sábado, 28 de enero de 2012

CAPITULO 6 PASEO POR EL TORRAIBA

Queridos blogueros/as: Creo que a partir de ahora me voy a dirigir a vosotros en singular en el caso de las señoras y para dos para los del sexo contrario y seguro que los miles de seguidores os estaréis preguntando
y esta novedad ¿a que se debe? pues es muy fácil. Tengo tres fieles que sois Merce, Javier Belascoaín y casi siempre también mi asesor informático que es mi hijo Tito. Está muy bien, por que tampoco los escritos de uno van a ganar el premio Nobel.
Esta vez empieza el paseo a discurrir por los caminos de la imaginación, pero bueno, no todo va a ser una descripción de mis atributos corporales (lease barriga, no vaya a ser que os imaginéis otras cosas) de vez en cuando, como dicen los poetas, hay que dejar volar la imaginación ¡que bonito! y así uno se puede rodear de quien te apetezca, antes le tocó el turno a la trinquete y ahora va de piratas, que mas da, lo importante es seguir poniendo capítulos todos los sábado y eso no va a faltar.
Aunque sea un tema personal, no puedo dejar de darte las gracias Merce por el impresionante lacón al que nos invitaste en tu casa. Yo creo que es el mejor que he tomado en mi vida y de las filloas, mejor no recordar todas las que me comí, porque me daría verguenza.
Un abrazo
Tino Belas
CAPITULO 6.- REFUGIO DE PIRATAS

En estos pensamientos estaba cuando llegó con su andar lento y pausado al primer pico antes del Tarroiba y desde el que se disfrutaba una espectacular vista de la ría de Cedeira.
El día estaba cambiando por el hecho de un viento moderado que recorría la montaña. Este viento permitía una mejor visibilidad de la playa de Valdoviño en la lejanía como una raya blanca e incluso algo mas allá el cabo Prior, entrada de la ría de Ferrol y con imaginación hasta unos reflejos que parecía proceder de La Coruña.  La ría de Cedeira, mucho mas próxima, se veía pequeña, con un azul espectacular del agua del mar que contrastaba con el blanco inmaculado de la playa de la Magdalena que parecía englobar en su suave curva a un monte de Pantin que parecía cerrar el marco de un entorno que evocaba relajación y tranquilidad. Hacia el otro lado y casi a los pies de nuestro observador, el Faro de Punta Candelaria que por encima del rojo de sus tejas, una columna blanca abarcaba a todo el conjunto luminoso que por las noches guiaba a los navegantes que cuadriculaban sus cartas marinas para mantener el rumbo adecuado y al frente como insinuándose, el pico Tarroiba ¿Tarroiba o Torraiba? esperando la llegada de caminantes que disfrutaran de su perfecta ubicación en el conjunto de montes que rodeaban Cedeira.

Tino se sentó sobre una roca al borde del sendero apreciando la subida importante que todavía tenía que recorrer hasta llegar a lo más alto del pico. No era mucho, pero la inclinación imponía aunque una especie de falso llano animaba a continuar. Ese falso llano bordeaba un bosquecillo de pinos quemados que parecían mantenerse en pié gracias solamente a una historia de muchos años. Ni restos de hojas en sus ramas inclinadas hacia el suelo como una permanente reverencia a todos los que les habían visto cuando eran un bosque espeso y actualmente queriendo permanecer altivos provocando unas sensaciones contraproducentes, por un lado paz, tranquilidad y sosiego en el inicio de sus troncos y fragilidad y vestigios de agresividad en sus delicadas ramas.  Con un poco de imaginación parecía un bosque encantado donde los piratas de antaño se reunían para distribuir los tesoros de los barcos que encallaban en los abruptos farallones que bordeaban toda la costa.

La escena no resultaba especialmente difícil de imaginar para cualquiera que tuviera la misma capacidad de inventiva  que Tino y a la vez que las carcajadas de Pirata Pata de Palo resonaban como un eco amenazante por todo el valle, un suave olor a café y ron quemado inundaba las proximidades de aquel improvisado campamento instalado en las proximidades del acantilado.

Las mozas con sus faldas de vistosos colores y sus pañuelos anudados a sus cabezas iban pasando de grupo en grupo mostrando las excelencias de sus bien prietas carnes, mientras apoyado en uno de los troncos, un hombre joven, de facciones tristes, tocaba una habanera moviendo sus ágiles dedos sobre el teclado de un viejo acordeón. Mas allá, el Capitán, con su eterna pipa entre los labios, daba órdenes a algunos miembros de su tripulación para que las sacas repletas de tesoros “graciosamente” cedidos por los tripulantes de una fragata inglesa que había embarrancado en los bajos de Teixido al confundir las hogueras encendidas por los piratas con el faro de Punta Candelaria, fueran alineadas en el suelo para proceder al reparto de tan suculento botín. Esto hizo que algunos hombres que trataban de dormir sobre el frío suelo, se levantaran y se acercasen para valorar la parte que les iba a corresponder.

Como si de un mercadillo se tratase, los objetos se acumulaban por lotes en el suelo. Las alhajas constituían el botín mas importante, pero también se acumulaban vasos y cubiertos de plata, jarras y jarrones de bronce primorosamente pulido, una rueda de timón, dieciséis salvavidas con el nombre de la fragata embarrancada, varias camas, una colección de bastones de incalculable valor, uniformes militares, abundante ropa de faena, una campana, tres pares de zapatos sin estrenar y muchos mas desgastados por el uso, treinta y tantas puertas de rigurosa caoba con su pomos relucientes y hasta un trozo de mástil con su grimpola.

La parte que se podía considerar como la más suculenta del botín, nueve cofres grandes y tres baules estaban colocados un poco mas allá, custodiadas por dos piratas que impedían acercarse a nadie por orden del Capitán.

Un grupo compuesto por tres piratas que por sus atuendos parecía como los mandos intermedios se acercaron al botín y con grandes voces manifestaron su deseo de repartirlo cuanto antes y así se sentaron en el suelo, extendieron ante si varias mantas con la intención de llenarlas de todo en cuanto el Capitán diera la orden.

Sin embargo, una potente explosión hizo que el amplio grupo de corsarios salieran en desbandada conscientes de su nula capacidad de reacción ante la llegada de un batallón del ejército inglés, salido de no se sabe donde, pero que se acercaba con paso marcial precedidos por una banda de gaiteros escoceses.

Todos, piratas en su huida y ejército inglés, pasaron a escasos metros de nuestro caminante sin percatarse de su presencia y por supuesto sin prestarle la menos atención.    

Tino observaba todo aquel movimiento con curiosidad y rápidamente se dio cuenta que había sido una especie de alucinación y lo que él creía que eran objetos de un valor incalculable no eran otra cosa que latas de sardinas dejadas por excursionistas poco amigos de lo ecológico, los baúles eran resto de tablas y por supuesto, por ninguna parte aparecían restos del ejército inglés ni de ejército alguno.

Estaba claro que allí no había nadie, entonces ¿de donde procedía el sonido de una gaita que desgranaba sus notas por toda la zona?  Tino recorrió con la vista los alrededores y nada, allí no había nadie y sin embargo el sonido se iba haciendo cada vez mas próximo y ahora ya no era ninguna alucinación, eso seguro y a los pocos segundos descendiendo del pico Torraiba un hombre se encaminaba directamente hacia él. Vestía falda escocesa y boina a juego, larga melena al viento, bigote lacio y poco cuidado, botas de agua amarillas reforzadas en su parte más alta por unas tiras azules. Camisa de cuadros aires de libertad extraídos de un entorno psiquiátrico y aire marcial en su lento desfilar hasta las proximidades de nuestro caminante que aprovechando la situación, hizo varias fotos de aquel D. Quijote cedieres y así a los pocos minutos estaban los dos cómodamente instalados en sendas rocas.

domingo, 22 de enero de 2012

CAPITULO 5: LA CUESTA CONTINUA

 Queridos blogueros/as: Yo sigo a lo mío y como hoy es sábado, toca un nuevo capitulo del paseo por el Torraiba.
Lo acabo de leer y parece como un capitulo de transición, de esos de relleno que hacen los profesionales y que yo, seguro que sin darme cuenta, también lo hice hace tiempo.
Todavía estoy impresionado con La Trinquete y creo, sin exagerar, que es de lo mas divertido que se me ha ocurrido. Como tengo que ir definiendo mi estilo, estaría bueno que me convirtiera en cronista oficial de todas las casas de baños de la comarca. Eso si, temas no me faltarían porque en cada cama puede haber una historia, pero al final supongo que me darían pena las trabajadoras del sexo y se convertiría no en una crónica si no en una especie de moralina para los asiduos a ese tipo de establecimientos.
En fin, de momento sigo con mi paseo y cuando ya esté publicado todo lo que tengo, veremos si vuelvo a las andadas. Aviso que tengo por lo menos para seis meses publicando cada sábado.
Todo el que se canse, que lo deje que mientras tanto, yo seguiré erre que erre todos los sábados.
Un abrazo
Tino Belas

CAPITULO 5.- LA CUESTA CONTINÚA.-

Las vistas iban mejorando a cada paso. El horizonte, a la izquierda, se confundía con el mar mientras que, a la derecha, los eucaliptos se iban abriendo para dejar paso a un paisaje mas de alta montaña con el viento en vuelo rasante, el camino iba perdiendo su virginidad original de arena y piedras y pasaba a ser un césped blando y muy acogedor para las botas de nuestro cirujano mientras “los toxos” montaban una guardia permanente y hacían que todo fuera como diferente. Ahora hacía hasta frío, aunque el sol tuviese también su parte de culpa por dedicarse a jugar al escondite entre algunas nubes que transitaban por el cielo. A  lo lejos y por encima, el acantilado mas alto de Europa, situado mas allá de San Andrés, se iba haciendo presente mientras que, por abajo, el mar golpeaba con fuerza las rocas de la costa dejando una estela de espuma por todo el litoral, mientras que la ladera de la montaña era un festival de tonos verdes alternando con algún amarillo como contraste. Parecía mentira que en tan pocos metros de ascensión se intercalasen tal variedad de colores diferentes.

En algunos troncos de pinos y eucaliptos alguien había escrito con trazos gruesos una C que venía a imitar aquella cruz que colocaban a los judíos en tiempos de Hitler y que delimitaba una amplia zona que iba a ser talada en los próximos días o semanas por unos leñadores portugueses que de manera rápida y por relativamente poco dinero dejaban el monte tan plano como deseara el dueño. Eran padre e hijo que con una habilidad increíble, ayudados de una especie de tractor multiusos, cortaba, desbrozaba y colocaba la madera de tal manera que podía ser fácilmente transportada hasta el muelle de Cedeira en donde se introduciría en las bodegas de los barcos madereros y transportada a Gijón donde ya moriría definitivamente y los que habían sido hermosos componentes de importantes bosques pasaban a ser, como tributo al progreso, hojas de papel en blanco para los diferentes periódicos nacionales.

Unos metros mas allá y sin dar mayor importancia a la presencia de un ser humano, una pareja de caballos salvajes disfrutaba de una interminable jornada campera, mientras dos potrillos, uno negro y otro de color canela, correteaban por los alrededores bajo la mirada de la madre que no parecía prestar excesiva atención, pero que ante la presencia del Dr.Belascoain, lanzó un relincho y los potrillos corrieron a su encuentro. El padre unos metros mas allá,  imposibilitado para correr por un cepo en su pata trasera izquierda, también observaba todos esos movimientos y de una manera lenta se acercó al resto de la manada para que por aquello de la unión hace la fuerza evitar agresiones a cualquiera de sus miembros sin saber que si ellos tenían miedo mucho mas tenía Tino que los miraba por el rabillo del ojo bien agarrado a su bastón por si hubiera que utilizarlo como arma defensiva, pero entre que los caballos no tenían mayor interés en atacar ni ser atacados y que Tino continuaba su lenta ascensión, el incidente o mejor dicho lo que podría haber sido un incidente se resolvió sin mayores problemas confirmándose una vez mas los miedos injustificados que amenazaban continuamente la vida de nuestro Cirujano Plástico.

Era una práctica habitual en su vida adelantarse a los acontecimientos y en muchas ocasiones de manera negativa, es decir, viendo solamente lo malo de cualquier situación sin valorar los positivos que como resultado de su experiencia eran muchos mas, pero eran situaciones que no podía evitar y ante la presencia de los equino su reacción inmediata fue ¿y si me atacan? Cuando lo lógico seria pensar que esos caballos, mal denominados salvajes, ante el menor peligro saldrían “escopetados” como así había sido.

En base a esa postura negativa era consciente que un bastón parecía poca arma defensiva sin contar que un grito, un gesto o cualquier aspaviento provocaban siempre una huida de esos caballos y todo ello sin necesidad porque antes de recurrir a cualquier truco los equinos continuaron su camino.

De igual manera el razonamiento de ¿y si me da una coz y me deja mal herido, quién me socorrerá? En lugar de pensar que no tendría que darme ninguna coz y que en todo caso y si eso ocurriese en un bosque próximo a casas, das una voz y aparece doscientas personas dispuestas a ayudarte.

Todos estos y muchos mas pensamientos pasaron por la cabeza de nuestro protagonista y como siempre desaparecieron como la lluvia que en ese preciso instante comenzaba a hacer acto de presencia. Pequeñas gotas caían del cielo y otra vez los pensamientos negativos y si estas gotas son el preludio de una enorme tormenta con truenos y rayos ¿Dónde me puedo refugiar? ¿Y si me cae un rayo? Otra vez y como siempre a los pocos minutos dejó de llover y lo lógico hubiera sido pensar que la lluvia en Galicia y mas en verano no es de tormenta y que para que un rayo te caiga encima tiene que ir precedido de truenos que no se oyeron por ningún sitio y además ¿cuántos rayos caerán al año en los bosques y cuanto gente se muere?    

