En fin, que parece que esto se va clareando aunque por los capitulos que faltan, algo mas tendrá que pasar, aunque no me acuerdo.
Ser felices, reconocer que en estas fechas es mas fácil porque todo el mundo está como mas amable y hasta el vecino ese que no te saluda nunca ahora dice Felices Fiestas o te pregunta cuantos váis a cenar el día de Nochebuena ¡Como si le importara algo! pero bueno uno que es de buena familia, aunque de vez en cuando no lo parezca, le contesto correctamente para que no digan.
Pues eso, FELICES PASCUAS
Un abrazo
Tino Belascoaín
CAPITULO 53.-
Dorinda les dio un pequeño
toque en la puerta y casi con un susurro les advirtió que ya había llegado y
que si querían desayunar lo tenía preparado en el porche. Mamen se puso unos
vaqueros, un polo de color blanco y unas zapatillas de deporte, se hizo una
cola de caballo sujeta con una cinta de vistosos colores y enseguida se unió a
Fernando que iba hecho un pincel con su pantalón corto y una camisa de
Burberrys a rayas azules rojas y negras y bajaron hasta el jardín.
Sentada en una mecedora
con unos cojines blancos, les esperaba con una acogedora sonrisa, Dorinda, la
dueña, vestida igualmente de manera informal con unos pantalones pirata de un
rojo chillón y una camiseta con la inscripción “yo me tomaría otra ¿y tú?”
escrita en grandes letras blancas que destacaban sobre el rojo del fondo. Al
verlos, se levantó rápidamente y se acercó hacia ellos con los brazos
extendidos.
- Buenos días ¿habéis dormido bien?
Para Fernando el tono de
voz le resultaba familiar después de las diferentes conversaciones mantenidas
por teléfono, no solo para reservar la habitación, si no también para
planificar las distintas excursiones que iban a realizar durante el fín de
semana. Se besaron en la mejilla y Fernando no dejaba de expresar su admiración
por el sitio que habían escogido.
- Supongo que tú eres Dorinda ¿no es así?
- Si, soy Dorinda Taracido ¿soy como me
imaginabas?
- La verdad es que no. Tienes una voz todavía
mas bonita al natural. Perdona, esta es Mamen, mi mujer
- Hola – se besaron en la mejilla - ¿cómo
estás?
- Muy bien y con un hambre que me muero.
- Eso está muy bien – Dorinda se levantó y
comenzó a levantar lo que había
preparado para el desayuno – Aquí tenéis café en esta jarra y leche en
la otra, tostadas de pan de maiz, aquí – levantó como un secreto un pico del
paño que cubría una cesta de mimbre - ¡ah si! Aquí las famosas eses de Cedeira,
son como muy dulces y sobre todo a ti – se quedó mirando a Mamen – te recomiendo
que no comas muchas porque aquí dicen que son un minuto en la boca y toda la
vida en las cartucheras, pero están buenísimas y por último tenéis, si os
apetece, bizcocho también casero, o sea que ánimo y a comeros todo que ahora
vuelvo. Tengo que ordeñar una de las vacas que no me dio tiempo antes y en un
cuarto de hora estoy de vuelta.
- ¿Tienes que ordeñar una vaca? – Mamen la
miraba con una envidia que se reflejaba en sus ojos.
- Si, esta mañana estuve en el establo temprano
y ordeñé a las otras dos, pero como se empezaron a mover nerviosas me dio un
poco de miedo que os despertaran y dejé una sin ordeñar.
- ¿Puedo ir contigo? – Mamen parecía una
colegiala cuando las llevaban a las granjas de excursión – ya me imagino que te
parecerá mentira, pero nunca lo he visto.
- ¿De veras? Encantada, vente y te enseño.
Las dos mujeres se
levantaron y después de un ahí te quedas hasta que terminemos, se fueron
pradera abajo hasta un pequeño establo, protegido por un tejado natural de
troncos de eucaliptos, cubiertos por una tupida hiedra que impedía el paso de
la lluvia.
Fernando las siguió con la
mirada y volvió a pensar en cuando sería el mejor momento para confesarse con
su mujer. Mientras que estaba en la galería viendo casi amanecer, volvieron a
surgir las dudas de siempre sobre si era mejor decirle la verdad o seguir como
hasta ahora, al fin y al cabo, aquello había sido hacía varios años, pero su
conciencia ¿todavía tenía conciencia? le decía que si quería que su matrimonio
fuera como él quería, tenía que haber una confianza absoluta y tenía que soltar
el lastre de aquello cuanto antes y esta vez estaba decidido. Había pensado
mientras desayunaban, pero con la dueña delante, estaba claro que no era
oportuno. En fin, no había problema porque en tres días habría cientos de
momentos mas oportunos. Se sirvió un café y se enfrascó en la lectura de la
“Voz de Galicia” que le pareció un muy buen periódico. Tan entretenido estaba
entre el periódico y el paisaje que los minutos se le pasaron como por arte de
magia.
La llamada lejana de Mamen
lo sacó de su ensimismamiento y después de plegar lentamente el periódico y
depositarlo en una pequeña mesa auxiliar, bajó casi corriendo la pradera para
encontrarse con Mamen que en ese preciso instante estaba sacando una hogaza de pan
de un horno instalado al fondo del establo. El pelo se le había puesto casi
blanco y el mandil de un blanco inmaculado le llegaba hasta los pies. Por si
fuera poco, una botas de agua la hacían parecer una auténtica labradora,
Dorinda permanecía a su lado y la empujaba hacia Fernando para que le enseñara
su obra de arte
- ¿Has visto? Lo he hecho yo ¿te gusta?
Fernando la miró desde la
puerta del establo y la encontró maravillosa. Mamen era de esas personas que
nunca te cansas de estar a su lado, disfrutando de todo y siempre con una
sonrisa. Era increíble, tenía una fuerza interior que la hacía ver en la vida
solo la parte positiva, parecía si como para ella no existieran los problemas y
si los tenía, que naturalmente los tenía, los disimulaba fenomenalmente bien.
Últimamente se encontraba como eufórica, era consciente que su relación con
Fernando era muy buena y trataba de volver al redil del que nunca debieron
salir. Solo le faltaba una reunión entre Fernando y el Padre Huidobro con el
que ella continuaba su amistad, pero desde aquel desgraciado incidente la
obligaba a visitarlo en el Colegio Mayor del Opus. En diferentes ocasiones y
siempre utilizando artes de mujer, había conseguido acercarlo al Colegio Mayor
y en solo una consiguió que hablaran, aunque Fernando se mostró a la defensiva
y todavía carente de fe. Ahora parecía que los tiempos iban cambiando y
posiblemente a la vuelta a Madrid lo volvería a intentar. Se había equivocado y
todo era susceptible de mejorar. Dios perdona siempre, como le repetía el Padre
Huidobro y todavía estaba a tiempo de rectificar. Siguiendo las indicaciones de
su confesor, ella también estaba dispuesta a abrirse a su marido y como él
estaba a la espera del mejor momento. Todavía no tenía claro como iba a
reaccionar Fernando, pero en aras de su matrimonio, era necesario que él
conociera todo lo sucedido y sería difícil de explicar , pero lo tenía que
conseguir. En esas estaba, cuando la voz de su marido la sacó de sus
pensamientos
- Panadera – Fernando mostraba su mejor cara de
enamorado – me puede vender una hogaza de pan.
- El señor la desea recién sacada del horno o
prefiere una menos caliente
Fernando se rió
estrepitosamente
- Pero, Mamen, ¿cómo me dices esas cosas? Yo
intento una escena de lo mas teatral y tú me contestas si te deseo muy
caliente.
- Pero que dices, tonto. Me refería a la hogaza
de pan.
- Usted perdone, panadera – Fernando volvió al
escenario inicial - ¿esas hogazas las hace usted?
- Naturalmente señor – Mamen le enseñó las
palmas de las manos llenas de maiz – con estas manitas.
- ¿Y eso no lo puede hacer algún empleado?
- No señor, porque esta hogaza está hecha con
mucho amor porque sabía que iba usted a venir y ………
Dorinda sentada en un
montón de hojas de eucaliptos que casi la cubrían en su totalidad, no podía
parar de reir. Con un bastón de madera tallada, se acercó y poniéndoselo sobre
su cabeza hizo las veces de hada madrina :
- Príncipe, si quieres liberar a la Princesa , bésela en la
frente y vayan los dos a desayunar que se les va a enfriar el café.
