viernes, 8 de junio de 2018

ASI FUE Y ASI PASO. CAPITULOS 2 Y 3










CAPITULO 2.-

Como es natural, Carmen estaba muy preocupada, había oído en la televisión que la manifestación discurría a lo largo del Paseo de la Castellana y daba por hecho que yo también me habría enterado y habría buscado algún itinerario alternativo, sin saber afortunadamente para ella, que estaba metido exactamente en el centro de todo el lío. Al llegar a casa le conté lo sucedido y ya se quedó algo mas tranquila aunque la situación del país en conjunto era mas que preocupante y era difícil saber hacía donde íbamos. Por enésima vez hicimos cuentas, sumando lo que ganaba en la consulta de por la tarde, la privada que dicen algunos, los ingresos de Carmen y algunos ahorrillos que teníamos, no habría problemas, al menos hasta dentro de un año, teniendo en cuenta, eso si, que  cobrara el paro, porque si no, el dinero llegaría muy justo y las posibilidades que tenía de encontrar otro trabajo eran prácticamente nulas. De esta manera, no habría necesidad de cambiar nuestra manera de vivir, las niñas podrían seguir yendo al mismo colegio, Carmen podría tener una asistenta por lo menos un día a la semana y nos podíamos permitir algunos pequeños lujos, como ir de vez en cuando al cine o tomar algún aperitivo con los amigos, pero ¿estaba la situación como para asegurar que dentro de un año habría dinero para los parados? Eso era lo mas preocupante de la situación y lo que mantenía encendida la llama de una posible salida al extranjero y por si fuera poco, ahora yo tenía que comprarme un coche aunque fuera de segunda mano.

Si me tuviera que ir algún país, seguro que decidiría Inglaterra, por el idioma no había ningún problema, eso creía porque había vivido casi cuatro meses allí cuando tenía dieciocho años y había vuelto en multitud de ocasiones con lo que me defendía bastante bien, pero ¿cuándo era el momento de tomar una decisión tan fuerte? Sí yo me fuera primer  preparo el terreno para que vengan Carmen y las niñas, pero el resto de la familia se queda aquí y la angustia por la inseguridad sería mayor estando lejos. Por otra parte, la situación estaba complicada pero la verdad es que los políticos no parecían darle mayor importancia y aunque el ambiente era muy malo, sería injusto decir que la gente andaba a tiros por la calle porque no era verdad, pero para los pesimistas, y yo evidentemente era uno de ellos, pensábamos que no faltaría mucho para eso. Entre otras razones porque los comerciantes, hartos de tanto saqueo, comenzaban a armarse y formaban sus propios piquetes de defensa.

La gota que colmó el vaso y que fue determinante en todo lo que paso a continuación fue la demanda que me interpuso una paciente. Es verdad y justo es reconocerlo que para entonces yo estaba bastante depre, pero seguía operando igual, no se me había olvidado y los resultados eran buenos. Sin embargo, esta paciente una mujer de unos cuarenta años, con buena pinta, ojos azules con importantes ojeras que la hacían parecer algo mayor, morena, pelo corto y sonrisa atractiva. El primer día de consulta vino sola porque quería saber si con unas prótesis de mama podría mejorar su aspecto. Le hice, como a todas las pacientes una completa historia clínica, en la supe que estaba casada desde hacía diez años, que no tenía hijos y estaba pensando hacerse una fertilización pero, de momento me confesó que estaba más preocupada con su aspecto físico y para embarazos ya habría tiempo, pero en cualquier caso no pensaba dar de el pecho a su futuro hijo. Si es que se decidía y las cosas salían bien, le daría una alimentación a base de leche de bote que según su Médico de Cabecera son tan buenas o mejores que la materna.

En la primera consulta, Carmen estaba presente, como hacía siempre que tuviera que explorar a una paciente, no porque hubiera tenido algún problema, a mi no me había pasado, pero sabía de varios colegas que habían sido denunciados por abusos sexuales sin posibilidad de defensa porque era la palabra de uno contra la de otro. La paciente tenía unas mamas francamente bonitas, si que es verdad que posiblemente fueran un poco pequeñas, pero no tanto como para llamar la atención. Le expliqué las ventajas y los inconvenientes de la cirugía, las posibilidades de mejoría siempre que se pusiera unas prótesis pequeñas porque de lo contrario el pecho quedaría demasiado grande. Le enseñé algunas fotos y quedamos en que pediría consulta otro día para que viniera con su marido y le tendría preparado un presupuesto por escrito. Se despidió con un hasta pronto y Carmen y yo coincidimos en que era una paciente segura de cirugía y como siempre discutimos cuanto le deberíamos cobrar. Mi mujer estaba empeñada en que tenía que ser un Cirujano caro porque los pacientes evolucionan mejor cuanto mas pagan, parece mentira ¿verdad?, y como todos recorrían dos o tres consultas antes de operarse, era bastante frecuente que se decidieran por el presupuesto mayor. Nunca lo había entendido, pero era así y sin embargo yo era de la teoría de ser parco en la cantidad porque mi infraestructura no era tan importante como la de aquellos que cobraban, en mi opinión cantidades desorbitadas, desorbitadas para mí, pero no para la mayoría. Cada uno que cobre lo que le de la gana, entre otras cosas porque la Sociedad Española de Cirugía Plástica que yo sepa no tiene tarifas y si es muy caro, supongo que el propio mercado es el que fija las cantidades. En cualquier caso, nos venía muy bien porque era una cirugía mas, que nos llevaba poco tiempo hacerla y prácticamente todas quedaban bien. Eso si, tendría que insistir en el tamaño de las prótesis porque de ninguna manera le pondría unas prótesis grandes. Era preferible quedarse corto que pasarse.

A los pocos días volvió la paciente sola a la consulta para saber si le había hecho el presupuesto que le había prometido:

-  Perdona que me meta donde no me llaman pero ¿no ibas a venir con tu marido? – pregunté a propósito para evitar situaciones incómodas.
-  Si, en eso quedamos pero no ha querido venir – contestó con una sonrisa
-  Perdona que te haga esa pregunta porque como mujer y mayor de edad no es necesaria su presencia, pero personalmente prefiero explicar todo a la pareja.
-  En mi caso no hace falta – me contestó con la misma sonrisa – aunque estoy segura que antes de la operación vendrá algún día para conocerte, pero hoy imposible porque tenía mucho trabajo.
-  Bien, bien, como quieras – la miré y me pareció que estaba como triste – lo que si que me gustaría que quedase muy claro es que no necesitas unas prótesis grandes.
-  Eso lo he estado pensando en casa y creo que tienes razón, pero siempre que me queden tirando a grandes.
-  Lógico, para eso te operas ¿no?
-  Por eso lo digo.
-  En cualquier caso – abrí un cajón de la mesa y saqué unos papeles y un sobre – para operarte necesitas hacerte un estudio preoperatorio completo
-  ¿Tiene que ser anestesia general?
-  Si – la volví a mirar directamente – yo se que hay gente que las hace con local y sedación, pero no merece la pena. Ten en cuenta que te va a dormir un anestesista y si surgiera alguna complicación estará a tu lado para resolverla sobre la marcha y por eso es por lo que la cirugía la hacemos en una clínica que tiene UVI, un quirófano bien dotado con todo lo necesario para solventar cualquier problema que pudiera surgir y por eso necesariamente te tienes que hacer un estudio preoperatorio completo.

La paciente mientras que hablábamos había abierto el sobre en el que iba el presupuesto sin mostrarse especialmente sorprendida por la cantidad. Iba repasando con el dedo las diferentes cantidades, Sanatorio, Ayudantes, Anestesia, Cirujano y en un apartado el precio de las prótesis y entre paréntesis que tenía que abonarlas al laboratorio antes de la cirugía para que ellos las dejaran en depósito en la clínica.

-  Ya – levantó los ojos de las hojas del presupuesto – no, si yo lo decía porque así me saldría un poco mas barato.
-  Lo siento pero te tengo que decir que no –volví a mirarla para ir ganando su confianza  e ir viendo sus diferentes reacciones - para que te hagas una idea yo no opero absolutamente a nadie sin una Anestesista a mi lado.
-  ¿Y eso?
- No se, lo mismo es una manía personal, pero bastantes problemas tenemos los Cirujanos con las operaciones para asumir encima los riesgos de una anestesia. Yo asumo los míos y el Anestesista los suyos
-  Y yo pago – contestó con una carcajada que le hizo echar un poco hacia atrás la cabeza y dejar desplazar hacia un lado el pelo.
-  Bueno, es verdad pero todos los profesionales, sean del ramo que sean, cobran por su trabajo y nosotros no íbamos a ser menos ¿no crees?
-  Es lógico y yo no me voy a quejar por eso – volvió otra vez a mirar los papeles adoptando una expresión algo sombría – esto es un capricho y los caprichos hay que pagarlos.
-  ¿Un capricho? – la verdad es que después de casi diez años dedicado a la Cirugía Estética estaba un poco harto de la gente que pensaba de esa manera y aunque mantenía una sonrisa permanente en el fondo me molestaba bastante – yo no creo que sea un capricho, al revés, a mi me parece que hay determinadas técnicas quirúrgicas que te pueden ayudar a que te encuentres mejor, a que tú personalmente te encuentres mejor y si estás sana y las puedes pagar ¿porqué no mejorar?
-  Si quieres que te sea sincera – me miró fijamente aunque conservaba su expresión risueña – a mi no me parece que estén tan mal, pero mi marido dice que son pequeñas
-  ¿Y tú quieres complacerle?
-  Si puedo ¿por qué no?

Era la eterna canción y nunca lo había entendido, lo que pasa es que yo gano dinero con este tipo de gente, pero no lo entiendo, si una mujer se mira al espejo y se ve bien ¿porqué se tiene que operar? ¿acaso piensan que porque se arreglen las mamas va a mejorar su matrimonio? Debería hacer una encuesta sobre este tema, pero estoy seguro de las muchas que he operado hasta el día de hoy y que se han operado por motivos similares pasados unos meses o un año, la mayoría están separadas porque un matrimonio no se puede mantener solo por la imagen corporal  de uno de los componentes de la pareja.

La miré con gesto serio y  percibí en ella una cierta vergüenza:

-  ¿Me dejas que te diga una cosa ahora que parece que nos conocemos un poco más? pero eso si, con la condición que no te enfades porque si es así, no te lo digo.

La paciente levantó su mirada y juraría que estaba a punto de echarse a llorar. Parecía como si supiera lo que le iba a decir, pero no quería oírlo, aunque le podía más la curiosidad

-         Puedes decirme lo que quieras pero es una decisión que ya tengo tomada y me voy a operar. Otra cosa diferente es con quién y por eso estoy visitando a varios Cirujanos para la decisión de mejorar mi figura ya la tengo tomada y lo voy a hacer.
-         Me parece muy bien y yo estoy dispuesto y preparado para mejorar lo que tú quieres, pero si yo fuera tú, no me operaba
-         ¿Cómo dices? – pareció como si una súbita expresión de furia hubiera llegado hasta su cara y se había enrojecido como una colegiala – creo que ésta vez te has pasado
-         Por eso he empezado por pedirte permiso para decirte una cosa con la condición que no te enfadaras y tú has dicho que si
-         Ya, pero – sus dedos daban vueltas nerviosamente al sobre con el presupuesto – no me gusta que nadie se mete en mi vida y mucho menos gente que no me conoce.
-         En eso estoy de acuerdo. Te conozco muy poco y espero conocerte más antes de la cirugía porque ya te digo que nosotros te podemos ayudar mediante cirugías, pero lo que en ningún caso arreglamos con un bisturí y unas prótesis son tus problemas de pareja.

De pronto y como si le hubiera dicho alguna barbaridad se levantó de la silla en la que estaba sentada frente a mí y con gesto altivo se marchó no sin antes soltarme: “creí que había venido a una consulta de un Cirujano Plástico y no al Psicólogo” y mientras cerraba la puerta me dio tiempo a decirla “piensa en lo que hemos hablado y cuando quieras seguimos hablando” La puerta se cerró violentamente y a los pocos segundos Carmen la abrió y me preguntó que había pasado porque la paciente llevaba cara de pocos amigo. Nada, no te preocupes – le contesté mientras me relajaba – que a esta la operamos, aunque ahora salga como alma que se lleva el diablo.

-         Eso espero porque este mes parece que no hay excesivas cirugías
-         No te preocupes que Dios aprieta pero no ahoga
-          
Carmen se acercó y me dio un masaje apretando con amor mis hombros cansados. Después me dio un beso en la mejilla y planteó:

-         ¿Nos vamos?
-         ¿Ya hemos visto a todos?
-         Si, solo queda Margarita que me acaba de llamar diciendo que hoy no puede venir, pero no hay problemas porque es una última  revisión de una rinoplastia que le hicimos hace nueve meses y me ha dicho que está muy bien.
-         Entonces – me levanté de la mesa, me quité la bata que colgué de un percha del armario, me puse la chaqueta – vámonos que aquí ya está todo el pescado vendido.

