viernes, 25 de abril de 2014

EL TRIO DE DOS: CAPITULO 33

Queridos blogueros/as: Ya estamos aquí otra vez y hay que ver como pasa el tiempo si parece que fue ayer el viernes pasado  y ya ha pasado otra semana y para vuestra intranquilidad y sobre todo la mía, os diré que continúo sin escribir ni una sola letra. Me he quedado como bloqueado en el capítulo 63 y no consigo pasar de ahí. Menos mal que todavía queda mucho tiempo, pero como siga así, me pilla el toro.
¿Quien decía el otro día que iba a pasar algo? pues ya tenéis en este capítulo carnaza para dar y tomar y encima es bastante largo, o sea que ya estamos en el Hospital y aunque parezca mentira, por supuesto que es una situación inventada por mí, pero no está especialmente alejada de la realidad, al fin  y al cabo un Hospital es el reflejo de la vida misma y los problemas de envidias, líos etc.....etc son igual que en la calle.
Como siempre espero que os guste y que os ayude a ser felices que es lo único importante
Un abrazo
Tino Belas

CAPITULO 33.-
Mamen se dio media vuelta en la cama y trató de conciliar el sueño sin conseguirlo. Como todas las noches desde hacía mucho tiempo, las horas se las pasaban en vela dando vueltas y mas vueltas al porqué de su situación. Analizaba y analizaba en que se había podido equivocar y hasta se levantaba sigilosamente a registrar los bolsillos de las chaquetas de su marido en busca de pruebas de que alguien había interferido en sus vidas y en ninguna de sus múltiples incursiones había encontrado prueba alguna que hiciera verdaderos sus razonamientos.
Fernando siempre le decía que tuviera paciencia que estaba pasando una mala racha y que las cosas se arreglarían, pero la verdad es que cada día estaban peor. La comunicación se había convertido en un instrumento desconocido en casa de la familia Altozano, las frecuentes charlas después de cenar brillaban por su ausencia, entre otros motivos, porque los compromisos sociales de su marido se habían multiplicado por diez en los últimos meses y eran muy pocas las noches en que aparecía por casa antes de la una o las dos de la madrugada. Llegaba, se desnudaba Rápidamente, se lavaba los dientes, se metía en la cama y a los cinco minutos estaba durmiendo placidamente. A la siete menos cuarto sonaba el despertador y la misma operación solo que al contrario, ducha, lavado de dientes, afeitado y salida hacia el despacho sin ni siquiera desayunar. Un beso rápido en la mejilla era lo único que Mamen se llevaba en todo el día y por la noche más de lo mismo. Antiguamente Fernando sacaba tiempo de no se sabe donde, pero eran muchos los días que, sin avisar, aparecía por su casa e incluso, y sin motivo aparente, llevaba algún ramo de flores o cualquier regalo que acababa de comprar en la tienda de debajo de su casa. Hasta se iban a comer por ahí si los niños estaban controlados y ahora ni regalos, ni sorpresas ni nada de nada.
Ante los primeros síntomas de que algo no funcionaba, la pareja puso en marcha mecanismos de defensa y en base a sus marcadas tendencias religiosas, pedían a Dios luz para no perderse en el intrincado camino de la convivencia y hasta llegaron a pasar unos días de Ejercicos Espirituales en la casa que para tal efecto tenía el Opus Dei en la provincia de Huesca.  Parecía que Dios influía en algo, pero en cuanto volvían a su casa, se sucedían los malos humores, gestos contrariados, gritos a los niños, malas contestaciones y multitud de detalles que hacían difícil establecer cauces normales de comunicación y menos en los últimos meses por la carga de trabajo de Fernando
-  Ya no solo por nuestro matrimonio, sino por tu propia salud, deberías de dosificarte en el trabajo,- solía decirle Mamen -  porque como sigas así, vas a ser el más rico del cementerio 
-  Tienes toda la razón, pero ¿qué puedo hacer?
