sábado, 25 de febrero de 2012

PASEO POR EL TORRAIBA: CAPITULO 10

Queridos blogueros/as (4): Esta vez no se me ha olvidado y como buen sábado ahí os va otro capítulo de mis paseos por el Torraiba  y como enseguida veréis comenzamos otra vez con ese gallego castellanizado o ese castellano galleguizado que si lo leyera la Pardo Bazán la llevaría nuevamente a la tumba, pero que a mi me divierte y refleja bastante bien lo que hay por el mundo adelante. A mi lo que mas me ha gustado, de verdad, es la entrevista con el Médico de Madrid, las preguntas tan finas y las respuestas tan a la pata llana
y ¡¡esto lo he escrito yo!! por una vez y sin que sirva de precedente voy a presumir porque te ha resultado moy divertido ¿no sabes?
No se si os habéis fijado que voló el capítulo 9 y es que un día que me dió por pensar, llegué a la conclusión que estas historias las leéis cuatro (nunca mejor dicho) pero si algún día caen en manos de algún colega lo mismo le parece mal y tampoco está el país como para ir haciendo enemigos, o sea, que el capitulo nueve voló como el reloj de cuco de mi madre que lo dejó en una relojería de Cedeira y después de reclamarlo en multitud de ocasiones, el dueño le contestó Doña Blanca, el cuco voló y nuestra querida madre se quedó compuesta y sin cuco. Cosas veredes Don Sancho
Un abrazo
Tino Belas

CAPITULO 10.-  LLEGADA AL PICO.

Todas esta ideas hervían en la cabeza de Tino Belascoain cuando se dio cuenta que todavía le quedaba un tramo, corto pero con una buena pendiente, hasta llegar al pico ¿era Tarroiba o Torraiba?. Se levantó lentamente, se ajustó “las cordoneras de las botas” que diría un cartagenero, por aquello de la dichosa próstata, hizo una larga y cálida meada, expresión muy acertada que utilizaba frecuentemente Alvaro de la Iglesia director que fue de la revista satírica “La Codorniz”, y apoyado en el bastón comenzó la ascensión con paso lento pero continuo.

Al contrario que le ocurría con las bajadas en las que siempre terminaba con importantes dolores en las rodillas, en las subidas eran los pulmones los que solicitaban ayuda para llevar a cabo su función de aportar oxígeno y por ello se veía obligado a resoplar cada pocos metros tratando de meter en su cuerpo la mayor cantidad de aire posible.

La llegada al pico fue una de las mas bonitas de todas las que había disfrutado en su vida. La niebla parecía querer contribuir a magnificar el espectáculo y en la lejanía se iba abriendo, como si de un telón se tratase y permitía una visión maravillosa del acantilado mas alto de la Europa Continental en una de cuyas laderas se encontraba la aldea de San Andrés de Teixido que desde aquella altura se adivinaba todavía mas diminuta de lo que realmente era. El sol quería unirse timidamente a la representación y llenaba con su presencia toda la ría de Cedeira haciendo resaltar el azul del mar, la blanca arena de la playa de la Magdalena y el verde de los montes que circundan la muy noble villa de la provincia de La Coruña.

El viento que controlaba el abrir del escenario , contribuía también a que la niebla fuera desapareciendo lentamente del paisaje y permitiera ver a dos barcos mercantes que parecían sestear sobre la línea del horizonte. Mas próximos a la costa cuatro o cinco pesqueros ejercían su actividad dando vueltas y mas vueltas a un pequeño banco de pescado, dejando una estela blanca que hacía las veces de linea de aproximación para una gran cantidad de gaviotas que revoloteaban alrededor como queriendo contribuir con su presencia a mitigar la soledad de aquellos hombres de la mar.

