Tengo que reconocer que ha sido un fin de semana de jubilado, es decir que me fuí un miércoles y volví el lunes por aquello de no pillar ningún atasco y bien que nos lo deben de agradecer los gallegos porque ha hecho un tiempo mejor que en verano. La gente rápidamente ya salía a la calle con tirantes y camisetas de manga corta, claro que es lógico porque llevaban sin ver el sol desde primeros de Diciembre y estamos a diez de Marzo.
Venga, a lo nuestro que con tanto rollo se me olvida lo principal y es que Fernando Altozano se va haciendo mayor y se nos quiere casar o eso parece, pero no os lo creáis porque ya dice al final del capítulo que algo sucederá que cambiará el rumbo de toda la historia ¿que será? Ya lo sabréis en los próximos capítulos, pero ahora solo os pido que os imaginéis al sastre, si ese que se llama Severiano no se qué. Yo me lo imagino tipo José Luis Lopez Vazquez, haciendo reverencias a la madre de nuestro Fernando y con una actitud como muy servil ¿verdad? si señora, como usted diga señora, lo que desee la señora
Bueno, Hasta el próximo viernes y como siempre espero que paséis unos minutos entretenidos que es de lo que se trata
Un abrazo
Tino Belas
CAPITULO 26.-
Fernando Altozano,
veintinueve años recién cumplidos, se miró repetidamente en el espejo, dio
media vuelta y con pequeños pasos se desplazó a lo largo de la moqueta. Viró en
redondo y se encaminó nuevamente hacia el espejo. Una y otra vez se miraba y
trataba de componer una figura seria, pero, inmediatamente una sonrisa se asomaba
a su bien conformado rostro. El chaqué le sentaba de maravilla y el probador de
Cornejo, la mejor tienda de alquiler para artículos de boda, no paraba de hacer
exclamaciones en el sentido que iba a ser uno de los novios mas atractivos de
los últimos años y eso se lo digo yo y por aquí pasan casi todos , o sea que se
lo que me digo.
Fernando sonreía, mientras
su madre no paraba de poner pegas.
- Usted es el que entiende y Dios me libre de
meterme donde no me llaman, pero ¿no le parece que le queda una chispa
estrecho? – Doña María Victoria Ortiz de Mendivil , Viqui para sus amigos, era
una mujer de mundo. En su cutis, muy bien conservado, no habían hecho estragos
su paso por las diferentes ciudades del
extranjero en las que se había dejado casi veinte años de su vida. Es mas, casi
podría decirse que, al revés. Sus manos eran un compendio de expresividad con
la uñas perfectamente contorneadas y pintadas con tonos suaves y constituían la
forma de expresarse de una persona madura, con muchas recepciones a sus
espaldas y una fiel compañera de su marido en el nada fácil mundo de las
relaciones exteriores que si es verdad que les habían reportado pingues
beneficios, también les proporcionó momentos duros y difíciles, sobre todo, en
su etapa parisina, pero gracias a Dios todo se había resuelto
satisfactoriamente.
Su marido, Fernando
Altozano, todavía continuaba de la zeca a la Meca y nunca mejor dicho porque
esos días se encontraba visitando al Principe Julab, que era el heredero de un
pequeño país en los Emiratos Arabes, pequeño en superficie, pero grande en
renta per cápita, al que intentaba venderle una remesa de helicópteros de la
Factoría Casa por importe de siete mil y
pico millones de pesetas. Esa era la razón por la que no los acompañaba a
probar el chaqué y muy a pesar de su mujer,
que insistía que la boda del primero de sus hijos era un acontecimiento
de tal calibre que se merecía suspender las visitas a cualquier Jefe de
gobierno de cualquier país, a lo que el Jefe de Relaciones Exteriores siempre
respondía con un razonamiento que se sostenía casi por si mismo y era que esa
boda , que sería uno de los mayores acontecimientos sociales de la época y a la
que a poco que abrieran la mano acudirían casi mil invitados, podía celebrarse
gracias a sus múltiples viajes y a las excelentes dietas que recibía del
Gobierno.
- Perdone que le lleve la contraria Señora,
pero para Severiano, que es un servidor de usted, el atrezzo de su distinguido
hijo está que ni hecho a la medida y
solo necesita un pequeño retoque en el pliegue de la ingle. El resto, está
colosal. Palabra del Seve – dicho lo cual se agachó delante de Fernando y con
gesto decidido le tiró suavemente de tan delicada zona, mientras Fernando le
hacía un guiño a su madre y ponía cara de poker cuando se sentía admirado por
el eminente sastre. – Ahora quedaría perfecto, ¿no le parece?
- No, si quedar queda muy bien, pero ya sabes
Fernando que no puedes engordar ni un gramo. – Doña Victoria se pasó
delicadamente la mano por su frente separándose un mechón de pelo que le caía
impidiéndole la visión – y ahora se aproximan épocas muy complicadas entre la
petición, probar los menús y un sin fin de cosas más.
