sábado, 23 de junio de 2018

ASI FUE Y ASI PASO. CAPITULOS :6 Y 7



CAPITULO 6.-

La consulta no iba bien. Posiblemente la complicación de la enferma de las mamas había hecho que me volviera todavía mas, yo diría que intransigente, o quizás sería mejor decir mas asustado y así ante cada paciente no hacía mas que pedirle pruebas y mas pruebas de tal manera que antes o después dejaban de acudir a la consulta.  Al principio aparecía alguna despistada para pedir un presupuesto o cosas así e incluso algunas que venía a operarse pero les ponía tantos impedimentos que parecía que no quisiera operarlas bajo ningún concepto. En mi casa la situación se iba haciendo insostenible, no teníamos prácticamente ingresos, Carmen tiraba de algunos ahorros que teníamos en una cuenta en ING, pero aquello era como los embalses en época de sequía, poco a poco se iban vaciando ante la inconsciencia de la gente que seguía consumiendo agua como si nada pasase. El hecho de no querer decirle a nuestras hijas la verdad de lo que estaba ocurriendo suponía tener que vivir en la mentira de una manera permanente. Salíamos de casa, decíamos que íbamos a cenar por ahí y nos sentábamos en el coche en el garaje, sin ni siquiera encender el motor para ahorra gastos. Por supuesto, se acabaron absolutamente todas las actividades extraescolares y  aunque se levantaban un poco antes, iban al colegio andando con lo que nos ahorrábamos el transporte, que no era mucho esa es la verdad pero algo es algo. Carmen y yo acompañábamos todos los días a las niñas al colegio y después cada uno recorría caminos diferentes, ella visitaba distintos gabinetes psicológicos por si necesitaban a alguien para colaborar, pero imposible. Todo el mundo tenía los mismos problemas, se trataba de eliminar gastos y los empleados eran una partida muy importante en la nómina de cualquier empresa, en algún sitio le dijeron que se hiciera autónoma y una vez en esa situación laboral, tratarían de darle alguna colaboración, pero en ningún caso, nada fijo.

Yo, por mi parte, tengo que reconocer que empecé muy tranquilo, no tenía pacientes, bueno ya vendrán, se que hago bien las cosas, que estoy preparado, es cuestión de tiempo etc….etc, pero los meses pasaban y no se veía ninguna mejoría. Intenté, no se por cuanta vez, visitar a otros Cirujanos Plásticos para tratar de conseguir una ayudantía, pero imposible. A la mayoría se les notaba que no tenían mayor interés en colocar como ayudante a alguien que sabían que estaba muy bien preparado, que ya no era un Residente recién terminado, con las bromas ya andaba cerca de los cuarenta y encima físicamente parecía que tenía todavía más y tampoco tenían mayor interés en pagar un sueldo decente porque sabían y eso es justo reconocerlo que por la mitad de precio encontraban gente  mucho más joven y suficientemente competente para hacer lo que ellos necesitaban. Todo eran muy buenas palabras, prácticamente ninguno me dijo ninguna inconveniencia, cosa que es de agradecer, pero me hubieran dado con la puerta en las narices, como vulgarmente se dice, sino fuera porque nunca llegaba a ese momento. Antes y con muy buenas palabras les daba las gracias y me iba con la música a otra parte.

Cuando llegué a un punto en que estaba convencido que con mi Especialidad no tenía ninguna posibilidad de ganarme la vida en Madrid que es donde vivía y antes de plantearme irme a provincias traté de hacer guardias, aunque fuera de Médico de Puerta, pero me pasaba igual. Por el mismo precio, los diferentes Directores Médicos de las distintas Clínicas Privadas tenían cincuenta solicitudes de Médicos recién terminados encima de sus mesas, posiblemente mejor preparados que yo para ese tipo de actividad y con ganas enormes de trabajar y labrarse un porvenir, lo que no quiere decir que yo no tuviera las mismas ganas o a lo mejor más, pero la ilusión es algo que va inherente con la edad y yo me veía abocado a esa situación pero no por propia voluntad, sino por mis especiales circunstancias. Además un Médico joven mal pagado puede durar en un trabajo, pero un Especialista estaba claro que en cuanto encontrase algo relacionado con mi especialidad no tardaba ni un segundo en dejarlos colgados y ellos lo sabían y por lo tanto para nada tenían intención de contratarme. Esta gente tenía una ventaja y es que te decían las cosas directamente y no se andaban por las ramas. No había sitio para una persona con el perfil como el mío y lo siento mucho pero aquí no te podemos dar trabajo. Muchas gracias por acordarte de nosotros y adiós muy buenas.

 Todas los días, al principio ilusionado y con el paso de los días y semanas algo mas descorazonado, tomaba un café con Carmen, mi mujer y mis hijas, las acompañaba al colegio y con una fotocopia de mi vida laboral debajo del brazo recorría todos aquellos lugares relacionados con la Medicina y todos los días a la misma hora, recogía a las niñas del colegio, las acompañaba a hacer los deberes, cenaba ligeramente y a las once de la noche como muy tarde estaba en la cama, dejando aparcada mi carpeta con mis papeles hasta el día siguiente. Con la idea de, por lo menos, no perder parte de lo aprendido durante tantos años de trabajo primero en La Paz y luego en Fuenlabrada, estuve unos meses colaborando con Cáritas y operando a pacientes sin ningún recurso económico en una clínica que tenían una monjas en un barrio periférico de la capital. Todos los que íbamos éramos voluntarios y aportábamos nuestro granito de arena para ayudar a los más necesitados, pero sin cobrar absolutamente nada, con lo cual siempre estaban expuestos a que me saliera algún trabajo y tuviera que dejarlo. Esa época la recuerdo especialmente agradable, era una experiencia maravillosa y raro era el día que no vivías algún momento que te hacía olvidar, aunque solo fuera por unas horas, tu problema y centrarte en otros que todavía estaban peor. Eran los enfermos mas agradecidos del mundo, te recibían con una sonrisa y te hacían todo tipo de regalos, naturalmente a su nivel, por ejemplo, un paquete de Ducados o un mechero de esos que venden en la puerta del Metro. Alguna vez me regalaron unos collares para Carmen o alguna pulsera para las niñas, pero para mí eran los mejores porque sabías que estaban hechos con el corazón. Allí tuve oportunidad de operar muchas malformaciones congénitas que te parece mentira que existan en nuestro país e incluso llegamos a tener lista de espera. Era una forma de ejercer muy gratificante, pero mi familia, tenía que comer y las cosas no mejoraban. Posiblemente yo era mejor persona, seguro que sí, pero el dinero es el dinero y entonces me dediqué a recorrer prácticamente todas las provincias de España en busca de algo.

Una mañana otoñal de esas de Madrid en la que la lluvia hace que las mañanas parezcan tardes y que la luz del sol brille por su ausencia, estaba en la consulta haciendo tiempo porque sabía que no había ningún paciente citado mientras centraba mi atención en un libro sobre reconstrucción de cara, cuando la secretaría me interrumpió para entregarme un burofax que había llegado en ese momento. Lo abrí pensando que sería la notificación de algún recibo de los muchos que últimamente me había visto obligado a no  pagar.  Fueron tan solo unos segundos y la cara me fue cambiando, un color me iba y otro venía hasta que me quedé blanco como la leche. Tratando de mantener la mayor tranquilidad descolgué el teléfono  Llamé a Carmen y:

-          Hola ¿Qué tal?
-         Bien – contestó algo extrañada porque no era habitual que la llamara a esas horas - ¿pasa algo?
-         Bueno – reconozco que en ese momento no me salían ni las palabras- ha llegado un burofax
-         ¿Otra factura?
-         No – ahora si que ya no podía ni hablar, un nudo en la garganta me impedía articular ni una sola palabra.
-         Andrés, por favor ¿dime que pasa?
-         Casi vente para aquí y te lo enseño
-         Pero ¿no es una factura? – Carmen no entendía lo que estaba pasando
-         No, mucho peor - y en ese momento colgué porque no quería que me oyera llorar.

No se si vino corriendo o volando pero en nada Carmen estaba abriendo la puerta de la consulta convencida que me había dado un infarto o algo por el estilo. Cuando me vio sentado en la mesa del despacho con la cabeza entre las manos se abrazó con fuerza a mi y estuvo así unos minutos tratando de recobrar la tranquilidad perdida después del susto que se había llevado.

-         ¿Qué pasa Andrés? Cuéntamelo todo, por favor.

Casi sin levantar la cabeza le alargué el brazo con el burofax para que ella misma supiera de que iba la cosa. Lo abrió apresuradamente y entre lágrimas leyó la nota procedente de un Gabinete de Abogados y decía así:

 Estimado Dr. Cubiles:

Nos ponemos oficialmente en contacto con Usted para ofrecernos como intermediarios en la demanda que contra Usted desea presentar en el Juzgado nuestra representada Doña María José Dominguez Lopez  por un delito de negligencia continuada desde la intervención quirúrgica de prótesis estética en ambas mamas con el resultado de importante deformidad estética en una de las mamas operadas, estado depresivo que le obliga a tratamiento psiquiátrico. ademas de otras secuelas de menor cuantía, por lo que solicita su inhabilitación como Cirujano Plástico por diez años y una indemnización de 600.000€ (Cien millones de pesetas.)
Esperamos su urgente contestación con la idea de llegar a una conciliación entre partes antes de proceder a la presentación de la citada demanda
Atentamente
Gabinete de Abogado García Coromina y Cia.
Madrid, a tal de tal de dos mil tal.

Carmen releyó varias veces el citado documento oficial y no pudo por menos que exclamar:

-          ¿Esta no es aquella paciente que le pagaste tú todos los retoques?
-         Si
-         ¡Que hija de puta!
-         Que es una hija de puta no tengo la mas mínima duda, pero seguro que ha aparecido por ahí algún Abogado de esos que van a comisión y la ha liado  porque a pesar de todo sigo pensando que ella sabe que las cosas se hicieron correctamente y por supuesto sabe el porqué pagué yo todos los gastos.
-         Si ya te lo decía yo Andrés: lo de pagar las facturas fue un error porque das a entender que te consideras culpable, aunque tú creas que no, pero ante los ojos de cualquier Abogado eso está más claro que el agua.
-         Bueno ¡ya está bien! – Carmen se quedó helado ante el grito que salió de lo más profundo de mi – solo falta que tú también te pongas de su lado, cojones.
-         Andrés, por favor – ahora era ella la que intentaba abrazarme – no seas tan injusto conmigo. Sabes de sobra que siempre estaré a tu lado y que………
-         Pues si siempre estarás a mi lado – la interrumpí bruscamente – lo que tienes que hacer es ayudarme y no dedicarte a echar leña al fuego ¿de acuerdo?
-         Está bien, está bien – Carmen se volvió a sentar en una de las sillas situadas al otro lado de la mesa  mirándome por el rabillo del ojo - ¿Qué piensas hacer?
-         Ya he quedado mañana por la mañana con los Abogados de mi seguro de responsabilidad civil para que vean la carta y tratar de buscar alguna solución.
-         ¿Ellos son partidarios de ir a Juicio?
-         No lo se – contesté mientras miraba nuevamente la carta – quiero suponer que pensarán que es mejor un buen arreglo porque solo me faltaba tener que ir a juicio. No creo que lo pudiera superar, por lo menos en las condiciones psicológicas que estoy ahora.
-         Bueno – Carmen me ayudó a ponerme la chaqueta – no empieces como siempre a adelantarte a los acontecimientos. Esperemos a mañana ¿te parece?
-         Si, eso es lo más lógico, aunque estoy deseando que se aclare todo cuanto antes.
-         ¿Quieres que te acompañe?
-         Como quieras
-         Yo, lo que tú me digas, si quieres que vaya voy y si no, te espero en casa.
-         Casi prefiero que me acompañes porque dos personas oyen más que una.
-         ¿A que hora tenemos cita?
-         A las nueve y media en sus oficinas de la Gran Vía.
-         Venga – Carmen cerró su bolso, se subió el cuello del chaquetón de piel vuelta y – vámonos para casa que mañana si que va a ser una mañana dura.
-         Lo malo es que antes queda esta noche – contesté con una media sonrisa sabiendo lo que me esperaba y como ya sabía de antemano lo que iba a pasar me tomé un Lexatin antes de meterme en la cama y otro a la hora porque continuaba con los ojos como platos. La noche se hizo la dueña del dormitorio, los pocos ruidos de los vecinos se iban atenuando y yo seguía dándole vueltas a la situación. Una y otra vez recordaba todo lo que había sucedido con aquella paciente, como la operación fue bien, como las suturas estuvieron perfectas hasta por lo menos diez días después de la intervención, como apareció un pequeño enrojecimiento que con mi experiencia sabía que sería una fuente de complicaciones, todas las curas, la reintervención, las diferentes revisiones y por fin el día del alta en que la tal Pepi parecía feliz con el resultado. Efectivamente habían surgido complicaciones, pero gracias a Dios todo se había resuelto satisfactoriamente y las mamas presentaban un magnífico aspecto y a partir de ahí el silencio hasta el burofax de por la mañana. Menos mal que el día famoso que la invité a unos Gin tonics la cosa no había ido a mayores porque si llega a ser así, menudo lío. De todas las maneras, yo seguía sin entender nada, si que habíamos tenido que retirar la prótesis pero ella sabía que eso podía suceder, entre otras cosas, porque yo que me considero bastante pesado, se lo había repetido por activa y por pasiva aunque también es verdad que se lo había suavizado un poco, pero de todas las maneras tenía el consentimiento informado firmado por ella, o sea que por ahí no podían ni debían ir los tiros. Lo que mas me dolía de ese escrito era eso de la negligencia continuada, pero ¿qué negligencia ni leches? En todo caso me podía acusar de haberla visto casi todos los días durante al menos dos meses, pero ¿de falta de atención? Eso si que me parece el colmo de la cara dura, pero espero poder demostrarle al Juez, antes de llegar a juicio, que eso no era verdad. Podrá decir que no está de acuerdo con el resultado, a mi desde luego me dijo que estaba encantada, que tenía un grave problema psicológico eso habrá que valorarlo pero a mi me dijo que estaba feliz. En fin, veremos a ver por donde sale, pero de momento ha conseguido hundirme, que no creo que fuera lo que buscara, pero conseguirlo lo ha conseguido, eso sin ninguna duda.
-         Andrés, por favor – Carmen se movió en la cama – apaga la radio e intenta dormir.
-         Ojalá pudiera, pero no tengo ni pizca de sueño
-         Ya me imagino, pero inténtalo por favor.
-         Está bien – apagué la radio y por lo menos estuve una hora más tratando de ver las razones por las cuales había recibido ese preaviso de denuncia. Es verdad que está mal de dinero, pero también sabe, porque lo hemos comentado en diferentes ocasiones, la cantidad de horas sin dormir que me pasé por culpa de la dichosa dehiscencia de sutura, la de vueltas que le dimos y lo digo en plural porque muchas veces yo pensaba en alto delante de ella, antes de decidirme por retirar la prótesis y la evolución perfecta después de la segunda intervención. Pero pedirme 600.000€ ¿no es una burrada? Menos mal que tengo el seguro que si no, entonces si que me tendría que ir del país aunque no quisiera, porque en los tiempos que corren es imposible que yo pudiera asumir esa indemnización. Y luego lo de siempre, indemnizaciones europeas con precios españoles. En fin, voy a tratar de dormir porque si no me va a dar algo y más vale que me lo tome con tranquilidad. En el fondo lo que se merece esta tía es que mañana la llame por teléfono y la ponga a parir, eso es lo que se merece, pero ni me lo planteo porque ya se que mi Abogado va a decir que ni hablar. Bueno voy a intentar dormir. Ya, eso es lo que me gustaría pero no tengo nada de sueño. Parece como si el burofax diera a entender que no se operar, parece mentira pero es así, después de casi veinte años de ejercicio profesional viene un Abogado de tres al cuarto y dice que no se operar. ¡Es el colmo! y además quien se cree que es para mandarme un escrito en ese tono. Seguro que es un chaval joven que tiene que labrarse un porvenir y piensa que su futuro está metiéndose con los Cirujanos. Demuestra que no me conoce de nada, es verdad que no tiene por qué conocerme, pero si lo que pretendía es hundirme a fe que lo ha conseguido. Me encantaría ser como muchos de mis colegas que ante reclamaciones como esa ni se inmutan. Saben que han hecho las cosas bien y ya se demostrará ante su Señoría o ante quien sea, pero la cirugía está bien hecha y eso no hay quien diga lo contrario. Y en mi caso ¿por qué no pienso igual? Se que lo he hecho bien, que ha surgido una complicación ¿y qué? ¿Estas cosas solo me pasan a mi? La bibliografía mundial que me la he leído entera dice que eso pasa y ¡qué le voy a hacer! Está claro que me lo tengo que tomar con más calma porque la que sufre de verdad es mi coronaria, pero que alguien me explique como se consigue, porque yo no lo se. Es la primera vez que me amenazan con una denuncia y posiblemente por eso estoy de los nervios, tengo que dominarme, tengo que dormir, tengo que dejar de pensar en esto porque si no, de aquí al día del juicio seguro que me va a dar algo. Bueno, voy a intentar dormir otra vez y sobre todo me tengo que convencer que no soy un mal Cirujano, no lo soy, diga esta tía lo que quiera. He operado a un montón de pacientes y no tengo la sensación de hacerlo tan mal. No claro que no, no seré una figura de renombre, eso claro que no, pero tampoco soy tan malo. He estudiado como un obseso hasta llegar hasta aquí y he intentado aprender de mis maestros y en la época buena casi no salía de casa siempre actualizándome con revistas y artículos de primera mano y tanto sacrificio ¿para qué? para que luego llegue una tía y te pida 600.000€. ¡Que pena!









