Hola: Ahí os va otro capítulo. Que os entretenga. Un beso para todos
CAPITULO 3.-
La pareja avanzaba con paso rápido por un camino
interminable. Solo llevaban hora y media andando pero podrían seguir todo el
día, Castilla daba para ese camino y mil mas. Era un camino de tierra, como
debe ser cualquier sendero que se precie de haber sido pisado por miles de
peregrinos desde hacía muchos años, serpenteaba entre los trigales con su color
amarillo como no queriendo molestar. Ese camino llegaba a Astorga, pero ellos
se daban la vuelta antes, excepto el año que hicieron el camino de Santiago. A
lo lejos un pastor se alejaba con su rebaño dejando una estela de polvo. La
tarde iba lentamente cayendo, el calor no quería ayudar y el sol remoloneaba
antes de irse a dormir. La autovía que desde cerca de Astorga se continuaba
hasta La Coruña se adivinaba en la lejanía y los coches parecían hormigas que
atravesaban el horizonte mientras el silencio, ese que solo se oye en el campo,
se iba haciendo el amo por unas horas.
Antonio Cruz y Guadalupe Lozano volvían a su casita de
pueblo después del paseo habitual que todos los días a las ocho de la tarde
comenzaban con puntualidad germánica. Era un momento ideal para hacer un poco
de ejercicio y de paso charlar sobre lo divino y lo humano. Tan solo llevaban
una semana en aquel pequeño pueblo y les parecía que llevaban todo el invierno.
Los días se hacían muy cortos, mientras las noches se acortaban a base de charlar
de forma interminable. Debajo de unos árboles centenarios situados en el centro
de aquel lugar del que en invierno vivían solo tres familias mientras que en verano
la población se multiplicaba por diez, los escasos vecinos y los veraneantes
sacaban sus sillas a las puertas de las casas y charlaban haciendo que las
tertulias durasen hasta que el frío les obligaba a refugiarse cada uno al calor
de sus chimeneas que estaban todas las noches encendidas. Se buscaba la fresca
que casi siempre llegaba a partir de las nueve de la noche y se madrugaba para
evitar, en lo posible el sol y el calor correspondiente.
La casa les había tocado al matrimonio como una parte
de la herencia que la madre de Guadalupe había dejado cuando se murió hacía ya
mas de quince años. Se trataba de una edificación típica de la zona sin muchas
pretensiones, paredes gruesas que mantenían una buena temperatura mas o menos estable
durante todo el año, ventanas y balcones pintadas de azul, contras de hierro,
muros altos que separaban el patio de la plaza mayor, con un jardín suficiente
para disfrutarlo sin dedicarle muchas horas. El Teniente Coronel Cruz había
hecho una pequeña obra para que al fondo le instalaran una piscina de siete por
tres metros que dejaba espacio suficiente para una mesa de piedra con dos
bancos corridos sin necesidad de desplazar de su sitio el pozo con la hiedra
que le recubría. La casa estaba situada a unos 15 Kms de Astorga, en plena
provincia de León, a escasos doscientos
metros del Camino de Santiago y había sido el refugio para el matrimonio en
aquellas épocas de soledad que seguían los diferentes períodos de arrestos que Antonio Cruz había sufrido con excesiva
asiduidad. Era una casa de campo de los antiguos peones camineros con una
estancia principal muy amplia en la que destacaba sobre manera una chimenea que
hacía las delicias de todos los que la conocían. Ubicada en el centro de la
sala, con un tiro espectacular de casi tres por tres metros, tenía unos bancos
de madera alrededor en los que se acumulaban miles de historias contadas por
todos lo que tuvieron la fortuna de acceder a sus tertulias desde finales del
siglo XIX donde el entonces bisabuelo de Guadalupe trataba de coaccionar al
gobierno de la época y planificaba sus intervenciones en el Parlamento, del que
era Diputado por León, en colaboración con diferentes amigos que le
aconsejaban, siempre alrededor de unos troncos que caldeaban el ambiente en
aquellas frías tardes de invierno y saboreando unas buenas copas de orujo
casero. Posteriormente transformada en fonda, la casa había constituido un
lugar clave para reuniones de muchos arrieros que desde Castilla la Vieja, se
desplazaban hasta Galicia por aquellos caminos de Dios con mercancías de todo
tipo guiados por el afán de vender y conocer otras gentes.
