CAPITULO
20.-
Mi
cabeza era como un hormiguero por el que entran cientos de ideas y se
transforman en su interior y salen como hormigas libres pero a los pocos
segundos son nuevamente cargadas y otra vez vuelta al hormiguero.
En
esas estaba cuando sonó el teléfono y una vez agradable, acariciadora,
tranquilizante, reposada y sosegada me preguntó:
-
¿Doctor Cubiles?
-
Si, soy yo.
-
¿Es Usted mi
ginecólogo favorito?
-
¡Jane
Chesterplace! ¿cómo estás? cuanto tiempo sin oírte.
-
Si, me tienes que
perdonar pero tuve una pequeña depresión y me aconsejaron que me fuera una
temporada al campo y me fui con una tía mía a su casa que está cerca de Oxford
y acabo de llegar esta misma tarde.
-
¿Pero en Oxford
no hay cobertura?
-
Supongo que si,
pero dejé el móvil en casa por prescripción facultativa y hasta hoy no lo he
recuperado.
-
¿Te fuiste por
voluntad propia u obligada por tu padre?
-
Un poco por los
dos yo creo ¿porqué lo preguntas?
-
No se – me cambié
de mano el teléfono mientras apoyaba mi cabeza en la almohada – puede que sea
una tontería pero tenía la impresión que estábamos muy a gusto juntos y a lo
mejor a tu padre no le pareció la mejor compañía
-
¡Que mal pensado
eres! – escuche una sonrisa que parecía sincera a través del auricular- sabes
que mi padre te adora.
-
Eso es verdad.
Bueno ¿que tal estás?
-
Fenomenal – en su voz se notaba que estaba
pasando por un buen momento – estos días me han venido de maravilla para pensar
en muchas cosas y valorar las que estoy haciendo bien y las que estoy haciendo
mal. Pero ya sabes que el ser humano, no solamente el hombre, es el único que
tropieza dos veces en la misma piedra.
-
Me lo vas a decir
a mi y precisamente hoy.
-
¿Que te ha
pasado? – Jane yo creo que se imaginó que estaba enfermo o algo parecido porque
en cuanto le expliqué mi discusión se quedó mucho mas tranquila.
-
Por eso no te
preocupes – a través del teléfono me pareció percibir una caricia – si hace
falta se lo digo a mi padre y lo arregla.
-
No te creas que
es tan fácil.
-
¿Que estás
haciendo?
-
Nada
-
¿Te apetece tomar
una copa?
-
Bueno, pero
tardaré un poco en llegar.
-
No hay problema.
¿Te parece bien en el Ireland?
-
Muy bien. ¿en una
hora?
-
Perfecto
-
Hasta luego.
-
Adiós.
El
Ireland era un club exclusivo en el centro de Londres. La entrada estaba
rigurosamente prohibida a los que no fueran socios y un vigilante jurado se
encargaba que se cumpliera la regla de manera estricta. Jane y yo habíamos ido
en varias ocasiones por lo que no tuve que dar ninguna explicación. Entré
directamente desde el parking y enseguida fui atendido por Charles Roy, el
jefe, quien se hizo cargo de mi abrigo que se lo entregó a una camarera y
-
Doctor Cubiles, bienvenido como siempre al
Ireland
-
Muchas gracias
-
La Srta.
Chesterton le está esperando – Se hizo a un lado y con un gesto de su mano
derecha me invitó a acompañarlo – venga conmigo si es tan amable y le indico la
mesa.
El
Club privado Ireland era un ejemplo de cómo vivían algunos privilegiados de la
clase alta que alternaba por la capital del Reino Unido. Lo primero la
escalinata de un mármol procedente de Italia con una antigüedad de casi
trescientos años con una impecable alfombra roja. Una luz procedente de un
techo alto provisto de una lámpara inmensa realzaba todavía mas su
majestuosidad. Dos espejos enormes situados a ambos lados parecían jefes de
ceremonia dando la bienvenida a los socios. A continuación un patio cubierto
con columnas traídas de algún país lejano con una luz que cambiaba según las
inclemencias del tiempo. Unos sensores situados por fuera hacían aumentado o
disminuyendo la potencia de los haces de luz que el patio pareciera que siempre
era de día. Algunos frontales de flores decoraban el inicio de las columnas y
en el centro varias mesas rodeadas de sillones coloniales le daban el aspecto
de cualquier patio del viejo Egipto.
Unos
camareros vestidos rigurosamente de smoking con guantes blancos se paseaban
lentamente entre las mesas distribuyendo copas de champan y en su caso algunos
combinados que fuesen pedidos por los señores que en grupos espaciados por todo
el recinto mantenían animadas conversaciones. Un pasillo largo con paredes
tapizadas en rojo nos adentraba un poco mas en el amplio pub. A los lados
cuadros donados por algunos socios, algunos con sus propias caras y otros de
paisajes de cualquier parte del mundo entre los que destacaba un Cézanne y una
copia por lo visto muy valiosa de un Van Gogh que daba paso a un café con una
barra de latón en un lado, con sus correspondientes grifos de diferentes
cervezas, mesas por todas partes y camareros con enormes mandilones blancos.
Desde el fondo de ese salón, Jane me saludó con una sonrisa. El maitre se
despidió, nos deseó una muy buena tarde y llamó a un camarero para que, como
siempre, nos sirviera un zumo de naranja para ella y un whisky en vaso bajo
para mi.
