viernes, 23 de enero de 2015

EL TRIO DE DOS: CAPITULO 58

  Queridos blogueros/as: Lo primero y antes que se me olvide es pedir perdón a una de mis fieles seguidoras, no hace decir quien porque solo tengo una seguidora y un seguidor o sea que sobran mayores pistas, porque con éste preámbulo puede que le pase como a mi cuando hablan mal de algún Médico y siempre suponiendo que quien lo dice tenga razón, eso se da por descontado, pero a mi me molesta y por eso el que avisa no es traidor.
He estado a punto de empezar con eso de Rogad a Dios en caridad por el alma de D. ........., porque ayer este p.... chisme no se quiso encender con lo cual yo inmediatamente y con el ojo clínico que me ha caracterizado siempre pensé (que le voy a hacer uno de vez en cuando también piensa) este c....... va y se muere sin dejarme copiar el capítulo de esta semana y lo que es peor, a partir de ahora ¿como voy a mandar los siguientes sin el blog está en el interior del muerto ¡Que hijo p....! (estaréis conmigo que esta reacción es humana, pobre muerto, si, si pobre muerto pero yo me quedo compuesto, bueno con pen drive pero, al fin y al cabo compuesto y sin novia. Eso si como este hijo de su madre se va al hoyo, pues hala él a descansar y a mi que me den. Valiente gili........... Todo esto ha sucedido en las últimas horas y me ha debido de oir el muy zorrito porque como dice el cantar "no estaba muerto que estaba de parranda" y ahora, eso si con estertores, pero lee el pendrive y a lo mejor hasta lo copia y os envía lo de hoy. En fin, sobran mas explicaciones, pero tengo la impresión que la semana que viene os mando la esquela desde el punto de limpio
Bueno, no sigo que empieza otra vez a hacer cosas raras
Que seáis felices
Un abrazo
Tino Belascoain


CAPITULO 58.-

Aquello era como una cadena de montaje, pero en plan fino. Las señoras de clase bien, instaladas en hileras detrás de unos tableros, empaquetaban todos los juguetes en vistosos papeles para repartirlos entre los pobres del distrito de Chamberí. Todos los años era la misma historia. La Señora Condesa de Monteagudo, a primeros de Noviembre, comenzaba a mandar invitaciones a todas sus amistades para que, sin cobrar un solo duro, asistieran a su chalet de la lujosa urbanización de La Moraleja a ayudar en la campaña de Navidad. Se avisaba de manera fehaciente que la labor sería la que le indicase la organización y aunque se tratara de satisfacer los gustos de todas y para eso los deberían indicar en el reverso de la tarjeta, no se aseguraba que si a cualquiera de las invitadas le gustaba, por ejemplo cocinar, se la empleara en la cocina. Si hacía falta que colaborase en envolver juguetes, adiós a preparar “comiditas” para los pobres de la comarca. Se invitaba a sesenta señoras de reconocida influencia en la sociedad. Algunas eran invitadas por su buen hacer, pero la mayoría lo eran por sus maridos y así en el mismo garage se mezclaban empresarias con mujeres de banqueros, famosas de la televisión con amas de casa que no ejercían como tales, viudas de concejales del Ayuntamiento de Madrid con mujeres de diplomáticos…etc….etc. Ana María de Gualdamina, Condesa de Monteagudo, preparaba largos tableros de madera, apoyados en borriquetas, que se distribuían por todos los laterales del garage situado en un lateral del jardín. Al fondo, se acumulaban los juguetes que había ido recaudando a través de una tupida red de amigas que durante todo el año los iban guardando en sus propios domicilios. Las mujeres se encargaban de empaquetarlos y sus mecánicos, la mayoría de las veces, los repartían por los distintos barrios de la periferia de la capital. Hasta el año anterior, eran las propias mujeres las que los distribuían, pero un incidente ocurrido con Piruja Santiguas en el que unos indigentes la apalearon para robarle todo el cargamento, habían hecho que se extremaran los cuidados. Todas las colaboradoras habían reaccionado con normalidad, pero los maridos habían decidido  que o iban con guardias de seguridad o no iban y ante tanto gasto, la organización decidió, de manera oficial, que fueran los mecánicos los que hicieran el reparto.
