He estado a punto de empezar con eso de Rogad a Dios en caridad por el alma de D. ........., porque ayer este p.... chisme no se quiso encender con lo cual yo inmediatamente y con el ojo clínico que me ha caracterizado siempre pensé (que le voy a hacer uno de vez en cuando también piensa) este c....... va y se muere sin dejarme copiar el capítulo de esta semana y lo que es peor, a partir de ahora ¿como voy a mandar los siguientes sin el blog está en el interior del muerto ¡Que hijo p....! (estaréis conmigo que esta reacción es humana, pobre muerto, si, si pobre muerto pero yo me quedo compuesto, bueno con pen drive pero, al fin y al cabo compuesto y sin novia. Eso si como este hijo de su madre se va al hoyo, pues hala él a descansar y a mi que me den. Valiente gili........... Todo esto ha sucedido en las últimas horas y me ha debido de oir el muy zorrito porque como dice el cantar "no estaba muerto que estaba de parranda" y ahora, eso si con estertores, pero lee el pendrive y a lo mejor hasta lo copia y os envía lo de hoy. En fin, sobran mas explicaciones, pero tengo la impresión que la semana que viene os mando la esquela desde el punto de limpio
Bueno, no sigo que empieza otra vez a hacer cosas raras
Que seáis felices
Un abrazo
Tino Belascoain
CAPITULO 58.-
Aquello era como una
cadena de montaje, pero en plan fino. Las señoras de clase bien, instaladas en
hileras detrás de unos tableros, empaquetaban todos los juguetes en vistosos
papeles para repartirlos entre los pobres del distrito de Chamberí. Todos los
años era la misma historia. La Señora Condesa de Monteagudo, a primeros de
Noviembre, comenzaba a mandar invitaciones a todas sus amistades para que, sin
cobrar un solo duro, asistieran a su chalet de la lujosa urbanización de La
Moraleja a ayudar en la campaña de Navidad. Se avisaba de manera fehaciente que
la labor sería la que le indicase la organización y aunque se tratara de
satisfacer los gustos de todas y para eso los deberían indicar en el reverso de
la tarjeta, no se aseguraba que si a cualquiera de las invitadas le gustaba,
por ejemplo cocinar, se la empleara en la cocina. Si hacía falta que colaborase
en envolver juguetes, adiós a preparar “comiditas” para los pobres de la
comarca. Se invitaba a sesenta señoras de reconocida influencia en la sociedad.
Algunas eran invitadas por su buen hacer, pero la mayoría lo eran por sus
maridos y así en el mismo garage se mezclaban empresarias con mujeres de
banqueros, famosas de la televisión con amas de casa que no ejercían como
tales, viudas de concejales del Ayuntamiento de Madrid con mujeres de
diplomáticos…etc….etc. Ana María de Gualdamina, Condesa de Monteagudo,
preparaba largos tableros de madera, apoyados en borriquetas, que se
distribuían por todos los laterales del garage situado en un lateral del
jardín. Al fondo, se acumulaban los juguetes que había ido recaudando a través
de una tupida red de amigas que durante todo el año los iban guardando en sus
propios domicilios. Las mujeres se encargaban de empaquetarlos y sus mecánicos,
la mayoría de las veces, los repartían por los distintos barrios de la
periferia de la capital. Hasta el año anterior, eran las propias mujeres las
que los distribuían, pero un incidente ocurrido con Piruja Santiguas en el que
unos indigentes la apalearon para robarle todo el cargamento, habían hecho que
se extremaran los cuidados. Todas las colaboradoras habían reaccionado con
normalidad, pero los maridos habían decidido
que o iban con guardias de seguridad o no iban y ante tanto gasto, la
organización decidió, de manera oficial, que fueran los mecánicos los que
hicieran el reparto.
Mamen había acudido a
colaborar por primera vez ese año y todo gracias a Marita Santonja, mujer de un
íntimo amigo de Fernando, quien la había animado e incluso había pasado por su
casa para irse juntas y eso que no se llevaban muy allá. Para Mamen, Marita era
una mujer sin principios y todo lo contrario a ella. Su vida era para escribir
una novela, guapa pero tirando a vieja, rubia pero toda de peluquería casi
diaria, casada con un diplomático de Panamá, había venido a España a conocer el
mundo de los toros, invitada por una asociación antitaurina y en lugar de
cumplir con su misión, se enamoró de un torerillo de tres al cuarto y sus
correrías, estilo Ava Gadner, fueron tan famosas que por su hotel de la Plaza
de España pasaron casi todos los estamentos del mundo del toreo, desde los
propietarios de ganaderías hasta los monosabios siendo conocida su afición,
sobre todo, por los mozos de estoque quienes eran para ella una especie de
toreros de salón que no disponían de salón ni de toro, ni de nada de nada, pero
según ella eran los mayores expertos en preparar los juegos de cama y como si
fueran los capotes de los matadores, lo disponían todo de tal manera en la
alcoba que, cuando comenzaba la faena, todo iba sobre ruedas y al finalizar lo dejaban todo tan dispuesto que
parecía imposible que por allí hubiera pasado un ayudante de torero
acostumbrado a torear en plazas de tercera. Ella era colombiana, o por lo menos
así se lo hacía saber a sus amigos y conocidos, pero para muchos era de Coria
del Río y había tenido que salir deprisa y corriendo cuando la Guardia Civil
fue en busca de su padre quien, al parecer había dejado embarazada a la mujer
del Gobernador Civil de Sevilla y eso no se podía consentir. El padre conocido
en el mundo del arte de cúchares como “el trompetilla” porque siempre iba con
una para dominar su pertinaz sordera y ante lo que se avecinaba decidió salir
de estampida y a las seis horas estaba en Cali preguntando por el cártel de la
droga. Parece ser que él era un gitano muy simpático y con un saber estar “que
quitaba el sentío” y entre eso y la niña que con diecinueva años encandilaba a
cualquiera, enseguida se hizo un hueco en ese mundillo y los dirigentes se
pegaban por organizar fiestas a las que acudiera el trompetilla y la niña que
no se despegaba de su padre hasta que un día descubrió que en la compañía de
algunos hombres no se estaba especialmente mal. Siempre eran mayores de
cincuenta, con las carteras llenas y las braguetas vacías. Ella con sus
encantos hacía cambiar el orden de los factores y ellos felices de disponer de
una tan preciosa criatura aunque solo fuese por unas horas. Euduvigis Santa
Perez, tal era el nombre de pila de Marita Santonja, se convirtió en una de las
mujeres mas deseadas por los diferentes jefes de los traficantes. Ella se
dejaba querer, cambiaba de acompañante como de coche y el lujo y el glamour
fueron sus acompañantes hasta que con veintiséis años se enamoró del encargado
de negocios de Panamá en Colombia, Crisóstomos Zaldivar Infante, conocido por
todos como Crizalin. Este era una persona de las mejores familias de Panamá y
desde el primer día dejó claro que sus promesas no eran como a las que estaba
acostumbrada Euduvigis. El iba en serio, sus promesas eran de matrimonio para
toda la vida y estaba dispuesto a compartir todo lo que tenía con aquella
belleza andaluza que le había encandilado desde el primer día que la vió
acompañada de Gumersindo de la Fuente, Jefe de personal de la Petrol Oil y por
lo tanto uno de sus empleados de confianza y a quien le hizo el encargo de
presentársela haciéndose el encontradizo en el bar “El Guajiro” donde se reunía
toda la gente de prestigio de casi toda Sudamérica.
Aquella noche Crizalín
estaba nervioso, no era para menos, por fín iba a conocer a la mujer de sus sueños, a la que había seguido en
múltiples ocasiones y con la que soñaba a diario. Su smoking, impecable,
envolvía a una buena persona, con mucho dinero y mejores cualidades, fiel como
nadie y entregado a la buena vida porque así se lo permitían los negocios que había heredado de su padre, D. Nicanor Zaldibar.
Marita entró en el Guajiro
y todos los hombres se volvieron a mirarla. No era de extrañar que hubiera
conquistado los bolsillos de casi todos los presentes y de muchos de los
ausentes de la ciudad porque se trataba de una belleza andaluza con unos ojos
negros inmensos, una cara tersa como correspondía para una señorita de su edad,
un tipo con medidas que podían competir con cualquiera que se presentase a
concursos de belleza y sobre todo, lo que mas llamaba la atención, era su
manera de vestir. Para esta ocasión, había escogido de su amplísimo vestuario
un traje de chaqueta de Dior que marcaba sus caderas como si de una malla se
tratase y que la hacía única entre todas las chicas del local. Su amplia
experiencia en llamar la atención, la hacía permanecer erguida, con una
expresión de felicidad permanente. Su boca era perfecta, con los labios
primorosamente contorneados y unas pestañas que parecían querer hablar. El
cuello se mantenía como si de un pavo real se tratase y sus ojos disponían de
tal fuerza que parecían querer penetrar en los de su acompañante.
Crizalín se levantó se su
asiento y con prontitud se acercó a la que era el objeto de sus deseos desde el
primer día en que la vió. Ella se dio cuenta de la jugada y se dedicó a
observar a su futuro acompañante con la idea de cuanto antes comenzar a
desarrollar la táctica que mejor le viniera para sus intereses.
Fue un partido fácil y
Marita ganó por goleada. A los pocos segundos de estar juntos, ambos se dieron
cuenta que estaban hecho el uno para el otro, él estaba seguro de amarla
eternamente y ella sabía que con muy poco esfuerzo sería su compañero para toda
la vida.
La boda se celebró a los
pocos meses en la mas estricta intimidad
y Eudivigis pasó a ser la Señora de Zaldivar, olvidando su pasado y dedicándose
a partir de ese momento a acompañar su marido a los múltiples actos sociales a
los que por su cargo tenía obligación de asistir. Sus viajes por todo el mundo
la hicieron una excelente embajadora de su país de adopción y tan admirable fue
su labor que fue distinguida con la Cruz al Mérito Civil, distinción a la que
habían accedido solamente dos personas que no hubieran nacido en Panamá.
La Señora de Zaldivar era
conocida en todos los ambientes de la capital de España y aunque sus correrías habían disminuido de una manera
prácticamente radical, de vez en cuando hacía alguna, ante la admiración de su
marido que repetía constantemente que de casta le viene al galgo y se quedaba
tan ancho. Su lugar preferido era la taberna del Tío Pancracio, local flamenco
situado en la Ribera de Curtidores, famoso por sus actuaciones de flamenco del
bueno y limitado en su aforo por unos
guardias de seguridad que impedían la entrada a todo aquel que no fuera gitano
de los piés a la cabeza.
Pancracio, el propietario,
era un elemento de mucho cuidado, cantaor desde los cinco años cuando
acompañaba a su padre a multitud de conciertos y fiestas particulares, chulo de
los que más, dotado de una enorme sensiblidad
para “las seguidillas” al igual
que de una gran barriga, pendenciero y jugador de mus y de dominó, donde no se
le resistían ni los mas viejos del lugar. Total, que era un hombre que no se
privaba de nada y lo único a lo que no
le tenía afición, era a las mujeres de mala vida posiblemente porque con el
antecedente de su propia prima le había resultado suficiente. Claro que como
consecuencia de todo lo dicho, tuvo durante mucho tiempo una novia que era,
nada mas y nada menos que la bella Sor Felicidad que no era precisamente una
mujer de mala vida, ni mucho menos, si no una meritoria del Convento de las
Esclavas del Sagrado Corazón, situado a solo cincuenta metros de la taberna de
Pancracio y clienta habitual los viernes a media tarde y así cuando sus
compañeras entonaban las tercias o las nonas ella disfrutaba de los placeres
del sexo con Pancracio que para entonces cerraba el local para hacer lo que él
llamaba y asi lo hacía constar en el voluminoso cartel que colocaba en la
puerta del establecimiento “cerrado por limpieza de fondos. Se abrirá a las
nueve. Perdonen las molestias” De esta guisa, el local era para ellos solos y
Sor Felicidad iba dejando los hábitos por las diferentes mesas habitualmente
llenas de clientes, pero vacías a esas horas por aquello de la limpieza, hasta
llegar al piano donde, con la tapa cerrada era penetrada por el propietario que
disfrutaba como un enano mientras con el dedo gordo de su pié derecho tocaba
las diferentes teclas para que sonara con pulcritud el “ Aleluya de Hendel”.
Los gritos de placer de ella, los aullidos de él, los dedos gordos tratando de
mantener una orquesta ordenada y la llegada del climax, hacía que aquellos se
convirtiera en un auténtico gallinero, hasta que pasado el momento final, ella
dejaba caer sus estilizadas piernas y con los talones golpeaba varias teclas
poniendo punto y final a tan incómoda forma de hacer el amor, si bien es cierto
que la culpable era Sor Felicidad que decía que meterse en una cama era una
inmoralidad y estaba segura que si se enteraba la Madre Superiora la castigaría
por su falta de ética.
A este local de tan buena
reputación, acudía la Señora de Zaldivar para recordar su pasado y no olvidar
los bailes de sus antepasados. En ocasiones acudía con algún hombre,
habitualmente joven y de su misma etnia gitana, al que hacía disfrutar casi
tanto como el Pancracio a la monjita, pero eso sí, ella era una mujer casada y
como tal debía imperar la discreción y así hacía uso del Santo Sacramento del
Matrimonio, con un marido diferente, pero en la cama y como Dios manda.
Solamente cuando su marido hacía algún viaje y no se dejaba acompañar, entonces
ella cambiaba de escenario y lo hacía en su casa que le resultaba mucho mas
cercano y en su cama con lo que era todavía mas familiar. Es cierto que
Crizalín se esforzaba al máximo, pero era hombre poco dotado por la Madre
Naturaleza y aunque Marita parecía volverse loca, lo que hacía era poner cara
como de que sí, pero era que no o casi como que no y para evitar situaciones
desagradables para ambos lo sustituía de vez en cuando, pero solo de vez en cuando.
En fin que la pareja era feliz a su manera y Marita continuaba con sus
relaciones sociales que la permitían asistir a actos como el de la recogida de
juguetes con fines benéficos como el que había organizado su amiga Ana María de
Gualdamina.
- Venga niñas, vamos a cambiar de puesto de
trabajo y de pareja para que no se nos haga tan monótono ¿os parece? Bien –
Conchi Albizu se había subido a una caja para hacer de distribuidora de
puestos. Con su mandil azul y su pañuelo de Versace anudado al cuello parecía
de todo menos una sindicalista – Os aviso que cuando dé tres palmadas todas
debéis de pasar a dos puestos delante una y dos puestos detrás otra ¿de
acuerdo?
Pipi Naya con su habitual
despiste preguntó:
- ¿Y yo a donde voy?
- Pipi, pareces tonta – Conchi siempre perdía
la paciencia con la mujer del Jefe de Seguridad del Prado – pues si estás en la
zona de fichas técnicas, la siguiente sería la zona de empaquetado, pues
entonces tú pasarías a la zona de direcciones ¿te has enterado? Pues venga. Una,
dos y tres. Cada una a su nuevo sitio.
Mamen se despidió con una
sonrisa de Marita y avanzó hasta donde le tocaba que era en la zona llamada
puerto de salida y en al que los grandes paquetes se iban distribuyendo por
grupos y unos chicos con carretillas eléctricas los sacaban a la puerta del
garage. Ellos manejaban las carretillas con destreza a pesar de ser una
novedad, pero siempre era muchisimo mejor que el año anterior que todas esas
maniobras había que hacerlas a “purito macho”. La carretillas habían sido
suministradas por Eladio Moreno, propietario de medio Mercamadrid que las había
donado generosamente para la ocasión con la única condición que el lunes por la
mañana estuvieran en su lugar de procedencia. Naturalmente que la organización
había aceptado el ofrecimiento y sin ningún problema porque la flotilla de
Furgonetas Pardo estarían dispuestas a transportarlas y a devolverlas antes del
día señalado. Varios voluntarios entraban y salían del garage cada pocos
minutos y allí estaba Mari Sanginés que hacía las veces de distribuidora
oficial y les indicaba hacia que furgonetas debían de llevar cada paquete.
- Mira, Mamen, ven que te explico. Es muy
fácil. – Mari Sangines separada del último Secretario de Estado para el Deporte
y vuelta a formar pareja con el actual Presidente de la Federación Olímpica
Española por aquello de que el deporte une, sacó del bolsillo de atrás de su
pantalón vaquero una especie de callejero para no equivocarse en la
distribución – lo único que tiene que hacer es mirar la etiqueta de cada
paquete, mirar en esta lista a que distrito pertenece, ponerlo en la etiqueta
de al lado y dárselo al primero que llegue con una carretilla.
- ¿Y como saben ellos en que furgoneta tienen
que dejarlo?
- No te preocupes. Ellos lo saben porque en
cada puerta están los números de los distritos asignados y además ahora está
una de nosotras para verificarlo. ¿Alguna duda?
- En principio no.
- Bueno, pues me voy que me ha tocado la
sección de revisión de juguetes, antes de envolverlos.
- Bueno, bien, ahí estuve antes y no se está
mal.
- Adeu.
- Adiós.
Mamen, mientras llegaba la
primera carretilla, se sentó en un paquete y se dedicó a revisar el mapa con
los códigos de cada distrito. Le venía al pelo haber cambiado de sitio porque,
con las bromas, llevaba unas cuantas horas trabajando sin parar y en este no
parecía que el trabajo fuera agotador.
- Señora, soy Pepe, el chapuzas para lo que
guste mandar ¿necesita un novio para el fín de semana?
A Mamen le dio un vuelco
al corazón
- ¿Eres tú?
- Naturalmente que soy Alvaro Cuesta ¿quién voy
a ser sinó? No me iba muy bien con eso de la Medicina y he decidido dedicarme a las mudanzas ¿le
parece bien a la señora?
- ¡ Que cara tienes!
- ¿Quién yo? Pero señora como le dice esas
cosas a Pepe el chapuzas. Piense que con un poco de suerte puedo ser el hombre
de su vida y aunque me cueste reconocerlo, a uno tampoco le importaría
compartir sus encantos con una morena de su calidad ¿me entiendes, prenda?
- No has cambiado nada, te sigues tomando la
vida con una filosofía que me encanta.
- De eso nada, monada. El Pepe, conocido en el
barrio como el chapuzas, es un tío de los piés a la cabeza y está dedicado en
cuerpo y alma a solucionar problemas en las parejas ¿ o no te das cuenta que
saliendo conmigo se crea un clima propicio para que los maridos se sientan
celosos y se comporten mejor? Uno no presume de palmito, aunque con este cuerpo
que Dios me ha “dao” no sería de extrañar, pero aunque no presuma tengo que
reconocer que soy como el Bálsamo Bebé para el pechito de los niños o como los
parches del Dr. Mateo que dan calorcito sin que se note ¿o es que no se
aprecia, prenda?
- Tú lo que estás es como una cabra – Mamen
trataba de disimular su alegría por aquel sorprendente reencuentro, pero, a
pesar de todo, una sonrisa afloraba a su boca ante la chulería del llamado Pepe
el chapuzas - ¿y como te has enterado que estaba aquí?
- Señora, aunque no se lo crea Pepe el chapuzas
no tenía ni idea que usted estaría aquí, sabía, eso sí que el material sería de
calidad, pero no su presencia y me ha dejado usted mas descolocado que si ponen
a Don Santiago Bernabeu a presidir el Cabildo Insular y eso que descolocarme a
mí no es ná fácil, pero esta sorpresa no la esperaba y si lo llego a saber en
vez de este mono blanco me pongo un traje de chulapo que lo tengo en el fondo
del armario e iba a venir mas bonito que un San Luis ¡Ole que si !
- Entonces ¿ha sido casualidad?
- Naturaca prenda, pero a mi plim que yo duermo
en Picolín. Me da lo mismo cual sea el motivo, pero lo importante es que te he
encontrado ¿Dónde te has metido guapa?
- ¿Yo? – Mamen no entendía absolutamente nada -
¿Cómo que donde me he metido? En mi casa, ¿Dónde voy a estar?
- Bueno, voy a dejar de ser Pepe el chapuzas y
me voy a retrotraer en el tiempo y vuelvo a ser Alvaro Cuesta ¿te parece?
- Muy bien – Mamen esperaba con impaciencia sus
explicaciones.
- Casi mejor, charlamos en la cafetería que hay
allí enfrente ¿te parece?
- Muy bien, espera un
segundo que busco mi bolso y vamos.
Mamen desapareció por el
fondo del amplísimo garage seguida por la mirada de Alvaro. El pensaba que, por
fin se habían vuelto a encontrar. Habían sido muchos meses de buscar y buscar
sin dar con ninguna pista fiable, parecía como si se la hubiera tragado la
tierra.. El famoso fin de semana en la ciudad encantada de Cuenca había sido el
detonante de aquella espantada y tampoco le parecía que fuera para tanto,
aunque estaba deseando oir sus explicaciones. Desde entonces hasta el momento
presente su vida había sido un auténtico calvario, un sin vivir, sobre todo por
no saber a que atenerse. Al verla en el garage la ilusión volvió a renacer como
el primer día, aquel en que la vió llorando en el pasillo de la UVI, entonces
fue un auténtico flechazo en el cual él no creía, pero así fue. Seguía siendo
una mujer atractiva, buen tipo, cara guapa, pero sobre todo inspiraba
tranquilidad. Parecía que estando con ella el reloj del tiempo se paraba o
quizás era solo un deseo, pero deseaba estar mas y mas horas con ella. Las
reuniones en la cafetería se iban haciendo mas a menudo y cuando estaba a punto
de avanzar un paso, surgió el famoso incidente del polideportivo y luego lo de
Cuenca y hasta hoy.
Al verla, Alvaro notó una
sensación nueva en su vida y no era ningún novato en el arte de seducir, pero
nunca había sentido esa especie de vergüenza y por eso se escudó en su ya
famoso Pepe el chapuzas que le había hecho salir de múltiples atolladeros y
sobre todo le daba la oportunidad de meditar en las cosas a decir. Había metido
la pata una vez y no quería que se repitiera la misma situación.
Tino, no sabía que asistieses con frecuencia y tómbolas, rifas y mercadillo solidarios por lo bien que describes esos ambientes de total pijerío. Muy divertido. Me encantan los nombres de las voluntarias Marita Santonja, Ana María de Guadalmedina, Euduvigis Santa Pérez, Conchi Albizu y hasta la bella Sor Felicidad.
ResponderEliminarY otra vez tenemos a Mamen y Alvaro con sus cositas, ya nos habíamos olvidado.
Por favor, que no se nos muera el ordenador.
Un abrazo a todos
Hoy la prota es una tal Marita que me recuerda a la Preysler ... Se nos ha "colao..."
ResponderEliminarEs maravilloso como describes todo; el mundo del pijerío lo dominas y, el mercadillo precursor del Rastrillo, estoy segura que lo fundaste tú.
Tino, tira el cacharro con el que trabajas y cómprate uno con la última tecnología. Ahora están a buen precio. No te puedes llevar esos berrinches
Muchos besos y hasta la próxima semana