sábado, 28 de julio de 2018

Asi fue y asi paso Capitulos 16 y 17


CAPITULO 16.-

Debo reconocer que todo lo escrito hasta ahora ha sido siguiendo el guión original de aquella carpeta en la que había escrito una parte de mi vida. Prácticamente se podría decir que es un corta y pega, que dicen los modernos, pero llegado a este punto me doy cuenta que entre los diferentes apartados de la carpeta, hay uno, que justo corresponde a la época en la que llevaba muy pocos meses en Londres y que solamente contiene una hoja pequeña de papel en la que, escrito a mano, hay como tres subdivisiones, posiblemente con la idea de completarla mas adelante. Ni un solo documento ni nada de nada. Eso si, estaban las tres subdivisiones como tres escalones para seguir avanzando en mi evolución personal. Allí estaban: , Uno la historia con Sally Still, agradecimiento del Sr Chesterplace y tres contar lo de la chica de la embajada. Ni un solo dato mas. Han pasado muchos años y posiblemente por eso tenga que escribir situaciones que posiblemente no se correspondan con la realidad, pero intentaré recordar como fue aquello y trataré de desarrollar estos tres puntos con la mayor fidelidad posible y una vez salvado este escollo, la historia podrá continuar, con menos esfuerzo porque otra vez los distintos escritos, apuntes, notas, etc, etc llenan los apartados restantes de aquella carpeta que fue y es la verdadera protagonista de esta novela.

No había pasado ni media hora desde el parto de la hija del Sr. Chesterplace y después de un café en la habitación de al lado y casi sin darnos cuenta Sally yo estábamos abrazados en uno de los sillones de la amplia estancia. Yo creo que nos besamos por necesidad, fue como una manera de liberar toda la tensión que habíamos padecido durante las últimas horas y recuerdo que tampoco fue como muy excitante, no, simplemente era transmitirnos mutuamente la felicidad que nos invadía a los dos, no solo por haber superado la prueba sino sobre todo porque la madre y la niña estaban bien. Fue un beso intenso, en el que a través de nuestros labios pasaban cientos y cientos de sensaciones. Pensaba que el que estaba un poco sobrepasado por los acontecimientos era yo y sin embargo Sally estaba igual y una vez que me lo explicó lo entendí porque fue ella la que organizó todo. Todavía no se si salió de ella la idea o fue como obligada por el Director, pero el caso es que sabía casi todo de mi vida en la Clínica, conocía los días que yo tenía guardia, incluso si pensaba irme a España o si Carmen tenía previsto venir en algún momento. Estaba segura, porque lo había preguntado previamente, si yo sería capaz de hacer un parto y ahora que lo digo me acuerdo que en una de las pocas conversaciones que tuve con ella, es verdad que me lo preguntó y yo, entre sorbo de café y sorbo de café en algunas de aquellas noches de guardia en que cuando terminabas de ver a un enfermo ya tenías a otro esperando en la sala, le contesté que los Médicos de puerta deberíamos saber de todo porque cualquier patología podría aparecer en cualquier momento, aunque también me acuerdo que en aquella conversación también salió el tema de los Especialistas y que fui yo uno de los que mas los defendió, pero siempre en el contexto de un hospital grande. Sally insistía en preguntar si cualquier Médico de Guardia sabría hacer un parto y yo conteste, cuando todavía no sabía lo que se me venía encima, que naturalmente que si y si no que se dedicase a otra cosa. Ahora pienso que hubiera sido un buen momento para haberme callado, pero fui tan contundente aquella respuesta que posiblemente de aquellos lodos vienen estos barros (no me acuerdo si el refrán castellano es así o al revés).

Pero volvamos a lo ocurrido. Si que es cierto que fue un beso intenso, para que negarlo, pero también es cierto que yo llevaba en Londres varios meses sin haber estado con ninguna mujer, excepto un fin de semana que vino Carmen, y aquello fue como una explosión. Primero fueron unos momentos de alivio en la habitación de al lado de la hija del Sr. Chesterplace en la que salieron todos los nervios de aquellas intensas tres o cuatro horas de un parto que al final no fue tan complicado como yo me lo había imaginado previamente y como una muestra de solidaridad entre ambos y todo hubiera quedado ahí, pero al despuntar el alba y después de explorar a la paciente y casi sin decir palabra los dos nos pusimos de acuerdo en que aquello no debía terminar de una manera tan brusca y fue ella la que me invitó a dar un paseo hasta su apartamento. Estaba tan cerca de la Clínica que fuimos andando a través de un parque que a esas horas parecía estar diseñado para un par de solitarios. Las hojas comenzaban a despertarse con nuestras pisadas y emitían pequeños gruñidos que se entremezclaban con el canto de unos pájaros. El sol, al principio tímido como tratando de no molestar y luego mas radiante, se iba haciendo el amo y señor de aquel paraje solitario solamente interrumpido por nosotros y por algún otro madrugador que saciaba sus necesidades de ejercicio a base de hacer footing por los diferentes caminos que lentamente íbamos atravesando Sally yo. Por fin llegamos a su casa, era un edificio de apartamentos que desde enfrente parecía diseñados para un país con mas horas de sol. Las terrazas estaban por todas partes y las plantas saltaban de unas a otras como si no pertenecieran a nadie en concreto, dejando espacio para unos amplios ventanales. La entrada a a la casa era amplia con mármol blanco por todas partes que invitaba a bailar un valls. Un portero con traje azul y corbata roja nos recibió con un buenos días Señorita Still y un buenos días Señor mientras nos abría la puerta del ascensor. Sally vivía en el piso noveno y entre besos y caricias nos pareció que vivía en un primer piso por lo rápido que ascendía. Por fin se abrió la puerta y nos fuimos directamente a la cama. Ninguno de los dos nos acordamos del desayuno hasta pasadas por lo menos seis horas de una intensa relación.

Como siempre, después de la tormenta llegó la calma. Cuando abrí los ojos Sally estaba a mi lado apoyada en su codo derecho mirándome fijamente

  • ¿Sabes que hora es? – me preguntó a través de unos ojos relajados
  • No tengo ni idea
  • Casi las dos y media
  • ¿De la mañana o de la noche? – pregunté cándidamente
  • De la mañana, llevamos casi seis horas en la cama y te has quedado dormido como un tronco
  • ¿Y tu no?
  • Yo también, pero un poco menos. Me he despertado hace como media hora y me ha dado tiempo a preparar algo de comer ¿te apetece?
  • Por supuesto, pero antes me gustaría darme una ducha.
  • El cuarto de baño es aquella puerta de enfrente. Como prefieres la comida ¿caliente o fría? – preguntó mientras nos abrazábamos. Naturalmente ante aquella invitación la comida estaba no fría si no helada porque pasó otra hora hasta que definitivamente nos levantamos.

El apartamento estaba compuesto por un salón enorme con unos sillones blancos rodeando una mesa baja de cristal, amplias estanterías repletas de libros, una mesa de comedor preciosa con seis sillas iluminado todo el conjunto por una lámpara de cristales como reflectantes. En lo poco que quedaba de pared unos cuadros modernos, como si fuera un arco iris de colores que saltaba de marco en marco, contribuían a crear un espacio muy confortable. La cocina se comunicaba directamente con el salón, lo que se conoce como una cocina americana con una separación de madera en forma de ele con los muebles situados abajo y encima dos barras de hierro hacían de soporte para una buena cantidad de vasos y copas de distintos colores. La nevera, la lavadora, la secadora y el resto de complementos de cocina estaban forrados de una especie de tela de color beis francamente bonita. Sally estaba colocando los platos en dos bandejas mientras yo me entretenía en mirar desde la terraza a un inmenso parque rodeado por una amplia avenida que parecía ser la que desembocaba en la Clínica dando un amplio rodeo. Al fondo, pero a bastante distancia, la ciudad de Londres parecía emerger entre una niebla que intentaba ganar al sol, aunque por el momento el partido se decantaba claramente por un sol no muy frecuente en aquella época del año.

El apartamento era una auténtica maravilla, decorado con un gusto exquisito como correspondía a Sally que había demostrado en las pocas horas en que nos habíamos conocido ser una persona de una educación esmerada, pero lo mejor con diferencia era la terraza. La pena es que estuviera en los alrededores de Londres porque esa misma terraza en España, hubiera sido lugar de reunión permanente dejando de lado el salón. Estaba decorada simulando un jardín oriental, con amplios sillones de bambú con cojines de un blanco inmaculado. Plantas por todas partes y un cerramiento de cristal fácil de abrir y cerrar.

  • ¿Te gusta? – me preguntó Sally mientras depositaba en la mesa una bandeja con abundantes fiambres, paté y algunos mejillones rebozados.
  • Me gusta la comida que has preparado, me parece precioso el apartamento, pero lo que mas me gusta con diferencia eres tú – contesté mientras le servía un vino.
  • Me parece muy bien – bebió una mínima cantidad mientras me miraba como si no supiera exactamente que tenía que contestar. Yo la imité en cuanto a beber una pequeña cantidad de vino brindando con ella – ¿te resulta conocido?
  • ¿Quién yo?
  • No hombre no, digo el vino
  • La verdad es que yo no soy ningún experto en vinos, pero mis conocimientos si que llegan para saber que es un buen Rioja.
  • Se nota que eres español
  • ¿Por qué? ¿he acertado?
  • Naturalmente – volvió a brindar con una sonrisa de satisfacción – todos los españoles entendéis de vinos, toros y mujeres.
  • ¿Eso es lo que piensas de nosotros? – me hacía gracia porque yo de vinos entendía mas bien poco, de toros no solamente no entendía nada si no que me resultaba una fiesta como muy para gente que conocía perfectamente ese mundo, posiblemente como dijo no se quien, donde se apreciaba la España real con los tendidos de sol para los menos agraciados económicamente y la sombra para los poderosos. Para mí era una fiesta absolutamente democrática puesto que eran los propios espectadores los que decidían haciendo ondear sus pañuelos blancos si el torero merecía algún premio por el trabajo realizado, pero de todas las maneras, debo reconocer que a mí, personalmente no me gustaba demasiado y menos el tercio de entrar a matar. Estaba claro que para los puristas era absolutamente imprescindible la muerte del toro, pero por mí, lo podían dejar marchar y valorar lo que es la faena entera, pero bueno, la tradición era así y así se mantenía después de cientos de años ¡y que decir de mujeres! Hombre, podía salir de esta casa como un Casanova de tres al cuarto y seguro que Sally se lo creería, pero mira que pensar que soy un experto en mujeres, eso si que nunca me lo habían dicho y es posible que en Inglaterra las cosas fueran diferentes, pero en España estaría incluido en el apartado de los “que no se comen una rosca” y eso si que no se lo pienso explicar porque aunque mi inglés es bastante bueno, al fin y al cabo entre pitos y flautas llevo en este país casi un año, pero no tanto para explicarle que en mi vida y ya tengo cuarenta tacos, han sido muy pocas, excepto Carmen, las mujeres que han aparecido en mi vida. Si que es cierto que algunas oportunidades he perdido, bueno a lo mejor las he ganado, pero cada uno es como es y en el fondo estoy encantado y ahora que estoy sentado plácidamente en una magnífica terraza propiedad de la enfermera jefe de la Clínica donde estaba contratado todavía no tengo claro que hago aquí y según lo pienso parece que ella se ha dado cuenta porque permanece unos minutos en silencio mirándome a través del cristal de la copa que tiene en la mano.

  • Andrés ¿te puedo preguntar lo que te pasa? Hace tan solo unos minutos estabas muy sonriente y te has comportado como un buen amante y en nada se te ha puesto una expresión como sombría, como si estuvieras en otra parte.
  • Voy a intentar hacerlo porque creo que efectivamente te mereces una explicación pero no se si sabré expresar con palabras lo que en este momento está pasando por mi cabeza.
  • Inténtalo, por favor.
  • Lo primero que debo decirte es que ha sido una noche maravillosa, de esas que no se olvidan fácilmente y sobre todo porque has conseguido que desaparecieran todos mis nervios después de una tarde, la de ayer, en la que supongo que los dos lo pasamos francamente mal
  • ¿Los dos?
  • Estoy seguro que si, pero si tú no piensas lo mismo me parece bien. Yo por lo menos lo pasé muy mal
  • Hombre, no es que fuera un rato agradable pero estaba segura que el parto de Jane iba a ir bien.
  • Pues menos mal que tú estabas segura porque yo, desde luego, no las tenía todas conmigo.
  • Sin embargo has demostrado que sabías perfectamente asistir a un parto.
  • Si, pero porque no hubo ninguna complicación. ¿Te imaginas si nos hubiéramos planteado hacer una cesárea?
  • Seguro que también la habrías hecho bien
  • Eso es lo que tu te crees. En ese momento no hubiera podido ni coger un bisturí de lo nervioso que estaba
  • ¿De verdad?
  • ¿No lo notaste?
  • Sinceramente no
  • No me lo puedo creer – la abracé y la apreté contra mi – me debiste de mirar con muy buenos ojos porque estaba como un flan y yo creo que esos nervios fueron los que salieron a relucir después de terminar todo y posiblemente el beso que nos dimos cuando estábamos en la habitación de al lado fue producto de lo mismo.
  • ¿No te apetecía?
  • Por supuesto que si – estaba dispuesto a decirle toda la verdad – pero fue absolutamente espontáneo. ¡Quien me iba a decir a mi que iba a besar a toda una Jefa de Enfermeras! Tú sabes igual que yo que otra persona te puede llamar la atención por cualquier cosa, por su belleza, por su simpatía, incluso por su cuerpo pero en nuestro caso, por lo menos en mi caso nunca me había fijado en ti como mujer, entre otras cosas porque nunca habíamos mantenido aunque fuera una pequeña conversación, siempre ibas acompañada de dos o tres enfermeras y la verdad es que yo te consideraba como un ser superior
  • ¡Un ser superior! Eso si que no me lo podía imaginar.
  • No se si me he expresado bien, quizás no tanto como un ser superior si no como una persona inaccesible, como distante, como si no estuvieras en la realidad de las cosas, no se, no se muy bien pero si que era un poco lo que pensaba.
  • ¿Lo dices porque nunca asisto a esas fiestas de los Médicos de Guardia?
  • Por ejemplo, ese puede ser un motivo, aunque creo que no porque yo nunca fui a ninguna.
  • ¿No será que tú también eres un Médico de Guardia atípico? – una pícara sonrisa acompañó a la pregunta
  • De eso no tengo ninguna duda. Por supuesto que soy un Médico de Guardia atípico, entre otras cosas porque tengo cuarenta años y los que hay en las puertas de Urgencias suelen ser recién terminados.
  • Y tampoco son Cirujanos Plásticos ¿no?
  • Efectivamente – probé una especie de mejillones rebozados que estaban buenísimos y me di cuenta que estaba muerto de hambre – pero ya sabes: la vida da muchas vueltas y nunca sabes lo que te depara el destino.
  • Tampoco los Médicos de Guardia, por lo menos los de la Clínica, están casados y tienen dos niñas
  • Mira, mira la Jefa como se sabe la vida de cada uno de sus empleados – me reí mientras daba buena cuenta de un buen trozo de un magnífico paté.
  • Ten en cuenta que yo soy la encargada de revisar todos los curriculum de la gente que solicita trabajo en la Clínica.
  • No sabía
  • Pues así es, con eso de ser la persona de confianza del Sr.Chesterplace, casi todas las cosas me caen a mi y fÍjate lo que sabré yo de curriculum de Médicos, pero bueno, unas veces acierto y otras me equivoco como todo el mundo
  • ¿Y se puede saber porque me elegiste a mi?
  • Supongo que no te lo crees, pero no yo no elijo a nadie. Mi misión es revisar los expedientes y separar aquellos que no cumplen las condiciones y a partir de ahí es el Director el que decide y en tu caso supongo que sería porque eres Especialista y nunca viene mal tener a alguien con experiencia y tus exigencias económicas eran bastante razonables.
  • La próxima vez y para casos como el de ayer búscate un Ginecólogo, guapa – la volví a abrazar y así estuvimos un rato hasta que se levantó y puso en un pequeño aparato un CD de Sabina y me invitó a bailar. La canción era 19 días y 500 noches y luego y nos dieron las diez y las once y las doce y así pasaron unas cuantas horas. Sin saber casi ni como ni porqué, estábamos otra vez en la cama.
  • Vamos a brindar por el tiempo que estemos juntos, disfrutemos el momento y mañana se verá
  • ¿También te sabes mis guardias?
  • Por supuesto, no dices que lo se todo.
  • Es cierto –la miré mientras pasaba mi brazo derecho por debajo de su cuello – sabes de mi todo lo oficial, pero no puedes saber lo que pienso, eso no viene en mi expediente.
  • Ya, pero cada minuto que pasa, me da la impresión que te voy conociendo un poco mas y todo eso va aumentando tu curriculum.
  • ¿Mejorándolo?
  • Hasta ahora seguro que si
  • Menos mal porque no me gustaría nada suspender.
  • No, no, hasta ahora vas muy bien pero tiempo tendremos para que tengas mas oportunidades de mejorar
  • ¿Se puede mejorar? – pregunté sacando una vena de conquistador que no sabía porque puerta había entrado.
  • Venga Andrés, no seas chulo que no te pega nada.

