En cualquier caso si en Cedeira hubiera internet os seguiré mandando mas capítulos porque la verdad es que resulta muy fácil eso de copiar y pegar, pero no se si tengo de esas cosas, pero bueno lo importante es que seguimos avanzando y con las bromas y a vamos por el capítulo 43 y Ana sigue por ahí haciendo de las suyas.
Bueno pues lo dicho, disfrutar lo mas posible y ser felices que decirlo es muy fácil, pero hay que conseguirlo.
Un abrazo
Tino Belas
CAPITULO 43.-
Todo su castillo de
ilusiones se desmoronó ante la insistencia de Juan Ignacio que trataba de
conocer lo que se encontraba en el interior del cerebro de la que era su novia
desde hacía bastantes meses. cabeza. Para Ana todo giraba, como si de un
tiovivo se tratase, y se mezclaban las imágenes de una boda por todo lo alto,
con otras muy diferentes en que su novio con el uniforme de Marina se defendía
a tiro limpio de un centenar de negros que intentaban arrasar la farmacia del
Hospital en un intento desesperado de encontrar medicinas para paliar la
epidemia de cólera que en ese momento asolaba el continente africano. Nuevas
imágenes aparecieron en el fondo de su desconcertado cerebro y siempre
relacionadas con episodios trágicos alrededor de la farmacia hospitalaria. Todo
aquello le provocó un rictus de dolor que hizo que abrazara a su novio con
fuerza mientras trataba de expresar , entre sollozos, sus trágicos
presentimientos.
- Juan Ignacio, por Dios, no te vayas, te lo
pido por lo que mas quieras en este mundo. Estoy segura que si no me haces caso
no nos volveremos a ver mas. Por lo que mas quieras, dí que no a ese destino,
por favor.
- Pero ¡que dices! ¿tú sabes lo que me estás
pidiendo? – trató con un suave movimiento de soltarse de su novia que parecía
no querer dejarlo salir de aquella situación - ¿cómo le puedes pedir a un
Militar como yo que sacrifique su carrera por un noviazgo? Parece mentira, pero
creí que después de salir juntos tanto tiempo me conocerías mejor, pero ya veo
que no. Mira Ana, el ir a Guinea para mí, es una obligación y no se plantea
otra cosa. Si mis mandos me lo ordenan, yo no tengo mas remedio que obedecer,
me guste o no, pero es que encima en este caso, me parece que la Marina Española
puede contribuir al desarrollo de ese país y yo debo aportar mi granito de
arena para que así ocurra.
Ana le miró con expresión
sombría tratando de hacerle comprender que ese presentimiento no era la primera
vez que le había sucedido y que no era como para tomárselo a broma
- Estoy segura que no vuelves, Juan Ignacio,
segura.
Una sonora carcajada
suscitó la curiosidad de algunos viandantes que en ese momento se encontraban
en las proximidades de la pareja
- ¿Qué piensas que me voy a casar con una
negrita y me voy a quedar para siempre en aquel país africano? La verdad es que
tienes gracia ¿tú me ves a mí con cuatro o cinco negritos hijos míos paseando
por las playas de Guinea?
- No – Ana trataba de influir negativamente en
la decisión de su novio – lo que yo sé, no es que te casas con una oriunda y
formas una familia, no , lo que veo en mi cabeza y te aviso que no es la
primera vez que me ocurre, es que estoy convencida que morirás. No tengo muy
claro como, pero seguro que morirás.
- Venga, Ana, por favor. Solo me faltaba con
que ahora empieces con tus teorías de visión de futuro. Guinea es un país de
los pocos en Africa que no está en guerra y si que tienen hambre, pero no son
violentos ni mucho menos.
- Bueno, pues tú dirás lo que quieras, pero lo
estoy viendo como si fuera ahora mismo.
Una revuelta popular, el Hospital que se llena de heridos, gritos y carreras
por todas partes, desorganización, caos y en todo ese follón, un oficial de la
Marina que trata de salvaguardar los intereses de España, mientras recibe un
disparo por la espalda que le hace caer fulminado al suelo y allí rodeado de
algunas monjas de la Caridad que se negaron a abandonar la institución, recibe
la bendición y fallece como un enemigo del pueblo guineano y ¿sabes quien es
ese que lo estoy viendo como si los hechos estuvieran ocurriendo ahora mismo?
- No me lo digas, por favor.- Juan Ignacio se
dejó caer al suelo, mientras hacía que respiraba con dificultad – Ana, quiero
que venga Ana, por favor. No me quiero morir sin verla, por favor, que venga
Ana – Juan Ignacio se levantó del suelo – ¿no te das cuenta que es una
situación ridícula?