El matrimonio de Antonio Cruz y Guadalupe Lozano
habían heredado la casa y la mantenían prácticamente igual que se la dejaron.
Hasta un viejo piano continuaba presidiendo el amplio salón al que solo
entraban en aquellas ocasiones en que se reunía toda la familia como algunas
Navidades, en verano algún fin de semana y poco mas. Los hijos eran muy de ir
al pueblo, pero unos porque estaban destinados lejos, como era el caso de
Antonio, el mayor, que desde que había salido como Alferez de de la Academia
Militar de Zaragoza estaba destinado en Tarifa y el de Julián, el segundo, que
andaba siempre metido con temas políticos en la Universidad y solamente iba
para las fiestas y quedaba Belén, la mas pequeña quien a sus diecisiete años
empezaba a tontear con algún veraneante y era realmente la única que estaba en
el pueblo todas las vacaciones.
Entraron por el amplio portalón de madera que daba
acceso directamente al patio a través de una especie de pasillo con la amplitud
suficiente como para permitir el paso de aquellos viejos carruajes de los que
Antonio todavía guardaba uno al fondo. A la derecha la entrada de la casa y justo
antes de entrar una especie de oquedad en la pared que hacía las veces de
armario, les permitió dejar los bastones que les acompañaban siempre en sus
caminatas y colgar las chaquetas que llevaban anudadas a sus cinturas.
Era un día de calor, pero ya se sabe que en esta zona
el tiempo es muy cambiante y siempre llevaban algo de abrigo por si acaso
tuvieran necesidad de usarlo. Ese no era el caso y el calor todavía apretaba de
lo lindo. Antonio, con una camisa blanca, pantalones de esos que teóricamente se
pueden hacer cortos o largos a voluntad regalo de sus hijos el invierno pasado,
botas de campo con las gruesas suelas de goma desgastadas por el uso diario
durante muchos años, se acercó a un congelador situado detrás de la mesa de
piedra, cogió un botellín de cerveza muy frío y se sentó en el banco. A los
pocos segundos le acompañó Guadalupe provista de una botella de agua. A los dos
se les notaba el paso de los años. Antonio, próximo a los sesenta, tenía un
pelo negro con abundantes canas que
solamente dejaba entrever una pequeña calva en la parte de atrás. Un bigote tremendo
le daba a su cara una expresión severa, los pliegues de la piel de su cara
demostraban que durante mucho tiempo había pasado largas temporadas al aire
libre, lo cual era cierto solo hasta cierto punto, porque efectivamente, había
pasado muchos años paseando mañana y tarde por los patios de diferentes
cárceles, en las que el único que podía de verdad sentirse libre era el aire.
Se consideraba, sin lugar a dudas, un preso político actualmente en libertad
pero todavía pendiente de dos resoluciones judiciales que posiblemente y dados
sus antecedentes le supondrían mas meses o años de cárcel. Deleitándose con la
cerveza dejaba pasar los minutos. Sus brazos musculosos con manos recias, se entrelazaban
detrás de su cuello mientras el resto de su cuerpo trataba de relajarse.
