CAPITULO
39.-
Las
obras iban adelantando por horas, en el momento que pusieron el techo, Pepe y
yo nos encargamos de llevar una a una todas las camas a la zona que habíamos
denominado como de hospitalización, mientras que los operarios levantaban las
distintas separaciones con tabiques hechos con troncos de madera. La tarea era
pesada porque eran doce camas que había que trasladar, montar, colocar el
colchón, una sábana, una colcha y asunto terminado. Una mesa alta que hacía las
veces de mesilla para dejar alguna cosa y de mesa para comer nos servía de
separación con la cama siguiente. En la parte de abajo teníamos un espacio para
dejar una mínima historia clínica que habría que pensar en como la haríamos.
Solo colocamos una bombilla en el centro del recinto y para iluminar por la
noche disponíamos de una linterna que nos la ajustábamos a la frente como si
fuéramos mineros.
Mas
pesada fue la instalación del quirófano, para empezar la mesa pesaba que no
había quien la moviera y tuvimos que avisar a alguno de los que esperaban para
la consulta y a base de brazos conseguimos colocarla en su sitio. La lámpara
era de pie, pero mediante unas pilas daba una luz mas que suficiente como para
operar a cualquier paciente que lo necesitase. Como no teníamos perneras, Pepe
diseñó con unas ramas unas que resultaban perfectas y sobre todo reflejaban la
inteligencia de un chico que captaba con precisión cualquier idea y con sus
manos hacía cosas que respondían con exactitud a nuestras necesidades.
La
organización del instrumental también me supuso una dedicación especial y ahí
no había quien me pudiera echar una mano. Intenté tener tres o cuatro cajas
básicas, otra para cirugías algo
especiales y otra única y exclusivamente para partos. Faltaban algunas
piezas para completarlas pero era material suficiente y más si tenemos en
cuenta que determinadas operaciones quirúrgicas no se podía realizar, al fin y
al cabo aquello era un hospital en medio de un desierto y se pueden hacer
determinadas cosas y también había que valorar mis conocimientos que eran los
que eran y lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible, que dicen
por ahí.
Conseguimos
que Ethel, una chica de una aldea próxima, que no tendría más de quince años,
se hiciera cargo de su cuidado y creo que no encontraríamos otra igual en
ningún sitio, por aprenderse se aprendió hasta el instrumental que necesitaba
para cada cirugía y eso que sus conocimientos era mínimos pero cuando se tiene
interés todo se acaba arreglando. De vez en cuando desaparecía unas horas
porque tenía que ir a cuidar de sus tres hijos y de sus padres que vivían a una
hora. El marido era pastor y cuando volvía, lo que hacía cada tres o cuatro
meses, la dejaba embarazada y se volvía con sus cabras al desierto y ella
volvía a la misión lo que era muy de agradecer porque se había vuelto
imprescindible.
Tuvimos
que inventar un sistema de lavado de manos, con la ayuda de Pepe por supuesto,
que consistía en una especie de pila y encima una vasija grande que la
tumbábamos con un pedal sujeto a una cuerda para que el agua fuera lentamente a
nuestros brazos y manos. No era el ideal pero no estaba mal y nos permitía no
tener que desplazarnos fuera del quirófano para lavarnos.
Ethel
se hizo con unos compartimentos donde guardaba el instrumental, primero sucio y
luego limpio y esterilizado preparado para una nueva cirugía.
Y
por fin, llegó el jueves soñado. Todos los habitantes de las aldeas próximas
estaban nerviosos, durante días habían preparado sus mejores galas y
aparecieron en la misión con túnicas de muy diferentes colores y unos pañuelos
en sus cabezas que reflejaban su alegría por tan feliz acontecimiento, incluso
algunas mujeres llevaban los niños a la espalda sujetos con una especie de
tiras del mismo color chillón que la túnica. Los hombres habían reformado sus
tatuajes y sus pinturas que más parecía que iban a una guerra que a la
inauguración de lo que pomposamente nos dio por llamar el Hospital
Chesterplace, en agradecimiento al Padre de Jane incluso a ella misma, aunque desde el primer
segundo los del lugar definieron como el Hospital sin ningún tipo de apellido.
