CAPITULO
6.-
La
consulta no iba bien. Posiblemente la complicación de la enferma de las mamas
había hecho que me volviera todavía mas, yo diría que intransigente, o quizás
sería mejor decir mas asustado y así ante cada paciente no hacía mas que
pedirle pruebas y mas pruebas de tal manera que antes o después dejaban de
acudir a la consulta. Al principio
aparecía alguna despistada para pedir un presupuesto o cosas así e incluso
algunas que venía a operarse pero les ponía tantos impedimentos que parecía que
no quisiera operarlas bajo ningún concepto. En mi casa la situación se iba
haciendo insostenible, no teníamos prácticamente ingresos, Carmen tiraba de
algunos ahorros que teníamos en una cuenta en ING, pero aquello era como los
embalses en época de sequía, poco a poco se iban vaciando ante la inconsciencia
de la gente que seguía consumiendo agua como si nada pasase. El hecho de no
querer decirle a nuestras hijas la verdad de lo que estaba ocurriendo suponía
tener que vivir en la mentira de una manera permanente. Salíamos de casa, decíamos
que íbamos a cenar por ahí y nos sentábamos en el coche en el garaje, sin ni
siquiera encender el motor para ahorra gastos. Por supuesto, se acabaron
absolutamente todas las actividades extraescolares y aunque se levantaban un poco antes, iban al
colegio andando con lo que nos ahorrábamos el transporte, que no era mucho esa
es la verdad pero algo es algo. Carmen y yo acompañábamos todos los días a las
niñas al colegio y después cada uno recorría caminos diferentes, ella visitaba
distintos gabinetes psicológicos por si necesitaban a alguien para colaborar,
pero imposible. Todo el mundo tenía los mismos problemas, se trataba de
eliminar gastos y los empleados eran una partida muy importante en la nómina de
cualquier empresa, en algún sitio le dijeron que se hiciera autónoma y una vez
en esa situación laboral, tratarían de darle alguna colaboración, pero en
ningún caso, nada fijo.
Yo,
por mi parte, tengo que reconocer que empecé muy tranquilo, no tenía pacientes,
bueno ya vendrán, se que hago bien las cosas, que estoy preparado, es cuestión
de tiempo etc….etc, pero los meses pasaban y no se veía ninguna mejoría.
Intenté, no se por cuanta vez, visitar a otros Cirujanos Plásticos para tratar
de conseguir una ayudantía, pero imposible. A la mayoría se les notaba que no
tenían mayor interés en colocar como ayudante a alguien que sabían que estaba
muy bien preparado, que ya no era un Residente recién terminado, con las bromas
ya andaba cerca de los cuarenta y encima físicamente parecía que tenía todavía
más y tampoco tenían mayor interés en pagar un sueldo decente porque sabían y
eso es justo reconocerlo que por la mitad de precio encontraban gente mucho más joven y suficientemente competente
para hacer lo que ellos necesitaban. Todo eran muy buenas palabras,
prácticamente ninguno me dijo ninguna inconveniencia, cosa que es de agradecer,
pero me hubieran dado con la puerta en las narices, como vulgarmente se dice,
sino fuera porque nunca llegaba a ese momento. Antes y con muy buenas palabras
les daba las gracias y me iba con la música a otra parte.
Cuando
llegué a un punto en que estaba convencido que con mi Especialidad no tenía
ninguna posibilidad de ganarme la vida en Madrid que es donde vivía y antes de
plantearme irme a provincias traté de hacer guardias, aunque fuera de Médico de
Puerta, pero me pasaba igual. Por el mismo precio, los diferentes Directores
Médicos de las distintas Clínicas Privadas tenían cincuenta solicitudes de
Médicos recién terminados encima de sus mesas, posiblemente mejor preparados
que yo para ese tipo de actividad y con ganas enormes de trabajar y labrarse un
porvenir, lo que no quiere decir que yo no tuviera las mismas ganas o a lo
mejor más, pero la ilusión es algo que va inherente con la edad y yo me veía
abocado a esa situación pero no por propia voluntad, sino por mis especiales
circunstancias. Además un Médico joven mal pagado puede durar en un trabajo, pero
un Especialista estaba claro que en cuanto encontrase algo relacionado con mi
especialidad no tardaba ni un segundo en dejarlos colgados y ellos lo sabían y
por lo tanto para nada tenían intención de contratarme. Esta gente tenía una
ventaja y es que te decían las cosas directamente y no se andaban por las
ramas. No había sitio para una persona con el perfil como el mío y lo siento
mucho pero aquí no te podemos dar trabajo. Muchas gracias por acordarte de
nosotros y adiós muy buenas.
Todas los días, al principio ilusionado y con
el paso de los días y semanas algo mas descorazonado, tomaba un café con
Carmen, mi mujer y mis hijas, las acompañaba al colegio y con una fotocopia de
mi vida laboral debajo del brazo recorría todos aquellos lugares relacionados
con la Medicina y todos los días a la misma hora, recogía a las niñas del
colegio, las acompañaba a hacer los deberes, cenaba ligeramente y a las once de
la noche como muy tarde estaba en la cama, dejando aparcada mi carpeta con mis
papeles hasta el día siguiente. Con la idea de, por lo menos, no perder parte
de lo aprendido durante tantos años de trabajo primero en La Paz y luego en
Fuenlabrada, estuve unos meses colaborando con Cáritas y operando a pacientes
sin ningún recurso económico en una clínica que tenían una monjas en un barrio
periférico de la capital. Todos los que íbamos éramos voluntarios y aportábamos
nuestro granito de arena para ayudar a los más necesitados, pero sin cobrar
absolutamente nada, con lo cual siempre estaban expuestos a que me saliera
algún trabajo y tuviera que dejarlo. Esa época la recuerdo especialmente
agradable, era una experiencia maravillosa y raro era el día que no vivías
algún momento que te hacía olvidar, aunque solo fuera por unas horas, tu
problema y centrarte en otros que todavía estaban peor. Eran los enfermos mas
agradecidos del mundo, te recibían con una sonrisa y te hacían todo tipo de
regalos, naturalmente a su nivel, por ejemplo, un paquete de Ducados o un
mechero de esos que venden en la puerta del Metro. Alguna vez me regalaron unos
collares para Carmen o alguna pulsera para las niñas, pero para mí eran los
mejores porque sabías que estaban hechos con el corazón. Allí tuve oportunidad
de operar muchas malformaciones congénitas que te parece mentira que existan en
nuestro país e incluso llegamos a tener lista de espera. Era una forma de
ejercer muy gratificante, pero mi familia, tenía que comer y las cosas no
mejoraban. Posiblemente yo era mejor persona, seguro que sí, pero el dinero es
el dinero y entonces me dediqué a recorrer prácticamente todas las provincias
de España en busca de algo.
