CAPITULO 11.-
Era el primer día de clase y todos los alumnos que transitaban
por el amplio paseo que desembocaba en las diferentes facultades se apresuraban
para llegar puntuales. Era temprano, las ocho y diez de la mañana y Belén Cruz
salía del metro con unos cuantos cuadernos de apuntes debajo del brazo y un
amplio bolso colgado tipo bandolera. Tenía la intención de haber llegado un
poco antes, pero se entretuvo escogiendo la ropa que utilizaría para su
bautismo en la Universidad. Primero un conjunto de camisa y minifalda en rojo
chillón que le pareció demasiado, después un jersey de pico con una camisa
blanca y un pantalón azul claro, que le pareció excesivamente informal y al
final se decidió por unos vaqueros con una camisa de tonos rosas. Se peinó con coleta
dejando totalmente al descubierto una cara muy juvenil, dieciocho años recién
cumplidos, y unos labios finos discretamente perfilados con un lápiz oscuro. A
continuación un desayuno con Cola Cao y unas cuantas galletas con chocolate y
después el pequeño discurso de su padre como corresponde al inicio de una nueva
actividad. Todo eso hizo que se retrasase y ahora le tocaba acelerar el paso
para llegar a la clase de Fisiología que estaba programada para las nueve de
esa mañana otoñal.
Todavía recordaba con cariño las palabras de su padre
y la promesa que le hizo de no cambiar nunca. ¡Que fácil decirlo y que difícil
cumplirlo! sobre todo en su Facultad donde, según le explicaron sus amigas, el
ambiente era bastante liberal y las oportunidades para no asistir a clase
serían moneda común. Hay que ver como era su padre, estaba mas preocupado que
ella por eso de terminar el colegio y comenzar, como él decía, una nueva vida.
Estaba claro y ella también lo sabía que era un cambio muy importante, pero
alguna vez tenía que llegar. Si que parece ser que es verdad que no pasan lista
y si no apareces por clase en todo el año no pasa nada de nada, pero ella había
demostrado durante todos los años de colegio que era bastante responsable y
había sacado curso por año y con unas notas razonablemente buenas, o sea que no
tendría porqué cambiar, pero todo podía ocurrir, aunque intentaría que no le pasase.
Por otra parte iba a estudiar Farmacia que era la carrera que desde pequeña
siempre decía que iba a estudiar y ya sabía que nunca tendría una farmacia, eso
para una tendera pero no para una licenciada le repetía constantemente su
padre, pero el tema de investigación para mejorar la calidad de vida de los
enfermos era un tema que desde siempre le había gustado y por ahí pensaba
dirigir sus pasos. De hecho todo el mundo decía que la Farmacología era un
rollo y ella, lo poco que había leído, le encantaba.
Iba tan ensimismada pensando en sus cosas que casi sin
darse cuenta estaba a las puertas de la Facultad, su Facultad tantas veces
soñada y allí estaba ella con la ilusión en la cara y dispuesta a comerse el mundo.
Subió las escaleras casi de dos en dos y se acercó a mirar unas interminables
listas de nombres y mas nombres que abarcaba casi una pared.
-
Aquí estoy.
Primero, grupo C, aula 2.
Unos metros mas allá un bedel repartía los horarios de
las clases, asegurándose primero que le daba a cada uno la hoja que le
correspondía
-
¿Seguro que estás
en primero C?
-
Yo creo que si
-
Míralo bien que
el primer día venís todas un poco “amodorrás” y no os enteráis de “na”. Toma
aquí tienes todo y si quieres llegar a la primera clase ya puedes correr porque
Don Argimiro no espera a nadie y no es el aula que te toque, que hoy es la
inauguración y se celebra en el Aula Magna
-
¿Donde es? -
Belén pretendía cumplir desde el primer día.
-
En el primer piso,
subiendo a mano derecha – el bedel le indicaba con gestos de su mano derecha
mientras que su vista recorría el cuerpo entero de Belén como si ya estuviera
examinándola
-
Gracias
-
Me llamo Nicolás
y si algún día necesitas algo de mi ya sabes donde me tienes.
-
Me voy corriendo
que si no, no llego
-
Corre, corre,
criatura que ya vendrás mas despacio otros día, en cuanto algún chaval te eche
la vista encima – el bedel continuó repartiendo mas hojas con horarios a todos
los alumnos que se lo solicitaban.
