domingo, 5 de agosto de 2018

ASI FUE Y ASI PASO: CAPITULOS 18 Y 19








CAPITUL0 18.-

Durante casi dos años compartí mi vida en Londres con Sally Still. Vivía en el Hospital, pero una noche y otra también, cuando no tenía guardia, dormía en su casa. Fue una relación intensa, sincera, los dos sabíamos que aquello, antes o después, tendría un final. No se si fue por mi culpa o por Carmen pero nuestra relación matrimonial se fue deteriorando y lo que al principio eran llamadas prácticamente a diario a través de Skype, se convirtió en una llamada como mucho a la semana. Lo recuerdo como una época dura porque yo era consciente que tenía una familia en España, una mujer y dos hijas a las que quería con locura, pero habían pasado tantos meses que prácticamente me había olvidado de cómo eran. Carmen nunca podía venir a verme porque había encontrado un trabajo en un gabinete psicológico que le obligaba a permanecer todo el día pendiente de los asuntos que le pasaba su Jefe. Muchos sábados salía a cenar con los de su oficina y no me llamaba y aunque estés lejos sabes cuando una relación funciona y cuando no y esta era claramente de las que no. Carmen me daba un poco de pena, decir lo contrario sería negar la evidencia pero mas de un día después de hablar con ella pensaba que algún hombre la andaba rondando y no por situaciones concretas sino por pequeños detalles, pero yo también estaba con Sally por lo que sería muy injusto por mi parte plantear el problema directamente porque ella me mentía, estaba seguro, pero yo también a ella. Distinto eran las niñas que serían las principales perjudicadas si llegábamos a la conclusión que lo mejor era plantear una separación amistosa, pero ni Carmen ni yo dábamos el primer paso hasta que un día, precisamente el día que me renovaron el contrato en la Clínica, con un mas que considerable aumento de sueldo, salieron a la luz esas infidelidades por parte de los dos y ahí se terminó todo. Dejamos el asunto en manos de Abogados y a Carmen no la volví a ver en todo el tiempo que anduve por ahí. Las niñas vinieron a Londres a pasar algún fin de semana y posteriormente volvieron incluso a hacer algún curso completo, una vez que se acabó mi relación con Sally y decidí comprarme un apartamento en el centro de la ciudad. A través de ellas y después de algún tiempo supe que Carmen había rehecho su vida con su Jefe, un Psicólogo argentino, con el que incluso había tenido un niño.

El hecho de subirme el sueldo quizá fue el principio del fin de mi relación con la que seguía siendo la Jefa de Enfermeras de la Clínica porque disfrutaba de una situación económica desahogada que me permitió comprarme un apartamento y estaba tan cómodo allí que muchos días no la veía. De vez en cuando pasábamos un fin de semana juntos, visitando lugares maravillosos, pero a la vuelta cada uno a su casa. Por si esto fuera poco, conocí, por fin, al Cirujano Plástico de la Clínica que  me hizo una interesante propuesta para que le ayudara en su intervenciones quirúrgicas después de un incidente bastante desagradable lo que me permitió hacer menos guardias. Total que como diría un castizo se juntaron el hambre con las ganas de comer y al tener mi apartamento podía disfrutar de la presencia de mis hijas que venían a verme una vez cada dos meses mas o menos hasta que la mayor decidió quedarse todo un curso escolar con lo cual mis encuentros con Sally eran todavía mas espaciados. Perdí una  novia con la que fui absolutamente feliz, también perdí a Carmen,  la mujer de mi vida a pesar de todo, pero gané dos hijas. Fue una temporada muy difícil, en la que me replanteé muchas veces si me habría equivocado, cientos de horas robadas al sueño y en mas de una ocasión encendía el ordenador con la idea de a través de Skype intentar reconducir todo lo que había pasado, pero antes de conectarme pensaba en la posible respuesta de Carmen y ni siquiera lo intentaba. Tuve, porqué negarlo, bastantes problemas de conciencia. Con el tiempo que ha pasado todavía no puedo saber si fui yo el culpable pero lo que es evidente es que yo me fuí a vivir con Sally sin saber si Carmen había hecho lo mismo o no y en cualquier caso ¿quién era yo para justificarme y sin embargo acusarla a ella de algo que no estaba seguro?. Estos y otros muchos problemas de conciencia fueron los causantes de mi insomnio hasta que en una de las visitas de mis hijas, me confesó la pequeña que Carmen tenía un novio con lo cual mi conciencia parece que se quedó mas tranquila. Casi, casi llegué a convencerme que todas mis aventuras estaban justificadas. Si ella tenía un novio ¿cómo  no iba yo a salir con nadie?  Sin embargo otras noches transcurrían sintiéndome absolutamente culpable de todo lo ocurrido y me daban las seis de la mañana pensando que había sido un verdadero cabrón con mi familia. Claro que se podía justificar porque Carmen estaba lejos y nunca veía el momento de venir a verme, porque eso me venía muy bien para intentar conciliar el sueño, pero en el fondo sabía que mi manera de comportarme no había sido correcta. Al principio no entendía nada, tenía dinero y me podía permitir el lujo que mi mujer viniera algunos fines de semana a disfrutarlos juntos, pero ella siempre contestaba que tenía trabajo y que no era tan fácil irse un fin de semana así como así y con el paso del tiempo era yo el que ponía pegas, me inventaba alguna guardia para el día que ella podía y así tenía mas tiempo para estar con Sally. Total que después de darle muchas vueltas a la cabeza y realizar montones de consultas y firmar papel tras papel conseguimos “una separación amistosa” todavía no se si fue por mi culpa o por la suya o por los dos que tampoco es una opción a descartar, pero el caso es que cambió mi vida radicalmente.

Casi sin darme cuenta en poco tiempo me  había convertido en un Médico de Guardia de la Clínica con prestigio, un puesto en la Gerencia como asesor del Presidente que era el Sr.Chesterplace,  el ayudante del Cirujano Plástico, tenía dinero, un apartamento de lujo en el centro y al final estaba solo. Con las bromas llevaba en Londres casi tres años, mi separación era un hecho desde hacía por lo menos uno, pasaba bastante dinero a mi exmujer, entre otras cosas porque ella alegó en el juicio abandono del hogar, que era una verdad a medias. Era cierto que me había ido, pero en aquel momento mi ilusión era volver cuanto antes, pero el Juez no lo entendió así y le dió la razón a Carmen con lo que la cuota a pagar era bastante elevada, pero no excesiva para mi, porque lo que mi ex no sabía es que era ayudante del Cirujano Plástico y a pesar de ser inglés y presumir que pagaba todos los impuestos religiosamente, a mí me pagaba en negro. En el fondo me venía muy bien, porque yo ya tenía un buen sueldo en la Clínica y pagaba por esa cantidad, pero la otra, que era casi igual e incluso algunos meses mejor, no aparecía por ninguna parte y por lo tanto no tenía que declararla. Me pagaba en billetes y yo tenía una pequeña caja fuerte en mi casa donde iba acumulando todas esas cantidades y era un buen ahorro por si venían épocas peores.