Lo mismo que en el incidente con los caballos, a los pocos segundos nuestro caminante estaba tan tranquilo y ya no se volvió a acordar de la tontería esa de los ataques de los caballos o los rayos atravesándole el cuerpo como si de un pararrayos se tratara.

sábado, 14 de enero de 2012

CAPITULO 4 : LA TRINQUETE

 Queridos blogueros/as: Tengo que reconocer que esto de publicar cada sábado algo de lo que escribí hace años tiene gracia. Uno que tiene que reconocer que no es ningún especialista en "clubs de alterne" no me explico como se me ocurrió tantas barbaridades como se acumulan en este capítulo, pero ahora, al releerlo, me he puesto inmediatamente en situación y realmente la cubierta del Juan Sebastián Elcano está muy entretenida.
Como digo al principio y repito para evitar líos, todo esto es producto de mi imaginación y tan inventado está todo que no ubico muy bien donde está la famosa "casa de baños" que se llamaría cuando Don Jose Longo no se que, era visitante asiduo. Ahora sería un club de alterne o el Danubio Azul o Cielito Lindo o ¡yo que se! pero el ambiente sería mas o menos el mismo.
Por otra parte también tengo que hacerle una crítica a Dios, ya se que no es politicamente correcto, pero con la cantidad de situaciones con la que cada uno se enfrenta todos los días a lo largo de una vida, solo se le ocurre al Divino Hacedor llamarlo en momento tan especial. Hombre, yo entiendo que te llama cuando quiere que para eso es el que te da la vida, pero hubiera sido mejor esperar un poco y al salir sufrir un accidente de tráfico, pero un infarto en plena faena es una faena y hala todos a la faena de leer este capitulo que, como dicen en Castilla, "para luego es tarde"
Un abrazo
Tino Belascoaín
Acabo de decidir que a partir de ahora mi nombre artístico será Tino Belas, suena bien ¿verdad?. Espero acordarme para futuros escritos.

CAPITULO 4.- LA TRINQUETE
                                                                        
Me veo en la obligación de advertir a todos mis familiares que serán los únicos lectores y a algún que otro amigo que a lo mejor cae por estas páginas que todo, absolutamente todo de lo que va a ocurrir a partir de ahora, es fruto de mi mente calenturienta y que cuando alguien cometa la osadía de hablar en un idioma inventado por mi, como será “el galleguispanish” que suena como el gallego pero se escribe como a mi me da la gana, que nadie piense en ningún idioma conocido. Puede parecer gallego pero no lo es y que nadie lo entienda como una ofensa para tan noble idioma porque se colará de medio a medio. Todo es fruto de mi ignorancia en las formas de hablar de los descendientes de Rosalía de Castro y por lo tanto me lo invento.  Ni es gallego ni nada parecido. Todas las escenas ocurren en Galicia, eso si, pero el resto es de mi cosecha.

. Aviso para navegantes que me viene muy bien para continuar con la historia de nuestra ánima en pena, Don José Longoregueiro porque al hilo de lo anterior, resulta que Don José falleció como consecuencia de un esfuerzo realizado en la casa de baños “Juan Sebastián Elcano”, ese era el nombre oficial y así figuraba en los anales históricos de las casas de baño de Galicia a principios de siglo, pero la realidad era que a aquella casa, situada en un marco incomparable con la ría de Cedeira al fondo, toda la provincia la conocía como “el Puterío de Rabadán.”

Haciendo honor al nombre de tan elegante institución, la madame se hacía llamar “la trinquete” sin saberse a ciencia cierta porqué,  pudiera ser  por lo que trincaba en monedas,  porque se trincaba a todo el que tuviera a bien aparecer por allí  o porque hacía algunos años y como consecuencia de una visita del buque a Buenos Aires donde ella ejercía de meretriz, había distribuido tarjetas entre la tripulación  y se había beneficiado desde Capitanes de Navío hasta el sargento chusquero pasando por oficiales, suboficiales y marinería dedicándoles a cada uno el tiempo que su graduación merecía.

En el Juan Sebastián Elcano , en el putiferio no en el barco, había la costumbre desde el día de la inauguración que “la trinquete” catara el producto nuevo antes de distribuirle por las habitaciones pero no por nada importante, solo por su espíritu de colaboración con sus pupilas que, procedentes de todas las regiones del mundo mundial, esperaban tras las numerosas puertas a  que Doña Amalia Conesa Pederniles, “la trinquete”,  Condesa que fue de Pedernales, probase al incauto barón y le asignase compañeira.

Pero tales eran sus ansias amorosa y tales sus ganas de probar en  todo tipo de situaciones nuevas y diferentes que la mayoría de sus clientes caían exhaustos en las distintas habitaciones y se levantaban solo a la hora del café por aquello de probar unas galletas de nata que la trinquete ofrecía a los que habían superado tan difíciles escollos.

El ambiente era marinero, faltaría mas, el bar imitaba al puente de mando del Juan Sebastian Elcano y el combustible estaba integrado sobre todo por whisky aunque, si las condiciones metereológicas se tornaban desfavorables se podía utilizar ginebra, ron y hasta agua mineral con gas.

La trinquete, en los ratos en que se dedicaba al arte de navegar entre dos aguas, solía sentar sus reales en lo más alto del puente de mando y desde allí transmitía las órdenes a sus subalternas mediante un chiflo, pito para los no iniciados. El amplio salón estaba compuesto por una barra a todo lo largo y el resto trataba de imitar como cuatro ambientes con sus palos correspondientes y, por supuesto cada uno de ellos con la dotación necesaria para cumplir las misiones con profesionalidad, como se sabía que era norma de aquella casa.

Al principio, los ambientes se denominaron  como los palos del Juan Sebastian Elcano, a saber Blanca, Almansa, Asturias y Nautilus , pero Amalia Conesa con el gran sentido comercial que la caracterizaba decidió que era mucho mas agresivo el nombre de “La Trinquete” que Blanca y así fue cambiando todos los nombres y los pequeños  prostíbulos, pero dentro del gran putiferio,  pasaron a denominarse Trinquete,  Mayor Proel, Mayor Popel y Mesana según se mirara desde la puerta de entrada con sus dotaciones correspondientes dispuestas a entrar en combate o  Mesana, Mayor Popel, Mayor Proel y Trinquete si se observaba desde la puerta de salida o lo que es lo mismo viéndoles el culo a las correspondientes.

Jose Longoregueiro cliente habitual al menos dos días a la semana, era de los pocos que se permitía el lujo de no abonar ni un solo euro desde que el primer día “la trinquete” probó su máquina de placer. Se trataba de un instrumento único en el Reino de Galicia con una manga importante y un puntal que para si lo quisiera el Juan Sebastian Elcano, pero la característica primordial era su eslora, no menor de 30 cms que calado a plena carga casi se transformaba en un  auténtico torpedo que hacía desplazar la punta de la galleta hasta límites insospechados.