La entrada
en clase fue posiblemente lo mas impactante que le había pasado en su vida. Era
el Aula Magna y se daba la primera clase allí para darle un aire de mayor
solemnidad al inicio del curso. Nunca había visto nada igual, era como un campo
de baloncesto al que le faltasen las canastas, graderíos de frente, graderíos
de lado y solo la tarima, en el único lugar al que la gente no se atrevía a
subirse, un hombre mayor permanecía de pié con pelo blanco rigurosamente
peinado hacia atras que, con los brazos cruzados sobre el pecho, esperaba que
todo el mundo tomara asiento para comenzar el acto solemne de inauguración del
curso. A su espalda varios catedráticos
permanecían sentados en espera que el Ilustrísimo Señor Decano tomara uso de la
palabra. Para los numerosos alumnos el simple hecho de verlos con sus togas
negras y sus birretes de vistosos colores ya imponía, pero para toda la gente
que llenaba todos y cada uno de los asientos y que intentaba seguirle sentados
en el suelo, en el borde de la tarima, en los pasillos y hasta en el quicio de
las ventanas que daban a un parque, no parecía impresionarles mucho porque no
cejaban en su empeño de hablar lo mas alto posible. Don Argimiro, con enorme
paciencia producto de los muchos años de docencia, miraba a un lado y a otro y
poco a poco la gente fue hablando mas bajo y al cabo de unos pocos minutos el
silencio se fue adueñando de todos y de todo y la voz de Don Argimiro se oyó
potente en cada uno de los asientos:
Señoras y
Señores: Sean bienvenidos a esta su casa – hizo una larga pausa mientras
paseaba su mirada por todo el recinto – y reciban mi felicitación porque ya son
ustedes UNIVERSITARIOS y como tal deben comportarse. La Universidad es y debe
ser también para ustedes el centro de todo, el sol que iluminará sus largas
noches de invierno, la luz que debe permanecer encendida en sus cerebros para
que actúen siempre con responsabilidad y educación y sobre todo no pierdan
nunca de vista que es un periodo de su vida que pasa bastante mas rápido de lo
que parece y si me permiten un consejo, disfrutenla. No dejen que la vida
universitaria pase por ustedes como si nada, no, no lo hagan porque de lo
contrario se arrepentirán en un futuro que no está tan lejano como sus mentes
juveniles piensan.
Escuchen
el Gaudeamus, nuestro himno, con emoción y cuando se encuentren integrados
noten que el vello se les eriza ante las notas de este nexo de unión entre
todos los que pertenecemos a esta gran familia. Emociónense, no se preocupen,
no pasa nada y dejen que el espiritu universitario anide en todos ustedes.
La Universidad
es, y seguro que gracias a todos ustedes va a seguir siendo, el faro que ilumine
la senda hacia donde debe dirigirse la sociedad, una meta deseada por todos y
para ello es necesario que se unifiquen los esfuerzos de todos, que estemos dispuestos
a realizar el máximo sacrificio para satisfacer los requerimientos de los
tiempos en que nos ha tocado vivir.
El
Claustro de profesores se pone a disposición de todos y cada uno de ustedes para
facilitarles su labor y ayudarles en esta difícil tarea que nos ha tocado
asumir. Espero de todos ustedes que correspondan como nos merecemos por el
esfuerzo que tenemos que realizar y que entre todos, ustedes y nosotros, se
establezcan unos cauces de relación que nos permitan finalizar con éxito el
camino que tenemos que emprender conjuntamente.
Reciban
con ilusión la beca que les haremos entrega a continuación y casi sin solución
de continuidad, vayanse cada uno a su clase para iniciar, sin prisa pero
también sin pausa, el nuevo curso que hoy inauguramos
Bienvenidos
a la Facultad de Farmacia.
Los
catedráticos se pusieron de pié al igual que todos los alumnos y las notas del
Gaudeamus Igitur llenaron todos los rincones del Aula Magna y tal como les
había indicado el Señor Decano fueron muchos que notaron la emoción en sus
gargantas y hasta alguna lágrima furtiva afloró por algún ojo. Para otros sin
embargo, ese acto era ejemplo de la poca evolución de la Universidad y el Claustro
de Profesores una serie de señores de otra época que poco o nada tenían que ver
con los tiempos que corrían.
Finalizada
la música todos se levantaron, recogieron sus libros y fueron vaciando
lentamente el aula. Belén iba bajando lentamente los escalones y unas pocas
filas mas abajo se encontró con Pili Caniera, con la que había iniciado una
amistad en la cola del banco para pagar la matrícula
-
Hola – su amiga
se unió a Belén - ¿Qué tal?
-
Muy bien, pero
para empezar ha sido un poco rollo ¿no crees?
-
Bueno, es normal
– Pili se ajustó una cinta que llevaba en el pelo – lo que pasa es que tratan
de darle un aspecto como muy formal y por eso todos los profesores van con las
togas y demás parafernalia, pero para eso estamos en la Universidad
-
A mi me ha parecido
como si fuera una obra de teatro en el que cada actor juega un papel determinado
-
Es que posiblemente
sea así, una especie de representación. En fin, ¿Tú también estas en primero C?
