viernes, 12 de febrero de 2021

OR UNAS IDEAS

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hola: Ahí os va otro capítulo. Que os entretenga. Un beso para todos

 

 

 

 

CAPITULO 3.-

 

La pareja avanzaba con paso rápido por un camino interminable. Solo llevaban hora y media andando pero podrían seguir todo el día, Castilla daba para ese camino y mil mas. Era un camino de tierra, como debe ser cualquier sendero que se precie de haber sido pisado por miles de peregrinos desde hacía muchos años, serpenteaba entre los trigales con su color amarillo como no queriendo molestar. Ese camino llegaba a Astorga, pero ellos se daban la vuelta antes, excepto el año que hicieron el camino de Santiago. A lo lejos un pastor se alejaba con su rebaño dejando una estela de polvo. La tarde iba lentamente cayendo, el calor no quería ayudar y el sol remoloneaba antes de irse a dormir. La autovía que desde cerca de Astorga se continuaba hasta La Coruña se adivinaba en la lejanía y los coches parecían hormigas que atravesaban el horizonte mientras el silencio, ese que solo se oye en el campo, se iba haciendo el amo por unas horas.

Antonio Cruz y Guadalupe Lozano volvían a su casita de pueblo después del paseo habitual que todos los días a las ocho de la tarde comenzaban con puntualidad germánica. Era un momento ideal para hacer un poco de ejercicio y de paso charlar sobre lo divino y lo humano. Tan solo llevaban una semana en aquel pequeño pueblo y les parecía que llevaban todo el invierno. Los días se hacían muy cortos, mientras las noches se acortaban a base de charlar de forma interminable. Debajo de unos árboles centenarios situados en el centro de aquel lugar del que en invierno vivían solo tres familias mientras que en verano la población se multiplicaba por diez, los escasos vecinos y los veraneantes sacaban sus sillas a las puertas de las casas y charlaban haciendo que las tertulias durasen hasta que el frío les obligaba a refugiarse cada uno al calor de sus chimeneas que estaban todas las noches encendidas. Se buscaba la fresca que casi siempre llegaba a partir de las nueve de la noche y se madrugaba para evitar, en lo posible el sol y el calor correspondiente.

La casa les había tocado al matrimonio como una parte de la herencia que la madre de Guadalupe había dejado cuando se murió hacía ya mas de quince años. Se trataba de una edificación típica de la zona sin muchas pretensiones, paredes gruesas que mantenían una buena temperatura mas o menos estable durante todo el año, ventanas y balcones pintadas de azul, contras de hierro, muros altos que separaban el patio de la plaza mayor, con un jardín suficiente para disfrutarlo sin dedicarle muchas horas. El Teniente Coronel Cruz había hecho una pequeña obra para que al fondo le instalaran una piscina de siete por tres metros que dejaba espacio suficiente para una mesa de piedra con dos bancos corridos sin necesidad de desplazar de su sitio el pozo con la hiedra que le recubría. La casa estaba situada a unos 15 Kms de Astorga, en plena provincia de León,  a escasos doscientos metros del Camino de Santiago y había sido el refugio para el matrimonio en aquellas épocas de soledad que seguían los diferentes períodos de arrestos  que Antonio Cruz había sufrido con excesiva asiduidad. Era una casa de campo de los antiguos peones camineros con una estancia principal muy amplia en la que destacaba sobre manera una chimenea que hacía las delicias de todos los que la conocían. Ubicada en el centro de la sala, con un tiro espectacular de casi tres por tres metros, tenía unos bancos de madera alrededor en los que se acumulaban miles de historias contadas por todos lo que tuvieron la fortuna de acceder a sus tertulias desde finales del siglo XIX donde el entonces bisabuelo de Guadalupe trataba de coaccionar al gobierno de la época y planificaba sus intervenciones en el Parlamento, del que era Diputado por León, en colaboración con diferentes amigos que le aconsejaban, siempre alrededor de unos troncos que caldeaban el ambiente en aquellas frías tardes de invierno y saboreando unas buenas copas de orujo casero. Posteriormente transformada en fonda, la casa había constituido un lugar clave para reuniones de muchos arrieros que desde Castilla la Vieja, se desplazaban hasta Galicia por aquellos caminos de Dios con mercancías de todo tipo guiados por el afán de vender y conocer otras gentes.

