viernes, 25 de abril de 2014

EL TRIO DE DOS: CAPITULO 33

Queridos blogueros/as: Ya estamos aquí otra vez y hay que ver como pasa el tiempo si parece que fue ayer el viernes pasado  y ya ha pasado otra semana y para vuestra intranquilidad y sobre todo la mía, os diré que continúo sin escribir ni una sola letra. Me he quedado como bloqueado en el capítulo 63 y no consigo pasar de ahí. Menos mal que todavía queda mucho tiempo, pero como siga así, me pilla el toro.
¿Quien decía el otro día que iba a pasar algo? pues ya tenéis en este capítulo carnaza para dar y tomar y encima es bastante largo, o sea que ya estamos en el Hospital y aunque parezca mentira, por supuesto que es una situación inventada por mí, pero no está especialmente alejada de la realidad, al fin  y al cabo un Hospital es el reflejo de la vida misma y los problemas de envidias, líos etc.....etc son igual que en la calle.
Como siempre espero que os guste y que os ayude a ser felices que es lo único importante
Un abrazo
Tino Belas

CAPITULO 33.-
Mamen se dio media vuelta en la cama y trató de conciliar el sueño sin conseguirlo. Como todas las noches desde hacía mucho tiempo, las horas se las pasaban en vela dando vueltas y mas vueltas al porqué de su situación. Analizaba y analizaba en que se había podido equivocar y hasta se levantaba sigilosamente a registrar los bolsillos de las chaquetas de su marido en busca de pruebas de que alguien había interferido en sus vidas y en ninguna de sus múltiples incursiones había encontrado prueba alguna que hiciera verdaderos sus razonamientos.
Fernando siempre le decía que tuviera paciencia que estaba pasando una mala racha y que las cosas se arreglarían, pero la verdad es que cada día estaban peor. La comunicación se había convertido en un instrumento desconocido en casa de la familia Altozano, las frecuentes charlas después de cenar brillaban por su ausencia, entre otros motivos, porque los compromisos sociales de su marido se habían multiplicado por diez en los últimos meses y eran muy pocas las noches en que aparecía por casa antes de la una o las dos de la madrugada. Llegaba, se desnudaba Rápidamente, se lavaba los dientes, se metía en la cama y a los cinco minutos estaba durmiendo placidamente. A la siete menos cuarto sonaba el despertador y la misma operación solo que al contrario, ducha, lavado de dientes, afeitado y salida hacia el despacho sin ni siquiera desayunar. Un beso rápido en la mejilla era lo único que Mamen se llevaba en todo el día y por la noche más de lo mismo. Antiguamente Fernando sacaba tiempo de no se sabe donde, pero eran muchos los días que, sin avisar, aparecía por su casa e incluso, y sin motivo aparente, llevaba algún ramo de flores o cualquier regalo que acababa de comprar en la tienda de debajo de su casa. Hasta se iban a comer por ahí si los niños estaban controlados y ahora ni regalos, ni sorpresas ni nada de nada.
Ante los primeros síntomas de que algo no funcionaba, la pareja puso en marcha mecanismos de defensa y en base a sus marcadas tendencias religiosas, pedían a Dios luz para no perderse en el intrincado camino de la convivencia y hasta llegaron a pasar unos días de Ejercicos Espirituales en la casa que para tal efecto tenía el Opus Dei en la provincia de Huesca.  Parecía que Dios influía en algo, pero en cuanto volvían a su casa, se sucedían los malos humores, gestos contrariados, gritos a los niños, malas contestaciones y multitud de detalles que hacían difícil establecer cauces normales de comunicación y menos en los últimos meses por la carga de trabajo de Fernando
-  Ya no solo por nuestro matrimonio, sino por tu propia salud, deberías de dosificarte en el trabajo,- solía decirle Mamen -  porque como sigas así, vas a ser el más rico del cementerio 
-  Tienes toda la razón, pero ¿qué puedo hacer?
-  Yo no lo sé, - Mamen le miraba desde la distancia de una agujas de ganchillo que le resultaban muy útiles para hacer unos chaquetitas de punto que estaba iniciando para sus hijas de siete y seis años respectivamente – pero ningún marido llega a casa todos los días a las once de la noche.
-  Ya, pero en esta casa nos hemos montado a un tren de vida que si no trabajo así, no se podría mantener – Fernando hablaba convencido de su razonamiento – porque si por mí fuera, estaría encantado de llegar todos los días a las cuatro de la tarde e ir a recoger a los niños al Colegio, pero ¿qué hago? ¿le digo al Señor Montesinos que no puedo ir a cenar con él, porque llego a casa muy tarde? ¿Tú que dirías si tu Abogado te contestase así?
-  La verdad es que posiblemente me sentaría mal, pero a lo mejor todos tenemos que aprender que la vida se pasa mucho mas deprisa de lo que parece y que lo que hay que hacer es disfrutarla.
-  Ya, ya, eso dices ahora – Fernando trataba de no elevar el tono de voz, pero siempre era igual, empezaba muy bien y terminaba a voz en grito – pero luego las cosas no son así. Los niños van a buenos colegios, filipina fija, segundo coche de lujo, ropas de calidad para vestir y no sigo porque me estoy empezando a poner de mal humor
-  Fernando, vamos a dejarlo porque siempre acabamos igual. Te pones en plan extremista y así no vamos a ninguna parte.
-  Pero ¡que extremos ni que extremos!, Mamen, te estoy diciendo verdades como puños ¿ o no?
-  Sabes de sobra que eso no es así, nadie está diciendo que no trabajes y que los niños vayan al Instituto de la esquina, lo que yo digo es que deberías dejar alguna de tus empresas y no creo que tuviéramos que cambiar nuestra calidad de vida, porque a mí no me gustaría vivir peor, yo creo que eso es natural, pero no me eches toda la culpa porque a ti seguro que tampoco ¿ o es que estarías dispuesto a no hacerte tus trajes en Yusty o a no comprarte camisas de seda en Echevarría?
-  Yo que sé, Mamen, de verdad que no sé ni lo que quiero, lo único que si que sé de verdad es que así no se puede seguir. Tú y yo vamos cada vez peor y como sigamos por este camino no tengo ni idea de donde vamos a llegar.
Mamen, apagó la luz y como todos los días abandonó el repaso a las conversaciones con Fernando. Su fé la mantenía todavía con ganas de seguir luchando, pero cada hora que pasaba tenía que pedir mas y mas a su Dios para no desistir en el empeño y después del último embarazo y posiblemente por su situación anímica, estaba realmente agotada.   
-  Me voy a la cama que mañana tengo un día que no se lo deseo a nadie.
-  Está bien, hasta mañana.
Fernando entornó la puerta del despacho y después de dejar la ropa cuidadosamente doblada sobre una silla se metió en el sofá-cama y se quedó inmediatamente dormido
Los sonidos habituales de la noche se vieron alterados por una especie de ronquido extraño procedente del despacho de Fernando. No sabía porqué, pero Mamen se levantó con la seguridad de que algo grave había ocurrido y su expresión cansada se transformó en un grito de horror cuando encontró a su marido con las manos sobre el pecho, la cara amoratada y como un sonido raro que parecía querer pedir auxilio.
No sabía como ni de qué manera, pero a los pocos segundos la casa se llenó de gente que corría por el pasillo, hasta que la llegada de los Facultativos de Urgencia parecía querer poner un poco de orden en aquel caos. Menos mal que los niños no se han despertado, pensó para sí, cuando se dio cuenta que Iziar, la mayor le apretaba la mano y le decía con cariño:
-  Mamá, no te preocupes que Papá no se puede morir, porque le necesitamos. Ya verás como todo va ir muy bien. Ya lo verás.
-  Si, hija, si, seguro que se curará, porque tu padre es fuerte. Seguro que sí.
     
