viernes, 5 de marzo de 2021

REQUIEM POR UNAS IDEAS.- CAPITULO 6.

 

CAPITULO 6.-

 

La niña se concentró en su trabajo de pintar un barco en una hoja de papel dejando un minuto de relax a sus padres que continuaban sentados tranquilamente viendo como el sol se disponía a dormir como ocurría con todos los atardeceres. Para el matrimonio era el mejor momento, los niños pululaban alrededor y los aconteceres diarios aparecían. De esas horas surgían muchos motivos de discusión para toda la familia y por allí pasaba conversaciones de nuevos noviazgos, aventuras del colegio, chismes del poblado de Tentegorra que era como un pequeño pueblo en el que todos se conocían, historias de la Escuela Naval, maneras de pensar de los universitarios de Murcia y mil temas mas que eran objeto de discusión entre todos.  Era una reunión casi obligatoria que para los padres constituía un motivo de aprendizaje. Allí es donde se daban cuenta como iba pasando el tiempo y eso suponía también un esfuerzo porque los razonamientos de los hijos se iban haciendo cada vez mas consistentes y ya no valía el ordeno y mando del principio. Allí, en aquella tertulia familiar fue donde Carlos tuvo que explicar lo que había pasado y por qué había estado en un castillo.

Un día, cumpleaños de alguno de sus hijos, cuando estaban todos reunidos alrededor de la mesa del jardín, Carlos les explicó los motivos por los cuales había sido juzgado y condenado

-      Quiero que sepáis una cosa – todos los presentes guardaron silencio porque sabían que hacía tiempo que su padre les debía una explicación, menos Paula que con su candidez habitual preguntó si ya llegaban los regalos. Su madre la sentó a sus rodillas y le ofreció un bollo relleno de chocolate – y quiero que me entendáis bien porque yo se que he sido motivo de conversación de toda la gente del poblado. Si que es verdad que he participado en un movimiento para liberalizar las Fuerzas Armadas, pero siempre dentro de la legalidad aunque para el tribunal que me ha juzgado parece ser que no ha sido así.

      Todo empezó una mañana, estábamos en Bruselas en una reunión de Jefes de la OTAN y tuve oportunidad de conocer al General Guerini que era el responsable de la zona sur. Era todo un personaje, el típico italiano, guapo, alto, con muy buena pinta pero un facha de los de competición. Me acuerdo que nos sentamos en una mesa para comer varios militares de diferentes países y lo primero que preguntó era si en la mesa había algún comunista porque si lo había se cambiaba de mesa. Cuando le dijimos que no, se sentó y nos contó como, en la guerra, tuvo a todo un pueblo muerto de miedo pensando que estaba rodeado de enemigos mientras que él, se limitaba a coger un jeep, disparar unos cuantos tiros en un lado del pueblo, coger otra vez el jeep y disparar otra ráfaga desde la otra parte del pueblo y así estuvo casi veinticuatro horas haciendo tiempo hasta que llegaran las tropas alemanas y completaran la ocupación.

Era muy simpático pero mas chulo que nadie. En Italia era conocido como el General Golpista porque casi todos los años organizaba algún golpe de estado que nunca llegaba a nada porque la Policía lo descubría antes y entonces lo juzgaban y lo enviaban arrestado durante períodos cortos de tiempo, pero en cuanto lo soltaban volvía a las andadas y otra vez a al castillo arrestado ¡y así llevaba nada mas y nada menos que veintitrés años! Como no hacía nada mas que plantear problemas, el mando supremo del Ejército Italiano decidió, ya que no había manera de  convencerle de lo contrario, que lo mejor era darle un destino lejos y esperar que no volviera a reincidir y así llegó a Bruselas donde ya llevaba cinco años. El General Guerini era íntimo amigo de Teniente Coronel Cruz que era otro tal para cual. Viejo conocido de la Policía y siempre buscando la fórmula de cambiar la democracia española, iba a cuantas reuniones de la OTAN hubiera, pero nunca como colaborador de algún alto cargo español, sino como simple observador y allí planificaba sus intentos golpistas como si nadie supiera a lo que se dedicaba.

Nunca pensé en meterme en líos con ellos, entre otras cosas, porque yo sabía perfectamente con quien me jugaba los cuartos, pero ellos pretendían tener un enlace en la Marina y me lo plantearon abiertamente. Yo les dije directamente que no y ahí se acabaron todos los contactos, pero al volver a casa, me llamaron varias veces y al final accedí a verme con un Coronel del Aire, el Coronel Conesa, que fue el que me convenció que no se trataba de un golpe de estado, ni mucho menos, si no de buscar la fórmula para que entre los militares comenzara a crearse un espíritu de cierta reivindicación y para ello hacía falta un sindicato que unificara todas las posturas y a eso me apunté con la mala suerte que fui seguido por el CESID y ellos informaron que yo asistía a las reuniones y que formaba parte del grupo del Teniente Coronel Cruz, lo cual era una barbaridad porque solo lo vi una vez y fue en Bruselas, pero ellos tenían videos falsos y testimonios de gente que no se de donde los habrían sacado que testificaron lo contrario y por eso me condenaron a siete meses de arresto que son los que he pasado en el Castillo de Cartagena.