El matrimonio de Antonio Cruz y Guadalupe Lozano habían heredado la casa y la mantenían prácticamente igual que se la dejaron. Hasta un viejo piano continuaba presidiendo el amplio salón al que solo entraban en aquellas ocasiones en que se reunía toda la familia como algunas Navidades, en verano algún fin de semana y poco mas. Los hijos eran muy de ir al pueblo, pero unos porque estaban destinados lejos, como era el caso de Antonio, el mayor, que desde que había salido como Alferez de de la Academia Militar de Zaragoza estaba destinado en Tarifa y el de Julián, el segundo, que andaba siempre metido con temas políticos en la Universidad y solamente iba para las fiestas y quedaba Belén, la mas pequeña quien a sus diecisiete años empezaba a tontear con algún veraneante y era realmente la única que estaba en el pueblo todas las vacaciones.

Entraron por el amplio portalón de madera que daba acceso directamente al patio a través de una especie de pasillo con la amplitud suficiente como para permitir el paso de aquellos viejos carruajes de los que Antonio todavía guardaba uno al fondo. A la derecha la entrada de la casa y justo antes de entrar una especie de oquedad en la pared que hacía las veces de armario, les permitió dejar los bastones que les acompañaban siempre en sus caminatas y colgar las chaquetas que llevaban anudadas a sus cinturas.

Era un día de calor, pero ya se sabe que en esta zona el tiempo es muy cambiante y siempre llevaban algo de abrigo por si acaso tuvieran necesidad de usarlo. Ese no era el caso y el calor todavía apretaba de lo lindo. Antonio, con una camisa blanca, pantalones de esos que teóricamente se pueden hacer cortos o largos a voluntad regalo de sus hijos el invierno pasado, botas de campo con las gruesas suelas de goma desgastadas por el uso diario durante muchos años, se acercó a un congelador situado detrás de la mesa de piedra, cogió un botellín de cerveza muy frío y se sentó en el banco. A los pocos segundos le acompañó Guadalupe provista de una botella de agua. A los dos se les notaba el paso de los años. Antonio, próximo a los sesenta, tenía un pelo negro con abundantes canas  que solamente dejaba entrever una pequeña calva en la parte de atrás. Un bigote tremendo le daba a su cara una expresión severa, los pliegues de la piel de su cara demostraban que durante mucho tiempo había pasado largas temporadas al aire libre, lo cual era cierto solo hasta cierto punto, porque efectivamente, había pasado muchos años paseando mañana y tarde por los patios de diferentes cárceles, en las que el único que podía de verdad sentirse libre era el aire. Se consideraba, sin lugar a dudas, un preso político actualmente en libertad pero todavía pendiente de dos resoluciones judiciales que posiblemente y dados sus antecedentes le supondrían mas meses o años de cárcel. Deleitándose con la cerveza dejaba pasar los minutos. Sus brazos musculosos con manos recias, se entrelazaban detrás de su cuello mientras el resto de su cuerpo trataba de relajarse.

