sábado, 25 de mayo de 2013

EN LO MEJOR DE LO PEOR: CAPITULO 18



 Queridos blogueros/as: Efectivamente en este capítulo se empiezan a ver poco a poco las diferencias entre el matrimonio y ella se mete en el mundo de la informática. Bueno, allá cada cual con lo que decide, pero claro uno también lo entiendo porque después de mil años que el marido se haga senderista suena como muy fuerte, pero con la edad ocurren cosas raras y ésta sería una de ellas.
Tengo que confesaros un secreto y es que desde hace varias semanas no escribo ni una sola letra. No se porqué pero es así. En cualquier caso, para los mas fieles, que como sabéis sois dos o tres, todavía tengo una novela entera, "el Trío de Dos", o sea que quedan viernes para rato y todavía queda y casi a punto de terminar otra que de momento se llama historias de un gallego de galicia, aunque este nombre no termina de gustarme, pero bueno ahí está y espero seguir escribiendo mas cosas. Se verá 
Un beso para todos/as
Tino Belas



CAPITULO 18.-

Y así fue como me decidí por sentarme al ordenador y comenzar a escribir. Si, suena un poco raro yo lo entiendo, pero es la pura verdad. Tengo setenta y siete años, no parece el momento más oportuno para hacerlo, pero las circunstancias son las que son y si me tengo que quedar en casa no me voy a quedar mirando las musarañas. A Juan eso del senderismo le ha debido alterar las neuronas aunque no seré yo la que se lo quite de la cabeza, Dios me libre, pero una cosa es darse un paseo, tomarse una caña, charlar con algún amigo y volverse a casa y otra muy distinta es lo que hace desde que se apuntó a eso de “botas para caminar” o algo así, pasarse el día entero de aquí para allá. De todas las maneras tengo que reconocer que le ha venido muy bien porque desde que todos los sábados se pega las caminatas que se pega, está mucho mejor. No me atrevo a asegurar que sea por eso del aire libre y demás zarandajas, sinceramente yo creo que no, pero él está convencido de que si. En el fondo me da igual, está de muy buen humor, tiene un aspecto excelente, se ha vuelto como mas comunicativo conmigo y siempre que está en casa intenta darme palique sin darse cuenta que yo se lo agradezco, pero en el fondo me hace un poco la pascua porque desde que decidió volverse senderista y en vista de que me pasaba las horas muertas en casa yo también decidí que ya que no le podía acompañar me dedicaría a escribir. Todavía no me explico como se me ocurrió semejante barbaridad y fue así como quien no quiere la cosa.  Un sábado de esos que Juan se había ido a “excursionear” dio la casualidad que me acerqué al Ayuntamiento y vi el cartel en el que se proponía a las mujeres mayores de sesenta y cinco años la posibilidad de aprender informática. A mi aquello no me apetecía mucho, pero María, la mujer de Julián, el veterinario titular, me animó a empezar y me apunté. Las clases las daba Mario, un chico que podía ser casi mi nieto y aquello fue para mí como volver a nacer. Ya se que suena como raro, pero es la verdad y eso que a clase, lo que se dice a clase, solo fui a cuatro o cinco porque enseguida me organicé por mi cuenta. Lo primero fue aprender las enormes posibilidades que puede proporcionar un ordenador y aquello me pareció poco atractivo, no es que yo no crea en el progreso, naturalmente que creo, pero eso de aprender el Excel y no se que mas me pareció que no iba conmigo. Sin embargo mi descubrimiento fue el Internet, pero me pareció algo imposible de entender, pero maravilloso, claro que para navegar lo primero es aprenderse el teclado y hoy tengo que reconocer que tuve mucha suerte porque Mario, el profesor me copió en mi portátil un método para aprender a escribir a máquina y aquello me enganchó de tal manera que las horas se me pasaban como por arte de magia. Todavía me acuerdo de mis primeros ejercicios asdf con los cuatro dedos de la mano izquierda y ñlkj con los de la mano derecha y los espacios con los dedos gordos en la barra espaciadora.

Era un ejercicio al principio fácil y algo mas complejo según ibas añadiendo teclas a los dedos, pero a mi me resultaba muy divertido. Una vez que aprendí los números, decidí que ya no quería saber nada mas y me dediqué de lleno al Internet con la sorpresa que allí había de todo, me daba igual buscar una receta de cocina que buscar a alguien que estuviera dando la vuelta al mundo en bicicleta, a tu manera tecleabas lo que querías y te encontrabas miles de referencias y luego ya era cosa de ir saltando de unas a otras.

Al principio tengo que reconocer que me volví un poco loca y me pasaba el día buscando cosas que no tenían mayor interés pero un día, seguro que por casualidad porque yo no buscaba eso, me metí en una página para gente que quisiera comenzar a escribir y casi sin darme cuenta me encontré completamente viciada con esto de escribir y tengo que reconocer que no paro. Aquella página me pareció, luego comprobé que no era así, como si fuera un método para llegar a ser escritor y me pareció una idea interesante y encima barata, bueno barata no, era completamente gratis. Consistía en escribir sobre lo que quisieras para ver un poco tu estilo y a partir de ahí un profesor virtual o como se diga, te iba reorientando para que no te salieras de la senda que tu misma habías elegido. Escribías sobre lo que querías y algunos alumnos te contestaban, el profe corregía las posibles faltas de ortografía o te enseñaba a meter en tu portátil un programa para formatear lo que escribías, también te enseñaba a cambiar párrafos de sitio, eso tengo que reconocer que nunca lo aprendí, a formatear, a numerar las hojas que ibas escribiendo etc…etc, pero sobre todo y eso era lo mas importante, te obligaba, entre comillas, a tener lo que él llamaba el hábito de escribir para lo cual la única receta eficaz era escribir todos los días una hora. Como yo siempre he sido muy exagerada para todo, decidí por mi cuenta y riesgo que en lugar de una hora fueran dos y así empecé. Parece fácil escribir dos horas todos los días ¿verdad? Pero luego no lo era tanto y eso que yo tenía la ventaja que seguro tenía todas las mañanas libres porque Juan se iba a caminar para no perder la forma alcanzada el sábado anterior e incluso muchas tardes no volvía hasta las cuatro o las cinco, o sea que tiempo era lo que mas me sobraba. Lo peor era encontrar temas interesantes  y aunque Mario nos aconsejaba escribir una especie de periódico local o algo por el estilo, yo me inclinaba mas por los cuentos y así empecé a escribir cosas diferentes a las que me aconsejaba el profe que enviaba a la página de autores noveles y que fue la que me hizo no volver a las clases de Internet porque yo había aprendido lo que realmente me hacía falta y lo demás, aunque suene mal decirlo, no me importaba lo mas mínimo.

Me acuerdo todavía del primer cuento que escribí y el argumento era como un ciudadano del Reino de Marruecos venía a España en patera, como dejaba todo en su país, realmente no dejaba nada porque no tenía nada y se ponía a trabajar en Madrid haciendo primero de descargador de camiones en Mercamadrid, luego repartidor de bombonas de butano y poco a poco iba mejorando la calidad de sus trabajos hasta que un día encontró su sitio definitivo de celador en una clínica privada de la capital. A mi manera, sin saber muy bien como expresar muchas de las ideas que daban vueltas por mi cabeza, el caso es que terminé de escribirla y la guardé con el sistema aquel que había aprendido de mi Profe de crear un archivo y guardar, No es que fuera el Quijote de la Mancha pero para un escritora anciana como yo, me pareció que no quedaba mal. 

Otra casualidad fue que justo cuando escribía todo aquello se convocara el primer premio de autores noveles por Internet y no se quien sería, yo desde luego seguro que no porque no tenía ni idea de como se hacía, alguien hizo llegar al jurado una copia de ese mi primer cuento y cual no sería mi sorpresa que al cabo de unos meses recibo una comunicación en la que me aseguraban que mi cuento había sido seleccionado entre los cincuenta mejores de todos los enviados y que en el plazo de unos meses, no especificaba cuantos, me darían  mas información sobre si había obtenido algún galardón.

