TERCERA PARTE Y ULTIMA.-
CAPITULO 71.-
El amplio pasillo de
entrada a la Residencia de Mayores “La Espera” era un hervidero de gente, como
casi todos los Domingos. Los mayores, acompañados de sus familiares,
aprovechaban la tarde para salir de sus pequeños chalets adosados y deambular
lentamente por el pasillo que los unía a modo de porche. En los laterales de las
puertas de cada uno de ellos, un macetero de obra contenía abundantes plantas
que los ancianos cuidaban con esmero. Cada poco, veinticinco metros mas o
menos, el pasillo se vía interrumpido por una rotonda con un banco circular y
una farola que hacía de punto de referencia y lugar de reunión de muchos de los
allí alojados. Naturalmente todo dependía del tiempo, si era bueno, allí se
reunían la mayoría, pero si el tiempo no acompañaba, entonces los pequeños
salones de los distintos chalets servían de improvisadas salas de reunión. En
la puerta de cada vivienda una placa dorada indicaba el nombre de cada uno de
los inquilinos. En la mayoría ponía el nombre del matrimonio y algunas, por
razones obvias, solo disponía de un espacio para albergar el nombre de una sola
persona.
La mayoría de los que
circulaban eran gente de edad, pulcramente vestidos, lúcidos, de lento caminar
y maneras exquisitas. Los sombreros de algunos de los transeúntes se alzaban al
paso de las damas que sonreían ante tanta educación mientras que la mayoría
paseaban con sus calvas mondas y lirondas. Había expresiones para todos los
gustos, aunque, en general, los rostros reflejaban, sobre todo tranquilidad.
Las arrugas del paso de los años se mantenían, la curiosidad iba
desapareciendo, la necesidad de compañía para algunos era imprescindible,
mientras que otros buscaban deliberadamente la soledad. Eran los que nunca
salían, los que permanecían en sus casas sin hablar con nadie, los que, para
ellos, la vida no tenía alicientes y lo
único era esperar que les llegara la hora de su muerte sin ningún tipo de
sufrimiento y eso era lo único que tenían garantizado por contrato.
La Espera era una
institución con ánimo de lucro en la que los ancianos, cuando estaban en edad
fértil, se apuntaban para disfrutar de una jubilación sin sobresaltos y con
todo lo que uno querría tener en una Residencia de Ancianos. El lujo era
máximo, el trato exquisito y las instalaciones “lo mejor de lo mejor” como
anunciaba la propaganda que repartían por los buzones de urbanizaciones de
prestigio con un alto nivel de económico
Como para casi todos los
temas inmobiliarios, el promotor fue D. Jesús Gil, conocido empresario del
mundo del ladrillo, Alcalde que fue de Marbella y hombre conocido por la
cantidad de negocios de todo tipo que iniciaba con prontitud y atendiendo los
deseos de los futuros inquilinos. El primero que aceptó con interés la idea y
que ayudó a su realización fue Ruiz Marciales que estaba seguro que su
presencia en ese complejo residencial nunca se haría realidad y ahora era,
junto con su mujer, Presidente de la Comunidad de Inquilinos de Honor, como una
división en el seno de la propia Junta General y todo como consecuencia de
haber recibido casi mil millones de pesetas por su casa de Madrid y sobre todo
porque los trece hijos habían iniciado sus andaduras profesionales y ninguno
vivía en su casa. El hecho que “La Espera” dispusiera de cinco chalets
independientes de casi seiscientos metros cuadrados construidos con dos
doncellas, una cocinera y un secretario, Médico Especialista en Geriatria de presencia física permanente,
fisioterapeutas especializados, gimnasio cardiosaludable y un sin fin de
instalaciones a todo lujo, les hicieron recomponer su vejez y valorar todo lo
que de positivo tenía este proyecto y así a la edad de cincuenta y cuatro años
se apuntaron a pagar una cantidad fija que, a modo de alquiler, les garantizaba
una vejez sin miedo al futuro. Por tener tenía hasta un concierto con la
Clínica de la Luz para el ingreso de todos aquellos que lo necesitasen y a mas
a mas, que dirían los catalanes, una especie de Sociedad Médica a la que
estaban adscritos los mas prestigiosos especialistas de Madrid, muchos de ellos
hijos o familiares de los que allí habitaban.