En la carretera de bajada a San Andrés, cinco o seis autobuses y una larga fila de coches particulares nos devolvían a la realidad del tráfico continuo para peregrinar a este pequeño lugar en el último confin de Galicia donde la tradición dice que desembarcó San Andres y desde entonces en aquella pequeña Iglesia, se conceden gracias y favores a todos los que lo solicitan  con la única condición que hay que ir de vivo y naturalmente, el que no lo haga así, deberá ir de muerto

El Dr. Belascoaín estaba tan abstraido disfrutando del paisaje que le rodeaba que no advirtió la llegada de un parroquiano que apoyado en dos muletas le saludó amablemente en una mezcla de gallego y castellano que se parecía a aquello que hablaba el que apareció previamente con la gaita.

Advierto al lector, para que nadie se llame a engaño, que a partir de ahora se entremezclan frases y palabras posiblemente desconocidas en ambos idiomas y que todo lo que sigue es, como todo lo anterior, invención única y exclusivamente del autor que en ningún caso pretende ni molestar ni ofender ni mucho menos entrar a formar parte de la Real Academia Española de la Lengua y por supuesto casi estaría por asegurar que tampoco lo nombrarán nada en la Academia Das Letras Galegas. Es simplemente un “cachondeíto con el idioma” que diría un sevillano y que aunque lo quiera traducir al galego, no se con que palabra se podría definir.

-         Bos días ¿Qué tal? ¿disfrutando do paisaje?

Faustino Belascoain vió muy cerca a un hombre de aspecto tranquilo, risueño, tirando a mayor pero de esas personas de edad indefinida, bien aseado, con la cara surcada por múltiples arrugas producto de las muchas jornadas pasadas en el campo, ojos pequeños de un azul tan claro como el mar que se adivinaba en el horizonte, cejas prácticamente imperceptibles, labios carnosos con marcado predominio del inferior sobre el superior, dentadura blanca perfecta y toda la cara era continuación de una boina calada hasta la frente. Completaba su indumentaria una chaqueta azul de lana que envolvía una camisa fundamentalmente blanca con alguna raya azul, pantalones de faena azules y zapatos de gruesa goma. Para ser una figura típica de aldeano gallego solamente le faltaba el paraguas colgado en la parte posterior del cuello, pero el día no contribuía a cargar con tan indispensable instrumento en esta tierra gallega en la que la lluvia constituye un elemento mas de la naturaleza. Dos muletas de apoyo en las axilas le ayudaban a caminar esos cinco pasos por minuto que le habían recomendado.

Faustino sonrió ampliamente

-         Pues si, tiene razón, disfrutando de este paseo fantástico y este paisaje maravilloso ¿no le parece?
-         ¿ E que quere que ye conteste?  “a sejún”, unos días moy ben e outros no tan ben ¡sabe o que ye quero decir!

El Médico madrileño sonrió ante tan inteligente contestación en la que se apreciaba un alto grado de esa socarronería tan típica en esa parte del país gallego.

-         ¿Usted vive por aquí?
-         Si, claro. Baixando un pouquiño ensejida está a miña casa. Fijese si estará cerca que ainda puedo chejar con estas pernas ayudado por las muletas, eso si, pero vamos indo – dicho lo cual levantó las dos muletas ladeando su cuerpo de una manera claramente peligrosa
-         Tenga cuidado no se vaya a caer
-         No hay cuidado. Estas dos muletas ya son como de la familia.
-         ¿Hace mucho tiempo que le operaron?
-         ¿A mi?
-         Claro, no va ser a mi – ríó el Médico
-         A min no me han operado, señor. Estuve dos meses en la Residencia Arquiteto Marcide de Ferrol con radiografías y anális casi todos los días ¡que manda carallo! Los Médicos me visitaban todos los días, levanta as pernas, baixalas, pon a dereita para alí, a ezquerda para aló, sentes ben y no se cuantas cousas mais y al final Don Manuel me decía: Eusebio tu estás muy jodido pero no se porqué ¿me entiendes? Y yo no le perdía ripio por si soltaba prenda, pero nunca decía mas que eso. Al salir de la habitación alguno de sus ayudantes me daba una palmada en la espalda y trataban de animarme con eso de ¡ya verás como dentro de unos días te encuentras mejor! Pero eu injresey un lunes pensando que tendría alguna infeción, que sería cosa de unos poucos de días y al mes después de jomas con sueros por todas partes, antibióticos hasta en la sopa, exploraciones e mais exploraciones, eu estaba ijual que el primer día o si me apura algo peor. Miñas pernas parecianme de ferro, dolianme moito y non era capaz de ponerme dereito.