Así entre baños compartidos, promesas de amor aunque fuera solo unos días, conversaciones de política, sobre el cambio climático, sobre la eutanasia de la que yo era un defensor a ultranza siempre que se cumplieran las condiciones mínimas, sobre la manera de ser de algunos conocidos por los dos, de compartir minutos sin saber como lo hicimos ni como llegamos hasta ahí, de cocinar una tortilla de patata imposible de comer, de ansias de un cuerpo ajeno, de una especie de desfile de modelos en la que Sally sacó toda su ropa del armario y de mil besos aquí, allí y un poco mas allá, pasaron casi cuatro días. Yo volví a mis guardias, ella a ejercer de Jefa y durante varios días muchas preguntas quedaron sin respuesta, aunque sabía que ese día llegaría, pero cuanto mas tarde mejor





CAPITULO 17.-

Después del parto, habrían pasado como un mes o mes y medio, conocí al Sr. Chesterplace en su mansión de Albertvalley. En diferentes ocasiones había visto a su hija, un par de veces para revisión aunque siempre la recomendé a un ginecólogo, pero se empeñaba en que yo la revisase porque según repetía constantemente, tenía mucha mas confianza en mí que en cualquier especialista y en alguna otra ocasión porque tenía ganas de hablar conmigo. Sabía que yo había hecho un enorme sacrificio y no sabía como agradecérmelo. Es de justicia reconocer que, al principio, estuve bastante borde con ella, me parecía una chica engreída y con pocas luces, pero pasadas algunas conversaciones me di cuenta que tenía mas fondo de lo que yo pensaba, que para su edad era bastante madura, posiblemente los años pasados de cooperante habían contribuido a alcanzar una edad que no se correspondía con su carnet de identidad y llegué a la conclusión que su embarazo era deseado, aunque ella dijera lo contrario. Una mañana que yo estaba saliente de guardia me llamó para invitarme a comer. Quedamos que pasaría a recogerme sobre las once en la puerta de la Clínica. A esa hora estaba yo como un clavo, con una puntualidad nunca mejor dicho que inglesa, con mi chaqueta de cuadros tipo Príncipe de Gales, mi camisa también de cuadros, una corbata de lana verde, mis pantalones grises con la raya perfectamente marcada y unos zapatos de aspecto por supuesto inglés, pero que curiosamente, estaban comprados en Londres pero hechos a mano en Valencia. A las once y cinco apareció Jane en un MG deportivo descapotable, con gafas de sol, pañuelo bien anudado a la cabeza, sonrisa a flor de piel, guantes de fina piel, cazadora de ante y aspecto totalmente juvenil como correspondía a su edad. Detuvo el coche un segundo en la rotonda de entrada a la Clínica y me invitó a subir. Tardamos como una hora en llegar al lugar que ella me había indicado que me iba a encantar y cuando llegamos después de atravesar la campiña inglesa y desviarse por una especie de camino forestal, pasamos por una especie de arco de piedra y unos metros mas allá disminuyó la velocidad hasta casi llegar a pararse

  • ¿Te gusta?
  • Me parece un lugar maravilloso – contesté todavía un poco impresionado por la grandeza de todo lo que había visto hasta ese momento
  • Es la finca de mi padre y al fondo, aunque todavía no la vemos está la casa. Es del siglo XVII y está bastante bien conservada. Hasta ahora no te he dicho nada pero vamos a comer con mi padre.
  • ¿Ya sabe que has tenido un hijo?
  • Si, si lo sabe y está encantado con su nieto. A pesar de ser bastante cascarrabias, es muy buena gente. Ya lo verás.

Aceleró lentamente el coche y atravesamos varios bosques en cuyo interior aparecían algunas casas - son de los guardeses y otra gente que trabaja para nosotros - comentó sin darle mayor importancia y al fondo allí estaba la casa. Era una especie de Palacio de esos de película compuesto por una especie de pabellón central algo mas grande y dos como más pequeñas adosadas rodeadas por un jardín inmenso, con una fuente en el medio de una enorme esfera de hierba y en el centro las agujas de un reloj de sol que marcaban con nitidez las doce en punto, mientras alguna campana lejana las acompañaba en su movimiento. Entramos en un camino asfaltado que terminaba en lo que parecía la puerta principal de un castillo medieval. Nos recibió un mayordomo, lo defino así porque era de esos que ya casi no quedan por el mundo adelante, con su levita negra, guantes blancos, cara sonrosada con unas patillas que le llegaban casi hasta el cuello y aspecto de ser un señor. Con rapidez abrió la puerta de Jane y con una leve reverencia le dio su brazo invitándola a bajarse, lo que hizo mi paciente con rapidez demostrando encontrarse en buena forma física y eso que no habían pasado mas de dos meses del parto.

  • Señorita Jane: ¿Cómo está?
  • Muy bien Williams. Hacía mucho que no venía por aquí ¿verdad?
  • Si, si – contestó mi joven paciente sin darle mayor importancia – hace por lo menos dos años
  • Y debo reconocer que ha pasado Usted de ser mi pequeña Jane a una señorita hecha y derecha.
  • ¿Tan vieja me he vuelto?
  • Al revés, Señorita Jane, al revés. Supongo que su estancia en Africa la ha hecho madurar y eso se nota.
  • Y la maternidad Williams y la maternidad, no te olvides.
  • Por supuesto Señorita – el mayordomo cerró la puerta con sumo cuidado y cuando venía hacia mi lado, yo ya había salido – y Usted es el Doctor Cubiles ¿verdad?
  • Si
  • Le estábamos esperando - Williams se hizo a un lado señalándonos el camino - Si son tan amables de acompañarme. El Señor ha salido a dar una vuelta a caballo y me ha pedido que si llegan antes de la una le disculpen, pero ya sabe como es y eso de los horarios lo lleva a rajatabla.
  • Tienes razón Williams, ahora que me lo dices me acuerdo que quedamos a la una. Nos hemos adelantado bastante es verdad - Jane puso una cara como si no le importase mucho haberse adelantado – no hay problemas, así tenemos un rato para enseñarte todo esto. ¿Vamos?

No puedo describir con precisión lo que era aquella mansión porque desde entonces han pasado muchos años pero si recuerdo que era como entrar en un palacio de ensueño. Primero una especie de patio central, donde se supone que llegarían las carrozas hace unos años, una escalinata que se abría como un abanico con todo alrededor de mármol blanco. Las puertas eran enormes y las cortinas parecían descender como nubes desde el techo. Diferentes salones parecían constituir una cadena interminable. Para Jane era volver a su casa, a la casa donde nació y vivió hasta los catorce años. Después estuvo un tiempo en Londres y a continuación inició su etapa como cooperante. Atravesamos varias estancias a cual mas grande y espectacular y por fin llegamos a lo que sería el cuarto de estar. No sentamos en unos acogedores sillones tapizados de diferentes colores y después de ponernos cómodos y degustar un jerez que nos sirvió Williams llegó el momento de hacer la pregunta que tantas veces había paseado por mi cabeza sin lograr, por mi parte, una respuesta adecuada. También es cierto que esta casa era el marco adecuado para hacerla y así, como quien no quiere la cosa, le pregunté directamente a Jane

  • Perdona si soy un poco indiscreto pero no soy capaz de entender como viviendo en esta casa y teniendo todo lo que tienes te fuiste de cooperante a Africa
  • Eso mismo me lo he preguntado yo muchas veces – se quitó los zapatos y subió los pies encogiéndose en el comodísimo sillón – y aunque parezca mentira se perfectamente la respuesta, aunque luego las cosas no fueron ni muchísimo menos como me las había imaginado. ¿Te parece que empiece desde el principio?
  • Por supuesto
  • Bien, ahora tengo veinte años ¿de acuerdo? Bueno pues desde que tenía mas o menos diez o doce años tenía la intención de ayudar a la gente, no sabía muy bien como, pero tenía claro que fuese lo que fuese, tenía que hacerlo y todo fue por culpa de mi tío John, hermano de mi madre, que era Jesuita Misionero y al que quería con auténtica locura. Yo creo que, mas o menos, cada dos años venía a esta casa y estaba como un mes. Para mi era lo mejor que me podía pasar porque me contaba cientos y cientos de historias de unos parajes increíbles en Africa donde los niños no tenían posibilidades de vivir muchos años porque la mayoría estaban desnutridos o deshidratados, pero tenían la alegría de vivir sin nada, madres que se pasaban horas y hasta días enteros haciendo cola en la puerta del pequeño dispensario para que mi tío les pusiera alguna vacuna, padres que tenían que vender algún hijo para subsistir el resto de la familia y montones de situaciones parecidas, pero siempre acababa con la famosa frase “a pesar de todo, son mucho mas felices que nosotros.” Durante muchos años, ya te digo que por lo menos seis o siete, toda mi ilusión era irme con él y ayudar en lo que fuera necesario. Naturalmente mis padres no me hacían ni puñetero caso, siempre decían que primero terminar una carrera y luego ya podría hacer lo que quisiera. Fíjate como sería la ilusión que tenía que cuando venía yo me recorría todas las casas de los alrededores pidiendo dinero para que mi tío se lo llevara a la misión y no te creas, la gente se lo tomaba muy bien y siempre recaudaba bastante y mi tío se volvía con una buena cantidad de dinero para obras en aquel lugar desconocido de Africa. Es mas, una vez y esto todavía mi padre no lo sabe a pesar de todos los años transcurridos, encontré un sobre con dinero encima de la mesa de su despacho que por lo visto era para pagar unos terrenos que había comprado recientemente y se lo di, para que no sospechara le dije que era una donación de un vecino que no quería que supiera quien era y la cosa se quedó ahí aunque mi padre removió Roma con Santiago y hasta denunció a la Policía que le habían robado en su casa, pero nunca supo, ni lo sabrá, que fui yo la que me hice con aquel pequeño botín. Yo seguía en el colegio, era una buena estudiante pero cada dos por tres me distraía pensando en lo que haría si me pudiera ir con mi tío y así llegó el momento de ir a la Universidad. Entonces tenía diecisiete años y decidí estudiar Enfermería, no porque me gustase en exceso, si no porque me permitiría ayudar mejor a mi tío y como mi padre, en ningún caso, me dejaba ir a ninguna parte sin un título, hice los tres años de carrera en menos de dos y en cuanto se quiso dar cuenta, no tenía argumentos para prohibirme ir a cualquier misión. Además, mi padre será lo que sea pero de tonto no tiene ni un pelo, y también era consciente que yo ya era mayor de edad y era mejor que me fuera con su permiso, pero que, en cualquier caso, me iba a ir y cuando tenía casi todo a mi favor, mi tío John falleció por un contagio de malaria o algo por el estilo y fueron unos meses en que me encontré como sola, como sin encontrar el rumbo que debería dar a mi vida. Es verdad que continuaba con la idea de irme de cooperante, pero ¿con quien? Ese era el problema y entonces apareció en mi vida Peter un Médico holandés que recién terminaba la carrera había sido contratado por Unicef y ejercía su profesión en una Misión al norte de Etiopía. Fue curioso porque le conocí en una charla para buscar voluntarios para cooperar con ellos y nada mas verle, estaban cinco en una mesa, supe, no me digas como pero lo supe, que me iría con él. No fue un flechazo, yo creo que no, fue mas bien la culminación de un deseo tantos años esperado. Todo lo que dijeron en aquella charla informal, me pareció maravilloso y todo lo que tuve que hacer fue esperarle a la salida del anfiteatro de la Facultad y en dos minutos, quizás no llegó ni a ese tiempo, decidí cual iba a ser mi futuro

  • Eso se llama un flechazo – la interrumpí

  • No, no, ¡que va! – me contestó convencida – no era un chico guapo, era mas bien bajito, tirando a gordo y con cara de holandés ¿te lo imaginas?