Desde allí contemplaba a su mujer que, sentada en el
banco de enfrente, se disponía a sujetar su melena rubia con una goma. Se había
puesto un bañador azul celeste que todavía permitía adivinar un cuerpo bien
moldeado. Antonio la miró con cariño, con aquel cariño que todavía sentía
después de tres décadas largas de matrimonio y gracias a el había soportado
tantas y tantas injusticias. Con nostalgia vinieron a su memoria aquellas
noches eternas encerrado en la soledad de aquellas celdas por las que había
pasado muchos presos antes que él. Conocía prácticamente todas las cárceles
militares del país y era de justicia reconocer que en la que mejor había estado
era en la última. Un viejo castillo, en las proximidades de Cartagena, había
sido su residencia los últimos siete meses, pero antes había estado, casi sin
solución de continuidad, en las de Ferrol, Córdoba, Cadiz, Sevilla, Santander y
Segovia. Los procesos judiciales se repetían y ya se había acostumbrado. Tres
meses de privación de libertad por atentar contra el Gobierno democráticamente
elegido, otros tres por atentar contra la integridad territorial de España,
aquello fue el colmo, él que defendía todo lo contrario, encarcelado por ese
mas que discutible delito. Seis meses mas por desacato a la Corona y todo por
decir que el Rey llegó a donde estaba porque Franco lo había decidido que si no
estaría en Estoril en la casa de su padre ¿Acaso era mentira? Para el Tribunal
parece ser que si y como fin de fiesta otro dos años por deshonrar a la bandera
nacional cuando lo único que hizo fue quemar una bandera con el escudo
constitucional porque entendía que la bandera legal era la preconstitucional
puesto que para él, la constitución era un ataque a la integridad de la Nación
española y había sido diseñada en todos sus apartados por una serie de
políticos que habían demostrado su falta de ética al formar parte del régimen
anterior y luego volverse demócratas tocados por una especie de varita mágica
que les había hecho cambiarse de chaqueta. Eso los que había formado parte del
Gobierno de Franco, porque otros habían luchado sin ninguna clase de dudas en
el bando republicano y después de haber perdido la guerra y huir como ratas, habían
vuelto para integrarse en un sistema que trataba de olvidar todo lo anterior y
convertir a España en un país que, según algún dirigente de la época, no lo iba
a reconocer ni la madre que lo parió y el, Antonio Cruz Perez no estaba por la
labor. Sabía que iría a la cárcel pero anteponía su espíritu militar al castigo
correspondiente, había jurado unos principios y no estaba dispuesto a
cambiarlos. Pretendía ser la mecha que incendiara los corazones de muchos de
sus compañeros del Ejército que, en privado, le confesaban tener su misma manera
de pensar, pero en todos los casos, al llegar el momento de la verdad, no
habían dado la cara y el único que iba a la cárcel era el.
-
¿En que piensas?
La pregunta de su mujer lo sacó de aquellas
situaciones que habían ocurrido a lo largo de los últimos cinco años
-
Prácticamente se
puede decir que estaba en la celda del penal de Cartagena
-
¿Solo o con
alguien?
-
En la celda
siempre solo, en el patio y el resto del día, siempre con Carlos
-
¿El Marino?
-
Si
-
¿Qué tal es?
-
Un patriota
-
Y ¿cómo persona?
-
Un amigo
-
¿Solo eso?
-
¿Qué quieres que
te diga?
-
Pues no se –
Guadalupe trataba de hacer hablar a su marido. Era consciente de lo difícil del
intento. Sabía, porque lo había padecido en diferentes ocasiones en su propia
relación que, al principio, era muy difícil, pero tenía que intentarlo. Los
últimos años habían sido un infierno, sobre todo para él, que era el que mas
los padecía, pero también para ella. Se había casado con un Militar y en lugar
de mandar tropas, se pasaba la vida de cárcel en cárcel como si fuera un terrorista.
La relación de pareja se había visto alterada bruscamente. Ella que debía haber
compartido la educación de sus tres hijos, se encontró, sin comerlo ni beberlo
con la obligación de educarlos ella sola, teniendo que convencer a sus hijos
que fueran por el mundo con la cabeza bien alta porque su padre era un hombre
honrado, fiel a sus principios y por eso estaba en la cárcel. Estaba convencida
que eso era así y así trataba de inculcárselo a sus hijos aunque algunas veces
dudaba y cuando se metía en la cama, sola, pensaba si no sería mejor que su
marido volviera a ser el de antes, con sus ideas pero sin meterse en política,
pero a los pocos minutos rectificaba y se volvía a convencer que lo mejor era
que no cambiara nada, que fuera él y si por culpa de su forma de pensar tenía
que estar entre barrotes, ella lo que tenía que hacer era ayudarle y así iban
pasando los días, las semanas y los meses. En los períodos cortos de libertad
provisional, trataba por todos los medios de no hablar de política, pero era
inevitable como también lo era el que Antonio saltara como si tuviera un
resorte cada vez que se nombraba a algún miembro del Gobierno
-
¿Has quedado con Carlos, el marino, en veros
algún día?