   La historia del Dr. James Taylor, Cirujano Plástico de la Clínica y yo merece un capítulo aparte porque fue muy curiosa. En primer lugar debo dejar constancia que a pesar de vivir en la Clínica y pasarme en ella la mayor parte de mis primeros meses sin salir prácticamente, no conocí al Dr. Taylor hasta pasados por lo menos tres o cuatro meses. Alguna vez pensé en presentarme en el quirófano a verle operar pero mis propios compañeros me lo quitaban de la cabeza. Es un tipo muy raro, decía uno, otro que no dejaba entrar a nadie a verle operar para que nadie utilizase sus técnicas quirúrgicas, otro que era tan buen cirujano como tan mala gente y por último el chino me contó que él una vez entró y que lo primero que hizo fue ponerle una bata sin dejarle sacar las manos por las mangas porque, según le dijo, los mirones lo único que hacen es tocar todo y estorbar en un quirófano y por si eso fuera poco también le insinuó que si se mareaba que se saliera porque bastante tenía él con atender a su paciente como para tener que atender también a los aprendices. Total que me quitaban las ganas de conocerle hasta que un día sucedió que el destino nos puso frente a frente.

Me acuerdo como si fuera ahora mismo. Son de esas cosas que te pasan una vez en la vida, pero que te marcan como si estuvieran grabadas a fuego en el cerebro. Cuando lo recordaba me pasaba como con aquella paciente que me denunció hace años en Madrid y por la que tuve que ir a Juicio y me provocó tal desilusión que ahí se puede considerar el principio de mis problemas. Es posible que a otros, con una mentalidad diferente a la mía, aquel incidente hubiera sido un episodio mas en la vida de un Cirujano Plástico, pero a mí me supuso una tremenda depresión y desde aquello la consulta iba de mal en peor y al final ya se sabe que tuve que buscar trabajo en Inglaterra, me fue bien, yo diría que muy bien profesionalmente pero me costó el matrimonio, aunque no el cariño de mis hijas, lo que tenía que agradecérselo a Carmen que supo dejarles muy claro que entre ella y yo se había acabado el amor, pero que seguía siendo su padre y las quería igual que antes de la separación. Al principio la situación fue complicada, pero cuando vinieron a pasar temporadas conmigo entendieron que era verdad y que seguía siendo un buen padre y naturalmente un mal marido, pero aprendieron rápidamente que eran dos cosas absolutamente distintas. También es cierto que ya eran casi dos mujeres y razonaron bastante bien, aunque, de vez en cuando sobre todo al principio trataban de buscar alguna vía de diálogo para que la reconciliación pudiera hacerse posible, pero después de diferentes intentos vieron que era imposible y no lo intentaron mas.

Sabía por los diferentes profesionales que trabajaban en la Clínica que el Dr. Taylor, John para los amigos, era un tipo diferente. Había estudiado la carrera de Medicina en Oxford y se había hecho Especialista en Cirugía Plástica, Estética y Reparadora en el Hospital Hammesrsmith de la capital inglesa, siendo su maestro el profesor Romminger un viejo especialista conocido por su habilidad para la Cirugía Estética que a su vez, la había aprendido en Brasil. John Taylor comenzó su Especialidad en la Unidad de Quemados donde aprendió diferentes técnicas de cirugía reconstructiva y rápidamente se dio cuenta que su futuro estaba en la Cirugía Estética. Eso si, tenía muy claro que para triunfar tenía que ser uno de los mejores de la capital y por eso antes de abrir consulta se dedicó a visitar a diferentes Especialistas en las diferentes áreas de la Cirugía que había elegido y así estuvo cerca de un año en Suecia, posteriormente pasó a la Universidad de California donde obtuvo una beca y allí estuvo cerca de dos años. De Cirugía Estética no aprendió mucho, pensaba que a pesar que la fama estaba en Estados Unidos, mejor calidad tenían los Cirujanos suecos, pero aprendió a trabajar a destajo, viviendo las veinticuatro horas en el Hospital y casi sin tiempo para conocer la ciudad. Después continuó su formación en Canadá, poco mas de seis meses, continuó en Brasil en la escuela del Profesor Pitanguí donde tuvo oportunidad de operar a cientos de pacientes, de manera gratuita en un Hospital situado en uno de los barrios mas pobres de Río de Janeiro. Allí estuvo cerca de tres años, aprendió el idioma y cuando se fue, le despidieron como a un verdadero héroe nacional. Muchos de los habitantes de las favelas en las que se había dejado media vida acudieron al Aeropuerto para darle un último adiós. El Dr. Taylor se marchó con tristeza, con experiencia tanto de su Cirugía como de la vida dejando atrás algunos amores, pero sin un solo Euro. Hubiera ganado mucho dinero si se lo hubiera propuesto, pero viendo tanta miseria como la que vivía a su alrededor como iba a cobrar nada. Era consciente que muchas de sus pacientes, después de operadas se dedicaban a la prostitución pero quien era él para darles consejos. Era una forma de llevar algo de dinero para toda la familia y nunca se vio con la mas mínima posibilidad de cobrar cantidad alguna.   

A su vuelta a Londres con treinta y cinco años decidió montar una consulta y empezó esta vez si a ganar dinero, pero como pasa casi siempre el amor se interpuso en su nuevo camino. Una italiana de veintiséis años lo enamoró perdidamente y le convenció para que se fuera con ella a Milán, no solo para continuar la convivencia juntos sino también para trabajar con el padre de Elisela, así se llamaba su nuevo amor, que tenía una clínica en Como, a orillas del lago del mismo nombre, donde al ser una clínica de rejuvenecimiento para pacientes con posibilidades económicas sobradas, tenía posibilidades de de continuar con su labor y para allá que se fue siendo recibido cordialmente por toda la familia, pero el destino le jugó una mala pasada y lo que parecía un trabajo cómodo, agradable y bien pagado se convirtió en un auténtico calvario porque el padre de su novia, entendió que le quitaba el negocio y no hizo nada mas que ponerle trabas. Al principio John Taylor trató de evitar encontronazos pero la situación se volvió insoportable y con gran dolor de su corazón tuvo que despedirse el mismo día que notó que Elisela se ponía del lado de su padre. Entonces y ya con una suculenta indemnización se subió a su Mercedes deportivo, se despidió amigablemente de la que podía haber sido la mujer de su vida y se volvió a Londres. Volvió a instalarse en la misma Clínica que había estado previamente y comenzó, otra vez, a labrarse un porvenir con una clientela que aumentaba muy rápidamente.

