y ¡¡esto lo he escrito yo!! por una vez y sin que sirva de precedente voy a presumir porque te ha resultado moy divertido ¿no sabes?
No se si os habéis fijado que voló el capítulo 9 y es que un día que me dió por pensar, llegué a la conclusión que estas historias las leéis cuatro (nunca mejor dicho) pero si algún día caen en manos de algún colega lo mismo le parece mal y tampoco está el país como para ir haciendo enemigos, o sea, que el capitulo nueve voló como el reloj de cuco de mi madre que lo dejó en una relojería de Cedeira y después de reclamarlo en multitud de ocasiones, el dueño le contestó Doña Blanca, el cuco voló y nuestra querida madre se quedó compuesta y sin cuco. Cosas veredes Don Sancho
Un abrazo
Tino Belas
CAPITULO 10.- LLEGADA AL PICO.
Todas esta ideas hervían en la cabeza de Tino Belascoain cuando se dio cuenta que todavía le quedaba un tramo, corto pero con una buena pendiente, hasta llegar al pico ¿era Tarroiba o Torraiba?. Se levantó lentamente, se ajustó “las cordoneras de las botas” que diría un cartagenero, por aquello de la dichosa próstata, hizo una larga y cálida meada, expresión muy acertada que utilizaba frecuentemente Alvaro de la Iglesia director que fue de la revista satírica “La Codorniz ”, y apoyado en el bastón comenzó la ascensión con paso lento pero continuo.
Al contrario que le ocurría con las bajadas en las que siempre terminaba con importantes dolores en las rodillas, en las subidas eran los pulmones los que solicitaban ayuda para llevar a cabo su función de aportar oxígeno y por ello se veía obligado a resoplar cada pocos metros tratando de meter en su cuerpo la mayor cantidad de aire posible.
La llegada al pico fue una de las mas bonitas de todas las que había disfrutado en su vida. La niebla parecía querer contribuir a magnificar el espectáculo y en la lejanía se iba abriendo, como si de un telón se tratase y permitía una visión maravillosa del acantilado mas alto de la Europa Continental en una de cuyas laderas se encontraba la aldea de San Andrés de Teixido que desde aquella altura se adivinaba todavía mas diminuta de lo que realmente era. El sol quería unirse timidamente a la representación y llenaba con su presencia toda la ría de Cedeira haciendo resaltar el azul del mar, la blanca arena de la playa de la Magdalena y el verde de los montes que circundan la muy noble villa de la provincia de La Coruña.
El viento que controlaba el abrir del escenario , contribuía también a que la niebla fuera desapareciendo lentamente del paisaje y permitiera ver a dos barcos mercantes que parecían sestear sobre la línea del horizonte. Mas próximos a la costa cuatro o cinco pesqueros ejercían su actividad dando vueltas y mas vueltas a un pequeño banco de pescado, dejando una estela blanca que hacía las veces de linea de aproximación para una gran cantidad de gaviotas que revoloteaban alrededor como queriendo contribuir con su presencia a mitigar la soledad de aquellos hombres de la mar.
En la carretera de bajada a San Andrés, cinco o seis autobuses y una larga fila de coches particulares nos devolvían a la realidad del tráfico continuo para peregrinar a este pequeño lugar en el último confin de Galicia donde la tradición dice que desembarcó San Andres y desde entonces en aquella pequeña Iglesia, se conceden gracias y favores a todos los que lo solicitan con la única condición que hay que ir de vivo y naturalmente, el que no lo haga así, deberá ir de muerto
El Dr. Belascoaín estaba tan abstraido disfrutando del paisaje que le rodeaba que no advirtió la llegada de un parroquiano que apoyado en dos muletas le saludó amablemente en una mezcla de gallego y castellano que se parecía a aquello que hablaba el que apareció previamente con la gaita.
Advierto al lector, para que nadie se llame a engaño, que a partir de ahora se entremezclan frases y palabras posiblemente desconocidas en ambos idiomas y que todo lo que sigue es, como todo lo anterior, invención única y exclusivamente del autor que en ningún caso pretende ni molestar ni ofender ni mucho menos entrar a formar parte de la Real Academia Española de la Lengua y por supuesto casi estaría por asegurar que tampoco lo nombrarán nada en la Academia Das Letras Galegas. Es simplemente un “cachondeíto con el idioma” que diría un sevillano y que aunque lo quiera traducir al galego, no se con que palabra se podría definir.
- Bos días ¿Qué tal? ¿disfrutando do paisaje?