-  Yo no lo sé, - Mamen le miraba desde la distancia de una agujas de ganchillo que le resultaban muy útiles para hacer unos chaquetitas de punto que estaba iniciando para sus hijas de siete y seis años respectivamente – pero ningún marido llega a casa todos los días a las once de la noche.
-  Ya, pero en esta casa nos hemos montado a un tren de vida que si no trabajo así, no se podría mantener – Fernando hablaba convencido de su razonamiento – porque si por mí fuera, estaría encantado de llegar todos los días a las cuatro de la tarde e ir a recoger a los niños al Colegio, pero ¿qué hago? ¿le digo al Señor Montesinos que no puedo ir a cenar con él, porque llego a casa muy tarde? ¿Tú que dirías si tu Abogado te contestase así?
-  La verdad es que posiblemente me sentaría mal, pero a lo mejor todos tenemos que aprender que la vida se pasa mucho mas deprisa de lo que parece y que lo que hay que hacer es disfrutarla.
-  Ya, ya, eso dices ahora – Fernando trataba de no elevar el tono de voz, pero siempre era igual, empezaba muy bien y terminaba a voz en grito – pero luego las cosas no son así. Los niños van a buenos colegios, filipina fija, segundo coche de lujo, ropas de calidad para vestir y no sigo porque me estoy empezando a poner de mal humor
-  Fernando, vamos a dejarlo porque siempre acabamos igual. Te pones en plan extremista y así no vamos a ninguna parte.
-  Pero ¡que extremos ni que extremos!, Mamen, te estoy diciendo verdades como puños ¿ o no?
-  Sabes de sobra que eso no es así, nadie está diciendo que no trabajes y que los niños vayan al Instituto de la esquina, lo que yo digo es que deberías dejar alguna de tus empresas y no creo que tuviéramos que cambiar nuestra calidad de vida, porque a mí no me gustaría vivir peor, yo creo que eso es natural, pero no me eches toda la culpa porque a ti seguro que tampoco ¿ o es que estarías dispuesto a no hacerte tus trajes en Yusty o a no comprarte camisas de seda en Echevarría?
-  Yo que sé, Mamen, de verdad que no sé ni lo que quiero, lo único que si que sé de verdad es que así no se puede seguir. Tú y yo vamos cada vez peor y como sigamos por este camino no tengo ni idea de donde vamos a llegar.
Mamen, apagó la luz y como todos los días abandonó el repaso a las conversaciones con Fernando. Su fé la mantenía todavía con ganas de seguir luchando, pero cada hora que pasaba tenía que pedir mas y mas a su Dios para no desistir en el empeño y después del último embarazo y posiblemente por su situación anímica, estaba realmente agotada.   
-  Me voy a la cama que mañana tengo un día que no se lo deseo a nadie.
-  Está bien, hasta mañana.
Fernando entornó la puerta del despacho y después de dejar la ropa cuidadosamente doblada sobre una silla se metió en el sofá-cama y se quedó inmediatamente dormido
Los sonidos habituales de la noche se vieron alterados por una especie de ronquido extraño procedente del despacho de Fernando. No sabía porqué, pero Mamen se levantó con la seguridad de que algo grave había ocurrido y su expresión cansada se transformó en un grito de horror cuando encontró a su marido con las manos sobre el pecho, la cara amoratada y como un sonido raro que parecía querer pedir auxilio.
No sabía como ni de qué manera, pero a los pocos segundos la casa se llenó de gente que corría por el pasillo, hasta que la llegada de los Facultativos de Urgencia parecía querer poner un poco de orden en aquel caos. Menos mal que los niños no se han despertado, pensó para sí, cuando se dio cuenta que Iziar, la mayor le apretaba la mano y le decía con cariño:
-  Mamá, no te preocupes que Papá no se puede morir, porque le necesitamos. Ya verás como todo va ir muy bien. Ya lo verás.
-  Si, hija, si, seguro que se curará, porque tu padre es fuerte. Seguro que sí.
     
-   Paciente varón de unos cincuenta años, Abogado de Profesión, ingreso hace cuarenta y ocho horas procedente de urgencias, donde, al parecer lo llevó el Samur intubado y con mal estado general. Según la familia debió estar en apnea unos cuatro minutos y enseguida fue reanimado por una Unidad de Asistencia Domiciliaria que acudió rápido. Parece ser que el paciente vive, afortunadamente, casi enfrente del Ambulatorio de Serrano y eso propició que el Samur llegara en
nada.
-  ¿Quiere hacer el favor de decirme de una puta vez el diagnóstico y dejar de contar batallitas?
-  Si señor, pero no creo que sea ninguna batallita decir que el paciente llegó intubado.
-  Dr. Rodríguez Pensil, si son batallitas o no, eso lo decido yo no usted, punto número uno. Punto número dos:  Usted limítese a describir la exploración y no nos haga perder el tiempo ¿entendido?
-  Si señor – el Médico Residente de Primer Año, D. Ignacio Rodríguez Pensil miró fijamente a su Jefe de Servicio, Dr. Roucanes y en sus ojos se reflejó un instante de odio auténtico hacia quien era su teórico Maestro y por su cabeza pasaron algunos pensamientos del tipo de no te pego dos puñetazos  porque eres un enano y te mataría pero te los mereces o aquello de menudo cabrón eres, si no fueras el Jefe te mandaba a tomar por el culo, hijo de la gran puta. Pero inmediatamente la cordura volvió a su mente y trató de disipar los malos pensamientos.
-  Dr. Rodríguez Pensil ya se que está pensando en que si pudiera me daría un par de leches, pero para su desgracia el Jefe soy yo, o sea, que le ruego se ahorre sus pensamientos hacia mi persona y nos diga que le pasa a este paciente, por favor.
-  Pues, este paciente tiene un infarto de pared postero-inferior confirmado electrocardiográficamente.
-  Y ¿ya está? ¿eso es todo?
-  Si señor, usted me ha dicho que le diga el diagnóstico y ya se lo he dicho. – los malos pensamientos volvieron como caídos del cielo. Te vas a joder porque no te pienso decir lo único que te interesa y es que se trata de un paciente super recomendado que debe ser amigo de media España y hasta el Ministro de Sanidad ha llamado para interesarse por su evolución, peor te vas a quedar con las ganas porque no te lo voy a decir.
-  Dr. Rodríguez Pensil, bueno Licenciado Rodríguez, porque usted no ha hecho la Tesis Doctoral ¿verdad?
-  No señor.
-  Bien, entonces señor Licenciado Rodríguez, nos quiere explicar a los Doctores cual es el pronóstico de este paciente.
-  Sería un atrevimiento por parte de un humilde Residente de primer año de Cardiología que solo sacó el número veintitrés del Examen M.IR. de tan solo diecisiete mil y pico que nos presentamos, decirle a los ilustres Doctores, que no Profesores porque no han aprobado la oposición a Cátedras, el diagnóstico de un paciente infartado en las primeras cuarenta y ocho horas, entre otras cosas porque iría en contra de la American Association of Cardiology que aconseja prudencia hasta no verificar la capacidad eléctrica de la fibra cardíaca que, en principio, no debe medirse en tan corto período de tiempo porque los resultados no son demostrativos.
El Dr. Roucanes, Jefe del Servicio de Cardiología de la Ciudad Sanitaria de La Seguridad Social desde hacía siete meses después de un concurso-oposición clasificado de fraudulento por todos los cardiólogos de España, contrajo su rostro en una mueca que parecía de incredulidad. A pesar de su juventud y gracias a múltiples esfuerzos, entre los que se encontraban haber sido miembro de la Junta Facultativa, era uno de los Profesionales mas odiado de todos los que integraban la plantilla de tan importante hospital. Sus constantes desplantes a la Dirección, sus tremenda mala educación sobre todo para sus pacientes y un trato absolutamente inaceptable para con todos sus colaboradores le habían hecho acreedor de una fama bien merecida. Su forma de vestir era informal, con corbata, vaqueros limpios con una raya perfecta, mocasines negros impolutos y un flequillo que le caía sobre la frente y chocaba cada pocos segundos con unas gafas sin montura de patillas doradas. En fín, un moderno que hacía las delicias de sus residentes que no entendían porqué siendo joven y teniendo todo en sus manos, se dedicaba a hacer la vida imposible a todos los demás. Su preparación profesional era mas bien timorata, sin conocimientos de ningún idioma y afincado en unos usos y costumbres mas propios de épocas anteriores, presumía de demócrata y en su servicio no permitía el intercambio con especialistas sudamericanos ni de color, porque y constituía una de sus frases favoritas: “en la selva no hacen falta cardiólogos”. Se jactaba de ser un buen Profesor y en su Servicio por no existir no existían  ni sesiones clínicas.