Desde allí contemplaba a su mujer que, sentada en el banco de enfrente, se disponía a sujetar su melena rubia con una goma. Se había puesto un bañador azul celeste que todavía permitía adivinar un cuerpo bien moldeado. Antonio la miró con cariño, con aquel cariño que todavía sentía después de tres décadas largas de matrimonio y gracias a el había soportado tantas y tantas injusticias. Con nostalgia vinieron a su memoria aquellas noches eternas encerrado en la soledad de aquellas celdas por las que había pasado muchos presos antes que él. Conocía prácticamente todas las cárceles militares del país y era de justicia reconocer que en la que mejor había estado era en la última. Un viejo castillo, en las proximidades de Cartagena, había sido su residencia los últimos siete meses, pero antes había estado, casi sin solución de continuidad, en las de Ferrol, Córdoba, Cadiz, Sevilla, Santander y Segovia. Los procesos judiciales se repetían y ya se había acostumbrado. Tres meses de privación de libertad por atentar contra el Gobierno democráticamente elegido, otros tres por atentar contra la integridad territorial de España, aquello fue el colmo, él que defendía todo lo contrario, encarcelado por ese mas que discutible delito. Seis meses mas por desacato a la Corona y todo por decir que el Rey llegó a donde estaba porque Franco lo había decidido que si no estaría en Estoril en la casa de su padre ¿Acaso era mentira? Para el Tribunal parece ser que si y como fin de fiesta otro dos años por deshonrar a la bandera nacional cuando lo único que hizo fue quemar una bandera con el escudo constitucional porque entendía que la bandera legal era la preconstitucional puesto que para él, la constitución era un ataque a la integridad de la Nación española y había sido diseñada en todos sus apartados por una serie de políticos que habían demostrado su falta de ética al formar parte del régimen anterior y luego volverse demócratas tocados por una especie de varita mágica que les había hecho cambiarse de chaqueta. Eso los que había formado parte del Gobierno de Franco, porque otros habían luchado sin ninguna clase de dudas en el bando republicano y después de haber perdido la guerra y huir como ratas, habían vuelto para integrarse en un sistema que trataba de olvidar todo lo anterior y convertir a España en un país que, según algún dirigente de la época, no lo iba a reconocer ni la madre que lo parió y el, Antonio Cruz Perez no estaba por la labor. Sabía que iría a la cárcel pero anteponía su espíritu militar al castigo correspondiente, había jurado unos principios y no estaba dispuesto a cambiarlos. Pretendía ser la mecha que incendiara los corazones de muchos de sus compañeros del Ejército que, en privado, le confesaban tener su misma manera de pensar, pero en todos los casos, al llegar el momento de la verdad, no habían dado la cara y el único que iba a la cárcel era el.

-       ¿En que piensas?

La pregunta de su mujer lo sacó de aquellas situaciones que habían ocurrido a lo largo de los últimos cinco años

-       Prácticamente se puede decir que estaba en la celda del penal de Cartagena

-       ¿Solo o con alguien?

-       En la celda siempre solo, en el patio y el resto del día, siempre con Carlos

-       ¿El Marino?

-       Si

-       ¿Qué tal es?

-       Un patriota

-       Y ¿cómo persona?

-       Un amigo

-       ¿Solo eso?

-       ¿Qué quieres que te diga?

-       Pues no se – Guadalupe trataba de hacer hablar a su marido. Era consciente de lo difícil del intento. Sabía, porque lo había padecido en diferentes ocasiones en su propia relación que, al principio, era muy difícil, pero tenía que intentarlo. Los últimos años habían sido un infierno, sobre todo para él, que era el que mas los padecía, pero también para ella. Se había casado con un Militar y en lugar de mandar tropas, se pasaba la vida de cárcel en cárcel como si fuera un terrorista. La relación de pareja se había visto alterada bruscamente. Ella que debía haber compartido la educación de sus tres hijos, se encontró, sin comerlo ni beberlo con la obligación de educarlos ella sola, teniendo que convencer a sus hijos que fueran por el mundo con la cabeza bien alta porque su padre era un hombre honrado, fiel a sus principios y por eso estaba en la cárcel. Estaba convencida que eso era así y así trataba de inculcárselo a sus hijos aunque algunas veces dudaba y cuando se metía en la cama, sola, pensaba si no sería mejor que su marido volviera a ser el de antes, con sus ideas pero sin meterse en política, pero a los pocos minutos rectificaba y se volvía a convencer que lo mejor era que no cambiara nada, que fuera él y si por culpa de su forma de pensar tenía que estar entre barrotes, ella lo que tenía que hacer era ayudarle y así iban pasando los días, las semanas y los meses. En los períodos cortos de libertad provisional, trataba por todos los medios de no hablar de política, pero era inevitable como también lo era el que Antonio saltara como si tuviera un resorte cada vez que se nombraba a algún miembro del Gobierno