-
Bueno, ya sabes,
lo de siempre. Ya te llamaré, si voy por Madrid nos vamos un día a comer y cosas
por el estilo, pero luego todo es diferente, ten en cuenta que vive en
Cartagena y va a ser difícil, pero ya veremos. Es un buen hombre y un gran
Marino, pero no creo que continúe con esta lucha y yo lo comprendo. Ten en
cuenta que nos jugamos el puesto y no es fácil dar siempre la cara. A mi ya me
da igual – Antonio bebió del botellín de cerveza – porque en cuanto alguien dice
algo, inmediatamente sale alguien diciendo que yo estoy detrás y otra vez a la
cárcel. Creo que no merece la pena ni defenderse
Guadalupe
rodeó la mesa y se acercó a su marido. Le besó en la mejilla y apoyó su cara en
su hombro mientras el le pasaba su brazo por encima atrayéndola para estar muy
juntos
-
Esta vez te veo
un poco mas desanimado que otras veces
-
No – Antonio la
apretó fuerte – no creo que esté peor, lo que pasa es que ya no tengo treinta
años y me estoy empezando a cansar
-
¡Hijo, ni que
tuvieras ochenta años!
-
Ochenta no, pero
cincuenta y nueve si y eso se nota. Llevo tiempo dándole vueltas a una idea y
posiblemente sea mas eficaz que todo lo hecho hasta ahora. Quizás es una forma
como mas cobarde, pero si los guardias civiles tuviéramos un sindicato, lo
mismo nos iban mejor las cosas, no lo se
-
¡Un sindicato!
Eso si que es nuevo
-
Claro, pero ahora
para algunas cosas somos militares, por ejemplo si yo hago alguna declaración
política me voy a la trena por desobediencia, pero si fuera sindicalista no me
podrían aplicar el código militar
-
Pero entonces la
guardia civil no sería militar
-
Eso es lo malo
-
¿Y tus compañeros
estarían de acuerdo?
-
No tengo ni idea
-
¿Se lo vas a
preguntar?
-
No lo se. Se verá
Guadalupe
lo dejó otra vez a vueltas con sus pensamientos y se tiró de cabeza a la
piscina. El agua estaba francamente buena y estuvo un rato nadando con un
estilo que demostraba su buen aprovechamiento de las clases de natación a las
que había asistido cuando era una niña. En algo se tenía que notar que había
vivido en París. De nadar se acordaba bastante, no así del francés que había
sido su lengua hasta que sus padres volvieron a España cuando ella tenía doce años.
Habían emigrado después de la guerra y la familia volvió con algún miembro mas,
un poco de dinero, en definitiva, un idioma, la ilusión por volver a su país
aunque las condiciones políticas no eran las ideales y las manos en los bolsillos.
Su padre se había dedicado antes de emigrar al campo y en Francia había sido
cocinero y su vuelta coincidió con la muerte de su abuelo y con unas pocas
tierras y el dinero ahorrado compraron un pequeño restaurante en Astorga y allí
vivieron y crecieron los cinco hijos del matrimonio. Guadalupe estudió
Magisterio en Leon y al terminar la enviaron con una beca a Madrid para
completar su formación. La Escuela
estaba muy cerca de la Dirección General de la Guardia Civil y en aquella época
por allí andaba Antonio haciendo de instructor para las nuevas generaciones de
guardias. Las niñas de Magisterio tomaban café en un café cercano a su escuela
y allí se juntaban con aquellos guardias que se mostraban ufanos de enseñar sus
uniformes.
