sábado, 26 de enero de 2013

EN LO MEJOR DE LO PEOR. CAPITULO 1



Queridos blogueros/as: Ahí va el primer capítulo de esta nueva novela y espero que os guste. No tiene nada que ver con todo lo escrito anteriormente, a mi me parece que es como mas seria y tengo que reconocer que el final es sorprendente. A mi me gusta.

 En fin, como siempre espero vuestras opiniones y dos o tres blogueros/as nuevos que dicen que me van a leer que escriban aunque solo sean dos palabras, solo  para saber que se apuntan a esto de leer todos los sábados.

Los capítulos están repartidos un poco a su caer y salen 23 o 24, o sea que tenéis en lo mejor de lo peor para una buena temporada.

Un abrazo para todos

Tino Belas








EN LO MEJOR DE LO PEOR





Febrero 2011































CAPITULO 1.-


Juan la miró a los ojos y le dio un beso en la mejilla

-          Gracias Ana. Soy feliz y para llegar a esta situación tú has tenido muchísimo que ver.

Ella contemplaba el horizonte. El sol todavía estaba en lo mas alto emitiendo una luz que le obligaba a entornar los ojos mientras que alguna nube lejana trataba de ponerse en el medio. Hacía calor, mucho calor y las gotas de sudor resbalaban por su frente. Parecía mentira pero llevaban casi un año viviendo en el pueblo y ahora si podía decir que estaba a gusto, pero los primeros meses se le hicieron interminables y la que mas influyó  fue Jacinta, la mujer del cabrero, que con su inteligencia natural la hizo darse cuenta de muchas cosas que no tenían ningún valor, aunque ella se lo había dado durante todos los años en que vivió en la gran ciudad.

Aquella manía que le había dado a Juan, su marido, de vivir con la luz del día al principio, le pareció una locura pero ya se había acostumbrado y en su casa del pueblo casi nunca se encendía la luz. Es mas, Juan, en la reforma que tuvo que realizar para adecentar aquella casa solitaria, situada a tres kilómetros del pueblo mas cercano, no es que se olvidara de poner los plomos, eso no, si no que los colocó, mejor dicho los mandó colocar porque su marido era un manazas para las cosas del hogar, nada mas y nada menos que a la entrada de la bodega, en el sótano de la casa, con lo que cuando se iba la luz, cosa que ocurría con cierta frecuencia, resultaba muy incómodo bajar a tan extraño lugar y pasaban la noche sin luz.

Ana se sentó en una roca al borde del camino debajo de un castaño de grandes dimensiones y con el pié empezó a remover una especie de huevo rodeado de pinchos y después de unos minutos y romperse la cáscara, aparecieron tres castañas en su interior. Repitió la operación con otras próximas y al final tenía uno de sus bolsillos hasta arriba de castañas.

-          ¿Quieres una?
-          No, gracias, casi preferiría seguir caminando.
-          Venga Juan, no seas pesado ¿no me decías hace un segundo que en la vida nunca hay que tener prisa,
-          Tienes razón -  Juan asintió con la cabeza – llevamos unos meses aquí y todavía no me acostumbro a vivir sin reloj -El marido dejó caer la bici en el medio del camino y se sentó a acompañar a Ana su mujer - ¡Que viejo estoy Dios mío, tengo todo el cuerpo molido y solo llevamos media hora. Si lo llego a saber le digo a Joaquín que quedamos en nuestra casa.
-          No exageres que tampoco es para tanto – Ana sacó una cajetilla de Winston del bolsillo superior de su camisa, se acercó el pitillo a los labios, lo encendió con un mechero verde, aspiró el humo con fruición y lo dejo escapar por la nariz.
-          ¿No decías que ibas a dejar de fumar?
-          Si, si que lo decía y algún día lo haré, pero de momento prefiero esperar.
-          ¿Esperar a que?
-          Yo que se, esperar a encontrarme mal, a tener mas años, a tener mucha tos, a que se me pongan los dedos amarillos, sabe Dios, el caso es no dejarlo porque en el fondo el tabaco será malo, eso no lo discute nadie, pero es maravilloso. Por ejemplo este pitillo – Ana se lo puso delante de sus ojos – me está sabiendo a gloria.
-          Llevamos no se cuantos años casados y este tema lo hemos discutido miles de veces.
-          Si, una forma como otra cualquiera de perder el tiempo porque uno como tú que no ha fumado en su vida no puede entendernos a los fumadores
-          Ya, bueno, que le vamos a hacer – Juan se levantó y sujetó la bici por el manillar - ¿seguimos?
-          Venga vamos porque si no te va a dar algo – Ana se levantó, se ajustó el pantalón y comenzó a caminar lentamente.

Las botas llenas de polvo reiniciaron el camino dejando unas huellas marcadas en la parte central, mientras la bici también contribuía a definir el camino con las marcas de sus ruedas bien inflamadas.
Continuaron avanzando lentamente hacia un conjunto de casas que se adivinaban en la lejanía. En cuanto aparecía la mas pequeña cuesta se bajaban de la bici y caminaban cogidos de la mano con los dedos entrelazados como dos jóvenes enamorados. Lo que parecían varias casas y según se iban acercando se transformaba en un cortijo en el que un conjunto de viviendas se incluían en el perímetro de un alto muro con una sola entrada. La puerta era de maderas ajadas por el paso de los años. Un candado oxidado sujeto a una cadena de gruesos eslabones se encontraba colgado de una aldaba que representaba a dos espuelas unidas por una fusta de color marrón oscuro. La puerta, con sus dos hojas, estaba abierta de par en par, una pequeña columna de humo salía por una de las chimeneas pintadas de un blanco inmaculado y allí sentados en unas sillas de enea con asientos de paja estaban los dos únicos habitantes de esta pedanía que no eran otros que Joaquín y Jacinta. El era un cabrero de toda la vida y ella su compañera desde que ambos tenían quince años. No tenían hijos, pero si llevaban a gala el haber tenido nueve embarazos, de los cuales siete habían terminado desgraciadamente en abortos y dos habían sido, según Don Felipe el Médico, embarazos psicológicos. El viejo galeno solamente había tenido oportunidad de asistir al séptimo aborto en que dio la casualidad que pasaba por allí en su viejo caballo y al oir los gemidos de la Jacinta se bajó y la pudo ayudar en un parto de un niño de cuatro meses que naturalmente nació muerto. Joaquin lo enterró en la misma fosa en que había enterrado a todos los anteriores. En ningún caso, aquella situación fue motivo de tristeza porque lo mismo que los embarazos de sus cuarenta y tantas ovejas no llegaban a término y no pasaba absolutamente nada, con ellos tampoco habría problemas. Esa noche o cualquier noche se ponían a la tarea y Jacinta se quedaba otra vez en estado de buena esperanza.