  • La verdad es que no – sonreí, mientras tomaba mi segunda copa de jerez y acariciaba a un pequeño setter irlandés que se había tumbado a mi lado

  • Si hombre, ¿Cómo no te vas a imaginar a un holandés si son todos iguales? – se levantó y miró por un amplio ventanal – son rubios tirando a pelirrojos, bebedores de cerveza a mas no poder, con un flequillo muy bien recortado, mofletes coloradotes, brazos como de leñador, paticortos, pero eso si muy educados, muy sonrientes y sabiendo todos por lo menos dos idiomas. Bueno, pues así era Peter y lo mismo que te digo que no me enamoré de su persona, al menos al principio, si que me impresionó su manera de contar historias de la Misión. Le miraba – Jane se quedó como hipnotizada un par de minutos observando las nubes que transcurrían por el cielo como disputándose una carrera para ver quien llegaba antes a unos lejanos montículos – de verdad que no era un flechazo, era como ver a mi tío metido en otro cuerpo, hasta me pareció que utilizaba las mismas palabras y le abordé en la amplia escalinata

  • Perdona – casi le tuve que sujetar de un brazo para que me hiciera caso – me ha encantado tu charla y me gustaría saber que tengo que hacer para ir de cooperante con vosotros.

Me miró con sorpresa, estoy segura que pensó que era una cría que quería correr una aventura y me contestó, eso si muy sonriente
  • Lo primero es cumplir años porque no puedes venir mientras que no seas mayor de edad y después……
  • Te diré que soy enfermera y además, aunque no lo parezca soy mayor de edad
  • ¿Seguro? Parece que tienes quince años
  • Pues te equivocas porque tengo diecinueve
  • Bueno, bueno, no te enfades – me volvió a mirar otra vez de arriba abajo - ¿no me estarás engañando?
  • No, de verdad que hace casi tres meses cumplí los diecinueve
  • Muy bien, entonces eso facilita mucho las cosas – buscó en un portafolios que llevaba en su mano derecha unos papeles y me indicó que los rellenara y se los enviara por correo que él se encargaría de hacerlos llegar a quien correspondiera para que colaborara con ellos – pero no te creas que aquello es una aventura cualquiera, es mas bien un compromiso de vida y cuando veas lo que hay por allí es muy posible que no te vuelvas a tomar una coca-cola porque te darás cuenta que con el dinero que cuesta aquí allí come toda una familia durante una semana y eso que parece una tontería se vuelve como una losa en contra tuya y contra todo lo que has vivido hasta entonces.
  • No me importa – le dediqué la mejor de mis sonrisas mientras doblaba los papeles y me los guardaba en el bolsillo de mi gabardina
  • Además dormirás en un barracón con las otras enfermeras, no hay horarios como aquí, ni agua caliente, ni un bar, ni un cine, ni nada de nada. Es un paraje precioso, pero situado en el medio de la nada. Los medios son los que son y posiblemente muchos de los conocimientos que has adquirido durante la carrera no te valdrán de nada porque no se puede esterilizar como Dios manda una jeringuilla, porque no es un hospital como los que tú conoces donde si hace falta un estudio histológico se toma una pieza y se manda al laboratorio correspondiente. No, allí tomas la pieza y te la guardas para que después, cuando acaba tu teórica jornada laboral, te sientas al microscopio y nunca mejor dicho que al microscopio porque solo hay uno, y tu solito tienes que analizar la pieza y llegar a un diagnóstico correcto, eso si, en el quirófano serás ayudante, instrumentista y muchas veces hasta anestesista y cuando crees que ya has terminado tienes que continuar cuidando al enfermo hasta la mañana siguiente y así un día y otro día hasta que de tanto trabajar te tienes que venir a casa cada seis meses para desconectar.
  • Me lo estás poniendo de tal manera que parece como si no quisieras que te echara una mano – le contesté un poco con rabia porque era todo diferente a lo que nos había contado en su charla de unos minutos antes – ya me imagino que una aldea perdida de Etiopía no va a ser Londres, ¡ni que fuera tonta! pero algo positivo tendrá ¿no? Si no, no soy capaz de entender que hacéis vosotros allí.
  • Siento haberte hablado así, pero estoy un poco harto de niñas bien que se apuntan a una Misión de Unicef en Africa como si fuera repartir bocadillos a los sin techo y luego volver a su confortable casita en la ciudad hasta el sábado siguiente. Eso allí no es así y me parece que lo mas lógico es que te lo explique, pero claro que tiene cosas buenísimas, sobre todo para los profesionales de la Medicina como somos tú y yo.
  • ¿Cómo que?
  • Yo llevo en esta Misión siete meses y – me pareció que en esos instantes Peter cambió completamente igual que un calcetín cuando le das la vuelta y apareció otro Peter como mucho mas ilusionado con su trabajo, dándole alegría y ensalzando la labor que realizaban – lo mejor con diferencia es el agradecimiento de la gente a la que puedes ayudar. No te pueden regalar nada de valor porque no tienen, pero una simple figura hecha con barro, un collar o un brazalete de vistosos colores son motivo para que te lo entreguen con unos ojos enormes que te miran desde lo mas hondo de su alma reflejando su manera de dar las gracias o esos niños que ante un simple caramelo te esperan horas y horas con sus manitas extendidas para recibir lo que para nosotros no es nada. Efectivamente es mucho trabajo, mucho mas de lo que te imaginas, pero el ver a una madre recién parida como abraza a su bebé, que sabe que sus posibilidades de vivir son muy escasas y ver con que ternura le ofrece su pecho habitualmente seco de leche y ver como el niño lo introduce en su boca, eso, solo eso, es suficiente para que los que estamos allí nos demos cuenta que la felicidad hay que buscarla en los pequeños detalles, en un simple cazo de agua, en el amor con que las madres tratan a sus hijos, en esos niños que hacen todos los días diez o doce kilómetros andando hasta llegar a la escuela, adosada al hospital y que llegan cansados pero con una cara de felicidad porque van a tener la posibilidad no solo de aprender, si no además de comer aunque sea solo u plato de sopa con cuatro fideos y ya ni te cuento cuando algunos esconden parte de ese arroz o esas lentejas para llevársela por la noche a su madre. Son infinidad de pequeños detalles que te hacen que mas de una vez las lágrimas te llenen la cara de emoción y te olvides de todos los sufrimientos y de tantas injusticias como se ven por el mundo adelante.
  • Todo lo que me estás contando, me refiero a lo último, me gusta. Si, es como me lo imagino y como siempre me lo ha contado mi tío
  • ¿Quién es tu tío?
  • El padre John Chesterplace.
  • ¿El jesuita?
  • Si, ¿le conocías?
  • Tuve la enorme suerte de trabajar con él en otra misión, también en Etiopía y solo te puedo decir que, para mí, era un santo. Trabajaba mas que nadie, de verdad que era impresionante porque lo mismo hacía de Médico, antes que llegáramos nosotros, que de enfermero, cocinero, jardinero, pintor y cuando parecía que el día no tenía mas horas, él siempre encontraba alguna para dar charlas sobre la Biblia, administrar sacramentos y mil cosas mas.
  • Pues ese era mi tío – respondí mas ilusionada que nunca – y posiblemente fueran sus charlas las que me han hecho llegar hasta aquí.
  • Vamos a tomar un café ahí al lado ¿te vienes y seguimos hablando de tu tío?
  • Por mí encantada

Y así fue como ingresé como cooperante en Unicef Etiopía. Otra cosa diferente fue mi padre

  • No estaba de acuerdo supongo – comenté mientras apuraba lo que tenía que ser mi último jerez porque si no cuando llegara el anfitrión me iba a encontrar en bastante mal estado
  • Le sentó como un tiro, pero cuando vio que estaba completamente decidida lo único que trató es de buscarme alguna misión que supiera que era segura.
  • ¿Y lo consiguió?
  • Mas o menos porque en esos países hablar de seguridad es una tontería. Si hay una guerra se acabó la tranquilidad y aunque no sea un conflicto como tal, de vez en cuando cuentas que aparece la guerrilla y posiblemente sea peor.
  • Que pasa, ¿que tu padre quería que fueses acompañada por el Ejército Inglés?
  • Si por él fuera, seguro que si, pero una cosa es lo que se pretende y otra es la realidad y no le quedó mas remedio que aceptar, eso si, - Jane todavía recordaba aquel momento con cierta ternura – con la promesa, que por supuesto se la di, que como mucho en dos años me volvería a casa
  • ¿Y la cumpliste?
  • No – contestó con rapidez – pero yo ya sabía que la Misión me iba a enganchar y aunque no lo quiera reconocer yo creo que él también.
  • ¿Y todas tus ilusiones se han venido abajo por el embarazo?
  • Eso es lo que mi padre se cree, pero está muy equivocado – se puso seria, muy seria – me hubiera gustado volverme con la niña y con su padre, pero Peter, desde el primer momento no quiso saber nada y supe que tendría que volverme sola, parir aquí y volverme con el bebé por supuesto porque ¿con quien se va a quedar?
  • ¡Yo que se! Pero irte con una niña recién nacida a una Misión perdida en Africa no parece lo mejor para su educación.
  • Mira Andrés, que no te parezca mal, pero me hablas igual que mi padre. No va a conseguir que me quede yo y tampoco va a conseguir que se quede mi hija, entre otras cosas porque estoy convencida que allí se va a educar mejor
  • ¿Seguro?
  • Hombre – apoyó su mano en mi antebrazo – yo creo que si, desde luego con mucha mas libertad que la que me concedieron a mi.
  • Espera, espera un momento que vas demasiado deprisa y me pierdo – me quedé unos segundos pensando si sería buena idea plantearle la pregunta que giraba en mi cerebro desde el principio de aquella conversación. No estaba seguro si era el momento, tampoco sabía su respuesta, ni siquiera si me iba a contestar porque, en el fondo, ¿quién era yo para preguntarle si había sido un bebé deseado? me podía mandar a hacer puñetas, con razón y yo no sabría donde meterme. Sin embargo mis dudas sobre la oportunidad del momento se vieron disipadas por la presencia del padre que fue anunciado por Williams desde la puerta del cuarto de estar. En posición de firmes, con la mano derecha apoyada en el pomo de la puerta abierta nos miró fijamente y con voz potente dijo
  • Señores, el Señor Chesterplace – y haciéndose a un lado dejó el espacio suficiente para que apareciera el padre de Jane con una expresión de cansancio en sus ojos, lo que le hacía bastante mayor de lo que me había dicho su hija o por lo menos así me lo pareció.

Era un hombre alto, delgado, de unos cincuenta y tantos, sesenta años, pelo blanco peinado hacia un lado con una raya impecable, orejas prominentes, cejas pobladas que enmarcaban una nariz recta que se proyectaba sobre una boca de labios gruesos, Para mí, la primera impresión es que estaba ante una especie de Lord inglés con mucha clase. Primero le dio un beso en la frente a su hija y luego me estrechó la mano impulsándome hacia él y dándome las gracias mientras nos fundíamos en un abrazo. Al principio no sabía que pensar, pero enseguida me dí cuenta que su agradecimiento era mucho mayor del que yo me había podido imaginar y se notaba que era absolutamente sincero y ahí pude comprobar su olor corporal que era una mezcla entre jabón de muy buena calidad y algún tipo de crema hidratante que, no sabía cual era, pero me resultaba conocida. Por su aspecto, se apreciaba que venía directamente de la ducha