Empezó
poco a poco, como casi todas las cosas. Un día Antonio invitó a un grupo de
chicas a una demostración de perros policías en la Academia y allí que se
plantaron Guadalupe y tres amigas mas. Vieron las pruebas, tomaron unos vinos en
el bar de la Academia y quedaron para otro día. Ella se fijó en uno que no era
Antonio y él en una que no era Guadalupe y así comenzaron a salir en grupo. Un
día en Segovia, perdieron el autobús los dos y en el siguiente entablaron una
conversación que luego duró treinta años. Para Antonio, mucho mayor que ella, la
prisa era una palabra que no existía en su diccionario y todo debería discurrir
con tranquilidad. Estaba perdidamente enamorado, pero no se atrevía a dar el
paso definitivo hasta no saber cual iba a ser su próximo destino. Pasaron casi
seis meses, salían casi a diario, los dos estaban a gusto pero no se planteaban
casarse hasta que un tres de Marzo Antonio terminó su período de formación y
fue destinado, nada mas y nada menos que a Las Palmas de Gran Canaria y aquel
fue un momento crucial. Si se pasaba a la Guardia Civil, lo destinarían a
Toledo, pero si continuaba con su idea de continuar en el Ejército entonces
serían nada menos que dos años en las islas y las posibilidades de que el
noviazgo con Guadalupe llegara a algo se hacían cada vez mas difíciles. Ella
también había terminado y o se volvía a su casa o se casaba y de común acuerdo
decidieron que lo mejor era juntar sus vidas y compartir muchas ilusiones.
Ese día
Antonio se enteró que la familia de ella no sabía absolutamente nada de su
noviazgo. Guadalupe nunca encontraba el momento oportuno para decirlo y por eso
hasta entonces lo había ocultado porque sabía que iba a ser un tema
conflictivo. Su novio era como era y su padre todo lo contrario. Guadalupe
temía el día en que tendría que decírselo a su familia y hasta entonces si que
les había hablado que salía con un chico, pero nada que era militar ni mucho
menos. Sin embargo había llegado el momento y lo mejor era plantearlo
directamente. Guadalupe esperó a que un Domingo después de comer y cuando ya
parecía que tenía que volver a Madrid, vio que su padre estaba solo y ni corta
ni perezosa se lo soltó como si nada
-
Papá ¿puedo
decirte una cosa?
-
Por supuesto –
contestó el padre quitándose las gafas y dejando a un lado el periódico que
estaba leyendo
-
¿Te acuerda que
hace tiempo os dije que estaba saliendo con un chico en Madrid?
-
Si, pero ¿todavía
sigues con él?
-
Por supuesto y
¿sabes que?
-
Dime
-
Que nos hemos
hecho novios
-
Muy bien, hija –
el padre la abrazó con cariño – ya sabes que si tu eres feliz yo también
-
Estaba segura que
lo ibas a entender
-
¿Es que tenías
alguna duda?
-
Bueno – Guadalupe
no sabía por donde empezar – es un poco mayor que yo y….
-
Venga, hija, dime
lo que sea que me tienes en ascuas
-
Que es militar
-
¿Militar?
-
Si y ahora se
pasa a la Guardia Civil para no ser destinado a Canarias y por eso, como acaba
de ascender a Capitán quiere formalizar nuestra relación y empezar a pensar en
casarse.
-
O sea que si no
he entendido mal mi hija se ha enamorado de uno de aquellos que hicieron una
guerra y se dedicaron a asesinar a todos los que no pensaban como ellos.