CAPITULO 7.-

Era un martes por la mañana, llovía a cántaros como presagio de que algo malo iba a suceder. Carmen se había empeñado en que me pusiera corbata, parecía como si diera mas señal de respeto el presentarme con chaqueta y corbata me dijo al despertarnos y antes de desayunar y afortunadamente le  hice caso porque todas las personas que vimos esa mañana en el Gabinete Jurídico de mi seguro de responsabilidad civil, iban que parecía mas de boda que de trabajo. Carmen también, posiblemente para no desentonar conmigo, se vistió de una manera como más formal que habitualmente.

La oficina estaba situada en el centro de Madrid, concretamente en la Gran Vía 23 y menos mal que se nos ocurrió ir en transporte público porque si no, todavía estaríamos dando vueltas con el coche buscando donde aparcar. Ya se sabe que Madrid en cuanto caen dos gotas se pone imposible y ese fue el motivo por el que nos acercamos a la parada del autobús y llegamos en poco más de media hora. El portal era imponente con unos techos enormemente altos, a la derecha un gran panel servía de anuncio de todas las empresas y entidades que tenían domiciliadas allí su sede social. Al fondo una amplia escalinata que ascendía como haciendo una pequeña curva hasta la zona donde se ubicaba el personal de seguridad quien nos pidió amablemente los carnets de identidad y nos indicaron donde estaban los ascensores para subir hasta la planta diecisiete, donde nos estarían esperando. Era un elevador grande, moderno, con un espejo que ocupaba una de sus paredes, El lado de enfrente era un cristal que permitía percibir una vista casi aérea de la capital de España y en el frente una chica con riguroso uniforme azul marino y guantes blancos que indicaba a las diferentes personas que íbamos en su interior, en que piso teníamos que bajarnos.

El cambio fue muy brusco, pasamos de un ascensor regio, austero a más no poder, al hall de una oficina como muy moderna, con múltiples plantas que emergían de unos enormes maceteros, los paneles de todas las paredes pintados de diferentes colores. La recepción la formaban dos señoritas que mas parecían mises que secretarias, morenas, primorosamente maquilladas y con una sonrisa que invitaba al optimismo. No hubo necesidad de preguntar nada porque fue una de ellas la que se levantó y acercándose a nosotros nos indicó:

-         Dr. Cubiles y señora ¿verdad?
-         Si, pero es una temeridad por su parte suponer que la mujer que me acompaña es la mía porque podía ser que no lo fuera y quedaría Usted a la altura del betún - contesté con una sonrisa.
-         No, no, no hay problemas porque no se si se ha dado cuenta que abajo les han preguntado por sus nombres y la relación entre ustedes
-         Tiene razón – Carmen afirmaba con la cabeza – es más, yo me he quedado un poco sorprendida, pero supuse que las cosas serían así.
-         Por eso les digo que no hay problemas – sonrió la recepcionista mostrando una dentadura en la que los dientes se mantenían como si de una formación militar se tratara haciendo que el conjunto, entre su cara, su  juventud, su belleza y su sonrisa resultara atractivo – esperen un segundo en la sala de espera y en un minuto les acompaño al despacho del Señor Lopez Pina.
-         Muchas gracias.

-          ¿Dr. Cubiles? – el hombre que se acercaba con la mano dispuesta a ser estrechada era de unos cincuenta años, pelo blanco con entradas, moreno, arrugas en la cara que le hacía parecer algo mayor, sonrisa agradable tratando de ganarse la confianza del cliente desde el primer momento, traje azul marino, camisa blanca y corbata azul claro con relieves como de elementos marinos. Con exquisita educación nos dio la mano a Carmen y a mi:

-          Soy Juan Lopez Pina, Jefe del Gabinete Jurídico de esta casa. Si les parece y antes de pasar revista a todos los detalles ocurridos y que son motivo de la denuncia de la que Usted me habló ayer por teléfono, nos podíamos tomar un café ¿les parece? Y enseguida les presento a mis dos ayudantes que son los que directamente se harán cargo de su caso y si fuera necesario yo intervendría, pero por lo que me contó, no parece que vaya a ser así. Tomen asiento por favor.