La pareja se levantaron, él se alisó el pantalón y ella la falda, ante la llegada de Juan y Ana. Era una visita esperada y muy bien recibida. Los dos matrimonios se veían poco, a pesar de ser los vecinos mas próximo en el enorme valle, pero sus vidas eran diametralmente opuestas y aunque desde el primer día se estableció una corriente de amistad tuvieron que pasar varios meses para que se considerasen amigos de los de verdad. Al principio, Joaquin era como un empleado de Juan, le ayudaba en todo lo relacionado con la casa, se encargaba que los obreros no cejaran en su empeño de terminar lo antes posible para que aquel señorito de la capital se instalara lo mas pronto posible en esa casa situada en un lugar perdido de un hermoso valle entre las comunidades autónomas de Extremadura y Castilla la Mancha.

Juan y Ana iban de sorpresa en sorpresa con aquel matrimonio genuinamente campesino. Todos los fines de semana compartían horas y horas y Juan admitía muchas de las ideas de Joaquín para que la casa le resultase mas habitable. De esta manera se convenció que la cocina tenía que ser de leña y estar próxima a la puerta porque la leñera debería estar justo pegada a la entrada. También que con un cuarto de baño era suficiente en la planta principal de la casa y dejar la posibilidad de adecuar otro en la bodega si es que hiciera falta alguna vez, pero que para ellos dos solos era un poco absurdo tener dos cuartos de baño. La chimenea también fue objeto de discusión y así decidieron que se colocaría donde estaba el hogar primitivo, mejor no cambiarla porque con las casas de pueblo pasa como con los pequeños pueblos que siempre están ubicados en los mejores sitios al abrigo de los vientos de los largos inviernos.

Joaquin y Jacinta, los propietarios del cortijo, saludaron efusivamente a sus invitados y se sentaron en las sillas a la espera de que el sol abandonara su privilegiada situación. Con la llegada del atardecer entrarían en la primera de las casas que era el domicilio habitual de aquel cabrero conocido en toda la comarca por haber dispuesto, de eso hacía muchos años, del mayo rebaño de la provincia que manejaba él solo con la única ayuda de cuatro perros que controlaban a las ovejas siguiendo las instrucciones de Joaquín que siempre les ordenaba a través de agudos silbidos. El cabrero se había pasado toda la vida en aquel valle, sus padres habían nacido allí, su cine era el mas grande de todos porque tumbado en suelo era nada mas y nada menos que todo el firmamento, su transporte por el valle eran sus dos musculosas piernas que soportaban las largas caminatas campo a través con el numeroso rebaño, sus cuadros eran los paisajes que llenaban todo y sus olores las cagadas de sus ovejas. Solamente había salido una vez del valle y fue con motivo de la llegada a Cáceres del primer ministro americano que fue con la idea de comprar, piedra a piedra y a muy buen precio, la ermita de Santa Eulalia. El gobierno fletó autobuses que fueron recogiendo por todas las aldeas a sus habitantes y los llevaron a la capital. Allí les invitaban a un bocadillo de jamón y un refresco, mientras los habitantes de aquellas aldeas observaban con la boca abierta como se agrupaban las tiendas en la calle Real. Después los colocaban a ambos lados de la amplia avenida, la comitiva pasaba a toda velocidad con sus enormes coches americanos, aplaudían a rabiar, los volvían a introducir en sus respectivos autobuses y los devolvían a su lugar de procedencia. A Joaquín no le gustó la experiencia, mucho ruido, mucha  prisa, mucha gente y excesivo jaleo. Decidió que como en el pueblo no se estaba en ninguna parte y desde entonces no había vuelto a salir para nada

Una vez a la semana se lavaba entero y para eso utilizaba a la Jacinta que, subida en una silla, echaba el agua procedente de una regadera sobre el cuerpo desnudo de su compañero de tantos años quien se mantenía firmes con los piés dentro de un barreño, enjabonándose con fruición. Conoció a Jacinta en el valle, se ennoviaron en el valle, engendró a todos sus hijos en el valle aunque ninguno llegara a vivir, mantenía interminables conversaciones con sus ovejas en el valle, su soledad transcurría en el valle y su muerte sería, si Dios no lo remediaba, en el valle ¿necesitaba algo mas? Sentados en aquellas sillas bajas en medio del amplio patio y protegidos del intenso sol por una cornisa del segundo de los edificios, Juan y Joaquín se encontraban enzarzados en una profunda reflexión sobre la vida en el campo y en la ciudad mientras Ana y Jacinta hacían punto con gruesas lanas de vistosos colores

-          Como aquí no se vive en ningún lado y si no que se lo pregunten al Nicasio que se fue a la capital y en menos de un año estaba de vuelta. No se lo que pasaría ni donde se metió pero siempre decía que en la ciudad no se podía respirar.
-          Bueno, bueno – Juan se movió en la silla – tampoco hay que exagerar. Si que es cierto que en cualquier ciudad el aire está contaminado y se respira cantidad de humo, entre otras cosas por tantos coches como circulan por sus calles, pero tanto como decir que no se puede respirar me parece una exageración.
-          Bueno, pero no me negará  que se vive peor.
-          Joaquín, es la última vez que te digo que no me trates de usted ¿de acuerdo? Ahora soy uno mas en el valle ¿no?
-          Vale, vale – Joaquín se quitó la boina dejando al descubierto una incipiente calva de color blanco nacarado que contrastaba con el moreno del resto de la cara – si yo quiero llamarte de tu pero, sin darme cuenta se me escapa.
-          Pues inténtalo porque ya somos vecinos.
-          Eso es verdad y quien me lo iba a decir a mi – el cabrero le golpeó con la mano la rodilla de su visitante – que iba a tener por vecino a un señorito de la capital.
-          Ya estamos otra vez, joder Joaquín eres un pesado. Yo era, efectivamente, un señorito de la capital como dices pero de eso hace ya mas de siete meses ¿te das cuenta?
-          ¿Ya hace siete meses? Como pasa el tiempo. Parece que fue ayer cuando apareciste por el pueblo con aquel cochazo ¿te acuerdas?
-          Claro, como no me voy acordar – Juan presumía de tener una buenísima memoria – entre otras cosas porque a partir de aquella primera visita tuve que vender el Chevrolet
-          ¡Ah si! Eso no lo sabía.
-          Pues si, Joaquin si, así fue. A la vuelta se averió, lo tuve que dejar en un taller de Talavera y cuando me dijeron el presupuesto salía mas caro el arreglo que el coche y por eso me cambié al todoterreno.
-          Y menos mal porque por estos caminos y mas en invierno no hay quien pase con un turismo normal.
-          Sin embargo, ahora está en el garaje y nuestro medio de transporte es la bicicleta que es lo mejor. Haces un poco de deporte, no gastas gasolina y encima la aparcas en cualquier sitio, mas no se puede pedir pero si lo pensamos fríamente quién nos ha visto y quien nos ve.