-   Paciente varón de unos cincuenta años, Abogado de Profesión, ingreso hace cuarenta y ocho horas procedente de urgencias, donde, al parecer lo llevó el Samur intubado y con mal estado general. Según la familia debió estar en apnea unos cuatro minutos y enseguida fue reanimado por una Unidad de Asistencia Domiciliaria que acudió rápido. Parece ser que el paciente vive, afortunadamente, casi enfrente del Ambulatorio de Serrano y eso propició que el Samur llegara en
nada.
-  ¿Quiere hacer el favor de decirme de una puta vez el diagnóstico y dejar de contar batallitas?
-  Si señor, pero no creo que sea ninguna batallita decir que el paciente llegó intubado.
-  Dr. Rodríguez Pensil, si son batallitas o no, eso lo decido yo no usted, punto número uno. Punto número dos:  Usted limítese a describir la exploración y no nos haga perder el tiempo ¿entendido?
-  Si señor – el Médico Residente de Primer Año, D. Ignacio Rodríguez Pensil miró fijamente a su Jefe de Servicio, Dr. Roucanes y en sus ojos se reflejó un instante de odio auténtico hacia quien era su teórico Maestro y por su cabeza pasaron algunos pensamientos del tipo de no te pego dos puñetazos  porque eres un enano y te mataría pero te los mereces o aquello de menudo cabrón eres, si no fueras el Jefe te mandaba a tomar por el culo, hijo de la gran puta. Pero inmediatamente la cordura volvió a su mente y trató de disipar los malos pensamientos.
-  Dr. Rodríguez Pensil ya se que está pensando en que si pudiera me daría un par de leches, pero para su desgracia el Jefe soy yo, o sea, que le ruego se ahorre sus pensamientos hacia mi persona y nos diga que le pasa a este paciente, por favor.
-  Pues, este paciente tiene un infarto de pared postero-inferior confirmado electrocardiográficamente.
-  Y ¿ya está? ¿eso es todo?
-  Si señor, usted me ha dicho que le diga el diagnóstico y ya se lo he dicho. – los malos pensamientos volvieron como caídos del cielo. Te vas a joder porque no te pienso decir lo único que te interesa y es que se trata de un paciente super recomendado que debe ser amigo de media España y hasta el Ministro de Sanidad ha llamado para interesarse por su evolución, peor te vas a quedar con las ganas porque no te lo voy a decir.
-  Dr. Rodríguez Pensil, bueno Licenciado Rodríguez, porque usted no ha hecho la Tesis Doctoral ¿verdad?
-  No señor.
-  Bien, entonces señor Licenciado Rodríguez, nos quiere explicar a los Doctores cual es el pronóstico de este paciente.
-  Sería un atrevimiento por parte de un humilde Residente de primer año de Cardiología que solo sacó el número veintitrés del Examen M.IR. de tan solo diecisiete mil y pico que nos presentamos, decirle a los ilustres Doctores, que no Profesores porque no han aprobado la oposición a Cátedras, el diagnóstico de un paciente infartado en las primeras cuarenta y ocho horas, entre otras cosas porque iría en contra de la American Association of Cardiology que aconseja prudencia hasta no verificar la capacidad eléctrica de la fibra cardíaca que, en principio, no debe medirse en tan corto período de tiempo porque los resultados no son demostrativos.
El Dr. Roucanes, Jefe del Servicio de Cardiología de la Ciudad Sanitaria de La Seguridad Social desde hacía siete meses después de un concurso-oposición clasificado de fraudulento por todos los cardiólogos de España, contrajo su rostro en una mueca que parecía de incredulidad. A pesar de su juventud y gracias a múltiples esfuerzos, entre los que se encontraban haber sido miembro de la Junta Facultativa, era uno de los Profesionales mas odiado de todos los que integraban la plantilla de tan importante hospital. Sus constantes desplantes a la Dirección, sus tremenda mala educación sobre todo para sus pacientes y un trato absolutamente inaceptable para con todos sus colaboradores le habían hecho acreedor de una fama bien merecida. Su forma de vestir era informal, con corbata, vaqueros limpios con una raya perfecta, mocasines negros impolutos y un flequillo que le caía sobre la frente y chocaba cada pocos segundos con unas gafas sin montura de patillas doradas. En fín, un moderno que hacía las delicias de sus residentes que no entendían porqué siendo joven y teniendo todo en sus manos, se dedicaba a hacer la vida imposible a todos los demás. Su preparación profesional era mas bien timorata, sin conocimientos de ningún idioma y afincado en unos usos y costumbres mas propios de épocas anteriores, presumía de demócrata y en su servicio no permitía el intercambio con especialistas sudamericanos ni de color, porque y constituía una de sus frases favoritas: “en la selva no hacen falta cardiólogos”. Se jactaba de ser un buen Profesor y en su Servicio por no existir no existían  ni sesiones clínicas.
 En fín, un pobre hombre de buena familia, bien relacionado, con múltiples contactos con los dirigentes del partido de derechas en el poder, pero con muy poca capacidad de liderar un grupo y al que el cargo le había caído de rebote. Al principio y para los recién llegados provocaba miedo, pero pasados unos días, ese sentimiento se transformaba en desprecio y al final no era ni siquiera considerado por los Jefes Clínicos de su propio Servicio, a los que se había saltado de un plumazo en la oposición y de los que incluso alguno casi le doblaba en edad, ni por los Adjuntos que le huían para no enfrentarse con él.
Los martes era el día asignado para pasar visita general y por turno cada Residente presentaba los ingresos de la semana y aunque los nuevos revisaban las historias clínicas y se esforzaban en realizar una presentación, mas o menos con un cierto orden, los Residente mas antiguos y por supuesto los de plantilla, se inventaban todos los datos en la seguridad que el Jefe no iba a revisarlos, excepto los pertenecientes a familias conocidas o recomendados por el motivo que fuere.
Jose Luis Roucanes Glamés trataba de mantener la tranquilidad, pero reconocía que la sola presencia del Residente de Primer Año que le había caído en suerte, le ponía de muy mal humor. Era el típico listo de cuna, de esos que nacen con la Cardiología en la mente y sus constantes referencias a la Sociedad Americana de Cardiología, lo sacaba de sus casillas. ¡Como si aquí no supiéramos tratar un infarto; hay que joderse con el niñato de los cojones!
-  ¿Se le hicieron valoraciones enzimáticas?
-  Naturalmente y los resultados fueron los que se esperaban dado el poco tiempo transcurrido desde el inicio de los síntomas
-  ¿Dr. Roig Gimbernat? Usted que procede de una familia de rancio abolengo en los ambientes cardiológico de la Sociedad Catalana, ¿cree que el Dr. Rodríguez Pensil ha obrado correctamente en el tratamiento inmediato de este paciente? ¿no le parece que debería haber pedido además de todo lo que nos ha contado una radiografía de tórax para valorar como se encuentra la aorta?