- Te estás riendo de mí y esto no tiene ninguna
gracia
- Y ¿qué quieres que haga? ¿ponerme a llorar?
desde hace una hora llevo tratando de quitarle dramatismo a una situación
desagradable para los dos y tú te dedicas a echar leña al fuego ¿no te parece
que bastante tengo con que me destinen a Guinea para que encima tú me veas mas
muerto que vivo?
- Perdona que no era esa mi intención, pero es
un tema delicado y del que nunca hemos hablado y estoy de acuerdo en que
posiblemente no sea el momento mas oportuno pero no me puedo callar, lo siento.
- Entonces eso que dices ¿es verdad? ¿eres como
la embrujada de la tele y no me habías dicho nada?
- No seas tonto, Juan que no tiene ninguna
gracia. No es que tenga poderes sobrenaturales ni nada por el estilo, tampoco
soy una bruja con gorro puntiagudo y escoba entre las piernas, no, lo que me ha
pasado en varias ocasiones es que situaciones imprevisibles que se han
producido yo las había visto previamente. No me digas como, pero te puedo
asegurar que las había vivido como si yo estuviera en esos sitios.
Juan Ignacio abrazó a su
novia con cariño, tratando de disimular la incredulidad que todo aquello le
provocaba. Mientras tanto, para tratar de aliviar la tensión, extendió su mano
derecha y preguntó con expresión cándida
- Carmen la gitana, por favor, ¿podrías leerme
la palma de la mano, mi arma?
- Te vuelvo a repetir que no tiene ninguna
gracia – Ana se separó un poco de las hábiles manos de Juan Ignacio – yo
también me lo tomaba de broma, pero después de mi accidente doméstico ya las
cosas me parecen diferentes ¿te acuerdas?
- ¿Cuándo te cortaste el tendón cortando jamón
en mi casa?
- Si, si, exactamente, pues cuando lo estaba
cortando sabía que acabaría en el Hospital para que me cosieran el tendón y
hasta veía, antes de llegar naturalmente, la pinta del cirujano que me operó en
La Paz y no había estado en mi vida en ese Hospital
- ¿Y te pareció interesante?
- ¿Quién? ¿el Médico? no, tampoco hay que
exagerar. Era mayor, calvo y tirando a gordo, pero muy amable, de esos que
estás deseando que te atiendan cuando llegas a un Hospital y más del tamaño de
La Paz, pero no te vayas por los cerros de Ubeda, Juan Ignacio, que lo que te
estoy diciendo es en serio. Fijate si será en serio que estuve visitando a un
psicólogo, amigo mío, y me contó que eso era un rasgo de mi personalidad que
era una pena que no se hubiera descubierto con anterioridad porque esa fuerza se
podría haber derivado hacia otras parcelas de mi cerebro y se hubiera podido
utilizar para desarrollar otras capacidades que me hubieran servido para mas
cosas que para ésta.
- Ya, ¿y ese individuo era amigo tuyo?
- Si, aunque no te lo creas me ayudó mucho.
- Te ayudó mucho ¿a qué?
- Pues no se, al principio tenía mucho miedo.
Si, será una tontería pero estaba muy preocupada y ya me veía en todas las
tragedias familiares, siendo testigo presencial, pero meses antes y sin
embargo, gracias a sus charlas y consejos aprendí a dominar mis sentimientos y
así he visto muchas mas cosas y no se las he dicho a nadie y tan amigos, aunque
a mucha gente le sorprendiera que, por ejemplo, no fuera a la excursión por el
Nilo porque percibí que iba a pasar algo y fijate si pasó, total nada, una
bomba en el barco y diecinueve muertos.
- Ya, pero todas esas cosas, te diga lo que te
diga tu amigo el psicólogo que, por cierto, ¿era argentino?
- No, lo siento, te equivocas de medio a medio,
porque es de Arévalo.
- Mejor para ti, pero ahora casi todos son
argentinos y tienen un piquito de oro que convencen a cualquiera.
- Pues no, este era castellano viejo, bueno no
tan viejo, pero muy agradable y sabiendo muy bien que tus problemas son tuyos y
no los de él. Lo mejor que hacía era escuchar y te interrumpía muy pocas veces.
Eso si, no paraba de escribir en un papel y a veces daba la impresión que se
quedaba dormido, pero ¡que va! Se enteraba de todo, el tío y solo muy de vez en
cuando interrumpía para hacer alguna pregunta como, por ejemplo, ¿tú lo harías
igual si te encontraras en la misma situación? Y cosas por el estilo.