Una bandera enorme de la Cruz Roja presidía la amplia entrada y todos nos
habíamos vestido para la ocasión con lo mejor que teníamos. Jane apareció con
un traje de chaqueta blanco que le sentaba de maravilla y hacía pareja, como si
fuera una fotocopia, con su hija Sinoa. A su lado estaba yo con mi traje muy
inglés y mi corbata con la bandera española y para completar el cuadro el Padre
Javier que como si hubiese sido avisado apareció a las nueve de la mañana
cuando la inauguración estaba prevista para las diez y media. Total, antes
empezar la ceremonia oficial, todos sabíamos que iría perfecta como así resultó
El
Padre Javier – que no me llames así que por ese nombre no me conoce nadie –
bendijo todas las instalaciones derramando agua bendita por todos los rincones
y habló brevemente provocando las lágrimas de muchos de los presentes
Queridos
Hermanos: ¿No os parece maravilloso que estemos aquí reunidos para inaugurar
nada menos que un hospital? Hemos tenido la enorme suerte de que la Cruz Roja
nos enviara hace unos años a nuestra querida Jane Chesterplace que ha hecho
tanto por esta Misión. Gracias a ella tenemos un lugar donde reunirnos,
desayunar, comer y a veces hasta merendar y ahora nos han enviado al Dr.
Cubiles con lo que muchos de vuestros problemas médicos serán resueltos sin
necesidad de ir hasta la ciudad que para muchos es de todo punto imposible.
Gracias a la Cruz Roja, faltaría más, también a Jane y al Dr. Cubiles, pero
sobre todo gracias a Dios porque gracias a El hemos conseguido todo esto. Si,
si, no me miréis con esa cara porque ese Dios del que os hablo a veces, no os
tiene abandonados, ni mucho menos. Gracias a su infinito amor ha conseguido que
mucha gente ponga dinero para vuestras necesidades y el intermediario que en
este caso es la Cruz Roja, lo traslada hasta aquí y se hicieron esta escuela y
estos comedores y por si todo ello fuera poco, el intermediario esta vez ha
sido Jane, ha conseguido que venga a colaborar con todos nosotros nada menos
que el Dr. Cubiles, un español que vivía en Londres y ha dejado todo para
llegar hasta aquí. Muchas gracias Doctor y espero que esté a gusto y podamos
beneficiarnos de sus conocimientos. Todos se lo agradecemos con lo mejor que
tenemos y es con nuestra alegría y este canto que va dedicado a Usted
El
Padre Javier se dio la vuelta y todos los presentes entonaron una canción
siguiendo el ritmo con el movimiento de sus cuerpos al igual que sus manos que
daban palmadas festivas y se alzaban al cielo dando gracias. Por último, unos
veinte niños y niñas hicieron una danza de bienvenida al Doctor y cuando
finalizaron, uno a uno se fueron acercando y me daban un beso en la mejilla,
menos la última que era Sinoa que se abrazó a mí y no se quería soltar de
ninguna manera. A continuación rezaron un Padre Nuestro e inmediatamente tuve
que ser el que les soltara un pequeño discurso completamente improvisado
Me
llegó el turno, yo no estaba muy acostumbrado a hablar en público y mucho menos
ante tantos, pero el Padre Javier me animó a ello haciéndome dar un paso hacia
delante. Miré a Jane a la que le caían unas lágrimas como granizo y fui breve:
Queridos
Amigos: Quiero que mis primeras palabras sean de agradecimiento hacia Jane
porque ella fue la que me convenció para que viniera, posiblemente sin querer
pero su manera de hablar de esta Misión y su cariño hacia todos vosotros fue lo
que me hizo pensarlo y después de unos meses estar aquí lleno de ilusión para
colaborar en lo que haga falta. Por fin, tenemos el hospital y a partir de
mañana empezaré a operar y estoy seguro que todos entenderéis que algunas cosas
no se pueden resolver, pero espero que otras muchas si y que mi trabajo sea
eficaz.