Jane
estaba realmente radiante. Era una mujer muy joven con pelo corto rubio muy
bien tratado, una expresión de cara que demostraba su felicidad, iba vestida
con un conjunto amarillo compuesto de un jersey de cuello redondo, una chaqueta
del mismo color, una pequeña cadena que transitaba a través de su pecho y terminaba
en una especie de piedra grande de color azul azabache engarzada como en dos
anillos. Pantalones oscuros y zapatos de tacón muy alto que realzaban aun mas
un tipo delgado pero atractivo. Según me acercaba a la mesa se levantó y me dio
dos besos en las mejillas. Se notaba que estaba feliz de verme, son cosas que
se notan, lo mismo que me pasaba a mi, supongo. Nos sentamos, nos trajeron lo
que habíamos pedido y estuvimos mas de dos horas hablando. Para mi ese tiempo
fue como si me hubieran dado cinco tranquilizantes y estuve francamente muy a
gusto. Al principio, parecía como si ella quisiera justificarse por haberse ido
sin ni siquiera darme una explicación, pero, por otra parte yo creía que no
tenía porqué dármela, al fin y al cabo yo era “su ginecólogo” y las pocas veces
que la había visto había sido siempre, excepto el día que conocí a su padre y
algunos pocos mas, en plan profesional. Se notaba, para que negarlo, que entre
los dos había “feeling” que dicen por aquí. Jane era una chica joven, muy simpática,
con una educación a prueba de bombas, que había decidido vivir la vida por su
cuenta sin depender de su padre, lo cual tenía mérito porque se veía que en
aquella casa había mucha historia y por supuesto mucho dinero. El padre
necesitaba compañía y si la hija
estuviese dispuesta a dársela, seguro que a cambio recibiría todo para vivir
como una reina hasta el final de sus días, pero ella no parecía estar por la
labor y la explicación que me estaba dando, que había tenido una depresión y se
había ido a no se donde, no era en ningún caso la verdad. Se habría ido porque
era así y tendría ganas de separarse un poco de su padre, pero de depresiones
nada de nada
-
¿O sea que no te crees que he estado
deprimida? – preguntó mirándome fijamente a los ojos a través del cristal de la
copa de zumo de naranja.
-
¿Yo?- puse cara
de sorpresa mientras terminaba mi primer whisky – Todavía no he dicho
absolutamente nada, o sea que no se de donde sacas que no me creo lo de tu
depre. Si tu lo dices será verdad. Lo que si que es cierto es que te has curado
muy rápido
-
No me mientas,
mírame a la cara – la miré pero como sin interés – no te lo crees.
-
Vamos a ver Jane
– ella no me quitaba la mirada de encima como si fuera a escuchar el gran
consejo. De vez en cuando, con un gesto que repetía cada dos por tres, se
echaba el pelo para atrás y a continuación se palpaba la nuca dándose un
pequeño masaje – no se si has caído que soy Médico y aunque no soy psiquiatra
un poco si que se de esa enfermedad y por lo tanto no puedes pretender que me
crea que has tenido una gran depresión y al mes estés completamente curada. Eso
sería un milagro y en Medicina desgraciada o afortunadamente hay muy pocos
milagros por no decir que ninguno y por eso la verdad es que no me lo creo.
Otra cosa es que quisieras estar sola unos días o sabe Dios que, pero enferma
seguro que no.
-
¿Quieres saber la
verdad?
-
Si me lo quieres
contar, por mi encantado, pero no te sientas obligada conmigo.
Jane
se detuvo unos segundos dando vueltas a su zumo con una pajita que terminaba en
una especie de culebra y después se quedó mirando al fondo del salón. Tenía la
impresión que no sabía como empezar y traté de ayudarla
-
Parece que se trata de una cosa muy importante
para ti ¿es así?
-
Tan importante
que puede cambiar mi vida - Jane se volvió a quedar como si por su mente
estuvieran pasando imágenes del futuro – no se por donde empezar
-
¿Quieres que te
lo diga yo? – me puse en plan Robert Redford – te estabas enamorando y decidiste irte por ahí a pensar. Por una
parte te apetece continuar con esa persona, pero por otra se te rompen todos
tus planes etíopes y encima si te quedas, aunque no quieras, tienes que vivir
con tu padre y eso no es muy buena idea para ti.