-
Papá, por favor,
no empieces
-
Claro para ti no
es nada importante – el padre se levantó y comenzó a pasearse por toda la
habitación - Hemos tenido que vivir casi quince años en Francia, todos hemos hecho
un gran esfuerzo tratando de luchar por la libertad, cada uno a su manera y
ahora llega la señorita y se casa nada menos que con un capitán de la Guardia
Civil. Solo faltaba que cualquier día venga a detenernos por activistas y que
vayamos a la cárcel por rojos
-
Papá – Guadalupe
tenía veintiún años y hasta que conoció a Antonio nunca se había atrevido a
llevarle la contraria, pero desde que comenzó su relación, no le pasaba ni una
– yo no trato de convencerte a ti y puedes pensar como quieras, pero también
debes de admitir que por encima de tus ideas políticas, lo primero como decías
antes, es mi felicidad y con Antonio lo soy. En cuanto nos casemos, nos iremos
a vivir fuera y si insistes en negar la evidencia de nuestra relación, no se
como vamos a hacer, pero yo a Antonio le quiero y me voy a casar.
-
¿Será si yo te
autorizo?
-
Y si no me
autorizas también. Nunca te lo he dicho, pero aunque me consideres una niña, te
recuerdo que soy mayor de edad y tengo derecho a decidir mi futuro.
-
Guadalupe no
digas cosas de las que te puedas arrepentir
-
Ni tu tampoco
-
Te recuerdo que
soy tu padre
Guadalupe no pude continuar y comenzó a llorar
desconsoladamente. El padre también se dio cuenta que por ese camino no debía
continuar y la abrazó con fuerza.
-
Vamos a dejarlo porque
estamos los dos muy alterados. Venga, Guadalupe – el padre separó un mechón de
la cara de su hija que continuaba llorando como una magdalena y la invitó a
tomarse una coca cola con él, poco a poco la situación se iba calmando y ambos
cambiaron de tema - ¿cuando tienes que volver a Madrid?
-
Mañana
-
¿Te vas a quedar
mucho tiempo?
-
No lo se –
Guadalupe miró a su padre – pensaba pedir un traslado a León, pero con todo
esto, no se que hacer.
El padre miró
fijamente a los ojos de su hija y a pesar de su carácter autoritario demostró
el enorme cariño que tenía hacia ella y reconoció que se había equivocado.
Quería seguir siendo como era, pero también entendía la postura de su hija y
trató de rectificar
-
No me gusta ese
noviazgo, eso no hay duda, pero lo primero eres tu y si te parece podemos
llegar a un acuerdo. Tu sigues siendo mi hija y yo acepto que Antonio es un
Guardia Civil. Lo que si que te pido es que para evitar discusiones, como la
que acabamos de tener tu y yo, es que no hablemos de política ¿de acuerdo?
-
Por mi no hay
inconveniente, pero se lo tendré que preguntar a él si está por la labor
-
¿Crees que
aceptará?
-
No le va a quedar
mas remedio porque si no se queda sin novia
El Padre
la volvió a abrazar y le confesó que la quería
-
Quiero pedirte
perdón. De verdad que no volverá a pasar
-
Yo también te
quiero y también quiero pedirte perdón porque …..
La madre interrumpió la conversación sin darse cuenta,
pero en el momento justo. Nada mas entrar con su intuición femenina percibió
que había ocurrido algo importante. Miró alternativamente a su marido y a su
hija y se quedó con los brazos cruzados esperando alguna explicación. El
primero que trató de explicarse fue el padre
-
¿Sabes la
noticia?
-
No, pero decírmela
porque debe ser muy importante
-
La niña tiene
novio y se quiere casar
La madre la abrazó y las lágrimas volvieron a salir a
la superficie.
-
¡Que tonta soy!
debía ser un motivo de alegría y me pongo a llorar como una idiota.
-
No te preocupes.
Hemos discutido un poco Papá y yo porque Antonio, mi novio es Guardia Civil,
pero ya lo hemos arreglado.
La madre miró al padre que estaba detrás de su hija e
hizo un gesto como queriendo decir que no le gustaba pero no tenía mas remedio
que aguantarse.
-
Voy a buscar una
botella de champán y nos tomamos una copita para celebrarlo.
A los pocos segundos estaba de vuelta y los tres
brindaron por la felicidad de la nueva pareja y quedaron en que irían a Madrid
para conocer al novio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario