Queridos blogueros/as: Seguro que mas de uno estabais pensando que esta semana no habría capitulo y como veréis os habéis colado. No lo mandé ayer por la noche como casi siempre, porque me fuí a cenar por ahí y volví un poco perjudicado. Ya se sabe lo que pasa, después de unas buenas tapas se empieza con aquello que si Rajoy ganó el debate de la nación, un larios con coca-cola, que si Urdangarín tal y cual, otro larios con coca esta vez light por aquello del azucar, que si parece que la cosa se va arreglando, ya, ya, otro larios con coca pero con muy poco larios por favor y al final dan las tres de la mañana y llegas a casa como para escribir un capitulo de nada. Pero, en fin, la noche se hizo para eso, si ya decía yo que Dios era bastante listo y pensaba en todo cuando hizo este mundo y después de un sueño reparador, aquí estoy como una rosa, o sea que ha leer que hay tarea
Un beso
Tino Belas
CAPITULO
5.-
Juan
esbozó una sonrisa recordando aquella entrevista – menos mal que no le hice ni
puñetero caso que sino todavía estoy pagando pagarés, creando sociedades
interpuestas y no se cuantas cosas mas ¡que cosas! treinta años trabajando y
llega un chaval y pretende organizarme toda la empresa. ¡Que sabrá ese de
empresas! Habrá estudiado la teoría, pero de llenarse las manos de tinta por
arreglar la impresora o convencer a Pablo el de la carnicería para que se
hiciera tarjetas, eso seguro que no lo contemplan en el Holding ese como se
llame. Ana que escuchaba toda la historia con atención, estaba de acuerdo con
su marido, pero también se acordaba que su segundo hijo. Carlos, compartía la opinión del Sr. Van Halen
-
Faltaría mas, ¿no
ves que trabajaban los dos en la misma empresa?
-
Es mas, nuestro
hijo opinaba que el dueño de la empresa no tenía que mancharse con las máquinas
y mucho menos comentar con los trabajadores los problemas de la empresa. El
dueño era el dueño y los operarios operarios y cada uno tendría su papel, pero
desde luego el dueño no tenía que echar tantas horas en la empresa. Otra cosa
es que a través de los ordenadores trabajara en su casa, pero estar físicamente
en la empresa y eso de entrar el primero y salir el último eso es un signo de
decrepitud de la organización y lo que había que hacer era modernizarla.
-
Claro, Carlos
hablaba como comercial de esa empresa y lo que le interesaba era que cambiaran
todas las empresas familiares cuantas más mejor ¿no ves que iba a comisión? Si,
si, eso está muy bien, pero cada vez que viajaba por ahí yo tenía que poner
dinero porque esa empresa tan moderna no le daba un duro y encima el niño no
ahorraba nada ¿te acuerdas?
-
Si, pero eso no
tiene nada que ver. El solo trataba de convencerte que por la tarde lo que
tenías que hacer era quedarte en casa y controlar mediante un buen sistema
informático todas las cuentas de la imprenta
-
No, si lo tenía
claro, los chavales se creen que las empresas andan solas
-
No, Juan, no,
Carlos no decía eso – Ana se daba cuenta del cambio operado en su marido. Si
esta conversación se hubiera desarrollado unos años ante, los gritos se oirían
en las montañas – El lo que decía es que con las herramientas modernas el
tiempo se puede aprovechar mejor y ya te digo que yo no tenía ni idea, pero lo
que decía no parecía ninguna barbaridad y de hecho él lo hacía así. Entraba en
la empresa a las siete y media de la mañana, pero a las cuatro de la tarde
estaba en casa y tenía tiempo para ir al gimnasio, tomarse una caña con sus
amigos, oír música, cenar pronto y hasta ver un rato la tele. Por eso te decía
cada dos por tres que disfrutaba de la vida y a ti aquello te ponía de los
nervios.
-
Naturalmente, así
también la disfrutaría yo ¡nos ha fastidiado! – Juan se levantó y se paseó por
el amplio porche – el niño gana un poco de dinero con esa empresa, no mucho
porque tampoco le dedicaba demasiado tiempo, pero menos es nada, Va a la Universidad pagando
yo, toma copas pagando yo, tiene un coche que el que lo mantiene soy yo, yo le
compraba la ropa, siempre yo,yo,yo y el niño disfrutando de la vida ¡así
cualquiera!