Al principio, Don Manuel Sierra Loura, el Jefe de Traumatología era pra min como un Dios y cada vez que lo veía entrar en la habitación se me iluminaba la cara, pero, sejún iban pasando las semanas, la pila se iba acabando hasta que chejou un día y díxome:

-         Eusebio: tengo que decirte una cosa y espero que la entiendas bien – Don Manuel se sentó en el borde de mi cama – te hemos hecho todo tipo de pruebas y no sale nada de nada por ningún sitio, tienes los análisis como un chaval de veinte años, los cultivos limpios como patenas y la verdad es que no tengo ni idea de lo que te pasa. Lo único que se me ocurre es que te vea el Dr. Touza que es un neurólogo que ha venido de Madrid a un congreso y que nos de su opinión ¿te parece?

-         Pareceme ben, ya sabe que lo que usted diga va a Misa Don Manuel. Eu o que quero es sanarme¿sabe usted? -  

-         Deixaronme en a habitación e como uhna hora mais tarde apareceu a verme una especie de cantante vestido con una chaqueta verde como del color de un grelo, pelo engominado y pantalones amarillos, que se me presentó como el Dotor Touza y tuvimos una entrevista en la que me prejuntou de todo, desde si tiña alguna enfermedade hasta cuanto tabaco fumaba, de que morreron meu pai e mais a miña nai, cantas veces facía el amor a la semana e mil cousiñas mais. Tuvo moita gracia porque prejuntoume si estaba casado y al contestarle que si, me prejuntou si estaba buena y eu non tuve mais remedio que decille que de joven si, pero que ahora ya estaba tan ben

-         No, hombre, no – el dotor se escojorciaba de la risa – si yo lo que te pregunto es si está sana, si tiene alguna enfermedad.

-         ¡Ah! Usted perdone dotor que le había entendido mal ¡manda carallo! - Tambien me preguntó que comía y si iba  al Servicio. Era un hombre tan serio que yo no le entendía lo que me preguntaba ¿sabe usted? Y por eso le contesté que yo al Servicio solo he ido una vez en mi vida y había sido hacía moitos anos en Xixón.

-         No hombre, no – otra vez igual – si yo lo que le pregunto es que si va bien de vientre, si va al servicio ¿me entiende?

-         Agora si que ye entendo ¡manda truco! O que quere saber es si eu cajo todos los días ¿es así?

-         Si, eso es lo que le he preguntado.

-         Pues mire, señor dotor, si he de dicir la verdá, lo que se dice cajar como Dios manda, lo hago moy poquiñas veces. Hombre que le voy dicir, cájome en algún santo o en Odemo pero blasfemar, lo que se dice blasfemar, eso non lo fago nunca ni cuando iba a escola de Regoa con Don Genaro el maestro que en gloria estea y ahora menos, o sea que de vientre no te voy mal, pero de cajar nada de nada.

El Médico de la capital que al principio parecía muy serio, se fue animando poco a poco y al final, se partía de risa con cada una de las respuestas. Estuvo en la habitación como media hora, me exploró como nadie lo había hecho hasta entonces, pierna para alí, manos para aló, levantese, sientese, doble las rodillas, saque la lengua, inspire, espire y non sei cuantas cousiñas mais.

Al final, se levantó y tras estrecharme la mano me diagnosticó una “mielitis actiniforme caudalis brevis” que manda carallo y como puede suponer quedeime con la boca mais aberta que o buzón de correos que hay en la plaza do peixe. No sabía si sería grave o no y miña cabeza toleaba para tratar que sería aquello que dicía o señor de Madrí, pero solo acerté a dicir “paréceme ben” dicho lo cual el Catedrático foise y eu quedeime como estaba pero todavía mais confundido. Menos mal que al día siguiente el Dotor Sierra, meu médico, me explicó todo con moito coidadiño y así me enteré de algo mas.