Habían pasado cerca de doce años desde que terminó la Especialidad y ya era un Cirujano con un prestigio ganado a base de trabajo y mas trabajo, no solamente por los resultados de los pacientes que operaba sino también porque era un invitado de calidad en casi todos los congresos que se celebraban de su Especialidad en toda Europa. Sus charlas eran muy amenas, seguidas con enorme expectación por todos y poco a poco se convirtió en un referente para muchos estudiantes que querían iniciar su camino.

Sin embargo y a pesar de sus conocimientos no era un buen profesor. Pretendía que los que lo seguían hicieran casi lo mismo que él y lo primero es que los mandaba a especializarse en cualquier país tipo Brasil o la India, pero no a clínicas de renombre sino a aquellas situadas en barrios pobres, como hizo él en su momento y eso ya era suficiente para que muchos desistieran porque lo que querían era ganar dinero cuanto antes sin darse cuenta, como siempre les aconsejaba, que primero era una buena formación y que el dinero vendría solo, pero las prisas de la juventud indicaban lo contrario y el poseer un buen coche, un buen apartamento, salir con chicas atractivas, etc….etc era prioritario y enseguida circuló por las redes sociales que el Dr. Taylor era un tipo anticuado mas raro que nadie y desaconsejaban a los que hubieran pensado en visitarle que no lo hicieran. Esa especie de campaña contra su persona no tuvo ninguna repercusión porque los resultados de sus cirugías eran espectaculares y eso si que no se podía alterar de ninguna manera y encima tuvo la suerte de atender, por casualidad, a una prima de la Reina Isabel que había sufrido una caída de un caballo resultando con graves heridas faciales y fue trasladada a la clínica donde él trabajaba y como estaba en peligro el ojo derecho fue intervenida de urgencia por el Dr. Taylor, bajo la supervisión del Médico de la Casa Real, que quedó impresionado por la habilidad del Cirujano Plástico y por si  todo ello fuera poco, el resultado fue impresionante con una calidad de las cicatrices que no podían ser mejores y por supuesto que salvó el ojo gracias a un transplante de cartílago de la oreja para reconstruir el párpado inferior. La noticia del accidente y su gran recuperación corrió como la pólvora por los ambientes mas selectos de la sociedad londinense y el nombre del Dr. Taylor estaba en boca de todos.

El Director de la Clínica donde estaba yo trabajando, el Dr.Starker, que era un águila para los negocios se dio cuenta rápidamente que ese Cirujano podía ser un excelente fichaje y se puso en contacto con él para proponerle trasladarse a ejercer su actividad en la Clinica. Primero, según me contó transcurridos unos meses, habló  por teléfono y quedaron para cenar en uno de esos clubs selectos que existen en muy pocas ciudades del planeta. El Dr. Taylor se presentó con una chaqueta azul cruzada, camisa blanca con corbata en tonos claros y un pantalón beis a juego con los zapatos de un marrón bonito. Era un hombre con aspecto agradable, el pelo empezaba a clarearse por algunas zonas, impecablemente peinado con raya al lado, sonrisa atractiva con unos dientes blancos que llamaban la atención y un moreno que seguro sería consecuencia de algún viaje al Caribe. En conjunto era un hombre que en esos ambientes donde la edad media seguro que era mayor de sesenta años llamaba la atención y al que las mujeres miraban sin ningún rubor y se acercaban en cuanto se enteraron que era el famoso Cirujano Plástico que había operado a Lady Anna, la prima de la Reina, se acercaban para preguntarle como estaba la paciente y cual sería el resultado final. El Dr. Taylor contestaba a todas las preguntas sin importarle dedicarle unos minutos a cada señora que se le acercaba a la barra donde con mi Jefe estaban tomando unos martinis en espera de la mesa que el Chef  les había prometido que en pocos minutos estaría dispuesta.

El Dr. Starker le  planteó directamente la posibilidad de venirse a operar a nuestra Clínica y la propuesta no parece que le pillara por sorpresa:

-          ¿Qué le parecería trasladar sus enfermos a nuestras instalaciones? Como sabe yo soy el Director de la Clínica y tengo plenos poderes de la Junta Directiva para ofrecerle una propuesta que pueda ser interesante para Usted – le dijo mientras degustaba el vino  de la cena.
-         Si quiere que le diga la verdad tengo una oferta de otra Clínica Privada y están a la espera de mi contestación.
-         ¿Y ya lo tiene decidido?
-         No. Tengo varias cosas que hablar con ellos y de momento no he tomado ninguna decisión
-         Si me permite la indiscreción – el Dr. Starker llamó con un ligero movimiento de su mano derecha al Chef - ¿podría saber de que Clínica se trata?
-         Ya sabe Usted que las preguntas nunca son indiscretas y si que lo son las respuestas y como le decía antes todavía no he decidido nada por lo tanto me creo en el deber de no decírselo y espero que lo entienda
-         Por supuesto, es mas, su postura me parece muy honrada.

La presencia del Chef  interrumpió por breves momentos la conversación y no continuó hasta que pidieron una comida selecta aconsejados por el profesional que se marchó después de anotar el correspondiente pedido con un espero que disfruten de nuestra cocina.

-          Como le iba diciendo, estamos interesados en su colaboración y tenemos algunas propuestas que hacerle por si tiene a bien estudiarlas.
-         Muy bien. Usted dirá. 

El Dr. Taylor mostró una actitud de atender a lo que tenía que decirle su interlocutor, mientras degustaba una ensalada de tomate con atún rojo.

-          Como hablamos hace unos días por teléfono la Clínica desea su incorporación a nuestro Cuadro Médico y somos conscientes que para llegar a un acuerdo tenemos que ofrecerle algo que no le ofrezcan los demás ¿de acuerdo?
-         Claro – el Dr Taylor depositó con mimo la cuchara en el interior del plato para que fuera retirada por un camarero que permanecía atento – lo que Usted sabe igual que yo es que cambiar de Clínica no es sencillo. Por una parte los pacientes están acostumbrados a localizarme en un lugar determinado.
-         Eso no sería ningún problema porque nosotros nos encargaríamos de notificar a cada uno de sus pacientes el cambio de domicilio enviándoles una carta oficial con el membrete de nuestra Institución e incluso nos ofrecemos a hacer lo mismo con diferentes revistas de ámbito nacional. Entendemos que eso minimizaría el efecto del cambio de domicilio e incluso personalmente creo que saldría muy beneficiado

El Cirujano Plástico miró al Dr Starker con sorpresa porque aquella afirmación le parecía algo prepotente lo que no parecía habitual en alguien de tanto prestigio en los medios mas cualificados de la gestión privada de la Sanidad.