Fernando así lo hizo y ya
liberados del embrujo del Hada Dorinda, corrieron hasta sentarse extenuados en
el porche de la casa y disfrutaron de un desayuno como en los viejos tiempos,
sentados y hablando, no como en Madrid que Fernando tomaba un café bebido,
mientras Mamen dormía a pierna suelta.
Siguiendo un itinerario
cuidadosamente elaborado por Dorinda, subieron lentamente la cuesta hacia el
faro de Punta Candelaria haciendo pequeñas paradas para disfrutar del valle de
Regoa. En Lamelas compraron dos gaseosas en una tienda de aldea, de esas que
tienen desde zapatillas de casa hasta jamón deshuesado y envuelto al vacío,
pasando por tabaco de contrabando, café natural, castañas para asar, azadas
para trabajar, lanas de todos los colores, ropas de agua para “os mariñeiros”,
seis calcetines blancos por el precio de dos, sartenes hechas en la Francia , cuchillas de
afeitar “Palmera”, bombillas de cuarenta, quitaesmaltes procedente de la Suiza , sombreros de ala
ancha y un sin fin de cosas mas que evitaban que el vecindario tuviera que
bajar a Cederia en cuanto se olvidasen de alguna cosa. Continuaron su lenta
ascensión hasta el cruce con Trasmonte, allí giraron a la izquierda y como a
cincuenta metros volvieron a girar a la izquierda y se adentraron por una pista
que terminaba en una especie de casa de piedra medio destruida con un césped
alrededor que invitaba a retozar. Por un estrecho camino se adentraron a través
de un bosque de pinos no muy altos, pero suficientes para impedir ver el
paisaje. Al final, los pinos abandonaron la compañía de Fernando y Mamen y un
amplio paisaje solo de mar se puso enfrente como si de un cuadro se tratase. Se
sentaron en una roca, se cogieron de la mano y así estuvieron muchos minutos
transmitiéndose su amor. Fernando estaba deseando iniciar la conversación
tantos años esperada, pero esta vez, tampoco le pareció el momento mas adecuado
y así perdió otra oportunidad, pero aunque no dijo nada, si se imaginó como
hubiera sido esa conversación si es que se hubiera producido. La situación
sería muy parecida a ésta:
- “Mamen, quiero decirte una cosa. Una cosa muy
importante para mí y me gustaría que no me interrumpieras hasta que termine
¿vale?
Ella lo miró con una
expresión entre curiosa y decidida, apretó mas su mano contra la de él y
apoyando la cabeza en su hombro le animó a empezar. Ella pensó por fin me va a
contar lo que yo ya sé y yo ¿le cuento lo que no sabe?
- De verdad que no se ni por donde empezar.
Toda la historia comienza después del infarto, una secretaria nueva en el
despacho y yo empiezo a tontear. No se ni porqué, pero empiezo. Lo primero fue
tratarla de tú, cosa que no había hecho en mi vida con ninguna otra,
posiblemente su juventud o sabe Dios porqué, pero aquello fue el principio
- ¿Era una rubia de pelo largo que vino a casa
algunas veces?
- Si, pero prefiero que no me interrumpas
porque ya me resulta muy difícil contártelo como para encima entrar en
detalles, pero si, era aquella que vino a casa después del infarto y en la que
ni me había fijado. Sin embargo en el despacho ya me pareció otra cosa y
tampoco puedo decir que fuera un día determinado, sino, poco a poco.”
Es muy interesante leer como el autor describe una zona, un paisaje e incluso una tienda de aldea que tú conoces perfectamente. Es el caso del capítulo de hoy y te das cuenta de lo difícil que es escribir y que el lector se meta de lleno en la novela.
ResponderEliminarSí señor. Un muy buen capítulo. Me ha gustado mucho.
Hasta la próxima.
Un abrazo a todos
Pero ... ¿Cómo nos dejas en un ainssss? Vamos a entrar en el meollo y vas y nos dejas tirados.
ResponderEliminarTodo está muy bien descrito y encima te mueves en un territorio que conoces como la palma de la mano.
Feliz Navidad a todos y suerte !!! en la lotería de mañana
Hasta el próximo que será el último del año.
Besos mil