-         Perdone – el Dr. Belascoain interrumpió la larga parrafada de Eusebio – pero a mi me pasa como a usted. Me parece muy bien, pero no he entendido nada. ¿Qué es una mielitis actiniforme no se que?

-         ¡Ay, Odemo me leve cuanto mais lonxe meyor! ¿pero usted no es o Médico”– Eusebio se rascó la cabeza después de retirarse la boina.

-         Si, hombre si, yo soy Médico pero me dedico a operar y esa enfermedad ni me suena o tu te crees que yo se de todo. Si así fuera, está claro que sería Dios. ¿Cuál ha sido tu profesión?

-         ¿Eu? He traballado en el campo y en la mar

-         O sea que has sido agricultor y marinero ¿cierto?

-         Cierto, pero también le fui músico en la mili y gaiteiro en el grupo de gaitas “ Os de sempre”

-         Bueno, bueno, no siga que ha sido tantas cosas que me pierdo.

-         Y eso que no le he dicho las mais importantes

-         ¿Como qué?

-         Bueno, durante una temporadiña te fui motero

-         ¿Cómo ha dicho? ¿Qué fue que? – Don Faustino no pudo contener la risa y estalló en una sonora carcajada.

-         Non se ría que te es verdad, durante unos años fun motero, tenía una montesa de 49 cc que era la envidia dos meus amijos y hasta viajaba con ella que manda truco, pero era así. Un día chejey hasta Valdoviño, eso si con una paradiña en el bar de Pepe en el puntal porque hay que botar jasolina a o tanque si non non hay quen la faga subir la cuesta del confurco ¿no le parece?

El D. Belascoain se quitó las gafas y se secó las lágrimas con un pañuelo mientras se ponía de pié para coger algo de aire después del ataque de risa

-         Perdone que me riera tanto pero le entendí que había sido usted putero

-         ¿Putero yo? ¡que va! Uno cando tiña vinte anos te era bien parecido y no necesitaba pajar para recibir favores ¿o que se cree? El Eusebio de joven te era moy pinturero y el que mejor bailaba el pasodoble de toda la comarca de Regoa. Te era deljadiño como un pitillo, pero mi forma de andar y de mirar a los ojos a las mozas las hacía dirritirse ¿no sabe?

-         Total que era usted un Don Juan

-         Tanto non, non hay que exagerar, pero hacía mis pinitos como todo el mundo y ya sabe usted que cuando la necesidad aprieta non hay outro remedio que agudizar o inxenio y en aquella época ¡me cajo en todo lo que se menea! No había quien se comiera una rosca y uno lo intentaba ¿no le parece? Pero no nos vayamos de lo que estamos ¿usted es o Médico que vive en Vilacacin?

-         No, si que soy Médico pero no vivo en Vilacacin, el que vivía allí era mi padre, yo tengo una casa alquilada en el pueblo

-         ¿E dixome que era cirujano?

-         Si, soy cirujano plástico pero un poco raro porque solo hago queimados y cirugía de la mano

-         ¿Y usted no es de esos que les cambia las tetas as muyeres?

-         No, eso entra dentro de mi especialidad pero ya le digo que me dedico a otras cosas.

-         Pues yo de usted lo haría porque se pasa el día magreando y encima le pagan ¡que mais se pode pedir!