Nota del autor.-  Debo confesar públicamente que no tengo ni idea en donde se ubica la punta de la galleta por lo que dejo a la imaginación del lector que la coloque donde considere mas oportuno, allá cada cual.

Los diferentes servicios que se ofrecían naturalmente iban acordes con el ambiente y así cuando José Longoregueiro, el guajira y el faroles hicieron su aparición por el portalón de entrada se vieron asaltados por una nube de jovencitas que les ofrecían desde un pampero, aproximación espectacular al sexo y que consistía en que el actor se hacía una gayola , obsérvese la grandeza de este término marinero, mientras las susodichas tocaban las palmas al ritmo de sevillanas hasta el sumun del sexo que sería un monzón en el que participaban  todas las componentes de la dotación comenzando con un pase de revista descubiertas, no en cubierta y que finalizaba después de múltiples maniobras con una introducción en la cofa. ¿En donde? Insisto en que cada uno se imagine lo que quiera pero yo he dicho en la cofa, repito, yo he dicho en la cofa.

Los tradicionales servicios personales sin mayores alharacas serían los ciclones que eran realizados por la señorita “foque volante”, una morena jamaicana que estaba para morirse y por “la contrafoque” que con sus melladuras en los dientes y una delgadez extrema comparado con la anterior tenía poco que ofrecer, pero naturalmente, su servicio también era mas económico, porque como decía la trinquete: “en esta tripulación hay donde escoger y todo calidad”

Las otras dotaciones como las escandalosas o las cangrejas, la mayoría procedentes de Cabo Verde y Guinea se ofrecían en la cubierta de popa, casi se podría decir que en la calle, aunque el parking era territorio exclusivo de dos brasileñas, las velachos, la alta y la baja, para según tamaños.

Había también un número lésbico como no podía faltar en cualquier casa que se precie protagonizado por dos auténticas artistas del canibalismo sexual que eran “la petifoque” y “la trinquetilla” que con sus movimientos por todo lo largo de la cubierta introduciéndose incluso en el sollado de marinería, provocaban auténticos tifones entre los presentes.

En una orgía de estas estaba el bueno de Don Jose Longoregueiro cuando el Divino Hacedor lo llamó a su presencia y ante tal aviso y casi en calzoncillos, Don José salía congestionado por el amplio pasillo cuando oyó la voz del Señor que le decía:

-         José, José : Ha llegado el momento que te presentes ante mi para dar cuenta de todo lo bueno y lo malo y como te estoy viendo y se que no estás en mi gracia, es decir, en la gracia de Dios y para no enviarte al fuego eterno para toda la eternidad, he decidido darte una oportunidad y así para que tengas tiempo de meditar acerca de tu vida, irás a San Andrés de Teixido en forma de caracol y tus pecados te serán perdonados – dicho lo cual cerró la llave de la bombona correspondiente a D. Jose Longoregueiro Suarvías y éste notó una opresión en el pecho y cayó fulminado en la moqueta de la casa de baños Juan Sebastian Elcano dejando para siempre un recuerdo imborrable en “la trinquete” a la que desde entonces nadie vio pasear por el puente de mando, aunque, eso sí, continuaba dando órdenes desde su cámara ubicada en el ático del edificio.

Aquí tenemos ya al bueno de D. José, convertido en caracol y con la presencia del paso del tiempo sobre su concha, dándose cuenta que con esa actitud chulesca no iba a ninguna parte y con humildad trató de pedir perdón a aquel ser enorme que portaba un bastón de tan considerables dimensiones. Por un instante pensó que el castigo a que iba a ser sometido, sería igual que el que él había infringido a las hormigas pero el portador del bastón, le miraba y no parecía tener tan aviesas intenciones. Sin embargo, continuaba moviendo rítmicamente su bastón y en cualquier momento podría aumentar la tensión un poco y su caparazón, que parecía muy bueno para ataques de animales de su tamaño, saltaría por los aires.

En la lejanía oyó una voz profunda que, en castellano y con una buena dicción, le aseguraba que no lo mataba porque sabía que era el ánima de alguien que iba a San Andrés porque sino, ya lo habría aplastado. El ánima, Don Jose Longoregueiro le agradeció el detalle y prometió no volver a hacer daño a ningún animal y por supuesto no volvería a comer ninguna hormiga.

Obtenida la promesa formal, Tino levantó el bastón y permitió que el caracol con paso lento, como era lógico para su edad y condición social pero lo mas rápido que le permitían sus delgadas patillas, se separara del camino y se perdiera entre la maleza.

Acabado el espectáculo, nuestro caminante se levantó lentamente, trató de peinarse pasando los cinco dedos de su mano derecha por los cuatro pelos que todavía continuaban presentes en su escasa cabellera,  realizó algún ejercicio de estiramiento para su maltratada espalda, se ajustó la gorra verde de visera con el anagrama de Nike y continuó lentamente su ascensión al Tarroiba, ¿no será Torraiba?

sábado, 7 de enero de 2012

PASEO POR EL TORRAIBA (CAPITULO 3)

Queridos blogueros/as: Ya han pasado la Nochebuena, la Nochevieja, Día de Reyes, comidas familiares, comidas de empresa etc...etc....etc y ha llegado el momento de empezar el nuevo año y por supuesto ponerse a régimen severo de adelgazar. Fuera los restos de roscones, el turrón a la basura, nevera vacía y a partir de ahora, solo verduritas, jamon de york ligh, quesitos bajo en calorías, barras de pan integrales, coca cola ligh y sobre todo preparación  de toda la familia para soportar mis malos humores, pero espero que todo el mundo lo entienda porque solo faltaba que después de tantos alimentos "tan buenos", encima tuviera que estar con una alegría rebosante. Todo esto confirma mi teoría, con la que no está de acuerdo ningún endocrino, y es que para adelgazar en serio hay que estar de mala leche y si ya estás a punto de separarte es que has adelgazado un montón de kilos. Si durante el tiempo dedicado al régimen ves a un gordo que se ríe es que se lo ha saltado, si no tiene una cara de mal humor que llama la atención.
En fin, que ahora nos toca sufrir y todo por una buena salud, pero que le vamos a hacer.
Os envío el capitulo 3 del Paseo por el Torraiba y os daréis cuenta de lo fácil que es perder el tiempo y si no poneros delante de un hormiguero y ya veréis como se pasa el tiempo.
Un abrazo y hasta el próximo sábado
YO, (¡¡¡ para que voy a poner el nombre si todo el mundo sabe que soy Faustino Belascoain, Tino Belascoain, el Tío Tino, el biabuelo Tino o simplemente Tino para los amigos !!!!)

CAPITULO 3.- EL HORMIGUERO

Tino Belascoain estaba sentado en una piedra observando con detenimiento una situación en la que se había visto involucrado en múltiples ocasiones, pero que nunca había sido objeto de su atención. Una larga fila de hormigas atravesaba el camino, procedían de un hormiguero situado como a dos cuartas del borde del lado izquierdo e iban lentamente pasando hasta el otro lado un resto de pan producto de algún  bocadillo mal terminado.

