Comienzo a mandaros y esta vez en serio una nueva novela que se llama ASI FUE Y ASI PASO.
La primera parte y parte de la segunda ya está escrita y espero que con copiar y pegar sea suficiente porque si no, la hemos caga.... Yo lo voy a intentar y mandaré un gmail a todos los Belascoaines y afines (anda me ha salido un pareado) para que el que quiera la lea. Hoy mando la introducción y el primer capítulo. Todos los fines de semana enviaré uno o dos capítulos y ya veremos que pasa. Lo que si os pido, tampoco es mucho pedir, que me déis vuestra opinión
Un beso muy fuerte para todos y todas que dirían los socialistas
Faustino Belascoain, Tino para los amigos y el Tio Tino para la family.
¿Me tiro? venga allá voy y sin paracaidas.
¡¡¡¡¡¡¡Milagro¡¡¡¡¡¡¡ lo he conseguido Soy un hacker. Baja un poco, unos renglones solo y hay está la introducción y el primer capítulo.
ASI FUE Y ASI PASO
F.Belascoain.
INTRODUCCION.-
Seguro
que fue una casualidad y como todas las casualidades me ha proporcionado tema
para esta novela en la que, como verá el que la lea entera, hay algo de verdad,
bastante de mentira y la mayor parte producto de mi imaginación
calenturienta. Era el clásico día de
esos que estás aburrido en casa, mi mujer se había ido de compras, tenía varias
horas por delante, el día no invitaba a pasear y decidí bajar al trastero a
echar un vistazo. Sabía que mis hijos iban acumulando todo lo que les sobraba y
aunque solo fuera por curiosidad, bajé para ver un poco lo que había y sobre
todo para ver si continuaba todavía un órgano electrónico que me había comprado
hacía no se cuantos años y que nunca había tenido oportunidad de tocar de una
manera sistemática. Ahora tenía tiempo y si encontraba un método fácil, lo
mismo me apuntaba y con buena voluntad hasta llegaría a tocar un instrumento
musical que era una de las muchas asignaturas pendientes con las que había
llegado a la jubilación.
Después
de separar algunos jergones de todo punto inservibles, una litera desmontada,
varias cajas de libros imposible de acordarme de su contenido, seis o siete
cajas de vino que ya estaría hasta avinagrados, una cuna herméticamente cerrada
con el papel ese como de burbujas, dos bicicletas a las que les faltaba una
rueda a una antigüedad de color negro y a la otra el manillar, dos cuadros
bastante feos que me los debió regalar alguien, un humedificador bastante viejo
por la pinta, dos cajas con ropas de niño, dos juegos de palos de golf etc,
etc, encontré el órgano perfectamente
empaquetado y parecía que en condiciones para ser utilizado. Encima había una
maleta. Hacía mucho que no la veía y de hecho pensaba que estaba en mi piso.
Era una maleta que había sido azul, la ausencia de luz habitual en cualquier
trastero la había transformado y ahora era como grisácea, seguía, eso si, con
el asa rota y una de las correas también estropeada. Esa maleta era mi papelera
de reciclaje cuando no existían los ordenadores y allí estaba por escrito, no
solo todas las etapas de mi vida, si no también, novelas viejas, escritos
sueltos, alguna carta, muchas ideas para futuros escritos y mil cosas mas de
las que naturalmente no me acordaba.
Durante
muchos años he tenido la manía de escribir en libretas pequeñas que me han
regalado los laboratorios médicos, siempre en tiempos muertos en cualquier
consulta y según el tamaño de la misma, así era la longitud de los escritos y
casi siempre me salía bastante bien. Tenía la limitación del espacio y por lo
tanto me tenía que ceñir a él y la historia correspondiente se acaba siempre
con la última hoja. Solo recuerdo en una ocasión en que, no me acuerdo por qué,
rellené dos libretas, como si fueran dos tomos aunque realmente eran dos
tomitos de no mas de veinte hojas pequeñas. Dentro de esa maleta tendría que
haber alguna libreta escrita hace mas de veinte años, ¡que digo yo veinte años!
y con un poco de suerte hasta de mas de treinta o treinta y cinco años porque
el tiempo, yo ya lo sabía pero cuando me encontraba algún escrito de entonces
me volvía a dar cuenta que pasa bastante mas deprisa de lo que parece.
Ante
la vista de la famosa maleta, que yo ni me acordaba que existía, se me olvidó
por completo el órgano electrónico y ante la posibilidad de poder disfrutar de
todo su contenido y por que no decirlo, con bastante curiosidad por mi parte,
la sujeté por la única correa que permanecía integra y arrastrándola, la
introduje en el ascensor y la subí a casa. La coloqué encima de mi cama, tenía
toda la tarde por delante y la abrí con cuidado. Ya decía yo que pesaba
bastante. Antes de abrirla, posiblemente preparándome el terreno para estar
cómodo unas cuantas horas, conecté la radio del dormitorio. Busqué Radio
Nacional de España Radio Clásica
encontrando una música agradable y abrí la maleta.
Parece
mentira lo que cunde escribir. Desde siempre he sido un poco obseso de la cosa
del guardar, sobre todo los papeles, carpetas, libretas y todo aquello donde
hubiera algún escrito y lo guardaba sin ton ni son, simplemente abría la maleta
y para dentro, como cuando se obliga a un rebaño a entrar en el redil. Alguna
vez, pocas he de reconocerlo, me entraba el nervio y trataba de ordenar aquel
amasijo de recuerdos, pero últimamente, para que negarlo, había vuelto a las
andadas y hacía mucho tiempo que no revisaba absolutamente nada. Otra vez, y ya
no recuerdo las veces, lo que iba escribiendo primero iba a una caja y de allí
a la maleta y allí estaban todas
esperando un momento como el que estaba ocurriendo. Al exponerlas a la luz,
parecía como si todas quisieran ser leídas las primeras, algunas hasta se
habían puesto de canto para ocupar el primer puesto en la línea de salida y
llamar la atención para ser revisadas las
primeras. Las había de todas clases, pequeñas de tapas duras, otras algo
mas grandes y que eran las mas numerosas, en ellas destacaba el nombre de algún
producto farmacéutico y luego había varios blocs de aquellos antiguos de
anillas con las tapas azules, algunas que tenían una goma que impedían que las
hojas se abrieran y varias carpetas con motivos diversos en las cubiertas.
Algunas contenían un escrito solo, pero otras eran los armarios de diferentes
historias. Habría, mas o menos cincuenta y algunas me sonaban, pero otras no
tenía ni idea de haberlas tenido entre mis manos. En el fondo me debería
acordar de todas porque, al fin y al cabo, todas estaban escritas de mi puño y
letra, pero el tiempo también hace que las cosas se olviden y en esas estaba
cuando, muy despacio, como queriendo saborear cada una de las palabras, tomé la
primera de ellas escogida al azar. Era de mi época de la Universidad de
Santiago, nada menos que hace la friolera de cuarenta y tantos años de haberla
escrito, las hojas ya comenzaban a ponerse un poco amarillas y se trataba de un
cuento en el que el protagonista era uno de los componentes de la Tuna de la
Facultad de Medicina y que relataba las diferentes pruebas que había que realizar
para entrar en ella como miembro numerario. Lo primero, como parece lógico, era
saber tocar algún instrumento musical, pero también el jurado valoraba otras
cosas como el aspecto del futuro tuno, la simpatía, la manera de encarar al
público, el físico y sobre todo la paciencia para aguantar tanta novatada.
¡Que
cantidad de recuerdos! Mi memoria retrocedió en el tiempo nada menos que
cuarenta años, incluso mas años, Tendría entonces diecinueve o veinte años y el
cuento también se refería a una novia que se supone que tuve. Una chica morena
de ojos claros que estudiaba segundo de Farmacia y que se mostraba de lo mas
emocionada cuando le dejaba alguno de mis escritos. Siempre me los devolvía a
los pocos días y era una persona de las que te subía la moral y parecía que el
autor de esos escritos no era yo si no Lope de Vega o Calderón de la Barca
porque todo le parecía maravilloso, ni una sola crítica negativa con lo que me
animaba a seguir escribiendo y posiblemente escribiría pensando en ella y en
sus críticas positivas. Ahora, pasados tantos años, sigo convencido que sería
mi única lectora aunque es posible que también fuera una invención y no hubiera ninguna lectora, porque desde
luego de lo que estoy seguro es que una novia así como formal no tuve ninguna, o
sea que ya desde entonces mi imaginación ya comenzaba a ser importante.
Tomé
otra carpeta, esta de tapas rojas con una goma que impedía salirse a sus
protagonistas y en esta ocasión era la vida en un barco pesquero durante una
temporada en el Gran Sol. Describía a mi manera la relación entre los siete
tripulantes y algunos incidentes de la difícil convivencia en tan poco espacio
durante nada mas y nada menos que veinticinco días y estaba escrito en primera
persona como si yo hubiera estado alguna vez en un barco, ¿Y esto lo había
escrito yo? Ni idea, pero no tiene mala pinta, lo malo es que no me acuerdo
absolutamente de nada, sería igual que lo de la novia y entonces seguro que
sería sacado de mi propia cosecha porque uno presume y de hecho no soy un prodigio
de buena memoria, pero si hubiera tenido una novia y mucho mas si hubiera
estado casi un mes en un barco, seguro que algún recuerdo quedaría.
