sábado, 28 de junio de 2014

EL TRIO DE DOS: CAPITULO 42.-

Queridos  blogueros/as: Ya estamos otra vez aquí y parece que fue ayer pero a lo tonto a lo tonto ya ha pasado una semana ¡hay que ver como pasa el tiempo y yo sigo sin escribir nada! bueno, tranquilidad que todavía me sobra tiempo.
Supongo que esto que pasa en este capítulo no será tal y como se describe aquí, pero no se porqué me pega que sin exagerar debe ser parecido. 
La tal Ana se  espabilando y ya tiene un noviete que por la pinta le va a durar poco, pero de momento lo tiene que algo es algo.
No tengo ni idea como va a seguir todo este culebrón, pero no se porqué me peta que con éste no va a llegar a nada. Claro que también es lógico porque eso de casarse así como así tampoco es lógico y entiendo la postura de Ana, una es pobre pero honrada ¡faltaría mas!
Me acabo de dar cuenta que hoy no han salido los cookies por ningún lado ¿se habrán aburrido y se habrán ido? ojalá porque son un poco pesados
En fin, ser felices que como diría Nuestro Señor Jesucristo, "lo demás se os dará por añadidura"
Un abrazo
Tino Belas


CAPITULO 42.-

Ana se dio cuenta que estaba tratando con una buena persona y fue ella la que pidió disculpas añadiendo que estaba pasando una mala temporada y que por eso se mostraba como antipática, pero que no era para tanto. Esta respuesta le valió para pensar en como era. Hacía mucho tiempo que no se paraba a pensar en ella misma. El trabajo la absorbía todas las horas del día y las pocas horas que estaba en casa, las empleaba en retocarse las uñas, depilarse las cejas, cortarse las uñas de los piés, ver la tele, ordenar su cuarto que lo hacía muy de tarde en tarde y cualquier actividad que no le supusiera excesivos esfuerzos. Su vida era cómoda, sin demasiadas complicaciones, como muy reglada y con poco margen para salirse del trayecto que le marcaba el trabajo. Cuando alguna vez había pensado en su futuro, lo que había ocurrido en muy contadas ocasiones, lo había tratado de una manera superficial. Era consciente de su escasa capacidad de influencia para alterar el orden de las cosas y estaba convencida que lo que tendría que ocurrir ocurriría y ya está, al fin y a la postre, un postura cómoda de enfocar la vida. Estaba segura que, antes o después, aparecería un hombre que la haría feliz y tampoco esperaba que fuera un príncipe azul ni un magnate del petróleo, sino un tío normal con el que pudiese vivir en común y nada más. ¿Se podía aspirar a mucho más? Hombre, se decía para si misma, por poder, se puede, pero la vida da pocas vueltas y que no de muchas, porque a veces es para bien, pero otras es peor el remedio que la enfermedad.
-  ¿Ves como lo que te decía era verdad? ahora mismo, no tengo ni idea en lo que estarías pensando, pero has vuelto a desaparecer
-  Venga, no seas pesado y vámonos con todos – Ana buscó con la mirada al resto de la pandilla que ya iban lentamente subiendo una cuesta que precedía a una amplia explanada que hacía las veces de improvisado parking. Ana levantó una mano, se puso de puntillas y los llamó con insistencia. Oscar le indicó, unos cien metros mas allá que se dieran prisa y así salieron del Recinto Ferial.
Se acomodaron en los coches y volvieron a la capital. Uno de los conductores era Juan Ignacio que se las arregló para ir dejando uno a uno a los diferentes ocupantes y la última fué Ana. Sentados en el coche y aparcados en el amplio bulevar estuvieron hablando hasta las mil, repasando las vidas de cada uno y al final, casi a las seis de la mañana, Ana se despidió y desde el portal le dijo adiós con la mano.
-  ¿Eh? ¿Ana? Puedo llamarte mañana.
-  Mañana imposible, pero si quieres quedamos el próximo fín de semana.
-  De acuerdo, te espero aquí el viernes a las ocho.
-  El viernes imposible porque salgo a esa hora y hasta que llego aquì pasan por los menos tres cuartos de hora.