Yo era consciente que era mi primer cuento, que estaba escrito con el corazón mas que pensando en enviarlo a cualquier editorial y sobre todo con la experiencia que da el paso de los años, estaba convencida que el nominarme para ese premio era como las cientos de veces que había ido con mis hijos cuando en el colegio, es verdad que de eso hace mucho tiempo pero si de algo puedo presumir es de tener muy buena memoria, les decían que habían enviado los trabajos de todo un curso para que un tribunal los juzgase y les diese un premio si se lo merecían y a los pocos días recibías una carta en la que tu niño había resultado ser el ganador del premio de Pintura y tenías que ir a recogerlo, con el premiado naturalmente, a un hotel junto con otras muchas madres, los padres no se porqué nunca iban a esos eventos y cuando llegabas allí al niño le daban un diploma y a ti casi casi te obligaban a comprar una enciclopedia o cualquier otra cosa. La primera vez picabas pero a los siguientes niños no los llevabas ni aunque te anunciaran que les había dado el Premio Nóbel. Bueno pues lo mío con Internet me pareció que debía ser algo muy parecido, aunque la vanidad siempre es mala consejera y yo, como la mayoría, acabé creyéndomelo. El caso es que desde que me dieron la noticia raro era el día que no recibía un e-mail de gente absolutamente desconocida para mi en el que manifestaban su absoluta fidelidad hacia todo lo que escribía y esperaban con interés mi próxima entrega y mas cuando se enteraron, siempre a través de la red, que pertenecía a la tercera edad. Total que estos comentarios me iban animando y así pasé de mis primeros cuentos a escribir otro tipo de relatos, pero siempre en plan de pasar el tiempo y sobre todo tratar de reflejar en un papel, en este caso en la pantalla del ordenador, las cosas que se me iban ocurriendo.

Al principio me resultaba mas difícil pero según pasaban los meses, no digo yo que todo, porque tampoco hay que exagerar, pero la mayoría de lo que quería poner lo ponía y no quedaba mal. Hasta ahora tengo que reconocer que casi todo lo que he escrito, excepto los cuentos claro, son situaciones que de alguna manera me han ocurrido a mi antes o después y en aquella novelas en las que por ejemplo, estoy en África, es evidente que no puedo ser yo que nunca estuve en África, pero el perfil del personaje tiene mucho de mi o a lo mejor no tanto pero algo siempre hay y lo bueno de ser una escritora como Dios manda debe ser el tener la capacidad de escribir sobre otras personas que te las inventes y que no puedan ser comparadas con nadie conocido. A eso todavía no he llegado y todos los personajes, si se para cualquiera que me conozca a pensarlo, seguro que acaban sabiendo quienes son.

Me gustaría conocer a algún escritor, supongo que será mas fácil que sea viejo pero me da igual si es joven, para poder entablar una conversación y poder comentar como fueron sus comienzos porque a mi el oficio de escritora, que bien suena eso de escritora, me parece que es bastante fácil, otra cosa es ser una escritora buena, pero escribir, lo que se dice escribir así como a tu aire es bastante mas fácil de lo que parece, lo único importante es hacerlo todos los días y para eso no hay mas remedio que sacrificarse como para casi todo en la vida, con la única excepción que nunca se podrá considerar un trabajo monótono, eso si que no. A lo mejor si que se hace pesado cuando toque corregir que no es mi caso porque yo o corrijo sobre la marcha o así se queda, pero escribir nunca porque si te aburre escribir lo que se te ha ocurrido, lo que hay que hacer es cambiar de tema y se acabó ¿Qué se acumulan varios argumentos para varias novelas? Bien, no pasa nada, según el estado de ánimo con que me levante mañana así voy a un tema u a otro.

Alguna vez he escrito a mano y  reconozco que es mucho mas entretenido pero en el fondo, muy muy en el fondo, todos los que escribimos tenemos aquel prurito personal de que con el tiempo alguien nos lea y si las carpetas están guardadas en algún cajón, malo será que alguien las pueda leer y encima si se te pasa por la cabeza trasladar lo escrito al ordenador, entonces te das cuenta de lo mal que está y al final casi sin darte cuenta escribes otra novela que no se parece en nada a la del papel.

A mi me pasan cosas muy raras, por eso es por lo que me gustaría conocer a algún escritor famoso para que me confirmase si lo que yo siento es normal o es que ya empiezo a “chochear” cosa que tampoco tendría nada de particular, pero en varias ocasiones me ha ocurrido que leyendo algo que había escrito hace tiempo me entraba como una tristeza enorme, siempre que lo escrito fuera triste claro y aunque era consciente que no estaba bien redactado y que muchas cosas debería de escribirlas de otra manera, el caso es que en mas de una ocasión me encontraba llorando como una magdalena ante los problemas de algunos de mis protagonistas. Menos mal que Juan no estaba porque si me llega a pillar no se como le podría explicar lo que me estaba pasando, seguro que no lo entendería.

Otra cosa que  me pasa es que se me acumulan en la cabeza los temas para escribir, diferente es que los sepa trasladar de allí al teclado, pero es verdad que se me ocurren cientos de situaciones válidas para escribir sobre ellas, aunque también es cierto que la mayoría están en relación con mi edad, con mis experiencias o ideas por el estilo y luego cuando me pongo a pensar como se podrían escribir, entonces ya se me ocurren menos cosas y casi siempre con temas relacionados con episodios novelados de algo y ahora, que ya digo que escribo un poco mejor, lo que de verdad me gustaría es escribir algo sobre la evolución de la vida, a la velocidad con que pasan los años, que se siente cuando te das cuenta que en muchas ocasiones le llevas cuarenta años a tu interlocutor, como será el momento de morir, será verdad eso que dicen que se ve como una luz al final de un interminable pasillo, que hubiera pasado si en lugar de nacer y vivir en la sociedad que nos ha tocado vivir, hubiera nacido en otra, ya no digo en otra época, eso ya sería mucho inventar, no, yo digo si en lugar de nacer en el seno de una familia de clase media, yo que se, hubiera nacido en Las Rasillas de una gitana de buen cuerpo y mal carácter. Es evidente que mi vida sería diferente, de eso no hay ninguna duda, pero ¿mi carácter también seria distinto? No se, meterme en temas como mas íntimos, pero tengo que reconocer que me da un poco de miedo y hasta tengo la impresión que me pasara lo que comentaba antes y es que fuera demasiado profundo y se fuera un poco de mis manos, pero sería un tema para pensar.

Hoy tengo todo el tiempo del mundo para escribir, pero mañana, mañana vienen mis nietos y se acabó la tranquilidad, aunque menuda alegría que nos proporcionan a los viejos. No podré escribir, eso seguro, porque se acuestan después que yo y se levantan bastante antes, pero tendré oportunidad de disfrutar de sus ocurrencias porque ya van siendo mayores y se les ocurre cada cosa que ya ya. Sin ir mas lejos el otro día, bueno hace ya mas de un mes, Jesús como pasa el tiempo, a uno de ellos se le ocurrió pedirme por favor que me sentara con ellos y les contara como era mi vida cuando tenía su edad y de verdad que no  se le pudo ocurrir algo mejor porque fueron un par de horas sentados en unas piedras del bosque que comienza al lado de casa y las recuerdo con auténtico placer. A saber que les contaría Juan de su niñez, porque según ellos no se parecía en nada a la mía. Es cierto que yo no tengo una especial imaginación, sobre todo con los niños, pero me hizo mucha gracia el concepto que tienen de las cosas. Supongo que serán los tiempos, no creo que tanto la edad, pero a todas las cosas le tienen que poner un precio, no entienden como se puede disfrutar de la vida sin gastar dinero. Para ellos eso es yo diría que casi imposible porque se han acostumbrado a eso que se ha dado en llamar la sociedad del bienestar, no estoy yo muy segura que el bienestar se pueda basar solo en el valor material de las cosas, pero tiene su gracia. Las preguntas eran de lo mas dispares y hasta algunas me dejaron un cierto mal sabor de boca por no tener argumentos para contestarlas como Dios manda, pero yo entiendo de lo que entiendo y de lo que no, pues no y lo tengo que decir.