Ana dejó la labor en su regazo y miró hacia donde estaban sentados los dos hombres

-  Y tú que lo digas marido, toda mi vida en la ciudad, prácticamente sin bajarme del coche y ahora en bicicleta a todas partes. ¡A la vejez viruelas!
-          Si, si, - Juan hizo un inciso en la conversación – pero tienes que reconocer que estamos aquí porque a ti te encantó todo esto, ¿dí que no?
-          Claro que me gustó, a quien no le gusta, pero tampoco me dejaste muchas salidas porque en menos de dos semanas con la ayuda de ese – señaló con su dedo índice al cabrero - ya estabas mirando casas.
-          ¡Que te lo crees tu! – Juan recordaba tantísimas fotos que había ido guardando de aquellos lugares que le gustaban como para jubilarse en ellos. Durante muchos meses, bueno sin exagerar fueron un par de semanas, pero sin dar ni una sola pista a su mujer, había ido recopilando una amplia información que le suministraban, sobre todo, las comunidades de Extremadura y Castilla La Mancha. Desde su oficina de la capital hablaba con distintos alcaldes y de esa manera cuando llevó a su mujer a Aldeanueva de los Conquistadores ya sabía que su jubilación estaba allí – en lo  que si tuvimos muchísima suerte fue en conocerte a ti, Joaquín, porque si no llega a ser por ti, todavía estaríamos discutiendo el precio de la casa.
-          Yo creo que “el Carretas” si te la hubiera vendido, pero dos o tres veces mas cara – Joaquin esbozó una sonrisa dejando ver unos dientes huérfanos de cuidados – lo mejor fue la cara que puso cuando te vió aparecer en el Notario.
-          Si que es verdad – Juan parecía que estuviera recordando algo sucedido el día anterior – si no es por ti no cerramos el negocio ni de coña.
-          Ya, pero la gente tiene que ser honesta y no vale si la casa cuesta cuatro que la vendas por ocho porque el que pregunte sea de la capital.
-          De todas manera yo hubiera pagado eso y mucho mas porque el sitio me pareció maravilloso.
-          Si, pero “el carretas” y yo nos dimos la mano por dos millones y medio de pesetas y cuando dos hombres que se visten por los pies se dan la mano es que están de acuerdo y eso en los pueblos es una verdad como un templo.
-          En eso tienes razón y al que la tiene hay que dársela.

Ana se acercó por detrás y se entrelazó con sus brazos al cuello de su marido como si fuera una serpiente

-          ¿Se puede saber a que hemos venido aquí? Si nos vamos a poner románticos me voy a mi casa
-          Venga mujer que esto no es para ponerse romántico ni nada , sino simplemente recordar lo que nos costó la compra de nuestra casa.
-          Si – Joaquín insistía – cuando te vio en la Notaría me dio con el codo y me preguntó que hacías allí. Yo le contesté que eras amigo mío y que te ibas a venir a vivir a la casa que le ibas a comprar. El insistía en subirte el precio y todo por culpa de tu coche que era tan grande porque su dueño era rico y le tuve que convencer a base de decirle que te habías tenido que venir de la ciudad porque los negocios te habían ido mal y no te quedaba mas remedio que vender tu casa de la capital y comprarte otra en el pueblo. Yo creo que ese razonamiento le hizo ablandarse y por eso firmó
-          Pues no sabes el favor que nos hiciste ¿verdad Ana?
-          Si, porque estamos encantados y con estos vecinos todavía mas.
-          Muchas gracias Doña Ana. Ya sabe que nos tiene siempre a su disposición.
-          Menuda suerte tuvimos – Juan se acordaba de la negociación – porque yo vendí mi casa de la Moraleja en casi quince millones de pesetas y compramos la nuestra por dos y medio, casi uno de arreglos y me ha quedado una casa maravillosa.

Joaquín se levantó con lentitud, acercó un recipiente de bronce y lo colocó en un tridente encima del fuego. Lo llenó de agua e introdujo en él un puñado de castañas – receta de la casa – exclamó mientras removía las brasas. Juan se acercó  y pudo observar como comenzaba a hervir el agua y las castañas se iban haciendo lentamente. Introdujo una cuchara de madera y sacó tres o cuatro que las dejó sobre la balda de mármol de la vieja cocina.

-          ¿Estarán hechas?

Joaquín apretó una con esos dedos rudos de trabajar en el campo, la abrió con  un navaja y afirmó:

-          Yo creo que si
-          Pues venga vamos a comérnoslas que tienen una pinta estupenda
-          Y pa luego es tarde.

Los cuatro se afanaron en ir pelando y comiendo esas castañas que unas horas antes se encontraban a los pies de los castaños de los bosques próximos.



viernes, 18 de enero de 2013

DE ILUSION TAMBIEN SE VIVE. CUENTO DE NAVIDAD


Queridos blogueros/as: Esta vez, si os parece, vamos a hacer como en esos restaurantes de alto standing que entre plato y plato nos sirven un sorbete para diferenciar los sabores. Este es el motivo por lo que ahora publico en el blog un cuento que escribí para la Navidad hace ya unos cuantos años. Me da la impresión que los Belascoaínes ya lo habéis leído, pero como no lo se seguro, ahí va y espero que os guste.

La próxima semana empezaré, como siempre por capítulos, una nueva novela, algo mas corta que la Enfermera Rural, que espero que os entretenga. Lo que si que se seguro es que no se parece absolutamente en nada y que está escrita hace poco, con lo cual se supone, aunque es mucho suponer, que está mejor escrita que todas las anteriores. Os adelanto que el título es "EN LO MEJOR DE LO PEOR" y así os váis haciendo a la idea de que va

Lo dicho, espero que este cuento os guste, porque eso de pensar no viene mal aunque sea solo de vez en cuando

Un abrazo

Tino Belas








DE ILUSION TAMBIEN SE VIVE


CUENTO DE NAVIDAD































F. BELASCOAIN

DICIEMBRE 2007






 



CAPITULO 1..-


-  Abuelo: ¿me cuentas un cuento?
-         ¿Ahora?
-         Si, si, ahora – el nieto se sentó en las rodillas del anciano que con ambas manos sujetaba el bastón que era parte de su vida desde hacía unos años - ¿porqué no me cuentas el que le escribiste a mi madre?
-         ¿Y cuando le he escrito yo un cuento a tu madre?
-         No lo se, abuelo, pero debió ser hace muuuuucho tiempo porque dice que te dieron un premio en el colegio.
-         ¿Qué me dieron un premio?
-         Eso dice.
-         Pues no se, pero si me lo dieron en el colegio efectivamente tiene que ser hace muchos años.
-         Si, pero ella dice que le pareció tan bonito que todavía se acuerda.
-         ¿Y no lo tendrá guardado en algún cajón?
-         Dice que no.
-         Si dice que no, será que no ¿no te parece?
-         Claro.
El abuelo despeinó a su nieto introduciendo los dedos en su cabellera rubia. El niño de unos seis años de edad, ojos grandes, pestañas largas, niqui azul clarito, pantalones azules largos y deportivas, se levantó de las piernas de su abuelo donde estaba sentado para devolver de una fuerte patada un balón que venía rodando desde un partido de futbol que otros niños, algo mas mayores, estaban disputando unos metros mas allá.
El abuelo le miraba con envidia
-         Muy buen toque de balón, enano, se nota que has heredado lo bueno de tu padre.
El niño se quedó mirando a su abuelo que desde la silla de plástico de la terraza donde estaba sentado no perdía detalle de las fintas y regates de los otros niños.
-         Abuelo
-         Dime, chavalín.
-         ¿Tu de pequeño jugabas al futbol?
-         Si.
-         ¿Y eras bueno?
-         Si, no era un fenómeno pero le daba bastante bien.
-         ¿Y jugabas en el colegio?
-         Claro, mira, yo estudiaba en los Jesuitas y había dos equipos, uno de pequeños y otro de mayores y yo fui de los dos.
-         O sea, que jugabas muy bien.
       -    Si, no era malo.