-  No hay problema, te voy a buscar a la salida ¿te parece?
-  No déjalo, porque me tengo que arreglar. Casi, si te da igual, quedamos el viernes a las nueve
-  Muy bien. Hasta el viernes a las nueve.
Una vez en el ascensor, Ana se miró al espejo, como hacía habitualmente y pudo constatar que su cara había sufrido como una transformación, sus gestos eran como mas suaves y hasta las ojeras, que siempre rodeaban sus ojos, habían querido desaparecer ante la ilusión de un nuevo amor. Al principio, le pareció una tontería pensar que el chico que había conocido esa tarde, podía representar algo en su vida, pero ya consultando con la almohada y después de varias horas de insomnio, su opinión iba variando y ¿porqué no? al fín y al cabo ella era soltera, sin ningún compromiso y ya no tenía novio. Era un chico guapo ¿verdad? a lo que la almohada permanecía impasible a pesar que se abrazaba a ella como si de un cuerpo se tratase. La vida da muchas vueltas y nunca sabes en cual de ellas encontrarás algo interesante, pero esta podía ser la definitiva, aunque pensándolo friamente  que pinto yo con un farmacéutico de la Marina. La imaginación de Ana, como le ocurría con demasiada frecuencia se desbordaba y ya se veía en Cádiz, con su casa oficial, siendo la mujer del Jefe del Servicio de Farmacia del Hospital del Mediterráneo, rodeada de niños y planchando uniformes blancos como una posesa.
-  ¿Todo en tu vida lo haces igual de deprisa? Párate un poco que la vida es para disfrutarla y las etapas se deben ir cubriendo tranquilamente, ya sabes que por correr no amanece mas temprano, como dice el refrán.
-  Ya, tienes razón, pero yo soy como soy y prefiero que me conozcas así ¿no te parece?
-  Creo que ya nos vamos conociendo- Juan Ignacio se movió en la silla que ocupaba en la terraza del Parador de Toledo – parece que fue ayer, pero ya hace casi un año que estamos saliendo juntos ¿te das cuenta como pasa el tiempo? Por eso digo que la vida hay que tomársela con calma.
-  Es verdad – Ana recordaba los primeros días que salieron juntos que siempre la llevaba al teatro y casi no tenían oportunidad de hablar, hasta que un día ella se plantó y cara a cara lo resolvieron con el compromiso que al teatro solamente se iba los miércoles que era el día del espectador y que los demás días, sobre todo los fines de semana eran para ellos, sin interferencias de actores ni de nadie y así se desplazaban a las ciudades limítrofes donde sentados en sus terrazas pasaban horas y horas hablando de lo divino y de lo humano. Su relación se iba consolidando y hoy era un día difícil para Juan Ignacio porque tenía que comunicarle que por razones logísticas, era destinado durante un año y medio a Guinea Ecuatorial. No sabía ni por donde empezar, hasta que ella se lo puso en bandeja
-  Juan Ignacio ¿te pasa algo? Te veo como preocupado.
El la miró con expresión despistada
-  No, no me pasa nada, solo que me parece que hay que buscar una salida a esta situación.
-  No entiendo nada, perdona ¿a que situación te refieres?
-  Pues a ésta que estamos viviendo tu y yo. Llevamos meses y tenemos que tomar la determinación de vivir juntos. Sé que es un planteamiento un poco extraño, pero alguna vez nos tenemos que decidir ¿no crees?
Ana se apretó contra su brazo y sin dejar de mirarle, respondió:
-  A ti te pasa algo y no tengo ni idea de qué. Hemos discutido mil veces lo mismo y pensaba que ya estaba suficientemente claro, pero parece que volvemos a las andadas. Te repito que una está educada a la antigua usanza y te pongas como te pongas, yo no me voy a vivir con nadie sin haberme casado. Quizá suena esto como a una manera de pensar que no es muy moderna, pero yo soy así y así me tiene que querer el que quiera. ¡Qué gracia! Me ha salido como si fuera una telenovela.