Tengo varios nietos y de distintas edades, desde los dos hasta los ocho años, vienen poco, pero cuando vienen, ellos dicen que tienen mono de abuelos, supongo que querrá decir que tienen ganas de vernos porque eso de mono no me suena muy bien. Al principio, era Juan el encargado de entretenerlos y creo que se lo pasaba él mejor que los niños, pero ahora con eso del senderismo casi no los ve y se limita a contarles un cuento cuando se van a la cama porque el Domingo, se levanta y se va a Misa de once, luego se toma unas cañas en el bar con un grupo que no se han apuntado a senderismo, pero que caminan mucho por los alrededores del pueblo y casi siempre organizan una partida de dominó para la tarde, total que a los nietos los ve cuando llegan y casi cuando se van. No es que me importe porque yo disfruto muchísimo con las cosas que se les ocurren pero yo creo que Juan se está pasando, una cosa es hacer un poco de ejercicio para encontrarse bien físicamente y otra muy distinta es pasarse todo el día andando por aquello de estar en forma para la caminata de los sábados y ahora también de los Domingos, pero, que le vamos a hacer, él está tan contento y yo no debo ser quien le quite la ilusión, entre otras cosas, porque aunque quisiera acompañarle no puedo. De la cadera la verdad es que estoy muy bien, pero una cosa es estar bien, sin dolores y lo justo para hacer una vida normal y otra es correr la calle a todas horas. Ya digo que al principio lo llevaba bastante mal, pero ahora ya me estoy acostumbrando. Antes hacíamos la compra juntos, jugábamos a las cartas después de comer, veíamos la televisión juntos y mil cosas mas todos los días pero ahora se levanta temprano, se va andar viene a comer y casi sin dar ni una cabezada se va al bar a jugar al dominó, otra vez a andar y vuelve al caer la tarde. Entonces si, en ese momento es cuando volvemos a nuestra vida de antes, pero claro, antes eran dieciséis horas juntos y ahora son dos o tres y encima por la noche, como se acuesta cansado, ronca como no lo había hecho en todos los años desde que le conozco y no se te ocurra despertarle porque le dura el enfado toda la mañana con lo cual muchas noches me desvelo y como es imposible que duerma con tanto ruido, me levanto y escribo cualquier cosa hasta que me vuelve a entrar el sueño y algunas veces me voy directamente del ordenador a preparar el desayuno.

Parece mentira como puede cambiar tanto la vida, yo antes, claro que era mucho mas joven y vivía en una ciudad, era una auténtica correcaminos, el campo por supuesto que no lo pisaba pero las calles donde hubiera tiendas las recorría de arriba abajo y de abajo arriba sin notar nada de cansancio, no paraba, vida de ciudad pero sin parar mientras que Juan madrugaba y se iba a la imprenta prácticamente todo el día. En el fondo nos veíamos igual que ahora, a la hora de cenar con la diferencia que llegaba siempre agotado y casi ni cenaba para irse a dormir, sin embargo ahora llega y como no tiene otras obligaciones se acuesta cuando quiere y se levanta también cuando le da la gana. Eso si, andar tiene que andar todos los días, unos mas y otros menos, pero si que tiene esa obligación, pero nada mas. Yo por mi parte cada día que pasa me organizo mejor y me he vuelto, aunque me cueste reconocerlo, tan obsesa del ordenador como él en lo de andar. En cuanto término el desayuno me siento en la terraza y lo primero que enchufo es el ordenador. A través de Internet leo los titulares de los periódicos por aquello de estar al día aunque reconozco que no tengo especial interés y enseguida me engancho con alguno de mis escritos y si me canso, cosa que me ocurre con frecuencia, me voy a la página web de escritores noveles y allí me dedico a leer lo último que han escrito mis colegas. Hago un poco de labores de ama de casa, no mucho que para eso tengo la chica y preparo la comida. Si, eso si, porque reconozco que me gusta cocinar y me relaja bastante mas que a otra gente. Eso de quedarte mirando como se va haciendo un redondo de carne, ver como se va tostando por un lado y a continuación por el otro solo con un pequeño golpe de tenedor me parece muy divertido y lo que me puede volver loca son las guarniciones, pelar cebollas así como muy picaditas, hacer taquitos de patatas para freír, pelar algún calabacín y hasta algún tomate me relaja muchísimo y se me pasan las horas muertas delante de la cocina. Tengo que tener un poco de cuidado porque el otro día se me olvidó por completo apagar el horno y menos mal que estaba en el cuarto de estar y enseguida noté el olor a quemado que si no, lo mismo quemo toda la casa. No le dije nada a Juan porque me pareció que no tenía la mayor importancia y para que no se pusiera como un loco con eso del Alzhéimer o no sé que

 Ahora, deben ser las compañías de los senderistas esos que se juntan todos los fines de semana, se pasa el día, bueno el tiempo que estamos juntos, hablando de las enfermedades de la mente y se pone de un pesado que no hay quien lo aguante. Según él, hay que pasarse la mitad de la vida haciendo crucigramas por aquello de ejercitar la memoria para evitar el Alzhéimer. Si eso fuera la solución nadie lo padecería o sea que no debe ser verdad pero alguien se lo ha metido en la cabeza y hay que hacer crucigramas o Sudokus que me da lo mismo.

-        Abuela ¿tú de niña jugabas a la pley?
-        ¡Que cosas dices! Nosotras no podíamos jugar a la pley esa que dices porque no había, o sea que era imposible
-        ¿Y tampoco había ordenadores?
-        Pues claro que no, eso se inventó mucho después
-        Entonces ¿para que querías los fines de semana si no tenías nada para jugar?
-        Mira niño – puse cara como que me estaba enfadando pero me lo estaba pasando en grande – para jugar no hace falta tener cosas tan raras. No teníamos ordenadores, es verdad,  pero en la puerta de mi casa había un parque con flores, unos columpios que se sujetaban a los árboles con unas cuerdas y  tierra mucha tierra. A mi desde siempre me ha gustado hacer flanes y eso era como el principio para luego hacer un castillo con nuestro señor padre
-        ¿Con tu padre?
-        Claro ¿con quién iba a ir si no?
-        Si tu padre estaba contigo en el parque es que era un vago
-        ¿Quién te ha dicho eso?
-        Mi padre
-        Pues dile de mi parte que está equivocado
-        Siempre dice que los padres deben de pasarse el día trabajando para que sus hijos vivan lo mejor posible
-        Ya, los niños de ahora tengo la impresión que son más listos que los de antes. Yo no me imagino discutiendo con mi padre que es mejor, se hacía lo que él decía y se acabó,  eso es una cosa que piensa mucha gente pero a mi me parece que no es verdad. Ahora la gente, como bien dices se pasa la vida corriendo de aquí para allá para ganar un poco mas de dinero y yo estoy convencida que lo mas importante en la vida no es tener mucho sino disponer de tiempo libre y eso si que es barato
-        Claro, Abuela, pero si no trabajas te mueres de hambre
-        Es que yo no digo que no trabajes, no – como le explico yo a este enano que no todo es el dinero en esta vida – lo que digo es que trabajes lo suficiente para tener una vida digna pero que tengas tiempo para hacer lo que estamos haciendo por ejemplo o para leer un buen libro mientras escuchas música clásica
-        O para hacer punto como haces tú muchas veces ¿verdad Abuela?
-        Miles de cosas, pero claro, ahora no hace nadie nada de eso porque se entra en las oficinas por la mañana temprano y se sale prácticamente por la noche y así es imposible

