CAPITULO 7.-
Antonio Cruz Lozano hacía footing por la playa de
Tarifa dejando suelto a “Su Excelencia”, su perro lobo que iba y venía
corriendo detrás de una vieja pelota de tenis que su dueño le enviaba lo mas
lejos posible. Alguna vez se la lanzaba al agua y le obligaba a meterse y nadar
unos cuantos metros, pero desde que era un cachorro, su dueño le había enseñado
a obedecer de manera ciega y lo primero era lo primero. El sol llenaba todos
los rincones de la enorme playa y eso que solo eran las siete y media. Como
todas las mañanas, ya llevaba destinado cuatro meses en la Unidad de Inspección
y Control del Estrecho, el joven militar corría por la orilla. Era un hombre
atractivo, veintisiete años, de complexión atlética, con una camiseta de
Médicos sin Fronteras de color verde, pantalones cortos blancos y zapatillas del
mismo color. El sudor corría por su frente mientras su pelo negro y muy corto
no parecía sentir el viento que arrastraba la arena. Braceaba con energía y sus
piernas musculosas y bien contorneadas por tantas mañanas de footing mantenían
un ritmo constante, interrumpido solamente por aquellas veces en que tenía que
pararse para recoger la pelota que “Su Excelencia”, el perro que le acompañaba
en todas las correrías por las mañanas, depositaba a sus pies. Corría una hora
diaria, aunque tampoco era rígido en el horario, si por alguna razón notara que
el cansancio aparecía antes de lo previsto, no tenía ningún inconveniente en
darse la vuelta y volver a su acuartelamiento sin llegar al final de la playa.
Hoy era uno de esos días en que estaba disfrutando de verdad de aquel clima
maravilloso. Se había acostado temprano y prácticamente no había tenido que
hacer ningún esfuerzo para salir a correr. El viento hacía que sus pulmones se
oxigenaran mas de lo habitual y hasta el perro, “su excelencia parecía, con sus
saltos, querer contribuir a alegrarle la mañana.
Entró en el Cuartel por la puerta principal, saludando
con la mano a un soldado que hacía guardia en una garita con cara de
aburrimiento, atravesó el patio trotando con ritmo regular y llegó al pabellón
de Oficiales donde tenía su “apartamento” desde su época de alferez. No era muy
grande pero para una persona sola era mas que suficiente. Un pequeño salón con
una tele y un par de sillones con una mesa baja y el dormitorio con una cama
grande, una mesilla de noche y una puerta que daba al cuarto de baño con su
ducha correspondiente. Era un hombre ordenado, el vivir solo le había obligado
a tener su ropa siempre en perfecto estado de revista, y con las bromas llevaba
casi seis años fuera de casa y eso de que Mamá organizaba ropas, lavadoras,
comidas etc se había acabado hacía mucho. Su lema era cada cosa en su sitio y
así se sabe donde está todo y lo cumplía a rajatabla e incluso se había hecho
una especie de horario semanal donde ordenaba todas las tareas que tenía que
realizar necesariamente y así, en una tabla hecha en Excel, anotaba las
diferentes misiones como por ejemplo los miércoles por la tarde planchar, los
jueves limpieza general del apartamento con la aspiradora primero y luego con
la fregona. Los sábados y domingos, en principio eran para cocinar, pero casi
nunca lo hacía porque habitualmente comía el menú del día en el comedor de
oficiales y para cenar solía hacerlo de tapas por los múltiples bares del
pueblo. Los lunes le tocaba ordenar los armarios y el martes tener perfecto
todo lo relacionado con su profesión de Guardia Civil, uniforme en condiciones,
la pistola en situación de poder ser utilizada en cualquier momento e incluso
toda la documentación relacionada con algún posible traslado urgente, que no
era probable, pero ya se sabe que cuando perteneces a fuerzas especiales, la
movilidad, al igual que el valor se da por supuesto.