-         Lo mas importante en esta vida es hacer lo que a uno le gusta y eso es lo que me pasa a mi.   

sábado, 11 de febrero de 2012

PASEO POR EL TORRAIBA CAPITULO 8

Queridos blogueros/as 4: Pongo cuatro porque los fieles sois cuatro, sobre todo dos, porque Paloma y  Tito andan, como se dice en el argot ciclista, haciendo la goma, se retrasan, vuelven a coger el ritmo, se vuelven a retrasar etc...etc, pero, en el caso de Tito,  todo tiene su explicación y es que lo de su embarazo, bueno el de Africa, le tiene muy entretenido. Por cierto, si no habéis visto su facebook comunicando la noticia, os aconsejo que lo veáis porque es buenísimo. En el caso de Paloma seguro que el culpable es Fede, porque por las clases de gimnasia no va a ser,o sea, que tiene que ser el Señor Fontanals.
Ahora empieza lo que parece como una homilía. Es muy fácil, poneros en situación, imaginarme con sotana, subido en un púlpito de esos de antes diciendo:
Queridos hermanos: En el capitulo ocho que os propongo como tema para meditar esta semana, vuestro hermano Tino os propone algunas reflexiones, que no os puedo decir cuales porque he leído el capitulo así como por encima y como está escrito hace años, no me acuerdo muy bien de que va, pero de todas maneras, mis queridos hermanos, meditar porque el camino es largo pero la recompensa será mucha. Id por los caminos y a todos los cojos, mancos, sordos, ciegos etc...etc (casi mejor que os vayáis a la puerta de La Paz y acabáis antes) mostrarle las enseñanzas de este capítulo para mayor gloria de Dios Nuestro Señor (no sigo que acabaré diciendo alguna herejía)
Un abrazo para los cuatro y si aparece alguien mas, pues también para ese/a desconocido y que lo paséis bien
Tino Belas.

CAPITULO 8.- UN ALEVIN DE ESCRITOR ANDANDO Y PENSANDO.-

Nuestro protagonista, aunque parezca lo contrario, no era un hombre especialmente solitario aunque era evidente que disfrutaba de aquellos momentos como el que mas, pero siempre pensaba que la felicidad compartida era mucho mejor e incluso menos egoísta porque al fin y al cabo ¿porqué iba a disfrutar él solo? Lo que ocurría es que la experiencia le dictaba que o paseaba solo o no paseaba. Si tenía que estar pendiente si llovía o no,  si hacía viento o si hacía frío o mil avatares metereológicos para que Tere fuera con él, todos los días habría alguna excusa para no andar por el monte.

El andar solo tenía la ventaja de disponer de muchas horas para pensar en lo que fuera, en cualquier cosa e incluso había días en que después de cuatro horas de caminata, no era capaz de recordar en lo que había pensado ¿podría ser que no hubiera pensado en nada? No, no creo que sea así. Lo que ocurre es que los pensamientos afloran muy deprisa y si no sabes apaciguarlos de alguna manera, se van igual que han venido.

¡Que distintas se ven las cosas estando relajado, sentado en lo alto de un pico en el quinto infierno, sin la presión de los pacientes! ¿verdad? El Dr. Belascoain era consciente de cuanto disfrutaba de estos momentos y por eso siempre que podía trataba de repetirlos. Siempre pensaba en plan positivo, las ideas eran buenas y continuamente estaba dándole vueltas a su cabeza para inventarse nuevas historias para futuras novelas.

Faustino Belascoain era escritor como muchos Médicos, escribía mal como la mayoría pero escribía mucho, casi a diario y curiosamente mas en Madrid donde, teóricamente, disponía de menos tiempo. Le encantaba inventarse historias de situaciones que no había vivido, pero al final siempre acababa siendo él y sus circunstancias.

Entre las muchas barbaridades que se le habían ocurrido figuraba en primer lugar escribir sus memorias que las había titulado “Memorias de un tío normal”. Había empezado, es verdad, pero íntimamente sabía que no las iba a terminar nunca. No tenía ninguna razón para que eso fuera así, o a lo mejor si porque un escritor malo como era el caso, no podía reflejar en un papel todos sus sentimientos, no por no tenerlos sino por no saberlos reflejar y entonces suponía que algunas cosas no se iban a entender y para eso era mejor ni mencionarlas.