Jane
me miraba entre sorprendida y asustada. Por un lado sabía que éramos buenos
amigos, pero tampoco había tenido tanto tiempo para conocerme. Por eso estaba
sorprendida ¿por qué sabía yo que se estaba enamorando de mi si prácticamente
nunca habíamos hablado de cuestiones personales? ¿No tendría algún tipo de poder
o lo que fuera para saber lo que estaba pensando?. Desde mi asiento percibía
perfectamente su estupor ante lo que estaba oyendo. Parecía, el brillo de sus
ojos la delataba, que me había adelantado a todo lo que pensaba decirme y le
estaba ahorrando el trabajo y eso que llevaba días y días dándole vueltas de
cómo encontrar la mejor manera de planteármelo y yo se lo estaba poniendo en
bandeja. Es verdad, negar la evidencia siempre es una tontería, podría decirse
que la doblaba en edad y por tanto tenía bastante mas experiencia de la vida,
pero muchas veces eso no es suficiente. También es verdad que los dos, igual
uno que el otro, habíamos tenido experiencias extremas en los últimos años y
eso puede contribuir en algún caso a que se produzca una acercamiento e incluso
que apareciera por ahí, sin saber porqué, una pequeña semilla de amor que a
base de regarla se podría convertir en una planta perfecta para toda la vida,
pero era muy pronto. Ella tenía la experiencia de Etiopía, que supongo que será
de las que te marcan para toda la vida y encima volvía, si es que volvía porque
no lo tengo nada claro, con una niña preciosa, hija de un Médico casi
desconocido para ella al que le había perdido la pista desde el momento que le
comunicó que estaba embarazada. Seguro que habría pasado por épocas muy
difíciles, que se yo, por ejemplo decírselo a su padre, o el parto mismo y eso
te tiene necesariamente que hacer crecer como mujer. Efectivamente eran pocos
años pero muy vividos y eso le podía permitir ¿por qué no? tener una idea clara
de la vida que quería tanto para ella como para su niña casi recién nacida.
En
cuanto a mi no puedo decir, porque sería una chulería por mi parte que mis
experiencias hubieran sido parecidas a las suyas ni mucho menos. Cierto que me
tuve que marchar de Madrid a Londres, pero no es ni parecido que a Etiopía, al
fin y al cabo yo había ido con un buen contrato y lo único que dejaba atrás era
la familia, bastante es pero mas es dejarla y encima irte a un país en donde
por no haber no había ni agua. Ella tuvo una niña, no se si deseada o no, pero
la tuvo y yo me separé de mi mujer y todavía no se muy bien el motivo. Lo he
pensado millones de veces y llegué a la conclusión, hace ya algunos meses, que
la culpa fue única y exclusivamente mía. Podía justificarme como quisiera pero
al final, el que se separó fui yo. Eso si, me puedo buscar mil y un motivos e
incluso algunos los provoqué para justificarme todavía mas, pero en el fondo,
muy en el fondo, yo se y no me preguntes porqué, pero yo se que soy un egoísta
y solo pensé en mi. De estar a todas horas con ella, pasé a vivir en una ciudad
desconocida para mi, en una Clínica donde solo iban personas mas o menos
famosas con un nivel de vida muy superior al que había tenido yo nunca y por si
todo eso fuera poco me subieron el sueldo una barbaridad y en ningún caso me
plantee que Carmen se vinieran a vivir conmigo que es lo que tenía que haber
hecho y eso se llama egoísmo, se mire por donde se mire. Si en ese mismo
instante hubiera decidido juntarnos toda la familia, ahora las cosas serían
diferentes, pero claro primero el parto de Jane que fue como un antes y un
después de mi vida en Londres, luego mi relación con Sally, la enfermera Jefe
que si, puestos a justificar está muy bien para todo lo que sobrevino después,
pero hubiera sido el momento de decir, lo siento, yo estoy casado, una noche
loca la puede tener cualquiera pero al día siguiente tenía que haberlo dejado
sin mas y sin embargo no lo hice ¿por qué? no se como explicarlo porque seguro
que no es una sola razón si no muchas que se van uniendo en el tiempo. Lo fácil
sería decir que se acabó el amor con Carmen el mismo día que conocía a Sally,
pero no fue así. Yo no creo en el flechazo, lo siento se de mucha gente que
piensa lo contrario y por supuesto la respeto, pero yo no creo. Si que creo en
una primera atracción, eso si, claro que a cualquiera le puede pasar en la
vida, pero si uno no le dedica tiempo después, ese amor se evapora como por
arte de magia y yo no tuve el valor de irme sin mas posiblemente por aquello de
entrar en un círculo exclusivo de la capital del Reino Unido al que ya me iba
acercando desde mi amistad con el padre de Jane, pero que en ese momento era
una oportunidad mas y seguro que también porque la propia vanidad te insta a
seguir adelante. Dejé de ser un Medico de Guardia normal y corriente, para
convertirme en el Médico de Guardia preferido de la Dirección y eso significaba
un paso importante en mi carrera. Si, todo muy bien, pero el que se quedó sin
familia, supongo que por todos estos motivos fui yo, menos mal que Carmen, en
un gesto que demuestra como era, inculcó en mis hijas que no había sido yo el
culpable. Se acabó el amor y se acabó. Con lo cual yo perdía a mi mujer con la
que llevaba casado veintitantos años, pero continué viendo con cierta
frecuencia a mis hijas y eso dentro de lo malo me reconfortaba bastante. Luego
vinieron otros amores, pero ya fueron diferentes, ya eran por demostrarme a mi
mismo que sería capaz de enamorar a fulanita o a menganita pero sin mayor trascendencia.
-
Andrés, Andrés ¿te has dado cuenta que estoy
aquí? – Jane me sonreía desde el otro lado de la mesa – y que me has dejado a
medias.
