viernes, 5 de febrero de 2021

REQUIEM POR UNAS IDEAS.- CAPITULO 2

 Hola a todos: Cumpliendo con mi compromiso de mandaros algo todos los viernes, os envío el segundo capítulo de "Requiem por unas ideas"

De verdad que me interesan mucho vuestros comentarios. Yo seguir, voy a seguir escribiendo pero me gustaría saber vuestra opinión sobre lo que os mando.

Un abrazo

Tino

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPITULO 2.-

Carlos Gonzalez Alía estaba a punto de coger un taxi que lo llevara a su domicilio cuando lo pensó mejor y decidió llamar a su mujer y tomarse un café en la calle Mayor como hacían con frecuencia antes de su encarcelamiento, de tal manera que atravesó la plaza con las terrazas que se iban animando de clientes y desde el teléfono del bar donde se había instalado en la barra marcó el teléfono de su casa y a los pocos segundos la voz de su mujer, Cristina, se oyó perfectamente a través de auricular

-       ¿Diga?

-       Hola

-       ¿Diga?

-       Hola mi amor ¿no me reconoces? – Carlos disimulaba su voz poniéndose la mano entre el teléfono y su boca

-       No, ¿quién es?

-       ¿De verdad que no lo sabes?- Carlos se quitó la mano de delante del teléfono - soy yo ¿me reconoces ahora?

-       ¿Carlos? – Cristina pareció relajarse a través del teléfono – Menudo susto, hijo ¿cómo quieres que sepa que eres tú si siempre me llamas por las mañanas y son las siete de la tarde?

-       Es que me han cambiado el régimen penitenciario y ahora tengo mas tiempo

-       ¿Cómo que te han cambiado el régimen penitenciario? Pero ¿todavía te quedan muchos días hasta que te dejen salir? ¿No me decías que lo esperabas para esta semana?

-       Si, pero hoy es martes.

-       Por eso

-       Pues todavía quedan cuatro días para que pase lo que estoy deseando

-       Y yo también, no te puedes imaginar cuanto te estoy echando de menos y que largo se hace el tiempo

-       Bueno, pero anímate porque ya nos queda muy poco

-       Si, pero eso mismo me dijiste la semana pasada y todavía te estamos esperando

-       Bien, pero eso fue la semana pasada, pero ahora ya estamos en esta. Por cierto ¿tienes algún plan para esta noche?

-       Carlos, no digas tonterías

-       No, no te rías que lo digo en serio ¿quieres que vayamos a cenar esta noche al Club Naval?

-       Claro.

-       Pues entonces ven a buscarme que estoy con Manolo en su bar de la calle Mayor

El silencio se adueñó de la línea telefónica que los unía y a través de ella Carlos sentía la emoción que embargaba a su mujer y esta no acertaba a decir nada. Entre sollozos le pareció entender que Cristina le avisaba que enseguida estaba allí y un clic le hizo volver a la cruda realidad.

Con parsimonia degustó el Brugal con Coca - Cola al que le había invitado el dueño nada mas verle entrar por la puerta y se dedicó a mirar, a través del amplio ventanal a toda la gente que pasaba por la calle.

El calor empezaba a dar muestras de ir dejando paso a la noche que con brisa procedente del mar, hacía que la temperatura bajase de una manera ostensible, mientras los cartageneros iban de aquí para allá con parsimonia. Las camisetas de tirantes y los pantalones cortos se iban lentamente metiendo en los armarios   apareciendo casi de manera simultánea las chaquetas de puntos

A Carlos los minutos se le estaban haciendo eternos hasta que Cristina entró como una exhalación en el bar y se abalanzó sobre él sin darle tiempo ni a dejar la copa encima de la mesa. Los clientes habituales del bar que rápidamente se dieron cuenta de la situación, prorrumpieron en una ovación que se prolongó tanto como el beso que el matrimonio se daba en la boca. Esos escasos minutos fueron suficientes para saber que, pasara lo que pasara, su amor seguía manteniéndose igual.