El día se presentaba con
sol y sensación de calor. Los rigores del invierno parecían dejar paso a los
primeros guiños de la primavera, los tallos de las plantas, empequeñecidos por
el frío, parecían emerger de la tierra que los acurrucó durante varios meses y
asomaban con alegría para demostrar, una vez mas, que la vida sigue. Los
árboles centenarios que rodeaban la Urbanización albergaban a cientos de
pájaros que revoloteaban alegres entre sus hojas alterados únicamente por el
vuelo de alguna bola de golf procedente del cercano campo de prácticas del
Encinar de los Arroyos.
En la rotonda frente a los
números 73,74,75y 76, había, como casi todos los días, una tertulia formada por
cuatro personajes muy conocidos en la Institución que alternaban sus charlas
informales en la rotonda Número 3 con la organización de innumerables eventos
destinados siempre a hacer que la monotonía no se instaurase en ninguno de los
presentes.
D. Zoilo, jerezano de los
de antes, dueño de una cuadra de caballos considerada por los expertos como una
de las mejores del mundo era el que llevaba la voz cantante en ese momento.
Vestido con una chaqueta de espiguilla marrón, pañuelo en el bolsillo superior
izquierdo haciendo juego con la corbata de espuelas, pantalones marrones,
calcetines de cuadros y zapatos de ante marrón, se tocaba la gorra campera, del
mismo tejido que la chaqueta, al tiempo que con un pequeño silbido piropeaba a
una de las enfermeras que se dirigía al número 82 para tomar una muestra de
sangre a Doña Conchita que la pobre llevaba un invierno con una anemia que no
la permitía salir de su casa.
- Adiós, Sara, mírala, lo mas bonito del mundo.
- Adiós, Don Zoilo – La enfermera exhibió la
mejor de sus sonrisas – abriguese que este sol es muy traicionero.
- ¡Que va chiquilla! El sol es una bendición y
como bien escaso hay que disfrutarlo lo mas posible.
- Allá usted, Don Zoilo, pero yo de usted me
abrigaría.
- ¿Y porqué no me das tú calorcito, “mi arma”?
- ¿Y qué iba a decir doña Inés?
- ¿Doña Inés? Que va a decir, “na de na”, la
pobre tiene un Alzehimer que no se entera de na, pobrecilla quien la ha visto y
quien la ve. En fin, la vida es así.
- Hasta luego Don Zoilo, vaya usted con Dios.
- Igualmente y vaya usted por la sombra que los
bombones al sol se derriten. – D. Zoilo la vió alejarse, con su bandeja de
hacer análisis, sus andares juveniles y un pijama ajustado – ¡Dios mío si yo
fuera mas joven!
- No le des vueltas, Zoilo, si tu fueras mas
joven no mirarías a la enfermera con esos ojos que parece que la estás
desnudando, le harías alguna proposición y ella aceptaría o no, que casi
siempre sería que no, y tan amigos – Luis, Médico jubilado tenía por costumbre
elucubrar sobre las cosas que veía a diario y así planteaba situaciones
cotidianas tratando de darles un aire de normalidad – o en todo caso no le
plantearías nada porque no estarías aqui y por lo tanto dificil es que vieras
pasar a esta criatura.
- Hombre Luis, tampoco es eso. Uno de joven era
bastante bien parecido y las proposiciones siempre se hacían a tiro fijo con
muy pocas posibilidades de errar el disparo. Además – Zoilo se pasó la mano por
la nuca para ajustarse unos pequeños rizos que surgían de su pelo blanco – si
no fuera por estos ratos y otros parecidos ¿para qué viviríamos?
- En eso tienes razón
¿ves? Lo cortés no quita lo valiente y eso es lo malo que nos pasa a algunos –
Luis se quedó mirando sus zapatos relucientes – desde que murió Ana mi vida no
tiene sentido y ojalá fuera como tú, pero no lo soy y por lo tanto lo único que
me espera es sufrir.
Iñaqui Zaraluquieguirra
intervino con vehemencia como casi siempre
- Mira
Luis, no empieces como todos los días. Ni estoy ni estaré nunca de acuerdo con
tu planteamiento ¿me entiendes? – su acento vasco sonaba fuerte en aquella
tertulia – No señor, la vida te da momentos difíciles, pero también te da
muchas alegrías. Tú acabas de perder a tu mujer y sería absurdo negar la
importancia que tiene, pero sería genial que te pudiéramos ver en un par de
años, seguro que serías otra persona, pero como no se puede, pues habrá que dejar pasar el tiempo ¡que remedio!