Por
otra parte – le guiñé un ojo al cura – este pequeño discurso ha sido una
encerrona del Padre Javier porque hace media hora me comentó si quería decir
algunas palabras y yo le contesté tajantemente que no y aquí estoy, pero que
tenga en cuenta que se la guardo y antes o después me la pagará.
Nada más, gracias a todos por vuestra acogida,
por vuestro trabajo y por vuestro ánimo. Si seguimos todos así conseguiremos
muchas más cosas de las que pensáis. Gracias
Todos
los presentes aplaudieron con ilusión, los hombres lanzaron al aire sus cañas
que utilizaban como bastones y las mujeres se fueron sentando en el suelo para
continuar con la ceremonia. Ahora les tocaba a ellos y como ninguno quería
hablar lo que hicieron fue bailar y bailar hasta casi la extenuación. Jane, el
cura y yo veíamos aquellos movimientos con emoción, nos ofrecieron frutas de
todos los tamaños y colores, capas preciosas, unos pendientes para Jane, un
bastón para el cura y una especie de sombrero de paja para mí.
Para
finalizar el acto, el cura esta vez animó a Jane y se notaba que tenía mucha
facilidad de palabra porque agradeció su invitación sin pensárselo ni un
segundo. Naturalmente, como no podía ser de otra manera, su discurso fue
informal como era ella y comenzó con un hola que fue recibido con sonrisas por
todos los presentes. Lo primero, gracias por venir, los que no somos etíopes os
lo agradecemos. Ha llegado el momento de trabajar más que nunca para no
decepcionar al Dr. Cubiles y estoy segura que lo vamos a hacer muy bien, como
siempre. También me gustaría deciros y esto no lo sabe ni Javier es que para
dentro de dos o tres meses nos han concedido una buena cantidad de dinero para
la construcción del nuevo Centro Parroquial, otra vez los asistentes
aplaudieron todavía con mas fuerza, de esta manera – Jane estaba feliz – con el
esfuerzo de todos iremos consiguiendo nuestros objetivos para que toda esta
tierra tenga lo que consideramos necesario para vivir de una forma digna que es
lo que todos deseamos. Muchas gracias.
Los
presentes nos abrieron un pasillo entre tanta gente reunida y así entre besos,
abrazos y empujones llegamos los tres a la casa de Jane y nos sentamos agotados
en unas cómodas sillas en el porche. Jane descorchó una botella de champán que
tenía guardada para tan grande acontecimiento, nos sirvió y después de brindar
bebimos con auténtica ansiedad.
-
Por fin – Jane se movió inquieta en su silla
mientras intentaba abrir una segunda botella de champán – creí que no llegaría
nunca el momento de estar sentados aquí. Ha sido una mañana muy intensa ¿no os
parece?
-
Si – el Padre
Javier se mostraba orgulloso de haber bendecido las nuevas instalaciones – creo
que es de las mejores cosas que le han podido pasar a toda esta zona porque no
tienen a nadie que los atienda y aunque yo no soy Médico, tengo la impresión
que hay enfermos por todas partes y tu presencia le vendrá como anillo al dedo
– se dirigía a mí con una sonrisa que asomaba entre su barba sin tratar desde
hacía años a juzgar por su forma. Era un hombre de media edad, mas cerca de los
sesenta que de los cincuenta y las canas que blanqueaban su barba le hacían
parecer todavía mas mayor al igual que el pelo que lo llevaba recogido en una
especie de coleta. Todo su ser irradiaba felicidad, aunque en sus botas, con
polvo de muchas horas de camino, se reflejaba también su cansancio
-
Padre Javier : Se
le nota cansado - afirmé sin más datos que aportar - ¿ha venido hoy desde
muy lejos?