-
Si
-
¡Que guay! Así
vamos y venimos juntas y hasta podemos estudiar en la biblioteca
-
Si, si, a mi
también me parece muy bien – Belén se adelantó para entrar en su nueva clase
que ya era mucho mas pequeña y buscó un sitio para las dos amigas. Dejó sus carpetas
de apuntes en el asiento de al lado y se volvió para observar a sus nuevos
compañeros y allí había de todo, mas chicas que chicos, pero un poco de todo.
En general la gente no tenía mala pinta, solo unos cuantos que se habían
sentado todos juntos en una esquina parecían haberse escapado de alguna manifestación
de antisistemas, con crestas de distintos colores, pantalones bombachos y camisetas
de tirantes
Belén y
Pili miraban descaradamente a todos sus compañeros y fueron comentando lo que
les parecía cada uno.
-
Mira aquel – Pili
señalaba a uno con su cabeza – parece una jirafa ¿has visto que largo es?
-
Si, ese será un
buen fichaje para el equipo de baloncesto
-
Es verdad, para
algo tiene que servir ser tan alto ¡que bestia! ¿cuánto medirá?
-
No tengo ni idea
pero lo mejor es preguntárselo y salimos de dudas
Belén le miró directamente y aunque al principio él,
situado cuatro filas por detrás, se hacía el interesante, hubo un momento que
miró y Belén aprovechó para preguntarle por señas cuanto media. El le contestó,
con dos dedos,
-
¡Dos metros!
¿mas? ¿dos diez? dos ocho, puaf que barbaridad. ¿yo? no se, pero como mucho uno
sesenta y cinco
En ese momento una señora de mediana edad hizo su
entrada en la clase, dejó el bolso encima de la mesa y sin mas preámbulos se
presentó
- Buenos días.
Me llamo Elena Diaz y soy vuestra profesora de Fisiología.
La primera clase de Belén en la Facultad se puede decir
que fue interesante pero no colmó sus expectativas. Elena, la Catedrática que
más adelante explicó que no era ella si no su adjunta en la Cátedra de Fisiología,
no explicaba mal, aunque se notaba que llevaba muchos años repitiendo lo mismo
y no demostraba el mayor interés. Empezó con la célula, el principio de la vida
según ella y a partir de ahí todo lo dedicó a su desarrollo y como después de
muchos cambios la unión de muchas de ellas formaban un órgano sometido a los
influjos de múltiples hormonas. Después de unos cincuenta minutos de charla,
decidió poner fin hasta el próximo lunes, con lo que lentamente se bajó de la
tarima y se enfiló a la puerta.
-
Tomamos una caña
en el bar y de paso lo conocemos – la amiga de Belén tenía prisa por integrarse
rápidamente en todos los ambientes de la Facultad
-
Por mí no hay
inconveniente, aunque me gustaría estar en casa a la hora de comer
-
No te preocupes.
El bar de la Facultad de Farmacia, conocido en el ámbito
universitario como en el que más se ligaba de toda la ciudad universitaria,
estaba hasta los topes. Chicos y chicas se entremezclaban entablando nuevas
amistades, quedando para jugar al mus, charlando sobre sus primeras impresiones
en su nuevo ambiente y empujándose para llegar hasta la barra. Pili y Belén lo consiguieron
después de un rato, pidieron dos cañas y trataron de buscar una mesa, pero les
resultó imposible. Se organizaban pandillas y curiosamente, como era el primer
día, casi todas estaban formadas por gente que o se conocían con anterioridad o
simplemente por la manera de vestir. Allí se congregaban todo tipo de estudiantes,
unos y fundamentalmente unas porque el porcentaje de ambos sexos era
absolutamente favorable a las mujeres, vestidas con sus vaqueros, sus camisetas
y sus chaquetas de diferentes colores, otras con botas pantalones negros con
alguna cadena haciendo como de llavero, melenas bien cortadas en peluquerías,
pelos que parecían recién salidos de la lavadora y los inevitables tintes de algunas
punkys destacando por su cantidad los rojos y sobre todo los muy cortos y muy azules,
mezcla variopinta que se iría delimitando con el paso de los días al igual que
el número de personas que abarrotaban el amplio establecimiento donde los
bocadillos pasaban de mano en mano hasta llegar a su destinatario.
-
¿Que te parece? – Belén fue mirando lentamente
para todos lados – menudo ambientazo
-
Como esto sea así
todos los días se nos van a quitar las ganas de entrar en clase – sonrió Pili
con su juventud reflejada en todo su perfil, desde el peinado con el pelo corto,
morena con algunas mechas rubias, hasta sus vaqueros ajustado sus uñas pintadas
de un rojo como muy moderno.
Para ser el primer día ya estaba bien, Belén y su
nueva amiga Pili se encaminaron al Metro y ya en Arguelles una continuó por la línea
siete y otra por la nueve
-
Hasta mañana.
-
Hasta mañana, ¿quedamos
a las nueve y media en el bar de la Facultad?
-
Muy bien, allí
nos vemos.
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