Una
mañana otoñal de esas de Madrid en la que la lluvia hace que las mañanas
parezcan tardes y que la luz del sol
brille por su ausencia, estaba en la consulta haciendo tiempo porque sabía
que no había ningún paciente citado mientras centraba mi atención en un libro
sobre reconstrucción de cara, cuando la secretaría me interrumpió para
entregarme un burofax que había llegado en ese momento. Lo abrí pensando que
sería la notificación de algún recibo de los muchos que últimamente me había
visto obligado a no pagar. Fueron tan solo unos segundos y la cara me
fue cambiando, un color me iba y otro venía hasta que me quedé blanco como la
leche. Tratando de mantener la mayor tranquilidad descolgué el teléfono Llamé a Carmen y:
-
Hola ¿Qué tal?
-
Bien – contestó
algo extrañada porque no era habitual que la llamara a esas horas - ¿pasa algo?
-
Bueno – reconozco
que en ese momento no me salían ni las palabras- ha llegado un burofax
-
¿Otra factura?
-
No – ahora si que
ya no podía ni hablar, un nudo en la garganta me impedía articular ni una sola
palabra.
-
Andrés, por favor
¿dime que pasa?
-
Casi vente para
aquí y te lo enseño
-
Pero ¿no es una
factura? – Carmen no entendía lo que estaba pasando
-
No, mucho peor -
y en ese momento colgué porque no quería que me oyera llorar.
No
se si vino corriendo o volando pero en nada Carmen estaba abriendo la puerta de
la consulta convencida que me había dado un infarto o algo por el estilo.
Cuando me vio sentado en la mesa del despacho con la cabeza entre las manos se
abrazó con fuerza a mi y estuvo así unos minutos tratando de recobrar la
tranquilidad perdida después del susto que se había llevado.
-
¿Qué pasa Andrés?
Cuéntamelo todo, por favor.
Casi
sin levantar la cabeza le alargué el brazo con el burofax para que ella misma
supiera de que iba la cosa. Lo abrió apresuradamente y entre lágrimas leyó la
nota procedente de un Gabinete de Abogados y decía así:
Estimado Dr. Cubiles:
Nos
ponemos oficialmente en contacto con Usted para ofrecernos como intermediarios
en la demanda que contra Usted desea presentar en el Juzgado nuestra
representada Doña María José Dominguez Lopez
por un delito de negligencia continuada desde la intervención quirúrgica
de prótesis estética en ambas mamas con el resultado de importante deformidad
estética en una de las mamas operadas, estado depresivo que le obliga a
tratamiento psiquiátrico. ademas de otras secuelas de menor cuantía, por lo que
solicita su inhabilitación como Cirujano Plástico por diez años y una
indemnización de 600.000€ (Cien millones de pesetas.)
Esperamos
su urgente contestación con la idea de llegar a una conciliación entre partes
antes de proceder a la presentación de la citada demanda
Atentamente
Gabinete
de Abogado García Coromina y Cia.
Madrid,
a tal de tal de dos mil tal.
Carmen
releyó varias veces el citado documento oficial y no pudo por menos que
exclamar:
-
¿Esta no es aquella paciente que le pagaste tú
todos los retoques?
-
Si
-
¡Que hija de
puta!
-
Que es una hija
de puta no tengo la mas mínima duda, pero seguro que ha aparecido por ahí algún
Abogado de esos que van a comisión y la ha liado porque a pesar de todo sigo pensando que ella
sabe que las cosas se hicieron correctamente y por supuesto sabe el porqué
pagué yo todos los gastos.
-
Si ya te lo decía
yo Andrés: lo de pagar las facturas fue un error porque das a entender que te
consideras culpable, aunque tú creas que no, pero ante los ojos de cualquier
Abogado eso está más claro que el agua.
-
Bueno ¡ya está
bien! – Carmen se quedó helado ante el grito que salió de lo más profundo de mi
– solo falta que tú también te pongas de su lado, cojones.
-
Andrés, por favor
– ahora era ella la que intentaba abrazarme – no seas tan injusto conmigo.
Sabes de sobra que siempre estaré a tu lado y que………
-
Pues si siempre
estarás a mi lado – la interrumpí bruscamente – lo que tienes que hacer es
ayudarme y no dedicarte a echar leña al fuego ¿de acuerdo?
-
Está bien, está
bien – Carmen se volvió a sentar en una de las sillas situadas al otro lado de
la mesa mirándome por el rabillo del ojo
- ¿Qué piensas hacer?
-
Ya he quedado
mañana por la mañana con los Abogados de mi seguro de responsabilidad civil
para que vean la carta y tratar de buscar alguna solución.
-
¿Ellos son
partidarios de ir a Juicio?