-
No, Juan, no, no
era así y tú lo sabes. El niño, como tú le llamabas, trabajaba por la mañana en
la empresa y estudiaba en la
Universidad a distancia, con lo cual en el fondo tú le tenías
envidia
-
¿Envidia? ¿yo?
-
Si, reconócelo
Juan, cuando llegabas a casa a las diez de la noche siempre decías que tú lo
que necesitabas era tiempo libre.
-
Si, pero el
tiempo libre era muy caro y no tenía mas remedio que trabajar de sol a sol para
conseguirlo.
-
Pues eso es lo
mismo que decía Carlos que bien organizado ganarías igual o más y trabajarías
menos.
-
Ya, pero a mí lo
que me gustaba era trabajar.
-
¡Ah amigo! Ahí te
quería yo ver. Ese era el problema y no Carlos. Tú eras un trabajador
infatigable desde niño y así entendías la vida y que conste que yo pensaba
igual que tu, pero oídas las teorías de Carlos, con la experiencia que dan los
años o por lo que sea, el caso es que me he dado cuenta que tenía razón y tú,
aunque siempre has sido muy cabezón, ahora piensas igual y la prueba es que
ahora estamos como nunca y ¿porqué? Pues muy fácil, porque tenemos todo el
tiempo del mundo
-
También tenemos
setenta años, eso no hay que olvidarlo
-
¿Y eso que tiene
que ver?
-
¡Como que que
tiene que ver! Naturalmente que tiene que ver o sino piensa porqué hemos
llegado a esta situación
-
¿Sabes lo que
pasa, Juan? Yo creo que ahí es donde está la diferencia, Nosotros necesitamos
muchas cosas para estar a gusto y sin embargo ellos se plantean primero
disfrutar de la vida y luego trabajar ¿y sabes lo peor? Que a mi me parece que
tienen razón.
-
Toma claro y a mí también – Juan se sentó otra
vez en la silla de amplios brazos, bebió un poco de agua y se quedó pensativo.
A los pocos minutos reanudó la conversación como si durante este período de
tiempo hubiera estado reorganizando sus argumentos y sin embargo, aunque le costaba dar su brazo
a torcer, reconocía que le hubiera gustado como su hijo Carlos. A menudo le
criticaba, pero cada vez que hablaba con él largo y tendido se daba cuenta que
le rompía los esquemas. Carlos era un hombre feliz, había encontrado una
empresa en la que tenía un horario absolutamente flexible, los viernes volvía a
casa a las doce de la mañana, tenía un sueldo razonable, vivía con una chica
desde hacía tres años y tenía sus necesidades básicas cubiertas. La última vez
que hablaron, no hacía más de dos semanas,
se planteó el tema de su posible boda y si pensaban tener hijos y lo
tenían muy claro los dos. De boda tradicional, nada de nada, eso si, pensaban
casarse por lo civil y celebrar una cena para quince o veinte personas como
mucho, porque no tenían dinero para más. Juan intentaba convencerles que pagaba
él y Carlos se negó en redondo basado en dos cosas
-
Una, que el
dinero es tuyo y no mío – primer argumento – y segundo que la boda es de la de
María y mía y nos apetecen que vengáis vosotros y nuestros amigos mas íntimos y
nadie mas.
-
Ya, pero tú sabes
que si invitas a mucha gente eso es muy rentable porque a base de regalos te
ponen la casa y te ganas un dinerito – insistía Juan.
-
Si, pero María y
yo no nos planteamos la vida con criterios de rentabilidad, Lo siento porque ya
se que no estás de acuerdo pero es nuestra vida y queremos vivirla a nuestra
manera, por eso queremos que nuestra boda sea muy íntima.
-
Me parece muy
bien – Juan todavía intentaba convencerles de lo que a él le parecía lo mejor –
pero luego está el viaje de novios y una ayuda nunca viene mal.
