CAPITUL0
18.-
Durante
casi dos años compartí mi vida en Londres con Sally Still. Vivía en el Hospital,
pero una noche y otra también, cuando no tenía guardia, dormía en su casa. Fue
una relación intensa, sincera, los dos sabíamos que aquello, antes o después,
tendría un final. No se si fue por mi culpa o por Carmen pero nuestra relación
matrimonial se fue deteriorando y lo que al principio eran llamadas
prácticamente a diario a través de Skype, se convirtió en una llamada como
mucho a la semana. Lo recuerdo como una época dura porque yo era consciente que
tenía una familia en España, una mujer y dos hijas a las que quería con locura,
pero habían pasado tantos meses que prácticamente me había olvidado de cómo
eran. Carmen nunca podía venir a verme porque había encontrado un trabajo en un
gabinete psicológico que le obligaba a permanecer todo el día pendiente de los
asuntos que le pasaba su Jefe. Muchos sábados salía a cenar con los de su
oficina y no me llamaba y aunque estés lejos sabes cuando una relación funciona
y cuando no y esta era claramente de las que no. Carmen me daba un poco de
pena, decir lo contrario sería negar la evidencia pero mas de un día después de
hablar con ella pensaba que algún hombre la andaba rondando y no por
situaciones concretas sino por pequeños detalles, pero yo también estaba con
Sally por lo que sería muy injusto por mi parte plantear el problema
directamente porque ella me mentía, estaba seguro, pero yo también a ella.
Distinto eran las niñas que serían las principales perjudicadas si llegábamos a
la conclusión que lo mejor era plantear una separación amistosa, pero ni Carmen
ni yo dábamos el primer paso hasta que un día, precisamente el día que me
renovaron el contrato en la Clínica, con un mas que considerable aumento de
sueldo, salieron a la luz esas infidelidades por parte de los dos y ahí se
terminó todo. Dejamos el asunto en manos de Abogados y a Carmen no la volví a
ver en todo el tiempo que anduve por ahí. Las niñas vinieron a Londres a pasar
algún fin de semana y posteriormente volvieron incluso a hacer algún curso
completo, una vez que se acabó mi relación con Sally y decidí comprarme un
apartamento en el centro de la ciudad. A través de ellas y después de algún
tiempo supe que Carmen había rehecho su vida con su Jefe, un Psicólogo
argentino, con el que incluso había tenido un niño.
El
hecho de subirme el sueldo quizá fue el principio del fin de mi relación con la
que seguía siendo la Jefa de Enfermeras de la Clínica porque disfrutaba de una
situación económica desahogada que me permitió comprarme un apartamento y
estaba tan cómodo allí que muchos días no la veía. De vez en cuando pasábamos
un fin de semana juntos, visitando lugares maravillosos, pero a la vuelta cada
uno a su casa. Por si esto fuera poco, conocí, por fin, al Cirujano Plástico de
la Clínica que me hizo una interesante
propuesta para que le ayudara en su intervenciones quirúrgicas después de un
incidente bastante desagradable lo que me permitió hacer menos guardias. Total
que como diría un castizo se juntaron el hambre con las ganas de comer y al
tener mi apartamento podía disfrutar de la presencia de mis hijas que venían a
verme una vez cada dos meses mas o menos hasta que la mayor decidió quedarse
todo un curso escolar con lo cual mis encuentros con Sally eran todavía mas
espaciados. Perdí una novia con la que
fui absolutamente feliz, también perdí a Carmen, la mujer de mi vida a pesar de todo, pero
gané dos hijas. Fue una temporada muy difícil, en la que me replanteé muchas
veces si me habría equivocado, cientos de horas robadas al sueño y en mas de
una ocasión encendía el ordenador con la idea de a través de Skype intentar
reconducir todo lo que había pasado, pero antes de conectarme pensaba en la
posible respuesta de Carmen y ni siquiera lo intentaba. Tuve, porqué negarlo,
bastantes problemas de conciencia. Con el tiempo que ha pasado todavía no puedo
saber si fui yo el culpable pero lo que es evidente es que yo me fuí a vivir
con Sally sin saber si Carmen había hecho lo mismo o no y en cualquier caso
¿quién era yo para justificarme y sin embargo acusarla a ella de algo que no
estaba seguro?. Estos y otros muchos problemas de conciencia fueron los
causantes de mi insomnio hasta que en una de las visitas de mis hijas, me
confesó la pequeña que Carmen tenía un novio con lo cual mi conciencia parece
que se quedó mas tranquila. Casi, casi llegué a convencerme que todas mis
aventuras estaban justificadas. Si ella tenía un novio ¿cómo no iba yo a salir con nadie? Sin embargo otras noches transcurrían
sintiéndome absolutamente culpable de todo lo ocurrido y me daban las seis de
la mañana pensando que había sido un verdadero cabrón con mi familia. Claro que
se podía justificar porque Carmen estaba lejos y nunca veía el momento de venir
a verme, porque eso me venía muy bien para intentar conciliar el sueño, pero en
el fondo sabía que mi manera de comportarme no había sido correcta. Al
principio no entendía nada, tenía dinero y me podía permitir el lujo que mi
mujer viniera algunos fines de semana a disfrutarlos juntos, pero ella siempre
contestaba que tenía trabajo y que no era tan fácil irse un fin de semana así
como así y con el paso del tiempo era yo el que ponía pegas, me inventaba
alguna guardia para el día que ella podía y así tenía mas tiempo para estar con
Sally. Total que después de darle muchas vueltas a la cabeza y realizar
montones de consultas y firmar papel tras papel conseguimos “una separación
amistosa” todavía no se si fue por mi culpa o por la suya o por los dos que
tampoco es una opción a descartar, pero el caso es que cambió mi vida
radicalmente.
Casi
sin darme cuenta en poco tiempo me había
convertido en un Médico de Guardia de la Clínica con prestigio, un puesto en la
Gerencia como asesor del Presidente que era el Sr.Chesterplace, el ayudante del Cirujano Plástico, tenía
dinero, un apartamento de lujo en el centro y al final estaba solo. Con las
bromas llevaba en Londres casi tres años, mi separación era un hecho desde
hacía por lo menos uno, pasaba bastante dinero a mi exmujer, entre otras cosas
porque ella alegó en el juicio abandono del hogar, que era una verdad a medias.
Era cierto que me había ido, pero en aquel momento mi ilusión era volver cuanto
antes, pero el Juez no lo entendió así y le dió la razón a Carmen con lo que la
cuota a pagar era bastante elevada, pero no excesiva para mi, porque lo que mi
ex no sabía es que era ayudante del Cirujano Plástico y a pesar de ser inglés y
presumir que pagaba todos los impuestos religiosamente, a mí me pagaba en
negro. En el fondo me venía muy bien, porque yo ya tenía un buen sueldo en la
Clínica y pagaba por esa cantidad, pero la otra, que era casi igual e incluso
algunos meses mejor, no aparecía por ninguna parte y por lo tanto no tenía que
declararla. Me pagaba en billetes y yo tenía una pequeña caja fuerte en mi casa
donde iba acumulando todas esas cantidades y era un buen ahorro por si venían
épocas peores.