-
Querido Doctor,
no me llames Padre Javier porque ya te decía que por ese nombre no me conoce y
más de uno se va a creer que soy tu padre y tampoco me trates de usted que
tampoco es para tanto – se miró las botas que efectivamente estaban hasta
arriba de polvo, se levantó y dio unos fuertes pisotones en el suelo para
mejorarlas un poco, se retiró la goma que completaba su coleta, se estiró la
melena con las dos manos y se volvió a colocar la goma, dando por terminado su
manera de peinarse – he estado en un par de aldeas que están como a tres días
de aquí y me he entretenido porque en una de ellas había un moribundo, el más
viejo de la tribu, y esperé a que falleciera, luego el entierro, en fín que
casi no llego a la inauguración.
-
¿Pero usted sabía
que hoy era lo del hospital? – mi sorpresa hubiera sido mayúscula si me llega a
decir que si
-
Que no me trates
de usted – se sentó cómodamente en la butaca del porche y puso cara de
incrédulo - No, la verdad es que me
imaginaba algo porque Jane me comentó que ibas a venir, pero los que andamos
por ahí perdidos tenemos como un sexto sentido que nos avisa de lo que va a
ocurrir, por algo somos los enviados de Dios ¿no te parece?
-
Menuda chulería –
interrumpió Jane – no te pega nada andar por ahí presumiendo de eso
-
¡Que va! – el
cura se tomaba sus pequeños sorbos de champán – lo que pasa es que queda muy
bonito eso de ser el enviado de Dios ¿no?
-
Pero no dices
ninguna mentira
-
Eso me parece a
mí, pero en estos sitios no puedes decir esas cosas porque no se las cree
nadie. Tienes que colaborar con ellos, ayudarles en sus labores, hablarles como
personas y no como si no significaran nada en este mundo y poco a poco los vas
llevando a tu terreno.
-
Pero les
enseñarás por lo menos a rezar ¿o tampoco?
-
¿Te parece poco
rezar un tipo que se levanta a las cinco de la mañana para llevar las cabras al
monte, solo come lo que encuentra por ahí, duerme mirando las estrellas y
después de algunas semanas vuelve a su choza donde se encuentra con su mujer y
cuatro, cinco o seis hijos que normalmente tampoco tienen nada que comer? y por
si todo ello fuera poco si alguno cae enfermo nadie le atiende y como mucho le
dan un poco de agua o leche de cabra y a esperar. ¿Tú crees de verdad que a esa
gente se le puede hablar de Dios? Cuando ha pasado un tiempo y ya tienen más
confianza es el momento, pero con mucho cuidado.
-
¿Tienen fe?
-
No lo se – Javier
se quedó como si estuviera dormido con los ojos abiertos – parece mentira que
eso lo diga un cura ¿verdad? pero sinceramente no lo se. Supongo que si, a lo
mejor no por lo que nosotros entendemos tener fe, pero algo de esperanza si que
tienen, pero tampoco mucha. En el fondo – Javier se volvió hacia nosotros y nos
confesó – es una cosa que no la sabe nadie, pero muchas veces, bastante más de
las que debería el que se plantea si tiene fe o no soy yo, no ellos.
-
No me fastidies –
no me lo podía creer – eso si que no me parece, o sea que tú dudas de ti y
andas por ahí haciendo caridad ¡venga ya, no nos tomes el pelo.
-
No, no, lo digo
absolutamente en serio porque viendo lo que ves no hay derecho que exista un
Dios tan injusto
-
Si te oyen tus
jefes te excomulgan – Jane le sirvió más champán – tomate otra copa y deja de
decir esas cosas.
-
Es verdad, lo que
ocurre es que luego piensas aquello que dice el evangelio que el paso por esta
vida es tan mínimo comparado con toda la eternidad, aquello de un grano de
arena en todo un desierto, que quiero suponer que tendrán su merecido en el
cielo y allí estarán sentados a la derecha de Dios
-
Viviendo como
curas – dije para que la conversación no fuera como tan trascendente
-
Como algunos
curas querrás decir – Javier soltó una carcajada – porque otros nos mantenemos
nada más
-
Eso decís todos.
-
Si, eso también
es cierto. Cada uno desde donde esté, pero yo no tengo ningún motivo para
quejarme esa es la verdad porque cuando estás feliz ¿de que te vas a quejar?
-
Tu sabrás – no se
porqué le contesté así, se conoce que ese día tenía ganas de pelea – yo no
tengo mentalidad de misionero
-
Eso lo dices tú,
pero es mentira.
-
Bueno, Javier
como puedes decir que no, tú haces voto de pobreza y no se cuantas cosas más y
yo no.
-
Eso es lo que tú
te crees – Javier me miró con esa mirada que yo recordaba de cuando era niño y
estudiaba en un colegio de curas – dentro de unos meses te lo recordaré y ya me
dirás. Tú, aunque lo que te diga te parezca una barbaridad, tienes una vocación
de misionero mucho mas potente que la mía, al fin y al cabo yo soy un cura
obediente y desde que salí del Seminario hace ya bastantes años voy donde me
mandan pero tú eres, mejor dicho eras, un señor Doctor que hasta hace nada
estabas en Londres, supongo que bien considerado y sin más ahora estás aquí ¿te
has preguntado alguna vez por qué?
-
Puf – bebí más
champán – si yo te contara – vi como las burbujas de champán subían y bajaban a
lo largo de la copa que tenía en mi mano - me lo he preguntado no una vez si no
miles de veces
-
¿Y has llegado a
alguna conclusión?
-
Sinceramente
todavía no. Creo que he hecho lo que mi corazón me dictaba, pero tengo mis
dudas de haberlo hecho bien. Alguna vez pienso que le tendría que haber hecho
más caso a mi cerebro, pero nada la realidad es que estoy aquí y ya está
-
¿Quieres que te
saque de dudas? – Javier pasó revista con sus ojos a los de Jane y a los míos.
-
Venga inténtalo –
estaba impaciente por saber su opinión – aunque no creo que aciertes
-
Ten en cuenta que
soy medio brujo – volvió a reírse de una manera contagiosa – debes de pensar
que tanto años en Africa me han dado poderes especiales ¿acaso no se me nota en
la cara?
-
Déjate de
historias y empieza que me tienes en ascuas.
-
Tú que tienes
pinta de ser un tipo listo y estudiado ¿sabes quienes eran los estoicos?
-
Algo me suena –
contesté - ¿no eran unos que pertenecían a una escuela filosófica de hace un montón de años?
-
Mira – Javier se
sorprendió de mi respuesta – eres más instruido de lo que yo creía. Pues si,
eso fue una corriente de la época grecorrománica de cuatro siglos antes de
Cristo que nació en Chipre y entre otras muchas cosas los estoicos se
plantearon como debería vivir una persona y su respuesta era sencilla, deben
vivir buscando la felicidad e inmediatamente se hicieron la pregunta que era
lógica ¿y que es la felicidad? Y para ellos la felicidad no radicaba en tener
salud, riqueza o fama ¡qué va! todo se basaba en lo que ahora podríamos llamar
ser una buena persona, ellos la definían como una persona virtuosa y ahí está
la respuesta a tus preguntas. Pensando así – el cura se notaba que estaba
cómodo contando su teoría con alguien como yo que tenía capacidad para
entenderle – podría ser feliz con independencia de su bienestar físico y así se
entiende que alguien pudiera estar bien cuando le estaban torturando como les
pasaba a los santos ¿cómo te has quedado?
-
No se que decir –
contesté absolutamente impresionado
-
No te vayas a
creer que me lo estoy inventando, no, eso nos lo explicaron en clase de
filosofía en el Seminario y desde entonces se me quedó grabado, es más, ellos
pensaban que para tener miedo a las enfermedades había que partir de la base
que éstas eran malas y como ellos estaban convencidos que una persona puede ser
feliz estando enferma, entonces por pura lógica habría que concluir que no son
algo malo. ¿no te parece una manera de pensar fantástica?
-
¿Eso no será una
herejía?
-
No – Javier se
sorprendió de la forma de entender lo que me había explicado – eso es como
pensaban los estoicos y no me suena que fuera ninguna herejía, claro que
estamos hablando del siglo IV antes de Cristo, o sea que ya ha llovido desde
entonces
-
Todo eso me
parece muy bien, pero que tiene que ver conmigo
-
Lo mismo lo que
digo es otra herejía – el cura se volvió a soltar la goma del pelo como hacía
en múltiples ocasiones – pero creo que tú perteneces a esa clase de personas y
por eso y como bien dices, haciendo caso a tu corazón, quieres buscar la
felicidad y sabes, porque tu corazón así te lo ha dictado, que tu felicidad no
está en Londres y por eso estás aquí, mira – Javier se incorporó un poco en el
sillón - la gente del desierto es muy inteligente, sin ninguna clase de
estudios pero listos como nadie y no hace mucho tiempo uno de ellos que andaba
con un camello deambulando por ahí, después de tomar un té en plena duna me
comentó cuando yo le pregunté que buscaba me contesto como quien no quiere la
cosa que había tres cosas en la vida que una vez que pasan no regresan nunca
que son el tiempo, las palabras y las oportunidades y él estaba buscando las
tres cosas a la vez, es más, me dijo que la vida es muy simple, lo que pasa es
que entre todos nos empeñamos en hacerla difícil. ¿qué te parece? Es increíble
que un hombre sin estudios ni nada de nada pensase de esa manera, por lo menos
a mí me dejó impresionado, tanto que me quedé con él un par de días y aprendí
más con él que en muchos años que llevaba en la Misión. Me llenó la cabeza de
un montón de reflexiones que me hicieron pensar durante mucho tiempo. Una noche
fría como la mayoría, abrigados con unas pieles de cordero, tumbados en el
suelo y mirando al cielo que estaba más lleno de estrellas que nunca me soltó
varias frases que me hicieron pensar que se trataba de algún gurú o alguien
como muy importante porque, por ejemplo, sacando unas hojas arrugadas de algún
libro sagrado me dijo: ”cuando no sepas que ponerte, ponte a leer” y a continuación como si estuviera hablando
con alguien del más allá me soltó algo que yo creo que es lo que te pasa a ti y
es que “te pasas la vida esperando que pase algo y lo único que pasa es la vida”
y tú has decidido que bastantes años han pasado ya y te has decidido por buscar
la felicidad y ya sabes, ese es un dicho de mi pueblo que “nunca es tarde para
tomar las mejores decisiones”. Estoy seguro que has pensado si este trabajo te
llenaría y yo te puedo decir que si, sobre todo si te fijas en las caras de la
gente a la que logres mejorar. Seguro que te sentirás mejor que nunca. ¡ya lo
verás!
-
No se – me quedé
unos segundos mirando el champán de mi copa tratando de ordenar mis ideas – no
lo tengo muy claro que eso sea así.
-
¿Sabes lo que
estoy pensando?
-
Dime
-
Que hace un
montón de tiempo que no tenía una conversación como tan profunda con nadie
desde hace meses.
-
Nunca está de más
dar de comer al hambriento, como dice tu evangelio – tenía todavía muchas dudas
pero no me parecía oportuno preguntarle nada delante de Jane.
-
Supongo que
también será el tuyo ¿me equivoco?
-
Algo si – esta
vez fui yo el que me puse serio – lo mas honrado por mi parte sería decir que
era porque hace mucho que ni voy a Misa y mucho más que no me confieso, o sea
que muy buen cristiano no me parece que sea.
-
Bueno, eso es lo de menos, si, no me mires con
esa cara – me dio una palmada en la espalda - porque te estoy diciendo lo que
pienso. Eso de ser buen o mal cristiano no lo puede decir nadie, tú puedes
pensar lo que quieras pero el que lo tiene que decidir es Dios y como te dirían
cuando estudiabas con los curas Dios está en todas partes, incluso aquí y lo
que tienes que hacer es rezar para que te ayude a encontrar tu camino cuanto
antes.
-
Vaya paliza que
le estás dando – Jane se levantó para preparar un café – menos mal que no se te
ha ocurrido contarme a mí lo mismo.
-
Es que tú eres
distinta – Javier le ayudó a preparar el café y me ofreció una taza humeante
que invitaba a beber – porque tú ya no tienes dudas, en su día decidiste venir
y desde entonces estás haciendo una labor maravillosa y puedes hacer lo que te
de la gana porque Dios seguro que te valora como te mereces
-
Javier, por favor
– a Jane un color le iba y otro le venía – no sigas diciendo esas cosas que me vas
a poner colorada.
-
Estoy diciendo
verdades como puños y además eso que tú no vas a Misa no es cierto, si la digo
vas, lo que pasa es que muchos días festivos ando por ahí y difícil sería que
la pudieras oir
-
En eso tienes
razón – asintió Jane
-
Siento tener que
dar por finalizada esta especie de clase de Religión – me levanté – porque no
os habéis dado cuenta que son las cuatro y tenemos la consulta.
-
Pues ni dos
palabras más – Jane también se levantó – que para hablar de todos estos temas
tendremos muchas noches – hasta luego Javier
-
Hasta luego y
empezar con buen pié en el nuevo hospital.
Jane
y yo fuimos lentamente acercándonos hacia la choza que constituía la joya de la
corona y allí nos esperaba con la mejor de sus sonrisas Ethel, la directora
general del quirófano como la llamaba cariñosamente Jane y nos enseñó las
diferentes cajas de instrumental que entre ella y yo habíamos ordenado
anteriormente. Hicimos un breve recorrido por el quirófano y por la zona de
hospitalización que estaba limpia como los chorros del oro. Las camas, diez en
total, estaban alineadas perfectamente con las sábanas colocadas y una flor en
cada almohada.
-
¿Y esto? – me
quedé observando aquella flor de vistosos colores
-
Es la flor de la
felicidad que le llaman aquí – Jane se colocó una entre su pelo y el pañuelo
que la cubría - ¿qué tal me queda?
-
Mejor imposible,
pero en el quirófano te la quitas
-
Por supuesto - me
miró como queriendo saber quien es la que mandaba en el recinto quirúrgico - ¿has
visto como huele?
Acerqué
la flor a mi nariz y efectivamente tenía un olor muy característico, yo no era
un experto en ese tipo de flores y mucho menos en su olor, pero me parecía que
provocaba una sensación como muy placentera. Al parecer se daba muy bien por
los alrededores de la misión y Ethel las traía en muchas ocasiones cuando
volvía de su aldea. Le propuso que buscara diez recipientes y colocara una en
cada uno de ellos colocados en las respectivas mesillas de noche y así lo hizo
porque cuando volvíamos para ir a la consulta, ya estaban las flores, me
dijeron el nombre pero no me enteré, en
sus respectivos jarrones, unos vasos de los que utilizaban para servir el agua
en los comedores escolares. Las soluciones rápidas son siempre las más
sencillas. La sonreí agradecido y ella me la devolvió por la confianza
depositada. Estaba seguro que habíamos escogido la mujer adecuada para llevar
todo el hospital excepto lo que representaba la parte más profesional y esa le
correspondía sin ninguna duda, a Jane Chesterplace, “la Señorita Jane” como la
llamaban todos y todas las que trabajaban a su servicio.
Jane
y yo nos sentamos en nuestros respectivos asientos y María, nuestra ayudante
hizo una señal para que entraran los dos primeros, mientras todos los
demás se pusieron lentamente en en fila
logrando conseguir una fila uniforme para esperar pacientemente su turno. Por
experiencias anteriores, parecían muchos los pacientes pero la mayoría eran
familiares que acudían acompañándoles durante su espera. Allí había familias
enteras con los niños, abuelos, padre y madre y hasta algún nieto que se
quedaban en la puerta respetuosamente hasta que Jane o yo les indicábamos que
pasasen para alguna explicación. Varios de los pacientes que vi los apunté en
el cuaderno de quirófano para avisarles cuando les tocara, con las bromas ya
teníamos unos doce lo que me obligaría a dejar de pasar un día de consulta. Lo
malo es que cuando yo no estuviera porque estaba en quirófano, tampoco estaría
Jane porque tenía que ayudarme. En fin, ya pensaremos alguna solución, pero es
un tema complejo que habrá que estudiarlo con detenimiento para llegar a una
fórmula en la que todos estemos de acuerdo.
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