sábado, 31 de mayo de 2014

EL TRIO DE DOS: CAPITULO 38

  
 Queridos blogueros/as: Había escrito algunas cosas hace un rato, pero con esto de los cookies y la madre que los parió no se lo que habrá pasado pero ya no queda nada, o sea que vuelta a empezar.
Os decía que ya tengo pensado el final de la novela, mejor dicho la segunda parte porque la tercera está desde hace años. Posiblemente la retoque un poco, pero poco porque esto ya se empieza a parecer a cuéntame y no se va a acabar nunca.
En fin que Ana Segura y sus amigas siguen en Brasil y van de aquí para allá, primero a una especie de magia negra y luego, ya que están pues al sambódromo. Que conste que todo, absolutamente todo, es inventado o sea que si leéis alguna barbaridad no os asustéis que ese día no había fumado nada raro ni cosas por el estilo, pero bueno, parece como si lo conociera de toda la vida.
Espero que os guste y como siempre procurar ser felices
Un abrazo 
Tino Belas
  

 CAPITULO 38.-

 Lo que más llamaba la atención de las jóvenes españolas era la enorme cantidad de gente que deambulaba por las calles. Estaban todas abarrotadas de gentes entre las que predominaban los de raza negra, todos vestían de manera informal, con camisetas sin mangas, pantalones cortos y sandalias. En cada parada niños sucios esbozaban la mejor de sus sonrisas de dientes mellados para solicitar un dólar para comer, otros miraban distraídamente en busca de un botín que sería afanado con limpieza si no fuera porque las ventanillas iban herméticamente cerradas siguiendo los consejos del conductor, quien aseguró que después de aquellas horas tendrían una idea de cómo se vivía en aquella ciudad. Pasaron por una especie de mercadillo y siguiendo las indicaciones del chofer solamente entraron por una calle y él las esperó en la contraria y les explicó que en Brasil no se puede comprar nada sin regatear y que lo normal es que el primer precio sea aproximadamente el doble de su valor y que después de un tira y afloja se puede conseguir todo por la mitad. De esta manera, Ana y Blanca consiguieron un magnifico jersey de lana por unas seiscientas pesetas al cambio y tanto Sonia como Almudena y Edurne Goicoechea salieron ataviadas con una especie de sombreros de piel de coco que hicieron las delicias de las máquinas de fotos que plasmaban para la posterioridad los acontecimientos mas importantes del viaje. Sonia las sorprendió con unos guantes para los piés y Edurne con un pintalabios fosforito que según el vendedor sería la envidia de sus amigos y les atraería como el azucar a las moscas y si no le funciona, Duquesa, mañana se viene por aquí y se lo cambio por otro al aroma de Iguazú que espanta a los malos espiritus y verá como su estancia en nuestro país será maravillosa, se lo dice Jonathan Mourinho enviado de Dios al Mercado Central de Río.
De vuelta al bus, el conductor les adelantó que a partir de ese momento iban a padecer el otro Brasil, aquel del que salen los mas famosos futbolistas y del que casi nadie quiere hablar y mucho menos enseñar y les ruego señoritas - el conductor volvió ligeramente la cabeza - que no abran las ventanillas bajo ningún concepto y por supuesto, ni se les ocurra bajarse del coche para nada, vean lo que vean ni les ofrezcan lo que les ofrezcan.