Mis nietos seguían mirándome como si fuera una habitante de otro planeta y yo todavía me acordaba de aquellas tardes que íbamos de excursión en aquellos coches de caballos que tardaban toda una vida en llegar a los sitios, pero que no nos importaba nada porque íbamos disfrutando de los olores del campo, del brillo de la primavera o de las hojas caídas en el otoño. Cantábamos y jugábamos al corro de la patata o a saltar la comba y cuando parecía que ya no podíamos mas reponíamos fuerzas con unas comidas buenísimas que se transportaban en aquella especie de maletas de mimbre y de las que salían como si fuera magia, platos, vasos, servilletas y hasta alguna fuente para servir. La tortilla de patata era fundamental y casi siempre de segundo plato se llevaban filetes empanados y de postre fruta del tiempo. Fijaros si sería un día señalado que hasta nos daban limonada para beber y después la siesta, las chicas que trabajaban en casa extendían unas mantas en la hierba y ahí dormíamos unas siestas interminables mientras mis padres daban un paseo cogidos del brazo. Por la tarde vuelta a jugar, el escondite para mí era el mas divertido y cuando ya el sol empezado a irse, recogíamos todo y vuelta a casa

-        ¿Y había tapones?
-        ¿Que si había que?
-        Caravanas Abuela
-        No porque casi no había coches, algunas familias como muy ricas tenían uno, pero la mayoría íbamos a pié, a caballo o en el coche de San Fernando, un poquito a pie y otro caminando.

Cuando me quise dar cuenta, todos mis nietos correteaban por el jardín, yo creía que mis historias eran muy divertidas pero estaba claro que no era así. Los veía chillar, saltar y correr y entonces si que sentía lo mayor que me iba haciendo. No habían pasado tantos años desde que yo también lo podía hacer, pero aquella maldita caída me fastidió la vida. No se si fue un castigo de Dios o un premio, pero lo que es seguro es que la vida me cambió de una manera decisiva y eso que no me dolía absolutamente nada, pero no andaba como antes, ni mucho menos y para colmo me cansaba. Parecía como si el motor se fuera agotando poco a poco, aunque para mí, está claro que soy vieja porque lo soy, pero tampoco tanto y si no solo tengo que mirar a mí alrededor. No me quiero acordar de mis amigas de cuando vivía en la ciudad porque hace mucho tiempo que no las veo, pero solo tengo que fijarme en las de aquí. Muchas de mi edad están mucho mejor, claro que otras ya han pasado a mejor vida. En fin que hay de todo. Casi me voy a meter en casa porque se está haciendo de noche y tengo un poco de frío y además tengo que preparar algo porque ya debe estar al caer Juan.





sábado, 18 de mayo de 2013

EN LO MEJOR DE LO PEOR: CAPITULO 17


 Queridos blogueros/as: Hoy es un poco tarde y por lo tanto voy a escribir poco, pero algo habrá que poner. En este capítulo me parece que la novela se empieza a clarear y ya podemos ir viendo por donde va nuestro amigo Juan ¡después de tantas cosas, el chaval se nos vuelve senderista! En fin, esto es lo bueno de una novela que pones lo que quieres cuando quieres y así, poco a poco, nos acercamos al final.
Espero que cuando lleguemos al capítulo final, el tiempo sea un poco mejor, porque hoy a pesar de ser 17 de Mayo hace un frío que pela y parece que, de un momento a otro, va a aparecer Papá Noel.
Un beso
Tino Belas

CAPITULO 17.-

Juan estaba como muchos días sentado con su cerveza cuando un grupo de excursionistas penetraron en el bar. Las mochilas descansaban por todas partes, sus propietarios se sentaban sin orden ni concierto, algunos se levantaban  y se acercaban a la barra a solicitar bebidas y el resto permanecían con las piernas estiradas tratando de relajarse aunque solo fuera por breves momentos. Debía ser un grupo de algún colegio o algo parecido porque estaba formado por gente de lo mas variopinta. A la derecha y casi pegados a la puerta de entrada se había acomodado los que se podrían denominar como de la tercera edad, serían siete u ocho con una media aproximada de sesenta años, alguno no bajaría de los setenta, pero todos mayores. Cuatro hombres y tres mujeres, llevaban unas mochilas ligeras que las habían dejado en el suelo junto a sus bastones, todos con un pañuelo al cuello de color como verde manzana, verde esperanza lo definían ellos, y pedían elevando la voz que alguien les suministrara cervezas o lo que fuera para reponer fuerzas. Un joven, también excursionista, pero que parecía ser como el guía, se acercó y apuntó en una servilleta lo que querían cada uno y lo acercó a la barra para que se lo sirvieran.

-        Aprovechar para ir al Servicio que ya no hay mas bares hasta que lleguemos al Monte.

Algunos de los supuestamente sexagenarios obedecieron y con pasos lentos se encaminaron al pasillo donde se encontraba el único servicio público de todo el pueblo mientras los otros esperaban pacientemente la llegada de las ansiadas bebidas. Algunos se desabrocharon las botas, sacaron los pies con gesto de alivio y movían los dedos para tratar de restablecer la circulación un poco alterada por la presión del calzado y por los kilómetros recorridos hasta llegar a lo que era su lugar de descanso. Por su manera de comportarse se notaba que eran gentes con un nivel económico mas que aceptable, lo que lo corroboraba además, las prendas que vestían,  todas de marcas y con pinta de ser si no nuevas, casi y por supuesto se conocían entre ellos porque se hablaban con familiaridad, llamándose por sus nombres de pila.

Entablar una conversación en una cafetería de una gran ciudad es algo complicado, nadie se fía de nadie y la soledad compartida es un tema común, uno está rodeado de gente por todas partes, pero al final está solo. ¿Se puede hablar con el que tienes sentado en la banqueta de al lado en la barra? Por supuesto que se puede, pero nadie lo hace. En la gran ciudad, cada uno tiene sus problemas y no se es muy amigo de andarlos pregonando por ahí, entre otras cosas porque no sabes a quien se los estás contando, sin embargo en los pueblos todo es diferente. Lo complicado es entrar en un bar y que nadie te pregunte como te va la vida y más si eres de fuera. En este caso, si nos referimos a todos los presentes, el único que estaba era Juan y naturalmente para no ir en contra de la costumbre popular, se levantó y se acercó al grupo de los que parecía ser de su quinta

-        Buenos días nos de Dios – saludó con la mejor de sus sonrisas.
-        Buenos días – le contestaron varios
-        Que ¿dando un paseíto?

El que parecía de mayor edad, un hombre de pelo blanco y muy moreno que llevaba un jersey de lana atado a la cintura dejando ver un niky “Fred Perry”, pantalones de esos de andar con una cremallera por la parte baja del muslo y botas de goretex le contestó.