Mamen había acudido a colaborar por primera vez ese año y todo gracias a Marita Santonja, mujer de un íntimo amigo de Fernando, quien la había animado e incluso había pasado por su casa para irse juntas y eso que no se llevaban muy allá. Para Mamen, Marita era una mujer sin principios y todo lo contrario a ella. Su vida era para escribir una novela, guapa pero tirando a vieja, rubia pero toda de peluquería casi diaria, casada con un diplomático de Panamá, había venido a España a conocer el mundo de los toros, invitada por una asociación antitaurina y en lugar de cumplir con su misión, se enamoró de un torerillo de tres al cuarto y sus correrías, estilo Ava Gadner, fueron tan famosas que por su hotel de la Plaza de España pasaron casi todos los estamentos del mundo del toreo, desde los propietarios de ganaderías hasta los monosabios siendo conocida su afición, sobre todo, por los mozos de estoque quienes eran para ella una especie de toreros de salón que no disponían de salón ni de toro, ni de nada de nada, pero según ella eran los mayores expertos en preparar los juegos de cama y como si fueran los capotes de los matadores, lo disponían todo de tal manera en la alcoba que, cuando comenzaba la faena, todo iba sobre ruedas y al  finalizar lo dejaban todo tan dispuesto que parecía imposible que por allí hubiera pasado un ayudante de torero acostumbrado a torear en plazas de tercera. Ella era colombiana, o por lo menos así se lo hacía saber a sus amigos y conocidos, pero para muchos era de Coria del Río y había tenido que salir deprisa y corriendo cuando la Guardia Civil fue en busca de su padre quien, al parecer había dejado embarazada a la mujer del Gobernador Civil de Sevilla y eso no se podía consentir. El padre conocido en el mundo del arte de cúchares como “el trompetilla” porque siempre iba con una para dominar su pertinaz sordera y ante lo que se avecinaba decidió salir de estampida y a las seis horas estaba en Cali preguntando por el cártel de la droga. Parece ser que él era un gitano muy simpático y con un saber estar “que quitaba el sentío” y entre eso y la niña que con diecinueva años encandilaba a cualquiera, enseguida se hizo un hueco en ese mundillo y los dirigentes se pegaban por organizar fiestas a las que acudiera el trompetilla y la niña que no se despegaba de su padre hasta que un día descubrió que en la compañía de algunos hombres no se estaba especialmente mal. Siempre eran mayores de cincuenta, con las carteras llenas y las braguetas vacías. Ella con sus encantos hacía cambiar el orden de los factores y ellos felices de disponer de una tan preciosa criatura aunque solo fuese por unas horas. Euduvigis Santa Perez, tal era el nombre de pila de Marita Santonja, se convirtió en una de las mujeres mas deseadas por los diferentes jefes de los traficantes. Ella se dejaba querer, cambiaba de acompañante como de coche y el lujo y el glamour fueron sus acompañantes hasta que con veintiséis años se enamoró del encargado de negocios de Panamá en Colombia, Crisóstomos Zaldivar Infante, conocido por todos como Crizalin. Este era una persona de las mejores familias de Panamá y desde el primer día dejó claro que sus promesas no eran como a las que estaba acostumbrada Euduvigis. El iba en serio, sus promesas eran de matrimonio para toda la vida y estaba dispuesto a compartir todo lo que tenía con aquella belleza andaluza que le había encandilado desde el primer día que la vió acompañada de Gumersindo de la Fuente, Jefe de personal de la Petrol Oil y por lo tanto uno de sus empleados de confianza y a quien le hizo el encargo de presentársela haciéndose el encontradizo en el bar “El Guajiro” donde se reunía toda la gente de prestigio de casi toda Sudamérica.
