Queridos blogueros/as: En su momento, la verdad es que no me acuerdo, la llegada de nuestra pareja a Honduras me debió de trastornar un poco porque este capítulo es mucho mas largo que todos los anteriores ¿No decíais que eran un poco cortos? pues ahí os va éste en el que la historia yo creo que se va volviendo mas interesante.
También quiero comentaros, para eso sois mis únicos lectores, que hace unos días se me ocurrió leer los últimos capítulos y ojalá no lo hubiera hecho porque tengo un lío que no soy capaz de aclararme. Ya no se si Sofía le había dicho a su novio que estaba embarazada, tampoco estoy seguro si era novio o ya se habían casado, hasta no se si habían salido de Honduras y ya estaban en Africa. En fin un jaleo, pero bueno tampoco es para tanto porque me sirve para volver a escribir el final y lo único que puede pasar es que algún momento tenga algún gazapo, como aquel del reloj, pero espero que sepáis perdonarme que para eso escribo como escribo.
Hala, a leer que hoy si que tenéis tarea y muchas felicidades para Javier Belascoaín, mi hermano mayor, que ha superado el 69 ¡que suerte! y ya va por los 70. Felicidades.
Un abrazo
Tino Belas
CAPITULO
14.-
Cuando
salieron del avión en Honduras y
mientras esperaban al coche de Médicos sin Fronteras que había anunciado que
llegaría con retraso, Sofía pensó que se habían equivocado de puerta y habían
salido por la de la sauna. ¡Que calor! en su vida había sentido una sensación
semejante. Había pasado de su Soria natal con una temperatura entre diez y doce
grados y allí estarían a treinta y tantos y encima un calor húmedo. La camisa
de manga corta de David parecía recién salida de la lavadora y ella con su
camiseta de tirantes y sus vaqueros cortos emanaba calor por todos los poros de
su piel. Estaba deseando llegar al hotel para darse una ducha de agua helada,
aunque por la pinta parecía que aquello iba para largo. Ya había comenzado a
sentir algo de agobio mientras esperaban haciendo una larga cola en el control
de pasaportes y su salvación fue Humberto que haciendo uso de de su condición
de “cooperante conocido” les pasó a lo que allí denominaban Sala de Autoridades
donde, aparte de unos cómodos sillones, había un enorme ventilador que hacía
las veces de aire acondicionado. Eso si, no hacía una temperatura similar a
cualquier aeropuerto comercial europeo, pero algo es algo. Sin embargo, lo que
les llamó poderosamente la atención era la extraordinaria atención de todos los
empleados. Se desvivían porque estuvieras confortable, al enterarse que nuestro
transporte tardaría todavía algunas horas en llegar, nos ofrecieron unas
maravillosas bandejas de frutas de todo tipo, bebidas frías y hasta un sombrero
por si nos apetecía dar una vuelta por los alrededores de las instalaciones.
Cada dos por tres nos informaban de la tardanza y en cuanto llegó el jeep nos
ayudaron a colocar todas nuestras pertenencias en la maletera y la baca que
para tal fin tenía en el techo, donde además de espacio para colocar nuestros
bultos, habían depositado tres bidones
que desprendían un intenso olor a gasolina.
Gustavo
Manuel se presentó como nuestro chofer para todo el tiempo que estuviéramos
destinados en Honduras y se ofreció para orientarnos en todo lo que
necesitáramos hasta estar completamente instalados en el país caribeño.
Humberto se despidió con un beso a cada uno asegurándonos que en menos de un
mes nos haría una visita.
- Lo primero será llevarlos a la Misión y tiempo habrá para conocer los alrededores-
dicho lo cual Gustavo Manuel se bajó las gafas de sol que hasta entonces las
tenía en la frente, cerró las ventanillas, puso el aire acondicionado a toda
potencia y comenzamos lentamente nuestro caminar hacia la ciudad de Tapachuey.
Julio se instaló en el asiento delantero y David y Sofía en los asientos de
atrás.
