viernes, 18 de abril de 2014

ELTRIO DE DOS: CAPITULO 32

 Queridos blogueros/as: Os estoy escribiendo desde Cedeira y no estoy muy seguro si todo esto va a ser publicado como Dios manda. Si os llega bien y si no, me lo decís y a partir de la semana que viene os lo vuelvo a remitir desde mi casa ya en Madrid. Parece ser que comienzan las hostilidades y ya iba siendo hora porque casi  sin darnos cuenta estamos llegando a una situación que va a cambiar la historia de esta novela y también parece que se clarea el tema de los hijos y definitivamente parece que son cuatro ¿no? Bueno en el fondo de igual cuatro que cinco pero Javier, uno de los dos blogueros en nómina, seguro que se lo apunta y dentro de nada me dice que sobra o que falta uno.
También debo deciros que después de muchos meses parece que hoy voy a escribir algo, menos mal porque ya iba siendo hora y como siempre os adelanto que está quedando bastante bien. Lo que escribo hoy corresponde al capítulo 63, o sea que todavía nos queda tiempo. 
Bueno blogueros, le voy a dar a botón  de publicar y vamos a ver que pasa
Que seáis felices.
Un abrazo 
Tino Belas
CAPITULO 32.-

- Fernando, ven –  La cuna estaba pegada al lado izquierdo y Mamen con un movimiento casi instintivo, se llevó hacia su pecho a un precioso bebé, de tan solo unas horas de vida, que movía sus pequeñas manitas como tratando de tocar todo lo que le rodeaba. Se bajó la tira del camisón nuevo que se había comprado para el nacimiento de su cuarto hijo y le puso en disposición tal que el niño solo tuvo que mover sus labios para engancharse a un pezón turgente del que logró aspirar, casi sin esfuerzo, unas cuantas gotas de leche que colmaron su hambre inicial y que le permitió, al regresar a la cuna, conciliar un sueño que se prolongó por espacio de casi dos horas.
Fernando Altozano se levantó del sillón cama en el que estaba cómodamente leyendo un “Hola” y se acercó hasta la cama de la recién parida. Ambos se quedaron mirando al recién con expresión emocionada. El padre le tocó con un dedo su mano izquierda y el niño lo apretó con fuerza.
A continuación, los padres se miraron y se besaron en la boca lentamente. La mano derecha de Fernando se deslizó por entre las sábanas y tocó el pecho de Mamen
-  Me encanta tocarte.
-  Ya, pero ten cuidado, no aprietes mucho porque me duele.
-  No te preocupes.
Unos sonoros golpes en la puerta interrumpieron aquella tierna escena amorosa y casi sin darle  tiempo a retirar la mano de donde se encontraba depositada, una enfermera de pijama azul entró en la habitación acompañada de un sonoro carro de curas y con un si no le importa se sale al pasillo que la vamos a curar, se quedaron ambas señoras a solas en la habitación. Las manos de la enfermera se movieron rápido entre las piernas de la recién parida retirando pequeños coágulos de sangre que se acumulaban en la entrada de la vagina y con un jabón de Betadine, limpió todos lo pliegues con esmero. Con la aplicación de una compresa que la adaptó al periné con las finas bragas de encaje de Mamen, finalizó su trabajo y después de recoger todos las cosas usadas el carro, abandonó la habitación con la misma velocidad con la que había entrado tres minutos antes.
Al cruzarse con ella por el pasillo, Fernando le preguntó:
-  ¿Qué tal?
-  Muy bien – la enfermera paró el carro y lo miró con detenimiento - muy bien, muy bien, está evolucionando con normalidad, siempre teniendo en cuenta que ha parido hace doce horas, pero casi no sangra y eso es muy buena señal.
-  ¿Sabe si tendrá que estar aquí muchos días?
-  No lo sé. Lo mejor es que se lo pregunte a su Ginecólogo cuando pase visita y él se lo puede decir ¿de acuerdo?
-  Si, si, así lo haré. Gracias.
La enfermera se alejó por el largo pasillo y Fernando volvió a penetrar en la habitación. Mamen se encontraba acostada con una débil luz encima de la cama. Su cara había adoptado un gesto tranquilo y aunque permanecía con los ojos cerrados, movió la mano indicándole a su marido que se acercara.
-  Por fin, lo has conseguido: ¡cuatro hijos! ¿Tú crees que este último hará que nuestro matrimonio vaya mejor?
-  Mamen, ahora lo que necesitas es descansar y no preocuparte de nada.
-  Pero Fernando ¿cómo quieres que no me preocupe? – apretó con fuerza la mano de su fiel acompañante desde hacía veintitantos años, sin contar los que estuvieron de novios – aunque solo sea por los niños deberíamos de hacer un esfuerzo.
-  Está bien. Ahora duérmete y ya hablaremos.
-  ¿Me lo prometes?
-  Te lo prometo.
