por otra parte, no había tenido oportunidad de valorar con nadie los diferentes caminos a los que podía optar y la presencia de Jane podía ser la oportunidad de abrirle a alguien mi corazón y hablarle con franqueza. Sabia, o por lo menos lo suponía, que ella me podría entender y era posible que hasta me diera, no digo que la solución, pero si alguna buena razón para decidirme.

Mis pensamientos iban y venían de un lugar a otro como si fueran olas rompiendo en alguna playa desierta cuando apareció Jane. Me levanté y nos dimos dos besos en la mejilla. Me pareció mucho mas atractiva que el día anterior, su sonrisa era una auténtica maravilla, los ojos se brillaban como si fueran dos faros, mientras que un pequeño mechón de pelo le caía sobre uno de ellos. Se lo apartó con un movimiento rápido, se sentó y enseguida preguntó de una manera como muy espontánea

-          ¿Qué tal, Andrés? – Me preguntó mientras partía un trozo de pan y se lo introducía en la boca - ¿sabes que tengo un hambre que me muero?
-         ¿Conocías este sitio? 
-         No
-         ¿Nunca te ha traído tu padre?
-         Yo creo que no o por lo menos no me acuerdo
-         Te lo pregunto porque yo se que viene de vez en cuando aunque yo nunca le vi aquí
-         Entonces ¿por qué sabes que viene?
-         Me lo contó el dueño que lo conozco desde una vez que lo traté de urgencia en la Clínica
-         ¿Y tu has venido muchas veces?
-         ¿Yo? – llamé al camarero para pedir algo de beber para mi acompañante – si que he venido varias veces y se come de miedo
-         ¿Venías con tu novia?
-         Una vez vine con ella si

El camarero depositó en la mesa una pequeña copa y le sirvió una copa de vino blanco dejando la carta sobre la mesa

-         Si me permiten – dejó la carta sobre la mesa – ahora vendrá el Sr. Burton y le indica las sugerencias para hoy
-         Muchas gracias
-         O sea que este sitio te trae muchos recuerdos – me preguntó mientras se acercaba la copa a sus labios
-         Algunos si – contesté – pero casi me gustaría hablar de otras cosas. Aquello pasó y ya está.
-         ¿No te apetece hablar de ella?
-         Sinceramente no
-         Bueno – acercó su copa para brindar – pues hablemos de otra cosa

El Señor Burton apareció con sus modales refinados, nos sirvió un poco más de vino en nuestras copas y

-          Perdone Doctor y ¿señorita?
-         Jane Chesterplace – contestó ella con una sonrisa cómplice
-         No me diga que es usted hija del Señor Chesterplace
-         Si, soy yo
-         Por Dios ¡que honor para esta casa disfrutar de la presencia de la hija de una de las personas mas importantes de este país!
-         Bueno, bueno – Jane se notaba que no estaba muy cómoda ante tanto piropo
-         Si me permiten – El Sr. Burton tomó la carta entre sus manos como si fuera un papiro antiguo – ya veo que tienen muy buen gusto por las bebidas que han solicitado y por eso me gustaría recomendarles algunos platos de nuestra carta.
-         Muy bien, usted dirá – le contesté
-         Primero les recomendaría probar nuestro magnífico pastel de mariscos, un poco para cada uno y a continuación nuestro plato estrella que son las perdices con langosta, hechas con una salsa de vino de Oporto, fresas de nuestros bosques y todo aderezado con unos pequeños trozos de langosta del mar del Norte que es una auténtica delicia – se quedó un segundo pensando – si me permiten casi de primero les daría unas verduras de nuestra propia huerta, hechas solamente con aceite español y vinagre porque el pastel de marisco y la langosta va a ser todo como un poco igual
-         Yo casi de primero prefiero un risotto de setas y luego la perdiz- pidió Jane
-         Y yo lo que nos ha aconsejado, unas verduritas y luego la perdiz
-         Perfecto y de bebida si les parece les puedo ofrecer un Vega Sicilia tinto que sería perfecto para combinar con la carne
-         ¿Te parece bien? – le pregunté a Jane
-         Bueno, yo no entiendo mucho de vino, pero seguro que estará muy bueno