Continué
revisando carpetas en las que había historias de políticos en las que trataban
de convencer con sus ideas a los futuros votantes que eran capaces de cambiar
el país, otras trataban sobre la emigración y hasta algún emigrante contaba sus
peripecias hasta llegar a residir en España, una era un cuento en el que el
Ejército disparaba con balas de chocolate y me encontré con otra, la debí
escribir un día que tenía ganas de juerga en el que transformaba el Congreso de
los Diputados en una casa de esas que en colegio decían de mujeres malas y allí
andaban todos con todas, todas con todas, todos con todos, en fin, una orgía
con nombres y apellidos en el que se desataban los instintos y ya no había ni
ideas, ni partidos políticos ni nada de nada. A vivir que son dos días y allí
estaban ellos, los políticos, en primera
línea de playa para demostrar que el sexo y la política son perfectamente
compatibles. Estaban bien descritas las diferentes situaciones, pero la verdad
es que no debía estar muy allá de satisfecho con mi sexualidad porque es una
auténtica barbaridad. Porno duro por decir algo, porque en el fondo era una
auténtica orgía en la que se mezclaban señores y señoras de lo mas respetables
en sus casas, pero que perdían todas sus vergüenzas con la simple entrada en el
hemiciclo y así por ejemplo mientras que un diputado desde el estrado defendía
la teoría de la conservación de las aceitunas negras, una diputada recorría
desnuda y a cuatro patas la bancada de la derecha y se dedicaba a bajarles los
pantalones a sus eventuales rivales políticos y recorría con sus manos y en
ocasiones hasta con la lengua territorios en los que a buen seguro no crecían
aceitunas, ni negras ni blancas. Este
escrito no puede ser de la época de cuando era joven por una razón muy
sencilla, porque entonces la democracia en este país brillaba por su ausencia y
además no andaba por ahí enseñando sus bienaventuranzas ninguna presidenta,
entre otras cosas, porque no había Presidenta Autonómica y por lo tanto tenía
que ser mas reciente, pero tampoco mucho porque con la jubilación no se me
ocurren semejantes barbaridades. ¡Me
tengo que acostumbrar a poner fechas a todas estas historias porque si no,
luego no hay quien se acuerde!
Un
par de libretas, escritas en serio, se referían a aquellos tiempos en que el
Gobierno lo estaba haciendo francamente mal, los parados se multiplicaban como
si fueran una epidemia de “topillos”, los emigrantes se instalaban en España
procedentes de todo el mundo, sin contrato de trabajo ni nada parecido, eso si
con todos los beneficios legales de cualquier ciudadano de este país y así
disponían y abusaban de la Seguridad Social, conocían todos los resortes para
obtener las mejores subvenciones y mientras tanto los políticos hablaban de la
sostenibilidad y de la alianza de las civilizaciones, sin dar soluciones a los
gravísimos problemas que todo el mundo sabía que se tendrían que producir antes
o después. Fueron épocas muy difíciles que quedaban registradas en mis
escritos, aumentaban los parados, la crisis se volvía insostenible y Europa se
estaba empezando a cansar de nosotros. Por delante iban Grecia, Irlanda y
Portugal y era más que posible que los países poderosos tipo Alemania o Francia
decidieran en cualquier momento cortar el grifo de las subvenciones y entonces
a saber lo que pasaría. Las empresas pequeñas cerraban a diario y el goteo de
trabajadores al paro era constante y el Gobierno diciendo que no había
problemas.
Una
libreta amarilla con una calavera fue la que me invitó a escribir algo sobre la
mafia y ahí estoy yo revisando la vida del principal capo napolitano, primero
en su villa “Sivori” y luego en una de las villas mas elegantes de Marbella,
rodeado de bellezas, dinero y pizzerías. Era una historia truculenta que
empezaba muy bien, con un capo preocupado de sus empleados y un final terrible
con Don Sivori, el Totto Sivori, que así se llamaba el susodicho, metido de
lleno en el mundo de las drogas de la que intentaba salir sin éxito y el final
era un tiroteo por las calles de Marbella y el italiano que caía abatido por
las balas de las pistolas de dos de sus nietos que juraban que su abuelo les había
disparado primero
Al
volver a dejar esta última libreta en la maleta, me llamó la atención una
carpeta con la bandera de España que ocupaba toda la tapa anterior. Se titulaba
“Conversaciones con mi perro” y que quede bien claro mi profundo respeto por todos
los animales, pero yo nunca he tenido perro, ni lo pienso tener. Respeto a los
que los tienen, pero a mi si alguna vez me buscan que no lo hagan detrás de
algún animal porque seguro que no me encuentran. De aquello, por la fecha, hace
casi cuarenta años y no era una novela como las anteriores si no una especie de
cajón de sastre en el que cabía de todo a tenor de los escritos. Eso si, el
perro al que no soy capaz de ponerle cara, era un magnífico “oidor” y ante mis
razonamientos afirmaba o negaba con la cabeza según el tema fuera interesante o
no. Parecía como si se enterase de algo y eso me animaba a confiarle muevas
preocupaciones. Siempre a mi nivel de escritor aficionado, trataba de reflejar
en un papel el paso del tiempo, como iba evolucionando y por su disposición, no
parece que la historia fuera muy aburrida. Sentado a mis pies no movía ni un
pelo y parecía disfrutar con aquella tortilla de historias cortas que, casi sin
puntos ni aparte, quedaban escritas una detrás de otra. Algunas eran auténticos
disparates, otras trataban de justificarme, para eso era yo el que las escribía
y la mayoría eran historias intrascendentes como la vida de una rata de cloaca,
el vuelo de una mariposa o aquel navegante solitario que pensaba dar la vuelta
al mundo, pero en cuanto notó la primera ráfaga de viento se refugió en el
puerto más cercano y por no pasar vergüenza no volvió a su casa hasta un año
después y encima contando aventuras que no las había vivido ni en el cine. En
algunas trataba de imaginarme como sería mi vida y que haría cuando tuviera
sesenta años y en otras mis hijos crecían y yo seguía sus trayectorias y hasta
había una en la que describía a mis futuros nietos.
Entre
tanto papel, apareció una libreta pequeña, curiosa porque no era rectangular
como casi todas si no que era circular y allí por una cara había escrito cosas
que nos hacen felices y por la otra el título era “estoy hasta aquí de” y entre
paréntesis (hasta los mismísimos pelos). ¡Que recuerdo! Esa libreta anduvo
circulando por mi mesa camilla más de un año y ahí iba escribiendo frases que
se me ocurrían . Son muchas y bastantes de carácter personal, pero, por
ejemplo, en el lado de las cosas que nos hacen felices escribí 576 y entre
ellas algunas elegidas al azar como por ejemplo debería ser feliz porque estoy
vivo o porque he visto un taconazo de Guti contra el Depor espectacular o
porque me han regalado un móvil y supongo que aprenderé a manejarlo o debería
ser feliz porque nunca me he quemado o porque se ha caído un avión francés en
medio del Atlántico y yo no iba dentro y así quinientas y pico mas y por el
lado de las cosas de las que estoy hasta aquí había 475 algunas como (las estoy
escogiendo abriendo la libreta por cualquier hoja) de que se acaben las pilas,
de que los pobres nazcan así y se mueran casi todos de la misma manera, de que
tengas que presumir para ser alguien, de que mucha gente no entienda que la
vida es para disfrutarla y una de ellas me acaba de hacer gracia y es que los
embarazos engorden las barrigas o que el mando de la televisión nunca esté a
mano o que el circo sea sobre todo para niños o que los psicólogos te cobren
por contarles un rollo y poner cara de que les interesa tu problema.
Total
que entre carpetas y carpetas llevaba casi dos horas sentado y por lo menos me
quedaban treinta libretas por revisar. Se distribuían por toda la cama y el
ruido de la puerta de la calle me hizo desviar la atención. Mi mujer volvía de
hacer unos recados y se quedó de piedra al ver la revolución que se había
organizado en el dormitorio en el poco tiempo que había salido. Intenté que
leyera alguno de mis escritos, producto de mi constancia en esto de escribir y
le hice la comparación aquella de que escribir es como andar, parece que no
cunde pero cuando te quieres dar cuenta la ciudad se ha quedado atrás y estás
metido de lleno en plena naturaleza, pero no te preocupes porque enseguida
recojo todo.
-
Sí, porque
tendremos que dormir en algún sitio
-
Voy a ver alguna
libreta mas y el resto las guardo en la maleta
-
¿Y la bajas al
trastero?
-
Por supuesto,
Jefa, ya sabe que sus palabras son órdenes para mí.
Se
quedó tranquila y yo continué con mi revisión. Me di cuenta que siempre había
escrito, al principio cartas de novio lejos, después hojas y hojas sin ninguna
conexión, como las ya mencionadas conversaciones con mi perro y una vez perdido
el miedo, comencé con novelas mejor o peor, pero novelas al fin y al cabo. Era
constante en escribir pero un auténtico desastre para planificar nada y así una
novela que empezaba de una manera, terminaba de manera absolutamente diferente
a como la había pensado al principio y otras ni siquiera terminaban, porque se
me ocurría otra cosa y cambiaba como si fuera de chaqueta.