-        Si, bueno algo mas que un paseíto como dice usted. Somos un grupo de senderismo – señaló con la mano a todo el grupo – y todos los sábados por la mañana organizamos alguna excursión
-        ¿Y andan mucho? – Juan los miraba con curiosidad lo mismo que algunos de ellos a él. Otros hacían caso omiso de todo y se dedicaban unos a comer unos suculentos bocadillos de chorizo y otros a beber como si no lo hubieran hecho en todo el día.
-        Depende, hoy no es de los días peores, yo calculo que entre ida y vuelta haremos unos treinta kilómetros, más o menos.
-        Veintiocho – le rectificó una señora rubia algo mas joven que su interlocutor que estaba sentada bebiéndose una cerveza de tamaño familiar – porque ha dicho José Luis que, como es el primer día para algunos, lo mejor es llegar hasta la Ermita de San Evaristo y en lugar de volver hasta aquí, el autobús nos recoge en la bajada.
-        Bueno, pues veintiocho, al fin y al cabo es lo mismo – afirmó el de mas edad
-        ¿Y en cuanto tiempo lo hacen? – preguntó Juan con curiosidad
-        Eso depende de cada uno, esa, por ejemplo – señaló con un gesto a una señora que se estaba zampando un bocadillo mas grande que ella – esa es cinco horas se lo hace tan tranquila, pero la mayoría lo hacemos en seis o siete horas
-        Lo de Concha no tiene mérito – insinuó una señora de mediana edad, con una melena corta, cara mucho más agraciada que el tipo – porque no tiene que arrastrar más de sesenta kilos, como es mi caso.
-        Si – otra señora lo corroboró – Concha realmente es una “mengurri”
-        Por eso va como un gamo por el campo
-        Mejor para ella – la última señora en  apuntarse a la charla no parecía especialmente amiga – nosotras a nuestro ritmo y si nos tiene que esperar que nos espere.
-        La ventaja de un grupo de senderismo es que hay gente de todas las edades y por lo tanto cada uno camina como quiere, teniendo en cuenta su edad, la preparación física
-        Lo gordo que esté cada uno – opinaba un señor algo mas joven que llevaba una gorra de Repsol que le ocultaba una calva mas que pronunciada – que ellos no lo cuentan porque están como fideos, pero los que tenemos la cintura como si lleváramos diez o doce botellas de coca-cola alrededor, lo pasamos peor
-        Pero al final llegas
-        Hombre claro, no me voy a quedar en medio del campo

Juan observaba a todos y cada uno de los senderistas que se movían por el bar y efectivamente eran cada uno de su padre y de su madre, la mayoría alrededor de los sesenta, todos muy preparados para tantas horas andando, con sus botas, muchos con pantalones cortos, otros con vaqueros y todos con un pañuelo del mismo color anudado al cuello. En el transcurso de la conversación se fue enterando que pertenecía a un grupo de senderismo que comenzó siendo de Madrid, pero que con el paso de los años, como decía uno, se había “aldeanizado” y el autobús se dedicaba a ir por los diferentes pueblos recogiendo socios hasta llegar a su lugar de destino. Había varios niveles y en base a ellos se planificaban las diferentes excursiones de tal manera que los padres con niños, lo mismo que los abuelos, hacía rutas fáciles, sobre todo sin cuestas pronunciadas, por caminos de fácil acceso mientras que los mas jóvenes o aquellos con muy buena preparación lo hacían por rutas de media montaña e incluso por algunos picos que no eran necesarios piolets ni cosas por el estilo, pero si una fuerza y una ilusión que en condiciones normales lo proporciona la edad, salvo honrosas excepciones, que las había, pero eran las menos. Por una pequeña cantidad al mes, la organización que comandaba un tal José Luis, se encargaba de planificar las excursiones, comunicártelas por Internet y si estabas interesado, entonces te incluían en una lista para ir llenando autobuses y había que abonar otra pequeña cantidad que incluía el transporte, eso si, hasta la puerta de tu casa, un guía conocedor de la ruta prevista y un seguro de responsabilidad civil por si ocurriera algún accidente cosa que, afortunadamente ocurría en muy pocas ocasiones.

Los senderistas ya había hecho todas sus necesidades biológicas, se habían comido sus buenos bocadillos y bebido sus buenas cervezas y se disponían a reanudar el camino ayudándose unos a otros a colocarse sus pequeñas mochilas. Juan apuntó en una esquina del periódico que estaba leyendo la dirección donde podría obtener más información sobre los distintos grupos y se despidió con un hasta pronto como una premonición de lo que sabía seguro que iba a suceder

Por la tarde, Ana y Juan se encontraban como todas las tardes medio dormidos en las cómodas butacas de su terraza con la tranquilidad habitual mientras la música clásica animaba a seguir unos minutos mas con las típicas cabezadas de después de comer, cuando Juan preguntó, así como quien no quiere la cosa, a su mujer que permanecía con los ojos cerrados

-        Ana ¿nos hacemos socios de un club  de senderismo?
-        ¡Como! – la mujer abrió los ojos con la sorpresa que suele provocar una pregunta de tal calibre-  ¿te acuerdas que estoy operada de una cadera?
-        O sea, que no te quieres hacer
-        No solamente no quiero, es que además aunque quisiera no puedo. Pues buena estoy yo, como para andar toda una mañana
-        Y parte de la tarde
-        Peor me lo pones
-        Entonces ¿no te haces socia?
-        Tu de la cabeza no estás muy bien, mejor vete al Médico y hazte una buena revisión que buena falta te hace
-        Bien, bien – Juan mantenía una sonrisa pícara mientras se erguía en la butaca – allá tu, porque yo si que me voy a hacer senderista




viernes, 10 de mayo de 2013

EN LO MEJOR DE LO PEOR: CAPITULO 16


 Queridos blogueros/as: Cada capítulo es una sorpresa para mi que soy el que lo escribió, pero hace tanto tiempo que me acuerdo mas bien poco y éste no iba a ser menos. Esta vez va de asignaturas pendientes y me parece que me quedé muy corto, se conoce que tenía ganas de acabar, porque yo no se vosotros, pero yo si me pongo a pensar, cosa que hago de vez en cuando aunque parezca mentira, cada día no es que me aparezcan asignaturas pendientes sino cursos enteros y para muchos ya se me ha pasado el arroz. Pero, en fin, que le vamos a hacer. En el fondo esta novela va un poco de eso. 
Notición: No se si será de verdad o alguien que me está tomando el pelo, pero he recibido un correo anónimo que dice que le gusta todo esto que escribo. Parece que mi fama ya atraviesa fronteras y debo andar cerca de la base de Torrejón, pero claro como otras de mis asignaturas pendientes es el inglés, resulta que no le puedo contestar como Dios manda.
Bueno hasta el siguiente capítulo que será la próxima semana y espero no haber cascado antes porque mi Santa, eso es amor y lo demás tonterías, me está sometiendo a un régimen de adelgazar que lo mismo me lleva a la tumba, que no se si será mas grande o menos que la de la rutina pero lo que se seguro es que entraré con mucha mas hambre que culquiera
Un beso 
Tino Belas