La historia del Dr. James Taylor, Cirujano
Plástico de la Clínica y yo merece un capítulo aparte porque fue muy curiosa.
En primer lugar debo dejar constancia que a pesar de vivir en la Clínica y
pasarme en ella la mayor parte de mis primeros meses sin salir prácticamente,
no conocí al Dr. Taylor hasta pasados por lo menos tres o cuatro meses. Alguna
vez pensé en presentarme en el quirófano a verle operar pero mis propios
compañeros me lo quitaban de la cabeza. Es un tipo muy raro, decía uno, otro
que no dejaba entrar a nadie a verle operar para que nadie utilizase sus
técnicas quirúrgicas, otro que era tan buen cirujano como tan mala gente y por
último el chino me contó que él una vez entró y que lo primero que hizo fue
ponerle una bata sin dejarle sacar las manos por las mangas porque, según le
dijo, los mirones lo único que hacen es tocar todo y estorbar en un quirófano y
por si eso fuera poco también le insinuó que si se mareaba que se saliera
porque bastante tenía él con atender a su paciente como para tener que atender
también a los aprendices. Total que me quitaban las ganas de conocerle hasta
que un día sucedió que el destino nos puso frente a frente.
Me
acuerdo como si fuera ahora mismo. Son de esas cosas que te pasan una vez en la
vida, pero que te marcan como si estuvieran grabadas a fuego en el cerebro.
Cuando lo recordaba me pasaba como con aquella paciente que me denunció hace
años en Madrid y por la que tuve que ir a Juicio y me provocó tal desilusión
que ahí se puede considerar el principio de mis problemas. Es posible que a
otros, con una mentalidad diferente a la mía, aquel incidente hubiera sido un
episodio mas en la vida de un Cirujano Plástico, pero a mí me supuso una
tremenda depresión y desde aquello la consulta iba de mal en peor y al final ya
se sabe que tuve que buscar trabajo en Inglaterra, me fue bien, yo diría que
muy bien profesionalmente pero me costó el matrimonio, aunque no el cariño de
mis hijas, lo que tenía que agradecérselo a Carmen que supo dejarles muy claro
que entre ella y yo se había acabado el amor, pero que seguía siendo su padre y
las quería igual que antes de la separación. Al principio la situación fue
complicada, pero cuando vinieron a pasar temporadas conmigo entendieron que era
verdad y que seguía siendo un buen padre y naturalmente un mal marido, pero
aprendieron rápidamente que eran dos cosas absolutamente distintas. También es
cierto que ya eran casi dos mujeres y razonaron bastante bien, aunque, de vez
en cuando sobre todo al principio trataban de buscar alguna vía de diálogo para
que la reconciliación pudiera hacerse posible, pero después de diferentes
intentos vieron que era imposible y no lo intentaron mas.
Sabía
por los diferentes profesionales que trabajaban en la Clínica que el Dr.
Taylor, John para los amigos, era un tipo diferente. Había estudiado la carrera
de Medicina en Oxford y se había hecho Especialista en Cirugía Plástica,
Estética y Reparadora en el Hospital Hammesrsmith de la capital inglesa, siendo
su maestro el profesor Romminger un viejo especialista conocido por su
habilidad para la Cirugía Estética que a su vez, la había aprendido en Brasil.
John Taylor comenzó su Especialidad en la Unidad de Quemados donde aprendió
diferentes técnicas de cirugía reconstructiva y rápidamente se dio cuenta que
su futuro estaba en la Cirugía Estética. Eso si, tenía muy claro que para
triunfar tenía que ser uno de los mejores de la capital y por eso antes de
abrir consulta se dedicó a visitar a diferentes Especialistas en las diferentes
áreas de la Cirugía que había elegido y así estuvo cerca de un año en Suecia,
posteriormente pasó a la Universidad de California donde obtuvo una beca y allí
estuvo cerca de dos años. De Cirugía Estética no aprendió mucho, pensaba que a
pesar que la fama estaba en Estados Unidos, mejor calidad tenían los Cirujanos
suecos, pero aprendió a trabajar a destajo, viviendo las veinticuatro horas en
el Hospital y casi sin tiempo para conocer la ciudad. Después continuó su
formación en Canadá, poco mas de seis meses, continuó en Brasil en la escuela
del Profesor Pitanguí donde tuvo oportunidad de operar a cientos de pacientes,
de manera gratuita en un Hospital situado en uno de los barrios mas pobres de
Río de Janeiro. Allí estuvo cerca de tres años, aprendió el idioma y cuando se
fue, le despidieron como a un verdadero héroe nacional. Muchos de los
habitantes de las favelas en las que se había dejado media vida acudieron al
Aeropuerto para darle un último adiós. El Dr. Taylor se marchó con tristeza,
con experiencia tanto de su Cirugía como de la vida dejando atrás algunos
amores, pero sin un solo Euro. Hubiera ganado mucho dinero si se lo hubiera
propuesto, pero viendo tanta miseria como la que vivía a su alrededor como iba
a cobrar nada. Era consciente que muchas de sus pacientes, después de operadas
se dedicaban a la prostitución pero quien era él para darles consejos. Era una
forma de llevar algo de dinero para toda la familia y nunca se vio con la mas
mínima posibilidad de cobrar cantidad alguna.
A
su vuelta a Londres con treinta y cinco años decidió montar una consulta y
empezó esta vez si a ganar dinero, pero como pasa casi siempre el amor se
interpuso en su nuevo camino. Una italiana de veintiséis años lo enamoró
perdidamente y le convenció para que se fuera con ella a Milán, no solo para
continuar la convivencia juntos sino también para trabajar con el padre de
Elisela, así se llamaba su nuevo amor, que tenía una clínica en Como, a orillas
del lago del mismo nombre, donde al ser una clínica de rejuvenecimiento para
pacientes con posibilidades económicas sobradas, tenía posibilidades de de
continuar con su labor y para allá que se fue siendo recibido cordialmente por
toda la familia, pero el destino le jugó una mala pasada y lo que parecía un
trabajo cómodo, agradable y bien pagado se convirtió en un auténtico calvario
porque el padre de su novia, entendió que le quitaba el negocio y no hizo nada
mas que ponerle trabas. Al principio John Taylor trató de evitar encontronazos
pero la situación se volvió insoportable y con gran dolor de su corazón tuvo
que despedirse el mismo día que notó que Elisela se ponía del lado de su padre.
