sábado, 5 de julio de 2014

EL TRIO DE DOS: CAPITULO 43

 Queridos blogueros/as: Continúo fiel a la tradición de enviaros cada semana un capítulo del trio de dos y esta semana no iba a ser menos. Ahí os va y por lo que he podido leer, así como de una forma muy rápida creo que va de algo filosófico sobre el Ejército etc... etc-
Posiblemente la semana que viene sea la última antes del verano y así me dáis un respiro para poder acabar la novela este verano, porque aunque está todo mas que pensado, hay que escribirlo y yo siempre digo que me queda tiempo pero al final me temo que me va a pillar el toro. 
En cualquier caso si en Cedeira hubiera internet os seguiré mandando mas capítulos porque la verdad es que resulta muy fácil eso de copiar y pegar, pero no se si tengo de esas cosas, pero bueno lo importante es que seguimos avanzando y  con las bromas y a vamos por el capítulo 43  y Ana sigue por ahí haciendo de las suyas. 
Bueno pues lo dicho, disfrutar lo mas posible y ser felices que decirlo es muy fácil, pero hay que conseguirlo.
Un abrazo 
Tino Belas

CAPITULO 43.-

Todo su castillo de ilusiones se desmoronó ante la insistencia de Juan Ignacio que trataba de conocer lo que se encontraba en el interior del cerebro de la que era su novia desde hacía bastantes meses. cabeza. Para Ana todo giraba, como si de un tiovivo se tratase, y se mezclaban las imágenes de una boda por todo lo alto, con otras muy diferentes en que su novio con el uniforme de Marina se defendía a tiro limpio de un centenar de negros que intentaban arrasar la farmacia del Hospital en un intento desesperado de encontrar medicinas para paliar la epidemia de cólera que en ese momento asolaba el continente africano. Nuevas imágenes aparecieron en el fondo de su desconcertado cerebro y siempre relacionadas con episodios trágicos alrededor de la farmacia hospitalaria. Todo aquello le provocó un rictus de dolor que hizo que abrazara a su novio con fuerza mientras trataba de expresar , entre sollozos, sus trágicos presentimientos.
-  Juan Ignacio, por Dios, no te vayas, te lo pido por lo que mas quieras en este mundo. Estoy segura que si no me haces caso no nos volveremos a ver mas. Por lo que mas quieras, dí que no a ese destino, por favor.
-  Pero ¡que dices! ¿tú sabes lo que me estás pidiendo? – trató con un suave movimiento de soltarse de su novia que parecía no querer dejarlo salir de aquella situación - ¿cómo le puedes pedir a un Militar como yo que sacrifique su carrera por un noviazgo? Parece mentira, pero creí que después de salir juntos tanto tiempo me conocerías mejor, pero ya veo que no. Mira Ana, el ir a Guinea para mí, es una obligación y no se plantea otra cosa. Si mis mandos me lo ordenan, yo no tengo mas remedio que obedecer, me guste o no, pero es que encima en este caso, me parece que la Marina Española puede contribuir al desarrollo de ese país y yo debo aportar mi granito de arena para que así ocurra.
Ana le miró con expresión sombría tratando de hacerle comprender que ese presentimiento no era la primera vez que le había sucedido y que no era como para tomárselo a broma
-  Estoy segura que no vuelves, Juan Ignacio, segura.
Una sonora carcajada suscitó la curiosidad de algunos viandantes que en ese momento se encontraban en las proximidades de la pareja
-  ¿Qué piensas que me voy a casar con una negrita y me voy a quedar para siempre en aquel país africano? La verdad es que tienes gracia ¿tú me ves a mí con cuatro o cinco negritos hijos míos paseando por las playas de Guinea?
-  No – Ana trataba de influir negativamente en la decisión de su novio – lo que yo sé, no es que te casas con una oriunda y formas una familia, no , lo que veo en mi cabeza y te aviso que no es la primera vez que me ocurre, es que estoy convencida que morirás. No tengo muy claro como, pero seguro que morirás.
-  Venga, Ana, por favor. Solo me faltaba con que ahora empieces con tus teorías de visión de futuro. Guinea es un país de los pocos en Africa que no está en guerra y si que tienen hambre, pero no son violentos ni mucho menos.
-  Bueno, pues tú dirás lo que quieras, pero lo estoy viendo como si fuera ahora  mismo. Una revuelta popular, el Hospital que se llena de heridos, gritos y carreras por todas partes, desorganización, caos y en todo ese follón, un oficial de la Marina que trata de salvaguardar los intereses de España, mientras recibe un disparo por la espalda que le hace caer fulminado al suelo y allí rodeado de algunas monjas de la Caridad que se negaron a abandonar la institución, recibe la bendición y fallece como un enemigo del pueblo guineano y ¿sabes quien es ese que lo estoy viendo como si los hechos estuvieran ocurriendo ahora mismo?