- No me extraña que estuviera callado como un
muerto porque una tía como tú, es el chollo del siglo para cualquiera. Con
todas estas cosas que estoy oyendo, seguro que tenías rollo para un montón de
sesiones y tu amigo encantado de la vida – Juan
Ignacio quería zanjar esta situación para ir delimitando los terrenos
por los que estaba pisando – ¡ Pero venga ya, Ana! no trates de justificar lo
injustificable. Se te ha metido esa tontería en la cabeza y no hay quien te
haga bajar del burro. En la vida siempre hay algunas situaciones que te parece
que las has vivido, pero siempre son de ficción ¿eso no te lo dice el
Psicólogo? Pues si no te lo ha dicho te lo dirá porque eso se llama algo así
como adelantarse a los acontecimientos y luego si ocurren te crees la bruja mas
bruja del mundo y si no se cumplen te quedas tan ancha. Comprenderás que eso es
una tontería.
- Bueno – Ana se removió inquieta – eso lo dices
tú, pero no es verdad y desde luego, no debes opinar de lo que no sabes y
muchas de estas cosas nunca te las he dicho porque no me parecieron oportunas,
pero no son ni una, ni dos las veces que he percibido cosas raras y con eso no
trato de presumir, porque yo no vivo de esto, pero la verdad es la verdad.
- Bueno, bueno no se enfade usted, señora, que
nos quedan solo dos días y no debemos perder el tiempo en disquisiciones que no
nos llevan a ninguna parte.
Ana se quedó mirando
fijamente a los ojos del farmacéutico. Todo aquello le parecía una fantasía. No
le podía entrar en la cabeza que a alguien lo manden de la noche a la mañana,
nada menos que a Guinea, y no tenga por
lo menos el derecho al pataleo : “ No me extraña que digan que los militares
son unos mandados” y en el ejército parece que no se mira a las personas, son
un número y se acabó y a los demás ¿qué? ¡ que nos vayan dando! ¡ que manera
tan fácil de destrozar una pareja y encima Juan Ignacio pretende hacerme creer
que me va a esperar y nada menos que dos años, seguro que él no aguanta ¿y yo?
Parece que las mujeres tenemos mas capacidad para soportar las cosas, pero yo
soy joven y tampoco me apetece pasarme un montón de meses guardando ausencias
¿será que no le quiero? Pues será, pero no me apetece nada. Por otra parte,
¿quien me asegura que después de tanto tiempo va a volver? Y si no vuelve ¿qué
pasa? No se donde he leído que el tiempo pasado es tiempo perdido y en mi caso
serían dos años ¡ total, nada !
Claro que por otra parte,
mi visión de la jugada es bastante egoísta porque, al fín y al cabo, es su vida
y yo no debería obligarle a que la cambie, porque él escogió esta profesión
antes de conocerme y ¿qué derecho tengo yo a impedirle ir a una Misión que él
considera como de defensa de su patria? ¿soy tan importante? ¿no será que
quiero plantear una especie de competencia entre Guinea o yo y que decida? y si decide Guinea ¿cómo me quedo yo? Pensándolo friamente soy una egoísta. Si
fuera igual de patriota que él, nunca plantearía esta disyuntiva, porque pueden
ser dos cosas complementarias o por lo menos sucesivas. Puedo esperar y a la
vuelta nos casamos y tan amigos, pero ¿porqué no espera la misión? Tanta patria
y tanta tontería, ¡ como si no se pudiera hacer patria quedándose aquí ¡ ¿No será
que me quiere poner a prueba? Pues va apañado, ¡ para pruebecitas ando yo! y si luego es mentira lo de la misión ¿qué
pasa?
Ana continuaba inmersa en
tantas disquisiciones, mientras él se encontraba en idénticas situación. No se
atrevía a confesarle la verdad y a decirle que estaba hecho un lío. Desde el
mismo instante que su Comandante le comunicó la noticia, todos sus
planteamientos iniciales se habían desmoronado como un simple castillo de
naipes y su cabeza era un ordenador donde se apilaban cientos y cientos de
situaciones diferentes, pero todas le conducían a la misma pregunta: y si dejo
el Ejército ¿qué pasa? Sabía que obviamente no pasaba nada. Afortunadamente en
los años que llevaba se había preocupado de adquirir una formación que pudiera
ser necesaria para la vida civil, sus contactos seguían siendo tan fieles como
antes de su ingreso en la Escuela Naval, para algo tendrían que valer las
comidas de los miércoles y todos estaban de acuerdo en que a ellos no se lo
hacían, pero ninguno era militar. Él desde pequeño había sido educado para
obedecer y la mentalidad militar impregnaba todo su ser. Su padre había sido
militar y su madre no lo era, pero como si lo fuese y nunca había tenido la
opción de discutir alguna de las decisiones que sus padres tomaban. Se cumplían
porque sí y se acabó. En el internado de Segovia, donde permaneció por espacio
de nueve años, ni siquiera era porque sí, era porque era y no había más. En los
Últimos años del bachillerato y como ya empezaban a tomar conciencia de la situación,
se aplicaba el dicho popular que la letra con sangre entra y así se evitaban
las discusiones. Su época de Facultad fue absolutamente diferente y ahí si se
podían discutir las ideas, pero siempre en un marco de falta de diálogo,
interrumpido en múltiples ocasiones por la aparición inesperada de las fuerzas
de orden público, los famosos “grises” que a base de palos conseguían el máximo
respeto a sus ideas.