El trabajo era un modelo perfecto de organización. Las hormigas llegaban desde su guarida en perfecto orden, tomaban en su lomo una carga, previamente preparadas por otras hormigas que se subían el trozo de pan y con sus patas desmenuzaban pequeños trozos desplazándolos hacia un lugar más seguro y sobre todo más amplio donde poder desarrollar las labores de intercambio de mercancías. Ninguna se separaba de los lugares previamente marcados, todas al mismo ritmo, con la misma cadencia de movimientos y sin perder la rectitud de las líneas como si fueran desplazándose a través de un alambre.

¡Que organización! Eso era un hormiguero como Dios manda y lo demás, nada. ¿Demuestra eso que las hormigas son inteligentes? ¿Y porqué no? ¿Por qué no pueden ser como nosotros? Con el cerebro mas pequeño claro, pero igual. Al fin y al cabo es el propio hormiguero el que genera la calidad de los que allí trabajan y también, ¿porque no? el encargado de seleccionar a sus hormigas para su mejor utilización. No podrían trabajar en esta fabrica las hormigas lentas porque detendrían la velocidad del proceso, ni las especialmente nerviosas porque la fila no va a ir mas deprisa, ni las fuertes tendrían cabida porque no es necesario desarrollar tanta potencia, lo importante es la constancia y ¡que decir de las hormigas “gays”! esas ni pisar el hormiguero porque con tanta hormiga macho se volverían locas y la convivencia sería muy complicada y para colmo la jefa sería una hormiga hembra ¡lo que nos faltaba!  Total, que para el casting del hormiguero son miles las hormigas llamadas y pocas las escogidas.

Pasaban los minutos y Tino continuaba sentado observando el lento ir y  venir de las hormigas y aunque no les prestaba una especial atención, si que le parecía que algunas iban mas deprisa que otras. Total, igual que en nuestra sociedad. Hay gente mas lista, más responsable, más rápida o más lo que sea en el trabajo y otras que por  vagancia, ineptitud, desidia o cualquier otra cosa funcionan peor para el trabajo en equipo

De pronto, como si hubiera sonado la sirena de fin de jornada, las hormigas desaparecieron del sendero como si se las hubiera tragado la tierra. Estaba claro que si no se las convocaba para el final de la jornada laboral, su desaparición era porque algún peligro inminente tenía que haber sido detectado y naturalmente apareció casi en la misma entrada del hormiguero. Se trataba de un caracol que no se sabía ni como ni porqué, había sentado sus reales en la zona por donde tenían que discurrir las hormigas. Nadie lo había visto llegar y resultaba extraño porque el roce de su cuerpo retumbaba como un trueno, pero esta vez la perfecta organización había sido un rotundo fracaso. El caracol con su halo de gelatina alrededor de su cuerpo negro como el azabache, era un enemigo habitual y la mucina o lo que fuera aquel líquido viscoso que lo rodeaba como si fuera un castillo con su foso correspondiente y que actuaba como si fuese la lava de un volcán avanzando y destruyendo el menor atisbo de vida en toda su proximidad, prácticamente ocupaba toda la luz. Desde su caparazón había observado el movimiento de las hormigas y ahora sacaba su cabeza con los cuernos en lo más alto, como debe de ser, preparándose para gozar del festín gastronómico que se avecinaba.

Oteó el horizonte observando como las aterradas hormigas corrían despavoridas tratando de buscar un buen refugio y solamente acertó a engullirse a unas pocas que por estar mas alejadas del domicilio habitual no tenían posibilidad de salvación.

En espera de un nuevo ataque, el caracol  se volvió a encoger con una actitud chulesca y provocativa lo que motivó que Tino, que desde su lugar de descanso contemplaba toda la maniobra como si de un observador de la ONU se tratase, se mostrase incómodo y como algo molesto con esa provocación y tomando el extremo del bastón, lo desplazó hasta la abertura de la concha y sin apretar exclamó

-         ¡Cuidadito, cuidadito, que donde las dan las toman!

El caracol que no era otro que el ánima de José Longoreguerio Saurevias y que llevaba a la sazón nada menos que ochenta y tres años, siete meses y nueve días deambulando por el monte en espera de llegar a San Andrés de Teixido porque de joven te fue muy putero ¿sabe usted? Y cuando estaba en lo mejor de la vida, se murió y nunca había ido a San Andrés y ya se sabe lo que dice el dicho popular “vai de morto quen non foi de vivo” y así tenemos a Jose Longoregueiro zascandileando por el monte, pero en lugar de vivo, mas bien muerto y mas seco que la mojama, aunque lo disimule dentro de la concha. Todo lo que tenía de chulo, de Don Juan, de ligón, de amante fiel de sus fieles amantes, el trovador del amor por los caminos de Chímparra, aquel que su fama traspasaba las fronteras del valle de Regoa y su bien ganado título de “follarin de los bosques” llegaba hasta los confines de la Sierra de la Capelada donde una tal Gumersinda juraba y perjuraba que nunca conoció barón, pero que su demostrado embarazo había sido consecuencia de una lluvia de espermatozoides que le habían caído como llovidos del cielo cuando hasta Don Aniceto, el cura,  sabía de la potencia sexual de Jose Longoregueiro y que sus disparos, una vez que la metralleta que llevaba entre las piernas se ponía en movimiento, era capaz de lanzar sus dardos amorosos a mas de trescientos metros del lugar de la copulación y era del dominio popular que gracias a ese don tan peculiar, dejaba embarazadas de una sola tacada a varias jovencitas casaderas de las localidades a las que era amablemente invitado. 

Aquel era Jose Longoregueiro y aquí lo tenemos ahora como un simple caracol, con un instrumento sexual reducido a la mínima expresión y mas que  un órgano catedralicio parecería, siempre por falta de uso  naturalmente, un organillo de esos que llevan los chulapos por las calles de Madrid que venden barquillos al grito de “agua, azucarillos y aguardiente, para el nene y la nena”. Por eso y por muchas mas cosas,  Jose Longoregueiro sabía  que su ciclo se había  terminado y ya no aspiraba a nuevas correrías. Lo único que deseaba es llegar a San Andrés lo antes posible para purgar el gravísimo error de no haber ido  en vida y pasar a disfrutar de la felicidad eterna al lado de muchos amigos y conocidos y para eso todavía tenía que recorrer nueve kilómetros.