-          Perdone ser tan directo, pero Usted sabe igual que yo que su despegue definitivo fue como consecuencia de atender a la prima de la Reina porque hasta entonces Usted era un muy buen Cirujano Plástico para los expertos, pero absolutamente desconocido para los pacientes que son tratados en nuestra Clínica.
-          No le parece que me está haciendo un poco de menos
-         En absoluto – El Dr Starker le dedicó la mejor de sus sonrisas mientras bebió un poco de vino – si es así le ruego que me perdone porque no era esa ni mucho menos mi intención. Lo que quiero decir es que Usted atendió a Lady Anna por casualidad en el sentido que tuvo el accidente a pocos metros de su Clínica, el traumatismo era grave y no había mucho tiempo para trasladarla a otro lugar y también sabrá que si no hubiera sido por eso, Lady Anna hubiera sido tratada en nuestra Clínica donde por cierto no tenemos ningún Cirujano Plástico en plantilla.
-         Perdone que le interrumpa pero supongo que alguien de la Casa Real sabría de mí porque sino encuentro una temeridad que  un personaje público de tanto prestigio fuera operado por cualquiera.
-         Por supuesto  y los informes que se obtuvieron en la Sociedad Inglesa de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética fueron absolutamente favorables y por eso se decidió que continuara tratamiento con  Usted mientras que a  nosotros, que siempre tenemos una habitación reservada para este tipo de pacientes,  nos informaron de lo sucedido pero avisando también que sería tratada de urgencia por Usted y ese fue el motivo por el que pensamos en la posibilidad de tener un Cirujano Plástico en plantilla porque de haber sucedido el accidente en algún otro lugar hubiéramos tenido que recurrir a buscar a otro especialista deprisa y corriendo empeorando nuestra propia imagen, pero en fín vayamos al tema que nos ocupa. Lo primero sería como es natural ofrecerle un ala de nuestra Clínica para que Usted instale allí su consulta con la correspondiente sala de curas, un despacho para su ayudante, otro como Secretaría y por último seis habitaciones para su uso exclusivo. Nos ofrecemos también para abonar todos los gastos de personal, tanto el de su Secretaria personal como el de aquellas enfermeras de la planta que serían siempre las mismas y podrían ser las que Usted determinara. Además, un quirófano fijo tres días a la semana que incluso podríamos ampliar si fuera necesario.

El tema de tarifas creo que no sería especialmente complicado llegar a un acuerdo. Creo que sería beneficioso para ambos  comenzar con precios cerrados para determinadas patologías, lo lógico sería que fueran las mas frecuentes y según vayamos viendo el volumen iremos variándolas con un porcentaje para Usted una vez pagados todos nuestros gastos y siempre  que el número fuera interesante para ambos.

-          Entiendo que esa oferta sería con exclusividad por mi parte
-         Claro, claro y con contratos firmados para que no existan distintas interpretaciones.
-         Realmente es una oferta en principio muy interesante – El Dr. Taylor ya degustaba un delicioso faisan con salsa de arándanos – pero como es natural tengo que estudiarla y comentarla con mis Abogados ¿tendría inconveniente en pasármela por mail
-         Faltaría mas y le ruego que la considere. Sinceramente creo que los dos saldríamos muy beneficiados.

Un postre exclusivo de la casa, un café y una copa de brandy dieron por finalizada la primera de las entrevistas que se continuaron con otras muchas  hasta que una fría mañana de Febrero de hacía casi cuatro años firmaron los distintos contratos y la relación del Dr. Taylor y la Clínica fue definitiva.





CAPITULO 19.-

Como siempre estar en el sitio y en el momento justo determina el rumbo de una vida y eso fue lo que me pasó a mi y me permitió conocer primero y ser su primer ayudante después al Dr. Taylor y así fue como pasó y como lo tengo apuntado desde hace no se cuantos años.

Era un viernes de Enero, llevaba de guardia un par de horas y había salido a hacer unas compras por la tarde. Llovía como casi siempre en un Londres triste y empañado por una niebla intensa. Había llegado a la Clínica completamente empapado y me había dado una ducha que me había dejado como nuevo. Me tumbé en la cama y repasé un libro de Cardiología de Urgencia. Estaría como una hora cuando sonó el teléfono. Si hubiera sido unos meses antes seguro que hubiera pegado un salto en la cama, sobre todo si la llamada era del Nido porque, desde siempre tenía terror a las patologías de los recién nacidos, pero ahora descolgué con tranquilidad

-         Digame
-         ¿Dr. Cubiles? – la voz de la telefonista resultaba absolutamente inexpresiva - ¿está Usted de guardia?
-         Si, si, dígame
-         Tiene una paciente esperando en Urgencias
-         Bien. Ahora mismo bajo.

Si no me avisaban que era urgente la experiencia me decía que no era necesario bajar deprisa, pero desde siempre procuraba que el paciente esperase lo menos posible, con ello contribuía a mejorar la calidad de la asistencia de la Clínica y a mi personalmente me daba igual bajar en cuanto me avisaban que esperar un cuarto de hora, total bajar tenía que bajar antes o después. Estaba en pijama verde, me puse una bata blanca, unos zuecos del mismo color y bajé a la planta baja donde estaban ubicados los boxes de urgencia y la sala de primeros auxilios.

-          Buenas noches Dr. Cubiles, perdone que le moleste pero tenemos una señora que insiste en hablar con Usted. Es una paciente del Dr. Taylor, le hemos explicado que tenemos la orden estricta del citado Doctor para que nadie vea a sus enfermos excepto él personalmente o alguno de sus ayudantes pero la paciente insiste y si no le importa la ve y se la citamos al Dr Taylor porque la paciente está que trina y llevamos cerca de dos horas intentando localizar al Dr. Porter o al Dr. Broderick pero no aparecen por ninguna parte.
-         ¿Sabe lo que le pasa?
-         Parecer ser que ha sido operada hace unos quince días y no está conforme con el resultado.
-         ¿Han intentado localizar al Dr. Taylor?
-         Le hemos llamado en repetidas ocasiones, pero está fuera, creemos que en Milán en un congreso.
-         Y los ayudantes ¿siguen sin aparecer?
-         Imposible localizarlos.
-         Bien, bien, no se preocupen. Hágala pasar, por favor.