-        ¿Has quedado con Carlos, el marino, en veros algún día?

-       Bueno, ya sabes, lo de siempre. Ya te llamaré, si voy por Madrid nos vamos un día a comer y cosas por el estilo, pero luego todo es diferente, ten en cuenta que vive en Cartagena y va a ser difícil, pero ya veremos. Es un buen hombre y un gran Marino, pero no creo que continúe con esta lucha y yo lo comprendo. Ten en cuenta que nos jugamos el puesto y no es fácil dar siempre la cara. A mi ya me da igual – Antonio bebió del botellín de cerveza – porque en cuanto alguien dice algo, inmediatamente sale alguien diciendo que yo estoy detrás y otra vez a la cárcel. Creo que no merece la pena ni defenderse

Guadalupe rodeó la mesa y se acercó a su marido. Le besó en la mejilla y apoyó su cara en su hombro mientras el le pasaba su brazo por encima atrayéndola para estar muy juntos

-       Esta vez te veo un poco mas desanimado que otras veces

-       No – Antonio la apretó fuerte – no creo que esté peor, lo que pasa es que ya no tengo treinta años y me estoy empezando a cansar

-       ¡Hijo, ni que tuvieras ochenta años!

-       Ochenta no, pero cincuenta y nueve si y eso se nota. Llevo tiempo dándole vueltas a una idea y posiblemente sea mas eficaz que todo lo hecho hasta ahora. Quizás es una forma como mas cobarde, pero si los guardias civiles tuviéramos un sindicato, lo mismo nos iban mejor las cosas, no lo se

-       ¡Un sindicato! Eso si que es nuevo

-       Claro, pero ahora para algunas cosas somos militares, por ejemplo si yo hago alguna declaración política me voy a la trena por desobediencia, pero si fuera sindicalista no me podrían aplicar el código militar

-       Pero entonces la guardia civil no sería militar

-       Eso es lo malo

-       ¿Y tus compañeros estarían de acuerdo?

-       No tengo ni idea

-       ¿Se lo vas a preguntar?

-       No lo se. Se verá

Guadalupe lo dejó otra vez a vueltas con sus pensamientos y se tiró de cabeza a la piscina. El agua estaba francamente buena y estuvo un rato nadando con un estilo que demostraba su buen aprovechamiento de las clases de natación a las que había asistido cuando era una niña. En algo se tenía que notar que había vivido en París. De nadar se acordaba bastante, no así del francés que había sido su lengua hasta que sus padres volvieron a España cuando ella tenía doce años. Habían emigrado después de la guerra y la familia volvió con algún miembro mas, un poco de dinero, en definitiva, un idioma, la ilusión por volver a su país aunque las condiciones políticas no eran las ideales y las manos en los bolsillos. Su padre se había dedicado antes de emigrar al campo y en Francia había sido cocinero y su vuelta coincidió con la muerte de su abuelo y con unas pocas tierras y el dinero ahorrado compraron un pequeño restaurante en Astorga y allí vivieron y crecieron los cinco hijos del matrimonio. Guadalupe estudió Magisterio en Leon y al terminar la enviaron con una beca a Madrid para completar su formación.  La Escuela estaba muy cerca de la Dirección General de la Guardia Civil y en aquella época por allí andaba Antonio haciendo de instructor para las nuevas generaciones de guardias. Las niñas de Magisterio tomaban café en un café cercano a su escuela y allí se juntaban con aquellos guardias que se mostraban ufanos de enseñar sus uniformes.

