Ya me parecía a mí que a Fernando Altozano no le pegaba nada ir de manifestación por ahí como un funcionario cualquiera, ¡ni hablar! que no me entere yo,pasaba por allí y eso es mucho mas creíble y a partir de ahí empieza el lío.
Como siempre espero que os guste
Un abrazo y a procurar ser felices que parece fácil, pero a veces no se consigue
Un abrazo
Tino Belas
CAPITULO 28.-
Todo comenzó un primero de
Mayo cuando las fuerzas de seguridad disolvieron una manifestación de apoyo a
los mineros rusos en la que estaban implicados numerosos estudiantes de las
diferentes facultades que habían sido invitados a participar por los sindicatos
correspondientes. La algarada afectó a las calles colindantes y fueron muchos
los que corrían sin rumbo escapando de las porras de las fuerzas de seguridad
que se empleaban con contundencia y sin distinciones.
El destino quiso que
Fernando Altozano saliera en esos momentos del despacho profesional de D.
Ernesto Segura de Viedma, ilustre Notario del Colegio de Madrid y al que había
acudido el joven Abogado para aprender el difícil arte del papeleo en las
herencias como parte de su formación antes de encerrarse para preparar las
oposiciones a Notaría en las que estaba muy interesado y a las que había
dedicado múltiples horas desde que iniciaba el tercer curso y por indicación de
D. Fernando Troiba, entonces Catedrático de Derecho y actualmente destinado en
el Tribunal de Aguas de Valencia, quien veía en el hijo de su buen amigo D.
Fernando Altozano un gran estudiante y una persona con enorme interés en el
estudio y con capacidad para desentenderse del mundo y dedicar todas las horas
del día y parte de las de la noche en prepararse para las oposiciones mas
difíciles de la historia de la abogacía.
En el despacho de D.
Ernesto Segura de Viedma el joven abogado era el encargado de personarse en las
casas de las familias que habían sufrido la muerte del padre y explicarles las
condiciones de los bienes que serían susceptibles de heredar. Su exquisita
educación le hacía un experto en ese tipo de gestiones y su trato amable y un
especial don de gentes le granjeaba la amistad de muchos de los futuros herederos
que, al cabo de muy pocos días le consideraban un amigo más que un asesor.
Los gritos de unos chicos
le hicieron volver la cabeza y en ese momento algo le impactó sobre su espalda
y le hizo caer al suelo. Su respiración se volvió entrecortada y aunque quería
ponerse de pié, las piernas le fallaban y parecía como si el mundo se le
viniera encima. En esa situación, las voces entrecortadas de alguien que
insistía en que no le pegaran más porque no parecía que fuera un alborotador era lo único que sentía.
Al poco rato y como en sueños notó como era levantado por dos personas que, con
dificultad, consiguieron meterlo en un portal y allí, sobre una moqueta de un
amarillo ajado por el paso de los años, fue recuperándose. La cabeza parecía
que iba a estallarle de un momento a otro y un agudo dolor entre los hombros le
impedía articular palabra y volvió a perder la conciencia.
Convencido que había
sufrido un infarto, aunque le parecía que era muy joven, Fernando abrió los
ojos y contempló las suaves manos de una mujer que le secaba la frente y
trataba de mantenerlo erguido sobre su regazo. Un ataque de tos le devolvió los
dolores punzantes mientras una voz suave le instaba a quedarse quieto
- Tranquilo que ya ha pasado todo. Procura
respirar despacio y llenando los pulmones de aire. Eso, lo estás haciendo muy
bien. Venga, respira tranquilo.
Fernando trató de
agradecer los desvelos de esa desconocida, pero no era capaz de mover un solo
músculo de su cara sin sentir un fuerte dolor.
De nuevo esa voz suave
trató de infundirle ánimos a la vez que con sus manos le agarraba con fuerza
para evitar movimientos que desencadenaran nuevos dolores
- Estate quieto que si te mueves te va a doler
más. Procura relajarte y pensar en algo agradable. Afortunadamente ya ha pasado
todo y la situación parece que se ha tranquilizado, o sea que no te preocupes.
Venga respira tranquilo. Así, muy bien. Venga sigue así y no te preocupes que
en cuanto estés un poco mejor te subo a mi casa, pero, de momento, es mejor que
no te muevas de aquí ¿de acuerdo?