La llegada a su casa en el poblado que la Marina tiene en Tentegorra a escasos dos kilómetros del centro de la localidad murciana, fue en principio, discreta, pero a los pocos minutos la noticia corrió como la pólvora y fueron muchos compañeros los que se acercaron a darle la enhorabuena por la libertad recibida.

La casa, un chalet pareado rodeada de un pequeño jardín se convirtió en un hervidero de gentes que abrazaban a su compañero o las mujeres que se alegraban con Cristina que su pesadilla hubiera terminado. El vino corría de boca en boca y solo la llegada de tres de sus hijas vino a darle mayor emoción al encuentro, sobre todo la de la pequeña que pensaba y así se lo habían hecho creer, que su padre estaba embarcado como casi siempre. Desde su corta edad no acertaba a comprender porqué se había armado tanto follón.  

Cris y Mamen la tercera y la cuarta de sus hijas llegaron en cuanto las avisaron en el Club Naval donde estaban empezando a celebrar una fiesta de bienvenida a Nacho, el hijo de un vecino que había vuelto de Estados Unidos, y se abrazaron llorando a su padre.

Las horas fueron pasando entre abrazos y felicitaciones y ya bien entrada la madrugada el último de los que se habían sumado a la fiesta se despidió con un “hasta pronto que me imagino que os apetecerá estar solos”

Sentados en el jardín, con el sonido de los grillos de fondo y la penumbra llenándolo todo, Carlos apuró su tercer Cuba libre y tomando de la mano a su mujer la invitó a la cama con un gesto que no dejaba lugar a ninguna duda. Cristina que pensaba lo mismo se apresuró a entrar en la habitación y cerrar la puerta del dormitorio con pestillo para que nadie les molestara y así, después de siete eternos meses, volvieron a demostrarse cuanto se querían y aunque sin palabras se prometieron que aquello no podía volver a repetirse. Carlos lo sabía y Cristina no estaba segura de las intenciones de su marido y no estaba dispuesta a amargarle la noche con preguntas inoportunas. Tiempo habría para lo que fuera, pero no en esta noche que tenía que ser especial. Dicho y hecho fue una noche muy intensa y muy especial que terminó con unas lágrimas de Carlos que fueron rápidamente sofocadas por su mujer que no le dejaba manifestar sus sentimientos en ese momento

-       Llora, llora todo lo que quieras, pero no digas nada. Mañana con tranquilidad hablamos todo lo que quieras. Venga ahora duérmete y no pienses en nada. Descansa que mañana será otro día. Buenas noches.

Carlos, sea por la libertad, sea por la felicidad de estar en su casa o sea por el motivo que sea, se durmió hasta casi las doce de la mañana del día siguiente en que abrió un ojo y vio como su mujer, perfectamente vestida y primorosamente peinada y pintada lo miraba desde la puerta con una bandeja en la mano

-         El señor desea el café solo o con leche fría.

Carlos no daba crédito a lo que veían sus ojos y dejando la bandeja a un lado la empujó hacia la cama, subió la sábana de tal manera que los cubría totalmente y con una sonrisa le propuso:

-       Ven que te quiero enseñan un reloj que me han regalado en el Penal por buen comportamiento y las manillas se reflejan ¿lo ves?

Cristina no dejaba de reírse recordando muchos momentos vividos en común y como se repetía aquello del reloj, mientras sus manos recorrían el cuerpo de aquel hombre que desde hacía siete meses no había tenido oportunidad de disfrutar del amor de su mujer.

Los movimientos se repetían como si el tiempo no hubiera transcurrido y el momento culminante fue para ambos una nueva declaración de amor y de la unión que, a pesar de todo, continuaba permaneciendo entre la pareja.