-
No lo se –
contesté mientras miraba nuevamente la carta – quiero suponer que pensarán que
es mejor un buen arreglo porque solo me faltaba tener que ir a juicio. No creo
que lo pudiera superar, por lo menos en las condiciones psicológicas que estoy
ahora.
-
Bueno – Carmen me
ayudó a ponerme la chaqueta – no empieces como siempre a adelantarte a los
acontecimientos. Esperemos a mañana ¿te parece?
-
Si, eso es lo más
lógico, aunque estoy deseando que se aclare todo cuanto antes.
-
¿Quieres que te
acompañe?
-
Como quieras
-
Yo, lo que tú me
digas, si quieres que vaya voy y si no, te espero en casa.
-
Casi prefiero que
me acompañes porque dos personas oyen más que una.
-
¿A que hora
tenemos cita?
-
A las nueve y
media en sus oficinas de la Gran Vía.
-
Venga – Carmen
cerró su bolso, se subió el cuello del chaquetón de piel vuelta y – vámonos
para casa que mañana si que va a ser una mañana dura.
-
Lo malo es que
antes queda esta noche – contesté con una media sonrisa sabiendo lo que me
esperaba y como ya sabía de antemano lo que iba a pasar me tomé un Lexatin
antes de meterme en la cama y otro a la hora porque continuaba con los ojos
como platos. La noche se hizo la dueña del dormitorio, los pocos ruidos de los
vecinos se iban atenuando y yo seguía dándole vueltas a la situación. Una y
otra vez recordaba todo lo que había sucedido con aquella paciente, como la
operación fue bien, como las suturas estuvieron perfectas hasta por lo menos
diez días después de la intervención, como apareció un pequeño enrojecimiento
que con mi experiencia sabía que sería una fuente de complicaciones, todas las
curas, la reintervención, las diferentes revisiones y por fin el día del alta
en que la tal Pepi parecía feliz con el resultado. Efectivamente habían surgido
complicaciones, pero gracias a Dios todo se había resuelto satisfactoriamente y
las mamas presentaban un magnífico aspecto y a partir de ahí el silencio hasta
el burofax de por la mañana. Menos mal que el día famoso que la invité a unos
Gin tonics la cosa no había ido a mayores porque si llega a ser así, menudo
lío. De todas las maneras, yo seguía sin entender nada, si que habíamos tenido
que retirar la prótesis pero ella sabía que eso podía suceder, entre otras
cosas, porque yo que me considero bastante pesado, se lo había repetido por
activa y por pasiva aunque también es verdad que se lo había suavizado un poco,
pero de todas las maneras tenía el consentimiento informado firmado por ella, o
sea que por ahí no podían ni debían ir los tiros. Lo que mas me dolía de ese
escrito era eso de la negligencia continuada, pero ¿qué negligencia ni leches?
En todo caso me podía acusar de haberla visto casi todos los días durante al
menos dos meses, pero ¿de falta de atención? Eso si que me parece el colmo de
la cara dura, pero espero poder demostrarle al Juez, antes de llegar a juicio,
que eso no era verdad. Podrá decir que no está de acuerdo con el resultado, a
mi desde luego me dijo que estaba encantada, que tenía un grave problema
psicológico eso habrá que valorarlo pero a mi me dijo que estaba feliz. En fin,
veremos a ver por donde sale, pero de momento ha conseguido hundirme, que no
creo que fuera lo que buscara, pero conseguirlo lo ha conseguido, eso sin
ninguna duda.
-
Andrés, por favor
– Carmen se movió en la cama – apaga la radio e intenta dormir.
-
Ojalá pudiera,
pero no tengo ni pizca de sueño
-
Ya me imagino,
pero inténtalo por favor.
-
Está bien –
apagué la radio y por lo menos estuve una hora más tratando de ver las razones
por las cuales había recibido ese preaviso de denuncia. Es verdad que está mal
de dinero, pero también sabe, porque lo hemos comentado en diferentes
ocasiones, la cantidad de horas sin dormir que me pasé por culpa de la dichosa
dehiscencia de sutura, la de vueltas que le dimos y lo digo en plural porque
muchas veces yo pensaba en alto delante de ella, antes de decidirme por retirar
la prótesis y la evolución perfecta después de la segunda intervención. Pero
pedirme 600.000€ ¿no es una burrada? Menos mal que tengo el seguro que si no,
entonces si que me tendría que ir del país aunque no quisiera, porque en los
tiempos que corren es imposible que yo pudiera asumir esa indemnización. Y
luego lo de siempre, indemnizaciones europeas con precios españoles. En fin,
voy a tratar de dormir porque si no me va a dar algo y más vale que me lo tome
con tranquilidad. En el fondo lo que se merece esta tía es que mañana la llame
por teléfono y la ponga a parir, eso es lo que se merece, pero ni me lo planteo
porque ya se que mi Abogado va a decir que ni hablar. Bueno voy a intentar
dormir. Ya, eso es lo que me gustaría pero no tengo nada de sueño. Parece como
si el burofax diera a entender que no se operar, parece mentira pero es así,
después de casi veinte años de ejercicio profesional viene un Abogado de tres
al cuarto y dice que no se operar. ¡Es el colmo! y además quien se cree que es
para mandarme un escrito en ese tono. Seguro que es un chaval joven que tiene
que labrarse un porvenir y piensa que su futuro está metiéndose con los Cirujanos.
Demuestra que no me conoce de nada, es verdad que no tiene por qué conocerme,
pero si lo que pretendía es hundirme a fe que lo ha conseguido. Me encantaría
ser como muchos de mis colegas que ante reclamaciones como esa ni se inmutan.