El camino hasta allí había estado jalonado de riesgos por todas parte desde aquel diecinueve de Mayo de hacía mas de ochenta años en que el Buen Hacedor decidió que su vida debería tocar a su fin y para ello le brindó tal cúmulo de placeres que acabaron con él en el Campo Santo, teniendo por compañeros a su derecha, Ramón, “el guajira” por aquello de haber sido emigrante en Cuba  y a su izquierda el Anselmo, “el faroles” famoso en los putiferios gallegos por preguntar insistentemente por el conejo de la loles sin encontrar una respuesta adecuada por lo que se compró un farol y con el andaba por esas casas de Dios sin encontrar el ansiado trofeo.

lunes, 2 de enero de 2012

PASEO POR EL TORRAIBA

Queridos blogueros/as: FELIZ 2012  y que se os cumplan todos vuestros deseos. De momento y para variar había empezado a escribir y no se a que tecla le he dado que se ha borrado todo. En fin, es casi primero de año y no merece la pena cabrearse por eso, pero ¿donde se habrán metido las puñeteras letras? Prometo solemnemente que este 2012 tampoco me va a enseñar mas de lo que se de informática, entre otras cosas, porque no me pienso dejar. Con lo que se me basta por aquello de que el saber ocupa lugar y tampoco se trata de rellenar mi cerebro con cosas de éstas. Prefiero de otras divertidas
Año nuevo, historia nueva y hay que cumplir con la tradición como eso de tomarse las uvas con algo rojo que en mi caso debió ser con los ojos porque había tanto humo que no veía ni la tele.
El relato que hoy propongo es distinto a los cuentos para pensar que le han precedido. Por cierto ¿alguien ha pensado algo? Este es un relato mucho mas largo, lo he dividido en 16 capítulos pero hoy, por ejemplo, he decidido publicar dos, porque uno me parecía una ración algo escasa. A mi me parece que no queda mal. El protagonista soy yo, lo cual siempre es un aliciente y el paisaje es practicamente entero cedeirés con lo que ya tengo asegurada la lectura de mas de uno. Como en todo lo que escribo, una parte es verdad, lo de gordo, por ejemplo, pero otras no lo son tanto y algunas mentiras que no se las cree ni el autor que también soy yo. El final es bonito, pero como todavía os quedan catorce capítulos y habrá tiempo de comentarlo.
Espero que os divierta
Un abrazo
Yo, Tino, el Tío Tino, Faustino Belascoaín o el Abuelo Tino ¡como queráis!







Paseo por el Torraiba














                                      
Faustino Belascoain Bastarreche
                                                                                                               Cedeira. Agosto 2008






 CAPITULO 1.- CAMINANTE NO HAY CAMINO, SE HACE CAMINO AL ANDAR Y DE PASO HAGO MI PRESENTACIÓN POR  SI ACASO TODAVÍA HAY ALGUIEN QUE NO ME CONOCE

Como todos los días a las nueve y media de la mañana Faustino Belascoain Bastarreche entra en  “La Paz”, libros, prensa y material escolar a la izquierda y merceria en el lado derecho, saluda a Agustin el dueño, compra el diario “El Mundo” y de paso le regalan en el mismo lote “El Correo Gallego” por lo que de una sola tacada y por un euro tiene las noticias nacionales y las de ámbito local para leer.

A continuación, vuelve a su casa, deposita los diarios detrás de la puerta de portal, agarra un bastón de madera de castaño que le acompaña en todas sus caminatas desde hace ya muchos años y comienza una nueva excursión.

Previamente se ha despedido de su mujer, Tere, que se despereza placidamente en una amplia cama de matrimonio y que como todos los días le ha preguntado si hace bueno. Tino se ha asomado a la ventana y como todos los días también contesta: Nubes y claros para variar, pero está vez mas nubes que claros.

-         ¿Lloverá?- la pregunta salía de los labios de Tere que permanecía con los ojos cerrados.

-         Yo creo que no, pero en Cedeira ya se sabe, lo que ahora parece que no, dentro de un rato es que si.

-         Entonces casi vete tu solo porque ya sabes que la lluvia me molesta un montón – dicho lo cual, se dio media vuelta, encendió la radio y se dispuso a continuar durmiendo.

-         Bueno, pues,  hasta luego. Iré al Pico Torraiba ¿o es Tarroiba? Nunca me acuerdo y volveré por Punta Candelaria. Me llevo el móvil ¿vale?

Le dio un beso en la mejilla y salió. Efectivamente el día era típico, el cielo parcialmente azul, nubes negras en los montes próximos que no presagiaban nada bueno y un viento fuerte y algo fresco que contribuía a que las nubes pasaran con rapidez.

Tino se subió la cremallera del viejo jersey azul y caminando lentamente pasó al lado del río Condomiñas, que esta vez si que era un riachuelo de escaso caudal porque solo se hacía hombre cuando la marea estaba alta y cruzó el puente de madera situado enfrente de La Junquera. Se quedó unos segundos mirando los patos entre los matorrales. Eran como ocho o diez, de muy distintos colores, que entraban y salían del agua cada vez que el más grande, que más parecía un cisne que un pato por su elegancia y altivez al nadar, dictara la orden y los pequeños la cumplían sin rechistar.

Los animales se apercibieron de la llegada de una gran cantidad de diminutos peces que se acercaban sin preocupación alguna agitando sus pequeñas colas provocando una alegría en las aguas de aquel medio río, medio lodazal.  Los patos se movieron con agilidad y se metieron tranquilamente en el río sin apenas apreciar la baja temperatura del agua. Con precisión matemática y en formación rigurosamente militar se acercaron a los peces y ante la orden del que hacía las veces de cisne, introdujeron sus picos en el agua y tres de seis salieron con un pez.

Los peces conscientes de su superioridad numérica, pero en clara inferioridad en cuanto a su capacidad defensiva, iniciaron una maniobra de profundización hasta confundirse con el lodo del fondo del río.

Tino, desde la carretera que a través de una empinada cuesta se unía a la principal que llegaba hasta el Faro de Punta Candelaria, observaba la estrategia utilizada por los patos y por su cabeza pasaron multitud de preguntas sin respuesta ¿Cómo sabían que venían unos cuantos peces por el agua si estaban en la orilla? ¿Cómo era posible que tres patos a la vez metieran la cabeza en el agua y los tres salieran cada uno con un pez? ¿Estarían coordinados entre ellos? ¿Serían inteligentes? ¿El más grande sería el jefe? ¿Cómo transmitiría las órdenes?

Con todos estos pensamientos Tino continuó su camino. La carretera, estrecha pero asfaltada de una manera artesanal, iba aumentando su inclinación al igual que las respiraciones del Dr.Belascoain. Los pasos se iban haciendo más cortos y los gemelos  de sus bien torneadas piernas se iban haciendo más abultados en base al esfuerzo necesario para subir la cuesta.

-         No pesan los años, pesan los kilos y eso que este invierno he adelgazado casi 12 kilos que sino, no subo yo esto ni harto de vino

Don Faustino Belascoain Bastarreche,  62 años, casado, padre de cuatro hijos, tres hembras y un varón y Cirujano Plástico desde los años setenta, era un veraneante de los muchos que desde tiempo inmemorial pasaban un mes descansando en Cedeira.