-  Bueno, pues a lo mejor la fórmula es que nos casemos de una vez.
-  Bien, me parece bien- Ana se movió inquieta porque por una parte entendía como si le estuviera proponiendo matrimonio, pero por otra, le parecía como si hubiera gato encerrado- ¿y para cuando has pensado que sea el feliz acontecimiento?
Juan Ignacio la miró con cara de normalidad, aunque se notaba que había algo más
-  Tiene que ser antes del lunes - contestó.
-  Perdona que me parece que no te he entendido bien. ¿has dicho antes del lunes?
-  Si, eso he dicho.
-  Pero ¿sabes que día es hoy?
-  Si, claro que lo sé. Hoy es viernes.
-  ¿Y dices que la boda tiene que ser antes de pasado mañana?
-  Si.
-  Juan Ignacio, ¿te has vuelto tonto o qué?
-  Yo no, el que se ha vuelto loco y así se lo he dicho esta mañana, es mi Jefe, El Coronel Barea, que es el que me ha comunicado que el martes tengo que estar en Marín para después de un curso de Medicina Tropical, incorporarme al nuevo Hospital de Guinea Ecuatorial por un tiempo aproximado de dos años y por eso o nos casamos antes del lunes o si nó tendremos que esperar año y medio y encima sin vernos.
Ana trataba de disimular su sorpresa y no terminaba de asimilar lo que estaba oyendo. Hacía un año que salía con el Farmacéutico y aunque comprendía a medias la mentalidad militar, aquello le parecía el colmo de los colmos. Trataba de mantenerse tranquila, pero en sus manos se instauraba un extraño temblor que nunca había tenido hasta ese momento. Sabía que los Marinos estaban a disposición de los mandos superiores, porque así se lo había repetido mil veces, sabía que los cambiaban de destino con cierta periodicidad, pero no le cabía en la cabeza que casi de un día para otro a uno lo destinaran, como si tal cosa, nada menos que a Guinea que no tenía ni idea a cuantos kilómetros estaría, pero a muchos y encima sin posibilidad de discusión. En cualquier caso, lo que estaba claro es que era imposible casarse de un día para otro y lo que tenía que hacer era armarse de paciencia y esperar que el tiempo pasa mas deprisa de lo que parece y dos años parecen mucho, pero luego no son tanto. Además, ahora que estaba trabajando y disponía de algo de dinero, podía ir a verlo de vez en cuando, con lo que la espera se haría mas llevadera. Su mente, como casi siempre, viajaba mas deprisa que la realidad y ya habían pasado los dos años y se veía en el altar con un traje blanco precioso, con una cola de casi dos metros y una diadema de flores que le recogía el pelo. A su lado Juan Ignacio, con su traje de Marino blanco, un color moreno, pero moreno de los de verdad, el pelo engominado y unos ojos llenos de felicidad, mientras los compañeros de promoción les hacían un pasillo con los sables y le dedicaban expresiones como que seáis felices, enhorabuena, guapa, menos su íntimo de toda la vida, Ramón Aranguren quien les animaba a separarse cuanto antes, porque el estado perfecto de la mujer todo el mundo sabe que es el de viuda, pero el del hombre es separado después de haber conocido las mieles del matrimonio.


2 comentarios:

  1. El Tío Javier Belas28 de junio de 2014, 2:08

    Vaya por Dios, el "aspirino" destinado a Guinea, no es Vietnam pero tampoco está cerca.¿Acabará en boda? Yo creo que no pero no estoy seguro. Dicen que los marinos tienen una novia en cada puerto, pero al final hasta se casan como personas normales.
    Un abrazo a todos y feliz verano.

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  2. Vaya dilema se le plantea a la pobre Ana; con lo que le ha costado encontrar novio y el ejército le hace la pascua. Como no creo que se case en dos días, este asunto va a durar lo que un caramelo a la puerta de un colegio. Ojo !!!, de este escritor se puede esperar cualquier cosa.
    Besos y hasta el próximo

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