CAPITULO 16.-

La evolución de la fractura de cadera fue tal y como había previsto el Doctor Yague y al mes de la consulta se podía decir que Ana caminaba casi como si no hubiera tenido nada, en todo caso una levísima cojera la acompañaba permanentemente, pero el dolor había desaparecido y la tranquilidad había vuelto a aquella casa desde donde se contemplaba el paso de las estaciones a través de las altas cumbres de la Sierra de Gredos. Volvieron los paseos hasta el pueblo de los dos, Juan compraba el periódico y algo de lotería mientras Ana se encargaba de la compra de las pequeñas cosas del día. La compra seria del mes, la hacían a primeros y ahí llenaban sus buenas bolsas con todo lo necesario para una casa y un taxista se encargaba de depositarlas en su casa. Por la tarde tocaba terraza en verano y porche cubierto en invierno. Juan leía y escuchaba música mientras que Ana hacia auténticas obras de arte para sus nietos, tipo chaquetas de perlé, patucos para los recién nacidos, abriguitos de diferentes colores y su especialidad que eran las capuchas a juego con unas manoplas del mismo color. Los meses iban pasando y una tarde en que el granizo quería competir con la música de Hendel haciendo que rebotara en el techo del porche cubierto que utilizaban en las épocas en que la temperatura exterior era muy baja y las posibilidades de sufrir alguna caída era mas que segura, ese día, Juan se acordaba como si hubiera pasado hace solamente un rato, estaba leyendo un ejemplar de Selecciones del Reader Digest, que tenía junto con otros muchos números atrasados en lo mas alto de su amplia biblioteca, cuando vio la frase que iba a ser piedra angular de su nueva vida. La leyó como si no fuera con él, pero al poco tiempo, volvió a pasar las hojas hacia atrás, buscándola como si de pronto se hubiera dado cuenta de la importancia de lo leído. La frase era, ni mas ni menos: “la rutina es como una tumba solo que de distinto tamaño”. No venía ninguna referencia sobre quien podía ser el autor y mucho menos si el que la había inventado había sido capaz de cambiar el tamaño y no sucumbir a la rutina diaria, en el caso de Juan y Ana, paseíto, lectura, música y poco mas. Quizá la ilusión de ver crecer a sus nietos, algún día de clima muy cambiante, una visita inesperada y lo demás rutina a diestro y siniestro. Si mirabas a las montañas, si que es cierto que cambiaban si había nieve o no o si llovía o no, pero siempre la misma altura, la rutina, siempre rutina. Se levantaba, se lavaba los dientes, se ponía una bata y unas zapatillas gruesas o finas, según la época del año, se preparaba una taza de café con leche y dos tostadas de pan Bimbo con mermelada de melocotón baja en calorías y todos, todos los días, se quedaba mirando la tostadora hasta que el pan salía como disparaba para escaparse del calor, rutina, se afeitaba de manera rutinaria y siempre empezaba por la patilla derecha y terminaba en la izquierda dejando para el final el bigote, antes oía la radio en el cuarto de baño, pero un día, de esos que te levantas de malhumor al escuchar las noticias sobre la fragmentación de España por culpa de las Autonomías, Juan se agarró tal cabreo que tiró la vieja radio de pilas por la ventana del cuarto de baño y la estampó contra una piedras que adornaban una parte de su jardín. Aquel día y aunque fuera solo por unos pocos segundos se alteró la rutina y mientras la radio volaba Juan se dio cuenta que, por lo menos ese día había hecho algo diferente y a continuación se volvió a afeitar como todos los días empezando por la patilla derecha y terminando por la izquierda, dejándose para el final el bigote y así volvió la rutina, sin radio, pero rutina.

El día que leyó la famosa frase, se acordaba que era muy avanzado el invierno, decidió que su vida tenía que cambiar. Si, no podía ser que todos los días hiciera el mismo recorrido para llegar hasta la tienda de los periódicos, comprar siempre el mismo y volver casi pisándose las huellas de la ida. ¡Ni hablar! Eso se acabó como también se acabó eso de pasarse la tarde leyendo y leyendo sin hacer otra cosa. Tenían que salir, jugar a las cartas, comprarse una bicicleta estática y pedalear hasta no poder mas, tomarse una copa de champán sin que hubiera ningún motivo, rezar un rosario o desplumar una perdiz de las que traía de vez en cuando la chica que limpiaba, el caso es que tenía que cambiar.

Ana le debió de notar algo extraño en su mirada porque dejó a un lado las agujas de calcetar, se quitó las gafas de cerca sin ellas no podía ni contar los puntos y se quedó mirando a su marido que parecía levitar enfrascado en la lectura del viejo Selecciones

-        ¿Qué pasa? ¿has leído algo que te ha impresionado?  porque te has quedado traspuesto, hijo
-        Si, - Juan puso un marcador en la hoja del pequeño libro para saber por donde y miró a su mujer con cara, efectivamente, de estar en otro mundo y con voz entre grave y severa repitió la famosa frase – acabo de leer que la rutina es como una tumba pero de distinto tamaño ¿que te parece?
-        Una exageración
-        ¿No te parece verdad?
-        Ya sabes que a mi esas cosas no me importan mucho
-        O sea que no te importa hacer todos los días las mismas cosas.
-        Tampoco hay mucho mas que hacer
-        ¡Como que no! – Juan se acercó a su mujer – claro que hay cosas, es cuestión de proponérselo
-        Desde que te conocí cuando te oigo hablar así me da un poco de miedo y si no acuérdate que te empeñaste en venirte al campo, por aquello de una asignatura pendiente y no se que y no se cuantos  y aquí estamos
-        Pero no me eches la culpa que tu también querías
-        ¿Yo? – Ana lo miró – que te lo crees tú, lo que pasa es que te conozco muy bien y sabía que, como se te meta una cosa entre ceja y ceja,  antes o después acabaría en el campo
-        Ya no te acuerdas, pero la negociación fue muy dura porque al principio te negabas en redondo ¿verdad?
-        Hombre es que pasar de Madrid a este pueblo, es bastante ¿no?
-        Pero al final no te ha ido tan mal
-        Claro que no, pero estarás de acuerdo conmigo que el que más ha salido ganando has sido tú.
-        Y tu
-        Si, pero menos
-         ¡Como que menos!
-        Claro – Ana no tenía mayor interés en comenzar otra vez la discusión de siempre, pero tampoco tenía por qué dar su brazo a torcer después de tantos años de matrimonio – yo vine aquí se podría decir que por consorte, pero no porque quisiera. Bueno, también porque quise, eso no se puede negar, pero sobre todo porque tú querías venir y muchas veces me he preguntado que hubiera pasado si yo me hubiera negado
-        Supongo que no estaríamos aquí
-        ¡Ja! Que te lo crees tú
-        ¿No?
-        Pues claro que estaríamos aquí hombre de Dios. A lo mejor hubiéramos tardado algunos meses más pero conociéndote como te conozco no hubieras parado hasta conseguirlo y como siempre al final me habrías convencido.
-        Está bien – Juan se levantó de la silla en la que estaba cómodamente sentado y concluyó – dejemos esta discusión para otro día porque lo mismo lo hemos discutido mil veces y nunca llegamos a nada
-        Pero porque eres un cabezón – Ana le dio su mano derecha – pero ¡que le vamos a hacer! cada uno es como es y hay que admitirlo.

Juan entró en la cocina por la puerta que daba directamente a la terraza, se preparó una taza de leche que calentó al microondas y se sentó de nuevo al lado de su mujer con la que había compartido más de tres cuartos de su vida y allí estaban los dos. Con disimulo observó como Ana había apoyado su cabeza en el respaldo del sillón y permanecía con los ojos cerrados. Nunca sabía si estaba dormida o despierta, juraría que dormida, pero se había equivocado tantas veces que ésta tampoco sería la última y lo que vio fue una mujer mayor, con importantes arrugas por toda la cara producto del tiempo transcurrido desde su nacimiento, que había adelgazado una barbaridad en tan solo unas pocas semanas, que al tener los ojos cerrados las bolsas de sus párpados se marcaban mucho mas como queriendo dejar una huella imposible de borrar, una mujer que todavía conservaba una belleza serena, enmarcada en un rostro que reflejaba lo padecido, en particular, el último mes y pico desde la famosa caída con la rotura de la cadera. Juan no quería mirarse a un espejo ¡para que! El tiempo pasa para todos, pero en el caso de Ana, esa fatídica caída tenía toda la pinta de marcar un antes y un después. Las manos eran como su carnet de identidad en el que la fecha de nacimiento ocupaba el lugar principal en el centro y una artrosis deformante colocaba los dedos en posiciones inverosímiles que provocaban una pérdida de habilidad y de fuerza para coger los objetos más pequeños. Eran tantos años conviviendo íntimamente con esa mujer que ahora abría los ojos como si se acabara de despertar de un dulce sueño que le parecía mentira, treinta, cuarenta años ¡yo que se! toda una vida y que cantidad de recuerdos. Menos mal que de los malos casi nunca te acuerdas, pero si de los buenos y éstos habían sido muchos, pero muchos muchos, destacando sobre todos el día de su boda. Juan ya no era ningún chaval cuando decidió que lo mejor para los dos es que se casasen y un día cualquiera la pidió en matrimonio y poco después la boda. Eran tiempos difíciles para todos y no había “posibles” para mucha celebración, pero a pesar de todo tenían, por lo menos, treinta invitados. La Iglesia no era muy grande, pero era la de toda la vida para la familia de Ana, el cura un amigo de la familia y la novia estaba mas guapa que nunca. Juan no era un hombre con una memoria privilegiada, pero se acordaba perfectamente como estaba esperando a su novia de toda la vida en la puerta de la Iglesia mientras su madre le observaba con discreción. ¿Estaba nervioso? Seguro que si, que menos, al fin y al cabo uno se casa muy pocas veces en la vida, pero lo llevaba bastante bien. Doña Rosa, su madre, llevaba un traje largo, negro, bastante ajustado para la época y una mantilla española a la cabeza que era la envidia de todo el vecindario que se agolpaba en los alrededores para ver a los vecinos de toda la vida que se casaban y encima los dos del barrio y de familias conocidas.