- Mamá, tú no te preocupes que para eso ya está
Chiruca, menudo sargento y eso que todavía no me he casado que después de la
boda seguro que como mas verde que un conejo.
- Fernando, por favor, modera esas expresiones
tan, como diría yo, tan barriobajeras. Piensa que eres todo un señor letrado y
dentro de nada el marido de María del Carmen Sanginés Ochandiano, una de las
mujeres más atractivas que hay en Madrid y por si sus virtudes fueran
pocas, hija de los Marqueses de Paloaltamera, pertenecientes a la Casa de la
Duquesa de Alba desde hace siglos – Doña María Victoria sacó de un pequeño
bolso que colgaba de su brazo izquierda una pañuelo bordado primorosamente con
sus iniciales y se quitó una gota de sudor que pretendía discurrir por tan
delicada mejilla.
Mientras tanto, Severiano
Perez Lopez, hijo de madre conocida y huérfano, o por lo menos eso le habían
contado, desde que su padre falleció por
la emoción que le produjo asistir al
parto de su segunda hija y que por eso recibió el nombre de Resurrección
sin que surtiera el efecto deseado porque el primogénito de la familia, pastor
de profesión, aunque desde su llegada a Madrid se había autonombrado Técnico de
Grado Medio en leches semicuradas, permanecía enterrado y bien enterrado en la Sacramental de San Justo
donde todos los primeros de Noviembre, acudían los tres hermanos con su madre y
se dedicaban a adecentar la tumba, colocar unas flores y cambiar la fotografía
que presidía la lápida, porque según doña Segismunda, la madre, no le gustaba
nada verlo envejecer. Pues bien, Severiano Perez, nuestro probador, no perdía ni una sola palabra de las que se
intercambiaban madre e hijo y con su habitual tonillo madrileño opinaba sin
ningún pudor:
- O sea, que por lo que se oye y perdonen que
me esté enterando de la conversación, usted, joven, va a casarse pronto y la
boda va ser de “alto standing” ¿ me
equivoco? No, Señora no, no vaya por otro sitio que las cosas son como uno
quiere que sean y si a la boda del niño van mil invitados es que en su familia
hay mucho poderío ¿a que sí? Pero si también es verdad que la consorte, es
decir la susodicha novia, es hija de los Marqueses de no se qué, entonces es
que por la contraria también hay posibles, o sea que no me dan ninguna pena y
hay que mantener el listón alto. Muy bien, pues solo me queda añadir, que por
parte de Almacenes Cornejo, especialistas en celebraciones sobre todo de
casamientos, todo va a resultar como ustedes desean y como han venido con
tiempo y siempre que mi jefe esté de acuerdo, creo que usted dispondrá de un
chaqué nuevo como se merece tan fausto acontecimiento.
- Muchas gracias, me dijo usted que se llamaba
D. Severiano ¿verdad?,
- Si, ilustre dama, Severiano Perez para
servirla a Dios y a usted.
- Pues nada, lo dicho – Doña Victoria se levantó,
se volvió a retocar en el amplio espejo y salió a la calle seguida por su hijo
el mayor.
En la puerta, Fermín, el
chofer de toda la vida, se acercó corriendo desde el chiringuito donde estaba
dando cuenta de una caña y una tapita de boquerones y abrió la puerta del
elegante Mercedes de color blanco en el que tomaron asiento madre e hijo y
después de oídas las direcciones en que tenía que dejarlos, arrancó y se
introdujo por laberinto de calles que formaban a modo de una colmena el centro
de Madrid, siendo la admiración de propios y extraños al tratarse de un modelo
de vehículo nuevo en la capital.
Desde el ventanal de la
sastrería, Severiano observó toda la maniobra y por su cabeza pasaron distintos
pensamientos que le inducían a pensar en
aquel verso que siempre le repetía
la Segismunda, su madre : “si acaso nunca has conseguido el amor y la
fortuna es porque nunca has podido llegar a la hora oportuna” y con los
diferentes trajes en la mano fue colocándolos uno a uno en el fondo del
pasillo, en una barra atestada de restos de serie de otros años. - Lo tienes claro, colega, a seguir en el curro
que todavía te quedan muchos años para la jubilación y a renglón seguido
enganchó con el siguiente futuro novio
con una expresión que no por repetida resultaba agradable: pase por
aquí, por favor que con el traje que le va a proporcionar los Almacenes Cornejo
usted va a ser uno de los novios mas atractivos de los últimos años, ya lo
verá.
Fernando Altozano no tenía prisa esa tarde y
después de dejar a su madre en las proximidades de la Puerta del Sol donde
había quedado con unas amigas para ir al teatro, dio orden a Fermín que lo
dejara en la Plaza de Neptuno y, por fín después de años, pudo disfrutar de un
paseo por Madrid al atardecer y un día de primavera como el que se presentaba.