El Médico aludido se encontraba al final de la larga fila que rodeaba al Jefe y abriéndose paso casi a codazos se plantó delante de la primera fila observando al paciente por un lado y al Dr. Roucanes por otro, sin atreverse a opinar de una manera definitiva.
-  Es la eterna discusión. Si el paciente está hemodinamicamente estable, si las tensiones son las propias en estos casos y no hay fiebre ni sudoración profusa, realmente no haría falta gastarse más dinero en pruebas complementarias, pero también es verdad que en los tiempos que nos han tocado vivir hay que pedir pruebas y mas pruebas que no sirven para nada, pero que hay que tenerlas por si a algún Juez se le ocurre dar el coñazo.
-  Venga Dr. Roig conteste a mi pregunta y déjese de hacer divagaciones.
-  Si, en principio si que habría que pedirle radiografías.
-  Ya – EL Dr. Rodríguez se interpuso entre ambos – yo también estoy de acuerdo, pero eso está muy bien cuando no existe urgencia vital. En el caso de este paciente su llegada fue casi a las doce y media de la noche y como sabemos todos los que hacemos guardias a partir de las diez el rayo funciona francamente mal y es mejor pedir esas pruebas tranquilamente al día siguiente y dedicar nuestro esfuerzos a salvarle la vida en los momentos críticos.
-  Déjese de contarnos historias, Licenciado Rodríguez Pensil, que va a parecer que el único que hace guardias es usted. De siempre a la llegada de un paciente, sea a la hora que sea, se piden todas las pruebas y si se tiene usted que quedar esperando hasta las tantas a que lleguen los resultados, pues se espera y no pasa nada y si mientras tanto se dedica, como dice usted, a salvarle la vida al paciente, pues mejor que mejor, pero no nos venda una película de Hospitales porque ya somos todos muy mayores y eso de salvar vidas suena a coña marinera.
-  Entonces, para que yo me aclare ¿hay que pedir radiografías a todos los ingresos?
-  Pues naturalmente Licenciado Rodríguez, ¿pero cuantas veces hay que decirle a usted las cosas? De toda la vida se han pedido las placas de urgencia y si da la casualidad que el Servicio de Rayos está colapsado, cosa que ocurre con cierta frecuencia, se va poniendo el tratamiento al paciente y cuando llegan los resultados y en base a los hallazgos, se modifica y santas pascuas. ¿Se ha enterado o se lo repito por enésima vez?
-  No se preocupe que me he enterado perfectamente.
-  Muy bien. - El Dr. Roucanes miró de soslayo al paciente y levantó lentamente las sábanas que lo  envolvían y después de descolgar el estetoscopio que lo llevaba como todos colgado del cuello, lo aplicó con suavidad al tórax del paciente. Respire, no respire, respire, no respire. Bien, tápese no vaya a coger un resfriado.
El paciente presentaba un buen aspecto, afeitado, rigurosamente peinado con gomina y el pelo estirado al máximo. Un pijama de rayas azules y blancas le daba un aspecto pulcro. Casi sin darse cuenta, el Dr. Roucones examinó las uñas de Fernando Altozano apreciando lo cuidado de las mismas y el buen relleno capilar a la presión moderada lo que daba idea de la buena evolución del accidente isquémico sufrido unos días antes y de que se trataba de un paciente que no era, desde luego, un trabajador manual.
-  Bien – El joven Jefe se volvió a colocar el fonendo en su lugar original -  ha tenido un infarto importante, pero hasta ahora está evolucionando con absoluta normalidad lo que quiere decir que tendrá que permanecer unos días más con nosotros en la UVI y después lo pasaremos a planta. ¿Alguna pregunta?
El enfermo trató por todos los medios que las lágrimas no apareciesen por sus mejillas pero no pudo evitar que sus ojos sintieran como un hormigueo que le hizo cerrarlos en dos o tres ocasiones antes de preguntar
-  ¿Cuánto tiempo llevo aquí?
-  Cinco días, Fernando – le contestó un enfermera que acudió rapidamente.
-  Es curioso, pero no me acuerdo de nada. – Fernando se tocó las manos y se dio cuenta que las dos estaban con unos catéteres que desde sus venas se desplazaban hasta unas botellas de suero que permanecían suspendidas en lo alto de unos pies de gotero. Sus ojos se desplazaron lentamente por la amplia UVI y las sensaciones fueron dando paso a un tremendo cansancio. El simple hecho de mover los párpados ya le suponía un esfuerzo y casi sin darse cuenta se volvió a dormir, mientras le pareció escuchar como una enfermera le animaba a dormirse y a no pensar en nada.
El pasillo de la UVI era una zona donde las horas pasaban con una lentitud exasperante, las familias se entremezclaban contándose sus cuitas y todo se reducía a una espera hasta la hora de informar los Médicos del Servicio de Cardiología. Sobre la una y media de todas las mañanas se repetía la misma escena: una enfermera joven, generalmente con buena pinta, discretamente retocados los labios con una barra de carmín y con sus manos ocupadas con un sin fin de informes, se plantaba en el medio del pasillo y con una voz cálida preguntaba por los distintos familiares de los pacientes ingresados y con un pequeño gesto de su cabeza les indicaba que pasasen al despacho de información.
En esta ocasión el turno le tocó a la mujer de Fernando, Mamen, que se encontraba acompañada por una amiga del matrimonio que había estado a su lado de manera casi permanente en esos días que se le habían hecho eternos. Al principio, el desfile de familiares y amigos había sido incesante y ni un minuto había estado sola en la sala de espera, pero los días iban pasando y todos volvían a sus trabajos y las visitas se iban espaciando, excepto las de Conchi Zárate que permanecía al pié del cañón.
Mamen acudía al hospital a las diez de la mañana y cada hora se asomaba a la ventana de la UVI para contemplar a un Fernando completamente dormido que no movía ni un solo músculo mientras las máquinas realizaban su función. Había tubos por todas partes y el movimiento de las enfermeras era espectacular. Cada poco, alguna se acercaba y manipulaba algo, unas veces ajustaba el respirador, otras abría o cerraba los sueros, a veces vigilaban la tensión y en ocasiones le auscultaban con movimientos que demostraban una gran profesionalidad. Lo único molesto era que sistemáticamente cerraban la cortina de la ventana entre la UVI  y el pasillo e impedían la visión de su trabajo, excepto por una pequeña rendija, aunque es cierto que después de cada maniobra volvían a abrir y a través del interfono le comunicaban que todo se iba desarrollando con normalidad. Alguna vez la asustaban con un parece que le ha subido algo la frecuencia cardiaca o parece que hoy tiene algo de fiebre, pero a la una y media el Médico se encargaba de explicarle que la evolución era como tenía que ser, aunque siempre añadían un  hasta el momento actual.