Conocido por todos como Tino, el Dr.Belascoain  era un hombre entrado en carnes, término cariñoso para definir lo que toda la vida se ha llamado un gordo, de importantes entradas por la parte frontal de su cabeza y ya no entradas sino mas bien salidas en la parte posterior por lo que se podría considerar, mas o menos calvo, ojos de un negro intenso, con bolsas en los párpados inferiores, nariz, boca y mentón sin nada importante que resaltar, excepto la barbilla que casi se continuaba con el tórax a través de una mas que importante papada, aunque últimamente parecía que había bajado algo pero que de continuar el verano mucho mas tiempo, recuperaría con rapidez porque las tapas, los cubatas y la trasgresión de los principios básicos de la dieta, eran la norma habitual. Atrás quedaron aquellas penurias de las lechuga y el filetito de pollo a la plancha a diario y pecar los sábados con un suculento plato de pasta a palo seco y hasta el delirio de una cerveza sin alcohol y casi sin solución de continuidad había pasado a los sustitutos del verano de cualquiera que no estuviera a régimen que eran absolutamente nocivos para su dieta pero mucho mas apetecibles.

La barriga era su mascarón de proa y la que siempre llegaba primera a todos los bares, en pugna con un tórax fuerte, al igual que los brazos y completando su anatomía corporal unas gruesas piernas bien torneadas (es bonito el término ¿verdad?)  Con unos gemelos que destacaban por su grosor, fruto del ejercicio diario al que eran sometidos.

Los brazos no estaban mal para alguien que hacía muy poco ejercicio físico, aunque la flacidez se iniciaba en la parte de atrás y a buen seguro que seguiría su lento caminar hasta completar  toda la extremidad. Las manos, manos de cirujano que decían sus amigos, ¿como serían esas manos? ¿Será que para ser cirujano hay que estar dotado de una habilidad especial? ¿No será que los cirujanos, en general y desde luego no era el caso, se lo han montado así para parecer que son como una especie única? Se miraba las manos y las veía mas bien finas pero como las de cualquiera que no fuese un trabajador manual y eso sí con un grave defecto en los dedos y era su inevitable manía de morderse las uñas casi hasta la raíz, lo que provocaba múltiples enfrentamientos con su mujer y muchas veces en la consulta le daba vergüenza hasta enseñarlas, pero había probado de todo y no era capaz de abandonar esa manía. Lo último que se le había ocurrido era probar con uñas de porcelana. En cuanto pasara el verano tenía el firme propósito de intentarlo por enésima vez.


En definitiva, un tipo normal, gordo, eso si, con buena pinta excepto cuando “excursioneaba” que se calzaba unas gruesas botas “Quechuas” para profesionales, calcetines mas gruesos todavía, pantalones cortos, camisa o niquis mas bien viejos y gastados  y una gorra que le cubría la calva y solo dejaba asomar algunos pelos de la nuca.

Sin embargo, cuando por la tarde y después de una buena ducha, bien afeitado y oliendo a Colonia de Dior,  se vestía con su niqui Burberrys, pantalón corto de golf y náuticos,  aquello ya parecía lo que realmente era: un cirujano de vacaciones.

Tino continuaba ascendiendo por el serpenteante camino tirando de su oronda anatomía corporal, mientras que bordeando las cunetas se acumulaban las pequeñas casetas llenas hasta decir basta de aperos de labranza, los  diminutos chalets de madera que empezaron siendo chabolas y que a base de pequeñas pero permanentes reformas se había ido transformando en refugios de fin de semana o en lugar para “chuletear” con los amigos y hacer carnes o pescados a la brasa en rústicas barbacoas hechas con tambores de lavadoras en desuso e incluso,  importantes casas de verdad, auténticas mansiones,  diseñadas por profesionales,  con permiso municipal, planos visados por el Colegio de Arquitectos  y hasta cuadrillas venidas hasta de otros ayuntamientos.

Una casa pequeña, casi en el ángulo de una curva, pintada de un color rosa de esos que te hace dudar de la existencia de Dios, desentonaba y de que manera con el verde de los campos. El calor hacía acto de presencia, lo justo  como para plantearse si era mejor quitarse o ponerse el jersey y el viento se había convertido en una ligera brisa prácticamente imperceptible.

Las gotas de sudor comenzaban a resbalar por la frente de Tino y continuaban por el pecho provocando unas incómodas manchas a nivel donde las mujeres presentan unos aditamentos admirados por todos los que no pertenecen al género de los imbéciles, lo que le provocaba un sentimiento de pudor que solamente sería evitado en el caso de ponerse una camiseta lo que no era una práctica habitual en el Dr.Belascoain.

Cada poco hacía una “paradinha” y en una de esas y a todo lo largo de una pared de un blanco inmaculado, alguien había escrito “Gora ETA” y debajo con spray de diferente color, con lo que no era difícil suponer que había sido otra persona, habían completado el cuadro con un tajante “hijos de puta” y una flecha hasta el nombre de la banda vasca.

¡Que pena! Aquello molestaba a la menos importante de las sensibilidades, rompía por completo el entorno y constituía un atentado al paisaje. Los grafiteros o los que fueren los autores de tales carteles demostraban no tener ningún respeto hacia el resto de los que pasaban por aquel lugar. Las cosas de la política que se discutan en el Parlamento que para eso está y dejar las paredes tan blancas como quieran sus dueños, al fin y al cabo, las palabras se las lleva el viento, pero las pintadas solo se retiran cuando las cubre otra pintada.

La llegada a la carretera principal, la que nos lleva directamente al faro de Punta Candelaria, Candieira en gallego, marcó el inicio de una subida de mucha menor intensidad. El asfalto mejor, el ruido de los pocos coches que bajaban alteraba la tranquilidad del lugar mientras que las sombras de los eucaliptos distribuidas a lo largo y ancho de la carretera hacían el camino más apetecible.

El almacén de Butano continuaba pegado a la casa de Carmiña con el consiguiente peligro y  justo enfrente, en el cruce hacia la carretera de San Antonio, Vilas estaba edificando tres chalets adosados y muy bien adosados porque la parcela era bastante pequeña, pero si Andrés Vilas, el cuñado Andrés para los de la familia Rey construye, es porque la normativa vigente lo permite, aunque parezca una barbaridad.










CAPITULO 2.- SEGUIMOS CON EL CAMINO

La carretera iba aumentando lentamente la pendiente al igual que las sombras que aportaban los eucaliptos mientras disminuía el tráfico rodado con lo que se apreciaba mejor el silencio del bosque. El roce de las botas al pisar las piedras del borde del asfalto marca el ritmo del número de pasos por minuto. Es regular, lento, acompasado y en ocasiones se ve alterado al variarlo por aparecer alguna piedra más grande que es violentamente golpeada con la puntera como si estuviera chutando en el mismísimo estadio Santiago Bernabeu.

Pasado el cruce de Trasmonte y una vez dejamos atrás la carretera, Tino  comienza a subir por la típica “corredoira”. Camino que invade todo el campo gallego, del tamaño, mas o menos, de un carro  de esos que antiguamente transportaban la leña dejando tras de si un sonido como de tristeza y melancolía que contribuía a aumentar la sensación de soledad del campesino y que ahora, en los tiempos que corren habían sido sustituidos por tractores que dejaban su huella permanente en forma de rodadas, los toxos casi los anegan , las piedras son el asfalto y la cuesta inicial hace que Tino se detenga, resople con intensidad y con la ayuda de su inseparable bastón avance lentamente con la sana intención de no mirar hacia arriba y concentrarse solo en las numerosas piedras que inundan la subida pero, como siempre, puede mas la curiosidad que lo pensado y a los pocos minutos se detiene y contempla como todavía le quedan muchos metros de cuesta.