  • Perdonarme el retraso, pero no os esperaba tan pronto- se estiró el puño de la camisa azul con cuello blanco que se había quedado un poco arrugado y se sentó cruzando las piernas y dejando ver unos zapatos negros absolutamente ingleses con unos calcetines del mismo color. El traje era azul marino primorosamente planchado con una raya inmaculada que desde la cintura le llegaba hasta el pié y que él trataba de mantener estirándola con cuidado. Juntó las manos, en su meñique izquierdo llevaba un anillo con un sello de color azul, no se por qué supuse que era el escudo familiar y me dedicó una mirada llena de lo que para mí era agradecimiento
  • Querido Doctor: mi hija me ha contado lo bien que se ha portado con ella y por eso quiero expresarle mi mas profundo agradecimiento. Supongo que para usted ha supuesto un problema importante el no poder solicitar la ayuda de otros profesionales, pero afortunadamente el parto fue muy bien y no hubo necesidad de solicitar algún anestesista o cualquier otro profesional.
  • Si- contesté con media sonrisa- fue bastante estresante, pero como usted dice y tiene toda la razón, su hija se comportó de maravilla y no hubo ninguna complicación. Menos mal.
  • Bueno – el padre de Jane se movió inquieto en su sillón de cuero marrón- aquello pasó y le vuelvo a repetir mi agradecimiento porque soy consciente que para un Médico de Guardia era un asunto delicado, aunque también sabía, me lo comunicó la Jefa de Enfermeras, que usted no es uno cualquiera, si no que tiene experiencia y por eso confiamos en usted. En cualquier caso, quiero pedirle perdón por las molestias que le hemos provocado y espero que me pase sus honorarios.
  • Por favor- un rubor me llegó hasta las mejillas- faltaría mas. Estas cosas están incluidas en la labor de un Médico de Guardia, aunque afortunadamente no son frecuentes.
  • Bueno, bueno- el padre miró a su hija con enorme cariño- ya veremos como le recompensamos porque, a pesar de todo, estamos felices con el primer nieto en nuestra familia
  • Pero reconocerás que te costó trabajo- intervino Jane dándole la mano a su padre
  • Claro que me costó trabajo- el Sr. Chesterplace no parecía cómodo con aquellos temas- tu piensa que te fuiste a Etiopía, mas o menos, sin mi consentimiento y así de golpe y porrazo apareces aquí con un bebé ¿no te parece que es difícil de digerir?
  • Claro que si – Jane le dio un beso en la mejilla- y por eso te lo agradezco todavía mas que lo admitas, pero ya te conté el otro día que las cosas a veces no son como uno quiere y en este caso fue así.
  • En fin, todos los problemas y todas las dudas se arreglan cuando veo la cara de mi nieta. ¿Se ha fijado Doctor que es igual que su madre?
  • La verdad es que yo con eso de los parecidos soy bastante malo, pero lo que si que le puedo asegurar es que las pocas veces que la he visto hasta ahora en la consulta nunca, eso lo puede afirmar Jane, la he oído llorar.
  • Es verdad- contestó Jane con esa mirada que solo ponen las madres primerizas cuando hablan de sus hijos- es una niña buenísima y hasta ahora no ha dado ni una sola mala noche, a pesar de su abuelo.
  • ¿Yo?- el abuelo estaba igual de feliz que su hija
  • Si, Papá que el otro día te pillé con la niña en brazos dando vueltas por el jardín.
  • Tiene que acostumbrarse desde pequeña a la naturaleza y por eso la estaba dando una vuelta enseñándole los diferentes árboles
  • Ya, ya menudo abuelo
  • También la estoy enseñando música y ayer por la noche se durmió en mis brazos oyendo nada menos que la primavera de Vivaldi
  • Total que en cuanto me doy la vuelta………
  • No, no, que va, si es muy buena y siempre se duerme en su cuna, pero de vez en cuando le voy explicando cosas - El abuelo me miró con una expresión divertida en sus pequeños ojos azules - como puede ver es un regalo del cielo y le está dando una alegría a esta casa que no había tenido desde que se murió mi pobre esposa, hace ya casi dos años.
  • Papá, por favor- Jane acercó su mejilla a la de su padre- no recuerdes eso ahora.
  • Me gustaría poder no hacerlo pero tu madre está presente en cada esquina de cualquier habitación, parece mentira que se muriera así como así, casi sin darnos cuenta, pero la vida unas veces te quita las ganas de vivir, como me pasó a mi y otras veces te las da, como me está pasando ahora con mi nieta
  • Por cierto- pregunté tratando de ayudar al padre a salir de aquella situación-¿cómo se va a llamar?
  • Sinoa- contestó rápidamente la madre sin esperar la reacción del abuelo
  • ¡Fijese usted las cosas de la vida! Tengo una nieta maravillosa, con unos ojos como el mar y una sonrisa de las que te quitan todas las penas y Jane se ha empeñado en que se llame Sinoa ¿usted ha oído alguna vez ese nombre?
  • Yo no, lo siento, pero - añadí para evitar malas interpretaciones- les recuerdo que yo no soy inglés.
  • Ese nombre- intervino Jane- es etíope, no tengo ni idea lo que significa, si es que significa algo, pero se lo quiero poner porque en la Misión apareció una vez una niña de tres o cuatro años que había estado vagando por la selva, descalza, casi sin vestir y con una expresión de terror en su cara que todavía la tengo grabada en mi retina. Después de varios días nos enteramos que la guerrilla había atracado su casa, habían matado a su padre y habían secuestrado a su madre y a dos hermanas mayores y ella primero se escondió en un barril y posteriormente se adentró en la selva para escapar. Parece ser que estuvo durmiendo al raso, comiendo algunas hormigas y cosas por el estilo e incluso nos contó que durante un día estuvo viéndonos desde detrás de unos árboles sin atreverse a acercarse por si éramos los que habíamos atracado su casa y la descubrimos porque una noche se quedó dormida buscando comida al lado de unos cubos de basura, se conoce que estaba agotada la pobre y allí nos la encontramos
  • Menuda historia – solté un silbido de admiración
  • Esa niña, que ahora tiene seis años, se llama Sinoa, se quedó con nosotros y es lo mejor de la Misión y por eso, como un homenaje hacia ella, quiero que mi hija se llame igual
  • ¿Y que puedo hacer yo?- el abuelo se secó una lágrima que asomaba por su ojo izquierdo- lo único es apadrinarla y por supuesto aplaudir a mi hija, que se llame Sinoa y todos tan contentos.

Una puerta situada enfrente se abrió y apareció, como no, Williams y con una especie de reverencia anunció que cuando quisiéramos la comida estaba preparada. Nos levantamos y precedidos por el mayordomo pasamos al comedor. Era una sala muy grande presidida por una gran lámpara con brazos de pequeños cristales que distribuían la luz por todas partes. Una enorme mesa ocupaba el centro de la habitación, con un mantel blanco con escenas de caza en verde claro, una vajilla de plata dispuesta para tres comensales. Vasos altos con ribetes en oro y copas de color verde algo mas pequeñas y una copas de champan también con un filo dorado. Los cubiertos por supuesto de plata estaban dispuestos a ambos lados de los platos y encima una servilleta doblada de tal manera que parecía imitar a un cisne. No sentamos e inmediatamente me di cuenta de la enorme distancia entre los tres. El padre, lógicamente, presidía, a su derecha Jane y yo en la otra cabecera, con lo que al anfitrión lo veía en la lejanía de una larga mesa. Bendijo la mesa con unas sencillas palabras mientras los tres inclinábamos la cabeza en señal de respeto y casi sin solución de continuidad apareció el omnipresente mayordomo con una enorme bandeja en su mano derecha. Sirvió primero a Jane un generoso plato de verduras frescas procedentes de su propia cosecha, después al padre y por último a mi.
- Brindemos con un excelente vino de Burdeos – levantamos las copas mirándonos a los ojos - He buscado vino de su tierra, un vino como usted se merece Doctor, pero no lo he encontrado por ninguna parte.
Las verduras estaban deliciosas y continuamos con un excelente pavo al oporto servido en una bandeja cuya tapadera también era un hermoso pavo tallado en plata.

Durante la comida hablamos de todo, sobre todo de la historia de aquella casa, era un antiguo palacio de caza del siglo XVIII donde, al parecer, los nobles de la época iban a pasar cortas temporadas para recuperarse del cansancio de la capital inglesa, disfrutar del campo, relajarse bajo árboles centenarios, montar a caballo por la campiña y sobre todo todas las mañanas dedicarse a la caza del zorro. Por eso el palacio disponía de doce dormitorios con sus correspondientes cuartos de baño y amplios salones para alojar y ofrecer diversión a un buen número de los políticos mas conocidos. Allí, entre cacería y cacería, se pactaban cuestiones prioritarias para la nación, se discutía casi como en el Parlamento, pero con una ventaja que era la ausencia de tiempos determinados para debatir. Eran mas bien charlas animadas después de suculentas comidas, entre el humo de impresionantes puros cubanos y en un ambiente absolutamente relajado. Mientras tanto, las mujeres jugaban al bridge y paseaban por los amplios jardines. Estaba situada en plena campiña, lo suficientemente lejos de Londres como para encontrarse en el paraíso terrenal y lo suficientemente cerca para permitirle al Sr. Chesterplace atender a sus labores en el Parlamento de la Nación del que formaba parte desde hacía varios años. Su bisabuelo la había adquirido después de múltiples negociaciones con sus antiguos propietarios y posteriormente había ido pasando de generación en generación hasta heredarle mi anfitrión hacía ya unos años y allí pasaba largas temporadas con su mujer hasta que hacía dos años había fallecido por culpa de unas extrañas fiebres de origen desconocido que la habían hecho irse consumiendo como una cerilla. A pesar de haber recorrido medio mundo en busca de solución, el gran amor de su vida se fue una mañana de invierno y desde entonces el político conocido deambulaba por el Parlamento como un fantasma. Solamente, según sus propias palabras, la llegada de su nieta le había devuelto la ilusión y las ganas de vivir con lo que se confirma mi teoría que casi siempre detrás de una noticia mala suele aparecer alguna buena y así había sido en este caso.

Yo no conocía de nada al Sr. Chesterplace y no sabía nada de su trayectoria personal ni profesional, pero, en contra de la opinión de su hija, me parecía un tipo realmente simpático, claro que influía el que le hubiera atendido el parto de Jane y que estuviera agradecido, pero podía ser como mas serio y sin embargo mi impresión después de una larga comida y una todavía mas duradera sobremesa, es que se trataba de un tipo como muy cercano, con un inglés maravilloso y una dicción perfecta. Por otra parte, la pinta era la de un Lord y era lógico que la tuviera porque me acabo de enterar que es Lord, o sea que no andaba desencaminado.

La comida terminó y pasamos al cuarto de licores y aquello ya fue el no va mas y eso que yo en Madrid tenía un piso que no estaba mal, pero claro, era como comparar una bici con un porche de carreras. Era una sala grande a la que se llegaba después de atravesar varios salones, con unos sillones de piel, mesas de juego con los mazos de cartas depositados cuidadosamente sobre el tapete verde y toda la pared llena de todos los licores imaginables almacenados en una especie de armarios forrados con tela metálica y que solamente eran abiertos por Williams quien tomaba cada botella con mimo en sus manos enguantadas y vertía su contenido líquido en unas copas de balón . Allí nos sentamos y continuamos nuestra conversación esta vez sobre la Clínica y la medicina que allí se hacía. Jane era una auténtica entusiasta de la calidad de la asistencia y lo manifestó en repetidas ocasiones

  • Una no sabe lo que tiene hasta que se va a países como Etiopía y entonces es cuando se valora la diferencia – Jane se rió mientras se sentaba en el brazo del enorme orejero donde se había sentado previamente su padre – sobre todo en el tema de hospitales.
  • Ya, pero eso no es comparable porque tampoco los recursos son iguales – intervine mientras olía un Whisky que me había servido el mayordomo y que era como si estuviera mi nariz dentro de una barrica de cientos de años de antigüedad.
  • Evidentemente, pero a mi me molesta muchísimo cuando oyes a la gente de aquí quejarse por la asistencia. De buena gana les daba una vuelta por la Misión para que supieran cuando y donde hay que quejarse.
  • No, no hace falta que te vayas tan lejos – volví a aspirar el aroma de aquel whisky que me tenía enamorado – simplemente basta con que te los lleves a España y se darían cuenta que en un país mucho mas pobre que éste, aunque sea la octava potencia del mundo, los hospitales no solo no tienen nada que envidiar a los de aquí, sino que yo creo que son bastante mejores en cuanto a instalaciones. Ahora se estan haciendo algunos que son impresionantes, empezando por las habitaciones que en todos los casos son individuales
  • Y en la Clínica también – objetó el padre
  • Por supuesto, pero yo estoy hablando de la Sanidad Pública. Las Clínicas privadas son muy parecidas.
  • Es curioso- el padre encendió su segundo habano, en formato pequeño, empaquetados exclusivamente para él – porque la idea que tenemos aquí es que la Sanidad en España es mas que deficiente y por lo que usted me cuenta, las cosas no son así.
  • Claro que no, pero eso no es ninguna novedad porque a nosotros solo nos ven como unos juerguistas, vagos como nadie y por si fuera poco toros, sol y playa y creo que yo soy un ejemplo de lo que es el español medio. Gente que trabajamos, que incluso tenemos que abandonar nuestro país cuando encontramos un trabajo digno, que no somos tan amigos de los toros como la gente se cree y naturalmente que presumimos de tener un clima ideal porque eso si que es indiscutible.
  • Evidentemente – Jane me daba la razón – por eso hay tantos ingleses que se jubilan, se compran una casa en España y ahí se quedan hasta que se mueren
  • Tambien es verdad que es mucho mas barato que Inglaterra.
  • Todo influye, pero si fuéramos un país de opereta, todo el día durmiendo la siesta y por la noche siempre de juerga no seríamos el lugar ideal para los ingleses ¿no les parece?
  • Hablando de calidad de vida Dr. Cubiles me permite que le pregunte ¿como le va a Usted en la Clínica? Le adelanto – el Sr. Chesterplace le dió unos pequeños golpes en su mano derecha que tenía apoyada en el sillón – que tengo muy buenos informes suyos y creo que en un plazo muy breve de tiempo será ascendido de categoría y por lo tanto tendrá una importante subida de sueldo.
  • Muchas gracias – contesté agradecido – la verdad es que estoy muy bien, aunque debo reconocer que al principio se me hizo bastante duro, pero con el paso de los meses me he vuelto como mas inglés y estoy bastante mejor.

El Señor Chesterplace miró su reloj, se levantó de su asiento y se disculpó diciendo que tenía que repasar un discurso que tenía que pronunciar al día siguiente en el Parlamento.

  • Dr. Cubiles no hace falta que le diga que está Usted en su casa y espero que nos visite a menudo y así también veo a Jane. Espero que sepa disculparme - a continuación salió de la habitación dando un beso en la frente a su hija y estrechándome la mano con fuerza.
  • Qué pasa ¿Qué vienes poco?
  • La verdad es que vengo bastante pero lo que quiere es que viva aquí y eso si que no. Esto es muy bonito, pero metida aquí te encierras en vida y yo ya estoy acostumbrada a grandes espacios.
  • Que exagerada eres ni que esto fuera un apartamento de cuarenta metros en el centro de Londres.
  • Ya lo se que no es, pero mi padre es muy buena persona pero bastante pesado y ahora yo creo que está convencido que no vuelvo a la Misión y está todo el día hablando de mi madre como queriendo que me quede aquí y haga como de su sustituta. Ya se que la niña le hace completamente feliz pero mi vida no puede estar condicionada por estas circunstancias. Lo siento mucho, de verdad que lo siento, pero yo tengo que estar en la Misión que es donde me necesitan. Aquí estoy muy bien, pero no soy yo.
  • ¿Cuándo te vuelves?
  • Todavía no lo se, si la niña sigue bien como hasta ahora supongo que en tres o cuatro meses.
  • En fin, Jane, yo no soy nadie para meterme en tu vida pero me parece que lo lógico es que vayas avisando a tu Padre que no te vas a quedar definitivamente porque le vas a dar un disgusto tremendo.
  • Ya lo se y por eso todavía no he visto el momento.
  • Ya,ya, pero algo le tienes que avisar.
  • Por supuesto.




sábado, 21 de julio de 2018

ASI FUE Y ASI PASO CAPITULOS 14 Y 15





CAPITULO 14.-

¡Que barbaridad! Llevo aquí cerca de un mes y no termino de acostumbrarme a tanta lluvia, a ese ambiente húmedo y oscuro que parece llenar cada rincón de Londres, a ese ambiente triste que parece desprenderse de la gente con la que me cruzo por la calle, visten todos igual, con abrigos oscuros, camisas oscuras, chaquetas oscuras, zapatos negros o como mucho marrones y sus caras son amorfas. La gente por la calle se ríe poco, por no decir que nada, hablan bajo, tan bajo que el silencio se percibe casi tanto como la niebla persistente, incluso algunos hasta recorren pequeños trayectos andando mientras comen unos sandwichs para no perder ni un minuto. El ritmo es trepidante, pero no se corre, nunca se corre, excepto los que van haciendo footing que son muchos, pero la gente que va a trabajar, no corre, pero va deprisa. Algunos hablan solos, otros miran recelosos a un sitio y a otro como temiendo algún ataque terrorista o algo parecido. En el metro la gente empuja igual que en España, pero no se nota tanto. Empujan de una manera yo diría que elegante, sin despeinarse, como si todos a la vez no trataran de entrar en el mismo vagón, pero entraban y de vez en cuando, como semáforos en medio de un campo de trigo, aparecía un gentleman de la City que con su sombrero hongo, su abrigo gris, sus zapatos de suela de goma relucientes, su paraguas en el antebrazo derecho y su periódico en la mano izquierda mantenía el tipo entre tanto funcionario.