Entonces y ya con una suculenta indemnización se subió a su Mercedes deportivo,
se despidió amigablemente de la que podía haber sido la mujer de su vida y se
volvió a Londres. Volvió a instalarse en la misma Clínica que había estado
previamente y comenzó, otra vez, a labrarse un porvenir con una clientela que
aumentaba muy rápidamente.
Habían
pasado cerca de doce años desde que terminó la Especialidad y ya era un
Cirujano con un prestigio ganado a base de trabajo y mas trabajo, no solamente
por los resultados de los pacientes que operaba sino también porque era un
invitado de calidad en casi todos los congresos que se celebraban de su Especialidad
en toda Europa. Sus charlas eran muy amenas, seguidas con enorme expectación
por todos y poco a poco se convirtió en un referente para muchos estudiantes
que querían iniciar su camino.
Sin
embargo y a pesar de sus conocimientos no era un buen profesor. Pretendía que
los que lo seguían hicieran casi lo mismo que él y lo primero es que los
mandaba a especializarse en cualquier país tipo Brasil o la India, pero no a
clínicas de renombre sino a aquellas situadas en barrios pobres, como hizo él en
su momento y eso ya era suficiente para que muchos desistieran porque lo que
querían era ganar dinero cuanto antes sin darse cuenta, como siempre les
aconsejaba, que primero era una buena formación y que el dinero vendría solo,
pero las prisas de la juventud indicaban lo contrario y el poseer un buen
coche, un buen apartamento, salir con chicas atractivas, etc….etc era
prioritario y enseguida circuló por las redes sociales que el Dr. Taylor era un
tipo anticuado mas raro que nadie y desaconsejaban a los que hubieran pensado
en visitarle que no lo hicieran. Esa especie de campaña contra su persona no
tuvo ninguna repercusión porque los resultados de sus cirugías eran
espectaculares y eso si que no se podía alterar de ninguna manera y encima tuvo
la suerte de atender, por casualidad, a una prima de la Reina Isabel que había
sufrido una caída de un caballo resultando con graves heridas faciales y fue
trasladada a la clínica donde él trabajaba y como estaba en peligro el ojo
derecho fue intervenida de urgencia por el Dr. Taylor, bajo la supervisión del
Médico de la Casa Real, que quedó impresionado por la habilidad del Cirujano
Plástico y por si todo ello fuera poco,
el resultado fue impresionante con una calidad de las cicatrices que no podían
ser mejores y por supuesto que salvó el ojo gracias a un transplante de
cartílago de la oreja para reconstruir el párpado inferior. La noticia del
accidente y su gran recuperación corrió como la pólvora por los ambientes mas
selectos de la sociedad londinense y el nombre del Dr. Taylor estaba en boca de
todos.
El
Director de la Clínica donde estaba yo trabajando, el Dr.Starker, que era un
águila para los negocios se dio cuenta rápidamente que ese Cirujano podía ser
un excelente fichaje y se puso en contacto con él para proponerle trasladarse a
ejercer su actividad en la Clinica. Primero, según me contó transcurridos unos
meses, habló por teléfono y quedaron
para cenar en uno de esos clubs selectos que existen en muy pocas ciudades del
planeta. El Dr. Taylor se presentó con una chaqueta azul cruzada, camisa blanca
con corbata en tonos claros y un pantalón beis a juego con los zapatos de un
marrón bonito. Era un hombre con aspecto agradable, el pelo empezaba a
clarearse por algunas zonas, impecablemente peinado con raya al lado, sonrisa
atractiva con unos dientes blancos que llamaban la atención y un moreno que
seguro sería consecuencia de algún viaje al Caribe. En conjunto era un hombre
que en esos ambientes donde la edad media seguro que era mayor de sesenta años
llamaba la atención y al que las mujeres miraban sin ningún rubor y se
acercaban en cuanto se enteraron que era el famoso Cirujano Plástico que había
operado a Lady Anna, la prima de la Reina, se acercaban para preguntarle como
estaba la paciente y cual sería el resultado final. El Dr. Taylor contestaba a
todas las preguntas sin importarle dedicarle unos minutos a cada señora que se
le acercaba a la barra donde con mi Jefe estaban tomando unos martinis en
espera de la mesa que el Chef les había
prometido que en pocos minutos estaría dispuesta.
El
Dr. Starker le planteó directamente la
posibilidad de venirse a operar a nuestra Clínica y la propuesta no parece que
le pillara por sorpresa:
-
¿Qué le parecería trasladar sus enfermos a
nuestras instalaciones? Como sabe yo soy el Director de la Clínica y tengo
plenos poderes de la Junta Directiva para ofrecerle una propuesta que pueda ser
interesante para Usted – le dijo mientras degustaba el vino de la cena.
-
Si quiere que le
diga la verdad tengo una oferta de otra Clínica Privada y están a la espera de
mi contestación.
-
¿Y ya lo tiene
decidido?
-
No. Tengo varias
cosas que hablar con ellos y de momento no he tomado ninguna decisión
-
Si me permite la
indiscreción – el Dr. Starker llamó con un ligero movimiento de su mano derecha
al Chef - ¿podría saber de que Clínica se trata?
-
Ya sabe Usted que
las preguntas nunca son indiscretas y si que lo son las respuestas y como le
decía antes todavía no he decidido nada por lo tanto me creo en el deber de no
decírselo y espero que lo entienda
-
Por supuesto, es
mas, su postura me parece muy honrada.
La
presencia del Chef interrumpió por
breves momentos la conversación y no continuó hasta que pidieron una comida
selecta aconsejados por el profesional que se marchó después de anotar el correspondiente
pedido con un espero que disfruten de nuestra cocina.
-
Como le iba diciendo, estamos interesados en
su colaboración y tenemos algunas propuestas que hacerle por si tiene a bien
estudiarlas.
-
Muy bien. Usted
dirá.
El
Dr. Taylor mostró una actitud de atender a lo que tenía que decirle su
interlocutor, mientras degustaba una ensalada de tomate con atún rojo.
-
Como hablamos hace unos días por teléfono la
Clínica desea su incorporación a nuestro Cuadro Médico y somos conscientes que
para llegar a un acuerdo tenemos que ofrecerle algo que no le ofrezcan los
demás ¿de acuerdo?
-
Claro – el Dr
Taylor depositó con mimo la cuchara en el interior del plato para que fuera
retirada por un camarero que permanecía atento – lo que Usted sabe igual que yo
es que cambiar de Clínica no es sencillo. Por una parte los pacientes están
acostumbrados a localizarme en un lugar determinado.