 En fín, un pobre hombre de buena familia, bien relacionado, con múltiples contactos con los dirigentes del partido de derechas en el poder, pero con muy poca capacidad de liderar un grupo y al que el cargo le había caído de rebote. Al principio y para los recién llegados provocaba miedo, pero pasados unos días, ese sentimiento se transformaba en desprecio y al final no era ni siquiera considerado por los Jefes Clínicos de su propio Servicio, a los que se había saltado de un plumazo en la oposición y de los que incluso alguno casi le doblaba en edad, ni por los Adjuntos que le huían para no enfrentarse con él.
Los martes era el día asignado para pasar visita general y por turno cada Residente presentaba los ingresos de la semana y aunque los nuevos revisaban las historias clínicas y se esforzaban en realizar una presentación, mas o menos con un cierto orden, los Residente mas antiguos y por supuesto los de plantilla, se inventaban todos los datos en la seguridad que el Jefe no iba a revisarlos, excepto los pertenecientes a familias conocidas o recomendados por el motivo que fuere.
Jose Luis Roucanes Glamés trataba de mantener la tranquilidad, pero reconocía que la sola presencia del Residente de Primer Año que le había caído en suerte, le ponía de muy mal humor. Era el típico listo de cuna, de esos que nacen con la Cardiología en la mente y sus constantes referencias a la Sociedad Americana de Cardiología, lo sacaba de sus casillas. ¡Como si aquí no supiéramos tratar un infarto; hay que joderse con el niñato de los cojones!
-  ¿Se le hicieron valoraciones enzimáticas?
-  Naturalmente y los resultados fueron los que se esperaban dado el poco tiempo transcurrido desde el inicio de los síntomas
-  ¿Dr. Roig Gimbernat? Usted que procede de una familia de rancio abolengo en los ambientes cardiológico de la Sociedad Catalana, ¿cree que el Dr. Rodríguez Pensil ha obrado correctamente en el tratamiento inmediato de este paciente? ¿no le parece que debería haber pedido además de todo lo que nos ha contado una radiografía de tórax para valorar como se encuentra la aorta?
El Médico aludido se encontraba al final de la larga fila que rodeaba al Jefe y abriéndose paso casi a codazos se plantó delante de la primera fila observando al paciente por un lado y al Dr. Roucanes por otro, sin atreverse a opinar de una manera definitiva.
-  Es la eterna discusión. Si el paciente está hemodinamicamente estable, si las tensiones son las propias en estos casos y no hay fiebre ni sudoración profusa, realmente no haría falta gastarse más dinero en pruebas complementarias, pero también es verdad que en los tiempos que nos han tocado vivir hay que pedir pruebas y mas pruebas que no sirven para nada, pero que hay que tenerlas por si a algún Juez se le ocurre dar el coñazo.
-  Venga Dr. Roig conteste a mi pregunta y déjese de hacer divagaciones.
-  Si, en principio si que habría que pedirle radiografías.
-  Ya – EL Dr. Rodríguez se interpuso entre ambos – yo también estoy de acuerdo, pero eso está muy bien cuando no existe urgencia vital. En el caso de este paciente su llegada fue casi a las doce y media de la noche y como sabemos todos los que hacemos guardias a partir de las diez el rayo funciona francamente mal y es mejor pedir esas pruebas tranquilamente al día siguiente y dedicar nuestro esfuerzos a salvarle la vida en los momentos críticos.
-  Déjese de contarnos historias, Licenciado Rodríguez Pensil, que va a parecer que el único que hace guardias es usted. De siempre a la llegada de un paciente, sea a la hora que sea, se piden todas las pruebas y si se tiene usted que quedar esperando hasta las tantas a que lleguen los resultados, pues se espera y no pasa nada y si mientras tanto se dedica, como dice usted, a salvarle la vida al paciente, pues mejor que mejor, pero no nos venda una película de Hospitales porque ya somos todos muy mayores y eso de salvar vidas suena a coña marinera.
-  Entonces, para que yo me aclare ¿hay que pedir radiografías a todos los ingresos?
-  Pues naturalmente Licenciado Rodríguez, ¿pero cuantas veces hay que decirle a usted las cosas? De toda la vida se han pedido las placas de urgencia y si da la casualidad que el Servicio de Rayos está colapsado, cosa que ocurre con cierta frecuencia, se va poniendo el tratamiento al paciente y cuando llegan los resultados y en base a los hallazgos, se modifica y santas pascuas. ¿Se ha enterado o se lo repito por enésima vez?
-  No se preocupe que me he enterado perfectamente.
-  Muy bien. - El Dr. Roucanes miró de soslayo al paciente y levantó lentamente las sábanas que lo  envolvían y después de descolgar el estetoscopio que lo llevaba como todos colgado del cuello, lo aplicó con suavidad al tórax del paciente. Respire, no respire, respire, no respire. Bien, tápese no vaya a coger un resfriado.
El paciente presentaba un buen aspecto, afeitado, rigurosamente peinado con gomina y el pelo estirado al máximo. Un pijama de rayas azules y blancas le daba un aspecto pulcro. Casi sin darse cuenta, el Dr. Roucones examinó las uñas de Fernando Altozano apreciando lo cuidado de las mismas y el buen relleno capilar a la presión moderada lo que daba idea de la buena evolución del accidente isquémico sufrido unos días antes y de que se trataba de un paciente que no era, desde luego, un trabajador manual.
-  Bien – El joven Jefe se volvió a colocar el fonendo en su lugar original -  ha tenido un infarto importante, pero hasta ahora está evolucionando con absoluta normalidad lo que quiere decir que tendrá que permanecer unos días más con nosotros en la UVI y después lo pasaremos a planta. ¿Alguna pregunta?
El enfermo trató por todos los medios que las lágrimas no apareciesen por sus mejillas pero no pudo evitar que sus ojos sintieran como un hormigueo que le hizo cerrarlos en dos o tres ocasiones antes de preguntar
-  ¿Cuánto tiempo llevo aquí?
-  Cinco días, Fernando – le contestó un enfermera que acudió rapidamente.
-  Es curioso, pero no me acuerdo de nada. – Fernando se tocó las manos y se dio cuenta que las dos estaban con unos catéteres que desde sus venas se desplazaban hasta unas botellas de suero que permanecían suspendidas en lo alto de unos pies de gotero. Sus ojos se desplazaron lentamente por la amplia UVI y las sensaciones fueron dando paso a un tremendo cansancio. El simple hecho de mover los párpados ya le suponía un esfuerzo y casi sin darse cuenta se volvió a dormir, mientras le pareció escuchar como una enfermera le animaba a dormirse y a no pensar en nada.
El pasillo de la UVI era una zona donde las horas pasaban con una lentitud exasperante, las familias se entremezclaban contándose sus cuitas y todo se reducía a una espera hasta la hora de informar los Médicos del Servicio de Cardiología. Sobre la una y media de todas las mañanas se repetía la misma escena: una enfermera joven, generalmente con buena pinta, discretamente retocados los labios con una barra de carmín y con sus manos ocupadas con un sin fin de informes, se plantaba en el medio del pasillo y con una voz cálida preguntaba por los distintos familiares de los pacientes ingresados y con un pequeño gesto de su cabeza les indicaba que pasasen al despacho de información.
En esta ocasión el turno le tocó a la mujer de Fernando, Mamen, que se encontraba acompañada por una amiga del matrimonio que había estado a su lado de manera casi permanente en esos días que se le habían hecho eternos. Al principio, el desfile de familiares y amigos había sido incesante y ni un minuto había estado sola en la sala de espera, pero los días iban pasando y todos volvían a sus trabajos y las visitas se iban espaciando, excepto las de Conchi Zárate que permanecía al pié del cañón.
Mamen acudía al hospital a las diez de la mañana y cada hora se asomaba a la ventana de la UVI para contemplar a un Fernando completamente dormido que no movía ni un solo músculo mientras las máquinas realizaban su función. Había tubos por todas partes y el movimiento de las enfermeras era espectacular. Cada poco, alguna se acercaba y manipulaba algo, unas veces ajustaba el respirador, otras abría o cerraba los sueros, a veces vigilaban la tensión y en ocasiones le auscultaban con movimientos que demostraban una gran profesionalidad. Lo único molesto era que sistemáticamente cerraban la cortina de la ventana entre la UVI  y el pasillo e impedían la visión de su trabajo, excepto por una pequeña rendija, aunque es cierto que después de cada maniobra volvían a abrir y a través del interfono le comunicaban que todo se iba desarrollando con normalidad. Alguna vez la asustaban con un parece que le ha subido algo la frecuencia cardiaca o parece que hoy tiene algo de fiebre, pero a la una y media el Médico se encargaba de explicarle que la evolución era como tenía que ser, aunque siempre añadían un  hasta el momento actual.

La atención hacia el paciente, desde fuera, parecía perfecta, la información escueta, pero suficiente, aunque el familiar siempre quería algo más y en el caso de Mamen y sobre todo por parte del Dr Cuesta, Adjunto del Servicio y el que lo había recibido el día que le ocurrió el percance era una información casi al minuto.

2 comentarios:

  1. El Tío Javier Belas26 de abril de 2014, 15:10

    Tino, se nota que eres médico por la gran descripción de un hospital y los entresijos que pasan dentro. Esperemos que se recupere del infarto y empiece a llegar la calma a la familia.
    Un abrazo a todos

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  2. Vaya susto !!!!. Magnífica la descripción del entorno !!!. A ver si este susto influye para que mejore la relación de pareja. Me está gustando mucho esta novela
    Tino, mientras te viene la inspiración, podías actualizar tu biografía del blog; ya tienes más de 2 nietos ...
    Bss y hasta la próxima semana

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