Todo cambia en el momento que se entra en un pub típico inglés, el ambiente es absolutamente diferente. Los ingleses y por supuesto las inglesas son gentes simpáticas, muchos y muchas han estado en España y aunque saben muy pocas palabras en nuestro idioma enseguida nos relacionan con sus vacaciones, con el sol, la playa y, faltaría mas, la sangría y el tinto de verano. Muchos no conocían el pueblo donde habían estado, pero, eso si, el tinto de verano y “la paela” permanecían como un recuerdo de los que nunca olvidarían. Hasta ahora, solo he conocido tres o cuatro pubs, pero o eran de la misma cadena o eran prácticamente iguales. Una barra llena de dispositivos para suministrar Whisky, ginebra, ron o lo que fuera en la cantidad justa, al igual que para la cerveza. No había posibilidad que el camarero sirviera mas o menos porque la cantidad venía medida desde el grifo, siempre era la cantidad justa. Las paredes estaban recubiertas con madera que les daba un aspecto acogedor, alguna vitrina con libros antiguos y banderas, banderines, estandartes, fotos y recuerdos de algún equipo de futbol o de rugby. En la barra se podía comer, para eso había unos taburetes altos que te lo permitían y las mesas siempre estaban al fondo del local donde también estaba la inevitable máquina de dardos donde los parroquianos se jugaban las copas, los cafés, las bebidas espirituosas y hasta las pestañas. Era el deporte nacional de los pubs y hasta organizaban ligas entre ellos para conseguir el título de mejor equipo lanzador de dardos. Yo no se si era afición o simplemente horas de entrenamiento pero rara era la hora en que entrabas en cualquiera de esos locales y no te encontrabas a tres o cuatro disputando una partida. Otra aspecto de este tipo de bares es su puntualidad en cerrar los mecanismos suministradores de alcohol por lo que si quieres continuar bebiendo no hay problema pero tienes que solicitar las copas antes de la hora de cierre y en ese caso, el camarero te coloca tres o cuatro copas en la barra para que puedas, si quieres, seguir disfrutando de una buena charla con los amigos y en ningún caso te tienes que ir, solo que no hay mas bebidas alcohólicas a partir de una hora determinada. Si por el contrario quieres una Coca Cola o cualquier otra cosa con mucho gusto te lo sirven, pero alcohol imposible.

Como casi todos los días, excepto los que estoy de guardia, a las seis y media, mas o menos, voy al pub que hay cerca de casa y allí charlo con algunos amigos, procuro que sean ingleses por aquello de perfeccionar el idioma, tomo alguna pinta de cerveza y normalmente como muy tarde a las ocho estoy en casa. Ayudo en la cocina, ceno y mi jornada termina viéndote en el ordenador gracias a Skype.

  • Que formalitos somos ¿verdad Carmen? En un mes que llevo aquí no hemos fallado ni un solo día. Para mi, ya lo sabes porque lo hemos comentado muchas veces, es el mejor momento del día, pero no soy capaz de superar la pena que me da tener que estar separado de las niñas y de ti. Ya se que, por fin, se han enterado que voy a estar una temporada en Londres y no parece que estén muy afectadas, seguro que es gracias a ti porque las cosas son de una manera o de otra dependiendo como se digan. Supongo que mañana me pagarán el primer sueldo y sin falta te mandaré una buena cantidad para que vuestra calidad de vida siga siendo exactamente igual que cuando yo estaba allí. Claro, claro, estaría bueno, claro que me quedaré con algo pero no hace falta que sea mucho porque aquí, la vida normal, no es especialmente cara. La gente dice que es mucho mas que en Madrid, pero yo creo que no. Bueno, no que no, claro que es mas cara si todos los días sales de copas o vas a algún espectáculo, eso si que son caros sobre todo los musicales, pero si te tomas una cerveza y no comes ni cenas fuera tampoco te gastas tanto y eso que en mi casa está Ignacio, el vasco, que organiza comilonas casi todos los viernes y aunque se paga a escote nos gastamos una pasta, pero, bueno, es un día a la semana y pocos mas gastos tengo. ¿Sabes una cosa? Estoy casi decidido a irme a vivir a la Clínica. Ayer se lo comenté al Director y le pareció muy bien.
  • Lo único es que me avises unos días antes para comentárselo a la Gobernanta y que te prepare una buena habitación. ¿Qué pasa que te aburres en Londres? - me preguntó el Director con normalidad.

  • No puedo decir si si o no porque no salgo y para irme todos los días de aquí a mi casa y volver al día siguiente temprano para eso vivo aquí y aparte de ahorrarme el transporte me ahorro sobre todo el tener que madrugar ¿no le parece?

  • Tiene razón, que quiere que le diga.

  • Total que estoy pensando que lo voy a hacer en contra de la opinión de todos mis compañeros, los Médicos de Guardia que piensan que es un error, sobre todo, para Germán, el italiano que como siempre anda por ahí con unas y con otras dice que necesitas un apartamento para llevarte a tus conquistas y es normal que piense así, yo en su lugar, si tuviera sus años, fuera un tipo atractivo, con pasta porque en esta Clínica pagan bastante bien y encima fuera italiano seguro que haría lo mismo, pero yo soy un señor casado, enamorado de mi mujer, con una familia estupenda etc…..etc ¿Dónde voy a encontrar nada igual? - Me quedé mirando fijamente la pantalla del ordenador pensando que si no fuera por Skype no sabría como vivir en Londres. Carmen, ya se que a ti te da lo mismo, pero ya que estoy aquí cuanto mas ahorre mejor ¿no crees? Lo ideal sería que dentro de nada pudiera buscar un piso para que estemos todos juntos, como cualquier familia, pero de momento no hay mas remedio que esperar. ¿Sabes otra cosa? Que te quiero. Si, si, ya se que tu a mi también, pero yo a ti mas. Seguro que tú no estás todo el día pensando en mi y sin embargo yo si que lo estoy.

  • Bueno, bueno, que cuando estás trabajando ni te acuerdas – contestó Carmen con una sonrisa que iluminaba la pantalla del ordenador.

  • Eso es lo que tu te crees. Muchas veces cuando estoy sentado en la consulta y la enfermera abre la puerta me parece que vas a entrar tú, como cuando trabajábamos juntos ¿te acuerdas? y adiós a mi ilusión porque la que aparece es una enfermera inglesa, con un gorrito, un uniforme muy bien planchado y con cara de estar para cumplir estrictamente con su obligación y no como tú y yo que cuando no había pacientes hablábamos de todo e incluso alguna vez se escapaba algún beso ¿te acuerdas? y no llegábamos a mas porque tú no querías que si por mi fuera mas de una vez te hubiera demostrado todo lo que te quería en plena consulta

  • Tu siempre has sido muy impaciente y tampoco era tan difícil esperar una hora y en casa todo era distinto.

  • Ya, pero cada uno es como es y yo soy así

  • No, si no me parece mal – Carmen sonreía a través de Skype – lo que pasa es que cada cosa tiene su momento y su sitio.

  • -En fin, como diría el poeta cualquier tiempo pasado fue mejor. ¡Que le vamos a hacer! Bueno Carmen te dejo que mañana tengo guardia y mientras consigo dormirme pasa un rato. Te quiero. Hasta mañana.

  • Hasta mañana.

Me metí en la cama, intenté cerrar los ojos, pero como casi siempre, los recuerdos llenaban mi cabeza y no era capaz de dormir. ¿Por qué me había tenido que pasar a mi esto? Si la consulta iba bien por qué dejó de ir la gente. No lo entiendo. Si hubiera tenido una racha de malos resultados lo entendería, pero no tenía yo esa idea. Tampoco soy tan viejo, al revés estoy en la edad perfecta para trabajar, operar y vivir con mi familia. Tampoco pido tanto, pero aquí estoy como un gilipollas, viviendo con una serie de gente que hasta hace un mes no conocía de nada, en una habitación que por toda decoración tiene una foto de Carmen y las niñas, en una ciudad que será una de las mejores capitales de Europa, seguro que es verdad, pero para mí es como una jaula de oro. No se puede pasear, todo el día lloviendo, del autobús a la Clínica y de la Clínica al autobús y así llevo un mes. Los de mi piso están empeñados que salga con ellos, pero la verdad es que no me apetece. Los Domingos Ignacio, su novia y Javier van a un parque, pasean, escuchan algún grupo musical callejero hasta algunos días hay magos sueltos por las esquinas, comen en algún pub, se toman un par de copas y a media tarde ya están en casa y a mí ese plan no me hace ninguna gracia, estaría muy bien con Carmen y las niñas pero solo no voy ni harto de vino. Tiene pelotas lo que me está pasando, es verdad que yo no era un Cirujano Plástico de los mas conocidos de Madrid, ni mucho menos, entre otras cosas porque tampoco tenía una infraestructura para serlo, ya se sabe piso en la Castellana, recepcionistas, enfermeras, un despacho lleno de títulos etc..etc, no, mi consulta estaba en un edificio de consultas, con sala de espera común, en un barrio que no era el barrio de Salamanca ni mucho menos. Mis tarifas para cuando venía algún enfermo privado, eran bastante adecuadas para el momento de crisis en el que estaba sumido el país, aunque Carmen siempre me decía que cobraba muy poco y desgraciadamente mucha gente pensaría que no era muy bueno cuando cobraba tan poco, pero a mi me parecía que tampoco me debía pasar. El resto eran pacientes de diferentes sociedades médicas a los que dedicaba el mismo tiempo que a los otros y por lo tanto perdía dinero o casi, pero yo lo tenía claro, en contra de la opinión de Carmen que un día si y otro también me aconsejaba que dejara las Sociedades y solo viera enfermos privados porque uno a la semana de estos últimos era mas rentable que los diez o doce que veía de sociedades que no era especialmente exigentes pero tampoco lo eran menos que los otros. Menos mal que no le hice caso porque esos ingresos durante muchos años eran extras, lo básico y con lo que comíamos toda la familia, era mi sueldo del hospital de la Seguridad Social un sueldo suficiente, que era hasta bueno, eso sí, haciendo cuatro o cinco guardias al mes y el resto nos venía bien, sobre todo para ahorrar algo, salir a cenar muchos días, tener contratada una asistenta diaria y bastantes cosas mas que, de golpe y porrazo se vinieron abajo como si por mi vida hubiera pasado un terremoto y de pronto me hubiera quedado en la calle, casi con lo puesto. ¿Qué pasaría en el Hospital para que prácticamente de un día para otro hicieran una regulación de empleo y decidieran que sobrábamos bastantes Médicos, entre ellos varios Cirujanos Plásticos? ¿por qué me tuvo que tocar a mí? Era una cosa que nunca había entendido, posiblemente fuera una decisión de mi Jefe, aunque él juraba y perjuraba que no tenía nada que ver, pero supongo que por lo menos oirían su opinión y no entendía nada. Estoy seguro que yo no era el mejor de todos los componentes de la plantilla, pero tampoco el peor, había por lo menos dos o tres mucho peores que yo y encima uno de ellos de esos que se pasan la vida protestando mientras no movía ni un dedo para que la situación del Hospital mejorase. No hacía guardias porque decía que por lo que pagaban él dormía en su casa con su mujer o con la que fuese, pero eso de regalarle una sola hora a la Seguridad, él no estaba dispuesto y encima a media mañana un día si y otro también ponía alguna excusa y se iba a hacer algún recado, eso si, en media hora estoy aquí y nunca volvía hasta el día siguiente. Pues a ese no le pilló la regulación de empleo y cuando se enteró que el que se iba a freir puñetas era yo tuvo la osadía de decirme, así como suena, que que pena que no le tocara a él porque potenciaría su consulta privada y ganaría mucho mas dinero. También es verdad que el momento para decir semejante tontería no era el mas adecuado, salíamos de una sesión clínica en la que valoramos entre todos las razones por las cuales había fallecido una paciente después de hacerlo una reconstrucción mamaria y aunque contra mi no iba la denuncia de la familia, en el fondo todo el Servicio de Cirugía Plástica estábamos implicados. Le contesté que si tan bien le venía podíamos acercarnos los dos a la Dirección y proponer que le echaran a él en vez de mi, pero no le pareció muy bien. Todavía ahora y ha pasado un montón de tiempo desde aquel incidente, no entendía las razones y sigo sin entenderlas de aquella regulación de empleo cuando todos los años nos felicitaban por nuestro rendimiento. Me acuerdo como si fuera ahora mismo la cara de Carmen cuando se lo conté. Se alegraba, como mi colega el del Hospital, pero su expresión reflejaba todo lo contrario. Sabía que nuestra manera de vivir tenía que cambiar, adiós a múltiples cosas que no eran imprescindibles, pero que nosotros hacíamos muy a menudo, una cena en un restaurante de moda, una copa en alguna discoteca, algún viajecito de fin de semana, compras que no son necesarias pero que hacíamos con gusto, mi manía de ir al Corte Inglés por lo menos una vez a la semana y salir con una bolsa llena de libros, eso lo puedes seguir haciendo, me contestó Carmen, yo creo que no, pero en cualquier caso es un capricho que si no hay dinero no me lo doy y no pasa nasa, bueno como quieras pero no empieces que te conozco, tenemos unos buenos ahorros, tenemos también mi trabajo que no me pagan mucho pero algo si que cobro. Es cierto que tendremos que mirar el dinero, pero tampoco hay que exagerar. Con lo de las sociedades, mi dinero, tu paro y los ahorros tenemos por lo menos para dos años. Ya pero el tiempo pasa muy deprisa. No te preocupes, Carmen trataba de no echar leña al fuego.
¡Y todo eso pasó hace ya dos meses, aunque empezó hace dos años! Que horror, como pasa el tiempo.