Carmen y yo decidimos que en lugar del gin tonic que nos tomábamos casi todos los días en la Cafetería Marena, cerca de la consulta, nos tomábamos algo suave en casa y quieras que no eran casi diez Euros que nos ahorrábamos. No era mucho, pero en vista que seguía sin nada interesante por la mañana, teníamos que mirar los gastos de una manera diferente que como hasta entonces. Además por aquella época yo había engordado por lo menos cinco kilos y aunque no quería no me quedaba más remedio que ponerme a régimen, lo que me provocaba bastante malhumor. No sentamos como siempre a ver la tele, le pasé un brazo por encima de su cuello y a los pocos minutos estábamos en la cama haciendo lo que hacen la mayoría de los matrimonios normales cuando sus dos únicos hijos se habían ido a pasar el fin de semana con sus abuelos. Al terminar, mi mujer se dio la vuelta y parece que se había quedado profundamente dormida, mientras que yo permanecía con los ojos abiertos imaginándome como sería la vida de la señora que me había visitado por la tarde en la consulta. Si, si, las de las mamas, la que se fue tan enfadada. Era la cuarta o quinta vez que me pasaba lo mismo y había tropezado en la misma piedra, pero uno es así y no hay manera de cambiar. En el fondo ¿qué me importaba a mí si la señora se operaba porque su marido le viera las mamas pequeñas? Quien soy yo para meterme en la vida de nadie. En el caso de las anteriores pacientes ninguna se había operado conmigo y de las cuatro, dos volvieron a la consulta y me explicaron que no lo hacían porque se lo habían dicho a sus maridos y ellos habían decidido que de darle dinero a ese que se dedicaba a meterse en su vida privada, ni hablar, palabras textuales según las pacientes. Las otras dos ni volvieron y Carmen siempre me decía que yo me dedicara a lo mío y me dejara de tonterías. Si el marido la veía bien o mal, ese era su problema y si estaba dispuesto a que su mujer se pusiera unas mamas, pues que se las pusiera y tan amigos. Creo que tenía razón y más en la situación por la que estaba atravesando, pero yo era así y a pesar de los años transcurridos sigo siendo, bastante cabezón y muy difícil de dar mi brazo a torcer. Era una cuestión de principios, yo pensaba que se lo debía decir y se lo soltaba sin ningún pudor. Para mí el matrimonio es algo mucho más importante que todo eso y como lo creía, se lo decía.

Carmen se dio la vuelta en la cama y apoyó un codo en mi hombro

-         ¿Estás despierto?
-         Si
-         ¿Es por la enferma de esta mañana?
-         Si
-         Pues no te preocupes porque esa se operará ¿Qué te apuestas?
-         No me apuesto nada porque seguro que lo perdería, pero lo que me fastidia es que he vuelto a picar como un pardillo y no está la situación como para andar poniendo pegas a nadie para operarse.
-         Bueno – Carmen se apretó contra mi notando su pecho aun turgente contra mi brazo – lo importante es que tú piensas así, se lo dices y te quedas tranquilo y luego ella que haga lo que quiera.
-         Ya, pero ...........
-         No hay pero que valga Andrés , lo importante es que tú estés convencido y si no se opera ya aparecerá otra.
-         En eso tienes razón – le di un beso en la frente – voy a intentar dormir ¿te parece?
-         Por supuesto. Hasta mañana.
-         Hasta mañana.

Pasaría aproximadamente dos tres semanas y un día Carmen me anunció que estaba la de la mamas en la sala de espera con un señor que suponía que sería su marido. Durante el tiempo transcurrido desde la segunda consulta había recapacitado muchas veces en lo que le dije y tenía el firme propósito de la enmienda de no volverlo a repetir. Allá cada cual con su pareja. Bastantes problemas tenía yo con la mía como para andarme metiendo en la vida de nadie, pero era cierto que aquella paciente me había resultado un poco especial. Tenía algo, no sabía el que, pero algo que la hacía resultar muy atractiva y eso que no era una mujer espectacular ni mucho menos, pero su mirada o no sé que, te hacía recordarla con frecuencia y fueron varias las noches que me mantuvo en vela pensando.

Entró en la consulta con aire decidido, se había arreglado bastante, se notaba que acababa de salir de la peluquería, venía con una especie de cazadora de ante, un jersey beis de cuello alto, unos pantalones azul marino y un pañuelo de colores que le caía por los hombros. Su ojos eran más azules que nunca y la sonrisa continuaba en el mismo lugar que la había dejado hacía dos semanas. Me levanté de mi silla y como hacía con todos los pacientes le di la mano y tuve la sensación que ella trataba de retenerla entre las suyas. A continuación me presentó a su acompañante, desde el principio supuse que era su marido y nos sentamos para iniciar la tercera consulta

-         ¿Qué tal estos días? – pregunté.
-         Bien, muy bien – contestó mientras se quitaba lentamente unos guantes de piel y me acercaba un sobre – le he traído el consentimiento informado, por supuesto firmado y tenemos varias preguntas que hacerle si nos lo permite.

Desvié la mirada hacia el marido y porque lo fuera o por cualquier otra razón me resultó un individuo desagradable. Era joven, eso sí, pero tenía un rictus en la boca como de chulería que resultaba un poco incómodo. Bien vestido, de sport pero bien, sin em bargo había algo en él que no me gustaba. Podía ser el típico maltratador que fuera de casa parecía un santo, un joven que se casa con alguien de más edad y parece ser el dueño y tener capacidad de hacer y deshacer lo que le diera la gana, no sé, pero algo no me gustó y sin embargo me equivoqué de medio a medio. Estuvimos más de media hora charlando y al final hasta me pareció una persona amena e interesante.

-         En resumidas cuentas que no tiene porqué haber ningún problema – el marido me miraba amistosamente
-         Hombre – le contesté con la misma cordialidad – en Medicina es imposible decir eso, pero si su mujer no tiene ninguna enfermedad que no parece - lo dije mirándola a ella – y el preoperatorio no detecta nada del otro mundo, en principio no.
-         Bueno, pues por mí adelante, pero es ella la que tiene que decir sí o no ¿verdad cariño?
-         No, no, yo digo que si – se manifestó con expresión decidida - ¿cuándo sería?
-         Si a usted le da igual transcurrida una semana, más o menos, desde que veamos el estudio preoperatorio
-         Entonces ¿tengo que volver otra vez? – la sonrisa de siempre iluminaba su cara
-         Claro porque tenemos que revisar la analítica y todas las pruebas antes de decidir nada.
-         ¿Le parece bien que vuelva en quince días?
-         Hable con mi secretaria y que la cite, pero seguro que sí.
-         Muy bien – nos levantamos de nuestros respectivos asientos y cuando ya se marchaban preguntó el marido – perdone Doctor, pero cuanto tiempo tiene que pasar desde que paguemos las prótesis hasta que se las sirvan a Usted?
-         Por eso no se preocupe – contesté mientras les acompañaba a la puerta – yo les tengo que decir el tamaño y el mismo día, si fuera necesario, las sirven a la clínica.
-         Perfecto – me volvió a estrechar la mano – hasta que nos volvamos a ver.
-         Adiós y a Usted la espero para ver los resultados de las pruebas que le he pedido.
-         Por mi en quince días – me contestó
-         Por mi también, pero hablen con mi secretaria
-         Adiós.
-         Adiós.