El
chofer les advirtió que se pusieran los cinturones de seguridad porque el
asfalto no era especialmente bueno y así fue. Conducía despacio, muy despacio,
pero a pesar de todo, el traqueteo del jeep era infernal. La carretera
principal era un mal camino rural español, los coches con los que se
cruzaban eran viejos y la carrocería se
notaba que había sido pintada y repintada varias veces. Todos iban como muy
cargados, unas veces de bultos y maletas y otras de varios pasajeros que se
apretujaban como podían. Se cruzaron con muchas motos, scooter de esas que en
Madrid estaban comenzando a hacer su aparición por todas partes, pero en este
caso cargadas hasta los topes, incluso algunas llevaban hasta cuatro y cinco
pasajeros.
La
carretera era como la continuación de un pueblo. Filas y filas de casas de
planta baja se alineaban a ambos lados, casi al borde del camino, sin aceras
por supuesto y todas pintadas con los más diversos colores. En una esquina un
negro muy musculado se duchaba metido en una especie de tinaja tapando con una
gasa sus partes nobles. Estaba completamente enjabonado y una mujer con una
regadera en la mano y subida en una especie de banquillo, esperaba órdenes para
derramarle el agua por todo su cuerpo,
mientras varios niños chapoteaban en el agua que se desbordaba de la tinaja.
Sofía le señaló con un dedo para que David fijara su atención y ambos sonrieron
ante semejante espectáculo.
En las
puertas de lo que parecían bares o almacenes, se acumulaban las personas que se
movían al ritmo de viejos radiocasetes que algunos portaban en su hombro. En
sus caras se reflejaba la preocupación de un pueblo azotado por el hambre, pero
también una manera de sobrellevarla que les hacía parecer orgullosos. Muchas
mujeres paseaban con los niños colgados de sus espaldas y aunque vestidas con
prendas baratas, tanto colorido las hacía sumamente atractivas.
Cada
dos por tres el jeep tenía la obligación de detenerse ante el paso de personas
o animales de todo tipo que cruzaban la carretera sin mirar como si siempre y
en cualquier tramo tuvieran ellos preferencia. No había ni un solo semáforo y
naturalmente ningún guardia que intentara poner un poco de orden. Aquello
parecía un “caos organizado”
Los
niños, que estaban por todas partes, golpeaban con los nudillos las ventanillas
del jeep en busca de algún dólar o por lo menos un caramelo que les endulzase
una vida que consistía en deambular por la calle sin rumbo esperando la llegada
de alguno de los múltiples turistas que pasaban con destino a la zona de los
lagos y que realizaban paradas para comprar productos típicos como frutas
tropicales, collares y adornos hechos a mano. La parada de un autobús de
turistas era motivo para que, en cualquiera de las pocas estaciones de servicio
que se encontraban, se organizase un auténtico tumulto en el que se mezclaban
vendedores de todo tipo, niños pidiendo una ayuda, mujeres jóvenes que ofrecían
sus cuerpo en un apartado del área de servicio donde en pequeñas chozas hacían
uso del sexo por muy poco dinero y siempre limitado en el tiempo que los
conductores dedicaban a tomarse un refresco y llenar los tanques de gasolina,
grupos musicales que invitaban con sus canciones a bailar a ritmos caribeños,
chulos, pequeños descuideros que a la menor abrían los bolsos de las turistas
mas incautas y policías que tenían orden de sus superiores de vigilar para que
todo estuviera tranquilo e indicaciones de sus familiares para no ser
excesivamente celosos en el cumplimiento de su deber.
En la
fachada principal de una de las Iglesias del camino, el jeep hizo una parada
obligada para asistir a la ceremonia de presentación de los nuevos cooperantes
al Alcalde de la pequeña localidad de San Salvador de Guchuega que constituía
la antesala de la región de Hemanan en donde se ubicaba la misión en donde iban
a desarrollar su labor.