Al virar en una de las amplias avenidas el asfalto desapareció como por encanto y una empinada subida les hizo darse cuenta que el conductor tenía razon. La pequeña furgoneta avanzaba muy despacio como queriendo hacerles partícipes de las miserias y a cada metro una mujer enseñaba sus vergüenzas vendiendo su mercancía corporal al mejor postor. A través de las puertas abiertas de las favelas se adivinaban, más que se veían, la forma de vida si es que aquello se podía llamar vida. Los niños rodeaban el bus y corrían alargando sus manos en busca de alguna propina, mientras que en plena calle algunos lavaban sus cuerpos en enormes tinajas y se echaban el agua por la cabeza manejando jofainas de distintos colores. Hacía calor y el hedor se colaba por las rendijas del bus, haciendo el ambiente irrespirable. El chofer, consciente de la situación, giraba su brazo y con un pequeño movimiento de su mano, distribuía por el interior del vehículo una especie de desodorante, de olor indefinido, que no lo modificaba en exceso, pero por lo menos y con la ayuda de unos pañuelos aromatizados, se hacía algo mas llevadero. La calles se sucedían una tras otra sin solución de continuidad y aunque parecían todas iguales, pequeños detalles las hacían completamente diferentes. En una de esas esquinas el conductor se detuvo con suavidad e hizo sonar el claxon insistentemente. A los pocos segundos y de una favela de chillones colores, aparecieron diez o doce negros, de esos de película con tatuajes por todas partes, que hicieron un pasillo por el que las excursionistas penetraron en una de aquellas casas para presenciar un espectáculo de Vudú, previamente explicado por el conductor como la mayor y mas importante tradición del pueblo brasilero. Solamente les pedimos que no hagan fotos y que guarden silencio en señal de respeto y para no herir la susceptibilidad de los presentes. Penetraron por un estrecho pasillo con tablas como paredes y al final un cuarto más amplio con capacidad para unas treinta personas hacía las veces de Santuario para realizar una ceremonia de petición al Señor Nuestro Dios para que haga que la joven que estaba postrada en una especie de camilla en el centro se recuperara de una enfermedad que la tenía postrada en el lecho del dolor. Inmovilizada desde hacía cerca de siete años. La paciente estaba tumbada en una especie de camilla formada por ramas entrecruzadas mientras los familiares directos presenciaban la ceremonia en primera fila y los invitados ocupaban una primera fila que estaba ocupada por los invitados.
La maestra de ceremonia apareció envuelta en un halo de misterio. Con una vela en su mano derecha y un gallo vivo en la derecha, comenzó a dar vueltas alrededor de la paciente, cantando unos extraños sortilegios y escupiéndola cada dos por tres, después de masticar una barra como de tabaco que extraía de debajo de la faldriquera. La  acompañaban dos niños pequeños que tambien daban vueltas detrás de la maestra tocando una especie de tambores de reducidas dimensiones. El espectáculo era cutre, esperpéntico, demostrativo del nivel cultural de un pueblo, pero también era verdad que daba cierto miedo, inquietud y sensaciones diferentes a las habituales. Ana y sus amigas permanecían de pié en un rincón de tan lúgubre lugar, cogidas de las manos, con gesto de no entender nada, menos Blanca que, como siempre, permanecía en primera fila asintiendo con la cabeza como si todo el embrujo la hubiera poseído. La ceremonia comenzó con un baño de una especie de pintura roja con el que la Sra Hermelinda untó todas las partes del cuerpo de la joven, dejando solamente un triángulo alrededor del ombligo en el que depositó una especie de pasta blanca que podría parecerse a la nata y que luego rebaño con una pequeña rama de hierbabuena y se la pasó a los ojos y a los oídos mientras chillaba alzando los brazos al cielo.
A continuación, se tumbó al lado de la paciente y le tomó una de sus manos, la posó en su pecho y se golpeaba con ella con tanta fuerza que parecía que se iba a romper. Mientras tanto, la joven objeto del rito vudú, se agitaba primero lentamente y luego con una virulencia que parecía querer partirse en dos,. Los ojos se agitaban como hielos en una coctelera y el pelo se le erizaba como si por ella estuviera pasando electricidad.
Sonia susurró algo al oido de Ana y esta negó con la cabeza volviendo a mirar con atención lo que estaba ocurriendo. Edurne miraba las caras de los presentes y aquello era quizás lo mas llamativo. Los pocos turistas aparte de ellas que estaban presentes miraban con ojos de terror mientras los nativos se movían a un ritmo endiablado. Sus cabezas parecía que se iban a desprender del cuello y daban palmas al compás de los tambores de los niños. Las piernas eran como torbellinos dando saltos sobre el suelo de arena y dejando un cerco de huellas que se repetían por doquier.
