viernes, 3 de enero de 2014


Queridos blogueros/as: Uno es como los pequeños comercios: "Cerrado del 24 al 6 de Enero por Navidades. Recordamos a los Señores Clientes que a partir de ese día estaremos a su disposición en el horario habitual. Rogamos perdonen las molestias" Pues eso, unos días en Galicia lloviendo como si no lo hubiera hecho nunca y tratando de descansar y desconectar de los problemas habituales. Te vas por ahí, ves llover, pasas un poco de frío, comes mas de la cuenta y de beber mas vale ni hablar y cuando vuelves a casa dices aquello que como en casa no se está en ningún lado y es una verdad como un templo. Encima yo ahora estoy sentado delante del ordenador, oyendo boleros de Los Panchos, solo y casi oyendo el silencio y con una soledad por horas, porque dentro de un rato vendrá mi Santa y se acaba esa soledad ¿se puede pedir mas? bueno una cervecita no estaría mal, pero la nevera está como si hubiese pasado un tornado, pero,en fin estoy como un marqués y eso anima a escribir. 
Tenía razón que esto de mandar un capítulo cada vez, te hace olvidar el global de la novela y si eso te pasa a ti, imagínate lo que me pasará mi que soy el que la ha escrito y no me acuerdo de nada. Eso también tiene una lectura positiva y es que no se que pinta aquí una pareja de Medina del Campo en un gabinete de fertilización en Barcelona, pero no queda mal ¿verdad?
Por otra parte, lo de mandar mas de un capítulo cada semana no es muy buena idea porque seguro que me pillaría el toro y se me acabaría la producción porque como os comentaba hace mucho que casi no escribo la segunda parte de esta novela que según la empecé, me parece que quedará como muy bien y como muy moderna porque se ser así como romántica pasará a ser novela negra total, pero bueno todo se andará.
La guitarras de fondo y Los Panchos cantando aquello de "si te dicen que me vieron muy borracho, orgullosamente diles que es por ti,  porque yo tendré el valor de no negarlo, gritaré  que por tu amor me estoy matando y diré que por tus besos me perdí " ¿No os doy envidia? pues ánimo, año nuevo vida nueva, todo el mundo a disfrutar con estas pequeñas cosas que son las que tenemos mas a mano
Hasta la próxima
Un abrazo
Tino Belas