Juan Ignacio no había sido
de los mas de izquierdas de su Facultad, pero si había destacado, como Delegado
de curso y siempre había sido considerado como un hombre dialogante y con unas
ideas que se podrían considerar como afines al régimen que en esos momentos
dominaba en España, por lo que era ampliamente respetado por sus compañeros e
incluso por los de la famosa brigada de Investigación criminal que ocupaban
cualquier foro de la Facultad.
Sin embargo, la situación
que se planteaba en ese momento no era ni parecida y no había capacidad de
diálogo: “O se iba a Guinea o no se iba” y no había más que negociar. Los
argumentos iban y venían como si de un partido de futbol se tratara; el portero
sacaba de puerta y entonces el balón botaba en el centro del campo e iba
derecho hacia la portería con la intención decidida de avanzar hacia la
victoria en Guinea y gracias a su esfuerzo y el de otros muchos, conseguir una
nación estable, democrática, que garantizase el bienestar de los ciudadanos de
aquel país. El defensa central del equipo contrario despejaba de cabeza,
alejando el balón de las inmediaciones del área y por lo tanto de la zona de
peligro, pensando que porqué tenía que ser él, un simple farmacéutico que lo
único que hacía era tratar de distribuir las medicinas de la mejor manera
posible y en todo caso opinar sobre la salubridad o no de los pozos de agua que
con tanta facilidad se abrirían en aquella región africana. Todavía entendería
aquella urgencia, si fuera de Infantería de Marina que se encargan de crear los
primeros puestos de avanzadilla, pero él, ¿qué pintaba en todo aquello? Un
nuevo rechace de la defensa volvía a llevar el balón al medio campo del equipo
guineano, Ya, pero alguien tiene que ir, porque no es una guerra como tal y
como no es una ocupación por la fuerza sino que se trata de ayudarlos a salir
de una determinada situación, es necesario que les echemos una mano y si nó,
¿para que sirven las Fuerzas Armadas? Como bien había dicho el Comandante de su
Brigada nuestra obligación es aprender a matar y nuestra misión es ayudar a
vivir a los mas necesitados y en este caso los más necesitados están en Guinea.
Por otra parte, si me voy a la vida civil ¿ya no me tengo que preocupar de
nadie? ¿es que la solidaridad es exclusiva de las Fuerzas Armadas? Eso es una
tontería, cada uno es como es y esté donde esté seguro que me preocupo por los
demás. Si, pero es distinto, una cosa es dar algo de dinero o participar en
Farmacéuticos sin Fronteras y otra es mi situación actual en la la que, gracias
al apoyo del Gobierno a mí me toca joderme y parece que me voy a quedar sin
novia porque Ana no está por la labor y hasta ya me empieza a molestar eso de
porqué tengo que ir yo. Eso es una decisión mía y ni Ana ni nadie tiene que
opinar. Bueno, tampoco hay que exagerar, la pobre encima que me voy no la dejo
ni opinar. Hay que reconocer que esta situación es difícil de entender y si
encima no eres militar, pues todavía más difícil, pero, a pesar de todo, me
molesta que no lo entienda y eso que todavía no estamos casados que después
será peor, aunque tendríamos niños y estaría mas acompañada, pero mejor es no
tener familia todavía porque así lo decidimos entre los dos y no dependemos de
nadie.
La pareja seguía fundida
en un abrazo, mientras sus pensamientos discurrían por vías distintas, hasta
que, en un momento determinado, como si una luz se hubiera encendido en ambas
cabezas a la vez, se miraron intensamente a los ojos y sin decir palabra
alguna, se dieron un beso largo y profundo y levantándose lentamente tomaron
caminos diferentes, diciendo sin palabras, un adiós a una relación que duraba
ya bastante tiempo.
No me puedo creer que por culpa de Guinea el "aspirino" y la secretaria vayan a romper su relación. Esperemos a ver que pasa.
ResponderEliminarUn abrazo a todos.