El niño desde su estatura observaba como su abuelo se iba agrandando. Tenía suerte de tener ese abuelo que había sido futbolista y encima contaba cuentos. ¡que suerte!. El niño solo sabía los cuentos de siempre, Pulgarcito, La Cenicienta, Blanca Nieves y los siete enanitos, los tres cerditos y alguno mas, pero los que mas le gustaban era los que se inventaba su abuelo y muchas veces le pasaba que no sabía si eran historias inventadas o no.
-         Abuelo ¿pero es verdad que tu estuviste en una guerra?
-         No, yo no, pero tu lo preguntas por el cuento ese que le escribí a tu madre ¿no?
-         Si, mi madre no se acuerda muy bien, pero si que era algo de unos niños que no comían y se pasaban a España y los devolvían al poco tiempo o algo así.
-         Bueno, no era exactamente como tu lo cuentas y no me acuerdo muy bien del final, pero si que el cuento empezaba en un desierto de Africa donde vivian unos niños en un pueblo sin nombre y no tenía nombre porque no era ni pueblo como lo conocemos ahora. Eran unos niños nómadas
-         Unos niños ¿qué? – la expresión del niño era de absoluto desconocimiento.
-         Se llaman nómadas porque no tienen un lugar fijo donde vivir. Van con sus familias de pueblo en pueblo y venden cosas o se dejan fotografiar por los turistas o ayudan en las labores del campo, pero son nómadas porque nunca están mas de cuatro o cinco meses en cada pueblo y en cuanto pueden se van a otro.
-         ¿Y no tienen casa?
-         Si, si que la tienen, lo que pasa es que no es como las casas que tu conoces, son mas pequeñas, hechas con lonas y restos de maderas de cualquier sitio y por eso las podían desmontar y llevárselas a otro pueblo
-         ¿Y no tenían ordenador?
-         ‘Que va! – el abuelo soltó una sonora carcajada – se podía decir que no tenían nada de nada, unas cazuelas para cocinar, algunos sacos para la ropa y nada mas
-         ¿Y hambre? ¿Tenían hambre?
-         Como vivían de lo que les proporcionaba la madre naturaleza, unos días si y otros no y si, por ejemplo, era época de caza, entonces les sobraba comida que la guardaban para el invierno
-         O sea que en vez de ir al Carrefur iban  de caza y volvían con la comida ¿es eso?
-         Exactamente eso es, aunque en el desierto no hay todo lo que uno quiere pero si muchas de las cosas que luego están en las tiendas

El niño miraba a su abuelo con los ojos como platos, no perdía ripio de la conversación y en su imaginación se veía transportado a una gran caravana que discurría placidamente por la arena blanca del desierto, sin enfermedades, sin preocupaciones, sin horario, sin colegio y sin la Institutriz que le hacía la vida imposible. El abuelo empezaba cualquier cuento y luego lo iba adornando según las preguntas del niño sin perder de vista que era el niño el que marcaba el camino a seguir. Su imaginación era tan grande que no tenía límites y solo se dejaba  guiar cuando el tema se iba agotando.

Los niños del desierto formaban parte de una caravana que tenía previsto llegar a Melilla en unos dos meses pero todo dependía de las condiciones atmosféricas. Si llovía el ritmo sería mas lento e incluso tendrían que quedarse en algún lugar varias semanas, pero si no continuarían su camino hasta la ciudad española del Norte de Africa y desde allí intentar pasar a la peninsula e ir en busca del resto de familiares que se habían asentado en las proximidades de la Capital de España.
       -  ¿Y tardaron mucho?
-         Espera, espera que todavía no han salido. De momento, la caravana estaba formada por treinta y cinco personas, once camellos, algunas cabras que les proporcionaban leche, dos asnos y mucho calor, sobre todo mucho calor. Estaban en un poblado en el centro del desierto.
-         Abuelo ¿podían ir al cine?
-         No, Ibrahim que era el mayor de los nueve niños que iban en la caravana, era el único que conocía el cine porque había estado una semana de acogida en Francia pero el resto de niños no sabían ni lo que era.
-         Abuelo ¿y se lo pasaban bien?
-         Yo creo que si, pero de una manera diferente a como lo pasáis vosotros – el abuelo de vez en cuando interrumpía la narración para darle como un aire de mas misterio – ellos se divertían con la naturaleza no como tu que en cuanto llegas a casa coges “la play” esa o como se llame y cuando te aburres ves la tele. Ellos todas esas cosas no las podían hacer porque no las tenían, pero tenían  otras que tú no tienes, por ejemplo tiempo.
-         ¿Qué tienen tiempo? ¿y eso para que vale? – el niño no entendía absolutamente nada.
-         ¿Qué para que vale el tiempo? – el abuelo cerró los ojos y durante unos segundos pensó en lo bueno que hubiera sido si en su vida hubiera tenido mas tiempo. Fueron unos segundos pero suficientes para darse cuenta del poco tiempo que había tenido para disfrutar de cosas tan normales como pasear, ver el vuelo de un pájaro, admirar un paisaje, leer, oir la radio, charlar con los amigos, visitar algún museo, hacer algún viaje, pensar en si mismo con el simple mecanismo de mirarse hacia dentro. Miles, millones de cosas que si hubiera tenido tiempo o lo hubiera aprovechado mejor las hubiera realizado y sin embargo, habían pasado ochenta y dos años y ahora si que de verdad le quedaba poco tiempo, muy poco.
-         Abuelo – el niño le tiró de la manga – ¿te has dormido?
-         No, no – el abuelo abrió los ojos inmediatamente – me estaba poniendo en situación para seguir con el cuento ¿por donde iba?¡ ah si! Ya me acuerdo. Estaba la caravana en un desierto ¿verdad?
-         Si
-         ¿ Tu como te imaginas una caravana de camellos?
-         ¿Yo? – el nieto estuvo unos segundos pensando y respondió – pues igual que la que monto yo en el nacimiento pero con mas camellos.
-         Muy bien, pero lo mas importante no es la caravana como tal sinó la gente que la forma. Por eso te decía lo del tiempo. Treinta y tantas personas, algunas sentadas en un camello pero la mayoría andando por un terreno de arena muy blanca, blanda, caliente durante el día y fría por las noches, subiendo y bajando dunas constantemente y con mucho calor y mucho frío por eso los que viven allí llevan mucha ropa ¿lo sabías?
-         No
-         ¿Tu no has visto peliculas del desierto?
-         No
-         Bueno, pues en las peliculas se ven como van forrados de ropa y de muchos colores y debe de ser  para diferenciarse del paisaje que es todo igual. Otra cosa que se me olvidaba decirte es que los de la caravana son todos familia, va un abuelo varios hermanos, algunas chicas jóvenes , cuatro niños y dos mas que se les unieron en el único oasis que había por allí, donde estuvieron dos días.
-         ¿Se encontraron unos niños?
-         Si, se llaman Sami y Kuma, son dos niños negritos que sus padres los abandonaron.
-         ¿Se fueron y los dejaron solos? ¿de verdad?
-         Si, aunque parezca mentira así fue. Desgraciadamente por el mundo adelante hay muchas cosas que no se entienden pero que ocurren y menos mal que la caravana pasó por allí que sinó se hubieran muerto de hambre y de frío
-         Esos niños tuvieron que pasar mucho miedo ¿verdad abuelo?
-         Seguro que si, pero fueron muy listos porque ¿sabes una cosa que hicieron?
-         No se – respondió el nieto
-         Pues fíjate para lo que vale tener suerte. Se quedaron solos y se pusieron a llorar hasta que Sami que era un poco mas mayor que su hermano lo cogió de la mano y le dijo:
-         Kuma: tenemos que dejar de llorar y buscar comida porque sinó nos vamos a morir.
-         Ya, pero yo quiero que vengan Papá y Mamá – respondió el pequeño entre sollozos
-         Y yo también – Sami trataba de animar a su hermano – seguro que están buscando comida para nosotros y pronto volverán, pero mientras tanto tenemos que hacer algo ¿ves aquellas palmeras?
-         Si – contestó entre sollozos.
-         Vamos hasta allí, trepamos como hacíamos en nuestra aldea y buscamos algún coco para comer.
-         Bueno, vamos – Kuma seguía con lágrimas en los ojos – pero cogemos dos o tres y nos volvemos para estar aquí cuando vengan Papá y Mamá.
-         Venga y deja de llorar.