Una
historia interesante, y después de tantos años sin terminar, era un proyecto ilusionante,
sobre todo al principio, que eran “Mis Conversaciones con Dios”. Para aquella
historia era necesario que me paseara por el Cielo como perico por mi casa y
así lo hice hasta que me pilló San Pedro y casi de una oreja me plantó delante
de un Dios completamente diferente al que me había enseñado en la tierra. Como
diría un castizo era un cachondo mental y la verdad es que al principio estaba
muerto de miedo, pero según fueron pasando los minutos, cada vez me encontraba
más en mi salsa. Era un tipo con pinta de mayor, barba blanca, ojos azules que
te miraban de una manera que te traspasaban y muy buen conversador. No sabía
qué hacer conmigo porque estaba claro que no tenía porqué andar por allí
buscando a algún conocido, pero también es verdad que yo había pedido permiso y
alguien me lo había concedido. Al principio, no me atrevía a llevarle la
contraria, pero según fue dándome confianza yo le respondía con naturalidad y
parecía muy interesado en mis respuestas. Decía que le ponía al día como si yo
no supiera que era Dios y lo sabía todo, pero lo decía tan serio que a lo mejor
era verdad. Hablamos de lo divino y lo humano, mas de esto último que es lo que
yo dominaba y allí estábamos los dos como dos colegas. No es que subiera mucho
al Cielo, porque tampoco hay que abusar, pero una vez al mes sí que me daba un
garbeo por allí y hasta en una ocasión me dejó ver de lejos a mis familiares
pero, eso sí, sin poder hablar con ellos, pero tenían tal cara de felicidad
todos que me dieron una envidia tremenda. Había montones de cosas de las que
estaban sucediendo en el mundo que no entendía porque pasaban y no le sentó
nada bien que yo me riera cuando me
preguntaba el porqué de las guerras o el racismo e incluso por los emigrantes.
Yo creo que pensaba que yo era tonto o algo por el estilo porque hay que
echarle morro para preguntarme a mí por todas esas cosas ¡como si no lo supiera
El de que va todo! Al fin y al cabo yo no tenía nada que ver en haber creado al
hombre, y al poco tiempo a la mujer, eso había sido idea suya y allá El como lo
había hecho. Lo había hecho y ya está y si los hombres que creó le salieron
ranas, haberlos hecho mejores que para eso es Dios ¿no tengo razón? Bueno pues
eso que parece tan de cajón no lo entendía y encima parecía como si me quisiera
echar la culpa a mí como si yo tuviera algo que ver. Solo faltaba, pero, en
fin, el caso es que yo era de los pocos que me permitía el lujo de pasearme por
el Cielo y posiblemente hubiera podido seguir escribiendo muchas más libretas
sobre todos los que me iba encontrando, pero no estaba muy seguro si a alguien
le podría molestar y por eso dejé ese tema. A mi posiblemente me hubiera
gustado más, pero se podría interpretar como una falta de respeto hacia los
familiares ausentes y tampoco está el horno para bollos. Se deja y a otra cosa,
mariposa que es de las muchas cosas buenas que tiene esto de escribir y debió
de ser así porque los siguientes escritos no tenían nada que ver.
Con
tanta lectura tenía un hambre que me moría, o sea, que con algunas hojas
sueltas en la mano, me levanté de la cama, llegué lentamente a la cocina y me
hice un sándwich de jamón y queso, después de sacar el tostador de un armario
para calentar las dos rebanadas de pan Bimbo necesarias para tal menester. Con
una Coca- Cola, el sándwich a medio comer y las hojas en la mano, me volví a mi
lugar de lectura y me detuve unos minutos a reflexionar sobre lo que había
leído hasta entonces y me di cuenta que no había nada en la que no apareciese
yo por en medio. A lo mejor no directamente, pero se notaba que era yo o
alguien muy próximo a mí y pensé que tenía que escribir algo como más distante,
como más lejano a mi ¡que se yo! Inventarme un inspector de policía que fuera
muy gallego o algo por estilo pero ¡ves! ya sale algo de mi pasado, eso de
gallego me viene de familia.
Enfrascado
en todos estos pensamientos y casi sin darme cuenta moví algunas de las
carpetas y allí estaba. Era una especie de carpeta con diferentes apartados.
Por fuera la inscripción de “ return” escrita con un rotulador de punta gruesa
me hizo recordar muchas cosas. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo como si me
hubiera agarrado a un enchufe con las manos húmedas. Allí estaba, enfrente de
mí y me di cuenta que esa había sido, en el fondo mi visita al trastero. No quería
reconocerlo, pero era así. Lo había pensado muchas veces, pero nunca di el paso
para buscar la carpeta y volver a recordar esos años de mi vida. Fue una etapa
muy difícil que afortunadamente había superado con éxito pero que solo al
recordarla me provocaba todavía una profunda tristeza y eso que habían pasado,
nada más y nada menos que treinta y cinco años. No era una libreta como todas
las anteriores, no, se trataba de un montón de papeles, más de trescientos
folios escritos con lágrimas en los ojos en incontables noches de insomnio bajo
la niebla de Inglaterra.
La
carpeta con divisiones estaba relativamente ordenada, con notas de cada época
en la parte de arriba, menos la última donde se acumulaban notas escritas en
servilletas, fragmentos de hojas, recortes de periódicos, sobre todo de The
Guardian, apuntes sin sentido, fechas e incluso siglas que dado el tiempo
transcurrido no era capaz de saber por qué motivo estaban allí esperando que
algún día completase la historia.
Debo
confesar que muchas veces, a lo largo de tantos años, casi había caído en la
tentación de bajar al trastero e ir directamente a buscar estos apuntes, pero
sabía que iba a ser una tarea dura y no estaba seguro si sería interesante. Sin
embargo, esta vez las circunstancias eran favorables y con determinación guardé
el resto de historias, cerré la maleta y me dispuse a transcribir lo que allí
estaba escrito. Afortunadamente me había jubilado, me sobraba tiempo y aunque
fuera insistir otra vez, en algo personal estos datos podían conformar una
novela o algo similar. Pensé si cambiar el nombre y en lugar de ser una
experiencia personal, relatarlo como algo que le hubiera sucedido a otra
persona, pero pensé que para eso siempre tendría tiempo. Era cuestión de
transcribir todo al ordenador y al final, suponiendo que alguien me enseñara a
hacerlo, cambiar todos los nombres y cada vez que apareciera yo poner Peter y
así ir pasando todos los personajes, pero eso sería para más adelante. Ahora me
dedicaré solo a copiar lo que allí estaba escrito sin cambiar ni una sola coma
y para ello lo primero es decir que la primera hoja tenía el Título “Adiós
Madrid” y en la parte inferior mi nombre y la fecha ¡que mas da cuando fue!
Hace mucho tiempo y una segunda hoja en la que el título había variado y
entonces se llamaba “y volver, volver, volver” ya sin fecha, ni mi nombre, ni
nada de nada, al final se llamaba “Así fue y así pasó” y ahí se quedó.
PRIMERA PARTE
CAPITULO UNO:
Noviembre
de dos mil y pico ……………: Por fin me he decidido y me voy. Lo siento por mi
mujer y mis dos hijas, pero no me queda más remedio. La política del Gobierno
de turno, unida a una profunda crisis me ha afectado de lleno y después de
dieciocho meses engrosando las filas de parados no me queda otra solución. Todo
el mundo me dice que se está remontando y dentro de unos pocos meses habremos
salido de este importante bajón nacional, pero he llegado a un punto en el cual
ya no me creo nada de lo que me cuentan. Es poco razonable porque las cosas no
son así, pero he llegado a la conclusión que todos los políticos son unos
golfos y solamente van a lo suyo sin preocuparse del resto de la gente. Los
sueldos hace años que no suben ni siquiera el índice del coste de la vida con
lo cual cada vez son más escasos y eso el que tenga uno, porque como en mi caso
estamos no sé cuantos millones de parados que, un mes sí y otro no, cobramos
una especie de subsidio que no da ni para pagar los colegios. Nosotros seguimos
tirando de nuestros ahorros, pero es evidente que así no podemos seguir. Encima
y por si todos los males fueran pocos, el tema catalán sigue ahí sin que nadie
se atreva a coger el toro por los cuernos. Denuncias y más denuncias, un
cuantos nacionalistas en la cárcel, la calle alborotándose cada día un poco más
y los problemas del resto de españoles parece que para nuestros políticos no
ven nunca el momento de solucionarlos. Supongo que cada uno de los que como yo
están en el paro tenemos cada uno nuestros propios problemas, pero al final todo
estamos en lo mismo. Yo he intentado de todas las maneras posibles salir de
esta situación, pero no encuentro absolutamente nada donde ganarme la vida y a
mis casi cuarenta años no puedo esperar más. No sé si hago bien o mal, tampoco
sé ni cómo lo voy a decir en casa, pero me voy. Mi situación es absolutamente
desesperada, se me ha acabado el paro y los pocos ahorros que tengo me dan para
subsistir, más o menos, seis meses y eso siempre y cuando los precios no sigan
subiendo como hasta ahora porque si siguen a este ritmo no llego ni a fin de
año.