Aquella mañana se había levantado antes de lo normal
porque había sido citado en Capitanía General a las nueve y media de la mañana
y todavía tenía que ducharse y prepararse para la entrevista con quien le había
citado que no sabía quien era, aunque suponía que con el Coronel Lopez Lipar
que era con el que habitualmente despachaba los asuntos relacionados con su
puesto de controlador de los movimientos ilegales en el Estrecho de Gibraltar.
Naturalmente tenía que ir de uniforme y un coche oficial le esperaba en la
puerta del cuartel para trasladarle.
A su llegada saludó al Coronel y pasó a su despacho.
Allí permaneció unos minutos mientras su superior salió unos minutos a realizar
no se que recado. Un mapa de España con los diferentes cuarteles del Ejército
ocupaba casi toda una pared y durante ese tiempo Antonio Cruz se entretuvo
mirando y apreciando lo mal distribuido que estaba el Ejército en la península
ibérica. Muchos cuarteles, muchas unidades especiales por todos lados, pero en
el País Vasco y Cataluña solo se veían pequeños acuartelamientos de menos de cincuenta
personas destinados en ellos. En esas estaba cuando una voz que le resultó
desconocida le saludó desde la puerta
- Buenos días
Teniente Cruz – la persona que le saludaba y que precedía al Coronel de
departamento le resultó absolutamente desconocida. Iba de paisano por lo que
suponía que no sería militar, tendría cincuenta años, más o menos, pelo canoso
rigurosamente peinado, sonrisa afable y modales elegantes. Vestía moderno, pero
formal con un traje gris oscuro, camisa azul clara y corbata amarilla de tonos
suaves. Unos mocasines negros completaban su indumentaria. El que suponía civil
avanzó con pasos rápidos hasta el centro del amplio despacho con la mano
extendida – me llamo Arturo Ventura Losada y como supongo que no me conoce, le
diré que soy el Director del Centro Estratégico de Defensa Nacional.
- Encantado de
conocerle – estrechó la mano que le tendía aquel para él desconocido. Antonio
Cruz dirigió su mirada hacia su superior con la idea que le diera alguna
explicación sobre la situación en la que se encontraba
- ¿Se conocen?
– Preguntó el Coronel
- No tengo el
gusto – contestó Antonio.
- Es natural – Arturo esbozó una sonrisa que dejaba al
descubierto una dentadura perfecta – no salgo nunca en los periódicos y mucho
menos en la televisión por razones de seguridad y es lógico que mi nombre no le
diga nada
- Lo siento ¿Señor?…..
- Ventura, Arturo
Ventura
- Muy bien - Antonio fijó su mirada en el desconocido
esperando que es lo que quería de él nada menos que el Director del CEDENA.
- Tenemos muy
buenas referencias de usted, sabemos que tiene una trayectoria profesional
excelente y entendemos que puede ser la persona idónea para desarrollar un
proyecto que tenemos entre manos
Antonio le miraba sin entender absolutamente nada. El
Coronel Lopez Lipar se despidió con la excusa que tenía que pasar revista a las
tropas indicándole a su inferior, eso si, que lo dejaba en muy buenas manos y
que se consideraran como en su casa. Cerró la puerta y Arturo y Antonio se
encontraron frente a frente. Inmediatamente Arturo tomó el mando de la reunión,
lo que no le resultaba nada complicado porque era su trabajo.
-
Lo primero si te
parece es ponernos cómodos y luego por supuesto tutearnos ¿de acuerdo?
-
Por mi encantado
Arturo y Javier se quitaron la chaqueta el primero y
la guerrera el segundo. Arturo con parsimonia le ofreció un café al joven
oficial y a continuación se sentaron uno enfrente de otro en dos sillones de
piel negra. Arturo miró fijamente a Antonio y sin mas preámbulos le espetó
-
Queremos que te
infiltres en la ETA
-
¿Cómo? – Antonio
había pensado cual sería el motivo de la llamada urgente en el que le citaban
para este día pero de todas las opciones que había barajado, esto era lo último
que podía oir. Se le debió de notar en la cara porque Arturo intervino con
rapidez
-
Perdona que el
planteamiento sea así de brusco, pero creo que es una tarea tan urgente que lo
mejor es ir directamente al grano. Comprendo que estés sorprendido pero cuando
te explique nuestro plan verás como no es tan descabellado. – Arturo bebió un
pequeño sorbo de una taza humeante de un negro café – Como sabes soy el
Director del CEDENA y mi misión es controlar todos aquellos asuntos que puedan
afectar a la seguridad nacional y para eso necesito tener información de
primera mano. Por otra parte, seguro que también has oído que ETA está bastante
debilitada desde hace años, incluso algunos llegan a decir que sus miembros han
abandonado las armas y se han reincorporado a la vida pública incluidos en
algún partido de la izquierda abertzale, pero últimamente hay algunos
movimientos que nos hacen dudar de todo lo que se dice y necesitamos información
de primera mano para saber que actitud tenemos que adoptar.