Llegaran al lugar donde estaban las palmeras y cuando Sami estaba en  lo alto de una de ellas, apareció un orangután
-         ¿Un que abuelo?
-         Un orangután ¿no sabes lo que es?
-         No – respondió el nieto
-         Un mono
-         Ya se, abuelo, como Amedio el de mi mono Amedio y yo de los dibujos animados de la tele ¿no?
-         ¡Yo que se! Si tú lo dices será o tambien como Chita la mona que iba siempre con Tarzán, bueno el caso es que apareció el orangután y Kuma viendo que intentaba agarrarle empezó a trepar por la palmera donde estaba subido su hermano
-         ¡¡Socorro, Sami, socorro!! – gritaba mientras subía por el tronco lo mas deprisa que podía – socorro que me quiere comer.
Sami que oía los lamentos de su hermano desde lo alto de la palmera, asomó la cabeza entre las ramas y al ver que el orangután casi agarraba una pierna de su hermano, le tiró con fuerza un coco con tanta fortuna que le dio en toda la cabeza y le hizo caer al suelo
-         ¿Y lo mató?
-         Si, bueno, si o no, eso no se puede saber. A lo mejor lo mató del cocotazo en la cabeza o a lo mejor se mató el solo al caerse, pero el caso es que se mató y al bajar, entre los dos le quitaron la piel y se la llevaron y fíjate si les sirvió de mucho que cuando volvían para esperar a sus padres, les seguía un león joven con una melena muy grande.
-         ¡Un león! – el nieto con los ojos como platos trataba de ponerse en situación y entonces Sami que para eso era el mayor se envolvió en la piel del orangután, se daba golpes en el pecho y chillaba como un loco hasta que el león se asustó y se marchó.
-         ¿Y no se los comió?- preguntó el nieto
-         Pues no, porque los leones parecen muy valientes pero en cuanto alguien se les enfrenta resulta que son unos cagones

El nieto, todavía inquieto ante la situación vivida, se removió en las rodillas del abuelo
-         Abuelo: que cuentos mas bonitos te sabes.



CAPITULO 2.-

El abuelo se llenó de orgullo y continuó con el relato

  Cuando Sami y Kuma llegaron a la zona del desierto donde deberían estar sus padres, se encontraron con unos mercaderes que habían montado sus tiendas para pasar la noche.
Un poco mas lejos, cuatro niños sentados en el suelo, escuchaban las explicaciones de un señor mayor que les indicaba con una vara hacia donde tenían que mirar. Se trataba de un árabe muy mayor, de poco pelo y mucha barba muy blanca que le hacía todavía mas viejo.

-         ¿Era un abuelo como tu?
-         Si, pero mucho mas viejo

Sami y Kuma se acercaron y el que hacía las veces de Maestro les indicó por señas que se sentaran y continuó con sus explicaciones:

-         Por allí – señaló con la vara hacia el norte – está el mar, vosotros no lo conocéis, pero lo veréis dentro de unos días cuando lleguemos a una ciudad que se llama Melilla.
-         Nosotros si que conocemos el mar – Sami y Kuruma levantaron la mano mientras los otros niños los miraban con curiosidad
-         ¿De donde habéis salido?
-         Venimos de aquellas palmeras, de coger cocos y estamos esperando a nuestros padres que han ido a buscar comida – respondió Kuma
-         ¿Y como os llamáis? – preguntó el maestro
-         Yo Sami y este que es mi hermano pequeño Kuma.
-         Muy bien, Sami y Kuma – el viejo los miró con simpatía - ¿y de donde sois?
-         De un pueblo de Zambia que se llama Kukula ¿lo conoces?
-         No – respondió el maestro – pero seguro que es muy bonito porque me habéis dicho que tiene mar ¿no?
-         Si, tiene una playa de arena casi tan blanca como la del desierto y hay barcas para ir a pescar y los niños tenemos la escuela casi en la playa y entre clase y clase nos vamos a bañar y y y
-         Un momento, un momento – el abuelo que hacía de profesor con su larga barba blanca, sus arrugas profundas alrededor de los ojos, sus labios agrietados por el calor del desierto y su vara de mando en su mano derecha, los mandó callar – aquí tenéis un ejemplo de lo que estábamos hablando. Los véis, fijaros bien – los otros niños se les quedaron mirando mientras Sami y Kuma se agarraban de la mano para sentirse mas seguros – como podéis apreciar su piel es distinta a la nuestra. Es negra y sin embargo sus ojos, sus orejas, sus labios, sus manos, sus piés y todo el resto del cuerpo es igual al nuestro ¿sabéis porqué?
-          
Los niños del desierto se miraron entre ellos y el que tenía unos ojos como mas oscuros y la piel como mas blanca contestó con determinación :
-         Porque somos iguales
-         Naturalmente esa es la respuesta – el maetro sacó una especie de sábana y con un carboncillo escribió “porque somos iguales” -  y eso ¿Qué quiere decir?
Todos los niños incluidos Sami y Kuma levantaron las manos a la vez
-  Uno  a uno, no tengáis prisa que tenemos todo el tiempo del mundo  - el maestro miró a todos los niños y al primero que le preguntó fue al que parecía mas pequeño. Era delgado, pura fibra, con pelo muy corto, moreno, nariz aguileña, mentón como muy prominente y labios pequeños que dibujaban una sonrisa permanente - ¿en que somos iguales?

-         ¿Puedo decir dos cosas? – preguntó el niño con ingenuidad.

-         Claro, puedes decir lo que quieras.

-         Bueno, lo primero es que si todos somos iguales todos hacemos pis por el mismo sitio

Todos los niños soltaron unas sonoras carcajadas

-         No, no os riáis que tiene razón ¿y que mas?