Naturalmente
que seguiré siendo Cirujano Plástico, aquí no encuentro nada pero por ahí
adelante seguro que podré volver a ejercer como hasta hace un tiempo pero
espero que con mas fortuna. Mi familia tiene que comer y no estoy dispuesto a
que cambien su nivel de vida. Mis hijas estudian en un buen colegio bilingüe y
todavía me quedan muchos años hasta que se emancipen. Una tiene trece años y la
otra once, total nada y gastan a todo plan, claro que la culpa la tengo yo que
soy el primero que quiero que las cosas sigan igual. Mi mujer sí que sabe todo
lo que está ocurriendo, pero a las niñas no me atrevo a decirles la verdad. Son
muy pequeñas y seguro que no lo entienden, además espero que sea una situación
que se resuelva en muy poco tiempo y si las cosas salen como espero en poco
tiempo estaré de vuelta y no merece la
pena darles este disgusto.
Evidentemente
que no voy a ser un emigrante español de los de antes, entre otras cosas, no me
veo con una maleta de madera y un abrigo más o menos viejo rumbo a Alemania.
No, eso no, pero a otro nivel la situación es la misma, tengo que irme de mi
casa y de mi país.
Es
increíble lo que me ha pasado, pero desgraciadamente es verdad, una verdad como
un templo y todo había sido en menos de cinco años. Hasta entonces todo había
ido sobre ruedas. Tampoco es que fuera multimillonario pero vivía
razonablemente bien. Terminé la carrera de Medicina y después de hacer la
especialidad de Cirugía Plástica en un gran hospital de la Seguridad Social, me
dieron una plaza de Adjunto en el nuevo Hospital de Fuenlabrada, un barrio
periférico de Madrid y allí llevaba casi doce años. En ese tiempo había
trabajado primero como ayudante de un conocido Cirujano Estético y un año
después me había instalado por mi cuenta en un local alquilado donde comencé a
pasar consulta, al principio para todo aquel que apareciera por allí y
posteriormente solo a pacientes privados, dejando algunas compañías de seguro
libre que pagaban muy mal pero te proporcionaban un mínimo para ir subsistiendo
pero pasado un tiempo no interesaba seguir colaborando con ellas. Operaba un
día a la semana en una Clínica Privada, ayudado por mi mujer y me iba
razonablemente bien. Los privados funcionaban
y con perspectivas de mejorar. Había dejado el mundo de la Cirugía
Reconstructiva, muy apetecible para realizar y que colmaba un poco mis
expectativas como Cirujano Plástico pero
muy poco rentable económicamente y me dedicaba exclusivamente a la Cirugía
Estética que daba mucho más dinero en
menos tiempo y allí estaba como uno más, no creo que fuera ni mejor ni peor que
el resto, uno más en el mercado de una Cirugía que iba viento en popa, aunque
poco a poco también se iba notando el efecto de la crisis y los precios de las
intervenciones iban descendiendo lentamente.
Por otra parte la aparición de abundantes
Sociedades Anónimas que con criterio estrictamente empresarial se embarcaron en
proyectos de este tipo de Cirugía, también dificultaban el trabajo de muchos
francotiradores que como yo intentábamos mantenernos a flote con unas tarifas
discretas y operando por libre sin asociarnos a ninguna de esas sociedades que
pagaban mucho menos que se merecía el trabajo que se realizaba y por si todo
eso fuera poco con una publicidad que, en muchos casos rozaba lo ilegal.
En
cualquier caso, entre el sueldo de la Seguridad Social por la mañana y la
consulta de por la tarde tenía unos ingresos más que razonables que me
permitían vivir bien, me ahorraba el sueldo y los impuestos de alguien que me
ayudara en la consulta porque era Carmen la que citaba a los pacientes, les
acompañaba para entrar en mi despacho, les explicaba los presupuestos y les
ayudaba a todo el tema de papeles para
el preoperatorio, hora de ingreso en la Clínica etc….etc. Mis ingresos
mensuales me daban de sobra para comprarme una casa, de la que todavía estaba
pagando la hipoteca como casi todo el mundo pero la pagaba sin darme cuenta.
Como tenía algunos ahorros más, nos metimos a comprar un pequeño apartamento en
un pueblo en la provincia de Alicante con la idea de venderlo en cuanto lo
hubiéramos pagado.
Una
mañana, mientras pasaba visita en el Hospital, recibo una llamada de la
secretaria de la Directora del Hospital que me citaba para el siguiente lunes
para una reunión de mi interés
-
¿Sabes para que
me puede citar la Directora? – pregunté a alguno de mis compañeros.
-
Ni idea – me
contestaron – esta gente no sabe que inventar y lo mismo es para decirte que
tienes que recetar menos o utilizar un hilo más barato en la cirugía.
-
Pero para eso
llamarían al Jefe ¿no?
-
Ni caso, seguro
que es para alguna gilipollez
-
Eso espero
Le
di tan poca importancia que ni siquiera lo comenté en casa. Sería cualquier
reclamación de algún paciente o para pedirme un informe y nada más, pensé para
mí. Llegó el lunes y me encaminé a la Dirección. Allí me esperaba la Dra.
Gadea, Directora del Hospital desde hacía unos meses a quien no tenía el gusto
de conocer. Era una Doctora tirando a mayor, rondaría los cincuenta, con
expresión seria que me recibió en su amplio despacho, después de una espera de
casi una hora.
-
Siéntate, por
favor – me indicó con una mano una silla mientras continuaba leyendo unos
informes. A los pocos segundos los dejó encima de su mesa – esto es el colmo,
la gente reclama por todo.
-
¿Es algún
paciente mío? – pregunté para salir cuanto antes de dudas y conocer de primera
mano el motivo de una llamada que consideraba rara
-
No, no, lo digo
en general. Aquí nadie admite que la vida tiene una duración y todo el mundo se
cree que va a vivir eternamente. Por ejemplo éste – volvió a exhibir el informe
que había tenido en la mano – es una carta de un abogado solicitando un informe
urgente para conocer las causa del fallecimiento de una señora atendida de
urgencias que tenía nada menos que ciento tres años ¡tú crees que es normal!
-
Supongo que la
familia querrá sacar dinero – contesté
-
Eso seguro, pero
lo que no saben es que la Seguridad Social está en quiebra y no da ni un euro
como no sea a través de una sentencia judicial
-
Bueno, pero ya
sabes lo que dice el refrán que contra el vicio de pedir está la virtud de no
dar
-
Sí, pero mientras
tanto a mi me hacen perder tiempo y bastante tengo que hacer con lo mío como
para encima dedicarme a contestar cartas y mas cartas, pero, en fin, vayamos al
grano – se quitó las gafas y me miró directamente - ¿tienes idea del porque te
he hecho llamar?
-
La verdad es que
pensaba que era por alguna reclamación y por lo que veo parece que no
-
No, no, es mucho
más complejo y mucho más difícil de afrontar para mí, pero alguien tiene que
dar la cara y en este caso me toca a mí, lo que como puedes comprender no es
nada agradable.
-
Tú dirás
-
Todos los
directores de los diferentes Centros de la Seguridad Social hemos recibido una
orden que tenemos que cumplir en un plazo máximo de un mes
-
¿Hay que reducir
gastos? – pregunté con mi habitual candidez
-
Mas o menos – se
volvió a poner las gafas y rebuscó entre varios folios – Lo primero es reducir
gastos, por supuesto, pero fundamentalmente en el capítulo dedicado a las
nómimas sobre todo a aquellas de los que más cobráis y eso en un hospital ya
sabes que somos los Médicos. He hablado
con todo los Jefes de Servicio valorando vuestro sueldo y le tiempo que
lleváis en la Seguridad Social y entre
todos hemos elaborado una lista de aquellos colaboradores a los que yo tengo
que comunicar la iniciación de los trámites para una propuesta de despido,
teniendo en cuenta sobre todo el tiempo que lleváis en el puesto
-
Pero ….. –
intenté decir algo sin que me salieran las palabras
-
No es una
decisión mía como puedes suponer, si no órdenes que nos vienen de arriba y nosotros
tenemos la triste misión de comunicárselo a los implicados.
-
Pero ¿he hecho
algo mal? – pregunté mientras trataba de organizar mis ideas.
-
No, en ningún
caso – La Directora se separó un mechón de pelo que se había instalado delante
de sus ojos – No lo tomes por ahí, te equivocarías, simplemente que la
Seguridad Social no puede hacerse cargo de los gastos que supone la nómina de
este hospital y por lo tanto tenemos que poner a gente en la calle y aunque sea
duro decírtelo, en tu caso como en el de cerca de cincuenta mas, no tienes
contrato de trabajo y entonces nos resulta más simple plantear un expediente de despedido del que te hablaba
antes con la idea de que podáis iros al paro durante dieciocho meses.
-
Pero – estaba tan
anonadado que casi no me salían las palabras – yo no tengo contrato porque
cuando me vine de La Paz, la Dirección me garantizaba un puesto prácticamente de por vida y que no era
necesario hacer ningún tipo de papeleo porque en cuanto estuviera aquí un año
se me podría considerar fijo e incluso recuerdo que se me llegó a decir que sería el primer Médico que se
despidiera en la Seguridad Social.
-
Es verdad y no lo
voy a negar – me pareció que no esperaba esa respuesta – pero la situación ha
cambiado, la crisis afecta a todos los sectores y ahora le toca a los Médicos.
-
No lo entiendo.