No pasó excesivo tiempo desde que Juan y su madre se colocaron en la puerta de la Iglesia hasta que por el fondo de la calle apareció un Ford modelo antiguo descapotable con Don Ramón, el padre de la novia y  Ana, la novia, destacando no solo por su belleza si no por lo espectacular de la puesta en escena. Llevaba el pelo recogido con una diadema que parecía de diamantes que había sido de su abuela, el traje de novia era largo con una cola de varios metros y la cara iba tapada por un velo que se continuaba casi hasta los pies. Don Ramón con su traje cruzado de color oscuro y su porte distinguido hacía de perfecto acompañante para la ocasión.

Al llegar delante de la Iglesia, Juan se adelantó para abrir la puerta del viejo auto y lentamente Ana bajó agarrándose al brazo de su padre y casi sin darle tiempo a que su novio le dijera con palabras lo que estaba pensando desde que la vio de lejos, era la mujer mas guapa que había visto en su vida y estaba feliz de casarse.

El padre  del brazo de Ana y Juan con su madre se encaminaron lentamente hacia el altar a través de una alfombra de color rojo algo ajada por el paso de los años y los cientos de novios que la habían pisado. En el altar les esperaba Don Ricardo, el párroco de toda la vida, que los recibió con una sonrisa en los labios, como era habitual y les indicó los lugares donde se tenían que colocar y mientras les animaba a estar tranquilos porque tenía que ser el día mas feliz de sus vidas y lo que tenían que hacer era tratar de disfrutar al máximo cada momento. Una de las hermanas de Ana se acercó y le estiró la cola, mientras le dedicaba una sonrisa de satisfacción. La miradas de los novios se entrecruzaban de manera fugaz y comenzó la ceremonia con Don Ricardo exhortando a la pareja para que vivieran su amor lo mas intensamente posible y pensando en que lo mejor para uno era lo mejor para el otro. Juan miraba a Ana  a la menor ocasión y ella, a través del velo le devolvía la mirada. Por fin, las promesas, yo Juan te quiero a ti Ana y prometo serte fiel en las alegrías  y las penas etc…etc y yo Ana te quiero a ti, Juan, etc…etc, se intercambiaron los anillos y las arras pasaron de las manos de él a las de ella como símbolo de los bienes que vamos a compartir y ya como sois marido y mujer retírate el velo y que se vea la emoción que te embarga, Don Ricardo continuó con la ceremonia, la comunión con unos pocos minutos de recogimiento en los que Juan aprovechó para acariciar la mano de la que ya era su esposa y la bendición final. Salían por la puerta principal cuando los amigos los pusieron hasta arriba de granos de arroz que les caían por todas partes, mientras los más allegados les gritaban “vivan los novios”

En ese preciso instante, justo cuando Juan estaba en lo mejor de su boda y ya había pasado los momentos más difíciles y se acercaba el banquete y el baile posterior, Ana le dio unos golpecitos en la mano

-        Juan – éste se removió en su asiento – por favor, hazme un poco de caso que no se si eso de la rutina o que te está dando algo, pero te has quedado transpuesto y me estás empezando a preocupar
-        ¿Sabes donde estaba?
-        Tu dirás
-        Nada mas y nada menos que saliendo por la puerta de la Iglesia el día de nuestra boda
-        ¿Y te acuerdas?
-        Claro
-        Pues yo no lo tendría tan claro porque siempre has tenido una memoria bastante mala
-        ¡Que cosas dices! No me acuerdo de las cosas que no merecen la pena, pero nuestra boda fue todo un acontecimiento
-        Sobre todo para nosotros dos – sonrió Ana
-        Y para todo el barrio o ya no te acuerdas como estaba la calle de gente mirando
-        Es que ver un Ford por nuestra calle y encima con una novia era como muy raro
-        Y que guapa ibas
-        Te quedaste impresionado – Ana todavía tenía grabada en su memoria la cara de Juan cuando se bajó del coche, parecía que le había dado un aire
-        ¡Como no!
-        Tampoco hay que exagerar porque ya dice el refrán que no hay ninguna novia fea
-        ¡Que recuerdos!
-        ¿No estabas preocupado con la rutina?
-        Si
-        Pues esto si que es salirse de la rutina habitual porque ¿Cuántos años hacía que no hablábamos de la boda?
-        Si hemos hablado alguna vez – Juan no lo recordaba – desde luego yo no me acuerdo
-        Seguro que lo hemos comentado cientos de veces, pero el hacerlo hoy te viene muy bien porque me da miedo que te obsesiones con el tema de la rutina.
-        No es que esté obsesionado, no – Juan se sirvió un poco mas de leche en la taza que tenía en una mesita auxiliar al lado de unas fotos de sus hijos – pero lo que no quiero es que se me pase la vida tan deprisa como se me está pasando
-        ¿Y para eso es necesario hacer cosas raras?
-        No, claro que no, pero ¿tú no tienes la impresión que los días se pasan uno detrás de otro, todos iguales  y da como un poco de pena?
-        Yo no – Ana se acercó la bolsa de plástico en la que guardaba las agujas de punto y varios ovillos de lana – los días pasan porque tienen que pasar y ya está. El ponerse a pensar si estás perdiendo el tiempo o esas cosas que te ocurren a ti yo no las veo por ningún sitio. Que nos estamos haciendo viejos, por supuesto que nos estamos haciendo viejos – Ana se colocó unas viejas gafas de montura de pasta y comenzó a enhebrar una de las agujas para comenzar el enésimo jersey del invierno. No sabía quien sería el destinatario pero siempre acababa en manos de alguno de sus nietos – pero eso es ley de vida y encima deberías estar dando gracias a Dios por llegar a esa edad sin ningún achaque y con la enorme suerte de estar los dos juntos y razonablemente bien de salud
-        No me has entendido lo que quiero decir – Juan se levantó y se paseó por la amplia terraza – por supuesto que no tengo ningún derecho a quejarme de cómo estamos, eso si que no, pero yo no digo eso, lo que quiero decir es que se pasa el tiempo y me doy cuenta que hay muchas cosas que me gustaría hacer y que no hago
-        ¿Asignaturas pendientes?
-        Llámalo como quieras – Juan miró a su mujer – pero no creo que sean asignaturas pendientes, no, yo mas bien diría que es ver pasar los años y notar que estamos en la cuesta abajo
-        En lo mejor de lo peor – Ana se acordaba que eso lo repetía con mucha frecuencia su suegro, el Padre de Juan, cada vez que hablaban de cosas de viejos y añadía que él prefería estar como estaba porque la alternativa, que sería la tumba, era mucho menos apetecible.
-        Si, esa frase de mi padre es la que mejor define como me siento – el solo hecho de nombrar a su padre hizo que los ojos de Juan se llenaran no tanto de lágrimas como de emoción – tenemos todo para disfrutar, unos hijos maravillosos, unos nietos, mejor imposible, una situación económica que nos permite vivir bien, sin grandes gastos, pero muy bien, tú has superado una fractura de cadera, yo estoy muy bien de salud, todo fenomenal pero a mi me falta algo, no se lo que es, pero me falta