Aquella noche Crizalín estaba nervioso, no era para menos, por fín iba a conocer a la mujer de  sus sueños, a la que había seguido en múltiples ocasiones y con la que soñaba a diario. Su smoking, impecable, envolvía a una buena persona, con mucho dinero y mejores cualidades, fiel como nadie y entregado a la buena vida porque así se lo permitían los  negocios que había heredado de su  padre, D. Nicanor Zaldibar.
Marita entró en el Guajiro y todos los hombres se volvieron a mirarla. No era de extrañar que hubiera conquistado los bolsillos de casi todos los presentes y de muchos de los ausentes de la ciudad porque se trataba de una belleza andaluza con unos ojos negros inmensos, una cara tersa como correspondía para una señorita de su edad, un tipo con medidas que podían competir con cualquiera que se presentase a concursos de belleza y sobre todo, lo que mas llamaba la atención, era su manera de vestir. Para esta ocasión, había escogido de su amplísimo vestuario un traje de chaqueta de Dior que marcaba sus caderas como si de una malla se tratase y que la hacía única entre todas las chicas del local. Su amplia experiencia en llamar la atención, la hacía permanecer erguida, con una expresión de felicidad permanente. Su boca era perfecta, con los labios primorosamente contorneados y unas pestañas que parecían querer hablar. El cuello se mantenía como si de un pavo real se tratase y sus ojos disponían de tal fuerza que parecían querer penetrar en los de su acompañante.
Crizalín se levantó se su asiento y con prontitud se acercó a la que era el objeto de sus deseos desde el primer día en que la vió. Ella se dio cuenta de la jugada y se dedicó a observar a su futuro acompañante con la idea de cuanto antes comenzar a desarrollar la táctica que mejor le viniera para sus intereses.
Fue un partido fácil y Marita ganó por goleada. A los pocos segundos de estar juntos, ambos se dieron cuenta que estaban hecho el uno para el otro, él estaba seguro de amarla eternamente y ella sabía que con muy poco esfuerzo sería su compañero para toda la vida.
La boda se celebró a los pocos meses en la  mas estricta intimidad y Eudivigis pasó a ser la Señora de Zaldivar, olvidando su pasado y dedicándose a partir de ese momento a acompañar su marido a los múltiples actos sociales a los que por su cargo tenía obligación de asistir. Sus viajes por todo el mundo la hicieron una excelente embajadora de su país de adopción y tan admirable fue su labor que fue distinguida con la Cruz al Mérito Civil, distinción a la que habían accedido solamente dos personas que no hubieran nacido en Panamá.
La Señora de Zaldivar era conocida en todos los ambientes de la capital de España y aunque  sus correrías habían disminuido de una manera prácticamente radical, de vez en cuando hacía alguna, ante la admiración de su marido que repetía constantemente que de casta le viene al galgo y se quedaba tan ancho. Su lugar preferido era la taberna del Tío Pancracio, local flamenco situado en la Ribera de Curtidores, famoso por sus actuaciones de flamenco del bueno y limitado en su  aforo por unos guardias de seguridad que impedían la entrada a todo aquel que no fuera gitano de los piés a la cabeza.
Pancracio, el propietario, era un elemento de mucho cuidado, cantaor desde los cinco años cuando acompañaba a su padre a multitud de conciertos y fiestas particulares, chulo de los que más, dotado de una enorme sensiblidad  para “las seguidillas”  al igual que de una gran barriga, pendenciero y jugador de mus y de dominó, donde no se le resistían ni los mas viejos del lugar. Total, que era un hombre que no se privaba de  nada y lo único a lo que no le tenía afición, era a las mujeres de mala vida posiblemente porque con el antecedente de su propia prima le había resultado suficiente. Claro que como consecuencia de todo lo dicho, tuvo durante mucho tiempo una novia que era, nada mas y nada menos que la bella Sor Felicidad que no era precisamente una mujer de mala vida, ni mucho menos, si no una meritoria del Convento de las Esclavas del Sagrado Corazón, situado a solo cincuenta metros de la taberna de Pancracio y clienta habitual los viernes a media tarde y así cuando sus compañeras entonaban las tercias o las nonas ella disfrutaba de los placeres del sexo con Pancracio que para entonces cerraba el local para hacer lo que él llamaba y asi lo hacía constar en el voluminoso cartel que colocaba en la puerta del establecimiento “cerrado por limpieza de fondos. Se abrirá a las nueve. Perdonen las molestias” De esta guisa, el local era para ellos solos y Sor Felicidad iba dejando los hábitos por las diferentes mesas habitualmente llenas de clientes, pero vacías a esas horas por aquello de la limpieza, hasta llegar al piano donde, con la tapa cerrada era penetrada por el propietario que disfrutaba como un enano mientras con el dedo gordo de su pié derecho tocaba las diferentes teclas para que sonara con pulcritud el “ Aleluya de Hendel”. Los gritos de placer de ella, los aullidos de él, los dedos gordos tratando de mantener una orquesta ordenada y la llegada del climax, hacía que aquellos se convirtiera en un auténtico gallinero, hasta que pasado el momento final, ella dejaba caer sus estilizadas piernas y con los talones golpeaba varias teclas poniendo punto y final a tan incómoda forma de hacer el amor, si bien es cierto que la culpable era Sor Felicidad que decía que meterse en una cama era una inmoralidad y estaba segura que si se enteraba la Madre Superiora la castigaría por su falta de ética.     
A este local de tan buena reputación, acudía la Señora de Zaldivar para recordar su pasado y no olvidar los bailes de sus antepasados. En ocasiones acudía con algún hombre, habitualmente joven y de su misma etnia gitana, al que hacía disfrutar casi tanto como el Pancracio a la monjita, pero eso sí, ella era una mujer casada y como tal debía imperar la discreción y así hacía uso del Santo Sacramento del Matrimonio, con un marido diferente, pero en la cama y como Dios manda. Solamente cuando su marido hacía algún viaje y no se dejaba acompañar, entonces ella cambiaba de escenario y lo hacía en su casa que le resultaba mucho mas cercano y en su cama con lo que era todavía mas familiar. Es cierto que Crizalín se esforzaba al máximo, pero era hombre poco dotado por la Madre Naturaleza y aunque Marita parecía volverse loca, lo que hacía era poner cara como de que sí, pero era que no o casi como que no y para evitar situaciones desagradables para ambos lo sustituía de vez en cuando, pero solo de vez en cuando. En fin que la pareja era feliz a su manera y Marita continuaba con sus relaciones sociales que la permitían asistir a actos como el de la recogida de juguetes con fines benéficos como el que había organizado su amiga Ana María de Gualdamina.
-  Venga niñas, vamos a cambiar de puesto de trabajo y de pareja para que no se nos haga tan monótono ¿os parece? Bien – Conchi Albizu se había subido a una caja para hacer de distribuidora de puestos. Con su mandil azul y su pañuelo de Versace anudado al cuello parecía de todo menos una sindicalista – Os aviso que cuando dé tres palmadas todas debéis de pasar a dos puestos delante una y dos puestos detrás otra ¿de acuerdo?
Pipi Naya con su habitual despiste preguntó:
-  ¿Y yo a donde voy?
-  Pipi, pareces tonta – Conchi siempre perdía la paciencia con la mujer del Jefe de Seguridad del Prado – pues si estás en la zona de fichas técnicas, la siguiente sería la zona de empaquetado, pues entonces tú pasarías a la zona de direcciones ¿te has enterado? Pues venga. Una, dos y tres. Cada una a su nuevo sitio.