-
Papá, no seas
pesado. María y yo no tenemos ninguna gana de hacer un viaje de novios
tradicional con ocho o diez horas de avión, ir a los mejores hoteles del mundo
y gastar y gastar como si fuéramos millonarios. No, Papá, de verdad que no nos
apetece nada. Preferimos irnos a nuestra casa, seguir con nuestra vida normal y
cualquier fin de semana, ir a las Hoces del Duratón, por ejemplo, vivir en una
casa rural y pasarnos las horas muertas viendo los buitres, en lugar de ver la
estatua de la libertad, estar en un hotel en la República Dominicana
o hacer un safari fotográfico por Kenia y encima nos sale mucho mas barato ¿Qué
mas se puede pedir?
-
Bueno, como
queráis, pero es una pena porque es una oportunidad única y para toda la vida
porque un viaje como el de novios luego no tenéis ocasión de hacerlo.
-
¡Que le vamos a
hacer! Cada uno es como es
-
Por supuesto
hijo, y en el fondo no solamente respeto
tus opiniones y tu manera de pensar sinó que además es verdad que te
admiro porque no solamente lo piensas
sino que predicas con el ejemplo que es lo más importante.
-
Bueno pero no te
creas que tengo mucho mérito porque al vivir con María todo es mucho mas fácil
– Carlos miró a su novia con cariño – he tenido una suerte que no os lo podéis
imaginar.
Juan
y Ana se miraron con un gesto de complicidad porque solo con verlos tan felices
se daban cuenta que esa relación no sería pasajera, en contra de lo que
pensaban que al proceder de estratos sociales tan diferentes las cosas serían
muy difíciles. Sin embargo, era al revés, cada día que pasaba se les veía mucho
más unidos y tan felices que contagiaban esa alegría a todos los que estaban
alrededor y con planteamientos tan simples como lo que les pasaba con el abono
del Real Madrid. Juan tenía, de toda la vida, tres abonos en tribuna que le
costaban un riñón al año y encima no iba a casi ningún partido, mientras que
Carlos había conseguido los dos abonos mas baratos de todo el estadio y un
Domingo si y otro no, envueltos en sendas bufandas, se pasaban la tarde viendo
jugar a su equipo favorito, cosa que su padre en treinta años de matrimonio no
lo había conseguido
-
Y como eso hay
miles de cosas en la vida en las que tu te gastas mucho dinero, ojo que yo lo
respeto pero no me llama la atención, y yo lo arreglo con cuatro euros.
-
Si – Juan seguía erre
que erre – pero estarás de acuerdo que es mejor comer en Casa Tomás que en el
bar de la esquina.
-
Bueno, según se
mire, pero nosotros no tenemos ese problema porque cenamos en casa con unos
amigos y todos los viernes organizamos cenas turísticas.
-
¿Cenas que? – Ana
los miró divertida porque siempre tenían ideas que le sorprendían y seguro que
serían interesantes.
-
Nosotros les
llamamos cenas turísticas y consisten lo primero en planificar la excursión,
buscar un país que nos apetezca, algún video de paisajes y música que bajamos
de Internet y compramos la comida típica para tomarla en casa. Somos dos
parejas y cada uno se encarga de una cosa. Lo hacemos todo pagando cada uno una
parte y nos salen unas cenas tiradas de precio ¿verdad María? y encima nos
reímos un montón. La última fue dedicada a Méjico y nos compramos hasta uno
sombreros mejicanos en una tienda de todo a un euro. Hicimos uno frijoles con
queso y unas enchiladas que estaban buenísimas luego, a través de un video que
nos dejó uno de mi oficina, viajamos por todo el país y lo pasamos en grande
-
O sea, ¿que no
salís?
-
Si, si que
salimos, pero no demasiado, entre otras cosas, porque casi todos los sábados
vamos andar y nos tenemos que levantar temprano
-
¿Y adonde vais?
-
Normalmente a la
sierra. Cogemos el tren a las ocho de la mañana y andamos hasta las tres o las
cuatro de la tarde y luego nos volvemos y a las seis estamos en casa
-
¡Que suerte has
tenido! – Juan miraba para su mujer con una sonrisa – si yo a ti nada mas
casarnos te digo que te llevo los sábados a andar por la sierra, seguro que te
da algo ¿verdad Ana?