-
Eso no sería
ningún problema porque nosotros nos encargaríamos de notificar a cada uno de
sus pacientes el cambio de domicilio enviándoles una carta oficial con el
membrete de nuestra Institución e incluso nos ofrecemos a hacer lo mismo con
diferentes revistas de ámbito nacional. Entendemos que eso minimizaría el
efecto del cambio de domicilio e incluso personalmente creo que saldría muy
beneficiado
El
Cirujano Plástico miró al Dr Starker con sorpresa porque aquella afirmación le
parecía algo prepotente lo que no parecía habitual en alguien de tanto
prestigio en los medios mas cualificados de la gestión privada de la Sanidad.
-
Perdone ser tan directo, pero Usted sabe igual
que yo que su despegue definitivo fue como consecuencia de atender a la prima
de la Reina porque hasta entonces Usted era un muy buen Cirujano Plástico para
los expertos, pero absolutamente desconocido para los pacientes que son
tratados en nuestra Clínica.
-
No le parece que me está haciendo un poco de
menos
-
En absoluto – El
Dr Starker le dedicó la mejor de sus sonrisas mientras bebió un poco de vino –
si es así le ruego que me perdone porque no era esa ni mucho menos mi
intención. Lo que quiero decir es que Usted atendió a Lady Anna por casualidad
en el sentido que tuvo el accidente a pocos metros de su Clínica, el
traumatismo era grave y no había mucho tiempo para trasladarla a otro lugar y
también sabrá que si no hubiera sido por eso, Lady Anna hubiera sido tratada en
nuestra Clínica donde por cierto no tenemos ningún Cirujano Plástico en
plantilla.
-
Perdone que le
interrumpa pero supongo que alguien de la Casa Real sabría de mí porque sino
encuentro una temeridad que un personaje
público de tanto prestigio fuera operado por cualquiera.
-
Por supuesto y los informes que se obtuvieron en la
Sociedad Inglesa de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética fueron
absolutamente favorables y por eso se decidió que continuara tratamiento
con Usted mientras que a nosotros, que siempre tenemos una habitación
reservada para este tipo de pacientes,
nos informaron de lo sucedido pero avisando también que sería tratada de
urgencia por Usted y ese fue el motivo por el que pensamos en la posibilidad de
tener un Cirujano Plástico en plantilla porque de haber sucedido el accidente
en algún otro lugar hubiéramos tenido que recurrir a buscar a otro especialista
deprisa y corriendo empeorando nuestra propia imagen, pero en fín vayamos al
tema que nos ocupa. Lo primero sería como es natural ofrecerle un ala de
nuestra Clínica para que Usted instale allí su consulta con la correspondiente
sala de curas, un despacho para su ayudante, otro como Secretaría y por último
seis habitaciones para su uso exclusivo. Nos ofrecemos también para abonar
todos los gastos de personal, tanto el de su Secretaria personal como el de
aquellas enfermeras de la planta que serían siempre las mismas y podrían ser
las que Usted determinara. Además, un quirófano fijo tres días a la semana que
incluso podríamos ampliar si fuera necesario.
El tema de tarifas creo que no sería especialmente
complicado llegar a un acuerdo. Creo que sería beneficioso para ambos comenzar con precios cerrados para
determinadas patologías, lo lógico sería que fueran las mas frecuentes y según
vayamos viendo el volumen iremos variándolas con un porcentaje para Usted una
vez pagados todos nuestros gastos y siempre
que el número fuera interesante para ambos.
-
Entiendo que esa oferta sería con exclusividad
por mi parte
-
Claro, claro y
con contratos firmados para que no existan distintas interpretaciones.
-
Realmente es una
oferta en principio muy interesante – El Dr. Taylor ya degustaba un delicioso
faisan con salsa de arándanos – pero como es natural tengo que estudiarla y
comentarla con mis Abogados ¿tendría inconveniente en pasármela por mail
-
Faltaría mas y le
ruego que la considere. Sinceramente creo que los dos saldríamos muy
beneficiados.
Un postre exclusivo de la casa, un café y una copa de
brandy dieron por finalizada la primera de las entrevistas que se continuaron
con otras muchas hasta que una fría
mañana de Febrero de hacía casi cuatro años firmaron los distintos contratos y
la relación del Dr. Taylor y la Clínica fue definitiva.
CAPITULO 19.-
Como siempre estar en el sitio y en el momento justo
determina el rumbo de una vida y eso fue lo que me pasó a mi y me permitió
conocer primero y ser su primer ayudante después al Dr. Taylor y así fue como
pasó y como lo tengo apuntado desde hace no se cuantos años.
Era un viernes de Enero, llevaba de guardia un par de
horas y había salido a hacer unas compras por la tarde. Llovía como casi
siempre en un Londres triste y empañado por una niebla intensa. Había llegado a
la Clínica completamente empapado y me había dado una ducha que me había dejado
como nuevo. Me tumbé en la cama y repasé un libro de Cardiología de Urgencia.
Estaría como una hora cuando sonó el teléfono. Si hubiera sido unos meses antes
seguro que hubiera pegado un salto en la cama, sobre todo si la llamada era del
Nido porque, desde siempre tenía terror a las patologías de los recién nacidos,
pero ahora descolgué con tranquilidad
-
Digame
-
¿Dr. Cubiles? –
la voz de la telefonista resultaba absolutamente inexpresiva - ¿está Usted de
guardia?
-
Si, si, dígame
-
Tiene una
paciente esperando en Urgencias
-
Bien. Ahora mismo
bajo.
Si
no me avisaban que era urgente la experiencia me decía que no era necesario
bajar deprisa, pero desde siempre procuraba que el paciente esperase lo menos
posible, con ello contribuía a mejorar la calidad de la asistencia de la
Clínica y a mi personalmente me daba igual bajar en cuanto me avisaban que
esperar un cuarto de hora, total bajar tenía que bajar antes o después. Estaba
en pijama verde, me puse una bata blanca, unos zuecos del mismo color y bajé a
la planta baja donde estaban ubicados los boxes de urgencia y la sala de
primeros auxilios.
-
Buenas noches Dr. Cubiles, perdone que le
moleste pero tenemos una señora que insiste en hablar con Usted. Es una
paciente del Dr. Taylor, le hemos explicado que tenemos la orden estricta del
citado Doctor para que nadie vea a sus enfermos excepto él personalmente o
alguno de sus ayudantes pero la paciente insiste y si no le importa la ve y se
la citamos al Dr Taylor porque la paciente está que trina y llevamos cerca de
dos horas intentando localizar al Dr. Porter o al Dr. Broderick pero no
aparecen por ninguna parte.
-
¿Sabe lo que le
pasa?
-
Parecer ser que
ha sido operada hace unos quince días y no está conforme con el resultado.
-
¿Han intentado
localizar al Dr. Taylor?
-
Le hemos llamado
en repetidas ocasiones, pero está fuera, creemos que en Milán en un congreso.