El Sr. Burton se alejó con una sonrisa en los labios seguro de haber recomendado lo mejor para aquella pareja y así disfrutarían de una buena comida y de una velada agradable, sin darse cuenta que justo en ese mismo instante Jane comentaba

-          Que tío mas cursi ¿no?
-         Déjalo que es su papel
-         Ya - Jane soltó una carcajada y a mi también me entró la risa aunque le indiqué con un dedo que se riera mas bajo porque se iba a dar cuenta - ¿y este es amigo de mi padre?
-         Eso dice él
-         Bueno, si lo dice será verdad, pero no veo yo a mi padre aguantándole ese rollo cada vez que venga a comer
-         Déjalo y si te parece hablamos de ti
-         ¿Qué quieres saber? – preguntó mientras bebía un poco de vino
-         ¡Yo que se! Hace tiempo que no nos veíamos y supongo que en todo ese tiempo te habrán pasado muchas cosas. No se , te podría preguntar lo mismo que tú a mi ayer- hice una pausa para degustar el buen vino mientras la miraba con alegría - ¿te has casado?
-         No – una risa espontánea brotó de su boca - ¿tu crees que no tengo cosas mejor que hacer que casarme?
-         Yo que se, si hace por lo menos cuatro años que no nos vemos
-         Cinco para ser exactos – me contestó
-         ¿Los llevas contados?
-         Yo si ¿y tú?
-         La verdad es que no, pero bueno cada uno es como es.
-         Ya, ya – volvió a sonreir – menudo elemento estás hecho
-         ¿Yo?
-         Si tú que pareces una mosquita muerta y en cuento te dejo te vas ennoviando por todo Londres.
-         ¡Pero quien te ha contado semejantes barbaridades! – traté de ponerme serio - después de nuestra última conversación que fue el mismo día o al día siguiente que tuviera yo aquella movida con el Dr. Taylor me quedé mas solo que nadie, andaba deambulando por ahí y dejé de ir a los sitios que iba contigo porque me encontraba como fuera de lugar y me quedé en casa por lo menos seis meses. Poco a poco empecé a salir, por supuesto ya se había arreglado el tema con el Dr. Taylor mi actual jefe y después  estuve medio año sabático en Madrid, hasta que me llamó tu padre para que me hiciera cargo de la dirección de la Clínica y entonces fue cuando conocí a Cristina y así estuve unos años, pero desde entonces me he vuelto a refugiar en mi trabajo y en mi casa hasta que la casualidad hizo que me encontrara contigo en Picadilly que si no todo seguiría igual. Bueno igual no, porque estoy en un momento difícil y tengo que tomar una determinación en unos meses y estoy hecho un lío – tomé un poco de verdura y continué – pero eso lo dejamos para después ¿te parece?
-         Por mí encantada – Jane también comenzó con el primer plato continuando con un pequeño sorbo de vino – Que bueno está todo ¿verdad? No me extraña que mi padre venga a comer aquí de vez en cuando. Como te decía mi vida no ha cambiado mucho, excepto, como es natural, el hecho de educar a Sinoa que no es nada fácil y menos en un sitio como en el que estoy, pero lo llevo bastante bien.
-         Por lo que dices supongo que continuas en Etiopía ¿no?
-         Si claro, de ahí no hay quien me mueva
-         A pesar de tu padre
-         Ya lo va llevando mejor – se quedó seria mirando al mantel como si fuera una situación para ella difícil de explicar – tuve que ceder un poco, él otro poco y aquí estamos
-         ¿En que tuviste que ceder?
-         Sobre todo en prometerle que una vez al año me pasaría quince o veinte días en su casa porque según me dijo no tenía mucho tiempo para ver crecer a su nieta preferida, te recuerdo que solo tiene una y por eso ahora estoy aquí. Por lo demás, todo sigue igual. La misión da cada vez mas trabajo, pero afortunadamente vamos avanzando y ya son casi cien los niños a los que tratamos, les damos de comer, los vestimos, los educamos mas o menos en la religión católica, gracias a la ayuda del Padre Jesús, que es un misionero que nos mandaron hace un par de años, y estamos a punto de finalizar un pequeño hospital para tratar a todos aquellos que nos lo pidan
-         ¿Y todo eso quien lo paga?
-         En su día creamos una ONG en la que está muy involucrado mi padre y ahora ya tenemos una pequeña ayuda del gobierno de Etiopia. En fin, no es mucho, necesitaríamos mucho mas, pero vamos resolviendo los problemas con mas o menos fortuna, pero ya sabes aquello que para el que nada tiene, un poco es mucho y por lo menos los niños desayunan y comen y si quieren hasta se pueden quedar a dormir y ese es nuestro trabajo ¿qué te parece?
-          Me parece que es una maravilla que todavía existan en el mundo personas como tú
-         No me digas eso que me vas a poner colorada – escondió sus ojos tras el Vega Sicilia que casi llenaba su copa – no te creas que tiene tanto mérito una vez que tienes oportunidad de ver lo que hay por allí.
-         ¿Eres feliz?