Empezó poco a poco, como casi todas las cosas. Un día Antonio invitó a un grupo de chicas a una demostración de perros policías en la Academia y allí que se plantaron Guadalupe y tres amigas mas. Vieron las pruebas, tomaron unos vinos en el bar de la Academia y quedaron para otro día. Ella se fijó en uno que no era Antonio y él en una que no era Guadalupe y así comenzaron a salir en grupo. Un día en Segovia, perdieron el autobús los dos y en el siguiente entablaron una conversación que luego duró treinta años. Para Antonio, mucho mayor que ella, la prisa era una palabra que no existía en su diccionario y todo debería discurrir con tranquilidad. Estaba perdidamente enamorado, pero no se atrevía a dar el paso definitivo hasta no saber cual iba a ser su próximo destino. Pasaron casi seis meses, salían casi a diario, los dos estaban a gusto pero no se planteaban casarse hasta que un tres de Marzo Antonio terminó su período de formación y fue destinado, nada mas y nada menos que a Las Palmas de Gran Canaria y aquel fue un momento crucial. Si se pasaba a la Guardia Civil, lo destinarían a Toledo, pero si continuaba con su idea de continuar en el Ejército entonces serían nada menos que dos años en las islas y las posibilidades de que el noviazgo con Guadalupe llegara a algo se hacían cada vez mas difíciles. Ella también había terminado y o se volvía a su casa o se casaba y de común acuerdo decidieron que lo mejor era juntar sus vidas y compartir muchas ilusiones.

Ese día Antonio se enteró que la familia de ella no sabía absolutamente nada de su noviazgo. Guadalupe nunca encontraba el momento oportuno para decirlo y por eso hasta entonces lo había ocultado porque sabía que iba a ser un tema conflictivo. Su novio era como era y su padre todo lo contrario. Guadalupe temía el día en que tendría que decírselo a su familia y hasta entonces si que les había hablado que salía con un chico, pero nada que era militar ni mucho menos. Sin embargo había llegado el momento y lo mejor era plantearlo directamente. Guadalupe esperó a que un Domingo después de comer y cuando ya parecía que tenía que volver a Madrid, vio que su padre estaba solo y ni corta ni perezosa se lo soltó como si nada

-       Papá ¿puedo decirte una cosa?

-       Por supuesto – contestó el padre quitándose las gafas y dejando a un lado el periódico que estaba leyendo

-       ¿Te acuerda que hace tiempo os dije que estaba saliendo con un chico en Madrid?

-       Si, pero ¿todavía sigues con él?

-       Por supuesto y ¿sabes que?

-       Dime

-       Que nos hemos hecho novios

-       Muy bien, hija – el padre la abrazó con cariño – ya sabes que si tu eres feliz yo también

-       Estaba segura que lo ibas a entender

-       ¿Es que tenías alguna duda?

-       Bueno – Guadalupe no sabía por donde empezar – es un poco mayor que yo y….

-       Venga, hija, dime lo que sea que me tienes en ascuas

-       Que es militar

-       ¿Militar?

-       Si y ahora se pasa a la Guardia Civil para no ser destinado a Canarias y por eso, como acaba de ascender a Capitán quiere formalizar nuestra relación y empezar a pensar en casarse.

-       O sea que si no he entendido mal mi hija se ha enamorado de uno de aquellos que hicieron una guerra y se dedicaron a asesinar a todos los que no pensaban como ellos.