La Sra. Hermelinda iba lentamente caldeando el ambiente, comenzó a fumar y de su boca salía un humo espeso que expulsaba sobre los presentes. Una música suave comenzó a sonar y poco a poco se aproximaba a ellos, haciendola su aparición en el lugar de los hechos por una puerta lateral. El músico iba con una especie de calzoncillo y entonaba una flauta pequeña, hecha como de caña de bambú, y a su lado un animal extraño agachaba la cabeza como si fuera a embestir a los presentes. Todos hicieron un gesto como de terror, pero el animal, una especie de cabra pequeña, continuó en la misma posición como si fuera consciente de lo que iba a ocurrir, que no era otra cosa que la inmolación del citado cordero. Gracias a un certero golpe de machete que realizó un hombre de gesto ceñudo situado en la primera fila, el animal cayó a tierra envuelto en un charco de sangre y entonces todos los presentes se arrojaron al suelo y se embadurnaban con esa sangre mezclada con arena. Un ayudante descuartizó, en un abrir y cerrar de ojos al animal que yacía inerte en el suelo y sus patas se convirtieron en armas arrojadizas que eran manejadas con sorprendente habilidad por algunos de los presentes. El turno le llegó a Blanca que tomó una pata entre sus manos tan limpias e intentó pasarla a sus amigas quienes la rechazaron con un gesto de asco. Al final, tanto insistió que Ana la agarró y nada mas hacerlo notó una especie de corriente eléctrica que la hizo salir corriendo del lugar. Las otras amigas la siguieron hasta cerca del bus donde la encontraron presa de un ataque de nervios y llorando como una magdalena
-  De verdad que no soy ninguna histérica, os lo prometo. Mi palabra de honor, lo que pasa es que nada mas coger la pata esa o lo que fuera, he sentido como si alguien me quisiera llevar a otro lado con una fuerza tal que por eso he salido corriendo porque si me quedo, seguro que me lleva.
Sus amigas la miraban con preocupación porque ellas sin haber tenido la pata en su poder habían sentido lo mismo, quizás menos intensamente, pero lo mismo y había resultado una sensación como muy diferente a todas las conocidas. Blanca llegó un poco después empeñada en que volvieran a entrar, pero todas se negaron en rotundo
Edurne se erigió en representante del resto y se subió directamente al bus
-  Venga, vámonos de aquí que todas tenemos miedo y no es plan pasarlo mal para nada.
El chofer arrancó con suavidad y miró por el espejo retrovisor las caras de sus ocupantes advirtiendo que todas, menos una, iban pálidas como la cera.
-  ¡Que! ¿por sus caras veo que no les ha gustado el espectáculo? ¿estoy en lo cierto?
-  Pues la verdad es que no mucho – contestó Sonia en un tono que parecía como si el conductor tuviera la culpa de su elección.
-  Si, es bastante duro y la gente se vuelve como loca, pero hay que reconocer que los resultados son espectaculares. Mi suegra, por ejemplo, tuvo un problema de útero o algo así y la Tía Hermelinda se lo resolvió. Yo no creo en el vudú, pero lo que es verdad es que desde que vino le desaparecieron todas las molestias
-  ¿Y le hicieron lo mismo que a la chica de hoy? – Choni preguntó cuando todavía le temblaban las piernas
-  No sé, porque a los hombres no se nos deja entrar cuando son problemas de mujeres, pero me imagino que sería parecido – El chofer acostumbrado a transportar turistas se ajustó nuevamente una gorra de los Laikers de Nueva York y acelerando bruscamente soltó un grito de alegría mientras exclamaba – ánimo señoritas que hasta ahora han visto el Brasil costumbrista y pobre, pero a partir de este momento cambien el chip porque vamos a entrar en el Brasil divertido y caliente. Anímense.
El taxi circulaba a velocidad moderada por lo que parecía ser una avenida moderna en las proximidades de la capital. Desde las ventanillas se divisaban enormes rascacielos que parecían querer elevarse hasta tocar el cielo y sus cristales emitían como fogonazos deslumbrantes como queriendo avisar de su presencia a los futuros turistas. El tráfico se iba haciendo menos fluido y los conductores se saludaban como si se conocieran de toda la vida haciendo sonar su bocinas a un ritmo como de samba porque en aquella ciudad todo era a ritmo de samba. Los camareros servían las copas moviendo sus cuerpos con samba, los conductores de tranvías informaban de las paradas siguientes con un hablar semejante a la samba,  los billetes circulaban de mano en mano  al son de la samba, los limpiabotas movían sus cepillos al son de la samba y hasta los curas daban la bendición a ritmo de samba. Todo era samba y el brillo de los cuerpos en las playas era para que el día de carnaval lucieran con rotundidad ante al mirada atónita de miles de visitantes que abarrotaban las calles de Rio, como ahora les estaba sucediendo al atravesar el sambódromo,una especie de pista como la de un aereopuerto rodeada de gradas en toda su longitud y donde diferentes escuelas de samba ensayaban sus movimientos como si de un desfile militar se tratase.