-         Es complicado decir que si – se quedó pensativa – yo diría que si, aunque cuando estoy aquí siento que podría vivir mucho mejor con mi padre, le haría compañía hasta que Dios decida llevárselo que no creo que le falte mucho porque está bastante mayor y cosas por el estilo, pero cuando llego allí me doy cuenta que hago falta a mucha mas gente y entonces si que podría decir que soy feliz, si, seguro que si, sobre todo porque ahora si me quedase si que me parecería una vergüenza y después del tiempo pasado ya no podría quedarme – Jane se mantuvo con la copa rozando sus labios – mira, te voy a poner un ejemplo – movió lentamente la copa de vino - no tengo ni idea cuanto cuesta esta botella de vino pero no puedo dejar de pensar que con lo que pagues, doy por lo menos doscientas comidas a mis niños de la misión y me parece que no debería ser así, pero no puedo quitármelo de la cabeza.
-         Ya – sus razonamientos también me hicieron que yo me pusiera serio – te entiendo, pero ese quiere decir que cuando estás aquí no estás bien
-         No es exactamente así lo que me pasa – dejó encima de la mesa la copa y continuó degustando con calma la comida – reconozco que estoy hecha un lío, por un lado si, bueno no se, me tiene un poco preocupada mi hija porque si yo estuviera segura que va a pensar como yo entonces no tendría ningún problema, pero no se si le gustará mas esta vida y yo no soy quien para obligarla a vivir en una misión si ella quiere otra cosa, pero bueno, vamos a dejar este tema porque si no esta comida va a parecer un funeral.
-         ¿Cuánto tiempo vas a estar aquí? – pregunté cambiando de tema
-         Me voy el día veinte
-         O sea que te quedan – me paré un momento pensando – nueve días.
-         Si, ya tengo los billetes de vuelta para ese día.
-         Tenemos muchas horas todavía para hablar – me quedé mirándola mientras apuraba mi segunda copa – y necesito que me ayudes.
-         Yo estoy a tu disposición pero te recuerdo que has sido tú el que me has pedido que te hablara de mi primero
-         Es cierto, pero estoy en un momento de mi vida en que todavía puedo tomar una decisión u otra y según la que tome, mi vida cambiará absolutamente.
-         ¿Tan brusco puede ser el cambio? – me miró tratando de adivinar mis pensamientos – me parece que estás muy acostumbrado a vivir trabajando, a ganar dinero, a ser una persona conocida en tu profesión y ahora ¿que quieres hacer?
-         Tengo la posibilidad de dejarlo todo y emprender una vida absolutamente diferente.
-         ¿Así de fácil?
-         Para ti será fácil, pero para mí me parece que tomar esa decisión es como subir al Himalaya.
-         Perdona Andrés – acercó su mano a la mía – pero empieza desde el principio porque estoy completamente perdida.
-         Es un poco largo
-         No importa, has dicho que tenemos nueve días ¿no?
-         Si, eso he dicho y no se si serán suficientes. Lo primero que tienes que saber y por favor no se lo digas a nadie y mucho menos a tu padre es que el Dr. Taylor tiene pensado dejar todo en un mes mas o menos e irse a Filipinas con su mujer
-         Me dejas de piedra – Jane tenía la sorpresa en su cara – el Cirujano Plástico mas conocido de Londres y posiblemente del Reino Unido, se larga y deja todo así porque si
-         Parece raro pero es la verdad. El otro día me comentó que estaba harto, que no podía aguantar mas esa vida y que no tenía el mayor interés en ser el mas rico del cementerio y que se iba a ir con su mujer a un lugar donde no lo conociera nadie y disfrutar de sus hijos y de sus nietos
-         ¿Ya tiene nietos? No me parecía que fuera tan mayor
-         No tengo ni idea cuantos años tiene, pero si que se, porque me lo dijo el otro día, que tiene cuatro nietos.
-         Ya – Jane no se perdía ni un solo movimiento de mis ojos – y por eso fue por lo que me dijiste el otro día que te podías quedar con su consulta ¿no?
-         No recuerdo habértelo dicho, pero si, me lo ha propuesto y no se que hacer
-         Es un tema muy complicado – me apretó con fuerza la mano – y no creo que exista nadie en el mundo que te pueda aconsejar. Eres tú y solo tú el que tienes que decidir porque no tienes otra posibilidad.
-         Tampoco hay que exagerar. Puedo seguir siendo Director de la Clínica y dejar la cirugía.
-         ¿Y que vas a hacer todas las mañanas? ¿pasearte por Londres? No te veo yo así, pero nunca se sabe, lo mismo te buscas otra novia y a disfrutar que la vida pasa muy deprisa.
-         Es otra posibilidad pero me parece que ya estoy para pocos amoríos
-         ¿Te ves viejo? – me preguntó con una sonrisa burlona
-         Es posible que no te lo creas pero si, si que me veo viejo – apuré el vino – mas que viejo, que tampoco es para tanto, estoy cansado de llevar una vida vacía, llena de trabajo, de cenas, de homenajes, de gente adulándote alrededor, pero al final vuelves a casa todas las noches y me pregunto ¿ha valido la pena?
-         Hombre, Andrés, te veo muy bajo de forma, eso no puede ser, Tú eras un tipo alegre, muy vitalista, con ganas de comerte el mundo y ahora después de no se cuantos años te planteas si lo que haces merece la pena, pues claro que merece la pena ¿o es que tú crees que a un paciente que lo curas no te estará eternamente agradecido?  
-         Querida Jane, el tema no va por ahí porque en mi caso los agradecimientos se los lleva mi Jefe. En todo caso si que sería valorable mi labor en la Clínica y para piropos ya tengo a tu padre que no hace nada mas que felicitarme por lo bien que lo estoy haciendo cada vez que me ve, pero no es eso – casi sin darme cuenta unas lágrimas humedecieron mis ojos – no es eso