-  No me lo digas, por favor.- Juan Ignacio se dejó caer al suelo, mientras hacía que respiraba con dificultad – Ana, quiero que venga Ana, por favor. No me quiero morir sin verla, por favor, que venga Ana – Juan Ignacio se levantó del suelo – ¿no te das cuenta que es una situación ridícula?
-  Te estás riendo de mí y esto no tiene ninguna gracia
-  Y ¿qué quieres que haga? ¿ponerme a llorar? desde hace una hora llevo tratando de quitarle dramatismo a una situación desagradable para los dos y tú te dedicas a echar leña al fuego ¿no te parece que bastante tengo con que me destinen a Guinea para que encima tú me veas mas muerto que vivo?
-  Perdona que no era esa mi intención, pero es un tema delicado y del que nunca hemos hablado y estoy de acuerdo en que posiblemente no sea el momento mas oportuno pero no me puedo callar, lo siento.
-  Entonces eso que dices ¿es verdad? ¿eres como la embrujada de la tele y no me habías dicho nada?
-  No seas tonto, Juan que no tiene ninguna gracia. No es que tenga poderes sobrenaturales ni nada por el estilo, tampoco soy una bruja con gorro puntiagudo y escoba entre las piernas, no, lo que me ha pasado en varias ocasiones es que situaciones imprevisibles que se han producido yo las había visto previamente. No me digas como, pero te puedo asegurar que las había vivido como si yo estuviera en esos sitios.
Juan Ignacio abrazó a su novia con cariño, tratando de disimular la incredulidad que todo aquello le provocaba. Mientras tanto, para tratar de aliviar la tensión, extendió su mano derecha y preguntó con expresión cándida
-  Carmen la gitana, por favor, ¿podrías leerme la palma de la mano, mi arma?
-  Te vuelvo a repetir que no tiene ninguna gracia – Ana se separó un poco de las hábiles manos de Juan Ignacio – yo también me lo tomaba de broma, pero después de mi accidente doméstico ya las cosas me parecen diferentes ¿te acuerdas?
-  ¿Cuándo te cortaste el tendón cortando jamón en mi casa?
-  Si, si, exactamente, pues cuando lo estaba cortando sabía que acabaría en el Hospital para que me cosieran el tendón y hasta veía, antes de llegar naturalmente, la pinta del cirujano que me operó en La Paz y no había estado en mi vida en ese Hospital
-  ¿Y te pareció interesante?
-  ¿Quién? ¿el Médico? no, tampoco hay que exagerar. Era mayor, calvo y tirando a gordo, pero muy amable, de esos que estás deseando que te atiendan cuando llegas a un Hospital y más del tamaño de La Paz, pero no te vayas por los cerros de Ubeda, Juan Ignacio, que lo que te estoy diciendo es en serio. Fijate si será en serio que estuve visitando a un psicólogo, amigo mío, y me contó que eso era un rasgo de mi personalidad que era una pena que no se hubiera descubierto con anterioridad porque esa fuerza se podría haber derivado hacia otras parcelas de mi cerebro y se hubiera podido utilizar para desarrollar otras capacidades que me hubieran servido para mas cosas que para ésta.
-  Ya, ¿y ese individuo era amigo tuyo?
-  Si, aunque no te lo creas me ayudó mucho.
-  Te ayudó mucho ¿a qué?
-  Pues no se, al principio tenía mucho miedo. Si, será una tontería pero estaba muy preocupada y ya me veía en todas las tragedias familiares, siendo testigo presencial, pero meses antes y sin embargo, gracias a sus charlas y consejos aprendí a dominar mis sentimientos y así he visto muchas mas cosas y no se las he dicho a nadie y tan amigos, aunque a mucha gente le sorprendiera que, por ejemplo, no fuera a la excursión por el Nilo porque percibí que iba a pasar algo y fijate si pasó, total nada, una bomba en el barco y diecinueve muertos.
-  Ya, pero todas esas cosas, te diga lo que te diga tu amigo el psicólogo que, por cierto, ¿era argentino?
-  No, lo siento, te equivocas de medio a medio, porque es de Arévalo.
-  Mejor para ti, pero ahora casi todos son argentinos y tienen un piquito de oro que convencen a cualquiera.
-  Pues no, este era castellano viejo, bueno no tan viejo, pero muy agradable y sabiendo muy bien que tus problemas son tuyos y no los de él. Lo mejor que hacía era escuchar y te interrumpía muy pocas veces. Eso si, no paraba de escribir en un papel y a veces daba la impresión que se quedaba dormido, pero ¡que va! Se enteraba de todo, el tío y solo muy de vez en cuando interrumpía para hacer alguna pregunta como, por ejemplo, ¿tú lo harías igual si te encontraras en la misma situación? Y cosas por el estilo.