Mamen se despidió con una sonrisa de Marita y avanzó hasta donde le tocaba que era en la zona llamada puerto de salida y en al que los grandes paquetes se iban distribuyendo por grupos y unos chicos con carretillas eléctricas los sacaban a la puerta del garage. Ellos manejaban las carretillas con destreza a pesar de ser una novedad, pero siempre era muchisimo mejor que el año anterior que todas esas maniobras había que hacerlas a “purito macho”. La carretillas habían sido suministradas por Eladio Moreno, propietario de medio Mercamadrid que las había donado generosamente para la ocasión con la única condición que el lunes por la mañana estuvieran en su lugar de procedencia. Naturalmente que la organización había aceptado el ofrecimiento y sin ningún problema porque la flotilla de Furgonetas Pardo estarían dispuestas a transportarlas y a devolverlas antes del día señalado. Varios voluntarios entraban y salían del garage cada pocos minutos y allí estaba Mari Sanginés que hacía las veces de distribuidora oficial y les indicaba hacia que furgonetas debían de llevar cada paquete.
-  Mira, Mamen, ven que te explico. Es muy fácil. – Mari Sangines separada del último Secretario de Estado para el Deporte y vuelta a formar pareja con el actual Presidente de la Federación Olímpica Española por aquello de que el deporte une, sacó del bolsillo de atrás de su pantalón vaquero una especie de callejero para no equivocarse en la distribución – lo único que tiene que hacer es mirar la etiqueta de cada paquete, mirar en esta lista a que distrito pertenece, ponerlo en la etiqueta de al lado y dárselo al primero que llegue con una carretilla.
-  ¿Y como saben ellos en que furgoneta tienen que dejarlo?
-  No te preocupes. Ellos lo saben porque en cada puerta están los números de los distritos asignados y además ahora está una de nosotras para verificarlo. ¿Alguna duda?
-  En principio no.
-  Bueno, pues me voy que me ha tocado la sección de revisión de juguetes, antes de envolverlos.
-  Bueno, bien, ahí estuve antes y no se está mal.
-  Adeu.
-  Adiós.
Mamen, mientras llegaba la primera carretilla, se sentó en un paquete y se dedicó a revisar el mapa con los códigos de cada distrito. Le venía al pelo haber cambiado de sitio porque, con las bromas, llevaba unas cuantas horas trabajando sin parar y en este no parecía que el trabajo fuera agotador.
-  Señora, soy Pepe, el chapuzas para lo que guste mandar ¿necesita un novio para el fín de semana?
A Mamen le dio un vuelco al corazón
-  ¿Eres tú?
-  Naturalmente que soy Alvaro Cuesta ¿quién voy a ser sinó? No me iba muy bien con eso de la Medicina  y he decidido dedicarme a las mudanzas ¿le parece bien a la señora?
-  ¡ Que cara tienes!
-  ¿Quién yo? Pero señora como le dice esas cosas a Pepe el chapuzas. Piense que con un poco de suerte puedo ser el hombre de su vida y aunque me cueste reconocerlo, a uno tampoco le importaría compartir sus encantos con una morena de su calidad ¿me entiendes, prenda?
-  No has cambiado nada, te sigues tomando la vida con una filosofía que me encanta.
-  De eso nada, monada. El Pepe, conocido en el barrio como el chapuzas, es un tío de los piés a la cabeza y está dedicado en cuerpo y alma a solucionar problemas en las parejas ¿ o no te das cuenta que saliendo conmigo se crea un clima propicio para que los maridos se sientan celosos y se comporten mejor? Uno no presume de palmito, aunque con este cuerpo que Dios me ha “dao” no sería de extrañar, pero aunque no presuma tengo que reconocer que soy como el Bálsamo Bebé para el pechito de los niños o como los parches del Dr. Mateo que dan calorcito sin que se note ¿o es que no se aprecia, prenda?
-  Tú lo que estás es como una cabra – Mamen trataba de disimular su alegría por aquel sorprendente reencuentro, pero, a pesar de todo, una sonrisa afloraba a su boca ante la chulería del llamado Pepe el chapuzas - ¿y como te has enterado que estaba aquí?