No tengo sueño como casi todas las noches, debe ser maravilloso eso de cerrar los ojos y abrirlos a la mañana siguiente, pero yo por mas que tomo Lexatin, Orfidal y todo lo que encuentro en la mesilla de noche nunca me quedo dormido antes de las tres o las cuatro de la madrugada. Cuando estaba en casa era lo mismo, la diferencia es que tenía a Carmen a mi lado, casi nada la diferencia. Muchas noches se hacía la dormida, pero otras cuando veía que yo no hacía mas que dar vueltas y vueltas en la cama, me daba la mano y solo con ese gesto me encontraba mejor. Tampoco me dormía pero notaba que ella compartía mis problemas y con eso ya era suficiente. A las niñas ni palabra, esa la única condición que siempre nos imponíamos como si fuera una vergüenza que cobrara del paro. Medio país cobraba lo mismo que yo y al único que le daba vergüenza era a mi. Bueno, no se si era vergüenza, posiblemente no, era mas bien un fracaso, no una vergüenza. Toda la vida preparándome para ejercer como Cirujano Plástico y de momento ya podía hacerlo solo media jornada. A lo mejor tenía razón mi colega del Hospital y los privados saldrían hasta por debajo de las piedras por el mero hecho de tener consulta mañana y tarde. Ojalá, pero yo lo veía bastante negro. Luego vino lo de mi depre ¿te acuerdas, Carmen? Aun ahora me parece mentira porque yo era el típico ejemplo de aquel que nunca tendría problemas de coco y sin embargo me tocó. Las probabilidades eran las mismas de que me cayera encima un rayo un día de tormenta. Me podía pasar como a todo el mundo, pero tenía una personalidad fuerte, eso creía yo, capaz de superar las dificultades que me podía presentar la vida y a la primera que las cosas me vinieron un poco mal, reconozco que reaccioné francamente mal. Me volví apático, no tenía ganas de levantarme, odiaba la consulta, iba por obligación y encima coincidió con una menor afluencia de pacientes, ¿por qué? eso me gustaría saberlo a mi, pero era así. Me pasaba horas y horas en la consulta sin una sola cita, leía el periódico, pensaba que era una situación pasajera, las novelas duraban menos en mis manos que un caramelo a la puerta de un colegio y cada día menos llamadas. Quité tres días a la semana, seguro que con este horario vería mas gente. Me equivoqué, yo pensaba que seguía siendo el mismo, pero estaba claro que los pacientes no lo veían de la misma manera. Después de meses evitando que coincidieran mis pensamientos con la realidad, no tuve mas remedio que aceptarla. La consulta no funcionaba, incluso comencé a tener miedo, si, si, un miedo tremendo al quirófano, un miedo absurdo pero que me dejaba muy limitado, no veía nada mas que malos resultados por todos lados e incluso pasaba por mi cabeza la posibilidad de una complicación muy grave ocurrida después de una cirugía menor. No tenía ni idea si Carmen se dio cuenta, yo creo que si pero es tan buena gente que no me dijo nada. Se limitó, menos mal, a ponerme en contacto con un psiquiatra que conocía ella. Yo en un psiquiatra pero ¿estos no son los que tratan locos? ¿me estaré volviendo loco y no me doy cuenta? No hombre no, contestaba Carmen tratando como siempre de darme ánimos, estás pasando una época mala y yo creo que te vendría bien una consulta con un especialista que te escuche, te valore, llegue a un diagnóstico concreto suponiendo que te pase algo, te ponga un tratamiento y que consiga que veas la vida como es y no tan negra como la estás viendo tu ahora. Está bien, bien, bien, no te preocupes, iré a ese psiquiatra amigo tuyo si es lo que quieres pero yo no tengo nada. Las depres son otra cosa. Yo lo único que necesite es que la consulta funcione, que vengan mas pacientes, que tengamos mas dinero y ya verás como mejoro sin ninguna medicación. Ya – me parece que Carmen estaba de acuerdo – pero mientras tanto lo mismo necesitas una pequeña ayuda y si Juan, el psiquiatra, lo considera oportuno que te trate y si tu problema es otro, no te preocupes que es una persona muy normal y te dirá que no puede hacer nada. Bueno de acuerdo, búscame una cita y voy.
¿Qué hora es? Dios mío casi las cuatro y mañana tengo guardia. Tengo que dormir porque como me de por recordar aquellos meses de una profunda depresión, según me diagnosticó el Dr. Rodriguez Aranuera, me voy de la cama a la Clínica sin haber pegado ojo. Venga, Andrés, no le des mas vueltas, mirar para atrás vale de poco y menos si es para analizar un período de tu vida tan difícil como aquel. Me tapé con la manta y después de un rato que a mí me pareció largo, estaba completamente dormido, eso si con ayuda de medicamentos, pero dormido que era lo importante. Al día siguiente tenía que levantarme a las seis y media y tenía que estar bien despierto porque me gustaría plantearle en serio al Director la posibilidad de vivir en la Clínica, Supongo que no habría ningún problema, como me había dicho muchas veces, pero una cosa es lo que se dice y otra bien distinta es lo que pueda hacer. Mañana salgo de dudas, en cuanto llegue se lo planteo al Director. Yo creo que es lo mejor aunque reconozco que en esta casa estoy bien, la gente que vive aquí se preocupan bastante y tratan de ayudarme, pero seguro que estaré mejor en la Clínica, tendré mas tiempo para estudiar y me ahorro todo el día de aquí para allá. De todas las maneras estoy pensando que casi me voy a esperar un poco porque no me gustaría equivocarme, pero bueno, lo mas que puede pasar es que me vuelva atrás y supongo que al Director le dará igual. En fin, tengo que dormir que mañana no me levanto ni aunque venga a buscarme una grúa.

Esta mañana me he encontrado un ABC en el primer asiento del primer piso del autobús que tomo todos los días para ir a la Clínica. Ultimamente tengo que reconocer que nunca leo la prensa española, total siempre pone lo mismo, pero esta vez me llamó la atención el titular remarcado en letras rojas

El partido del Gobierno no escarmienta y hoy vuelve a estar en el banquillo de los acusados por una nueva trama de corrupción, esta vez en Córdoba”

La verdad es que no se por qué lo leí, posiblemente era porque estaba medio dormido pero lo leí y en mala hora porque ya estaba bastante deprimido como para encima leer lo que tenía entre manos. Mas corrupción. Después de tanto tiempo me daba igual que fuera un partido de derechas o uno de izquierdas, total era exactamente igual, pero parecía que todo continuaba igual. Los políticos seguían a lo suyo mientras que algunos, como yo, teníamos que dejar todo lo que teníamos e incluso tenernos que cambiar de país. Eso ya se sabía, solo faltaba que gracias a mi esfuerzo los políticos se volvieran mas honrados y sobre todo pensaran un poco mas en las necesidades de los ciudadanos que en buscarse cargos para ellos y eso que este año habían llegado nuevos partidos, o por lo menos eso decían ellos, pero en cuanto se acercaban al poder, ya empezaron a pensar solamente en cargos. De los programas nadie decía ni una sola palabra, en el fondo casi nadie los lee y aun los que lo hacen saben que no es para cumplirlos y por lo tanto en el fondo era igual. Yo llorando todas las noches como un gilipollas en mi cama y los políticos a lo suyo. ¿Llegará algún día en que alguien piense en todos los que nos hemos tenido que ir? Ojalá, pero tiene muy mala pinta porque en España los empresarios piensan que los obreros deben cobrar poco y si se van que se vayan que enseguida tienen otro en la puerta, sin darse cuenta que cuanto mas fieles sean los empleados y estén bien pagados eso siempre repercute en una mejora en el trabajo, las cosas se harán mejor y todo repercutirá en beneficio del empresario. Esta teoría no se si llamará socialismo, comunismo o sabe Dios qué, pero por mas que la pienso no soy capaz de entenderla. Si a alguien le pagas bien, lo normal es que haga bien su trabajo y si eso es así, la empresa irá mejor y por lo tanto al empresario también le irá mejor. ¡Que fácil ¿verdad?
Bueno, he llegado a mi parada, me voy a trabajar y por si tengo algún momento libre me llevo el ABC y malo será que no encuentre un rato para ver las cosas que siguen pasando en España.

En la carpeta de los apuntes que me encontré, tenía una especie de apartado en la que describía como era mi trabajo en la Clínica y tengo que reconocer que estaba contento. Todavía no había tenido tiempo de hacer algo de mi Especialidad, pero las patologías que acudían a Urgencias , eran todas de menor cuantía y si acaso aparecía alguna importante se mandaba enseguida al Hospital de referencia. Los pacientes eran muy correctos, educados y con ganas de entablar conversación con el primero que se pusiera delante. Las patologías, por lo menos hasta este momento, no habían sido especialmente difíciles y casi todos los casos los había diagnosticado y tratado con normalidad. Eran guardias muy cómodas, sobre todo acostumbrado como estaba yo del Hospital en Madrid donde iban a Urgencias pacientes con gripe e incluso con patologías todavía mas leves. Aquí los pacientes, quieran o no, tienen que pasar distintos filtros que les impiden la llegada a la Urgencia con cualquier patología banal. Tienen que venir con una nota del Médico de Cabecera en la que en la mayoría de los casos incluía hasta el diagnóstico, lo que facilita mucho las cosas. Yo estoy muy contento, la verdad es que si, el personal de la Clínica es muy agradable y la enfermera que me ha tocado en suerte en la consulta es muy buena gente y además de buen tipo, que lo sabía y lo explotaba con cierto disimulo, era muy diligente y nunca ponía pegas a nada. Habla un inglés muy bonito, de manera pausada y es una gran ayuda para mis primeros encuentros con los pacientes. Nos entendemos muy bien y solo con alguna mirada sabemos lo que tenemos que hacer. Por supuesto que no es igual que con Carmen, claro que no, pero por lo menos no estoy a disgusto en el despacho de Urgencias que ya es bastante. Mis colegas se han acostumbrado a que les haga todas las guardias que quieran, ellos encantados y yo mas.

Al principio, reconozco que prácticamente no me movía de la silla en todo el día, sabía que las enfermeras lo agradecían y a mi me daba igual. Solamente iba a la sala de curas cuando alguno herida requería de mi presencia, pero tengo que reconocer que, al menos en esta Clínica, las enfermeras nos quitaban muchísimo trabajo. Ellas hacían las curas pequeñas y te avisaban solo para las que fueran claramente complicadas o cuando venía pacientes del Dr. Taylor, el Cirujano Plástico de la Clínica porque decía que los Médicos de Guardia estábamos para estas cosas y para mi mentalidad no le faltaba razón. Eran pacientes que pagaban religiosamente y lo menos era que los atendiera su cirujano personalmente y solamente atendían otro tipo de asistencia si era de urgencia porque todos entendían, bueno casi todos, que el Doctor no iba a estar las veinticuatro horas de los trescientos sesenta y cinco días del año de guardia y en casos urgentes si que admitían, los dos el paciente y el Dr. Taylor, que los atendiera el Médico de Guardia que al día siguiente, faltaría mas, se los remitieran para continuación él personalmente con el tratamiento.

Yo todavía no le he conocido y estoy expectante esperando el momento que suceda. He oído muchos comentarios sobre su manera de trabajar y me parece que tiene razón, otra cosa es su manera de ser, pero como no le conozco todavía no puedo, ni debo, ni quiero opinar. Cuando llegue lo contaré y estoy seguro que será pronto.

























CAPITULO 15.-

Ya estoy escribiendo desde mi habitación en la Clínica y tengo que reconocer, lo contrario sería engañar a mis lectores y sobre todo a mi mismo que estoy encantado. Dejar el piso me costó un poco de trabajo, para que negarlo, y por supuesto también me costó perder los tres meses que era obligatorio dejar de fianza, pero creo que acerté plenamente. La habitación del Médico de Guardia está muy bien, es bastante grande, con una cama de las de acompañante de la Clínica, una mesa con varios cajones en los laterales, una lámpara con buena luz y una carpeta llena de papeles con el membrete de la Clínica, una silla cómoda, una butaca tapizada de un azul tranquilizador parecía dar entrada a un cuarto de baño completo, con una buena bañera de hidromasaje. Un armario empotrado con dos puertas, una para ropa de colgar y otra con diferentes espacios para ropa interior, camisas, jerseys y dos cajones grandes que yo los utilizaba para meter toda la ropa de deporte. En las paredes enteladas con gusto, tres cuadros con motivos londinenses querían romper con la monotonía de unas telas en diferentes tonos de blanco, empezando por un blanco como muy luminoso, pasando por un blanco mate y terminando con un blanco roto que resultaba agradable. En el techo tres focos daban una luz mas que suficiente. Enfrente del sillón, una especie de orejero venido a menos, una televisión de buen tamaño animaba muchas tardes que me quedaba estudiando, leyendo o simplemente sentado pensando. Lo mejor con enorme diferencia, la terraza, amplia, con dos sillas y una mesa de color madera, dando a la parte de atrás de la Clínica donde los pequeños caminos de una tierra muy poco trabajada se entremezclaban con árboles centenarios que invitaban a pasear. La pena es que la habitación estaba en una Clínica cerca de Londres que si llega a estar en cualquier lugar de la costa mediterránea española sería un auténtico paraíso.

Parece que la primavera, por fin, quiere hacer acto de presencia, la temperatura es bastante buena, tanto que me permite estar sentado en la terraza con una cerveza, el silencio es incluso hasta inquietante y yo intento suplirlo con una música suave, esta vez le toca a Adriano Celentano. Tengo entre las manos una novela de un vendedor de pisos americanos que trata de convencernos que es la mejor profesión del mundo. Estoy haciendo un poco de tiempo para hablar con Carmen que, por cierto, estuvo aquí hace dos fines de semana y todavía recuerdo aquellas cuarenta y ocho horas con verdadero placer. Como no sabía si la podía traer a mi habitación o no, alquilé una habitación en el centro de Londres y ahí disfrutamos de nuestro amor, paseamos por distintos parques, visitamos algún mercadillo, nos hicimos fotos cerca del Palacio Real junto a unos guardias que no mueven ni una pestaña mientras están de guardia en las correspondientes garitas, paseamos por el Támesis en unos barcos turísticos y hasta tuvimos tiempo para ir a algún Museo. Un fin de semana intenso, maravilloso y aunque la despedida fue difícil, la vuelta a la Clínica con las pilas cargadas fue muy diferente que en otras ocasiones siendo objeto de cierto sorna por parte de algunas enfermeras que sabían de la presencia de mi mujer ese fin de semana y hasta algunas me preguntaron que tal se veía Londres por la noche desde la cama de un céntrico hotel.