Lo que ocurre es que el tiempo pasa
mucho mas deprisa de lo que uno piensa y
lo que parece imposible se hace realidad en menos que canta un gallo y si nó
mira para mí – Iñaqui se levantó y su enorme anatomía se hizo patente ante todos
los presentes . Vestido con una zamarra azul con la bandera del País Vasco en
el pecho junto a una bandera de España, camisa de franela a cuadros, pañuelo
anudado al cuello, pantalones grises con la raya impecablemente marcada y
mocasines marrones era la imagen perfecta del hombre mayor, viudo, que se
conserva maravillosamente bien. Vasco y español, como le gustaba decir siempre
que tenía oportunidad, con una chapela diseñada a medida que se mantenía
ladeada sobre su bien tratada cabellera, había ingresado en la Residencia
después de fallecer su mujer, hacía ya casi tres años y no por necesidad porque
tenía casa en Almería donde se había trasladado con su empresa de casi
doscientos trabajadores como consecuencia del aumento exacerbado del
nacionalismo y las ayudas que permanentemente le pedían para mantenimiento de
los presos etarras – quien me iba a decir a mí que después de vivir casi
cincuenta años en Zarauz iba a acabar con mis huesos nada menos que en Almería
y sin embargo, aunque los comienzos fueron difíciles, poco a poco y a base de mucho
esfuerzo, eso es verdad, la empresa comenzó a salir a flote y ahora tiene hasta
delegaciones en casi toda España y no sabes lo que pudimos llorar mi familia y
yo cuando decidimos el traslado, Fue espantoso, pero como te decía la vida
tiene que seguir y aquí estamos, leyendo el Diario Vasco, añorando mi tierra,
echando de menos a los míos, pero viviendo porque ¿qué otra cosa puedo hacer?
Luis Morazuelo Perea,
aseguraba que solo se podía nacer en Madrid para tener un título nobiliario lo
que irritaba profundamente a sus contertulios, era un hombre de andar pausado,
parco en palabras, serio, pero en ocasiones socarrón, poco amigo de hacer
florecer sus sentimientos y al que había que sacarle las palabras poco menos
que con calzador. Solitario, no tenía hijos ni nadie que viniera a alegrarle
las tardes de los fines de semana, enigmático con su vida privada, dejaba caer
las frases con cuentagotas. Nunca jamás opinaba de política porque según él, el
opinar sin saber era perder el tiempo y sobre todo amigos. Partía de la base
que los políticos eran todos uso sinverguenzas y unos golfos y por lo tanto
¿para qué iba a opinar si luego hacían lo que les daba la gana? Naturalmente no
votaba desengañado como estaba con tanto trapicheo postelectoral con tal de
llegar a gobernar y la política era para él un mal necesario. Había discutido
muchas mañanas y ya se había entregado - ¿Ha quedado clara mi postura? Muy
bien, pues a partir de ahora cada vez que se hable de política no pienso decir
ni esta boca es mía y así nos evitaremos problemas. ¿Está claro? - Era así de
tajante y mantenía sus promesas con tozudez. Exponía sus argumentos con
rotundidad y su alguien no estaba de acuerdo, peor para él. Sin embargo, era muy dialogante en cuanto se
planteban temas relacionados con la Medicina a la que había dedicado toda su
vida. Según decían sus amigos, economistas, abogados, brokers de todo
tipo……etc, había trabajado tanto que no le había dado tiempo a ganar dinero y
era una verdad como un templo. Menos mal que el tema de la jubilación se lo
había planteado con tiempo y se había apuntado a pagar las cuotas mucho antes
de dejar su consulta del seguro, porque de lo contrario le resultaría imposible
mantener ese nivel. Como ocurre en todos los órdenes de la vida, la muerte de
su mujer había dejado un vacío imposible de llenar con nada y menos para una
persona como Luis que era un auténtico inútil, sin embargo en el aspecto
exclusivamente económico había salido ganando porque ya no tenía que
abonar nada y encima le devolvieron
parte de las cuotas y así las penas con pan resultaron menos penas.
- Mirad
quien viene por ahí.
- Hombre
Fernando ¿Cómo estás?
- Bien
para un hombre de mi edad y condición social – Fernando Altozano mantenía el
porte y las maneras de cuando era joven. Sus facciones se habían suavizado con
el paso de los años. De aquel pelo peinado hacia atrás solo quedaban restos, la
frente se había prolongado en el espacio mientras que las cejas se habían caído
como queriendo seguir el curso natural de la vida. La cara la tenía surcada por
profundas arrugas concluyendo todas alrededor de la boca. Su sonrisa continuaba
siendo igual de cautivadora que siempre, posiblemente favorecida por una hilera
de implantes dentarios perfectos en su distribución, y su aspecto, en general,
era de un viejo joven como a él le gustaba definirse. Vestía una teba verde,
camisa lisa con corbata a cuadros de lana, pantalones beis y el conjunto
finalizaba en unos zapatos de ante de primoroso aspecto.