-  No me extraña que estuviera callado como un muerto porque una tía como tú, es el chollo del siglo para cualquiera. Con todas estas cosas que estoy oyendo, seguro que tenías rollo para un montón de sesiones y tu amigo encantado de la vida – Juan  Ignacio quería zanjar esta situación para ir delimitando los terrenos por los que estaba pisando – ¡ Pero venga ya, Ana! no trates de justificar lo injustificable. Se te ha metido esa tontería en la cabeza y no hay quien te haga bajar del burro. En la vida siempre hay algunas situaciones que te parece que las has vivido, pero siempre son de ficción ¿eso no te lo dice el Psicólogo? Pues si no te lo ha dicho te lo dirá porque eso se llama algo así como adelantarse a los acontecimientos y luego si ocurren te crees la bruja mas bruja del mundo y si no se cumplen te quedas tan ancha. Comprenderás que eso es una tontería.
-  Bueno – Ana se removió inquieta – eso lo dices tú, pero no es verdad y desde luego, no debes opinar de lo que no sabes y muchas de estas cosas nunca te las he dicho porque no me parecieron oportunas, pero no son ni una, ni dos las veces que he percibido cosas raras y con eso no trato de presumir, porque yo no vivo de esto, pero la verdad es la verdad.
-  Bueno, bueno no se enfade usted, señora, que nos quedan solo dos días y no debemos perder el tiempo en disquisiciones que no nos llevan a ninguna parte.
Ana se quedó mirando fijamente a los ojos del farmacéutico. Todo aquello le parecía una fantasía. No le podía entrar en la cabeza que a alguien lo manden de la noche a la mañana, nada menos que a Guinea,  y no tenga por lo menos el derecho al pataleo : “ No me extraña que digan que los militares son unos mandados” y en el ejército parece que no se mira a las personas, son un número y se acabó y a los demás ¿qué? ¡ que nos vayan dando! ¡ que manera tan fácil de destrozar una pareja y encima Juan Ignacio pretende hacerme creer que me va a esperar y nada menos que dos años, seguro que él no aguanta ¿y yo? Parece que las mujeres tenemos mas capacidad para soportar las cosas, pero yo soy joven y tampoco me apetece pasarme un montón de meses guardando ausencias ¿será que no le quiero? Pues será, pero no me apetece nada. Por otra parte, ¿quien me asegura que después de tanto tiempo va a volver? Y si no vuelve ¿qué pasa? No se donde he leído que el tiempo pasado es tiempo perdido y en mi caso serían dos años ¡ total, nada !
Claro que por otra parte, mi visión de la jugada es bastante egoísta porque, al fín y al cabo, es su vida y yo no debería obligarle a que la cambie, porque él escogió esta profesión antes de conocerme y ¿qué derecho tengo yo a impedirle ir a una Misión que él considera como de defensa de su patria? ¿soy tan importante? ¿no será que quiero plantear una especie de competencia entre Guinea o yo y que decida?  y si decide Guinea ¿cómo me quedo yo?  Pensándolo friamente soy una egoísta. Si fuera igual de patriota que él, nunca plantearía esta disyuntiva, porque pueden ser dos cosas complementarias o por lo menos sucesivas. Puedo esperar y a la vuelta nos casamos y tan amigos, pero ¿porqué no espera la misión? Tanta patria y tanta tontería, ¡ como si no se pudiera hacer patria quedándose aquí ¡ ¿No será que me quiere poner a prueba? Pues va apañado, ¡ para pruebecitas ando yo!  y si luego es mentira lo de la misión ¿qué pasa?
Ana continuaba inmersa en tantas disquisiciones, mientras él se encontraba en idénticas situación. No se atrevía a confesarle la verdad y a decirle que estaba hecho un lío. Desde el mismo instante que su Comandante le comunicó la noticia, todos sus planteamientos iniciales se habían desmoronado como un simple castillo de naipes y su cabeza era un ordenador donde se apilaban cientos y cientos de situaciones diferentes, pero todas le conducían a la misma pregunta: y si dejo el Ejército ¿qué pasa? Sabía que obviamente no pasaba nada. Afortunadamente en los años que llevaba se había preocupado de adquirir una formación que pudiera ser necesaria para la vida civil, sus contactos seguían siendo tan fieles como antes de su ingreso en la Escuela Naval, para algo tendrían que valer las comidas de los miércoles y todos estaban de acuerdo en que a ellos no se lo hacían, pero ninguno era militar. Él desde pequeño había sido educado para obedecer y la mentalidad militar impregnaba todo su ser. Su padre había sido militar y su madre no lo era, pero como si lo fuese y nunca había tenido la opción de discutir alguna de las decisiones que sus padres tomaban. Se cumplían porque sí y se acabó. En el internado de Segovia, donde permaneció por espacio de nueve años, ni siquiera era porque sí, era porque era y no había más. En los Últimos años del bachillerato y como ya empezaban a tomar conciencia de la situación, se aplicaba el dicho popular que la letra con sangre entra y así se evitaban las discusiones. Su época de Facultad fue absolutamente diferente y ahí si se podían discutir las ideas, pero siempre en un marco de falta de diálogo, interrumpido en múltiples ocasiones por la aparición inesperada de las fuerzas de orden público, los famosos “grises” que a base de palos conseguían el máximo respeto a sus ideas.