Pasados quince días, acudió nuevamente a la consulta, esta vez con un vestido negro ajustado que la hacía todavía más atractiva. Nada más entrar y antes de sentarse y cuando yo estaba a punto de darle la mano, me dio dos besos

-         Hola y perdona que el otro día estuviera tan seria pero mi marido es muy celoso y prefiero no darle ningún motivo para que se moleste.
-         Ya – esta vez reconozco que ya la miré con ojos intrigantes -  ¿y por eso me tratabas de Usted?
-         Es lógico ¿no?
-         No sé, tú sabrás.
-         ¿A ti te gustaría que tu mujer tratase de tu a un Cirujano?
-         Dos cosas – la verdad es que era una mujer muy atractiva pensaba mientras soltaba una risa – una yo no soy celoso, por lo tanto me daría igual y dos mi mujer no necesita ir al Cirujano Plástico porque según ella – estas palabras las dije muy lentamente – está muy bien y su pecho es muy bonito
-         Y tú ¿piensas igual?
-         Por supuesto
-         Esa es la diferencia entre tú y yo – sacó un pañuelo del bolso y con un dedo se secó unas lágrimas que aparecían por los párpados inferiores de unos ojos muy bien perfilados con un lápiz tirando a azul y como en una explosión de sinceridad confesó – pero yo ¿por qué me tengo que operar? tengo un miedo terrible y todo porque a mi marido no le gustan mis pechos ¿tú crees que estoy tan mal?

La verdad es que era una situación que, a pesar de los años que llevaba de consulta, nunca se me había presentado de una manera tan manifiesta. Sabía, realmente no lo sabía pero estaba seguro, que algunas de las que había operado pensaban lo mismo que esta mujer que se desesperaba delante de mí pero nunca se me habían puesto a llorar de una manera que daba auténtica pena. La miraba desde el otro lado de la mesa pensando que tenía toda la razón, le miré sus mamas que se dibujaban debajo de su traje y me parecieron que estaban muy bien, pero quién era yo para meterme en su vida privada. Lo único que tenía absolutamente claro es que si me pasara a mí, no me operaba ni de broma,  mi mujer se tendría que adaptar a lo que había y si no le gustaba no tendría más remedio que coger la maleta y salir de casa. Nos conocíamos muy bien cuando nos casamos y solo faltaba que a los pocos años viniera con que no le gustaba mi nariz o algo por el estilo ¡lo que me faltaba! y encima para intentar arreglarlo yo tenía que pasar por un quirófano, estaría bueno, pero claro, yo no era la paciente que tenía delante y yo sí que se lo que haría, pero, en el fondo ¿quien era yo para aconsejar nada? Intenté tranquilizarla porque me parecía lo más honrado aunque era consciente que podía perder una cirugía.

-         Lo primero que tienes que hacer es tranquilizarte – le pasé un kleenex – y no llores porque uno es muy sentido y si nos ponemos a llorar los dos menudo espectáculo que vamos a dar. Venga, anímate y alegra esa cara.
-         Lo siento – se arregló un poco el pelo con un movimiento de su mano derecha – pero es que no puedo aguantar más, pero tú no tienes nada que ver. Lo siento.
-         Por mi no te preocupes, no pasa nada, a veces pienso que he equivocado la carrera y debería haberme metido a fraile y esto sería como un confesonario.
-         ¿Y tú serías el Padre Cubiles? – contestó esbozando una sonrisa
-         Queda bien, eso del Padre Cubiles ¿verdad? suena a Jesuita. El caso es que yo muchas veces me miro al espejo y efectivamente un poco de cara de cura sí que tengo, o sea que hermana- junté las manos en señal de oración – abre tu corazón y cuéntame tus pecados.

La paciente se movió inquieta en la silla como dándome a entender que su problema no era como para tomármelo a broma. Quería reírse pero las lágrimas le salían sin poder contenerse, le gustaría ser un dechado de alegría pero todo su cuerpo expresaba una gran preocupación. Parecía como si fuera a romper a hablar, pero en el último momento se reprimía como si fuera consciente que yo no era la persona adecuada para contarle todas sus cuitas. Según la miraba me daba cuenta que lo que esta señora necesitaba era alguien que la escuchara, no que la perdonara, no, sino simplemente alguien a quien ella pudiera mostrarse como era. Me daba mucha pena porque era consciente que sufría de mala manera, pero no sabía cómo demostrarle que podía confiar en mí, me encantaría ser su amigo, sin más, alguien que esté a su lado, posiblemente incluso sin hablar, con el que pudiera desahogarse, pero no veía la manera y posiblemente tampoco era el marco ideal para todo lo que debería soltar por su boca, pero tampoco me atrevía proponerle que nos fuéramos a otro sitio. Para evitar andarnos con miramientos la llamaremos Pepa que como no era su nombre de verdad no hay problemas de malos entendidos.

-         Pepa ¿sabes lo que tienes que hacer? – esta vez me puse serio
-         Tú dirás
-         El próximo fin de semana vete con tu marido a algún sitio donde nadie os estorbe, donde puedas hablar con él con tranquilidad y plantéale lo mismo que me estás diciendo a mí.
-         Ojalá pudiera hacerlo, pero es imposible
-         Pero inténtalo
-         No le des vueltas – ella me miró como si fuera un trozo de madera en medio de un naufragio – eso que me cuentas ya lo he intentado y no ha valido para nada, porque no quiere ni oírlo. ¿Sabes lo que pasa? – esta vez su cara se tornó de una dureza preocupante – él sabe que es lo único que tengo y por eso se aprovecha. Yo dejé a mi familia por él, vivía tan ricamente en Ciudad Real, tenía mi trabajo y cuando le conocí, parece que fue ayer pero hace nada menos que seis años, me convenció para que dejará todo y me fuera con él a Colombia.



















CAPITULO 3.-

La conversación se mantuvo bastante tiempo y aquello ya empezaba a ser lo que yo quería, no una consulta, no, si no una amiga a la cual intentaría mejorar mediante una operación de Cirugía Estética, eso ya me gustaba mucho mas, pero tampoco era plan intimidar en plena consulta. Es cierto que hoy no estaba Carmen y la recepcionista no interrumpía jamás una consulta pero mejor era ir a algún bar a tomar una copa.

-         ¿Cómo andas de tiempo? – le pregunté como quien no quiere la cosa.

Pepa me miró directamente con una mirada que trataba de descifrar el porqué de aquella pregunta sin aparente sentido.

-         Para saber lo que quieres saber de mí, este sitio no está mal ¿no?
-         Conozco un bar aquí al lado que tienen unos gin tonics perfectos ¿te apetece uno?
-         Bueno – otra vez me miró con ojos intrigantes – pero uno y nada más ¿de acuerdo?
-         De acuerdo – me levanté de la silla a la vez que ella tomaba su abrigo y su bolso, me quité la bata, la colgué en una percha que saqué de una pequeña taquilla situada al fondo de la consulta, me puse una chaqueta y salimos a la calle.