- Mamen
¿no baja hoy? – preguntó Luis como siempre interesándose por su estado.
- No,
no se encuentra muy allá y se ha quedado haciendo unos crucigramas que ya sabes
que le encantan
- Y
son muy buenos para prevenir el Alzehimer – D. Zoilo también quiso intervenir
en al conversación – y si no que me lo pregunten a mí que mi santa se ha pasado
la vida sin hacer ni uno y así está la
pobre.
- No
tratéis de hacerme comulgar con ruedas de molino, porque no lo vais a conseguir
– Luis trataba de imponer su discurso en base a su título universitario - Uno como Médico no puede consentir la serie
de barbaridades que se dicen sin tener ni puñetera idea. Con esta discusión me
ocurre como con la que siempre se organiza con las fracturas de cadera y sinó
pensarlo un momento ¿que se produce
primero la fractura y por eso te caes o te caes y se rompe el hueso?
- Yo
no lo se y para eso estáis los galenos, pero por puro sentido común parece más
lógico lo primero – Iñaqui se ajustó la chapela - Se supone que los huesos
están débiles y se rompen con mayor facilidad que los de la gente joven.
- Si,
eso debería de ser así, pero no es del todo seguro porque toda la fuerza se
hace sobre la cadera, pero toda la fuerza de todos los viejos y ¿porqué se
rompe la cadera en unos viejos si y en otros no?
- ¿Tendrá
que ver la cantidad de deporte que se haga en la vida? – D. Zolio como todos, arrimaba el
ascua a su sardina – porque como sea así estoy apañado. El único deporte que he
practicado con asiduidad y en el cual era considerado de un nivel como para
ser integrante de la Selección Nacional
era en el fino arte de levantar copas de manzanilla.
- Entonces
yo si que puedo estar tranquilo – Iñaqui inundaba el ambiente con su potente
voz – porque me he pasado la vida jugando a la pelota y cuando ya comenzaron a
flaquear las fuerzas, me pasé a pala que es mucho mas tranquila y últimamente
al frontenis que eso es una mariconada para los castellanos parlantes.
- No
empieces como todos los días que ya sabes que te contestamos.
- No
te preocupes Fernando, que a mí me importa un rábano, pero tendrás que estar de
acuerdo conmigo que entre un buen partido de pala con golpes que se salen de la
pista con una pelota dura y las dejadas del frontenis y encima con una bola de
tenis, no hay color.
- Claro
que no hay color. El frontenis como el Padel son deportes para gentes
inteligentes, gente con clase, mientras que el frontón a pelo es para hombres
con una tremenda fuerza física, pero con poca mollera
- No
empieces, Fernando. que acabamos como el rosario de la aurora.
Los cuatro hacían estos
comentarios mientras permanecían sentados en una de las rotondas. Al poco se
levantaron y comenzaron a caminar lentamente. Todos los días la misma
operación. Llegaban al final del pasillo, salían de la Residencia, daban la
vuelta a la manzana y entraban nuevamente en la Residencia por la puerta de
atrás. Fernando aprovechaba “a echarse un cigarrito” porque aquí no se molesta
a nadie, mientras que Luis, el Médico, le reprochaba tan insana manía
- Fernando
¿tu no sabes que el tabaco mata?
- Luis,
no seas coñazo, todos los días la misma historia con el tabaco, ¡que pesado
eres!. Claro que el tabaco mata, pero a mi no, porque si así fuera yo estaría
criando malvas desde hace años y aquí estoy, vivito y coleando.
- Mi
obligación como Médico es avisarte.
- Ya,
pero no todos los días.
- Pero
eres tú y no yo el que lo recuerda porque yo solamente te lo digo cuando te veo
con un pitillo.
- Bueno,
bien, no te preocupes que en cuanto le dé dos caladas más lo dejo.
- Si,
si, eso me lo dices todas las mañanas
- Está
bien, ya lo apago.