Ana se levantó lentamente de la silla en la que estaba sentada, hizo pequeños ejercicios con la pierna mala antes de acercarse hasta donde estaba su marido que en ese momento, posiblemente para que ella no se diera cuenta que se había emocionado al hablar de su padre, estaba de espaldas contemplando el impresionante paisaje de la sierra de Gredos en un atardecer que hacía que una parte se viera como entre niebla mientras otra parecía como iluminada por una bombilla gigante a punto de apagarse. Le pasó los brazos por el cuello y le abrazó con todas sus fuerzas. Juan se volvió lentamente y también contribuyó con sus brazos a que el amor pasara de uno a otro como si fuera una alargadera que los conectase como a dos cables. Ambos reconocían que tenían mucha suerte, tantos años juntos y todo seguía como el primer día. Habían tenido sus altibajos como todas las parejas, pero los habían superado con más o menos esfuerzo pero lo habían conseguido y ahora ya pasados los setenta no era plan replantearse nada  Seguro que muchas cosas si se pudieran repetir las harían de otra manera, pero la vida es como es y menos mal que es así. Te equivocas, te caes, te levantas, vuelves a caer y siempre piensas ¡pero otra vez lo mismo! Y las parejas se mantienen, se mantienen las que se mantienen y ese era el caso de Juan y Ana. Nunca habían pensado continuar sus vidas por caminos diferentes, les parecía como imposible a pesar que Ana, hacía muchos años, hubiera tenido motivos, pero ahora todo se había olvidado y la normalidad volvió a aquella casa que no era un modelo de perfección matrimonial, pero tampoco era de las peores. ¿Eso era lo que Juan llamaba rutina? ¿Era rutina llevarse bien? Eran tantos los años que llevaban juntos que las discusiones no eran ni discusiones o por lo menos no eran como aquellas broncas que tenían cuando eran mucho mas jóvenes en la que los gritos se oían en la manzana de enfrente y en las que dominaba siempre la voz de Juan que siempre salía con aquello de “me paso el día trabajando y ahora, cuando uno llega a lo que se supone es su casa con la idea de descansar, me encuentro con este problema ¿no te das cuenta que para problemas ya tengo bastante en la empresa? y Ana procuraba mantener la calma, pero no por eso se achicaba porque la educación de sus hijos era de los dos ¿o es que los hijos eran solo de ella? utilizaba el sentido común y cuando veía que Juan se encendía demasiado entonces dejaba la discusión para otro día, se metían en la cama, cada uno se dormía mirando a la pared contraria y al día siguiente el problema había cambiado de color y con mas tranquilidad se hablaba de lo mismo del día anterior, pero curiosamente lo que era imposible de resolver ayer, se resolvía prácticamente solo. Otras veces, la cama era el instrumento perfecto para hacerlo sonar tocando simplemente las teclas que se sabía que producían placer y así los años iban pasando y ahora casi no discutían y si lo hacían era por cosas nimias, por tonterías mas propias de niños que de adultos, aunque como se repetían con frecuencia ¿los viejos no eran como niños? 

Ana todavía se acordaba, era de las pocas cosas que se acordaba, de aquellos años, por lo menos tres o cuatro en que a su marido, entonces no tendría más de treinta y cinco o cuarenta, en que le dio por estar en plan pesimista y todo le parecía que era el comienzo de una nueva guerra civil. Se pasaba el día diciendo que si continuábamos así seguro que terminaríamos mal.

-        No puede ser que los sindicatos manden mas que los empresarios ¿no te das cuenta que no puede ser? – preguntaba prácticamente todos los días al llegar a su casa

Ana ponía cara de interesarla el tema, pero en el fondo le daba igual. No sabía absolutamente nada de empresas ni falta que le hacía. Bastante tenía con sus partidas de canasta, la peluquería de los jueves, las discusiones con la Encarni, su asistenta que limpiaba cuando limpiaba y vagueaba en cuando la señora salía de casa, el colegio de los niños llenaba muchas horas de su vida, las reuniones de padres en su caso era reuniones de madre, porque Juan nunca tenía tiempo de ir a ninguna, los deberes por la tarde la obligaban a repasarse las lecciones que alguna vez de joven seguro que las dominaba pero después de tantos años se había olvidado de casi todas.

-        Aquí tiene que venir un dictador y ya verás como todo se arregla en un minuto ¡tanta democracia y tanta historia! Todo son derechos y no hay ninguna obligación. Así este país no va a ninguna parte
-        No te llegó con una guerra civil como para pedir otra – Ana algunas veces se  rebelaba ante tanta insensatez
-        Yo no digo una guerra, eso no, pero tiene que venir alguien que ponga orden
-        Eso es otra cosa, pero para eso están los votos
-        ¡Los votos! Eso si que es una tomadura de pelo. Votas  a un partido de los que se denominan mayoritarios, el otro mayoritario se alía con alguno autonómico y al final gobierna el que tiene menos votos. Como decía un gallego amigo mío, que tiene la sorna propia de su tierra “votamos a los de derechas y ganamos los de izquierdas” y si da la casualidad que uno de los mayoritarios tiene mayoría absoluta entonces si que se produce una auténtica dictadura
-        Si, pero de votos que no es igual
-        Bueno, pero dictadura
-        Si, pero de votos – Ana por ahí si que no pasaba – que a los cuatro años se puede cambiar
-        Claro cuando el país está mas hundido que el Titanic
-        No exageres, que no es para tanto
-        ¡Que no es para tanto!

Ana decidía que no tenía ganas de continuar con el tema, se callaba y ya se sabe que dos no discuten si uno no quiere y así hasta que se le pasaba y la vida volvía por sus cauces habituales. Seguían como siempre, parecía que a Juan se le había pasado la manía aquella de la rutina y todas las mañanas iban juntos hasta el pueblo, compraban pan y alguna cosa más y agarrados del brazo volvían a su casa para preparar una comida ligera. En alguna ocasión Ana se quedaba en casa haciendo labores de punto o adecentando las flores de su jardín y  Juan aprovechaba para quedarse un rato en el bar del pueblo, se tomaba una cerveza, leía el periódico del día sentado en una mesa pegada a la ventana y pasaba un par de horas viendo pasar a la gente que se movía a su ritmo por la única calle del pequeño pueblo que unía en línea recta, el Ayuntamiento con la Iglesia Parroquial. Tan pequeño era el trayecto que desde su improvisada atalaya, Juan veía el balcón desde donde el Señor Alcalde arengaba a sus vecinos haciéndose un sitio entre las banderas de España y de la Comunidad que languidecían colgadas de unos viejos mástiles de hierro carcomido por tantos años de contribuir a que las banderas continuaran en ese lugar de preferencia. Desde ese mismo balcón, el día de las Fiestas de la Virgen de la Candelaria, el Filomeno, artificiero oficial, prendía la mecha del cohete que con su chupinazo iniciaba unos días de diversión para los jóvenes y de horror para los mayores que disfrutaban poco con tanta algarabía. En las tres ventanas de la parte superior del viejo edificio algunos funcionarios se movían mientras que las rejas de las ventanas de la planta baja que dan a la calle permanecían ancladas y los cristales tintados como queriendo evitar la mirada de los curiosos que se acercaban por allí. A no mas de cien metros, la Iglesia de La Candelaria, conocida como el conventazo, por aquello de que hacía varios siglos era el esquinazo de uno de los Monasterios mas importantes de la provincia del que salían misioneros que impartían la fe por todos los confines del mundo. El tiempo había hecho que aquel conventazo desapareciera y ahora solo quedaba en pié la monumental Iglesia y a su lado, la carnicería de Pablo, una tienda de esas de pueblo en las que hay de todo un poco, desde calcetines hasta artículos de limpieza y por último un pequeño garaje donde se guardaban un viejo tractor que hacía las veces de camión de la basura y una desbrozadora que el Ayuntamiento había comprado para mantener en condiciones la hierba que tendría el nuevo parque municipal, pero que no había llegado a construirse por haberse gastado todo el presupuesto en el arreglo de la carretera comarcal.