-
Seguro que si
porque a mi me espanta andar lo mismo que me aburre muchísimo el futbol, pero
no pasa nada
-
Claro que pasar
no pasa nada – Juan recordaba la infinidad de veces que había intentado que su
mujer le acompañase – pero a mi me hubiera apetecido ir juntos a los sitios
-
Ya, pero en eso
éramos diferentes
-
En eso y en casi
todo
-
Venga, Juan, no
seas pesado
Carlos
y María se miraron y decidieron que lo mejor era dejar solos a los abuelos para
que se pelearan tranquilamente. Se pusieron en pié, les dieron un beso de
despedida, arrancaron el Ford Fiesta y se volvieron pronto para la ciudad para
no encontrar excesivo tráfico. Juan y Ana los vieron alejarse. Había sido una
tarde entretenida
-
Pues ¿sabes lo
que te digo? – Ana volvió a sentarse al perder de vista el coche en que se
alejaban su hijo Carlos y su novia – que a mi me dan envidia
-
Y a mi también
porque tienen las cosas muy claras y los
dos piensan igual que es lo bueno. Ojalá yo hubiera tenido las cosas así de
claras, posiblemente mi actitud ante la vida hubiera sido diferente
-
Ya, pero no fue
así
-
Y así me ha ido
-
¿Te ha ido mal?
-
Hombre tampoco
hay que exagerar. Sería injusto si dijera que si, pero también es verdad que
tengo miles de asignaturas pendientes por no haber tenido tiempo
-
¿Miles?
-
Exagerando,
mujer. A lo mejor no son miles y son cientos o solo diez ¡que más da! Pero si
es verdad que he tenido muy poco tiempo para disfrutar de la vida
-
Yo creo que no –
Ana apoyó la cabeza en el hombro de su marido – lo que pasa es que la has
disfrutado de manera diferente
-
¡Que va! no lo
quiero reconocer, pero Carlos tiene toda la razón, hay que vivir y ganar el
dinero suficiente para que esa vida sea agradable, teniendo en cuenta que lo
primero debería ser disfrutar de la familia, de los hijos e incluso hasta de
ti, pero desgraciadamente, eso yo nunca lo he podido compaginar.
-
Venga Juan, no
empieces, vámonos a dormir que mañana
será otro día
-
En este repaso
que nos ha dado por hacer hoy, te recuerdo que todavía nos quedan dos hijos ¿te
acuerdas?
-
Como no me voy a
acordar, pareces tonto, pero también nos quedan cientos de noches y hoy justo
tengo un sueño que se me cierran los ojos, o sea, que seas feliz tú y tus
recuerdo, pero yo me voy a dormir
Ana
se levantó, dio un beso a su marido y después de lavarse los dientes, se metió
en la cama quedándose profundamente dormida los pocos minutos. Desde la terraza
Juan iba siguiendo todos sus movimientos según las luces que se iban
encendiendo y apagando. Cuando solo quedaba una y pasaron diez minutos, se
levantó, entró en el dormitorio y se encontró, como casi siempre, a su mujer
dormida, en la cama con las gafas puestas, la luz encendida y una novela entre
sus manos abierta y apoyada en su pecho. Con un gesto que realizaba casi a
diario, Juan cerró la novela, no sin antes doblar una esquina de la hoja para
saber por donde iba en su lectura, le quitó las gafas dejándolas en la mesilla
de noche, le dio un beso en la frente y apagó la luz. Como todas las noches tenía dos alternativas
o meterse en la cama e intentar dormir o volverse a la terraza hasta que el
sueño hiciera su aparición. La primera de las opciones no era muy buena, porque
siempre que intentaba leer en la cama, Ana se despertaba y le obligaba a cerrar
el libro, o sea que si elegía la opción de leer ya sabía que se tendría que
volver a la terraza. Si que es verdad que hacía pocos días se había comprado un
libro que tenía muy buena pinta y prometía ser interesante. Parecía como si lo
hubiera escrito él.