-
Y los ayudantes
¿siguen sin aparecer?
-
Imposible
localizarlos.
-
Bien, bien, no se
preocupen. Hágala pasar, por favor.
Me
senté en el despacho y en un minuto que tardaría en entrar la paciente en la
consulta, pasaron por mi mente como si fueran imágenes de una película todos
los incidentes que surgieron con motivo de aquella enferma en España a la que
operé de las mamas y me denunció supongo que por obtener una indemnización y
que supuso una reacción anormal por mi parte hasta tal punto que primero fue
una depresión y el final fue el tener que emigrar a Londres. Todavía no se si
fue por ese incidente o no pero la
realidad es que ese fue el principio de que las cosas fueran de mal en peor.
Posiblemente la mayoría de los Cirujanos y con mas motivo los dedicados a la
Estética desde que se consideró a esta cirugía como de resultados, habían
pasado por situaciones similares o peores que la mía pero yo tengo que
reconocer que reaccioné francamente mal, sobre todo mi gran fallo fue pagarle
la segunda intervención en contra de todo el mundo incluida la que entonces era
mi mujer y lo segundo, eso ya no era culpa mía pero sucedió, fue la terrible
depresión que casi me lleva a la ruina si no fuera porque encontré este
trabajo. Eso si, el cambio de país me supuse una separación de la mujer a la
que mas quería en el mundo, pero era imposible mantener una relación normal con
alguien que no podía venir a verme nunca y yo, justo es reconocerlo, tampoco
ponía mucho de mi parte. Sin darme cuenta me fui introduciendo en un mundo
complejo, completamente diferente al mío, un mundo donde mis clientes aunque
fueran de urgencia, eran todos pertenecientes a la “jet” de la sociedad
inglesa. Los lugares que visitaba, casi siempre acompañado por Jane la hija del
Sr. Chesterplace, eran clubs exclusivos de unos pocos, donde se jugaba al
bridge, al golf o simplemente te tomabas una copa en preciosos salones. El Sr,
Chesterplace se había convertido en el máximo dirigente de la Clínica y me
había nombrado algo así como el Asesor principal en materias sanitarias. Además
le venía muy bien porque al continuar haciendo guardias conocía la Clínica
mejor que nadie y mi consejos se extendían a temas como el del personal e
incluso a las facturas que no siempre eran las mas adecuadas. Todo ello me
reportaba pingues beneficios y hasta pasado unos años desde mi ingreso, no me
planteé la idea de abandonar las guardias y allí estaba en ese momento
atendiendo a una paciente del Dr. Taylor siendo consciente que de mi actuación
se desprendería que siguiera o no formando parte de la plantilla de la Clínica,
porque una cosa era mi amistad con Jane, la hija del Presidente y otra muy
distinta la facturación del Dr. Taylor, con diferencia la mayor de todos los
cirujanos que realizaban sus intervenciones quirúrgicas en lo que para mi ya
era nuestra Clínica.
La paciente que solicitaba mis servicios, a la que por
cierto había visto en otra ocasión por un problema estomacal que
afortunadamente se resolvió sin problemas, era Lady Elizabeth Connoly, viuda de
uno de los personajes mas importantes de la bolsa londinense, una mujer de unos
sesenta años, con bastantes kilos de mas, bien vestida, quizá un poco antigua
pero no llamaba especialmente la atención, excepto por sus sombreros que eran
famosos entre todas las de su entorno. Su gesto era muy claro de un tremendo
enfado. Me levanté a saludarla como hacía con todos los pacientes y la invité a
sentarse.
-
No, muchas gracias, casi prefiero estar de
pié.
-
Como quiera –
contesté tratando de calmarla - ¿tendría la bondad de explicarme porque acude a
la consulta de urgencia cuando Usted sabe que los pacientes operados por el Dr.
Taylor se ponen en contacto directamente con él?
- Muy sencillo
– contestó mientras se tumbaba en la camilla situada a un lado de la mesa- no
se si se acuerda de mi, pero Usted me vió hace unos meses y me comentó que era
Cirujano Plástico y me gustaría que valorara la intervención quirúrgica
realizada hace un par de semanas por ese que dicen que es el mejor Cirujano
Plástico del Imperio y mire, mire por favor y dígame de verdad si tengo razón o
no para estar enfadada – sin esperar la presencia de una enfermera ni de ningún
otro testigo se levantó la falda y se retiró una especie de sábana que llevaba
sujeta por dos esparadrapos a ambos lados de su abdomen - ¡Qué! ¿tengo motivos
para estar como estoy? No hay derecho Doctor y Usted lo sabe, otra cosa es que
me díga lo que piensa y no como el Dr. Taylor que ayer por la tarde me comentó
que iba todo muy bien.
-
En primer lugar
ni yo soy el Dr. Taylor ni tengo ni idea lo que le ha hecho, aunque me lo
imagino – Delante de mis ojos a muy pocos centímetros tenía una cicatriz de una
lipectomía que abarcaba desde la cadera derecha hasta la izquierda pasando por
el inicio del vello púbico. Las partes central y la de la izquierda estaban
bastante bien, cicatriz muy reciente pero bien. Sin embargo la del lado derecho
presentaba un importante hematoma que le provocaba un marcado abultamiento -
¿Cuántos kilos le quitó?
-
Según él, la
pieza pesaba unos siete kilos
-
O sea que Usted
tenía un importante lo que nosotros llamamos delantal en la parte delantera que
le cubría prácticamente el púbis ¿es asi?
-
Si, pero si me
llega a decir que iba a quedar con estas cicatrices no me opero.
-
En ese tema como
comprenderá no quiero entrar pero me extraña que un Cirujano competente, y el
Dr. Taylor lo es, no le explicara antes lo que debía Usted esperar de la
cirugía.
-
Si – la Sra.
Connoly se intentaba poner nuevamente aquella especie de sábana que llevaba
puesta
-
Espere, espere,
que vamos a intentar mejorarla un poco. Si no le importa quédese quieta en la
posición que está que voy a llamar a la enfermera.
Cuando a los pocos segundos apareció se quedó
como petrificada viendo aquel hematoma en el lado derecho del tamaño de un
balón de balonmano. Con gestos intentaba decirme que no la tocara y que debería
avisar al Dr.Taylor, sin saber que lo habían intentado por todos los medios. Yo
sabía por experiencia propia que los hematomas si no se resuelven lo antes
posible, antes o después haría una necrosis de la piel y entonces si que la
calidad de la cicatriz sería nefasta, por eso no había tiempo que perder
-
Tráigame unos guantes, una hoja de bisturí del
quince, un aspirador y bastantes compresas
-
Enseguida Doctor.