La mañana siguiente fue movida. Primero, el Dr.Ginecólogo, les comunicó que al ser del Colegio de Abogados no tenían derecho a más de dos días de estancia en el Sanatorio y que si querían permanecer mas tiempo, tendrían que abonar los gastos con lo que decidieron, de común acuerdo irse lo antes posible.          Segundo, la Pediatra del Sanatorio, después de una larga exploración, llegó a la conclusión que el nuevo bebé presentaba un déficit de hemoglobina, por lo que aconsejaba que llevaran el niño a revisión cada tres o cuatro días.
Tercero: Al llegar a casa, la Filipina que habían contratado, se había despedido dejando una atenta nota encima del mueble del hall en la que, por razones urgentes, se tenía que desplazar a su país de procedencia y por lo tanto no podía atenderles.
Mamen se metió en la cama, dejando la cuna situada a escasos centímetros de la cabecera de su cama y se durmió con la seguridad que a las seis se despertaría para la primera  toma de la mañana. Fernando, colocó las cosas en el cuarto de los niños y se sentó en “su orejero” Encendió la chimenea con unas cerillas especiales que mantenían la llama unos veinte minutos, puso una cinta con música de Ray Coniff, se sirvió un whisky bien colmado y cerró los ojos.
Una llamada de su mujer, le hizo volver a la realidad y comprobó con gesto de sorpresa que eran las cinco y media de la mañana. Apagó la luz de la lámpara de pié que había permanecido encendida toda la noche y con un paso cansino entró en el dormitorio.
Mamen estaba incorporada en la cama con una especie de chal sobre los hombros. La cara reflejaba un profundo cansancio y unos aros amoratados rodeaban unos ojos que, a pesar del tiempo transcurrido, demostraban haber poseído una gran belleza. Las bolsas de los párpados, le daban un aire decrépito a una cara bien conformada en la que comenzaban a aparecer unos arrugas que confirmaban los casi cuarenta años de vida, de los cuales treinta y siete habían sido absolutamente felices. Sin embargo, los últimos tres la situación había variado de manera radical.
Todo comenzó con la muerte del tercero de sus hijos en un desgraciado accidente ocurrido, mientras ellos estaban de vacaciones en El Pireo. Al parecer, según les habían explicado la responsable de la guardería que, por cierto, era amiga de Mamen desde los tiempos del Colegio Jesús y María, el niño metió la cabeza entre los barrotes de la cuna y con un desgraciado movimiento del que nadie se explica como pudo ocurrir, se desnucó sin que los miembros de un servicio de Urgencias al que le habían trasladado con rapidez, pudieran hacer nada por salvarlo, a pesar de estar casi tres cuartos de hora realizando masaje cardíaco y todas las diferentes maniobras de resucitación cardíaca.
El niño, con casi año y medio, fue trasladado al Instituto Anatómico Forense y allí le hicieron la autopsia que confirmó que la muerte se había producido por una traumatismo transversal sobre el cuello, sin signos de violencia. Allí fue reconocido por Fernando y Mamen, quienes, desde que conocieron la noticia, no dejaron de sollozar por tan sensible pérdida y abrazados como queriendo compartir su dolor, le dieron el último beso y autorizaron el traslado al panteón familiar en el cementerio de San Justo en el que se realizó una ceremonia íntima y se enterró.
A los pocos días, recibieron la visita de María Pilar de Cervantes y Martinez de Conesa, Directora de la guardería “Los Chiquillos” acompañada de un abogado que quería negociar la cuantía de la indemnización.
Al principio, fue María Pilar la que afirmó que la guardería disponía de un seguro de accidentes que cubría cualquier accidente y que el Señor Echeverría era el representante de la agencia. Estaban allí para informarles que podían reclamar el importe que consideraran oportuno, pero si llegaban a una cantidad negociada sería mejor para ambas partes porque se evitarían el juicio.
Tanto Fernando como Mamen, estaban destrozados y sus caras eran el reflejo de la desgracia ocurrida. Desde que se lo comunicaron no levantaban cabeza. Entre ellos se había establecido una especie de pacto de silencio en el que de manera expresa y no escrita en ninguna parte, ambos se negaban a hablar de lo ocurrido, creándose una situación especial.
El Padre Huidobro los visitaba diariamente, al fín y al cabo eran un matrimonio muy introducido en el Opus y su obligación era convencerles que el angelito estaría gozando de la presencia de Dios y así no tendría que soportar las tentaciones de toda una vida y desde ya disfrutaría del descanso eterno.
Todo muy bien, hasta que un día, y después de varias horas de una especie de retiro espiritual, Fernando saltó como una hiena cuando el Padre Huidobro, siguiendo las consignas de Monseñor Escrivá de Balaguer, le preguntó al joven y brillante Abogado si era feliz después de conocer que había sido designado por Dios para que le entregara al tercero de sus hijos.