-      Entonces ¿no eres un traidor? – preguntó Mamen, la cuarta de sus hijas de catorce años de edad

-      Claro que no, pero ¿porqué me preguntas eso?

-      Porque es lo que dice el padre de Marta

-      ¿Dice que soy un traidor?

-      Y muchas mas cosas que no te digo, pero yo siempre le contesto que eso es mentira.

-      Eso también lo dice Don Antonio, mi profe – ahora era Cristina la tercera que con sus quince años parecía mucho mas mayor

-      ¿Y tú también le dices que es mentira?

-      Yo no porque ese tío es un gilipollas

-      Por favor, Cristina, que expresiones son esas

-      Es la verdad, Papá, se ha pasado los siete meses haciéndome de menos y como en plan chulo conmigo. Fíjate como sería que un día me fui a hablar con el Director y me dijo que no le hiciera caso, que en la Marina todo el mundo sabía quien eras tú y que todos tus compañeros estaban de acuerdo con lo que tu defendías y que en lugar de un traidor lo que eras era un tío valiente y que ojalá salieran muchos defendiendo tus ideas

-      Bueno, bueno – Carlos hasta llegó a ponerse un poco colorado – lo que ocurre es que Javier Linarte es un buen amigo mío y me conoce muy bien

-      Pues desde ese día, el gilipollas

-      Cristina, por favor – el padre tuvo que ponerse serio.

-      Vale, lo retiro, pero lo que es verdad es que debió hablar con él porque desde que fui no se volvió a meter conmigo

-      Le llamarían la atención

-      Seguro

-      Y tu Arancha ¿Qué dices?

La hija mayor había permanecido al margen hasta entonces. No lo tenía nada claro, por una parte, era su padre y no se le podía pasar por la cabeza que hiciera algo que pusiera en peligro la democracia, pero por otro lado prácticamente todos sus amigos de la Universidad lo ponían a caer de un burro y el hecho de que le detuvieran y saliera en todos los periódicos la había hecho alejarse de la mayoría. Como todos los días iban en autobús hasta Murcia, sus verdaderos amigos eran hijos de marinos y lo que había hecho hasta entonces que era comer en la Facultad, ahora ya no lo hacía y así evitaba males mayores.

Carlos, su padre, permanecía expectante

-      Yo no se que decirte. Por un lado – Arancha tragó saliva y contestó midiendo muy bien sus palabras – eres mi padre, te conozco y se que si lo has hecho es porque estabas convencido que era lo mejor, pero también creo que no pensaste en todos nosotros y si lo hubieras hecho posiblemente hubieras reaccionado de otra manera. Sin querer nos has hecho mucho daño – la jovencita comenzó a llorar desconsoladamente – y ya te digo que seguro que ha sido sin querer pero es la verdad

La madre intervino rápidamente, acercándose a su hija, la mayor, tratando de tranquilizarla

-      Arancha, tranquila, venga, no llores que afortunadamente todo ha pasado

Su padre la miraba sorprendido. En las interminables noches de arresto había analizado todas las posibles consecuencias de su acción y nunca se le había ocurrido pensar en semejante posibilidad. Creía haber obrado con arreglo a sus ideas y no creía que les hubiera podido perjudicar y sin embargo, su análisis no debió ser todo lo completo como creía porque, efectivamente, al menos en opinión de su hija la universitaria, si que había tenido efectos negativos. Estaba deseando oir las razones para opinar de esa manera porque no lo entendía. A los pocos minutos Arancha se tranquilizó y continuó con su razonamiento

-      No te pensaba decir nada porque se que no lo vas a entender, pero si te lo cuento es porque me lo has preguntado

-      Y yo te lo agradezco porque lo último que hubiera querido en este mundo es que mi actitud os causara problemas

-      Pues los causó – Arancha miró a su padre con la misma admiración de siempre – yo sabía que tú tenías razón, pero el que en clase te llamen hija de facha, golpista y cosas por el estilo no te gusta, pero ¡que le vamos a hacer!

-      Lo siento

-      Nada, si no pasa nada, pero tienes que pensar que yo estaba en primero de Filosofía y Letras y en general mis compis no eran muy de derechas que digamos y sobre todo eso lo decían del Coronel Cruz, pero de paso también iban para todos sus colaboradores

-      Pero yo nunca fui colaborador

-      Eso lo sabíamos nosotros, pero la mayoría de la gente no y por eso te metían en el mismo saco

-      ¡Que injusticia!