La
evacuación del hematoma no me llevaría mas de diez minutos. Como uno ya era
perro viejo en este tipo de complicaciones le hice leer y firmar un
consentimiento informado que entre otras cosas ponía que habíamos intentado
localizar al Dr. Taylor o a alguno de sus ayudantes durante mas de dos horas
sin conseguirlo y era la propia paciente la que insistía que la viera yo y
solicitaba que en ese mismo instante le resolviera el problema y que no tenía
pensado volver a la consulta del citado Doctor,
hice tres fotos con el teléfono móvil y después de retirar un punto,
introduje la cánula del aspirador y extraje todo el contenido hemorrágico
desapareciendo como por encanto todo el abultamiento. La paciente se miraba con
sorpresa y aunque no parecía que ese fuera su deseo también con cara de
agradecimiento hacia mi persona
-
¿Y esto no lo podría haber hecho ayer por la
tarde el Dr. Taylor?
-
Eso se lo tiene
que preguntar a él, yo no puedo ni debo contestarla.
Le
apliqué un vendaje compresivo y le dí las indicaciones oportunas para que al
día siguiente acudiera a la consulta de su Cirujano para que la siguiera hasta
su curación.
-
Perdone Doctor,
pero quiero que me siga Usted, es muy amable, entiende los problemas de los
pacientes y hasta ha conseguido que salga contenta a pesar que venía muy
enfadada. Mi agradecimiento por haberme tratado, pediré hora a su Enfermera
para la próxima revisión y por supuesto quiero decirle que si alguna vez me
tengo que operar de cualquier otra cosa de su especialidad tenga la certeza que
acudiré a Usted. Muchas gracias.
La
Sr. Connoly cerró la puerta y yo me quedé con ambos codos apoyados en la mesa
pensando lo que ocurriría el día siguiente. Sabía que había hecho lo que tenía
que hacer, el hecho de esperar unas horas hubiera supuesto una necrosis cutánea
con el consiguiente desbridamiento cuando se
hubiera delimitado toda la zona y el posterior injerto cutáneo y naturalmente
el resultado de la intervención hubiera sido mucho peor. También sabía que con
mi actuación le había ahorrado al Dr. Taylor una mas que segura denuncia, pero
con todas las historias que me habían contado sabe Dios lo que ocurriría cuando
se enterase.
Aquel día vi un par de
enfermos mas que acudieron a la urgencia y sobre la una de la mañana me fui a
la cama con la satisfacción de haber cumplido con mi deber, pero también con la
preocupación por saber lo que iba a ocurrir el día siguiente. Mientras trataba
de conciliar el sueño, por mi cabeza pasaron diferentes situaciones de lo que
podría pasar. Todas eran absolutamente suposiciones porque no conocía de nada
al Dr. Taylor y por lo tanto difícil era saber como iba a reaccionar. Si sabía
que si fuera al revés, es decir que por unos instantes se cambiasen los
papeles, seguro que le daría las gracias porque con su actuación había
conseguido eliminar el hematoma y los efectos posteriores, pero claro, eso era
si fuera yo el Cirujano. También podría caerme una bronca por meterme donde no
me llamaban y sobre todo por haberme saltado a la torera las normas de la
Clínica. Supongo que las cosas no pasarían de ahí porque de lo contrario me
vería “de patitas en la calle” solo me faltaba eso, ahora que empiezo por fin a
disfrutar de la vida, sería como volver a empezar Bueno, pensé mientras se me
cerraban los ojos, lo que sea será y si tengo que empezar otra vez pues
empiezo, no pasa nada, la vida se valora por las veces que caes y te levantas
no por lo bien que lo has hecho hasta ese momento.
Me
levanté temprano, me lavé los dientes tranquilamente, me afeité y me di una
larga ducha, notando como el agua resbalaba por mi piel provocándome bastante
alivio de la ansiedad con la calcular los efectos que mi actuación repercutiría
en la Clínica. Me puse un pijama y a las
ocho en punto tuve oportunidad de explicar al Sr. Director y al resto de
compañeros lo que había ocurrido el día anterior a última hora. Mi exposición
fue extensa, aportando todo tipo de detalles tratando de justificar porqué
había visto a la paciente y sobre todo porqué le había drenado un hematoma sin
permiso de su Cirujano. Me pareció que todos, absolutamente todos de los
presentes estaban de acuerdo conmigo pero también tuve la impresión que
ninguno, incluido el Director, me iban a defender ante el Cirujano y mucho
menos ante el Consejo Rector. En fin, como decía mi antiguo Jefe en Madrid, lo
que no tiene arreglo ya está arreglado y ahora solo podía esperar y tratar de
convencer a todos que mi actuación fue la adecuada.
Esa
mañana la pasé entretenido, tuve una consulta agradable, afortunadamente no
apareció ningún paciente desagradecido ni nada por el estilo, escribí varios
informes que tenía pendientes y a la una bajé al comedor como hacía todos los días.
Comí con varios de mis compañeros que estaban intrigados y con ganas de saber
si ya había hablado con el Director o con el Dr. Taylor. No había recibido
noticias de ninguno de los dos y no sería yo el que preguntase. Por otra parte
me pareció lógico porque el día anterior las secretarias no fueron capaces de
localizar al Cirujano Plástico en toda la tarde. Posiblemente estaría de viaje
o sabe Dios donde. Salí a hacer unas
compras y sobre las cuatro y media estaba de vuelta. La telefonistas tenían cara
de funeral y al dar las buenas tardes no se atrevieron a decirme que el Dr.
Starker estaba esperándome en su despacho en compañía del Dr. Taylor. La
Clínica era pequeña y por lo tanto las noticias corrían como la pólvora y todos
sabían lo ocurrido el día anterior y permanecían en espera de conocer los
últimos acontecimientos. A los pocos segundos de abrir la puerta de la
habitación recibí una llamada de recepción en la que me decía que los dos
Médicos estaban esperándome en el despacho del primero.
Bajé
una planta, le dije a la secretaria de Dirección que si me podía recibir el Sr.
Director a lo que me contestó que me estaban esperando desde hacía
aproximadamente media hora y así entré en lo que me pareció como una sala de
interrogatorios. Saludé al Director que se había levantado al tiempo que le
estrechaba la mano y
-
¿Conoce al Dr. Taylor?
-
No, aunque he
oído hablar mucho de Usted – respondí mientras me estrechaba la mano sin
levantarse de su asiento y casi sin mirarme a la cara.
-
O sea que Usted
es el famoso Cirujano Plástico español – en su cara había una media sonrisa
que, de momento no supe interpretar
-
Si señor, pero no
creo que sea muy famoso, ni mucho menos.
-
Yo diría – esta
vez si que me miró directamente a los ojos – que desde ayer por la tarde, por
lo menos para la Sra. Connoly si que lo es.
