sábado, 20 de diciembre de 2014

EL TRIO DE DOS: CAPITULO 53

ieAunque sea presumir, os diré que me ha encantado la descripción de la tienda de Lamelas y a pesar de todo creo que todavía faltan muchas cosas pero ha quedado bien, a mi por lo menos me lo parece.
En fin, que parece que esto se va clareando aunque por los capitulos que faltan, algo mas tendrá que pasar, aunque no me acuerdo.
Ser felices, reconocer que en estas fechas es mas fácil porque todo el mundo está como mas amable y hasta el vecino ese que no te saluda nunca ahora dice Felices Fiestas o te pregunta cuantos váis a cenar el día de Nochebuena ¡Como si le importara algo! pero bueno uno que es de buena familia, aunque de vez en cuando no lo parezca, le contesto correctamente para que no digan.
Pues eso, FELICES PASCUAS
Un abrazo
Tino Belascoaín

CAPITULO 53.-

Dorinda les dio un pequeño toque en la puerta y casi con un susurro les advirtió que ya había llegado y que si querían desayunar lo tenía preparado en el porche. Mamen se puso unos vaqueros, un polo de color blanco y unas zapatillas de deporte, se hizo una cola de caballo sujeta con una cinta de vistosos colores y enseguida se unió a Fernando que iba hecho un pincel con su pantalón corto y una camisa de Burberrys a rayas azules rojas y negras y bajaron hasta el jardín.
Sentada en una mecedora con unos cojines blancos, les esperaba con una acogedora sonrisa, Dorinda, la dueña, vestida igualmente de manera informal con unos pantalones pirata de un rojo chillón y una camiseta con la inscripción “yo me tomaría otra ¿y tú?” escrita en grandes letras blancas que destacaban sobre el rojo del fondo. Al verlos, se levantó rápidamente y se acercó hacia ellos con los brazos extendidos.
-  Buenos días ¿habéis dormido bien?
Para Fernando el tono de voz le resultaba familiar después de las diferentes conversaciones mantenidas por teléfono, no solo para reservar la habitación, si no también para planificar las distintas excursiones que iban a realizar durante el fín de semana. Se besaron en la mejilla y Fernando no dejaba de expresar su admiración por el sitio que habían escogido.
-  Supongo que tú eres Dorinda ¿no es así?
-  Si, soy Dorinda Taracido ¿soy como me imaginabas?
-  La verdad es que no. Tienes una voz todavía mas bonita al natural. Perdona, esta es Mamen, mi mujer
-  Hola – se besaron en la mejilla - ¿cómo estás?
-  Muy bien y con un hambre que me muero.
-  Eso está muy bien – Dorinda se levantó y comenzó a levantar lo que había  preparado para el desayuno – Aquí tenéis café en esta jarra y leche en la otra, tostadas de pan de maiz, aquí – levantó como un secreto un pico del paño que cubría una cesta de mimbre - ¡ah si! Aquí las famosas eses de Cedeira, son como muy dulces y sobre todo a ti – se quedó mirando a Mamen – te recomiendo que no comas muchas porque aquí dicen que son un minuto en la boca y toda la vida en las cartucheras, pero están buenísimas y por último tenéis, si os apetece, bizcocho también casero, o sea que ánimo y a comeros todo que ahora vuelvo. Tengo que ordeñar una de las vacas que no me dio tiempo antes y en un cuarto de hora estoy de vuelta.
-  ¿Tienes que ordeñar una vaca? – Mamen la miraba con una envidia que se reflejaba en sus ojos.
-  Si, esta mañana estuve en el establo temprano y ordeñé a las otras dos, pero como se empezaron a mover nerviosas me dio un poco de miedo que os despertaran y dejé una sin ordeñar.
-  ¿Puedo ir contigo? – Mamen parecía una colegiala cuando las llevaban a las granjas de excursión – ya me imagino que te parecerá mentira, pero nunca lo he visto.
-  ¿De veras? Encantada, vente y te enseño.
Las dos mujeres se levantaron y después de un ahí te quedas hasta que terminemos, se fueron pradera abajo hasta un pequeño establo, protegido por un tejado natural de troncos de eucaliptos, cubiertos por una tupida hiedra que impedía el paso de la lluvia.
Fernando las siguió con la mirada y volvió a pensar en cuando sería el mejor momento para confesarse con su mujer. Mientras que estaba en la galería viendo casi amanecer, volvieron a surgir las dudas de siempre sobre si era mejor decirle la verdad o seguir como hasta ahora, al fin y al cabo, aquello había sido hacía varios años, pero su conciencia ¿todavía tenía conciencia? le decía que si quería que su matrimonio fuera como él quería, tenía que haber una confianza absoluta y tenía que soltar el lastre de aquello cuanto antes y esta vez estaba decidido. Había pensado mientras desayunaban, pero con la dueña delante, estaba claro que no era oportuno. En fin, no había problema porque en tres días habría cientos de momentos mas oportunos. Se sirvió un café y se enfrascó en la lectura de la “Voz de Galicia” que le pareció un muy buen periódico. Tan entretenido estaba entre el periódico y el paisaje que los minutos se le pasaron como por arte de magia.
La llamada lejana de Mamen lo sacó de su ensimismamiento y después de plegar lentamente el periódico y depositarlo en una pequeña mesa auxiliar, bajó casi corriendo la pradera para encontrarse con Mamen que en ese preciso instante estaba sacando una hogaza de pan de un horno instalado al fondo del establo. El pelo se le había puesto casi blanco y el mandil de un blanco inmaculado le llegaba hasta los pies. Por si fuera poco, una botas de agua la hacían parecer una auténtica labradora, Dorinda permanecía a su lado y la empujaba hacia Fernando para que le enseñara su obra de arte
-  ¿Has visto? Lo he hecho yo ¿te gusta?
Fernando la miró desde la puerta del establo y la encontró maravillosa. Mamen era de esas personas que nunca te cansas de estar a su lado, disfrutando de todo y siempre con una sonrisa. Era increíble, tenía una fuerza interior que la hacía ver en la vida solo la parte positiva, parecía si como para ella no existieran los problemas y si los tenía, que naturalmente los tenía, los disimulaba fenomenalmente bien. Últimamente se encontraba como eufórica, era consciente que su relación con Fernando era muy buena y trataba de volver al redil del que nunca debieron salir. Solo le faltaba una reunión entre Fernando y el Padre Huidobro con el que ella continuaba su amistad, pero desde aquel desgraciado incidente la obligaba a visitarlo en el Colegio Mayor del Opus. En diferentes ocasiones y siempre utilizando artes de mujer, había conseguido acercarlo al Colegio Mayor y en solo una consiguió que hablaran, aunque Fernando se mostró a la defensiva y todavía carente de fe. Ahora parecía que los tiempos iban cambiando y posiblemente a la vuelta a Madrid lo volvería a intentar. Se había equivocado y todo era susceptible de mejorar. Dios perdona siempre, como le repetía el Padre Huidobro y todavía estaba a tiempo de rectificar. Siguiendo las indicaciones de su confesor, ella también estaba dispuesta a abrirse a su marido y como él estaba a la espera del mejor momento. Todavía no tenía claro como iba a reaccionar Fernando, pero en aras de su matrimonio, era necesario que él conociera todo lo sucedido y sería difícil de explicar , pero lo tenía que conseguir. En esas estaba, cuando la voz de su marido la sacó de sus pensamientos
-  Panadera – Fernando mostraba su mejor cara de enamorado – me puede vender una hogaza de pan.
-  El señor la desea recién sacada del horno o prefiere una menos caliente
Fernando se rió estrepitosamente
-  Pero, Mamen, ¿cómo me dices esas cosas? Yo intento una escena de lo mas teatral y tú me contestas si te deseo muy caliente.
-  Pero que dices, tonto. Me refería a la hogaza de pan.
-  Usted perdone, panadera – Fernando volvió al escenario inicial - ¿esas hogazas las hace usted?
-  Naturalmente señor – Mamen le enseñó las palmas de las manos llenas de maiz – con estas manitas.
-  ¿Y eso no lo puede hacer algún empleado?
-  No señor, porque esta hogaza está hecha con mucho amor porque sabía que iba usted a venir y ………
Dorinda sentada en un montón de hojas de eucaliptos que casi la cubrían en su totalidad, no podía parar de reir. Con un bastón de madera tallada, se acercó y poniéndoselo sobre su cabeza hizo las veces de hada madrina :
-  Príncipe, si quieres liberar a la Princesa, bésela en la frente y vayan los dos a desayunar que se les va a enfriar el café.