Me senté en el despacho y en un minuto que tardaría en entrar la paciente en la consulta, pasaron por mi mente como si fueran imágenes de una película todos los incidentes que surgieron con motivo de aquella enferma en España a la que operé de las mamas y me denunció supongo que por obtener una indemnización y que supuso una reacción anormal por mi parte hasta tal punto que primero fue una depresión y el final fue el tener que emigrar a Londres. Todavía no se si fue  por ese incidente o no pero la realidad es que ese fue el principio de que las cosas fueran de mal en peor. Posiblemente la mayoría de los Cirujanos y con mas motivo los dedicados a la Estética desde que se consideró a esta cirugía como de resultados, habían pasado por situaciones similares o peores que la mía pero yo tengo que reconocer que reaccioné francamente mal, sobre todo mi gran fallo fue pagarle la segunda intervención en contra de todo el mundo incluida la que entonces era mi mujer y lo segundo, eso ya no era culpa mía pero sucedió, fue la terrible depresión que casi me lleva a la ruina si no fuera porque encontré este trabajo. Eso si, el cambio de país me supuse una separación de la mujer a la que mas quería en el mundo, pero era imposible mantener una relación normal con alguien que no podía venir a verme nunca y yo, justo es reconocerlo, tampoco ponía mucho de mi parte. Sin darme cuenta me fui introduciendo en un mundo complejo, completamente diferente al mío, un mundo donde mis clientes aunque fueran de urgencia, eran todos pertenecientes a la “jet” de la sociedad inglesa. Los lugares que visitaba, casi siempre acompañado por Jane la hija del Sr. Chesterplace, eran clubs exclusivos de unos pocos, donde se jugaba al bridge, al golf o simplemente te tomabas una copa en preciosos salones. El Sr, Chesterplace se había convertido en el máximo dirigente de la Clínica y me había nombrado algo así como el Asesor principal en materias sanitarias. Además le venía muy bien porque al continuar haciendo guardias conocía la Clínica mejor que nadie y mi consejos se extendían a temas como el del personal e incluso a las facturas que no siempre eran las mas adecuadas. Todo ello me reportaba pingues beneficios y hasta pasado unos años desde mi ingreso, no me planteé la idea de abandonar las guardias y allí estaba en ese momento atendiendo a una paciente del Dr. Taylor siendo consciente que de mi actuación se desprendería que siguiera o no formando parte de la plantilla de la Clínica, porque una cosa era mi amistad con Jane, la hija del Presidente y otra muy distinta la facturación del Dr. Taylor, con diferencia la mayor de todos los cirujanos que realizaban sus intervenciones quirúrgicas en lo que para mi ya era nuestra Clínica.

La paciente que solicitaba mis servicios, a la que por cierto había visto en otra ocasión por un problema estomacal que afortunadamente se resolvió sin problemas, era Lady Elizabeth Connoly, viuda de uno de los personajes mas importantes de la bolsa londinense, una mujer de unos sesenta años, con bastantes kilos de mas, bien vestida, quizá un poco antigua pero no llamaba especialmente la atención, excepto por sus sombreros que eran famosos entre todas las de su entorno. Su gesto era muy claro de un tremendo enfado. Me levanté a saludarla como hacía con todos los pacientes y la invité a sentarse.

-          No, muchas gracias, casi prefiero estar de pié.
-         Como quiera – contesté tratando de calmarla - ¿tendría la bondad de explicarme porque acude a la consulta de urgencia cuando Usted sabe que los pacientes operados por el Dr. Taylor se ponen en contacto directamente con él?

-  Muy sencillo – contestó mientras se tumbaba en la camilla situada a un lado de la mesa- no se si se acuerda de mi, pero Usted me vió hace unos meses y me comentó que era Cirujano Plástico y me gustaría que valorara la intervención quirúrgica realizada hace un par de semanas por ese que dicen que es el mejor Cirujano Plástico del Imperio y mire, mire por favor y dígame de verdad si tengo razón o no para estar enfadada – sin esperar la presencia de una enfermera ni de ningún otro testigo se levantó la falda y se retiró una especie de sábana que llevaba sujeta por dos esparadrapos a ambos lados de su abdomen - ¡Qué! ¿tengo motivos para estar como estoy? No hay derecho Doctor y Usted lo sabe, otra cosa es que me díga lo que piensa y no como el Dr. Taylor que ayer por la tarde me comentó que iba todo muy bien.
-         En primer lugar ni yo soy el Dr. Taylor ni tengo ni idea lo que le ha hecho, aunque me lo imagino – Delante de mis ojos a muy pocos centímetros tenía una cicatriz de una lipectomía que abarcaba desde la cadera derecha hasta la izquierda pasando por el inicio del vello púbico. Las partes central y la de la izquierda estaban bastante bien, cicatriz muy reciente pero bien. Sin embargo la del lado derecho presentaba un importante hematoma que le provocaba un marcado abultamiento - ¿Cuántos kilos le quitó?
-         Según él, la pieza pesaba unos siete kilos
-         O sea que Usted tenía un importante lo que nosotros llamamos delantal en la parte delantera que le cubría prácticamente el púbis ¿es asi?
-         Si, pero si me llega a decir que iba a quedar con estas cicatrices no me opero.
-         En ese tema como comprenderá no quiero entrar pero me extraña que un Cirujano competente, y el Dr. Taylor lo es, no le explicara antes lo que debía Usted esperar de la cirugía.
-         Si – la Sra. Connoly se intentaba poner nuevamente aquella especie de sábana que llevaba puesta
-         Espere, espere, que vamos a intentar mejorarla un poco. Si no le importa quédese quieta en la posición que está que voy a llamar a la enfermera.

 Cuando a los pocos segundos apareció se quedó como petrificada viendo aquel hematoma en el lado derecho del tamaño de un balón de balonmano. Con gestos intentaba decirme que no la tocara y que debería avisar al Dr.Taylor, sin saber que lo habían intentado por todos los medios. Yo sabía por experiencia propia que los hematomas si no se resuelven lo antes posible, antes o después haría una necrosis de la piel y entonces si que la calidad de la cicatriz sería nefasta, por eso no había tiempo que perder

-          Tráigame unos guantes, una hoja de bisturí del quince, un aspirador y bastantes compresas
-         Enseguida Doctor.