El niño pequeño de nombre Hassan se quedó pensando unos segundos y afirmó:

-         No se, pero si somos iguales todos deberíamos llevar chilaba y ellos no las llevan, o sea que tendrán mas frío que nosotros

Sami y Kuma se miraron y rapidamente se dieron cuenta de la diferencia. Ellos llevaban pantalones cortos y una camisetas bastante sucias mientras sus compañeros de aquella clase al aire libre lucían una primorosas chilabas. Otro de los niños se levantó y salió corriendo hacia la caravana de camellos y a los pocos segundos volvió con dos chilabas, se las dió a Sami y a Kuma que se las pusieron con enorme alegría y al cabo de unos segundos ya eran todos iguales. El maestro le hizo sentar nuevamente y les propuso un juego que consistía en agarrarse todos de las manos y a través de ellas pasar al de al lado alguna idea o un deseo pero siempre en plan positivo. Cuando el que hacía las veces de Maestro se colocó en el medio para dar inicio al juego, Kuma se soltó y se separó del grupo. Inmediatamente se levantaron Sami y otro niño lllamado Karim y se le acercaron para ver que le pasaba.

-         Yo no quiero jugar – Kuma no podía reprimir el llanto mientras Sami le pasaba un brazo por los hombros – yo lo que quiero es que vengan mi Papá y mi Mamá.

-         Ya verás como vienen enseguida y a lo mejor nos traen hasta algún regalo.

Karim se puso delante de Kuma y con dos dedos se bajaba los párpados inferiores y con otro dedo de la otra mano se apretaba la nariz mientras sacaba la lengua todo lo que podía y la movía de un lado para otro -¿sabes  quien soy? - Kuma se secó las lágrimas, y esbozó una primera sonrisa tímida y posteriormente soltó una risa franca y alegre.

El sol empezaba a mostrar síntomas de cansancio, sus ojos se iban lentamente cerrando mientras las estrellas hacían su aparición en el cielo. Por fin, el firmamento se despertaba, se abrían sus ventanas dejando paso a cientos, miles de estrellas que con su resplandor iluminaban todo el desierto. El viento que normalmente sopla con fuerza también había amainado como queriendo respetar el descanso de los pequeños y la soledad impregnaba hasta las piedras mas escondidas. El silencio era sobrecogedor, la sombras hacían acto de presencia en el compamento mientras los camellos rumiaban su fatiga despues de una agotadora jornada en la que tuvieron que transitar por cientos de dunas de empinadas cuestas .

Los niños dormían en sus improvisadas camas a ras de suelo, acunados por el ruido del silencio, mientras la noche continuaba su largo caminar con final en un nuevo día que comienza cuando duermen las estrellas y se despierta el sol lentamente. Vuelve el calor y los niños van abriendo los ojos para vivir una nueva jornada hasta llegar al tan ansiado destino de Melilla. Ibrahim, el mayor de todos, es el primero que se levanta, guarda todas sus pertenencias en un saco, se echa a la espalda un par de odres para llenarlos de agua y con ligereza y casi sin hacer ruido se dirige hacia el oasis. Sami tambien se ha despertado pronto y al ver que se levanta el otro niño, él hace lo mismo y comienza a andar unos pasos por detrás.
Ibrahim camina algo mas despacio y a los pocos minutos los dos niños caminan a la par

-         Buenos días, Ibrahim,.

-         Buenos días, Sami ¿has dormido bien?

-         Si, mas o menos – contestó – pero estoy preocupado por mis padres

-         Ya verás como hoy vienen, en el desierto son muy frecuentes las tormentas de arena y lo mismo se han retrasado un poco.

-         Ojalá sea eso porque si nó es que les ha pasado algo.

El nieto no pudo aguantar mas e interrumpió la narración del cuento

-         Abuelo ¿aparecen los padres?

-         ¿Tu que crees? – preguntó el abuelo.

-         No se pero yo quiero que lleguen porque sinó pobre Kuma

-         Pues no te preocupes porque apareceran. Eso es lo bueno de los cuentos. Te vas inventando lo que quieres y ya está. Tú quieres que aparezcan, pues mira que fácil. Ya han aparecido – el abuelo resolvió el tema de una manera absolutamente rápida – Ya están aquí. Kuma está feliz y Sami vuelve del oasis con los odres hasta arriba de agua.

El desayuno se hace con todos alegres. Los padres de los niños se hacen amigos enseguida y se cuentan cosas de sus vidas pasadas. Todos han sido felices a su manera y ahora se desplazan para que sus hijos crezcan en un ambiente de mas dinero, menos hambre, mas hospitales, mejores prestaciones sociales, en definitiva, buscando una mejor calidad de vida. El mayor de la caravana, el abuelo, el que hace las veces de Maestro y como de Jefe para el resto se sitúa en el centro de la reunión, manda a los niños a jugar y ya solo con los mayores empieza una especie de charla didáctica,  mas que clase, para tratar de animarles a continuar el camino hasta Melilla en donde algunos amigos les han asegurado que encontraran un buen empleo.

En el caso de los mayores del desierto la ilusión brilla en sus ojos. Los familiares que les han precedido ensalzan y no paran la manera de vivir en una gran ciudad, pero en el caso de los padres de Sami y Kuma ¿Cuál era la motivación?

El padre, un hombre joven, bien parecido, con músculos prominentes, cintura estrecha y piernas bien torneadas trata de explicarse mientras los demás escuchan con atención

-         Nosotros no tenemos nada, absolutamente nada – afirmaba abriendo los brazos – por lo tanto no tenemos nada que perder. Teníamos familia pero en las riadas de hace dos años desaparecieron y lo único que nos queda son los dos niños, Sami y Kuma.  Todas nuestras pertenencias están en este saco. Nuestra casa desapareció después que una enorme ola arrasara todo y desde entonces vivimos en la playa  teniendo como techo el cielo, como suelo la arena, una pared el agua del mar y la otra la selva, es decir, que pasado no nos queda, presente nada de nada y lo único que nos queda es el futuro que, por muy malo que sea, nunca va a ser peor que lo vivido hasta ahora en que hemos pasado miserias, hambre hasta límites insospechados, guerras entre tribus que han diezmado la población, infecciones por todas partes y la gota que ha colmado el vaso han sido las terribles inundaciones de hace unos meses. Hasta entonces y aunque parezca mentira teníamos ilusión, ilusión de vivir, ilusión de ver crecer a nuestros hijos, ilusión por ver amanecer o por mirar las estrellas, nos sentábamos toda la familia  en la playa alrededor de una hoguera y éramos felices, pero ahora solo tenemos nuestros hijos y por ellos estamos aquí. Para ellos si que queremos un futuro mejor y en busca de él vamos.

-         ¿Y creéis que lo vais a encontrar? – preguntó el anciano

-         Seguro que si – contestó el padre con firmeza.

El anciano desvió la mirada hacia la madre que estaba sentada cabizbaja

-         ¿Tu tambien lo crees?