  • Que tal ¿Carmen? – la pantalla del ordenador se iluminó apareciendo a toda pantalla la mujer a la que mas quería del mundo – Ayer no te pude llamar porque estuve liado hasta cerca de las dos de la mañana.
  • Ya lo se – Carmen sonrió – estuve hablando con una Señorita que supongo yo que sería de Recepción y me contó que había entrado un accidente de tráfico y que estabais todos en quirófano.
  • Menos mal que tengo compradas a todas las de Recepción que si no me pillas como a un pardillo – puse los ojos en blanco como si no hubiera roto un plato en mi vida – la verdad es que estuve con una rubia impresionante paseando por Londres hasta altas horas de la madrugada, luego como no podía ser menos, piensa que uno es un caballero español, no me quedó mas remedio que acompañarla a su casa, me invitó a tomar una copa y……
  • ¿Y te acordaste de mi cuando estabas con ella en la cama?
  • La verdad es que si me acordé, sobre todo cuando me desperté y vi que estaba en mi habitación de la Clínica. Ni rubia ni nada de nada, pero bueno no pasa nada porque todavía estoy emocionado con el fin de semana que pasamos hace poco ¿te acuerdas?
  • ¡Como no me voy a acordar! La pena es que fue un poco corto.
  • Pero intenso – la interrumpí.
  • Si, eso si – algo pasaba, no se que, pero notaba que estaba como diferente - ¿sabes que fue lo peor?
  • Usted dirá, señora.
  • Déjate de tonterías que estoy hablando en serio – se retiró un mechón de pelo que le caía sobre el lado izquierdo – lo peor fue la vuelta. La noche que pasé no se la deseo a nadie, fue como volver a empezar
  • Carmen, por favor.
  • No te pensaba decir nada, pero bueno – su mirada era posiblemente mas triste que nunca – cuando me daba vueltas en la cama y tu no estabas me pareció como si tuviera un vacío no solo en la cama, si no también en mi vida. De verdad que fue una sensación como muy rara. Ya te digo que no te lo pensaba decir, pero casi prefiero que sepas lo que estoy pensando.
  • Y yo te lo agradezco que me lo cuentes porque a mi me pasa exactamente lo mismo con la diferencia que a mi eso me ocurre desde el primer día. Esperemos que poco a poco nos vayamos acostumbrando y cada vez nos cueste un poco menos la separación.
  • Esperemos – a Carmen se el iluminó la cara – y aunque ahorremos un poco menos, esos fines de semana en Londres vienen muy bien para mantener encendida la llama esa que dicen del amor ¿no te parece?
  • Querida Carmen ¿qué te ha pasado en estas dos semanas? Eso de la llama del amor suena como a novela de Corín Tellado.
  • Si, la verdad es que nada mas decirlo me he dado cuenta que suena un poco cursi, pero tú me entiendes lo que quiero decir.
  • Claro que lo entiendo y estoy de acuerdo ¿cómo no? Pero todavía lo veo mas fácil que me busque un piso y te vengas con las niñas, a ellas e incluso a ti te vendría muy bien un mejor nivel de inglés y yo mas contento que unas castañuelas.
  • Andrés, Andrés – Carmen se puso seria a través de la pantalla - sabes que estamos de acuerdo, pero hace poco mas de quince días discutíamos tu y yo sobre cuando sería mejor el momento para irnos nosotras y quedamos en que lo primero era que las niñas terminaran la educación básica y a Patricia le quedan un poco mas de un año.
  • Bueno, hoy he pasado muy buen día y estoy de buen humor, esperamos un año y casi sin darnos cuenta otra vez todos juntos. En Londres, pero todos juntos ¿te parece?
  • Así me gusta que pienses en plan positivo. Ese es mi Andrés y no el de últimamente que andas dándole vueltas a la cabeza con eso de si has hecho bien en irte, que si no estarías mejor aquí buscando trabajo.
  • Si, está claro – Andrés descolgó el teléfono - ¿dígame?
  • Doctor perdone que le moleste – una voz agradable le interrumpió su comunicación con España - pero hace como diez minutos que le ha llamado el Señor Director, me ha dicho que era muy urgente y como no le he visto por aquí prefiero darle el recado.
  • Muchas gracias, Elsa, en seguida le llamo – colgó el teléfono – Carmen, perdona que tenga que cortar, pero el Director me ha llamado urgente y no tengo ni idea que será. Luego, si no es muy tarde, te llamo y si no mañana. Te quiero. Hasta mañana.
  • Adiós.

  • Elsa, por favor, me pones con el Director. Seguro que es algo urgente, pero urgente de verdad, si no el Director no me llama a estas horas ni de broma.

  • Ahora mismo le paso- contestó la Señorita de la Centralita con la máxima celeridad.

No había pasado ni un minuto cuando el Dr. Starker estaba al teléfono. Nada mas oir el tono de su voz supe que se trataba de algo importante

  • Doctor Cubiles: buenas noches.
  • Buenas noches, Doctor, dígame
  • Perdone que le moleste, pero entenderá enseguida la razón de mi llamada y sobre todo su gravedad.
  • Dígame
  • Me acaba de llamar hace cinco minutos la Señorita Jane Chesterplace.
  • ¿Familia del Sr. Chesterplace?
  • Su hija – el Director hizo una breve pausa – en fin, como usted sabe el Señor Chesterplace además de Secretario del Parlamento de la nación, es nuestro principal accionista, yo diría que prácticamente es el dueño de la Clínica y por ahí es donde nos viene el problema. Jane Chesterplace está a punto de dar a luz y no quiere que su padre se entere.
  • ¿Es mayor de edad? – pregunté tratando de romper el hielo
  • Si, tiene dieciocho años recién cumplidos
  • Entonces ¿dónde está el problema? Llamamos al Dr. Widmar y que le atienda el parto.
  • El problema está y espero que Usted se haga cargo en que el Sr. Chesterplace no sabe que su hija está embarazada y Jane se niega a que la vea nadie excepto el Médico de Guardia de la Clínica. No quiere que se entere absolutamente nadie. Es mas, pretende que se la atienda en una habitación de la Clínica y que ahí estén solamente una enfermera y Usted.
  • Pero, perdone Sr. Director – Andrés sabía por donde le venían los tiros – yo no soy ginecólogo, habrá que hacerle una epidural, entienda mi razonamiento, para mi es una responsabilidad, sobre todo teniendo en cuenta que podemos avisar al Dr. Widmar y decirle claramente que la paciente no desea que lo sepa nadie.
  • Dr. Cubiles: perdone mi insistencia. La paciente se niega a ser vista por nadie, excepto por Usted y una enfermera, fijese como será el tema que hasta me ha dicho el nombre de la enfermera: Sandy Styll.
  • Esa enfermera es la Jefa ¿no?
  • Exactamente y ya está haciendo todo lo necesario para que la paciente entre por una puerta lateral, vaya a una habitación del pasillo corto de la tercera planta y allí se haga el parto. Para evitar que el personal sea consciente de lo que ocurre he dado órdenes a la Srta Still para que cierre todo el pasillo y siguiendo sus recomendaciones vamos a poner un cartel que ponga cerrado por reformas y nos evitaremos la presencia de curiosos. Supongo que también habrá otra enfermera, pero eso ya es cosa de Usted y la Srta. Still
  • Pero Dr. Starker – hice una pequeña pausa tratando de mantener la calma - lo que me está pidiendo no es de Médico de Guardia, nuestra misión es……
  • Dejese de historias Dr. Cubiles – por el tono de voz se notaba perfectamente que el Director estaba tratando de mantener la calma, pero ante mi insistencia acabó por estallar – vaya inmediatamente a la planta tercera y atienda a la hija del Sr. Chesterplace. En caso contrario, considérese despedido. Espero sus noticias. Buenas noches.

El click del teléfono me dejó helado. Pensaba que el Director era un tipo razonable y por todo lo que me había dicho estaba claro que no lo era. Pero ¿a quien se le ocurre pedirle a un Médico de Guardia que haga un parto y encima de la hija del dueño de la Clínica? Y encima me lo pide a mí que sabe de sobra que soy Cirujano Plástico y que hace quince años que no veo un parto ni en las películas. Tuve que realizar varias respiraciones profundas tratando de relajarme, como me había enseñado Carmen hacía ya bastantes años y convencerme que era Médico y por lo tanto tenía que saber hacer un parto. Supongo que será un niño a término porque solo me faltaba que fuera un aborto y tuviera que hacerle un legrado. Espero que el niño salga solo porque desde luego lo que no le hago es una cesárea, sea la hija del dueño o cualquiera que pase por la puerta. Un parto natural, bueno mas o menos malo será, pero una cesárea no solo no podría porque la verdad es que no se hacerla y sobre todo, no me había dado cuenta pero eso si que es una razón de peso, porque ahí si que necesitaría la presencia de un anestesista y si la paciente no quiere, será problema de ella, pero lo que es seguro es que no se le puede abrir a nadie la barriga sin algún tipo de anestesia. En fin, me ajusté la bata, otra vez volví a mover los hombros hacia delante y hacia atrás, traté de disminuir la rigidez de la nuca, respiré profundamente y salí al pasillo. En el ascensor hacia la tercera planta me encontré con una enfermera de laboratorio, que conocía de otras guardias

  • ¿Qué tal, Dr. Cubiles? – me saludó con una sonrisa que iluminaba toda la cabina
  • Muy bien, por aquí salvando vidas como siempre
  • ¿Se encuentra bien?
  • Si
  • No se, está muy pálido
  • La verdad es que llevo una guardia regular
  • Anímese y pásese por el laboratorio que allí siempre tenemos algún reconstituyente.
  • Muchas gracias. Voy a ver a una paciente a la tercera y luego si me da tiempo me paso.
  • Muy bien, allí le esperamos.

Salió del ascensor en la segunda planta con sus muestras de sangre en una bandeja después de dedicarme otra de sus sonrisas. No estaba nada mal, pensé para mí, pero para pensar en enfermeras estoy ahora. Otra vez volvieron a mi cabeza los pensamientos negativos y no era capaz de ver en los próximos minutos un parto normal, veía que Jane, la hija del Sr. Chesterplace, comenzaba dilatando bien, pero no terminaba de asomar la cabeza del niño y que cuando asomaba no salía ni de broma. Ella trataba de paliar sus dolores mordiendo una sábana que le había dejado la enfermera jefe, pero el niño no salía. Inmediatamente mi cabeza dio un giro de ciento ochenta grados y vi con nitidez un parto normal, sin excesivos dolores, con un niño que lloraba a las primeras de cambio y todo era maravilloso hasta el abrazo que nos dimos la jefa y yo, pero todo esto que transcurrió en el tiempo que tarda un ascensor de una planta a otra, se esfumó como las nubes los días de intenso viento porque delante de mi estaba la puerta del pasillo corto de la planta tercera con un cartel que con un cerrado por reformas impedía el paso a cualquier persona. Empujé la puerta y me encontré con ocho puertas, cuatro a cada lado del pasillo herméticamente cerradas menos una, la última y por la que a través de una pequeña abertura una débil luz iluminaba la zona final del pasillo, casi la que estaba pegada a la escalera de incendios. Avancé hasta allí con mi cabeza a punto de estallar, todavía no tenía del todo claro si empujar la puerta de la habitación o bajar corriendo por las escaleras de incendios y desaparecer para siempre. Tenía auténtico terror y unos millones de células de mi cerebro se inclinaban porque abandonara a toda prisa el barco y estuviera lejos cuando se produjera el inevitable naufragio y otros millones me recordaban que era Médico y que mi obligación era la de atender con la mayor diligencia posible a una paciente que solicitaba de mis servicios. Daba igual que fuera la hija del dueño o quien fuera. No podía abandonarla en esos momentos y eso fue lo que me hizo empujar la puerta y entrar dejando atrás todos mis pensamientos anteriores. Había que actuar y eso es lo que tenía que hacer.

La habitación era grande, la Jefa había dispuesto todo lo necesario para un parto en una pequeña mesa auxiliar, la paciente estaba ya en la cama con las piernas colocadas en las respectivas perneras y a la cabecera un joven, que no tendría mas de veinte años, completamente asustado, rojo como un tomate, con ganas de colaborar pero no sabía como y a su lado Sally Styll que, en ese momento, estaba tomando la tensión a una paciente que, en la cama y con los dolores de parto parecía que no tuviera mas de catorce años. Rubia, con el pelo muy corto, los ojos azules llenos de lágrimas y las manos crispadas sobre el pecho. En ese momento estaba tranquila, la última contracción parecía que se había perdido en el horizonte y ahora estaba en la fase en la que era necesario que recuperase lo antes posible para encajar las nuevas oleadas que a buen seguro no tardarían en llegar. Le di un pequeño toque en la mejilla mientras trataba de ayudarla con una sonrisa

  • Hola: Soy el Dr. Cubiles – la miré y aprecié auténtico terror en su mirada – voy a atenderte el parto y tienes que estar tranquila. No vamos a llamar a nadie, como es tu deseo y por lo tanto tiene que ser un parto natural, porque no podemos ponerte anestesia, ni siquiera epidural, o sea que tendrás que aguantar un poco – Miré para Sally Styll y me pareció haber encontrado la tabla que todo náufrago busca en la soledad del mar – tanto Sally como yo estamos aquí para ayudarte y ya verás como todo sale bien.
En cuanto a ti – el pobre chaval estaba mas asustado que la propia paciente – por mi no hay ningún inconveniente si quieres quedarte al parto, te aviso que no es un espectáculo agradable, pero tú decides
  • Yo me quedo - contestó con decisión un casi niño que se encontraba a la cabecera de la cama – que para eso soy su hermano mayor
  • Ah, pensé que eras el padre de la criatura.
  • No, no, yo soy su hermano.
  • Bien – traté de animarle mientras me ponía la bata – si no te mareas quédate donde estás y a la menor que veas me avisas o por lo menos te sientas para no caerte, porque ahora mismo toda nuestra atención debe estar centrada en la paciente ¿de acuerdo?
  • Bien, procuraré no estorbar.
  • Así me gusta, de momento ahí estás, dale la mano a tu hermana y procura tranquilizarla lo mas posible y tú Sally ¿cómo estás?
  • Muy bien – me miró como quien mira a un bicho raro, todo un Sr. Médico preguntándole a una enfermera como se encontraba - ¿le parece que le pongamos un calmante?
  • Me parece muy bien porque visto lo visto parece que esto va para largo.