-
¿Puedo hacer una
pregunta?
-
Por supuesto que
si, aunque no hace falta porque se lo que me vas a preguntar
-
¿Seguro?
-
Seguro y si nó
dime si no es otra que saber cual es la razón por la que hemos pensado en ti
¿me equivoco?
-
No te equivocas –
Antonio se mostró sorprendido por la intuición del Jefe del Espionaje Nacional
– eso exactamente eso es lo que iba a preguntar
-
Creo que nuestra
relación sea absolutamente sincera y lo mejor es que empiece por el principio.
– Arturo se sirvió un poco mas de café – Como te decía necesitamos infiltrar
agentes en la banda terrorista ETA porque últimamente tenemos muy poca información.
Es un secreto, pero creo que a ti te lo puedo revelar porque estoy seguro de tu
discreción
-
Por supuesto
-
Teníamos varios
agentes infiltrados, pero la supuesta disolución de la banda hizo que
desaparecieran para evitar ser reconocidos y tener la posibilidad de
utilizarlos en nuevas misiones, pero como la mayoría de los dirigentes están en
Ayuntamientos, es muy posible que consigan información de algunos de ellos,
bueno, no es que sea posible es que tenemos la certeza que, por lo menos de dos
ya la han conseguido y aunque creamos que todo lo habíamos planificado
perfectamente algo debimos de hacer mal y los han descubierto. También es
verdad que la suerte, necesaria para todo en la vida, nos llevó a tener esta
información con el tiempo suficiente para avisarles del peligro y que se
ausentaran del País Vasco con lo que si volvieran, seguro que los descubrirían
y tendríamos problemas. Ese y no otro es el motivo por lo que estamos buscando
sustitutos de garantía.
-
Perdone
-
¿No habíamos
quedado que nos íbamos a tratar de tu?
-
Si, si, perdona –
Antonio no estaba acostumbrado a utilizar el tuteo con sus superiores – todo
eso ya me lo imagino pero mi pregunta era ¿por qué yo?
-
Bueno – Arturo
era sincero – sería muy pretencioso por tu parte si pensaras que eres el primero
a quien entrevisto.
-
Ya me imagino
-
En los últimos
quince días hemos revisado cerca de cuatrocientos expedientes y hemos ido,
proceso en el que han intervenido muchos expertos, retirando los que nos han
ido pareciendo poco adecuados para la misión a realizar y así nos hemos quedado
con seis que son los que yo estoy entrevistando personalmente y escogeremos a
tres, o como mucho cuatro, a los que entrenaremos para esa misión que, como ya
te digo es muy arriesgada
-
Lo del riesgo es
lo de menos porque en todos los destinos de las fuerzas especiales lo corremos,
lo único es que esta misión me parece que es como de poco contenido militar
-
¿Qué quieres
decir con eso de poco militar?
-
No se – Antonio
movía las manos nervioso – perdona que te lo diga porque tu estás en ello pero
es hacer de espía y a mi me parece que yo estoy entrenado para combatir, no se
si me explico
-
Claro que te
explicas, pero muchas veces el servicio a la Patria exige sacrificios y lo mismo
que compañeros tuyos están por todo el mundo en misiones que poco o nada tienen
que ver con el Ejército, lo que yo te propongo es un Servicio muy especial a
nuestra querida España. ¡Ah! Se me olvidaba decirte que no es obligatorio, si
no lo aceptas seguirías en tu puesto como si esta conversación no hubiera
existido, pero si que quiero que lo pienses y naturalmente que antes de
decidirte me pongo a tu disposición para contestarte a todas las preguntas que
consideres oportunas y lógicamente que las pueda responder sin poner en peligro
a otras personas
Antonio
miraba a Arturo con cara preocupada. El entrecejo parecía como querer unirse a
la raiz de la nariz, lo que le hacía adoptar una postura como de estar todo el
tiempo enfadado y era todo lo contrario. La mejor propuesta que le podían hacer
era esa. La banda terrorista había cometido cientos de atentados, matado a un
sin fin de compañeros suyos y desde siempre se había jurado a si mismo que
haría todo lo que estuviera en su mano para que los componentes de aquella banda
asesina terminaran con sus huesos en la cárcel. Sobre todo cuando se acordaba
de su amigo Julián Camargues compañero suyo y con el que había cenado un día
antes que ETA lo matase con una bomba lapa puesta en los bajos de su coche cuando salía del cuartel de la Guardia
Civil de Salamanca. Es cierto que no había mirado debajo del coche antes de
arrancarle, como era su obligación, pero el caso es que los asesinos que habían
sido descubiertos por la Guardia Civil, estaban en Francia como si nada hubiera
ocurrido. La oportunidad que se le brindaba era la perfecta para poder meter en
la cárcel a mas de uno y a mas de dos, aunque todavía no conocía los detalles
- ¿Y que tendría que hacer? – preguntó el joven
Guardia Civil
-
Lo primero
aceptar y si estás de acuerdo, tendrías un largo proceso de aprendizaje hasta
que te domiciliaras en algún pueblo del País Vasco y a partir de ahí formar parte
de la banda como un miembro liberado mas y comenzar a mandarnos información
-
¿Cuándo me
tendría que incorporar?
-
Lo primero es que
te seleccionemos – sonrió Arturo – y si superas el proceso de selección
tendrías que venir a Madrid para un
curso de formación y después ir para el País Vasco
-
¿Durante cuanto
tiempo?
-
¿ Te refieres a
cuanto tiempo tienes que vivir en el País Vasco?
-
Si
-
No tengo ni idea
– Arturo le interrogaba no solo con las preguntas si no también con la mirada –
eso depende de cómo y con quien te integres. Lo mismo te casas con una vasca y
te quedas allí toda la vida.
-
No creo – Antonio
era soltero y sin compromiso, pero la idea de emparentar con una mujer a la que
no podía contarle su vida y encima tener que estar permanentemente mintiéndola
no le apetecía lo mas mínimo – lo lógico sería ponernos un plazo, no sé, un año
o dos, pero no mucho mas.
-
Me parece bien
eso me da igual ¿Te parecería bien tres años?
-
Bueno – no iba a
decir que no casi antes de confirmar su aceptación, pero tres años le pareció un
poco de mas
-
No hemos hablado
de dinero y eso también es importante
-
Si acepto, que
todavía lo tengo que pensar, no lo haré por dinero, eso seguro.
-
Bueno, me parece
bien – Arturo ya sabía que iba a decir que si y le parecía un personaje
perfecto para sus planes – pero que sepas que sería considerado como un
servicio extraordinario a la Patria y como tal serías recompensado. Naturalmente
y dependiendo de lo que hagas cuando llegues a tu nuevo destino, te ajustaremos
un sueldo acorde con tu profesión y todos los gastos correrían por nuestra cuenta
y te ingresaríamos en tu cuenta corriente el sueldo normal de Teniente.
-
Perdona Arturo,
pero tengo miles de preguntas que hacerte
-
Me parece lo mas
lógico – Arturo sonrió – tengo billete de avión para volver a Madrid mañana por
la tarde y no tengo nada que hacer, o sea, que tengo todo el tiempo del mundo,
aunque, como puedes suponer, no quiero adelantar nada hasta no saber si aceptas
o no
Antonio cruzó los dedos y se quedó inmóvil mirando al
suelo. Sabía que tenía que decir que si, era militar y su deber era defender la
Patria, con P mayúscula por encima de todo, para eso había sido educado y para
eso se entrenaba todos los días, pero lo que se le ofrecía era como muy duro.
Durante tres años parecería que se lo había tragado la tierra, no se lo podría
decir ni a su familia con lo que el disgusto que se llevarían iba a ser
mayúsculo, pero lo que no podía, de ninguna manera, era correr riesgos y mucho
menos poner en peligro a su familia. Tendría que vivir en Francia porque sinó
sería imposible contactar con los etarras para poderse infiltrar entre ellos y
no podía saber si eso sería por mucho tiempo o solamente unos meses y lo peor
de todos y eso era lo que mas le preocupaba era como tenía que demostrar que
quería pertenecer a la banda. Tendría que intentar que no le obligaran a matar,
que no le dejaran pertenecer a su organización como un pistolero mas, si no
integrarse como en la parte administrativa o en la de organización, porque si
llegara el día que tuviera que apretar el gatillo contra un inocente, no estaba
seguro que fuera capaz. Estaba entrenado, por cierto muy bien entrenado, para disparar
contra cualquier enemigo, pero los enemigos de la banda terrorista no eran los
suyos, ni mucho menos. Esperaba que si llegara ese momento, sus superiores
fueran conscientes de su situación y le ayudaran a desaparecer y volver a su
vida normal. No tenía intención de aprender euskera, aunque era posible que
tuviera que perder el tiempo en hacerlo y hasta cierto punto le parecía lógico
porque no quedaba muy bien un nacionalista que no tuviera el mas mínimo
conocimiento del idioma. Posiblemente y para dar como mas confianza, debería
emparejarse con alguna activista y por lo que había visto en la televisión no
había ninguna que mereciera la pena, pero malo sería que no la hubiera. Por
otra parte tampoco le parecía tan importante porque mientras que se instalaba y
la buscaba pasarían meses y si iba a
estar dos o tres años tampoco era tanto. En fin, estas y un sin fin de
preguntas mas se acumulaban en su mente en espera de una respuesta por parte de
su superior.
Mientras tanto el jefe del Centro Estratégico de
Defensa Nacional permanecía sentado tranquilamente. Sabía que el Oficial iba a
aceptar el reto de infiltrarse en la banda terrorista y aunque era una misión
arriesgada, tampoco era para tanto. Hacía casi dos años que la banda no cometía
ningún atentado y aunque seguía distribuyendo comunicados exaltando las
acciones armadas en defensa de la unidad del Pueblo Vasco, la realidad era que
no cometía asesinatos. Todo el mundo sabía que no había abandonado las armas y
de hecho cada dos por tres detenían a algún etarra con algún plano de diferentes
zulos donde se acumulaban armas en perfecto estado para ser utilizadas en
cualquier momento. Incluso, en el sur de Francia habían robado catorce o quince
coches a punta de pistola ignorándose su paradero Tenía que ser un acercamiento
en plan profesional, no de matón, si no de experto en organización e inversión
de los muchos fondos de los que disponía la banda después de tantos años de
extorsión a multitud de empresarios que pagaban sus impuestos revolucionarios
religiosamente.
Fueran tantas las preguntas y respuestas que se
intercambiaron durante muchas horas que acabaron en un chiringuito de la playa donde
les dieron las tantas. Planificaron estrategias, trataron de simular diferentes
situaciones y quedaron para continuar con su plan una semana después, ésta vez
en una casa rural de la sierra del Taibilla en la provincia de Murcia. Un lugar
alejado de la civilización y donde podrían hablar con absoluta tranquilidad.
Antonio tendría permiso para visitar a un familiar enfermo y Arturo se buscaría
alguna excusa para desaparecer un fin de semana de su despacho oficial y poder seguir
reuniéndose por lo menos una vez al trimestre. Además le indicaría un par de tabernas
de toda confianza donde se podría poner en contacto telefónico con él, solamente
con él le repitió un par de veces, siempre que lo considerara conveniente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario