viernes, 27 de febrero de 2015

EL TRIO DE DOS: CAPITULO 63

Queridos blogueros/as: Estaréis de acuerdo conmigo en que esto de escribir es un sin vivir. Ayer, bueno anteayer, era Celador de Autopsias y hoy me he convertido nada menos que en un eminente Forense, eso sí, de vacaciones en Cádiz y encima el tal Nicolás Lopez García es un Cirujano Plástico fracasado o por lo menos venido a menos. Es lógico porque como va a ser un Cirujano y encima Plástico muy conocido en Madrid y relacionado con marquesas, duquesas, et..etc llamándose Lopez García. ¡Eso no puede ser! parece mentira que su asesor de imagen no le cambiara el nombre. (Espero que ningún Cirujano Plástico llamado Lopez García lea esto porque seguro que no le parece bien, le pido perdón) pero no me negaréis que queda como mucho mas fino llamarse por ejemplo, Pancho García de Viguri o Fonso Pamiés de Rícola y todavía mejor si fuera como mas italiano, tipo Pietro SantoDomingo Alvarez de Asturias o muchos mas, pero Lopez García no vale y posiblemente por eso le fue así.
Yo no he vivido nunca que se me muera una paciente en el quirófano, gracias a Dios, por lo tanto el tal Nicolás, no confundir con el pequeño Nicolás que ese es otro, no puedo ser yo, así que el que piense que aquí hay algo biográfico que se cambie de blog porque por ahí no van los tiros, y entonces ¿como han asesinado a Ana? Continuará................
Ser felices que si que podemos ¡como que no! ya veréis como si.
Un abrazo
Tino Belascoaín.

CAPITULO 63.-

La terraza del amplio apartamento situado a unos pocos metros de la playa  era como el puente de mando de un portaaviones. Situada en el piso sexto de una moderna urbanización estaba ubicado de tal manera que sentado en un cómodo sillón se podía apreciar toda la bahía de Cádiz. Unos altavoces distribuidos estratégicamente dejaban un aroma de habanera que parecía efectivamente que La Habana era como Cádiz pero con menos negritos. Unas copas albergaban unos gin tonics repletos de hielo y el sol parecía querer poner una nota de melancolía alejándose lentamente por el horizonte. Las luces de algunos cargueros que esperaban turno para atracar parecía prolongar las farolas del paseo marítimo haciendo que Cádiz pareciese todavía mas próxima al Caribe. Una ligera brisa hacía que el atardecer fuera algo menos caluroso que el día que le había precedido y acrecentaba las ganas de disfrutar de tan privilegiado puesto de vigilancia. 
Nicolás estaba apoyado controlando con unos potentes prismáticos los movimientos de unas pequeñas embarcaciones que unos cientos de metros mar adentro se mecían plácidamente mientras sus propietarios, con sus trajes de aguas de un amarillo intenso, se dedicaban a faenar el “pescaíto” que sería degustado por los pocos  turistas que aquel mes de Octubre disfrutaban de unas cortas vacaciones. El Doctor Nicolás Lopez García conocido especialista en Medicina Legal se pasaba horas y horas en la misma posición como queriendo colaborar con los marineros y hasta los perseguía desde la distancia hasta llegar a puerto y ver como desembarcaban varias cajas que pasaban directamente a la lonja para ser distribuídas por las viejas tabernas y todo ello desplazando ligeramente los codos, tan solo unos centímetros, para que los prismáticos siguieran perfectamente el objetivo fijado. Mas allá, barcos mas grandes ponían rumbo hacía el inmenso mar con destino desconocido, aunque para Nicolás todos seguro que irían hacia La Habana donde, como decía la canción, son muy dulces los besos de las cubanas y millones de historias se acumularían en cada uno de sus tripulantes.

Nicolás Lopez García era un hombre de mediana edad, exactamente cuarenta y siete años, aunque aparentaba bastante menos. En las épocas que estaba de vacaciones y ésta era una de ellas, vestía de manera informal, con camisa blanca con botones en el cuello, pantalones chino azul marino, playeras también azules y una chaqueta de punto sobre sus hombros. Era moreno, pelo discretamente largo, cara muy trabajada por el sol de aquella semana que llevaba en casa de su hermano en la bahía de Cádiz, mirada profunda que surgía de unos enormes ojos negros, manos finas y cuidadas, el tórax bien contorneado gracias a las muchas horas de ejercicio en el gimnasio al igual que las piernas. Apoyado en la terraza parecía mas un marino de paisano que un Médico Forense de vacaciones. Se trataba de un hombre inteligente, trabajador no en vano había sido premio extraordinario de carrera hacía ya bastantes años y gracias a ello había conseguido una plaza de Médico Residente para hacer la especialidad de Cirugía Plástica en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid hacía ya muchos años. Por aquel entonces estaba ilusionado con su futuro, se veía con condiciones para ser un especialista de prestigio y había conseguido entrar a formarse en uno de los mejores servicios de España.