-       Papá, por favor, no empieces

-       Claro para ti no es nada importante – el padre se levantó y comenzó a pasearse por toda la habitación - Hemos tenido que vivir casi quince años en Francia, todos hemos hecho un gran esfuerzo tratando de luchar por la libertad, cada uno a su manera y ahora llega la señorita y se casa nada menos que con un capitán de la Guardia Civil. Solo faltaba que cualquier día venga a detenernos por activistas y que vayamos a la cárcel por rojos

-       Papá – Guadalupe tenía veintiún años y hasta que conoció a Antonio nunca se había atrevido a llevarle la contraria, pero desde que comenzó su relación, no le pasaba ni una – yo no trato de convencerte a ti y puedes pensar como quieras, pero también debes de admitir que por encima de tus ideas políticas, lo primero como decías antes, es mi felicidad y con Antonio lo soy. En cuanto nos casemos, nos iremos a vivir fuera y si insistes en negar la evidencia de nuestra relación, no se como vamos a hacer, pero yo a Antonio le quiero y me voy a casar.

-       ¿Será si yo te autorizo?

-       Y si no me autorizas también. Nunca te lo he dicho, pero aunque me consideres una niña, te recuerdo que soy mayor de edad y tengo derecho a decidir mi futuro.

-       Guadalupe no digas cosas de las que te puedas arrepentir

-       Ni tu tampoco

-       Te recuerdo que soy tu padre

Guadalupe no pude continuar y comenzó a llorar desconsoladamente. El padre también se dio cuenta que por ese camino no debía continuar y la abrazó con fuerza.

-       Vamos a dejarlo porque estamos los dos muy alterados. Venga, Guadalupe – el padre separó un mechón de la cara de su hija que continuaba llorando como una magdalena y la invitó a tomarse una coca cola con él, poco a poco la situación se iba calmando y ambos cambiaron de tema - ¿cuando tienes que volver a Madrid?

-       Mañana

-       ¿Te vas a quedar mucho tiempo?

-       No lo se – Guadalupe miró a su padre – pensaba pedir un traslado a León, pero con todo esto, no se que hacer.

El padre miró fijamente a los ojos de su hija y a pesar de su carácter autoritario demostró el enorme cariño que tenía hacia ella y reconoció que se había equivocado. Quería seguir siendo como era, pero también entendía la postura de su hija y trató de rectificar

-       No me gusta ese noviazgo, eso no hay duda, pero lo primero eres tu y si te parece podemos llegar a un acuerdo. Tu sigues siendo mi hija y yo acepto que Antonio es un Guardia Civil. Lo que si que te pido es que para evitar discusiones, como la que acabamos de tener tu y yo, es que no hablemos de política ¿de acuerdo?

-       Por mi no hay inconveniente, pero se lo tendré que preguntar a él si está por la labor

-       ¿Crees que aceptará?

-       No le va a quedar mas remedio porque si no se queda sin novia

El Padre la volvió a abrazar y le confesó que la quería

-       Quiero pedirte perdón. De verdad que no volverá a pasar

-       Yo también te quiero y también quiero pedirte perdón porque …..

La madre interrumpió la conversación sin darse cuenta, pero en el momento justo. Nada mas entrar con su intuición femenina percibió que había ocurrido algo importante. Miró alternativamente a su marido y a su hija y se quedó con los brazos cruzados esperando alguna explicación. El primero que trató de explicarse fue el padre

-       ¿Sabes la noticia?

-       No, pero decírmela porque debe ser muy importante

-       La niña tiene novio y se quiere casar

La madre la abrazó y las lágrimas volvieron a salir a la superficie.

-       ¡Que tonta soy! debía ser un motivo de alegría y me pongo a llorar como una idiota.

-       No te preocupes. Hemos discutido un poco Papá y yo porque Antonio, mi novio es Guardia Civil, pero ya lo hemos arreglado.

La madre miró al padre que estaba detrás de su hija e hizo un gesto como queriendo decir que no le gustaba pero no tenía mas remedio que aguantarse.

-       Voy a buscar una botella de champán y nos tomamos una copita para celebrarlo.

A los pocos segundos estaba de vuelta y los tres brindaron por la felicidad de la nueva pareja y quedaron en que irían a Madrid para conocer al novio.

 

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