En el fondo era consciente que eso eran excusas y que se trataba de un problema, puro y duro, de valentía, de llamar a las cosas por su nombre y sabía que al igual que ocurre en la vida diaria, hay algunas cosas, tampoco tantas, que era mejor callárselas  y cosas por el estilo, aunque muchas veces se planteara hacerlo convencido como estaba que esas memorias iban a ser leídas por muy poca gente.

Por los cajones de su escritorio en Madrid, un viejo escritorio de caoba regalo de su abuelo, se encontraban desperdigadas como si de migas de pan se tratasen, montones de cuadernillos, carpetas de todos los tamaños y formas en las que apuntaba, sin orden ni concierto, historias, chismes, cuentos, anécdotas, la mayoría sin acabar  y muchas con un final como muy precipitado no por la falta de imaginación del autor, que sería lo normal sino por las necesidades propias de espacio que le otorga una libreta. Escribía en las libretas de los laboratorios donde tenía que escribir con letra pequeña para que todas las ideas tuvieran su espacio, en cuadernos que le regalaban , en hojas sueltas. Escribía donde fuese ¡que mas daba! Querer es poder se aplicaba con sus propias convicciones y no era raro encontrarle en cualquier lugar tomando notas en una servilleta, en trozos de papel, en los márgenes de las hojas de los periódicos  que almacenaba por todos los bolsillos y en algunas ocasiones los plasmaba en alguno de sus escritos.

Trataba de seguir un consejo que había leído en algún sitio y no era otro que para un principiante lo mas importante era escribir, escribir y escribir y cuando tuviera algo de tiempo, escribir. No importaban los temas ni tampoco si llenaban o no su cerebro. Daba un poco igual que las ideas fueran buenas o malas, mejor que fueran buenas, pero todas servían para hacer el ejercicio de comenzar una novela y tampoco importaba que el escribir fuera un arte, si escribía bien, mejor que mejor, pero a base de entrenar, como los buenos deportistas, las metas iban cayendo una tras otra y las palabras iban fluyendo a través de la pluma primero como una cascada sin control y posteriormente ya de una manera mas sosegada.        


Algo de escritor debía de tener nuestro caminante porque, igual que los profesionales, unos días escribía bien y otros mal. Días que, a lo mejor, en medio de la consulta, mientras iba y venía viendo las curas de diferentes pacientes, escribía con facilidad y otros en que rodeado de todo lo que hay que tener para que la inspiración acuda como llamada por un cornetín, pues ese día no le salían ni dos palabras.

Tenía una costumbre curiosa que nunca la había oído en otros escritores, siempre que le regalaban una pluma, lo que ocurría con escasa frecuencia y menos mal por lo que viene a continuación, escribía algún cuento o alguna historia y procuraba que los cuadernos o las libretas no fueran muy gordos para evitar tener que alargar el argumento de manera innecesaria hasta llenar todas las hojas. Esto le suponía escribir las cosas dos veces, primero a mano y posteriormente en el ordenador por aquello de que alguien las pudiera leer con facilidad, cosa que no ocurría casi nunca, pero él continuaba erre que erre con pasar todo lo escrito. En fin, una manera de perder el tiempo como otra cualquiera y encima no copiaba de manera literal con lo cual todavía era mas pérdida de tiempo. Para eso mas le valía escribir un guión en cada libreta y acababa antes. Eso lo había pensado muchas veces pero nunca lo hacía.

Era un escritor poco constante. Sabía que para llegar a ser alguien en el mundo de las letras debería convertirse en un profesional de la escritura de tal manera que lo mismo que se levantaba a las seis y media de la mañana y terminaba su jornada laboral a las nueve de la noche, lo mismo debería hacer con sus escritos. Sin embargo y tambien como argumento a su manera de escribir, intimamente estaba convencido que nunca llegaría a nada y por lo tanto tampoco era necesario que la escritura fuera un sacrificio. Escribía porque le divertía y no había que buscarle tres pies al gato. Alguna vez se le había ocurrido presentar un escrito a algún premio literario pero inmediatamente desechaba la idea  porque ¿iba a competir con los profesionales? Editar por  su cuenta alguna de sus novelas para enviarla a ser valorada por un jurado era una forma de tirar el dinero y encima se tendría que buscar algún entendido que le ayudara en todas esas presentaciones y no estaba por la labor.