Los primeros años fueron muy interesantes, trabajó mucho, se podría decir que vivía en el Hospital por aquello de no perder ni un minuto, no conoció a nadie de aquellos que se podrían definir como amigos para toda la vida, pero si que hizo muchas conocidos. Se trataba de un trabajador infatigable, buena persona, cumplidor como el que mas y eso le llevó a ser, en muy pocos años, el primer ayudante del Jefe de Servicio una persona muy conocida en el ámbito de la Cirugía Estética en Madrid. Si por Nicolás hubiera sido, posiblemente le hubiera gustado mas dedicarse a la cirugía reconstructiva, cirugía de la mano o a los grandes quemados, pero el dinero fue el detonante de su cambio de trayectoria. Si, si, no es que se arrepintiese porque la vida sigue los caminos que sigue y hay que tomársela como es, pero comenzó a trabajar con ese Especialista que le pagaba muy bien y como ocurre casi siempre le gustó lo que empezó a conocer y encima ganaba bastante mas que sus compañeros. Definitivamente se decidió por la Cirugía Estética, abandonó completamente los otros aspectos de la Especialidad, dejó el hospital y con los pocos ahorros que tenía se fue a Estados Unidos, concretamente a San Francisco y allí permaneció casi dos años trabajando con los mas prestigiosos especialistas y ya directamente enfocado a temas como rinoplastias, liposucciones, mamas y estiramientos faciales. Lo demás no le parecía interesante y no se ocupó de ellos. Trabajó mucho, nunca mejor dicho que como un negro, prácticamente no abandonó el hospital en todo ese tiempo, no se permitió el lujo de conocer nada que estuviera a mas de cincuenta kilómetros de la ciudad de San Francisco, pero todo su esfuerzo se vió recompensado cuando volvió a ejercer a Madrid.

Alquiló una consulta en pleno centro de la capital y en muy pocos meses se hizo con una clientela que le proporcionaba excelentes ingresos y le permitía pertenecer a una clase social a la que nunca hubiera aspirado en condiciones normales, aunque él procedía de una clase media acomodada, su padre era un Abogado conocido de la capital y comenzó a relacionarse con marquesas, duquesas, amigas y conocidas de miembros destacados de la familia Real, hijos de magnates de los negocios y demás gentes con los que compartía fiestas varios días a la semana.

Sin embargo, ese castillo construido de una manera bastante sólida, basado en unos buenos conocimientos del campo que desarrollaba y con una buena adaptación por su parte, se vino abajo como si fuera un pequeño bote en el centro de un huracán cuando tuvo la mala fortuna de operar a la Duquesa de Castilanuova, prima del Rey y una de las mujeres mas distinguidas de la alta sociedad madrileña. Se trataba de una reducción mamaria, la cirugía transcurría por los caminos habituales, cuando sin causa aparente, comenzó a sangrar de una manera que parecía como si los factores de coagulación se hubieran declarado en huelga, se le transfundieron varios litros de sangre, el riñón comenzó a fallar, la respiración se alteró de manera importante a pesar de los esfuerzos de su Anestesista y varios compañeros que acudieron en su auxilio y a las pocas horas un fallo multiorgánico hizo que no hubiese mas remedio que certificar su defunción.

Aquello fue la noticia para el todo Madrid, Nicolás sufrió una especie de abandono por parte de los que él consideraba sus amigos, la consulta se quedó desierta y todo ello lo llevó a una depresión que le duró casi dos años. Menos mal que previamente había ganado dinero y eso fue su colchón para esa época que consideraba nefasta. El juicio demostró su inocencia, las cosas se había hecho bien, aunque el resultado hubiera resultado fatal, el seguro pagó una pequeña cantidad y Nicolás intentó volver a la normalidad, cosa que no consiguió, no sabía si por su culpa o por la de todos los que le criticaban. Un año mas duró aquel calvario y poco a poco fue saliendo gracias al tratamiento psiquiátrico y sobre todo a la presencia de Nerea, una psicóloga joven que le trató desde que comenzó a salir del túnel en el que se había introducido de manera involuntaria.

Todo el mundo le aconsejaba que volviera a ejercer, entre otras cosas para olvidarse de todo lo sucedido, pero Nicolás había adquirido un auténtico terror a la cirugía. Cuando empezaba cualquier operación, el bisturí parecía que en lugar de estar sujeto a una mano estuviera introducido en una máquina vibratoria, las gotas de sudor caían por su frente como si estuviera debajo de una ducha y la cabeza le daba vueltas. Incluso en una ocasión tuvo que abandonar el quirófano y terminar la operación su ayudante. Estaba claro que en aquellas circunstancias no podía continuar y decidió dejarlo todo y volver nuevamente a estudiar para presentarse a Residente de otra especialidad, no sabía de cual, pero seguro que no sería quirúrgica.
Se dejó las pestañas a base de estudiar durante todo un año preparando el examen de ingreso para ser otra vez Residente aunque no sabía de que especialidad siendo consciente que habría otros muchos estudiantes, mas jóvenes que tendrían los conocimientos mas recientes y no sabría si obtendría la plaza con la misma facilidad que la primera vez. Hizo  un examen razonable, no especialmente brillante y sacó un número suficiente para optar a plazas de Laboratorio de Análisis Clínicos, de Anestesia, de Pediatria o de Anatomía Patológica y se decidió por ésta última.