Saben que han hecho las cosas bien y ya se demostrará ante su Señoría o ante
quien sea, pero la cirugía está bien hecha y eso no hay quien diga lo
contrario. Y en mi caso ¿por qué no pienso igual? Se que lo he hecho bien, que
ha surgido una complicación ¿y qué? ¿Estas cosas solo me pasan a mi? La
bibliografía mundial que me la he leído entera dice que eso pasa y ¡qué le voy
a hacer! Está claro que me lo tengo que tomar con más calma porque la que sufre
de verdad es mi coronaria, pero que alguien me explique como se consigue,
porque yo no lo se. Es la primera vez que me amenazan con una denuncia y
posiblemente por eso estoy de los nervios, tengo que dominarme, tengo que
dormir, tengo que dejar de pensar en esto porque si no, de aquí al día del
juicio seguro que me va a dar algo. Bueno, voy a intentar dormir otra vez y
sobre todo me tengo que convencer que no soy un mal Cirujano, no lo soy, diga
esta tía lo que quiera. He operado a un montón de pacientes y no tengo la
sensación de hacerlo tan mal. No claro que no, no seré una figura de renombre,
eso claro que no, pero tampoco soy tan malo. He estudiado como un obseso hasta
llegar hasta aquí y he intentado aprender de mis maestros y en la época buena
casi no salía de casa siempre actualizándome con revistas y artículos de
primera mano y tanto sacrificio ¿para qué? para que luego llegue una tía y te
pida 600.000€. ¡Que pena!
CAPITULO
7.-
Era
un martes por la mañana, llovía a cántaros como presagio de que algo malo iba a
suceder. Carmen se había empeñado en que me pusiera corbata, parecía como si
diera mas señal de respeto el presentarme con chaqueta y corbata me dijo al
despertarnos y antes de desayunar y afortunadamente le hice caso porque todas las personas que vimos
esa mañana en el Gabinete Jurídico de mi seguro de responsabilidad civil, iban
que parecía mas de boda que de trabajo. Carmen también, posiblemente para no
desentonar conmigo, se vistió de una manera como más formal que habitualmente.
La
oficina estaba situada en el centro de Madrid, concretamente en la Gran Vía 23
y menos mal que se nos ocurrió ir en transporte público porque si no, todavía
estaríamos dando vueltas con el coche buscando donde aparcar. Ya se sabe que
Madrid en cuanto caen dos gotas se pone imposible y ese fue el motivo por el
que nos acercamos a la parada del autobús y llegamos en poco más de media hora.
El portal era imponente con unos techos enormemente altos, a la derecha un gran
panel servía de anuncio de todas las empresas y entidades que tenían
domiciliadas allí su sede social. Al fondo una amplia escalinata que ascendía
como haciendo una pequeña curva hasta la zona donde se ubicaba el personal de
seguridad quien nos pidió amablemente los carnets de identidad y nos indicaron
donde estaban los ascensores para subir hasta la planta diecisiete, donde nos
estarían esperando. Era un elevador grande, moderno, con un espejo que ocupaba
una de sus paredes, El lado de enfrente era un cristal que permitía percibir
una vista casi aérea de la capital de España y en el frente una chica con
riguroso uniforme azul marino y guantes blancos que indicaba a las diferentes
personas que íbamos en su interior, en que piso teníamos que bajarnos.
El
cambio fue muy brusco, pasamos de un ascensor regio, austero a más no poder, al
hall de una oficina como muy moderna, con múltiples plantas que emergían de
unos enormes maceteros, los paneles de todas las paredes pintados de diferentes
colores. La recepción la formaban dos señoritas que mas parecían mises que
secretarias, morenas, primorosamente maquilladas y con una sonrisa que invitaba
al optimismo. No hubo necesidad de preguntar nada porque fue una de ellas la
que se levantó y acercándose a nosotros nos indicó:
-
Dr. Cubiles y
señora ¿verdad?
-
Si, pero es una
temeridad por su parte suponer que la mujer que me acompaña es la mía porque
podía ser que no lo fuera y quedaría Usted a la altura del betún - contesté con
una sonrisa.
-
No, no, no hay
problemas porque no se si se ha dado cuenta que abajo les han preguntado por
sus nombres y la relación entre ustedes
-
Tiene razón –
Carmen afirmaba con la cabeza – es más, yo me he quedado un poco sorprendida,
pero supuse que las cosas serían así.
-
Por eso les digo
que no hay problemas – sonrió la recepcionista mostrando una dentadura en la
que los dientes se mantenían como si de una formación militar se tratara
haciendo que el conjunto, entre su cara, su
juventud, su belleza y su sonrisa resultara atractivo – esperen un
segundo en la sala de espera y en un minuto les acompaño al despacho del Señor
Lopez Pina.
-
Muchas gracias.
-
¿Dr. Cubiles? – el hombre que se acercaba con
la mano dispuesta a ser estrechada era de unos cincuenta años, pelo blanco con
entradas, moreno, arrugas en la cara que le hacía parecer algo mayor, sonrisa
agradable tratando de ganarse la confianza del cliente desde el primer momento,
traje azul marino, camisa blanca y corbata azul claro con relieves como de
elementos marinos. Con exquisita educación nos dio la mano a Carmen y a mi:
-
Soy Juan Lopez Pina, Jefe del Gabinete
Jurídico de esta casa. Si les parece y antes de pasar revista a todos los
detalles ocurridos y que son motivo de la denuncia de la que Usted me habló
ayer por teléfono, nos podíamos tomar un café ¿les parece? Y enseguida les
presento a mis dos ayudantes que son los que directamente se harán cargo de su
caso y si fuera necesario yo intervendría, pero por lo que me contó, no parece
que vaya a ser así. Tomen asiento por favor.