Cuando las aguas volvieron a su cauce y el matrimonio permanecía en un duerme que no duerme, unos golpecitos a la puerta hicieron que Carlos quitara el pestillo que les proporcionaba privacidad y al abrir se encontró con su hija pequeña que llevaba en la mano un paquete

-       ¿ Que es eso princesita Paula?

-       Es un regalo para ti. Lo encontré justo el día que te fuiste de viaje y desde entonces lo tenía en mi cuarto

-       ¿Lo puedo abrir?

-       Claro – contestó la pequeña con su voz de trapo

Carlos la cogió en brazos y la ayudó a que se metiera en la cama. Con parsimonia fue desenvolviendo el pequeño paquete y apareció una pequeña jaula hecha con unos corchos y alfileres y en su interior un grillo que se esforzaba con sus patas delanteras en hacerse un hueco entre los pequeños barrotes que lo separaban de la libertad.

Carlos lo miró emocionado y en pijama salió al jardín llevando de la mano a su hija y se arrodilló en el césped, abrió la jaula y lo dejo escapar entre la hierba. El grillo con paso lento pero firme desapareció de la escena

      -  Jo, Papá como eres ¿sabes que me había costado mucho trabajo cogerlo?

-  Mi amor, ya lo sé pero ¿tú estás contenta que Papá esté en casa?

-       Claro

-       Pues igual va a pasar en casa del grillo, seguro que ahora están todos llorando porque el padre se les ha perdido y se pondrán muy contentos cuando lo vean entrar por la puerta ¿ a que si?

-       Ya, pero era mi regalo

-       El mejor regalo es estar contigo aquí en el jardín y guárdate la jaula porque esta noche iremos de cacería y por lo menos vamos a meter tres ¿qué te parece?

Carlos entró de nuevo en su casa y tomando de la cintura a Cristina fue recorriendo las distintas habitaciones como si fuera la primera vez. Sus comentarios llenos de ironía hacían las delicias de su mujer

-       No me puedo creer que Cris y Mamen se hayan vuelto ordenadas y el cuarto esté perfecto ¿tanto tiempo he estado fuera?

-       Tu si has estado mucho tiempo fuera, pero estas dos no han cambiado lo mas mínimo. Siguen discutiendo a todas horas y se llevan peor que nunca, pero hoy hemos quedado que arreglaban el cuarto porque sabían que ibas a pasar revista

Carlos sonrió recordando aquellas mañanas de los sábados que todos sus hijos se metían en su cama y cada uno les iban contando sus inquietudes. Era el momento de ver, comentar y firmar las notas del colegio, de disfrutar con las manualidades, de meterse con los pelos de unas y las orejas de otros. En fin, fueron momentos inolvidables para hacer familia, para sembrar lo que mas adelante se pensaba recoger y pasados varios años se daban cuenta que la semilla no había caído en saco roto. Sus hijos habían crecido, algunos ya eran unos hombres como Carlos, el mayor que a los veinte años ya era Guardiamarina de segundo con un expediente brillante, Arancha diecinueve años como diecinueve soles, estudiante de Filosofía en Murcia y enamorada como una tonta de un compañero de Carlos. Cris y Mamen de diecisieis y quince años respectivamente y Paula la pequeña de tan solo tres años fruto de una noche de desenfreno de Carlos a la llegada de un largo viaje a la Argentina en misión humanitaria que se prolongó por espacio de casi dos años.

El matrimonio salió a la terraza y se sentaron en una tumbona doble de cojines amarillos y blancos, él con la cerveza en la mano y ella con un vino de Jerez para celebrar que estaban otra vez juntos. Cristina apoyó la cabeza en el hombro del que era su marido hacía tantos años y cerró los ojos recordando aquellas primeras veces en que se sentaban en aquella tumbona y hablaban de planes de futuro, de cuando tendrían hijos y como serían cuando fueran mayores. Ella con veintipocos años y él con cuatro mas todo lo veían de color de rosa, los largos viajes serían un motivo para estar solos y saber de verdad si la pareja era pura compañía y nada mas o realmente había amor y comprensión entre ellos

-       ¿Te acuerdas de tu primer viaje después de casarnos?- Cristina entrelazó los dedos de su mano derecha con los de Carlos

-         ¿Porqué me preguntas eso ahora?