-
Perdona, pero se
me había ido la cabeza – contesté como despertando de un sueño
-
Bueno, bueno – la
chiquilla que me miraba se había transformado en una mujer hecha y derecha y en
su cara ya no había brillo juvenil sino ansiedad por conocer el fin de la
historia – no conocía esa faceta de tu personalidad y la verdad es que me
sorprende
-
No lo entiendo –
llamé al camarero y le pedí otro whisky – hemos hablado cuatro veces en nuestra
vida y ya te sorprende mi personalidad. Tiene gracia – con mi sonrisa trataba
de quitarle hierro a una situación que sin querer se estaba volviendo un poco
tensa – yo me considero una persona sin dobleces, simpático, tirando a mayor,
que va por la vida tratando de no meterse con nadie y sin embargo la gente que
no me conoce o me conoce muy poco, habla de mi como si me conociera de toda la
vida. Ahora eres tú, pero antes ha sido el Dr. Taylor, el Cirujano Plástico de
la Clínica y yo que procuro no meterme con nadie sin querer llevo un día que si
lo se no me levanto.
-
Creo que no me
estás entendiendo – Jane esta vez se puso muy seria – no sabía que fueras un
Don Juan, un conquistador, un hombre que enamora a algunas mujeres con su
mirada. No se porqué pero creía que eras como mucho mas normal y no con esa
chulería que no te pega nada.
-
¿Ves como no me
conoces? –esta vez fui yo el que le puse mi mano derecha encima de la suya –
estoy tratando de facilitarte las cosas y supongo que te habrás dado cuenta que
yo también estoy hecho un mar de dudas y que a lo mejor lo que tú consideras
como una postura así como muy prepotente es mas timidez que otra cosa o a lo
mejor ni siquiera timidez sino el no tener las cosas claras y de verdad Jane
eso es lo que me está pasando a mí en estos precisos instantes. Hoy ha sido un
día muy malo para mí y tú llamada no te puedes imaginar la ilusión que me ha
hecho porque se que tú eres una persona en la que se puede confiar y por eso,
solamente por eso, es por lo que no hoy no quiero tomar ninguna decisión que
seguro sería precipitada. Para mi lo mas fácil sería ahora mismo decirte que te
quiero y que me encantaría que siguiéramos con esta relación hasta donde
llegue, pero sería mentirte y ya estoy harto de mentiras. Ahora mismo estamos
hablando aquí tranquilamente y mañana, porqué no, me puede llegar una carta del
Ministerio del Interior que por indicación del Colegio de Médicos debo
abandonar el país en menos de cuarenta y ocho horas y tu yo que hacemos ¿te
vienes conmigo a España o me voy yo contigo a Etiopía? ¿no comprendes que no es
el mejor momento para plantear nada?
-
¿Tan grave ha
sido tu discusión con el Dr. Taylor como para llegar a ese punto?
-
Yo creo que no,
pero la realidad es que me ha amenazado con un expediente y ya sabes que eso
para un emigrante es tanto como decirte que te va a mandar a freir puñetas.
-
No te preocupes
Andrés, por favor – esta vez fue ella la que tomó mis manos entre las suyas –
mi padre tiene mucha influencia y seguro que lo arregla
-
¿Y si no lo
arregla que? ¿quién es mas importante para la Clínica el Dr. Taylor o yo?
-
Para la Clínica
no lo se – me miró con unos ojos en los que se apreciaba sinceridad – pero para
mi, tú.
-
Ya, me parece muy
bien pero ¿sabes una cosa? – ahora si que prestó mas atención porque se
imaginaba que lo que venía iba a ser importante – hasta ahora he sido un
egoísta y quiero dejar de serlo porque yo no era así y no me gusta nada el giro
que está tomando mi vida
-
¿Y yo que tengo
que ver en todo eso? – preguntó con curiosidad
-
Tienes que ver y
mucho porque lo fácil para mi sería decirte que eres la mujer de mi vida, que
te quiero mas que a nadie y no se cuantas cosas mas, ir a decírselo esta misma
noche a tu padre y mañana cuando le llegue el lío de la Clínica su
predisposición sería diferente y cuando se arregle, te llamo un día y si te he
visto no me acuerdo ¿crees que eso estaría bien?
-
Estoy segura que
tú nunca harías eso
-
Si todo lo
ocurrido hubiera sido hace años, seguro que no, pero ahora – me bebí el whisky
casi de un solo trago – no estoy tan seguro. Cuando me vine para aquí toda mi
ilusión era volver cuanto antes para estar con mi familia y disfrutar de mi
mujer y mis hijas, con un poco mas de dinero y con fuerza para volver a
empezar, pero después de estos años me doy cuenta que he cambiado completamente
y no quiero. Bastante he destrozado mi vida como para destrozármela un poco mas
y encima tú por el medio.
-
¿Sabes una cosa?
– Jane me soltó las dos manos y se levantó con decisión – ahora mismo tú y yo
nos vamos a ir a bailar a una discoteca que conozco y donde no se puede hablar
de nada porque en la pista hay un ruido que no hay quien lo aguante y mañana
será otro día ¿te gustan los ritmos
caribeños?