Fernando intentó contestar
y con un pequeño hilo de voz trató de saber lo que había ocurrido, pero
enseguida él mismo se dio cuenta que esa tarea era imposible y desistió de tal
empeño, cerrando nuevamente los ojos y perdiendo la noción del tiempo.
Una sensación de calor le
embargaba cuando una luz que parecía muy potente, le hizo darse cuenta de la
situación. Estaba tumbado en un sofá, tapado con una manta inglesa de pura
lana, le habían desnudado completamente y en su frente notó una bolsa con hielo.
La habitación era, mas
bien pequeña, con las cortinas perfectamente adaptadas a una pared también
forrada de una cretona beis. Unas bolas doradas adosadas a la pared y de las
que salía un cordón de diferentes colores, mantenía una discreta semipenumbra
en la habitación. Al frente, una puerta de cristales corredera, daba paso a lo
que parecía ser un comedor del que destacaban unas sillas de caoba de muy
bonito diseño, con un espejo que reflejaba los tonos tenues de una mesa de
importantes proporciones y en cuyo centro un gallo disecado trataba de mantener
una autoridad que hacía muchos años que había perdido.
En un lateral, una
librería que alcanzaba el techo, daba un toque cultural con los libros
alineados de tal forma que era fácil descubrir que no era una librería de
adorno sinó que constituía parte de la vida de su propietario y junto a los
libros algunos objetos parecían contribuir a conocer la personalidad de ese,
hasta ahora, desconocido pero bienintencionado personaje que le había salvado
la vida.
Desde el sillón trató de
adivinar quienes eran las personas retratadas que se alineaban en varios marcos
de plata, pero la distancia le impedía reconocer a ninguna. Intentó
incorporarse, pero de nuevo el dolor agudo hizo su aparición en la escena de ese
pequeño pero cálido cuarto de estar. Una queja, que no llegó a ser un grito,
hizo que la puerta de cristal se abriera y la voz que había permanecido con él
en los primeros momentos, se hiciera nuevamente audible y le proporcionara una
agradable sensación de tranquilidad.
- ¿Qué tal? Estaba haciendo tiempo para
despertarte, pero te he visto tan dormido que he preferido no molestarte. ¿Cómo
estás?
Fernando no daba crédito a
lo que estaban viendo sus ojos; una chica de unos veinte años trataba de
arreglarle la almohada sobre la que descansaba su cabeza mientras le cambiaba
la bolsa de hielo que tenía sobre su frente. Era una chica de facciones
perfectas con el pelo rubio recogido en una cola de caballo, frente despejada,
ojos de un color azul que parecían abrigar una acusada personalidad y que
miraban penetrando profundamente en las intimidades de Fernando. Sus labios
eran perfectos y ella añadía un toque de coquetería con una fina raya de color
marrón que les hacía aparecer como mejor perfilados todavía. Los dientes
parecían un manual de perfecta Odontología y todo el conjunto constituía un
remanso de paz, solo alterado por un mentón prominente
Un conjunto de jersey y
chaqueta de puntos rojo y un fino collar de perlas que daba dos vueltas sobre
su cuello continuando con unos pantalones blancos perfectamente planchados era
toda la indumentaria de aquella desconocida.
Fernando, lentamente e
incluso con mayor parsimonia de lo habitual, fue escudriñando aquella a modo de
aparición y sus ojos no daban crédito a lo que veían, pero estaba tranquilo y
menos mal que el infarto no había sido muy grave, porque lo único seguro era
que estaba vivo. No sabía donde estaba, ni lo que había pasado y solo un
tremendo dolor de cabeza le hacía volver al mundo del que estuvo a punto de
abandonar.
- ¿Qué me ha pasado?, ¿dónde estoy? – sus ojos
buscaron los de su benefactora y enseguida confluyeron.
- No te preocupes de nada que estás en buenas
manos y la policía ya se ha ido o sea que no tienes nada que temer.
- ¿La policía? Pero me puedes explicar lo que
ha pasado, porque no me acuerdo de nada, solo que oí muchas voces y cuando me
quise dar la vuelta, sentí muchísimo dolor en la espalda y no me acuerdo de
absolutamente nada más
- Pues nada, yo te lo cuento – se retiró un
mechón de pelo con un movimiento violento de la cabeza – veníais todos
corriendo por la calle y los guardias debieron disparar pelotas de goma o algo
así y a ti te dio una en la espalda y te quedaste tirado en el suelo. Mi padre
y yo que estábamos asomados a la ventana, bajamos corriendo justo en el momento
que un guardia te daba la vuelta para proceder a tu identificación, y después
de insistir en que te llevaban a la comisaria, mi padre le convenció que no
tenías pinta de comunista y que te dejara allí que nosotros nos hacíamos cargo
de llevarte a un hospital.