La madre, una negra de interminables ojos negros y con el reflejo en su cara de todas las penurias pasadas se expresó con una voz dulce y melodiosa:

-         No lo se, no lo se, de verdad que no lo se – su mirada se desplazo por todos los presentes – es una discusión que hemos tenido mi marido y yo y no estoy segura que el futuro vaya a ser mucho mejor. Yo no tengo estudios, ni he viajado por el mundo pero algunos de mis familiares si que lo han hecho y lo que me han contado no se si es bueno para nuestros hijos  A mi me gusta la vida del campo, siempre he vivido en él y si vamos a Europa parece ser que la gente vive en grandes ciudades donde el campo brilla por su ausencia. Me gusta tener mucho tiempo para hablar con mis hijos, jugar con ellos, disfrutar de su candidez, verlos crecer y todo eso, por lo que me cuentan, en las grandes ciudades es imposible porque se tarda mucho en regresar a casa despues del trabajo o del colegio, se habla poco por culpa de la televisión y las familias se ven menos todavía. En fin – la mujer se secó unas lágrimas que se deslizaban por sus mejillas – tanto sacrificio y a lo peor no sirve para nada, lo mismo les ofrecemos un futuro mejor y salen perdiendo. Se que tendrán mas dinero, eso seguro, pero tambien menos tiempo para gastarlo, a lo mejor un buen coche pero la playa lejos y lo peor de todo es que van a estar muy alejados de su lugar natural de vivir que es Africa.

-  Deja de pensar siempre en plan negativo – la interrumpió el marido – si conseguimos llegar a Europa, tendrán mas posibilidades. Mas dinero y por lo tanto serán mas felices.

El que hacía las veces de moderador intervino en la conversación:

-  ¿Seguro que por tener mas dinero van a ser mas felices?

-  Eso es lo que yo me pregunto – contestó la mujer

-  ¿Los que tienen mas dinero se mueren menos?

-  Se morirán igual, porque todos acabamos muertos, pero se mueren mas tarde – replicó el marido.

-         Es cierto que el dinero es de gran ayuda para disfrutar de la vida y que esta sea mas digna, pero en muchos casos lo que provoca es la ruptura familiar y la falta de relaciones con los que nos rodean, pero en cualquier caso todos estamos de acuerdo en que el dinero…………………….






CAPITULO 3.-


-         ¡Eh! ¡Eh! Papá, mamá, mirad, viene otra caravana.
-          
La voz de Sami alertó a los contertulios y todos se volvieron para ver la llegada de una caravana algo diferente a las habituales en el desierto. No era una caravana de camellos sino que estaba formada por tanques en los que ondeaba una bandera blanca como símbolo de paz. El convoy militar avanzaba lentamente envuelto en una inmensa nube de polvo, mientras los cascos de los que ocupaban las torretas reflejaban los rayos de un sol abrasador.

-  Abuelo : ¿Eran tanques de verdad?

-  Espera, espera, no seas impaciente porque como siempre todavía no se cual va a ser el final.

-  ¿De verdad que no sabes el final? Me estás engañando porque seguro que si que lo sabes – el nieto miraba a su abuelo con una cara en la que se reflejaba sin ningún género de dudas la envidia que le producía el que su abuelo tuviera la capacidad de inventarse un cuento así como así.

-  No, no – el abuelo se mostraba feliz – de verdad que no se cual es el final, pero lo que está claro es que no puede ser un cuento con un final triste porque para eso no me inventaría ninguno y además eso es lo que pasa todos los días, los tanques en las guerras se utilizan para matar, que para eso se fabrican y como esto es un cuento para pasar el rato el final tiene que ser distinto ¿te parece bien?

- Si, pero seguro que tú ya te lo sabe ¡a que si!

-  Si – el abuelo se levantó del sillón – No va ser un final triste porque acabo de decidir que colorin colorado este cuento se ha acabado

- ¿Qué se ha acabado? – el nieto estaba a punto de llorar - ¿Y que pasa con los tanques? ¿matan a Sami y a su hermano? Abuelo no me gusta este cuento.

¿Qué no te gusta que acabe así? – el abuelo abrió los brazos con un gesto de impotencia – bueno pues entonces seguimos y buscamos otro final ¿eso te parece mejor?

-  Si, pero yo quiero que sea un final bonito ¿vale abuelo?

            -  Seguro que tiene que ser un final precioso para que te acuerdes toda tu vida

El nieto le dio un beso en la mejilla mientras el abuelo miraba para otro lado para disimular su emoción y continuó con la narración   .

La columna de tanques continuaba su avance hacia la posición que ocupaban nuestros amigos. Los padres de Sami y Kuma los llamaron a gritos y todos juntos unidos en un abrazo esperaron la llegada de los militares. Como la caravana avanzaba muy despacio tuvieron tiempo para prepara una especie de zanjas en el suelo para protegerse del bombardeo que a buen seguro se iba a producir y colocaron a los camellos por delante como escudos animales.
Cuando el convoy militar se encontraba relativamente cerca, vieron como los tanques se abrían en abanico y rodeaban el campamento donde los niños del desierto se abrazaban a sus padres con el miedo reflejado en sus rostros.
Los tanques se pararon, adoptaron una postura como de espera, los cañones de las torretas enfocaban hacia la caravana, los soldados permanecían tensos con las manos enguantadas sobre las armas y al cabo de unos minutos, el tanque que había permanecido mas alejado se fue acercando muy lentamente. Cuando estaba como a unos treinta metros de la caravana, se detuvo, se abrió una puerta lateral y por ella descendieron el Capitán, el cabo encargado de la navegación en el desierto y tres soldados. Se alinearon delante del tanque, sacaron de sus bolsillos unos prismáticos y a través de ellos observaron como los niños y sus familiares preparaban una defensa de sus pocas pertenencias.

Todos los componentes de aquella pequeña avanzadilla permanecían firmes, con los uniformes primorosamente limpios, las botas lustrosas y en sus caras no se apreciaba ni una sola gota de sudor. El que parecía con mas autoridad de los tres, avanzó unos metros con andar pausado pero enérgico y la mirada fija en el campamento y al llegar como a unos diez metros solicita a través de una potente vos la presencia del Comandante en Jefe del Ejército del Desierto.

-         Nosotros no tenemos jefe – contestó el anciano de la caravana – No somos militares, somos humildes labradores que huímos de nuestras tierras en busca del futuro.-
-          Soltad vuestra armas y entregaros al Ejército Imperial de Liberación - 
-         Os repito que no tenemos armas, somos gentes de paz – el abuelo avanzaba por la arena del desierto -  Aquí hay mujeres y niños y solo os pido que no disparéis.
-         ¿Habéis dicho que entre vosotros hay niños?
-         Si señor, tenemos seis niños.
-         Muy bien – el militar se estiró la guerrera y se ajustó el cuello de la camisa – entregármelos y seréis libres.
-         Señor – el anciano se hincó de rodillas en el suelo y levantando sus manos al cielo suplicaba – por lo que mas queráis, señor, los niños es lo único que nos queda. No tenemos casa, no tenemos dinero, no tenemos nada y nuestro único valor son los niños. Por favor señor, por favor.

El militar que permanecía a unos metros se acercó y le dijo al oído:

-         No temáis, los niños vendrán con nosotros solamente una hora y despues os los devolvemos y seréis ricos. Tendréis mas de lo que nunca habreis podido soñar.