Llamamos a un taxi y después de un cuarto de
hora, casi sin hablar, llegamos a la famosa discoteca y juro por mis hijas que
porque iba con Jane que si por mi fuera ni siquiera me acerco. Estaba situada
en una amplia avenida muy cerca del Támesis, algo alejada de los bloques de
casas que se veían unos cientos de metros mas allá. Un amplio parking rodeaba
la entrada que se encontraba bloqueada por cuatro o cinco porteros de
discoteca, elegantemente vestidos con aspecto de sudamericanos que decidían
quien entraba y quien no. En nuestro caso debían de conocer a Jane porque no
nos pusieron ninguna pega y bien que lo sentí porque el ruido que había en el
interior era tremendo. Es cierto que yo no soy muy habitual en estos lugares,
pero las pocas veces que había ido en mi vida nunca había estado en ninguno
tan, como diría yo, mareante puede ser una manera de definirlo. Era un local
grande, muy grande, con una especie de luces, supongo que sería el famoso rayo
laser, que de vez en cuando se paseaba como indiferente por las cabezas de jóvenes
que se movían al mismo ritmo. La música era absolutamente atronadora y de la
mano de Jane, que a cada paso me miraba como intentando adivinar que pensaba en
esos momentos, llegamos a una barra donde se agolpaban los que no bailaban, que
eran los menos, pero suficientes como para tener que esperar unos cuantos
minutos hasta que nos atendió una chica, muy mona eso si, que debía ser amiga
de Jane porque con una simple seña nos sirvió. Cuando iba a pagar Jane me
indicó que ella y por lo tanto sus amigos no pagaban o eso me pareció entender
porque no había quien oyera nada. En una servilleta, que todavía conservo entre
los apuntes de aquella época escribió “no te preocupes, bailamos un rato y nos
vamos”
La
edad media de todos los que se movían en aquella discoteca podría ser, como
mucho, de unos veinte años, todos sudorosos, con el deseo reflejado en las
caras de unos y otros. En el centro bailaban los de siempre, aquellos que viven
mas tiempo en ese ambiente que trabajando en cualquier oficina de la City londinense.
Para ser miércoles estaba de bote en bote ¿qué pasa que toda esta gente no
trabaja? le pregunté con la mirada a Jane que se movía lentamente mientras
saboreaba su copa y no me perdía de vista ni un momento. Tantas cosas habían
ocurrido ese día que lo que de verdad me apetecía era ir a algún lugar
tranquilo, con la música mas de ambiente que otra cosa, pero aquí estaba y no
me quedaba mas remedio que moverme un poco, aunque demostraba que mis
conocimientos de bailar eran casi nulos. Por mi cabeza seguían pasando los
acontecimientos del día y lo único que tenía ganas era de sentarme y salir de
aquel ruido. Yo pensaba ¿que hago aquí? No era un habitual en este tipo de
sitios y mucho menos desde que vivía en Londres y desde siempre pensaba que
aquello era de gente joven. No se por qué pero pensaba que estaba haciendo el
ridículo y eso me limitaba y por si todo eso fuera poco, bailaba francamente
mal. Bueno, pues en esas andaba, tratando de disimular mi pésima manera de
entender la salsa cuando desde los altavoces una voz atronadora decía, como si
yo fuera un líder mundial de alguna cosa “demos la bienvenida a nuestra casa al
Dr. Cubiles, un gran Cirujano Plástico español que viene acompañada de nuestra
queridísima Jane Chesterplace. Un aplauso para ellos y sigamos bailando” el
sonido volvió a ser aterrador y por fin el rayo de laser que estaba sobre
nuestras cabezas, se desplazó hacia otro lugar. Aprovechando ese momento de
oscuridad, literalmente, arrastré a Jane de la mano y la hice salir sin esperar
ni medio minuto mas. Por fin podía respirar.
El
taxi nos llevó hasta casa de Jane y cuando ella me ofreció subir a su casa a
tomar una copa, yo respondí que justo ahora no era el momento mas adecuado.
Espera que se resuelvan todos los temas pendientes y hablamos. Abrió la puerta
y la cerró dando un portazo sin dedicarme antes un adiós indiferente y de
indicarme con alguna lágrima que no era capaz de entenderme. Si ella supiera
que no me entendía ni yo mismo seguro que se hubiera subido a su piso mas tranquila,
pero no me encontraba en situación de acompañar a nadie y mucho menos a Jane
porque precisamente los hechos que esperaba que se desarrollasen de una
determinada manera y con todo bien aclarado y nunca mejor dicho que a su debido
tiempo, todavía no estaba nada claro y mi cabeza era un hervidero de ideas que
lo mismo se dirigían a un lugar que cambiaban de objetivo en un segundo. Me
costó trabajo decirle que no subía pero las cosas son como son, tenía muchas cosas para pensar y no quería
precipitarme o sea, que el final de ese día que lo mejor hubiera sido que me
quedase en la cama fue que el taxi me dejó en mi casa, me tomé dos vodkas, que
fue lo único que encontré a mano, me tumbé pensando que al día siguiente
tendría noticias del Dr. Taylor y a pesar que estaba convencido que esa noche
me tocaba duerme vela, me quedé dormido como un bendito a los pocos minutos y
estuve durmiendo durante, por lo menos, diez horas. “Mañana será otro día” fue
lo último que recuerdo.
CAPITULO
21.-
El
refranero popular español es sabio y en mi caso todavía mas. Eso de que Dios
aprieta pero nunca ahoga se cumplió a pesar de mis malos augurios y ahora
pienso, cuando ya ha pasado todo que tuve mucha suerte y desde luego esta vez
si que puedo asegurar que fue sin buscarla. Como me pasaba casi siempre, me
había adelantado a los acontecimientos y me había puesto en lo peor cuando
luego todo sucedió de manera absolutamente distinta.