Nada
mas bajar del jeep, dos hermosas jovencitas les colocaron unos collares de
flores y a través de un pasillo formado por otro grupo que portaban unos aros,
llegaron hasta unos metros de la puerta principal, donde un Sacerdote - Soy el
Padre Jesús, Jesuita Misionero encargado de esta parroquia - les dio la
bienvenida con dos sonoros besos a Sofía y sendos abrazos a Julio y a David - y
espero que la estancia entre nosotros sea de vuestro agrado y os invito a
entrar en el Templo de Dios para pedirle a Nuestro Señor Jesucristo que os
ayude en la misión que os han encomendado.
El
templo estaba completamente adornado con infinidad de flores, lleno hasta la
bandera y nuestros cooperantes pasaron por el medio de dos filas de personas
que los miraban con curiosidad. El Sacerdote los sentó a un lado del altar y
ofició una Santa Misa entrañable. El Padre Jesús disfrutaba de un tono de voz
absolutamente convincente Se dirigía a los asistentes como si fueran hijos
suyos y en un lenguaje perfectamente comprensible para todos. Fue una Misa
entretenida, con cánticos como muy locales, la entrega de ofrendas se hacía con
grandes bandejas de frutas y el pan que luego iba a ser consagrado se entregaba
en bandeja de plata. El sacerdote disponía de siete ayudantes, vestidos de
sotana roja y el que hacía de jefe, llevaba túnica blanca y una especie de
pinza con la que, con un sonido típico, hacía que se levantasen y se
arrodillasen al ritmo adecuado. El coro, compuesto por ocho o diez personas era
como muy animado, cada uno tocaba un instrumento musical y hasta el Director
tocaba el saxofón bastante bien. El acto finalizó con la interpretación del
himno Nacional Hondureño con todos los asistentes puestos en pié en posición de
firmes.
Ya en
la explanada principal, asistieron a la interpretación de diversas muestras del
folclore de la región y después de degustar algunos productos de la tierra, se
introdujeron en el jeep y continuaron su camino.
Sofía
se enganchó al brazo izquierdo de David en el asiento trasero del jeep de
Médicos sin Fronteras, apoyó la cabeza en su hombro y a pesar de los múltiples
baches de la supuesta carretera, se quedó profundamente dormida. Mientras
tanto, David miraba por la ventanilla y se daba cuenta que aquel paisaje que,
hasta entonces, era una llanura se iba endureciendo, la carretera se convertía
en un camino serpenteante que ascendía a través de unas montañas interminables
y la vegetación se hacía frondosa. .Los árboles cubrían casi el camino como
queriendo protegerles de una fina lluvia que empezaba a caer. Se cruzaban con
muy pocos vehículos, algunas bicicletas con sus ocupantes subiendo andando
tranquilamente la cuesta en espera de la ansiada bajada para montarse en ellas
y de pascuas a ramos algún camión del ejército, cargado de material que más
parecía para chatarra que para otra cosa.
Nada
mas salir de una curva pronunciada, el conductor del jeep tuvo que dar un
frenazo ante la presencia de un control policial. Varios soldados cerraban con
sus fusiles el paso a cualquier persona, mientras otros se encontraban
encaramados a los árboles que flanqueaban el camino. Un soldado con rostro
cansado, pitillo en ristre, pañuelo rojo en el cuello y uniforme militar, se
acercó y a través de la ventanilla delantera solicitó los visados a los cuatro
cooperantes. El chofer se encargó de departir amigablemente con el jovencísimo
militar que dio la casualidad que era de un pueblo al lado del suyo y después
de revisar los pasaportes y de realizar un saludo militar algo desmadejado,
ordenó a sus colegas que abrieran paso y el jeep continuó lentamente su
ascensión.
Sofía
abrió los ojos
- ¿Donde estamos?
- Debemos estar llegando - contestó David -
apretándola con el brazo - Menuda dormida te has pegado
- ¿Yo? - Sofía abrió los ojos como platos -
¿pero tú crees que hay alguien capaz de
dormir con estos baches?
- ¡Que cara tienes! - David se rió abiertamente
- ¿Te has enterado que hemos pasado un control?
- ¡Un control! no, la verdad es que no
- Bueno, pues lo hemos pasado
- Entonces si que me he dormido.