Faustino Belascoain vió muy cerca a un hombre de aspecto tranquilo, risueño, tirando a mayor pero de esas personas de edad indefinida, bien aseado, con la cara surcada por múltiples arrugas producto de las muchas jornadas pasadas en el campo, ojos pequeños de un azul tan claro como el mar que se adivinaba en el horizonte, cejas prácticamente imperceptibles, labios carnosos con marcado predominio del inferior sobre el superior, dentadura blanca perfecta y toda la cara era continuación de una boina calada hasta la frente. Completaba su indumentaria una chaqueta azul de lana que envolvía una camisa fundamentalmente blanca con alguna raya azul, pantalones de faena azules y zapatos de gruesa goma. Para ser una figura típica de aldeano gallego solamente le faltaba el paraguas colgado en la parte posterior del cuello, pero el día no contribuía a cargar con tan indispensable instrumento en esta tierra gallega en la que la lluvia constituye un elemento mas de la naturaleza. Dos muletas de apoyo en las axilas le ayudaban a caminar esos cinco pasos por minuto que le habían recomendado.
Faustino sonrió ampliamente
- Pues si, tiene razón, disfrutando de este paseo fantástico y este paisaje maravilloso ¿no le parece?
- ¿ E que quere que ye conteste? “a sejún”, unos días moy ben e outros no tan ben ¡sabe o que ye quero decir!
El Médico madrileño sonrió ante tan inteligente contestación en la que se apreciaba un alto grado de esa socarronería tan típica en esa parte del país gallego.
- ¿Usted vive por aquí?
- Si, claro. Baixando un pouquiño ensejida está a miña casa. Fijese si estará cerca que ainda puedo chejar con estas pernas ayudado por las muletas, eso si, pero vamos indo – dicho lo cual levantó las dos muletas ladeando su cuerpo de una manera claramente peligrosa
- Tenga cuidado no se vaya a caer
- No hay cuidado. Estas dos muletas ya son como de la familia.
- ¿Hace mucho tiempo que le operaron?
- ¿A mi?
- Claro, no va ser a mi – ríó el Médico
- A min no me han operado, señor. Estuve dos meses en la Residencia Arquiteto Marcide de Ferrol con radiografías y anális casi todos los días ¡que manda carallo! Los Médicos me visitaban todos los días, levanta as pernas, baixalas, pon a dereita para alí, a ezquerda para aló, sentes ben y no se cuantas cousas mais y al final Don Manuel me decía: Eusebio tu estás muy jodido pero no se porqué ¿me entiendes? Y yo no le perdía ripio por si soltaba prenda, pero nunca decía mas que eso. Al salir de la habitación alguno de sus ayudantes me daba una palmada en la espalda y trataban de animarme con eso de ¡ya verás como dentro de unos días te encuentras mejor! Pero eu injresey un lunes pensando que tendría alguna infeción, que sería cosa de unos poucos de días y al mes después de jomas con sueros por todas partes, antibióticos hasta en la sopa, exploraciones e mais exploraciones, eu estaba ijual que el primer día o si me apura algo peor. Miñas pernas parecianme de ferro, dolianme moito y non era capaz de ponerme dereito.
Al principio, Don Manuel Sierra Loura, el Jefe de Traumatología era pra min como un Dios y cada vez que lo veía entrar en la habitación se me iluminaba la cara, pero, sejún iban pasando las semanas, la pila se iba acabando hasta que chejou un día y díxome:
- Eusebio: tengo que decirte una cosa y espero que la entiendas bien – Don Manuel se sentó en el borde de mi cama – te hemos hecho todo tipo de pruebas y no sale nada de nada por ningún sitio, tienes los análisis como un chaval de veinte años, los cultivos limpios como patenas y la verdad es que no tengo ni idea de lo que te pasa. Lo único que se me ocurre es que te vea el Dr. Touza que es un neurólogo que ha venido de Madrid a un congreso y que nos de su opinión ¿te parece?
- Pareceme ben, ya sabe que lo que usted diga va a Misa Don Manuel. Eu o que quero es sanarme¿sabe usted? -
- Deixaronme en a habitación e como uhna hora mais tarde apareceu a verme una especie de cantante vestido con una chaqueta verde como del color de un grelo, pelo engominado y pantalones amarillos, que se me presentó como el Dotor Touza y tuvimos una entrevista en la que me prejuntou de todo, desde si tiña alguna enfermedade hasta cuanto tabaco fumaba, de que morreron meu pai e mais a miña nai, cantas veces facía el amor a la semana e mil cousiñas mais. Tuvo moita gracia porque prejuntoume si estaba casado y al contestarle que si, me prejuntou si estaba buena y eu non tuve mais remedio que decille que de joven si, pero que ahora ya estaba tan ben
- No, hombre, no – el dotor se escojorciaba de la risa – si yo lo que te pregunto es si está sana, si tiene alguna enfermedad.
- ¡Ah! Usted perdone dotor que le había entendido mal ¡manda carallo! - Tambien me preguntó que comía y si iba al Servicio. Era un hombre tan serio que yo no le entendía lo que me preguntaba ¿sabe usted? Y por eso le contesté que yo al Servicio solo he ido una vez en mi vida y había sido hacía moitos anos en Xixón.
- No hombre, no – otra vez igual – si yo lo que le pregunto es que si va bien de vientre, si va al servicio ¿me entiende?