CAPITULO 17.-

Estuvieron casi una semana en la ciudad mediterránea. Los primeros días fueron de puro turismo y ahora, con el paso de los años, se daba cuenta que todo había una estratagema para acudir a la consulta drel Dr. Turió. Paseaban por las Ramblas cogidos de la mano como dos enamorados, montaron en la noria gigante de la Plaza de Colón, subieron al teleférico de Montjuich, compraron un periquito en la Rambla de Las Flores y hasta estuvieron un día en el Liceo donde presenciaron una representación de Aida. El espectáculo maravilloso y la obra un coñazo de padre y muy señor mío. Mucho mejor la zarzuela y encima es de casa, ¿ que mas se puede pedir? 
Uno de los días Eulogio la propuso dar de andar hasta el puerto olímpico y después de  ver Barcelona desde el mar, se tomaron una escalivada y su marido le ofreció pasar por la Sagrada Familia para ver como iban las obras. Trini no terminaba de ver para qué tanto paseo y aunque miraba mucho, veía poco y ya le estaba empezando a apetecer volverse para el pueblo con su gente y con sus paisajes que, aunque diferentes, le resultaban como mas familiares y sus sentimientos se llenaban antes de paz y tranquilidad; Barcelona para los catalanes que yo me quedo con Medina y su castillo.
En esas estaba, cuando un cartel amarillo la sacó de sus pensamientos. Estaba colgado a lo largo de un enorme balcón y con grandes letras negras anunciaba la consulta del Dr. Turió Especialista en Ginecología por la Universidad de Nueva York y con consulta de fertilidad abierta de 10 a 1 y de 4 a 6 con primera exploración gratuita.
-  ¿Entramos?
Eulogio miró a su mujer con la ilusión reflejada en su rostro y ella no tardó en contestarle con un sí rotundo, sabiendo como sabía, que para su marido era un tema primordial.
La entrada era espaciosa con unos sillones que recordaban a los del Casino de Medina, una señorita muy puesta los recibió con un amplísima sonrisa que a pesar de ser algo forzada inspiraba confianza.
-  Buenos días. Soy Montse, ¿puedo ayudarles?
Eulogio se adelantó a las posibles preguntas y casi sin respirar y como si hubiera llegado al final de una etapa del Tour de Francia, se lanzó como una moto:
-  Seguro que sí Señorita. Mire Usted, mi mujer y yo llevamos ya siete años casados y pasábamos por aquí y como Trini no tiene hijos, hemos pensado ¿qué perdemos si entramos y preguntamos que  puede ocurrir para que no se quede embarazada? Y aquí estamos.
-  Muy bien señor. Si son ustedes tan amables me acompañan y haremos primero una breve historia clínica antes de pasar a ver al Dr. Turió, ¿de acuerdo?
-  Como usted mande, señorita.
Aurelio y Trini pasaron a una sala con varios sillones de diferentes colores, precedidos por Montse quien les indicó donde debían esperar y con un hasta pronto desapareció por detrás de una de las cortinas.
-  ¿Qué te parece?
-  Está muy bien, aunque debes de asegurarte que la primera consulta es gratis porque esto tiene una pinta de caro que no veas.
-  No te preocupes, mujer, que nosotros somos de pueblo, pero no tontos y veremos lo que nos dice el Doctor  y si nos gusta  entonces decidimos lo mejor ¿te parece?
-  Muy bien, ya sabes que lo que tú hagas está bien hecho.
Como media hora duró la espera y en ese tiempo pasaron por la sala diferentes personas que hablaban como avergonzadas y sobre todo las señoras casi no levantaban los ojos de suelo.
El despacho del Doctor Turió no desentonaba con el resto de la consulta. Era amplio, con un enorme  ventanal por el que entraba una luz que iluminaba toda la estancia, su mesa era de caoba con zonas de un guateado verde, el sillón destacaba por su altura, mientras que los de los pacientes eran de estos funcionales a la par que elegantes. Una librería de madera atestada de libros constituía la pared derecha del despacho y en la izquierda una balda a media altura era la que soportaba infinidad de fotos del Doctor en actos tan diversos como su jura de bandera o la medalla de la Diputació que le fué entregada por “el Honorable” en base a los méritos contraídos durante los treinta y nueve años que estuvo al frente de la Ginecología del barrio de Sans en el cinturón industrial de la ciudad. El titulo de Especialista que presidía la pared, había sido otorgado hacía cuarenta años.
El Dr. Turió los recibió amablemente, levantándose de la mesa y dándoles la mano afectuosamente.
A primera vista era un hombre mayor, alto, de pelo cano muy bien peinado, barba blanca recortada y porte autoritario. Vestía un elegante traje de “tweed” en colores tostados al que se le unía una corbata de rayas y un chaleco que le impedía la presencia de una incipiente linea de la felicidad.
Con un gesto de su mano derecha les invitó a sentarse y mirando directamente a la cara  de Trini preguntó con una voz muy bien modulada:
-  ¿Por quien empiezo?
Eulogio se adelantó  en la respuesta y decididamente afirmó:
-  Si le parece empiece por ella que es la que está más preocupada.
El Dr. no apartó sus ojos de ella
-  Parece que a su marido le preocupa menos ¿es así?
-  ¡Qué va Doctor! Eso es lo que dice, pero no es verdad. El que está realmente empeñado es él y por eso estamos aquí. Si por mí fuera, todavía estaríamos en el pueblo.
EL Doctor jugaba con un pequeño abrecartas de plata - ¿De donde son ustedes?.
-  De un pueblo de la provincia de Valladolid que se llama Medina del Campo, ¿lo conoce?
-  Hombre, Medina del Campo, claro que lo conozco. Mi mujer hizo allí hace ya muchos años lo que entonces se llamaba el Servicio Social y estuvo casi tres meses en el Castillo de la Mota.
Es un pueblo muy bonito. Hace muchisimo tiempo que no voy, pero lo recuerdo con mucho cariño. Por cierto, ¿sigue existiendo un kiosko de churros pegado al río, justo antes de pasar el puente?
Si, - contestó Trini- lo que pasa es que ahora no hay casi nadie porque la carretera ya no pasa por el pueblo.
-  ¡Ah, si! No sabía, o sea que han salido ganado porque atravesar Medina era un buen lío.
-  Si, eso es verdad.
-  Bueno, vayamos al grano – D. Francés Turió y Tardabella se levantó de su amplio sillón y tomando de la mano a Trini le indicó que se desvistiera detrás de un biombo de color crema y que se tumbara en la camilla que tenía a su izquierda.
Mientras tanto, trató de entablar una pequeña conversación con Eulogio que trataba de mantenerse tranquilo, aunque la procesión iba por dentro.
-  Me dijo usted que se llamaba Eulogio ¿verdad?
-  Si, Doctor, Eulogio Perez Olivares para servirle.
-  Bueno, bueno – El Dr. Turió volvió a coger entre sus dedos el abrecartas que le acompañaba siempre que hablaba con algún paciente – Cuénteme cual es su preocupación ¿le parece?
-  Si – Eulogio se movió inquieto en la silla y se retorcía las manos con un nerviosismo que no pasó desapercibido a los ojos atentos del ginecólogo – llevamos siete años casados y no tenemos descendencia y estamos algo preocupados porque la Trini se va haciendo mayor y para cuando nos queramos dar cuenta ya habremos perdido el tren y por eso estamos aquí. Queremos que nos aconseje y si está en su mano que le ponga un tratamiento y a ver que pasa.
-  ¿Y porqué cree que le tengo que poner un tratamiento a ella? ¿no puede ser usted el culpable de que su mujer no se quede embarazada?
-  ¿Yo? Venga Doctor, ¿está usted hablando en serio? ¿qué me ve pinta de maricón? Hombre, Doctor, usted no me conoce, pero si supiera como he sido hasta hace unos años, seguro que no me haría esta pregunta.
-  Creo que no me entiende, o a lo mejor no me quiere entender, pero en ningún caso estoy dudando de su hombría porque no se trata de eso y además no soy quien para juzgar actitudes, sinó que, a veces, y le repito que no es un problema de hombría, los espermatozoides del futuro padre no se desarrollan normales y aunque llegan al lugar donde deben fecundar al óvulo, no lo consiguen por muchos motivos y en ese caso, no es que alguien sea el culpable o no que yo creo que en cuestiones de pareja no hay vencedores ni vencidos, si no que hay una causa que se puede tratar. Otras veces son cuestiones de índole psíquica, como por ejemplo problemas de pareja, de hacer las cosas con prisa y sin pensar en el otro y un montón de posibilidades que iremos viendo, pero, de momento lo más importante y lo que hacemos en esta primera visita es una exploración ginecológica de la paciente, una revisión de los órganos genitales de la pareja por si aparecen algunas anomalías de tipo físico y finalmente un análisis de semen para descartar, en primer lugar, cualquier defecto físico que impida el desarrollo de una normal fecundación. En el caso que no exista nada en esta primera consulta, entonces pasaríamos a realizar un estudio psicológico de ambos y si todo fuera negativo, les indicaríamos la posibilidad de entrar a formar parte de un programa de fertilización in vitro.
Como ve, es un estudio completo que nos llevará varias consultas, pero que si ustedes siguen todas nuestras indicaciones les podemos garantizar que en un plazo no mayor de dos años, su mujer estará disfrutando de su maravilloso bebé.
-  Perdone, Doctor, pero, aunque quizás no sea el momento, ¿cuánto costaría todo el tratamiento suponiendo que llegáramos al final y mi mujer se sometiera a una fertilización in vitro?
-  Eso le haríamos un presupuesto detallado, pero la mayoría de las parejas no necesitan llegar al final y con un buen tratamiento seguido al pié de la letra, se quedan embarazadas en un plazo no superior a un año o año y medio.
-  Ya, perdone la pregunta – Eulogio se movió inquieto en la silla – pero somos gente modesta y no tenemos mucho dinero.
El Doctor se levantó y atravesó el espacio entre su mesa y el biombo que separaba la camilla de ginecología en donde ya se encontraba la Trini en posición acompañada de una enfermera con uniforme blanco inmaculado.
-  Vamos a ver como está una castellana de pura zepa.
El Dr. Turió se colocó un guante de látex y con mano experta exploró las intimidades de su paciente sin advertir ninguna anormalidad en las paredes vaginales ni en el fondo de saco del útero, no apercibiéndose de nada que impidiese la posibilidad de un embarazo.
-  Doña Trinidad: tengo que decirle que no veo nada de particular para que no pueda quedarse embarazada por lo que lo mas probable es que exista alguna alteración, que ya valoraremos, en los espermatozoides de su marido y esa sea la causa de no llegar a fertilizar. En cualquier caso, eso lo sabremos dentro de unos días. Ya puede vestirse.