La atención hacia el paciente, desde fuera, parecía perfecta, la información escueta, pero suficiente, aunque el familiar siempre quería algo más y en el caso de Mamen y sobre todo por parte del Dr Cuesta, Adjunto del Servicio y el que lo había recibido el día que le ocurrió el percance era una información casi al minuto.

viernes, 18 de abril de 2014

ELTRIO DE DOS: CAPITULO 32

 Queridos blogueros/as: Os estoy escribiendo desde Cedeira y no estoy muy seguro si todo esto va a ser publicado como Dios manda. Si os llega bien y si no, me lo decís y a partir de la semana que viene os lo vuelvo a remitir desde mi casa ya en Madrid. Parece ser que comienzan las hostilidades y ya iba siendo hora porque casi  sin darnos cuenta estamos llegando a una situación que va a cambiar la historia de esta novela y también parece que se clarea el tema de los hijos y definitivamente parece que son cuatro ¿no? Bueno en el fondo de igual cuatro que cinco pero Javier, uno de los dos blogueros en nómina, seguro que se lo apunta y dentro de nada me dice que sobra o que falta uno.
También debo deciros que después de muchos meses parece que hoy voy a escribir algo, menos mal porque ya iba siendo hora y como siempre os adelanto que está quedando bastante bien. Lo que escribo hoy corresponde al capítulo 63, o sea que todavía nos queda tiempo. 
Bueno blogueros, le voy a dar a botón  de publicar y vamos a ver que pasa
Que seáis felices.
Un abrazo 
Tino Belas
CAPITULO 32.-