La evacuación del hematoma no me llevaría mas de diez minutos. Como uno ya era perro viejo en este tipo de complicaciones le hice leer y firmar un consentimiento informado que entre otras cosas ponía que habíamos intentado localizar al Dr. Taylor o a alguno de sus ayudantes durante mas de dos horas sin conseguirlo y era la propia paciente la que insistía que la viera yo y solicitaba que en ese mismo instante le resolviera el problema y que no tenía pensado volver a la consulta del citado Doctor,  hice tres fotos con el teléfono móvil y después de retirar un punto, introduje la cánula del aspirador y extraje todo el contenido hemorrágico desapareciendo como por encanto todo el abultamiento. La paciente se miraba con sorpresa y aunque no parecía que ese fuera su deseo también con cara de agradecimiento hacia mi persona

-          ¿Y esto no lo podría haber hecho ayer por la tarde el Dr. Taylor?
-         Eso se lo tiene que preguntar a él, yo no puedo ni debo contestarla.

Le apliqué un vendaje compresivo y le dí las indicaciones oportunas para que al día siguiente acudiera a la consulta de su Cirujano para que la siguiera hasta su curación.

-         Perdone Doctor, pero quiero que me siga Usted, es muy amable, entiende los problemas de los pacientes y hasta ha conseguido que salga contenta a pesar que venía muy enfadada. Mi agradecimiento por haberme tratado, pediré hora a su Enfermera para la próxima revisión y por supuesto quiero decirle que si alguna vez me tengo que operar de cualquier otra cosa de su especialidad tenga la certeza que acudiré a Usted. Muchas gracias.

La Sr. Connoly cerró la puerta y yo me quedé con ambos codos apoyados en la mesa pensando lo que ocurriría el día siguiente. Sabía que había hecho lo que tenía que hacer, el hecho de esperar unas horas hubiera supuesto una necrosis cutánea con el consiguiente desbridamiento cuando se  hubiera delimitado toda la zona y el posterior injerto cutáneo y naturalmente el resultado de la intervención hubiera sido mucho peor. También sabía que con mi actuación le había ahorrado al Dr. Taylor una mas que segura denuncia, pero con todas las historias que me habían contado sabe Dios lo que ocurriría cuando se enterase.

Aquel día vi un par de enfermos mas que acudieron a la urgencia y sobre la una de la mañana me fui a la cama con la satisfacción de haber cumplido con mi deber, pero también con la preocupación por saber lo que iba a ocurrir el día siguiente. Mientras trataba de conciliar el sueño, por mi cabeza pasaron diferentes situaciones de lo que podría pasar. Todas eran absolutamente suposiciones porque no conocía de nada al Dr. Taylor y por lo tanto difícil era saber como iba a reaccionar. Si sabía que si fuera al revés, es decir que por unos instantes se cambiasen los papeles, seguro que le daría las gracias porque con su actuación había conseguido eliminar el hematoma y los efectos posteriores, pero claro, eso era si fuera yo el Cirujano. También podría caerme una bronca por meterme donde no me llamaban y sobre todo por haberme saltado a la torera las normas de la Clínica. Supongo que las cosas no pasarían de ahí porque de lo contrario me vería “de patitas en la calle” solo me faltaba eso, ahora que empiezo por fin a disfrutar de la vida, sería como volver a empezar Bueno, pensé mientras se me cerraban los ojos, lo que sea será y si tengo que empezar otra vez pues empiezo, no pasa nada, la vida se valora por las veces que caes y te levantas no por lo bien que lo has hecho hasta ese momento.

Me levanté temprano, me lavé los dientes tranquilamente, me afeité y me di una larga ducha, notando como el agua resbalaba por mi piel provocándome bastante alivio de la ansiedad con la calcular los efectos que mi actuación repercutiría en la Clínica.  Me puse un pijama y a las ocho en punto tuve oportunidad de explicar al Sr. Director y al resto de compañeros lo que había ocurrido el día anterior a última hora. Mi exposición fue extensa, aportando todo tipo de detalles tratando de justificar porqué había visto a la paciente y sobre todo porqué le había drenado un hematoma sin permiso de su Cirujano. Me pareció que todos, absolutamente todos de los presentes estaban de acuerdo conmigo pero también tuve la impresión que ninguno, incluido el Director, me iban a defender ante el Cirujano y mucho menos ante el Consejo Rector. En fin, como decía mi antiguo Jefe en Madrid, lo que no tiene arreglo ya está arreglado y ahora solo podía esperar y tratar de convencer a todos que mi actuación fue la adecuada.

Esa mañana la pasé entretenido, tuve una consulta agradable, afortunadamente no apareció ningún paciente desagradecido ni nada por el estilo, escribí varios informes que tenía pendientes y a la una bajé al comedor como hacía todos los días. Comí con varios de mis compañeros que estaban intrigados y con ganas de saber si ya había hablado con el Director o con el Dr. Taylor. No había recibido noticias de ninguno de los dos y no sería yo el que preguntase. Por otra parte me pareció lógico porque el día anterior las secretarias no fueron capaces de localizar al Cirujano Plástico en toda la tarde. Posiblemente estaría de viaje o sabe Dios donde. Salí a  hacer unas compras y sobre las cuatro y media estaba de vuelta. La telefonistas tenían cara de funeral y al dar las buenas tardes no se atrevieron a decirme que el Dr. Starker estaba esperándome en su despacho en compañía del Dr. Taylor. La Clínica era pequeña y por lo tanto las noticias corrían como la pólvora y todos sabían lo ocurrido el día anterior y permanecían en espera de conocer los últimos acontecimientos. A los pocos segundos de abrir la puerta de la habitación recibí una llamada de recepción en la que me decía que los dos Médicos estaban esperándome en el despacho del primero.