A
los pocos días de mi enfrentamiento dialéctico con el que había clasificado
como el endiosado Dr. Taylor, yo estaba libre y como no me apetecía salir,
llovía como siempre pero esa tarde hacía bastante frío, me senté en la
biblioteca de la Clínica con la idea de repasar una charla que tenía que dar en
la Universidad de la que dependíamos y que no era especialmente complicada
porque los principios básicos de la Cirugía Plástica era como el abc para mí,
pero tenía que ordenar algunas fotos en el ordenador y hacer algunos carteles
para interponer y hacer mas amena esa presentación. Era de esos días en que
estaba bastante aburrido tanto que había intentado cambiar la guardia, pero al
que le tocaba ya estaba allí y no le merecía la pena irse a su casa. Estaba
triste, me preguntaba que hacía yo en aquel país, todo el día lloviendo, tenía
amigos pero no tan íntimos como para llamarles y con la única que tenía
realmente amistad era con Jane Chesterplace, pero estaba justo en un momento
delicado y no tenía mayor interés en aparecer por su casa para contarle mis
penas. Y si me hubiera quedado en España ¿Qué hubiera pasado? Posiblemente me
precipité y podría haber aguantado un poco mas y seguiría con Carmen porque de
lo que estaba seguro es que la separación se produjo por la distancia, hubiera
visto crecer a mis hijas y no recibirlas ahora cuando ya eran dos mujeres
hechas y derechas y hasta es posible que me hubiera recuperado y la consulta
podría haber vuelto a funcionar, poco a poco, pero ir mejorando. En fin, la
eterna pregunta que desde hacía años volaba sobre mi cabeza, ¿había hecho bien?
Con la de tiempo que llevo aquí todavía sigo igual que a los pocos meses de
llegar. Intenté repasar la charla con la única idea de olvidar y me di cuenta
que, hacía meses que no la había visto, que la charla era francamente buena,
sobre todo muy bien documentada, con unas fotos que impresionarían a todos
aquellos que no fueran de la Especialidad y estaba bastante bien estructurada.
Además, no es por presumir, pero desde hacía muchos años me habían enseñado a
hablar en público y lo hacía bastante bien. Era muy ameno y era consciente que
los asistentes mantenían la atención, entre otras cosas porque le daba la
importancia que tenían las diferentes técnicas, ni mas ni menos, pero tratando
de evitar que los que las oían pensaran que los Cirujanos Plásticos éramos una
especie de dioses que procedíamos de alguna constelación diferente. No lo creía
entonces ni lo creo ahora porque todo se aprende en la vida, es cuestión de
ganas, interés y constancia y el considerarse superior me parecía una forma
como otra cualquiera de perder el tiempo.
Justo
cuando terminaba con la última foto en la que se veía a un bebé rodeado por
todas partes de libros de la Especialidad y en la que a modo de final feliz
ponía algo parecido a que “lo mas importante es empezar a prepararse cuanto
antes mejor”, me llamaron por el altavoz de la biblioteca:
-
Dr. Cubiles, Dr. Cubiles, preséntese urgente
en el quirófano, por favor.
Era
una llamada extraña ¡para que me querían en el quirófano! Me levanté, cerré el
ordenador y le dije a la bibliotecaria que avisara que bajaba inmediatamente.
Por el camino seguía pensando en esa llamada pero no se me ocurrió pensar que
tendría que ver con el Dr. Taylor y
sinceramente nunca me pude imaginar lo que iba a ocurrir a continuación.
Cuando
llegué, no tardaría mas de dos minutos porque ni siquiera intenté bajar por el
ascensor y casi sin respirar entré en la planta quirúrgica. Aquello parecía la
guerra, todas las Enfermeras corriendo de aquí para allá, unas llevaban bolsas
de sangre, otras desplazaban un desfibrilador, otras pasaban con una mesa
repletas de sueros, mientras en una lateral del pasillo estaba tumbado en una
camilla el Dr. Porter, ayudante del Dr. Taylor, tan blanco como la pared, con
un suero en su antebrazo izquierdo y una mascarilla de oxígeno adaptada a su
boca y nariz. Me quedé mirándole un segundo y casi sin solución de continuidad,
una Enfermera me empujó, al principio pensé que con violencia pero enseguida me
di cuenta que era con determinación
-
Lávese por favor
y échele una mano al Dr. Taylor.
-
Pero ¿qué pasa? –
pregunté mientras me ponía un pijama de quirófano y me ajustaba un gorro y una
mascarilla.
-
Una paciente de
veinte años a la que estaban operando se ha puesto a sangrar y no hay manera de
cohibir la hemorragia. Lleva por lo menos diez bolsas de sangre y no hay manera
que remonte.
-
¿De que la están
operando?
-
Creo que es un
recambio de prótesis, pero no estoy segura y encima a su ayudante, el Dr.
Porter le ha dado un mareo y está por ahí tumbado
-
Vaya panorama –
comente mientras continué con el cepillado de mis manos siguiendo la práctica
habitual – y ¿ha sido el Dr. Taylor el que me ha llamado?
-
Si – la Enfermera
me miró nerviosa – yo creo que no sabe como superar el problema, me parece que
ahora mismo está bloqueado.
-
Bien, dígale que
en un minuto estoy con él.
-
Gracias Doctor,
se lo digo ahora mismo.