Jane me miró sorprendida, parecía como no saber que hacer ni que decir, se limitó a apoyar sus manos en las mías y mirarme a los ojos

-          Tú lo que tienes es una depre como una montaña de grande ¿te has planteado la posibilidad de visitar a algún psiquiatra?
-         Hasta ahora no, pero si sigo así no me va a quedar mas remedio
-         ¿Te apetece dar un paseo?
-         Muy bien, pago y nos vamos.

Estuvimos paseando por las calles céntricas de Londres, ella me llevaba del brazo y solo con ese gesto parecía como saber la fórmula para intentar ayudarme. Se puede decir que no hablamos ni tres palabras en todo el tiempo, la fina lluvia nos acompañaba y así llegamos a una pequeña plaza detrás del Parlamento, nos sentamos en un banco y me quedé mirando al infinito.

-         Te diré que se me ha olvidado decirte la tercera opción.
-         ¿Cuál es? – se apretó contra mí poniendo la cabeza en mi hombro
-         Dejar absolutamente todo y volverme a España, buscarme una casa en algún lugar del sur donde el sol sea lo más importante y dedicarme a leer, a escribir, a escuchar música y poco mas.
-         No te veo yo sin hacer nada, pero está claro que es otra opción.
-         ¡Yo que se! – me quedé como ensimismado mirando el suelo - en el fondo me parece que no se lo que quiero
-         Eso también me parece a mí, pero lo mismo si te lo digo te parece mal.

Estaba anocheciendo, las farolas comenzaban a iluminarse automáticamente, las hojas de los árboles alegres por la llegada de la primavera se mecían lentamente. El Parlamento se iluminó como queriendo ser testigo de nuestra conversación y un barco lleno de turistas haciendo fotos sin cesar, pasó rápido por el Támesis para llegar pronto a su destino.