La Srta Sally Styll se dispuso a introducir un calmante a través de una vía que previamente había localizado en el dorso de la mano derecha de la paciente. En el mes que llevaba en la Clínica no había tenido oportunidad de conocerla, si la había visto pasar alguna vez, siempre acompañada de dos o tres enfermeras que supongo que serían sus ayudantes, pero no había cruzado con ella mas de dos palabras. Era una mujer atractiva y eso que el uniforme y una especie de cofia que sujetaba lo que parecía un largo pelo negro, no era lo mas adecuado para destacar su belleza. Sin embargo, a bote pronto tenía algo que la hacía muy atractiva aunque no era el momento ni el lugar para andar con esas cosas, pero quizá mi nerviosismo, la necesidad de apoyarme en alguien, el miedo, la responsabilidad de tener en mis manos la vida de un niño y si me ponía muy pesimista también la de la madre, o todas las preocupaciones juntas hicieron que la mirase con admiración. Tenía unos ojos claros muy bonitos, unas manos finas y bien cuidadas, estatura media y con pinta de tener buen tipo. Estaba atareada introduciendo el calmante por la cánula y eso me permitió observarla durante unos segundos. Se mordía un labio inferior grueso, perfilado con una barra de labios con muy poco color, una mínima cantidad de maquillaje le daba a su cara un aspecto sano y bien cuidada. Hubo un segundo que levantó la mirada y me dedicó una media sonrisa que no supe definir si era para darme ánimos, que falta me hacían, para decirme sin palabras que estaba conmigo o simplemente para agradecerme que apareciera en aquellos momentos que para ella serían igual de complicados que para mi. La diferencia era que el responsable era yo, ella colaboraría, me daría ánimos o lo que se quiera, pero el responsable era yo y ante un Juez no podría decir que no actué como manda el código ético porque no sabía resolver esa situación. Me contestaría que para eso están los ginecólogos y que mi obligación era haberle llamado.

Miré a la paciente que estaba secándose las lágrimas con un pequeño pañuelo y ella me contestó con una sonrisa en la que iban incluidos el agradecimiento y el miedo a lo que se avecinaba. Me quedé de pié al lado de la cama y comencé un pequeño interrogatorio que apuntaba en una historia clínica que me había proporcionado la enfermera jefe.

  • O sea que tu eres Jane Chesterplace, bueno, bueno, y tienes ¿cuántos años?
  • Casi diecinueve – contestó con un hilo de voz
  • ¿Es tu primer embarazo?
  • Si
  • ¿Tienes alguna enfermedad importante?
  • No
  • ¿Alergias a algún medicamento?
  • No
  • ¿Cuándo fue la última vez que te revisó tu ginecólogo?
  • Solo me vió a los pocos días de quedarme embarazada. Entonces yo estaba en Etiopía y fue el que me confirmó que estaba de tres semanas
  • Y si no es indiscreción ¿qué hacía una chica como tú en un sitio como ese?
  • Soy colaboradora de Unicef y estaba en un hospital ayudando como Auxiliar de Enfermera.

Durante diez minutos, mas o menos, la paciente se comportó con absoluta normalidad. Contestaba a mis preguntas con tranquilidad y casi sin pensar las respuestas. Casi sin esfuerzo me confesó que el padre de la criatura era un Médico holandés, cooperante como ella que le aseguró que no hacía falta usar preservativo porque él sabía cuando tenía que salirse, que no tuviera miedo que lo había hecho muchas veces y nunca había tenido problemas. Al principio ella se negó, pero ante su insistencia lo hicieron en diversas ocasiones sin problemas y en una exploración rutinaria y sin que hubiera notado ningún síntoma, el ginecólogo del hospital le confirmó que estaba embarazada. Se lo comentó al que parecía su pareja y éste le contestó que de él no era y a continuación desapareció como si se lo hubiera tragado la tierra y desde entonces no había vuelto a tener noticias suyas. Lloró como una niña, se desesperó, juró vengarse de ese tío que la había engañado, pero el tiempo hace milagros y al final aceptó continuar con su embarazo. Eso si con la idea de tenerlo en Etiopía y luego estar años en ese Hospital para tener tiempo de ir diciéndoselo, sobre todo a su padre, pero los acontecimientos se precipitaron y una guerra inoportuna, hizo que evacuaran el Hospital, prácticamente de la noche a la mañana y cuando se quiso dar cuenta, de eso hacía menos de una semana, estaba de vuelta en el aeropuerto de Londres. Menos mal que su hermano la recibió en su casa y entre los dos idearon una historia de tal manera que Lord Chesterplace creía que estaba en Senegal, lejos de los territorios en guerra y en otro hospital de la misma organización humanitaria. Los dos hermanos sabían que era una situación que no se podía mantener por mucho tiempo, pero era una cosa temporal y mas adelante ya verían como hacían para convencer a su padre que había sido abuelo.

Reconoció que estaba avergonzada de haber actuado de esa manera y era consciente del lío en que nos había metido a la Srta Styll, a la que conocía de hace varios años cuando permaneció ingresada en la Clínica con una fractura de tibia como consecuencia de la caída de un caballo. En aquella época, la enfermera también conoció a Lord Chesterplace y quedaron tan agradecidos por lo bien que había tratado a su hija que la recomendaron para que la nombraran Enfermera Jefe, orden que el Director cumplió en muy poco tiempo. Jane le contó que antes de ingresar había hablado en diferentes ocasiones con la Srta. Styll y fue la que le aconsejó que actuase como lo estaba haciendo. Giré la cabeza hacia las caderas de la paciente donde la enfermera estaba disponiendo unos paños limpios y la miré con una cara que no sabría si era de odio o de algo todavía peor. Esta me la pagas, pensé para mí, pero tampoco era el momento de ponerse a discutir. ¿A quien se le ocurre aconsejar a la hija del dueño de la Clínica que la ayudara a parir un Médico de Guardia que otras enfermeras a lo mejor no lo sabían pero ella si que sabía que era Cirujano Plástico? Para ella sería una buena solución pero para mí era una responsabilidad tremenda y sobre todo ¿yo que sabía de partos? Si que es cierto que durante la carrera, pero de eso hace ya mas de quince años, hice una buena semana de partos cuando estudiaba Obstetricia, pero desde entonces no había vuelto a pisar una sala de partos y ni falta que hacía porque, en contra de lo que pensaba la mayoría, a mi un parto me parecía una barbaridad. Claro que las cosas habían cambiado con las anestesias epidurales, pero no era este el caso. En fin, voy a dejarlo porque ya estoy aquí y no tengo mas remedio que parecer que domino la situación, pero tengo que reconocer que si ahora mismo me hicieran un electrocardiograma estaría como una moto de carreras en la recta de meta. Parecía que el corazón se quería salir de mi interior.

Las contracciones habían desaparecido, los nervios de la paciente parecía que hasta el momento estaban controlados, todos permanecíamos expectantes sabiendo que vendrían olas posteriores y estas no se hicieron esperar. Unas pequeñas gotas de sudor en la frente de Jane nos anunciaba la proximidad de nuevas contracciones. Sus manos se crispaban entre los dedos de su hermano, Sally se preparó para empujar casi subiéndose a la cama y yo permanecía sentado intentando con un dedo de guante abrir lo mas posible el canal del parto para ver cuando aparecía la cabeza del bebé que estábamos esperando. Después de varias contracciones. Hubo un momento que reconozco que estuve tranquilo, ya estaba allí y lo único que tenía que hacer era esperar a que la madre naturaleza hiciera su trabajo. Además, ¿por qué tenía que dudar de mi capacidad? Es verdad que de parto no sabía mucho, eso no se podía negar, pero seguro que sabía mucho mas que la mayoría de la gente y ¿por qué tenía que tener un parto con problemas?¿no parían las indígenas en medio de la selva y los niños vivían perfectamente?

Procedente de la camilla oí una voz que animaba a la paciente a empujar para que el parto fuera un poco mas rápido:

  • Animo – la voz de Sally trataba de ayudar a la paciente – venga respira tranquila que está llegando otra contracción. Cuando notes dolor empuja con todas tus fuerzas, yo te ayudaré empujándote un poco desde aquí arriba y el Dr. en cuanto vea la cabeza ya solo será cuestión de tirar un poco de ella y ya verás como todo sale maravillosamente bien y en cuanto te quieras dar cuenta tienes a tu niño y lo podrás abrazar. Venga empuja que estás empezando con otra contracción

Jane jadeaba como si hubiera hecho correctamente los ejercicios de preparación al parto, no gritaba, pero sus fuerzas se iban agotando. Unos segundos después la cabeza del bebé apareció por el fondo de una vagina que parecía imposible que pudiera ensancharse tanto como para dejar pasar a aquella criatura que parecía querer hacerse un sitio en este mundo.

  • Venga Jane, empuja que ya veo la cabeza. Bien, bien, lo estás haciendo muy bien - yo desde mi posición también trataba de darle ánimos para que no decayera en sus esfuerzos y también sabía que, en el fondo, también me estaba dando ánimos a mi mismo porque veía el pelo del bebé, todavía un poco lejos de llegar al final de su recorrido por el canal del parto, pero algo es algo – yo creo que en dos contracciones está fuera Jane, venga empuja.

Las dos contracciones siguientes no modificaron ni un centímetro la posición del bebé y los malos pensamientos volvieron a pasear por mi imaginación ¿mira que si no sale? ¿qué hago? en cuanto que se mueva lo mas mínimo le hago una episiotomía y espacio para salir seguro que va a tener pero ¿podré tirar de la cabeza? ¿y si no sale? Tendría que hacerle una cesárea, pero para eso si que no estoy preparado. Bueno, lo mas que podría pasar es que tuviera que llamar al ginecólogo para que se la hiciera él pero ¿llegaría a tiempo?

  • Andrés, por Dios – la voz de la Srta. Styll se impuso sobre todos los malos augurios – hazle ya la episiotomía y en la próxima contracción mete la mano y saca al niño, por lo que mas quieras.
Distribuí la anestesia local pinchando en diferentes puntos, sobre todo en donde tenía pensado hacer la episiotomía, metí el dedo índice y practique una incisión amplia con un bisturí. Parecía como si esa pequeña maniobra hubiera desencadenado una tormenta en todo el canal del parto y la cabeza del bebé ya estaba mucho mas accesible. La sujeté con las dos manos y haciendo una pequeña rotación conseguí primero que sacara un brazo, el derecho, luego el izquierdo y a continuación el tronco y las piernas. La enfermera suspiró aliviada cuando, mientras envolvía al bebé en una sábana, el bebé lloró con fuerza. Hice un nudo al cordón umbilical y a continuación lo corté mientras la Srta. Styll depositaba al bebé con mucho cariño en los brazos de la madre que lo abrazó con lágrimas en los ojos. Luego nos miró y nos agradeció sin palabras todo lo que habíamos hecho por ella.

  • Disfruta unos segundos de tu niña mientras el Dr. saca la placenta. No te preocupes que es un minuto y no vas a notar nada - Inmediatamente Sally se acercó a mi, me apretó con fuerza un brazo y por sus ojos también querían hacer acto de presencia unas lágrimas que ella se encargó de contener - ¿sale la placenta Dr. Cubiles?
  • Espero que si – con movimientos suaves tiré del cordón y en unos segundos que a mi se me hicieron eternos, solo faltaba que ahora no saliera la placenta pero ¿porqué no va a salir si todo el parto ha salido perfecto? Y como si aquello fuera como una orden, la placenta apareció entera, con su capa externa limpia sin roturas aparentes. La deposité en una pequeña batea, la examiné detenidamente y por fin me quité los guantes y la bata, me lavé las manos y me acerqué a la paciente que estaba disfrutando del calor de su hija.

  • Enhorabuena Jane – en mi cara seguro que se tenían que ver los esfuerzos realizados – es una niña preciosa y parece que está sana.

  • Muchas gracias Doctor, de verdad que no sabe cuanto se lo agradezco – la paciente me apretaba la mano con un gesto de absoluto agradecimiento – sobre todo que no se lo haya dicho a nadie y sobre todo a mi padre.

  • No hay problema, todo ha salido bien.

  • Y si los hubiera habido ¿Qué habría hecho?

  • La verdad es que no lo he pensado, pero casi seguro que por el bien tuyo y el de tu niña habría llamado a un ginecólogo que se hiciera cargo del parto porque yo se hasta donde se, pero no mas.

  • ¿Sabe una cosa? – la paciente me volvió a mirar con admiración – estaba segura que todo iría bien. No se porqué pero lo sabía.

  • Pues ya me lo podías haber dicho y me hubieras ahorrado el mal trago que he pasado.

  • Venga, Doctor, no exagere

  • No, no, no exagero absolutamente nada porque tú sabes igual que yo que un parto casi siempre es una fiesta menos cuando hay problemas y si los hay siempre son problemas importantes que es necesario resolverlos con prontitud y sobre todo con experiencia y ese no es mi caso.

  • Ya, ya se que Usted es Cirujano Plástico pero bueno algo de partos estudiaría en la Facultad ¿no?

  • Si, algo si, pero poco y sobre todo no había vuelto a ver ninguno desde entonces.

  • Bueno, Doctor, ya ha pasado todo y ahora creo que se merece un buen descanso. ¿Le parece que tomemos un café? – Sally, la Enfermera Jefe se había quitado el gorro y la mascarilla y era todavía mas atractiva. No era especialmente guapa, pero había algo, no se que, que merecía la pena ser descubierto. La miré casi con tanto agradecimiento como me miraba la enferma a mi.

  • Nos lo hemos merecido ¿no le parece?

Pasamos a la habitación contigua no sin antes avisar a la paciente y a su hermano que si necesitaban algo solo tenían que llamarnos a través del timbre que permanecía a un lado de la cama.

  • Esteremos en la habitación de al lado y aunque estaremos entrando cada poco tiempo ante cualquier problema tocáis el timbre ¿de acuerdo? – Sally ajustó la sábana que cubría a la recién nacida – en una hora la pones sobre tu pecho para que se vaya acostumbrando y pasados unos minutos intenta darla de mamar. Si no succiona no te preocupes que es normal.
  • Muchas gracias – contestaron casi al unísono los dos hermanos.