- Pues claro que te has quedado frita y por
cierto que tenías una cara de tranquilidad que dabas envidia.
- ¿Y que cara quieres que ponga?
- No se, pero se te veía totalmente relajada
- Será que estoy feliz
- Pues será eso
- Seguro porque, por fin, voy a ver cumplido
uno de mis sueños.
El jeep
aminoró su velocidad y finalmente se paró en una pequeña zona plana a un lado
de la carretera. El chofer se bajó, encendió un pitillo y les invitó a
acompañarle.
- ¿Tenemos que llevar todo? - preguntó David
- No, no - el chofer comenzó a caminar por una
senda que ascendía moderadamente - solo quiero que vean desde aquí el pueblo al
que vamos.
Caminaron
unos doscientos metros y enseguida llegaron a una pequeña loma desde la que el
bosque parecía como querer abrirse como si de un objetivo fotográfico se
tratase.
- ¿Es aquel de allí? - preguntó Sofía señalando
con el dedo hacia su izquierda
- Si, eso es y aquel techo un poco mas a la
izquierda - Gustavo Manuel les indicaba
con la cabeza una especie de placa grande de uralita - ¿lo ven? aquel es el
Hospital.
- No parece muy grande
- Bueno, no está mal. Eso es, como les diría,
como la parte mas importante, donde están las instalaciones y luego, pero eso
ya no se ve desde aquí, hay otros barracones mas pequeños para viviendas del
personal, familiares de pacientes que viven lejos y se quedan alojados allí e
incluso las consultas, pero todo en un
radio de no mas de doscientos metros.
- Hay que reconocer que el paisaje es una
preciosidad - sentenció Sofía mientras hacía algunas fotos -y menos mal que hay
árboles por todas partes que si no, con este sol no podríamos ni respirar.
- Por eso no se preocupen - intervino el
chofer- lo bueno de esta zona de Honduras es que se aclimatan enseguida porque
al ser un calor húmedo se puede parecer mas al de su tierra.
¿Conoces
España?
- Yo no, pero varios de mi familia están allí
- ¿En Madrid?
- Uno si, el resto de la familia viven cerca de
Badajoz, en un pueblo que se llama Villarta ¿lo conocen?
- Yo no - contestó Sofía
- ¿y usted?
- Yo tampoco - contestó David mientras bebía
agua y la dejaba resbalar por su barbilla hasta empapar la camisa -Dicen que es
un sitio muy bonito, pero casi no tienen árboles.
- ¿Viven bien?
- Yo creo que los del pueblo si, sin embargo el
que vive en Madrid, está un poco desesperado
- ¿Tiene trabajo?
- Si, pero en plan como eventual. Hoy está en
un sitio mañana en otro y siempre sin ningún tipo de contrato de trabajo y eso es
muy perjudicial para él porque no tiene derecho ni a paro ni a nada.
- ¿Vive solo?
- Por lo menos de aquí salió solo - se rió
Gustavo Manuel.
- ¡Que mal pensado eres! yo te preguntaba si
vive solo o está en un piso con varios amigos y así paga menos
- No lo se, no le puedo contestar, pero lo que
si que se es que todos los que trabajan en la construcción de la autovía a
Guadalajara son de por aquí. Primero fue uno y luego se fueron yendo el resto.
- Claro - Sofía seguía entusiasmada con el
paisaje - eso les pasaba a los españoles cuando se iban a Alemania allá por lo
años cincuenta y tantos. Iba primero uno y luego el resto del pueblo.
- ¿Les parece que sigamos? Tengo miedo que se
nos haga de noche.
- Nosotros hacemos lo que nos digas que tú eres
el que conoces el terreno, ¿vamos?
- Vamos.
Volvieron
a acomodarse en el jeep y otra vez a vadear ríos, esquivar baches casi tan
altos como el coche y todo ello en el marco de un profundo silencio. ¿Aquello
era selva? posiblemente para un nativo no, pero para ellos que era la primera
vez que pisaban tierras de Honduras, era una selva como una catedral. Al final
de una de las pocas rectas del camino, uno niños habían construido con ramas de
árboles, una especie de arco de bienvenida que obligaba al jeep a pasar por
debajo y a disminuir la velocidad con lo que los jóvenes podían ver la cara de
los que, a partir de ese momento, iban a ser los que se cuidaran de su salud.