-       Porque yo me acuerdo como si fuera ahora mismo. Me quedé sola en aquella casa lúgubre que teníamos en Ferrol ¿te acuerdas? Fueron casi treinta días y lloré todo lo que quise y mas porque me encontraba como muy abandonada. Recién casada, sin conocer prácticamente a nadie, lloviendo sin parar y acostumbrada al clima de Cartagena ¿te puedes imaginar como lo pasé?

-       ¿Y que te crees que yo lo pasé mejor en el Sil aquel guardacostas que era mas pequeño que un bote?

-       No, seguro que también estarías mal, pero no es igual, porque al fin y al cabo estabas en tu trabajo, navegabas que es lo que mas te gustaba, tenías compañeros, yo que se, es completamente distinto.

-       Hombre, distinto claro que es, pero también fue duro.

-       ¿Te acordaste mucho de mí? – Cristina se acercó más a su marido mientras que con las piernas empujaba la tumbona que adquiría un suave movimiento – seguro que no tienes ni idea

-       Cristina, esa pregunta me la has hecho un montón de veces y siempre te contesto lo mismo. No me acuerdo ¿cómo me voy a acordar si hace por lo menos veintidós años?

-       Veinticuatro. El día 12 de Marzo embarcaste y volviste el 9 de Abril en plena Semana Santa – Cristina tenía la rara habilidad de acordarse de todas las fechas significativas de su vida mientras que Carlos por no saber no se sabía ni la fecha de nacimiento de sus hijos

-       Bueno, pues veinticuatro. Se que fuimos a Santander y anduvimos por allí vigilando la costa y que una vez a la semana hacíamos noche en la capital cántabra y me acuerdo ¿ves como tengo buena memoria? que me iba a unas cabinas que había cerca del Sardinero y me gastaba hasta la ultima moneda que llevaba en el bolsillo para hablar contigo

-       Seguro que echarías alguna canita al aire.

-       ¿Yo? – Carlos puso cara de no haber roto un plato en su vida – pero como se te ocurre semejante barbaridad. Los marinos tenemos fama de muchas cosas, eso de tener una novia en cada puerto y no se que historias, pero no es mi caso. Dónde iba yo a encontrar algo mejor que tú ¿me lo quieres explicar? Una cartagenera guapa, morena con esos ojazos y ese cuerpo que parece el de la Guardia Civil. Nada, imposible encontrar nada igual.

-       Ya, pero tú entonces eras un partidazo, joven guaperas, con el uniforme azul y la gorra blanca.

-       ¿Y ahora ya no, señorita? – Carlos se levantó con cierto esfuerzo de la tumbona y se paseó despacio delante de su mujer que no podía disimular la felicidad que le embargaba al estar de nuevo juntos en su casa de Tentegorra – Señorita ¿le han dicho alguna vez que está usted mas buena que el pan?

-       Por favor, caballero, va a usted a sacarme los colores.

-       Perdone si la he molestado porque yo se que las verdades ofenden, por cierto ¿necesita usted un novio para este fin de semana?

-       ¿Se puede saber que me ofrece el caballero que no me ofrezcan los otros hombres que también quieren salir conmigo?

-       Señorita por favor, no me ofenda. Yo le ofrezco todo, ¿le parece poco? El uniforme de marina, la gorra, el cuerpo serrano que va incluido en el lote y hasta este ramo de flores como señal de mi amor y fidelidad – Carlos le entregó un ramo de flores secas que estaban en un florero encima de la mesa de la terraza- Le aseguro, señorita que para usted va a ser una experiencia inolvidable

-       Caballero, me rindo ante su proposición. Acepto

 

 

 

 

 


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