Terminé
de lavarme y empujando la puerta del quirófano con un pié, me puse una bata
estéril que me presentó la Enfermera Instrumentista al igual que unos guantes y
me acerqué a la mesa de quirófano en el mismo momento en que el Anestesista se
asomaba desde la cabecera de la paciente
-
John, por Dios, haz lo que sea pero que deje
de sangrar porque la paciente se nos va. Lleva nueve bolsas de sangre y la
tensión cada vez es mas baja.
-
Buenas tardes –
tomé una compresa con mi mano derecha que me ofreció la Enfermera mientras miraba al Dr. Taylor que estaba
sudando copiosamente y puedo decir que me dio verdadera pena porque se
apreciaba que la situación le superaba ampliamente.
-
Necesito su
ayuda, por favor – que diferencia de aquel Cirujano que hace unos días me
llamaba Médico de Guardia con desprecio, españolito de no se que etc..etc.
Ahora apreciaba un hombre aterrorizado, yo diría que a punto de darle un
infarto, temblaba como un principiante y mi reacción fue mirarle un segundo y
sin hacer preguntas hacerme cargo de la situación. El suelo estaba hasta arriba
de compresas llenas de sangre, en el campo quirúrgico las gasas estaban por
todas partes y lo primero que hice fue pedir una compresa limpia, apretar con
las dos manos la mama sangrante y sugerir que alguien limpiara mínimamente el
suelo, cambiar todos los paños, exigirle a la enfermera que limpiara el
instrumental y solicitar colaboración.
-
Es necesario
mantener la tranquilidad. – miré al Anestesista solicitando permiso para
continuar, pedí un separador de pala ancha - Animo que entre todos lo vamos a
solucionar - Amplié la incisión lo que nos permitía tener un campo de visión
mayor, introduje el separador y con un aspirador comencé lentamente a coagular
primero por la parte mas superficial y fui avanzando lentamente mientras el Dr.
Taylor separaba lo mas posible y apretaba el tórax de la paciente. Parecía que
sangraba algo menos, pero todavía permanecían varios vasos sin coagular. Con
paciencia seguí coagulando y una vez que le indiqué al Dr. Taylor que separase
mas y dejara de comprimir fue él mismo el que apreció una vena de importante
calibre por la que salía abundante cantidad de sangre. Procedía del músculo
pectoral y lo fácil hubiera sido intentar cogerla con alguna pinza y coagularla
pero era bastante gruesa y lo que procedía era intentar disecarla bien y
tranquilamente realizar una ligadura con una seda para evitar que volviera a
sangrar. Con unas tijeras y una pinza conseguí liberarla lo suficiente para con
un pasador de hilos realizar una ligadura a cierta distancia. La cara del Dr.
Taylor cambió por completo y pareció animarse al igual que la del anestesista
quien comentó que iba subiendo lentamente la tensión. Sin embargo y cuando
parecía que la situación estaba controlada, la paciente volvió a entrar en
picado y tuvimos que ampliar todavía mas la incisión cutánea y encontrar, menos
mal que la encontramos casi por casualidad, otra vena justo en el extremo de la
incisión que también sangraba abundantemente. Misma operación que con la vena
anterior y después de revisar varias veces toda la zona pudimos observar con
enorme alegría que la paciente había dejado de sangrar. Por si acaso le puse
tres drenajes con aspiración, aunque ya teníamos la certeza que no sangraría
mas porque por fin habíamos conseguido cohibir la hemorragia. A pesar de estar
seguros, el Dr. Taylor insistía que por fin se había resuelto el problema, yo
creo que lo que quería era desaparecer de allí lo antes posible, estuvimos durante
por lo menos veinte minutos apretando la zona sangrante y después de todo ese
tiempo, ya si que di por finalizado el problemón de un sangrado tan importante.
Por planos, empezando por el plano muscular, el mas profundo, comencé a cerrar
la incisión quirúrgica
-
Si le parece, le pongo yo la nueva prótesis,
le cierro todos los planos con hilos reabsorbibles y al final le hago una
intradérmica a la piel
-
Me parece
perfecto – contestó el Dr. Taylor.
-
Lo mejor es que
se vaya a tomar un café, se relaje y mientras entre la Enfermera y yo
terminamos la intervención
-
De acuerdo pero
¿seguro que no le importa?
-
Como me va a
importar – le miré otra vez – al revés creo que le vendrá muy bien y cuando esté acabando le aviso para que vea
el resultado final.
-
Muy bien. Muchas
gracias – El Dr. Taylor se quitó la bata y los guantes apreciándose que tenía
toda la parte de atrás del pijama como si hubiera salido en ese momento de la
ducha y se acercó a ver como se encontraba su ayudante que ya estaba sentado en
la camilla aunque todavía blanco como la leche.
Con
ayuda de la Enfermera Instrumentista terminé la intervención no sin antes asegurarnos que no había sangre
por ninguna parte y avisamos al Dr. Taylor para que apreciara el resultado
final. Para mi la prótesis era algo grande, pero debía ser lo que había
solicitado la paciente porque el Cirujano se mostró muy satisfecho del aspecto.
-
Muy bien Dr. Cubiles
– me pareció que lo decía verdaderamente de corazón – ha hecho una intervención
perfecta y el resultado final no puede ser mejor ¿no le parece?