Cuando Eulogio y Trini finalizaron su entrevista, dieron un paseo y se sentaron en una terraza de las ramblas donde el ambiente comenzaba a hacer acto de presencia y conversaron sobre lo que le  había parecido a cada uno. Para Eulogio era un Médico sacacuartos, con mucha labia, que los había encaminado hacia la fertilización in vitro, cuando él sabía positivamente que el problema no estaba ahí. No podía admitir que fuera él el causante de todo aquel lío y esperaría con impaciencia el resultado de los análisis. A pesar de la consulta, seguía en sus trece que la culpa era de la Trini que, por razones que no era capaz de adivinar, no tenía ninguna intención de quedarse embarazada y nada ni nadie le haría apearse del burro. Si una no quiere, pues no se queda y se acabó lo que se daba. Lo último que le faltaba por oir era que un medicucho de tres al cuarto le dijera que él era impotente. Si, si, que se lo pregunte a la Floren si valía o no valía para eso de la fecundación. Pero, en fín, ese es un tema que mas valía dejarlo como estaba porque aunque él estaba convencido que el niño era suyo, fueron muchos los que dijeron que era igual que Simón, el hijo del ebanista que había aparecido en el pueblo despues de casi tres años aprendiendo el oficio en Barcelona, aunque para otros, el chico era igual a D. Jesús que fue ayudante de farmacia y que todavía tenía alguna relación con algunas de su quinta.
En fin, que él sabía muchas cosas que no le podía contar a la Trini, pero que eran verdad y ya vería como el análisis saldría normal.
Mientras tanto Trini observaba a los transeúntes y su mirada vagaba entre la multitud que discurría ante sus ojos. Era viernes por la tarde y la gente salía a disfrutar de los últimos coletazos de la primavera. Los militares, vestidos con sus uniformes de color marrón, gruesas botas y gorra ladeada, hacían la corte a impecables doncellas vestidas con uniformes azules y cofias blancas en la cabeza que empujaban cochecitos de niños en los que se adivinaban recien nacidos de la buena sociedad catalana que eran sobrepasados por sabanitas de finos encajes.
Los señores paseaban arriba y abajo con sus trajes de marca retirando a cada paso los sombreros que cubrían sus canosas cabezas para saludar a elegantes señoras que solas, si eran mayores, o con la carabina correspondiente se cruzaban en su camino.
Por el rabillo del ojo, Trini observó a su marido y con la perspicacia propia de su sexo y los años de convivencia, se dio cuenta que su Eulogio estaba preocupado y hasta bastante enfadado. Bebió un pequeño sorbo de un refresco con abundante hielo y le cogió la mano como en sus mejores tiempos.
-  Eulogio, ¿qué te pasa? No me dirás ahora que estás preocupado por lo que nos ha dicho el Doctor ¿verdad? Yo creo que en tan poco tiempo es imposible diagnosticar nada y lo único es que lo tiene bien montado para ganar dinero porque, ¡fijate! Ya estamos citados para dentro de un mes, y esa consulta seguro que ya no es gratis. No te preocupes, hombre, que ya verás como todo se arregla y no nos va a hacer falta ni venir. ¿Qué te parece si hacemos un primer intento? Ahora ya sabemos que ninguno tenemos nada y con un poco de suerte, me quedo embarazada de una vez y se te acaban los problemas? Venga, vamos a la pensión.
Pagaron la cuenta y ya en la pensión se fundieron en uno solo, con una pasión inusitada y con lo que se disiparon muchos malentendidos. Curiosamente, todo lo sucedido en aquella tarde, dio sus frutos a los nueve meses.
Un sonido estremecedor hizo vibrar la carreta en la que Trini se encontraba disfrutando de unos recuerdos que, con el tiempo se iban haciendo, como más borrosos, pero que gustaba de recordarlos. Un balón había hecho diana en una especie de frasco de medio metro de alto que colgaba de la puerta posterior de la carreta y que contenía unos cuantos litros de vino que iban a ser consumidos en la cena. El impacto había sido de tal magnitud que el botellón había salido por los aires y se había ido a estampar contra las rocas que bordeaban el camino. De las carretas vecinas salieron varios hombres que gritaban a los chavales que corrían despavoridos. Tú, el de los pantalones grises, corre, corre que te he visto y se que eres el hijo de la Encarna y tú  el de la gorra azul, no se como te llamas, pero ya te cazaré, porque me he quedado con tu cara. Valiente pandilla de gamberros, a quien se le ocurre ponerse a jugar al futbol al lado de una carreta.
Trini se asomó por la trampilla y entre la oleada de calor y el olor a vino derramado, estuvo a punto de desmayarse, pero se sujetó firme a la travesera y mantuvo el equilibrio. Habían pasado tan solo unos segundos desde el incidente, pero los suficientes para que no se viera ninguno de los agresores que, raudos como centellas, habían acudido a refugiarse en un pinar cercano en donde estaban dispuestos a resistir para evitar la reprimenda de los padres. Algunos ya hacían acto de presencia y amenazaban a los pequeños con no salir de casa en un mes castigados por lo que habían hecho. 



2 comentarios:

  1. El Tío Javier Belas5 de enero de 2014, 1:41

    Muy buenos los prolegómenos del capítulo.
    También me han gustado los razonamientos de los de Medina en la consulta del ginecólogo de Barcelona.
    Total, que empezamos bien el año.
    A todos Feliz Año 2014
    Un abrazo

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  2. Empezamos el año con el bloguero muy inspirado y con un embarazo. ¿Se puede pedir más?. El 2014 promete y mucho. Tino ha decidido echar el resto !!!!!
    Feliz 2014 y bss

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