Era lo último que me esperaba. Si que era consciente
que la situación era muy grave, el país estaba hecho unos zorros y por lo que
se oía, en cualquier momento se podría llegar a una suspensión de pagos y
peligraban las pensiones. Siete millones y pico de parados merodeaban por los
alrededores, pero nunca pensé que la situación pudiera llegar a afectar a
personal contratado como era yo. Todo el mundo sabía que nuestra situación era
provisional, pero así, sin contrato, llevaba casi trece años y parecía que iba a seguir toda la vida. En varias ocasiones había
solicitado pasar a formar parte de la plantilla, pero siempre me habían
contestado con evasivas dándome a entender que daba lo mismo y ahora venían con
esto. Me había dejado la piel en esos doce años que estuve en ese Hospital,
había trabajado como un jabato en horario de mañana, pero eran muchas las
tardes que me quedaba aun sabiendo que era un trabajo no retribuido. Los
enfermos se merecían dedicarles todo mi tiempo
y mucho más, pero nunca me había podido imaginar que la crisis llegara
hasta mi posición en ese terreno de juego que entre todos habíamos creado. Eso se quedaba, eso creía yo, para los de
cualificación menos profesional y nunca pensé que llegaría a afectarnos a
profesionales que nos habíamos dejado media vida tratando de sacar adelante un
proyecto sanitario en el que sin indicaciones de nadie parecía que nos
encontrábamos todos implicados y con ánimo de mejorarlo a pesar de unos sueldos
que no se correspondían con la función que ejercíamos en el Hospital. Fueron
años de trabajar sin descanso, con la ilusión que da la juventud y el efecto
que todavía persistía en la mayoría de nosotros que el enfermo era lo más
importante y por él nos sacrificábamos a diario sin mirar horarios, ni si nos
pagaban más o menos por cada hora de guardia. No las librábamos porque, nos
decían continuamente, que éramos pocos en el Servicio y si no estábamos todos,
la atención se vería perjudicada y con ese razonamiento tragábamos con lo que
hiciera falta.
Los obreros de
la construcción se iban al paro con una facilidad pasmosa y de allí, los más
viejos, con sus pensiones de jubilación a su casa a descansar para siempre.
Muchos se volvían a sus países de origen, pero otros muchos deambulaban por la
ciudad a la caza y captura de un puesto de trabajo, fuera de lo que fuera. Sin
embargo, la crisis fue a más y sus tentáculos alcanzaron a mucha más gente de
la prevista y ya no era potestativa de una clase social determinada, si no que
llegaba a todos los rincones y rara era la familia que no tenía dos o tres
parados sin ingresos de ningún tipo esperando la llegada de un trabajo como si
fuera un milagro. Todas las mañanas, para cualquier parado con un mínimo de
dignidad, su trabajo consistía en asistir a la cola del INEM o en el lugar
donde hubiera la posibilidad de encontrar un trabajo con el fin de resolver no
ya su futuro si no por lo menos su presente y allí permanecían horas y horas
convencidos que algún día alguien le diría:
-
Chist, chist
¿buscáis trabajo?
-
Sí, claro, por
supuesto
-
¿De lo que sea?
-
Bueno, somos
albañiles pero estamos dispuestos a hacer cualquier otra cosa. Necesitamos el
dinero.
-
¿Tenéis
familia aquí?
-
Sí, señor –
contestaban al unísono los profesionales del trabajo a destajo
-
Está bien, mañana
a las once enfrente de la gasolinera necesito a veinte hombres que estén
dispuestos a viajar
-
Allí estaremos
-
Hasta mañana
-
Hasta mañana, y
así trabajaban como locos por unos pocos Euros diarios sin ningún tipo de contrato
laboral ni nada que contabilizara las horas trabajadas. Trabajaban de una
manera eventual y con eso se daban por
satisfechos y nada de protestar o de plantear algún tipo de reivindicación
laboral porque no te volvían a contratar y ahí se acababan tus posibilidades de
ganar algún dinero para mantener a tu familia.
Yo
conocía, más o menos, lo que era la cola del paro, sabía de qué iba pero nunca
me pude imaginar que podría ser uno más a engordar sus filas porque tenía tanta
fe en mis posibilidades que no admitía estar allí buscando algún tipo de
subvención. Era consciente que el despido improcedente como me proponían era
una solución mala, pero dentro de ello la menos mala porque me permitía
dieciocho meses de paro y entre lo que yo cobrase de subsidio y la consulta
privada malo sería que no saliese adelante.
El
país andaba muy pero que muy revuelto. De casi siete millones de parados
cobrarían el paro no más de cuatro y los otros dos o incluso más, estaban
dedicados a la economía sumergida. La gente cobraba poco, muy poco, no tenía
ningún tipo de seguridad, no solo en cuanto a enfermedad si no, sobre todo,
ninguna seguridad en el empleo, pero como mal menor, al menos, el que tenía un
empleo debería considerarse un privilegiado.
Si un día el Jefe llegaba de malhumor te podías ir a la calle porque si.
El horario se ajustaba a la voluntad del empresario y lo mismo eran ocho horas
que doce o catorce. Todas estas situaciones y muchas más iban minando el tejido
social. Las huelgas generales, los paros más o menos ilegales y las algaradas
callejeras se iban haciendo casi a diario y las Fuerzas de Seguridad del Estado
no podían estar en todos los lugares donde se anunciaba una revuelta. Lo último
había sido la quema masiva de Iglesias en todo el País Gallego porque alguien había introducido el bulo que eran
los curas los causantes de los males de nuestro país y hacia ellos iba dirigida
la ira de los ciudadanos. Se organizaban piquetes informativos que impedían, en
ocasiones hasta el paso a las capitales de las distintas provincias y el clamor
popular iba en aumento para que el Estado hiciera uso de todos los instrumentos
legales a su alcance para cumplir y hacer cumplir la Constitución que había
sido aprobada por todos los partidos políticos y en la que se destacaba que una
de las misiones más importantes era mantener un estado de bienestar que
permitiera con un trabajo y un sueldo digno mantener a tu familia. En el
ambiente se respiraban aires de conflicto civil importante y los que podían se
planteaban la posibilidad de abandonar el barco y esperar que llegasen tiempos
más tranquilos en países en los que primase la paz por encima de todo. Todo el
mundo se mostraba muy pesimista en cuanto a lo que se veía venir y para colmo
el partido en el Gobierno ya no tenía con quien formar coaliciones y era
evidente que en pocos meses unas elecciones generales podrían hacer variar
todavía más el rumbo del país, con un Gobierno que fuera mas acorde con las
necesidades de los ciudadanos.
Estuve
cerca de una hora hablando con la Directora del Hospital que se deshacía en
elogios hacia mi persona y lo bien que había hecho mi trabajo y que el primero que lo lamentaba
era el Jefe de mi Servicio que había intentado de todas las formas posibles
echarme una mano, pero las órdenes que tenemos, de una manera taxativa es que
los que tengan más antigüedad sean los primeros en proponerles un despido
improcedente dándoles la oportunidad de cobrar una indemnización y el paro
durante una temporada y esto es así. Todos hemos intentado aportar unas
soluciones menos traumáticas, pero no hay dinero y la única forma de poder
mantener el sistema es la reducción de plantillas. No le des vueltas, esto no
tiene remedio y entiéndeme que para mí es muy incómoda ésta situación, pero no
tengo más remedio que afrontarla.
-
No si yo te
entiendo, pero el que se queda sin trabajo y se va al paro soy yo.
-
Eso no se puede
discutir porque es así – la Dra. Gadea trataba de suavizar la situación – pero
ya me he enterado que tienes una consulta privada por la tarde y por lo menos
dentro de lo malo, es lo menos malo, ¿no te parece?
-
¿Sabes lo que
pasa? – me pareció que las lágrimas iban a hacerse presentes es estos momentos,
pero eso si que no, yo me iré pero de llorar ni hablar – sinceramente me siento
absolutamente engañado y no lo digo por ti, porque ni siquiera he tenido oportunidad
de conocerte en todos los años que llevo trabajando en este Hospital, pero me
parece que me he sacrificado para nada. Sinceramente no creo que merezca la
pena chillar ni plantear cabreo alguno, porque ¿voy a ganar algo? Es una
decisión que ya está tomada y es así, pero que conste que no estoy en absoluto
de acuerdo, sobre todo porque, como te decía antes, he pedido pasar a formar
parte oficialmente de la plantilla y siempre se me ha dicho que no hacía falta
porque aunque no tuviera contrato se me consideraba como fijo y está claro que
alguien, no sé quién, me ha engañado de mala manera y lo peor, lo que más me
deprime, por decirlo de alguna manera, es que yo me lo creí. ¿De qué me ha
valido? ¿me lo puedes explicar?
-
No le des vueltas
y no pienses en todas esas cosas porque no te valdrán de nada, las cosas
entonces eran así pero desgraciadamente han cambiado y piensa que la crisis es
la culpable de todo lo que está pasando y ya verás como, en poco tiempo, todo
se arregla. Ahora lo importante es que sepas que tienes un mes para pasarte por
la Administración aceptar tu propuesta
de despido, firmar la conformidad, cobrar la indemnización y apuntarte al paro
que te dará una cantidad durante dieciocho meses para que dentro de la
incomodidad que supone ser dado de baja en el Hospital, por lo menos desde el
punto de vista económico no sea especialmente gravosa.
-
En fin – miré a
la Directora con expresión apesadumbrada
– de verdad que nunca me pude imaginar que me encontraría en ésta situación,
pero es lo que hay, ¡qué le vamos a hacer!
-
Te deseo toda la
suerte del mundo y ya verás como todo te irá bien. Hasta pronto y espero que no
lo consideres como una cuestión personal porque no lo es. Espero que te vaya
muy bien – me tendió su mano derecha y me dio un adiós como muy profesional.