-  Señora, aunque no se lo crea Pepe el chapuzas no tenía ni idea que usted estaría aquí, sabía, eso sí que el material sería de calidad, pero no su presencia y me ha dejado usted mas descolocado que si ponen a Don Santiago Bernabeu a presidir el Cabildo Insular y eso que descolocarme a mí no es ná fácil, pero esta sorpresa no la esperaba y si lo llego a saber en vez de este mono blanco me pongo un traje de chulapo que lo tengo en el fondo del armario e iba a venir mas bonito que un San Luis ¡Ole que si !
-  Entonces ¿ha sido casualidad?
-  Naturaca prenda, pero a mi plim que yo duermo en Picolín. Me da lo mismo cual sea el motivo, pero lo importante es que te he encontrado ¿Dónde te has metido guapa?
-  ¿Yo? – Mamen no entendía absolutamente nada - ¿Cómo que donde me he metido? En mi casa, ¿Dónde voy a estar?
-  Bueno, voy a dejar de ser Pepe el chapuzas y me voy a retrotraer en el tiempo y vuelvo a ser Alvaro Cuesta ¿te parece?
-  Muy bien – Mamen esperaba con impaciencia sus explicaciones.
-  Casi mejor, charlamos en la cafetería que hay allí enfrente ¿te parece?
- Muy bien, espera un segundo que busco mi bolso y vamos.
Mamen desapareció por el fondo del amplísimo garage seguida por la mirada de Alvaro. El pensaba que, por fin se habían vuelto a encontrar. Habían sido muchos meses de buscar y buscar sin dar con ninguna pista fiable, parecía como si se la hubiera tragado la tierra.. El famoso fin de semana en la ciudad encantada de Cuenca había sido el detonante de aquella espantada y tampoco le parecía que fuera para tanto, aunque estaba deseando oir sus explicaciones. Desde entonces hasta el momento presente su vida había sido un auténtico calvario, un sin vivir, sobre todo por no saber a que atenerse. Al verla en el garage la ilusión volvió a renacer como el primer día, aquel en que la vió llorando en el pasillo de la UVI, entonces fue un auténtico flechazo en el cual él no creía, pero así fue. Seguía siendo una mujer atractiva, buen tipo, cara guapa, pero sobre todo inspiraba tranquilidad. Parecía que estando con ella el reloj del tiempo se paraba o quizás era solo un deseo, pero deseaba estar mas y mas horas con ella. Las reuniones en la cafetería se iban haciendo mas a menudo y cuando estaba a punto de avanzar un paso, surgió el famoso incidente del polideportivo y luego lo de Cuenca y hasta hoy.
Al verla, Alvaro notó una sensación nueva en su vida y no era ningún novato en el arte de seducir, pero nunca había sentido esa especie de vergüenza y por eso se escudó en su ya famoso Pepe el chapuzas que le había hecho salir de múltiples atolladeros y sobre todo le daba la oportunidad de meditar en las cosas a decir. Había metido la pata una vez y no quería que se repitiera la misma situación.




2 comentarios:

  1. El Tío Javier Belas24 de enero de 2015, 1:53

    Tino, no sabía que asistieses con frecuencia y tómbolas, rifas y mercadillo solidarios por lo bien que describes esos ambientes de total pijerío. Muy divertido. Me encantan los nombres de las voluntarias Marita Santonja, Ana María de Guadalmedina, Euduvigis Santa Pérez, Conchi Albizu y hasta la bella Sor Felicidad.
    Y otra vez tenemos a Mamen y Alvaro con sus cositas, ya nos habíamos olvidado.
    Por favor, que no se nos muera el ordenador.
    Un abrazo a todos

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  2. Hoy la prota es una tal Marita que me recuerda a la Preysler ... Se nos ha "colao..."
    Es maravilloso como describes todo; el mundo del pijerío lo dominas y, el mercadillo precursor del Rastrillo, estoy segura que lo fundaste tú.
    Tino, tira el cacharro con el que trabajas y cómprate uno con la última tecnología. Ahora están a buen precio. No te puedes llevar esos berrinches
    Muchos besos y hasta la próxima semana

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