El guardia, que sabía que
su actuación había sido desproporcionada, no necesitó ni una explicación más y
desapareció entre toda la gente. Te hemos llevado al Hospital y de allí, aquí.
¿Qué te parece?
Fernando se incorporó un
poco en sillón y tomó un poco de zumo de naranja que había depositado en un
vaso sobre la mesa que estaba a su cabecera y trató de reorganizar sus ideas
para lo cual preguntó directamente y sin rodeos:
- Si no he entendido mal, dices que yo venía
corriendo como el resto y eso no puede ser porque acababa de salir del despacho
del Notario y casi no me dio tiempo a poner los pies en la calle cuando sentí
una punzada en la espalda y me dio el ataque al corazón.
- ¿Qué te dio el qué? ¿un ataque al corazón?
Chico despiértate porque el golpe te ha afectado más de lo que nos han dicho en
el Hospital. A ti, como te iba diciendo, no te ha dado ningún ataque a nada y
menos al corazón, lo que te ha dado ha sido una pelota de goma de las que utiliza
la Policía
para disolver a los manifestantes y si nó te lo crees aquí tienes la prueba.
Del bolsillo de su
pantalón extrajo una pelota de reducidas dimensiones y que, según le explicó,
era la causante de su desmayo y no había
duda que la cosa había sido tal y como ella lo contaba porque habían sido
testigos directos de todo lo ocurrido.
- ¿Y como tienes tú esto?
- Muy fácil, porque estábamos en la ventana mi
padre y yo y esto es un primero y cuando te caíste redondo, bajamos y en un
segundo estábamos a tu lado y al ponerme de rodillas para levantarte me la
clavé y me la metí en el bolsillo no se porqué, pero fué como te lo estoy
contando
- Ya – Fernando no daba crédito a lo que estaba
oyendo y le parecía increíble la historia – Mira, guapa, cuéntame otra historia
porque esa no me la creo- volvió a
incorporarse y se dio cuenta que estaba desnudo – pero ¿dónde está mi ropa?
- En esa bolsa que está en la silla. Nos la
dieron en el Hospital y ahí se ha quedado. Pensaba revisarla ahora para saber
quien eres y donde vives, pero te has despertado antes y no me ha dado tiempo.
- Ya, bueno perdona si pregunto tantas cosas,
pero poco a poco voy haciendo memoria y yo no iba en ninguna manifestación ni
nada por el estilo ¿acaso me ves con pinta de revolucionario?
- La verdad es que no y por eso le dije a mi
padre que te trajéramos a casa para que te repusieras del todo y no dejarte
tirado en el Hospital, pero tal y como te estás portando, me parece que mi
padre tenía razón y lo que tenía que haber hecho era haberte dejado allí y que
hubieran avisado a tu familia y me hubiera dejado de tonterías, pero me diste
pena y le convencí.
- Perdóname, por favor, pero reconocerás que es
una historia increíble, pero bueno si tú lo dices será verdad. ¿Te importa
acercarme la ropa? Por cierto, ¿cómo te llamas?
- Mamen ¿y tú?
- Yo Fernando Altozano.
- Muy bien, aquí tienes tu ropa, esa puerta da
a un pasillo y la segunda puerta a la derecha es un cuarto de baño. Allí tienes
una toalla limpia por si te quieres dar una ducha ¿de acuerdo?
- Gracias, Mamen y perdona si he reaccionado
mal. De verdad que te estoy muy agradecido.
- De nada, estoy segura que tú, en mi lugar,
hubieras hecho lo mismo.
Fernando se lió la sábana
alrededor de su cuerpo y después de dar unos primeros pasos vacilantes, entró
en el cuarto de baño, alicatado hasta el techo con un mármol precioso, se miró
al espejo y se percató de los importantes hematomas que tenía en la cara y el
pecho.
Se duchó frotándose
enérgicamente como tratándose de despertar de una pesadilla, se peinó y se
vistió con su elegante traje azul marino que tenía unas manchas en ambos codos
y rodillas producto de sus escarceos por el suelo de la acera de los pares de
la calle Serrano una de las mas elegantes y elitistas del barrio de Salamanca.