Jane se soltó de mi brazo, se puso en pie y ejecutó unos pequeños pases de baile con su paraguas abierto mientras yo la miraba asombrado sentado en el banco. Poco a poco, muy lentamente, como si fuera una parte de una obra de teatro, se acercó y poniendo su boca muy cerca de la mía y con una sonrisa que iluminaba más que todas las farolas del universo me soltó, así como quien no quiere la cosa 
-         Tienes otra posibilidad y que yo te la propongo para que esta noche la pienses junto con tu almohada. No quiero que me contestes ahora ni mucho menos, quiero que la pienses, mañana me dejas que sea yo la que te convide a comer donde yo quiera y me comunicas tú decisión ¿de acuerdo?
-         Dime – no tenía ni idea por donde iba a salir y estaba realmente en ascuas – te prometo que la pienso
-         Mi propuesta es que te vengas conmigo a Etiopía. Eres Médico y harías una gran labor en la misión porque allí la que mas sabe soy yo, o sea, que no tendrías mucha competencia

Mi cara debió de hacer una mueca de lo mas extraña porque Jane se separó y volvió a repetir los pasos de baile, esta vez como mas despacio

-         Eso es lo último que se me hubiera ocurrido pensar – todavía seguía con la misma cara de incredulidad
-         Ya me he dado cuenta – volvió muy despacio con una enorme sonrisa – pero no hago mas que resolverte una duda ¿no decías que a lo mejor todo lo que habías hecho hasta ahora no merecía la pena? Pues ya tienes la oportunidad de demostrarte a ti mismo que vales para mucho mas de lo que crees. No tendrás dinero, no podrás ir a ningún bar, no te podrás vestir bien porque harías el ridículo, no tendrás ninguna comodidad, en fin no tendrás nada de lo que disfrutas aquí, pero si que tendrás alegría de vivir, te darás cuenta que lo hagas te lo pagarán con una mirada de agradecimiento, podrás ver como se puede ser feliz sin tener nada de nada, podrás ayudarme a educar a Sinoa y lo mejor es que en ningún momento te sentirás solo porque toda la misión estaremos siempre contigo y que conste que somos muchos
-         De verdad que estoy alucinando – no podía de ninguna manera disimular mi sorpresa, podría haber pensado cualquier solución menos esa – como te he dicho lo pensaré y mañana hablamos. Prefiero no decir nada mas.

La noche se me hizo interminable, intenté dormir, imposible, me levanté y me tomé un whisky doble, nada, estuve sentado mirando las estrellas en la terraza, me volví a meter en la cama, me hice un te, nada, me tomé unas galletas, me volví a tumbar esta vez en el sofá, me tapé con una manta y mi cabeza giraba y giraba como si fuera una noria. Iba de un lado para otro como un barco a la deriva. ¿Era una solución irme a Etiopia y olvidarme de toda mi vida anterior? ¿no sería mejor quedarme como Director de la Clínica aunque dejara la cirugía? ¿y si me quedaba solo con la cirugía y dejaba de ir a la Clínica ¿qué pasaría? Por lo  menos lo que me aseguraba era tiempo libre eso seguro, pero ¿sería la solución? Si me fuera a la costa del sol, podría ver a mis hijas con mas frecuencia que ahora y ¿ellas querrían verme a mi? Si me fuera a Etiopía  como me insinuaba Jane ¿no sería romper con todo demasiado bruscamente?. ¿Me estaría enamorando de Jane? ¿pero como me voy a enamorar si casi no la conozco de nada y encima la llevo por lo menos veinticinco años? Y encima tiene a Sinoa que me cae muy bien pero no soy su padre ¿podría suplirle? Posiblemente si que sería capaz de vivir con Jane, al fin y al cabo es una chica con una educación exquisita, pero no me puedo olvidar que le llevo veintitantos años y además ¿porqué me tengo que enamorar? Puedo ser un colaborador como otro cualquiera sin necesidad de meterme en líos, ayudarla a educar a Sinoa, si ¿por qué no? aunque tengo la impresión que tengo una idea bastante diferente de la forma de educar a una niña y eso puede ser motivo de discusión. En fin, voy a intentar cerrar los ojos y espero dormir un rato y ahora que lo pienso ¿porqué creo que Jane está enamorada de mi? Yo creo que si, pero lo mismo me quiere como Médico, incluso como amigo, pero nada más. Tengo que dormir que si no mañana no voy a poder razonar.