- Agora si que ye entendo ¡manda truco! O que quere saber es si eu cajo todos los días ¿es así?
- Si, eso es lo que le he preguntado.
- Pues mire, señor dotor, si he de dicir la verdá, lo que se dice cajar como Dios manda, lo hago moy poquiñas veces. Hombre que le voy dicir, cájome en algún santo o en Odemo pero blasfemar, lo que se dice blasfemar, eso non lo fago nunca ni cuando iba a escola de Regoa con Don Genaro el maestro que en gloria estea y ahora menos, o sea que de vientre no te voy mal, pero de cajar nada de nada.
El Médico de la capital que al principio parecía muy serio, se fue animando poco a poco y al final, se partía de risa con cada una de las respuestas. Estuvo en la habitación como media hora, me exploró como nadie lo había hecho hasta entonces, pierna para alí, manos para aló, levantese, sientese, doble las rodillas, saque la lengua, inspire, espire y non sei cuantas cousiñas mais.
Al final, se levantó y tras estrecharme la mano me diagnosticó una “mielitis actiniforme caudalis brevis” que manda carallo y como puede suponer quedeime con la boca mais aberta que o buzón de correos que hay en la plaza do peixe. No sabía si sería grave o no y miña cabeza toleaba para tratar que sería aquello que dicía o señor de Madrí, pero solo acerté a dicir “paréceme ben” dicho lo cual el Catedrático foise y eu quedeime como estaba pero todavía mais confundido. Menos mal que al día siguiente el Dotor Sierra, meu médico, me explicó todo con moito coidadiño y así me enteré de algo mas.
- Perdone – el Dr. Belascoain interrumpió la larga parrafada de Eusebio – pero a mi me pasa como a usted. Me parece muy bien, pero no he entendido nada. ¿Qué es una mielitis actiniforme no se que?
- ¡Ay, Odemo me leve cuanto mais lonxe meyor! ¿pero usted no es o Médico”– Eusebio se rascó la cabeza después de retirarse la boina.
- Si, hombre si, yo soy Médico pero me dedico a operar y esa enfermedad ni me suena o tu te crees que yo se de todo. Si así fuera, está claro que sería Dios. ¿Cuál ha sido tu profesión?
- ¿Eu? He traballado en el campo y en la mar
- O sea que has sido agricultor y marinero ¿cierto?
- Cierto, pero también le fui músico en la mili y gaiteiro en el grupo de gaitas “ Os de sempre”
- Bueno, bueno, no siga que ha sido tantas cosas que me pierdo.
- Y eso que no le he dicho las mais importantes
- ¿Como qué?
- Bueno, durante una temporadiña te fui motero
- ¿Cómo ha dicho? ¿Qué fue que? – Don Faustino no pudo contener la risa y estalló en una sonora carcajada.
- Non se ría que te es verdad, durante unos años fun motero, tenía una montesa de 49 cc que era la envidia dos meus amijos y hasta viajaba con ella que manda truco, pero era así. Un día chejey hasta Valdoviño, eso si con una paradiña en el bar de Pepe en el puntal porque hay que botar jasolina a o tanque si non non hay quen la faga subir la cuesta del confurco ¿no le parece?
El D. Belascoain se quitó las gafas y se secó las lágrimas con un pañuelo mientras se ponía de pié para coger algo de aire después del ataque de risa
- Perdone que me riera tanto pero le entendí que había sido usted putero
- ¿Putero yo? ¡que va! Uno cando tiña vinte anos te era bien parecido y no necesitaba pajar para recibir favores ¿o que se cree? El Eusebio de joven te era moy pinturero y el que mejor bailaba el pasodoble de toda la comarca de Regoa. Te era deljadiño como un pitillo, pero mi forma de andar y de mirar a los ojos a las mozas las hacía dirritirse ¿no sabe?
- Total que era usted un Don Juan
- Tanto non, non hay que exagerar, pero hacía mis pinitos como todo el mundo y ya sabe usted que cuando la necesidad aprieta non hay outro remedio que agudizar o inxenio y en aquella época ¡me cajo en todo lo que se menea! No había quien se comiera una rosca y uno lo intentaba ¿no le parece? Pero no nos vayamos de lo que estamos ¿usted es o Médico que vive en Vilacacin?
- No, si que soy Médico pero no vivo en Vilacacin, el que vivía allí era mi padre, yo tengo una casa alquilada en el pueblo
- ¿E dixome que era cirujano?
- Si, soy cirujano plástico pero un poco raro porque solo hago queimados y cirugía de la mano
- ¿Y usted no es de esos que les cambia las tetas as muyeres?
- No, eso entra dentro de mi especialidad pero ya le digo que me dedico a otras cosas.
- Pues yo de usted lo haría porque se pasa el día magreando y encima le pagan ¡que mais se pode pedir!
- Lo mas importante en esta vida es hacer lo que a uno le gusta y eso es lo que me pasa a mi.