Sofía se quedó prendada de la belleza de aquellos rostros ilusionados con su
llegada. Eran morenos, casi mestizos, todos con una dentadura perfecta,
desnudos de medio cuerpo para arriba y con unos pantalones que el día de la
inauguración debió de ser blancos pero que el paso de los días los había hecho
oscurecerse hasta casi parecer marrones. Alargaban sus manos hacía el jeep y
luego lo siguieron corriendo a la par hasta una explanada donde paró. Gustavo
les dio unos caramelos para repartir a Sofía y David y se ausentaron de sus
manos como por arte de magia.
Un
negro de unos cuarenta años, con un cuerpo escultural, uno noventa de estatura
y una sonrisa en los labios se acercó a los nuevos inquilinos. Dió la mano a los recién llegados y les
indicó que le siguieran. Les abrió paso hasta un pequeño barracón de cinco por
cinco metros en cuyo interior se hacinaban seis personas que compartían dos
lechos construidos sobre el suelo con unas hojas grandes como de parra.
- Perdonen que los traiga aquí primero. Yo soy
Ronaldo, el encargado.
- Encantado - David le tendió una mano franca -
Yo soy David Vázquez, El Dr. Vázquez y ella es mi novia y la enfermera a la
vez, se llama Lucía y Julio es otro
colaborador que viene para las labores de Medicina Preventiva
- Espero que su estancia entre nosotros sea de
su agrado. El Dr. Garay que les precedió fue un ejemplo de abnegación y capacidad de trabajo y creo que
les ha dejado bastante bien el camino, pero ya les aviso que este pueblo es un
poco especial
- ¿En que sentido? – preguntó David mientras se
bebía un líquido que podía ser zumo de pomelo
- Bueno, no se como explicarles. El Dr. Garay
decía que tenían una mezcla de gallegos, vascos y castellanos y posiblemente no
fuera muy descaminado
- Son desconfiados y duros de mollera ¿no es
eso? – Sofía intervino en la conversación
- Si, eso seguro – Ronaldo exhibió la mejor de
sus sonrisas tratando de ganarse la confianza de los recién llegados – pero si
llegan a intimidar con ellos, les puedo asegurar que son fieles como nadie y
son capaces de dar la vida si hiciera falta por un amigo.
- ¿Son religiosos? – Sofía trataba de sacar
toda la información posible
- Se podría decir que si, pero a su manera.
Aquí cerca hay una misión de la que está al cargo un jesuita que los va
tratando de enderezar, pero no es fácil porque no quieren deshacerse de sus
costumbres ancestrales y por ahí surge un conflicto de competencias de difícil
solución, aunque el cura yo creo que lo está haciendo muy bien.
- ¿Lleva mucho tiempo ese cura en la misión?
- Sabe Dios - contestó Ronaldo - yo creo que
toda la vida. - Desde luego cuando yo
nací estaba porque fue el que me bautizó.
- O sea que os conoce a todos
- Si, si, claro que si. Nos conoce y también se
mete con nosotros porque es un cura muy simpático. A mi siempre me dice que me
tengo que casar y legalizar mi situación, pero lo que no sabe es que tengo tres
mujeres y no sabría con cual debería de casarme
- ¡Tienes tres mujeres!
- Si - Ronaldo ya sabía que esa situación les
resultaría sorprendente- eso aquí es lo más frecuente. Tus padres te buscan una
y se ponen de acuerdo entre ellos para la dote y cosas por el estilo, otra te
la buscas tú y una tercera aparece cuando aparece. ¡Cosas de la vida!