-
No se lo que le
habrán contado pero ……
El
Dr. Taylor se levantó de su asiento y se acercó tanto a mi que pensé que me
podía agarrar del cuello y asesinarme allí mismo. El Señor Director trató de
intervenir pero el Dr. Taylor lo interrumpió con un movimiento brusco de su
mano izquierda. Sin quitarme la mirada de encima puso una mano en mi hombro
dándome pequeños golpecitos
-
Es la primera vez en mi ya larga experiencia
profesional que alguien se atreve a ver a una paciente mía a pesar de tener
órdenes tajantes de la Dirección de avisarme ante cualquier emergencia. Es la
primera vez en mi ya larga experiencia profesional que alguien se atreve a
aconsejar a una paciente mía lo que hay que hacer y por último es la primera
vez que alguien tiene el descaro, por decirlo suavemente, de evacuar un
hematoma de una cicatriz reciente cuando Usted sabe o debería saber que esos
hematomas se resuelven espontáneamente sin dejar secuelas.
-
Pero – traté de
explicarle
-
He dicho que se
calle – lentamente se volvió a sentar, sacó el teléfono móvil y estuvo cerca de
un minuto mirándolo – ahora estoy hablando yo ¿entendido?
-
Si Señor –
contesté ante la mirada atenta del Dr. Starker que se mostraba absolutamente
sorprendido por la actitud del Dr. Taylor, pero hasta el momento no había tratado de mediar para hacer algo mas
cómoda mi situación.
-
No soy capaz de
entender porqué actuó así – se volvió a mirarme con un gesto como de profundo
desprecio, o eso me pareció – Todavía lo entendería si usted fuera un Médico de Guardia joven sin ninguna
formación, pero, por lo que me ha dicho el Sr. Director, usted no es de esos.
Por lo tanto, lo entiendo menos. Que pretendía ¿hundirme? ¿dejar mi reputación
por los suelos? ¿Usted se ve tan importante como para conseguirlo? Por si no lo
sabe le diré que soy el mejor Cirujano Plástico del Reino Unido y uno de los mas destacados de Europa y solo me
faltaba que viniera un españolito, mejor no utilizaré la expresión que me viene
ahora mismo a mi mente, pero ¿usted quien se cree que es para saltarse las
normas así como así?. ¿No se da cuenta que yo he venido a prestigiar a esta
Clínica y para ello he puesto unas condiciones de obligado cumplimiento para
usted y para cualquiera que tenga oportunidad de tratar a algunos de mis
pacientes aunque sea de urgencia? Que pretende ¿Qué me vaya a cualquier otra
donde me recibirían con los brazos abiertos? ¿es eso lo que pretende? Que
quiere ¿ocupar mi lugar? – en ese momento una llamada a su teléfono móvil lo
mantuvo entretenido durante unos minutos, Por la forma de contestar debería
estar hablando con algún Abogado mientras movía la cabeza afirmando o negando
alternativamente.
Yo
continuaba de pié, de manera discreta miraba al Director quien con un gesto
pareció decirme que tuviera paciencia, que era aguantar el chaparrón que
después de la tempestad siempre viene la calma. Reconozco que yo no soy un
hombre muy peleón y suelo ser bastante dialogante, pero la situación estaba
llegando a un punto en que continuase un poco mas, no tenía nada que perder y
aunque me fuera a la calle no me va a quedar mas remedio que decirle cuatro
verdades a este gilipollas que se cree el rey del mundo. Tenía mis manos en la
espalda y los dedos se me estaban quedando blancos de tanto apretarlos. Todavía
no había abierto la boca, en todo el tiempo que llevaba allí, pero todas mis
estrategias habían volado y ahora solo funcionaba mi cerebro que estaba muy
caliente. No me tomé el pulso pero si lo hubiera hecho seguro que estaría a mil
por hora.
-
¿Sabe con quien estaba hablando? – me preguntó
blandiendo su teléfono delante de mi cara
-
No tengo ni idea
– respondí con aparente tranquilidad aunque por dentro tenía unas ganas
tremendas de darle con su propio móvil en la cara
-
Con uno de los
componentes de mi Gabinete de Abogados y ¿sabe lo que me ha aconsejado?
-
No tengo ni idea
– volviendo a mirarle fijamente a sus ojos por lo menos para que tuviera
conciencia que no le tenía ningún miedo y me da la impresión que si que se la
dio porque enseguida retiro el móvil de delante de mi cara.
-
Me aconsejan que
le ponga una denuncia en el Consejo Británico de Médicos para que sea
juzgado y expulsado inmediatamente del
país.
-
Dr. Taylor, por
favor – el Dr. Starker consciente de la gravedad de la situación trató de
intervenir – lleva casi dos años con
nosotros y su actitud ha sido en todo momento la correcta y no tenemos ni una sola queja. ¿No podría reconsiderar el
caso?
-
No hay nada que
reconsiderar porque como puede comprobar el Dr. ¿cómo me ha dicho que se llama?
-
Dr. Cubiles –
respondió el Director
-
Bien, pues el Dr.
Cubiles se considera culpable ¿no es así?
Hasta
aquí hemos llegado pensé o salto en este momento o este tío se va a creer que
yo soy tonto o algo parecido y eso si que no. Se acabó. Di un paso al frente lo
que obligó al Dr. Taylor a desplazarse un poco hacia atrás y a que el Dr.
Starker se pusiera de pié con la idea de colocarse en medio de los dos.
-
Ahora me toca hablar a mi – debí de poner tal
cara que se quedó donde estaba sin mover un solo músculo – y después de oir lo
que tengo que decirle si me quiere denunciar me denuncia. Lo primero que tengo
que decirle es que yo soy tan Cirujano Plástico como Usted. Si, si, no me mire
con esa cara, Usted tendrá su título aprobado por alguna Universidad inglesa y
yo tengo el mío expedido por la Facultad de Medicina de Madrid. En ningún caso
discutiré su calidad como Cirujano Plástico faltaría mas, he leído muchos
artículos suyos y naturalmente que es Usted no se si el mejor, pero si uno de
los mejores Especialistas, eso nadie lo ha puesto en duda. Por lo tanto de su
categoría profesional no creo que yo en ningún momento la haya puesto en duda.
-
¡Como que no! –
El Dr. Taylor se puso de pié y trató de
recuperar el terreno perdido porque se dio cuenta que le estaba diciendo
verdades como puños – y que me dice de evacuar un pequeño hematoma sin
necesidad ¿le parece bien?
-
Luego hablaremos de la Sra. ¿cómo se llama?
-
Sra. Conolly – me
contestó sin mirarme – y no se haga el interesante porque Usted se acuerda del
apellido igual que yo.
-
Perdone, pero
como antes no se acordaba que yo soy el Dr Cubiles pensé que en su obcecación
posiblemente hubiera tenido algún problema pasajero de memoria, simplemente era
eso
El
Dr. Starker esbozó una pequeña sonrisa que afortunadamente no fue observada por
el D. Taylor, pero yo si que la vi, o a lo mejor no fue tal, pero a mi me lo
pareció. Por otro lado tengo que reconocer que desde mi llegada el Sr. Director
se había portado conmigo como si fuera el hijo que, según me confesó un día, no
había tenido y me extrañaba que no interviniera en ninguna ocasión. Sabía,
seguro que lo sabía, que yo tenía razón y que el trato vejatorio al que estaba
siendo sometido no era correcto, pero hasta ese instante no había movido ni un
solo músculo. Mi insolencia hizo que el Dr. Taylor se pusiera como una fiera.
No me acuerdo la cantidad de barbaridades que salieron por su boca hasta que
por segunda vez tuve que pararle los pies.
-
Usted dirá lo que quiera pero no tiene razón.
No Señor, no la tiene y Usted lo sabe. Yo no tengo la culpa que por su
categoría profesional en multitud de ocasiones se desplace a muchos lugares del
mundo para exponer sus experiencias como Cirujano y personalmente yo he sido
uno de los favorecidos cuando ha ido alguna vez a Madrid, concretamente al
Hospital donde yo me formé, pero eso no es razón para echarme a mi la culpa de
una paciente suya que aparece en Urgencias y no encontramos ni a Usted,
sabíamos que estaba en Milán, ni a ninguno de sus ayudantes. ¿Que quería que
hiciera? ¿que dejáramos a la Sra. Connoly sentada en la sala de espera hasta
que Usted volviera?
¿Usted no me estaría acusando ahora de negligencia
profesional por no atenderla? ¿Es eso lo que Usted hubiera hecho? Usted sabe
igual que yo, por mucho que le moleste que se hizo lo mejor para tranquilizar a
la paciente y evitar males mayores. Estoy seguro que, tal y como se presentó,
hubiera puesto denuncias, por supuesto a Usted el primero pero seguro que
también a la Clínica por no atenderla con la celeridad que el caso requería.
El
Dr. Taylor no iba a dar su brazo a torcer a pesar que mis razonamientos fueran
bastante lógicos y se apreciaba en el ambiente que no estaba dispuesto a perder
esa batalla con un vulgar Médico de Guardia, como me había definido al
principio.
-
No me venga con historias, por favor – El
Cirujano se volvió a poner de pié y a mi debo reconocer que aquella situación
me parecía ridícula. El sabía de sobra que yo tenía razón, pero claro
tratándose de tan importante Cirujano no podía en ningún caso, aceptar mis
razonamientos y rápidamente se agarró al tema mas controvertido que era el del
hematoma – seguro que tendría un hematoma mínimo, como ocurre prácticamente en
todas las lipectomías que se realizan a pacientes con esa cantidad de tejido
graso, pero claro Usted con su mínima experiencia entendería que había que
volver a abrir y….
-
Perdone- le
interrumpí bruscamente cuando él estaba mas confiado – no le consiento que dude
de mi capacidad como Cirujano Plástico y menos que afirme que mi experiencia es
mínima cuando Usted no sabe, es lógico que no lo sepa, que durante casi seis
años fui el encargado en mi Hospital de operar a todo aquel paciente obeso que
solicitara nuestra colaboración. Por tanto no le permito que diga lo que ha
dicho y le exijo que rectifique. En mi curriculum hay mas de setenta
lipectomías realizadas, hasta con nombre y apellidos. Es mas, en el Plastic
Surgery de hace aproximadamente dos años, revista que Usted conoce bien porque
yo he leído múltiples artículos publicados por Usted y su equipo, hay un
artículo publicado por todos los que realizábamos esas intervenciones en mi
Hospital en la que viene toda nuestra experiencia e incluso dedicamos una parte
estadística a la aparición de los temidos hematomas en la que demostramos que
hay que drenarlos cuanto antes mejor.
-
Eso son tonterías
– esta vez si me miró con aires de superioridad – todos sabemos que los grandes
hematomas hay que drenarlos pronto, por supuesto, pero el que tenía la Sra.
Connoly seguro que no era tan importante.
-
Perdone otra vez,
Doctor, pero para acusar a alguien en los términos que Usted lo está haciendo
lo primero que tiene que hacer es informarse bien y si no vaya con esta prueba
a cualquier Abogado de esos que tiene y que dice Usted que me van a expulsar
del país y casi casi me van a mandar a Siberia a un campo de concentración.
Mire, por favor – metí la mano en el bolsillo derecho de mi bata, busqué en el
móvil y le enseñe las tres fotos. A pesar de aquellas fotos su ego estaba por
encima y no se le ocurrió cosa mejor que decir
-
La fotos
retocadas son el abc en nuestras redes sociales – apartando mi teléfono de su
cara.
-
Ya – esta vez fui
y reconozco que con mal estilo el que sonrió – pero este Cirujano Plástico al
que Usted no considera, tiene muy poco de tonto y no solo están estas fotos
sino que también la enfermera de la consulta tiene otras iguales y por supuesto
tengo un consentimiento informado en el que la paciente ha firmado que estuvo
con Usted el día anterior y que al ver el hematoma no le dio mayor importancia
-
Cuando yo la vi
era mucho mas pequeño – contestó
-
La paciente dice
que no y también tiene unas fotos que demuestran que lo que está diciendo ahora
no se corresponde con la realidad – ahora me tocaba a mi adoptar una actitud
desafiante – en todo caso implícitamente está reconociendo que si fuera mas
grande Usted lo habría drenado ¿no eso lo que ha dicho?
El
Dr. Taylor se levantó como si tuviera resortes en ambas piernas y casi sin
darnos cuenta a reaccionar abandonó el despacho de Dirección no sin antes decir
que él no tenía porqué discutir con un vulgar Médico de Guardia, que tendría
noticias suyas en los próximos días y que esperaba que la Dirección tomara
cartas en el asunto. Dicho lo cual abandonó el despacho dando un portazo. El
Dr. Starker salió a continuación, supongo que para tratar de evitar que
abandonara la Clínica y se fuera con sus pacientes a otra y también quiero
suponer que le iba a decir que mi actitud había sido la correcta, pero eso ya
me parecía mucho suponer porque seguro y a mi me parecía lógico que por encima
de mi estaban los intereses de la Clínica que eran los que debía defender, de
manera prioritaria el Sr. Director. Salí tranquilamente del despacho, sabía que
había dicho todo lo que tenía dentro y ahora no me quedaba mas remedio que
esperar. Abrí la puerta de mi habitación y me tumbé en la cama sin darme cuenta
de quitarme por lo menos la bata.
Leídos los dos capítulos. Como siempre muy bien.
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