-         Está bien – el anciano se levantó y con un gesto como de rendición miró a los suyos y pidió a los niños que se adelantaran.

Los padres que no habían oído la conversación entre los dos altos dignatarios se resistían a dejarlos marchar, pero el anciano insistía que era solo por una hora . Al fin se dejaron convencer y los seis niños se despidieron de sus padres y siguieron al militar que les iba hablando cada vez con palabras mas suaves.

-         ¿Sabéis quien soy?

Los niños negaron con sus cabezas casi sin atreverse a mirarle

-         Yo soy el Comandante Tino, Jefe de las Fuerzas de Paz Mundiales y he venido junto con mis tropas para daros a vosotros y a vuestras familias todo lo necesario  para que seáis felices.

Los niños miraban al Comandante  con ojos incrédulos y el mayor de ellos levantó la mano derecha:

-         ¿Puedo hacer una pregunta?
-         Claro, faltaría mas – le contestó el Comandante  con la mejor de sus sonrisas.
-         ¿Como te llamas?
-         Todo el mundo me conoce como el Comandante Tino.
-         Está bien Comandante Tino y ¿Los tanques nos pueden traer la felicidad?
-         Naturalmente que si porque eso que veís y que parecen tanques no son lo que vosotros os imagináis. Lo que vosotros decís son tanques para la guerra y el convoy que yo mando está compuesto de doce tanquetas para la Paz y por ejemplo las balas no matan sino que generan ilusiones.

Kuma tampoco se creía nada de lo que estaba oyendo y el Comandante Tino le iba acercando lentamente a una de las tanquetas y cogiéndole por la cintura lo subió al lado de la torreta y con voz enérgica le ordenó:

-         Corta un trozo y cómetelo. Obedece inmediatamente.

Kuma se moría de miedo y ante las órdenes enérgicas del Comandante Tino, no le quedó mas remedio que cortar un trozo, lo miró por ambos lados, lo olió y le dio un pequeño bocado

-         Uhmm ¡que bueno! ¡¡¡es chocolate!!!

Los demás niños se partían de risa y ante su incredulidad el Comandante Tino les ayudó tambien a subir al tanque y según iban probando trozos aumentaban las risas. Al cabo de un rato se dieron cuenta que lo que parecían unas impresionantes máquinas para la guerra no eran otra cosa que gigantescas tartas de un magnífico chocolate.

Pasados los primeros momentos de alegría, el Comandante Tino volvió a tomar los mandos y con voz firme y segura ordenó a sus fuerzas que se reagruparan y se preparasen para un zafarrancho de combate. Los soldados se movían alrededor de los carros de combate, cargaban los cañones pasandose de mano en mano unos proyectiles que tenían toda la pinta de ser bombas de gran potencia. Los padres de los niños desde la lejanía observaban tanta maniobra y se abrazaban preparándose para morir. El Capitán Tino gritó:

-  Abuelo que no es Capitán que es Comandante

-  Bueno que mas da. ¡Sabes una cosa? Que eres un tiquismiquis

-  ¿Qué soy un qué?
- Déjalo, es igual,  Venga atiende al cuento que ahora viene lo mas interesante

-         ¡¡¡Fuego al uno!!! Gritó el Capitan, perdón el Comandante Tino

Una bomba salió del cañón, surcó el cielo del desierto, atravesó la distancia que los separaba de sus familiares y cuando ya estaba a punto de explotar, se abrió la parte delantera y salieron cientos de palomas mensajeras, blancas como la arena del desierto y portadoras en sus picos del símbolo de la paz.

-         ¡¡¡Fuego al dos!!!  Volvió a gritar esta vez con voz todavía mas potente.  

Y la bomba detrás de una estela de humo, descargó sobre aquellas tierras llenas de pobreza, miles y miles de billetes de quinientos euros.

El Comandante Tino acompañó a los niños por los diferentes tanques y eran ellos mismos los que accionaban el mecanismo para que las bombas encaminaran sus espoletas de felicidad hacia sus familiares. Una tercera bomba iba cargada de hermosísimos trajes de princesas y al caer al suelo en lugar de arrugarse, bailaban al son de alegres canciones.

-         Abuelo – el nieto volvía a interrumpir la narración – yo eso no me lo creo. ¿Cómo va a bailar un traje sin nadie dentro? Me parece que me estás metiendo cada bola
-         ¿Yo? – el abuelo lo miraba con atención - ¿de verdad que nunca te has imaginado un traje bailando solo? Tienes que pensar que los cuentos son cuentos y por eso no vale verlo con ojos normales sino que hay que mirarlo todo con la imaginación, si nó ¿cómo es posible que salga una bomba de un tanque de chocolate y encima cargada de Euros? Esto hay que pensar que es un cuento pero que ojalá se hiciera realidad ¿no te parece?

-         Si – el nieto con un poco de vergüenza casi ni miraba a su abuelo – pero que aunque tu lo digas, los trajes no bailan solos.

-         Bueno, bueno allá tu – el abuelo ponía cara de sorpresa – porque todavía quedan mas bombas. Por ejemplo, otra que se elevó hasta el cielo, pero muy arriba, muy arriba y cuando estaba lejos, lejísimos, se abrió y salieron tres paracaidas enormes de los que colgaban nada mas y nada menos que tres autocaravanas que descendían balanceándose lentamente y se posaron a solo unos metros de donde estaban los padres y estos bailaban y reían al abrir sus puertas y ver que dentro tenían una casa hasta con su cuarto de baño.

Eran ricos y eso que faltaba la bomba final, pero cuando estaba Sami a punto de de apretar el botón para que saliera disparada desde el tanque del Comandante Tino, éste le detuvo con gesto enérgico:
-         No dispares
-         ¿Porqué?
-         Porque esta es una bomba de verdad, no de ilusión y su dinamita está diseñada para matar ilusiones y si la disparásemos ahora se acabaría toda la magia del cuento, o sea que ahora si que si, colorin, colorado, este cuento se ha acabado
-         ¿Ya está?
-         Si, ¿te parece poco?
-         No se, yo creí que era de otra manera
-         ¿De que manera?
-         Pues no se, pero mamá siempre me decía que eran unos aviones que tiraban polos
-         ¡Ah! Ya, pero ese es otro
-         ¿Y porqué no me lo cuentas?
-         Entre otras cosas porque es muy tarde y tenemos que ir a casa a comer
-         ¿Y que mas da?
-         ¡Como que que mas da! La hora de comer es la hora de comer
-         No si yo lo digo porque la abuela no está y mamá está trabajando o sea que vamos a seguir estando los dos solos.
-         Ya pero es muy tarde. Venga vamos y despues de comer y de dormir la siesta te cuento otro que se me está ocurriendo.

Abuelo y nieto se encaminaron hacia su casa tratando de adaptar sus pasos a la velocidad de cada uno. El nieto muy deprisa como queriendo llegar cuanto antes a todas las cosas con que la vida le iba a ir sorprendiendo y el abuelo con paso lento y cansino como queriendo permanecer en la recta final, sin llegar nunca a la meta porque allí estaba su futuro y el futuro en su caso, no era lo mas apetecible.

Madrid, 4 de Diciembre de 2007