-       Llámalo como quieras, pero eso es la verdad y lo he pasado muy mal

-      ¿Y ahora?

-      Ahora yo creo que la gente pasa de mi, me siguen considerando la hija de un golpista, pero como no pasó nada, la gente se va olvidando y solo se acuerdan ante algún acontecimiento, por ejemplo, el otro día cuando salió en el periódico que te concedían la libertad al haber cumplido el arresto correspondiente. Ese día me volvieron a llamar un poco de todo, pero ya me he acostumbrado y también tengo la ayuda de Javier que me defiende a capa y espada

-      ¿Sigues saliendo con él?

-      Claro – los ojos de su hija se iluminaron como si de dos faros se tratara – estoy mas enamorada que nunca y en cuanto lo destinen nos casamos

-      ¡Mas enamorada que nunca!¡mas enamorada que nunca! Que cursi  eres tía

-      ¡Mamen! – Carlos tuvo que tomar cartas en el asunto – haz el favor de respetar a tu hermana

-      Pero mírala Papá, es mas cursi que un repollo – Mamen desde sus catorce años la miraba con desprecio – si yo tuviera ese pedazo de novio me lo comería pero nunca le diría eso que estoy mas enamorada de ti que nunca

-      ¿Y que le dirías? – el padre quería conocer la opinión de toda la familia.

-      Yo no le diría nada, me lo tiraría y tan ……

-      Mamen: ¡No te consiento que te comportes como una mujer de la calle! desde este momento, estás castigada, a tu cuarto espérame que ya te diré yo cuando puedes salir.

-      Pero, Papá, tampoco es para tanto

-      Te he dicho que te vayas a tu cuarto.

Mamen se levantó de la mesa y según se iba le sacó la lengua a su hermana mayor al tiempo que le decía

-      Por tu culpa me castigan a mi, como siempre, gilipollas, que eres una gilipollas

-      Mamen – el padre se levantó de su asiento y la agarró con fuerza del brazo – vete inmediatamente a tu cuarto y deja de insultar a tu hermana

-      Bueno, me voy, pero que conste que tú eres el que me has preguntado que haría con Javier – Mamen tenía los ojos llenos de lágrimas – que si no yo no te digo ni mu, o sea que otro día no me preguntes y así no me castigas

-      Papá – ahora era Cristina, un año mayor que Mamen y dos mas pequeña que Arancha - ¿te das cuenta que en esta casa no se puede hablar?

-      ¡La que faltaba! – Carlos sabía que estaba rompiendo la reunión que como siempre había empezado como muy democrática y también como siempre terminaba como el rosario de la aurora – estoy harto de vosotras dos, nunca estáis de acuerdo con nada de lo que digo y esto se ha acabado. Aquí se hace lo que digo yo y no hay mas que hablar ¿entendido? Venga iros a vuestro cuarto.

-      ¿Yo también?

-      Tú también que me tenéis hasta la coronilla

-      Lo ves – Cristina lo miró con temor pero también con decisión – todo el día presumiendo que esta casa es una democracia y me río yo. Aquí se hace lo que tú dices porque lo dices tú y nadie puede dar su opinión

-      Naturalmente que se hace lo que digo yo – Carlos iba aumentando el tono de voz – solo faltaba. No se si habéis caído que soy vuestro padre y mientras que viváis en esta casa claro que tenéis que hacer lo que diga yo ¡niñatas de mierda!

-      Carlos por favor tranquilízate – su mujer intentaba mediar como siempre – y vosotras iros al cuarto que ahora voy a veros

-      Bueno – Mamen insistía en la injusticia del castigo – nos iremos pero no tienes razón

-      A vuestro cuarto y sin rechistar – Carlos, el padre se iba encendiendo por segundos – ¿os tengo que repetir que mientras que viváis en esta casa el que manda soy yo?  y si no os gusta ya sabéis donde está la puerta, o sea que castigadas y se acabó.

-      Vámonos Cristina que estamos molestando. Ojalá encontremos pronto un trabajo y nos iremos, así dejaremos de estorbar

Las dos hermanas salieron no sin antes volver a sacarle la lengua a su hermana e incluso Cristina, la mayor, intentó darle un pellizco al pasar a su lado. Carlos volvió a sentarse en el orejero y como si el incidente no hubiera ocurrido, se mostró muy amable con Arancha tratando de ganársela para la causa.

-      O sea que dentro de nada tenemos boda ¿no?

-      Eso lo digo yo, pero Javier hasta ahora no ha dicho nada.

-      ¿Y tu no le preguntas?

-      Todos los días pero siempre me contesta que lo que sea será y se queda tan fresco.

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