Desde que terminó la carrera, hacía ya casi seis años, se había colocado en el
Gabinete de Navarro y Moncada y a pesar de ser joven y en algunos aspectos
completamente inexperto, se había convertido en uno de los mejores Abogados y los
casos recaían sobre él, como si fuera el único profesional, pensaba con
frecuencia, pero por otra parte se estaba formando como ninguno y eso y el
reconocimiento de sus propios compañeros le producía un placer que anulaba
todos los inconvenientes que tanto trabajo le provocaba. De acuerdo que era
joven y que a su edad, como siempre le decía su padre, lo que hay que hacer es
matarse a trabajar hasta llegar a un nivel y a partir de ahí los casos caen
como llovidos del cielo, pero lo suyo
era excesivo. El despertador sonaba a las seis y media, la jornada laboral
comenzaba a las siete y media con un café bebido en el despacho mientras su
secretaria le recordaba los asuntos a tratar, recibía a los clientes hasta la
una y media. A continuación jugaba al tenis en un club privado de la Colonia
del Viso, tomada cualquier cosa en el mismo club y a las tres y media ya estaba
de vuelta en el despacho para despachar con D. Jesús Navarro a quien daba
cuenta de los asuntos tratados y a partir de las seis dictaba informes a una
secretaria de rostro vulgar que parecía no tomarse mayor interés, pero que no
perdía ni una sola sílaba de lo que Fernando le iba exponiendo.
Naturalmente que dependía
de los días, pero nunca salía antes de las diez de la noche y a esa hora tomaba
una copa en Mildford y se metía en la cama ciertamente cansado con lo que a los
cinco minutos era presa de dulces sueños que sistemáticamente se veían
interrumpidos por el sonido agudo del despertador para iniciar una nueva
jornada laboral.
La pulcritud en el
cumplimiento de estas tareas era matemática y el horario solo se veía alterado
cuando Fernando tenía que acudir a algún juicio fuera de la capital, cosa que
empezó siendo muy esporádica, como máximo una vez al mes y que con el paso del
tiempo se iba haciendo casi una costumbre dos o tres días por semana.
En esos casos y
dependiendo del lugar donde fuera la celebración del juicio, tenía que desplazarse a última hora a la vieja estación de Atocha o
a la más moderna pero más alejada del centro que era Príncipe Pío. Allí se
acomodaba en el coche cama y continuaba escribiendo informes hasta bien entrada
la noche. Al día siguiente acudía al juicio y si había tren se volvía por la
tarde y en caso contrario, esperaba a la noche y tomaba otro coche cama para reiniciar
la nueva jornada laboral a su llegada a Madrid.
Esta carga de trabajo se
repetía de lunes a viernes y era objeto de comentarios por mucha gente que
indirectamente se veían involucrados en esa vorágine y no era raro que
Fernando, sin decirlo obligara a una secretaria a quedarse hasta las nueve
o las diez de la noche.
La situación se tornaba
absolutamente diferente los fines de semana que comenzaban a las diez de la
noche del viernes y persistían hasta alta horas de la madrugada del Domingo.
Fernando colgaba la chaqueta y la corbata, se vestía de manera informal y era
visitante asiduo de muchos pubs de las zonas más chic de la noche madrileña.
Tanto por su aspecto como
por las propinas que iba repartiendo, era un hombre conocido en muchos
ambientes y su especial don de gentes le abría muchas puertas que para la
mayoría se cerraban a cal y canto a partir de determinadas horas. En compañía
de amigos, siempre empezaba en Mildford y terminaba tomando unos garbanzos con
acelgas en “el Rincón del Gato” o bailando sevillanas en La Casa de Sevilla o
incluso en EL Cosaco deleitándose con alguna exquisitez del este europeo. Era
parco en el comer, elegante en el vestir, un señor con las señoras, un
imparable enamorador, discreto en las juergas con mas de una persona, lanzado
en el amor y tenaz hasta la extenuación.
Su dominio a la perfección
de tres lenguas extranjeras, inglés, francés e italiano, amén del castellano le
convertía en un perfecto conversador y un cicerone de excepción para muchas
turistas que deambulaban por los pubs y eran objeto frecuente de su atención y
llevadas por su exquisita educación terminaban compartiendo sábanas en su
moderno y bien decorado apartamento en un precioso ático en los aledaños del
Parque del Retiro.
Sin embargo, su bien ganada
fama de conquistador en las noches madrileñas, se vio truncada de raiz por un
incidente casual que transformó la vida de Fernando Altozano.
Me encanta lo minucioso que eres describiendo situaciones ...
ResponderEliminarA mi Don Severiano me recuerda a Agustín González en Volver a empezar (recepcionista del hotel) jejeje. Me encanta !!
Que sorpresa nos deparará el próximo capítulo?. Aunque como eres tan puñet..... seguro que lo dejas para dentro de dos o tres...y nos haces rabiar
Hasta el próximo, besos a todos (a los dos)
Interesante este chico. ¿ Cual será el incidente casual con el que se encuentra Fernando? La solución en próximos capítulos. Totalmente de acuerdo con Merce en la excelente descripción de las distintas situaciones.
ResponderEliminarUn abrazo a todos