Juan Ignacio no había sido de los mas de izquierdas de su Facultad, pero si había destacado, como Delegado de curso y siempre había sido considerado como un hombre dialogante y con unas ideas que se podrían considerar como afines al régimen que en esos momentos dominaba en España, por lo que era ampliamente respetado por sus compañeros e incluso por los de la famosa brigada de Investigación criminal que ocupaban cualquier foro de la Facultad.
Sin embargo, la situación que se planteaba en ese momento no era ni parecida y no había capacidad de diálogo: “O se iba a Guinea o no se iba” y no había más que negociar. Los argumentos iban y venían como si de un partido de futbol se tratara; el portero sacaba de puerta y entonces el balón botaba en el centro del campo e iba derecho hacia la portería con la intención decidida de avanzar hacia la victoria en Guinea y gracias a su esfuerzo y el de otros muchos, conseguir una nación estable, democrática, que garantizase el bienestar de los ciudadanos de aquel país. El defensa central del equipo contrario despejaba de cabeza, alejando el balón de las inmediaciones del área y por lo tanto de la zona de peligro, pensando que porqué tenía que ser él, un simple farmacéutico que lo único que hacía era tratar de distribuir las medicinas de la mejor manera posible y en todo caso opinar sobre la salubridad o no de los pozos de agua que con tanta facilidad se abrirían en aquella región africana. Todavía entendería aquella urgencia, si fuera de Infantería de Marina que se encargan de crear los primeros puestos de avanzadilla, pero él, ¿qué pintaba en todo aquello? Un nuevo rechace de la defensa volvía a llevar el balón al medio campo del equipo guineano, Ya, pero alguien tiene que ir, porque no es una guerra como tal y como no es una ocupación por la fuerza sino que se trata de ayudarlos a salir de una determinada situación, es necesario que les echemos una mano y si nó, ¿para que sirven las Fuerzas Armadas? Como bien había dicho el Comandante de su Brigada nuestra obligación es aprender a matar y nuestra misión es ayudar a vivir a los mas necesitados y en este caso los más necesitados están en Guinea. Por otra parte, si me voy a la vida civil ¿ya no me tengo que preocupar de nadie? ¿es que la solidaridad es exclusiva de las Fuerzas Armadas? Eso es una tontería, cada uno es como es y esté donde esté seguro que me preocupo por los demás. Si, pero es distinto, una cosa es dar algo de dinero o participar en Farmacéuticos sin Fronteras y otra es mi situación actual en la la que, gracias al apoyo del Gobierno a mí me toca joderme y parece que me voy a quedar sin novia porque Ana no está por la labor y hasta ya me empieza a molestar eso de porqué tengo que ir yo. Eso es una decisión mía y ni Ana ni nadie tiene que opinar. Bueno, tampoco hay que exagerar, la pobre encima que me voy no la dejo ni opinar. Hay que reconocer que esta situación es difícil de entender y si encima no eres militar, pues todavía más difícil, pero, a pesar de todo, me molesta que no lo entienda y eso que todavía no estamos casados que después será peor, aunque tendríamos niños y estaría mas acompañada, pero mejor es no tener familia todavía porque así lo decidimos entre los dos y no dependemos de nadie.
La pareja seguía fundida en un abrazo, mientras sus pensamientos discurrían por vías distintas, hasta que, en un momento determinado, como si una luz se hubiera encendido en ambas cabezas a la vez, se miraron intensamente a los ojos y sin decir palabra alguna, se dieron un beso largo y profundo y levantándose lentamente tomaron caminos diferentes, diciendo sin palabras, un adiós a una relación que duraba ya bastante tiempo.





1 comentario:

  1. El Tío Javier Belas10 de julio de 2014, 18:59

    No me puedo creer que por culpa de Guinea el "aspirino" y la secretaria vayan a romper su relación. Esperemos a ver que pasa.
    Un abrazo a todos.

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