Bajé una planta, le dije a la secretaria de Dirección que si me podía recibir el Sr. Director a lo que me contestó que me estaban esperando desde hacía aproximadamente media hora y así entré en lo que me pareció como una sala de interrogatorios. Saludé al Director que se había levantado al tiempo que le estrechaba la mano y

-          ¿Conoce al Dr. Taylor?
-         No, aunque he oído hablar mucho de Usted – respondí mientras me estrechaba la mano sin levantarse de su asiento y casi sin mirarme a la cara.
-         O sea que Usted es el famoso Cirujano Plástico español – en su cara había una media sonrisa que, de momento no supe interpretar
-         Si señor, pero no creo que sea muy famoso, ni mucho menos.
-         Yo diría – esta vez si que me miró directamente a los ojos – que desde ayer por la tarde, por lo menos para la Sra. Connoly si que lo es.
-         No se lo que le habrán contado pero ……

El Dr. Taylor se levantó de su asiento y se acercó tanto a mi que pensé que me podía agarrar del cuello y asesinarme allí mismo. El Señor Director trató de intervenir pero el Dr. Taylor lo interrumpió con un movimiento brusco de su mano izquierda. Sin quitarme la mirada de encima puso una mano en mi hombro dándome pequeños golpecitos

-          Es la primera vez en mi ya larga experiencia profesional que alguien se atreve a ver a una paciente mía a pesar de tener órdenes tajantes de la Dirección de avisarme ante cualquier emergencia. Es la primera vez en mi ya larga experiencia profesional que alguien se atreve a aconsejar a una paciente mía lo que hay que hacer y por último es la primera vez que alguien tiene el descaro, por decirlo suavemente, de evacuar un hematoma de una cicatriz reciente cuando Usted sabe o debería saber que esos hematomas se resuelven espontáneamente sin dejar secuelas.
-         Pero – traté de explicarle
-         He dicho que se calle – lentamente se volvió a sentar, sacó el teléfono móvil y estuvo cerca de un minuto mirándolo – ahora estoy hablando yo ¿entendido?
-         Si Señor – contesté ante la mirada atenta del Dr. Starker que se mostraba absolutamente sorprendido por la actitud del Dr. Taylor, pero hasta el momento no  había tratado de mediar para hacer algo mas cómoda mi situación.
-         No soy capaz de entender porqué actuó así – se volvió a mirarme con un gesto como de profundo desprecio, o eso me pareció – Todavía lo entendería si usted fuera un  Médico de Guardia joven sin ninguna formación, pero, por lo que me ha dicho el Sr. Director, usted no es de esos. Por lo tanto, lo entiendo menos. Que pretendía ¿hundirme? ¿dejar mi reputación por los suelos? ¿Usted se ve tan importante como para conseguirlo? Por si no lo sabe le diré que soy el mejor Cirujano Plástico del Reino Unido y  uno de los mas destacados de Europa y solo me faltaba que viniera un españolito, mejor no utilizaré la expresión que me viene ahora mismo a mi mente, pero ¿usted quien se cree que es para saltarse las normas así como así?. ¿No se da cuenta que yo he venido a prestigiar a esta Clínica y para ello he puesto unas condiciones de obligado cumplimiento para usted y para cualquiera que tenga oportunidad de tratar a algunos de mis pacientes aunque sea de urgencia? Que pretende ¿Qué me vaya a cualquier otra donde me recibirían con los brazos abiertos? ¿es eso lo que pretende? Que quiere ¿ocupar mi lugar? – en ese momento una llamada a su teléfono móvil lo mantuvo entretenido durante unos minutos, Por la forma de contestar debería estar hablando con algún Abogado mientras movía la cabeza afirmando o negando alternativamente.

Yo continuaba de pié, de manera discreta miraba al Director quien con un gesto pareció decirme que tuviera paciencia, que era aguantar el chaparrón que después de la tempestad siempre viene la calma. Reconozco que yo no soy un hombre muy peleón y suelo ser bastante dialogante, pero la situación estaba llegando a un punto en que continuase un poco mas, no tenía nada que perder y aunque me fuera a la calle no me va a quedar mas remedio que decirle cuatro verdades a este gilipollas que se cree el rey del mundo. Tenía mis manos en la espalda y los dedos se me estaban quedando blancos de tanto apretarlos. Todavía no había abierto la boca, en todo el tiempo que llevaba allí, pero todas mis estrategias habían volado y ahora solo funcionaba mi cerebro que estaba muy caliente. No me tomé el pulso pero si lo hubiera hecho seguro que estaría a mil por hora.

-          ¿Sabe con quien estaba hablando? – me preguntó blandiendo su teléfono delante de mi cara
-         No tengo ni idea – respondí con aparente tranquilidad aunque por dentro tenía unas ganas tremendas de darle con su propio móvil en la cara
-         Con uno de los componentes de mi Gabinete de Abogados y ¿sabe lo que me ha aconsejado?
-         No tengo ni idea – volviendo a mirarle fijamente a sus ojos por lo menos para que tuviera conciencia que no le tenía ningún miedo y me da la impresión que si que se la dio porque enseguida retiro el móvil de delante de mi cara.
-         Me aconsejan que le ponga una denuncia en el Consejo Británico de Médicos para que sea juzgado  y expulsado inmediatamente del país.
-         Dr. Taylor, por favor – el Dr. Starker consciente de la gravedad de la situación trató de intervenir –  lleva casi dos años con nosotros y su actitud ha sido en todo momento la correcta y no tenemos ni  una sola queja. ¿No podría reconsiderar el caso?
-         No hay nada que reconsiderar porque como puede comprobar el Dr. ¿cómo me ha dicho que se llama?
-         Dr. Cubiles – respondió el Director
-         Bien, pues el Dr. Cubiles se considera culpable ¿no es así?

Hasta aquí hemos llegado pensé o salto en este momento o este tío se va a creer que yo soy tonto o algo parecido y eso si que no. Se acabó. Di un paso al frente lo que obligó al Dr. Taylor a desplazarse un poco hacia atrás y a que el Dr. Starker se pusiera de pié con la idea de colocarse en medio de los dos.

-          Ahora me toca hablar a mi – debí de poner tal cara que se quedó donde estaba sin mover un solo músculo – y después de oir lo que tengo que decirle si me quiere denunciar me denuncia. Lo primero que tengo que decirle es que yo soy tan Cirujano Plástico como Usted. Si, si, no me mire con esa cara, Usted tendrá su título aprobado por alguna Universidad inglesa y yo tengo el mío expedido por la Facultad de Medicina de Madrid. En ningún caso discutiré su calidad como Cirujano Plástico faltaría mas, he leído muchos artículos suyos y naturalmente que es Usted no se si el mejor, pero si uno de los mejores Especialistas, eso nadie lo ha puesto en duda. Por lo tanto de su categoría profesional no creo que yo en ningún momento la haya puesto en duda.
-         ¡Como que no! – El Dr. Taylor se puso de pié y  trató de recuperar el terreno perdido porque se dio cuenta que le estaba diciendo verdades como puños – y que me dice de evacuar un pequeño hematoma sin necesidad ¿le parece bien?
-          Luego hablaremos de la Sra. ¿cómo se llama?
-         Sra. Conolly – me contestó sin mirarme – y no se haga el interesante porque Usted se acuerda del apellido igual que yo.
-         Perdone, pero como antes no se acordaba que yo soy el Dr Cubiles pensé que en su obcecación posiblemente hubiera tenido algún problema pasajero de memoria, simplemente era eso

El Dr. Starker esbozó una pequeña sonrisa que afortunadamente no fue observada por el D. Taylor, pero yo si que la vi, o a lo mejor no fue tal, pero a mi me lo pareció. Por otro lado tengo que reconocer que desde mi llegada el Sr. Director se había portado conmigo como si fuera el hijo que, según me confesó un día, no había tenido y me extrañaba que no interviniera en ninguna ocasión. Sabía, seguro que lo sabía, que yo tenía razón y que el trato vejatorio al que estaba siendo sometido no era correcto, pero hasta ese instante no había movido ni un solo músculo. Mi insolencia hizo que el Dr. Taylor se pusiera como una fiera. No me acuerdo la cantidad de barbaridades que salieron por su boca hasta que por segunda vez tuve que pararle los pies.