A los pocos segundos apareció otra secretaria, igual o mejor que las recepcionistas, con una bandeja en la mano, que nos preguntó como queríamos el café y a continuación nos sirvió depositando las tazas sobre una mesa auxiliar y salió del despacho.

-          Bueno, Dr Cubiles – El Jefe de los Servicios Jurídicos me miraba por encima de la taza de un extraordinario y humeante café – ¿es la primera vez que le denuncian?
-         Si – contesté tratando de no mostrar mi nerviosismo
-         Es Usted Cirujano Plástico ¿no?
-         Si
-         ¿Y cuantos años lleva ejerciendo su profesión?
-         Aproximadamente quince
-         Parece Usted muy joven
-         Ya, ya – sonreí pensando en todo lo que vendría después – pero los años están en el D.N.I., eso es lo malo
-         Se lo digo porque la mayoría de sus colegas que se dedican a la Cirugía Estética, a su edad, ya llevan varias denuncias encima y por lo tanto manejan este tipo de situaciones con cierta soltura y no hay que decirles como tienen que actuar porque ya se lo saben, pero en su caso, conviene recordarle que debe atenerse a las indicaciones que le demos sus Abogados, que somos nosotros y que en todo momento estaremos a su lado para ayudarle ¿de acuerdo?
-         Por supuesto – contesté. Le iba a preguntar que porcentaje de denuncias llegaban a juicio y cuantas se resolvían con acuerdos amistosos, pero no tuve oportunidad porque Don Juan se levantó y nos invitó a pasar a una sala adjunta donde estaba sentados dos Abogados, mucho más jóvenes, que se pusieron de pié nada mas oír como se abría la puerta:
-         Les presento a Eduardo García y a Sonia Gallego, dos de mis mejores colaboradores, que se harán cargo de su caso. Si necesitan cualquier cosa ya saben donde me tienen. Espero verles pronto con el caso resuelto de la manera más favorable posible – les estrechó nuevamente las manos y abandonó el despacho cerrando la puerta tras de si.

Los dos nuevos Abogados, Eduardo García y Sonia Gallego eran mucho más jóvenes. El podía ser de mi edad o incluso un poco más joven y ella no digo tanto como que podría ser mi hija, pero casi. Eduardo nos indicó que tomáramos asiento y comenzó las presentaciones tratando, igual que había hecho su jefe, de irse ganando nuestra confianza. Era alto, moreno, con una buena mata de pelo perfectamente peinado, ademanes refinados, las uñas de las manos, un detalle en el que siempre me fijo, bien recortadas, traje gris con corbata tirando a roja aunque con colores como difuminados y una pinta agradable en su conjunto. Sonia Gallego, la que suponía yo que era la ayudanta del ayudante, era casi una niña, con un pelo rubio largo sujeto por una coleta que le hacía todavía más tersas sus facciones, ojos negros de mirada inquieta y manos, otra vez me fijaba en el mismo detalle, finas con uñas pintadas de un rojo intenso. Sostenía un bolígrafo en su mano izquierda, mientras en la derecha tenía como un pequeño bloc de notas de tapas de un plástico verde oscuro que contrastaba con el blanco de su camisa y el azul marino de su chaqueta entallada que se continuaba con unos pantalones del mismo color.

Eduardo García se levantó de la silla dando unos pequeños pasos alrededor de la amplia mesa que abarcaba medio despacho.

-          ¿Qué os parece si nos tuteámos? – comenzó la conversación - al fin y al cabo los cuatro somos jóvenes
-          Muy bien – contestamos Carmen y yo casi a la vez.
-         Bueno, como ya os habrá dicho Don Juan seremos nosotros los que nos hagamos cargo de tu caso ¿de acuerdo?
-         Claro – contesté afablemente
-         Lo más práctico es que tú nos vayas contando y nosotros te interrumpimos todas las veces que sea necesario para llegar a buen puerto ¿te parece?
-         Lo que tú digas.
-         Bien, antes de empezar necesitamos algunos datos. ¿Tu nombre es?
-         Andrés Cubiles Lorenzo
-         ¿Edad?
-         Treinta y nueve años
-         ¿Profesión? Médico eso ya lo sabemos, pero ¿eres especialista en?
-         Cirugía Plástica, Estética y Reparadora.
-         ¿Perteneces a la Sociedad Española de Cirugía Estética?
-         No – me estaba empezando a dar cuenta del tono de las preguntas y eso que se supone que es mi Abogado defensor – soy socio numerario desde hace, más o menos quince años de la Sociedad Española de Cirugía Plástica y antes fui miembro asociado de la misma, pero de la de estética nunca fui socio porque me parecía y me sigue pareciendo que con ser de la primera era suficiente.
-         Ya -  Eduardo García miró a su compañera para comprobar como iba anotando todo lo que estábamos hablando - ¿desde el principio te has dedicado a la Cirugía Estética?
-         No, no, que va – según avanzaba con las preguntas pude intuir que no tenía ni idea del alcance de la Cirugía Plástica, seguro que pensaba como mi familia que todos creían que solo me dedicaba a arreglar narices y mamas Al principio, como todos los Residentes de esta Especialidad hacíamos un poco de todo, desde enfermos de Cirugía Plástica pura, Cirugía Reconstructiva, Cirugía de Mano, Malformaciones Congénitas y diferentes patologías más, porque en el fondo la Cirugía Plástica se ha dedicado durante muchos años, sobre todo cuando empezaron a contratar Especialistas en los hospitales de la Seguridad Social, a actuar sobre muchos pacientes que no los quería nadie y eran de todas las especialidades o de ninguna, según como se mire.
-         Bien – Mi ya Abogado defensor daba vueltas a un bolígrafo y apretaba de una manera convulsiva, como si fuera un tic, el capuchón del mismo haciendo aparecer y desaparecer la punta, levantando de vez en cuando la mirada para observar mis reacciones y me dio la impresión que estaba como haciendo tiempo para iniciar lo que yo entendía como el verdadero interrogatorio – en el transcurso de tu vida profesional ¿has tenido mas denuncias?
-         No, esta es la primera

Eduardo y Sonia levantaron sus cabezas a la vez como sorprendidos con mi respuesta y  en ésta ocasión fue ella la que preguntó:

-          Operando pacientes de Cirugía Estética desde hace quince años ¿es la primera vez que recibes una reclamación?
-         Si – contesté rotundamente – ¿soy un bicho raro o que?
-         No, bueno no pareces, yo creo que lo que eres es un tipo con suerte – esta vez era Eduardo el que retomaba la conversación – pero tiene razón Sonia porque en nuestro caso si que tenemos varios Cirujanos Estéticos que han sido denunciados y no una ni dos si no más veces.
-         Pues ya os digo que yo debo ser un bicho raro porque es la primera vez en mi vida que recibo una carta como la que ya supongo que habéis leído
-         Si, la tengo por aquí – el joven Abogado la buscó entre diferentes documentos que llevaba en una cartera de piel. Cuando la encontró me la puso delante para comprobar que era esa a la que me refería - ¿Se trata de una enferma que habías operado tú?
-         Si, le puse unas prótesis de mamas y después de un postoperatorio normal, a los diez días más o menos, tuvo una infección de la mama derecha y después de una temporada con curas, la cicatriz se abrió y por ahí apareció la prótesis y hubo necesidad de cambiarla.
-         O sea que la tuviste que operar dos veces
-         Si
-         Y ella te acusa de negligencia profesional y naturalmente después ya meten, lo de siempre, estado de ansiedad, depresión y mil cosas mas ¿no es así?
-         Bueno, supongo que si, porque hasta ahora yo no he hablado con nadie
-         Pero eso es lo que pone aquí – Sonia me señalaba con el dedo la carta
-         Ahí puede poner lo que quiera, pero es una mentira como un piano de cola
-         ¿Si?
-         Claro que si – en ese momento si que empecé a levantar la voz – por supuesto que si – insistí a la vez que notaba como Carmen apoyaba su mano derecha en el muslo de mi pierna como solicitando que tratara de mantener la tranquilidad – la paciente estaba bien operada, tuvo esa complicación y después de una temporada se arregló y por lo menos la última vez que yo la vi parecía que estaba contenta y nada deprimida ni mucho menos.
-         Perdona Andrés, pero es tu opinión contra la suya y……….
-         No, no, no es mi opinión contra la suya, no, es la opinión de un profesional que ha hecho bien su trabajo contra la de un Abogado que después de seis meses dice que está deprimida y eso no es verdad
-         ¿No puede ser – ahora era Sonia la que preguntaba – que ante una cirugía de resultados como es la Cirugía Estética y teniendo en cuenta que la tuviste que reintervenir estuviese deprimida?
-         Desde luego cuando yo la vi, seguro que no, incluso si me apuras yo os diría que estaba encantada con el resultado
-         Ya, pero después de varios meses de pasarlo mal.
-         Hombre, una segunda cirugía no creo que le siente bien a nadie, pero si surge una complicación nosotros tenemos el deber y la obligación de resolverla, pero es imposible saber cuando se va a producir.
-         ¿Y la paciente sabía eso?
-         No solamente lo sabía si no que tengo el consentimiento informado en el que consta su firma.
-         Eso es muy buena cosa – Eduardo trataba de centrar el tema – porque los jueces se fijan mucho en los papeles
-         ¿Cuánto pagó por las dos intervenciones?
-         Bueno – miré a Carmen que permanecía impasible sin hacer ni un solo movimiento desde que iniciamos la conversación – realmente solo pagó la primera porque de la segunda me hice yo cargo de todos los gastos.

Eduardo se puso las dos manos sobre la frente mientras que Sonia me miraba incrédula
-         ¡Qué pagaste todos los gastos de la segunda operación! ¿hemos oído bien?
-         Si – contesté con determinación – pero no hace falta que me pongáis a parir porque ya lo ha hecho mi mujer
-         Y con razón – sentenció Sonia mientras Eduardo parecía tratar de buscar alguna solución para aquella situación que le parecía imposible.
-         Pero vamos a ver – Eduardo seguía mirándome como quien ve una aparición – si no te he entendido mal tú le pagaste todos los gastos que se generaron con motivo de la segunda intervención ¿es así?
-         Si – sabía que lo mismo que Carmen, ellos no podían entender los motivos por los cuales lo hice y traté de justificarme – era una paciente que me contó que tenía problemas económicos, que estaba separándose de su marido y ¡que queréis que os diga! Me dio penas y asumí yo todos los gastos que, por otra parte no eran tantos porque la prótesis me la regaló el del Laboratorio que habitualmente me las suministra y también me hicieron un precio especial en la clínica.
-         Ya, pero tu pagaste todo
-         Si

Carmen no abrió la boca, pero me miró con cara como diciendo si ya te lo decía yo, pero menos mal que no dijo absolutamente nada porque por las caras que pusieron los dos Abogados pude percibir la gravedad de lo que había hecho. Por si tuviera alguna duda, Eduardo se encargó de resolverla inmediatamente

-          Yo no se por donde orientar la defensa porque nos lo has puesto muy difícil – el Abogado miraba con ansiedad a su compañera como tratando de buscar una ayuda – ¡a quien se le ocurre pagar las facturas de una paciente! Eso es tanto como reconocer que la cirugía la has hecho mal y tratas de comprar a la paciente para que no te lleve ante los Tribunales.

Cerré los ojos mientras Carmen me daba la mano para tratar de calmarme. Ella me conocía muy bien y sabía que estaba a punto de saltar. El notar su mano me sirvió de relajante para respirar profundamente antes de intentar defenderme y de justificar mi actitud que estaba claro que no la entendían ninguno de los presentes

-          Si me permitís me gustaría explicaros otra vez como fue y posiblemente así lo podáis entender – volví a respirar y paseé mi vista por los tres presentes en aquel despacho, Carmen mi mujer y los dos Abogados que me miraban con interés como tratando de darme ánimos para que los convenciera con mis argumentos – Vosotros, como es natural no me conocéis de nada y no sabéis como soy, pero lo que si os puedo asegurar, y Carmen lo sabe, es que nunca he tratado de engañar a nadie y os puedo jurar por mis hijos que es la primera complicación que tengo de esa categoría, por lo tanto, podía afirmar que el poner prótesis es una cirugía sin riesgos, pero como conozco el percal, me cubrí las espaldas explicándole las complicaciones que pudieran surgir e incluso lo firmó, pero a pesar de todo, lo que parecía que nunca podía pasar, pasó y para mí, y ahí me pongo en el caso de la paciente, el tener que cambiar la prótesis supongo que estaréis de acuerdo conmigo en que es una cabronada
-         Andrés, por favor – Carmen veía que me iba encendiendo poco a poco
-         Ya – me interrumpió Sonia – y en vista de eso le pagas los gastos de la segunda operación
-         Si – miré fijamente a la Abogada ayudante del ayudante – pero no por lo que tú piensas, no – bebí un poco de agua directamente de una pequeña botella que estaba encima de la mesa – se lo pagué porque yo entendía, ya sé que lo hice mal pero es lo que entendía, que no solo era una faena el tener que pasar otra vez por el quirófano con todo lo que eso supone si no que encima tenía que pagar un dinero que ella no tenía y por eso fue por lo que le dije que no se preocupara que yo corría con todos los gastos.
-         Si, si, - me contestó la ayudante del ayudante – si ya te habíamos entendido, pero, aunque te moleste, tienes que estar de acuerdo conmigo es que eso, para alguien que no esté metido en este negocio, es como reconocer que algo has hecho mal, porque si no, nadie entiende que tu asumas gastos. Tú haces tú trabajo, lo haces lo mejor que puedes como cualquier profesional, lo cobras  y ya está, pero no pagas nada ¿no lo entiendes?
-         Lo que te quiere decir Sonia - Eduardo también se daba cuenta que la situación se iba tensando por momentos – es que, desde fuera, son argumentos muy sólidos para pedir una indemnización. Para nosotros, que  te vamos conociendo algo, es mas bien una manera de pensar en positivo poniéndote en el caso de la paciente porque es verdad que esa complicación le supone una serie de gastos con los que seguramente no contaba, pero, precisamente por eso, es por lo que pide una indemnización y ya puestos a pedir, pide 600.000€ porque mezclan los daños físicos, con los psicológicos y si el Juez lo acepta pues todos tan contentos.
-         Yo creo – hablé muy despacio, tratando de bajar el tono de voz – que ella sabe la verdad, mejor dicho no lo creo estoy seguro que lo sabe, pero ante el dinero la gente pierde el sentío que diría un andaluz y si en ese momento llega un Abogado y encima la anima un poco más por ahí vienen los tiros.
-         Ya – Eduardo me miraba y medía sus palabras porque sabía que yo tenía razón, aunque no me la podía dar – pero ese es nuestro trabajo
-         ¡Que va! eso es lo malo –  volví a elevar el tono de voz -y por ahí si que no paso. Vuestro trabajo sería y vosotros sabéis que tengo razón, sería repito convencer a la paciente que la cirugía está bien hecha, que al cirujano le has dado pena y por eso ha pagado todos los gastos y si me apuráis hasta deberías de convencerla para que viniera a la consulta para darme las gracias, pero claro, así no tenéis ni un cliente.

Eduardo miró a Sonia disimuladamente, abrió los brazos en un gesto como tratando de justificar lo injustificable y trató de exponer sus razones. También miró a Carmen que estaba con cara de poker sin mover ni un solo músculo y finalmente me miró a mi. Creo percibió que le estaba contando la verdad y se podría decir, eso si, me podía equivocar, que en el fondo me daba la razón aunque de manera formal tenía que discutirla:

-         Mira Andrés – hizo una pausa larga como queriendo dar tiempo para que la curiosidad se fuera apoderando de todos los presentes y a la vez parecía como si se estuviera dirigiendo a un jurado popular incluso yo diría que cambió el tono de voz -  los Médicos y especialmente los Cirujanos tenéis que acostumbraros a una nueva situación. Es cierto y eso no creo que nadie con dos dedos de frente lo discuta, que tenéis un trabajo en el que tenéis en vuestras manos las vidas de los pacientes, en el caso de los Cirujanos Estéticos a lo mejor un poco menos porque son pacientes sanos pero eso es así y os tenéis que acostumbrar que si las cosas no van bien, tenéis que pagar unas indemnizaciones porque por vuestra actuación, por supuesto sin querer, provocáis un perjuicio y eso, aunque os moleste, hay que pagarlo. Otra cosa es si las indemnizaciones son ajustadas al nivel de vida de los españoles o no, pero el perjuicio hay que pagarlo. Eso es muy diferente al tema penal – Eduardo hizo otra parada en su discurso, bebió agua, se ajustó el nudo de la corbata y continuó – Naturalmente que puede ocurrir, por qué no, que las cosas encima las hagas mal
-         Si hiciéramos todo bien, no seríamos Médicos, seríamos dioses -  Le interrumpí.
-         En eso estamos de acuerdo. No sois dioses aunque algunos lo parecen.
-          El que lo parezca – volví a intervenir en la conversación
-          Y ahí es donde entramos los Abogados, pero no porque seamos buitres carroñeros esperando a su presa si no simplemente porque conocemos mucho mejor que vosotros las leyes y los derechos de cada uno y por eso es por lo que actuamos y en nuestro caso todavía es diferente porque nuestros clientes sois los Médicos.
-         Ya, pero por la forma de hablar parece como si fuéramos enemigos irreconciliables.
-         Es posible que sea así, no te lo niego – Eduardo volvía a dirigirse a mí de una manera como mas amistosa – pero es nuestra forma de hablar ¡que le vamos a hacer! pero también me gustaría que te fueras acostumbrando porque ese tono que utilizo yo y que a ti parece que te molesta, no va ser nada comparado con el que va a utilizar el Abogado de la parte contraria.
-         No se lo pienso consentir – contesté de forma airada
-         Eso es precisamente lo que buscará el Abogado y me da la impresión, a no ser que hasta entonces te hagamos cambiar, que lo va a tener muy fácil. A las primeras de cambio saltas como una pantera y entonces, ten la completa seguridad que el Señor Juez se pone de su parte
-         ¿Pero los Jueces no son imparciales?
-         Venga Andrés, por favor, ¿se puede saber en qué mundo vives? Los Jueces, los Médicos, los Arquitectos y los profesionales del sector que sea, tienen todos un sentido muy estricto de corporativismo que posiblemente no se note pero que está presente y si tú, porque las cosas las entiendes de otra forma o por el motivo que sea, se te ocurre faltar al Abogado, mejor es que ni te presentes al juicio porque lo vas a perder y vete metiéndote bien en la cabeza esto que te digo porque es la verdad.
-         No lo entiendo – me quedé mirando el tablero de la mesa como queriendo terminar cuanto antes.
-         No es un problema que lo entiendas o no, Andrés, es así y por eso te estamos avisando, pero solo por tu bien - Eduardo se levantó de la mesa, lo mismo hicimos los demás, se guardó todos los papeles en la cartera, nos estrechó la mano tanto a Carmen como a mí y nos comentó que cuando tuviera noticias nos volvería a citar, que trataría de hablar con los Abogados demandantes y vería si había posibilidades de negociar o no. Intenté insistir en lo de que por mí no deberían negociar nada porque la cirugía estaba bien hecha, pero me contestó:
-         Tú déjanos a nosotros que sabemos lo que tenemos que hacer. Hasta la próxima cita que espero que sea en un mes, mas o menos. Un abrazo

No llovía, en una hora que estaríamos en el despacho parecía como si a todo el mundo le hubiera dado por darse una vuelta por la Gran Vía madrileña, auténticas riadas de gente subían y bajaban por las amplias aceras. La mayoría con expresiones serias, con andar rápido como queriendo resolver sus diferentes situaciones personales lo antes posible. Carmen y yo caminábamos despacio, ninguno de los dos queríamos afrontar ya el resumen de la entrevista pero alguien tenía que romper el hielo y fui yo:
-          ¿Qué te ha parecido?
-         Bien – contestó Carmen sin dejar de caminar
-         ¿Eso es todo lo que se te ocurre decir?
-         ¡Qué quieres que te diga! – Carmen hizo una pausa – creo que te han dicho las cosas como son y yo por lo menos he notado perfectamente que no te sentaba nada bien, pero es lo que hay.
-         A mi tengo que reconocer que me ha sentado mal el tono, no sé cómo explicarlo, parece que estuvieran en posesión de la verdad y no te dan pié ni para que les expliques que están equivocados
-         Ya, pero ellos son los que entienden de leyes
-         Y yo el que entiende de cirugía
-         Sí – Carmen, como me conocía muy bien, medía muy bien sus palabras – pero como te han repetido en varias ocasiones, ellos no valoran si la cirugía está bien hecha, eso lo dan por supuesto, pero hay una sería de responsabilidades que según ellos, o por lo menos es lo que he entendido, están contempladas en la ley y eso hay que pagarlo.
-         O sea que tú ¿piensas igual que esta pandilla de….?
-         No, Andrés, no empieces que yo no he dicho que piense igual. A mí me parece mal, por supuesto, pero ellos han dicho que la Cirugía Estética es una cirugía de resultados y cuando la paciente, con razón o sin ella, cree que no se han conseguido los resultados esperados, tiene derecho a reclamar y ya está.
-         Ya, eso también lo he entendido yo, tonto no soy, pero lo que no entiendo es por qué mis propios Abogados entran en éste juego. No lo entiendo. Ellos lo que tienen que hacer y quiero suponer que es lo que harán es negar todo y por supuesto no pagar ni un Euro porque las cosas están bien hechas Carmen y por lo tanto hay que decirles que se vayan a freír puñetas y adiós muy buenas.
-         Ya pero tú tienes un aviso de demanda
-         Claro, eso es lo malo. En fin, vamos a dejarlo porque las cosas de palacio van despacio y más vale no adelantarse a los acontecimientos. ¿Tomamos un café?
-         Muy bien, ¿en ésta cafetería?
-         Venga, entremos.

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