El bar Marena estaba situado a escasos metros del edificio de consultas y nada más entrar tenía una típica barra con pinchos y unas banquetas altas. Pasando esa primera parte y después de saludar al camarero que se afanaba en mantener las diferentes tapas en perfecto orden, se encontraba el pub propiamente dicho. Era un local pequeño, escaso de luz, con pequeños sillones distribuidos de una manera que parecían desordenados, mesas bajas para depositar las copas, un piano y como adosado a él un individuo de edad indefinida, de cara color cetrina aunque podía perfectamente ser de color procedente de la Cuba de Fidel Castro, que se mantenía erguido como una figura de cera y que solo retiraba las manos de las teclas para saborear una copa que era parte de la decoración del propio piano formada por ginebra, un poco de ron, vermouth rojo, dos hielos, una pequeña rodaja de naranja y una aceituna atravesada por un palillo. Al otro lado del piano, un montón de partituras apiladas desordenadamente para satisfacer todas las peticiones de los clientes. Era pronto y por eso el pub estaba casi vacío. Al fondo una pareja parecía discutir civilizadamente y Matías, el pianista me saludó con el cariño que sabía que me tenía desde hacía muchos años. Sin necesidad de decirle nada comenzó a tocar “La vida sigue igual” de Julio Iglesias, cosa que le agradecí al pasar. No se sentamos en una mesa, Pepa pidió a Juan, un camarero uniformado como Dios manda con su chaquetilla blanca, su pantalón negro y su eterna sonrisa, un gin tonic con poca ginebra y yo lo de siempre. A los pocos segundos apareció con el pedido y después de depositarlo en la mesa, se retiró discretamente. Levanté mi copa y a través del cristal pude percibir que Pepa, mi mas que segura paciente, se mostraba nerviosa, miraba para un lado y para otro como queriendo descubrir que es lo que hacía conmigo en un pub desconocido y como expectante por saber cómo se iban a desarrollar los términos de la conversación que necesariamente teníamos que mantener.

-         Por la amistad que iniciamos en este momento – brindé.

Ella levantó su copa lentamente, a continuación sus ojos se clavaron en los míos y  brindó a su vez de una manera que me resultó enigmática.

-         Porque nunca nos tengamos que arrepentir.
-         Arrepentir ¿de qué?
-         No lo sé, Andrés, no lo sé, pero creo que vamos demasiado deprisa.
-         ¿No te apetece?
-         No lo sé – me volvió a mirar con esos ojos que mostraban una cierta inquietud – no estoy segura. Por un lado si, para que te voy a engañar, pero por otro creo que nos deberíamos mantener en el plano que tu eres el Cirujano y yo la paciente.
-         ¿Tú  crees que es mejor?
-         En determinadas circunstancias no solamente lo creo si no que estoy segura.
-         ¿Por qué dices eso? – pregunté tomando la copa en mi mano y acercándola a mis labios.
-         Porque los dos tenemos nuestras vidas, tenemos unas obligaciones y no sé, es muy difícil de explicar lo que siento
-         ¿Quieres que nos vayamos?
-         No – contestó rápidamente – pero eso no quiere decir que lo esté haciendo bien.
-         Yo no lo veo mal – reconozco que la estaba sometiendo a un interrogatorio casi de tercer grado – efectivamente tú eres mi paciente y a mí me apetece conocerte más íntimamente ¿qué tiene que ver que los dos tengamos nuestras vidas? Solo faltaba, claro que las tenemos

Pepa se pasó ambas manos por su pelo y se apoyó en el respaldo del cómodo sillón tratando de relajarse y de paso poner orden en sus ideas

-         Mira Andrés, ¿por qué no hablamos de otra cosa?
-         Pero ¿por qué? – insistía yo – a mi me apetece saber cosas de ti, no sé cómo decírtelo. Entre tú y yo se ha establecido una especie de atracción, a mi me lo parece y por lo menos yo reconozco que estoy a gusto contigo y me gustaría saber todo de tu vida, saber cómo piensas, como te va , que piensas cuando estás sola etc...etc... porque yo no paro de pensar en ti desde el primer momento que entraste en la consulta hace por lo menos un par de meses y si quieres que te diga la verdad, pensaba que nunca ibas a volver. Alguna vez estuve a punto de llamarte por teléfono pero me imaginaba que lo podría coger tu marido y tampoco era plan meterte en un lío porque ya me dijiste que era muy celoso

Pepa me miró y comenzó a llorar. Yo no sabía qué hacer, si la abrazaba me parecía excesivo y si la dejaba derramar esas lágrimas sin hacer absolutamente nada tampoco me parecía la mejor postura, pero fue ella la que me facilitó las cosas porque a los pocos segundos se secó las lágrimas, bebió una cantidad mínima de gin tonic y se sinceró:

-         Mi marido se fue de casa hace un mes y de momento estamos con todos los trámites para hacer un divorcio civilizado
-          Me dijisteis que no teníais hijos ¿no?
-         No
-         Menos mal, porque si no sería todo mucho más complicado.
-         Eso dicen, pero en mi caso no te creas que está siendo fácil porque Antonio, mi ex, no está por la labor y sigue sin entender nada.
-         No se – la situación no era especialmente agradable para mí que esperaba algo como mucho menos personal aunque también es cierto que yo la iba preguntando cosas a propósito para saber un poco mas de ella y sus circunstancias- yo no puedo opinar de una separación porque afortunadamente nunca me he visto en una situación parecida, pero eso de separación amistosa a mi me suena un poco, como te diría, como a chiste
-         ¿Y por qué? – Pepa me miraba con curiosidad
-         Pues porque, ya te digo que supongo, para plantearte algo para mi tan serio como dejar a tu pareja tienen que haber pasado antes muchas cosas, muchas discusiones, muy mal rollo ¡yo que sé! Y desde luego yo no digo que si dejase a mi mujer no la volvería a hablar pero me costaría trabajo
-         Hombre, eso depende
-         ¡Como que depende! Encima que me dejan tengo que aguantar. No creo que fuera capaz.
-         Andrés yo te digo que no es así, por lo menos para la mujer y ya te digo que en nuestro caso no hay niños por en medio que si no todavía es peor, pero lo que tienes que valorar, lo primero que tienes que valorar – repitió endureciendo su mirada - es quien deja a quien
-         Por supuesto, en eso estoy de acuerdo
-         Bien – Pepa bebió un poco de gin tonic – una pareja, en mi caso un matrimonio porque después de unos años de convivir, hace poco le convencí para que nos casáramos, las cosas no surgen así como así. Es mal comparado como cuando tienes agujetas, no te salen un día por las buenas, si no que muchos días antes te has pasado en el gimnasio o algo parecido.
-         Me parece que la comparación no es especialmente afortunada – sonreí para aliviar un poco la tensión que notaba se iba apoderando de mi acompañante ocasional – comparar una pareja con tener agujetas, me parece muy fuerte.
-         Bueno, tú me entiendes. Lo que quiero decir es que el amor, si es que alguna vez ha existido, poco a poco se va perdiendo
-         A veces
-         Claro, cuando se va perdiendo – parece que a Pepa le molestó un poco que la interrumpiera – como fue mi caso
-         Pero vosotros vivíais juntos desde mucho antes ¿no?
-         Si, si, pero al principio todo iba bien, pero poco a poco yo notaba como Antonio iba cambiando y lo curioso es que no te puedo decir exactamente en qué, pero todos los días había algún pequeño detalle que confirmaba lo que te estoy diciendo.
-         Pero él seguía yendo a casa todos los días supongo
-         Si, él todas las noches, excepto alguna vez que por razones de trabajo tenía que viajar, dormía en casa pero, por ejemplo un detalle, cada vez llegaba un poco más tarde. Al principio me decía que tenía mucho trabajo, luego que si había encontrado un tapón tremendo en la carretera, luego que si su jefe le había propuesto ir a tomar una copa para continuar hablando de los problemas de su trabajo etc……etc.
-         Bueno pero eso le pasa a mucha gente y no se separan
-         Por supuesto que no, pero eran esos pequeños detalles los que iban minando nuestra relación. Eso sí, mientras él llegaba a casa a la hora que le daba la gana yo tenía que esperarle y encima más o menos arreglada porque si no, le parecía mal. Es más, muchas veces, como yo al principio me pasaba el día sola en casa, cuando llegaba le planteaba salir por ahí a tomar algo y al principio todo era decir que si con buena cara y poco a poco empezó que si llegaba muy cansado, que si al día siguiente tenía una reunión muy importante, que si patatín y patatán, el caso es que nos quedábamos en casa.
-         Vaya aburrimiento ¿no?
-         Sí, pero no tenía derecho a protestar, yo me vine de casa de mis padres sin trabajo y tampoco iba a andar por la calle sin tener nada que hacer
-         Ya, pero podías salir con una amiga o irte de tiendas ¡yo que se!
-         Eso ni me lo planteaba porque Antonio era muy celoso y siempre que sabía que había salido no hacía nada más que hacerme preguntas sobre con quien había estado, cuanto tiempo, que me había comprado etc…etc.
-         Bien, eso no me parece tan mal por dos motivos – ya iba por mi segundo gin tonic – uno porque me imagino que cuando te fuiste con él ya sabías más o menos con quien te ibas y otro porque el que tu marido se preocupe por saber lo que has hecho todo el día tampoco es ningún pecado.
-         Claro y a mí, al principio tampoco me parecía mal – Pepa llamó al camarero con un pequeño gesto de su mano derecha y le pidió otro gin tonic con muy poquita ginebra por favor que si no, enseguida se me sube a la cabeza – pero poco a poco todo fue cambiando y cada vez era como más exigente y no entendía, por ejemplo, por qué me había pasado toda la tarde con una amiga tomando un café, ¿tantas cosas tenías que contarle? preguntaba como quien no quiere la cosa y sin embargo él llegaba tarde y cuando yo le preguntaba de donde venía casi ni me contestaba y yo sabía que algo tenía que haber tomado porque olía a alcohol que tiraba para atrás.
-         ¿Y así aguantaste cuatro años?
-         No,  porque a los dos años encontré un trabajo como secretaría de uno de los jefes del Banco Popular y ya empecé a trabajar en horario, al principio solo de mañana y después tenía que ir también dos o tres horas por la tarde.
-         ¿ Y ahí empezó el lío?
-         Un poco si – mi acompañante daba vueltas a la copa del gin tonic tratando de conservar el hilo de la conversación – bueno no del todo porque yo tenía muy buen sueldo y nos vino muy bien.
-         ¿Tenías muy buen sueldo?
-         Si por que era bastante más que joven que ahora, tenía buena presencia, sabía dos idiomas y tenía disponibilidad horaria
-         ¿Y eso a tu ex le parecía bien?
-         No le parecía muy bien, según él que la mujer trabajase era síntoma de progreso y sobre todo que al final de mes nos venía al pelo que apareciera yo con mi buen sueldo fijo, pero a pesar de eso estaba insoportable y yo sabía que era porque yo era la secretaria personal de un dirigente del Banco y eso le llevaba los demonios.
-         Pero ¿tenía motivos para estar celoso?
-         Por supuesto que no - Pepa parecía no entender el porqué de todas esas preguntas – desde el principio dejé bien claro que estaba casada, entre otras cosas, para que no pasara lo que yo me imaginaba que iba a pasar.
-         O sea que tú más o menos te olías algo
-         Hombre, tampoco hay que ser muy lista. Tú ponte en mi situación, de estar en casa todo el día esperando a mi marido a pasarte el día en la calle y encima trabajando para un señor solo
-         ¿Y tú se lo dijiste así cuando te apareció la posibilidad de trabajar?
-         Claro ¿cómo no se lo iba a decir? y ¿sabes lo que me preguntó?
-         ¿Antonio tu ex? Me lo imagino después de todo lo que me has contado.
-         Pues por un lado contento porque en esa época lo estábamos pasando mal económicamente y el que entrara una buena cantidad de dinero al mes nos venía muy bien,  pero mi trabajo no le gustaba absolutamente nada. Decía que yo era suya y que no tenía que andar por ahí con nadie.
-         Eso lo dicen todos los que son como tu ex
-         Ya me imagino pero para mí, al principio, fue como un jarro de agua fría porque había llegado con la posibilidad de mi nuevo trabajo toda ilusionada y me salta con eso. Bueno y más cosas
-         ¿Si?
-         Si, si – se notaba que Pepa no sabía si debería seguir por ese camino – lo que pasa es que después de tiempo te das cuenta que eran importantes para él, aunque para mí eran tonterías
-         ¿Me cuentas alguna?
-         Pues, por ejemplo, ahí empieza todo lo de la operación de mis pechos porque me dijo que lo mismo al fulano, esa fue la expresión que utilizó, no le gustaban y me tendría que operar.
-         ¿Porque no le gustaran a tu futuro jefe? Eso sí que tiene mérito y ninguno de los dos le conocíais
-         No, pero era una forma de meterse conmigo
-         ¿Y tú no decías nada?
-         Sí, pero le daba igual. Le había comentado mil veces que no se podía andar así por la vida, pero a lo que se ve no me hizo ni puñetero caso, porque no cambió.
-         ¿Pero te había dicho alguna vez que te operases porque no le gustaba tu tipo?
-         Si, montones de veces pero yo siempre le contestaba que a mi tampoco me gustaba que él tuviera algún michelín y por eso no se me ocurriría decirle que se operase.
-         ¿Y que te decía?
-         Nada, que no era igual, porque en él no se fijaba nadie.
-         Ya – con tantas historias me iba dando cuenta que los dos, de una manera inconsciente nos íbamos alejando del tema que, por lo menos a mi era lo que más me interesaba, pero por otra parte ella tenía que desahogarse con alguien y yo me había ofrecido, o sea que tampoco tenía derecho a quejarme y además que duro tenía que haber sido para ella todo lo que había pasado – total que te convenció para que fueras a un Cirujano.
-         No te creas que al principio fui para que no dijera que no le hacía caso, pero no estaba nada convencida.
-         Entonces ¿fui yo el que te convenció?
-         No, tú tampoco porque la impresión que me diste es que no tenías mayor interés en operarme y eso para una paciente no es muy halagador.
-         Bueno, a lo mejor es que tú has ido a parar a la consulta de un Cirujano Plástico un poco raro y prefiero que pases por un Psicólogo antes de meterte en cirugías.
-         ¿No me estarás insinuando que estoy loca?
-         No, ni mucho menos – puse cara como si fuera la primera vez que me hacían esa pregunta cuando la verdad es que la había tenido que razonar en diferentes ocasiones - eso es lo que cree casi todo el mundo, pero es justo al revés. Lo que yo quiero es que la que se opere conmigo lo haga convencida de donde se va a meter y sobre todo y eso es lo más importante que no piense que la cirugía le va a arreglar sus problemas matrimoniales, como te pasa a ti, porque no es verdad y eso un psicólogo lo explica mucho mejor que yo
-         Mira, Andrés, no empieces con esa historia otra vez porque me levanto y me voy.
-         No entiendo porqué. Lo que te digo es de lo más razonable y de hecho tu misma lo confesaste en una de las consultas
-         ¿Qué te dije?
-         Pues eso, que te operabas porque a tu marido no le gustaban tus pechos.
-         Pero a mí tampoco.
-         Bueno, bien, a ti tampoco pero eso lo dices ahora.
-         Y antes también.
-         No antes no, entre otras cosas porque si me lo hubieras dicho yo no hubiera hablado para nada de tu matrimonio – y en mala hora se me había ocurrido iniciar esa conversación mientras no tomábamos un gin tonic bueno dos, porque ahora ya no había quien la parara. Estaba lanzada en contarme sus penas y no sería yo el que evitase esa situación. Se notaba a la legua que tenía auténtica necesidad de contarle a alguien lo mal que lo había pasado y en el fondo me estaba dando una pena tremenda. ¡Hay que ver las cosas que le pasan a la gente!

