CAPITULO 63.-
La terraza del amplio
apartamento situado a unos pocos metros de la playa era como el puente de mando de un
portaaviones. Situada en el piso sexto de una moderna urbanización estaba
ubicado de tal manera que sentado en un cómodo sillón se podía apreciar toda la
bahía de Cádiz. Unos altavoces distribuidos estratégicamente dejaban un aroma
de habanera que parecía efectivamente que La Habana era como Cádiz pero con menos negritos. Unas copas albergaban unos gin tonics repletos de hielo y el sol
parecía querer poner una nota de melancolía alejándose lentamente por el
horizonte. Las luces de algunos cargueros que esperaban turno para atracar
parecía prolongar las farolas del paseo marítimo haciendo que Cádiz pareciese
todavía mas próxima al Caribe. Una ligera brisa hacía que el atardecer fuera
algo menos caluroso que el día que le había precedido y acrecentaba las ganas
de disfrutar de tan privilegiado puesto de vigilancia.
Nicolás estaba apoyado
controlando con unos potentes prismáticos los movimientos de unas pequeñas
embarcaciones que unos cientos de metros mar adentro se mecían plácidamente
mientras sus propietarios, con sus trajes de aguas de un amarillo intenso, se
dedicaban a faenar el “pescaíto” que sería degustado por los pocos turistas que aquel mes de Octubre disfrutaban
de unas cortas vacaciones. El Doctor Nicolás Lopez García conocido especialista
en Medicina Legal se pasaba horas y horas en la misma posición como queriendo
colaborar con los marineros y hasta los perseguía desde la distancia hasta
llegar a puerto y ver como desembarcaban varias cajas que pasaban directamente
a la lonja para ser distribuídas por las viejas tabernas y todo ello
desplazando ligeramente los codos, tan solo unos centímetros, para que los
prismáticos siguieran perfectamente el objetivo fijado. Mas allá, barcos mas
grandes ponían rumbo hacía el inmenso mar con destino desconocido, aunque para
Nicolás todos seguro que irían hacia La Habana donde, como decía la canción,
son muy dulces los besos de las cubanas y millones de historias se acumularían
en cada uno de sus tripulantes.
Nicolás Lopez García era
un hombre de mediana edad, exactamente cuarenta y siete años, aunque aparentaba
bastante menos. En las épocas que estaba de vacaciones y ésta era una de ellas,
vestía de manera informal, con camisa blanca con botones en el cuello,
pantalones chino azul marino, playeras también azules y una chaqueta de punto
sobre sus hombros. Era moreno, pelo discretamente largo, cara muy trabajada por
el sol de aquella semana que llevaba en casa de su hermano en la bahía de
Cádiz, mirada profunda que surgía de unos enormes ojos negros, manos finas y
cuidadas, el tórax bien contorneado gracias a las muchas horas de ejercicio en
el gimnasio al igual que las piernas. Apoyado en la terraza parecía mas un
marino de paisano que un Médico Forense de vacaciones. Se trataba de un hombre
inteligente, trabajador no en vano había sido premio extraordinario de carrera
hacía ya bastantes años y gracias a ello había conseguido una plaza de Médico
Residente para hacer la especialidad de Cirugía Plástica en el Hospital Ramón y
Cajal de Madrid hacía ya muchos años. Por aquel entonces estaba ilusionado con
su futuro, se veía con condiciones para ser un especialista de prestigio y
había conseguido entrar a formarse en uno de los mejores servicios de España.
Los primeros años fueron
muy interesantes, trabajó mucho, se podría decir que vivía en el Hospital por
aquello de no perder ni un minuto, no conoció a nadie de aquellos que se
podrían definir como amigos para toda la vida, pero si que hizo muchas
conocidos. Se trataba de un trabajador infatigable, buena persona, cumplidor
como el que mas y eso le llevó a ser, en muy pocos años, el primer ayudante del
Jefe de Servicio una persona muy conocida en el ámbito de la Cirugía Estética
en Madrid. Si por Nicolás hubiera sido, posiblemente le hubiera gustado mas
dedicarse a la cirugía reconstructiva, cirugía de la mano o a los grandes
quemados, pero el dinero fue el detonante de su cambio de trayectoria. Si, si,
no es que se arrepintiese porque la vida sigue los caminos que sigue y hay que
tomársela como es, pero comenzó a trabajar con ese Especialista que le pagaba
muy bien y como ocurre casi siempre le gustó lo que empezó a conocer y encima
ganaba bastante mas que sus compañeros. Definitivamente se decidió por la Cirugía
Estética, abandonó completamente los otros aspectos de la Especialidad, dejó el
hospital y con los pocos ahorros que tenía se fue a Estados Unidos,
concretamente a San Francisco y allí permaneció casi dos años trabajando con
los mas prestigiosos especialistas y ya directamente enfocado a temas como
rinoplastias, liposucciones, mamas y estiramientos faciales. Lo demás no le
parecía interesante y no se ocupó de ellos. Trabajó mucho, nunca mejor dicho
que como un negro, prácticamente no abandonó el hospital en todo ese tiempo, no
se permitió el lujo de conocer nada que estuviera a mas de cincuenta kilómetros
de la ciudad de San Francisco, pero todo su esfuerzo se vió recompensado cuando
volvió a ejercer a Madrid.