El taxista observaba a través del espejo retrovisor las caras  de las españolas y el estupor que se reflejaba en las mismas. Miles de brasileños se movían a ritmo de pequeñas bandas que cada cien metros echaban al aire increíbles notas de samba. El taxi discurría por una carretera elevada sobre uno de los lados del sambódromo mientras que en el de enfrente las gradas enormes acogían a miles y miles de familiares, acompañantes, turistas y gentes de lo mas variopinta que bailaba con bastante menos ritmo que los que circulaban por el asfalto, pero que intentaban poner su granito de arena en la animación de tan importante fiesta.
El taxista continuaba lentamente su caminar a lo largo de tan insólito escenario hasta llegar a una especie de explanada en que se agolpaban los coches en un parking improvisado. Cientos de “samboeiros” trataban de buscar clientes para un recorrido y casi se introducían en los coches ofreciendo sus mercancías.
-  Anímense señoritas y vuélvanse samboeiras por un dólar. Animo – un cuerpazo musculoso era el que proponía tan apetecible plan.
Choni y Ana se bajaron sin pensarlo y le dieron un dólar al improvisado guía mientras Blanca, con su habitual forma de entender la vida,  se entretenía en discutir con el taxista en como se iban a encontrar al finalizar el recorrido. El taxista trataba de convencerla con un razonamiento absolutamente lógico.
-  Usted, no se preocupe, cuando acaben yo estaré en la puerta, ¿se apuesta algo?
-  No, yo no me quiero apostar nada, lo que quiero es que no nos deje tiradas aquí y luego no tengamos como volver hasta el hotel.
-  Señorita, le aseguro que cuando terminen estaré en la puerta. Palabra de Joao Moura , para servirla.
-  Mas te vale porque tengo el número de tu licencia y como desaparezcas, me voy derecha a la policia.
-  Venga Blanca, deja de dar el coñazo que nos estamos perdiendo lo mejor – Choni asomó la cabeza por la ventanilla del pequeño bus metiendo prisa a su amiga de toda la vida
Blanca se bajó lentamente del minibús y anotó en un papel el número de matrícula. A pesar de las explicaciones del taxista, no se fiaba lo más mínimo. Desde su llegada a Brasil, le pareció que eran todos unos cuentistas, con mucha cara, eso si, pero con mas cuento que calleja. Mucho Princesa, Dama y demás piropos, pero de formalidad nada de nada. Todo se reducía a lucir una sonrisa de oreja  a oreja, uno dientes blancos como la leche y labia, mucha labia y Blanca sería española, pero de tonta no tenía ni un pelo y aunque parecía que no mataba una mosca, también tenía su carácter y había toreado en plazas mucho peores con lo cual era difícil que se la dieran con queso y por eso, como ya la habían toreado muchas veces, no estaba por la labor que le ocurriera otra vez.