Una chica joven, fuera de su casa, que el marido se la va pegando por ahí con más de una y encima ella le tiene que esperarle arreglada para que cuando llegue a casa casi ni la mire y cuando encuentra un trabajo intenta obligarla a pasar por el Cirujano no porque a su jefe le guste o no su pecho si no porque al que no le gustan es a él. ¡Menuda cara tiene el personal! Pobre Pepa y encima lo cuenta como sintiéndose culpable, lo que faltaba. No es por presumir, porque me ha pasado muchas veces, pero Pepa estaba deseando soltar todo lo que tenía en su interior y lo único que necesitaba era un interlocutor como yo, alguien no digo que la entendiera pero por lo menos que se interesara y ahí estaba yo con cara de no haber roto un plato en mi vida prestándola tanta atención porque no era capaz de entender como se podía haber ido a vivir con un tío con tanta cara. Por supuesto que no se lo iba a decir, aunque sí que podría porque ya se había separado, pero tampoco era cuestión de tomar partido por uno o por otra sin conocer las dos versiones, pero, desde luego la que ella me contaba no era tan rara.

-         Andrés – Pepa me dio un pequeño golpe en mi codo derecho - ¿tienes sueño?
-         ¿Quien yo?
-          Quien va a ser
-         ¿Por qué me preguntas eso?
-         Parece que te ha dado un aire
-         No – no es que me hubiera dado un aire, pero sí que me había quedado como pensativo – al revés, estaba dándole vueltas a todo lo que me has contado y me estoy quedando impresionado
-         Pues es así, Andrés, tú ¿no querías que te contara mi vida? pues ahí tienes un trozo pequeño ¿qué te parece? 
-         No sé que decir – me quedé mirando a unos ojos que trataban de descubrir cuales eran mis intenciones y dispuestos a ir por cualquier dirección. En ese momento, pensé como era mi vida, todavía no se por qué, pero por mi cabeza comenzaron a pasar como si fueran una sucesión de fotos algunos o muchos aspectos de mi vida, tanto actual como pasada y me dio la impresión que ella se dio cuenta y como para facilitar que pudiera valorar todo lo que me estaba pasando se levantó, me dijo que se iba al baño y desde mi asiento vi como se encaminaba al fondo del pub con la idea de recomponer un poco el maquillaje que se había visto claramente afectado después de aquellas sinceras lágrimas.

Serían cinco minutos, posiblemente menos, los que tardó en volver, tiempo suficiente para hacerme bastantes preguntas sobre mi situación y que es lo que hacía ahí. Me acordé de Carmen, mi mujer, que ahora estaría en casa con las niñas, era la hora de las cenas y el único momento del día que se juntaba toda la familia. Ya no era aquella época en que lo único que hacían era tratar de educar entre los dos a sus hijas, ahora ya eran más mayores y se podía hablar de muchas cosas, aunque continuaban siendo niñas para mí, pero no tanto. Recordaba muchas de aquellas cenas y realmente tenía que reconocer que lo pasábamos muy bien. Carmen era muy niñera y las dejaba contar historia tras historia y había que ver la imaginación que tenían las dos niñas, seguro que a mí no habían salido. ¿No debería estar ahí y no aquí tonteando como un quinceañero? Siempre me pasaba igual y así me lucía el pelo, claro. Cuando tenía una mínima oportunidad con alguna chica, mi conciencia parecía indicarme el mejor camino para no meter la pata y por supuesto se deshacían como un azucarillo todos mis planes. Se había convertido en una especie de manía mirar a través de los hielos de un gin tonic y esa visión era para mí como una pantalla gigante de cine en la que me veía siempre de protagonista y tenía la ventaja que me permitía verme en el futuro, no en el momento presente y eso me hacía valorar con mas detenimiento lo que estaba dispuesto a hacer. Era una especie de visión de mi vida pero no por el camino normal, no, sino como de delante hacia atrás y eso me permitía rectificar con cierta facilidad y eso es lo que me está pasando ahora mismo. Menos mal que Pepa se ha ido al cuarto de baño porque de lo contrario seguro que se daría cuenta. Yo seguía con mi gin tonic y allí estábamos en un despacho de abogados tratando Carmen y yo de nuestra separación, mientras las niñas lloraban desconsoladas porque no quería que se produjera esa separación y hacía preguntas del tipo como

¿no tiene arreglo? ¿tenemos que acostumbrarnos a vivir sin padre? ¿por qué sin padre? ¿no puede ser sin madre? Bueno es lo mismo contestaban casi a la vez, ¿Por qué tiene que ser así? Incluso ellas mismas se contestaban: yo creo que se les ha acabado el amor y si no se quieren casi es mejor que cada uno viva su vida, ya incluso para nosotras es mejor porque Papá está de un humor últimamente que no hay quien le aguante, si y Mamá se pasa el día llorando. Es que eso que te dejen sola debe ser muy fuerte ¿no? Si, supongo, pero ¿tú por qué sabes que es Papá el que lo deja? A mí me lo ha dicho Mamá. Y a mí, pero no lo sabemos seguro. Pues yo no lo entiendo porque toda la familia salimos perdiendo, pero el que más pierde es Papá que no sabe ni donde está la cocina. Se buscará una novia. ¿Tú crees? Seguro y si me apuras a lo mejor hasta ya tiene una. ¿Papá? No creo porque se pasa el día trabajando. Eso es lo que nos dice Mamá pero a lo mejor es mentira. Yo no lo sé, pero me imagino que para que Papá tome la decisión de irse de casa habrán tenido que pasar muchas cosas porque si no, sería tonto por su parte. Ya pero volvemos al principio, si se les ha acabado el amor ¿que van a hacer? Oye guapa ¿y nosotras no contamos? Si que contaremos pero primero son ellos como pareja. Yo no lo tengo tan claro, si has tenido unos hijos será para que los aguantes ¿no? Ya, pero si no se quieren que van a hacer.