-          Usted dirá lo que quiera pero no tiene razón. No Señor, no la tiene y Usted lo sabe. Yo no tengo la culpa que por su categoría profesional en multitud de ocasiones se desplace a muchos lugares del mundo para exponer sus experiencias como Cirujano y personalmente yo he sido uno de los favorecidos cuando ha ido alguna vez a Madrid, concretamente al Hospital donde yo me formé, pero eso no es razón para echarme a mi la culpa de una paciente suya que aparece en Urgencias y no encontramos ni a Usted, sabíamos que estaba en Milán, ni a ninguno de sus ayudantes. ¿Que quería que hiciera? ¿que dejáramos a la Sra. Connoly sentada en la sala de espera hasta que Usted volviera?
¿Usted no me estaría acusando ahora de negligencia profesional por no atenderla? ¿Es eso lo que Usted hubiera hecho? Usted sabe igual que yo, por mucho que le moleste que se hizo lo mejor para tranquilizar a la paciente y evitar males mayores. Estoy seguro que, tal y como se presentó, hubiera puesto denuncias, por supuesto a Usted el primero pero seguro que también a la Clínica por no atenderla con la celeridad que el caso requería.

El Dr. Taylor no iba a dar su brazo a torcer a pesar que mis razonamientos fueran bastante lógicos y se apreciaba en el ambiente que no estaba dispuesto a perder esa batalla con un vulgar Médico de Guardia, como me había definido al principio.

-          No me venga con historias, por favor – El Cirujano se volvió a poner de pié y a mi debo reconocer que aquella situación me parecía ridícula. El sabía de sobra que yo tenía razón, pero claro tratándose de tan importante Cirujano no podía en ningún caso, aceptar mis razonamientos y rápidamente se agarró al tema mas controvertido que era el del hematoma – seguro que tendría un hematoma mínimo, como ocurre prácticamente en todas las lipectomías que se realizan a pacientes con esa cantidad de tejido graso, pero claro Usted con su mínima experiencia entendería que había que volver a abrir y….
-         Perdone- le interrumpí bruscamente cuando él estaba mas confiado – no le consiento que dude de mi capacidad como Cirujano Plástico y menos que afirme que mi experiencia es mínima cuando Usted no sabe, es lógico que no lo sepa, que durante casi seis años fui el encargado en mi Hospital de operar a todo aquel paciente obeso que solicitara nuestra colaboración. Por tanto no le permito que diga lo que ha dicho y le exijo que rectifique. En mi curriculum hay mas de setenta lipectomías realizadas, hasta con nombre y apellidos. Es mas, en el Plastic Surgery de hace aproximadamente dos años, revista que Usted conoce bien porque yo he leído múltiples artículos publicados por Usted y su equipo, hay un artículo publicado por todos los que realizábamos esas intervenciones en mi Hospital en la que viene toda nuestra experiencia e incluso dedicamos una parte estadística a la aparición de los temidos hematomas en la que demostramos que hay que drenarlos cuanto antes mejor.
-         Eso son tonterías – esta vez si me miró con aires de superioridad – todos sabemos que los grandes hematomas hay que drenarlos pronto, por supuesto, pero el que tenía la Sra. Connoly seguro que no era tan importante.
-         Perdone otra vez, Doctor, pero para acusar a alguien en los términos que Usted lo está haciendo lo primero que tiene que hacer es informarse bien y si no vaya con esta prueba a cualquier Abogado de esos que tiene y que dice Usted que me van a expulsar del país y casi casi me van a mandar a Siberia a un campo de concentración. Mire, por favor – metí la mano en el bolsillo derecho de mi bata, busqué en el móvil y le enseñe las tres fotos. A pesar de aquellas fotos su ego estaba por encima y no se le ocurrió cosa mejor que decir
-         La fotos retocadas son el abc en nuestras redes sociales – apartando mi teléfono de su cara.
-         Ya – esta vez fui y reconozco que con mal estilo el que sonrió – pero este Cirujano Plástico al que Usted no considera, tiene muy poco de tonto y no solo están estas fotos sino que también la enfermera de la consulta tiene otras iguales y por supuesto tengo un consentimiento informado en el que la paciente ha firmado que estuvo con Usted el día anterior y que al ver el hematoma no le dio mayor importancia
-         Cuando yo la vi era mucho mas pequeño – contestó
-         La paciente dice que no y también tiene unas fotos que demuestran que lo que está diciendo ahora no se corresponde con la realidad – ahora me tocaba a mi adoptar una actitud desafiante – en todo caso implícitamente está reconociendo que si fuera mas grande Usted lo habría drenado ¿no eso lo que ha dicho?

El Dr. Taylor se levantó como si tuviera resortes en ambas piernas y casi sin darnos cuenta a reaccionar abandonó el despacho de Dirección no sin antes decir que él no tenía porqué discutir con un vulgar Médico de Guardia, que tendría noticias suyas en los próximos días y que esperaba que la Dirección tomara cartas en el asunto. Dicho lo cual abandonó el despacho dando un portazo. El Dr. Starker salió a continuación, supongo que para tratar de evitar que abandonara la Clínica y se fuera con sus pacientes a otra y también quiero suponer que le iba a decir que mi actitud había sido la correcta, pero eso ya me parecía mucho suponer porque seguro y a mi me parecía lógico que por encima de mi estaban los intereses de la Clínica que eran los que debía defender, de manera prioritaria el Sr. Director. Salí tranquilamente del despacho, sabía que había dicho todo lo que tenía dentro y ahora no me quedaba mas remedio que esperar. Abrí la puerta de mi habitación y me tumbé en la cama sin darme cuenta de quitarme por lo menos la bata.





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