Cuando apareció por el
cuarto de estar, su aspecto era diametralmente diferente y Mamen fue la primera
en admirar el cambio producido en tan escaso minutos. Ambos intercambiaron una
mirada cómplice e inmediatamente ella le presentó a su padre que se había sentado en uno de los
orejeros que circundaban la mesa camilla.
- Papá, se llama Fernando ¿sabes?
D. Alberto Mendiburu
Gorostizaga se levantó y saludó afectuosamente a Fernando estrechándole la mano
de manera enérgica.
- Ya le puede agradecer a Mamen lo que ha hecho
por usted. ¿Cómo se encuentra?
- Muy bien, gracias y por supuesto que les
estoy muy agradecido.
Mamen se acercó con una
taza de té y se la ofreció a Fernando mientras comentaba con su padre
- ¿Sabes que se creía que le había dado un infarto?
- Si, si, un infarto, lo que le dieron fue un
tiro con una bola de goma. Claro que eso le pasa por ir en una manifestación.
- ¡Que va! – Fernando miró fijamente a su
salvador y trató nuevamente de explicarle la situación para que no hubiera malos
entendidos – ya se lo dije a Mamen - Yo salía de casa del Notario D. Ernesto
Segura y cuando me quise dar cuenta estaba tumbado en ese sillón. Todo ocurrió
en un segundo y la verdad es que ni me enteré.
- ¡Ah! ¿ o sea que usted salía de casa de
Ernesto?. D. Alberto se levantó del orejero y se sirvió un té, sorbiéndolo
lentamente después de depositar cuidadosamente dos cucharaditas de azucar y
revolver el líquido con parsimonia - ¿cómo se llama usted de apellido?
- Fernando Altozano soy Abogado y trabajo en la Notaría desde hace tres
meses.
- Bueno, bueno, o sea que Usted es el nuevo
colaborador del que me ha hablado Ernesto. ¡ Hay que ver que pequeño es el
mundo! Hace meses, estábamos en la tertulia que tenemos los miércoles en el
Casino de Madrid y me comentó que ya había encontrado el novio ideal para
Mamen, que era un joven Abogado hijo de diplomáticos que había ido a
solicitarle trabajo y que lo iba a contratar y mire usted por donde aquí está.
¡Que casualidad!
- Pero, Papá, como le dices eso si no le
conocemos de nada – Mamen se mostró molesta y en su cara apareció un gesto de
contrariedad – además, ya te he dicho muchas veces que no te preocupes por mí
que ya me buscaré los novios cuando yo quiera.
- Bueno, hija, no te enfades – D. Alberto la
atrajo hacia si – ya sabes que lo hago por tu bien. Desde que se murió tu madre
estás dedicada a cuidarme y te lo agradezco infinito, pero también tienes tu
vida y me parece que, por mí, la estás dejando pasar y eso no está bien.
- Ya – Mamen se levantó de las rodillas de su
padre – tú no te preocupes que yo ya me divierto y salgo cuando quiero, que
para eso está Basi y eso de que estoy dejando pasar la juventud contigo no me
importa nada porque lo hago porque quiero, o sea que no vuelvas a las andadas
de hablar con tus amigos banqueros para que me coloquen porque estoy muy bien
como estoy.
- Perdón – Fernando depositó la taza de té
sobre la mesita que estaba a su lado derecho – como veo que esto está derivando
hacia temas personales, si me lo permiten me voy que se me está haciendo un
poco tarde. Muchísimas gracias por todo, de verdad que no sé como se lo voy a
agradecer.
- Pues no nos lo agradezca de ninguna manera.
Ya sabe donde tiene unos amigos y cuando quiera se viene por aquí y hablamos de
temas de la judicatura que, aunque ya estoy jubilado, algo de ellos sé.
- Muchísimas gracias y – mirando a Mamen se
despidió con un cálido apretón de manos – te llamaré porque a lo mejor D.
Ernesto tenía razón.
Bajando la escalera pensó:
adiós a la boda.
La gente que entra y lee tus novelas, Tino, debería escribir algo, ¿no te parece? En fin que le vamos a hacer. Otra nueva aventura de Fernando, a ver en que termina todo. Muy entretenido este capítulo.
ResponderEliminarUn abrazo a todos
Este capítulo es genial; entretenido y, como siempre, lleno de detalles de nombres, lugares, circunstancias.....
ResponderEliminarComo dice Javier, no entiendo por qué el que entra no pone un comentario.
Esta novela es muy entretenida y vamos a ver que pasa con Mamen y Fernando (adiós boda ...)