Por otra parte sus escritos eran como un conglomerado de frases, sus cuentos tenían un final feliz o no dependiendo, como siempre del tamaño del cuaderno donde lo estuviera escribiendo, y las novelas no es que estuvieran poco trabajadas, es que no estaban y en mas de una ocasión se había encontrado que el protagonista que era un señor casado y bien casado y se había convertido, por arte de magia, en un soltero de oro y eso era como consecuencia de no plantearse el argumento con anterioridad.

Faustino empezaba a escribir y si se le ocurrían cosas, las iba metiendo con calzador hasta que quedasen ensambladas como si de piezas de un puzzle se tratasen. Esta era una de las razones por la que no se podía plantear nada a largo plazo ya que al no tener algo parecido a un guión, los personajes eran tan cambiantes que se veía en la obligación de releer lo escrito antes de continuar.



sábado, 4 de febrero de 2012

PASEO POR EL TORRAIBA CAPITULO 7

Queridos blogueros/as: Como esta vez no se me ocurre nada envío el capitulo siete del paseo por el Torraiba y espero que os resulte entretenido
Un abrazo
Tino Belas


CAPITULO 7.- MANOLIÑO DAS PENAS.-

Felipe Duranteiro Ramón, mas conocido por Manoliño das penas era un individuo peculiar. Como de unos treinta años, aspecto cuidado, limpio y aseado, era conocido por todas las gentes del lugar desde que se quedó viudo. Anteriormente había desempeñado trabajos como pocero, marinero de bajura, descargador de hielo en el puerto,  repartidos de “pizzas” en el único restaurante italiano de la vila e terra de Cedeira, distribuidor de butano, exportador de marisco e incluso representante de pinturas para fondos de botes de pesca. La muerte de su mujer, Olivenza, cuatro años antes en extrañas circunstancias, le había convertido en un individuo loco, extravagante, inofensivo, andarín impenitente y tocador de gaita casi durante todas las horas del día y algunas veces hasta por las noches en que desgranaba sus notas para que la Santa Compaña tuviera algún motivo de entretenimiento.

Desde el día en que encontraron a su  mujer en los bajos de San Andrés ahogada pero sin signos de violencia, se convirtió en un elemento mas del paisaje. Hablaba con todo aquel que invadiera lo que él llamaba sus “territorios territoriales” y siempre comenzaba con un “como está usted meu “brijada” (con “j” que suena mejor) mientras se cuadraba militarmente y comenzaba una larga y repetitiva perorata: “no me dija nada, non fai falta, yo se perfetamente a lo que viene pero ha chejado tarde. Si hubiera venido hace una semana posiblemente hubiera necesitado su ayuda, pero ahora xa non. A miña muller esta subiendo por el acantilado ¿la ve? Por fin ha oído el sonido maravilloso da miña jaita y en breves minutos estaremos xuntiños. La xente dice de Olivenza que está muerta, pero ¿qué saben eles? Yo si que lo se, baixó al acantilado en busca de “unha herba de namorar” nova, unha que solo se encuentra en ese acantilado y se despistó ¿Quen no se ha despistado aljuna vez en a vida? O que esté libre de pecado que tire a primeira pedra, pero nunca hacia alí, oichesme meu brijada, nunca hacía alí porque podes darle un cantazo a minha Olivenza ¿estamos de acordo? Bien, como percibo que entre nosoutros se ha establecido unha corriente de buena relación ¿podes darme un Ducados?

Tino levantó ambas manos dando a entender que no fumaba.