Nuevas respiraciones profundas apoyado en el bastón tomando el aire por la nariz y expulsándolo por la boca  como le habían enseñado cuando jugaba al fútbol, era un ejercicio habitual para Tino en cuanto el camino se empinaba lo mas mínimo. Andar, lo que se dice andar, lo hacía bastante bien pero también tenía muy claro que Dios no le había llamado por el camino de la escalada, ni para trepar por caminos escarpados. Para eso ya estaban las cabras. El, era caminante de caminos.

La ascensión tenía que hacerla necesariamente de manera lenta y así, entre jadeos y respiraciones entrecortadas, la va haciendo y  aunque su corazón parece que pugne por salirse del tórax al final siempre triunfa el sentido común y se termina en lo más alto. Alguna vez, afortunadamente las menos, algún latido se iba de vacaciones olvidándose de su importantísima labor en la cadena sucesiva de contracciones del músculo cardíaco y la maquinaria reaccionaba con indignación y signos de ahogo que, afortunadamente se pasaban a los pocos segundos, pero lo habitual es que no pasara nada de esto y la ascensión terminase con pesadez de piernas y alegría en el cerebro por un nuevo reto conseguido.

En el caso de Tino, el hecho de haber sufrido un infarto diez años antes le hacía padecer con mayor preocupación cualquier afectación de la central cardiaca. Le encantaba andar, la prueba está que ese recorrido lo había realizado en múltiples ocasiones, pero las esporádicas arritmias le hacían detenerse en seco y recuperar. Todo esto le provocaba unas limitaciones importantes y por eso, ésta y muy pocas mas, eran de las contadas veces que andaba solo, porque siempre le daba por plantearse ideas absurdas y así pensaba, por ejemplo, que se quedaría tumbado en el medio del campo y sería mordido por una jauría de perros asilvestrados lo que contribuía a acrecentar la sensación de angustia, solo superada, al cabo de unos minutos, cuando era consciente que le mordieran o no, tenía que continuar y poco a poco iba superando ese miedo sin mucho sentido e iba volviendo a la realidad en la que no solo nadie le mordía sino que tampoco se perpetuaba la sensación de mareo. Conclusión final: nunca mais volverá a caminar solo, pero se hace reincidente con demasiada frecuencia porque el hombre propone y Dios dispone y a los pocos días recunca  como si nada hubiera pasado.

Tercera estación: Tino se para, casi al final de la cuesta, porque las piernas van bien, pero la maquinaria parece que inicia una larga cabalgada y los latidos cardíacos simulan los cascos de los caballos. Se vuelve a aplicar el dedo índice en el cuello y se palpa un latido rítmico, regular, fuerte, seguro.

-         Falsa alarma – piensa reconfortado y después de admirar el paisaje que se adivina a través del bosque que forman infinitos eucaliptos, continúa con paso algo más decidido hasta completar la subida.

Una vez arriba, en una especie de falso llano, es el momento de mirar atrás para ver, con la sensación del deber cumplido, como se acaba la dichosa cuesta y notar con alegría como, esta vez, las piernas han respondido mejor que otras veces, posiblemente por la ausencia de exceso de equipaje, ya que diez o doce kilos son,  como decía su amigo Arturo Lisbona  experto endocrinólogo, diez o doce Coca Colas de litro que se había quitado del cinturón de la gordura y aunque todavía tenía bastantes mas en la reserva, diez menos son diez menos, se mire por donde se mire. Piensa que la gordura es como dejar de fumar ¿Cuántas veces lo había intentado?, no podría contarlas, pero vivía en Majadahonda a veinte kilómetros de Madrid y hasta su trabajo en el Hospital de la Seguridad Social de La Paz contando paradas por el intenso tráfico y demás inconvenientes de las grandes ciudades, tenía todos los días entre tres cuartos de hora y una hora de coche en los que los Ducados caían uno detrás de otro y raro era el día que Tino no se planteaba dejarlo porque era consciente de lo nocivo para su salud y así unos días no fumaba el primer pitillo hasta no llegar al garaje de casa o hasta el cruce con la carretera de El Escorial o incluso hasta la Ciudad Universitaria y ya era una auténtica machada, pero estar todo un día sin fumar era una tarea imposible. Sin embargo, todo lo difícil que es dejarlo cuando estás sano se torna simple cuando te encuentras mal. Para Tino el simple hecho de acordarse de su estancia en la Unidad de Cuidados Intensivos de la Residencia de Ferrol, era suficiente para que el cigarrillo no hiciera acto de presencia entre sus dedos y el deseo de fumar fuera inmediatamente amortiguado.

Aun ahora, y ya habían pasado once años de aquel incidente, todavía tenía ganas de fumar, sobre todo en determinadas ocasiones, pero como es lógico el esfuerzo para rechazar el tabaco era mucho menor y siempre pensaba, aunque sabía que esa situación no se iba a producir nunca, que si un Médico le dijera la fecha de su muerte, o al menos que no se iba a quedar “lelo” en una silla de rueda , ese mismo día comenzaba a comer y por supuesto a beber porque al fin y al cabo había sido gordo y fumador desde los trece o catorce años y tenía sesenta y dos, o sea que era un vicio de muchos años.

El camino hacia el pico Torraiba, ¿no será Tarroiba?, continuaba. Las roderas de los tractores  iban haciéndose cada vez menos perceptibles y el césped trataba de abrirse camino entre las piedras haciendo que el recorrido se fuera pareciendo mas a una alfombra. Los helechos querían contribuir a ese cambio de decoración ampliando el escenario hacia los bordes y hasta los propios eucaliptos se sumaban al espectáculo dándole altura a ese gran teatro que se formaba de manera natural.

 El valle de Régoa parecía encajonado y distintos caminos hacían de hilo conductor entre las casas distribuidas como si hubieran sido depositadas desde el cielo sin orden ni concierto, aportando como copos de nieve a un paisaje fundamentalmente verde.

Muy de vez en cuando, el monótono rugir de algún vehículo y los ladridos de algunos perros en la lejanía contribuían a alterar el silencio que estaba como suspendido en cada copa de cualquier árbol. El sonido del bosque, ese sonido que no suena pero que ese oye, que parece que no está pero que está,  llenaba todo el espacio y así la orquesta estaba formada por las hojas de los eucaliptos que entrechocaban como si de unos platillos se tratase, el trino de algún pájaro, las ramas secas del suelo que daban color y calor  al ser pisadas, el roce de las babosas en su lenta caminar hasta San Andrés y hasta los cables de alta tensión con su “chirrío” se englobaban en ese conjunto musical cuyo destino final era conseguir una obra que llenase el espíritu de paz, felicidad, tranquilidad y sosiego.