Los cuatro continuaron
amigablemente su camino y se iban separando al llegar a sus respectivos aposentos. Fernando fue el
primero, sacó la llave de la puerta y la abrió. Se limpió los zapatos en un
felpudo grabado con un “welcome” muy inglés, se calzó unas zapatillas y con
paso lento se sentó en un cómodo orejero. En una mesita auxiliar, a su derecha,
se encontraban varios libros y un diario en el que anotaba cosas y cosas sin
ningún orden. No trataba de escribir sus memorias, pero si apuntar temas que
ocurrían a diario y así con un bolígrafo y con letra firme y clara anotó:
“ Luis me ha vuelto a
echar la bronca por fumar y he sentido la misma sensación que todos los días,
es decir, me da exactamente igual, de algo
hay que morirse.”
El paseo ha estado bien, hemos hecho el
recorrido largo y la verdad es que vuelvo cansado. Mamen no ha podido
acompañarme porque creo que tiene algo de gripe, pero no parece que sea nada
preocupante y espero que sea así porque no me veo viudo y solo en la vida. Que
cursi queda esto, parece la letra de un tango.
Solo nos quedan tres días
para que vengan nuestros hijos con los nietos y celebremos todos el cumpleaños
de Mamen. Espero ese momento mas que otros años porque cada vez nos vamos
haciendo mas viejos y cualquier año faltamos alguno. Lo único que le pido a
Dios es que sea yo al que le toque la china porque Mamen se organiza sola mucho
mejor que yo.
Estoy pensando dejar de
escribir porque no hago nada mas que poner cosas de viejo y aunque no debería
de ser así, tengo que reconocer que me deprime bastante, pero pensándolo bien
lo que tengo que hacer no es dejar de escribir, eso sería una tontería porque
me llena muchas horas al día, lo que tengo que hacer es cambiar el guión y
anotar cosas de cuando era joven ¿seré capaz? Porqué no, será cosa de
intentarlo. Total esto es para mí y nadie lo va a leer.
Podría escribir sobre
aquella francesa con la que tuve mi primera experiencia sexual ¿Cómo se
llamaba? Que memoria la mía, ni idea de su nombre, pero si que me acuerdo de
aquel fin de semana y también podría decir algo sobre la pobre Ana aquella
secretaria con la que estuve mas de un fin de semana y que fue asesinada por
aquel Dr. Cuesta ¿Cuánto tiempo hace?
Mas de treinta años ¡que barbaridad! Efectivamente que viejo soy
- Fernando
¿estás ahí?- la voz de Mamen retumbaba por la estrecha escalera del chalet
adosado.
- Si,
acabo de volver del paseo.
- Espera
un segundo que enseguida bajo. ¿Qué haces?
- Escribiendo
- ¿tus
memorias?
- Ojalá
fuera capaz, pero bastante hago con escribir un diario.
Mamen bajó las escaleras
con un traje de chaqueta gris, pelo blanco rigurosamente recogido en un moño,
zapatos negros con un pequeño tacón y discreto toque de colorete en su cara
surcada de arrugas
- Y
si escribes un diario desde el día en que naciste ¿eso no serían tus memorias?
Fernando dejó el diario
encima de la mesa auxiliar con el bolígrafo marcando la hoja a seguir, miró a
su mujer y contestó con una frase lapidaria
- Despues
de tantos años de convivencia mis memorias eres tú.
- A
mi me pasa igual excepto por el tema que tu sabes
- ¿Todavía
andas dándole vueltas a la cabeza al tema del Dr. Cuesta?
- Sabes
que si.
- Pues
ya va siendo hora que lo olvides porque hubo hasta juicio y fue condenado por
un juzgado popular.
- Ya,
pero......
- No
hay pero que valga, seis orfidales no matan a nadie y sin embargo Ana estaba
muerta en el despacho. Tuvo que ser él ¿quién iba ser si no?
- No
lo se.
- Venga
deja de pensar en ese tema en plan negativo y valora que desde entonces hemos
sido felices.
- Está
bien – Mamen sacó unas agujas de una bolsa de plástico y continuó con su obra
de arte: un jersey de tamaño menos que mini para su último nieto que acababa de
nacer hacía una semana – así es la vida, tú continúa con tus memorias o lo que
sea eso que escribes y yo haciendo punto para los nietos.
- Y
que conste, como quedamos hace tiempo, que no debemos mirar al pasado. El
futuro es lo que nos espera.
- Por
supuesto pero ¿cuánto dura el futuro?
- No
lo se y tampoco te creas que me importa mucho. Ahora estamos, como el título de
una de mis novelas “en lo mejor de lo peor” y eso es lo principal. Estamos
juntos, en una buena residencia, con salud razonable para nuestra edad, una
gran familia que nos visita casi a diario ¿se puede pedir mas?
Madrid, 17 de Septiembre
de 2013.