Está ben, está ben, non pasa nada, nunca pasa nada,  por isto no vamos a deixar de ser amijos – Felipe Duranteiro sacó un pitillo de un paquete de Ducados del bolsillo superior de la camisa, lo encendió, aspiró profundamente el humo y  sin dejar de mirar fijamente a su eventual compañeiro  le espetó – y no me dijas que che molesta o humo porque ya sabes que la pasión oculta de los Dioses de Olimpo era precisamente el humo y yo que soy uno de ellos tengo todo el derecho del mundo a que el humo me rodee y date prisa en disfrutar de mi presencia porque – se levantó, se colocó la gaita al  hombro y quedándose apoyado sobre una sola pierna continuó – no todo el mundo puede hacerlo y yo que soy como el verdadero Jesucristo, haré como él que ahora me ves pero dentro de un rato ya no me verás porque mi reino no es de este mundo.

Como soplaba la gaita con el humo del cigarrillo, a los pocos segundos las notas salían al aire acompañadas de una intensa humareda que parecía querer contaminar el bosque.
Felipe Duranteiro daba vueltas sobre si mismo, como una peonza, mientras Tino lo observaba entre divertido y extasiado

-         Ahora solo hablaré en castellano. Crees que estoy loco ¿verdad?

-         Hombre, para que nos vamos a engañar, un poco pirado si que pareces.

-         Pues estás equivocado, mi querido amigo, los que estáis locos sois todos los demás. Yo ando por el bosque sin molestar a nadie, toco mis canciones, como lo que encuentro y si no encuentro nada me quedo sin comer y duermo donde puedo, o sea, que realmente puedes considerarme como un pajarillo.

-         ¿Dónde vives?

-         Vivo en el mundo – respondió mientras alzaba sus brazos al cielo y daba vueltas sobre una pierna – Soy como una mariposa. Hoy duermo aquí, mañana allí y cambio de hogar como ellas de flor. Soy libre, soy un pájaro con alas que no vuelo porque no me da la gana porque si quisiera en cinco minutos estaría en La Coruña y en dos horas en Nueva York o en el Condado de Watford que es mi lugar preferido. Dicho lo cual te comunico que a partir de este momento dejo de hablar en este idioma extranjero y solo hablaré en mi idioma y si no me entiendes te aguantas – dio una voltereta en el aire y se quedó sentado en el mismo lugar.

-          ¿Dónde dices que está el Condado de Watford?

-         E A ti que mais che da. Está donde ti queiras. Queres que está lonxe  pues lonxe y solo puedo ir cando teño puestas miñas alas de lonxe recorrido e si quiero que está aquí  mismiño pois lo dijo y que nadie me discuta porque teño la daga de matar.

-         Ya, pero no se porque te pregunto todo esto porque a mi, si quieres que te diga la verdad, me da exactamente igual.

-         ¡Como que che da ijual! ¿te da ijual saber donde vive el  Gran Manoliño? Si o queres saber, sígueme y che convido a comer la especialida da mina casa que es un plato la mar de sabroso hecho a base de troncos de toxos de San Andrés todo aderezado con pedras do Monte Eixil

-         ¿Y eso está bueno?

-         Manxar de Dioses pero solo para paladares exquisitos como el mío

-         ¿Y crees que a mí me gustará?

-         No lo se,¡como lo voy a saber! Los extranxeiros sempre te sois moi raritos ¿sabes? Pero estou pensando que no che vou a convidar porque no te vexo con paladar suficiente o sea  que  ¿sabes una cousiña?, que adiós meu brijada a e que che vayan dando.

-         Adiós Manoliño.

-         Adiós extranxeiro de fora. Adiós.

Manoliño dio la vuelta  y con paso marcial se alejó del lugar. Tino permaneció sentado mientras el gaiteiro descendió la cuesta en dirección a Punta Candelaria y los sonidos de la gaita de Manoliño se iban haciendo mas distantes.

El silencio volvió a inundar las inmediaciones del Pico Torraiba y aquel agudo sonido de la gaita fue sustituido por una sensación de profundo bienestar. El cielo, entre nubes y claros, un viento razonable, los caballos salvajes a lo largo del camino, San Andrés de Teixido al fondo y  Cedeira en la lejanía constituían todos los ingredientes para que la sopa de la felicidad estuviera en su punto.