Alquiló una consulta en
pleno centro de la capital y en muy pocos meses se hizo con una clientela que
le proporcionaba excelentes ingresos y le permitía pertenecer a una clase
social a la que nunca hubiera aspirado en condiciones normales, aunque él
procedía de una clase media acomodada, su padre era un Abogado conocido de la
capital y comenzó a relacionarse con marquesas, duquesas, amigas y conocidas de
miembros destacados de la familia Real, hijos de magnates de los negocios y
demás gentes con los que compartía fiestas varios días a la semana.
Sin embargo, ese castillo
construido de una manera bastante sólida, basado en unos buenos conocimientos
del campo que desarrollaba y con una buena adaptación por su parte, se vino
abajo como si fuera un pequeño bote en el centro de un huracán cuando tuvo la mala
fortuna de operar a la Duquesa de Castilanuova, prima del Rey y una de las
mujeres mas distinguidas de la alta sociedad madrileña. Se trataba de una
reducción mamaria, la cirugía transcurría por los caminos habituales, cuando
sin causa aparente, comenzó a sangrar de una manera que parecía como si los
factores de coagulación se hubieran declarado en huelga, se le transfundieron
varios litros de sangre, el riñón comenzó a fallar, la respiración se alteró de
manera importante a pesar de los esfuerzos de su Anestesista y varios
compañeros que acudieron en su auxilio y a las pocas horas un fallo
multiorgánico hizo que no hubiese mas remedio que certificar su defunción.
Aquello fue la noticia
para el todo Madrid, Nicolás sufrió una especie de abandono por parte de los
que él consideraba sus amigos, la consulta se quedó desierta y todo ello lo
llevó a una depresión que le duró casi dos años. Menos mal que previamente
había ganado dinero y eso fue su colchón para esa época que consideraba
nefasta. El juicio demostró su inocencia, las cosas se había hecho bien, aunque
el resultado hubiera resultado fatal, el seguro pagó una pequeña cantidad y
Nicolás intentó volver a la normalidad, cosa que no consiguió, no sabía si por
su culpa o por la de todos los que le criticaban. Un año mas duró aquel
calvario y poco a poco fue saliendo gracias al tratamiento psiquiátrico y sobre
todo a la presencia de Nerea, una psicóloga joven que le trató desde que
comenzó a salir del túnel en el que se había introducido de manera involuntaria.
Todo el mundo le
aconsejaba que volviera a ejercer, entre otras cosas para olvidarse de todo lo
sucedido, pero Nicolás había adquirido un auténtico terror a la cirugía. Cuando
empezaba cualquier operación, el bisturí parecía que en lugar de estar sujeto a
una mano estuviera introducido en una máquina vibratoria, las gotas de sudor
caían por su frente como si estuviera debajo de una ducha y la cabeza le daba
vueltas. Incluso en una ocasión tuvo que abandonar el quirófano y terminar la
operación su ayudante. Estaba claro que en aquellas circunstancias no podía
continuar y decidió dejarlo todo y volver nuevamente a estudiar para
presentarse a Residente de otra especialidad, no sabía de cual, pero seguro que
no sería quirúrgica.
Se dejó las pestañas a base
de estudiar durante todo un año preparando el examen de ingreso para ser otra
vez Residente aunque no sabía de que especialidad siendo consciente que habría
otros muchos estudiantes, mas jóvenes que tendrían los conocimientos mas
recientes y no sabría si obtendría la plaza con la misma facilidad que la
primera vez. Hizo un examen razonable,
no especialmente brillante y sacó un número suficiente para optar a plazas de
Laboratorio de Análisis Clínicos, de Anestesia, de Pediatria o de Anatomía
Patológica y se decidió por ésta última.
Aquella noche tuvo unas
pesadillas que la mantuvieron en vela cada media hora. El, que había sido uno
de los cirujanos plásticos con mayor prestigio, se convertiría de manera
voluntaria en Forense. El que se había dedicado durante tantos años al fomento
de la belleza utilizando para ello todo lo necesario, ahora trataría cadáveres
¿alguien podría entenderlo? Por la mañana cuando se levantó, lo primero que
hizo fue llamar a Nerea su Psicóloga, a la que hacía cerca de seis meses que no
la veía, para que le volviera a ayudar.
¿En que piensas? – Nerea
se incorporó de la tumbona donde llevaba tumbada cerca de una hora.
Nicolás dejó el gin tonic
en una pequeña mesa y se volvió lentamente. La presencia de Nerea le aportaba
tranquilidad y sensación de paz la que unida a la que llenaba la terraza le
proporcionaba una sensación como de estar flotando en un mundo irreal. Nerea
era guapa, muy guapa, tan guapa que no sabía como se había podido enamorar de
él que ya no era un cirujano plástico de prestigio sino un forense con cierto
nombre pero nada mas. Aquello había sido una cosa extraña y así se lo hizo
saber a la que consideraba su salvadora
- Estaba
pensando en nosotros
- ¿En
nosotros? – Nerea se peinó con los dedos dejando que su larga melena negra se
desplazara por sus hombros desnudos
- Si
y pienso lo que te he dicho tantas veces – Nicolás la miró recordando las
largas sesiones de tratamiento psicológico en su gabinete de la calle Ayala, a
donde acudía dos veces por semana al principio y luego una vez, para curarse de
sus manías desde aquel desgraciado accidente quirúrgico que le marcó para toda
la vida – que gracias a ti soy lo que soy, porque si no te hubiera encontrado
seguro que estaría tirado por ahí.
- ¡Que
exagerado eres Nico – con su mano derecha se acercó un pequeño espejo a la cara
y se perfiló los labios – tampoco fue para tanto, al fin y al cabo es mi
trabajo.
- Ya,
pero gracias a ti estamos como estamos
- Eres
el único paciente que me está agradecido – Nerea esbozó una sonrisa dejando asomar
una dentadura perfecta - y eso que ni de lejos cumplimos el objetivo que nos
habíamos planteado ¿te acuerdas?
- Como
no me voy a acordar – Nicolás se sentó a un lado de la tumbona y la abrazó –
estaba hundido y tú me salvaste.
- Una
hace lo que puede
- Venga
no seas modesta, conmigo hiciste un trabajo maravilloso
- Eso lo hemos discutido muchas veces y ya sabes
lo que pienso
- Ya
lo se que para ti, no ha sido un buen resultado de la terapia, pero para mi,
mejor imposible.
- Si
hubieras vuelto a la cirugía el éxito hubiera sido total, pero en fin, lo
importante es que estás bien
- ¿Te
parece poco? Para mí has sido como un ángel y encima nos enamoramos. Lo
importante en este mundo y eso no digas que no porque es lo que repetís los
psicólogos todos los días, lo ideal es estar contento con uno mismo y eso es
exactamente lo que me pasa a mi.
- Me
alegro mucho, ya lo sabes – Nerea le besó en los labios dejando discurrir su
memoria hacia aquella época en que Nico era un auténtico desastre. No se
arreglaba, prácticamente no salía a la calle, no tenía ni un solo amigo en
quien apoyarse y se pasaba las horas en su apartamento sin hacer absolutamente
nada. Se acordaba como si no hubiera pasado el tiempo de aquellas primeras
sesiones en que Nico prácticamente no dejaba de llorar, se consideraba culpable
de la muerte de aquella paciente y no había quien lo sacara de aquel estado.
Para ella, al principio, era un paciente mas, pero poco a poco la pena se fue
cambiando por amor, fue un cambio muy sutil, en pocas sesiones, eso si, pero
como muy disimulado. Su experiencia le decía que no debía seguir por ese camino
y su corazón la llevaba a continuar las largas sesiones en su pequeña consulta
en el centro de Madrid. Al principio era yo te llevo que se nos ha hecho muy
tarde, después podíamos ver una película o hacer un pedido a un chino y
ponernos morados de tallarines con gambas o cerdo agridulce y así las sesiones
se hacían mas y mas largas. Nico no paraba de hablar y yo como si no hubiéramos
cambiado de escenario escuchaba y escuchaba como si estuviera en el sillón de
mi consulta. La sensación era mas de amistad que de otra cosa. El abría su
corazón y yo como si fuera su amiga del alma escuchaba sin dar mi opinión.
Sabía que llegaría el momento en que comenzarían sus preguntas, pero mientras
tanto me alegraba que el tiempo las fuera retrasando. En algunas ocasiones me
gustaría haberlo interrumpido, incluso profesionalmente sabía que tenía que
haberlo hecho, pero le veía tan ensimismado en su discurso que no veía el
momento y así pasaron semanas, que digo yo, meses hasta que, como una ráfaga de
viento se tratase, nos dimos cuenta que estábamos enamorados como dos niños y a
partir de ahí todo fue coser y cantar. En ningún caso insistí en el tema de la
cirugía, ¡ para que si sabía que eso no lo iba a superar! pero si que me
convertí en su inseparable compañera hasta ahora
- Y
desde que nos conocimos la primera vez ¿cuánto tiempo hace?
- Diez
años
- ¡Diez
años! – Nico no pudo disimular un gesto de sorpresa – parece mentira. Otra vez
pensó, ya no sabía los millones de veces que le había pasado lo mismo, la de
cosas que le habían pasado en esos años. Se había curado gracias a Nerea eso
era lo mas importante, había vuelto a aprobar el MIR, se había enamorado, había
hecho prácticas en el Hospital de Torrejón, se había colocado en los Juzgados
de la Plaza de Castilla como interino y lo último era sacar la plaza de Médico
Forense en el Instituto Anatómico de Madrid –
creo que ya ha pasado tiempo suficiente para que te haga una pregunta
- ¿Una
pregunta?
- Si
– Nico se puso de pié y con expresión muy seria le preguntó - ¿te quieres casar
conmigo?
Nerea abrió los ojos como
si fueran dos lunas llenas, se abrazó a él con todas sus fuerzas y contestó con
un si tan fuerte que casi se oyó por toda la bahía de Cádiz.