A
los pocos segundos apareció otra secretaria, igual o mejor que las
recepcionistas, con una bandeja en la mano, que nos preguntó como queríamos el
café y a continuación nos sirvió depositando las tazas sobre una mesa auxiliar
y salió del despacho.
-
Bueno, Dr Cubiles – El Jefe de los Servicios
Jurídicos me miraba por encima de la taza de un extraordinario y humeante café
– ¿es la primera vez que le denuncian?
-
Si – contesté
tratando de no mostrar mi nerviosismo
-
Es Usted Cirujano
Plástico ¿no?
-
Si
-
¿Y cuantos años
lleva ejerciendo su profesión?
-
Aproximadamente
quince
-
Parece Usted muy
joven
-
Ya, ya – sonreí
pensando en todo lo que vendría después – pero los años están en el D.N.I., eso
es lo malo
-
Se lo digo porque
la mayoría de sus colegas que se dedican a la Cirugía Estética, a su edad, ya
llevan varias denuncias encima y por lo tanto manejan este tipo de situaciones
con cierta soltura y no hay que decirles como tienen que actuar porque ya se lo
saben, pero en su caso, conviene recordarle que debe atenerse a las
indicaciones que le demos sus Abogados, que somos nosotros y que en todo
momento estaremos a su lado para ayudarle ¿de acuerdo?
-
Por supuesto –
contesté. Le iba a preguntar que porcentaje de denuncias llegaban a juicio y
cuantas se resolvían con acuerdos amistosos, pero no tuve oportunidad porque
Don Juan se levantó y nos invitó a pasar a una sala adjunta donde estaba
sentados dos Abogados, mucho más jóvenes, que se pusieron de pié nada mas oír
como se abría la puerta:
-
Les presento a
Eduardo García y a Sonia Gallego, dos de mis mejores colaboradores, que se
harán cargo de su caso. Si necesitan cualquier cosa ya saben donde me tienen.
Espero verles pronto con el caso resuelto de la manera más favorable posible –
les estrechó nuevamente las manos y abandonó el despacho cerrando la puerta
tras de si.
Los
dos nuevos Abogados, Eduardo García y Sonia Gallego eran mucho más jóvenes. El
podía ser de mi edad o incluso un poco más joven y ella no digo tanto como que
podría ser mi hija, pero casi. Eduardo nos indicó que tomáramos asiento y
comenzó las presentaciones tratando, igual que había hecho su jefe, de irse
ganando nuestra confianza. Era alto, moreno, con una buena mata de pelo perfectamente
peinado, ademanes refinados, las uñas de las manos, un detalle en el que
siempre me fijo, bien recortadas, traje gris con corbata tirando a roja aunque
con colores como difuminados y una pinta agradable en su conjunto. Sonia
Gallego, la que suponía yo que era la ayudanta del ayudante, era casi una niña,
con un pelo rubio largo sujeto por una coleta que le hacía todavía más tersas
sus facciones, ojos negros de mirada inquieta y manos, otra vez me fijaba en el
mismo detalle, finas con uñas pintadas de un rojo intenso. Sostenía un
bolígrafo en su mano izquierda, mientras en la derecha tenía como un pequeño
bloc de notas de tapas de un plástico verde oscuro que contrastaba con el
blanco de su camisa y el azul marino de su chaqueta entallada que se continuaba
con unos pantalones del mismo color.
Eduardo
García se levantó de la silla dando unos pequeños pasos alrededor de la amplia
mesa que abarcaba medio despacho.
-
¿Qué os parece si nos tuteámos? – comenzó la
conversación - al fin y al cabo los cuatro somos jóvenes
-
Muy bien – contestamos Carmen y yo casi a la
vez.
-
Bueno, como ya os
habrá dicho Don Juan seremos nosotros los que nos hagamos cargo de tu caso ¿de
acuerdo?
-
Claro – contesté
afablemente
-
Lo más práctico
es que tú nos vayas contando y nosotros te interrumpimos todas las veces que
sea necesario para llegar a buen puerto ¿te parece?
-
Lo que tú digas.
-
Bien, antes de
empezar necesitamos algunos datos. ¿Tu nombre es?
-
Andrés Cubiles
Lorenzo
-
¿Edad?
-
Treinta y nueve
años
-
¿Profesión?
Médico eso ya lo sabemos, pero ¿eres especialista en?
-
Cirugía Plástica,
Estética y Reparadora.
-
¿Perteneces a la
Sociedad Española de Cirugía Estética?
-
No – me estaba
empezando a dar cuenta del tono de las preguntas y eso que se supone que es mi
Abogado defensor – soy socio numerario desde hace, más o menos quince años de
la Sociedad Española de Cirugía Plástica y antes fui miembro asociado de la
misma, pero de la de estética nunca fui socio porque me parecía y me sigue
pareciendo que con ser de la primera era suficiente.
-
Ya - Eduardo García miró a su compañera para
comprobar como iba anotando todo lo que estábamos hablando - ¿desde el
principio te has dedicado a la Cirugía Estética?
-
No, no, que va –
según avanzaba con las preguntas pude intuir que no tenía ni idea del alcance
de la Cirugía Plástica, seguro que pensaba como mi familia que todos creían que
solo me dedicaba a arreglar narices y mamas Al principio, como todos los
Residentes de esta Especialidad hacíamos un poco de todo, desde enfermos de
Cirugía Plástica pura, Cirugía Reconstructiva, Cirugía de Mano, Malformaciones
Congénitas y diferentes patologías más, porque en el fondo la Cirugía Plástica
se ha dedicado durante muchos años, sobre todo cuando empezaron a contratar
Especialistas en los hospitales de la Seguridad Social, a actuar sobre muchos
pacientes que no los quería nadie y eran de todas las especialidades o de
ninguna, según como se mire.