Aquella noche tuvo unas pesadillas que la mantuvieron en vela cada media hora. El, que había sido uno de los cirujanos plásticos con mayor prestigio, se convertiría de manera voluntaria en Forense. El que se había dedicado durante tantos años al fomento de la belleza utilizando para ello todo lo necesario, ahora trataría cadáveres ¿alguien podría entenderlo? Por la mañana cuando se levantó, lo primero que hizo fue llamar a Nerea su Psicóloga, a la que hacía cerca de seis meses que no la veía,  para que le volviera a ayudar.
¿En que piensas? – Nerea se incorporó de la tumbona donde llevaba tumbada cerca de una hora.
Nicolás dejó el gin tonic en una pequeña mesa y se volvió lentamente. La presencia de Nerea le aportaba tranquilidad y sensación de paz la que unida a la que llenaba la terraza le proporcionaba una sensación como de estar flotando en un mundo irreal. Nerea era guapa, muy guapa, tan guapa que no sabía como se había podido enamorar de él que ya no era un cirujano plástico de prestigio sino un forense con cierto nombre pero nada mas. Aquello había sido una cosa extraña y así se lo hizo saber a la que consideraba su salvadora
-      Estaba pensando en nosotros
-      ¿En nosotros? – Nerea se peinó con los dedos dejando que su larga melena negra se desplazara por sus hombros desnudos
-      Si y pienso lo que te he dicho tantas veces – Nicolás la miró recordando las largas sesiones de tratamiento psicológico en su gabinete de la calle Ayala, a donde acudía dos veces por semana al principio y luego una vez, para curarse de sus manías desde aquel desgraciado accidente quirúrgico que le marcó para toda la vida – que gracias a ti soy lo que soy, porque si no te hubiera encontrado seguro que estaría tirado por ahí.
-      ¡Que exagerado eres Nico – con su mano derecha se acercó un pequeño espejo a la cara y se perfiló los labios – tampoco fue para tanto, al fin y al cabo es mi trabajo.
-      Ya, pero gracias a ti estamos como estamos
-      Eres el único paciente que me está agradecido – Nerea esbozó una sonrisa dejando asomar una dentadura perfecta - y eso que ni de lejos cumplimos el objetivo que nos habíamos planteado ¿te acuerdas?
-      Como no me voy a acordar – Nicolás se sentó a un lado de la tumbona y la abrazó – estaba hundido y tú me salvaste.
-      Una hace lo que puede
-      Venga no seas modesta, conmigo hiciste un trabajo maravilloso
-       Eso lo hemos discutido muchas veces y ya sabes lo que pienso
-      Ya lo se que para ti, no ha sido un buen resultado de la terapia, pero para mi, mejor imposible.
-      Si hubieras vuelto a la cirugía el éxito hubiera sido total, pero en fin, lo importante es que estás bien
-      ¿Te parece poco? Para mí has sido como un ángel y encima nos enamoramos. Lo importante en este mundo y eso no digas que no porque es lo que repetís los psicólogos todos los días, lo ideal es estar contento con uno mismo y eso es exactamente lo que me pasa a mi.
-      Me alegro mucho, ya lo sabes – Nerea le besó en los labios dejando discurrir su memoria hacia aquella época en que Nico era un auténtico desastre. No se arreglaba, prácticamente no salía a la calle, no tenía ni un solo amigo en quien apoyarse y se pasaba las horas en su apartamento sin hacer absolutamente nada. Se acordaba como si no hubiera pasado el tiempo de aquellas primeras sesiones en que Nico prácticamente no dejaba de llorar, se consideraba culpable de la muerte de aquella paciente y no había quien lo sacara de aquel estado. Para ella, al principio, era un paciente mas, pero poco a poco la pena se fue cambiando por amor, fue un cambio muy sutil, en pocas sesiones, eso si, pero como muy disimulado. Su experiencia le decía que no debía seguir por ese camino y su corazón la llevaba a continuar las largas sesiones en su pequeña consulta en el centro de Madrid. Al principio era yo te llevo que se nos ha hecho muy tarde, después podíamos ver una película o hacer un pedido a un chino y ponernos morados de tallarines con gambas o cerdo agridulce y así las sesiones se hacían mas y mas largas. Nico no paraba de hablar y yo como si no hubiéramos cambiado de escenario escuchaba y escuchaba como si estuviera en el sillón de mi consulta. La sensación era mas de amistad que de otra cosa. El abría su corazón y yo como si fuera su amiga del alma escuchaba sin dar mi opinión. Sabía que llegaría el momento en que comenzarían sus preguntas, pero mientras tanto me alegraba que el tiempo las fuera retrasando. En algunas ocasiones me gustaría haberlo interrumpido, incluso profesionalmente sabía que tenía que haberlo hecho, pero le veía tan ensimismado en su discurso que no veía el momento y así pasaron semanas, que digo yo, meses hasta que, como una ráfaga de viento se tratase, nos dimos cuenta que estábamos enamorados como dos niños y a partir de ahí todo fue coser y cantar. En ningún caso insistí en el tema de la cirugía, ¡ para que si sabía que eso no lo iba a superar! pero si que me convertí en su inseparable compañera hasta ahora
-      Y desde que nos conocimos la primera vez ¿cuánto tiempo hace?
-      Diez años
-      ¡Diez años! – Nico no pudo disimular un gesto de sorpresa – parece mentira. Otra vez pensó, ya no sabía los millones de veces que le había pasado lo mismo, la de cosas que le habían pasado en esos años. Se había curado gracias a Nerea eso era lo mas importante, había vuelto a aprobar el MIR, se había enamorado, había hecho prácticas en el Hospital de Torrejón, se había colocado en los Juzgados de la Plaza de Castilla como interino y lo último era sacar la plaza de Médico Forense en el Instituto Anatómico de Madrid –  creo que ya ha pasado tiempo suficiente para que te haga una pregunta
-      ¿Una pregunta?
-      Si – Nico se puso de pié y con expresión muy seria le preguntó - ¿te quieres casar conmigo?

Nerea abrió los ojos como si fueran dos lunas llenas, se abrazó a él con todas sus fuerzas y contestó con un si tan fuerte que casi se oyó por toda la bahía de Cádiz. 

3 comentarios:

  1. El Tío Javier Belas28 de febrero de 2015, 10:34

    ¡¡ Olé !! Vaya un final bonito: ¿ Te quieres casar conmigo ? Sí Quiero. Así da gusto, menos autopsias y muertos y mas vida y tranquilidad.
    No quiero olvidarme de Ana, espero que el autor nos aclare que le pasó.
    Esto va muy bien. Está todo muy entretenido.
    Un abrazo a todos.

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  2. Que bonito: fueron felices y comieron ... Así da gusto pero tengo q confesar q esperaba continuar con la muerte de Ana.
    Ahora estamos con la penosa historia del doctor Nicolas; me imagino q es el forense q nos va a desvelar q ha pasado con Ana.
    Pues a ser felices esta semana y nos hablamos el próximo sábado
    Besos a todos

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  3. Que bonito: fueron felices y comieron ... Así da gusto pero tengo q confesar q esperaba continuar con la muerte de Ana.
    Ahora estamos con la penosa historia del doctor Nicolas; me imagino q es el forense q nos va a desvelar q ha pasado con Ana.
    Pues a ser felices esta semana y nos hablamos el próximo sábado
    Besos a todos

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