No se cuantas horas dormiría, seguro que pocas y como todos los días a las ocho de la mañana estaba entrando por la puerta de la Clínica. Mi secretaria me esperaba con una serie de papeles para firmar, tomé un café y a las nueve menos cuarto tuve la habitual reunión con los Médicos de Guardia. Aunque trataba de atender a lo ocurrido la tarde y la noche anterior, reconozco que mi cabeza estaba en otro sitio. No solo tenía que decidir lo que hacía si no que también tendría que hablar con el Señor Chesterplace para explicarle la situación y por supuesto con el Dr. Taylor porque me habían ayudado en los últimos años y no quería en ningún caso quedar mal. Y tendría que darles un tiempo para que se organizaran sin mi, pero ¿cómo iba a hablar nada si todavía no tenía claro lo que iba a hacer?

Tuve una larga reunión con la Jefa de Enfermeras, tenía problemas con algunos turnos y no había mas remedio que contratar a alguien porque la gente no estaba por la labor de doblar y era un asunto a resolver ya porque por lo menos en una semana se quedaría con algún turno al descubierto. Desde siempre, siguiendo indicaciones de la Dirección de la Clínica, yo era el muro de contención para evitar la contratación de nuevo personal, pero también es justo reconocer que cuando yo decidía que no había mas remedio, la Dirección aceptaba cualquier solución que yo les aportaba. Firmé los papeles necesarios para que la Jefa contratara dos nuevas enfermeras para el turno de noche. A continuación vino al despacho la Gobernanta con las mismas pretensiones y ahí me cerré en banda porque el cocinero podía trabajar algunas horas más y lo único proponerle una subida del sueldo que seguro que aceptaría y tratar de buscar a alguien de dentro de la plantilla que le ayudara sobre todo en el tema de las compras.

A última hora de la mañana tenía que recibir a la mujer del Consejero de una editorial muy conocida y cliente habitual de la Clínica porque según me explicó la secretaria quería exponer sus quejas porque el Médico de Guardia no le había querido recetar una medicación sin explorarla previamente. Estuve amable con ella y creo que salió medio convencida que la actuación del facultativo había sido la correcta pero que, en cualquier caso, hablaría con él para que en lo sucesivo la tratase como ella se merecía y se fue contenta. Durante toda la conversación, yo ponía cara de estar muy interesado en el caso pero mi pensamiento estaba en la llamada de Jane para comer, como había quedado con ella el día anterior y efectivamente cuando ya empezaba a perder la esperanza, mi secretaria me pasó un papel en el que decía que me esperaban para comer en un bar justo enfrente de la Torre de Londres. Me venía muy bien porque estaba relativamente cerca y podía ir andando.

Tardé una media hora, la primavera ya había llegado a la ciudad, el sol iluminaba como pocos días al año y aunque yo avanzaba pensando en mis cosas, sabía que el buen tiempo alegra el alma y me venía muy bien para la comida que me esperaba y así, casi sin darme cuenta llegué a una especie de pub “el Paradise” al que no había tenido oportunidad nunca de entrar y mi sorpresa fue mayúscula al encontrarme en un pequeño restaurante, no tendría mas de cinco mesas, completamente blanco, con los camareros con largos mandiles, también blancos y las paredes decoradas con las tapas de madera de las botellas de vino. Sentada en una de las mesas de un lateral estaba Jane con una cerveza y unas patatas fritas. Se levantó, nos dimos un beso y nos sentamos a continuación uno enfrente de otro.
-          ¿Te gusta este sitio?
-         No está mal, aunque un poco como desangelado
-         ¡Que va! – ella seguía con su eterna sonrisa – se come muy bien, eso si, solamente tiene dos primeros y dos segundos pero seguro que te encanta. El cocinero es amigo mío desde hace muchos años y siempre que vengo me trata de maravilla y encima a precios de menú del día ¿te parece?
-         Me parece muy bien – llamé al camarero y le pedí otra cerveza
-         Bueno ¿qué tal? ¿has dormido bien?





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