Sofía
contemplaba la escena con cara de pocos amigos mientras pensaba que el tal
Ronaldo no le caía muy bien. Era el típico chulo de los que en Soria le
llamarían chulo de discoteca, simpático, bravucón, con un buen cuerpo pero se
creía Robert Redford y tampoco era para tanto. Tendría que mantenerlo a raya no
fuera a pensar que ella era como todas las de la aldea. Por suerte venía ya emparejada
y las posibilidades de acoso serían menores.
Estaban
en un rincón de la choza que hacía las veces de Sala de Hospitalización y desde
el fondo una voz les llamaba:
-
Por
favor, por favor, ayúdenme por lo que mas quieran - Se acercaron hasta lo que se podría definir
como un fragmento de piel con cara humana que llamaba a alguien con una voz que
parecía viniera de ultratumba. No tenía dientes, muy poco pelo y menos grasa.
Las mejillas eran un tratado de Anatomía de los huesos que las soportan. Labios
destrozados por enormes úlceras y una especie de tiradores formados por los
tendones del cuello, mantenían la unión
entre la cabeza y el resto del cuerpo. Estaba desnudo encima de una especie de
estera de paja, ulcerado por todas partes y los pies colgando por un lateral.
En fin, el típico cadáver del que salía un hilo de voz. Mientras Sofía le
incorporaba un poco, David le acercó a los labios una especie de tetera que
contenía un líquido de color indefinido.
-
¿Que
es esto? - Preguntó David. Ronaldo no
supo que contestarle
- Perdone Doctor, pero en este momento no está
Julia que es la que le cuida, pero supongo que será agua con Jeminona que va
muy bien para las úlceras
- Ya lo veo - El Doctor le movió los brazos y
al levantarlos la paja se desplazaba con ellos - Este señor necesita movimientos posturales
cada dos horas, Sofía vete al Jeep y tráeme sulfato de plata que está en uno de
los maletines y alguna venda que esto hay que taparlo, si no, no hay quien le cure.
- ¿Merece la pena? es un terminal de Sida
- Ya me imagino, pero algo habrá que hacer
- Si lo cree oportuno hágalo, pero yo me
guardaría las vendas para uno que le haga mas falta.
- Hemos traído un buen cargamento
- Ya, pero aquí las necesidades son muchas y si
no ya lo comprobará mañana en la consulta.
- Bien. bien. tú eres el que estás aquí - David
desechó la idea de las vendas - ¿Tienes alguna sábana o algo que haga las veces
de venda?
- No, eso son cosas vuestras, nosotros
utilizamos las hojas de los tilos para comprimir las heridas y lianas suaves
para mantenerlas en su sitio.
- Bien, pues tenemos que lavar esas úlceras y
envolver a este caballero como si fuera una croqueta. ¿vamos?
- ¿No quieren ir primero a su alojamiento?
Sofía
medió en la conversación:
- Mejor terminamos primero y luego vamos
- Como quieran.
Ronaldo
tenía fuerza, José el paciente era peso pluma con lo que las manos del primero
le dieron la vuelta casi sin esfuerzo. Sofía lavó las heridas entre arcadas y
ganas de vomitar que se aguantó por aquello del orgullo profesional, pero en su
corta experiencia, nunca había tenido oportunidad de ver algo parecido. La
espalda la tenía completamente ulcerada desde el cuello hasta la rabadilla. Se
veían perfectamente todas las vértebras y a través de jirones de tejidos
muertos, salía abundante pus de olor nauseabundo. En los pies, los calcáneos
desnudos eran el único punto de apoyo y no quedaban ni restos de piel. Al menor
movimiento experimentaba un intenso dolor que se reflejaba en un rictus que le
hacía desplazar la comisura de la boca y por uno de los lados asomaba el único
diente que le quedaba en unas encías desastrosas. Tanto David como Sofía
hicieron de tripas corazón, le lavaron todas las heridas y le pusieron hojas de
vendaje nuevas. Ronaldo también contribuyó a cambiar la vieja estera y así José
quedó limpio como una patena.
- ¿Quieren que vayamos ahora a ver sus
alojamientos?
- Si – contestó David
Ronaldo
levantó los equipajes como si fueran plumas, se los echó a la espalda y anduvo
los doscientos metros que separan el primer barracón de la enfermería.