-
Adiós – contesté
con una gran pena reflejada en mi cara en la que todavía creo que se notaba un
rictus de profunda pena y una gran desilusión.
Recuerdo
mi llegada a casa como si fuera ahora mismo. La primera en darse cuenta que
algo pasaba fue Carmen, mi mujer, porque a las doce de la mañana no era hora de
llegar habitualmente. En cuanto sintió el sonido de la llave al introducirse en
la cerradura y oír mi hola ¿hay alguien en casa? Preguntó
-
Hola, ¿te
encuentras mal?
-
Mucho peor de lo
que te imaginas – contesté mientras le daba un beso en la mejilla como siempre.
-
¿Tienes fiebre?
-
No que va – traté
de disimular dentro de lo posible – me encuentro mal, pero no enfermo
Carmen
desde sus profundos ojos negros me miró con recelo:
-
Perdona, pero no
te entiendo
-
Vengo de tener
una entrevista con la Directora de Fuenlabrada y me ha dicho que a partir del
próximo mes no vuelva por allí.
-
¡Cómo! – Carmen
mostraba una clara preocupación en sus gestos – pero ¿eso se puede hacer así
como así?
-
Yo creía que no,
pero debe ser que si – me senté en un sillón y metí la cabeza entre las manos
para que no viera como algunas lágrimas hacían su aparición en mi cara - creo
que es una injusticia, entre otras cosas porque yo me fui de La Paz seguro que
seguía con un contrato indefinido y parece ser que la cosa no era así. La
Dirección estoy seguro que lo sabía pero no dijo nada y ahora por problemas de
presupuesto y no sé cuantas historias más le sobran cerca de cincuenta Médicos
y empiezan por los más antiguos y en esa lista estoy yo.
-
Bueno – mi mujer
que tenía una enorme capacidad de hacerme la vida fácil y de la que estaba
perdidamente enamorado trataba de quitarle hierro al asunto – vamos a pensar en
positivo, potencias la consulta privada y hasta puedes ampliar el horario por
las mañanas y ya verás como en nada estás encantado de la vida. Venga Andrés,
deja de llorar y vamos a tomarnos un vino que ya sabes el refrán castellano que
Dios aprieta pero no ahoga.
-
Para vinos estoy
yo
A pesar de mi negativa al medio minuto Carmen apareció
en el salón con una pequeña bandeja en la que estaban depositadas dos copas
rellenas de un vino blanco y un cuenco con aceitunas rellenas de anchoas.
- Ya verás como
todo nos va a ir muy bien. Somos jóvenes y seguro que encontramos algo.
- Ojalá, pero están las cosas como para conseguir un
trabajo.
- Lo primero es
no desesperar, animar esa cara y ver el lado positivo. Que conste que yo tengo
mi título de Psicóloga y me puedo colocar en algún gabinete y si hay que bajar
el nivel de vida se baja y ya está – Carmen levantó su copa y brindó con una
sonrisa por el nuevo Cirujano Estético a tiempo total en la consulta privada y
así casi sin darnos cuenta o dándonos mucha cuenta, empezamos una nueva vida.
A pesar que
todo el mundo decía que era imposible encontrar un empleo, Carmen consiguió una
consulta de lo suyo, no tenía sueldo pero iba a porcentaje y si tenía enfermos
no salía especialmente mal y yo abrí la consulta unas horas todas las mañanas
pero mantenía, más o menos, el número de pacientes, el dueño del local donde
desarrollaba mi trabajo de captación de pacientes, es decir, el dueño de mi
consulta y sin previo aviso por su parte me subió el alquiler de una forma
desproporcionada, según mi manera de ver las cosas, y hasta llegó a cobrarme un
porcentaje sobre los pacientes que pasaban por allí y aunque veía algún
paciente más que antes, al final, con tanto porcentaje por todos los lados, al
final de mes salía más o menos igual que cuando solo trabajaba por la tarde.
Estaba mucho más tiempo, eso es verdad, pero económicamente salía igual.
Tampoco era para andar llorando por las esquinas pero lo que era evidente es
que en ningún caso recuperaba el sueldo que cobraba en el Hospital. Pensé que
sería cuestión de meses, pero, pasados unos meses, la situación no mejoraba.
Prescindí de una de las dos Enfermeras que el alquiler de la consulta me
proporcionaba y la sustituí por Carmen, que hacía más horas los días que podía
ir y así nos íbamos manteniendo, aunque todos los meses teníamos que sacar algo
de los ahorros, pero como siempre se dice, las desgracias nunca vienen solas y
al año, más o menos de echarme de la Seguridad Social, Carmen dejó su gabinete
psicológico, porque por la crisis tenía más gastos que beneficios y aunque
aguantó unos meses llegó un punto en el que no tuvo más remedio que dejarlo.
Por supuesto adiós a la asistenta, pero todavía la situación no era desastrosa.
Yo mantenía, más o menos el nivel económico de mi familia y las niñas podían
seguir yendo al mismo colegio que era una de mis principales preocupaciones.
Intentamos vender el piso que habíamos comprado en la provincia de Alicante,
pero los precios habían caído tanto que nos daban menos de lo que nos había
costado y decidimos dejarlo ahí en espera que la situación mejorase, pero al
final lo tuvimos que vender por bastante menos de lo que nos había costado.
Durante todo ese tiempo no sentí la necesidad de ir a
ver a muchos amigos que igual necesitaban un ayudante y me mantenía mal que
bien con mi consulta e incluso me daba como un poco de vergüenza ir a pedir
ayuda a gente que no estaba seguro si les interesaría mi colaboración, sobre
todo, mientras que tuviera mi consulta abierta y por otra parte era consciente
que los años iban pasando y los ayudantes habitualmente eran gente joven con
ganas de aprender, que cobraban poco y trabajaban mucho.
Al
principio el ambiente en casa no cambió demasiado pero con el paso de los meses
las discusiones con mi mujer se fueron haciendo casi diarias y aunque la
situación no llegó a las niñas, estoy seguro que se daban cuenta aunque no
dijeran nada. No sé si por indicación de su madre o por que se fueron haciendo
mayores, las dos, sin que yo conociera los motivos, decidieron que no les
apetecía ir a la Semana Blanca que todos los años organizaba el colegio. Ahora
puedo decir, aunque nunca lo hemos comentado, que fue cosa de Carmen, pero las
niñas lo llevaban bastante bien.
Un
día a última hora de la tarde, cuando
volvía de la consulta y en pleno paseo de la Castellana me encontré con una
manifestación contra los que más ganan o al menos así rezaba la pancarta que
portaban los primeros manifestantes, sin especificar a quién se incluía dentro
de ese grupo como un poco preciso aunque, al parecer, se consideraba rico a
todo aquel que tuviera coche porque unos pocos destrozaban los vehículos de la
mayoría.
Iban
por los márgenes de la manifestación y arrasaban a todos los vehículos que
estábamos parados porque el tráfico nos lo impedía y aunque algunos intentaban
defenderse, la masa es la masa y no había quien los parara y estaba claro que
no merecía la pena enfrentarse porque algunos que tuvieron la valentía de
hacerlo, lo único que obtuvieron fue unos cuantos palos que les caían por todas
partes y sus coches a pesar de todo no resultaron indemnes a la agresividad de
los manifestantes lo que revelaba que lo más prudente era buscar una vía
alternativa para no encontrarse con los que formaban el grueso de la protesta
siempre que la hubiera porque, como fue mi caso, estaba en medio de un tapón impresionante
y no podía moverse ni un centímetro hacia ninguna parte. Estaba claro que la
única solución viable era abandonar el coche a la carrera, dejarlo en medio de
la calle y refugiarme en cualquier sitio cercano. En mi caso, me metí en un
portal y con bastante fortuna vi una placa que ponía Dr. García Lozano, Cirugía
Plástica y como no podía salir y daba la casualidad que había sido compañero de
Gonzalo, aunque él era algo más mayor que yo, subí a la consulta. Me abrió la
puerta una señorita perfectamente uniformada, con un pijama blanco inmaculado,
peinada con una cola de caballo que le provocaba una tersura de toda la piel
redundante y una sonrisa que abría la visión hacia una dentadura perfecta.
-
¿Está el Doctor?
– pregunté.
-
Perdone, pero
¿está usted citado?
-
No, no vengo a la
consulta – la enfermera me miraba sorprendida – simplemente me he visto metido
en la manifestación que hay en la calle y como estaba en el portal y de momento
no hay quien salga he pensado que podía hablar un rato con el Doctor, somos
compañeros ¿sabe?
-
¿Cómo se llama
por favor?
-
Doctor Cubiles
-
Un momento, por
favor.
La enfermera abandonó la sala de espera que estaba
completamente vacía y mientras tanto aproveché para ojear alguna revista. Una
música suave hacía más agradable la espera. Todo montado para que el paciente
se encuentre a gusto y ganar dinero,
pensé, pero también es natural porque como necesariamente la Cirugía Estética
es cara, las instalaciones deben de estar al mismo nivel. Pasados unos minutos
apareció Gonzalo García Lozano y nos fundimos en un abrazo
-
Cuanto tiempo sin
verte – el que había sido mi inmediato superior cuando hice la Residencia me
sujetó por ambos antebrazos - ¿cómo estás?
-
Bueno, vamos
tirando que ya es bastante.
-
¿Has vuelto por
el Hospital?
-
Hace un montón de
años me fui a Fuenlabrada y desde entonces no he vuelto ¿y tú?
-
Yo hace por lo menos
quince, ya sabes que no salí muy bien y no tengo ganas de más líos.
Uno
de tantos Adjuntos de mi época de Residente, el Doctor García Lozano pertenecía
a un grupo numeroso de Cirujanos Plásticos, más o menos jóvenes, que habían
irrumpido hacía ya unos años con fuerza, preparación y ganas de comerse el
mundo de una forma que habían cambiado las consultas de la Especialidad tanto
como había cambiado la propia sociedad en la que nos había tocado vivir a
todos.
Mi
amigo Gonzalo tendría ocho o diez años más que yo y su aspecto tengo que reconocer que era
impecable. Pertenecía a ese grupo de
Cirujanos, normalmente más jóvenes que él, en el que las corbatas brillaban por
su ausencia, la sensación de felicidad o más que de felicidad yo diría la
sensación de juventud, de ganas de vivir la vida, de no envejecer por más que
se empeñara la madre naturaleza emanaba por todos lados de aquella generación
de especialistas en Cirugía Plástica, Estética y Reparadora aunque la mayoría
ejerciera solamente la segunda de las definiciones de la Especialidad. Sonrisa
perfecta en la que no podía contemplarse ni un solo diente que no estuviera
inmerso en una formación impecable, casi militar. La camisa, naturalmente de
seda o similar, tenía que permanecer abierta pero de una manera displicente,
como si fuera sin darse cuenta y dejando ver una cadena o un collar hecho con
un cordel finalizando en un pequeño amuleto. Mucho más fácil para conseguir
llegar a la cima de la Especialidad era haber nacido en el seno de alguna
familia conocida, eso abría muchas puertas, por supuesto haber estudiado en un
colegio de los considerados de toda la vida tipo El Pilar o los Jesuitas,
dominio completo del inglés y mejor de dos idiomas y haber completado la
formación académica en Estados Unidos. El gimnasio tenía que formar parte de la
estética del Cirujano siendo una práctica diaria para mantener un cuerpo
joven con la ilusión a flor de piel. Toda la personalidad del Cirujano Estético de
deseara tener un mínimo de prestigio tenía que hacer su aparición en el momento
de estrechar la mano de algún posible cliente y para ello desarrollaban una
especial capacidad para ser, o por lo menos parecer, una persona simpática,
atractiva, moderna, interesante y con dotes de mando. El tema de la técnica quirúrgica
vendría a continuación pero lo primero era generar un clima de confianza
haciendo que la relación Médico-Paciente se hiciera casi como una amistad desde
el principio, lo que de toda la vida se ha llamado “fidelizar al paciente”
Además
de la apariencia del Cirujano que por supuesto tenía que ser, más o menos
atractiva y para lograr el objetivo final de una cirugía siempre privada, eran
necesarias unas instalaciones determinadas y un personal entregado a su causa,
en cuerpo y alma. Lo primero era sencillo, una buena consulta tenía que estar
ubicada en cualquiera de las avenidas principales de la ciudad, a ser posible
en un edificio antiguo rehabilitado o similar y toda la decoración tenía que
ser moderna tratando de crear un ambiente de juventud permanente. Una sala de
espera no muy grande, música ambiental, por supuesto, y unas enfermeras que
indicaran claramente que con la cirugía se podía llegar a unos cuerpos
esculturales como los suyos. No podía faltar, en el caso de las señoras, unos
cuantos piropos cada minuto para aumentar su autoestima y en el caso de las
revisiones todavía más, para que los efectos de la cirugía se hicieran
patentes ¡qué maravilla, le ha quedado
una nariz perfecta y las patas de gallo le han desaparecido como por arte de
magia ¿está contenta con el resultado? O aquello de ¿se ha dado cuenta que
desde la cirugía está muchísimo más joven? Estaba tan ensimismado en todos
estos pensamientos que casi no me di cuenta que estaba en una sala de espera de
la consulta de un amigo
-
Perdóname
Gonzalo, pero el lío de la calle me ha puesto tan nervioso que.......
-
No te
preocupes - El Doctor García Lozano me
invitó a pasar a su despacho – pasa, pasa, nos tomamos una copa y así te
tranquilizas
Con gesto amable me invitó a través en pasillo muy
bien iluminado lleno de pequeños títulos de la mayoría de los congresos que
había asistido en toda su trayectoria profesional hasta su despacho. Un amplio
ventanal dejaba ver un Madrid con un cielo azul más limpio y menos contaminado
que de costumbre con una mesa delante con un par de revistas de la
Especialidad, un pequeño ordenador, algún papel y poco más.
Dos sillas bastante cómodas y un cuadro como de
pinturas difuminadas, al igual que una música suave le daban un aire
francamente agradable. No digo que como en casa porque en la consulta de un
Médico, por mucho que lo intentes, nunca estás igual pero tengo que reconocer
que había conseguido un ambiente muy cálido. Yo creo que Gonzalo lo notó en mi
cara porque fue su primera pregunta
-
¿Te gusta?
-
Muy bonito,
precioso – contesté mientras paseaba la mirada por el resto del amplio despacho
apreciando un pequeño tresillo blanco rodeando una mesa baja con unas flores en
el medio.
-
Se lo debo todo a
mi segunda mujer que es decoradora y me ayuda.
-
No sabía que te
habías separado de Menchu
-
Si, hace ya siete
u ocho años y reconozco que estoy muy bien,
Bea me ayuda en lo que podríamos llamar la parte social de la consulta y
bien, muy bien, para que te voy a decir lo contrario.
Su primera
mujer, Menchu, era una Enfermera de La Paz de la que todo el Servicio de
Cirugía Plástica estábamos enamorados. Aparte de excelente profesional era una
mujer con un carácter envidiable, siempre con una sonrisa como bandera y con la
palabra amable para que estuvieras a gusto. Cuando me contó que se había
separado reconozco que me dio un poco de pena pero en los problemas de pareja
siempre he tenido por norma y hasta
ahora me va bien, lo mejor es no meterse porque opinar sin saber lo que ocurre
es una tontería y detrás de la puerta de cada casa solo los que están dentro
saben lo que ocurre, pero sí me dio pena porque, en el fondo yo tenía en
aquellos tiempos más confianza con ella que con él, pero, en fín la vida es así
y cada uno va por el camino que quiere o por el que le marcan. Todavía me
acuerdo de un día, operando un quemado ella y yo solos porque no se qué
problemas había con el ayudante que me habían asignado que el paciente empezó a
sangrar como no había visto en mi vida, al principio muy bien, pero poco a poco
empecé a ponerme nervioso y no era capaz de coagular ni un solo vaso y si no
hubiera sido por Menchu que, por lo bajo y sin que se enterara nadie, me fue
recomendando tranquilidad con unas palabras que no recuerdo pero que
consiguieron calmarme y que finalizase
la operación sin mayores incidentes. Al salir, mientras tomábamos un café le di
las gracias todavía mal por esa reacción tan negativa y con un “son cosas que
nos pasan a todos” el tema quedó resuelto y creo que nunca lo volvimos a
recordar, aunque los dos sabíamos lo que había pasado y esas cosas no se
olvidan así como así.
-
¿Qué piensas Andrés?
-
No se si es el
momento más oportuno pero estaba pensando en tu boda con Menchu. La verdad es
que lo pasamos muy bien. Fue como algo diferente y estuvo muy pero que muy bien,
la verdad
-
Hombre, es que
eso de casarse en una finca en una dehesa de Salamanca tampoco se hace todos
los días
-
Y hasta con una
capea ¿te acuerdas?
-
Como no me voy a
acordar si al final acabé con el Jefe en la Residencia porque le empujó una
vaquilla y se rompió el cúbito izquierdo. Menuda pandilla de cabrones, os
largasteis todos y allí me tienes a mí en urgencias mientras le ponían una
férula y todos los invitados en la casa de mis suegros esperando a que
volviéramos.
-
Ya sé que no te
lo crees pero yo me enteré cuando había pasado por lo menos una hora.
-
Hombre, es
natural, los Residentes estabais a lo que estabais como para enterarse que el
Jefe tuvo un accidente.
-
Si – todavía me
acordaba de lo bien que lo habíamos pasado comiendo, bebiendo y bailando hasta
que nos vino a buscar el conductor del autobús que nos devolvió al hotel en
Salamanca – si no llega a ser por el conductor del autobús todavía estamos en
casa de tus suegros.
-
Ya, ya y tú
detrás de mi cuñada que bien que te gustó.
-
Estaba muy bien,
pero no se dejaba tocar ni un pelo.
-
¡Que quieres! La
familia de Menchu eran y siguen siendo de costumbres muy católicas y hasta que
no se casaban nada de nada. ¡Que tiempos!
-
Tiempos que no
volverán
-
Desgraciadamente
no y menos con la que tenemos montada todos los días ahí fuera. Es curioso pero
parece como si el Ayuntamiento de Madrid hubiera montado en esta calle un
manifestódromo, con en Río de Janeiro con el sambódromo porque no hay protesta,
huelga o lo que sea que no pase por aquí. Podían manifestarse en otra parte
pero parece ser que no. En fin, es lo que nos ha tocado vivir y no hay más
remedio que aguantarse. Vamos a tomarnos un Whisky ¿te parece? Y de paso me
cuentas como te va la vida.
Gonzalo
abrió una puerta de la biblioteca y extrajo dos vasos, una botella de Chivas 20
años y sirvió dos generosas copas ofreciéndome una
-
La verdad es que
he pasado un poco de miedo – bajé la mirada todavía un poco avergonzado – toda
aquella gente rodeándonos y aquellos siete u ocho con los palos en la mano,
todavía los tengo grabados en mi mente
-
¿Te llegaron a
pegar?
-
No, no, a mi no,
pero le dieron a la luna delantera y se la han cargado
-
Menudo susto –
afirmó mientras alargaba su brazo con la copa
-
Pues si, la
verdad es que si – afirmé – si no llega a ser por un señor que los separó
todavía me están apaleando en el coche
-
¿Y saliste sin
problemas?
-
Si, si, gracias
al señor que te digo, no tuve problemas, aunque hasta que lo hice me parecía
que en cuanto me descuidara volverían, pero no la verdad es que no lo hicieron.
-
¿Y el coche?
-
Supongo que en
medio de la calle – no tenía ni idea, pero lo que sí que tenía absolutamente
claro es que yo no miraba hacia atrás ni por todo el oro del mundo. Estaba
haciendo tiempo para que la policía hiciera su aparición y una vez que dispersase
a toda aquella gente, entonces ya lo buscaría – pero eso es lo de menos,
prefiero perder el coche que la vida.
-
¿De verdad que
temiste por tu vida?
-
Pero como no, si
no hacían nada más que aporrear el coche. Se conoce que eso de golpear un
Mercedes les debe producir cierto morbo porque si no, no lo entiendo.
-
Yo no sé cómo va
a acabar todo esto, pero la verdad es que tiene mala pinta. Aquí no hay
autoridad, cada uno hace lo que le da la gana y así nos luce el pelo – Gonzalo
bebió un poco de Whisky – y por si fuera poco, los catalanes dando el coñazo y
sin que nadie se atreva a meterles mano de una vez por todas. De verdad que yo
no los entiendo, les das, les das y siempre quieren más y eso que parece que
definitivamente se ha terminado el tema del tal Puigdemont.
-
¿Tú crees? – la
verdad es que había cambiado bastante desde aquellos años en el Hospital. Gonzalo se había vuelto, incluso en su
aspecto, como más pausado, como menos impulsivo. Todavía me acordaba de
aquellas discusiones en el antequirófano, entre operación y operación mientras
tomábamos aquel horrible café en aquellos vasitos de plástico y alguna galleta,
¿de dónde sacarán esas galletas en los
Hospitales que vienen envueltas de dos en dos y que no saben absolutamente a
nada?. Gonzalo era de los que creían que había que hacer huelgas lo más
salvajes posibles para que nos pagaran como Dios manda porque con esta historia
que perjudicaríamos a los pacientes nos tienen como les da la gana, no libras
las guardias, no te preocupes que los enfermos te lo agradecerán, prolongas tu
jornada un día sí y otro también sales después de las tres, hombre es que si se
queda un enfermo sin operar es una faena, ves en una consulta a treinta
enfermos y además revisas las curas, que menos, son pacientes que has operado y
tienen derecho a que los veas tú y así mil y una razones para destacar tu
enorme dedicación al paciente, pero de subidas de sueldo, nada de nada.
Ahora que
estaba dedicado solo a la Medicina Privada se permitía el lujo de criticar a
los de la Pública y tenía que reconocer que, para lo que se trabajaba se
pagaban unos sueldos bastantes buenos y que el que quisiera ganar más lo tenía
muy fácil, que hiciera como él, que se fuera y en lugar de quejarse se dedicara
a buscarse los garbanzos en la calle.
-
Hombre ¡que quieres que te diga! Los catalanes
se están pasando y como sigan así cualquier día votamos todos los demás y les
decimos que se vayan a freír puñetas que ya está bien, porque antes todavía
tenían la excusa que eran la autonomía de España que mas producía, pero ahora
con tanta independencia trabajan un día sí y cinco no, o sea, que ya no son tan
imprescindible. Ellos no se dan cuenta y siguen erre que erre con la misma
matraca pero esa es la realidad. Los que han podido ya se han ido y los que quedan
son los radicales que por mucho que les expliques las cosas no lo entienden,
ellos quieren ser la república catalana y todo lo demás les da lo mismo. Que se
van las empresas, que se vayan que ya volverán, que aumenta el paro, por
supuesto que tiene que aumentar mientras que el gobierno español nos siga
robando, que se tapan los trapicheos de la familia Pujol desde hace cuarenta
años, eso no es verdad, Pujol en su tiempo y
ahora sus hijos e incluso algún nieto, siempre han trabajado para que
Cataluña sea una nación y lo demás son inventos del estado español que quiere
que los catalanes se humillen, pidan perdón a todos los españoles y se olviden
de sus principios sin darse cuenta que no lo van a conseguir. Que Europa no los
acepta, no pasa nada, lo que hay que hacer es cambiar Europa y dejarse de
historias. Como si eso fuera tan fácil. En fin que como dice un amigo mío ese
tema no tiene arreglo, lo único que se puede hacer es tratar de enfriarlo
veinte años y los que vengan detrás que arreen
-
Es buena idea –
Gonzalo se asomó a la ventana – lo que no tiene arreglo ya está arreglado y
bien ¿Cómo te va la vida? Cuéntame que hace mucho que no nos vemos
-
Vamos tirando,
aunque hoy me pillas en mal día porque hace poco que me han despedido del
Hospital de Fuenlabrada y no estoy en
mis mejores momentos ni mucho menos.
-
Es verdad, no me
acordaba, que te fuiste cuando abrieron Fuenlabrada – me miró tratando de saber
si podía seguir hurgando en la herida – y ahora después de todo este tiempo te
han puesto en la calle así, por las buenas.
-
Mas o menos – no
quería demostrar en exceso mis sensaciones en ese momento – dicen que la crisis
les obliga a reducir plantillas y los más viejos a la calle.
-
¿No debería ser
al revés? Que se fueran a la calle los que llevan menos tiempo, ¿no es más
justo?
-
Yo que sé
Las
sirenas de varios coches de la policía sonaban con un efecto salvador. Gonzalo
se asomó a la ventana de su consulta y me animó a que hiciera lo mismo. La
calle y eso que era la Paseo de la Castellana que es bastante amplia, se había
convertido en un inmenso garaje de chapa y pintura, con cristales inundando los
suelos, cada coche mirando para donde quería, el mobiliario urbano, bancos,
papeleras, etc en medio del caos como queriendo sumarse a él y un poco mas allá
eran devorados por las llamas al menos tres turismos. Si aquel coche que veía a
lo lejos era su Mercedes, ya podía ir pensando en comprarme otro porque estaba
destrozado, golpes por todas partes y ni una luna íntegra. La gente corría
horrorizada, la policía apareció a lomos
de sus caballos y después un grupo todavía más numeroso de policías a pié que
armados con porras como jabalinas y protegidos con unos cascos transparentes,
disolvían a todo el mundo con una inusitada contundencia. Desde la ventana de
la consulta de mi viejo amigo y compañero, me di cuenta que la situación se iba
deteriorando casi de hora en hora, de minuto en minuto y de cómo la barbarie se
iba apoderando de las calles no haciendo caso a nadie. Asaltaban tiendas
amenazando a sus propietarios, rompiendo escaparates utilizando las papeleras y
llevándose todo lo que encontraban a su paso. Fue necesario que hicieran su
aparición los famosos carros mangueras que a base de chorros de agua de una más
que moderada fuerza, hacían que la gente se refugiara donde mejor se le hubiera
ocurrido.
Desde
la ventana de su despacho, Gonzalo y yo no dábamos crédito a lo que veían
nuestros ojos. La calle parecía como si estuviéramos en guerra con un aspecto
como las de esas ciudades que aparecen
en la televisión. Un espectáculo dantesco que invitaba a replantearse la
posibilidad de salir a la calle. Sin embargo, lentamente, más o menos en el
tiempo de finalizar el whisky y charlar de la situación, las cosas se fueron
apaciguando y después de despedirme de mi salvador, aunque solo fuera por unos
minutos, volví a la calle encontrándome mi coche como si le hubiera pasado por
encima una apisonadora. Por supuesto que todas las lunas habían caído en el
fragor de la batalla, pero además había desinflado las ruedas, más bien habían
sido objeto de una salvaje agresión con arma blanca y los dos espejos
retrovisores habían salido huyendo como su dueño. Milagrosamente introduje la
llave, la giré seguro que no arrancaba, pero el coche, después de un primer
titubeo arrancó con rabia y pude retirarlo del centro de la calle y aparcarlo
en espera que una grúa viniera a buscarlo para enviarlo a un taller o
directamente a algún desguace.
Ya era hora Tino !!! Por fin te has animado. Me alegro. Enhorabuena.
ResponderEliminarAl grano. Buen empiece. Mundo de la medicina, muy bien documentado porque lo has vivido y, aunque no sea autobiográfico, seguro que mas de un personaje es real. Muy buena pinta. Te metes rápido. Vamos a por el siguiente.
Merce
cada semana dos capitulos. De momento tengo escritos 25,o sea, que hay para una temporada. Gracias por los ánimos y te debo un ejemplar de la primera parte que ya te lo daré cuando te vea.
ResponderEliminarUn beso.
Tino