Fernando así lo hizo y ya liberados del embrujo del Hada Dorinda, corrieron hasta sentarse extenuados en el porche de la casa y disfrutaron de un desayuno como en los viejos tiempos, sentados y hablando, no como en Madrid que Fernando tomaba un café bebido, mientras Mamen dormía a pierna suelta.
Siguiendo un itinerario cuidadosamente elaborado por Dorinda, subieron lentamente la cuesta hacia el faro de Punta Candelaria haciendo pequeñas paradas para disfrutar del valle de Regoa. En Lamelas compraron dos gaseosas en una tienda de aldea, de esas que tienen desde zapatillas de casa hasta jamón deshuesado y envuelto al vacío, pasando por tabaco de contrabando, café natural, castañas para asar, azadas para trabajar, lanas de todos los colores, ropas de agua para “os mariñeiros”, seis calcetines blancos por el precio de dos, sartenes hechas en la Francia, cuchillas de afeitar “Palmera”, bombillas de cuarenta, quitaesmaltes procedente de la Suiza, sombreros de ala ancha y un sin fin de cosas mas que evitaban que el vecindario tuviera que bajar a Cederia en cuanto se olvidasen de alguna cosa. Continuaron su lenta ascensión hasta el cruce con Trasmonte, allí giraron a la izquierda y como a cincuenta metros volvieron a girar a la izquierda y se adentraron por una pista que terminaba en una especie de casa de piedra medio destruida con un césped alrededor que invitaba a retozar. Por un estrecho camino se adentraron a través de un bosque de pinos no muy altos, pero suficientes para impedir ver el paisaje. Al final, los pinos abandonaron la compañía de Fernando y Mamen y un amplio paisaje solo de mar se puso enfrente como si de un cuadro se tratase. Se sentaron en una roca, se cogieron de la mano y así estuvieron muchos minutos transmitiéndose su amor. Fernando estaba deseando iniciar la conversación tantos años esperada, pero esta vez, tampoco le pareció el momento mas adecuado y así perdió otra oportunidad, pero aunque no dijo nada, si se imaginó como hubiera sido esa conversación si es que se hubiera producido. La situación sería muy parecida a ésta:
-  “Mamen, quiero decirte una cosa. Una cosa muy importante para mí y me gustaría que no me interrumpieras hasta que termine ¿vale?
Ella lo miró con una expresión entre curiosa y decidida, apretó mas su mano contra la de él y apoyando la cabeza en su hombro le animó a empezar. Ella pensó por fin me va a contar lo que yo ya sé y yo ¿le cuento lo que no sabe?
-  De verdad que no se ni por donde empezar. Toda la historia comienza después del infarto, una secretaria nueva en el despacho y yo empiezo a tontear. No se ni porqué, pero empiezo. Lo primero fue tratarla de tú, cosa que no había hecho en mi vida con ninguna otra, posiblemente su juventud o sabe Dios porqué, pero aquello fue el principio
-  ¿Era una rubia de pelo largo que vino a casa algunas veces?
-  Si, pero prefiero que no me interrumpas porque ya me resulta muy difícil contártelo como para encima entrar en detalles, pero si, era aquella que vino a casa después del infarto y en la que ni me había fijado. Sin embargo en el despacho ya me pareció otra cosa y tampoco puedo decir que fuera un día determinado, sino, poco a poco.”






  Cumpliendo con el compromiso semanal, os envío el capítulo 53

2 comentarios:

  1. El Tío Javier Belas21 de diciembre de 2014, 23:19

    Es muy interesante leer como el autor describe una zona, un paisaje e incluso una tienda de aldea que tú conoces perfectamente. Es el caso del capítulo de hoy y te das cuenta de lo difícil que es escribir y que el lector se meta de lleno en la novela.
    Sí señor. Un muy buen capítulo. Me ha gustado mucho.
    Hasta la próxima.
    Un abrazo a todos

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  2. Pero ... ¿Cómo nos dejas en un ainssss? Vamos a entrar en el meollo y vas y nos dejas tirados.
    Todo está muy bien descrito y encima te mueves en un territorio que conoces como la palma de la mano.
    Feliz Navidad a todos y suerte !!! en la lotería de mañana
    Hasta el próximo que será el último del año.
    Besos mil

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