Era una
casa de adobe, como la mayoría, pintada recientemente de azul añil, con las
puertas y ventanas de riguroso blanco, de una sola planta, con un techo de paja
que se continuaba por la terraza en la que estaba instalada una mesa blanca de
formica. Tres sillas desvencijadas completaban la terraza que podía
transformarse en enorme por su continuidad con la selva hondureña
- Esta primera casa es para el Médico y aquella
de allí, la que está pintada de rosa, es para el resto de la expedición, aunque
en este caso creo que se va a alterar el orden de los factores ¿no es así?
- Si, Sofía y yo compartiremos casa y la otra
para Julio y para alguna acompañante que se brujulee por ahí.
- Ya sabes que no me importaría compartir casa
con vosotros, pero si no hay mas remedio que vivir solo ¡qué le vamos a hacer!
No me queda más remedio que sacrificarme.
- Paciencia hermano – David le despidió –
Sofía, entra que vamos a explorar nuestro nuevo hogar.
Ronaldo
abrió la puerta con una gruesa llave que, a continuación, le entregó a David y
se fue con Julio hacia la otra casa. David entró, abrió las ventanas de par en
par y una luz crepuscular acentuó la preciosidad del lugar. No tenían ni idea
quien había sido el artífice de la decoración pero había conseguido, con cuatro
tablas y unos cuantos muebles coloniales, que el salón imitase a cualquiera que
se instalase en cualquier hogar europeo. Las puertas acristaladas se abrían de
par en par dando paso a la terraza y ésta a su vez era como la antesala de la
selva. Estaba un poco en alto y parecía como si estuviera colocada sobre las
copas de los árboles. Reinaba un silencio hasta arriba de sonidos desconocidos
para ambos. Las enredaderas alargaban sus brazos como queriendo abrazar a los
nuevos cooperantes. La cocina no era muy grande pero tenía todo lo necesario
para cocinar normal. Sofía era un desastre para los temas culinarios, pero
David se había convertido en un pequeño gourmet. Le encantaba probar sus
recetas y posiblemente era su crítico mas feroz, pero también disfrutaba
conociendo nuevas comidas, yendo al mercado y discutiendo con los de los
puestos de alimentación y sobre todo tratando de aprender los platos típicos
preguntando a las viejas del lugar. Le encantaba cocinar para muchos, su
especialidad era el marmitako bien aderezado con un chacolí.
Sofía
comenzaba a deshacer las maletas cuando notó sobre su hombro derecho los labios
de David. Con suavidad y todo el tiempo del mundo se desnudaron y sus cuerpos
se fundieron por primera vez en Honduras. Aquel día fue maravilloso, con sus
cuerpos fatigados ante tanto viaje, pero con ansia del uno para con el otro. Al
terminar, David se quedó profundamente dormido y ni siquiera se levantó para
cenar. Sofía bebió un vaso de leche fría
y se volvió a la cama. Por fin, iniciaban su misión para Médicos sin Fronteras,
Sofía
se despertó temprano convencida que era un sueño lo que estaba oyendo. El
silencio de la selva que, incluso había llegado a estremecerla por la noche, se
había convertido en una especie de disco de música en el que se entremezclaban
sonidos de todo tipo. Trinos de pájaros desconocidos se mezclaban con el viento
a su paso entre los grandes árboles que se iniciaban en las proximidades de la
casa, las ramas chocaban entre si provocando una auténtica guerra de sonidos.
Parecía como si cientos y cientos de manos estuvieran llamando a la puerta de
su vivienda. Era pronto y el sol ya inundaba toda la casa. Pequeñas ráfagas de
viento movían los mosquiteros que flanqueaban todas las ventanas. David,
desnudo sobre la cama, emitía leves ronquidos y auténtico calor. La noche, para
ser la primera vivida en Honduras, había sido intensa. El deseo había ganado la
batalla al calor y sus cuerpos se habían unido como tantas veces en España,
pero con la novedad del intenso calor. Tanto que parecían flotar en un colchón
de agua y menos mal que la cama era muy grande lo que les permitía dormir cada
uno en un extremo sin ni siquiera tener la posibilidad de rozarse, si no era de
manera voluntaria.