Fernando que iba aceptando cada día peor la nueva situación, respondió:
-  Pero ¿cómo coño, quiere que sea feliz? ¿me lo quiere explicar?
-  Fernando, por Dios – Mamen se incorporó rapidamente en la silla situada enfrente del enviado por la Obra para ayudarle - ¿cómo le contestas así al Padre?
-  Mira, Mamen, ya está bien de hacer el paripé. Llevo desde que se murió Borja, aguantando todos los días los sermones de tu amigo y ya estoy harto. ¡Lo entiendes! harto y encima tengo que oir que tengo que estar contento porque he sido designado por Dios para este sacrificio. ¡Ya está bien! No puedo aceptar nada, porque no entiendo nada ¿está claro?
-  Fernando, hijo mío – el Padre Huidobro se incorporó ligeramente, apuró una copita de licor que le había servido Mamen y trató de hacer recapacitar al miembro numerario desde hacía varios años. – Fernando, comprendo que es muy difícil entender los designios de Dios, pero sabes, porque así nos lo dijo Nuestro Señor Jesucristo y la fé nos lo confirma, que el paso por este mundo es tan liviano como un grano de arena en todo un desierto.    
Querido hermano: Medita y te darás cuenta que el demonio te está acechando. Como siempre nos recuerda Monseñor, busca tiempo para mirarte en tu interior y verás como la voluntad de Dios es lo mejor que nos puede suceder y siempre está orientada en nuestra propio beneficio.
-  ¡Que no, Padre, que no! No trate de convencerme de algo imposible y no me haga decirle todo lo que estoy pensando, porque seguro que perderíamos nuestra amistad.
-  Pero, hijo mío, ¿qué te está pasando? Hasta hace unos minutos eras como Nuestra Madre María Santísima, que dijo sí a su destino sin ninguna duda y hasta aceptó quedarse embarazada sin conocer barón y ahora, como si una nube hubiese anidado en tu mente y no te permitiese utilizar los ojos de tu fé, no crees nada de la palabra de Dios. Fernando, por lo que más quieras, reacciona y vuelve a ser como siempre has sido. Reza, hijo mío y pídele a Dios fuerza para volver a la senda de la que nunca has debido de salirte.
-  Está bien, Padre, siguiendo sus deseos, rezaré y cuando esté en el buen camino, le llamaré, pero, ahora, si no le importa, le ruego que abandone mi casa
Fernando se levantó y el Padre Huidobro hizo lo mismo y ajustándose el alzacuellos realizó el signo de la cruz con un movimiento parsimonioso de su mano derecha y con un espero verte pronto, se dio media vuelta y abandonó el domicilio de los Altozano con un gesto de preocupación en su semblante.
-  Fernando, por Dios, - Mamen, con la punta de un pañuelo se secó unas lágrimas que inundaban sus mejillas - ¿Qué te pasa? ¿qué te he hecho para que nuestro matrimonio que funcionaba a las mil maravillas de haya convertido en un nido de resentimientos y de odio? – unas manos bien cuidadas se taparon la cara en un movimiento de desesperación – De verdad que ya no sé que hacer. Llevo casi un año aguantando y aguantando, pero ya no aguanto más. Creía, infeliz de mí, que la llegada del nuevo niño iba a conseguir que nos uniéramos, pero ya, ya. Casi ha sido peor y si lo llego a saber no lo tengo.
-  Mamen, no mezcles las cosas. El niño está ahí y no debes hacerle culpable de nuestros problemas.
-  Pero ¿cuáles son nuestros problemas? ¿me los quieres decir de una vez? Porque como siga así me voy a volver loca.
-  Yo creo que ahora no es el momento de enfrentarnos a nada. Lo mejor es que descanses y tiempo habrá para analizar la situación ¿no te parece?
-  Bueno, ya me da igual, llevo tanto tiempo que esperar cuatro días es igual.

-  Bien, pues entonces duérmete que necesitas descansar y para no molestarte yo me voy a dormir al despacho. Hasta mañana.

2 comentarios:

  1. El Tío Javier Belas20 de abril de 2014, 17:13

    He analizado la situación y Mamen acaba de tener su cuarto hijo, como uno se murió quedan tres hijos. O sea actualmente tienen tres hijos. Uno que se fija, je je.
    Pues es verdad, parece que empiezan las hostilidades, que si la Iglesia, que si los hijos, que si el matrimonio, en fin, menos mal que por ahora economicamente no están mal. Algo va a pasar pronto. Esperemos a los próximos capítulos.
    Un abrazo a todos

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  2. Que fueeeerte es este capítulo !!!!! Madre mía !!!. Que de cosas han pasado. Aquí hay mucho tomate y poco a poco lo iremos descubriendo. Me dan pena, pobrecillos.
    Tino, no nos des estos sobresaltos porque ya estamos muy mayores y nuestro corazón no lo va a resistir. Despacito....
    Un beso a todos y ¡¡ Felices Pascuas !!. Buen regreso

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