-
Bien – Mi ya
Abogado defensor daba vueltas a un bolígrafo y apretaba de una manera
convulsiva, como si fuera un tic, el capuchón del mismo haciendo aparecer y
desaparecer la punta, levantando de vez en cuando la mirada para observar mis
reacciones y me dio la impresión que estaba como haciendo tiempo para iniciar
lo que yo entendía como el verdadero interrogatorio – en el transcurso de tu
vida profesional ¿has tenido mas denuncias?
-
No, esta es la
primera
Eduardo
y Sonia levantaron sus cabezas a la vez como sorprendidos con mi respuesta
y en ésta ocasión fue ella la que
preguntó:
-
Operando pacientes de Cirugía Estética desde
hace quince años ¿es la primera vez que recibes una reclamación?
-
Si – contesté
rotundamente – ¿soy un bicho raro o que?
-
No, bueno no
pareces, yo creo que lo que eres es un tipo con suerte – esta vez era Eduardo
el que retomaba la conversación – pero tiene razón Sonia porque en nuestro caso
si que tenemos varios Cirujanos Estéticos que han sido denunciados y no una ni
dos si no más veces.
-
Pues ya os digo
que yo debo ser un bicho raro porque es la primera vez en mi vida que recibo
una carta como la que ya supongo que habéis leído
-
Si, la tengo por
aquí – el joven Abogado la buscó entre diferentes documentos que llevaba en una
cartera de piel. Cuando la encontró me la puso delante para comprobar que era
esa a la que me refería - ¿Se trata de una enferma que habías operado tú?
-
Si, le puse unas
prótesis de mamas y después de un postoperatorio normal, a los diez días más o
menos, tuvo una infección de la mama derecha y después de una temporada con
curas, la cicatriz se abrió y por ahí apareció la prótesis y hubo necesidad de
cambiarla.
-
O sea que la
tuviste que operar dos veces
-
Si
-
Y ella te acusa
de negligencia profesional y naturalmente después ya meten, lo de siempre,
estado de ansiedad, depresión y mil cosas mas ¿no es así?
-
Bueno, supongo
que si, porque hasta ahora yo no he hablado con nadie
-
Pero eso es lo
que pone aquí – Sonia me señalaba con el dedo la carta
-
Ahí puede poner
lo que quiera, pero es una mentira como un piano de cola
-
¿Si?
-
Claro que si – en
ese momento si que empecé a levantar la voz – por supuesto que si – insistí a
la vez que notaba como Carmen apoyaba su mano derecha en el muslo de mi pierna
como solicitando que tratara de mantener la tranquilidad – la paciente estaba
bien operada, tuvo esa complicación y después de una temporada se arregló y por
lo menos la última vez que yo la vi parecía que estaba contenta y nada
deprimida ni mucho menos.
-
Perdona Andrés,
pero es tu opinión contra la suya y……….
-
No, no, no es mi
opinión contra la suya, no, es la opinión de un profesional que ha hecho bien
su trabajo contra la de un Abogado que después de seis meses dice que está
deprimida y eso no es verdad
-
¿No puede ser –
ahora era Sonia la que preguntaba – que ante una cirugía de resultados como es
la Cirugía Estética y teniendo en cuenta que la tuviste que reintervenir
estuviese deprimida?
-
Desde luego
cuando yo la vi, seguro que no, incluso si me apuras yo os diría que estaba
encantada con el resultado
-
Ya, pero después
de varios meses de pasarlo mal.
-
Hombre, una
segunda cirugía no creo que le siente bien a nadie, pero si surge una
complicación nosotros tenemos el deber y la obligación de resolverla, pero es
imposible saber cuando se va a producir.
-
¿Y la paciente
sabía eso?
-
No solamente lo
sabía si no que tengo el consentimiento informado en el que consta su firma.
-
Eso es muy buena
cosa – Eduardo trataba de centrar el tema – porque los jueces se fijan mucho en
los papeles
-
¿Cuánto pagó por
las dos intervenciones?
-
Bueno – miré a Carmen
que permanecía impasible sin hacer ni un solo movimiento desde que iniciamos la
conversación – realmente solo pagó la primera porque de la segunda me hice yo
cargo de todos los gastos.
Eduardo se puso las dos manos sobre la frente mientras
que Sonia me miraba incrédula
-
¡Qué pagaste
todos los gastos de la segunda operación! ¿hemos oído bien?
-
Si – contesté con
determinación – pero no hace falta que me pongáis a parir porque ya lo ha hecho
mi mujer
-
Y con razón –
sentenció Sonia mientras Eduardo parecía tratar de buscar alguna solución para
aquella situación que le parecía imposible.
-
Pero vamos a ver
– Eduardo seguía mirándome como quien ve una aparición – si no te he entendido
mal tú le pagaste todos los gastos que se generaron con motivo de la segunda intervención
¿es así?
-
Si – sabía que lo
mismo que Carmen, ellos no podían entender los motivos por los cuales lo hice y
traté de justificarme – era una paciente que me contó que tenía problemas
económicos, que estaba separándose de su marido y ¡que queréis que os diga! Me
dio penas y asumí yo todos los gastos que, por otra parte no eran tantos porque
la prótesis me la regaló el del Laboratorio que habitualmente me las suministra
y también me hicieron un precio especial en la clínica.
-
Ya, pero tu
pagaste todo
-
Si
Carmen
no abrió la boca, pero me miró con cara como diciendo si ya te lo decía yo,
pero menos mal que no dijo absolutamente nada porque por las caras que pusieron
los dos Abogados pude percibir la gravedad de lo que había hecho. Por si
tuviera alguna duda, Eduardo se encargó de resolverla inmediatamente
-
Yo no se por donde orientar la defensa porque
nos lo has puesto muy difícil – el Abogado miraba con ansiedad a su compañera
como tratando de buscar una ayuda – ¡a quien se le ocurre pagar las facturas de
una paciente! Eso es tanto como reconocer que la cirugía la has hecho mal y
tratas de comprar a la paciente para que no te lleve ante los Tribunales.
Cerré
los ojos mientras Carmen me daba la mano para tratar de calmarme. Ella me
conocía muy bien y sabía que estaba a punto de saltar. El notar su mano me
sirvió de relajante para respirar profundamente antes de intentar defenderme y
de justificar mi actitud que estaba claro que no la entendían ninguno de los
presentes
-
Si me permitís me gustaría explicaros otra vez
como fue y posiblemente así lo podáis entender – volví a respirar y paseé mi
vista por los tres presentes en aquel despacho, Carmen mi mujer y los dos
Abogados que me miraban con interés como tratando de darme ánimos para que los
convenciera con mis argumentos – Vosotros, como es natural no me conocéis de
nada y no sabéis como soy, pero lo que si os puedo asegurar, y Carmen lo sabe,
es que nunca he tratado de engañar a nadie y os puedo jurar por mis hijos que
es la primera complicación que tengo de esa categoría, por lo tanto, podía
afirmar que el poner prótesis es una cirugía sin riesgos, pero como conozco el
percal, me cubrí las espaldas explicándole las complicaciones que pudieran
surgir e incluso lo firmó, pero a pesar de todo, lo que parecía que nunca podía
pasar, pasó y para mí, y ahí me pongo en el caso de la paciente, el tener que
cambiar la prótesis supongo que estaréis de acuerdo conmigo en que es una
cabronada
-
Andrés, por favor
– Carmen veía que me iba encendiendo poco a poco
-
Ya – me interrumpió
Sonia – y en vista de eso le pagas los gastos de la segunda operación
-
Si – miré
fijamente a la Abogada ayudante del ayudante – pero no por lo que tú piensas,
no – bebí un poco de agua directamente de una pequeña botella que estaba encima
de la mesa – se lo pagué porque yo entendía, ya sé que lo hice mal pero es lo
que entendía, que no solo era una faena el tener que pasar otra vez por el
quirófano con todo lo que eso supone si no que encima tenía que pagar un dinero
que ella no tenía y por eso fue por lo que le dije que no se preocupara que yo
corría con todos los gastos.
-
Si, si, - me
contestó la ayudante del ayudante – si ya te habíamos entendido, pero, aunque
te moleste, tienes que estar de acuerdo conmigo es que eso, para alguien que no
esté metido en este negocio, es como reconocer que algo has hecho mal, porque
si no, nadie entiende que tu asumas gastos. Tú haces tú trabajo, lo haces lo
mejor que puedes como cualquier profesional, lo cobras y ya está, pero no pagas nada ¿no lo
entiendes?
-
Lo que te quiere
decir Sonia - Eduardo también se daba cuenta que la situación se iba tensando
por momentos – es que, desde fuera, son argumentos muy sólidos para pedir una
indemnización. Para nosotros, que te
vamos conociendo algo, es mas bien una manera de pensar en positivo poniéndote
en el caso de la paciente porque es verdad que esa complicación le supone una
serie de gastos con los que seguramente no contaba, pero, precisamente por eso,
es por lo que pide una indemnización y ya puestos a pedir, pide 600.000€ porque
mezclan los daños físicos, con los psicológicos y si el Juez lo acepta pues
todos tan contentos.
-
Yo creo – hablé
muy despacio, tratando de bajar el tono de voz – que ella sabe la verdad, mejor
dicho no lo creo estoy seguro que lo sabe, pero ante el dinero la gente pierde
el sentío que diría un andaluz y si en ese momento llega un Abogado y encima la
anima un poco más por ahí vienen los tiros.
-
Ya – Eduardo me
miraba y medía sus palabras porque sabía que yo tenía razón, aunque no me la
podía dar – pero ese es nuestro trabajo
-
¡Que va! eso es
lo malo – volví a elevar el tono de voz
-y por ahí si que no paso. Vuestro trabajo sería y vosotros sabéis que tengo
razón, sería repito convencer a la paciente que la cirugía está bien hecha, que
al cirujano le has dado pena y por eso ha pagado todos los gastos y si me
apuráis hasta deberías de convencerla para que viniera a la consulta para darme
las gracias, pero claro, así no tenéis ni un cliente.
Eduardo
miró a Sonia disimuladamente, abrió los brazos en un gesto como tratando de
justificar lo injustificable y trató de exponer sus razones. También miró a
Carmen que estaba con cara de poker sin mover ni un solo músculo y finalmente
me miró a mi. Creo percibió que le estaba contando la verdad y se podría decir,
eso si, me podía equivocar, que en el fondo me daba la razón aunque de manera
formal tenía que discutirla:
-
Mira Andrés –
hizo una pausa larga como queriendo dar tiempo para que la curiosidad se fuera
apoderando de todos los presentes y a la vez parecía como si se estuviera
dirigiendo a un jurado popular incluso yo diría que cambió el tono de voz
- los Médicos y especialmente los
Cirujanos tenéis que acostumbraros a una nueva situación. Es cierto y eso no
creo que nadie con dos dedos de frente lo discuta, que tenéis un trabajo en el
que tenéis en vuestras manos las vidas de los pacientes, en el caso de los
Cirujanos Estéticos a lo mejor un poco menos porque son pacientes sanos pero
eso es así y os tenéis que acostumbrar que si las cosas no van bien, tenéis que
pagar unas indemnizaciones porque por vuestra actuación, por supuesto sin
querer, provocáis un perjuicio y eso, aunque os moleste, hay que pagarlo. Otra
cosa es si las indemnizaciones son ajustadas al nivel de vida de los españoles
o no, pero el perjuicio hay que pagarlo. Eso es muy diferente al tema penal –
Eduardo hizo otra parada en su discurso, bebió agua, se ajustó el nudo de la
corbata y continuó – Naturalmente que puede ocurrir, por qué no, que las cosas
encima las hagas mal
-
Si hiciéramos todo
bien, no seríamos Médicos, seríamos dioses -
Le interrumpí.
-
En eso estamos de
acuerdo. No sois dioses aunque algunos lo parecen.
-
El que lo parezca – volví a intervenir en la
conversación
-
Y ahí es donde entramos los Abogados, pero no
porque seamos buitres carroñeros esperando a su presa si no simplemente porque
conocemos mucho mejor que vosotros las leyes y los derechos de cada uno y por
eso es por lo que actuamos y en nuestro caso todavía es diferente porque
nuestros clientes sois los Médicos.
-
Ya, pero por la
forma de hablar parece como si fuéramos enemigos irreconciliables.
-
Es posible que
sea así, no te lo niego – Eduardo volvía a dirigirse a mí de una manera como
mas amistosa – pero es nuestra forma de hablar ¡que le vamos a hacer! pero
también me gustaría que te fueras acostumbrando porque ese tono que utilizo yo
y que a ti parece que te molesta, no va ser nada comparado con el que va a
utilizar el Abogado de la parte contraria.
-
No se lo pienso
consentir – contesté de forma airada
-
Eso es
precisamente lo que buscará el Abogado y me da la impresión, a no ser que hasta
entonces te hagamos cambiar, que lo va a tener muy fácil. A las primeras de
cambio saltas como una pantera y entonces, ten la completa seguridad que el
Señor Juez se pone de su parte
-
¿Pero los Jueces
no son imparciales?
-
Venga Andrés, por
favor, ¿se puede saber en qué mundo vives? Los Jueces, los Médicos, los
Arquitectos y los profesionales del sector que sea, tienen todos un sentido muy
estricto de corporativismo que posiblemente no se note pero que está presente y
si tú, porque las cosas las entiendes de otra forma o por el motivo que sea, se
te ocurre faltar al Abogado, mejor es que ni te presentes al juicio porque lo
vas a perder y vete metiéndote bien en la cabeza esto que te digo porque es la
verdad.
-
No lo entiendo –
me quedé mirando el tablero de la mesa como queriendo terminar cuanto antes.
-
No es un problema
que lo entiendas o no, Andrés, es así y por eso te estamos avisando, pero solo
por tu bien - Eduardo se levantó de la mesa, lo mismo hicimos los demás, se
guardó todos los papeles en la cartera, nos estrechó la mano tanto a Carmen
como a mí y nos comentó que cuando tuviera noticias nos volvería a citar, que
trataría de hablar con los Abogados demandantes y vería si había posibilidades
de negociar o no. Intenté insistir en lo de que por mí no deberían negociar
nada porque la cirugía estaba bien hecha, pero me contestó:
-
Tú déjanos a
nosotros que sabemos lo que tenemos que hacer. Hasta la próxima cita que espero
que sea en un mes, mas o menos. Un abrazo
No
llovía, en una hora que estaríamos en el despacho parecía como si a todo el
mundo le hubiera dado por darse una vuelta por la Gran Vía madrileña,
auténticas riadas de gente subían y bajaban por las amplias aceras. La mayoría
con expresiones serias, con andar rápido como queriendo resolver sus diferentes
situaciones personales lo antes posible. Carmen y yo caminábamos despacio,
ninguno de los dos queríamos afrontar ya el resumen de la entrevista pero
alguien tenía que romper el hielo y fui yo:
-
¿Qué te ha parecido?
-
Bien – contestó
Carmen sin dejar de caminar
-
¿Eso es todo lo
que se te ocurre decir?
-
¡Qué quieres que
te diga! – Carmen hizo una pausa – creo que te han dicho las cosas como son y
yo por lo menos he notado perfectamente que no te sentaba nada bien, pero es lo
que hay.
-
A mi tengo que
reconocer que me ha sentado mal el tono, no sé cómo explicarlo, parece que
estuvieran en posesión de la verdad y no te dan pié ni para que les expliques
que están equivocados
-
Ya, pero ellos
son los que entienden de leyes
-
Y yo el que
entiende de cirugía
-
Sí – Carmen, como
me conocía muy bien, medía muy bien sus palabras – pero como te han repetido en
varias ocasiones, ellos no valoran si la cirugía está bien hecha, eso lo dan
por supuesto, pero hay una sería de responsabilidades que según ellos, o por lo
menos es lo que he entendido, están contempladas en la ley y eso hay que
pagarlo.
-
O sea que tú
¿piensas igual que esta pandilla de….?
-
No, Andrés, no
empieces que yo no he dicho que piense igual. A mí me parece mal, por supuesto,
pero ellos han dicho que la Cirugía Estética es una cirugía de resultados y
cuando la paciente, con razón o sin ella, cree que no se han conseguido los
resultados esperados, tiene derecho a reclamar y ya está.
-
Ya, eso también
lo he entendido yo, tonto no soy, pero lo que no entiendo es por qué mis
propios Abogados entran en éste juego. No lo entiendo. Ellos lo que tienen que
hacer y quiero suponer que es lo que harán es negar todo y por supuesto no
pagar ni un Euro porque las cosas están bien hechas Carmen y por lo tanto hay
que decirles que se vayan a freír puñetas y adiós muy buenas.
-
Ya pero tú tienes
un aviso de demanda
-
Claro, eso es lo
malo. En fin, vamos a dejarlo porque las cosas de palacio van despacio y más
vale no adelantarse a los acontecimientos. ¿Tomamos un café?
-
Muy bien, ¿en
ésta cafetería?
-
Venga, entremos.
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