Sofía
permaneció unos minutos en situación como si estuviera en trance, parecía
paralizada ante aquel concierto que la naturaleza le dedicaba. Con un
movimiento casi imperceptible tomó entre sus dedos los de su compañero y ambos
permanecieron transmitiéndose su amor durante algunos minutos más. David
también abrió los ojos y a los pocos segundos se levantó y desapareció por la
puerta de la cocina. Al poco tiempo, apareció con una bandeja con el desayuno
que parecía más una cesta de Navidad que otra cosa. Unas copas grandes
contenían zumos de varios tipos, unas hojas como de coco inundaban toda la
bandeja. Dos tazas hasta arriba de un café humeante parecían querer rendir un homenaje a un surtido variado de
pastelería fina. Además un par de huevos fritos para cada uno con dos
salchichas cortadas de tal manera que parecían columnas de ébano.
David
se sentó en la cama, depositó la bandeja en el regazo de Sofía mientras le daba
un beso y le deseaba una feliz estancia en Honduras.
- Pero ¿que es esto?
- Su desayuno, Señora - contestó David
haciéndole una profunda reverencia.
- ¡Que maravilla! - Sofía se hizo a un lado -
siéntate aquí y desayunamos juntos.
David la obedeció y se comieron hasta el
último trozo de pan con mermelada.
- Dime la verdad - Sofía besó a David - ¿todo
esto lo has preparado tu solo?
- ¿Tú que crees? - un sonriente David se
tumbaba encima de ella. El amor estaba en toda la estancia y las caras de la
pareja así lo reflejaban o te has vuelto loco desde que llegamos a Honduras o seguro que no porque lo de cocinar se te da
muy bien, eso es verdad, pero decorar los platos y las bandejas eso si que no
es cosa tuya.
- ¡Parece mentira que pocas fe tienes en las
cualidades artísticas de tu compañero sentimental!
- Será porque te conozco poco
- Entonces está claro que lo que tienes que
hacer es conocerme mas - David se tapó entero con la sábana y avanzó por la
amplia cama hasta encontrar nuevamente el cuerpo de su joven novia.
Pasados
unos minutos se levantaron, se ducharon tranquilamente y se sentaron en la
amplia balconada a esperar la llegada de Julio o de Ronaldo para comenzar su
actividad que para eso se habían desplazado hasta aquel lugar tan lejano en
plena jungla hondureña.
Tino, ¿por casualidad has estado en Honduras?. Describes los paisajes como si fueran los de Cedeira....
ResponderEliminarHan tenido una entrada triunfal en la misión. Vaya primera noche y primer desayuno en su chocita.
Esto marcha por buen camino.
Un pequeño traspiés: cuando David presenta a Sofia a Ronaldo, la llamas Lucía...
Pero estás disculpado. Lo entendemos perfectamente
Animo chico, aunque tengas pocos lectores, llegarás lejos
Chulisimo!!!! este capítulo, me ha encantado,leyendo esta historia te dan ganas de irte a hacer voluntariado a un país perdido en la selva.Por ahora se lo están pasando fenomenal,( menos a la llegada con el enfermo de sida....)ya veremos como les va la vida en Honduras.Tino, como dice Merce aunque seamos pocos seguiremos fieles a tus historias. Besos.
ResponderEliminarEn primer lugar muchas gracias por tu felicitación por mi 70 cumpleaños. Menuda sorpresa me disteis el Domingo, no tenía ni la menor idea.
ResponderEliminarMaravillosa la narración, con todos los pormenores, desde la llegada a Honduras hasta su estancia en la misión. Hemos pasado del Alcalde a Ronaldo y del piso del pueblo a la cabaña de Médicos sin Fronteras. Ahora a esperar los acontecimientos con los nativos y mas sorpresas que estoy seguro que van a ocurrir.
Hasta el Sábado.
Un abrazo a todos.