Se alisó la falda vaquera que llevaba y casi corriendo se aproximó al grupo compuesto por sus cuatro amigas que escuchaban con atención las explicaciones de un hombre que llamó poderosamente su atención. Se encontraba en el centro de un grupo formado por sus cuatro amigas y de momento ya destacaba por su altura. Les sacaba a cada una, por lo menos una cabeza. Era negro, pero no muy negro, cabello ensortijado, al igual que sus manos, vestía unos pantalones cortos con flecos y una camiseta como de baloncesto de vistosos colores. En su mano derecha portaba una especie de bastón que terminaba en un banderín del mismo color que la camiseta y al cuello llevaba anudado un pañuelo rojo con pequeños cascabeles que sonaban al mover la cabeza. Sus piés descalzos no tenía una sola mota de polvo y parecía como si en ese momento saliera de una bañera. En definitiva, un hombre atractivo, alto, guapo y con buena pinta
-  Solo les pido una cosa: que no se separen de nuestra banda por nada del mundo, porque este lugar es muy tranquilo para bailar y no hay ningún problema, se lo puedo garantizar, si no se salen de la comitiva. Sin embargo, si por la razón que fuese, la abandonan entonces no puedo responder de su seguridad. No se preocupen porque no se van a perder. Les parecerá alguna vez que sí, pero yo estaré pendiente y en todo caso, al final de cada paso de samba levantaré mi caña y me verán perfectamente. Dejen volar su imaginación y diviértanse que en Brasil eso está asegurado. Fijense en los hombres brasileros y en su forma de bailar. No intenten imitarlos porque eso se lleva en la sangre, pero ustedes bailen como se lo pida su cuerpo. Déjense llenar del espiritu de la samba y verán como al final les parecerá que han estado en un espectáculo de magia, pero, perdonen que sea tan pesado, pero no se salgan del sambódromo ¿Si tienen alguna pregunta?
-  Si, yo tengo una, mejor dicho dos  – Sonia levantó la mano- Una: ¿cuánto dura el recorrido? Y dos, ¿durante ese recorrido podemos bailar con los bailarines profesionales?
-  Naturalmente señorita que puede bailar con quien quiera. Como decimos aquí esto es la libertad y, según vayan pasando las diferentes escolas de samba sus ganas irán en aumento y mas de uno les hará proposiciones de irse con ellos. Ahí es donde yo digo que hay  que tener cuidado. Con respecto a la otra pregunta, el sambódromo está abierto desde las diez de la mañana hasta las ocho de la mañana del día siguiente y se cierra porque no hay mas remedio que limpiar, que si no estaría abierto permanentemente, pero lo que ustedes han contratado es un recorrido de dos horas y pero no se preocupe que yo la aviso cuando se tengan que ir.
-  Bueno, ¿a qué esperamos? – La primera en lanzarse a la aventura fue Edurne que comenzó a mover las caderas al ritmo de unos bongós que tocaba un niño de uno siete u ocho años y que la animaba a mover con mas cadencia los piés.
El resto de las amigas se animaron de manera diferente, Sonia comenzó andando pegada a un grupo de turistas que hacían lo propio. Ana se subió a lo más alto de una carroza donde le hicieron sacar la cabeza por un elegantísimo disfraz de pavo real que al mover los brazos se abría y parecía querer comenzar a volar. El espectáculo desde aquel privilegiado mirador era impresionante. Miles y miles de samboeiros desfilaban en grupos de unos cien, precedidos por unas Banda de Música entremezclándose con otros miles y miles de turistas incansables que con cámara de fotos en ristre, no paraban de inmortalizar ese momento. La comitiva ocupaba mas de cinco Kilómetros  y lo mas espectacular era que las músicas eran absolutamente diferentes y no se entremezclaban unas con otras.
Choni y Blanca se cogieron del brazo y se incorporaron lentamente a la comitiva y Almudena paseaba con cara de pena por el arcén del sambódromo sin saber a que grupo unirse. Pensó que, como siempre, sus amigas se divertirían y ella estaría dispuesta a escucharlas cuando volvieran al hotel y todo por culpa de su maldita timidez. No era la primera vez que le pasaba y por ello no tenía mayor preocupación. Sin embargo,  el guía que no la perdía de vista, se acercó por detrás y como de sorpresa inició una conversación con ánimo de que Almudena no se quedara sola
-  Perdóneme, excelencia, mi nombre es Augusto Soares y me mandan del cielo para preguntarle porqué no baila. Naturalmente San Pedro ya sabe que es usted española, concretamente de Madrid, que es usted tímida y que además le molesta que se metan en su vida. ¿Es verdad?
Almudena lo miró con expresión sorprendida hasta que cayó en la cuenta que era el guía que les había dado las recomendaciones unos minutos antes
-  Pues dígale usted a su San Pedro que no ha acertado ni una, bueno, si que soy tímida, pero nací en Italia, aunque mis padres se vinieron enseguida para España y si que me molesta que se metan en mi vida, sobre todo si vienen en plan de ligar o cosas así, porque suelen ser los mas chulos de todos los sitios y una no tiene muchas ganas de aguantar tonterías a mis años
-  Totalmente de acuerdo y espero que no vea en mí ninguna de esa cualidades. Mi misión aquí es tratar que usted se divierta y me parece que hasta ahora no lo ha conseguido ¿estoy en lo cierto?
- Bueno, si, mejor, casi no le contesto – Almudena quería iniciar una conversación, pero por otro lado se daba cuenta que con el guía poco tenía en común y no quería, en ningún caso que fuera a pensar algo distinto de ella.
-  Señorita Almudena: si me lo permite le voy a dar un consejo y espero que no me lo tome a mal- Augusto Soares adoptó una actitud seria y en su cara se adivinaba un rictus de preocupación que le hacía parecer mucho mas interesante- en Brasil decimos que la timidez se combate con el anonimato y eso es lo que debería de hacer. No intente cambiar de manera de ser porque eso es imposible y sobre todo porque no le merece la pena. Solo estará con nosotros una semana y luego volverá a su país, o sea que no le da ni tiempo, pero- el guía volvió la cabeza en dirección al sambódromo y pareció que con sus gestos parecía confirmar lo que estaba diciendo- de todos los que desfilan por ahí, esté segura que muchos y muchas, pero muchos mas de los que se imagina, son igual que usted o mucho mas y no harían lo que hacen, en ningún caso, si no fuera porque con tanta gente no se encuentran con ningún conocido. Eso es el anonimato y a partir de ahí, deje que su cuerpo se manifieste tal cual y verá la sorpresa que se va a llevar. Hágame caso señorita, inténtelo y cuando volvamos a vernos dentro de una horas, verá como la vida es diferente en Río. ¿Lo va a intentar? Dígame que sí, por favor.
Almudena contemplaba  al guía con curiosidad, no tenía nada claro si era un chulo y lo que pretendía era establecer una especie de lazos de unión, para mas adelante, pasar al ataque,  o si era una buena persona que con su mejor voluntad trataba de alegrarla la vida. El caso es que por una razón o por otra, consiguió que entrase en una de las múltiples bandas y primero con pasos vacilante y después con seguridad formara parte del grupo. Los piés se movían solos y desde las caderas hasta la nuca una sensación desconocida se iba apoderando de todo su ser. Le parecía como si estuviera suspendida en el aire, sus cuerpo no era suyo y unas manos por encima de su cabeza se movían al ritmo de unos tambores que atronaban el espacio. Le parecía increíble, pero el guía tenía razón. Toda su energía se transmitía por cada uno de los poros de la piel, se acabó la timidez y hasta bailó, muy ceñida a un negro, que parecía llevarla en volandas, solamente unida a él por debajo de la cintura. El mundo se veía diferente, pero no tanto como para abandonar las abigarradas filas de bailarines, como le proponía su momentánea pareja y así continuó su discurrir por las diferentes comparsas hasta que notó un brazo que la arrastraba fuera del recinto y que correspondía al guía que, cumpliendo con lo prometido con anterioridad, le indicaba que se habían terminado las dos horas y debía volver al hotel. Como se las ingeniaba Augusto Soares para localizar a sus clientas era algo que no se podía explicar y que él con una sonrisa insinuante definía como sexto sentido, señoritas.
La llegada hasta el hotel y las horas posteriores fueron un no parar de hablar y hablar con experiencias y sensaciones para todos los gustos y como bien definió Choni hasta cuando se fueron a la cama, y mañana más.






2 comentarios:

  1. El Tío Javier Belas31 de mayo de 2014, 21:42

    Tino, eres un escritor muy peculiar, primero escribes unos capítulos, luego te vas al final y a continuacion te dedicas a los intermedios. Yo no soy escritor pero me parece una cosa rara.
    De todas formas me ha gustado este capítulo. Estas chicas lo debieron pasar estupendamente en Brasil. Parece que has estado allí toda la vida por tu descripción.
    Un abrazo a todos.

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  2. La forma de escribir de Tino es un ir y venir; lo hace en todas las novelas. Lo que alucino es que ahora está tratando de escribir el final ... ¿Donde querrá llegar?. Alguna sorpresa nos espera.
    Las chicas se lo están pasando de cine en Brasil; hacen bien
    Hasta la semana que viene.
    Bss a todos

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