Esta escena se desarrollaba en el interior de los cuatro cubos de hielo del aguado gin tonic y bastó agitar un poco la copa para que cambiara el escenario y ahora se desarrollaba en casa de Pepa un día cualquiera: ella preguntaba
-          ¿ya te vas?
-          Si - contestaba yo - con las bromas son casi las diez y me gustaría estar un rato con mis hijas.
-         ¡Que pena porque estamos muy bien aquí!
-         Ya, pero tendré que estar con ellas ¿no te parece?
-         ¿Y conmigo?
-         Venga Pepa no te pongas así porque sabes cual es mi situación y mi manera de pensar
-          ¿Y siempre va a ser así?
-         Mis hijas son mi hijas.
-          ¿Y yo no significo nada para ti?
-         Por favor, no empieces como siempre.
-          No, si yo se de sobra lo que te gustaría a ti, pero eso es imposible.
-         ¿Y que me gustaría?.
-         Lo que hemos hablado siempre, Andrés, como un matrimonio a tres que todo continuara igual, pero con una pequeña diferencia y es que yo estaría por el medio y eso complica bastante tu planteamiento.
-         No es verdad, Pepa, no es verdad, Carmen y yo nos llevamos muy bien, bastante mejor de lo que yo me merezco y me parece muy injusto que después de tantos años conviviendo, después de haber tenido dos hijas en común, de trabajar juntos un montón de años, de haber disfrutado de los momentos buenos de las cirugías y también de los malos, para que negarlo, me parece muy difícil tirar todo por la borda y volver a empezar. De verdad que me gustaría pensar de otra manera, pero yo soy así y a mis años no creo que nada ni nadie me haga cambiar.
-          ¿Y te parece bien estar jugando con dos barajas?
-          Ya sabes que no, me parece mal y por eso creo que lo mejor es aparcar el tema de mi separación y volver a la situación que tenía al principio, mis hijas estarían felices y yo creo que Carmen también porque un error lo puede cometer cualquiera y espero que me perdone.
-          ¿Y yo? ¿Qué pinto yo en toda esta historia?
-         Tú has sido importante en mi vida, unos pocos meses pero creo que ya no.
-          Vete a tu casa y seguimos tan amigos, nada más.
-          Tienes razón, creo que es lo mejor.

Por enésima vez removí los hielos del gin tonic y cuando las burbujas de la tónica se calmaron, unos ojos me miraban como si estuvieran viendo a un extraterrestre. Era Pepa que había vuelto del cuarto de baño, con su capa de maquillaje otra vez en su lugar, los párpados bien perfilados con un lápiz negro que agrandaba su tamaño y con los labios apretados tratando de buscar las palabras justas para definir lo que estaba pasando. Movió su copa, bebió un pequeño sorbo y se dispuso a analizar la situación a su manera
-          y por favor te ruego que no me interrumpas -  me indicó.
-          Llevo por lo menos tres minutos sentada aquí y me parece que estoy viviendo un sueño porque sin darme cuenta he estado viendo todos tus pensamientos y creo que tienes razón. Lo mejor es dejarlo ahora antes que lleguemos a situaciones tan difíciles de romper como las que tú has pensado y yo he tenido oportunidad de ver.
-         Pero ¿eso es posible?- pregunté verdaderamente asombrado.
-         Te he dicho que no me interrumpas – me contestó con firmeza continuando con su razonamiento que coincidía exactamente con lo mismo que estaba pensando yo – Yo se que tú has pensado en algún momento que soy presa fácil y ya te aviso que te equivocas. Con una vez ya me ha llegado, claro que tú como casi todos los hombres juegan con una ventaja y es que creen que todas las mujeres se van a enamorar de ellos y en este caso tengo que confesar que no andas muy descaminado.
-         Eso ya lo sabía yo – traté de aportar algo de humor – toda la vida me he considerado un Don Juan y han sido miles las que no han podido sobrevivir a mis encantos.
-         Déjate de tonterías que el tema es mucho mas serio que todo eso – Pepa se pasó un dedo por la frente retirándose un mechón de pelo que se interponía entre nosotros – en lo poco que te conozco me parece que tú no te has comido una rosca en tu vida
-         ¿Yo? – eso si que no me lo esperaba.
-         Si – continuó con su discurso – porque con el rollo de conocerme mejor para ver si merece la pena operarme o no, en el fondo y tú lo sabes, lo que quieres es irte conmigo a la cama, pero – y ésta vez si que se puso seria – también sabes que si ocurriese eso, primero me tendría que enamorar de ti porque tu no entiendes eso de irse a la cama con alguien y a los pocos días si te he visto no me acuerdo
-         Muchas gracias por el piropo – la interrumpí con el cuello estirado como un gallo de pelea -  a partir de ahora en lugar de Andrés llámame Robert Redford.
-         Si, si – continuaba muy seria – no hace falta que te llame de ninguna manera porque no pienso volver a verte. Es mejor para los dos que todo acabe ahora mismo. Tú te vas a tu casa y yo a la mía y aquí no ha pasado nada y encima dame las gracias porque te estoy evitando meterte en un lío.
-         Tengo que reconocer que tienes razón – llamé al camarero para que nos trajera la cuenta – y estoy seguro que si me fuera contigo, al día siguiente estaría mas que arrepentido porque ella no se lo merece.
-         Anda sigue con tu matrimonio y olvídate de mí que solo te voy a traer problemas.
-         Me lo estás poniendo fácil - busqué un billete y pagué los gin tonics.
-         Si es que es una tontería seguir. Sería una pérdida de tiempo para los dos. Eso si, quiero pedirte un favor y es que a pesar de todo lo que hemos hablado, me operes y me pongas unas prótesis y por supuesto te olvides del día de hoy. A partir de este momento soy una paciente tuya como otra cualquiera que iré a tu consulta todas las veces que haga falta, pero siempre como paciente ¿de acuerdo?
-         Aunque no te lo creas – le puse mi mano derecha sobre la suya – te agradezco mucho que pienses así porque por un lado tengo que reconocer que me apetece mucho ir un poco mas lejos contigo, pero estoy totalmente de acuerdo que nos meteríamos en un lío
-         Pues entonces haz lo que yo te digo – Pepa se levantó, se puso se abrigo y salimos a la calle como si en aquella hora no hubiera sucedido nada – vete a tu casa, continúa con tu mujer y tus hijas y no se te ocurra romper tu familia por mí, porque no me merezco tanto.
-         ¿Me permites que te de un beso? – menudo peso me había quitado de encima
-         Bueno, pero con la condición que no volvamos a ponernos ninguno de los dos en esta situación
-         Lo prometo – un beso en la mejilla fue el inicio de nuestro alejamiento.
  
YO CUMPLO CON MI COMPROMISO DE ENVIAR DOS CAPITULOS CADA FIN DE SEMANA.
Un abrazo





3 comentarios:

  1. Estoy intrigadisima...deseando leer los siguientes capítulos.

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  2. Ya me he enganchado,sigue mandando más.

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  3. Ya me he metido en faena con retraso. Esto promete, muy buena pinta. Ya me tienes enganchada. Ánimo que vas muy bien

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