-
Si, - contesté
sin dejar de mirar las mamas de la mujer – quizá la prótesis de la mama derecha
un poco grande de mas, pero si, el resultado es francamente bueno.
-
A mi también me
parecía que era bastante exagerada, pero después de todo lo sucedido, le viene
muy bien y como ya estaba avisada lo que haremos es un pequeño retoque en la
otra mama cuando pase algo de tiempo.
-
Si – sonreí por
debajo de la mascarilla tratando de rebajar la tensión – porque si le decimos
ahora al Anestesista que vamos a retocar la otra mama puede ser que le de un
infarto
El anestesista que todavía permanecía a la cabecera de
la paciente insuflándole el oxigeno a través de una bomba manual me miró y
también se sonrió
-
No me va a dar ningún infarto porque en tres
minutos la paciente espero que esté completamente despierta que por hoy ya está
bien de sustos y por supuesto que la
intervención ha finalizado, por lo menos por mi parte
Moviéndola lo menos posible y ayudados por dos
celadores le pusimos un vendaje compresivo y se trasladó a la paciente
anestesiada a la UVI para que allí continuaran con el proceso de despertar que
había iniciado ya en el mismo quirófano. Mientras me lavaba cuidadosamente como
era práctica habitual después de cada cirugía, apareció la Enfermera
Instrumentista todavía con la impresión reflejada en su cara
-
Menos mal que ha venido Dr. Cubiles, porque la
situación era desesperante y para colmo va el D. Porter y se cae como un saco.
Yo creo que la tensión le pudo y se mareó como una cuba.
-
Si – le dediqué
una mirada tranquilizadora – me imagino la situación porque a mi me pasó una
vez lo mismo y se pasa fatal y eso que en aquel momento, me acuerdo que
estábamos haciendo una lipectomía a un auténtico gordo, pesaba cerca de 130 kg,
y los dos ayudantes permanecían en medio de la tempestad sin marearse pero son
situaciones que desgraciadamente ocurren y menos mal que en los dos casos se
pudieron resolver porque hay bastantes que no pudieron aguantar la hemorragia y
a pesar de bolsas y bolsas de sangre, al final acaban falleciendo y eso si que
debe ser terrible. Para la familia por supuesto, pero para el Cirujano también
debe ser una situación muy difícil.
-
Si – la Enfermera
cada vez mas tranquila se dedicó a hablar para soltar toda la tensión que había
acumulado en esas escasas tres horas de cirugía – a mi ya me pasó otra vez y
todavía tengo el susto en el cuerpo.
-
¿También fue por
un tema de estética?
-
No, no – la
Enfermera me ofreció una toalla – era una paciente muy mayor haciéndole un
bypass y la pobre falleció a pesar de los esfuerzos de todos nosotros.
-
Claro – contesté
mientras me secaba – yo no se si es por causa de los Cirujanos o por quien sea
pero la verdad es que un quirófano es un quirófano y siempre hay un riesgo que
me da la impresión que en muchos casos no se explica lo suficiente, aunque
también es verdad que si se dijeran todas las cosas que te pueden ocurrir lo
mas seguro es que no se operasen ni la mitad de los pacientes.
-
Es cierto, pero
nos evitábamos estos malos ratos
-
Si, pero los
Cirujanos también tenemos que comer ¿no te parece? – a esta enfermera la había
visto alguna vez por la Clínica y la verdad es que estaba bastante bien por lo
que aprovechando la ocasión no se me ocurrió mejor cosa que invitarla a cenar a
lo que me contestó con la clásica flema inglesa
-
Muchas gracias
Doctor, pero los maridos ingleses enseguida se inquietan si sus mujeres no
llegan a casa a su hora.
-
Lo siento, no era
mi intención molestarla – y poniendo cara de no haber roto un plato en mi vida
continué – en cualquier caso, muchas gracias por ayudarnos y espero que
descanse lo mas posible en compañía de
su marido.
-
Seguro que si –
contestó mientras me daba un beso en la mejilla – lo siento pero si hubiera
sido hace unos años hubiera aceptado encantada pero…...
El
Dr. Taylor estaba en la sala de estar de Médicos con un vaso de plástico con
café solo en su mano derecha cuando llegué con la idea de cambiarme de pijama.
Me senté en una silla a su lado y abrí una lata de Coca Cola que había tomado
de una pequeña nevera. No estaba seguro de cual iba a ser su reacción ante todo
lo ocurrido y realmente fue una pequeña sorpresa para mi. Me dio un pequeño
toque en el muslo y comentó
-
Muchas gracias, Dr. Cubiles, si no fuera por
Usted posiblemente la paciente hubiera fallecido.
-
Tampoco es para
tanto – bebí un sorbo de Coca Cola – son cosas que pasan.
-
Supongo que se
habrá dado cuenta, pero por primera vez en mi vida estaba absolutamente
bloqueado. Mire que me habré metido en
cirugías complejas en mi vida pero si quiere que le sea sincero, no pensaba que
hubiera algún vaso por ahí dando guerra, habíamos revisado la incisión varias
veces y mas bien me inclinaba por algún tipo de alteración de la coagulación y
estuve a punto de arrojar la toalla. Por eso le estoy muy agradecido.
-
No se preocupe,
para eso estamos. Me voy a duchar - Me
levanté y me fui a mi cuarto a cambiarme y a pensar un poco en todo lo
sucedido.
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