- Fernando, ven –  La cuna estaba pegada al lado izquierdo y Mamen con un movimiento casi instintivo, se llevó hacia su pecho a un precioso bebé, de tan solo unas horas de vida, que movía sus pequeñas manitas como tratando de tocar todo lo que le rodeaba. Se bajó la tira del camisón nuevo que se había comprado para el nacimiento de su cuarto hijo y le puso en disposición tal que el niño solo tuvo que mover sus labios para engancharse a un pezón turgente del que logró aspirar, casi sin esfuerzo, unas cuantas gotas de leche que colmaron su hambre inicial y que le permitió, al regresar a la cuna, conciliar un sueño que se prolongó por espacio de casi dos horas.
Fernando Altozano se levantó del sillón cama en el que estaba cómodamente leyendo un “Hola” y se acercó hasta la cama de la recién parida. Ambos se quedaron mirando al recién con expresión emocionada. El padre le tocó con un dedo su mano izquierda y el niño lo apretó con fuerza.
A continuación, los padres se miraron y se besaron en la boca lentamente. La mano derecha de Fernando se deslizó por entre las sábanas y tocó el pecho de Mamen
-  Me encanta tocarte.
-  Ya, pero ten cuidado, no aprietes mucho porque me duele.
-  No te preocupes.
Unos sonoros golpes en la puerta interrumpieron aquella tierna escena amorosa y casi sin darle  tiempo a retirar la mano de donde se encontraba depositada, una enfermera de pijama azul entró en la habitación acompañada de un sonoro carro de curas y con un si no le importa se sale al pasillo que la vamos a curar, se quedaron ambas señoras a solas en la habitación. Las manos de la enfermera se movieron rápido entre las piernas de la recién parida retirando pequeños coágulos de sangre que se acumulaban en la entrada de la vagina y con un jabón de Betadine, limpió todos lo pliegues con esmero. Con la aplicación de una compresa que la adaptó al periné con las finas bragas de encaje de Mamen, finalizó su trabajo y después de recoger todos las cosas usadas el carro, abandonó la habitación con la misma velocidad con la que había entrado tres minutos antes.
Al cruzarse con ella por el pasillo, Fernando le preguntó:
-  ¿Qué tal?
-  Muy bien – la enfermera paró el carro y lo miró con detenimiento - muy bien, muy bien, está evolucionando con normalidad, siempre teniendo en cuenta que ha parido hace doce horas, pero casi no sangra y eso es muy buena señal.
-  ¿Sabe si tendrá que estar aquí muchos días?
-  No lo sé. Lo mejor es que se lo pregunte a su Ginecólogo cuando pase visita y él se lo puede decir ¿de acuerdo?
-  Si, si, así lo haré. Gracias.
La enfermera se alejó por el largo pasillo y Fernando volvió a penetrar en la habitación. Mamen se encontraba acostada con una débil luz encima de la cama. Su cara había adoptado un gesto tranquilo y aunque permanecía con los ojos cerrados, movió la mano indicándole a su marido que se acercara.
-  Por fin, lo has conseguido: ¡cuatro hijos! ¿Tú crees que este último hará que nuestro matrimonio vaya mejor?
-  Mamen, ahora lo que necesitas es descansar y no preocuparte de nada.
-  Pero Fernando ¿cómo quieres que no me preocupe? – apretó con fuerza la mano de su fiel acompañante desde hacía veintitantos años, sin contar los que estuvieron de novios – aunque solo sea por los niños deberíamos de hacer un esfuerzo.
-  Está bien. Ahora duérmete y ya hablaremos.
-  ¿Me lo prometes?
-  Te lo prometo.
La mañana siguiente fue movida. Primero, el Dr.Ginecólogo, les comunicó que al ser del Colegio de Abogados no tenían derecho a más de dos días de estancia en el Sanatorio y que si querían permanecer mas tiempo, tendrían que abonar los gastos con lo que decidieron, de común acuerdo irse lo antes posible.          Segundo, la Pediatra del Sanatorio, después de una larga exploración, llegó a la conclusión que el nuevo bebé presentaba un déficit de hemoglobina, por lo que aconsejaba que llevaran el niño a revisión cada tres o cuatro días.
Tercero: Al llegar a casa, la Filipina que habían contratado, se había despedido dejando una atenta nota encima del mueble del hall en la que, por razones urgentes, se tenía que desplazar a su país de procedencia y por lo tanto no podía atenderles.
Mamen se metió en la cama, dejando la cuna situada a escasos centímetros de la cabecera de su cama y se durmió con la seguridad que a las seis se despertaría para la primera  toma de la mañana. Fernando, colocó las cosas en el cuarto de los niños y se sentó en “su orejero” Encendió la chimenea con unas cerillas especiales que mantenían la llama unos veinte minutos, puso una cinta con música de Ray Coniff, se sirvió un whisky bien colmado y cerró los ojos.
Una llamada de su mujer, le hizo volver a la realidad y comprobó con gesto de sorpresa que eran las cinco y media de la mañana. Apagó la luz de la lámpara de pié que había permanecido encendida toda la noche y con un paso cansino entró en el dormitorio.
Mamen estaba incorporada en la cama con una especie de chal sobre los hombros. La cara reflejaba un profundo cansancio y unos aros amoratados rodeaban unos ojos que, a pesar del tiempo transcurrido, demostraban haber poseído una gran belleza. Las bolsas de los párpados, le daban un aire decrépito a una cara bien conformada en la que comenzaban a aparecer unos arrugas que confirmaban los casi cuarenta años de vida, de los cuales treinta y siete habían sido absolutamente felices. Sin embargo, los últimos tres la situación había variado de manera radical.
Todo comenzó con la muerte del tercero de sus hijos en un desgraciado accidente ocurrido, mientras ellos estaban de vacaciones en El Pireo. Al parecer, según les habían explicado la responsable de la guardería que, por cierto, era amiga de Mamen desde los tiempos del Colegio Jesús y María, el niño metió la cabeza entre los barrotes de la cuna y con un desgraciado movimiento del que nadie se explica como pudo ocurrir, se desnucó sin que los miembros de un servicio de Urgencias al que le habían trasladado con rapidez, pudieran hacer nada por salvarlo, a pesar de estar casi tres cuartos de hora realizando masaje cardíaco y todas las diferentes maniobras de resucitación cardíaca.
El niño, con casi año y medio, fue trasladado al Instituto Anatómico Forense y allí le hicieron la autopsia que confirmó que la muerte se había producido por una traumatismo transversal sobre el cuello, sin signos de violencia. Allí fue reconocido por Fernando y Mamen, quienes, desde que conocieron la noticia, no dejaron de sollozar por tan sensible pérdida y abrazados como queriendo compartir su dolor, le dieron el último beso y autorizaron el traslado al panteón familiar en el cementerio de San Justo en el que se realizó una ceremonia íntima y se enterró.
A los pocos días, recibieron la visita de María Pilar de Cervantes y Martinez de Conesa, Directora de la guardería “Los Chiquillos” acompañada de un abogado que quería negociar la cuantía de la indemnización.
Al principio, fue María Pilar la que afirmó que la guardería disponía de un seguro de accidentes que cubría cualquier accidente y que el Señor Echeverría era el representante de la agencia. Estaban allí para informarles que podían reclamar el importe que consideraran oportuno, pero si llegaban a una cantidad negociada sería mejor para ambas partes porque se evitarían el juicio.
Tanto Fernando como Mamen, estaban destrozados y sus caras eran el reflejo de la desgracia ocurrida. Desde que se lo comunicaron no levantaban cabeza. Entre ellos se había establecido una especie de pacto de silencio en el que de manera expresa y no escrita en ninguna parte, ambos se negaban a hablar de lo ocurrido, creándose una situación especial.
El Padre Huidobro los visitaba diariamente, al fín y al cabo eran un matrimonio muy introducido en el Opus y su obligación era convencerles que el angelito estaría gozando de la presencia de Dios y así no tendría que soportar las tentaciones de toda una vida y desde ya disfrutaría del descanso eterno.
Todo muy bien, hasta que un día, y después de varias horas de una especie de retiro espiritual, Fernando saltó como una hiena cuando el Padre Huidobro, siguiendo las consignas de Monseñor Escrivá de Balaguer, le preguntó al joven y brillante Abogado si era feliz después de conocer que había sido designado por Dios para que le entregara al tercero de sus hijos.
Fernando que iba aceptando cada día peor la nueva situación, respondió:
-  Pero ¿cómo coño, quiere que sea feliz? ¿me lo quiere explicar?
-  Fernando, por Dios – Mamen se incorporó rapidamente en la silla situada enfrente del enviado por la Obra para ayudarle - ¿cómo le contestas así al Padre?
-  Mira, Mamen, ya está bien de hacer el paripé. Llevo desde que se murió Borja, aguantando todos los días los sermones de tu amigo y ya estoy harto. ¡Lo entiendes! harto y encima tengo que oir que tengo que estar contento porque he sido designado por Dios para este sacrificio. ¡Ya está bien! No puedo aceptar nada, porque no entiendo nada ¿está claro?
-  Fernando, hijo mío – el Padre Huidobro se incorporó ligeramente, apuró una copita de licor que le había servido Mamen y trató de hacer recapacitar al miembro numerario desde hacía varios años. – Fernando, comprendo que es muy difícil entender los designios de Dios, pero sabes, porque así nos lo dijo Nuestro Señor Jesucristo y la fé nos lo confirma, que el paso por este mundo es tan liviano como un grano de arena en todo un desierto.    
Querido hermano: Medita y te darás cuenta que el demonio te está acechando. Como siempre nos recuerda Monseñor, busca tiempo para mirarte en tu interior y verás como la voluntad de Dios es lo mejor que nos puede suceder y siempre está orientada en nuestra propio beneficio.
-  ¡Que no, Padre, que no! No trate de convencerme de algo imposible y no me haga decirle todo lo que estoy pensando, porque seguro que perderíamos nuestra amistad.
-  Pero, hijo mío, ¿qué te está pasando? Hasta hace unos minutos eras como Nuestra Madre María Santísima, que dijo sí a su destino sin ninguna duda y hasta aceptó quedarse embarazada sin conocer barón y ahora, como si una nube hubiese anidado en tu mente y no te permitiese utilizar los ojos de tu fé, no crees nada de la palabra de Dios. Fernando, por lo que más quieras, reacciona y vuelve a ser como siempre has sido. Reza, hijo mío y pídele a Dios fuerza para volver a la senda de la que nunca has debido de salirte.
-  Está bien, Padre, siguiendo sus deseos, rezaré y cuando esté en el buen camino, le llamaré, pero, ahora, si no le importa, le ruego que abandone mi casa
Fernando se levantó y el Padre Huidobro hizo lo mismo y ajustándose el alzacuellos realizó el signo de la cruz con un movimiento parsimonioso de su mano derecha y con un espero verte pronto, se dio media vuelta y abandonó el domicilio de los Altozano con un gesto de preocupación en su semblante.
-  Fernando, por Dios, - Mamen, con la punta de un pañuelo se secó unas lágrimas que inundaban sus mejillas - ¿Qué te pasa? ¿qué te he hecho para que nuestro matrimonio que funcionaba a las mil maravillas de haya convertido en un nido de resentimientos y de odio? – unas manos bien cuidadas se taparon la cara en un movimiento de desesperación – De verdad que ya no sé que hacer. Llevo casi un año aguantando y aguantando, pero ya no aguanto más. Creía, infeliz de mí, que la llegada del nuevo niño iba a conseguir que nos uniéramos, pero ya, ya. Casi ha sido peor y si lo llego a saber no lo tengo.
-  Mamen, no mezcles las cosas. El niño está ahí y no debes hacerle culpable de nuestros problemas.
-  Pero ¿cuáles son nuestros problemas? ¿me los quieres decir de una vez? Porque como siga así me voy a volver loca.
-  Yo creo que ahora no es el momento de enfrentarnos a nada. Lo mejor es que descanses y tiempo habrá para analizar la situación ¿no te parece?
-  Bueno, ya me da igual, llevo tanto tiempo que esperar cuatro días es igual.

-  Bien, pues entonces duérmete que necesitas descansar y para no molestarte yo me voy a dormir al despacho. Hasta mañana.

viernes, 11 de abril de 2014

EL TRIO DE DOS: CAPITULO 31

 Queridos blogueros/as: Otro fin de semana mas y aquí estamos para variar. Ya veo que leéis atentamente mis capítulos porque el error de llamar a Fernando Alberto efectivamente es producto de variar el texto antiguo con el moderno y así pasa lo que pasa, pero ya está arreglado. Una ventaja mas de las muchas que tiene esto de la informática. Lo que no he mirado es si tiene cuatro o cinco hijos, bueno, en el fondo da lo mismo, o sea que así se queda.
Este capítulo ya es de primera mano y nuestra Ana Segura se comienza a relacionar con otras gentes, venidas a menos,  pero cada uno se lo monta como puede.
Espero que os guste y no os prometo que pueda publicar el próximo capítulo el Viernes Santo por dos motivos, uno porque si Dios quiere estaré en Cedeira disfrutando de unos días de descanso y dos porque no se si allí tengo "internete" Si no pudiera, para el martes siguiente ya estaré de vuelta y os lo mando
Hala, a ser felices
Un abrazo
Tino Belas



CAPITULO 31.-

Ana atravesó el amplio hall pensando que esta iba a ser la última : desde luego como esa fiesta no salga como quiere la Condesa, pido la cuenta y me largo. Ni una sola vez me vuelven a sacar los colores en esta Empresa. Solo faltaba, Antonio está hecho un marqués gracias a mí y no quiero que pase lo de casa de los Ferrandiz, que estaba todo perfecto y llegó ese mequetrefe de Jose Luis que con eso de que es amigo de Antonio, se cree que sabe mas que nadie y la fastidió. Ni hablar. Una vez y nada más, San Nicolás. Si me tengo que buscar la vida de otra manera, no creo que pase nada e incluso como me calienten mucho, la empresa de catering la monto yo y se van a enterar esa parejita de niños de Serrano de quien es Ana Segura.
Casi sin darse cuenta, estaba en el portal de un grupo de apartamentos en la mejor zona de Madrid, céntricos, pero no en el centro, muy bien comunicados, con piscina y amplio jardines, como se anunciaba a bombo y platillo a través de un gran cartel que presidía la entrada de la Urbanización y que a tenor de los precios que le habían comentado debían ser unos pisos de calidad.
El portero, con una gorra de plato, tipo Almirante de Marina Alemán, se levantó presuroso y la acompañó por un largo corredor descubierto lateralmente, pero con una especie de bóveda acristalada que los protegía de la fina lluvia que en ese momento caía sobre la ciudad, hasta desembocar en una especie de plaza, no muy grande pero llena de una vegetación exuberante lo que le hacía parecer que entraban en un jardín tropical.
Desde el fondo de tan original cenador, apareció una señora de mediana edad que vestía absolutamente de Loewe, con una sonrisa encantadora, pelo recogido en un moño en la nuca, grandes ojos de un azul penetrante y todo su aspecto exhalaba un aroma de jovialidad que se hacía fácilmente contagioso. Sin haber hablado con ella, Ana ya sabía que se enfrentaba a una vendedora perfecta y debía de utilizar todas sus armas para no caer en las garras de la supuesta fiera, sin valorar, no solo el presente que era esplendoroso, sino también el futuro que podía cambiar en cualquier momento y aunque tenía unos pequeños ahorros, tendría que valorar muy bien la forma en que los invertía.
Sofía Estrada, avanzó con la mano extendida en un gesto cordial - ¿Ana Segura? Encantada de conocerte. Siéntate por favor que ya sé tu interés por el apartamento de dos dormitorios y te explico las condiciones ¿o.k?
-  Gracias – Ana sentó y se ajustó por encima de su oreja izquierda un mechón de pelo que le caía permanentemente sobre su ojo izquierdo. Lentamente y siguiendo las técnicas que ella conocía a la perfección, se dispuso a escuchar las condiciones de compra, aunque por la forma de comenzar inmediatamente advirtió que ella no sería una compradora porque le espantaban, desde que nació, las situaciones ficticias y aquello tenía toda la pinta , sobre todo por el tema  de la seguridad permanente.
-  ¿Sabes? Es una norma de conducta de Construcciones Laviny House, el crear espacios ambientales seguros para que la gente que viva en nuestras instalaciones se considere a gusto y sobre todo que no tenga ningún agobio ni sensación de sentirse especialmente vigilado, por ello en casi todas las esquinas, se han instalado cámaras de televisión disimuladas con algunas plantas que emiten una señal que puede ser controlada en el chiscón de la entrada, por un vigilante de seguridad que estaría de manera permanente. Naturalmente que eso incrementaría los gastos de comunidad, pero  no debía de asustarte porque son casi ciento veinte vecinos y la cantidad sería fácilmente asumible.
-  Ya – Ana intentaba por todos los medios aparentar interés – pero ¿cómo cuanto serían esos gastos?
-  De eso no debe preocuparte, porque todavía no están hechos los estatutos de la Comunidad, si quieres que sea sincera, ni siquiera se ha creado la Comunidad, o sea que eso sería negociable.
-  Si, perdona que sea tan pesada – Ana insistía en buscar un argumento para salir airosa de la entrevista – pero ¿no me puedes adelantar, por tu experiencia en otras urbanizaciones, mas o menos la cantidad?
Sofia Estrada abrió lentamente un pequeño maletín que había dejado apoyado en el suelo y mientras revolvía algunos papeles comentaba con Ana
-  No sé si lo tendré por aquí, pero si no, me dejas un teléfono y te llamo. De todos modos, perdona que sea tan pesada, pero lo que de verdad hay que valorar en esta promoción es la calidad de los vecinos. Es increíble – Sofía encendió un Camel después de ofrecerle uno a Ana que lo rechazó con un pequeño gesto de su mano derecha – no te puedes ni imaginar la cantidad de gente que se ha puesto en contacto conmigo y siempre a través de sus secretarias para que veas como están de ocupados. Sin ir mas lejos, esta mañana he estado un rato hablando con la secretaria del Marques de Cortuera que, como sabes es el Embajador de España en Honolulu y hemos quedado que en el próximo viaje que venga el Marqués, pasará a formalizar el contrato de compraventa de un dúplex y como éste hay un montón de gente conocida que se interesa por nuestros proyectos inmobiliarios, porque no es por nada, pero la calidad llama a la calidad y nuestra promociones anteriores en los alrededores de Madrid, son nuestra principal propaganda y ya se sabe que el que siembra recoge y ese es nuestro caso.
-  No, si eso no hay duda, pero con tantas cosas alrededor, me imagino que el precio de los apartamentos será prohibitivo y a mí me apetece algo bueno, pero siempre dentro de mis  posibilidades.
-  Del precio ni preocuparte. Eso es lo de menos – Sofía apagó el pitillo en un cenicero de cristal colocado en el borde de la mesa y volvió a introducir su mano derecha en el maletín que reposaba a sus piés -  aquí tienes las condiciones, pero no las mires ahora. Tranquilamente te las estudias en casa y nos vemos otro día y las discutimos, pero te repito que por eso no te preocupes, si te interesa nosotros nos ocupamos de la financiación e incluso pedimos un crédito por ti; lo único que necesito es un aval bancario y a partir de ahí te olvidas de todo.
Ana vio el cielo abierto y según tomaba en su mano una preciosa carpeta de tapas endemoniadamente azules, se levantó y dio por terminada la presentación
-  Te lo agradezco mucho y eso es lo mejor, me las estudio en casa y si tengo alguna duda te llamo. Hasta luego.
-  Pero – Sofía trataba de continuar con su excelencias urbanísticas con el ánimo de vender uno más de los apartamentos de Laviny House – espera un poco que si quieres te enseño alguno.
-  No gracias – Ana se colocaba el abrigo con rapidez – perdona, pero se me ha hecho tarde y no puedo estar aquí más tiempo. Gracias.
-  Bien, aquí estoy siempre a tu disposición. Toma mi tarjeta y me llamas ¿de acuerdo?
-  Gracias, no te preocupes que en unos días te llamo. Adiós.
Como si el tiempo no existiera, Ana apareció tumbada en la cama que tenía desde hacía casi tres años en la casa de Doña Ana de Virulés Arteaga. Era una cama antigua, alta, con el cabecero de caoba y las mesillas de una madera ajada por el paso de los años. Sus manos deambulaban por impecables sábanas de hilo, mientras sus piés se apoyaban en una manta fina, inglesa para más señas, que había sido adquirida por la dueña del piso en vida de Don Alberto de la Cruz y Taboada, cuando aquel, su marido, estuvo destinado en Londres. ¡ Que tiempos aquellos! Solía exclamar Doña Ana, la opulencia entonces y ahora teniéndome  que dedicar a alquilar un cuarto para subsistir. ¡ Dios mío, Dios mío, si Alberto levantara la cabeza!
 Para Ana era una solución ideal, cara, pero ideal. Vivía en pleno barrio de Salamanca, en una casa antigua, pero muy bien conservada, de portal de mármol, escaleras de caracol que avanzaban majestuosas hasta la altura de la garita del portero que como un vigilante antiguo oteaba el horizonte y perseguía a los vendedores ambulantes que trataban de depositar sus  mercancías en los rellanos de la escalera para que las señoras de la casa comprasen productos frescos. Algunos vendedores ya eran como de la casa, por ejemplo Florito que desde hacía casi veinte años cuidaba de la salud de las inquilinas suministrándolas una miel de La Alcarria que para sí la quisiera el propio Don Camilo José Cela. Con ella y siguiendo los consejos de Florito, boina en la cabeza, chaquetón de paño con buen pinta, pantalones de pana y alpargatas de suela de esparto, no tendrían ni una sola arruga cuando llegaran a cierta edad y los amores se conservaban como el primer día.
Otro asiduo era el Tomás que con sus cestas de huevos llamaba todos los miércoles al timbre ofreciendo su mercancía  a las señoras y en cuanto se descuidaban dando pellizcos a las chicas del Servicio que le huían entre risas por los larguísimos corredores que conducían a sus aposentos. El Tomás las perseguía unos pocos de metros y luego las abandonaba a sus burlas y a grandes voces les indicaba que era el que tenía los huevos mas grandes de toda la comarca y ellas se perdían tan suculento manjar.
Doña Ana de Virulés, la dueña de la casa era una señora de las que  ya no quedan. Alta, delgada de rostro enjuto y mirada cálida, desde que se murió D. Alberto su marido y a pesar de las promesas hechas en el lecho del dolor, no se perdía una sola partida de “bridge” que se celebrara en Madrid, acudía con regularidad a las reuniones de las Damas de la Cruz Roja, de la que llegó a ser Asesora del Presidente, los martes por la mañana cosía para las hermanitas de la Cruz y los jueves a última hora acudía a un colegio de niñas con problemas y repartía menús en los comedores como una sirvienta más. Guardaba ausencias a su manera y como repetía con frecuencia, en casa solo hay que estar para lo necesario y ni un minuto más que en la calle es donde están los problemas. Eso si, a las diez en punto, estuviera donde estuviera, se levantaba y se volvía a su casa. El rosario era el elemento habitual en sus manos, pero siempre a partir de las diez de la noche y era frecuente verla en el sillón, con los ojos en blanco, recitando letanías. Lógicamente se acordaba de D.Alberto, su marido, al fín y al cabo habían sido muchos años de matrimonio, pero solo cuando se acostaba y trataba de dormir. Por el día eran otras sus preocupaciones y si alguna vez sentía algo de remordimiento de conciencia por no estar nunca en casa a pesar de sus años, se consolaba pensando que si viviera, seguro que estaría contento de verla disfrutar de la vida.
El dinero de la pensión era escaso y los ahorros de toda la vida habían ido desapareciendo casi como por encanto. La situación no era agobiante, pero había que buscar una solución airosa en la que no quedara en entredicho el buen nombre de D. Alberto y apareció casi sin darse cuenta.
Una tarde mientras tomaba el té en casa de Amalita Jofrán conoció a Ana Segura una estudiante de un pueblo de Valladolid que acudía con cierta frecuencia a esa casa porque sus abuelas habían sido muy amigas de jovencitas y transmitía los mensajes de una a otra y así se enteró que esta chica vivía en una pensión y deseaba cambiarse de casa.
Doña Ana Virulés, nunca se planteó la posibilidad de alquilar una habitación, pero oyendo las explicaciones de la joven, le pareció que reunía todas las condiciones. Tenía espacio, no estaba habitualmente en casa, tenía una chica interna, la Basilia que por la manera de actuar, de joven debió ser de armas tomar, y necesitaba una ayuda para finalizar el mes con holgura. En fin, que dicho y hecho; tras una breve charla alrededor de la camilla en una tarde fría de invierno, llegaron a un acuerdo económico y Ana trasladó sus enseres acompañada de dos chicos que le ayudaron en el desembarco. Menos mal que el cuarto era grande y el armario más, porque sinó hubiera tenido que almacenar todos los bártulos en el cuarto trastero.
-  Hija mía: pero como es posible que tengas tanta ropa, ¿te da tiempo a ponértela?
-  Si, Doña Ana, si que me da tiempo y sinó ya lo verá – contestó Ana mientras colocaba en la primera balda una colección de jerseys de todos los colores.
-  ¿No deberías ahorrar algo? – en la voz de la arrendadora no había el mas mínimo reproche sino, simplemente la constatación de un hecho que le parecía exagerado – o tienes muy buen sueldo o te lo gastas todo en ropa.
Ana no pudo reprimir una sonrisa, aunque en el fondo debería de poner sus ropas en su sitio desde el principio, para evitar que su patrona se inmiscuyera demasiado en sus cosas, pero, por otra parte, lo decía con tal dulzura que no debería sentirse molesta
-  Pues mire, la verdad es que tengo muy buen sueldo y me encanta salir de tiendas, quizás porque cuando era pequeña, mis padres nos compraban poca ropa. No faltaba, pero tampoco sobraba y ahora me estoy desquitando.
-  Ya, ya – Doña Ana continuaba de pié al lado de la puerta del armario – no si yo no digo nada, cada cual que haga con su dinero lo que quiera, pero habiendo tanta hambre en el mundo como la que hay, no parece muy allá que unos tengan tanto y otros tan poco, pero no lo entiendas como que yo me meto en tu vida porque no es mi intención.
-  No se preocupe que no me molesta. Eso mismo me dice mi madre cuando voy a su casa y eso que allí cuando voy de vacaciones llevo la mitad de lo que tengo - mientras hablaba iba vaciando tres bolsones grandes de viaje de los que extrajo una enorme variedad de pañuelos, bragas, sujetadores, camisas, camisetas y siete pantalones que los iba dejando colocados cuidadosamente en el armario.
Doña Ana hizo mutis por el foro y a los pocos minutos apareció toda puesta, con los labios pintados de un rojo tenue, abrigo de visón, zapatos con un poco de tacón y un sombrero en la mano derecha.
-  Te dejo que hoy tengo partida en casa de Margarita Tejedor y voy a llegar tarde. Considérate como en tu casa y lo único que te pido es que si vas a llegar tarde, me avises para no estar preocupada hasta que llegues. ¡Ah! y acuérdate de dejar todas las luces apagadas porque hoy no está Basilia.  Hasta luego.

-  Adiós, Doña Ana que le vaya bien.

sábado, 5 de abril de 2014

EL TRIO DE DOS: CAPITULO 30

Queridos blogueros/as: Si alguien tiene la edición antigua de esta novela, que no busque este capitulo porque no lo va a encontrar. Lo he escrito hace poco porque me parecía que había como un vacío y lo he completado. No se si se nota, posiblemente no, pero aquí hablo que tuvieron cinco hijos y en otro sitio me parece que eran cuatro, pero no estoy muy seguro. En fin, fallos así los puede tener cualquiera, desde luego como sois, no me pasáis ni una.
Lo mejor supongo que estaréis de acuerdo conmigo, lo mejor con diferencia el postre y, bueno, el viaje de novios tampoco está mal, sobre todo si tenemos en cuenta que el mío fue a Valencia, Málaga y Rota.
Espero que esta vez grabe bien el capítulo y ya sabéis que continúo con la segunda y lo que no se es cuando se va a acabar este rollo porque ya empieza a parecer una serie de la televisión después de comer.
Bueno, como siempre, ya sabéis, a intentar ser felices, pero no lo debe ser tanto porque hay mucha gente que no lo consigue.
Un abrazo
Faustino Belascoaín,  alias literario,  "Tino Belas"



CAPITULO 30.-

Fueron unos meses de noviazgo, casi no llegaron ni al año y un mes de Ocubre a las siete y media de la tarde, cuando el sol abandonaba las inmediaciones de la Iglesia de los Jerónimos de Madrid, Alberto y Mamen se dieron un si emocionado mientras el Padre Huidobro, el Director de los cursillos prematrimoniales y el confesor habitual de Mamen, les abrazaba afectuosamente y les animaba a continuar por el camino del Matrimonio por el que Dios, ese Dios al que debían recurrir ante la menor dificultad, les había colocado.
Mamen iba guapísima, con un traje blanco de Dior, una diadema de diamantes que recogía su melena en un moño muy bien trenzado, una cintura estrecha con un enorme lazo y una cola de cerca de cuatro metros que era sujetada por cuatro de su sobrinos vestidos con pantalón corto color granate, camisa blanca sin cuello y unos mocasines del color del pantalón. Las maquilladoras habían hecho muy bien su trabajo destacando por encima del resto de las cosas la cara de felicidad de la novia. Su padre iba vestido con el uniforme de gala de la Orden de Calatrava y entre la gomina y el porte militar, parecía bastante mas joven de lo que realmente era. Alberto iba impecablemente vestido con un chaqué clásico, chaleco amarillo y una corbata con tonos azulados. Una sonrisa iluminaba toda su cara y mas cuando vió avanzar a Mamen por el interminable pasillo observada por cerca de setecientos invitados que asistía a la ceremonia católica. Los padres de Alberto habían tirado la casa por la ventana para la ocasión y la madre  vestía un traje verde pistacho con un moño del que salía una pluma de ave que la hacía todavía mas estilizada. El padre de chaqué, chaleco gris y corbata tirando a amarilla. Todos los testigos iban de chaqué y la boda resultó espectacular, como también la fue la llegada de la novia en un Rolls Royce de 1930 que hizo las delicias de todos los que habían tenido la curiosidad de acudir a los alrededores de la Iglesia.
Aperitivo a lo grande en los jardines del Hotel Ritz, posiblemente el mas elegante de todo Madrid y cena a continuación en los salones, esta vez cubiertos porque aunque el tiempo les había acompañado, era Octubre y en esa época en la capital de España hace una temperatura que unida a los amplios escotes de las señoras no permite una cena al aire libre.
El menú digno de unos mejores restaurantes de Europa, no desmereció en absoluto con el resto de la ceremonia y tanto un salmorejo a las finas hierbas, como un marisco con salsa de gambas de Zahara de los Atunes, un sorbete de vodka con sabor a Kiev, un faisán fileteado con acompañamiento de huevos de codorniz del Maestrazgo, troncos de alcachofa de la Rivera del Duero, sorbete de mandarina con nueces de San Nicolás de Bari y de postre un enorme plato con diversos tipos de helados, todos ellos procedentes de la famosa heladería “el bambini de Napoli” bombones belgas sobre una cama de crema de frutos salvajes del Caribe Oriental. Café, copa y unos Habanos que repartían la familia del novio completaban tan espectacular menú. Durante unas dos horas que duró la cena, un trío de música de cuerda interpretaba sin interrupción música de Vivaldi, Bach y Bethoven.
Una vez finalizada la cena y después de unos minutos de departir con los distintos invitados Alberto y Mamen bailaron un vals, como mandan los cánones, y a los pocos segundos, los justos para que el nuevo matrimonio se declarara por enésima vez su amor en esa noche, salieron a bailar primero los padres de ambos y a continuación el resto de invitados. Para la madre de Alberto eso fue lo único malo de toda la boda.     Donde se ha visto que salgan los novios a bailar directamente, les comentaba a sus amistades, de toda la vida primero sale el padrino a bailar con la novia, luego la madrina con el novio y enseguida se intercambian las parejas, pero ya sabéis, la gente joven es como es y cuando se empeñan en una cosa no hay quien se la quite de la cabeza, pero que conste que a mi me parece de lo mas vulgar y no me gusta nada. Lo siento pero no lo puedo remediar, pero la boda es suya y no hay manera.
Por aquel entonces Alberto ya llevaba unos años trabajando en el bufete de uno de los Abogados mas importantes, posiblemente del mundo y seguro que de España, destacaba por su profesionalidad, su dedicación prácticamente exclusiva a la empresa y comenzaba a gozar de un cierto prestigio en el ambiente de la judicatura nacional, lo que le permitía disponer de un importante sueldo, por lo que el viaje de novios se podría como casi una vuelta al mundo alojándose en los hoteles mas lujosos del planeta. Primero París, como no podía ser menos, Londres, Berlin, unas jornadas por los fiordos noruegos, salto hasta Kenia para disfrutar de un safari fotográfico, Isla Mauricio con sus maravillosas playas, las Bahamas y finalmente una semana por el Caribe pasando por Miami y terminando en Nueva York. Casi dos meses de viaje, disfrutando de todo cuanto les salía al paso y declarándose su amor cada pocos minutos.
De aquella época vino el embarazo de su primer hijo y la independencia de Alberto. No fue una decisión fácil, ni mucho menos, pero alguna vez tenía que ser y aprovechando la excusa que su mujer tenía un embarazo que no estaba siendo fácil y con la obligatoriedad de permanecer mucho tiempo a su lado, se despidió de su Jefe y de sus antiguos compañeros y se quedó una temporada en su casa, haciendo compañía, por supuesto, pero también estableciendo contactos para, en su momento, iniciar la andadura por su cuenta. Al principio, no fue fácil, pero poco a poco se fue abriendo camino hasta llegar pasados los años a convertir su bufete en casi tan importante como había sido el de su Jefe.
Continuaba teniendo mas hijos, su amor, su cariño, su ternura y la pertenencia a la Obra les hacía recibir con alegría todos los hijos que Dios quisiera y así llegaron a tener cinco lo que obligaba a Alberto a trabajar hasta altas horas de la noche, haciéndose cargo de muchos casos, de dudosa defensa, pero que se veía en la necesidad de decir que si. Viajaba prácticamente tres o cuatro días a la semana y el resto los distribuía entre el despacho , los mas y un poco en casa donde los hijos crecían disfrutando poco de la presencia de su padre.
-         Papá – peguntó una vez su hijo el mayor cuando no tendría mas de ocho o nueve años y no levantaba una cuarta del suelo - ¿porqué todos los padres van a los partidos de los sábados por la mañana al colegio y tú no?
-         Hijo- A Fernando aquella pregunta le hizo reflexionar – yo los sábados por la mañana trabajo y no tengo tiempo
-         ¿Tú eres Médico?
-         No, ya sabes que soy Abogado
-         Si ya lo sabía – contestó el niño argumentando su razonamiento – lo que pasa es que el padre de Pedro si que lo es y los días que no va es porque está en el Hospital
-         No, yo no estoy en ningún hospital, pero estoy en mi despacho estudiando para resolver los casos que tengo pendientes.
-         ¿Y eso no lo puedes hacer otro día?
-         Ya me dirás cuando
-         Yo que se – el chaval lo único que pretendía es que su padre lo fuera a ver – a lo mejor puedes tener esa mañana libre y vas por la tarde al despacho.
-         Está bien – Fernando quería reconocer honestamente su error – tienes razón. A partir del próximo te llevo yo al colegio y te veo como juegas ¿de acuerdo?
-         Ojalá sea verdad, porque otra vez también me dijiste lo mismo y luego no me llevaste
-         Te prometo que esta vez cumplo mi palabra
-         Muy bien, me voy a dormir - El niño se puso las zapatillas, dio un beso a su padre, otro a su madre y se encaminó a su cuarto.
-         No te olvides de rezar para que el Niño Jesús cuide de ti
-         No se me olvida, todas las noches le rezo por todos los niños del mundo
-         Muy bien, así me gusta que seas bueno. Hasta mañana.
Fernando apuró la copa que tenía entre sus manos sin prestar atención a su mujer que se disponía a servirle un poco mas de ron
-         Gracias, Mamen, pero casi prefiero no tomar mas, mañana tengo un juicio temprano y me gustaría ir bien despierto
-         Como quieras – Mamen guardó la botella en un pequeño armario, se puso una gafas y continuó con la lectura de un libro que tenía encima de la mesa camilla. De reojo miraba a su marido para ver su reacción después de las promesas realizadas a su hijo, pero su marido no cambió para nada la expresión de su cara. Pasados uno minutos preguntó con la mayor inocencia – o sea que ¿tú no eres Médico?
-         ¡ Que cosas tienes! Pues claro que no
-         Ya – ella pareció volverse a concentrar en la lectura – desde luego a los críos se les ocurren unas cosas
-         ¿No será cosa tuya?
-         ¿Mía? – Mamen lo miró a los ojos – ya sabes que a mí me encantaría que no trabajases los fines de semana, pero comprendo que el trabajo es el trabajo y si no puedes llevar al niño, ya lo llevo yo como siempre.
-         No hay problema – Fernando se levantó del orejero y apagó la radio que todavía emitía noticias – tengo que cumplir mi promesa y ya está.
-         Ya sabes que lo que hagas está bien hecho, pero en este caso creo que el niño tiene razón, porque en el campo de deportes, casi todos son padres. Madres somos muy pocas.
-         Es lógico.
-         Eso me parece a mi
-         Bueno, hasta mañana que tengo bastante sueño
-         Espérame un segundo que yo también me voy a la cama.